El Oro de Las Letras
El Oro de Las Letras
El Oro de Las Letras
• La voz del narrador es un tenue viento que envuelve; una brisa de mar que humedece; por
momentos, el soplo de la primavera o el gélido invierno y, en ocasiones, el ardor de un
verano ante el fuego pasional de la tragedia o la tristeza del otoño; ciclo de la vida que,
para poder crecer, deja caer sus hojas. Su voz es una serpiente sibilina que emite una
energía envolvente y, antes de comenzar a silbar, captura con la mirada para mantener
inmóviles a los oyentes y, en zigzagueantes vocales, muda de piel en cada personaje para
saltar a su presa en el final.
• La voz de un narrador puede mudar al canto de cuna de una madre, o el grito que irrumpe
ante el temor. Puede ser un tambor y retumbar, o un violín y endulzar hasta el ensueño, o
irrumpir como un clarinete buscando la batalla, o mudar a un piano interpretando la
Heroica.
• Su voz puede ser la flauta de Hamelín, la que puede causar miedo, pánico o vencer al león
de fauces devoradoras. Es un hilo en el laberinto del silencio; es el eco de un antiguo
llamado que atraviesa generaciones para habitar en la huella perdida que aún late en los
que sin saber están por creer.
• La voz del narrador hace que los niños o adultos cierren sus ojos y habiten mundos
mágicos, tan mágicos que de ellos nadie quiere retornar, esperando que nunca llegue el
final.
Hechizos y encantamientos.
Imagine…
No es difícil de hacer
Nada por qué matar o morir
Ni religiones tampoco
….
Tú puedes decir que soy un soñador
Pero no soy el único
Espero que algún día te unas a nosotros
Y el mundo será uno solo
Imagina que no hay posesiones
• Me pregunto si puedes
Ninguna necesidad de codicia o hambre
Una hermandad del hombre
Imagina a toda esa gente
Compartiendo todo el mundo
Tú puedes decir que soy un soñador
Pero no soy el único.
…
Imagine (John Lennon)
Nadie escucha el decir de la tierra y todos sufrimos por su angustia de llorar, de llorar su
dolor, de llorar la paz que nadie le quiere dar.
En la gema de los dedos, el aire que todo lo dice; con sólo una caricia otro se entera, con
sólo una caricia los secretos de la eternidad se revelan.
• Así como Odín permaneció colgado de una rama del árbol del mundo,
Yggdrasil, sostenido sobre el vacío del abismo durante nueve días y nueve
noches para hacerse sabio y conocer el secreto de las runas (alfabeto que
revela el origen de todo lo que existe y de lo que está por existir), igual
prueba debe pasar el mortal que quisiera conquistar el amor. Debe poder
sostenerse sin tiempo, colgando sobre el vacío del abismo de la
incertidumbre y sólo después de esta ordalía, sabría si es digno de tal
amor.
• También dicen los antiguos que la rítmica danza de los planetas abre o
cierra las ventanas del universo, los portales del tiempo, las hendijas de la
verdad que se esconden en los pliegues de los espacios virtuales del
universo; dimensiones inciertas que, a pesar de que muchos niegan su
posibilidad de ser, existen.
El sueño niño, el poeta y la imaginación.
Abuelita linda ¿dónde estás, que los niños quieren tus ojos de cielo y tus manos de tierra y
maíz?; abuelita linda, tu rodete es una blanca corona de plata en donde la luna posó sus pies;
abuelita linda, tu voz antigua y cansada pide ser escuchada. ¿Dónde estás abuelita linda? que
los niños a tu regazo quieren subir, porque anhelan escuchar la verdad que susurran tus labios.
Abuelita linda, di tus mágicas palabras para que surjan los bosques, los ríos y las montañas; dilas
para que las aves del cielo y los animales de la tierra y los peces en sus aguas puedan hablar y
así sabremos de ellos, sabremos lo que sienten, sabremos lo que quieren decirnos, sabremos
que son hermanitos menores que esperan nuestro amor y cuidado; cuéntanos de ellos, abuelita
linda.
Abuelita linda, canta tu canto, el de tus ancestros, en los tonos de un idioma desconocido y
misterioso para los niños; canta que, al cantar, la vida sonríe a tu derredor y tu rostro ilumina el
alma de los que escuchan; abuelita linda, canta y vuelve a cantar. Acaricia con tu voz a los niños,
sin deshojar la rosa tejida en tu pecho, la que te recuerda un nombre que ya no quieres
nombrar. Canta, abuelita linda, canta y vuelve a cantar, que entre canto y canto ofreces el
silencio para subir a caballito en tu regazo, carroza de antigua princesa cuando te meces en ese
antiguo sillón hamaca, el que cruza los tiempos de los sueños por soñar.
Y esos ojos de la abuelita linda, que aún reflejan el querer de un amor…
Abuelita linda, sigue acariciando con tu voz mis cabellos. Abuelita linda, canta y vuelve a cantar.