Platón

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PLATÓN

Subtítulo
PLATÓN
Platón nació en Atenas en 428-427 a.C. Su verdadero nombre era Aristocles;
Platón es un sobrenombre añadido, debido según algunos a su vigor físico, o
según otros a la amplitud de su estilo o la anchura de su frente (en griego,
platos significa precisamente amplitud, anchura, extensión).

Aristóteles dice que Platón primero fue discípulo de Cratilo y, después de


Sócrates (el encuentro de Platón con Sócrates se produjo probablemente
cuando aquél tenía veinte años).

Pero la intención inicial de Platón al frecuentar a Sócrates fue la misma que


la mayoría de los otros jóvenes, y consistía en prepararse mejor para la vida
política, a través de la filosofía
PLATÓN
El disgusto de Platón ante los métodos de la política que se practicaba en
Atenas debió llegar a un punto culminante en el 399 a.C., cuando Sócrates
fue condenado a muerte.

Los escritos de Platón nos han llegado en su integridad. La ordenación que se


les ha impuesto (conocida gracias al gramático Trasilo) se basa en el
contenido de los escritos.

Las 36 obras están clasificadas en las nueve tetralogías siguientes:


PLATÓN
I: Eutifrón, Apología de Sócrates, Critón, Fedón;
II: Cratilo, Teeteto, Sofista, Político;
III: Parménides, Filebo, Banquete, Fedro:
IV: Alcibíades I, Alcibíades II, Hiparco, Amantes;
V: Teages, Cármides, Laques, L£s¿s;
VI: Eutidemo, Protágoras, Gorgias, Menón:
VII: Hipias menor, Hipias mayor, Ion, Menexeno;
VIII: Clitofonte, República, Timeo, Cridas;
IX: Minosy Leyes, Epínomis, Cartas..
PLATÓN
La evolución filosófica de Platón

En primer término se dedicó a la problemática predominantemente ética


(ético política), partiendo desde el punto exacto al cual había llegado
Sócrates.

Luego retomó los interrogantes de la filosofía de la physis. Pero dicha


recuperación de los temas onto-cosmológicos de los físicos se produjo de un
modo absolutamente original: mediante una auténtica revolución del
pensamiento, que el mismo Platón llamó «segunda navegación» , es decir,
aquella navegación que lo llevó al descubrimiento de lo suprasensible (del
ser suprafísico).
PLATÓN
Platón no quiso a ser sistemático con respecto a aquellas cosas sobre las que
se consideró en condiciones de escribir, y trató de reproducir el espíritu del
dialogar socrático, imitando sus peculiaridades.

El mito en Platón

la filosofía nace en tanto que liberación del logos con respecto al mito y a la
fantasía.

Los sofistas efectuaron un uso funcional ( ilustrado, racionalista) del mito.

Sócrates había condenado también esta utilización del mito, exigiendo un


riguroso procedimiento dialéctico.
PLATÓN
En un principio Platón compartió esta postura socrática. Pero a partir del
Gorgias comenzó a conceder valor al mito y lo empleó de manera constante
en su filosofía.

Cuando la razón ha llegado a los límites extremos de sus posibilidades,


Platón echa mano del mito para superar intuitivamente estos límites.

Además el mito que Platón utiliza de forma metódica es esencialmente


distinto del mito prefilosófico que aún no conocía el logos. Se trata de un
mito que no subordina a sí mismo al logos, sino que lo estimula y lo fecunda.
PLATÓN
Se trata de un mito que, al mismo tiempo que es creado, es también
desmitificado, y el logos mismo le quita sus elementos fantásticos, con objeto
de que conserve exclusivamente sus poderes de alusión y de intuición.

En la filosofía platónica es fundamental el descubrimiento de la existencia de


una realidad suprasensible. Todos los filósofos naturalistas habían tratado de
explicar los fenómenos apelando a causas de tipo físico y mecánico (agua,
aire, tierra, fuego, calor, frío, condensación, enrarecimiento, etc.).

Las causas de carácter físico y mecánico, ¿son las verdaderas causas o no


serán sino simples «con-causas», es decir, causas al servicio de otras más
elevadas, de nivel superior?
PLATÓN
La causa de lo que es físico y mecánico, ¿no residirá quizás en algo que no es
físico y no es mecánico?

Para responder a estos problemas, Platón emprendió lo que él mismo


denomina con una imagen simbólica una «segunda navegación».

