Este documento resume nueve artículos escritos por E.G. White relacionados con la Asamblea General de 1888 en Minneapolis, Minnesota. Describe cómo la iglesia necesita amor, investigación sincera de la verdad y estar abierta a nueva luz de Dios. También advierte sobre el peligro de rechazar la luz y mensajes que Dios envía a través de sus mensajeros.
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Este documento resume nueve artículos escritos por E.G. White relacionados con la Asamblea General de 1888 en Minneapolis, Minnesota. Describe cómo la iglesia necesita amor, investigación sincera de la verdad y estar abierta a nueva luz de Dios. También advierte sobre el peligro de rechazar la luz y mensajes que Dios envía a través de sus mensajeros.
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APRENDIENDO DE
NUESTRA HISTORIA
Nueve artículos de E. White
relacionados con 1888 • Sé pues celoso, y arrepiéntete 3 • La necesidad de amor en la iglesia: mensaje a Laodicea 7 • La necesidad de investigación sincera, a fin de conocer la verdad 12 • El peligro de rechazar la luz 15 • Como Coré, Dathán y Abiram 18 • Experiencia subsiguiente a la Asamblea de Minneapolis de 1888 22 • Carta al pastor O.A. Olsen 33 • La prueba de la doctrina (y el espíritu de Minneapolis) 38 • El deber de la confesión 40 "Los judíos en el tiempo de Cristo… No podían ser los nuevos odres en los cuales él pudiera derramar su vino nuevo. Cristo estuvo obligado a buscar odres para su doctrina de verdad y vida entre otras personas que no eran los escribas y fariseos. Tuvo que buscar hombres que estuvieran dispuestos a recibir la regeneración del corazón… La iglesia remanente está llamada a atravesar una experiencia similar a aquélla de los judíos." (Mensajes Selectos, vol. I, p. 452, 453, 454). "Las vicisitudes de los hijos de Israel y su actitud justamente antes de la primera venida de Cristo me han sido presentadas vez tras vez para ilustrar la posición del pueblo de Dios en su experiencia antes de la segunda venida de Cristo." (Id., 475). "En su gran misericordia el Señor envió un preciosísimo mensaje a su pueblo por medio de los pastores Waggoner y Jones. Este mensaje tenía que presentar en forma más destacada ante el mundo al sublime Salvador, el sacrificio por los pecados del mundo entero. Presentaba la justificación por la fe en el Garante; invitaba a la gente a recibir la justicia de Cristo, que se manifiesta en la obediencia a todos los mandamientos de Dios… Es el mensaje del tercer ángel, que ha de ser proclamado en alta voz y acompañado por el abundante derramamiento de su Espíritu." (Testimonios para los Ministros, p. 91, 92). "Cuando Cristo vino a los judíos con todo el poder de su majestad, manifestando toda su gracia en prodigiosas curaciones y en el poderoso derramamiento de su Espíritu, no estarían dispuestos a reconocerlo. ¿Por qué? Porque reinaban allí los mismos prejuicios que habían morado en sus corazones, y los más poderosos milagros que hiciera no tendrían efecto alguno en sus corazones. Si nos situamos en una posición en la que no vamos a reconocer la luz que Dios envía, o su mensaje para nosotros, estamos en peligro de pecar contra el Espíritu Santo. ¡Cómo podemos ir en procura de encontrar alguna pequeña cosa que se haya hecho, que nos permita colgar allí alguna de nuestras dudas, y empezar a cuestionar! El asunto es, ¿ha enviado Dios la verdad? ¿ha suscitado Dios a esos hombres para proclamar la verdad? Digo: –Sí. Dios ha enviado a hombres para proporcionarnos la verdad que no habríamos tenido si Dios no hubiese enviado alguien para que nos la trajese. Dios me ha permitido tener una luz en cuanto a lo que es su Espíritu Santo, por lo tanto, lo acepto, y no me atreveré más a levantar mi mano contra esas personas, puesto que sería contra Jesucristo mismo, quien debe ser reconocido en sus mensajeros. Os pido ahora que seáis cuidadosos en cuanto a la posición que tomáis cada uno de vosotros, si os rodeáis de nubes de incredulidad debido a que veis imperfecciones; veis una palabra o un pequeño asunto, quizá, que puede ocurrir, y los juzgáis de acuerdo con ello. Debéis ver lo que Dios está haciendo con ellos. Ver si Dios está obrando con ellos, y entonces tenéis que reconocer el Espíritu de Dios que se revela en ellos. Si elegís resistirlo, estaréis actuando exactamente como lo hicieron los judíos." (Manuscrito 2, 1890; The E.G.W. 1888 Materials, vol. II, p. 608, 609) "Si mediante la gracia de Cristo su pueblo se transforma en recipientes nuevos, él los llenará con vino nuevo. Dios concederá luz adicional y se recuperarán verdades antiguas, que serán repuestas en el armazón de la verdad, y dondequiera vayan los obreros, triunfarán. Como embajadores de Cristo, han de escudriñar las Escrituras para investigar las verdades que se hallan ocultas bajo los escombros del error. Y han de comunicar a otros cada rayo de luz que reciban. Habrá un solo interés prevaleciente, un solo propósito que absorberá todos los demás: Cristo, justicia nuestra" (Hijos e hijas de Dios, p. 261) Y estas cosas les acontecieron en figura, y son escritas para nuestra admonición, en quienes los fines de los siglos han parado. (1 Cor. 10:11) Sé pues celoso, y arrepiéntete Review and Herald, 23 diciembre 1890 El Señor ha visto nuestras reincidencias, y tiene una controversia con su pueblo. El orgullo, el egoísmo, la disposición mental a la duda e incredulidad por parte de su pueblo, le son claramente manifiestos, y afligen su corazón de amor. Muchos acumulan tinieblas a modo de vestidura sobre sus almas, y dicen virtualmente, ‘No queremos un conocimiento de tu camino, oh Dios; elegimos nuestro propio camino’. Tales son las cosas que separan el alma de Dios. Hay en el alma del hombre un obstáculo que él mantiene allí con obstinada persistencia, y que interpone entre su alma y Dios. Es la incredulidad. Dios da suficiente evidencia, pero el hombre, con su voluntad no santificada, rehúsa recibir la evidencia a menos que ésta llegue de la manera que le conviene, para favorecer sus propias ideas. Clama desafiantemente: ‘Pruebas, pruebas es lo que queremos’, y da la espalda a la evidencia dada por Dios. Habla de duda e incredulidad, sembrando las semillas del mal, que al brotar llevarán su cosecha. Está separando su alma más y más lejos de Dios. ¿Son acaso pruebas lo que esos hombres necesitan? ¿Es que no hay suficiente evidencia? –No. La parábola del rico y Lázaro se da para auxiliar a tales almas, a quienes están dando la espalda a la evidencia positiva, para clamar ‘¡Pruebas!’