1. El documento discute dos perspectivas sobre el concepto de pecado: pecado como naturaleza involuntaria versus pecado como elección voluntaria.
2. La perspectiva de pecado como naturaleza involuntaria se basa en la noción agustiniana de pecado original, en que los seres humanos son pecadores por nacimiento debido al pecado de Adán y Eva, no por sus propias acciones.
3. La perspectiva de pecado como elección voluntaria define el pecado como una elección individual que toma cada persona, enfatiz
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1. El documento discute dos perspectivas sobre el concepto de pecado: pecado como naturaleza involuntaria versus pecado como elección voluntaria.
2. La perspectiva de pecado como naturaleza involuntaria se basa en la noción agustiniana de pecado original, en que los seres humanos son pecadores por nacimiento debido al pecado de Adán y Eva, no por sus propias acciones.
3. La perspectiva de pecado como elección voluntaria define el pecado como una elección individual que toma cada persona, enfatiz
Descripción original:
Estudio relacionado con el concepto bíblico de pecado
1. El documento discute dos perspectivas sobre el concepto de pecado: pecado como naturaleza involuntaria versus pecado como elección voluntaria.
2. La perspectiva de pecado como naturaleza involuntaria se basa en la noción agustiniana de pecado original, en que los seres humanos son pecadores por nacimiento debido al pecado de Adán y Eva, no por sus propias acciones.
3. La perspectiva de pecado como elección voluntaria define el pecado como una elección individual que toma cada persona, enfatiz
1. El documento discute dos perspectivas sobre el concepto de pecado: pecado como naturaleza involuntaria versus pecado como elección voluntaria.
2. La perspectiva de pecado como naturaleza involuntaria se basa en la noción agustiniana de pecado original, en que los seres humanos son pecadores por nacimiento debido al pecado de Adán y Eva, no por sus propias acciones.
3. La perspectiva de pecado como elección voluntaria define el pecado como una elección individual que toma cada persona, enfatiz
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Mateo 1:21
Llamarás su nombre Jesús,
porque él salvará a su pueblo de sus pecados Es una declaración tan sencilla como profunda, y pone en evidencia toda desviación del evangelio. El verdadero evangelio siempre salva del pecado, no en el pecado. “El asunto del pecado está absolutamente relacionado con la naturaleza de Dios y el plan de salvación. Es la única doctrina por la que las demás pueden ser reducidas a su significado básico. Además, constituye la más segura y lógica regla para detectar la precisión de estas otras doctrinas. Las doctrinas relacionadas con el pecado constituyen el centro sobre el que construimos todo nuestro sistema teológico. De muchos, quizás la mayoría de los errores que han asomado en la teología cristiana, puede encontrarse su origen en una concepción equivocada de pecado. Debido a nociones de pecado algo desentonadas de algunos toda su secuencia de razonamiento fue dirigida erróneamente. Razonar desde una falsa premisa es comenzar una interminable secuencia de conclusiones falsas. Por tanto, afirmamos que quien no tiene conceptos claros sobre qué es pecado, no es apto para tener conceptos correctos sobre ningún otro asunto fundamental. Esto será especialmente manifiesto en lo que se refiere a su teoría sobre la expiación y sobre el modo usado por Dios para redimir al hombre. E insistir en conceptos claros sobre qué es pecado es hacer imposible el alejarse mucho de la verdad”. TAYLOR, RICHARD (1945). Una correcta concepción del pecado. Premisa: Afirmación o idea que se da como cierta y que sirve de base a un razonamiento o una discusión. “Satanás se esfuerza siempre en presentar de un modo falso el carácter de Dios, la naturaleza del pecado y las verdaderas consecuencias que tendrá la gran controversia. Sus sofismas debilitan el sentimiento de obligación para con la ley divina y dan a los hombres libertad para pecar” CS, 556. Si no comprendemos bien qué es el pecado, todo lo demás en nuestra comprensión de Cristo y del evangelio estará equivocado. En el panorama cristiano actual hay básicamente dos comprensiones diferentes del pecado, que llevan a dos evangelios diferentes. Gálatas 1:6-9 Estoy asombrado de que tan pronto os hayáis alejado del 6
que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un
evangelio diferente. 7 No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren alterar el evangelio de Cristo. 8 Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anuncia un evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. 9 Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguien os predica un evangelio diferente del que habéis recibido, sea anatema. Es preciso comprender que no todo es error en un evangelio falso. El error es un parásito de la verdad. Todo error es la corrupción de una verdad. Hasta el propio Satanás es la corrupción de un ser que al principio fue bueno (Eze 28:15).