En la primera navegación se permanece en una vinculación demasiado


estrecha con los sentidos y lo sensible, mientras que en la segunda
navegación Platón intenta una radical liberación con respecto a los sentidos y
a lo sensible, y un desplazamiento decidido hacia el plano del puro
razonamiento y de lo que se puede captar con el intelecto y con la mente
exclusivamente.
PLATÓN
«Tuve miedo de que mi alma quedase completamente ciega al mirar las
cosas con los ojos y al tratar de captarlas con cualquiera de los otros
sentidos. Y por eso decidí que debía refugiarme en los razonamientos (logoi)
y considerar mediante éstos la verdad de las cosas (...). Me he internado en
esta dirección y, en cada caso, tomando como base aquel razonamiento que
me parezca más sólido, juzgo verdadero lo que concuerda con él, tanto con
respecto a las causas como con respecto a las demás cosas, y lo que no
concuerda lo juzgo no verdadero» (Fedón)
PLATÓN
Para explicar por qué es bella una cosa? el filósofo naturalista recurriría a
elementos puramente físicos, como el color, la figura, y otros elementos de
esta clase.

Pero según Platón éstos no son verdaderas causas, sino medios o con-causas.
De allí que es preciso postular la existencia de una causa superior, que por ser
una verdadera causa será algo no sensible, sino inteligible.

Se trata de la idea o forma pura de lo bello en sí, que -mediante su


participación, su presencia -, hace que las cosas empíricas sean bellas, es
decir, se realicen a través de la forma, del color y de la proporción que por
fuerza se requieren para ser bellas.
PLATÓN
La segunda navegación conduce a reconocer la existencia de dos planos del
ser: uno de ellos, fenoménico y visible, mientras que el otro es invisible,
metafenoménico, aprehensible sólo con la mente y, en consecuencia,
puramente inteligible.

Con posterioridad a la segunda navegación platónica -y sólo después de ella-


se podrá hablar de «material» e «inmaterial», «sensible» y «suprasensible»,
«empírico» y «metaempírico», «físico» y «suprafísico».

A la luz de tales categorías los filósofos físicos precedentes resultan


materialistas, y la naturaleza y el cosmos dejan de ser la totalidad de las cosas
que son, para limitarse a ser la totalidad de las cosas que aparecen.
PLATÓN
El verdadero ser está constituido por la realidad inteligible.

Estas causas de naturaleza no física, estas realidades inteligibles, fueron


denominadas por Platón con el nombre de «idea» (ἰδέα) y eidos (εῖδος) , que
quieren decir aspectos, apariencia, forma, visión.

Las ideas de las que hablaba Platón no son simples conceptos, es decir,
representaciones puramente mentales, sino que son entidades, substancias.

Las ideas no son simples pensamientos, sino aquello que piensa el


pensamiento una vez que se ha liberado de lo sensible, son el verdadero ser,
el ser por excelencia.
PLATÓN
Las expresiones más famosas mediante las cuales Platón ha aludido a las
ideas son las fórmulas «en sí», «por sí» e incluso «en sí y para sí» (lo bello
en sí, el bien en sí, etc.).

Tales expresiones indican el rasgo de no relatividad y de estabilidad: en


una palabra, expresan el carácter de absoluto. Afirmar que las ideas son «en
sí y por sí» significa que no se dejan arrastrar por la vorágine del devenir que
arrastra las cosas sensibles.

El conjunto de las ideas ha pasado a la historia con el nombre de


«hiperuranio», que se utiliza en el Fedro.
PLATÓN
«Lugar hiperuranio» significa «lugar sobre el cielo» o «sobre el cosmos
físico» ; de allí que indica un lugar que no es en absoluto un lugar.

La distinción entre los dos planos de ser—sensible e inteligible— supera de


forma definitiva la antítesis entre Heraclito y Parménides.

El perpetuo fluir con todos los rasgos que le son propios es lo característico
del ser sensible; en cambio, la inmutabilidad y todo lo que ella implica es lo
propio del ser inteligible.
PLATÓN
Platón concebía su mundo de ideas como un sistema organizado y ordenado
jerárquicamente, en el que las ideas inferiores implican las superiores, que va
elevándose hasta llegar hasta la Idea que se halla en el vértice de la jerarquía.

Esta última Idea es condición de todas las otras, pero no resulta condicionada
por ninguna (lo incondicionado o lo absoluto).
PLATÓN
Génesis y estructura del cosmos sensible

El esquema al que apela Platón para explicar el mundo sensible es:

-hay un modelo (mundo ideal)


-hay una copia (el mundo sensible)
-existe un Artífice (Δημιουργός) que ha hecho la copia, sirviéndose del
modelo.

