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01. a. LISCHETTI_Antropologia

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Eudeba

Universidad de Buenos Aires

2- edición: junio de 1998


2- edición, 13 reimpresión: febrero de 2000
2a edición, 2- reimpresión: marzo de 2001

© 1998
Editorial Universitaria de Buenos Aires
Sociedad de Economía Mixta
Av. Rivadavia 1571/73 (1033) Buenos Aires
Tel: 4383-8025 / Fax: 4383-2202
www.eudeba.com.ar

Diseño de tapa: María Laura Piaggio - Eudeba


Corrección y composición general: Eudeba

ISBN 950-23-0815-8
Impreso en la Argentina.
Hecho el depósito que establece la ley 11.723
ni

Mirtha Lischetti
(com piladora)

eudebct
NATURALEZA Y CULTURA
Es necesario contar con la m aterialidad del cuerpo y con los límites bioló­
gicos que para toda vida hum ana, tanto de la especie como del individuo, suponen
la enfermedad, la decrepitud y la muerte. También es necesario entender las
capacidades hum anas como características de la especie, devenidas en el proceso
evolutivo, pero es aquí donde la naturaleza social del hombre se entreteje con su
originaria naturaleza animal.
“En efecto, el hombre es un animal con atributos únicos: el ser completa­
mente erecto, con una espina dorsal de doble curvatura, barbilla prominente, pies
arqueados, que sirven para andar, son —entre otras— características estructura­
les propias (Ver Tapia, Pinotti, Icasate); pero fundam entalm ente es su cerebro (no
sólo mucho mayor sino, sobre todo, funcionalmente más elaborado que el de cual­
quier otro animal) de donde derivan la mayoría de sus características específicas
y exclusivamente humanas. Y es la evolución seguida por el cerebro de los homínidos
lo que nos perm itirá descubrir en qué momento de este proceso las leyes biológicas
resultarán insuficientes ya para completar su explicación”, (Sirkin, A. op. cit.).
En el prim er estadio de la evolución, dominan, únicas las leyes de la biolo­
gía, pero en una segunda etapa, cerebro, mano y órganos vocales se articularán en
el despliegue de una nueva realidad surgida con el hombre: la de la vida social, el
trabajo y la comunicación simbólica. Durante esta segunda etapa los cambios bio­
lógicos se producen bajo la creciente influencia del trabajo y de los intercambios
verbales que esta praxis produce. El hombre crea una nueva dimensión entre él y
la naturaleza, para adaptarse a ella transformándola y esta actuación es necesa­
riam ente social. La dimensión social pasa a ser así condición de su propia super­
vivencia biológica, y presiona selectivamente en la dirección de los cambios más
favorables p ara asegurar su adaptación y reproducción. El hom bre se va
independizando de los cambios biológicos para quedar de m anera exclusiva bajo las
leyes de la sociedad y de la historia. En los últimos milenios las particularidades
biológicas de la especie no se han modificado, o las modificaciones han sido tan
pequeñas que no han repercutido en las condiciones de la vida social. A partir de
un determinado momento, las transformaciones producidas y acum uladas por el
hombre en el curso de la historia, ya no se fijan bajo la acción de la herencia
biológica, sino bajo la forma de fenómenos externos de la cultura, que se transm i­
ten de generación en generación merced a una capacidad exclusiva del hombre: el
lenguaje simbólico.
Cada sujeto aprende a convertirse en hombre. Para vivir en sociedad no le
basta con lo que la naturaleza le dio al nacer, debe asim ilar además lo que la
hum anidad ha alcanzado en el curso de su desarrollo histórico. El hombre crea y
produce, despliega, a diferencia del animal, una acción transformadora. Transfor­

226
m a el medio en el que vive, de acuerdo a sus necesidades; crea objetos capaces de
satisfacerlo y crea medios para producir esos objetos. En este proceso se modifica
a sí mismo y a los demás hombres. Crea relaciones sociales y las transform a,
produciendo modos de actividad específicos, conocimientos, valores, normas, etc.
Cada generación comienza a vivir en un mundo de objetos y fenómenos
creados por las generaciones precedentes, las que le transm iten ese mundo de
significados y objetos culturales, cuya asimilación le perm itirá adquirir aptitudes
y propiedades específicamente humanas. Pero esta asimilación depende a su vez
de una prem isa biológica: el cerebro humano. Lo cual no significa que el psiquismo
esté “contenido” en el cerebro, ni que pueda identificarse actividad psíquica con
actividad nerviosa superior. La actividad nerviosa superior es el sustrato m aterial
que, en interacción con la sociedad y la cultura, hace posible ese mundo de im á­
genes, ideas, anhelos, sentimientos, actitudes, etc. que se denomina psiquismo.
En las últim as décadas, se produce un avance significativo en las investiga­
ciones sobre neurofisiología del sistema nervioso superior. Estas investigaciones
m uestran que las localizaciones de las funciones psíquicas no son centros cerebra­
les innatos y fijados de antemano, sino que se caracterizan por su dinamismo. El
cerebro es pensado como un sistema autorregulador complejo. Los procesos que
constituyen la base de la actividad psíquica se apoyan sobre todo el sistem a fun­
cional de zonas cerebrales que trabajan en forma conjunta, las zonas correspon­
dientes se integran mediante conexiones neuronales y están dotadas de gran
plasticidad por cuanto pueden reemplazarse y complementarse. Pero lo que inte­
resa señalar es que tales sistemas no están preformados desde el nacimiento, sino
que se constituyen en el curso de la vida en sociedad de cada sujeto. El cerebro
responde a una ley biológica de la especie (genéticamente heredado), pero tiene la
capacidad de producir situaciones de carácter funcional (conexiones neuronales
estables) que se establecen según las experiencias que el sujeto va realizando en
y con el medio social, durante su proceso de asimilación a la cultura. E sta asim i­
lación es un proceso de actividad transformadora por el que se van formando los
procesos internos de una vida mental, de la conciencia, de la subjetividad. Todo
sujeto orgánicamente sano nace con la capacidad para organizar y reorganizar
tales conexiones neuronales. Pero si no hay contacto con un medio social, del cual
nutrirse, para form ar las imágenes psíquicas, la capacidad del cerebro no despliega
su potencialidad. El medio socio-cultural (fuente del psiquismo) no es captado por
el sujeto de m anera directa, sino a través de la intermediación hum ana. La cultura
le es transm itida por otros hombres en el marco de las relaciones que establece con
ellos desde su nacimiento. Esta comunicación se realiza por distintas vías, pero la
fundam ental es el lenguaje verbal, que no sólo tiene la función comunicativa, sino
que es el medio a través del cual se forman las imágenes internas del psiquismo.
(Sirkin,A. op. cit.)
Cuando el infante hum ano nace no aporta solam ente las estru ctu ras
psicofisiológicas heredadas, sino que rebasa los límites de la herencia genética. Es
hereditario aquello que se debe a los genes y constitucional, todo aquello que el
infante trae al nacer, pero que no es hereditario. El feto tiene una vida fisiológica
y psicológica intrauterina. Esta vida prenatal es, en parte, función del “medio
m aterno”, es decir del estado físico y fisiológico de la madre, así como de su estado
psicológico.
Los accidentes de parto y las reacciones psíquicas del niño al nacer pueden
corresponder también a los elementos constitucionales dados. Por esto lo constitu­

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cional, desborda lo puram ente hereditario. Paradójicamente, se puede considerar
que los elementos adquiridos “in útero”, forman parte del recién nacido, o sea que
la nurtura contribuye a formar la natura.
Por otra parte, no todas las estructuras que constituyen la “naturaleza”
dada están presentes en el momento del nacimiento. La existencia de estadios de
desarrollo locomotor y lingüístico en el transcurso de la prim era infancia, m uestra
que ciertas formas de conducta no aparecen hasta que la organización muscular,
neurovegetativa y cerebral hacen posible su aparición. Diversas investigaciones
han establecido que es inútil enseñar a caminar a un niño antes del tiempo reque­
rido, porque cam inará a su debido momento; y se podría generalizar esta observa­
ción a la adquisición de todas las conductas relacionadas con la maduración.
Ahora bien, la maduración, por su parte, no brinda más que posibilidades
de acción: la actualización de estas posibilidades es función del ambiente. Las
experiencias m uestran que el adiestramiento es inútil antes de una madurez or­
gánica suficiente, pero que en cierto momento se torna necesaria. La posición
vertical pertenece a la naturaleza del hombre, pero el niño no cam inará si no se
le enseña a caminar.
Vemos, entonces que existe una dificultad para distinguir lo adquirido de lo
dado, ya sea al nacer o en el proceso de maduración. Algo dado existe en todo
sujeto, pero no se trata de una naturaleza acabada. (Filloux, op. cit.)
A diferencia del animal, el hombre puede evocar los objetos ausentes aleja­
dos en el tiempo y en el espacio, por medio de la puesta en m archa de diversos
sustitutos: retratos, esquemas, símbolos, signos, palabras del lenguaje, imágenes
m entales, conceptos. El retrato re-presenta (vuelve a hacer presente) a la persona,
la estatua al dios o al santo, el embajador al jefe de estado, el abogado a su cliente,
el actor al personaje, la cruz al cristianismo, el mapa al país, la palabra, la imagen
m ental o el concepto al objeto. (Paulus: “La función simbólica y el lenguaje”).
Se reemplaza la experimentación efectiva sobre los objetos por la experimen­
tación verbal o mental sobre los signos. Esto se produce por medio de la función
simbólica o representativa.
La capacidad de representación o simbolización es propia de nuestra espe­
cie, el símbolo re-presenta a un objeto. Aunque pueden usarse símbolos de distin­
tos tipos, como vimos en el párrafo anterior, el lenguaje constituye el sistem a de
símbolos convencionales más acabado.
“El lenguaje representa la forma más alta de una facultad inherente a la condición
humana, la de simbolizar. Queremos decir con esto, en un sentido muy amplio, la
facultad de representar lo real por un “signo” y de comprender “signo” como repre­
sentante de lo real y consecuentemente establecer una relación de significación entre
algo del uno y del otro.
*
El lenguaje reproduce la realidad: la realidad es producida de nuevo por una inter­
pretación del lenguaje. El que habla hace renacer, mediante su discurso el suceso y
su propia experiencia de el. El que oye, capta primero, el discurso y por su mediación
el suceso reproducido. Así, el intercambio y el diálogo, situación inherente al uso del
lenguaje, confiere al acto del discurso una doble función: para quien habla, reproduce
la realidad; y recrea esta realidad para quien escucha. De esta forma, el lenguaje se
hace instrumento de comunicación intersubjetiva. (Benveniste: Problemas de lin­
güística general)”.

228
Otra particularidad importante del lenguaje es su gran productividad, en la
percepción, y comprensión de palabras y oraciones se encuentra la capacidad de
reconocer estructuras semejantes entre palabras ya conocidas y otras completa­
mente nuevas.
Para la producción real del habla no es necesario que el sujeto posea los
prerrequisitos anatómicos y fisiológicos. En el caso del hombre, tenemos niños que
han aprendido a entender el lenguaje, pero que no pueden hablar. En el caso de
los animales, tenemos aves que pueden hablar, pero que no proporcionan pruebas
de la comprensión del lenguaje.
La adquisición del lenguaje, en el hombre, no depende de la existencia de
estructuras acústicas. Existen muchos ejemplos de gente sorda y ciega que ha
construido sus capacidades lingüísticas sobre configuraciones de estímulos percibidos
táctilmente. La historia de Hellen Keller es ilustrativa de lo que decimos: Esta
niña había perdido la vista y el oído a causa de una enfermedad a edad muy
temprana. A los siete años es tomada a su cargo por una institutriz, Miss Sullivan,
quien va a intentar un método de acercamiento y contacto a través de una de las
vías sensitivas posibles: el tacto. Miss Sullivan hacía que la niña tocara los con­
tornos de los objetos y después escribía la palabra correspondiente en la palma de
su mano. Al comienzo, esta palabra así registrada, era sólo algo físico para la niña.
Hasta que transcurrido un mes de aplicación de este método, mientras jugaban en
el jardín, la maestra escribe la palabra agua en la palma de su alumna, en el
momento que el líquido fluye desde la canilla. En ese instante H. Keller se da
cuenta del lenguaje, se da cuenta de que cada objeto tiene una palabra que lo
nombra. Esas palabras eran más que la realidad física de sentir garabatear la
palma de su mano. A partir de ese momento pasaron a ser símbolos. La niña fue
transformada por esa experiencia: “Me alejé de la glorieta y sus madreselvas,
impaciente por aprender —escribe más tarde H. Keller— Cada cosa llevaba un
nombre y cada nombre hacía nacer un nuevo pensamiento. Cuando regresábamos
a la casa, todo objeto que tocaba mi mano parecía palpitar con vida. Ello se debía
a que veía todo con la nueva y extraña vista que había llegado a mi.” (L.A.White:
La ciencia de la cultura).
La actividad sensoriomotriz y la actividad representativa basada en la fun­
ción simbólica son dos actividades diferentes, si bien la última necesita de la
primera para desarrollarse, sin que sea imprescindible que se trate de una activi­
dad sensoriomotriz específica, por ejemplo vista y habla. Aunque el lenguaje se
expresa en el habla, ésta no lo determina.
Los orígenes del lenguaje auditivo-verbal (habla) se confunden con las de la
humanidad. Luego, en el neolítico, aparece, un segundo sistema de signos, el
visomanual (escritura). El simbolismo gráfico expresa en el espacio, lo que el len­
guaje fonético expresa en la dimensión del tiempo.
En cuanto a la distinción entre el lenguaje animal y el lenguaje humano
pensamos que la distinción pavloviana entre el primer y segundo sistema de seña­
les representa bastante bien la diferencia que media entre unas respuestas regidas
por las típicas leyes de condicionamiento y unas operaciones cognoscitivas donde
imas señales señalan a otras, según reglas. En un caso, el aprendizaje se efectúa
por conexiones consolidadas en virtud de la práctica y de refuerzos ajenos a la
comprensión de la relación entre el estímulo y la respuesta. En el otro, la operación
consiste justamente en comprender tal relación.
Los intentos de enseñar lenguaje a los simios (N.Kellog: Gua, 1968; Gardner