Mucha verdad, muchas cosas buenas, con un poco de error, ha sido siempre la fórmula preferida por el enemigo para seducir y engañar.
Es la fórmula perfecta para confundir y hacer pasar el error como verdad. Y
quien piensa que tal distinción es fácil está en serio peligro. La comprensión de la naturaleza humana de Cristo y del evangelio depende de cuál sea la comprensión acerca de lo que es el pecado. La definición de pecado es la premisa, la base, sobre la que se va a edificar cada una de las dos comprensiones del evangelio, que son tan divergentes e irreconciliables como la evolución y la creación. Una vez hayas decidido cuál es el concepto verdadero de pecado, habrás determinado todo lo demás en tu comprensión de la salvación.
Una premisa falsa en su inicio, conducirá
ineludiblemente a un falso evangelio ¡y a un falso Cristo! Dos perspectivas sobre el concepto de pecado:
1. El pecado como naturaleza (involuntario).
2. El pecado como elección (voluntario). Algunas aclaraciones previas • Carácter: nuestras decisiones, aquello de lo que somos individualmente responsables.
• Naturaleza: el equipo con el que
nacemos, que es común a todos (no conlleva responsabilidad). Naturaleza significa: • Aquello que no cambia ni puede cambiar en nosotros cuando nos convertimos ni cuando nos sometemos al proceso de la santificación. • Aquellos aspectos de nuestra humanidad (caída) con los que habremos de convivir hasta la venida de Jesús. • Aquello que sólo será transformado en incorruptible a la final trompeta. • El carácter NO cambiará entonces: ¡es ahora cuando cambia!
Naturaleza caída (o pecaminosa) implica esto:
[Adán y Eva] “si cedían a la tentación, su naturaleza se depravaría, y
no tendrían en sí mismos poder ni disposición para resistir a Satanás” (PP, 35) Otra forma de ponerlos en contraste: La herencia o equipamiento que recibimos al nacer, sin intervención alguna de nuestra voluntad, puede ser visto como equivalente a “naturaleza”. Es algo biológico: está en nuestros genes.
Lo que personalmente hacemos con ese equipamiento. Lo
que referimos como “carácter”, no es algo biológico, sino teológico: está en nuestra mente, depende de nuestras decisiones. A lo que llamamos naturaleza, naturaleza caída, pecaminosa, la Biblia le suele llamar simplemente “carne” (cuando no se refiere a vianda).
Velad y orad, para que no entréis en tentación: el espíritu a la
verdad está dispuesto, pero la carne es débil (Mat 26:41)
Los designios de la carne son enemistad contra Dios, porque no
se sujetan a la Ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu (Rom 8:7-9) 1.- El pecado como naturaleza (involuntario).
• Es la noción agustiniana del pecado original.
• Según ella, eres pecador, no por lo que haces, dices o piensas, sino porque hace 6.000 años Adán y Eva pecaron. • No estás condenado por lo que haces, sino por lo que eres (y lo eres por nacimiento). • Tu naturaleza es mala: ese es tu pecado y tu condenación.
En esa comprensión, lo único que tienes que hacer para ser un
pecador y estar condenado a la perdición eterna es nacer y respirar por primera vez. Los que defienden esta postura, afirman que: • El hombre no se pierde por haber cometido pecados, sino por haber nacido de Adán; por lo tanto, ya está condenado en Adán, incluso antes de cometer pecados. • Eres hijo de Adán, por lo tanto, su pecado es tu pecado y tu condenación. • Hacemos elecciones pecaminosas porque somos ya previamente pecadores por naturaleza. Una de las formas en que lo explican es mediante la ilustración de un volcán que arroja lava a partir de su magma en ignición que está en la profundidad. De vez en cuando tiene episodios o erupciones en los que libera parte de su energía, expulsando fuego y lava. Esos episodios no son más que una expresión de ese magma/problema gigante que hay en su interior. ¿Por qué pierdes el dominio propio y cedes a una explosión de ira? Porque has nacido de esa manera. Es sólo una expresión de tu Pecado (con mayúscula). El Pecado habita en tu interior; por lo tanto, de vez en cuando se hará visible en episodios o “erupciones” (pecado con minúscula).
