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D E L I TO , R A Z A Y C U LT U R A : E L

DESARROLLO DE LA CRIMINOLOGÍA
EN EL PERÚ (1890-1930)
INTRODUCCIÓN
A fines de la década de 1850 la visión del delito como un “problema
social” emergió en el Perú (específicamente, en Lima) como una
reacción autoritaria-conservadora a una serie de cambios sociales y
políticos recientes.

Las inquietudes generadas por reformas sociales tales como la abolición de la esclavitud
(1854) y la abolición de la pena de muerte (1856) y por sucesos dramáticos como los
violentos motines de artesanos de diciembre de 1858 dieron origen a la percepción
crecientemente generalizada entre juristas, líderes políticos, periodistas, viajeros y otros
analistas de la elite de que la “criminalidad” se había transformado en un problema social
de envergadura para el país.
EN BUSCA DEL CRIMINAL NATO
Según algunos autores, debemos ubicar su origen hacia fines del siglo XVIII,
cuando se intentaba aislar las “causas” del crimen, desde donde habría
evolucionado gradualmente hasta cristalizar, a fines de la década de 1870, en
aquello que fue bautizado inicialmente como “antropología criminal.
Garland identifica a la criminología con un género específico de investigación
sobre los delincuentes cuyas bases están sentadas en la idea de que la ciencia
puede suministrar explicaciones racionales para la conducta delictiva y que era
posible separar, con fines políticos o cognitivos, a los criminales de los no-
criminales.
David Horn, entre otros, ha notado que
la criminología positivista elaboró “no
sólo una nueva perspectiva de la
criminalidad, sino también una nueva
visión de la sociedad”. La perspectiva
liberal de la sociedad –“un grupo de
individuos autónomos, cada uno
poseedor de libre albedrío, y
responsables de sus propios actos”–
fue reemplazada por la imagen de la
sociedad como “un cuerpo social, con
sus propias leyes, regularidades y
patologías, las cuales tenían que ser
estudiadas por nuevas disciplinas
científicas y manejadas según las
nuevas formas racionales de gobierno”.
El origen de la criminología positivista está asociado generalmente con la
publicación en 1876 de El Hombre Criminal, de Cesare Lombroso.

En su famoso tratado, Lombroso


argumentó que había seres humanos
cuya inclinación al crimen era innata
o heredada, es decir, se trataba de
“criminales natos”. También sostuvo
que era posible identificar a los
criminales (incluyendo a aquellos
criminales “potenciales”)
observando algunas de sus
características físicas (lo que
Lombroso llamó “estigmas”). lo
cual fortaleció la identificación
conceptual entre los delincuentes y
ciertas poblaciones “primitivas” y
grupos raciales no-blancos.
En el Perú, el notable jurista, sociólogo y profesor universitario Javier Prado fue
el primero en comentar amplia y favorablemente las excelencias de la
criminología positivista.

Aunque Prado aceptó la idea de que la constitución orgánica y biológica del


sujeto influenciaba su condición espiritual y moral, se distanció de los postulados
biológicos extremos de la criminología lombrosiana.

Sin embargo, esto no impidió a Prado aceptar muchos de los postulados de la


criminología positivista: la importancia de los factores hereditarios y la
constitución biológica del sujeto, la necesidad del tratamiento individualizado
del criminal, la correlación entre las tendencias delictivas y ciertas enfermedades
como la epilepsia y lo que se llamaba entonces “locura moral”,
Manuel Peña Chacaliaza fue un indígena habitante del pequeño poblado de
Guadalupe, en la provincia sureña de Ica, quien después de asesinar a un
familiar fue sentenciado a catorce años de reclusión en la penitenciaría de
Lima. El 20 de setiembre de 1876, después de dos años de confinamiento,
escapó de dicha prisión saltando por sus altos muros. Chacaliaza, continúa
Fuentes Castro, ejemplificaba lo que Lombroso había dicho acerca del
carácter del criminal nato: “su instinto lo llevaba a matar por el gusto de
matar”. Sin embargo Todos los testimonios confirmaron que había estado
trabajando tranquilamente como peón en haciendas y chacras de las
inmediaciones de Lima
LA NATURALEZA SOCIAL DEL
DELITO

El intento de desarrollar una versión peruana de la


criminología lombrosiana no prosperó. Desde los inicios de
la difusión de la nueva ciencia existieron posturas escépticas
provenientes de aquellos que rechazaban la existencia de
“criminales natos” (por razones legales o morales) y
defendían un acercamiento menos biológico y más “social”
en el estudio del delito.
El médico Hermilio Valdizán, aunque empieza su estudio sobre La
delincuencia en el Perú afirmando que el crimen debía ser tratado como “una
manifestación de actividad biológica”, terminó sosteniendo que los factores
“exógenos” eran particularmente importantes en el estudio de la criminalidad
indígena. Según él “en un ambiente de servilismo, bajo un régimen de
opresión incesante, son fácilmente explicables las reacciones violentas.

La Sociología criminal peruana de Víctor Modesto Villavicencio comprendía


extensos debates acerca del bandolerismo, el delito indígena, la prostitución y
la influencia de factores económicos en la criminalidad. Por ejemplo,
argumentó que todos los defectos atribuidos a los indígenas –crueldad,
holgazanería, ignorancia, y la ausencia de sentimientos de honor,
nacionalismo, o clase eran resultado de un sistema feudal explotador.

Ideólogos y críticos sociales como el anarquista Manuel Gonzales Prada, el


marxista José Carlos Mariátegui, y el aprista Víctor Raúl Haya de la Torre,
por mencionar a los más prominentes, fueron incluso más lejos, presentando
el problema indígena como la cuestión social central del Perú contemporáneo.
TEMAS Y VARIACIONES: LA CRIMINOLOGÍA
CIENTÍFICA Y SU LEGADO

Los doctores Hermilio Valdizán, Carlos Bambarén y otros apoyaron la


“medicalización” de la criminalidad y por tanto, tanto en teoría como en la
práctica, trataron de establecer un vínculo entre la conducta delictiva y
enfermedades como la demencia, la epilepsia y el alcoholismo. No teniendo
acogida.

El criterio para determinar el grado de peligrosidad incluía generalmente una


investigación de los antepasados de la persona, la educación, historia clínica,
rasgos antropológicos, antecedentes penales, etc.
Susana Solano ofreció en 1937 una síntesis doctrinaria de la noción de
peligrosidad, enfatizando la importancia de apreciar las formas “no-
criminales” de peligrosidad, las cuales incluían la prostitución, el juego, la
homosexualidad y el alcoholismo. Sugirió que eran necesarias medidas
tutelares a fin de erradicar factores mórbidos que dieran origen a semejante
peligrosidad.
El jurista Alfonso de las Casas escribió refiriéndose a los delincuentes
juveniles “la causa de la delincuencia en estos jóvenes, no es más que una: su
propia vida”.

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