Psicoanálisis y Derecho Penal

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Rev. Asoc. Esp. Neuropsiquialrla. Vol. IV. N. 01/.

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Psicoanlisis y derecho penal

Dieter SPAZIER
rendir homenaje a Sigmund no basta con adornar su tumba. Cuadra mejor a su herencia, y resulta ms til para el tema que nos ocupa, el refle xionar con entera franqueza sobre su es pritu que permanece vivo. Precisamente en aquellos mbitos en que FREUD no sen t una teora preestablecida, limitndose a la concisa descripcin e interpretacin provisional de hallazgos no obstante no tables, procedi segn la tradicin tico cientfica del pensador emprico. En ella radica su grandeza y con harta frecuencia nuestra mengua. Una exgesis estrecha de FREUD y precipitadas generalizaciones tericas, que no sin razn se han atrado el reproche de ser acientficas y estar tei das de ideologa, amenazan con asfixiar esas experiencias y ese pensamiento prs tinos. Y por esta razn, un psicoanlisis autocrtico, venciendo a menudo grandes dificultades -y, sobre todo, expuesto al riesgo de que caiga sobre l la sospecha de renegar de sus esencias - tiene que desbrozar el camino del retorno a FREUD. Mas ste viene a coincidir con el camino de vuelta hacia un intelecto que obliga a la ciencia a cumplir con las condiciones de empirismo y pragmatismo. Pido que no se me considere como enemigo de la teora. Pero mi tema de las relaciones entre psicoanlisis y justicia pe nal me da derecho a poner paradigmtica mente de relieve este punto dbil del de sarrollo postfreudiano y, sobre todo, del psicoanlisis aplicado. De momento, caFREUD,

Para

be dejar sin respuesta el interrogante de si, tcticamente, es o no conveniente que el psicoanlisis que acta en pblico adopte una provocadora actitud obstruc cionista y de nadar contra la corriente. Ahora bien, la situacin se hace crtica cuando semejante incongruencia resulta forzosamente de la teora y, por ende, ca recera de alternativa. La teora psico analtica debe incluir su aplicabilidad, ad mitir formas variables de aplicacin aco modadas a la prctica y, por lo dems, conservar su capacidad de ser influida por las experiencias prcticas, es decir, tam bin por eventuales resistencias. Como casi ningn otro campo de apli cacin, incluido el clsico de la psicotera pia, la criminologa y psiquiatra forense constituyen a este respecto la piedra de toque. Precisamente porque FREUD dej al margen de sus estudios este campo de experiencias y prcticamente tampoco se interes por l desde el punto de vista terico -lo que por muchos se considera sorprendente -, est plenamente justifi cado que lo abordemos al modo de FREUD, con los sentidos alertos y entera franqueza. En un texto nico yextraordinariamen te breve (dos pginas y media), de 1915, titulado Los delincuentes por sentimien to de culpabilidad, al que desde enton ces se remite toda la criminologa psico analtica, FREUD, advertido por su amigo, seala que NIETZSCHE fue el primero en percatarse del fenmeno de la inversin

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en el tiempo entre el sentimiento de cul pabilidad y el hecho delictivo. Efectivamente, el analista escptico que era NIETZSCHE se anticip en As ha blaba Zarathustra (1884) al hallazgo em prico de FREUD. Es probable que NIETZ SCHE intuyera incluso algo ms polifacti co y culturalmente ms profundo que el propio FREUD. Veamos qu impresin nos causan al gunos pasajes Del plido criminal, de NIETZSCHE: Escuchad, jueces! Hay otra ve
sania, y esa es anterior al crimen.
Ay, no escarbasteis hasta el fon
do en esa alma!
Su pobre razn no supo compren
der esa demencia ...
y prest odos a su pobre razn:
cual plomo su discurso pesaba so
bre l. .. y entonces rob. No que
ra avergonzarse de su vesania.
y ahora otro plomo, el de su cul
pa, vuelve a pesar sobre l y de
nuevo su pobre razn es tan yerta,
tan inmvil, tan pesada.
Sigo citando: El que ahora enferma, le asalta
el mal. ..
"Enemigo" debis decir, pero no
"malvado"; diris "enfermo", pe
ro no "infame"; "necio" lo llama
ris, pero no "pecador". Y t,
rojo juez, si t quisieras decir en
voz alta cunto has hecho en pen
samientos, todos exclamaran: fue
ra esa inmundicia, ese reptil hen
chido de veneno!
Pero una cosa es el pensamiento
otra el hecho y otra todava la
imagen del hecho. La rueda del
motivo no se mueve entre ellos.
Una imagen hace plido a ese
hombre.
NIETZSCHE conoca no slo el senti miento de culpabilidad preexistente del
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delincuente, al que la interpretacin psi coanaltica calificara despus de neurti co; es evidente que tambin conoca los mecanismos inconscientes de proyeccin y desplazamiento en la figura del juez que castiga y que se vale de la dialctica jurdico-procesal de la enfermedad y del mal para que l mismo no incurra en pena. NIETZSCHE presiente que, al igual que en el escenario del proceso penal, una sociedad de doble moral debe su fun cionamiento a la inmediatez de la locura y la razn. Lo que decide el destino del hombre plido es que el nexo entre pensamiento, delito e imagen del delito queda sin ser elucidado. Cuando una terapia que favorece la comprensin -y el psicoanlisis est en condiciones de hacerlo - retira de sus hombros el pesado plomo de la razn y de la culpa, el enfermo ya no tiene por qu ser malo. Pero la sociedad, es todava posible cuando -lo que el psicoanlisis tambin confa en conseguir- la rueda de la motivacin circula entre el pensa miento, el delito y la imagen de ste? An as FREUD (al que de todos modos slo interesaba el primer aspecto, o sea, el teraputico-individual) formula el muy mo desto pronstico de que slo un limitado nmero de criminales figurar entre los plidos, dejando su identificacin a la investigacin futura. En su escrito Los delincuentes por sentimientos de culpabilidad (1915), FREUD califica expresamente de curiosi dad que el sentimiento de culpabilidad preceda al delito, el que aqul no resulta se de ste sino, al revs, el delito de la conciencia de culpabilidad. Estudi ms a fondo esta curiosidad llegando a la si guiente conclusin: El trabajo analtico produjo el sorprendente resultado de que hechos semejantes se cometan sobre to do por estar prohibidos y porque su ejecu cin llevaba aparejado un alivio para su autor. Este sufra de un opresor senti miento de culpabilidad de origen desco nocido y despus de haber cometido un delito, la opresin ceda. La conciencia de

