Principio de Legalidad
Principio de Legalidad
Principio de Legalidad
COMAR]
Por último alega que, contrariamente a lo afirmado en la decisión apelada, las cuestiones
articuladas contra el acto administrativo y la resolución del juez de ejecución que lo confirma
son netamente jurídicas, al vincularse directamente con las garantías constitucionales que
entiende vulneradas y cuyo control judicial por parte del a quo encuentra amparo en lo
dispuesto en el artículo 3 de la ley 24.660. Por lo tanto, considera que el criterio de la Cámara
de Casación se apoya en una interpretación distorsionada de las normas -arts. 491 y 493
C.P.P.- a tal punto que conduce a su derogación, en la medida que da por satisfecha la revisión
del acto administrativo con la actuación del juez de primera instancia cuya resolución no podría
ser susceptible de impugnación, no obstante hallarse esa vía legalmente prevista.
III
En primer término, atento las constancias de notificación de fojas 160 vta. y 164, no puedo
pasar por alto la manifiesta extemporaneidad con que aparece deducida esta presentación
directa, circunstancia que autoriza a su desestimación por las razones que seguidamente
expondré.
Ha señalado V.E. en más de una oportunidad que los reclamos de quienes se encuentran
privados de su libertad, más allá de los reparos formales que pudieran merecer, deben ser
considerados como una manifestación de voluntad de interponer los recursos de ley (Fallos:
308:1386; 310:592 y 1934; 311:2502; 314:1909). También admitió en tales supuestos
presentaciones extemporáneas e informales al sostener que era de equidad y aún de justicia,
apartarse del rigor del derecho para reparar los efectos de la ignorancia de las leyes por parte
del acusado o del descuido de su defensor (Fallos: 5:549).
Sin embargo, entiendo que en el sub judice no se presenta ninguna de las situaciones de
excepción sobre las que se sustentó esa doctrina. En efecto, tal como surge de las constancias
del legajo indicadas, tanto la defensa oficial como Romero Cacharane fueron notificados de la
denegatoria del recurso extraordinario el 23 de junio y el 15 de julio de 1998, respectivamente,
articulando éste último la presente queja in forma pauperis recién el 7 de septiembre del
mismo año, sin que pueda inferirse de autos o se haya alegado por el detenido o su defensa los
impedimentos concretos para excederse por más de un mes y medio en el plazo establecido en
el artículo 282 del Código Procesal Civil y Comercial (Fallos: 302:1333).
Por lo tanto, considero que admitir en el sub judice la tardía presentación de fojas 170,
implicaría desconocer que los plazos procesales y el régimen de preclusión resultante de
aquellos tienen por fin reglar la forma en que se llegará a una decisión definitiva y con carácter
de certeza, lo que sería imposible alcanzar ante la incertidumbre provocada por la indefinida
posibilidad del detenido -por el sólo hecho de encontrarse en esa situación- de poder impugnar
la decisión que había adquirido firmeza y por la que se rechazó el recurso extraordinario
oportunamente deducido (conf. Fallos: 313:711 y 320:854).
IV
Sin embargo, en el supuesto que V.E. no compartiera ese criterio y decidiera soslayar el
óbice formal señalado que, insisto, resulta suficiente para desestimar sin otra consideración el
presente recurso de hecho, opino que tampoco debe acogerse el planteo realizado contra el
pronunciamiento que se ataca, con base en la doctrina de la arbitrariedad.
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Pienso que ello es así pues, sin dejar de reparar que la cuestión que en este sentido el
recurrente intenta someter a consideración de V.E. se vincula con la apreciación por parte del
a quo acerca de los temas comprendidos en la apelación a los efectos de determinar su
competencia, aspecto cuya revisión resulta por regla, atento su naturaleza procesal, ajena a esta
instancia de excepción (Fallos: 306:94; 307:474, entre otros), tampoco advierto que el apelante
haya realizado una crítica exhaustiva respecto de uno de los argumentos relevantes en los que
se sustenta el auto denegatorio (fs. 156/160), relacionado con el recurso ante la Cámara Federal
correspondiente con fundamento en lo dispuesto en el artículo 75, párrafo segundo, de la ley
24.121.
Por tal motivo, al carecer también la queja del debido fundamento tendiente a demostrar su
procedencia, se impone su rechazo (Fallos: 302:517; 304:331; 311:134 y 2338).
Buenos Aires, 15 de febrero de 2000.
EDUARDO EZEQUIEL CASAL
Buenos Aires, 9 de marzo de 2003.
Vistos los autos: "Recurso de hecho deducido por H. A. Romero Cacharane en la causa
Romero Cacharane, H. A. s/ ejecución penal", para decidir sobre su procedencia.
Considerando:
que mal podría esperarse una resolución judicial para luego valorar si cabe o no la sanción
administrativa. Consideró que debía separarse el proceso penal que se le sigue al interno con
todas sus garantías constitucionales, del hecho reprimido en la penitenciaría provincial, por
cuanto no correspondía dejar pendiente una sanción hasta tanto la justicia se expida". Señaló
además que no cabía cuestionar que lo que dice la autoridad penitenciaria sea falso, pues no
existen elementos que indiquen que a Romero Cacharane se lo quiere perjudicar por esa
causa, no podemos quitarle credibilidad a la autoridad penitenciaria y que quede pendiente de
resolución esa situación (fs. 99/102).