El mundo de lo inteligible (el modelo) es eterno y el Artífice (el intelecto)


también es eterno. En cambio, el mundo sensible elaborado por el Artífice es
algo que ha nacido, es decir, algo que ha sido engendrado en el sentido
estricto del término.
PLATÓN
El Artífice divino ha generado el mundo por bondad y amor al bien:

Digamos, pues, por qué razón el Artífice hizo la generación y este universo.
Él era bueno y en alguien bueno jamás nace la envidia por algo. Al estar
exento de esta última, quiso que todas las cosas se pareciesen a él lo más
posible. Quien acepta como los hombres prudentes que ésta es la principal
causa de la generación del universo, la acepta con toda razón. Porque Dios,
queriendo que todas las cosas fuese buenas y, en lo posible, ninguna fuese
mala, tomó todo aquello que siendo visible no se hallaba en estado de
quietud y se agitaba de manera desarreglada y desordenada, y lo redujo del
desorden al orden, juzgando que éste era mucho mejor que aquél. Ahora bien,
al óptimo jamás le ha sido lícito, ni le es lícito, hacer algo que no sea lo más
bello.
PLATÓN
Discurriendo, pues, se encontró con que entre las cosas naturalmente
visibles, si se consideran en su integridad, ninguna que esté privada de
intelecto sería jamás más bella que una que posea intelecto, y que era
imposible que algo tuviese intelecto si carecía de alma. Con base en este
razonamiento, colocando el intelecto en el alma y el alma en el cuerpo,
fabricó el universo, para que la obra realizada por él fuese la más bella
según la naturaleza y la mejor que fuese posible. Así, pues, un animal
animado e inteligente, engendrado por la providencia de Dios.
PLATÓN
El conocimiento

En el Menón se halla la primera respuesta al problema del conocimiento. Los


erísticos habían tratado de bloquear la cuestión de una forma capciosa,
afirmando que la investigación y el conocimiento son algo imposible.

No se puede buscar ni conocer aquello que todavía no se conoce, porque aun


en el caso de que fuese hallado no podría ser reconocido, al carecer del
instrumento necesario para efectuar el reconocimiento.

Tampoco es posible buscar aquello que ya se conoce, precisamente porque ya


es conocido.
PLATÓN
Para superar tal aporía, Platón halla un camino nuevo: el conocimiento es
anamnesis (ἀνάμνησις), esto es una forma de recuerdo, un reemerger de algo
que existe desde siempre, en la interioridad de nuestra alma.

El Menón enuncia la doctrina desde un doble punto de vista: mítico y


filosófico.

a) El punto de vista mítico-religioso se relaciona con las doctrinas órfico-


pitagóricas, según las cuales el alma es inmortal y renace en diversas
ocasiones. Por lo tanto el alma ha contemplado y ha conocido toda la
realidad, la realidad del más allá y la realidad de este mundo.
PLATÓN
Debido a ello, concluye Platón, es fácil de comprender cómo puede conocer
y aprender el alma. Lo único que debe hacer es extraer de sí misma la verdad
que posee substancialmente y que posee desde siempre: «extraer de sí
misma» es un recordar.

b) después de la exposición mitológica, Platón pasa a realizar un experimento


mayéutico. Interroga a un esclavo, que no sabe geometría, y consigue que
solucione -limitándose a interrogarle socráticamente- un complejo problema
geométrico (que implica, en esencia, el conocimiento del teorema de
Pitágoras).
PLATÓN
En consecuencia, puesto que el esclavo no había aprendido geometría con
anterioridad y puesto que ninguno le había transmitido la solución, dado que
él la ha obtenido por su cuenta, no cabe concluir más que la ha extraído del
interior de sí mismo, de su propia alma.

La doctrina de la anamnesis surgió en Platón debido a influjos órfico-


pitagóricos, pero también a la mayéutica socrática.

Para que surja mayéuticamente la verdad desde el alma, dicha verdad debe
permanecer en el alma.
PLATÓN
La doctrina de la anamnesis viene a presentarse no sólo como corolario de la
doctrina órfico-pitagórica de la metempsicosis (μετεμψύχωσις), sino también
como una justificación y una aseveración de la posibilidad misma de la
mayéutica socrática.

La anamnesis explica la raíz o la posibilidad del conocimiento, porque


explica que el conocer se hace posible en la medida en que tenemos en
nuestra alma una intuición originaria de lo verdadero.

Deben determinarse posteriomente las fases y los modos específicos del


conocer, cosa que Platón realizó en la República y en los diálogos
dialécticos.
PLATÓN
En la República Platón parte desde el principio según el cual el conocimiento
es proporcional al ser, de modo que sólo lo que es máximamente ser resulta
perfectamente cognoscible, mientras que el no-ser es absolutamente
incognoscible.

