1) El documento habla sobre la dimensión cristológica, soteriológica y pneumatológica de la misión. 2) Jesucristo es el primer misionero enviado por el Padre para anunciar el Evangelio y ofrecer la salvación a la humanidad. 3) El Espíritu Santo acompaña a Jesús y la Iglesia en su misión de evangelización para que el mensaje de salvación llegue a todas las culturas y personas.
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1) El documento habla sobre la dimensión cristológica, soteriológica y pneumatológica de la misión. 2) Jesucristo es el primer misionero enviado por el Padre para anunciar el Evangelio y ofrecer la salvación a la humanidad. 3) El Espíritu Santo acompaña a Jesús y la Iglesia en su misión de evangelización para que el mensaje de salvación llegue a todas las culturas y personas.
1) El documento habla sobre la dimensión cristológica, soteriológica y pneumatológica de la misión. 2) Jesucristo es el primer misionero enviado por el Padre para anunciar el Evangelio y ofrecer la salvación a la humanidad. 3) El Espíritu Santo acompaña a Jesús y la Iglesia en su misión de evangelización para que el mensaje de salvación llegue a todas las culturas y personas.
1) El documento habla sobre la dimensión cristológica, soteriológica y pneumatológica de la misión. 2) Jesucristo es el primer misionero enviado por el Padre para anunciar el Evangelio y ofrecer la salvación a la humanidad. 3) El Espíritu Santo acompaña a Jesús y la Iglesia en su misión de evangelización para que el mensaje de salvación llegue a todas las culturas y personas.
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Capítulo V.
LA SORPRESA DE DIOS, EL MISTERIO DE CRISTO.
DIMENSIÓN CRISTOLOGICA, SOTERIOLOGICA Y PNEUMATOLOGICA DE LA MISIÓN DIMENSIÓN CRISTOLÓGICA DE LA MISIÓN
• Jesús, el primer misionero, enviado por el Padre, ungido por el
Espíritu Santo, realizó su ministerio en la tierra entregado al anuncio del Evangelio del Reino, para que los hombres reconocieran el amor del Padre y vivieran la conversión como experiencia de filiación y de fraternidad. • Su filiación eterna se hace carne en la historia y la realiza como entrega constante en favor de los otros, de los más necesitados y menesterosos, participando de los dramas de la historia humana. • Entregando su vida al Padre como sacrificio vence toda violencia fruto del pecado de los hombres. Como víctima inocente, estableció la reconciliación de la Alianza definitiva, y en su Resurrección se hizo fuente de salvación para la humanidad entera. Presente en el Espíritu, alienta a su Cuerpo hasta la recapitulación que tendrá lugar en la Parusía. • La fuente de la misión es, pues, la realidad profunda de Dios Amor que llega a la humanidad. Leemos en la Declaración Dominus Iesus: «En este sentido se puede y se debe decir que Jesucristo tiene, para el género humano y su historia, un significado y un valor singular y único, sólo de Él propio, exclusivo, universal y absoluto. Jesús es, en efecto, el Verbo de Dios hecho hombre para la salvación de todos. Recogiendo esta conciencia de fe, el Concilio Vaticano II enseña que: «El Verbo de Dios, por quien todo fue hecho, se encarnó para que, hombre perfecto, salvara a todos y recapitulara todas las cosas. El Señor es el fin de la historia humana, “punto de convergencia hacia el cual tienden los deseos de la historia y de la civilización”, centro de la humanidad, gozo del corazón humano y plenitud total de sus aspiraciones. Él es aquel a quien el Padre resucitó, exaltó y colocó a su derecha, constituyéndolo juez de vivos y muertos» (GS, 45)» • Su vida y mensaje tienen como objeto ser una epifanía personal del misterio de Dios Amor. • Sus gestos y palabras son manifestación del rostro de Dios. Él mismo se manifiesta como el Camino para llegar a la Verdad y la Vida. Sólo Jesús, como Hijo unigénito del Padre, conoce y ha visto a Dios, y lo que ha visto nos lo ha dado a conocer. • Su vida se transforma en «misión» que consagra todo su ser por el Espíritu enviado por el Padre. Y esta vida misionera es esencialmente trinitaria. Una cristología en clave misionera El misterio de Cristo hay que presentarlo en todas sus dimensiones: • Trascendente • Histórica • Kenótica • Cósmica • Escatológica • Carismática • Liberadora.. Estos contenidos de la fe se han ido expresando en términos culturales.. • La fe cristiana tiene su fundamento en el Misterio de Cristo, como epifanía del misterio Trinitario. • Una cristología eminentemente misionera debe presentar principalmente las realidades y conceptos cristológicos que se relacionan con la evangelización y que urgen a cumplir y vivir el mandato misionero. (cf. AG 3, LG 3, EN c1, Rmi c1). • Una cristología en clave misionera queda abierta a la dimensión salvífica universalista, que debe llegar a todas las culturas y a todos los pueblos. • De este modo se presenta a Cristo en toda su integridad, como base de una evangelización más armónica y dinámica se anuncia el misterio de Cristo (Dios, hombre, Salvador), para hacerlo presente bajos signos salvíficos (sacramentales, eclesiales) y comunicarlo a toda la humanidad ANUNCIAR A CRISTO SALVADOR, DIMENSIÓN SOTERIOLÓGICA DE LA MISIÓN 1. La salvación en las culturas y religiones • En toda experiencia religiosa se siguen unos criterios, una escala de valores y unas actitudes para conseguir o recibir la salvación. • El cristianismo habla de una salvación de una vida nueva en Cristo Redentor. • Las religiones y culturas pueden ser una preparación evangélica, que ya contiene las semillas de la Palabra, por las que el Espíritu Santo hace llegar a la madurez en Cristo (Rmi 28) 2. La peculiaridad de la salvación ofrecida por Cristo • La salvación trazada por los designios de Dios no se reduce a la salvación de un mal concreto, sino que hace entrar en la intimidad divina por Cristo y el Espíritu Santo. • Es, pues, la salvación integral del hombre en toda su totalidad y según los designios de Dios. • Esta salvación es una especial autocomunicación de Dios (Rmi 7), quien se da a sí mismo, sin anular los dones que hay concedido a otras religiones. 