3°) Que la asistencia técnica del condenado interpuso recurso de casación, con fundamento
en la inobservancia y errónea aplicación de la ley sustantiva -ley 24.660- y por violación a las
garantías de la defensa en juicio y debido proceso legal -arts. 18 de la Constitución Nacional, 8°,
apartado segundo, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos y 91 de la ley
24.660- al homologar la sanción disciplinaria sin que el interno haya podido efectuar su
descargo (fs. 104/108).
4°) Que la Sala II de la Cámara Nacional de Casación Penal declaró mal concedido el recurso
de casación con sustento en que: a) las cuestiones "...relacionadas con la función de control
penitenciario, de competencia originariamente administrativa excepcionalmente resultan
recurribles ante el juez de ejecución"; b) cuando éstas sean apelables lo serán en el interior del
país ante las cámaras federales y en la Capital Federal ante la cámara nacional (arts. 18 de la ley
24.050 y 75 de la ley 24.121); c) y que las acotadas cuestiones de naturaleza netamente jurídica
que resuelve el juez de ejecución no estaban sujetas a embate casatorio a no ser que se
encontraran vinculadas con el título ejecutivo de la condena (art. 491 del Código Procesal
Penal de la Nación).
5°) Que la defensa de Romero Cacharane interpuso recurso extraordinario, a lo expuesto en
el recurso de casación sintetizado en el considerando 3°, agregó que el pronunciamiento del a
quo es arbitrario, por cuanto realizó una interpretación distorsionada del art. 491 del Código
Procesal Penal -que autoriza exclusivamente por medio del recurso de casación a revisar lo
decidido por el juez de ejecución- a tal punto que lo derogó. Agrega que lo resuelto supone
denegación de justicia y, en consecuencia, la violación de la defensa en juicio y debido proceso
legal que ampara la doble instancia pues "...importa la sustracción de toda especie de revisión
posterior..." y "...la supresión de la función jurisdiccional de los magistrados en su más amplio
alcance...". También señala que al dar por satisfecha la revisión del acto administrativo con la
actuación del juez de ejecución, pese a que éste contenía graves vicios invalidantes, viola la
garantía prevista en el inc. h del art. 8 del Pacto de San José de Costa Rica (fs. 125/151).
6°) Que si bien los agravios del recurrente se remiten a cuestiones de derecho procesal, como
lo es el alcance de los requisitos de admisibilidad del recurso de casación, corresponde hacer
excepción a tal principio cuando, como en el caso, la solución adoptada no constituye una
derivación razonada de las normas vigentes y ello afecta el derecho de defensa en juicio y
debido proceso del recurrente (doctrina de Fallos: 324:4123, considerando 5°).
7°) Que la negativa del a quo de habilitar la vía casatoria, con sustento en diferenciar
cuestiones administrativas de cuestiones jurídicas responde a una concepción anacrónica de la
ejecución de la pena en la que la relación de sujeción especial del condenado con el Estado se
da dentro de un ámbito "administrativo" donde no existe delimitación de derechos y
obligaciones de modo que todo queda librado a la discrecionalidad del Estado (Borja Mapelli
Cafferana en "Las relaciones especiales de sujeción y el sistema penitenciario". Revista de
estudios penales y criminológicos, t. XVI (1993), págs 282/325. Universidad Santiago de
Compostella, España).
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infracción como disciplinaria y no como penal, evitar que se tuvieran en cuenta los preceptos
fundamentales de los artículos 6 y 7" (referidos a garantías, las garantías en el proceso penal).
Agregó que si bien no ignoraba "que en el ámbito penitenciario hay razones de hecho y
políticas que justifican un régimen disciplinario especial; por ejemplo, consideraciones de
seguridad y de orden, necesidad de reprimir la mala conducta de los presos con toda la rapidez
posible...no obstante...la justicia no puede detenerse a las puertas de las cárceles" (Caso: TEDH
"Campbell y Fallo", sentencia del 28 de junio de 1984. Derechos y garantías de quien está en
prisión. Tribunal Europeo de Derechos Humanos, Jurisprudencia 1984-1987 Ed. Cortes
Generales, España).
13) Que, el Superior Tribunal Constitucional Español, tiene dicho que "los principios
inspiradores del orden penal son de aplicación, con ciertos matices, al derecho administrativo
sancionador, dado que ambos son manifestaciones del ordenamiento punitivo del Estado...y
por ello...los principios esenciales reflejados...en la Constitución como los derechos de
defensa, a la presunción de inocencia y a la actividad probatoria...adquieren especial relevancia
en las sanciones disciplinarias impuestas a internos penitenciarios, porque es claro que la
sujeción especial de un interno en un establecimiento penitenciario no puede implicar la
eliminación de sus derechos fundamentales" (STC: 127/1996; 120/1990 y 97/1995).