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culpabilidad por lo menos haba quedado asimilada de algn modo. Con ello, FREUD ha descrito un tipo de conducta criminosa como sntoma de conflictos in trapsquicos no resueltos. Aunque dedujo que ese oscuro sentimiento de culpabili dad procede del complejo de Edipo sien do una reaccin ante los dos grandes pro psitos criminales de matar al padre y te ner trato sexual con la madre, en modo alguno FREUD pretendi con ello sentar una teora psicoanaltica de la delin cuencia. Sin embargo, no deja de ser sugestivo recordar que la fase del complejo de Edi po (en los nios varones y anlogamente del complejo de Electra en las nias, em pleando la terminologa de C. G. JUNG) comprendida entre el tercer y el quinto ao de vida y que es indispensable reco rrer para el desarrollo de la personalidad, representa una teora basada en la inten cin de cometer y evitar (felizmente) los dos crmenes ms graves: el parricidio y el incesto con la madre. Segn la antropolo ga psicoanaltica, el nio, que al nacer es un ser asocial y polimorfamente perverso, tiene que someterse en seguida a esta prueba de fuego. El resultado de la misma decide, en su caso, con qu reservas in trapsquicas son adquiridas las condicio nes necesarias para el desarrollo de es tructuras estables de la personalidad, so bre todo una funcin de supery bien de sarrollada. La teora psicoanalrtica del desarrollo de la personalidad contempla, por lo tan to, la transformacin del hombre -se gn el conflicto bsico, de inspiracin m tica, entre deseo y ley - de un ser natural en un ser aculturado. Aunque la persona que posteriormente ser normal tam bin haya nacido como ser universal mente criminal, ha conseguido reprimir sus pulsiones criminales o bien, como el propio FREUD supona idealistamente, re solver totalmente su complejo de Edipo o sublimarlo (hacindolo integrable en la sociedad). Si esto no se ha logrado, se gn esta teora los restos reprimidos de

aquella precoz proximidad vivencial al cri men implicaran al menos el riesgo psqui co de una recada en comportamientos criminosos. No es mi propsito, ni ste el lugar indi cado, para elucidar el problema de hasta qu punto fue o no decisiva para esta concepcin freudiana de la genealoga psquica del hombre la moral burguesa fi nisecular que opona la naturaleza a la cul tura asignndoles respectivamente los atributos de mala y buena, es decir, la ideologa que abominaba de las pulsio nes y era la imperante en la sociedad esta blecida de aquella poca. La realidad del complejo de Edipo hace mucho -claro est - que ha quedado comprobada empricamente. Y tambin la teora psicoanalrtica de la cultura ha sabi do liberarse de las connotaciones de su poca fundacional. Constituye evidente mente una exageracin la afirmacin oca sional de que el hombre nace como crimi nal y que, para evitar lo peor, es menester incorporarle un freno. Al nacer biolgica mente, el hombre no est completamente desarrollado. Slo despus puede iniciar procesos de aprendizaje social, experi mentar las necesidades planteadas por sus pulsiones y desarrollar formas para su satisfaccin socialmente integradas. La lograda superacin de la situacin edi"pica triangular no se consigue al precio de la represin de los deseos que nacen de las pulsiones, sino que, despus de su reac tualizacin a distinto nivel durante la pu bertad, aquella libera al hombre para ele gir objetos extrafamiliares. Slo cuando la superacin fracasa y, en un sujeto mascu lino, persisten el odio al padre y el impulso de matar, el supery reacciona con senti mientos de culpabilidad que permanecen en el inconsciente, pudiendo entonces re sultar el (neurtico) delincuente por sen timiento de culpabilidad de FREUD. Ahora bien, la presencia de sntomas neurticos en modo alguno tiene que ma nifestarse forzosamente en la comisin fi nal de un delito. Menos lcita todava se ra la deduccin inversa de Gue todo obrar

