1 Problemas Actuales en El Adolescente
1 Problemas Actuales en El Adolescente
1 Problemas Actuales en El Adolescente
A veces, la determinación de no tener sobrepeso puede provocar problemas más graves que el
sobrepeso mismo. La preocupación por la imagen corporal puede conducir a esfuerzos obsesivos
para el control de peso (Davison y Birch, 2001; Vereecken y Maes, 2000). Este patrón es más
común entre las niñas que entre los varones y es menos probable que el problema de peso sea
real.
Según un amplio estudio prospectivo de cohortes,
las actitudes de los padres y las imágenes de los
medios de comunicación representan un papel más
importante que las influencias de los pares para
alentar las preocupaciones sobre el peso.
Irónicamente, tales esfuerzos radicales de control de peso pueden dar por resultado un aumento en lugar
de una pérdida de peso, debido a que tales prácticas alteran el apetito normal y los patrones metabólicos
(Stice et al., 2005).
Estos trastornos crónicos afectan mayormente a
las mujeres adolescentes (Striegel- Moore y
Bulik, 2007). Son especialmente comunes en
niñas presionadas a tener éxito en el ballet,
competencias de nado, carreras de larga
distancia, patinaje de figuras y gimnasia; en las
hijas de padres solteros o divorciados, y en niñas
que con frecuencia comen solas (“Eating
Disorders-Part II”, 1997; Martínez-González et
al., 2003; Skolnick, 1993). Los estudios con
gemelos han encontrado una heredabilidad
elevada de cerca de 50% para arriba (Striegel-
Moore y Bulik, 2007).
Anorexia nerviosa
Las personas con anorexia tienen una imagen corporal distorsionada; aunque están cuando menos
en un 15% por debajo de su peso corporal natural (McGilley y Pryor, 1998), piensan que están
demasiado gordas. Se estima que 0.5% de las adolescentes y mujeres jóvenes y un porcentaje
menor, pero creciente, de varones y hombres en los países occidentales tienen anorexia (AAP
Committee on Adolescence, 2003; Martínez-González et al., 2003).
La anorexia tiene la tasa más alta de mortalidad y
la tasa más alta de suicidio que cualquier otro
trastorno mental (Bulik et al., 2006; Crow, 2006).
En la bulimia nerviosa, una persona realiza atracones de comida con regularidad durante un
periodo corto, en general de dos horas o menos, y luego intenta deshacer la elevada ingesta calórica
con vómito autoinducido, dietas o ayunos estrictos, ejercicio excesivamente vigoroso, o laxantes,
enemas o diuréticos para purgar al organismo (APA, 1994).
La bulimia difiere de la forma de anorexia con atracones y purgas en que las personas que
presentan la primera no son anormalmente delgadas.
Algunas personas pasan de la anorexia a la bulimia y de regreso a medida que cambian sus
patrones de alimentación y peso (McGilley y Pryor, 1998).
Sin embargo, son dos trastornos independientes. Un trastorno alimentario por atracón, que
se relaciona con los anteriores, implica atracones frecuentes, pero sin el ayuno, ejercicio o
vómito subsiguientes; es el trastorno más frecuente de la alimentación entre los adultos
estadounidenses y es un factor en la elevación de la obesidad (Hudson, Hiripi, Pope y
Kessler, 2007).
Las personas con bulimia están
obsesionadas con su peso y figura. Se
sienten abrumadas, con vergüenza,
desprecio hacia sí mismas y depresión por
sus hábitos alimenticios.
Aunque la gran mayoría de los adolescentes no abusa de las drogas, una minoría significativa sí
lo hace. El abuso de sustancias es el uso dañino de alcohol u otras drogas. Puede conducir a la
dependencia de sustancias (adicción), que puede ser fisiológica, psicológica, o ambas, y que es
probable que continúe hasta la edad adulta.
Las drogas adictivas son especialmente peligrosas para los adolescentes porque estimulan partes
del cerebro que están cambiando durante esa época (Chambers et al., 2003). Entre 2003 y 2004,
se identificó que cerca de 6% de los jóvenes entre 12 y 17 años necesitaban tratamiento para uso
ilícito de drogas (National Survey on Drug Use and Health, NSDUH, 2006b).
Aunque el uso de drogas ilícitas ha
disminuido, el empleo no médico de
fármacos de prescripción, como sedantes,
estimulantes, tranquilizantes y analgésicos
narcóticos, en particular oxicontina, sigue
teniendo altos niveles de consumo
(Johnston et al., 2007).