Dado que existe una realidad intermedia entre el ser y el no-ser, esto es, lo
sensible -que es una mezcla de ser y no-ser, porque está sujeto al devenir-
Platón concluye entonces que existe un conocimiento intermedio entre
ciencia e ignorancia, un conocimiento que no es conocimiento propiamente
dicho y que se llama «opinión» (doxá, δόξα).
PLATÓN
Según afirma Platón en el Menón, para otorgar un fundamento a la opinión
sería preciso vincularla con el conocimiento causal, es decir, consolidarla
mediante el conocimiento de la causa (idea). Pero entonces dejaría de ser una
opinión y se transformaría en ciencia (ἐπιστήμη).

Tanto la opinión (doxa) como la ciencia (episteme) poseen dos grados


distintos.

La opinión se divide en la mera imaginación (eikasia) y en creencia (pistis),


mientras que la ciencia se divide en conocimiento medio (dianoia) y en pura
intelección (noesis).
PLATÓN
OPINIÓN

Eikasia (εἰκασία) se refiere a las sombras y a las imágenes sensibles


de
las cosas
Pistis (πίστις) se refiere a las cosas y a los objetos sensibles en sí
mismos
PLATÓN
CIENCIA
Dianoia (διάνοια) conocimiento medio: se refiere a elementos
visuales por ejemplo, las figuras que se dibujan
durante las demostraciones geométricas) y a
hipótesis.
Noesis (νόησις) es una captación pura de las ideas y del principio
supremo y absoluto del cual dependen todas (la
Idea del Bien).
PLATÓN
Los hombres comunes se detienen en los dos primeros grados de la primera
forma del conocer, es decir, en el opinar. Los matemáticos se elevan hasta la
dianoia y sólo el filósofo accede a la noesis y a la ciencia suprema.

El hombre en Platón

La concepción platónica de las relaciones entre el alma y cuerpo es dualista


porque además del elemento metafísico-ontológico se introduce el factor
religioso del orfismo, que transforma la distinción entre el alma
(suprasensible) y cuerpo (sensible) en una oposición.
PLATÓN
Por dicho motivo, se considera que el cuerpo no es tanto el receptáculo del
alma, a quien le debe la vida y sus capacidades (y en consecuencia, es un
instrumento al servicio del alma, como afirmaba Sócrates), sino más bien la
tumba y la cárcel del alma, es decir, un lugar de expiación del alma.

Mientras tengamos cuerpo, estamos muertos, porque somos


fundamentalmente nuestra alma, y el alma mientras se halle en un cuerpo
está como en una tumba y por lo tanto insensibilizada.

Nuestra muerte corporal en cambio es vivir, porque al morir el cuerpo el


alma se libera de la cárcel.
PLATÓN
El cuerpo es la raíz de todo mal, es origen de pasiones, enemistades,
discordias, ignorancia y demencia: precisamente, todo esto es lo que lleva la
muerte al alma. Esta concepción negativa del cuerpo se atenúa en cierta
medida en las últimas obras de Platón, pero jamás desaparece del todo.

La ética platónica sólo en parte se halla condicionada por este dualismo


extremo. De hecho sus planeamientos allí se apoyan más sobre la distinción
metafísica de alma (ente afín a lo inteligible) y cuerpo (ente sensible) que
sobre la contraposición mistérico-filosófica entre alma (demonio) y cuerpo
(tumba y cárcel).
PLATÓN
La huida del cuerpo (Fedón)

El alma debe tratar de huir lo más posible del cuerpo y por ello el verdadero
filósofo desea la muerte, y la verdadera filosofía es un ensayo de muerte.
La muerte es un episodio que, desde un punto de vista ontologico,
únicamente hace referencia al cuerpo.

No sólo no perjudica al alma, sino que le acarrea un gran beneficio, al


permitirle una vida más verdadera, una vida completamente recogida en sí
misma, sin obstáculos ni velos y plenamente unida a lo inteligible.
PLATÓN
Esto significa que la muerte del cuerpo inaugura la auténtica vida del alma.

El filósofo es aquel que desea la vida verdadera (la muerte del cuerpo), y la
filosofía es un ejercitarse en la verdadera vida, la vida en la pura dimensión
del espíritu. La huida del cuerpo es el reencuentro con el espíritu.

La huida del mundo

Huir del mundo significa transformarse en virtuoso y tratar de asemejarse a


lo divino. Y este huir es un asemejarse a lo divino en aquello que le es
posible a un hombre; y asemejarse a lo divino es adquirir justicia y sabiduría
PLATÓN
Huir del cuerpo quiere decir huir del mal del cuerpo, a través de la virtud y el
conocimiento.