. El rico solicitó que alguien de entre los muertos fuese enviado, a fin de advertir a sus hermanos, evitando así que acabasen en el lugar de tormento. "Y Abraham le dice: A Moisés y a los profetas tienen: óiganlos. Él entonces dijo: No, padre Abraham: mas si alguno fuere a ellos de los muertos, se arrepentirán. Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, si ¿Por qué sucede que los hombres no creen, cuando hay evidencia suficiente? –Porque no desean ser convencidos. No están dispuestos a someter su propia voluntad a la voluntad de Dios. No quieren reconocer que han estado acariciando incredulidad pecaminosa al resistir la luz que Dios les ha dado. Han estado yendo a la caza de dudas, en busca de perchas donde poder colgar su incredulidad. Han aceptado ávidamente el testimonio débil e insuficiente, testimonio que Dios no les ha dado en su palabra, pero que les satisface, ya que armoniza con sus ideas, y está de acuerdo con su disposición y voluntad. Tales almas están en gran peligro. Si doblegan su orgullosa voluntad, y la ponen del lado de Dios; si buscan la luz con corazones humildes y contritos, creyendo que hay luz para ellos, entonces verán la luz, ya que los ojos estarán dispuestos a discernir la luz que viene de Dios. Reconocerán la evidencia de la autoridad divina. Las verdades espirituales brillarán desde la página divina. Pero el corazón debe estar abierto a la recepción de la luz, ya que Satán está siempre presto a oscurecer la preciosa verdad que los haría sabios para salvación. Para los que no la reciben, seguirá siendo por siempre misterio de misterios. Debemos buscar fervientemente el conocer y apreciar la verdad, a fin de que la podamos presentar a otros, tal como es en Jesús. Necesitamos tener una correcta apreciación del valor de nuestras propias almas; entonces no manifestaremos el descuido que ahora caracteriza nuestro curso de acción. Buscaremos fervientemente conocer el camino de Dios; obraremos en la dirección opuesta al egoísmo, y nuestra oración constante será que podamos tener la mente de Cristo, a fin de ser amoldados y conformados a su semejanza. Es mirando a Jesús y contemplando su bondad, manteniendo nuestros ojos fijos en Él, como somos cambiados a su imagen. Él dará gracia a todo el que guarde su camino, y haga su voluntad, y ande en verdad. Pero aquellos que aman su propio camino, que adoran sus propios ídolos de opinión, y que no aman a Dios ni obedecen su palabra, continuarán andando en tinieblas. ¡Oh, cuan terrible es la incredulidad! Si se proporciona luz a un ciego, y si se da la verdad presente a esas almas, el primero no podrá ver, mientras que los segundos no querrán ver. Os suplico a vosotros, cuyos nombres están inscritos en los libros de iglesia como miembros de valor, que tengáis valor realmente, mediante la virtud de Cristo. La gracia, la verdad y el amor de Dios se prometen al alma humilde y contrita. La indignación y los juicios de Dios se dirigen contra aquellos que persisten en andar por sus propios caminos, amando el yo, amando la alabanza de los hombres. Serán ciertamente arrastrados por los engaños satánicos de estos últimos días, ya que no recibieron el amor de la verdad. Debido a que el Señor, en los años precedentes, los ha honrado y bendecido, se jactan de que son elegidos y verdaderos, y de que no necesitan advertencia, instrucción y reproche. Dice el Testigo Fiel: "Yo reprendo y castigo a todos los que amo: sé pues celoso, y arrepiéntete". Contra el profeso pueblo de Dios pesa el cargo: "Tengo contra ti que has dejado tu primer amor. Recuerda por tanto de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". El amor hacia Jesús que una vez ardió en el altar del corazón, ha disminuido hasta extinguirse casi por completo. Se ha debilitado la fuerza espiritual. El ceño del Señor está contra su pueblo. En su actual condición, les es imposible representar el carácter de Cristo. Y cuando el Testigo Fiel les ha enviado consejo, reproche, y advertencias debido a que los ama, han rehusado recibir el mensaje; han rehusado ir a la luz, para que sus obras no resulten reprobadas. Dijo Jesús, "pongo mi vida por las ovejas… por eso me ama el Padre". ‘Tomando vuestros pecados sobre mí mismo, estoy abriendo una vía a través de la cual la gracia puede fluir a todos aquellos que la acepten. Al darme a mí mismo por el pecado del mundo, he preparado el camino para que la corriente incontenible de ese amor fluya hacia los hombres’. Todo el cielo está estupefacto al ver que ese amor, tan amplio, profundo, rico y pleno, al serles presentado a hombres que han conocido la gracia de nuestro Señor Jesucristo, los deja tan indiferentes, fríos e impasibles. ¿Qué significa que una gracia tan maravillosa no enternezca nuestros endurecidos corazones? ¡Oh, es por el poder de la incredulidad! Porque "has dejado tu primer amor". Esa es la razón por la que la palabra de Dios tiene una influencia tan pequeña. Es como un fuego, pero no puede penetrar ni caldear el corazón congelado que se aferra a la incredulidad. Los infinitos tesoros de la verdad han ido acumulándose a lo largo de las edades. No hay imagen que pueda representar adecuadamente la impresión que debieran hacernos el alcance y la riqueza de esos vastos recursos. Están esperando ser demandados por aquellos que los aprecien. Esas gemas de la verdad deben ser reunidas por el pueblo remanente de Dios, para ser dadas por ellos al mundo; pero la confianza propia y la obstinación del alma rehúsan el bendito tesoro. "De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna". Es imposible medir o expresar un amor como ese. Juan llama al mundo a mirar "cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados hijos de Dios". Es un amor que sobrepasa el conocimiento. En la plenitud del sacrificio no se escatimó nada: Jesús se dio a sí mismo. Es el designio de Dios que en su pueblo se amen unos a otros como Cristo nos amó. Deben educar y adiestrar el alma para ese amor. Deben reflejar ese amor en su propio carácter, reflejarlo al mundo. Cada alma debiera ver esa obra como la suya. En su oración al Padre, Jesús dijo: "Como tú los enviaste al mundo, también los he enviado al mundo". Los que han sido participantes de su gracia, deben presentar al mundo la plenitud