Heidegger criticó la modernidad por exagerar la importancia del yo humano y la razón, argumentando que el yo está siempre inmerso en un contexto cultural particular. Propuso reemplazar el concepto de yo por el de "Ser-ahí", un ser que existe en un tiempo y lugar específicos. Vivimos vidas inauténticas cuando nos dejamos llevar por las expectativas de "Ellos", la sociedad, en lugar de escuchar nuestra vocación auténtica. Asumir nuestra mortalidad puede ayudarnos a vivir de forma más auténtica, apro
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Heidegger criticó la modernidad por exagerar la importancia del yo humano y la razón, argumentando que el yo está siempre inmerso en un contexto cultural particular. Propuso reemplazar el concepto de yo por el de "Ser-ahí", un ser que existe en un tiempo y lugar específicos. Vivimos vidas inauténticas cuando nos dejamos llevar por las expectativas de "Ellos", la sociedad, en lugar de escuchar nuestra vocación auténtica. Asumir nuestra mortalidad puede ayudarnos a vivir de forma más auténtica, apro
Heidegger criticó la modernidad por exagerar la importancia del yo humano y la razón, argumentando que el yo está siempre inmerso en un contexto cultural particular. Propuso reemplazar el concepto de yo por el de "Ser-ahí", un ser que existe en un tiempo y lugar específicos. Vivimos vidas inauténticas cuando nos dejamos llevar por las expectativas de "Ellos", la sociedad, en lugar de escuchar nuestra vocación auténtica. Asumir nuestra mortalidad puede ayudarnos a vivir de forma más auténtica, apro
Heidegger criticó la modernidad por exagerar la importancia del yo humano y la razón, argumentando que el yo está siempre inmerso en un contexto cultural particular. Propuso reemplazar el concepto de yo por el de "Ser-ahí", un ser que existe en un tiempo y lugar específicos. Vivimos vidas inauténticas cuando nos dejamos llevar por las expectativas de "Ellos", la sociedad, en lugar de escuchar nuestra vocación auténtica. Asumir nuestra mortalidad puede ayudarnos a vivir de forma más auténtica, apro
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CRÍTICA A LA MODERNIDAD Mg.
WALTHER MOLINA SEDANO
CRÍTICA A LA MODERNIDAD DE MARTIN HEIDEGGER Heidegger asumió como propio el proyecto de regresar a la Filosofía al camino correcto, del que consideraba se había desviado a partir de Descartes. El problema de decir que el yo es la única cosa de la que no podemos dudar que existe, y que todo lo demás sólo existe si aparece en el yo, es que se pasa por alto que ese yo no existe en una forma pura, “en el aire”, sino siempre inserto en un tiempo, un espacio y, sobre todo, una cultura particular. En otras palabras, ¿cómo podría ser el yo el terreno sobre el que existirían todas las cosas, si él mismo a su vez siempre está en un lugar, un momento y una comunidad humana determinada? El verdadero “terreno” fundamental serían esos elementos en los que habita el yo: tiempo, espacio y cultura. No hay un yo “puro”; piensa en los varios miles de millones de seres humanos que han pisado durante ya varios milenios nuestro planeta: todos han tenido, tal como tú, un yo, que si bien tiene mucho en común con otros yo, es totalmente único e irrepetible. No hay un yo universal, sino el yo de una mujer china del siglo IX, el de un sacerdote azteca del XIV, el de un soldado británico de 1944, los de tus mejores amigas y amigos… y los de todos los seres humanos que han existido, existen o existirán. El yo del mismo Descartes estaba irremediablemente instalado en una época determinada. En opinión de Heidegger, Descartes erró al considerar su propio yo como representante de todos los yo, sobre todo, porque su forma de pensar, las preguntas filosóficas que se hizo y sus conclusiones reflejan, más que a otra cosa, a la cultura a la que pertenecía. Por ello, Heidegger consideró que era insostenible asumir que los resultados a los que llegó Descartes sean válidos para todos los seres humanos. Darle al YO una posición tan importante no plantea solamente un problema de