14) Que en el mismo sentido la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos señaló que
aunque determinados derechos de los condenados pueden ser disminuidos por las exigencias
del encierro, al prisionero no se lo despoja de la protección constitucional por cuanto "no hay
una cortina de hierro trazada entre la Constitución y las prisiones de este país". Por ello
rechazó la aserción de la autoridad penitenciaria -representada por el Estado- de que las
sanciones disciplinarias impuestas dentro de la cárcel no contaban con la protección de la
cláusula constitucional del debido proceso y de otros derechos del mismo rango. Agregó que si
bien la misma naturaleza del "debido proceso" niega cualquier concepto de procedimiento
inflexible universalmente aplicable a cada situación imaginable, en el caso debía buscarse un
adecuado equilibrio entre los derechos del prisionero y las necesidades y exigencias de
seguridad. Consideró que el interno tenía derecho a que antes de que se le imponga una
sanción disciplinaria fuera informado por escrito de los cargos que se le imputan, en qué
pruebas se sustentaba y a realizar su descargo, y a que cualquier medida de prueba que éste
propusiese y no fuera aceptada debía fundarse su impertinencia, falta de necesidad o los
riesgos que presentaba en el caso concreto. Agregó que cualquier procedimiento más flexible
era incompatible con la cláusula del debido proceso (Wolff v. McDonnell; 418 US 539, 1974).
También ha señalado que el confinamiento en una celda de aislamiento está sometido al
escrutinio de la octava enmienda de la Constitución que prohíbe aplicar castigos crueles
(Wilson v. Seuter, 501 US 294, 1991) y especialmente todo lo relacionado con el tiempo de
confinamiento y en las condiciones en que se impone (Hutto v. Finney, 437 US 678, 1978).
15) Que, finalmente, en cuanto a nuestra Corte si bien se le han presentado planteos
vinculados con el alcance de diversos derechos de los presos tales como: de la defensa en juicio
(Fallos: 242:112; 282:153), a aprender (Fallos: 316:1870), a recibir visitas (Fallos: 303:256;
308:2563), a un adecuado tratamiento médico cuando estaba en juego la salud (Fallos:
305:1453; 317:282) y a que los jueces no aceptaran mecánicamente la calificación de la
autoridad penitenciaria sobre la conducta del recluso y que tenía incidencia determinante sobre
la concesión de la libertad (Fallos: 312:891). En la mayoría de esos casos se consideró que la
vía procesal intentada no era la idónea o se limitó a convalidar la autoridad penitenciaria para
resolverlas.
Pero aquel pensamiento que coloca al preso como sujeto de todos los derechos previstos en
la Constitución también ha sido proclamado por este Tribunal. En efecto en el año 1995 en el
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motivo de las posibles imperfecciones técnicas de su instrumentación legal, toda vez que ellos,
como servidores del derecho para la realización de la justicia, no deben prescindir de la ratio
legis" (Fallos: 310:149, 500, 572, entre otros). El pronunciamiento impugnado ha desconocido
tal regla de interpretación de la ley transformando en letra muerta lo prescripto por el
legislador.
19) Que igualmente inaceptable es la conclusión del a quo referente a que las limitadas
cuestiones judiciales que le tocan resolver al juez de ejecución no serían apelables ante la
cámara de casación sino ante otros tribunales. Cabe recordar que esta Corte tiene dicho que de
"un examen en conjunto de las normas relativas a los jueces surge, en primer lugar, que contra
las resoluciones que adopte el juez de ejecución sólo procederá el recurso de casación, según
lo dispuesto por el art. 491 del Código Procesal Penal de la Nación. Este principio sólo
reconoce excepción en la disposición del art. 24 inc. 1 del código de rito que atribuye
intervención a la cámara de apelaciones respectiva en los recursos interpuestos contra las
resoluciones de los jueces de ejecución para los casos de suspensión del proceso a prueba (art.
515), situación aplicable a las resoluciones adoptadas por el juez de ejecución del tribunal oral
federal en el interior del país (art. 75, segundo párrafo, de la ley 24.121)" (Fallos: 317:1440).
Tal como se señaló en esa oportunidad, el "...cuadro normativo no deja dudas acerca de que
la Cámara Nacional de Casación Penal constituye una jurisdicción de revisión de las decisiones
de los jueces de ejecución de la capital y del interior del país...con la única excepción
mencionada" (considerando 6°, énfasis agregado).
20) Que, por otra parte, cabe tener presente que el recurso de casación es un instrumento
operativo de la garantía prevista en el inc. h del punto 2 del art. 8 de la Convención Americana
sobre Derechos Humanos. En efecto, la Comisión Interamericana ha señalado que un aspecto
esencial derivado del debido proceso es el derecho a que un tribunal superior examine o
reexamine la legalidad de toda sentencia jurisdiccional que resulte en un gravamen irreparable
a una persona, o cuando ese gravamen afecte los derechos y libertades fundamentales.
También agregó que "el derecho previsto en el artículo 8.2.h requiere la disponibilidad de un
recurso que al menos permita la revisión legal, por un tribunal superior, del fallo y de todos los
autos procesales importantes" (Caso 11.137, Informe 55/97, CIDH/OEA/ser/L/V/II.97).