de Cristo. Deben hacer por Cristo lo que Cristo hizo por el Padre: representar su carácter. Una falta de poder moral y espiritual aqueja a nuestras Asociaciones. Muchas iglesias no tienen luz en sí mismas. Los miembros no dan evidencia de ser pámpanos de la Vid verdadera, llevando mucho fruto para gloria de Dios, sino que parecen estar secándose. Su Redentor ha retirado la luz, la inspiración de su Espíritu Santo, de sus asambleas, debido a que han dejado de representar la abnegación, la simpatía y el amor compasivo del Redentor del mundo; no tienen amor por las almas por las que Cristo murió. Han dejado de ser verdaderos y fieles. Es un cuadro triste: la piedad mermada, la falta de consagración y devoción a Dios. Ha habido una separación del alma de Dios; muchos han cortado la comunicación entre Él y el alma, al rechazar a sus mensajeros y a su mensaje. En nuestras iglesias más grandes existen las mayores maldades, ya que han tenido la mayor luz. No poseen un verdadero conocimiento de Dios, ni de Jesucristo, a quien ha enviado. La levadura de la incredulidad está a la obra, y a menos que esos males que traen la indignación de Dios sean corregidos en los miembros, toda la iglesia será responsable por ellos. La obra profunda del Espíritu de Dios no está con ellos; la presencia gloriosa del Rey de los santos, y su poder para purificar de toda contaminación moral, no se manifiesta entre ellos. Muchos vienen a la asamblea de adoradores de igual modo que una puerta gira sobre sus goznes. No comprenden la aplicación correcta de las Escrituras, ni el poder de Dios. Tienen ojos, pero no ven; oídos, pero no oyen; continúan en sus malos caminos, sin embargo se ven a sí mismos como los privilegiados, como los obedientes hacedores de la palabra. En Sión prevalece la vida fácil y la seguridad carnal. ‘Paz, paz’, se oye en sus límites, cuando Dios no ha hablado paz. Han perdido las condiciones para la paz. Hay razón para sonar la alarma en ‘todo mi santo monte’. Los pecadores serán espantados en Sión; en el momento en que no esperan, vendrá irremediablemente sobre los confiados la destrucción súbita. El Espíritu Santo se esfuerza por manifestar las demandas de Dios, pero los hombres prestan atención sólo por un momento, y vuelven sus mentes a otras cosas: Satanás dispersa las semillas de la verdad; la influencia llena de gracia del Espíritu Santo es eficazmente resistida. Así muchos están ofendiendo al Espíritu Santo por última vez, y no lo saben. Estas son las palabras que Cristo habló sobre Jerusalem: "He aquí vuestra casa os es dejada desierta". ¡Qué angustia del alma sintió Jesús cuando todos sus llamamientos, advertencias y reproches fueron resistidos! Cuando Él los trajo a la morada del alma, causaron impresión, pero el amor propio, la autosuficiencia y el amor del mundo, vinieron a asfixiar la buena simiente plantada. El orgullo del corazón previno a sus oyentes a que se humillasen ante Dios y confesasen su pecado de resistir al Espíritu Santo, y muy a pesar suyo, éste los abandonó. Sobre el monte de los Olivos, mientras contemplaba la ciudad, Jesús lloró sobre ella, diciendo, "¡Oh, si también tú conocieses, a lo menos en este tu día, lo que toca a tu paz!" Hizo aquí una pausa; rehusaba pronunciar la sentencia irrevocable. ¡Oh, si Jerusalem pudiera arrepentirse! Cuando el sol, de rápido camino hacia el oeste, dejase de verse, habría acabado su tiempo de gracia. Jesús acabó su frase: "mas ahora está encubierto de tus ojos". En otra ocasión, lamentó la impenitencia de la ciudad escogida: "¡Jerusalem, Jerusalem, que matas a los profetas, y apedreas a los que son enviados a ti! ¡cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus pollos debajo de las alas, y no quisiste! He aquí, vuestra casa os es dejada desierta". ¡El Señor no permita que esa escena se repita ahora en la experiencia del profeso pueblo de Dios! "No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre", dijo Jehová. "Ephraim es dado a ídolos; déjalo". ¿Querrá la iglesia ver de dónde ha caído? En la iglesia hay frialdad, dureza de corazón, falta de simpatía por los hermanos. Se manifiesta ausencia de amor por los que yerran. Se da una separación hacia aquellos que están precisamente necesitados de piedad y ayuda. En nuestras iglesias, especialmente entre aquellos con responsabilidades sagradas, existe una severidad, un espíritu despótico como el que había entre los fariseos. Están hinchados en autoestima y seguridad propia. La viuda y el huérfano no son el objeto de su simpatía o amor. Eso es totalmente ajeno al espíritu de Cristo. El Señor mira indignado el espíritu áspero y rudo que algunos han manifestado, –un espíritu de tal manera desprovisto de simpatía, de tierna apreciación por aquellos a los que Él ama. Hermanos, vosotros que cerráis el corazón a los sufrientes por Cristo, recordad que en la forma en que los tratáis a ellos, Dios os tratará a vosotros. Cuando llaméis, no os dirá ‘Aquí estoy’. Cuando claméis, no responderá. Satanás está atento, preparando sus engaños para entrampar a aquellos que están llenos de autosuficiencia, mientras que están espiritualmente destituidos. El camino al paraíso no es el de la exaltación del yo, sino el del arrepentimiento, confesión, humillación, fe y obediencia. El mensaje a la iglesia de Laodicea es apropiado para la iglesia de este tiempo: "Escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí dice el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios: Yo conozco tus obras, que ni eres frío, ni caliente. ¡Ojalá fueses frío, o caliente! Mas porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo; Yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico, y seas vestido de vestiduras blancas, para que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas. Yo reprendo y castigo a todos los que amo: sé pues celoso, y arrepiéntete". Hay muchos que se sienten orgullosos de sus riquezas espirituales, su conocimiento de la verdad, y están viviendo el autoengaño culpable. Cuando los miembros de la iglesia se humillen ante Dios celosamente, no de corazón dividido, con acciones sin vida, el Señor los recibirá. Pero declara: "Vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". ¿Por cuánto tiempo será resistida esta amonestación? ¿Por cuánto tiempo será tomada a la ligera? "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo: si alguno oyere mi voz y abriere