Gracia y Justificación

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Gracia y justificación

La justificación es la obra
más excelente del amor de
Dios.

Es la acción misericordio-
sa y gratuita de Dios, que
borra nuestros pecados y
nos hace justos y santos en
todo nuestro ser.

Somos justificados por medio de la gracia del


Espíritu Santo, que la Pasión de Cristo nos ha
merecido y se nos ha dado en el Bautismo.
La gracia es un don gra-
tuito de Dios por el que
nos hace partícipes de su
vida trinitaria y capaces
de obrar por amor.

Se le llama gracia habitual, santificante o


deidificante porque nos santifica y nos
diviniza.

Es sobrenatural porque depende de la ini-


ciativa gratuita de Dios y nos supera y es-
capa a nuestra experiencia.
Además de la gracia habitual existen
otros tipos de gracia:

Las gracias actuales ( dones en circuns-


tancias particulares ).

Las gracias sacramentales ( propias de


cada Sacramento ).

Las gracias especiales o carismas ( para


el bien común de la Iglesia ).

Gracias de estado, que acompañan al


ejercicio de ministerios eclesiales y res-
ponsabilidades de la vida.
La gracia previene, prepara y suscita la
libre respuesta del hombre.

Responde a las profundas aspiraciones


de la libertad humana, la invita a coo-
perar y la conduce a la perfección.
El Mérito es lo que da dere-
cho a la recompensa por
una obra buena.

Respecto a Dios, el hombre


no puede merecer nada ya
que todo lo recibió de Él
gratuitamente.

Pero Dios da al hombre la posibilidad de


adquirirlo mediante la unión a la caridad
de Cristo.

Los méritos de las buenas obras se atribu-


yen a la gracia de Dios y a la libre volun –
tad del hombre.
Bajo la moción del Espíritu
Santo podemos merecer
las gracias útiles para san-
tificarnos y para alcanzar
la vida eterna.

También los bienes tempo-


rales que nos convienen
según el designio de Dios.

Nadie puede merecer la primera gracia


que está en el origen de la conversión y la
justificación.
Todos los fieles estamos llama-
dos a la Santidad.

Esta es la plenitud de la vida


cristiana y perfección de la
caridad.

Se realiza en la unión íntima


con Cristo y, en Él, con la
Santísima Trinidad.

El camino de santificación del cristiano ten-


drá su cumplimiento en la resurrección fi-
nal de los justos, cuando Dios sea todo en
todos.
• Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad.

• Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez.
•No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la
santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida (cf. Gal. 5,22-23).

•Cuando sientas la tentación de enredarte en tu debilidad, levanta los ojos al Crucificado y


dile: «Señor, yo soy un pobrecillo, pero tú puedes realizar el milagro de hacerme un poco
mejor».

•En la Iglesia, santa y compuesta de pecadores, encontrarás todo lo que necesitas para
crecer hacia la santidad.

•El Señor la ha llenado de dones con la Palabra, los sacramentos, los santuarios, la vida de
las comunidades, el testimonio de sus santos, y una múltiple belleza que procede del amor
del Señor, «como novia que se adorna con sus joyas» (Is. 61,10).
EXHORTACIÓN APOSTÓLICA
GAUDETE ET EXSULTATE
DEL SANTO PADRE
FRANCISCO nº15

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