Huir del mundo quiere decir huir del mal del mundo, también a través de la
virtud y el conocimiento; lograr virtud y conocimiento quiere decir hacerse
semejantes a lo divino.
PLATÓN
Pruebas de la inmortalidad del alma

a) el alma humana es capaz de ver, de conocer las cosas inmutables y eternas.


Sin embargo, para poderlas captar, debe poseer como conditio sine qua non
una naturaleza afín a ellas: en caso contrario, aquéllas superarían la
capacidad de esta naturaleza. Y como aquellas cosas son inmutables y
eternas, también el alma debe ser inmutable y eterna.

Los hombres tienen un conocimiento de las normas y de los modelos


absolutos, conocimiento implícito en sus comparaciones y juicios
valorativos; mas estos absolutos no existen en el mundo sensible; por
consiguiente, el hombre tiene que haberlos contemplado en un estado de
preexistencia.
PLATÓN
Asimismo, la percepción sensible no puede dar el conocimiento de lo
universal y necesario; pero un joven, aun que no haya recibido educación
matemática, puede, por un proceso de simples interrogaciones, sin
enseñanza, ser inducido a «enunciar» verdades matemáticas.

Siendo así que no las ha aprendido de nadie y que no puede adquirirlas a


partir de las percepciones de los sentidos, es preciso admitir que las conoció
en un estado de preexistencia, y que el proceso del «aprender» es sólo un
proceso de reminiscencia (cf. Menón, 84 y ss.)
PLATÓN
b) otro argumento del Fedón se basa en la naturaleza simple y deiforme del
alma (su espiritualidad).

Las cosas visibles son todas compuestas y están, como tales, sujetas a la
disolución y a la muerte —y el cuerpo figura entre ellas—.

En cambio, el alma es capaz de contemplar las Formas invisibles a los ojos


del cuerpo, inmutables e imperecederas, y, al entrar así en contacto con las
Formas, el alma se muestra más semejante a ellas que no a las cosas visibles
y corpóreas, que son todas mortales.
PLATÓN
Pero además, dado que el alma está destinada naturalmente a regir el cuerpo,
parece que ha de ser más parecida a lo divino que a lo mortal. Se debe, pues,
considerar al alma como «divina» —que para los griegos quiere decir
inmortal e inmutable—.

c) la existencia de las Formas es cosa admitida. Ahora bien, la presencia de


una Forma es incompatible con la presencia de otra Forma contraria, ni
tampoco una cosa que es lo que es por su participación en una de las Formas
podrá compadecerse con la presencia simultánea de otra Forma contraria.
PLATÓN
El alma es lo que es en virtud de su participación en la Forma de la vida; por
consiguiente, no admitirá la presencia de la Forma contraria: la «muerte».

d) en la República plantea Sócrates el principio según el cual una cosa no


puede destruirse o perecer sino por algún mal que le sea inherente.

Pues bien, los males del alma son «la injusticia, la intemperancia, la
cobardía y la ignorancia».

Pero estos males no la destruyen, puesto que un hombre totalmente injusto


puede vivir tanto tiempo o más que un hombre justo.
PLATÓN
Y si el alma no es destruida por su propia corrupción interna, no es razonable
suponer que pueda ser destruida por un mal externo.

e) en el Fedro se arguye que una cosa que mueve a otra y es, a su vez, movida
por otra, puede dejar de vivir, lo mismo que puede dejar de ser movida.

El alma, empero, es un principio automotor, fuente y principio de movimiento,


y lo que es un principio tiene que ser increado, pues, de lo contrario, no sería
un principio.

Pero si es increado, es indestructible, puesto que si el alma, el principio del


movimiento, se destruyese, el universo todo y la creación «sufrirían un colapso
y se detendrían».
PLATÓN
La metempsicosis y los destinos del alma después de la muerte

Platón narra a través de numerosos mitos cuál será el destino del alma
después de la muerte del cuerpo, cuestión que se manifiesta con bastante
complejidad.

No se puede pretender que las narraciones míticas tengan una linealidad


lógica, que sólo puede proceder de los discursos dialécticos.

El objetivo de tales mitos escatológicos (ἔσχᾰτος, último) consiste en hacer


creer, en formas diversas y mediante diferentes representaciones alusivas,
ciertas verdades profundas a las que no se puede llegar con el puro logos, si
bien éste no las contradice y en parte las rige.
PLATÓN
La metempsicosis (μετεμψύχωσις, traspaso del Alma) es una doctrina que
afirma que el alma se traslada a través de distintos cuerpos, renaciendo en
diversas formas vivientes.

