TERESA

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Llavecita del Sagrario:

Si tú supieras la envidia Y sé que Jesús, mi esposo,


Que te tengo, porque puedes Mi pobre cáliz estima
Cerrar y abrir cada día Más que los cálices de oro,
La portezuela dorada Do se engastan piedras finas
De la prisión eucarística... Y sé que en el altar santo
Mas, llavecita preciosa: Con su sangre me rocía,
¿A qué envidiarte tal dicha, Cual si en el Monte Calvario
Si hacer tal milagro puedo Diese de nuevo la vida.
Con actos de fe rendida, Yo quisiera ser el cáliz
Y abrir puedo el tabernáculo De espléndida pedrería, Jesús, Viña floreciente,
Y esconderme a maravilla Donde en especies de vino, A ti no te tengo envidia,
Junto al Rey... ¿A qué envidiarte Está la sangre divina. Porque soy la uva dorada
Llavecita; llavecita... ? Mas, en el místico cáliz De tan floreciente viña.
De esta pobre violetita, Bajo el peso del martirio,
Lámpara, pequeña lámpara, Esa sangre tan preciosa En el lagar exprimida,
Que tan solitaria brillas Recojo yo cada día. Quiero mostrar mis amores
En el rincón apartado ¡Oh corporales, sagrados E inmolarme cada día.
De abandonada capilla: Donde reposa la vida! ¿Cómo envidiará el sarmiento
Así, como tú, quisiera Los ángeles con sus alas, A la cepa? ¿y cuál envidia
Consumirme noche y día Cual pabellón, os cobijan. Tendrá a la vid el racimo,
Junto a Dios, con el misterio Pero no me son los ángeles Y al lagar la uva exprimida?
De tu humilde lucecita. Jamás motivo de envidia ¡Dichosa suerte! entre el grano
Mas, ¡ay! ¿para qué envidiarte, Sino los lienzos que envuelven De trigo, soy escogida
Si así se gasta mi vida, Al que es Hijo de María. Para la mesa celeste,
Oculta en el Santuario En suave y blanco lienzo Como la flor de la harina.
De solitaria celdilla, Cambia, tú, Madre amantísima
Donde gano a Jesús almas Mi corazón, porque pueda, ¡Oh, Jesús, mi dulce Esposo!
Que, en amores encendidas, De la manera más digna, ¿En dónde habrá mayor dicha
Le adoran; ¿a qué envidiarte, Recibir al Corderillo Que en nuestra unión duradera,
Lamparita, lamparita? Que los pecados nos quita, Que en la unión santa y divina,
Y se oculta en la hostia blanca En este valle de lágrimas
Ara santa de altar santo: De la Santa Eucaristía. Por la Santa Eucaristía,
¡Con qué de celos te mira Y en la gloria ¡ay! en la gloria
Mi corazón, cuando el Verbo Patena, linda patena, Por la unión, que no habrá envidia
Baja al suelo y se reclina, Tan limpia, dorada y fina A la llave del Sagrario,
Como ayer en el pesebre, ¡Quien fuera, cual tú, dichosa! A la débil lamparita,
Hoy sobre ti, ara bendita! ¡Quién brillara, cuál tú brillas! Al ara, a los corporales,
Mas, cuando Jesús escucha Ufana, porque a ti viene A la patena más limpia,
La oración del alma mía, La Majestad infinita! Al cáliz más reluciente,
¿A qué conservarte celos? Mas, ¡ay! mi Jesús me colma A las uvas, a la viña,
Si para dar acogida De felicidad cumplida, A los trigos candeales
A mi Salvador, yo tengo Sin esperar a que llegue Y a las doradas espigas?
Un alma bien mullidita, El postrero de mis días.
Un corazón que está lejos Jesús viene a la corola Ven a mí, Jesús amado;
De ser piedra dura y fría, Que , como patena limpia, Tu belleza me cautiva;
Como, en resumidas cuentas, Y cual místico ostensorio, Ven a transformarme el alma;
Tú eres, ara bendita. le ofrece su Florecilla. Ven luego a darme vida.

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