coherencia o de lógica. Según Heidegger, lo más grave era que con ello se exageraba la importancia del hombre en el mundo: se hacía parecer que el mundo dependía del ser humano. Culturalmente, esta ilusión se traducía en una visión según la cual todas las cosas están al servicio del hombre, o en otras palabras, la naturaleza es antes que nada un recurso para satisfacer las necesidades humanas. A Heidegger le parecía que a causa de la primacía de esta mentalidad, la cultura moderna, en que la técnica y la industria son lo más importante (en la que se dice que una sociedad moderna es una sociedad “industrializada”), se enfrenta no sólo al problema, ante el que cada vez somos más sensibles, de la destrucción de la naturaleza, sino que además priva al ser humano de un verdadero contacto con el SER. Si sólo vemos las cosas como medios para lograr nuestros fines, no las estamos viendo como realmente son. Heidegger consideraba que el arte (y de modo muy especial, la poesía) permitía revelar la verdad de las cosas; la mirada artística, tanto la de quien la crea como la de quien lo aprecia, es la única oportunidad que tiene el hombre para entrar a una verdadera relación con el Ser, al margen de sus necesidades y proyectos. Porque la mentalidad técnica considera todo como herramienta o como recurso, y, si bien es indispensable e inevitable, se interpone entre nosotros y el Ser. Heidegger estimó que era necesario inventar un nuevo concepto para pensar sobre lo que es el ser humano de un modo más realista y preciso; y más adecuada que el concepto del yo. Heidegger llamó al hombre el “Ser-ahí” (traducción de Dasein, palabra alemana compuesta: da (ahí) + Sein (ser) = Dasein, “Ser-ahí”). Consideró que esa expresión resumía: que el hombre existe, (es parte del Ser) pero no en el Ser en abstracto, sino siempre en un tiempo, un lugar y una cultura específicos; es decir, siempre es en un ahí determinado. Una de las características más importantes del Ser- ahí es que es el único ser que se pregunta: ¿qué es el Ser? Es decir, es algo así como la parte del Ser que puede conocer al Ser, a condición de, entre otras cosas, ir más allá de la mentalidad técnica. Heidegger dice que el estado básico del Ser-ahí es el cuidado, o preocupación (Dasein als Sorge), es decir, la inquietud por el futuro. Heidegger es uno de los pocos filósofos que se han esforzado por hacer partir su Filosofía de la situación real, de la experiencia cotidiana de las mujeres y los hombres de carne y hueso, no de las sensaciones o las ideas, que consideraba ser abstracciones a las que sólo se accede tras complicados esfuerzos que requieren aislarse del mundo para “pensar”. Por eso su influencia ha ido más allá de la Filosofía, hasta los terrenos de las Ciencias Sociales y la Psicoterapia. Otra característica del Ser-ahí es que no elige el ahí de su existencia. Ninguno de nosotros eligió venir al mundo, ni en qué época histórica hacerlo, ni a qué país, ni de qué padres nacer. Heidegger dice que cada uno de nosotros simplemente fue “arrojado” al mundo, a una cultura particular. Para Heidegger el modo de ser del hombre (Ser-ahí), está determinado en gran medida por la cultura a la que pertenece. Piensa como “se” piensa en su medio social, cree las mismas cosas que todos los demás, reacciona casi igual ante las mismas circunstancias, le gusta y desaprueba lo mismo que a la mayoría. El Ser-ahí vive sumergido en lo que Heidegger llamó el “Ellos” (das Man), esa cosa sin rostro, impersonal, que está detrás del “se” de se piensa, se cree, se prefiere, etcétera. (También podríamos pensar en el Ellos como eso a lo que nos referimos cuando decimos “la Gente”: la gente “piensa”, “prefiere”, “cree”, “teme”, etcétera). El Ellos, o la Gente, no es nadie en particular, pero dicta a todos o a casi todos lo que deben pensar, o cómo hacer las cosas. Heidegger advierte que si vivimos en todo según lo que nos dicta el Ellos, viviremos vidas inauténticas, vidas que no son realmente las nuestras. Porque, nuestras opiniones, creencias, aspiraciones