3. Cristo único Salvador como Maestro, Sacerdote, Pastor y Siervo • La enseñanza de Cristo, proclamada por su Iglesia misionera, tiene una fuerza salvífica, que procede de él, para bien de toda la humanidad y toda época histórica. • Jesús es el único Salvador como Sacerdote, porque el mismo se hace donación total. • Jesús es el único Salvador como Buen Pastor que asume toda la historia de cada ser humano. • Jesús es el único salvador como Rey que salva… 4. La misión de anunciar la salvación en Cristo • “Es Dios quien viene en persona a hablar de si al hombre y a mostrarle el camino por el cual es posible alcanzarlo” (TMA 6). • “El Hijo de Dios marchó por los caminos de la verdadera encarnación, para hacer de los hombres partícipes de la naturaleza divina” (AG 3). • La misión eclesial brota de las llagas gloriosas de Cristo, patentes a sus discípulos el día de su Resurrección, para comunicarles la fuerza del Espíritu Santo. 5. El anuncio del Reino de Dios • El Reino, en la predicación de Jesús, queda unido indisolublemente a la Buena Nueva. • El Reino que anuncia Jesús se aplica también a un mundo que, sin perder todos sus valores provenientes de la creación y de la primera revelación, debe ser transformado en una nueva creación. • Tres aspectos principales del Reino: es carismático o de gracia; es institucional o comunitario, y es también escatológico. • El Reino indica también la prioridad de las personas sobre las cosas, el primado de la ética sobre la técnica y del espíritu sobre la materia (cf. RH 11) 6. El anuncio y la llamada a la conversión • Entrar en el Reino es don de Dios, que reclama un esfuerzo de conversión y de fidelidad para recibirlo, puesto que sólo los esforzados lo arrebatan. • “La Iglesia está, efectiva y concretamente, al servicio del Reino. Lo está ante todo mediante el anuncio que llama a la conversión” (Rmi 20) • “No podemos predicar la conversión, si no nos convertimos nosotros mismos cada día” (Rmi 47) DIMENSIÓN PNEUMATOLÓGICA DE LA MISIÓN 1. El Espíritu enviado por el Padre y el Hijo • En el misterio trinitario, el Espíritu Santo es la expresión del amor entre el Padre y el Hijo. • Los enviados por Dios recibían, ya en el A.T, la fuerza creativa (ruah) como personificación para realizar una misión (Salah). • La acción del Espíritu en la creación y en la historia apunta al encuentro explícito con Cristo Resucitado. • “Vivimos en la Iglesia un momento privilegiado del Espíritu” (EN 75). • El Espíritu, también presente en la creación desde sus orígenes, fue el autor principal del misterio de la encarnación en el seno virginal de María hecho «por obra del Espíritu Santo», y acompaña a Jesús, ungiéndolo en el bautismo para la misión y la entrega de su vida en la cruz. En la fuerza del Espíritu es resucitado y en su gloria se hace presente como fuente permanente de salvación. Jesús se presenta como el ungido y enviado por el Espíritu, armonizando tres de los aspectos de la misión del profeta: ha sido enviado; con la fuerza y la unción del Espíritu; para anunciar la Buena Nueva a los pobres. Esta misma misión es la que Cristo comunica a los apóstoles, que son enviados con la fuerza del Espíritu para anunciar el Evangelio • «Este Espíritu es el mismo que se ha hecho presente en la encarnación, en la vida, muerte y resurrección de Jesús y que actúa en la Iglesia». Por eso, «todo lo que el Espíritu obra en los hombres y en la historia de los pueblos, así como en las culturas y religiones, tiene un papel de preparación evangélica». Es el mismo Espíritu quien actúa armónicamente en la Iglesia y en la humanidad: «La acción universal del Espíritu no hay que separarla de la peculiar acción que despliega en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia» (Rmi 29) • En efecto, es el Espíritu quien en Pentecostés infunde en la Iglesia apostólica el coraje de la misión, para que mediante el anuncio del Evangelio reconcilie a los pueblos y se haga presente entre todas las razas y culturas. El Espíritu abre los caminos a la misión de la Iglesia y la empuja continuamente a superar todas las barreras y fronteras para establecer una humanidad restaurada conforme a los planes originarios del Padre, hasta que alcance la imagen perfecta del Hijo. En este encuentro, la Iglesia se siente movida por el amor universal de Dios, que nunca abandonó a ninguno de sus hijos, de cualquier época, raza o tradición religiosa. Por eso el cristiano se acerca con confianza al corazón de cada persona concreta, consciente de que el Espíritu llegó antes, y deseoso de acoger sus huellas y acompañarlas hasta la plenitud en Cristo.