Aun si no cedieras a esos impulsos y no se manifestaran en elecciones
pecaminosas (posibilidad sólo teórica), estarías igualmente perdido y condenado por tu Pecado (con mayúscula), que es el que heredaste de Adán. ¿Quién determinó que fuera así? 2.- El pecado como elección (voluntario)
• El pecado es una elección que toma individualmente cada
uno. • Esta definición del pecado como elección es un concepto basado en la libertad, en el “libre albedrío”, el único terreno en el que puede manifestarse el amor, y el único en el que puede darse el conflicto de los siglos. • Desde el mismo nacimiento recibimos una naturaleza mala, nacemos en un entorno malo, etc. • Nuestra naturaleza nos empuja o arrastra en el sentido equivocado, descendente. Cuando Adán y Eva se rebelaron, trastocaron este mundo, y también nuestra naturaleza, que por sí misma no tiene disposición ni poder para vencer a Satanás. • Pero es imprescindible considerar que la degradación de la naturaleza (que queda en situación de carecer de la voluntad y capacidad para obrar el bien) no es el único factor en el ser humano y el mundo. La gracia, la asistencia divina, el poder del Espíritu Santo, es tan real, e infinitamente más poderoso que la realidad de la degradación de nuestra naturaleza. Así pues, ceder a los clamores de esa naturaleza caída no es la única opción. Así pues, la naturaleza con la que nacemos es un equipo defectuoso, malo, tendente al mal. Nos empuja o atrae siempre en la mala dirección. Pero eso no equivale a culpa ni equivale a pecado: significa sólo tentación, y ahí está la gran diferencia. El término teológico que resume todas estás expresiones bíblicas sería “naturaleza caída” definida como “todo lo relativo, mental y físicamente, a la humanidad caída como resultado del pecado de Adán; el mal cuyo origen es el pecado de Adán. Engloba todo lo derivado de la naturaleza caída: nuestras emociones, nuestro juicio, nuestra voluntad, nuestras actitudes; así como todas las consecuencias físicas derivadas del pecado de Adán”. ¿Qué enseña la Biblia sobre lo que es pecado? Deuteronomio 24:16; Ezequiel 18:20 1 Juan 3:4; Santiago 4:17 Pecas (y ese es el pecado que te condena) cuando conociendo la diferencia entre el bien y el mal, tomas la decisión deliberada de hacer lo malo, o bien de rehuir lo bueno. Cuando dices: ‘No, Señor: lo voy a hacer a mi manera’. Entonces, pecado es la elección deliberada contraria a la voluntad de Dios, una vez que conoces dicha voluntad. 5 referencias en el Espíritu de Profecía acerca de la definición de pecado: “La única definición del pecado es la que da la Palabra de Dios: “El pecado es transgresión de la ley”; es la manifestación exterior de un principio en pugna con la gran ley de amor que es el fundamento del gobierno divino”. CS, 547 El pecado es una elección. • Lo fue en el caso de Lucifer. • Lo fue en el caso de Adán. • Lo es en el caso de cada ser humano. • NO LO FUE EN EL CASO DE JESÚS. (Hebreos 4:14-16) La definición de pecado como naturaleza (pecado original) es incapaz de diferenciar entre el mal y la culpa, entre el mal que hay en el mundo, en nuestra naturaleza; y la culpa que deriva del pecado personal. Al gato le encanta nuestra compañía. Es afectuoso. Reclama nuestras caricias. Le gusta ronronear sobre nuestras rodillas. Es el compañero ideal. Pero al salir de casa se transforma. Estira las orejas, tensa la cola y se pone en actitud de alerta. Su intención no es contemplar la puesta del sol, ni oler las rosas del jardín. Dentro de casa acepta nuestras reglas, pero al salir fuera es él quien las impone, y sólo hay dos reglas que cuentan: (1) escapar de todo el que sea más grande que él, y (2) cazar a todo el que sea más pequeño que él. Vemos a nuestro gato “jugando” con un ratón aterrorizado que grita e intenta escapar. Lo mismo que nosotros, el gato también tiene una naturaleza caída. Dios no lo creó para hacer eso. Al entrar el pecado, su naturaleza se trastocó también. ¿Has visto lo que hace con el pobre ratón que no puede correr tan rápido como él y cae en su emboscada? ¿Lo despacha rápidamente? No. En cierto momento, cuando ve que el ratón está a punto de morir entre sus fauces, lo deja escapar, sólo para volver a divertirse cazándolo otra vez y haciéndolo agonizar penosamente entre sus dientes y garras afilados, torturándolo literalmente, desmembrándolo trozo a trozo y quitándole la vida entre quejidos lastimeros, de la forma más cruel. Cuando