Platón recibe esta doctrina desde el orfismo, pero la amplía en distintos


aspectos, presentándola básicamente en dos formas complementarias:

a) la primera forma es la que se nos presenta en el Fedón con todo detalle.


Allí se dice que las almas que han vivido una vida excesivamente atada a los
cuerpos, a las pasiones, a los amores y a los gozos de esos cuerpos, al morir
no logran separarse completamente de lo corpóreo, que se les ha vuelto
connatural.
PLATÓN
Por temor al Hades, esas almas vagan errantes durante un cierto tiempo
alrededor de los sepulcros, como fantasmas, hasta que, atraídas por el deseo
de lo corpóreo, se enlazan nuevamente a otros cuerpos de hombres o incluso
de animales, según haya sido la bajeza de la vida moral que hayan tenido en
su existencia anterior.

En cambio, las almas que hayan vivido de acuerdo con la virtud -no la virtud
filosófica, sino la corriente- se reencarnarán en animales mansos y sociables,
o incluso en hombres justos.
PLATÓN
Según Platón, «a la estirpe de los dioses no puede agregarse quien no haya
cultivado la filosofía y no haya abandonado con toda pureza su cuerpo, sino
que solamente se le concede a aquel que ha sido amante del saber».

b) en la República Platón menciona un segundo tipo de reencarnación del


alma muy distinto del anterior.

Existe un número limitado de almas, de modo que si en el más allá todas


recibiesen un premio o un castigo eternos, llegaría un momento en el que no
quedaría ninguna sobre la tierra.
PLATÓN
Debido a este motivo evidente, Platón considera que el premio y el castigo
ultraterrenos, después de haber vivido en este mundo, deben tener una
duración limitada y un plazo establecido.

Puesto que una vida terrena dura cien años como máximo, Platón —influido
por la mística pitagórica del número diez— considera que la vida ultraterrena
debe durar diez veces cien años, esto es, mil años (en el caso de las almas que
han cometido crímenes enormes e irredimibles, el castigo continúa más allá
del milésimo año).

Una vez transcurrido este ciclo, las almas deben volver a encarnarse
PLATÓN
En el mito del Fedro, si bien con diferencias de modalidad y de ciclos de
tiempo, se manifiestan ideas análogas, de las que se infiere que las almas
recaen cíclicamente en los cuerpos y más tarde se elevan al cielo.

Así pues, hay un ciclo individual de reencarnaciones, vinculado a los


avatares del individuo, y un ciclo cósmico, que es el ciclo del milenio.

A este último hacen referencia los dos célebres mitos: el de Er, que aparece
en la República, y el del carro alado, que figura en el Fedro.
PLATÓN
El mito de Er y su significado

Una vez finalizado su viaje milenario, las almas se reúnen en una llanura,
donde se determinará su destino futuro.

Platón lleva a cabo así una auténtica revolución de la creencia griega


tradicional, según la cual los dioses y la Necesidad serían los encargados de
decidir el destino del hombre.

Platón afirma que, al contrario, los paradigmas de las vidas se encuentran en


el regazo de la Moira (Μοῖραι, repartidoras) Láquesis, hija de la Necesidad,
pero que esos paradigmas no son impuestos, sino sólo propuestos a las almas.
PLATÓN
La elección queda atribuida por entero a la libertad de las almas. El hombre
no es libre de vivir o no vivir, pero es libre de escoger cómo vivir desde un
punto de vista moral, esto es, de vivir según la virtud o según el vicio:

“Y Er narró que, al llegar allí, debían aproximarse a Láquesis; y que antes


que nada, un profeta puso en orden las almas, y tomando luego del regazo de
Láquesis las suertes y los paradigmas de las vidas, encaramado en un
elevado pulpito dijo: Esto dice la virgen Láquesis, hija de la Necesidad:
«Almas efímeras, éste es el principio de otro período de aquella vida que
consiste en correr hacia la muerte. No será el demonio quien os elija a
vosotras, sino que vosotras escogeréis a vuestro demonio. Y el primero que
eche a suertes que elija primero la vida a la cual más tarde se verá ligado
por necesidad.
PLATÓN
La virtud no tiene dueño: según que uno la honre o la desprecie, tendrá más
o menos parte de ella. La culpa es de quien escoge: Dios no tiene la culpa”.

Una vez dicho esto, un profeta de Láquesis echa a suertes los números que
sirven para establecer el orden según el cual cada alma debe llevar a cabo su
elección: el número que le cae más cerca es el que le toca a cada alma.

Luego, el profeta extiende sobre la hierba los paradigmas de las vidas


(paradigmas de todas las posibles vidas humanas y animales), en cantidad
muy superior a la de las almas presentes.

