Este poema expresa la envidia y deseo de varios objetos litúrgicos de poder albergar a Jesús de una manera más íntima y directa. La autora desea poder cerrar y abrir el tabernáculo como la llave del sagrario, arder toda la noche junto a Dios como la pequeña lámpara, y recibir el cuerpo de Cristo como la patena y el cáliz. Sin embargo, se da cuenta de que aunque no son objetos preciosos, ella puede albergar a Jesús en su corazón a través de la fe,
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Este poema expresa la envidia y deseo de varios objetos litúrgicos de poder albergar a Jesús de una manera más íntima y directa. La autora desea poder cerrar y abrir el tabernáculo como la llave del sagrario, arder toda la noche junto a Dios como la pequeña lámpara, y recibir el cuerpo de Cristo como la patena y el cáliz. Sin embargo, se da cuenta de que aunque no son objetos preciosos, ella puede albergar a Jesús en su corazón a través de la fe,
Este poema expresa la envidia y deseo de varios objetos litúrgicos de poder albergar a Jesús de una manera más íntima y directa. La autora desea poder cerrar y abrir el tabernáculo como la llave del sagrario, arder toda la noche junto a Dios como la pequeña lámpara, y recibir el cuerpo de Cristo como la patena y el cáliz. Sin embargo, se da cuenta de que aunque no son objetos preciosos, ella puede albergar a Jesús en su corazón a través de la fe,
Este poema expresa la envidia y deseo de varios objetos litúrgicos de poder albergar a Jesús de una manera más íntima y directa. La autora desea poder cerrar y abrir el tabernáculo como la llave del sagrario, arder toda la noche junto a Dios como la pequeña lámpara, y recibir el cuerpo de Cristo como la patena y el cáliz. Sin embargo, se da cuenta de que aunque no son objetos preciosos, ella puede albergar a Jesús en su corazón a través de la fe,
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Llavecita del Sagrario:
Si tú supieras la envidia Y sé que Jesús, mi esposo,
Que te tengo, porque puedes Mi pobre cáliz estima Cerrar y abrir cada día Más que los cálices de oro, La portezuela dorada Do se engastan piedras finas De la prisión eucarística... Y sé que en el altar santo Mas, llavecita preciosa: Con su sangre me rocía, ¿A qué envidiarte tal dicha, Cual si en el Monte Calvario Si hacer tal milagro puedo Diese de nuevo la vida. Con actos de fe rendida, Yo quisiera ser el cáliz Y abrir puedo el tabernáculo De espléndida pedrería, Jesús, Viña floreciente, Y esconderme a maravilla Donde en especies de vino, A ti no te tengo envidia, Junto al Rey... ¿A qué envidiarte Está la sangre divina. Porque soy la uva dorada Llavecita; llavecita... ? Mas, en el místico cáliz De tan floreciente viña. De esta pobre violetita, Bajo el peso del martirio, Lámpara, pequeña lámpara, Esa sangre tan preciosa En el lagar exprimida, Que tan solitaria brillas Recojo yo cada día. Quiero mostrar mis amores En el rincón apartado ¡Oh corporales, sagrados E inmolarme cada día. De abandonada capilla: Donde reposa la vida! ¿Cómo envidiará el sarmiento Así, como tú, quisiera Los ángeles con sus alas, A la cepa? ¿y cuál envidia Consumirme noche y día Cual pabellón, os cobijan. Tendrá a la vid el racimo, Junto a Dios, con el misterio Pero no me son los ángeles Y al lagar la uva exprimida? De tu humilde lucecita. Jamás motivo de envidia ¡Dichosa suerte! entre el grano Mas, ¡ay! ¿para qué envidiarte, Sino los lienzos que envuelven De trigo, soy escogida Si así se gasta mi vida, Al que es Hijo de María. Para la mesa celeste, Oculta en el Santuario En suave y blanco lienzo Como la flor de la harina. De solitaria celdilla, Cambia, tú, Madre amantísima Donde gano a Jesús almas Mi corazón, porque pueda, ¡Oh, Jesús, mi dulce Esposo! Que, en amores encendidas, De la manera más digna, ¿En dónde habrá mayor dicha Le adoran; ¿a qué envidiarte, Recibir al Corderillo Que en nuestra unión duradera, Lamparita, lamparita? Que los pecados nos quita, Que en la unión santa y divina, Y se oculta en la hostia blanca En este valle de lágrimas Ara santa de altar santo: De la Santa Eucaristía. Por la Santa Eucaristía, ¡Con qué de celos te mira Y en la gloria ¡ay! en la gloria Mi corazón, cuando el Verbo Patena, linda patena, Por la unión, que no habrá envidia Baja al suelo y se reclina, Tan limpia, dorada y fina A la llave del Sagrario, Como ayer en el pesebre, ¡Quien fuera, cual tú, dichosa! A la débil lamparita, Hoy sobre ti, ara bendita! ¡Quién brillara, cuál tú brillas! Al ara, a los corporales, Mas, cuando Jesús escucha Ufana, porque a ti viene A la patena más limpia, La oración del alma mía, La Majestad infinita! Al cáliz más reluciente, ¿A qué conservarte celos? Mas, ¡ay! mi Jesús me colma A las uvas, a la viña, Si para dar acogida De felicidad cumplida, A los trigos candeales A mi Salvador, yo tengo Sin esperar a que llegue Y a las doradas espigas? Un alma bien mullidita, El postrero de mis días. Un corazón que está lejos Jesús viene a la corola Ven a mí, Jesús amado; De ser piedra dura y fría, Que , como patena limpia, Tu belleza me cautiva; Como, en resumidas cuentas, Y cual místico ostensorio, Ven a transformarme el alma; Tú eres, ara bendita. le ofrece su Florecilla. Ven luego a darme vida.