Concepto Del Pecado

Descargar como pptx, pdf o txt
Descargar como pptx, pdf o txt
Está en la página 1de 48

Mateo 1:21

Llamarás su nombre Jesús,


porque él salvará a su
pueblo de sus pecados
Es una declaración tan sencilla como
profunda, y pone en evidencia toda
desviación del evangelio. El verdadero
evangelio siempre salva del pecado,
no en el pecado.
“El asunto del pecado está absolutamente relacionado con la naturaleza de Dios y el plan
de salvación. Es la única doctrina por la que las demás pueden ser reducidas a su
significado básico. Además, constituye la más segura y lógica regla para detectar la
precisión de estas otras doctrinas. Las doctrinas relacionadas con el pecado constituyen
el centro sobre el que construimos todo nuestro sistema teológico. De muchos, quizás la
mayoría de los errores que han asomado en la teología cristiana, puede encontrarse su
origen en una concepción equivocada de pecado. Debido a nociones de pecado algo
desentonadas de algunos toda su secuencia de razonamiento fue dirigida erróneamente.
Razonar desde una falsa premisa es comenzar una interminable secuencia de
conclusiones falsas. Por tanto, afirmamos que quien no tiene conceptos claros sobre qué
es pecado, no es apto para tener conceptos correctos sobre ningún otro asunto
fundamental. Esto será especialmente manifiesto en lo que se refiere a su teoría sobre la
expiación y sobre el modo usado por Dios para redimir al hombre. E insistir en conceptos
claros sobre qué es pecado es hacer imposible el alejarse mucho de la verdad”. TAYLOR,
RICHARD (1945). Una correcta concepción del pecado.
Premisa: Afirmación o idea que
se da como cierta y que sirve
de base a un razonamiento o
una discusión.
“Satanás se esfuerza siempre en presentar de un
modo falso el carácter de Dios, la naturaleza del
pecado y las verdaderas consecuencias que
tendrá la gran controversia. Sus sofismas
debilitan el sentimiento de obligación para con
la ley divina y dan a los hombres libertad para
pecar” CS, 556.
Si no comprendemos bien qué es el pecado, todo lo
demás en nuestra comprensión de Cristo y del
evangelio estará equivocado. En el panorama
cristiano actual hay básicamente dos comprensiones
diferentes del pecado, que llevan a dos evangelios
diferentes.
Gálatas 1:6-9
Estoy asombrado de que tan pronto os hayáis alejado del

que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un


evangelio diferente. 7 No que haya otro, sino que hay algunos
que os perturban y quieren alterar el evangelio de
Cristo. 8 Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anuncia
un evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea
anatema. 9 Como antes hemos dicho, también ahora lo
repito: Si alguien os predica un evangelio diferente del que
habéis recibido, sea anatema.
Es preciso comprender que no todo es error en un evangelio falso. El error es un
parásito de la verdad. Todo error es la corrupción de una verdad. Hasta el
propio Satanás es la corrupción de un ser que al principio fue bueno (Eze
28:15).

Mucha verdad, muchas cosas buenas, con un poco de error, ha sido siempre la
fórmula preferida por el enemigo para seducir y engañar.

Es la fórmula perfecta para confundir y hacer pasar el error como verdad. Y


quien piensa que tal distinción es fácil está en serio peligro.
La comprensión de la naturaleza humana de Cristo y
del evangelio depende de cuál sea la comprensión
acerca de lo que es el pecado. La definición de pecado es la
premisa, la base, sobre la que se va a edificar cada una de las dos
comprensiones del evangelio, que son tan divergentes e irreconciliables
como la evolución y la creación. Una vez hayas decidido cuál es el
concepto verdadero de pecado, habrás determinado todo lo demás en tu
comprensión de la salvación.

Una premisa falsa en su inicio, conducirá


ineludiblemente a un falso evangelio ¡y a un falso
Cristo!
Dos perspectivas sobre el concepto de pecado:

1. El pecado como naturaleza (involuntario).


2. El pecado como elección (voluntario).
Algunas aclaraciones previas
• Carácter: nuestras decisiones, aquello de
lo que somos individualmente
responsables.