229
i
y Gardner: Washoe, 1968; Premack: Sara, 1971) han demostrado que estos no
poseen capacidad lingüística. Si bien todas las especies se comunican de alguna
m anera, esto es, utilizan signos para transm itir y recibir información; en ninguna
de ellas se presenta el caso de que los signos que uitilizan puedan connotarse con
el significado de otros que han sido acumulados en un sistem a cultural, producido
históricamente. El lenguaje humano es algo más que una simple respuesta a los
estímulos inm ediatos del entorno. Los animales pueden expresar emociones, pero
no pueden hacer referencia directa o específica a ningún objeto. Por eso, cuando
hablamos de competencia lingüística nos referimos, reiteramos, a un comporta­
miento de nuestra especie. La práctica lingüística en el ser humano forma incesan­
tem ente nuevas situaciones, recrea otras, constituyendo una productividad ilimi­
tada.
Quisiéramos concluir con la opinión que sobre el tema que nos ocupa, encon­
tram os en un libro de Biología de reciente edición (Curtis,H. y Barnes, N.S.: Bio­
logía. Panam ericana. Bs.As., 1992):
“La biología de la conducta humana. Es tentador —en verdad, casi irresis­
tible— trazar paralelos entre el comportamiento de los humanos y el observado en
otras especies. H asta qué punto estos conceptos concernientes a la evolución del
comportamiento pueden extrapolarse a la especie hum ana, es una cuestión que se
debate actualm ente. Un grupo de biólogos sostiene que la especie hum ana básica­
mente no es diferente de cualquier otra especie, que nuestros genes son tan egoís­
tas como los de cualquiera, y que si buscamos modificar la conducta hum ana para
el bienestar común, debiéramos comprender sus raíces. Un grupo de opositores
sostiene que m ientras los tempranos antecesores humanos pueden haber sido
gobernados por sus genes en el pasado, los humanos modernos son también pro­
ducto de su cultura y de su experiencia individual y, por consiguiente, aquellos
análisis ya no son válidos. Además, pueden ser peligrosos. Señalan que el concepto
de que la biología determina la conducta hum ana yace en las raíces de todas las
nociones de superioridad racial. Así, ha proporcionado la fundamentación para la
esclavitud, la explotación y el genocidio. Más comúnmente, la noción de que nues­
tra conducta está determinada, hasta cierto grado biológicamente, nos permite
perdonarnos, a nosotros mismos por la violencia, la agresividad, la docilidad y la
codicia, e inclusive, justificarlas.”

230
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Notas
1 Contribuyen también a cuestionar la autoridad teológica y a despejarle elcamino a Darwin,
las nuevas teorías acerca de la edad de la tierra (Hutton, 1778; Lyell, 1830): “poca duda puede haber
de que fueron los Principios de Geología de Lyell, los que liberaron a la mente de Darwin de los grilletes
de la cronología bíblica” (Harris, M., op. cit.).
2 MALTHUS, T. (1798; 1803) era el responsable de pensar que una porción considerable de la
hum anidad estaba para siempre condenada a la miseria por el desequilibrio existente entre la capa­
cidad de reproducción y la capacidad de producción. Se señala que esta idea sobre la sociedad contri­
buyó a forjar en la mente de Darwin el concepto de selección natural.
:s Desde el psicoanálisis surge el concepto de pulsión (TRIEB: Freud, 1905). Trieb e inslinkt se
distinguen on lengua alemana en la obra de Freud. Instinkt se usa para calificar un comportamiento
animal fijado por herencia, característico de la especie. Trieb (pulsión) se establece en la descripción
de la sexualidad hum ana y nombra a un impulso, o empuje proveniente del interior del organismo que
promueve la pregunta ¿se trata de una fuerza somática o de una energía psíquica? La respuesta da
cuenta de un concepto límite entre lo somático y lo psíquico; la pulsión, es para Freud, un representante,
es una especie de delegación enviada por lo somático al psiquismo. (Laplanche, Pontalis: Diccionario
de Psicoanálisis, Labor, 1981.)

*
232
4. NUESTRO LINAJE PRIMATE
4.1. El orden de los primates; características comunes y tendencias
adaptativas
Los prim ates se diferencian del resto cíe los mamíferos por un conjunto de
rasgos que les son propios y que les proporcionan potencialidades biológicas para
desarrollar estrategias adaptativas de supervivencia en ambientes con abundante
vegetación. Entre los rasgos más significativos genéticamente determinados, se
destacan los siguientes;
1) Las extremidades term inan en pentadactilia (cinco dedos). E sta estruc­
tura que es típica de los mamíferos más tempranos del período terciario
se ha mantenido en gran medida generalizada sin gran especialización.
En otros mamíferos la pentadactilia ancestral se modificó orientándose
a diversidad de especializaciones; por ejemplo, en animales predadores
como los felinos se orientó a perm itir una eficaz cacería mediante pode­
rosas garras; en otros animales donde era ventajoso el desplazamiento
rápido por espacios abiertos se produjo una reducción de cinco a tres
dedos y luego a uno, tal es el caso de los antecesores del caballo actual.
En los prim ates, la conservación de la pentadactilia está relacionada con
el uso ventajoso que ofrece la mano con cinco dedos para el desarrollo de
la capacidad prensil y las actividades manipuladoras. A lo largo del
tiempo evolutivo de los primates, los cambios que se observan en la
mano m uestran la tendencia selectiva a favor de la especialización en la
capacidad prensil; el pulgar oponible de la mano en la mayoría de los
prim ates (en algunos también es oponible el pulgar del pie), las almoha­
dillas sensibles de los dedos, las uñas planas en lugar de garras y el
mayor número de insercciones nerviosas en los ápices de las falanges
terminales.
2) La presencia de una visión estereoscópica a consecuencia de la ubicación
de los ojos en un mismo plano frontal. Esto permite obtener imágenes
en relieve, profundidad de campo y proporciona la capacidad de calcular
distancias. En contraste con el desarrollo del sentido de la visión se
observa un menor grado de especialización en el sentido del olfato.
3) La existencia de una columna vertebral flexible proporciona la posibili­
dad de sentarse o erguirse, y permite en consecuencia dejar liberadas las
extremidades superiores de la postura corporal. A su vez, estas extrem i­

283
dades pueden cumplir funciones tales como girar, extender o flexionar y
se relacionan con la capacidad prensil y la manipulación de objetos que
perm ite la pentadactilia. Esta estructura ósea facilita el desplazamiento
por el ambiente arbóreo y constituye la base substancial sobre la cual se
configuraron las diferentes formas de locomoción; a) salto y aferramiento
vertical, apto para el traslado por las partes altas de la selva; b) marcha
cuadrúpeda sobre las ram as y suspensión con los brazos por debajo de
las mismas, son dos formas de traslado ventajosas para las partes me­
dias de la selva donde la vegetación es muy densa, c) m archa sobre
nudillos, efectiva para el desplazamiento por las partes bajas de la selva
donde se requiere realizar actividades alternativas de trepar o cam inar
por el suelo y d) la marcha bípeda propia del hombre (Milton, 1993;
Campillo, 1988; Doran, 1993; Lovejoy, 1989; Zhilman, 1990).
4) De todos los mamíferos los primates poseen la mayor capacidad cerebral
en relación al tamaño corporal. El mayor tamaño y la complejidad encefálica
se pueden vincular con la amplia red de conexiones nerviosas necesarias
para procesar y dar respuesta a los múltiples estímulos am bientales
(Aboiltz, 1992; Halloway, 1990; Simmons, 1990; Tobías, 1982).
5) En el proceso de divergencia evolutiva se producen cambios en la ana­
tomía y fisiología del aparato digestivo tendientes a la mayor absorción
de grandes cantidades de celulosa, propia de las dietas frugívoras o
herbívoras. Asismismo, el consumo de hojas requiere la capacidad fisio­
lógica de tolerar toxinas (Milton, 1993).
6) En comparación con otros mamíferos, los primates tienen períodos de
gestación prolongados y un escaso número de crías por camada. Estas, por
su alto grado de inmadurez, tienen una larga etapa de dependencia de los
adultos. La infancia dilatada permite la recepción y aprendizaje de abun­
dante información cuando la conducta es más flexible.
Los lazos de cohesión social son imprescindibles para m antener unido al
grupo durante el largo tiempo en que las crías se desarrollan. Esta cohe­
sión social se apoya en una comunicación compleja como por ejemplo el
uso de gestos faciales y corporales, chillidos y aullidos o bien el constante
acicalamiento mutuo (Shefferly y Fritz, 1992; Ghiglieri, 1988; Gould, 1988).

4.2. Reconstruyendo el árbol filogenético


La separación del orden de los primates del resto de los mamíferos se inicia
a comienzos del período terciario hace aproximadamente 70 m. de años. Es en este
momento cuando se desarrollan las plantas angiospermas y se expanden las vastas
forestas de las zonas tropicales y subtropicales. El proceso comienza cuando un
grupo de mamíferos muy pequeños, insectívoros y de hábitos nocturnos desarrolla
una estrategia arborícola que conduce a los primeros representantes de los prim a­
tes. A partir de aquí se abre una multiplicidad de formas de vida. A los fines de
ordenar la información se pueden sintetizar cinco fases significativas (Milton, 1993;
Aboitz, 1992; Pilbean, 1988)

284
(chimpancé)
(l¡l¡5 (maraco) (gibón) gorila)
(lémur) Monos del Monos del himios (orangután) (hombre)
Prosimios nuevo mundo viejo mundo menores Grandes simicK Homínidos

10
20
30
40
50
G0

70

Gráfico N9 2 EVOLUCIÓN DEL ORDEN DE LOS PRIMATES: sus raíces se origi­


nan en el Cretácico tardío, cuando algunos micromamíferos insectívoros aprovecharon
los alim entos ofrecidos por los bosques de angiospermas. (1) Los descendientes de este
mamífero son los precursores de los primates y desarrollaron rasgos propios de estos
tales, como el hocico redondeado y las uñas planas; (2) entre los 40 y 30 m. de años se
produce la separación entre Catarrinos y Platirrinos (monos del Viejo Mundo y del N ue­
vo Mundo); (3) entre los 20 m. y 30 m. de años se produce la separación entre las Super-
fam ilias Cercopitecoidea y Hominoidea: (4) divergencia evolutiva entre las Fam ilias
Hylobatidae, Pongidae y Hominidae (5) a partir de los 5 m. de años se separa el linaje
evolutivo que conduce a los Chimpancés y a los Homínidos.

Orden Suborden Infraorcen Superíamilia Familia Nombre


Genero Especie común
Lernures
Lemuníormes Irdris
Prosmios Lorsilormcs Lcrir.
Tarsilormes Társidos
Galanos
Primates Menos de!
Platirrinos Xuevo Mundc
Owrop'- Monos del
Antrcpc-.des tfierridea Viejo Mundo

Hy'nhahfJap Gibor.cs
S*amangs
Catarrir.cs Pergo Urangirtán
IVgmaccs

Pa-.gidae Pan
ja r a r Chimpancé
Hommírrira Cirila gorilla Gorila

sooiens
Honimidac sapiens Hombre
Home

Gráfico Ny 3 ESQUEMA TAXONOMICO DEL ORDEN DE LOS PRIMATES: Repre­


senta distintos niveles inclusivos partiendo de la especie como unidad básica (reelaborado
de Pilbeam, 1981; 26)

285
1) Entre los 60 y 50 m. de años se produce la separación entre Prosimios
y Antropoides. Los primeros, de talla pequeña y locomoción adaptada al
salto, no constiyen la forma de vida cuyos caminos de especialización
conducen al género humano. Los segundos, desarrollaron modificaciones
orgánicas favorables para la ocupación de las partes bajas y medias de
selvas y bosques densos.
2) A p artir de los 40 m. de años, cuando América del Sur se separa de
África y América del Norte de Eurasia por deriva continental, se produ­
ce otra im portante divergencia evolutiva entre los Antropoides. Esta es
principalm ente el resultado del aislamiento geográfico entre continentes
(ver mecanismos de especiación) y llevó a la distinción de dos grandes
grupos: los Platirrinos o monos del Nuevo Mundo y los Catarrinos o
monos del Viejo Mundo.
Los Platirrinos no generaron especializaciones conducentes al linaje h u ­
mano. Sus representantes actuales (entre los que se cuenta el mono
araña y el mono tití) m uestran una tendencia adaptativa al uso de las
partes medias de los árboles; talla corporal pequeña a m ediana, despla­
zam iento por encima o por debajo de las ram as y larga cola prensil. Esto
perm ite explicar por qué los restos fósiles de los antepasados m ás cer­
canos al género humano no se encuentran en América.
3) E ntre los 30 y 20 m. de años se producen im portantes movimientos
orogénicos que formaron, entre otras, las elevaciones m ontañosas de
Próximo Oriente y Europa. Estas elevaciones se constituyeron en fuertes
barreras geográficas para el desplazamiento de poblaciones de Catarrinos
desde ÁfVica hacia Eurasia y viceversa. Dentro de este contexto se regis­
tra la separación de los dos grandes grupos de Catarrinos asiáticos y
africanos. Por un lado, la superfamilia Cercopitecoidea, cuyos represen­
tan te s fósiles y actuales ilu stran la form a de vida propia de los
monos,(macacos, babuinos y colobos). Por otra parte, la superfam ilia
Hominoidea, ilustra la forma de vida de los antropomorfos, que presen­
tan mayor talla y peso corporal, amplio desarrollo de la braquiación y
carecen de larga cola prensil. El representante fósil de los hominoideos
se conoce con el nombre de Aegyptopithecus. Tiene una antigüedad de 28
m. de años, era de pequeño tam año y fue encontrado en El Fayum, Egipto.
4) Hace alrededor de 20 m. de años, cuando comienza el Mioceno la tem ­
peratura del planeta se eleva gradualm ente y el clima se hace estacional
y seco, esto provocó la reducción de las selvas. En el continente africano
este fenómeno climático se relaciona a su vez con el levantam iento del
macizo oriental que aisló las tierras bajas con abundantes lluvias y
bosques densos de las tierras altas donde proliferaron los espacios de,
bosques abiertos y sabanas. El ambiente antes favorable a la prolifera­
ción de los prim ates se fue haciendo cada vez menos propicio.
Un representante fósil que podría ser descendiente de los primeros]
antropomorfos de El Fayum, es el Proconsul africano encontrado en¡
Kenia que tiene 18 m. de años de antigüedad. Proconsul m uestra una¡
combinación de rasgos de monos y antropomorfos actuales: tronco alar-,