la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo". La actitud de Cristo es de magnanimidad y perseverancia. "Yo te amonesto que de mí compres oro afinado en fuego, para que seas hecho rico". ¡Oh, la pobreza del alma es alarmante! Y los que están en mayor necesidad del oro del amor, se sienten ricos y enriquecidos, mientras que carecen de toda gracia. Habiendo perdido la fe y el amor, lo han perdido todo. El Señor ha enviado un mensaje para despertar a su pueblo al arrepentimiento, y para que haga las primeras obras; pero ¿cómo ha sido recibido ese mensaje? Mientras que algunos lo han oído, otros han arrojado desdén y reproche sobre el mensaje y el mensajero. La espiritualidad mortecina, la ausencia de humildad y sencillez de los niños, una profesión de fe maquinal y formalista, han tomado el lugar del amor y la devoción. ¿Habrá de continuar ese lamentable estado de cosas? ¿Se apagará en las tinieblas la lámpara del amor de Dios? El Salvador llama. Oíd su voz: "Sé pues celoso, y arrepiéntete". Arrepiéntete, confiesa tus pecados, y serás perdonado. "Volveos, volveos de vuestros malos caminos: ¿y por qué moriréis, oh casa de Israel?". ¿Por qué intentáis encender un mero fuego vacilante, y caminar en los destellos de vuestra propia luz? El Testigo Fiel declara, "Yo conozco tus obras". "Arrepiéntete, y haz las primeras obras". Esa es la auténtica prueba, la evidencia de que el Espíritu de Dios está obrando en el corazón para llenaros con su amor. "Vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". La iglesia es como el árbol que no lleva frutos, que habiendo recibido el rocío, la lluvia y la luz del sol, debió haber producido abundante fruto, pero que ante el divino escrutinio resulta no tener sino hojas. ¡Solemne pensamiento para nuestras iglesias! ¡solemne, verdaderamente, para todo individuo! La paciencia y longanimidad de Dios son maravillosas, pero "si no te hubieres arrepentido", se agotarán. Las iglesias, nuestras instituciones, irán de debilidad en debilidad, desde la fría formalidad hasta la muerte, mientras están diciendo, "soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa". El Testigo Fiel dice, "y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo". ¿Verá por fin claramente su verdadera condición? En las iglesias tiene que darse una maravillosa manifestación del poder de Dios, pero no moverá a aquellos que no se han humillado a sí mismos ante el Señor, y abierto la puerta del corazón mediante la confesión y el arrepentimiento. En la manifestación de ese poder que ilumina la tierra con la gloria de Dios, no verán más que algo que en su ceguera les parecerá peligroso, algo que despertará sus temores, y tomarán posición para resistirlo. Debido a que el Señor no obra de acuerdo con sus ideas y expectaciones, se opondrán a la obra. ‘¡Qué!’, dicen ellos, ‘¿Acaso no conocemos el espíritu de Dios, tras haber estado tantos años en la obra?’. Eso es porque no respondieron a las amonestaciones y súplicas de los mensajes de Dios, sino que dijeron persistentemente, "yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa". El talento, la dilatada experiencia, no hará de los hombres canales de luz, a menos que se coloquen bajo los brillantes rayos del Sol de justicia, y sean llamados, escogidos y dispuestos por la dotación del Espíritu Santo. Cuando los hombres que manejan las cosas sagradas se humillen bajo la poderosa mano de Dios, el Señor los sostendrá. Hará de ellos hombres de discernimiento –hombres ricos en la gracia de su Espíritu. Sus rasgos rudos y egoístas de carácter, su obstinación, serán vistos a la luz que brilla a partir de la Palabra. "Vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". Si buscáis al Señor con todo vuestro corazón, lo hallaréis. El fin se acerca. ¡No tenemos un momento que perder! Del pueblo de Dios debe brillar luz en rayos nítidos, inconfundibles, llevando a Jesús a las iglesias y al mundo. Nuestra obra no debe restringirse a aquellos que conocen ya la ver- dad; nuestro campo es el mundo. Los instrumentos a emplear son esas almas que alegremente reciben la luz de la verdad que Dios les comunica. Tales son las agencias de Dios para comunicar el conocimiento de la verdad al mundo. Si por la gracia de Cristo su pueblo viene a convertirse en nuevos odres, Él los llenará con el vino nuevo. Dios dará luz adicional, y serán recuperadas antiguas verdades, que se emplazarán en el marco de la verdad; y allá donde se dirijan los obreros, triunfarán. Como embajadores de Cristo, deben escudriñar las Escrituras, en busca de las verdades que han permanecido escondidas bajo la hojarasca del error. Y cada rayo de luz recibida, debe ser comunicado a otros. Un interés predominará, un tema absorberá a todos los demás: Cristo nuestra justicia. "Ésta empero es la vida eterna: que te conozcan el solo Dios verdadero, y a Jesucristo, al cual has enviado". "Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra: porque estas cosas quiero, dice Jehová". Eso es lo que hay que traer a la experiencia de cada obrero, alto o bajo, en todas nuestras instituciones, en todas nuestras iglesias. Dios quiere que toda alma vuelva a su primer amor. Quiere que todos posean el oro de la fe y el amor, a fin de que puedan echar mano del tesoro, para impartirlo a otros que lo necesitan. Los creyentes serán de un corazón y una mente, y el Señor hará poderosa su palabra en la tierra. Se entrará en nuevas ciudades, pueblos y territorios; la iglesia se levantará y brillará, porque su luz llegó, se levantó sobre ella para gloria del Señor. Serán añadidos nuevos conversos a las iglesias, y aquellos que ahora pretenden estar convertidos sentirán en sus propios corazones el poder transformador de la gracia de Cristo. Entonces se levantará Satanás, y suscitará la más amarga persecución contra el pueblo de Dios. Pero los que no son de nuestra fe, aquellos que no han rechazado la luz, reconocerán el espíritu de Cristo en sus verdaderos seguidores, y tomarán su posición con el pueblo de Dios. Cristo dice, refiriéndose al Consolador, "no hablará de sí mismo", "él dará testimonio de mí", "él me glorificará". ¡Cuán poco se ha predicado a Cristo! Los predicadores han presentado teorías en gran cantidad, pero poco de Cristo y su amor. De igual manera que el Salvador vino para glorificar al Padre demostrando su amor, así vino el Espíritu para glorificar a Cristo revelando al mundo las riquezas de su amor