• Naturaleza: el equipo con el que


nacemos, que es común a todos (no
conlleva responsabilidad).
Naturaleza significa:
• Aquello que no cambia ni puede cambiar en nosotros cuando nos
convertimos ni cuando nos sometemos al proceso de la santificación.
• Aquellos aspectos de nuestra humanidad (caída) con los que habremos
de convivir hasta la venida de Jesús.
• Aquello que sólo será transformado en incorruptible a la final trompeta.
• El carácter NO cambiará entonces: ¡es ahora cuando cambia!

Naturaleza caída (o pecaminosa) implica esto:

[Adán y Eva] “si cedían a la tentación, su naturaleza se depravaría, y


no tendrían en sí mismos poder ni disposición para resistir a Satanás”
(PP, 35)
Otra forma de ponerlos en contraste:
La herencia o equipamiento que recibimos al nacer, sin
intervención alguna de nuestra voluntad, puede ser visto
como equivalente a “naturaleza”. Es algo biológico: está en
nuestros genes.

Lo que personalmente hacemos con ese equipamiento. Lo


que referimos como “carácter”, no es algo biológico, sino
teológico: está en nuestra mente, depende de nuestras
decisiones.
A lo que llamamos naturaleza, naturaleza caída, pecaminosa, la Biblia le
suele llamar simplemente “carne” (cuando no se refiere a vianda).

Velad y orad, para que no entréis en tentación: el espíritu a la


verdad está dispuesto, pero la carne es débil (Mat 26:41)

Los designios de la carne son enemistad contra Dios, porque no


se sujetan a la Ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven
según la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no vivís
según la carne, sino según el Espíritu (Rom 8:7-9)
1.- El pecado como naturaleza (involuntario).

• Es la noción agustiniana del pecado original.


• Según ella, eres pecador, no por lo que haces, dices o piensas,
sino porque hace 6.000 años Adán y Eva pecaron.
• No estás condenado por lo que haces, sino por lo que eres (y lo
eres por nacimiento).
• Tu naturaleza es mala: ese es tu pecado y tu condenación.

En esa comprensión, lo único que tienes que hacer para ser un


pecador y estar condenado a la perdición eterna es nacer y respirar
por primera vez.
Los que defienden esta postura, afirman que:
• El hombre no se pierde por haber cometido pecados, sino por
haber nacido de Adán; por lo tanto, ya está condenado en
Adán, incluso antes de cometer pecados.
• Eres hijo de Adán, por lo tanto, su pecado es tu pecado y tu
condenación.
• Hacemos elecciones pecaminosas porque somos ya
previamente pecadores por naturaleza.
Una de las formas en que lo explican es mediante la
ilustración de un volcán que arroja lava a partir de su
magma en ignición que está en la profundidad. De vez
en cuando tiene episodios o erupciones en los que libera
parte de su energía, expulsando fuego y lava. Esos
episodios no son más que una expresión de ese
magma/problema gigante que hay en su interior.
¿Por qué pierdes el dominio propio y cedes a una explosión de ira?
Porque has nacido de esa manera. Es sólo una expresión de tu Pecado
(con mayúscula). El Pecado habita en tu interior; por lo tanto, de vez
en cuando se hará visible en episodios o “erupciones” (pecado con
minúscula).

Aun si no cedieras a esos impulsos y no se manifestaran en elecciones


pecaminosas (posibilidad sólo teórica), estarías igualmente perdido y
condenado por tu Pecado (con mayúscula), que es el que heredaste de
Adán.
¿Quién
determinó
que
fuera
así?
2.- El pecado como elección (voluntario)

