El Espíritu Del Renacimiento
El Espíritu Del Renacimiento
El Espíritu Del Renacimiento
En sus manos, sostiene al Niño (con corona y aureola, también), que con la mano derecha parece
querer bendecir y con la otra mano sostiene el libro de los evangelios.
Estas dos imágenes están centradas y son más grandes que las otras imágenes que aparecen en
su entorno.
Trono y corona: realeza de María, su dominio al ser Madre de
Dios.
Aureola: su santidad.
Al sostener al Niño: dignidad única (ese niño es Dios).
La mano que bendice: el sacerdocio supremo de Jesús.
El evangelio en la mano: su misión al hacerse hombre y su poder
para cumplir la voluntad de Dios.
Todo un conjunto de símbolos, perfectamente establecidos para recordar a los fieles los
contenidos fundamentales de la fe cristiana. Un catequesis pictórica a la que se subordina
la composición: posturas forzadas, facciones esquemáticas e irreales, colores netos y sin
matices… Hay belleza, sin duda, pero predomina el afán didáctico, sin que preocupe lo
más mínimo la falta de realismo.
En la Madonna del XVI, observamos
algunos de los símbolos, pero ya no
constituyen lo esencial, sino añadidos,
sin que la forma, volúmenes y colores
estén a su servicio.
Al pintor renacentista –con la misma fe,
tal vez, que el medieval- le interesa
pintar, sobretodo, una mujer hermosa,
según los rasgos de la época (incluso
puede haber tomado a una mujer real
como modelo).