al pobre ratón le faltan las fuerzas para moverse, el gato lo lanza al aire con la esperanza de que la diversión pueda durar algo más… Es evidente que el gato no tiene una partícula de compasión, de “humanidad” hacia el ratón, que es otra criatura de Dios capaz de sufrir la angustia y el dolor. Lo contemplamos todo desde la ventana. Lo que hemos visto: ¿Es bueno, o es malo? Es malo, francamente malo (desde luego, lo es para el ratón). No forma parte del plan original de Dios. No tendrá lugar en la tierra nueva. ¿Qué hacemos cuando nuestro gato regresa a casa con la boca llena de plumas, o trayéndonos el cuerpo del delito, el trofeo? Él espera que lo felicitemos, que se lo agradezcamos. ¿Le tenemos preparado un tribunal con jueces y abogados, y hemos previsto una prisión para el caso de que el veredicto sea de culpabilidad? NO Quizá lo reconvenimos suavemente, para dar nuevamente la bienvenida a casa a ese pequeño y entrañable “asesino”. ¿Qué es lo que acabamos de hacer? Hemos hecho una distinción entre el mal y la culpa. Acaba de suceder algo lamentable, malo, pero no atribuimos culpabilidad a nuestro gato. ¿Por qué? Porque hemos determinado que su pequeño cerebro no alberga eso que llamamos conciencia o responsabilidad moral: la capacidad de distinguir entre lo moralmente correcto y lo que no lo es. El gato carece de responsabilidad, de habilidad para responder moralmente. Sólo sabe hacer una cosa: seguir los dictados de su naturaleza caída. Ahí está la distinción: ¿Mal? Sí; ¿Culpa? No. ¿Pecado? No. Pasemos ahora a la esfera humana: somos tentados a través de nuestra naturaleza, y ser tentados así forma parte del mal, pero NO hay en esa naturaleza responsabilidad, culpa ni pecado. El pecado consiste en ceder personalmente a la tentación de satisfacer los deseos de nuestra naturaleza en lugar de negarlos, de crucificarlos. El pecado requiere una decisión personal, y no es transmisible de forma biológica, igual que no es transmisible la justicia (que es lo contrario al pecado o injusticia).
Es inevitable que los hijos sufran las consecuencias de la maldad de
sus padres, pero no son castigados por la culpa de sus padres, a no ser que participen de los pecados de éstos (PP 313) La culpa requiere participar personalmente, por elección, en el pecado.
Aunque Satanás puede instar, no puede obligar a pecar… El tentador no
puede nunca obligarnos a hacer lo malo. No puede dominar nuestra mente, a menos que la entreguemos a su dirección. La voluntad debe consentir y la fe abandonar su confianza en Cristo, antes que Satanás pueda ejercer su poder sobre nosotros (DTG, 100) Por sí misma la carne no puede obrar contra la voluntad de Dios (HC, 112) ¿Tentación, o pecado? Es de la mayor importancia distinguir entre ambas cosas, ya que Cristo fue tentado en todo como nosotros, pero no pecó nunca en nada. La tentación requiere dos elementos: 1. Un estímulo exterior. Satanás presenta miles de ellos, porque sabe que la particular inclinación de cada persona es variada, y no todo es atractivo para todos. 2. Algo en mi naturaleza que resulte atraído, que sea sensible a ese particular estímulo. Algo que despierte mi curiosidad, que me interese o me resulte agradable de alguna forma. Eso es multiforme y variable de persona a persona, y es también variable en el período vital de cada persona. Por eso Satanás presenta multitud de estímulos diferentes. Para que tenga lugar la tentación han de coincidir ambas cosas: (1) el estímulo externo y (2) la atracción en mi naturaleza. Si falta la segunda, no hay tentación. La teoría del pecado original afirma que el simple hecho de que nuestra naturaleza se sienta atraída por algo, aun si resistimos esa atracción, ya es pecado. Dice: ‘Eso es malo; es malo sentir esa atracción, por lo tanto, cada vez que te sientes atraído, ya estás pecando’. Confunde el mal (tentación), con la culpa (ceder a la tentación). La epístola de Santiago establece claramente la diferencia entre la naturaleza caída (carne) y el acto pecaminoso. Sant 1: 14, 15 “sino que cada uno es tentado cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces, la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte”. Se observa una secuencia clara: 1. La concupiscencia nos trae. 2. Nos dejamos seducir. 3. Se concibe el pecado. 4. Da a luz la muerte. La concupiscencia es el origen de todas las tentaciones, volviéndose pecado solamente con el consentimiento del que es tentado.