• El pecado es una elección que toma individualmente cada


uno.
• Esta definición del pecado como elección es un concepto
basado en la libertad, en el “libre albedrío”, el único terreno
en el que puede manifestarse el amor, y el único en el que
puede darse el conflicto de los siglos.
• Desde el mismo nacimiento recibimos una naturaleza mala, nacemos
en un entorno malo, etc.
• Nuestra naturaleza nos empuja o arrastra en el sentido equivocado,
descendente. Cuando Adán y Eva se rebelaron, trastocaron este
mundo, y también nuestra naturaleza, que por sí misma no tiene
disposición ni poder para vencer a Satanás.
• Pero es imprescindible considerar que la degradación de la naturaleza
(que queda en situación de carecer de la voluntad y capacidad para
obrar el bien) no es el único factor en el ser humano y el mundo. La
gracia, la asistencia divina, el poder del Espíritu Santo, es tan real, e
infinitamente más poderoso que la realidad de la degradación de
nuestra naturaleza. Así pues, ceder a los clamores de esa naturaleza
caída no es la única opción.
Así pues, la naturaleza con la que nacemos es
un equipo defectuoso, malo, tendente al mal.
Nos empuja o atrae siempre en la mala
dirección.
Pero eso no equivale a culpa ni equivale a
pecado: significa sólo tentación, y ahí está la
gran diferencia.
El término teológico que resume todas estás expresiones bíblicas
sería “naturaleza caída” definida como “todo lo relativo, mental y
físicamente, a la humanidad caída como resultado del pecado de
Adán; el mal cuyo origen es el pecado de Adán. Engloba todo lo
derivado de la naturaleza caída: nuestras emociones, nuestro juicio,
nuestra voluntad, nuestras actitudes; así como todas las
consecuencias físicas derivadas del pecado de Adán”.
¿Qué enseña la Biblia sobre lo que es pecado?
Deuteronomio 24:16; Ezequiel 18:20
1 Juan 3:4; Santiago 4:17
Pecas (y ese es el pecado que te condena)
cuando conociendo la diferencia entre el
bien y el mal, tomas la decisión deliberada
de hacer lo malo, o bien de rehuir lo
bueno. Cuando dices: ‘No, Señor: lo voy a
hacer a mi manera’.
Entonces, pecado es la elección
deliberada contraria a la
voluntad de Dios, una vez que
conoces dicha voluntad.
5 referencias en el Espíritu de Profecía acerca de la
definición de pecado:
“La única definición del pecado es la que da la Palabra de
Dios: “El pecado es transgresión de la ley”; es la
manifestación exterior de un principio en pugna con la
gran ley de amor que es el fundamento del gobierno
divino”. CS, 547
El pecado es una elección.
• Lo fue en el caso de Lucifer.
• Lo fue en el caso de Adán.
• Lo es en el caso de cada ser humano.
• NO LO FUE EN EL CASO DE JESÚS.
(Hebreos 4:14-16)
La definición de pecado como naturaleza (pecado
original) es incapaz de diferenciar entre el mal y la
culpa, entre el mal que hay en el mundo, en nuestra
naturaleza; y la culpa que deriva del pecado personal.
Al gato le encanta nuestra compañía. Es afectuoso.
Reclama nuestras caricias. Le gusta ronronear sobre
nuestras rodillas. Es el compañero ideal.
Pero al salir de casa se transforma. Estira las orejas, tensa
la cola y se pone en actitud de alerta. Su intención no es
contemplar la puesta del sol, ni oler las rosas del jardín.
Dentro de casa acepta nuestras reglas, pero al salir fuera es
él quien las impone, y sólo hay dos reglas que cuentan: (1)
escapar de todo el que sea más grande que él, y (2) cazar a
todo el que sea más pequeño que él.
Vemos a nuestro gato “jugando” con un ratón aterrorizado que grita e intenta
escapar. Lo mismo que nosotros, el gato también tiene una naturaleza caída.
Dios no lo creó para hacer eso. Al entrar el pecado, su naturaleza se trastocó
también. ¿Has visto lo que hace con el pobre ratón que no puede correr tan
rápido como él y cae en su emboscada? ¿Lo despacha rápidamente? No. En
cierto momento, cuando ve que el ratón está a punto de morir entre sus fauces,
lo deja escapar, sólo para volver a divertirse cazándolo otra vez y haciéndolo
agonizar penosamente entre sus dientes y garras afilados, torturándolo
literalmente, desmembrándolo trozo a trozo y quitándole la vida entre quejidos
lastimeros, de la forma más cruel. Cuando al pobre ratón le faltan las fuerzas
para moverse, el gato lo lanza al aire con la esperanza de que la diversión pueda
durar algo más…
Es evidente que el gato no tiene una partícula de compasión, de “humanidad”
hacia el ratón, que es otra criatura de Dios capaz de sufrir la angustia y el dolor.
Lo contemplamos todo desde la ventana. Lo que hemos
visto: ¿Es bueno, o es malo? Es malo, francamente malo
(desde luego, lo es para el ratón). No forma parte del plan
original de Dios. No tendrá lugar en la tierra nueva.
¿Qué hacemos cuando nuestro gato regresa a casa con la
boca llena de plumas, o trayéndonos el cuerpo del delito, el
trofeo? Él espera que lo felicitemos, que se lo agradezcamos.
¿Le tenemos preparado un tribunal con jueces y abogados, y
hemos previsto una prisión para el caso de que el veredicto
sea de culpabilidad? NO
Quizá lo reconvenimos suavemente, para dar nuevamente la
bienvenida a casa a ese pequeño y entrañable “asesino”.
¿Qué es lo que acabamos de hacer? Hemos hecho una distinción entre
el mal y la culpa.
Acaba de suceder algo lamentable, malo, pero no atribuimos
culpabilidad a nuestro gato. ¿Por qué? Porque hemos determinado
que su pequeño cerebro no alberga eso que llamamos conciencia o
responsabilidad moral: la capacidad de distinguir entre lo moralmente
correcto y lo que no lo es. El gato carece de responsabilidad, de
habilidad para responder moralmente. Sólo sabe hacer una cosa:
seguir los dictados de su naturaleza caída.
Ahí está la distinción: ¿Mal? Sí; ¿Culpa? No. ¿Pecado? No.
Pasemos ahora a la esfera humana: somos tentados a
través de nuestra naturaleza, y ser tentados así forma
parte del mal, pero NO hay en esa naturaleza
responsabilidad, culpa ni pecado. El pecado consiste en
ceder personalmente a la tentación de satisfacer los
deseos de nuestra naturaleza en lugar de negarlos, de
crucificarlos.
El pecado requiere una decisión personal, y no es transmisible de forma biológica,
igual que no es transmisible la justicia (que es lo contrario al pecado o injusticia).