y decisiones no son nuestras, sino las del Ellos, las de la Gente. Nos gusta la misma música que a nuestros amigos; queremos estudiar, trabajar divertirnos, tener dinero, amigos, viajar, quizás algún día formar una familia. Pero queremos todo eso porque son las cosas que quieren todos, las cosas que quiere la Gente, y por eso es que nuestra vida es inauténtica, porque en realidad esos deseos no son nuestros. ¿Cómo sería una existencia auténtica? Heidegger no piensa que una existencia auténtica implique deshacerse por completo de todos los deseos “normales”, ni convertirse en un “excéntrico”. Heidegger no fue muy generoso en detallar qué puede hacer un Ser-ahí para alcanzar una existencia auténtica. Heidegger nos deja entrever en dónde comienza el camino que eventualmente puede conducirnos a una existencia auténtica, al decirnos que otra de las principales características del Ser-ahí es que es un Serpara-la-muerte. Esto es: un Ser, el único de que tenemos noticia, que sabe que va a morir, que algún día dejará el Ser y pasará a la Nada. La muerte es lo único que desde un inicio, es nuestro; es decir, no es parte del Ellos. Veamos. Todo lo que hacemos lo puede hacer alguien más. Si elaboramos una silla, seguiremos más o menos los mismos pasos que cualquier otra persona. Hay algo que nadie puede hacer en nuestro lugar, y ese algo es morir. Es decir, cada uno de nosotros tendrá su muerte, y ésta es única e intransferible. Nadie puede morir en lugar de uno. Es lo único que no puede ser del Ellos, sino sólo y exclusivamente del Ser-ahí. Además, sabemos que es inevitable, parte de nuestra condición. Para Heidegger, asumir que somos seres destinados a desaparecer, Seres-para-la muerte, es un paso indispensable para alcanzar una existencia auténtica. Parece sugerir que en ese momento el Ser-ahí comprende la verdad de sí mismo, y por lo tanto se le revelan también sus verdaderas aspiraciones, lo que realmente quiere en la vida. Y esa comprensión de la propia condición, de la certeza de que algún día morirá, motiva al Ser-ahí a aprovechar lo mejor de sí cada uno de sus días, dirigiéndose a donde realmente quiere llegar. Es probable que muchas de sus aspiraciones no cambien, que quiera seguir estudiando, trabajando, divirtiéndose, pero ahora sabrá distinguir si sus deseos son realmente suyos, o más bien son deseos del Ellos. Y llegado el caso, si así le parece necesario, quizás sea capaz de actuar de modo distinto al que el Ellos le dicta. Heidegger dice que al descubrir la certeza de su muerte, el Ser-ahí también descubre sus posibilidades, es decir, esas cosas, esos modos de ser, en que puede convertirse mientras dure su existencia, mientras no le llegue la muerte (para darnos una idea del modo de expresarse de Heidegger, éste define la muerte como “la posibilidad de la imposibilidad”). Entre esas posibilidades se encuentra una muy especial: la vocación. La palabra vocación viene del verbo latino vocare, que significa llamar. Así, la vocación es un llamado, una invitación que el Ser-ahí recibe de su conciencia para convertirse en algo que puede ser. Heidegger añade que escuchar nuestra vocación nos convierte en deudores: vivimos nuestra vocación, si es auténtica, como una deuda con nosotros mismos, con nuestro destino. En nuestra intimidad sabemos si lo que estamos haciendo nos está acercando a lo que podemos y queremos ser, o si estamos desperdiciando nuestro tiempo y energía en cosas que no tienen nada que ver con ello. En este caso, vivimos la experiencia de la culpa. Para Heidegger el primer paso para llegar a ser dueños de nuestra vida es asumir nuestra muerte, apoderarnos de ella. La Filosofía de Heidegger se presenta como un esfuerzo por pensar a la humanidad en armonía con la naturaleza, y a cada persona, cada Ser-ahí, como una realidad frágil, pero de gran dignidad, El comprender que algún día dejaremos de estar en el mundo nos incita a aprovechar cada momento, y a reconocer lo que realmente queremos hacer. Por eso ha sido útil en campos como la Psicoterapia.