y gracia. Si el Espíritu Santo mora en nosotros, nuestra obra dará testimonio del hecho: exaltaremos a Jesús. Nadie pue-de permitirse ahora estar en silencio; la responsabilidad de la obra es presentar a Cristo al mundo. Todo el que se aventure a seguir su propio camino, todo aquel que no se una a los ángeles que son enviados del cielo con un mensaje para llenar toda la tierra con su gloria, serán pasados de largo. La obra avanzará hacia la victoria sin ellos, y no tendrán parte en el triunfo. La necesidad de amor en la iglesia; un llamado a oír el mensaje dirigido a Laodicea (Carta escrita el 1 setiembre 1892, desde North Fitzory, Victoria, a O.A. Olsen, presi- dente de la Asociación General). The EGW 1888 Materials, p. 1017-1032. (Carta 19d) Estamos ciertamente viviendo en medio de los peligros de los últimos días, y aunque podamos aceptar intelectualmente la teoría de la verdad, puede no sernos de valor salvífico a menos que nos apropiemos de la oración que Cristo hizo en nuestro favor, "Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad". El significado de esa oración es, ‘Hazlos santos mediante el conocimiento de la Palabra’. "Y la luz (Cristo) en las tinieblas (el mundo) resplandece; mas las tinieblas no la comprendieron". En lugar de dar la bienvenida a aquello que disipa las tinieblas, muchos no lo comprendieron ni lo recibieron. Son enviados pastores, lo mismo que fue enviado Juan, para dar testimonio de esa Luz. La asignación del mensajero enviado por Dios no es dirigir las simpatías del pueblo hacia él mismo, sino apartar de sí mismo los afectos y simpatías, para centrarlas en Cristo. El peso de su mensaje debería ser, "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". "En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por Él"; pero el mundo se había hundido en tan terrible y profunda incredulidad que cuando su propio Creador vino a él, "no le conoció". "A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Mas a todos los que le recibieron, dióles potestad de ser hechos hijos de Dios, a los que creen en su nombre; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, mas de Dios". Esa gracia no se hereda. Quisiera que todos vieran que el mismo espíritu que se negó a aceptar a Cristo –la Luz que habría disipado las tinieblas morales–, está lejos de haberse extinguido hoy en nuestro mundo. En nuestros días están aquellos que no están más dispuestos a saludar y reconocer la luz de lo que lo estuvo el pueblo cuando los profetas y apóstoles vinieron con mensajes de Dios, y muchos rechazaron el mensaje y despreciaron al mensajero. Velemos para que no se halle en ninguno de nosotros un espíritu tal. [Se cita Apoc. 2:1-5] El que Juan vio, andando en me-dio de los siete candeleros de oro, en aquella visión, representa a Cristo mismo andando entre ellos, yendo de iglesia en iglesia, de congregación en congregación y de alma en alma. Se trata de una vigilancia infatigable. Mientras que los subpastores pueden estar dormidos, o absorbidos con asuntos de importancia menor, Aquel que guardó a Israel no cabecea ni se duerme. Es el verdadero Centinela. La presencia y la gracia sostenedora de Cristo son el secreto de toda luz y vida. Somos guardados por el poder de Dios, mediante la fe, y eso no de nosotros; es el don de Dios. El Señor Jesús dio el mensaje a Juan para que lo escribiese, a fin de que llegase a través de las edades, hasta el fin del mundo. A la iglesia de Éfeso se le dirigen palabras de reconocimiento. Se pronuncia el "Bien… [sobre el] buen siervo y fiel". Pero el mensaje no acaba ahí. El Salvador dice, "pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor". Esto ha sido presentado ante mí una y otra vez en contornos definidos, y lo he pre-sentado al pueblo con pluma y voz. ¿Es que ese sorprendente mensaje no significa nada para nosotros? ¿Acaso no nos es aplicable? ¿Por qué no se presta atención a amonestaciones de tamaña solemnidad? ¿Por qué es que todos, con diligencia, en humildad y confesión, no manifiestan el arrepentimiento del que no hay que arrepentirse? ¿Por qué pa- san tantos sin prestarle la debida atención? ¿Mora el amor en la iglesia? ¿Acaso no está casi extinguido? Para muchos, el primer amor por Jesús se ha enfriado. Los hermanos no aman a los hermanos. El amor de muchos se ha enfriado. El Testigo fiel y verdadero caracteriza a todos quienes perdieron su primer amor como caídos. ¿No conocía el peligro de éstos? "Re-cuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". ¿Continuarán las iglesias tratando con indiferencia estas verdades apremiantes? La pérdida del primer amor ha abierto la puerta al egoísmo, a las conjeturas impías, maledicencia, envidia, celos y dureza de co-razón. Tal es el fruto producido al enfriarse el fervor del primer amor. La lengua no ha sido refrenada como se debía, a causa de la negligencia en la oración. Se ha fomentado la justicia farisaica; muere la espiritualidad, y el resultado es la falta de discernimiento espiritual. La única esperanza para nuestras iglesias hoy, es arrepentirse y hacer su primera obra. El nombre de Jesús no inflama el corazón con amor. Una ortodoxia mecánica y formalista ha reemplazado a la caridad profunda y ferviente, y al afecto de unos por otros. ¿Prestará alguien oído a la solemne admonición, "Volveos, vol-veos: y por qué moriréis"? Caed sobre la roca y sed quebrantados; entonces permitid que el Señor Jesús os prepare, os talle y os moldee, como vasos para honra. Bien puede el pueblo temer y temblar ante las palabras: "vendré presto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido". ¿Qué entonces? "Así que si la lumbre que hay en ti son tinieblas, ¿cuántas serán las mismas tinieblas?". El Espíritu no contenderá por siempre con el corazón lleno de perversidad. El que es infinito y condescendiente, el que pagó el precio de su propia sangre para salvar a su pueblo, se está dirigiendo a ellos. ¿Quién prestará atención a su advertencia? ¿Acaso las iglesias que pretenden creer la verdad para estos últimos días han sido fructíferos árboles de justicia? ¿Por qué es que no están llevando mucho fruto para gloria de Dios? ¿Por qué no están permaneciendo en Cristo, y avanzando de fortaleza en fortaleza, de carácter en carácter? La palabra del Señor a su pueblo es, "confortaos en el Señor y en la potencia de su fortaleza. Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo". ¿Por qué sucede que el pueblo al que se dirige eso está degenerando en la debilidad y falta de eficiencia, no teniendo el amor de Cristo ardiendo sobre el altar de sus corazones, y sien- do por lo tanto incapaz de encender el amor en los corazones de otros? El pueblo de Dios tiene una evidencia tras otra; tiene verdad poderosa y convincente. ¿Será mantenida en el atrio exterior, de forma que no santifique el alma? Aquella lámpara que una vez alumbró, arrojando luz en medio de las tinieblas del error, ¿se irá apagando gradualmente, hasta extinguirse en las tinieblas? ¿Qué sucedió con Éfeso? No conoció el tiempo de su visitación. No oyó las solemnes admoniciones de Dios. No mantuvo una conexión vital con Cristo, y entraron lobos crueles, que no perdonaron a las ovejas. Esa iglesia, una vez amada por Dios, que hubiese podido difundir sus brillantes rayos en medio de las tinieblas morales para iluminar muchas almas, permitió que su luz se apagara. Uno de los grandes pecados que está actualmente extinguiendo la luz espiritual es la falta de amor por Jesús y de unos por los otros. "Al que venciere, daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios". Ved el fervoroso y anhelante amor de Jesús, quien presenta a su pueblo los atractivos de la vida eterna, a fin de que puedan captar la gloria del mundo futuro, y recuperar su primer amor. Arrepentirse no está actualmente de moda. Algunos lo contemplan como una obra demasiado humillante, impropia de nuestra época. [Se citan 1 Juan 1:5-10; 2:9-11] ¿Podría alguna descripción ser más clara y penetrante que la que Juan nos dio? Estas cosas fueron escritas para nosotros y son aplicables a las Iglesias Adventistas del Séptimo Día. Algunos podrán decir: ‘Yo no odio a mi hermano; no soy tan malo’. Pero cuán poco comprenden sus propios corazones. Pueden pensar que tienen celo por Dios en sus sentimientos contra su hermano, cuando las ideas de éste parecen estar, de alguna forma, enfrentadas con las de ellos, dando lugar a sentimientos que nada tienen que ver con el amor. No muestran disposición a armonizar con él. Y sea que manifiesten o no la hostilidad contra el hermano, éste puede estar trayendo un mensaje de Dios al pueblo precisamente la luz que hoy se necesita. ¿Por qué no consideráis, hermanos de tan preciosa fe, que en todas las épocas, cuando el Señor envió un mensaje especial a su pueblo, todos los poderes confederados del mal se pusieron a la obra a fin de evitar que la palabra de verdad llegase a aquellos que debían recibirla? Si Satanás puede impresionar la mente y agitar las pasiones de quienes pretenden creer la verdad, conduciéndolos así a unirse con las fuerzas del mal, se siente bien complacido. Una vez ha logrado que tomen posición del lado equivocado, tiene sus planes trazados para llevarlos a través de un largo viaje. Mediante sus engañosos ardides hará que actúen según los mismos principios que adoptó en su deslealtad en el cielo. Dan un paso tras otro en el camino falso, hasta que parece no haber otra salida para ellos, excepto insistir en lo mismo, pensando que es justa su amargura de sentimientos hacia sus hermanos. ¿Resistirá el mensajero del Señor la presión ejercida contra él? Si es así, es porque Dios le ordena mantenerse en la fuerza de Él, y vindicar la verdad que Dios le envió. Cuando los hombres oyen el mensaje del Señor, pero mediante la tentación permiten que el prejuicio cierre la mente y el oído a la recepción de la verdad, el enemigo tiene poder para presentar las cosas más preciosas en una luz distorsionada. Bajo la óptica del prejuicio y la pasión, se sienten demasiado indignados como para investigar las Escrituras con espíritu cristiano, y lo que hacen es repudiar del todo el asunto, debido a que se presentan puntos que no concuerdan con sus propias ideas. Cuando se presenta un nuevo punto de vista, frecuentemente se suscita la pregunta, ‘¿Quiénes lo defienden? ¿Cuál es la posición de influencia del que habría de enseñarnos, a nosotros que hemos estado estudian-do la Biblia por tantos años?’ Dios enviará sus palabras de advertencia por medio del que Él quiera enviar, y la cuestión a dilucidar no es la persona que trae el mensaje; eso no afecta de ninguna manera a la palabra pronunciada. "Por sus frutos los conoceréis". Frecuentemente predica la verdad aquel que no ha experimentado el poder de ella; pero aun así, es la ver-dad, y es una bendición para aquellos que, movidos por el Espíritu de Dios, la aceptan. Pero cuando la ver-dad es presentada por alguien que está santificado por ella, tiene una frescura, una fuerza, que le confiere poder de convicción en el oyente. La verdad se hace preciosa en su poder sobre el corazón, y queda clarifi- cada al ser dirigida a la razón. Ambas cosas son necesarias –la palabra y el testimonio interior del Espíritu. En relación con el testimonio que nos ha llegado mediante los mensajeros del Señor, podemos decir, ‘Sabemos en quién hemos creído’. Sabemos que Cristo es nuestra justicia, no solamente porque así está descrito en la Biblia, sino también porque hemos sentido su poder transformador en nuestros propios corazones. Ahora, si bien ha habido un determinado esfuerzo por dejar sin efecto el mensaje que Dios ha enviado, sus frutos han estado probando que provenía de la fuente de luz y verdad. Aquellos que han acariciado la incredulidad y el prejuicio, que en lugar de ayudar a hacer la obra que el Señor esperaba que hiciesen, se han interpuesto para cerrar el camino contra toda evidencia, no deben suponer que tienen un sano discernimiento espiritual, tras haber cerrado sus ojos tan persistente-mente a la luz que Dios envió al pueblo. Si es que hemos de tomar parte en esta obra, hasta la terminación de la misma, debemos reconocer el hecho de que hay buenas cosas que han de venir al pueblo de Dios, de una forma que no hemos discernido; y que habrá resistencia de la parte de aquellos que habríamos esperado que se alistasen en una obra tal. Un hombre que es sincero en el error, no está justificado en él, por el hecho de haber abierto su corazón a un tipo de evidencia que lo llevó a condenar lo recto, y por haberlo cerrado a otro tipo de evidencia que, de no haber acariciado el prejuicio, le habría llevado a ver y reconocer lo que es verdad. ¿Por cuánto tiempo tendrá el Señor paciencia con los hombres en su ceguera? ¿Cuánto esperará antes de dejarlos a tientas en su camino hacia las tinieblas