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delictivo se atiene siempre y con carcter general a este esquema psicodinmico. As pues, la proporcin de delincuentes a los que es aplicable el modelo freudiano del criminal por sentimiento de culpabili dad que busca el delito y el castigo sub siguiente para su alivio, representa slo un porcentaje muy reducido. Sobre todo es inadmisible que todos los delitos de motivacin incierta, especialmente tam bin delitos capitales, sean interpretados como satisfaccin su'stitutiva de pulsio nes reprimidas (como BOHNE lo haca en la dcada de los aos veinte). En la mayora de los delincuentes con caractersticas psicopatolgicas y para las personalidades psicopticas de la psiquia tra tradicional y psicopatologa descripti va, en los que no podan descubrirse con 'flictos internos y que no tenan sentimien tos de culpabilidad ni de remordimiento, no poda recurrirse a una dinmica neur tica como principio de explicacin. En es tos individuos existen defectos del apara to psquico 'filogenticamente ms preco ces, anteriores a la fase edpica, sobre to do un desarrollo insuficiente, o incluso la ausencia, en la formacin del supery (Ren SPITZ, John BOWLBY). Si se han criado en un entorno crimingeno, el su pery puede interiorizar la moral crimi nal vigente en aqul, con lo que se forma el proverbial psicpata delincuente. Franz ALEXANDER y Hugo STAUB (1929) tienen el mrito de haber diferenciado los tipos de delincuentes que pueden distin guirse con arreglo a los criterios psicoana lticos. Como criterio esencial de distin cin aplicaron la naturaleza y medida de la participacin del yo en la comisin del hecho delictivo. Cuando la funcin mode radora del supery es demasiado dbil o falla por completo, el yo se convierte en instrumento del ello y de sus mviles in conscientes. Adems del criminal neurti co (el delincuente por sentimiento de culpabilidad), existen el delincuente normal (con supery criminal) y final mente el hombre primitivo sin supery al que slo puede detener la realidad exte

rior. A estos tipos de delincuentes casi crnicos se les enfrenta el criminal ocasio nal que en condiciones exgenas especia les puede descompensarse y convertirse en delincuente pasional. La tipologa que aqu hemos esbozado a grandes rasgos no constituye sino el es quema bsico de una investigacin .por menorizada todava por realizar, que ha br de perfilar las estructuras regulares de aqulla. Entre sus objetivos figura cierta mente tambin la relevancia, confirmada estadsticamente, de su adscripcin a de terminadas formas del obrar delictivo. Ahora bien, lo hecho hasta aqu no justifi ca el que se pretenda la existencia de una criminologa psicoanaltica sistematizada cientficamente y menos todava la de un psicoanlisis forense independiente, sus ceptible de reemplazar a la psiquiatra cri minal tradicional. Mucho menos que sta, el psicoanlisis ha estudiado los concep tos bsicos de la dogmtica jurdico penal: libre albedro, culpa, sentimiento de culpabilidad. No basta con estar con vencido de la evidencia de la teora propia ni del propio sistema conceptual. El camino del psicoanlisis hacia la sa las de justicia no puede dejar de lado la psiquiatra criminal, por muy anacrnica que sta sea. Ello es inevitablemente as porque, entre otras razones, el psicoanli sis est muy lejos de poder pretender una competencia universal para todos los fe nmenos psicopatolgicos que se presen tan. Porque qu conocimientos suficien temente fundados -sobre todo, basados en la experiencia clnica - tiene en el campo de las llamadas psicosis endge nas, la ciclotimia y esquizofrenia, y en lo que concierne a la epilepsia, las psicosis sintomticas y los psicosndromes orgni cos? Asimismo, carece de los fundamen tos metodolgicos y experimentales para comprender suficientemente y tratar las enfermedades psicosomticas, sobre to do en lo que se refiere a las etapas soma tolgicas alternativas de las mismas. Cuando el enfoque psicoanaltico en psi quiatra resulta inoperante y se repliega o

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incluso se deja arrinconar - por ejemplo, bajo la impresin de la inoperancia tanto terica como prctica de la terapia de las psicosis -, es decir, cuando falta el nece sario dilogo con la psiquiatra como el marco originario de las desviaciones ps quicas en todas sus variantes, es total mente inconcebible el dilogo con la justi cia penal. Ya en la confrontacin de la psiquiatra forense conservadora con la justicia penal se produce un encuentro entre esquemas de pensamiento sobre manera incongruentes entre s. El psicoanlisis practica lo que l repro cha a otras disciplinas: se encierra en s mismo y no admite nuevos hechos y con clusiones instructivos, rehuye el riesgo de revisar su teora cuando los hechos no se ajustan a ella y se convierte innecesaria mente en objeto de burla cuando, con tal de mantener su teora, retrocede a mbi tos de aplicacin circunscritos, a la vez que pretende para s una vigencia global. A qu viene la actitud lacrimgena an te la irreconciabilidad del psicoanlisis con el derecho penal basado en la culpa bilidad, actitud, actualmente dominante, cuando -desde Fritz WITTELS (1928) has ta Amo PLACK (1974) pasando por Paul REIWALD (1948)- el psicoanlisis no se cansa de calificar a la justicia, como cen tinela de la sociedad, de sdica y al juez penal de seudoexacto y violentador de los hechos y de su autor, al dictado de sus propias oscuras necesidades neurti cas, para terminar exigiendo llanamente la supresin del derecho penal mismo co mo una institucin inhumana? El ataque global del psicoanlisis no se limita consecuentemente a la justicia: es la sociedad que castiga la que producira al criminal; segn la teora del chivo ex piatorio reprimira sus propias inclinacio nes criminales proyectndolas sobre el delincuente. Al castigarlo, abusara de l para descargar sus propios afectos in conscientes. De este modo, los impulsos criminales de la sociedad se transforma ran en una agresin jurdicamente inad misible. La misin de la justicia penal con-