286
gado y huesos semejantes de la mano y del brazo, la cabeza de mayor
tam año en relación con un cuerpo pequeño, de escasos 11 kg y una
dentición con caninos destacados y molares reducidos.
Hace 18 m. de años África queda unida a Eurasia produciéndose un
intercambio faunístico entre monos y antropomorfos. En especial se
d esta ca la rad iació n a d a p ta tiv a que tuvo lu g a r e n tre los
an tro pom orfo s.E stos fósiles son d esig n ad o s con el nom bre de
Ramapithecus, Sivapithecus y un llamativo Gigantopithecus fueron fe­
chados en 15 m. años.Todos ellos pueden agruparse con el nombre de
ramamorfos (Pilbeam, 1984; Lewin, 1986) y diferían de Proconsul por
presentar extremidades superiores largas en relación al resto del cuer­
po, sus dientes estaban cubiertos por grueso esmalte y se insertaban en
maxilares muy robustos.
Algunos años atrás se consideró que Ramaphitecus era el candidato más
adecuado para ser considerado el antecesor de los primeros homínidos.
Actualm ente la Biología molecular y la anatom ía comparada han demos­
trado que no pudo ser el primer homínido.
A pesar de la amplia diversidad de restos fósiles aún no está claro el
panoram a evolutivo comprendido entre los 18 y 15 m. de años. Sin
embargo ha adquirido consenso entre los paleoantropólogos el modelo
molecular que coloca a los antropomorfos africanos como entidades
genéticam ente semejantes al hombre actual, en tanto que los antro­
pomorfos asiáticos poseen alrededor del doble de las diferencias genéticas.
5) Para fines del Mioceno la competencia por los recursos vegetales entre
los representantes de la superfamilia Hominoidea llevó a varias diver­
gencias:
1. Algunas poblaciones de antropomorfos comenzaron a explorar hábi­
tats transicionales entre las selvas y la sabanas,
2. Otros continuaron su vida en el am biente tradicional increm entando
su especialización arborícola.
Es en este contexto que se produce la radiación adaptativa que se­
para a los antropomorfos en tres grandes familias: a) la familia
Hylobatidae que incluye a los antropomorfos asiáticos cuyos repre­
sentantes actuales son los gibones y siamang); b) la familia Pongidae
que incluye a los grandes antropomorfos africanos que continuaron
viviendo en la selva. Estos se diferencian a su vez en 3 géneros:
Pongo, Pan y Gorila (en la actualidad, orangután; gorila y chim pan­
cé respectivamente) y c) la familia Hominidae que incluye a los
primeros antecesores directos del género humano.

Aportes de la biología molecular


Existe amplio acuerdo entre los paleoantropólogos en tom o a cómo ocurrió
la secuencia de estos acontecimientos evolutivos: primero se separaron los antece­
sores del los gibones, luego los orangutanes y mucho después se produjo la diver­
gencia entre gorilas y chimpancés. Finalmente estos grandes antropomorfos afri­
canos y los humanos compartimos un ancestro común por últim a vez hace 5 m. de

287
años. Si bien la distancia génetica que nos separa es tan pequeña (solo el 1 % de
los genes que codifican las proteínas) y se la suele encontrar entre especies muy
sem ejantes, la clasificación taxonómica nos incluye en fam ilias separadas hecho
que es aún mucho m ás lejano en el parentesco que el género y la especie (aspectos
clasificatorios que falta adecuar a los nuevos datos moleculares).

LA GENÉTICA Y EL PROCESO DE HOMINIZACIÓN


El ADN es el portador y el transmisor de la información necesaria para la formación de
células e individuos. Las diferencias existentes entre los seres humanos que se transmiten
a la descendencia (diferencias genéticas), están determinadas por diferencias en el ADN. Si
se produce una mutación en una célula sexual (gameta) ésta se transmite a la descendencia
si es viable pero, si el cambio se produce en una célula del cuerpo (somática), sus efectos se
van a limitar al individuo y el cambio producido se llamará mutación somática. (Ver Muta­
ción y recombinación genética en Mecanismos evolutivos; 3.1 pág. 277). El conocimiento de
las mutaciones cromosómicas por translocación (cuando un segmento de cromosoma se trans­
fiere a otro) ha aportado importante información para la comprensión de las modalidades
citogenéticas de la hominización. La hominización se pudo haber producido por una trans­
locación robertsoniana.
Se sabe que especies vecinas suelen tener cariotipos semejantes. Cariotipo es el stock
cromosómico presente en una célula. Para una misma especie, todas sus células somáticas
presentan el mismo e invariable número de cariotipos y se repite en todos los individuos
normales de esa especie. En el hombre el cariotipo es 46. Se puede pasar de un cariotipo a
otro vecino mediante reajustes simples, por ejemplo; la fusión de tipo robertsoniana, en la
que se fusionan dos cromosomas acrocéntricos para dar lugar a uno metacéntrico. Es de
suponer que este ajuste debió haber desempeñado un papel importante en la hominización
si pensamos que el cariotipo de los póngidos es de 48.
Según Chiarelli, el antepasado de los póngidos africanos y de los homínidos debió tener
48 cromosomas y por una translocación robertsoniana, fusión ocurrida entre 2 telocéntricos,
en dos generaciones se podría haber pasado del cariotipo 48 al de 46 cromosomas. Esto
habría conducido al género HOMO. Es probable que el cambio haya ocurrido en un individuo
que en un primer momento tenía un cariotipo de 47 cromosomas (puede ocurrir que se altere
el número de cromosomas pero esto no produce ni la pérdida ni la ganancia de material
genético hereditario). Luego cruzado reproductivamente con individuos de cariotipo normal
48, se debió generar un 50 % de descendientes portadores de la translocación 47. Si se
cruzaron dos individuos con cariotipo 47 habrían aparecido nuevos individuos con 46 porta­
dores de la translocación en estado homocigótico.
Por otra parte, si los individuos portadores del cariotipo 46 presentaron ventajas selec­
tivas debieron suplantar rápidamente a los menos favorecidos, sobre todo si tenemos en
cuenta que los primeros grupos reproductivos debieron ser bastante reducidos. Desde la
segunda generación, habría un 25 % de individuos con 46 cromosomas y el cruce entre
individuos heterocigóticos generaría homocigóticos 48 y homocigóticos nuevos de 46 portado­
res de la translocacion (Ruffie. J., 1983).

4.3. Los últimos cuatro millones de años


Los fósiles más tempranos pertenecientes a los homínidos provienen d<
varios sitios distribuidos en África Oriental. El registro fósil de hace cuatro millo
nes de años comienza a m ostrar una riqueza tal en evidencias, que nos faculta ¡
elaborar un diseño del proceso último de la evolución hum ana. (Ver gráficos d
p. 298).
288
Se ha señalado con cierto consenso a Australopithecus afarensis como el
ancestro común del linaje Homo y los australopitécidos (Johanson y White, 1981-
Rak, 1983; Eldredge y Tattersall, 1986; Zihlman, 1990). Remitimos a las caracte­
rísticas morfológicas para señalar el nivel de generalización con elementos comu­
nes a ambos como para constituirlo en una especie apta para cumplir ese rol. Sólo
Richard y Mary Leakey sostienen en la actualidad, que no se ha encontrado aún
el antecesor del linaje Homo y que seguramente éste debería tener un cráneo más
voluminoso, produciéndose la diversificación probablemente hace más de 5 millo­
nes de años (Leakey, 1981; Leakey y Lewin, 1980).
Ivés Coppens y Richard Leakey, ven dos subespecies en lo que aparece como
un marcado dimorfismo sexual en afarensis (LEAKEY, 1981). Sin em bargo, entre
los antropoides el dimorfismo sexual se increm enta con el aum ento del tam año
corporal de la especie. Así, éste es más marcado en los gorilas que en el chim pan­
cé. Asimismo, es sabido que cuando la variación fenotípica de los machos es gran­
de, la selección natural favorece a los de mayor tam año en la competencia por las
hem bras (GODFREY, LYON y SUTHERLAND, 1993).
De ahí en más el pasaje de Australopitfiecus africanus a A ustralopitecus
robustus señala un camino hacia la molarización de los premolares (de dos cúspi­
des a tres), al incremento del tamaño corporal y a una morfología de las manos que
implica mayor capacidad m anipulatoria (MC HENRY, 1991; RAK, 1983; REED,
1993; RICKLAN, 1990; SUSMAN, 1986; 1992). Esta robustez que también se daría
en el Australopithecus boisei como ram a paralela, implica un camino de especia-
lización sin retorno: los huesos con crestas en cráneos y huesos largos, nos hablan
de una m usculatura poderosa, en animales que necesitaron un incremento del
volumen de alimentos ingeridos para poder producirse a sí mismos. De modo que
los útiles para cavar y procesar el alimento, no les permitieron como en el caso de
los Homo, ocupar nuevos am bientes dado que estaban excesivam ente especiali­
zados en un h áb itat de bosques dispersos entre la sabana y con una dieta espe­
cialm ente basada en sem illas duras y raíces.

AUSTRALOPITHECUS AFARENSIS

Otros nombres: Lucy


Area de dispersión: Hadar (Etiopía)
Laetoli (Tanzania)
Antigüedad: 4.000.000 años (hay evidencias de un maxilar de Australopithecus de 5.000.000
de años, pero es una evidencia insuficiente para determinar la subespecie).
Características físicas especificas:

1. La peculiaridad más notable es la conjunción de un esqueleto postcraneal moderno con un


esqueleto craneal primitivo (JOHANSON y EDEY, 1981).
2. La capacidad craneana se ubica entre 400 y 500 cm3.
3. La arcada inferior tiene forma de V muy abierta, no es aún la parabólica que nos caracteriza.
La arcada superior tiene una curiosa forma ovalada, con los segundos y terceros molares apar­
tándose de las líneas rectamente divergentes de cada rama, para cerrarse hacia atrás.
4. Como en otros homínidos, la sínfisis mandibular está reforzada por dos engrosamientos o
torus, pero sin que el inferior se convierta en plataforma simiana.

289
i
5. Los incisivos están implantados de manera bastante oblicua, en correspondencia con un
prognatismo alveolar relativamente pronunciado.
6. Los caninos son poco sobresalientes
7. Los premolares anteriores tienen a veces una única cúspide como en los Ramapithecus y
Kenyapithecus, pero por lo general muestran dos cúspides desiguales, con lo que resultan
transicíonales hacia los primeros premolares bicúspides que constituyen una de nuestras caracte­
rísticas actuales.
8. Existe un pequeño diastema entre los incisivos superiores y los caninos, y entre los caninos
inferiores y el premolar siguiente.
9. Los cráneos muestran fuertes inserciones musculares, e inclusive una cresta témporo-occipital.
10. Los brazos son más largos que las piernas.
11. Los huesos del brazo y, principalmente, los de la mano difieren aún por algunos rasgos de
los que son plenamente humanos, pero los huesos de la rodilla y del pie, indican una postura ya
enteramente bípeda:
El “ángulo de portación", formado por la superficie de articulación de la rodilla, que es paralela
al suelo, y por el eje largo del fémur, es oblicuo con respecto a dicha superficie.
Pelvis: el ilíaco se observa acortado cambiando los puntos de inserción de los músculos abductores,
los que indican un cambio de función: en lugar de ser propulsores de los miembros pasan a ser
estabilizadores de la postura erecta, como en nuestra especie.
12. En consonancia con la postura bípeda, el agujero occipital se encuentra en el centro de la
base del cráneo.
13. Diversos rasgos sugieren la existencia de un marcado dimorfismo sexual (como en el hombre,
gorila, chimpancé y orangután). La estatura total es de 125 a 130 cm.
Está en discusión si se trata de una sola especie o dos, por el pronunciado dimorfismo sexual
que presenta, con pesos estimados para los machos de entre 55 y 75 Kg, y las hembras de 28 a
34 Kg (JOHANSON y EDEY, 191981; HARTWING-SCHERER, 1993, 1992).
D/efa.Vegetariana: frutas, nueces, raíces
Industria lítica asociada: no aparece con ninguno de los hallazgos.

AUSTRALOPITHECUS AFRICANUS

Otros nombres: Australopithecus gracilis, Plesianthropus tansvaalensis.


Dispersión: Sterkfontein, Makapan, Swartkrans, Kromdraíi, Taung (Sudáfrica).
Antigüedad: 2.600.000 años (desaparece del registro hacia 2.200.000)
Características físicas específicas:

1. Capacidad craneana promedio 450 cm3


2. Aparato masticatorio menor que en los robustus y boisei, no sólo en términos absolutos sino
en relación a cráneo.
3. El tamaño relativo de molares e incisivos, al revés que en robustus y boisei presentan
molares más pequeños.
4. Caninos pequeños y ausencia de diastema.
5. Arcada dentaria parabólica (en forma de V más abierta que en los hominoideos miocénicos).
6. Ausencia de cresta sagital y rebordes supraorbitarios
7. Estatura total entre 130 y 150 cm
8. Peso entre 40 y 50 kg.
9. Estatura total aproximada 1,20 a 1,30 m.
Dieta: Frutos, raíces, nueces.
Industria lítica asociada: no aparece.

