Cuentos de Augusto Monterroso
Cuentos de Augusto Monterroso
Cuentos de Augusto Monterroso
En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra. Fue fusilada.
Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien
en el parque.
Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las
armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse
también en la escultura.
FIN
La mosca que soñaba que era un águila
Augusto Monterroso
Había una vez una Mosca que todas las noches soñaba que era un Águila y que
se encontraba volando por los Alpes y por los Andes.
En los primeros momentos esto la volvía loca de felicidad; pero pasado un
tiempo le causaba una sensación de angustia, pues hallaba las alas demasiado
grandes, el cuerpo demasiado pesado, el pico demasiado duro y las garras
demasiado fuertes; bueno, que todo ese gran aparato le impedía posarse a gusto
sobre los ricos pasteles o sobre las inmundicias humanas, así como sufrir a
conciencia dándose topes contra los vidrios de su cuarto.
En realidad no quería andar en las grandes alturas o en los espacios libres, ni
mucho menos.
Pero cuando volvía en sí lamentaba con toda el alma no ser un Águila para
remontar montañas, y se sentía tristísima de ser una Mosca, y por eso volaba
tanto, y estaba tan inquieta, y daba tantas vueltas, hasta que lentamente, por la
noche, volvía a poner las sienes en la almohada.
FIN
Caballo imaginando a Dios
Augusto Monterroso
Un día que el Zorro estaba muy aburrido y hasta cierto punto melancólico y sin dinero, decidió convertirse en
escritor, cosa a la cual se dedicó inmediatamente, pues odiaba ese tipo de personas que dicen voy a hacer esto o
lo otro y nunca lo hacen.
Su primer libro resultó muy bueno, un éxito; todo el mundo lo aplaudió, y pronto fue traducido (a veces no muy
bien) a los más diversos idiomas.
El segundo fue todavía mejor que el primero, y varios profesores norteamericanos de lo más granado del mundo
académico de aquellos remotos días lo comentaron con entusiasmo y aun escribieron libros sobre los libros que
hablaban de los libros del Zorro.
Desde ese momento el Zorro se dio con razón por satisfecho, y pasaron los años y no publicaba otra cosa.
Pero los demás empezaron a murmurar y a repetir "¿Qué pasa con el Zorro?", y cuando lo encontraban en los
cócteles puntualmente se le acercaban a decirle tiene usted que publicar más.
-Pero si ya he publicado dos libros -respondía él con cansancio.
-Y muy buenos -le contestaban-; por eso mismo tiene usted que publicar otro.
El Zorro no lo decía, pero pensaba: "En realidad lo que éstos quieren es que yo publique un libro malo; pero
como soy el Zorro, no lo voy a hacer".
Y no lo hizo.
Source: http://www.ciudadseva.com/textos/cuentos/esp/monte/dinosau.htm
El Conejo y el León
Augusto Monterroso