El alma a la que le toca escoger en primer lugar tiene a su disposición


muchos más paradigmas vitales que la última.
PLATÓN
Pero esto no condiciona de modo irreversible el problema de la elección:
también para el último existe la posibilidad de escoger una vida buena,
aunque no una vida óptima.

La elección realizada por cada uno es sellada más tarde por las otras dos
moiras, Cloto y Átropos, convirtiéndose así en irreversible.

Finalmente las almas beben el olvido en las aguas del río Ameletes (río del
olvido) y bajan a los cuerpos, en los que realizan la vida elegida.
PLATÓN
La elección depende de la libertad de las almas, pero sería más exacto
afirmar que depende del conocimiento o de la ciencia de la vida buena y de la
mala, esto es, de la filosofía, que en Platón se convierte en fuerza que salva
en este mundo y en el más allá, para siempre.

El intelectualismo ético llega aquí hasta sus últimas consecuencias.


PLATÓN
El mito del carro alado

En el Fedro Platón propuso otra visión del más allá, aún más complicada.
Los motivos hay que atribuirlos probablemente al hecho de que ninguno de
los mitos examinados hasta ahora explica la causa del descenso de las almas
hasta los cuerpos, la vida inicial de las almas y las razones de su afinidad con
lo divino.

Originariamente, el alma estaba próxima a los dioses y en compañía de éstos


vivía una vida divina. Debido a una culpa, cayó a un cuerpo sobre la tierra.

El alma es como un carro alado tirado por dos caballos y conducido por un
auriga.
PLATÓN
Los dos caballos de los dioses son igualmente buenos, pero los dos caballos
de las almas humanas pertenecen a razas distintas: uno es bueno, el otro
malo, y se hace difícil conducirlos.

El auriga simboliza la razón, los dos caballos representan las partes alógicas
del alma, es decir, la concupiscible y la irascible, sobre las que volveremos
más adelante.

Las almas forman el séquito de los dioses, volando por los caminos
celestiales, y su meta consiste en llegar periódicamente junto con los dioses
hasta la cumbre del cielo, para contemplar lo que está más allá del cielo: lo
supraceleste (el mundo de las ideas) o, como dice también Platón, la Llanura
de la verdad.
PLATÓN
A diferencia de lo que sucede con los dioses, para nuestras almas resulta una
empresa ardua el llegar a contemplar el Ser que está más allá del cielo y el
lograr apacentarse en la Llanura de la verdad, sobre todo por causa del
caballo de raza malvada, que tira hacia abajo.

De allí que algunas almas llegan a contemplar el Ser, o por lo menos una
parte de él, y debido a esto continúan viviendo junto con los dioses.

Pero otras almas no llegan a alcanzar la Llanura de la verdad: se amontonan,


se apiñan y, sin lograr ascender por la cuesta que conduce hasta la cumbre del
cielo, chocan entre sí y se pisotean.
PLATÓN
Se inicia una riña, en la que se rompen las alas, y al perder su capacidad de
sustentación, estas almas caen a la tierra.

Mientras el alma logra contemplar el Ser y verse apacentada en la Llanura de


la verdad, no cae a la tierra y, ciclo tras ciclo, continúa viviendo en compañía
de los dioses y de los demonios.

La vida humana a la que da origen el alma al caer, resulta moralmente más


perfecta en la medida en que haya contemplado más la verdad en lo
supraceleste y será menos perfecta moralmente si es que ha contemplado
menos.
PLATÓN
Al morir el cuerpo, es juzgada el alma, y durante un milenio -como se sabe a
través de la República- gozará de su premio o sufrirá penas, de acuerdo con
los méritos o deméritos de su vida terrena. Después del milésimo año,
volverá a reencarnarse.

Con respecto a la República, sin embargo, en el Fedro aparece una novedad.


Pasados diez mil años, todas las almas recuperan sus alas y regresan a la
compañía de los dioses.

Aquellas almas que durante tres vidas consecutivas hayan vivido de acuerdo
con la filosofía, constituyen una excepción y disfrutan de una suerte
privilegiada: recuperar las alas después de tres mil años.
PLATÓN
Así que en el Fedro el lugar en que las almas viven junto con los dioses (y al
que retornan a los diez mil años) y el lugar en el que gozan del premio
milenario, después de cada existencia vivida, son dos sitios distintos.
PLATÓN
PARTES DEL ALMA CLASES SOCIALES VIRTUDES

RACIONAL GOBERNANTES PRUDENCIA


FILÓSOFOS

IRASCIBLE GUARDIANES FORTALEZA

APETITIVA PRODUCTORES TEMPLANZA

ARMONÍA ENTRE LAS ARMONÍA ENTRE LAS JUSTICIA


PARTES DEL ALMA CLASES SOCIALES
PLATÓN
Según Platón, el Estado no es más que una ampliación de nuestra alma, una
especie de gigantesca reproducción en enormes dimensiones de nuestra
propia psyche.