21) Que de todo lo expuesto surge que contrariamente a lo sostenido por el a quo las
cuestiones planteadas en el sub lite, estaban sometidas a control judicial del juez de ejecución y
al doble conforme a través del recurso previsto en el art. 491 del Código Procesal Penal. Por
otra parte, todo lo referente a la proporcionalidad de la sanción disciplinaria así como al
procedimiento llevado a cabo para su imposición, constituían cuestiones vinculadas
directamente con puntos regidos por nuestra Constitución, a la ley 24.660 y a las normas de
derecho internacional dentro de las cuales ésta se encuentra inserta por decisión del legislador
al sancionarla.
En tales condiciones, el pronunciamiento impugnado al omitir pronunciarse sobre cuestiones
fundamentales para la resolución del caso está desprovisto de fundamentación suficiente para
tenerlo como un acto jurisdiccional válido y consecuentemente corresponde su descalificación.
Por ello, habiendo dictaminado el señor Procurador Fiscal, se hace lugar a la queja, se declara
procedente el recurso extraordinario y se deja sin efecto la sentencia apelada. Hágase saber,
acumúlese al principal y devuélvase a la Cámara Nacional de Casación Penal para que, por
quien corresponda, se dicte nuevo pronunciamiento de acuerdo con lo aquí decidido.
ENRIQUE SANTIAGO PETRACCHI (según su voto) - CARLOS S. FAYT (según su voto) -
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el juez de ejecución del tribunal oral federal en el interior del país (art. 75, segundo párrafo, de
la ley 24.121)" (conf. Fallos: 317:1440).
6°) Que tal como se señaló en esa oportunidad, el cuadro normativo no deja dudas acerca de
que la cámara de casación constituye una jurisdicción de revisión de las decisiones de los jueces
de ejecución de la capital y del interior del país, con la única excepción mencionada.
7°) Que ello no podría ser de otro modo, dada la significación que la ejecución de una pena
tiene dentro de nuestro ordenamiento jurídico. Ella no es otra cosa que la "realización del
derecho material" cuando éste conduce a la aplicación de un castigo (conf. Schmidt, Eberhard,
"Los fundamentos teóricos y constitucionales del derecho procesal penal", Ed. Bibliográfica
Argentina, Buenos Aires, 1957, págs. 23 y sgtes.). La distinción que se pretende establecer
entre planteos que hacen al "título ejecutivo de la condena" y a la "forma de cumplimiento de la
condena", y que deja a estos últimos fuera del recurso de casación, desnaturaliza la evidente
intención de la ley 24.660 de "judicializar" la ejecución de las penas privativas de libertad, al
someterla, en todas sus modalidades, al permanente control judicial (art. 3°, ley cit.).
8°) Que en tanto la ejecución de la condena penal es la aplicación efectiva del derecho penal,
la forma concreta en que ella es llevada adelante es la "aplicación de la ley sustantiva" y,
consecuentemente, materia propia de casación (art. 456, inc. 1°, Código Procesal Penal de la
Nación). En tales condiciones, la dogmática distinción entre las decisiones del juez de
ejecución que hacen al "título ejecutivo de la pena" o aquellas que son meramente
"reglamentarias", carece de sustento legal y sólo tiene por finalidad restringir indebidamente la
vía recursiva de los condenados en contra del derecho específicamente acordado por la ley de
rito.
9°) Que, como se ha señalado acertadamente, es posible sostener, incluso, que el objeto
mismo de las decisiones de los jueces de ejecución hace que éstos tengan carácter
administrativo (conf. Ferrajoli, Luigi, "Derecho y razón. Teoría del garantismo penal", ed.
Trotta, Madrid, 1995, pág. 408). Pero el carácter "administrativo" de sus decisiones no significa
-como parece entenderlo la cámara-, ni mucho menos, que se trate de una categoría "menor",
que no merece ser casada. Pues el hecho de que muchas de las disposiciones de la ley 24.660
puedan ser calificadas de "administrativas" no constituye, sin más ni más, un argumento para
excluirlas del ámbito de control del recurso casatorio, en la medida en que se encuentran
afectados los derechos de los condenados amparados no sólo por la ley 24.660 -que
complementa las disposiciones del Código Penal- sino también por la Constitución Nacional.
