El documento describe los diferentes aspectos que componen un clima de convivencia escolar adecuado, incluyendo la promoción de relaciones de respeto, la existencia de normas claras y mecanismos de resolución de conflictos, y un entorno seguro libre de violencia física y psicológica.
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El documento describe los diferentes aspectos que componen un clima de convivencia escolar adecuado, incluyendo la promoción de relaciones de respeto, la existencia de normas claras y mecanismos de resolución de conflictos, y un entorno seguro libre de violencia física y psicológica.
El documento describe los diferentes aspectos que componen un clima de convivencia escolar adecuado, incluyendo la promoción de relaciones de respeto, la existencia de normas claras y mecanismos de resolución de conflictos, y un entorno seguro libre de violencia física y psicológica.
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El indicador Clima de convivencia escolar considera las
percepciones y las actitudes que tienen los estudiantes,
docentes, y padres y apoderados con respecto a la presencia de un ambiente de respeto, organizado y seguro en el establecimiento. Considera las percepciones y las actitudes que tienen los estudiantes, docentes, y padres y apoderados en relación con el trato respetuoso entre los miembros de la comunidad educativa, la valoración de la diversidad y la ausencia de discriminación en el establecimiento. Además, considera las percepciones de los estudiantes respecto del cuidado del establecimiento y el respeto al entorno. Un ambiente de respeto se caracteriza por la prevalencia de relaciones de buen trato y valoración mutua entre los diferentes miembros de la comunidad educativa. En esta atmósfera predomina la tendencia a escucharse, a apreciar las diferencias y a establecer vínculos de confianza, colaboración y apoyo. Estas relaciones de respeto no solo abarcan lo interpersonal, sino que también se extienden al medio ambiente y al establecimiento. Considera las percepciones que tienen los estudiantes, docentes, y padres y apoderados sobre la existencia de normas claras, conocidas, exigidas y respetadas por todos, y del predominio de mecanismos constructivos de resolución de conflictos. Además, considera las actitudes que tienen los estudiantes frente a las normas de convivencia y su transgresión. Un ambiente organizado es aquel que cuenta con normas, procedimientos y rutinas que facilitan la vida en común. Para que estas normas operen, deben ser claras, conocidas por todos y aplicadas de forma justa. Asimismo, un ambiente organizado se caracteriza por el uso de mecanismos constructivos de resolución de conflictos, que permiten abordar las diferencias sin la imposición de la fuerza. Considera las percepciones que tienen los estudiantes, docentes, y padres y apoderados en relación con el grado de seguridad y de violencia física y psicológica al interior del establecimiento, y sobre la existencia de mecanismos para prevenir y actuar ante la violencia escolar. Además, considera las actitudes que tienen los estudiantes frente al acoso escolar y a las situaciones que afectan la integridad física o psicológica de las personas. Un ambiente seguro se caracteriza por ser un contexto en el que se previenen las situaciones de violencia física y psicológica y se actúa ante ellas, y donde la comunidad educativa se siente protegida y los estudiantes pueden estudiar y aprender con tranquilidad. En síntesis, un clima de convivencia adecuado facilita el desarrollo integral de los estudiantes, al promover el bienestar de los niños y jóvenes, el aprendizaje de aptitudes necesarias para vivir en sociedad y el aprendizaje académico. .
Los establecimientos destinan tiempo a elaborar e
implementar un plan de acción para la formación y la convivencia, el que define objetivos concretos, establece acciones transversales para ser implementadas por los profesores en diferentes asignaturas, y determina programas y actividades específicas para desarrollar en instancias destinadas a ello. Los establecimientos estimulan y exigen cotidianamente que los estudiantes respeten las normas básicas de cortesía y civilidad (como saludar, agradecer, pedir por favor, disculparse y no hablar mal de otros), que se preocupen de los demás (por ejemplo, ofrecer ayuda o acoger al que está solo), y que los adultos del establecimiento sean un ejemplo de respeto y buen trato. Asimismo, corrigen las descalificaciones y faltas de respeto, sean estas leves o de mayor gravedad. Los establecimientos implementan sistemáticamente acciones que promueven el valor de la diversidad. Por ejemplo, llevan a cabo actividades en las que pueden aportar los miembros de la comunidad educativa que tienen intereses y habilidades diversas, organizan actividades para mostrar diferentes culturas y puntos de vista, seleccionan lecturas o películas para generar empatía y tolerancia, y reflexionan sobre los prejuicios y la discriminación. Además, se preocupan de que los adultos del establecimiento modelen actitudes de respeto y valoración de la diversidad, y de que corrijan decididamente cualquier tipo de discriminación. Los establecimientos definen de forma explícita las normas que regulan las relaciones entre los distintos actores de la comunidad educativa, así como las medidas disciplinarias y formativas asociadas a su incumplimiento. Asimismo, plasman estas normas y medidas en el manual de convivencia, las difunden entre la comunidad educativa y revisan su sentido con los estudiantes y apoderados. Los establecimientos corrigen a los estudiantes cuando transgreden las normas de convivencia y evitan ignorar las faltas. Esta corrección se lleva a cabo de manera formativa: señalan la conducta que es inadecuada en lugar de criticar a la persona; analizan con los alumnos lo ocurrido, las acciones alternativas aceptables y las medidas reparatorias; les comunican la sanción haciéndoles saber que todos los estudiantes son tratados de igual modo, y les transmiten de manera positiva las expectativas de cambio. Los establecimientos implementan acciones concretas que contribuyen a que los estudiantes desarrollen habilidades para resolver los conflictos. Para esto, les enseñan a ponerse en el lugar del otro, a autorregular los impulsos y emociones, a distinguir diferentes vías de abordar las diferencias, a llegar a acuerdos, a expresar con claridad sus puntos de vista, a reconocer las propias responsabilidades, entre otros. De la misma manera, los adultos del establecimiento actúan acorde con estos principios. Los establecimientos definen e implementan rutinas y procedimientos para regular ciertas actividades y situaciones cotidianas como la entrada y salida de clases, los atrasos, las interrupciones a las clases, las pruebas atrasadas y la recuperación de cosas perdidas, entre otros. Los establecimientos implementan acciones dirigidas a resguardar la seguridad de los estudiantes. Para esto, los monitorean en los distintos momentos y lugares de la jornada escolar, aseguran una supervisión adecuada en los espacios más vulnerables, cuentan con un control estricto de los ingresos y egresos de los alumnos y de personas ajenas, reparan a la brevedad la infraestructura que puede poner en riesgo a los estudiantes, e implementan sin dilación los protocolos de acción ante señales de abuso o acoso sexual, entre otros. Los establecimientos implementan estrategias para crear conciencia de los efectos del bullying, fomentar el respeto a la diversidad, fortalecer la responsabilidad de los espectadores, crear lazos de confianza, establecer medios de denuncia y promover la idea de que informar acerca de los casos de bullying es una conducta responsable y no la de un “soplón”. Asimismo, corrigen constantemente el acoso escolar, toman medidas formativas con los alumnos que lo ejercen, entregan ayuda a las víctimas y aplican una encuesta anónima a los estudiantes para monitorear la incidencia de bullying. Los profesores establecen relaciones de confianza con los estudiantes y explicitan que pueden recurrir a ellos en caso de ser amenazados, agredidos o presentar otro tipo de dificultades. En este sentido, los docentes se acercan a los alumnos cuando observan problemas, son receptivos cuando estos recurren a ellos, son discretos con la información personal que manejan, conversan con los estudiantes antes de actuar frente a un problema que estos han manifestado en forma privada, y proceden de manera oportuna y asertiva ante situaciones de riesgo o de vulneración, entre otros.