El Estado nace porque cada uno de nosotros no es autárquico, es decir, no se


basta a sí mismo y tiene necesidad de la ayuda de muchos otros hombres.

1) En primer lugar, se hacen necesarios los servicios de todos aquellos que


satisfacen las necesidades materiales, desde el alimento hasta el vestido y la
vivienda.
PLATÓN
2) En segundo término, se requieren los servicios de algunos hombres que se
dediquen a la custodia y a la defensa de la ciudad.

3) En tercer lugar, es necesario el esfuerzo de unos cuantos hombres que


sepan gobernar de forma adecuada.

Por consiguiente, la ciudad tiene necesidad de tres estamentos: 1) la de los


campesinos, artesanos y comerciantes; 2) la de los guardianes, y 3) la de los
gobernantes.
PLATÓN
1) El primer estamento constituido por hombres en los que predomina el
aspecto concupiscible del alma, que es el aspecto más elemental.

Esta clase social es buena cuando en ella prevalece la virtud de la templanza,


que es una especie de orden, de dominio y disciplina de los placeres y
deseos, y constituye asimismo la capacidad de someterse del modo
conveniente a las clases superiores.

La riqueza y los bienes materiales, que son administrados exclusivamente por


esta clase, no deben ser ni demasiados ni demasiado escasos.
PLATÓN
2) El segundo estamento está constituido por hombres en los que predomina
la fuerza irascible (volitiva) del alma, es decir, hombres que se parecen a los
perros de noble raza, dotados al mismo tiempo de mansedumbre y de fiereza.

La virtud de esta clase social debe ser la fortaleza o la bravura.

Los guardianes han de vigilar no sólo los peligros que provengan del
exterior, sino también aquellos que procedan del interior.
PLATÓN
Por ejemplo, tendrán que evitar que en la primera de las clases sociales se
produzca excesiva riqueza (que engendra ocio, lujo, amor indiscriminado por
las
novedades) o demasiada pobreza (que engendra los vicios opuestos).

Pero además deberán proceder de forma que el Estado no crezca demasiado


ni tampoco se empequeñezca en exceso. Han de procurar, asimismo, que los
cargos otorgados a los ciudadanos sean los que correspondan a las
naturalezas de éstos, y que se imparta a todos la educación más conveniente.
PLATÓN
3) Los gobernantes, finalmente, son aquellos que saben amar a la ciudad más
que los demás, cumpliendo con el celo necesario sus obligaciones y, sobre
todo, conociendo y contemplando el Bien. Por lo tanto, en los gobernantes
predomina el alma racional y su virtud específica es la sabiduría.

La ciudad perfecta es aquella en la que predomina la templanza en la


primera clase social, la fortaleza o el valor en la segunda y la sabiduría en
la tercera.

La justicia no es sino la armonía que se instaura entre las tres virtudes:


cuando cada ciudadano y cada clase social realizan lo mejor posible las
funciones que les son propias y hacen aquello por naturaleza y por ley están
llamados a hacer, entonces se lleva a cabo la perfecta justicia.
PLATÓN
Al igual que en la ciudad hay tres estamentos, también son tres las partes del
alma: la concupiscible, la irascible y la racional.

La parte irascible (en el sentido mencionado), por su propia naturaleza, suele


ponerse del lado de la razón, pero también puede aliarse con la parte inferior
del alma, si se somete a los perniciosos efectos de una educación equivocada.

Por lo tanto, habrá una perfecta correspondencia entre las virtudes de la


ciudad y las del individuo.

Éste es templado cuando las partes inferiores armonizan con la superior y le


obedecen.
PLATÓN
Es fuerte o valeroso, cuando la parte irascible del alma sabe mantener con
firmeza los dictados de la razón a través de cualquier peligro.

Es sabio, cuando la parte racional del alma posee la verdadera ciencia acerca
de lo que conviene a todas las partes (la ciencia del bien).

La justicia será aquella disposición del alma según la cual cada parte de ésta
hace lo que debe hacer y como lo debe hacer.

Éste es, pues, el concepto de justicia según la naturaleza: que cada uno haga
lo que le corresponde hacer, los ciudadanos y los estamentos en la ciudad, y
las partes del alma en el alma. Hay justicia hacia fuera, en sus
manifestaciones, sólo si la hay dentro, en su raíz, es decir, en el alma.
PLATÓN
PLATÓN

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