10) Que, por ello, el art. 3° de la ley 24.660 establece que el sentido de la institución del juez
de ejecución es garantizar el cumplimiento de las normas constitucionales y los tratados
internacionales ratificados por la República Argentina. En este sentido, es irrelevante si la
lesión de los derechos constitucionales del condenado se produce a través del "título ejecutivo
de la condena" o de decisiones "meramente administrativas". Como sea que se produzca la
violación de tales garantías, ella habilitará la competencia de esta Corte y, previamente, la de la
cámara de casación conforme lo resuelto por este Tribunal in re "Giroldi" (Fallos: 318:514). En
efecto, en dicho precedente el Tribunal, junto a la argumentación fundada en el art. 8, ap. 2°,
inc. h, de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, fundó su decisión en la
salvaguarda de la inserción institucional de la cámara de casación en el ámbito de la justicia
federal, respetando así "...el sentido del establecimiento de órganos judiciales 'intermedios' en
esa esfera, creados para cimentar las condiciones necesarias para que el Tribunal satisfaga el
alto ministerio que le ha sido confiado sea porque ante ellos pueden encontrar las partes la
reparación de los perjuicios irrogados en instancias anteriores, sin necesidad de recurrir ante la
Corte Suprema, sea porque el objeto a revisar por ésta ya sería un producto seguramente más
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elaborado (Fallos: 308:490, considerando 5°, con cita del Diario de Sesiones de la Cámara de
Senadores, período de 1901, Congreso Nacional, Buenos Aires, 1961)" (considerando 13).
11) Que, en tales condiciones, a través de la creación de categorías vacías, el a quo ha
prescindido de las normas legales aplicables al caso y ha producido un cercenamiento indebido
del derecho de la recurrente a producir la revisión de la decisión que la perjudicaba, lo cual
descalifica el fallo de la cámara como acto jurisdiccional válido conforme la doctrina sobre
arbitrariedad de sentencias.
Por ello, habiendo dictaminado el señor Procurador Fiscal, se hace lugar a la queja, se declara
procedente el recurso extraordinario y se deja sin efecto la sentencia apelada. Hágase saber,
acumúlese al principal y devuélvase a la Sala II de la Cámara Nacional de Casación Penal para
que, por quien corresponda, se dicte nuevo pronunciamiento de acuerdo con lo aquí decidido.
ENRIQUE SANTIAGO PETRACCHI.
4°) Que los postulados de la ciencia del derecho penal actual tendientes a un control total de
la ejecución penal por parte de los órganos jurisdiccionales (conf. Roxin, Claus, Derecho
Procesal Penal, ed. del Puerto, 2000, § 57, A y B, pág. 501 y sgtes.) han sido plenamente
recogidos por nuestro ordenamiento jurídico (en tal sentido ver exposición de los senadores
Quinzio y Agúndez en el debate parlamentario con motivo de la sanción de la ley 24.660,
Antecedentes Parlamentarios, 1997 - A, La Ley, págs. 127 y 130). Este principio llamado de
"judicialización" significó, por un lado, que la ejecución de la pena privativa de la libertad, y
consecuentemente, las decisiones que al respecto tomara la autoridad penitenciaria debían
quedar sometidas al control judicial permanente, a la par que implicó que numerosas
facultades que eran propias de la administración requieran hoy de la actuación originaria del
juez de ejecución. Estas modificaciones respondieron fundamentalmente a la necesidad de
garantizar el cumplimiento de las normas constitucionales y los tratados internacionales
respecto de los condenados, criterio que no es más que un corolario de aquellos principios que
procuran garantizar que "el ingreso a una prisión, en tal calidad [de condenado], no despoj[e] al
hombre de la protección de las leyes y, en primer lugar, de la Constitución Nacional" (voto de
los jueces Fayt, Petracchi y Boggiano en Fallos: 318: 1894).
5°) Que, a su vez, este control judicial permanente durante la etapa de ejecución tiene como
forzoso consecuente que la vigencia de las garantías constitucionales del proceso penal se
extienda hasta su agotamiento. En efecto, si la toma de decisión por parte de los jueces no se
enmarca en un proceso respetuoso de las garantías constitucionales del derecho penal formal y
material, la "judicialización" se transforma en un concepto vacío de contenido, pues el control
judicial deja de ser tal.
6°) Que entre esas garantías constitucionales se encuentra, sin lugar a dudas, la del derecho a
la revisión judicial. Sobre el particular esta Corte ha señalado en Fallos: 317:1440 in re "Quiles"
que "de un examen conjunto de las normas relativas a los jueces de ejecución surge, en primer
lugar, que contra las resoluciones que adopte el juez de ejecución sólo procederá el recurso de
casación, según lo dispuesto por el art. 491 del Código Procesal Penal de la Nación. Este
principio sólo reconoce excepción en la disposición del art. 24 inc. 1 del código de rito que
atribuye intervención a la cámara de apelaciones respectiva en los recursos interpuestos contra
las resoluciones de los jueces de ejecución para los casos de suspensión del proceso a prueba
(art. 515), situación aplicable a las resoluciones adoptadas por el juez de ejecución del tribunal
oral federal en el interior del país (art. 75, segundo párrafo, de la ley 24.121)". De lo expuesto
sólo cabe colegir que el recurso de casación es el único previsto para impugnar decisiones
como las del sub examine.
7°) Que, por el contrario, construir el sistema de recurso en la etapa de ejecución examinando
una pretendida "naturaleza jurídica" de los distintos tipos de resoluciones carece de toda
fundamentación. La distinción entre decisiones que hacen al "título ejecutivo de la condena" o
cuestiones "netamente jurídicas" -como aquellas pasibles de ser casadas- por un lado y
"reglamentarias" -no pasibles de ser recurridas en casación- por otro, es meramente dogmática y
carente de sustento legal, toda vez que el a quo no determina sobre qué base elabora la
clasificación adoptada. Tales asertos exigían del tribunal la obligación de asumir cuáles eran las
características definitorias divergentes que harían subsumir la decisión en uno u otro grupo.
