Misionología V

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Capítulo V.

LA SORPRESA DE DIOS, EL MISTERIO DE CRISTO.


DIMENSIÓN CRISTOLOGICA, SOTERIOLOGICA Y PNEUMATOLOGICA DE LA MISIÓN
DIMENSIÓN CRISTOLÓGICA DE LA MISIÓN

• Jesús, el primer misionero, enviado por el Padre, ungido por el


Espíritu Santo, realizó su ministerio en la tierra entregado al anuncio
del Evangelio del Reino, para que los hombres reconocieran el amor
del Padre y vivieran la conversión como experiencia de filiación y de
fraternidad.
• Su filiación eterna se hace carne en la historia y la realiza como
entrega constante en favor de los otros, de los más necesitados y
menesterosos, participando de los dramas de la historia humana.
• Entregando su vida al Padre
como sacrificio vence toda
violencia fruto del pecado de los
hombres. Como víctima
inocente, estableció la
reconciliación de la Alianza
definitiva, y en su Resurrección
se hizo fuente de salvación para
la humanidad entera. Presente
en el Espíritu, alienta a su
Cuerpo hasta la recapitulación
que tendrá lugar en la Parusía.
• La fuente de la misión es, pues, la realidad profunda de Dios Amor
que llega a la humanidad. Leemos en la Declaración Dominus Iesus:
«En este sentido se puede y se debe decir que Jesucristo tiene, para
el género humano y su historia, un significado y un valor singular y
único, sólo de Él propio, exclusivo, universal y absoluto. Jesús es, en
efecto, el Verbo de Dios hecho hombre para la salvación de todos.
Recogiendo esta conciencia de fe, el Concilio Vaticano II enseña que:
«El Verbo de Dios, por quien todo fue hecho, se encarnó para que,
hombre perfecto, salvara a todos y recapitulara todas las cosas. El
Señor es el fin de la historia humana, “punto de convergencia hacia
el cual tienden los deseos de la historia y de la civilización”, centro de
la humanidad, gozo del corazón humano y plenitud total de sus
aspiraciones. Él es aquel a quien el Padre resucitó, exaltó y colocó a su
derecha, constituyéndolo juez de vivos y muertos» (GS, 45)»
• Su vida y mensaje tienen como
objeto ser una epifanía personal
del misterio de Dios Amor.
• Sus gestos y palabras son
manifestación del rostro de Dios. Él
mismo se manifiesta como el
Camino para llegar a la Verdad y la
Vida. Sólo Jesús, como Hijo
unigénito del Padre, conoce y ha
visto a Dios, y lo que ha visto nos lo
ha dado a conocer.
• Su vida se transforma en «misión»
que consagra todo su ser por el
Espíritu enviado por el Padre. Y
esta vida misionera es
esencialmente trinitaria.
Una cristología en clave misionera
El misterio de Cristo hay que
presentarlo en todas sus
dimensiones:
• Trascendente
• Histórica
• Kenótica
• Cósmica
• Escatológica
• Carismática
• Liberadora..
Estos contenidos de la fe se han ido
expresando en términos culturales..
• La fe cristiana tiene su
fundamento en el Misterio de
Cristo, como epifanía del
misterio Trinitario.
• Una cristología eminentemente
misionera debe presentar
principalmente las realidades y
conceptos cristológicos que se
relacionan con la evangelización
y que urgen a cumplir y vivir el
mandato misionero. (cf. AG 3, LG
3, EN c1, Rmi c1).
• Una cristología en clave misionera
queda abierta a la dimensión
salvífica universalista, que debe
llegar a todas las culturas y a todos
los pueblos.
• De este modo se presenta a Cristo
en toda su integridad, como base
de una evangelización más
armónica y dinámica se anuncia el
misterio de Cristo (Dios, hombre,
Salvador), para hacerlo presente
bajos signos salvíficos
(sacramentales, eclesiales) y
comunicarlo a toda la humanidad
ANUNCIAR A CRISTO SALVADOR, DIMENSIÓN SOTERIOLÓGICA DE LA MISIÓN
1. La salvación en las culturas y
religiones
• En toda experiencia religiosa se
siguen unos criterios, una escala de
valores y unas actitudes para
conseguir o recibir la salvación.
• El cristianismo habla de una
salvación de una vida nueva en
Cristo Redentor.
• Las religiones y culturas pueden ser
una preparación evangélica, que ya
contiene las semillas de la Palabra,
por las que el Espíritu Santo hace
llegar a la madurez en Cristo (Rmi
28)
2. La peculiaridad de la salvación ofrecida por Cristo
• La salvación trazada por los
designios de Dios no se reduce a
la salvación de un mal concreto,
sino que hace entrar en la
intimidad divina por Cristo y el
Espíritu Santo.
• Es, pues, la salvación integral del
hombre en toda su totalidad y
según los designios de Dios.
• Esta salvación es una especial
autocomunicación de Dios (Rmi
7), quien se da a sí mismo, sin
anular los dones que hay
concedido a otras religiones.
3. Cristo único Salvador como Maestro, Sacerdote, Pastor y Siervo