sistira en favorecer la transformacin de la autoagresin en heteroagresin me diante la proyeccin de la culpa sobre un grupo de criminales marginados y de gradados. Semejante crtica de la sociedad no pa sa de ser romanticismo social y carece de valor cientfico por su carcter indiscrimi nado. Adems, y sobre todo, no conoce ningn remedio para paliar esta situacin. La jactanciosa oferta, hecha ya hace mu chos aos, de reemplazar la pena por el psicoanlisis no pudo cumplirse ni siquie ra en una mnima parte debido a que los criterios teraputicos del psicoanlisis son extremadamente limitados. Personalmen te, esta postura afectaba a los jueces pe nales que se enfrentaban con el reproche de ser los esbirros de una sociedad crimi nal y a los que se planteaba la exigencia de que en adelante dejaran de castigar a los delincuentes. Este postulado ideal no prevea, bien entendido, ninguna limita cin a delincuentes exculpados o no imputables. Se refera a todo, a la totali dad del orden jurdico-penal al que tena por renunciable. Con semejantes ataques globales de crtica social -que no se suavizaban ni se hacan tolerables con ideas relativas a su posible aplicacin poltica - el psicoanli sis se desacredita a s mismo. A sus repre sentantes individuales los priva de presti gio cientfico y de la oportunidad de que en el proceso penal se recurra a ellos co mo exp'ertos. Cuando decididamente de biera importarle ser aplicado en un campo de la praxis social sobremanera importan te que afecta directa y existencialmente a personas concretas, aporta razones que mueven a volverle la espalda. Para, a pe sar de esto, ser admitido como psicoana lista, se requiere -como en mi caso- la circunstancia especial de estar acredita do, adems y sobre todo, como psiquia tra forense. Para convencer al tribunal, aqul debe reunir en su persona bsica mente la ponderadora amalgama de los principios metodolgicos de ambas disci plinas, que stas, en su conjunto, nos han 377

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dejado a deber hasta nuestros das. Debe invocar el acervo de los conocimientos perdurables avalados por la ciencia, sin que pueda hacer pasar por tales las tcni cas de interpretacin psicoanalticas de sarrolladas teraputicamente, ya que los resultados obtenidos por ellas son sospe chosos de arbitrariedad. Lo que debe pre sentar el experto son hechos claramente comprobados. Las interpretaciones son valoraciones y stas incumben al tribunal. Sin embargo, es posible que las interpre taciones experimentales realizadas en el marco de la exploracin del delincuente, ampliadas por una dimensin de psicolo ga profunda, conduzcan a hallazgos cu yo carcter convincente el tribunal no de jar de reconocer. La aceptacin de los hallazgos obtenidos psicoanalticamente no se consigue embistiendo frontalmente contra la lgica jurdica, categorialmente diferente, y menos aL'1n con la pretensin de que el tribunal cambie sta por los es quemas de pensamiento del psicoanlisis. La situacin es comparable a una situa cin teraputica: de la misma manera que el analista debe hacer aceptables para su paciente las conclusiones a que ha llega do, el experto debe proceder con respec to a las partes y, particularmente, con re lacin al juez. Esto es especialmente apli cable a las conclusiones a que llegue la prctica de las pruebas, formuladas en el correspondiente dictamen, donde en la jerga tcnico-jurdica del proceso penal debe responder a interrogantes que no se plantean en la clnica. Dos diferentes rdenes de pensamien to, lenguajes y antropologas, estigmas de una sociedad dividida en funcin de sus intereses y tareas. Las competencias permanecen separadas, delimitadas unas de otras. Tal vez slo as continen siendo otras. Tal vez slo as continen siendo calculables. Su aproximacin o, incluso, fusin, de ser realmente posibles, no pa recen deseables. El enjuiciamiento ajeno como objeto y la autocomprensin como sujeto obedecen necesariamente a las le yes distintas. El psicoanalista que acta

de experto forense aparece en la funcin del mediador ayudando a resolver el con flicto que se expone en el escenario del juicio. Sin faltar a su misin (contribuir con sus conocimientos tcnicos a la inda gacin de la verdad definida en trminos jurdicos), realiza la tarea hermenutica de ayudar al delincuente a descubrir un sen tido, por un parte, en lo concerniente al delito cometido y, por otra, en lo que se refiere a su papel ante el tribunal. El estudio ms intenso y ms a fondo del delincuente no conduce, claro est, a que con mayor frecuencia, o incluso siempre, se derive de aqul un veredicto de inculpabilidad. Antes bien existe, al menos tendencialmente, el peligro con trario: el de que la comprensin del nexo causal y circunstancial del delito, facilita da de este modo a su autor, de la impre sin de que ste comprende mejor su pro ceder injusto y de ser ms manejable. A ello se aade que esta labor de reconoci miento de su culpabilidad aumenta el de seo de expiacin del delincuente. En una ponencia sobre psicoanlisis y derecho penal no debe quedar sin men cin un punto al que se atribuye cada vez ms importancia: el estudio de la relacin entre el delincuente y su vctima. Espe cialmente los delitos de violencia suelen producirse en un porcentaje notablemen te elevado de casos a resultas de constela ciones relacionales en que los posteriores asociados en el delito (H. J. SCHNEIDER) devienen por su obrar mutuamente pre dispuestos al mismo. Es frecuente que de forma ideal se correspondan con las caractersticas del delincuente y de su vc tima. La posterior calificacin jurdico penal presupone que la relacin anterior (a la comisin del delito) puede verificarse del modo ms fiable posible, sobre todo tambin en lo que se refiere a la eventual contribucin de la vctima al hecho pu nible. En lo concerniente a esta cuestin, el psicoanlisis apenas ha desarrollado un instrumento metodolgico, aunque la psi quiatra criminal al uso, mL:cho menos to