Merced a su omisión, la distinción se redujo a un producto del mero voluntarismo judicial.
Por otra parte, aquellos casos que impliquen una alteración fundamental en el contenido
cualitativo o cuantitativo de la pena jamás podrían integrar categorías diferentes. En efecto,
estos casos exigirían siempre un proceso imbuido de todas las garantías, entre las que se
incluyen el derecho a que el fallo judicial pueda ser recurrido ante un tribunal superior.
Tampoco conmueve esta conclusión el hecho de que se trate de una "competencia
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Por ello, oído el señor Procurador Fiscal, se hace lugar a la queja, se declara procedente el
recurso extraordinario y se deja sin efecto la sentencia apelada. Hágase saber, acumúlese al
principal y devuélvase a la Sala II de la Cámara Nacional de Casación Penal para que, por
quien corresponda, se dicte nuevo pronunciamiento de acuerdo con lo aquí decidido.
CARLOS S. FAYT.
Considerando:
1°) Que la Sala II de la Cámara Nacional de Casación Penal declaró mal concedido el recurso
de casación interpuesto por la defensa de H. A. Romero Cacharane contra la decisión del juez
integrante del Tribunal Oral en lo Criminal n° 2 de Mendoza que, en ejercicio de las funciones
de juez de ejecución, había confirmado la sanción de quince días ininterrumpidos en celda de
aislamiento del pabellón máxima seguridad de la penitenciaría provincial. Dicho
pronunciamiento motivó el remedio federal cuya denegación dio origen a la presente queja.
2°) Que para así decidir el a quo afirmó que las resoluciones que no se vinculan con el título
ejecutivo de la condena sino con la ejecución de la pena y se hallan ligadas por reglamentos
penitenciarios, no son susceptibles de embate casatorio. Añadió que resultaban ajenas a la vía
intentada las materias de control penitenciario, de competencia administrativa, que sólo son
recurribles en determinados supuestos ante el juez de ejecución, cuyas decisiones son
susceptibles de apelación en algunos casos en los términos del art. 18 de la ley 24.050.
3°) Que el art. 3 de la ley 24.660 establece: "La ejecución de la pena preventiva de libertad, en
todas sus modalidades, estará sometida al permanente control judicial. El juez de ejecución o
juez competente garantizará el cumplimiento de las normas constitucionales, los tratados
internacionales ratificados por la República Argentina y los derechos de los condenados no
afectados por la condena o por la ley".
4°) Que como recordó el Tribunal en Fallos: 318: 1894 -voto de los jueces Fayt, Petracchi y
Boggiano- el ingreso a una prisión, en tal calidad, no despoja al hombre de la protección de las
leyes y, en primer lugar de la Constitución Nacional. "Los prisioneros son, no obstante ello,
'personas' titulares de todos los derechos constitucionales, salvo las libertades que hayan sido
constitucionalmente restringidas por procedimientos que satisfagan todos los requerimientos
del debido proceso (Procunier v. Martínez, 416, U.S. 396, 428, voto del juez Douglas, William
O.)".
5°) Que el art. 1 de la ley 24.660, en armonía con los tratados internacionales (art. 9.3 del
Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos y art. 5.6 del Pacto de San José de Costa
Rica) dispone que la finalidad de la pena privativa de la libertad es lograr que el condenado
adquiera la capacidad de comprender y respetar la ley, procurando su adecuada reinserción
social. El art. 2, por su parte, prescribe que el condenado podrá ejercer todos los derechos no
afectados por la condena o por la ley y las reglamentaciones que en su consecuencia se dicte.
6°) Que es en función de aquellos principios que la ley establece un continuo sistema de
control judicial de la ejecución de la pena a fin de salvaguardar garantías de rango
constitucional. En consecuencia, le asiste al condenado el derecho de recurrir cualquier acto
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lesivo de tales garantías (arg. art. 8.2.h del Pacto de San José de Costa Rica), pues ellas no se
reducen al proceso previo a la imposición de la pena sino que se extienden al cumplimiento de
ésta.
7°) Que al sancionar la citada ley, el Estado cumplió el deber que le impone la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (arts. 1.1 y 2) de adoptar las medidas necesarias para
remover los obstáculos que puedan existir para que los individuos puedan disfrutar de los
derechos que la Convención reconoce. En este sentido, la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, consideró que es "deber de los Estados parte de organizar todo el aparato
gubernamental y, en general, todas las estructuras a través de las cuales se manifiesta el ejercicio
del poder público, de manera tal que sean capaces de asegurar jurídicamente el libre y pleno
ejercicio de los derechos humanos" (OC 11/90, parágrafo 23). Es que cuando la Nación ratifica
un tratado que firmó con otro Estado, se obliga internacionalmente a que sus órganos
administrativos, jurisdiccionales y legislativos lo apliquen a los supuestos que ese tratado
contemple, siempre que contenga descripciones lo suficientemente concretas de tales
supuestos de hecho que hagan posible su aplicación inmediata.