290
AUSTRALOPITHECUS ROBUSTUS:

Otros nombres: Paranthropus robustus, Paranthropus crasidens.


Antigüedad: 1.500.000 años (desaparecen del registro hace 1.000.000 años).
Dispersión geográfica según hallazgos: Sur de África: Kromdraii, Swartkrans.
Características físicas específicas:

1. Capacidad craneana de aproximadamente 540 cm3.


2. Presencia de cresta sagital y rebordes supraorbitarios, concordando con mayor volumen de
maxilares, superior e inferior, que requieren músculos masticatorios más poderosos y por lo tanto
inserciones óseas más fuertes.
3. Aparato masticatorio considerablemente mayor, no solamente en términos absolutos, sino
también en relación con las dimensiones del cráneo.
4. El tamaño de los molares es mayor que el de los incisivos.
5. De lo anterior se deduce un comienzo de especialización hacia el consumo de semillas.
6. Arcada dentaria parabólica (en forma de V más abierta que en los hominoideos miocénicos).
7. Los huesos de la mano (como en el boisei), presentan capacidad para movimientos de preci­
sión, cosa que no ocurre con la de los Australopitecus africanus y los gracilis.
8. Tamaño corporal un 50 % mayor que el de los gracilis.
9. Peso corporal aproximado de 40 kg.
10. Estatura total aproximada de 1,40 a 1,50 m.
Dieta: predominantemente a base de semillas duras y raíces.
Industria lítica y ósea asociada:
Los instrumentos de Swartrans y Kromadrai, presentan señales de haber sido utilizados para
cavar. En ambos yacimientos aparecen instrumentos líticos y óseos con fines utilitarios relacionados
con la recolección de raíces y semillas duras y su procesamiento (SUSMAN, 1988; 1992).

AUSTRALOPITHECUS BOISEI

Otros nombres: Australopitecus hiperrobustus, Paranthropus hiperrobusto, Zinjanthropo.


Dispersión: Este de África: Olduwai (Tanzania); Shungura y Koobi Fora (Kenya); Orno (Etiopía)
Antigüedad: 2.500.000 años hasta 1.000.000 años.
Características físicas específicas:

1. Capacidad craneana aproximada: 500 cm3.


2. Marcado desarrollo de los molares y molarización de los premolares.
3. Caninos e incisivos menos pronunciados.
4. Maxilar inferior fuerte.
5. Presencia de gran reborde supraorbitario.
6. Frente huidiza y pequeña.
7. Presencia de cresta sagital, lo que indica gran desarrollo del músculo temporal que intervienen
en el control del maxilar inferior, y que se inserta en dicha cresta.
8. Los huesos de la mano presentan capacidad para movimientos de precisión, cosa que no
ocurre con los Australopitecus afarensis y africanos (SUSMAN, 1992).

291

i
9. Peso corporal 43 a 50 Kg.
Dieta: Predominantemente vegetariana con preeminencia del consumo de semillas y raíces duras.
Industria lítica:
Tanto Homo habilis como Australopithecus boisei aparecen asociados con industria lítica en la
Bed I de Olduwai George, fechados en 1.760.000 años. Sin embargo, se han encontrado instrumen­
tos de 2.700.000 a 2.500.000 en el Valle del Orno, sin asociación con restos de homínidos, que
podrían pertenecerle (SUSMAN,1988 y 1992).

Si tuviésemos que hablar del linaje Homo deberíamos invertir el punto de


observación y situarnos en el Homo sapiens sapiens, es decir, el producto term inal.
Tal como lo vemos hoy, único sobreviviente de este árbol filogenético, extendido por
todo el globo terráqueo y viajando fuera de él marcando una capacidad heredada
de sus ancestros; la de modificar el entorno y producir cultura, ya se trate de un
simple artefacto lítico como de una nave espacial que lo transporte a la luna.
El hilo conductor que rige el proceso desde Homo habilis hasta Homo sa­
piens sapiens, m uestra las características que fueron seleccionadas como más
adaptativas para nuestra especie:
— m antuvo un nivel elevado de generalización en su aparato masticatorio
y la posibilidad de metabolizar todo tipo de alimentos (DAEGLING y
GRINE, 1991; SPENCER y DEMES, 1993; SPERBER, 1990; WALKER,
ZIMMERMAN y LEAKEY, 1982);
— elevado desarrollo neuromotriz otorgado por la relación compleja mano-
cerebro, de la que vemos en el registro arqueológico una evolución tec­
nológica progresiva (ABOITZ, 1992; ZIHLMAN, 1990; LEAKEY, 1981);
— incremento del volumen y complejidad cerebral (HALLOWAY, 1990;
ABOITZ, 1992; LEAKEY, 1981);
— conducta exploratoria y creatividad (inteligencia) (GOULD, 1988;
WASHBURN, 1988, 1982).
— lenguaje articulado (CHOMSKY, 1985; GARDNER y GARDNER, 1983;
PREMACGOUK, 1983; RISTAU, 1983;AVAGE-RUMBAUGH et. al., 1983;
SIMMONS, 1990; HOUGHTON, 1993);
— capacidad de simbolizar: los artefactos y la palabra son fruto de esa
capacidad (LEROI-GOURHAM, 1971; CHOMSKY, 1985).

Es indudable que la postura bípeda fue la condición necesaria aunque no


suficiente para el surgimiento de la cultura, tanto es observable en australopithécidos
como en Homo, por eso le otorgamos especial atención en explicación aparte.
D urante un millón de años (entre 2 y 1 m) el registro m uestra la coexisten­
cia de am bas formas, sin embargo sólo la conducta omnívora desarrollada por los
Homo pudo sobrevivir a los avatares del cambio ambiental. Vemos que hace un

292
HOMO HABI US

Dispersión: Sudáfrica: Sterkfontein, Makapan, Swartkrans;


Olduvai Tanzania, Orno (Etiopía), Koobi Fora (Kenya).
Antigüedad: 1.760.000 años.
Características físicas específicas:

1.Capacidad craneana promedio: 642 cm3 (TOBIAS y HOLLOWAY,1992).


2. Dientes anteriores (incisivos y caninos) más grandes en relación con los posteriores
(premolares y molares), ubicándose más cerca de las proporciones humanas actuales).
3. Marcada tendencia hacia el acortamiento de los dientes (especialmente evidente en premolares
y molares inferiores); además el segundo premolar es más largo mesodistalmente.
4. Prognatismo alveolar más reducido.
5. Ausencia de cresta sagital, parietales más arqueados acorde al mayor volumen cerebral.
6. Peso corporal de entre 40 y 45 kg, talla de aproximadamente 1.45 m.
Industria lítica asociada: Oluvaiense, caracterizada por choppers y chopping tools, generalmen­
te pequeños y más anchos que largos: poliedros (utensilios con tres o más bordes activos que
habitualmente se cortan entre sí); discoides (utensilios irregulares con un borde activo bifacialmente
tallado sobre toda o la mayor parte de su circunferencia); lascas con filos usados en estado
natural; lascas con retoques aislados; raederas; cepillos; buriles y otros tipos de artefactos. La
materia prima es predominantemente lava basáltica o vesicular; también andesita, traquita y fonolita,
probablemente procedente de la zona volcánica situada a alguna distancia hacia el sur y este de
Olduvai, trasladada por los cursos de agua. Buena parte de los instrumentos fueran llevados ya
tallados.
En Orno aparecen conjuntos de artefactos aislados de: guijarros partidos, núcleos, lascas y
fragmentos de ellas; algunas presentan retoques esporádicos. La materia prima es el cuarzo
lechoso que debió ser transportado desde lugares ubicados 20 o 30 km de distancia.

HOMO ERECTUS:

Otro nombres:
Pitecanthropus erectus, Sinanthropus, Pitecanthropus pekinensís, Pintecanthropo de Java (el
nombre erectus no debe dar lugar a confusión, se le otorgó por ser el primer espécimen del cual
se podía inferir que caminaba erguido, en el año 1892. Hallazgos posteriores hacen retroceder
este modo de locomoción al Australopithecus afarensis, de 3.750.000 años. La tradición hizo que
se lo continuara llamando de ese modo).
Dispersión:
Este deAfrica: Olduvai George (Tanzania, 1.400.000), Orno (1.400.000), Koobi Fora (2.000.000)
L?go Turkana(Kenya), Hadar (Etiopia)
Norte de África: Ternifine (800.000), Salé (400.000).
Sur de África: Swartkrans (1.500.000)
Europa meridional: evidencias indirectas, es decir elementos culturales como industrias, restos
de vivienda, fuego y huesos de animales. Torralba y Ambrona (300.000). Terra Amata (400.000)

293
China: Chukoutien (500.000), Lantian (800.000), Hexian (300.000).
Java (Isla de Indonesia): Sangiran (1.600.000), Mojokerto (1.800.000), Trinil (900.000),
Samburgmachan (500.000), Ngandong (500.000) (SWISHER et al, 1994).
Antigüedad: 2.000.000 a 1.900.000 años (GIBBONS, 1994; SWISHER et al, 1994;FEIBEL et
al, 1989; MC HENRY,1988,1991, citados por HARTWING-SCHERER, 1993).
Características físicas específicas:

1. Capacidad craneana: entre 900 y I.I00 cm3.


2. Cráneo bajo y largo.
3. Arcos superciliares notorios, muy desarrollados.
4. Molares menores que el Homo habilis.
5. Huesos fuertes en general.
6. Maxilar inferior fuerte.
7. Estatura total entre 1.50 m a 1,55 m
8. Peso corporal de entre 54 y 60 kg.
Dieta: Omnívora
Industria lítica asociada:
Industria Abbevillense, Chelense y Achelense: en líneas muy generales podemos caracterizarlas por
la presencia de bifaces (artefactos obtenidos a partir de núcleos de guijarros tallados en ambas caras).
Fueron tallados a grandes golpes, presentan forma groseramente puntiaguda, conservando en parte,
la corteza del guijarro. Se reconocen 10 tipos de instrumentos utilizados para diferentes funciones.
Otras evidencias de cultura:
En Niza (Francia) la excavación de varios sitios de ocupación, revela la existencia de una
variedad de chozas de refugio, una de ellas tan grande como de 6 por 12 m. Los agujeros
centrales indican que había un poste que sostenía el techo. Las paredes aparentemente estaban
confeccionadas con ramas. Aparece también un fogón rodeado de piedras. El tipo de industria
acheuliana sugiere la presencia de Homo erectus aunque lamentablemente aún no se encontraron
restos óseos por lo que la atribución es dudosa.
Dominio del fuego: Swartkrans en una cueva, en el nivel 3, entre I y 1.500.000 años (BRAIN
y SILLEN, 1988).
Chou Koutien (China). _______ _ _____ ____
millón de años m ientras los australopithécidos desaparecen del registro, hay er
Homo erectus una expansión territorial extraordinaria para cualquier otra especie
de prim ate conocida (GIBBONS, 1994).
¿Qué pudo ocurrir para que se extinguieran los australopithécidos? La m is­
ma razón que hizo que Homo erectus em igrara hacia el continente asiático y eu
ropeo: presión demográfica y una mayor competencia por los recursos. Dado que los
Homo pudieron diversificar su dieta y desarrollar artefactos para obtener alimento,
las posibilidades de supervivencia fueron mayores.
Homo erectus reemplazó tem pranam ente a habilis, quizás porque aparecen
mucho m ás m arcadas con este homínido las características antes mencionadas
(ZILM AN, 1990; PILB EA N , 1988; BRAIN y SILL E N , 1988; RUKANG y
SHENGLONG, 1988; SWISHER et al., 1944).
Del mismo modo, seguram ente entre los primeros Homo sapiens arcaicosy
neanderthalensis, la felxibilidad en la conducta fue la característica hum ana más
seleccionada en toda la historia de nuestra especie (HAUGHTON, 1993; SPENCER
y DEMES, 1993; STRINGER y GRÜN, 1991; TRINKAUS y HOWELLS, 1988;
294
WASHBURN, 1982, 1988; GOULD, 1988). Esto es lo que enseñan las evidencias
paleoantropológicas y arqueológicas: mientras en otras especies sus genes las de­
term inan en un único sentido, a la nuestra la condicionan hacia una variabilidad
de respuestas tan peculiares como los individuos que la componen.
El Homo sapiens arcaico emerge de erectus, existiendo evidencias fósiles y
arqueológicas en varias partes del mundo hacia 300.000 años, siendo la subespecie
neanderthalensis de una antigüedad aproximada de 250.000. Esta variedad hum a­
na prosperó durante la últim a glaciación, quizás por sus características aptas para
un clima muy frío. Sin embargo desaparece del registro antes de que se retiren los
hielos. Aún está en discusión si hay un reemplazo total o se mestizó con los Homo
sapiens sapiens de un tipo que es imposible de discriminar del hombre moderno y
que aparece hace 100.000 años.

HOMO SAPIENS NEANDERTHALENSIS

Otras denominaciones: Hombre de Neanderthal


Dispersión: Europa occidental:valle de Neander, La Chapelle-aux-Saints, La Ferrassie, La Quina,
Le Moustier
Próximo oriente: Amud, Kebara, Tabun C., Shanidar
Asia occidental: Teshik Tash
Antigüedad: desde 230.000 a 36.000 años. Desde comienzos de la última glaciación
pleistocénica.
Características físicas específicas:

1. Cráneos muy grandes. Largos y bajos, protuberantes hacia atrás.


2. La capacidad craneana aproximada es de 1200 a 1600 cm3.
3. El esplacnocráneo presenta mayor altura, anchura y proyección hacia adelante que en el
Homo erectus.
4. Los arcos superciliares son grandes y continuos a través del hueso frontal. Los senos
frontales ocupan los arcos superciliares, desde la parte superior externa de la nariz a la mitad de
las fosas orbitarias, con cavidades multicameradas “en coliflor”.
5. Presenta fosas orbitarias redondas y grandes.
6. Las fosas nasales son más amplias que las de cualquier otra gente que haya existido antes
o después, incluyendo los aborígenes australianos actuales.
7. los arcos zigomáticos se inclinan hacia atrás, en lugar de formar ángulo como sucede con
los pómulos del hombre moderno al elevarse hacia arriba.
8. la frente se inclina hacia atrás en lugar de elevarse hacia arriba, como en el hombre
moderno de esplacnocráneo aplastado.
9. El prognatismo se debe a la proyección de los dientes hacia adelante. Esto es tan pronun­
ciado, que en una vista lateral se advierte un espacio entre el último molar y el borde de la rama
ascendente del maxilar inferior.
10. Los premolares y molares no son significativamente mayores que los del hombre actual.
Los incisivos son más grandes dando al arco de la mandíbula una apertura mayor en la parte
frontal.
11. En algunos ejemplares se insinúa un mentón.