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dava. De lo que se trata es de reconstruir del modo ms minucioso posible la histo ria del desarrollo de una interaccin biper sonal en lo que aqul tiene de dinmico. A este respecto es digno de atencin cuantas reminiscencias de conflictos in fantiles se han ido actualizando en la rela cin de transferencia mutua y, en algunos casos, potencindose hasta llegar a un ni vel insoportable cuando no han sido ela boradas y asimiladas. Son conocidas las relaciones entre personas asociadas por un nexo afectivo que viven materialmente de abrirse mutuamente una y otra vez sus dolorosas heridas y de impedir violenta mente el esfuerzo de represin necesario para sobrevivir. Con la brevedad requerida puedo infor mar sobre un espectacular caso clnico en cuyo eplogo jurdico-penal interviene co mo perito psiquiatra y psicoanalista. Un psiquiatra haba muerto a manos de un antiguo paciente suyo al que haba acogi do en su domicilio como sirviente. Al peri to psiquiatra que vena ocupndose del sumario antes de que yo interviniera en el mismo, el caso le pareca claro. El aspecto victimolgico del drama mortal no le inte resaba. Su diagnstico fue que el autor era un psicpata criminal plenamente res ponsable de sus actos en el aspecto pe nal, cuyo modo de obrar sera tanto ms execrable por haber matado a su mdico y protector. Mi colega, autor de este dic tamen, segua aferrado a esta interpreta cin an despus de que la prctica de las pruebas en el plenario mostrara claramen te que el autor y su vctima estuvieron unidos durante ms de doce aos por una relacin colmada de vicisitudes y, en su fase final, extremadamente ambivalente; ms an, que el psiquiatra vctima del ho micidio, y que repetidas veces haba sido el experto forense de su paciente, haba utilizado a ste a lo largo de diez aos co mo pareja para sus prcticas homosexua les. El paciente, que evidentemente era heterosexual, no se atreva a rechazar las apetencias sexuales de su terapeuta, an helado como padre ideal, por temor a per-

der al padre, pero tambin por el deseo de testimoniarle de esta manera su gratitud. Estas relaciones deban a toda costa mantenerse en secreto. El paciente, que en el transcurso de los aos haba intenta do varias veces rebelarse y escapar, si bien haba regresado una y otra vez, tena que tolerar que fuera tratado como un la cayo. Cuando su amo y terapeuta -se gn todos los indicios, para guardar las apariencias y tranquilizar a su entorno preparaba el casamiento con su secreta ria, esta mujer exigi terminantemente que el paciente desapareciera del domici lio, es decir, que se le expulsara de la mis ma manera que aos atrs le haba echa do de casa su propio y odiado padre. El amo, extremadamente ambivalente y, en el fondo, muy poco deseoso de contraer matrimonio, estaba profundamente dis gustado porque haca tiempo que su cria do y paciente se negaba a acceder a sus deseos sexuales. Cuando por un motivo nimio le grit lleno de clera y le rega, aqullo golpe y lo mat. Poco antes fue el psiquiatra quien haba amenazado a su posterior homicida con que lo matara a tiros. Este relato taquigrfico de la catstrofe relacional, que en realidad fue mucho ms prolija en episodios, bastar para dar una impresin de la tensin y explosividad continuamente crecientes que impulsaron al autor a cometer el homicidio. El tribunal se opuso a mi argumentacin de que, con el mtodo psicoanaltico empleado instru mentalmente, yo dispona frente al psi"' quiatra de un medio de investigacin ms eficaz, pero precisamente esta ven taja fue subrayada despus indirectamen te por el Tribunal Supremo Federal ale mn al pronunciar la casacin de la prime ra sentencia. Mi anlisis relacional someti do al tribunal, en el que se ponderaban de diferente manera las contribuciones res pectivas del autor y de la vctima al delito, tuvo por consecuencia que en el nuevo juicio ordenado por el Tribunal Supremo la pena de reclusin perpetua impuesta primeramente fuese rebajada a la de do ce aos.

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En la disputa metodolgica que tuvo lu gar ante el tribunal, mi colega, un perito forense perteneciente a la antigua escuela psiquitrica, se haba opuesto en nombre de la sacrosanta ciencia a que el psico anlisis se le reconociera rango cientfico. Segn l, no se tratara de una ciencia si no de una ideologa; ya que sus hiptesis tericas, como el inconsciente, el yo, el supery y el ello, seran indemostrables. Las posibilidades de interpretacin seran infinitas porque la parte ms importante de la personalidad se trasladara al incons ciente. En una palabra: al psicoanlisis nada se le habra pedido en las salas de audiencia. El hecho de que el acusado se negara a responder a aquel experto fue valorado positivamente por l: de este modo, al igual que tratndose de extran jeros, pacientes mutistas y personas falle cidas, sera posible una mayor objeti vidad! En el caso relatado, la catstrofe rela cional tena la particularidad de que al mismo tiempo constitua el indicio anun ciador de una catstrofe de transferencia. Era poco menos que obligado que el pro pio proceso psicoanaltico quedase con vertido en criterio de apreciacin y fuese explorado e interpretado en cuanto a los peligros que encerraba. Aunque el psiquia tra vctima del homicidio no era psicoana lista, se haba puesto extraordinariamente en el papel de analista provocando el peli gro mortal por la ausencia prcticamente total de un control crtico de las contra transferencias y ofreciendo al final su propia persona como vctima. Esto, claro est, no poda verlo ni reconocerlo, al ser confrontado con los hechos, el represen tante de una psiquiatra que, a pesar de toda la experiencia acumulada, sigue es tando convencida de que la terapia psi quitrica puede renunciar al psicoanlisis. No estaba dispuesto a admitir una defi ciencia metodolgica por su parte (al ha ber omitido aspectos de psicologa pro funda) ni tampoco a reconocer que la vc tima haba cometido un fatal error. Si se prescinde de la controversia, ms polmi