¿Cuál es la probabilidad de que un joven en particular abusará de las drogas? Los factores de
riesgo incluyen un temperamento difícil; deficiente control de impulsos y tendencia a buscar
emociones (que quizá tenga un origen bioquímico); influencias familiares (como una
predisposición genética para el alcoholismo, uso o aceptación de las drogas entre los padres o
hermanos, prácticas deficientes o inconsistentes de crianza infantil, conflictos familiares y
relaciones problemáticas o distantes con la familia); problemas conductuales tempranos y
persistentes, en particular agresión; fracaso académico y falta de compromiso con la educación;
rechazo de los pares; asociación con usuarios de drogas; alienación y rebeldía; actitudes
favorables hacia el uso de drogas, e inicio temprano en el uso de drogas (Hawkins, Catalano y
Miller, 1992; Johnson, Hoffmann y Gerstein, 1996; Masse y Tremblay, 1997; Pomery et al.,
2005; USDHHS, 1996b). Mientras más sean los factores de riesgo presentes, mayor la
probabilidad de que un adolescente o joven adulto abuse de las drogas.
Alcohol, marihuana y
tabaco
Puede disminuir la motivación, interferir con las actividades diarias y causar problemas
familiares.
Puede reducir la percepción, la alerta, el periodo de atención, el juicio y las habilidades motoras
necesarias para conducir un vehículo y, en consecuencia, puede contribuir a accidentes de
tránsito (Messinis, Krypianidou, Maletaki y Papathanasopoulos, 2006; National Institute on
Drug Abuse [NIDA], 1996; Solowij et al., 2002). Tanto el alcohol como la marihuana pueden
dañar el desempeño académico (NSDUH, 2006a; figura 15-3).
Por el contrario de la creencia popular, la
marihuana puede ser adictiva (Tanda, Pontieri
y DiChiara, 1997) y tiende a conducir al uso
de drogas más fuertes (Lynskey et al., 2003).
Con frecuencia, el uso de drogas comienza cuando los niños ingresan a la educación
intermedia, cuando se vuelven más vulnerables a la presión de sus pares.
Es posible que los estudiantes de cuarto a sexto grados comiencen a fumar, beber cerveza y
utilizar inhalantes, y que, a medida que se vuelven mayores, pasen a la marihuana y drogas
más fuertes (National Parents’ Resource Institute for Drug Education, 1999).
Mientras más pronto comiencen los jóvenes a utilizar una droga, es probable que mayor sea
la frecuencia de su uso y mayor su tendencia a abusar de ella.
La edad promedio en que se empieza a beber alcohol es de 13 a 14 años y algunos niños comienzan
antes. En 2003, cerca de 28% de los bebedores menores de edad habían iniciado antes de los 13 años
(Faden, 2006).
Los jóvenes que comienzan a beber pronto por lo general tienen problemas de conducta o hermanos
que tienen dependencia al alc hol (Kuperman et al., 2005). Aquellos que comienzan a beber antes de
los 15 años tienen una probabilidad por lo menos cinco veces mayor de adquirir una dependencia al
alcohol o de abusar de él que aquellos que no comenzaron a beber hasta que tenían 21 años o más
(SAMHSA, 2004).
Los adolescentes que comienzan a fumar a los 11 años de edad tienen una probabilidad dos veces
mayor que otros jóvenes de participar en comportamientos de riesgo, como subir a un automóvil con
un conductor alcoholizado; llevar cuchillos o pistolas a la escuela; usar inhalantes, marihuana o
cocaína, y planear un suicidio. El uso temprano de alcohol y marihuana también se asocia con
múltiples comportamientos de riesgo (Du- Rant, Smith, Kreiter y Krowchuk, 1999).
Depresión
Muchos han sufrido de maltrato en su infancia y tienen graves problemas en las relaciones. Tienen
un autoconcepto pobre, se sienten desesperanzados y tienen un deficiente control de impulsos y baja
tolerancia a la frustración y al estrés. Es frecuente que estos jóvenes estén alejados de sus padres y
que no tengan a nadie fuera de su familia a quien solicitar ayuda.
También suelen haber intentado suicidarse antes o tener amigos o familiares que lo han hecho. El
alcohol ha contribuido a la mitad de todos los suicidios en la adolescencia (AAP Committee on
Adolescence, 2000). Quizá el factor esencial sea una tendencia hacia la agresión impulsiva. Los
estudios posmortem con imágenes cerebrales de las personas que han logrado o intentado suicidarse,
han identificado alteraciones en las regiones de la corteza prefrontal implicadas en la emoción,
regulación e inhibición conductual (Brent y Mann, 2006). Los factores de protección que reducen el
riesgo de suicidio incluyen una sensación de conexión con la familia y la escuela, bienestar
emocional y logros académicos (Borowsky et al., 2001).