295

I
12. El esqueleto postcraneal se caracteriza por un llamativo desarrollo lateral, son tuertes y
robustos, en ambos sexos. En los huesos largos, la presencia de crestas e inserciones fuertes
para los tendones de los músculos, evidencian actividad física intensa y mucha fuerza. Esto último
aparece aún en los niños pequeños por lo que se deduce que sería una característica genética.
13. Todas estas características los diferencian de las poblaciones humanas modernas y de los
que vivieron para la misma época en África y en Asia oriental.

Algunos rasgos culturales:


Habitaban abrigos rocosos y lugares al aire libre. Encendían fogones tanto para cocinar como
para calentarse. Usaban ropas de pieles (presencia de agujas de hueso). Primeras prácticas de
enterratorios individuales y colectivos acompañados de ajuar fúnebre.
Industrias liticas asociadas: musteriense, clactoniense, tayaciense y levalloisense. Se trata de
industrias sobre lascas (elemento que se obtiene a partir de la talla del núcleo). Corresponden a
períodos fríos, glaciales. Se caracterizan por la presencia de raederas, raspadores, denticulados
y muescas. Importa destacar la técnica de talla Levallois que implica una serie de tallas centrí­
petas a partir, de los bordes de un guijarro, produciendo el descortezamiento. Se prepara un
extremo con una serie de pequeños facetados produciendo un plano de percusión en donde por
un único golpe aplicado por un percutor de piedra, se determina la lasca característica, chata y
ovalada, de forma predeterminada, que ofrece en su cara superior las huellas de los negativos de
las tallas centrípetas. Esto muestra una técnica sistemática de extracción de fragmentos que
permite aprovechar mejor la materia prima. Se reconocen 60 tipos de instrumentos líticos.

HOMO SAPIENS SAPIENS

Dispersión: África,Asia,Europa,América,Oceanía,Antártida.
Características tísicas específicas:

1. La capacidad craneana es aproximadamente de 1200 a 1600 cm3. Importa destacar que


ésta es grande en relación a la talla total.
2. Hay dimorfismo sexual en la capacidad craneana a favor del varón. Sin embargo la mujer
presenta mayor capacidad craneana en relación a la estatura total, siendo esta diferencia signi­
ficativa (HOLLOWAY, 1990).
3. La porción cerebral del cráneo es mucho mayor en relación a la facial (relación neurocráneo
- esplacnocráneo).
4. El agujero occipital esta ubicado en en centro de la base del cráneo, en consonancia con
la postura bípeda (en los antropomorfos, éste se ubica hacia atrás).
5. Los cráneos humanos son lisos, redondeados, sin crestas ni rebordes supraorbitarios con­
tinuos.
6. Ausencia de prognatismo y presencia de mentón.
7. La dentadura es generalizada por lo siguiente:

a. es pequeña en relación al tamaño total del cráneo,


b. la ausencia de diastema y el arco dentario continuo,
c. el canino tiene un tamaño similar a los demás dientes,
d. el arco dentario tiene forma parabólica (en los antropomorfos la forma es de ü),

296
e. el tamaño de los molares disminuye desde el primero hacia el tercero (en los antropomorfos
ocurre lo contrario),
f. las coronas de los primeros molares tienen cuatro cúspides (en los antropomorfos cinco, con
surcos intermedios en Y).

8. En la parte interna del maxilar inferior, detrás de la región mentoniana hay una pequeña
apófisis, llamada Spina mentalia, en la que se insertan los músculos de la lengua permitiendo la
movilidad adecuada para el lenguaje articulado. Otros primates carecen de ella.
9. La frente es vertical y no huidiza hacia atrás.
10. El cráneo es más ancho a la altura de los parietales.
11. La estructura general de los huesos de las extremidades inferiores indica una postura
vertical con marcha bípeda y plena colocación de muslo y pierna sobre una misma línea.
12. Los huesos ilíacos son mucho más anchos que en los Primates antropomorfos, pues deben
ofrecer una base de sustentación más firme para los órganos del abdomen.
13. El acortamiento de la pelvis sumado al cerebro grande hace que las crías humanas nazcan
prematuras cuando las suturas aún no han cerrado. Esto provoca dificultades en el parto a
diferencia de otros primates y dependencia prolongada de las crías con los adultos.
14. La columna vertebral presenta curvatura dorsal y lumbar, que sirven para aumentar su
resistencia mecánica y mantener el cuerpo erecto (en los antropomorfos la curvatura es única
acorde con la postura semierguida). Lo anterior provoca patologías en la columna vertebral aso­
ciadas con la postura.
15. Las extremidades superiores son más cortas que las inferiores a diferencia de lo que ocurre
con los antropomorfos.
16. El dedo mayor del pie no es oponible al resto.
17. En condiciones de alimentación adecuadas, hay marcado dimorfismo sexual en la estatura
total a favor del varón.
18. La especie humana actual presenta una gran variabilidad intra e interpoblacional en cuanto
estatura total, sentada, perímetro cefálico, peso y pliegues cutáneos.
Rasgos culturales: Es el autor de los logros culturales que se manifiestan desde el Paleolítico
Superior (técnica de hojas, arte parietal y mobiliar, cacería especializada, etc.) hasta la actualidad.
Extrema variabilidad de conducta individual y social. Adaptación y modificación del ambiente
a través de la cultura. Es la única especie que ocupa al mismo tiempo toda la tierra y que puede
esporádicamente salir y volver a ella.

297
G ráfico N 9 4: LA FIL O G É N E SIS DE N U ESTR O G ÉN ER O H UM ANO
Representación esquemática de las principales ideas sobre quiénes fueron nuestros
ancestros directos y cóm o se p ro d u jero n las divergencias que condujeron a los Austra-
lopitecinos y al Homo. Se observa cómo difieren entre sí las líneas evolutivas según el rol
que se adjudique Australopithecus afarensis al Australopithecus africanus como antece­
sores directos de nuestro género humano. (Gráfico extraído de Leackey, R.; Nuestros
orígenes, en busca de lo que nos hace humanos, 1994).

Nota:
A estas cuatro hipótesis Leackey, R. (Leackey; R. 1994) agrega una quinta: en
ésta se ubica un nuevo fósil de Australopithecus anterior al boisei y al robustus, que bien
podría ser el ancestro de la línea de Australopitecinos especializados; se lo designa con el
nombre de Australopithecus sethiopicus pero aún su filiación está sujeta a controver­
sias entre los paleoantropólogos.
Poco después de que se distribuyera la primera edición de este Manual, Tim White
y Desmond Clarck presentaron, en la revista Nature del 23/9/94, el hallazgo de fósiles
pertenecientes a un homínido más antiguo que Lucy. Se lo ha designado con el nombre
de Australopithecus ra m id u s y su antigüedad se eleva a 4,5 m. de años. Esta fecha está
dentro de lo esperable de acuerdo con los datos de la Biología Molecular: para que exista
una diferencia genética de 1,2 % entre chimpancés y homínidos, la divergencia entre
ambas poblaciones debió producirse hace 5 m. de años, aproximadamente.
Aún faltan muchos datos este homínido más temprano, en especial sobre su for­
ma de locomoción. No obstante, por el momento constituye uno de los indicios más leja­
nos de la vida de nuestros ancestros y podría ser colocado en primer lugar en cualquiera
de los cuatro árboles genealógicos aquí expuestos, antes del Australopithecus afaren sis.

298
5. CARACTERÍSTICAS FUNDAMENTALES DEL LINAJE HOMO
5.1. Locomoción bípeda y dieta
De las características anatómico funcionales que nos constituyen, es quizás,
la bipedestación, la que mayores implicancias ha tenido en nuestro destino evolu­
tivo como especie.
La form a en que un individuo se desplaza y el alimento que está capacitado
fisiológicamente para consumir, tienen que ver no solo con su posibilidad de super­
vivencia inm ediata, sino también con las potencialidades genéticas que le perm i­
tirán adaptarse a uno o varios ambientes.
Los hábitos alim entarios condicionan la conducta que atañe a los siguientes
aspectos:
1. el intercambio de un organismo con su medio;
2. la interacción entre los organismos de una misma especie entre sí, y
3. la interacción de una especie con las otras que comparten un mismo
ambiente.
La forma de trasladarse determ inará el espacio que pueda tran sitar y las
posibilidades de huida ante un eventual agresor.
En otras palabras, estamos hablando de estrategias adaptativas y es por eso
que la paleoantropologia ha dedicado especial tiempo y esfuerzo a la búsqueda de
evidencias óseas que involucren al sistema locomotor y al aparato masticatorio.
Si bien existen evidencias fósiles de la conducta de homínidos que cam ina­
ban perfectam ente erguidos hace 4 millones de años, en un am biente de sabana,
eso no nos está indicando que en esa época y ese lugar apareciera por prim era vez
ese tipo de locomoción. Mas aún existiendo un vacío en el registro que se extiende
desde el Proconsul al A ustralopithecus afarensis. Por lo tanto, la respuesta acer­
ca de cuándo y cómo no puede ser respondida por el momento.
Los fósiles de huesos relacionados con la articulación de los m iem bros infe­
riores, son la condición necesaria pero no suficiente para inferir cómo se movili­
zaban los hom ínidos del Pleistoceno. P ara ello, será necesario recu rrir a la A na­
tom ía Com parada, y a la utilización de evidencias indirectas que surgen del uso
de modelos analógicos. Es decir, recurrirem os a las observaciones realizadas so­
bre antropom orfos que habiten la selva porque son los únicos modelos vivos. Aun­
que tendrem os el recaudo epistemológico de no hacer traspolaciones mecánicas.

299
LOS MITOS SOBRE LA LOCOMOCIÓN BÍPEDA

No sabemos donde se originaron, ni cuando o por qué. Pero serepiten de bocaenboca.


Tienen más fuerza que las evidencias científicas que tratamos dedivulgar como antropólogos a
los que se interesan por el tema. Algunos nos miran imperturbables y al más leve descuido...
repiten los mitos acerca de la locomoción bípeda:
.los hombres bajaron de los árboles para caminar por la sabana”
."el hombre se paró para liberar las manos de la locomoción’’
."el hombre se puso en dos patas para alcanzar las frutas de los árboles”
."el hombre se paró_ para poder divisar a los enemigos entre los pastos altos de la sabana”...
“el hombre fue perfeccionando su postura hasta alcanzar el bipedalismo actual"...

En todas estas afirmaciones subyace la idea del bipedalismo como un acto volitivo. Como si
el tipo de locomoción humana fuese producto de la reflexión consciente de un grupo de homínidos
que en algún momento hubiesen evaluado la conveniencia de continuar viviendo en la selva o
emigrar a la sabana.
Desde un punto de vista teórico estas afirmaciones se inscriben en el viejo y desechado
Lamarckismo, según el cual el medio modifica mecánicamente a los organismos que lo habitan,
y esas modificaciones se trasmiten luego a la descendencia.
Hoy, luego de 130 años que Mendel formulara las primeras leyes de la herencia, sabemos que
los organismos tienden a perpetuar sus características intrínsecas en la descendencia a través de
su patrimonio genético. Y que estas solo se modifican por mutaciones azarosas.(i/er mecanismos
evolutivos)

Se ha sostenido que la locomoción bípeda es un tipo de adaptación propia de


la selva m arginal, donde los árboles dejan claros abiertos por donde se pueda
transitar. En este hábitat, el bipedismo debió coexistir con otras formas de locomo­
ción, como así lo m uestran los modelos vivos de prim ates actuales, incluida nues­
tra especie.
El estudio postcraneal de los homínidos del Plio-Pleistoceno, particularm en­
te los A ustralopithecus afarensis (JOHANSON y EDEY, 1981; LATIMER y
LO VEJO Y, 1989; LOVEJOY, 1989; DORAN, 1993; HAY y LEACKEY, 1988; REED,
1993; PARDIEU, 1993), sugieren la presencia de dos patrones de locomoción bípeda:
1. sustentado por los australopithécidos, con evidencias de su existencia de
4 millones de años;
2. propio del linaje Homo, con evidencias de 2 millones de años.
Los primeros, que representan un estadio más antiguo, no tenían solamente
hábitos terrestres, pues retuvieron sus habilidades primitivas de trepar y suspen­
derse. Esto último se infiere a partir de: la forma de la escápula más larga y
angosta; brazos más largos que las piernas.
En el segundo —característico del hombre— el desplazamiento lateral y
vertical del centro de la masa corporal estaría minimizado, reduciendo al mínimo
el gasto de energía usado para desplazarse sobre el suelo. Esto último constituye
por sí mismo una considerable ventaja desde un punto de vista adaptativo.

300
Crúnuu UuU*u yi wruk» a
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Mano cond pulgar
alargado. nn>ra «tmiMliriari
« » la pinta de loa dctic*.
ikOus noairv-jduv
(estructura manipuladora,
no locomotora)

El pie cuníigura
a «im cturo en piolaícrrra
cond pulgar noopcniblc.
I )k V» latrraim

Gráfico N? 5 - Adaptaciones a la locomoción bípeda.