ca que productiva, entre una psiquiatra criminal anacrnica y un psicoanlisis po co dispuesto a hacer concesiones, queda el hecho de que tampoco el psicoanlisis ha desarrollado hasta hoy una teora rela cional aplicable en criminologa y medici na forense. Slo rara vez le resulta de uti lidad en el proceso penal la comparacin directa con la relacin de transferencia que tambin tericamente se aprehende muy bien. Yeso que, segn mi experiencia, los tribunales de lo penal se muestran muy receptivos cuando se trata de valorar el factor interpersonal, es decir, esa aporta cin al delito que tambin la posterior vc tima del mismo hace a su comisin de re sultas de determinadas conductas y reac ciones en sus relaciones con el autor. Es to, claro est, no facilita el papel de ex perto forense en el sociodrama del proce so penal. Con la introduccin del parme tro victimolgico, la compasin que inspi ra la vctima y su ensalzamiento -ambos fenmenos sobrevienen casi automtica mente- resultan perturbados de la mis ma manera que, en el polo opuesto, la tendencia a satanizar al delincuente. La humanizacin de ambos debilita la volun tad vindicatoria. Me propongo dedicar an en lo que si gue algunas reflexiones al papel ya la fun cin del perito psicoanalista forense en ese sociodrama. La justicia penal personi fica en el contexto total de la sociedad el supery que establece normas y castiga la transgresin de las mismas. El experto fo rense desempea al respecto un papel auxiliar. El juez penal espera de su peritaje ayudas probatorias y para dictar senten cia. Desde la ptica del acusado, el tribu nal de lo penal es parte en el proceso, in cluso su adversario si se quiere. Desde esa misma ptica, el psicoanalista forense es ms bien su abogado, tendencialmente incluso su amigo, siempre que se perfile algo as como un clima de transferencia positiva durante los interrogatorios y el procedimiento sumarial, que frecuente mente constan de varias etapas. El psi

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coanalista forense debe tener conciencia de esto, en un doble sentido: por una par te, con el fin de asegurar que sus declara ciones como experto sean rectamente comprendidas, no debe confundir al tri bunal de lo penal con un auditorio de for macin cientfica, como lo sera, por ejemplo, un congreso de especialistas frente al cual sera lcito pensar y argu mentar tambin en trminos hipotticos, es decir, sin la pretensin de formular pro posiciones de validez definitiva (por ejem plo, en la fase probatoria). El proceso pe nal no es un foro para discusiones cientfi cas. Por otra parte, el psicoanalista que ejerce de perito forense no debe aparecer de ningn modo como parte procesal no neutral que se sita del lado de la defensa y toma partido por el acusado. Desafortu nadamente, esto sucede con harta fre cuencia porque muchos psicoanalistas, prendados sin espritu crtico de su propio sistema (psicoanaHtico) de pensamiento y conceptos, subestiman el esquema de pensamiento y de enjuiciamiento jurdico que no coincide con aquel o hasta lo pier den completamente de vista o incluso, en el peor de los casos, lo emplean desacer tadamente creyendo poder superarlo. Se mejante ingenuidad o arrogancia perjudi can por igual al acusado como al prestigio del psicoanlisis. Una reflexin autocrtica sobre su (leg tima) pretensin de ser aplicado eficaz mente en la sociedad real debe llevar al psicoanlisis a percatarse -ya que ve a la sociedad, en analoga con el aparato ps quico, articulada en instancias, compe tencias y funciones- de que los subsiste mas de esa sociedad real se expresan na turalmente en un lenguaje y esquema de pensamiento que le son propios. El psi coanlisis debe, por expresarlo as, desa rrollar una teora de su aplicabilidad conci biendo amplias estrategias teraputicas sujetas a la limitacin de que los conoci mientos adquiridos en la terapia individual no son simplemente transferibles y que aquel no se encuentra ante un sujeto al