8°) Que este Tribunal señaló en Fallos: 317:1440 que de un examen conjunto de las normas
relativas a los jueces de ejecución surge, en primer lugar, que contra las resoluciones que
adopte el juez de ejecución sólo procederá el recurso de casación, según lo dispuesto por el art.
491 del Código Procesal Penal de la Nación. Dicho principio sólo reconoce excepción en la
disposición del art. 24, inc. 1 del código de rito que atribuye intervención a la cámara de
apelaciones respectiva en los recursos interpuestos contra las resoluciones de los jueces de
ejecución para los casos de suspensión del proceso a prueba (art. 515), situación aplicable a las
resoluciones adoptadas por el juez de ejecución del tribunal oral federal en el interior del país
(art. 75, segundo párrafo, de la ley 24.121).
9°) Que, asimismo, se expresó en dicho precedente que el citado cuadro normativo no deja
dudas acerca de que la Cámara Nacional de Casación Penal constituye una jurisdicción de
revisión de las decisiones de los jueces de ejecución de la capital y del interior del país -el
miembro del tribunal oral federal que las ejerza- con la única excepción mencionada.
10) Que de dicha doctrina se sigue que el recurso de casación es la única vía de impugnación
idónea contra resoluciones como la que se cuestiona en el sub judice.
11) Que, en efecto, como se expresó en Fallos: 318:514, dicha solución permite "cumplir
acabadamente los compromisos asumidos en materia de derechos humanos por el Estado
Nacional a la vez que salvaguarda la inserción institucional de la Cámara Nacional de Casación
Penal en el ámbito de la justicia federal y respeta el sentido del establecimiento de órganos
judiciales 'intermedios' en esa esfera, creados para cimentar las condiciones necesarias para que
el Tribunal satisfaga el alto ministerio que le ha sido confiado sea porque ante ellos pueden
encontrar las partes la reparación de los perjuicios irrogados en instancias anteriores, sin
necesidad de recurrir ante la Corte Suprema, sea porque el objeto a revisar por ésta ya sería un
producto seguramente más elaborado (Fallos: 308:490; considerando 5° con cita del Diario de
Sesiones de la Cámara de Senadores, período de 1901, Congreso Nacional, Buenos Aires,
1961)".
12) Que, en las condiciones señaladas, la distinción que hizo la cámara entre las resoluciones
que hacen al título ejecutivo de la pena y aquellas de índole reglamentaria o administrativa no
constituye un fundamento válido para desestimar el recurso, pues esa línea argumental soslaya
que se hallaba implicada la tutela de derechos humanos de rango superior.
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Por ello, oído el señor Procurador Fiscal, se declara procedente la queja y el recurso
extraordinario interpuestos y se deja sin efecto la sentencia apelada. Vuelvan los autos al
tribunal de origen a fin de que, por quien corresponda se dicte un nuevo fallo con arreglo al
presente. Agréguese la queja al principal. Notifíquese y remítase. ANTONIO BOGGIANO.
oral federal en el interior del país (art. 75, segundo párrafo, de la ley 24.121)" (Fallos:
317:1440).
El cuadro normativo no deja dudas acerca de que la cámara de casación constituye una
jurisdicción de revisión de las decisiones de los jueces de ejecución de la capital y del interior
del país independientemente de la excepción señalada.
5°) Que la posible violación de garantías constitucionales que surgen del sub judice -se centra
fundamentalmente en el derecho de defensa y que el juez de ejecución está obligado a
controlar-, habilitaría la futura competencia de este Tribunal, toda vez que "la Corte, como
cabeza suprema del Poder Judicial de la Nación, no puede permanecer indiferente a
situaciones que por su gravedad, pueden llevar a que el modo en que se hacen efectivas las
detenciones durante el proceso o la ejecución de las penas, revista el verdadero carácter de una
condena accesoria que no corresponda a las aplicadas en las sentencias que emanan de este
Poder Judicial, ni a la pena establecida por ley para el delito de que se trata" (Fallos: 310:2412).
6°) Que la reforma constitucional de 1994 ha conferido jerarquía constitucional a varios
acuerdos internacionales (art. 75, inc. 22, segundo párrafo), entre ellos la Convención
Americana sobre Derechos Humanos que en su art. 8°, párrafo 2°, inc. h, dispone que toda
persona inculpada de delito tiene derecho de recurrir del fallo ante juez o tribunal superior.
7°) Que el derecho a la revisión judicial, cuya jerarquía constitucional ya no presenta dudas,
en modo alguno puede perder su vigencia durante la etapa de ejecución de la pena, pues
sostener lo contrario implicaría afirmar que las garantías constitucionales del proceso penal no
se extienden hasta su agotamiento, siendo que las mismas no se reducen al proceso previo a la
imposición de la pena sino que se extienden al cumplimiento de ésta. En esa línea de
pensamiento expresó el Tribunal -si bien referido al derecho de inviolabilidad de la
correspondencia- que el ingreso a una prisión no despoja al hombre de la protección de las
leyes y, en primer lugar de la Constitución Nacional. Los prisioneros son, no obstante ello,
"personas" titulares de todos los derechos constitucionales, salvo las libertades que hayan sido
constitucionalmente restringidas por procedimientos que satisfagan todos los requerimiento del
debido proceso (Fallos: 318: 1894). En función de ello, cabe colegir que contra resoluciones
como la que se cuestiona en el sub judice, el recurso de casación constituye la vía de
impugnación idónea.