• La enseñanza de Cristo,
proclamada por su Iglesia
misionera, tiene una fuerza
salvífica, que procede de él, para
bien de toda la humanidad y toda
época histórica.
• Jesús es el único Salvador como
Sacerdote, porque el mismo se
hace donación total.
• Jesús es el único Salvador como
Buen Pastor que asume toda la
historia de cada ser humano.
• Jesús es el único salvador como
Rey que salva…
4. La misión de anunciar la salvación en Cristo
• “Es Dios quien viene en persona a
hablar de si al hombre y a
mostrarle el camino por el cual es
posible alcanzarlo” (TMA 6).
• “El Hijo de Dios marchó por los
caminos de la verdadera
encarnación, para hacer de los
hombres partícipes de la
naturaleza divina” (AG 3).
• La misión eclesial brota de las
llagas gloriosas de Cristo, patentes
a sus discípulos el día de su
Resurrección, para comunicarles la
fuerza del Espíritu Santo.
5. El anuncio del Reino de Dios
• El Reino, en la predicación de Jesús,
queda unido indisolublemente a la
Buena Nueva.
• El Reino que anuncia Jesús se aplica
también a un mundo que, sin perder
todos sus valores provenientes de la
creación y de la primera revelación,
debe ser transformado en una nueva
creación.
• Tres aspectos principales del Reino: es
carismático o de gracia; es
institucional o comunitario, y es
también escatológico.
• El Reino indica también la prioridad
de las personas sobre las cosas, el
primado de la ética sobre la técnica y
del espíritu sobre la materia (cf. RH
11)
6. El anuncio y la llamada a la conversión
• Entrar en el Reino es don de
Dios, que reclama un esfuerzo
de conversión y de fidelidad para
recibirlo, puesto que sólo los
esforzados lo arrebatan.
• “La Iglesia está, efectiva y
concretamente, al servicio del
Reino. Lo está ante todo
mediante el anuncio que llama a
la conversión” (Rmi 20)
• “No podemos predicar la
conversión, si no nos
convertimos nosotros mismos
cada día” (Rmi 47)
DIMENSIÓN PNEUMATOLÓGICA DE LA MISIÓN
1. El Espíritu enviado por el Padre y el Hijo
• En el misterio trinitario, el Espíritu
Santo es la expresión del amor
entre el Padre y el Hijo.
• Los enviados por Dios recibían, ya
en el A.T, la fuerza creativa (ruah)
como personificación para realizar
una misión (Salah).
• La acción del Espíritu en la creación
y en la historia apunta al encuentro
explícito con Cristo Resucitado.
• “Vivimos en la Iglesia un momento
privilegiado del Espíritu” (EN 75).
• El Espíritu, también presente en la creación desde sus orígenes, fue el
autor principal del misterio de la encarnación en el seno virginal de
María hecho «por obra del Espíritu Santo», y acompaña a Jesús,
ungiéndolo en el bautismo para la misión y la entrega de su vida en la
cruz. En la fuerza del Espíritu es resucitado y en su gloria se hace
presente como fuente permanente de salvación. Jesús se presenta
como el ungido y enviado por el Espíritu, armonizando tres de los
aspectos de la misión del profeta: ha sido enviado; con la fuerza y la
unción del Espíritu; para anunciar la Buena Nueva a los pobres. Esta
misma misión es la que Cristo comunica a los apóstoles, que son
enviados con la fuerza del Espíritu para anunciar el Evangelio
• «Este Espíritu es el mismo que se ha hecho presente en la
encarnación, en la vida, muerte y resurrección de Jesús y que actúa
en la Iglesia». Por eso, «todo lo que el Espíritu obra en los hombres y
en la historia de los pueblos, así como en las culturas y religiones,
tiene un papel de preparación evangélica». Es el mismo Espíritu quien
actúa armónicamente en la Iglesia y en la humanidad: «La acción
universal del Espíritu no hay que separarla de la peculiar acción que
despliega en el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia» (Rmi 29)
• En efecto, es el Espíritu quien en Pentecostés infunde en la Iglesia apostólica el coraje de la
misión, para que mediante el anuncio del Evangelio reconcilie a los pueblos y se haga presente
entre todas las razas y culturas. El Espíritu abre los caminos a la misión de la Iglesia y la empuja
continuamente a superar todas las barreras y fronteras para establecer una humanidad restaurada
conforme a los planes originarios del Padre, hasta que alcance la imagen perfecta del Hijo. En este
encuentro, la Iglesia se siente movida por el amor universal de Dios, que nunca abandonó a
ninguno de sus hijos, de cualquier época, raza o tradición religiosa. Por eso el cristiano se acerca
con confianza al corazón de cada persona concreta, consciente de que el Espíritu llegó antes, y
deseoso de acoger sus huellas y acompañarlas hasta la plenitud en Cristo.

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