que haya que inducir a una interpretacin autorrevisora. Deben incluirse en esta reflexin auto crtica una escrupulosa evaluacin de la variada experiencia adquirida en la aplica cin jurdico-penal del psicoanlisis y un estudio de los efectos de la intervencin psicoanaltica, que lo mismo puede ser cuestionable y desconcertante como til, aunque en algunos casos tambin no civa. Me doy cuenta de que ni an remota mente puedo exponer aqu de un modo completo este polifactico problema con el que estamos confrontados cuando no slo se trata de comparar teoras diver gentes e incluso incompatibles de la dog mtica jurdico-penal por un lado y el psi coanlisis de otro, sino de la pretensin de completarse y cooperar en la prctica. An as, resumir en forma de tesis, para terminar, aspectos que, hoy por hoy, me parecen ser los ms importantes: Primero: el psicoanlisis tiene como fi nalidad hacer comprender al sujeto los motivos que, si bien determinan su com portamiento y obrar, haban permanecido anteriormente inconscientes para l. Asigna al individuo plenamente el espacio de lo preconsciente o inconsciente, es de cir, un recinto que aquel conoce deficien temente o ignora por completo, que for ma parte de l, pero en el que no logra pe netrar y al que no controla. Apartndose netamente de los concep tos jurdicos de culpabilidad, imputabili dad y responsabilidad jurdico-penal, el psicoanlisis imputa al delincuente haber infringido el derecho y la ley, pero localiza esta imputacin en el inconsciente. Su obrar delictivo no es, por lo tanto, ajeno a su personalidad, sino que, en todo caso, an no est elucidado en lo que se refiere a los mviles criminales inconscientes. El psicoanlisis consume una parte de sus energas necesariamente en una labor encaminada a convencer para impedir que el concepto de homo natura, afn al modelo de pensamiento darwinista, no sea un concepto jurdico en la teora de

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FREUD. Podra resultar ventajoso que, en mayor medida que hasta aqu, el modelo freudiano, claramente positivista en un principio, del ser humano primitivo poli morfamente perverso al nacer -uni versalmente criminal segn STEKEL, el criminal nato de LOMBROSO - fuese asi milado por las ciencias del espritu. A ttu lo de ejemplo -cabra citar otros mu chos- y sin pretender optar por una de terminada corriente de la teora psicoana ltica, me limitar a mencionar a Alice MI LLER (Dussolst nicht merken, trad. alema na Francfort, 1981), que sostiene que en todo caso ya no es necesario ni acertado partir de la hiptesis de que todo hombre, debido a una supuesta disposicin deter minada por su biologa y pulsiones, siente primariamente el deseo criminal del inces to con la madre. Aunque no resulte forzo samente el parricidio real como transposi cin directa de la tragedia de Edipo, s, en cambio, permaneceran la fantasa del mismo y los sentimientos de culpabilidad originados de este modo, los que, por su parte, pueden conducir al crimen. Cuanto una peritacin forense que se vale de argumentos psicoanalticos se atenga ms de cerca en el proceso penal a este modelo, tanto ms compromete al delincuente en lugar de contribuir a su descargo. Porque el juez puede pensar entonces que el delincuente ha rechazado culposamente ese llamamiento educativo que la moral, como principal componente de la cultura, dirige a todo hombre a tra vs de las instancias de la familia, la es cuela, la Iglesia y tambin del derecho, para hacer de aquel un miembro escrupu loso y cumplidor de las leyes de la socie dad. A este respecto, la gran mayora de los no delincuentes puede servir al juez de prueba de que es el infractor individual, y no la sociedad, quien es culpable de ha ber infringido el orden juri'dico. La conclusin que resulta de lo anterior es que ni el criminal nato ni la socie dad criminal constituyen fundamentos tericos vlidos para la actividad del psi coanalista que trabaja como experto fo

rense. Adaptndose una vez ms a los conceptos preestablecidos por la dogm tica jurdico-penal, debe individualizar y diferenciar. Segundo: la justicia penal indaga la cul pabilidad y su objetivo es el castigo. Trata de definir en cada caso la responsabilidad y culpa partiendo del supuesto del libre al bedro. El experto forense deber, en la medida de lo posible, encontrar respues tas directas. Lo que debe comprobar en todo caso es si hay eventuales limitacio nes o incluso una anulacin de la imputa bilidad subjetiva. Debe explotar al delin cuente para determinar si en su personali dad existen motivos exculpatorios. Los efectos de determinadas enfermedades f sicas constituyen tradicionalmente moti vos de esta ndole; as, por ejemplo, en el caso clsico de una atrofia cerebral cuya consecuencia pueden ser actos delictivos de carcter sexual que el sujeto ya no est en condiciones de reprimir o controlar. En lo que se refiere a las enfermedades no f sicas, por ejemplo) las neurosis graves, te niendo en cuenta los criterios masivos aplicados tradicionalmente, no basta, ni alJn remotamente, el argumento de que las motivaciones criminales proceden del inconsciente por lo que estaran sustra das a la persona consciente y, por ende, al control de su voluntad. Tambin los mviles inconscientes son, por principio, controlables. El psicoanalista que ejerce de perito forense debe demostrar convin centemente que - y por qu razones ha fallado en un caso concreto el control del supery, ya sea porque ste est co rrompido y al servicio de una necesidad neurtica de delinquir, ya sea porque es demasiado dbil o ni siquiera est consti tuido o tambin porque, en un ambiente criminal, haya sido educado para actuar segn normas criminales. Para volver al contexto del juicio penal diremos que lo que en el mismo se debate es el castigo y no una terapia. Por muy comprensiva que la justicia se muestre con relacin a las medidas socio-teraputi cas de correccin, contina vigente la es