tota- les? No lo podemos determinar. Si los mensajeros del Señor, tras haberse tenido fiel-mente por la verdad por un tiempo, caen bajo la tentación, y deshonran a Aquel que les encomendó su obra, ¿probaría eso que el mensaje no era verdadero? No, porque la Biblia es verdadera. "¡A la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido". El pecado por la parte del mensajero de Dios alegraría a Satanás, y quienes habían rechazado al mensajero y al mensaje triunfarían; pero eso de ningún modo dejaría sin culpa a los responsables de rechazar el mensaje de verdad enviado por Dios. Hay algo que acongoja mi alma: La gran falta del amor de Dios, que se ha perdido por la continua resistencia a la luz y la verdad, y la influencia de aquellos que han estado implicados en la labor activa, quienes, ante una evidencia abrumadora, han ejercido su influencia para contrarrestar la obra del mensaje que Dios ha enviado. Les señalo a la nación judía y pregunto, ¿hemos de permitir que nuestros hermanos transiten por la misma senda de ciega resistencia, hasta el mismo fin del tiempo de gracia? Si es que un pueblo haya tenido jamás necesidad de centinelas fieles y verdaderos que no se desvíen del camino, que clamen día y noche, que alcen su voz como trompeta anunciando las advertencias que Dios ha dado, ese es el pueblo Adventista del Séptimo Día. Quienes han tenido gran luz y benditas oportunidades; quienes, como Capernaum, han sido exaltados hasta el cielo en cuanto a los privilegios, ¿serán, por su negativa a mejorar, dejados en tinieblas proporcionales a la grandeza de la luz que se les dio? Quisiera suplicar a nuestros hermanos que se reunirán en la Asamblea de la Asociación General que presten oído al mensaje dado a Laodicea. ¡Qué condición de ceguera, la suya! Se os ha llamado la atención una y otra vez al tema, pero vuestra falta de satisfacción con vuestra condición espiritual no ha sido suficientemente profunda y dolorosa como para obrar una reforma. "Tú dices: Yo soy rico, y estoy enriquecido, y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no conoces que tú eres un cuitado y miserable y pobre y ciego y desnudo". La culpabilidad del autoengaño pesa sobre nuestras iglesias. La vida religiosa de muchos es una mentira. Jesús les ha presentado las preciosas joyas de la ver-dad, las riquezas de su gracia y salvación, las brillantes vestiduras blancas de su propia justicia, confecciona-das en el telar del cielo, que no contienen una sola hebra de invención humana. Jesús está llamando. Abrid la puerta del corazón y comprad de Él el precio-so tesoro celestial. ¿Caerán sus ruegos en oídos endurecidos, si no enteramente sordos? ¿Llamará Jesús en vano? "Mirad que no desechéis al que habla". Si oís su voz, y abrís la puerta, vendrá y cenará con vosotros, y vosotros con Él. ¿Responderéis: "Ven, bendito de Jehová; ¿por qué estas fuera?". Pregunto, ¿qué significa la disensión y la lucha entre nosotros? ¿Qué significa ese espíritu áspero, férreo, que se aprecia en nuestras iglesias e instituciones, y que es tan decididamente anticristiano? Tengo profundo pesar de corazón al comprobar con qué facilidad son criticadas una palabra o acción de los pastores Jones o Waggoner. Qué dispuestas están muchas mentes a ignorar todo el bien que hemos recibido a través de ellos en los años del pasado reciente, no apreciando la evidencia de cómo Dios está obrando a través de esos instrumentos. Van a la caza de algo que condenar, y su actitud hacia estos hermanos que se han implicado a conciencia en una buena obra, demuestra que su corazón alberga sentimientos de enemistad y amargura. Lo que se necesita es el poder convertidor de Dios sobre los corazones y las mentes. Dejad de acechar recelosamente a vuestros hermanos. Cuando Jesús estaba próximo a dejar a sus discípulos, les dijo, "un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros". Esa es la medida con la que nos debemos amar unos a otros –"como os he amado, que también os améis los unos a los otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros". Les dijo también, "En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos. Como el Padre me amó, también yo os he amado: estad en mi amor". Observad las palabras de Cristo, y mantenedlas en la mente: "como os he amado, que también os améis los unos a los otros". "Este es mi mandamiento: Que os améis los unos a los otros, como yo os he amado". "Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos. Para que todos sean una cosa". ¿Cuán plena y perfecta debe ser esa unión? "Como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean en nosotros una cosa: para que el mundo crea que tú me enviaste. Y yo, la gloria que me diste les he dado; para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean consuma- damente una cosa; que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado, como también a mí me has amado". ¡Qué grandes posibilidades nos presenta Jesús en esas palabras! Dice: "yo les he manifestado tu nombre, y manifestarélo aún; para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos". Esas palabras de la oración de Cristo merecen estar destacadas en letras de oro. Debiéramos permanecer en ellas, y presentarlas al mundo con la pluma y la voz. Pero ¿por qué sucede que los que pretenden creer la verdad no son hacedores de la palabra? ¿Por qué se dice tan poco sobre esos temas que tanto significan para toda iglesia y para todo miembro individual? ¿Creéis que el cielo no mira con estupefacción a aquellos que profesan ser hijos de Dios, y que sin embargo, permanecen sin prestar atención, descuidadamente, desoyendo las inconfundibles palabras de verdad a ellos dirigidas? ¿No es tiempo para nosotros de que vivamos de toda palabra que sale de la boca de Dios? Muchos hay en el ministerio que no tienen amor por Dios ni por sus semejantes. Están dormidos, y mientras duermen, Satán siembra su cizaña. El rebaño de Dios está en situación de necesidad de ayuda del cielo, y las ovejas y cabritos están muriendo por falta de alimento. Que aquellos que podrían tener una experiencia profunda y viviente en las cosas de Dios dejen de de-pender del hombre, incluso de sus propios pastores y maestros, y pongan su confianza plenamente en Dios, utilizando la habilidad que Dios les da para gloria de Él. Cristo debe ser destacado ante el pueblo; ya que contemplándolo es como hemos de ser transformados a su imagen. Dice