Principales caracteres del cuerpo humano en un contexto evolutivo. La anatomía de la
región inferior del cuerpo ha sido modelada en gran parte por el estilo bípedo de locomoción,
y contrasta con la pelvis alargada, los miembros inferiores relativamente cortos y los pies
prensiles del gorila (izquierda). (Nota: el ancestro común entre el hombre y el gorila: es casi
seguro que no caminaba apoyándose en los nudillos). (Modificado de Lewin, R., 1987.)

CHIMPANCE AUSTRALOPITHECUS HOMBRE


AFARENSIS

Ia Los dientes caninos y poscaninos Los dientes molares siguen una La arcada de los dientes tiene
forman aproximadamente filas rec­ línea bastante recta. siempre un contorno parabólico de
tas y paralelas curvatura continua.
2° Los incisivos superiores están El diastema es pequeño en este A. Ausencia uniforme de diastema
casi siempre separados del canino afarensis y ausente en los auténtico.
por un diastema bien marcado. australopitecus posteriores.
3° Posición del agujero occipital; está El agujero occipital se encuentra El agujero occipital se encuentra
desplazado hacia atrás en compa­ en una posición similar a la del en la parte inferior del cráneo.
ración con el hombre. hombre

Gráfico N? 6: Comparación de cuatro características entre Chimpancé. A afarensis, y


Hombre: l 9 forma de la arcada de los dientes; 2® desarrollo del diastema; 39 posición del
agujero occipital; 49 tamaño del cerebro (modificado de Johanson 1981).

301
¿Explicaría la economía energética el por qué aparece la locomoción bípeda?
Dicha pregunta es imposible de responder porque está mal formulada. No debemos
preguntamos por qué sino cómo. Si la pregunta es cómo, la respuesta ineludible
es una o varias mutaciones al azar, que produjeron la materia prima sobre la que
actuó la selección natural distribuyendo individuos en las partes del hábitat que
le eran más favorables
y
¿Cómo actuó la selección?
— los más livianos y ágiles, capacitados para trepar por las ramas más
frágiles y columpiarse; se podían mover en la copa de los árboles;
— los menos livianos y gráciles a las ramas medias, más gruesas;
— los más pesados y capaces de caminar en dos patas, alternativamente en
el suelo y la parte baja de los árboles.

CARACTERÍSTICAS LOCOMOTORAS DE LOS PRIMATES

Antropoidea y monos Linaje Homo


• cuadrúpedo
* bípedo

* * el peso se distrfcuye en dos patas


el peso se distribuye en 4 patas

* * el centro de gravedad cae entre las dos ex­


el centro de gravedad cae en e) área definida
por las 4 extremidades tremidades inferiores
• el eje desciende desde la articulación de la
cadera al suelo
• * permanece parado con los pies juntos
cuando un chimpancé se para en dos patas,
debe separar los pies
• camina en línea recta manteniendo el
el ocasional avance bípedo se produce con
los pies hacia afuera y adelante centro de gravedad del cuerpo
• el centro de gravedad oscila fuertemente hada
• la leve osclación lateral de la masa corporal
uno y otro lado es el parámetro característico humano

el brazo derecho oscila hacia adelante y atrás,
acompañando la desviación hada la derecha
• usan su repertorio óe movimientos arborlcolas
en su tránsito por el suelo
É plantea una patología exclusiva del hombre:
hernias inguinales discales, ptosis diversas,
etc.

no presentan dificultades en el parto • dificultades en el parto en las hembras al
aumentar la capacidad craneana

302
Gráfico N8 7 comparación de cadera, pierna y pie entre Chimpancé, A.
Afarensis y Hombre.
El diagrama muestra los diferentes ángulos valgus. El ángulo que subtiende
el fémur en la rodilla, el ángulo valgus, es decisivo para la locomoción bípeda.
Con el fémur ladeado como en los seres humanos, el pie puede quedar por
debajo del centro de gravedad mientras se avanza. El fémur del antropomorfo
no está ladeado así, de modo que “anadea” durante la locomoción bípeda. El
ángulo valgus de Australopithecus afarensis es como el de los humanos, lo que
demuestra su compromiso con el bipedismo. Obsérvese también la forma
humana de la pelvis de afarensis. (Modificado de Lewin, 1987).

303
CHIMPANCE LUCY ESPECIE HUMANA

Gráficos N9 8
Los procesos del parto han competido con la bipedestación en conformar la
pelvis hum ana moderna. En la pelvis del chimpancé (m ostrada desde atrás),
la cabeza del feto desciende sin dificultad a través de la entrada arriba),
plano medio (centro) y salida (abajo) del canal del parto. En Lucy, el proceso
del parto fue algo más difícil: sus huesos ilíacos, cortos y cóncavos, eran
adecuados para el bipedismo, pero originaban un canal de parto que, aunque
ancho en sentido transversal, se estrechó en sentido antero-posterior. El crá­
neo del feto solamente podría pasar si primero giraba hacia un lado y después
de inclinaba. El cerebro, mucho mayor, de un feto humano requiere un canal
de parto más redondeado. El necesario alargamiento de la pelvis en sentido
antero-posterior redujo el ensanchamiento de los huesos ilíacos y, por tanto,
la ventaja mecánica de los músculos abductores; aun así, el proceso del parto
en la especie hum ana es complejo y traumático, requiriendo una segunda
rotación del cráneo dentro del canal del parto. (Modificado de Lovejoy, 1989)

304
El homínido que caminaba en dos patas y permanecía más tiempo en el
suelo que los otros; lo hacía por su estructura anatómica y porque su conducta
alim entaria omnívora le perm itía comer de todo: raíces, semillas, insectos, frutas,
carne, etc.(DAEGLING y GRINE, 1991; SPERBERG, 1990).
E ntre los póngidos actuales, los más pesados y grandes, como el chimpancé
común —Pan troglodytes— , el orangután —Pongo pygmeus — y el gorila — Gorilla
gorilla —, pasan comparativamente, más tiempo en el suelo que sus congéneres de
menor tam año, como el bonobo o el chimpancé pigmeo —Pan paniscus — (DO­
RAN, 1993; WHITE, 1992; GHIGLIERI, 1990; GODALL, 1986).

Es interesante hacer notar todas las diferencias anatómico-funcionales que se


relacionan con la postura bípeda:

1-Cambios importantes en la estructura de los huesos e inserciones musculares de las extre­


midades inferiores,
2-en los huesos:
3-en los músculos que permiten la postura erecta:
GLUTEOS MAYOR, MEDIANO Y MENOR; su función es impedir que
el cuerpo no se desplome hacia adelante;
MUSCULOS DE LOS CANALES O GOTERAS VERTEBRALES; mantienen
la espalda derecha;
MUSCULOS COMPLEXOS, cubiertos por el TRAPECIO, más delgado y ancho;
mantienen la cabeza erguida, apoyada en el atlas —primera vértebra cervical— Su
relajamiento produce la caída de la cabeza hacia adelante.
4-plena colocación de muslo y pierna sobre una misma línea,
5-los huesos ilíacos son mucho más anchos y acortados que en los Primates antropomorfos,
pues deben ofrecer una base de sustentación más firme para los órganos del abdomen.
Los músculos abductores tienen su punto de inserción diferente a los vinculados con la pro­
pulsión de los miembros inferiores.(LOVEJOY, 1992; JOHANSON y EDEY, 1981)
6-la columna vertebral presenta dos curvaturas: dorsal y lumbar, que sirven para aumentar su
resistencia mecánica y mantener el cuerpo erecto. En los antropomorfos la curvatura es única,
acorde con la postura semierguida.
7-EI agujero occipital está ubicado en el centro de la base del cráneo. En los antropomorfos,
éste se ubica en la parte posterior en consonancia con cabezas que cuelgan hacia adelante y con
un esplacnocráneo más desarrollado que el neurocráneo.
8-el dedo mayor del pie no es oponible al resto.

Parece poco probable que tantos cambios intervinculados sean producto de


una sóla mutación genética, sin embargo Gould (1977,1988) ha propuesto la inte­
resante hipótesis de la neotenia.
La neotenia es la persistencia de otra fase prim aria del desarrollo en un
organismo. E sta se da prácticamente en todos los grupos de animales y ha tenido
un im portante rol evolutivo (ELDREDGE y TATTERSALL, 1986; GOULD, 1977,

305
IUOPSOAS-

IUON-

GLUTEO MEDIO-
"/íS
GLUTEO MENOR-

GLUTEO MAYOR-

GLUTEO MEOtO FEMUR-

ILION OICEPS FCMORAL-

GLUTEO
ucNon CUADRICEPS'

GLUTEO MAYOR

UAOfUCEPS

BICEPS FEMORAL

EMUR

- GEMELOS

Gráfico N'9: Diferencias musculares entre la marcha sobre nudillos y la


m archa bípeda hum ana (modificando de Lovejoy, 1989)

306
1988). En ella el ritmo de crecimiento se lentifica y las etapas juveniles del ances­
tro se constituyen en etapas adultas de los descendientes volviéndose definitivas.

ALGUNAS DE LAS CARACTERÍSTICAS NEOTÉNICAS HUMANAS SON

* esplacnocráneo pequeño en relación al neurocráneo


* cráneo abovedado
* cerebro y cráneo muy grande enrelación a la estatura total.
* dedo mayor del pie no rotado
* agujero occipital en el centro de labase delcráneo
* pelo en cabeza, axilas y pubis.

Todas estas características del humano adulto, son compartidas con el chim­
pancé infantil. Si el Hombre en su historia evolutiva sufrió una mutación neoténica,
su cuerpo no hizo más que retener para siempre las características de la niñez. Es
más, en los mamíferos, la conducta flexible, la exploración y el juego son cualida­
des de la infancia; y es en el hombre donde esta ductilidad alcanza una am plitud
paradigmática.

DESVENTAJAS DE LA POSTURA BÍPEDA

Frena nuestra velocidad.


Limita la agilidad.
Entorpece la capacidad de treparse a los árboles.
Dificulta el parto de seres con cabeza grande, por lo tanto las crías nacen inmaduras.

VENTAJAS

. Aumenta el radio visual.


. Libera las extremidades superiores de la función locomotriz.
. Las manos liberadas asumen funciones de manipulación y acarreo.

5.2. ¿Cómo se produjeron los cam bios?


a. Conocemos que la variabilidad otorga la m ateria prima sobre la cual va
a actuar la selección natural.
b. Sabemos que en una población, si bien hay un pool génico compartido,
la variación entre los individuos se establece a nivel de los alelos. Si hay

307
algún rasgo que da ventajas en ese medio, este individuo se ve favore­
cido pudiendo vivir mejor y/o más tiempo. Pero desde un punto de vista
evolutivo la ventaja adaptativa sólo se registra si ese individuo deja
descendencia fértil que a su vez porte la característica que le dió venta­
jas.
c. No podemos hablar de rasgos aislados, como locomoción, alimentación o
sexualidad, sino de una serie de carcterísticas que se intervinculan.
Es frecuente, al exam inar los modelos que pretenden explicar el proceso de
hominización, explicaciones de tipo lamarckiano. En ellos aparece el gradualismo,
manifestado en tiempo y acumulación de cambio, como receta infalible destinada
a convencernos de la “adopción” de un rasgo estipulado. Por ejemplo, nuestra
dentadura omnívora se supone producto de un cambio lento y acumulativo a través
de mucho tiempo para poder consumir semillas y raíces duras. Si el cambio es lo
suficientemente dosificado y lento, la idea no chocará al sentido común. Y sin
embargo, si observamos estos hechos a la luz de la genética, no resisten la menor
crítica.
¿Cómo puede el ambiente por sí solo producir que mis incisivos y caninos se
achiquen, y que todos mis dientes se cubran de un esmalte grueso, si la informa­
ción de mis células que viene predeterm inada desde las gam etas de mis progeni­
tores dice todo lo contrario? Según Darwin (1859) nos enseñara el proceso, es a la
inversa:

MUTACIÓN = VARIABILIDAD ^ ----- SELECCIÓN NATURAL

Es decir:
1. Aparece un individuo portador de un tipo de alelo que codifica para que
tenga un modelo de dentición diferente. Esta le perm ite comer cosas
distintas.
2. Se alim enta mejor que los demás, sobre todo si el am biente es cambiante
y los recursos comienzan a escasear.
3. Está capacitado para vivir más tiempo y tener más hijos.
4. Los hijos pueden ser portadores de la mutación que produce ese cambio
ventajoso.
5. Como estos descendientes son más eficientes que los demás miembros de
la población, con el tiempo pueden reemplazar parcial o totalm ente a la
población ancestral.
6. Pero además, los individuos que comen mayor variedad de alimento
pueden conquistar nuevos ambientes, sobre todo si el que ocupan se ve
restringido y superpoblado (SPERBER, 1990; GHIGLIERI, 1988).