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tructura bsica del derecho penal fundada en los conceptos de culpa y retribucin. Esto, el psicoanlisis no lo puede anular ni reemplazar. La terapia, con su efecto po tencial de hacer al hombre ms responsa ble dotndole de una mayor capacidad de comprenderse y controlarse a s mismo, tiene su campo de accin fuera del proce dimiento penal. En ste, slo rara vez ad quiere importancia, a saber: cuando pare ce idnea para poner coto a la delincuen cia reincidente. El nmero de personas apropiadas se reduce considerablemente como se sabe, cuando esa idoneidad es juzgada restrictivamente segn criterios de tratabilidad teraputica. Tercero: la meta del psicoanlisis no es el castigo sino la libertad (si se nos permi te utilizar este muy pretencioso concepto en este contexto). En su aplicacin tera putica, el psicoanlisis no busca el casti go sino la liberacin del delincuente incur so en pena a causa de la ignorancia de su propio yo. Se trata de que el individuo se haga ms controlable para s mismo por la comprensin de sus nexos psicodinmi cos y, de esta manera, ms libre en el tra to consigo mismo. Debe conseguir esto tambin por la asimilacin de deseos naci dos de pulsiones que antes estaban repri midos, es decir por la satisfaccin de los mismos en forma calificada, o sea, no de lictiva.
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miento de un sentido, resultado que, en el fondo, es logrado por aqul. Ahora bien, lo anterior en modo alguno coincide con el concepto de verdad de la justicia. Cuarto: es ms que cuestionable la conveniencia de que el psicoanlisis ten ga carcter pblico en el proceso penal. Ahora bien, el dilema consiste en que el proceso penal es pblico como conse cuencia obligada de su autodefinicin. Aqu, pues, el psicoanlisis debe acomo darse forzosamente a otro clima, un tanto spero comparado con el tibio confort de la situacin del divn propia de la terapia. Ms cuestionable todava es, sin embar go, que en la presentacin del dictamen forense hayan de quedar excluidos no s lo el pblico sino tambin el propio acusa do, lo que ocasionalmente se ha reco mendado o sopesado. Se argumenta a este respecto que, confrontado con una verdad, cuyo impacto se produce sbi tamente (es decir, no dosificable ni adap table por la terapia), relativa a su propia interioridad e inconsciente profundo, el acusado puede experimentar un choque y experimentar un dao en su salud ps quica. Esta idea es doblemente alarmante. Por un lado, es impropia del psicoanlisis, porque cmo ste podra llegar a una verdad tan revulsiva sino a travs de su paciente? Este no la comprendera y ni si quiera relacionara con su persona esa pretendida verdad objetiva que le con cierne. El psicoanalista forense se engaara por lo dems si creyese poder obtener una elucidacin explotadora tambin del inconsciente valindose de las actas judi ciales o de cualesquiera indicios objeti vos y, a falta de stos, mediante la obten cin de datos complementarios en el pro pio sujeto sobre el que deba dictaminar. Esto, en todo caso, permitira emitir hip tesis, pero no juicios. El experto forense psicoanalista que procediese de este mo do confundira el concepto psicoanaltico de la verdad con el jurdico, es decir, no

Es sabido que, al proceder as, el psi coanlisis no depende slo de la coopera cin activa del sujeto a analizar. Lo que el anlisis consiga es, a la postre, exclusiva mente un logro del sujeto: su compren sin, que en no pequea parte es tam bin emocional, es lo que asegura el xi to. La psicoterapia psicoanaltica acta por su fuerza hermenutica, por la inter pretacin en el campo de fuerzas dual de la relacin de transferencia promovida y controlada por la terapia. La hermenuti ca e interpretacin constituyen la esencia del psicoanlisis; ste hace posible en el sujeto y por la actividad intervencin del mismo, el establecimiento o restableci-

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verificara ni confirmara mediante el tra bajo analtico con el sujeto la valoracin objetiva ni la apariencia. Un psicoanlisis puesto en escena de este modo sera considerado por el acusa do como un supertribunal particularmente infame, agravado frente a los tribunales penales ordinarios por la dimensin de la imputacin de una culpa psquica o, cuando menos, como un superfiscal. La correspondencia de las instancias in trapsquicas del ello, yo y supery con los conceptos de delincuente, sociedad y tri bunal, vista analgicamente por FOULKES, se pervertira con ello al dejar indefenso al delincuente, privado de su dinmica in trapsquica, y entregarlo a los rganos de punicin. Quinto: el derecho penal fctico -par to del supuesto de que en todo el mundo tiene esencialmente la misma estructura bsica - admite tambin al experto foren se psicoanalista slo en el papel de simple auxiliar. Quiere decir esto que el psico anlisis aplicado tiene que responder en el proceso penal a los interrogantes que se le planteen y traducir a los conceptos y al

lenguaje de la justicia los hallazgos obte nidos con su propio instrumental concep tual. Debe distinguir entre los conceptos de libertad, culpabilidad y verdad en sus vertientes jurdica y psicoanaltica. No de be partir de la base, aplicando un punto de vista positivista, de que slo existe un concepto de libertad, culpa y verdad y que ese es el psicoanaltico. Son cosas diferentes comprender la so ciedad, tener trato con ella y sus rganos, y modificarla. Semejantes distingos no son ajenos al psicoanlisis, pues se des prenden para l de la experiencia acumu lada con el paciente individual. Pero lo que sea la realidad exterior a partir de las vivencias del sujeto individual, se presen ta objetivamente en la forma de estructu ras bastante rgidas. Podemos dar por se guro que el psicoanlisis como poltica se har esperar todava durante mucho tiem po. Mas este sera otro tema y, desde lue go, diferente del mo.
Traduccin del original alemn de Francisco de A. CABALLERO)

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