8°) Que el art. 3 de la ley 24.660 establece que: "La ejecución de la pena privativa de libertad,
en todas sus modalidades, estará sometida al permanente control judicial. El juez de ejecución
o juez competente garantizará el cumplimiento de las normas constitucionales, los tratados
internacionales ratificados por la República Argentina y los derechos internacionales ratificados
por la República Argentina y los derechos de los condenados no afectados por la condena o
por la ley".
El Poder Ejecutivo al enviar al Congreso de la Nación el proyecto de la ley 24.660 expresó
que "el texto propiciado recoge los preceptos constitucionales en la materia, los contenidos en
los tratados y pactos internacionales y las recomendaciones de congresos nacionales e
internacionales, particularmente las emanadas de los realizados por las Naciones Unidas sobre
Prevención del Delito y Tratamiento del Delincuente, la legislación comparada más avanzada y
diversos anteproyectos nacionales"; y agregó que la finalidad de la ley era "revalidar los actos
objetivos que deben guiar la ejecución de la pena privativa de libertad [y] la garantía de
legalidad en su ejecución..." (Antecedentes Parlamentarios, Tomo 1997-A, Ed. La Ley, págs.
63/64, parágrafos 6° y 8°).
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9°) Que cabe recordar que la primera regla de interpretación de las leyes es dar pleno efecto a
la intención del legislador (Fallos: 302:973), y la primera fuente para determinar esa voluntad
es la letra de la ley (Fallos: 299: 167), así como que los jueces no deben sustituir al legislador
sino aplicar la norma tal como éste la concibió (Fallos: 300:700); las leyes deben interpretarse
conforme el sentido propio de las palabras que emplean sin violentar su significado específico
(Fallos: 295:376), para todo lo cual se deben computar la totalidad de sus preceptos de manera
que armonicen con el ordenamiento jurídico restante y con los principios y garantías de la
Constitución Nacional (Fallos: 312: 111, considerando 8°).
10) Que el principio fundamental de la ley de ejecución penal, en cuanto establece su
judicialidad, requiere una interpretación amplia a la hora de extender el principio de legalidad
y la garantía de la jurisdicción a la etapa de ejecución. En consecuencia, efectuar una distinción
entre decisiones que hacen al título ejecutivo de la condena de aquellas que se refieren a la
forma de su cumplimiento, para negar a éstas la posible impugnación por vía del recurso de
casación, desnaturaliza la evidente intención de la ley 24.660 -en particular de su art. 3°-.
11) Que en efecto, la diferencia con que pretende obtener sustento el fallo en crisis en base a
la naturaleza jurídica de los distintos tipos de resoluciones constituye una afirmación dogmática
carente de toda fundamentación. Ello es así, toda vez que, independientemente de que se trate
de cuestiones netamente jurídicas (como aquellas pasibles de ser casadas) o reglamentarias (no
pasibles de ser recurridas por vía de casación), lo cierto es que implican una alteración en el
contenido cualitativo y/o cuantitativo de la pena, forman parte de la aplicación de la ley
sustantiva y resultan materia propia de casación (art. 456, inc. 1° del Código Procesal Penal de
la Nación). Consecuencia lógica de ello, es que su tratamiento debe estar imbuido de todas las
garantías del proceso penal.
12) Que sentado lo anterior, unido a lo resuelto por esta Corte in re "Giroldi" (Fallos:
318:514), el previo conocimiento por parte de la Cámara Nacional de Casación Penal como
órgano judicial intermedio, resulta ineludible pues su intervención posibilita la reparación de
los perjuicios irrogados en instancias anteriores sin necesidad de recurrir ante la Corte
Suprema, o porque el objeto a revisar por ésta ya sería un producto seguramente más
elaborado (Fallos: 308: 490, considerando 5°).
13) Que en tales condiciones, el pronunciamiento del a quo ha producido un cercenamiento
indebido al derecho del recurrente a obtener la revisión judicial de la decisión que considera
adversa, lo cual descalifica el fallo de la Cámara Nacional de Casación Penal como acto
jurisdiccional válido, conforme la doctrina sobre arbitrariedad de sentencias.
Por ello, habiendo dictaminado el señor Procurador Fiscal, se hace lugar a la queja, se declara
procedente el recurso extraordinario y se deja sin efecto la sentencia apelada. Hágase saber,
acumúlese al principal y devuélvase a la Sala II de la Cámara Nacional de Casación Penal para
que, por quien corresponda, se dicte un nuevo pronunciamiento de acuerdo con lo aquí
decidido. ADOLFO ROBERTO VAZQUEZ