OAQ
I

5.3.Conducta no estereotipada
Sin embargo, la variabilidad no se manifiesta sólo en el plano biológico sino
en el del comportamiento. La elasticidad, en oposición a la conducta estereotipada,
daría grandes ventajas en un hábitat sujeto a cambios. Es decir, aquel que esté én
condiciones de dar respuesta a los problemas nuevos que plantee el ambiente, es
sin duda más inteligente que los demás y eso le otorga enormes beneficios. E nten­
diendo por inteligencia a la capacidad de ofrecer soluciones creativas a las dificul­
tades del entorno.
Por ejemplo, Joan Goodall, primatóloga que ha dedicado largos años a inves­
tigar la conducta de los chimpancés en libertad, en el Gombe, tuvo oportunidad de
observar esto en muchas oportunidades.
Para exam inar de cerca a estos animales, se le ocurrió dejar cachos de
banana cerca de los lugares de habitación. Esto atrajo no sólo a los chimpancés
sino también a los babuinos. Estos últimos, al ser más livianos y hábiles trepado­
res, aventajaban a los chimpancés más pesados y de hábitos repartidos entre el
suelo y los árboles. Por lo tanto, recogida la fruta con gran velocidad, se ponían a
buen resguardo.
Se le ocurrió entoces a la investigadora, ocultar las bananas en cajas
sem isubterráneas. Este inconveniente fue salvado rápidam ente por los chimpan­
cés, que si bien no podían competir en velocidad con los babuinos, tienen una
acentuada tendencia a la exploración, lo que los aventaja cuando tienen que resol­
ver situaciones nuevas.
Con este antecedente Goodall fue colocando cerraduras cada vez más com­
plejas. Aquí la selección no actuó ya entre especies que comparten un mismo nicho
ecológico, sino entre los individuos de la misma población. Fue así, que sólo algu­
nos estaban en condiciones de abrirlas, y al final del experimento únicamente una
joven hem bra pudo abrir la cerradura más complicada.
Esta observación “natural” nos permite registrar en vivo el efecto de la
selección natural. Las ventajas adaptativas no son absolutas, sino relativas. Por
ejemplo: los babuinos tendrían ciertas ventajas sobre los chimpancés en un am ­
biente de bosque si el alimento está a la vista, porque resultaría beneficiado el
animal más rápido. Si por el contrario, el acceso al sustento es problemático, el
animal aventajado será aquel que tenga una conducta menos estereotipada, es
decir el chimpancé.
Del mismo modo una banda de los colobos de pequeño cuerpo y larga cola
pueden poner en fuga a los chimpancés si la contienda por el alimento se lleva a
cabo en la copa de un árbol. Pero en el piso o en el follaje bajo, los chimpancés
cazan y m atan a éstos y otras especies de monos (GHIGLIERI, 1988).
Entre algunos primates, el acceso a las hembras en celo, a un lugar sombreado
o al mejor alimento, no es en ningún modo indiscriminado, sino que se rige por una
estructura jerárquica piramidal, colocándose en la cima un macho denominado
Alfa (GOODALL, 1986; GHIGLIERI, 1988; WHITE, 1992; SHEFFERLY y FRITZ,
1992). Este rol dominante no siempre es ejercido por el animal más corpulento sino
por aquel que hace más ostentación de poder, con gritos y golpes en el pecho,
intimidando de ese modo a los demás.
Goodall y otros han observado el uso circunstancial de palos, piedras y
ram as como herram ientas o arm as, conducta que se lleva a cabo frencuentem ente
cuando permanecen en el piso. La investigadora fue testigo del rápido ascenso de

ar>9
un macho subordinado mediante el recurso de esgrimir unas latas de gasoil vacías
obtenidas en el campamento y que le sirvieron para hacer mucho ruido (GOODALL,
1986).
Se ha constatado que las ventajas de ocupar una posición de dominancia se
m anifiesta en el sistema endócrino e inmunológico. Sapolsky, que trabajó con
babuinos en libertad, comprobó que el estrés sufrido por los animales subordinados
desencadenaba procesos metabólicos que dañaban la salud de estos animales. Es
decir, ante una situación de peligro o extrema incomodidad, como frío intenso o la
agresión de un depredador, todo el organismo se predispone para luchar. La prin­
cipal fuente de energía que es la glucosa, se desplaza desde la zona de alm acena­
miento hacia donde más se necesite. La sangre que transporta el oxígeno y la
glucosa se desvía hacia los centros fundamentales: cerebro, corazón y músculos
voluntarios o esquélicos. De modo que el estado de alerta perm ite dar una respues­
ta inm ediata al inm inente ataque.
Esto es beneficioso a corto plazo, pero perjudicial si tal estado se prolonga,
dado que quedan aplazadas funciones de mantenimiento, reparación y crecimiento
del organismo. Es decir, el estrés crónico puede producir: detención del crecimien­
to, reducción de la fertilidad, hipertensión, enfermedades cardiovasculares, dismi­
nución de la respuesta inmune, aumento de colesterol y propensión a las úlceras
pépticas (SELYE, 1988, SAPOLSY, 1992).
Sin embargo, quizás lo más interesante que se descubrió en este trabajo es
que la fisiología diferencial entre machos dominantes y subordinados, no condicio­
naba la estratificación social sino a la inversa. Es decir, que cuando variaban las
posiciones dentro del grupo, y por sistema de alianzas, se desplazaba de su lugar
de privilegio y seguridad al macho Alfa, éste cambiaba su respuesta fisiológica
produciéndose deterioro a posteriori.
Estos hallazgos tienen una enorme importancia para comprender la evolu­
ción hum ana, dado que nuestra especie es la que más respuestas creativas ha dado
a las situaciónes de estrés ambiental. Y las respuestas están dadas en el plano de
la cultura, la posibilidad de fabricar herram ientas, habilidad que no sólo tiene que
ver con las funciones anatómicas de la mano sino con el desarrollo del neocortex
en el hombre.
Ya en los australopithécidos la expansión del lóbulo parietal superior indi­
caría esta competencia (TOBIAS, 1982, 1983; ZIHLMAN, 1990; ABOITZ, 1992). En
Homo habilis el aumento del lóbulo izquierdo, relacionado con la capacidad inte­
lectual es m ás notable, junto con el desarrollo prominente del lóbulo parietal in­
ferior. Ambos, junto con el área de Wernick del lenguaje no aparecen en monos ni
en los australopithécidos.

5.4. Im portancia de la sexualidad continua en la esp ecie hum ana


E ntre los prim ates actuales, sólo la especie hum ana presenta una sexualiad
continua, pues entre los antropomorfos, las hembras sólo son receptivas durante
el estro. Es decir, que en el momento de la ovulación, emiten una serie de señales
tales como la tumescencia anogenital, color rojo y olor, que atraen a los machos del
giupo para copular. Esto aum enta la interacción entre los machos jóvenes y adul­
tos, y entre los jóvenes entre sí, ya sea para pelear o aliarse contra el macho
dominante (SHEFFERLY y FRITS, 1993; GOODALL, 1986).

310
I
La hem bra adulta normal sólo es sexualmente receptiva durante algunas
sem anas cada cinco años. O sea que desde que es fecundada hasta que desteta a
su cría no volverá a copular, lo que limita las posibilidades de reproducción en un
grupo medio de 15 hem bras adultas, a tres veces por año (GHIGLIERI, 1988;
GODALL, 1986).
Paralelo al aumento del estro en las hembras aum entan las conductas sexua­
les en los machos; heterosexual, homosexual y la masturbación. E ntre los chim­
pancés los conflictos son más acentuados entre los más jóvenes dado que deben
ganar su derecho a acceder a las hembras. En tanto que los adultos exhiben una
conducta más estable donde la dominancia de unos sobre otros ya establecida,
reduce la pelea y el deseo sexual por las hem bras (SHEFFERLY y FRITZ, 1992).
E sta información nos habilita a pensar que una sexualidad no restringida
a la reproducción tiene un alto papel adaptativo (JOHANSON y EDEY, 1981):
1. la interacción entre ambos sexos es estable;
2. perm ite la proximidad perm anente de los machos adultos necesarios
para la defensa del grupo y cuidado de las crías;
3. aum enta el número de hembras disponibles para la cópula y consecuen­
tem ente crece el número de crías;
4. se maximiza el éxito reproductivo dado que la presión de selección favo­
rece el comportamiento que potencia las oportunidades de reproducirse
(CROW, 1992; LEWONTIN, 1984).

5.5. C om partir la com ida


De todas las características sociales hum anas es quizás el com partir la
comida la que mayores consecuencias ha traído para la supervivencia de nuestra
especie (ISSAC, 1978, 1988).
En este punto hay cierto consenso en cuanto que la prim era división del
trabajo es sexual: hem bras recolectoras de frutos raíces, semillas, huevos y anim a­
les de pequeño porte; y varones adultos recolectores de carroña primero, cazadores
de animales grandes ya avanzado el proceso de hominización (JOHANSON y EDEY,
1981; LEAKEY, 1981; LEAKEY y LEWIN, 1980; SHIPMAN, 1984, 1987).
Mucho se ha escrito acerca de la importancia del aporte de proteínas cárneas
a la dieta por parte de los varones, estimulados por la atracción sexual ejercida por
las hem bras del grupo (LOVEJOY, 1981). Esta postura sostiene que el incremento
en el volumen encefálico en animales bípedos implicó el nacimiento de crías
inm aduras para que pudieran atravesar el estrecho canal de las pelvis hum anas.
E sta situación produjo una situación de dependencia de éstas con respecto no sólo
de sus m adres sino de los restantes adultos del grupo.
Creemos que esto es incuestionable, tratándose de seres tan poco dotados de
instrum entos “naturales” para el ataque y la defensa, es decir con uñas en lugar
de garras y con caninos insignificantes.
Pensemos un instante en estos seres desvalidos, pequeños (1,40 a 1,45 m),
cuyos cráneos y huesos lisos nos indican una m usculatura insignificante, con pesos

311
estim ados entre 40 y 50 kg, con sus crías supeditadas a los cuidados del entorno
mucho m ás que otras, tratando de sobrevivir en el competitivo medio de la saba­
na africana. La solidaridad intragrupal debió desem peñar un papel inestim able
(Isaac, 1978, 1988; Leakey, 1981; Johanson y Edey, 1981). Y no podemos pensar
de otro modo dado que el registro fósil evidencia en lugar de la extinción segura
a la que estaban condenados, un éxito reproductivo tal, que la presión dem ográ­
fica los llevó a ocupar todos los continentes de la tierra.
Sin embargo, consideramos que el argumento de la atracción sexual de las hem­
bras por sí solo, es un tanto débil para fundamentar el hecho de compartir la comida.
Las m adres son las prim eras que comparten la comida con sus hijos, sobre
todo teniendo en cuenta que no sólo nacemos muy indefensos sino que necesitamos
un período no menor de 10 a 14 años hasta alcanzar la pubertad. Entre los cazado­
res y recolectores actuales, el aporte de alimentos de la m ujer y los miembros jóve­
nes la comunidad no es despreciable. Más bien constituye una fuente estable de
recursos m ientras que la caza, si bien provee de un alimento altam ente concentrado
en proteínas y grasas, obliga a un esfuerzo mayor y de acceso no asegurado.
Por lo tanto es muy probable, que una vez que los miembros varones estuvie­
ran en condiciones de salir a cazar, al volver compartieran el alimento con quienes
ya estaban acostumbrados a hacerlo; es decir su madre y sus herm anos, haciendo
luego extensiva esta costumbre a una pareja sexual y crías (Linton, 1979).

Gráfico N9 10: Tamaño del cerebro y peso del cuerpo en seres humanos y antropomorfos. La
mayor elevación de la recta cerebro/peso del cuerpo en los seres humanos comparada con
la de los antropomorfos, revela una encefalización significativamente mayor en los primeros
(Gráfico modificado de Rober Lewin, Evolución Humana, 1987, Ed. Salvat).

312
6. EL COMIENZO DEL COMPORTAMIENTO CULTURAL
H asta aquí se han presentado los hechos más destacados sobre los que se
apoyan las explicaciones del origen biológico de la vida hum ana. Pero si
antropológicamente se considera al hombre constituido por dos dimensiones, una
biológica y otra cultural, ¿cuándo, dónde y cómo surge el comportamiento cultural?,
¿sobre qué criterios se determ ina su presencia?

6.1. La cu estión del um bral


Durante mucho tiempo se pensó que el surgimiento de la cultura debía
producirse a partir de alguna situación límite que demarcara con claridad lo hu­
mano de lo no humano. Se pensaba en términos de umbral, punto crítico, rubicán
o salto como si hubiera que franquear una puerta para que sobreviniera la hum a­
nidad, casi como si fuera un soplo divino oficiando un rito de pasaje.
Ya al comenzar los estudios sobre los orígenes humanos, esos criterios de de­
marcación se elaboraron en base a los rasgos anatómicos y culturales del hombre
moderno; estos se proyectaban hacia atrás en el tiempo para reconocerlos entre los
hombres más antiguos. Los rasgos anatómicos tomados en general como criterios son:
la relación entre la talla (peso y altura) y el volumen cerebral, la dentadura muy poco
especializada y la marcha bípeda. Entre los rasgos culturales que con más frecuencia

CRITERIOS UTILIZADOS PARA DIFERENCIAR


EL COMPORTAMIENTO HUMANO DEL COMPORTAMIENTO ANIMAL

1850: utensilios y armas defensivas


1900; A) hombre pensante; 1ro el cerebro
B) hombre en postura erguida; 1ro el bipedismo
1950: hombre fabricante de artefactos
1960; hombre cazador;
1970, A) mujer recolectora
B) hombre comunicador, 1ro el lenguaje
1980; hombre/mujer; compartición del alimento;
comportamiento carroñero
1990, comportamiento carroñero/ transporte de recursos

313
se han seleccionado se destacan: el comportamiento relacionado con el uso y la con­
fección de artefactos, la capacidad reflexiva y el tipo de estructura social del grupo.
El uso de estos criterios no es simplemente azaroso, puede vincularse a dife­
rentes aspectos; a los contextos sociohistóricos que han impregnado la elaboración de
las ideas, a los prejuicios sociales imperantes en un momento dado, al estado alcan­
zado por las investigaciones y, a veces también se relacionan con modas teóricas
(Lewin 1987; Isaac 1984). Hasta el año 1856 no se habían encontrado registros
fósiles humanos, pero en esos años se produjo el hallazgo del Hombre de Neandertal
(Alemania), justo en medio de un clima de debate de las ideas darwinianas donde
cualquier insinuación de que existiera una procedencia animal para el hombre re­
sultaba explosiva. En 1868 se realizaron en Francia los hallazgos de cráneos y
esqueletos del Hombre de Cro-Magnon que fueron aceptados sin mayores problemas
como humanos porque sus rasgos (cráneos redondeados y rasgos faciales se podían
homologar a los del hombre moderno). En las primeras décadas del siglo XX las
publicaciones científicas m uestran la coexistencia de dos ideas diferentes en torno de
los orígenes del hombre: para algunos el animal pasaba a ser hombre a partir de la
existencia de un cerebro más grande, para otros, el motor causal del advenimiento
de la hum anidad comenzaba con la marcha bípeda.