Es inevitable que los hijos sufran las consecuencias de la maldad de


sus padres, pero no son castigados por la culpa de sus padres, a no ser
que participen de los pecados de éstos (PP 313)
La culpa requiere participar personalmente, por elección, en el pecado.

Aunque Satanás puede instar, no puede obligar a pecar… El tentador no


puede nunca obligarnos a hacer lo malo. No puede dominar nuestra
mente, a menos que la entreguemos a su dirección. La voluntad debe
consentir y la fe abandonar su confianza en Cristo, antes que Satanás
pueda ejercer su poder sobre nosotros (DTG, 100)
Por sí misma la carne no puede obrar contra la voluntad de Dios (HC,
112)
¿Tentación, o pecado?
Es de la mayor importancia distinguir
entre ambas cosas, ya que Cristo fue
tentado en todo como nosotros, pero no
pecó nunca en nada.
La tentación requiere dos elementos:
1. Un estímulo exterior. Satanás presenta miles de ellos, porque sabe
que la particular inclinación de cada persona es variada, y no todo es
atractivo para todos.
2. Algo en mi naturaleza que resulte atraído, que sea sensible a ese
particular estímulo. Algo que despierte mi curiosidad, que me interese
o me resulte agradable de alguna forma. Eso es multiforme y variable
de persona a persona, y es también variable en el período vital de cada
persona. Por eso Satanás presenta multitud de estímulos diferentes.
Para que tenga lugar la tentación han de coincidir ambas
cosas: (1) el estímulo externo y (2) la atracción en mi
naturaleza. Si falta la segunda, no hay tentación.
La teoría del pecado original afirma que el simple hecho
de que nuestra naturaleza se sienta atraída por algo,
aun si resistimos esa atracción, ya es pecado. Dice: ‘Eso
es malo; es malo sentir esa atracción, por lo tanto, cada
vez que te sientes atraído, ya estás pecando’. Confunde
el mal (tentación), con la culpa (ceder a la tentación).
La epístola de Santiago establece claramente la diferencia entre la naturaleza
caída (carne) y el acto pecaminoso.
Sant 1: 14, 15 “sino que cada uno es tentado cuando de su propia
concupiscencia es atraído y seducido. Entonces, la concupiscencia, después
que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz
la muerte”.
Se observa una secuencia clara:
1. La concupiscencia nos trae.
2. Nos dejamos seducir.
3. Se concibe el pecado.
4. Da a luz la muerte.
La concupiscencia es el origen de todas las tentaciones, volviéndose pecado
solamente con el consentimiento del que es tentado.

También podría gustarte