Jesús, "sin mí nada podéis hacer". Él hizo una amplia expiación, y quien se aferre a Cristo por la fe, tiene la paz con Dios. El Espíritu Santo purifica el corazón, presentando a Dios en nuevas y perdurables perspectivas, como nuestro Padre celestial. ¡Oh, si la maldad pudiese ser quitada de nuestros corazones, si el alma pudiese ser cabalmente purificada! ¡Oh, si el amor de Dios morase en el alma como un principio viviente! Cultivad el amor por Jesús, el amor por aquellos que creen en Él, y por los que van errantes y perecen. Debemos tener el amor que es engendrado en el cielo, y alimentarlo como una planta celestial. La terquedad, que prevalece en una terrible medida, debe eliminarse. Los profesos seguidores de Cristo no deben continuar buscando pequeños puntos de diferencia, entretenerse en ellos, hablar de ellos, y magnificarlos hasta que el amor es expulsado del alma, como lo es el agua de un recipiente roto. Debemos tener la influencia santificadora de la gracia de Cristo en nuestros corazones, o de otro modo todos nuestros actos serán como metal que resuena y címbalo que retiñe. ¿Dará oído el pueblo de Dios a la voz de advertencia, y cultivará el amor? ¿Abandonará sus sospechas y celos? No podrá hacerlo a menos que caiga quebranta-do ante Dios. Muchos han cometido, y están come-tiendo, disparates mayúsculos. Aman tanto sus propios caminos, que no se rinden al camino de Dios. Muchos han sentido convicción de que afrentaron al Espíritu de Dios por su resistencia a la luz, pero detestan morir al yo, y difieren la tarea de humillar sus corazones y con-fesar sus pecados. No quieren reconocer que la repren- sión ha sido enviada por Dios, o que la instrucción ha venido del cielo, hasta que desaparezca toda sombra de duda. No anduvieron en la luz. Esperaron resolver la dificultad de alguna forma más fácil que mediante la confesión del pecado, y Satán los ha tomado cautivos, los ha tentado, y la fuerza con la que le han hecho frente no ha sido mas que debilidad. Se ha ido acumulando evidencia sobre evidencia, pero no han estado dispuestos a reconocerla. Por su actitud obstinada han revelado la enfermedad del alma que en ellos asienta, ya que ninguna evidencia es suficiente para satisfacerles. La duda, la incredulidad, el prejuicio y la terquedad asesinaron todo amor en sus almas. Exigen una seguridad perfecta, pero eso es incompatible con la fe. La fe no descansa en la seguridad, sino en la evidencia. La demostración no es la fe. Si a los rayos de luz que brillaron en Minneapolis se les permitiese ejercer su poder de convicción en aquellos que tomaron posición contra la luz, si todos hubiesen renunciado a sus caminos, y sometido sus voluntades al Espíritu de Dios en aquella ocasión, habrían recibido la más rica bendición, habrían chasqueado al enemigo, y habrían permanecido como hombres fieles, consecuentes con sus convicciones. Habrían podido tener una rica experiencia. Pero el ego dijo: ‘No’. El "yo" no toleró ser herido. Luchó por la supremacía. Cada una de esas almas será nuevamente probada en los puntos en los que fracasó. Ahora tienen el discer- nimiento menos claro, menos sumisión, menos amor genuino por Dios y por sus hermanos que cuando fue-ron puestos a prueba en Minneapolis. En los libros del cielo, en sus registros figura, ‘hallado falto’. El "yo" y la pasión engendraron rasgos detestables. Desde entonces, el Señor ha provisto evidencia abundante en mensajes de luz y salvación. Es imposible hacerles más llamamientos, darles mejores oportunidades, a fin de que hagan aquello que debieron haber hecho en Minneapolis. La luz se ha retirado de algunos, y desde entonces han caminado en los destellos de su propia lumbre. Nadie puede imaginar lo que está en juego cuando se es negligente ante el llamamiento del Espíritu de Dios. Llegará el día en que muchos desearán hacer lo posible y lo imposible por tener una oportunidad de oír el llamamiento que rechazaron en Minneapolis. Dios tocó los corazones, pero muchos cedieron a otro espíritu, que estimuló sus pasiones inferiores. ¡Oh, si esas pobres almas pudiesen hacer una obra a conciencia, antes que sea demasiado tarde por la eternidad! No llegarán jamás oportunidades mejores, no tendrán nunca sentimientos más profundos. A fin de tener mejores oportunidades en el futuro, deben mejorar las que ya han tenido, rendirse al Espíritu de Dios, y dar oído a la voz del cielo, que llama a la obediencia a los corazones dispuestos. Dios no va a ser burlado. El pecado cometido en lo sucedido en Minneapolis permanece anotado en los registros de los libros del cielo, ante los nombres de aquellos que resistieron la luz; y permanecerá ahí hasta que se haga confesión plena y los transgresores se tengan ante Dios en completa humildad. La frivolidad de algunos, los discursos gratuitos de otros, la forma de tratar al mensaje y al mensajero cuando se está en los lugares privados, el espíritu que incitó a la acción desde lo bajo, todo permanece registrado en los libros del cielo. Y cuando esas personas son probadas y llevadas de nuevo al mismo terreno, se revelará el mismo espíritu. Cuando el Señor las ha probado suficientemente, si no se rinden a Él, entonces retirará su Espíritu Santo. Que el Señor conceda que aquellos que están engañados hagan una obra a con-ciencia antes que termine el tiempo de gracia. Dios elige al que Él quiere, para que lleve el mensaje. Éste debe declarar el mensaje de Dios sin reservas. A Jonás le fue encomendado el anuncio de la destrucción de Nínive. Por un tiempo rehusó predicar las palabras que Dios le dio. Desmayando por el temor, desconten- to con el mensaje terrible que se le había encomenda- do, se dio prisa a escapar del lugar al que se le envió. Fue un profeta desobediente; huyó del deber. Pero cuando Dios habla al hombre, encargándole que lleve su mensaje al pueblo, es por algo. Aquellos a quienes se encarga llevar un mensaje deben avanzar, no importa los obstáculos amenazantes que se interpongan en el camino. Los que pretenden tener la verdad, y sin embargo ponen todo obstáculo posible en el camino, a fin de que la luz no llegue al pueblo, tendrán una cuenta que sal-dar con Dios que no les va a ser nada agradable de afrontar. Dios dirige su propia obra, y ¡Ay de aquel que ponga su mano en el arca de Dios! La necesidad de investigación sincera, a fin de comprender la verdad Signs of the Times, 26 mayo 1890 (Pag.15 Libro 1888)