Primero el cerebro
E sta ha sido la explicación del umbral que más amplia difusión ha alcanza­
do y se deriva de las ideas ilum inistas del siglo XVIII, en las que el hombre, el
Homo sapiens de Linneo, se diferenciaba del animal por su capacidad pensante,
por el uso de la razón. Una evidencia de esto debia ser la existencia de un cráneo
grande.D urante todo el siglo XIX imperaron estas ideas y ya entrado el siglo XX,
en 1912, con este principió se preparó un fraude muy famoso; el Hom6/'e de Piltdown,
que en realidad fue falsificado utilizando un cráneo de hombre moderno y una
m andíbula de orangután a la que se le habían limado los colmillos. Su aceptación
fue inm ediata porque era lo esperado según las ideas de la época; primero tendría
que haber surgido un cerebro grande en un rostro que debía ser aún muy simiesco.
Cabe recordar que hasta 1924 no se habían encontrado restos fósiles anteriores al
millón de años, recién a partir de 1942 comienzan los hallazgos de fósiles en
Sudáfrica y a comienzos de 1960 en Africa Oriental.

Primero la postura erguida


Junto a la anterior circulaba otra idea en la que se consideraba a la loco­
moción bípeda como antecesora de la presencia de un cerebro más grande. Ya
Darwin había señalado las ventajas del bipedismo considerando que dejaba libe­
rada las manos para el uso de palos y piedras con los cuales los hombres se
defendían de las hostilidades de otros animales y congéneres. Se suponía que la
utilización de arm as demostraba la existencia de una agresión irrefrenable en la
naturaleza hum ana.Según algunos autores, estas ideas de las ventajas defensivas
del uso de arm as tiene su correlato con el contexto sociohistórico en el cual se
estaban produciendo crecientes hostilidades entre las potencias que desembocarían

314
luego en la Prim era Guerra Mundial.El paradigm a estaba impregnado de ideas
sobre la naturaleza agresiva del hombre, su origen era equiparado con la estrate­
gia del cazador porque, según esta argumentación, el animal se hacía humano
usando palos y ram as, matando a otros para sobrevivir. Estos argumentos son el
resultado de los prejuicios sociales de la época y también de la errónea interpre­
tación de algunos restos fósiles encontrados en 1924 por Raimond Dart en Sudafrica
(Australopitecus africanus) a los cuales se les atribuyeron signos de violencia entre
individuos del mismo grupo y hasta se especuló con actos de canibalismo.
En los años ‘ 50 apoyada también en ideas anteriores circuló una explicación
no ya morfológica sino cultural: la fabricación de artefactos como el umbral separador
y el motor principal de la evolución de los homínidos. Estas explicaciones coinciden
con la gran expansión de la tecnología capitalista en un marco ideológico donde el
hombre es dignificado en términos de su capacidad para producir bienes.En los
años ‘ 60, con el auge de las ideas biologicistas aplicadas a la interpretación del
comportamiento humano, escritos como los de Robert Ardrey retom an los viejos
argumentos de la conducta agresiva como un aspecto dominante de la naturaleza
hum ana y se construye así la hipótesis del hombre cazador, una imagen para los
orígenes de la conducta hum ana fundada en la depredación de la naturaleza, como
características inevitables y justificatorias de nuestras actitudes en el presente.
En los momentos en que Mac Luhan difundía la importancia de los medios
de comunicación como formas de dominación poderosa sobre la cultura, comenzaba
a circular tam bién en los años '70,1a utilización del origen del lenguaje como cri­
terio definitorio del umbral. Se proyectaba para los antepasados del hombre mo­
derno una comunicación gutural, de alaridos o chillidos apoyados en instintivos
gestos simiescos (basta recordar las imágenes de estos antepasados am pliamente
difundidas por el cine en películas como La guerra del fuego). El origen del lengua­
je vocalizado del hombre actual era considerado el motor causal que perm itía
transponer el um bral hacia la humanización.
También en los ‘70 otra hipótesis cobraba auge a medida que crecían los
movimientos feministas. Como contrapartida del rol excesivamente m achista atri­
buido al cazador en los orígenes humanos, se comenzó a desarrollar la hipótesis
que señala el rol recolector de la mujer como estategia adaptativa fundam ental en
la supervivencia de los primeros hombres, destacándose asimismo la relación hem ­
bra-hijo como relación nucleadora y aglutinante de la unidad social.
Las explicaciones de fines de los '70 y comienzos de los '80 intervinculan
argum entos de la hipótesis del hombre cazador y la mujer recolectora. Sin dar
preem inencia a ninguno de los dos sexos, sino por el contrario destacando el rol
cooperativo de ambos para la supervivencia de la especie, se formula la hipótesis
del alimento compartido (Isaac 1978). La división sexual del trabajo ubicaría a la
m ujer en las actividades relacionadas con la recolección de alimentos vegetales
para el grupo y a los hombres con las actividades de obtención de proteínas me­
diante el aprovechamiento ocasional de carne por carroñeo. La compartición se
habría efectuado en lugares transitorios —a salvo de predadores peligrosos como
los felinos— donde la interdepencia social del grupo requería de lazos sociales cada
vez más sólidos.
En estos años iniciales de los '90, la imagen de un comportamiento cazador
para los orígenes hum anos ha sido desestimada. Las evidencias del registro ar­
queológico localizado en diversos sitios de África Oriental y datados en 2 millones
de años, indican que los artefactos confeccionados por los primeros homínidos no
315
eran arm as propiam ente dichas, no eran eficientes para cazar sino solo para cortar
sustancias blandas como la carne y reducirla a porciones consumibles. Actualmen­
te ha cobrado auge la interpretación del comportamiento carroñero como la estra­
tegia inicial de supervivencia relacionada a su vez con el transporte de recursos
(SHIPMAN, 1986,1983; POTTS 1988,1991). Las interpretaciones científicas actua­
les de los datos arqueológicos que corresponden a los más tempranos representan­
tes del género HOMO localizados en Africa Oriental, indican que:
— trasladaban rocas de tamaño manuable a más de 2 Km de distancia del
lugar en donde se pueden obtener con el fin de confeccionar artefactos
en su gran mayoría cortantes (ISAAC, 1984, POTTS, 1991, SCHIPMAN
1983,1988);
— trasladaban comida; especialmente (a partir de los 2 millones de años)
carcazas de animales muertos por otros animales predadores como los
felinos con el fin de trozar en otros lugares las porciones de carne obte­
nidas (ISAAC, 1984, POTTS, 1991);
— utilizaban sus artefactos cortantes para extraer carne de las carcazas y
reducirlas a porciones consumibles, también utilizaron artefactos para
golpear huesos y extraer el tuétano. Las evidencias de estas actividades
pueden observarse en las marcas de corte que sobre los restos óseos han
dejado los artefactos líticos o bien en los rastros de utilización que han
q uedado en los m ism os artefac to s (SH IPM A N 1983, 1988;
BLUMENSCHINE, 1992);
— recorrían su hábitat de sabana probablemente siguiendo derroteros
estacionalm ente pautados obteniendo m aterias prim as y carcazas. Se
asentaban en determinados lugares durante un corto tiempo y allí rea­
lizaban actividades tales como: confeccionar y usar artefactos y trozar
carne. Estos asentamientos no son equiparables a los campamentos base
de los cazadores recolectores contemporáneos(POTTS, 1988, 1991).
El transporte a distancia de los recursos tales como carne y rocas, constituye
una actividad que señala la posposición del consumo de alimento para otro mo­
mento o del uso de la m ateria prima lítica para otro tiempo en el futuro en que
se van a confeccionar los artefactos. El posponer la realización de una actividad
para el futuro mediato es un comportamiento que no poseen nuestros parientes
m ás cercanos en el linaje (orangutanes, gorilas y chimpancés); ellos solo resuelven
sus necesidades de subsistencia en el presente inmediato. Dada su forma de loco­
moción no transportan comida u objetos a grandes distancias y no dependen de
otros congéneres para la obtención de los alimentos, cada uno lo hace de m anera
individual. Por el contrario, actividades como el carroñeo y el transporte de recur­
sos pueden considerarse rasgos propiamente homínidos relacionados a la marcha
bípeda y la compartición del alimento.
A medida que ha avanzado el conocimiento sobre los primeros homínidos se
hai. ido utilizando criterios demarcatorios más amplios, tanto anatómicos como
culturales intervinculados. Las viejas ideas nos m uestran los errores en los que se
incurre cuando se intenta aplicar criterios únicamente anatómicos o solo cultura­

316
les. Por ejemplo: si aplicamos el criterio de la postura erguida debemos ubicar el
origen del hombre hace 4 M de años con el Australophitecus afarensis-, pero si
aplicamos el criterio de la expansión cerebral de 850 cm3 a 1000 cm3, ubicaríamos
al hombre con el Homo erectus hace 2 M de años dejando fuera de la hum anidad
al Homo habilis (650 a 700 cm3). Por otra parte, tam bién existe una discordancia
entre el criterio cultural de los artefactos más antiguos de 2,5 millones de años
para indicar la presencia hum ana porque los representantes fósiles del género
Homo son más tardíos
Es necesario sustituir el esquema simple que propone una evolución lineal,con
un punto crítico a partir del cucd surge el hombre por un modelo más complejo de
factores ineteractuantes que evolucionaron a diferentes ritmos. Desde este punto de
vista la emergencia del hombre aparece como un conjunto evolutivo que requirió
mucho tiempo (el ritmo de los cambios biológicos y la aceleración que impuso la
cultura) y estuvo constituido por diversas modificaciones intervinculadas (creci­
miento encefálico, dentadura, fisiología del aparato digestivo, el aparato fonador,
la precisión en el manipuleo de las manos, la coordinación motora, etc..) Estos
elementos se van transform ando cada uno a su ritmo y van modificando las rela­
ciones que organizan a todos en el mismo conjunto evolutivo (concepto de la Bio­
logía de evolución en mosaico); por lo tanto es inútil buscar una frontera morfológica
precisa o un um bral claram ente delimitado. En la actualidad se prefiere estudiar
estos inicios de la vida hum ana en términos de comportamiento, concepto que
involucra aspectos de carácter biológico y cultural intervinculados.

6.2. ¿Qué importancia adquiere el uso y confección


de artefactos en el proceso de hominización?
Debido a que se conoce la fabricación ocasional de artefactos dentro del
repertorio de comportamientos de los antropomorfos modernos (póngidos), parece
poco significativo el criterio de los artefactos en sí mismos para separar a éstos del
hombre. Es conocido el ejemplo de los chimpancés que preparan palitos para ob­
tener term itas introduciéndolas en un hormiguero. Esto nos indica la capacidad de
los póngidos para confeccionar artefactos. Entonces ¿cuál es la diferencia con los
artefactos que se atribuyen al comportamiento humano ? Los chimpancés usan
artefactos para resolver situaciones ocasionales y del momento, no dependen de los
artefactos para su subsistencia, ni para asegurar con ellos su supervivencia como
especie (los palitos fueron usados y abandonados en el mismo lugar de uso). Por
el contrario, tal como se señaló antes, las evidencias de transporte de m ateria
prim a entre los homínidos de hace 2 m. de años indican la importancia que adquie­
ren para la vida de los homínidos.
El hecho de que fueran utilizados por los homínidos de m anera frecuente (y
no para situaciones mom entáneas como en los antropomorfos) revela la intención
de ser usados para la supervivencia centrada en la incorporación de nuevos recur­
sos alimenticios, especialmente las proteínas. E sta dependencia del uso de artefac­
tos —estrategia adaptativa extrasomática— sobre los que se apoya la superviven­
cia de la especie parece ser un rasgo específicamente humano.
En la década de los ‘60 Louis Leackey, trabajando en la G arganta de Olduvai
(Tanzania, África) encontró artefactos de 1,8 m. de años, los más antiguos regis­
trados para ese momento. En estratos ubicados por encima y por debajo de esos

317
artefactos encontró los restos fósiles de dos homínidos. Leackey consideró que el
autor de los artefactos había sido el homínido que tenía el volumen encefálico
mayor (650/700 cm 3) y los designó con el nombre de Homo habilis pa ra diferen­
ciarlo del otro homínido conocido como Australopit/iecus robustus. Al hacer esta
interpretación Leackey utilizó dos criterios muy vinculados a los prejuicios de su
tiempo; el prim er Homo debía tener un cráneo grande y debía confeccionar arte­
factos. Pero en la actualidad, no solo han aparecido artefactos más antiguos qu-a
el Homo habilis, sino también restos fósiles de la mano del Australopithecus robustus.
Estos restos señalan la capacidad m anipulatoria y la precisión necesaria para la
confección de artefactos líticos. No es extraño que un homínido bípedo (todos los
australopithecinos lo eran) haya confeccionado artefactos mucho m ás frecuente­
m ente que los póngidos actuales, su postura erguida lo posibilitaba.
Entonces ¿los artefactos no sirven para determ inar la separación entre un
comportamiento hum ano y otro que no lo es? Si solo se tiene en cuenta la presencia
/ausencia de artefactos para definir la separación, entonces no sirven, porque pue­
den ser parte del comportamiento tanto de los australopitecinos como de los Homo. Pera
si se considera la significación que adquieren para los homínidos de hace 2 m. de
años que comenzaron a incorporar carne en su dieta, entonces se puede reconocer
un diferente valor de uso caracterizado por una constante dependencia de estos
artefactos para la supervivencia (por ello transportaban rocas hacia los lugares
donde se necesitaban de m anera imprescindible para trozar los alimentos). Los
australopitecinos cuya dieta era esencialmente vegetariana podían usar artefactos
líticos para remover y aplastar frutos o raíces pero su uso no necesariam ente
requirió del transporte constante de m aterias primas para su confección, pudieron
usar en tales situaciones otros objetos ocasionales y del momento como palos o
ram as. En síntesis los artefactos adquieren im portancia para el proceso de
hominización cuando pasan a ser una estrategia adaptativa necesaria para apro­
vechar un recurso alimenticio disponible en el hábitat cuyo consumo se vuelve
imprescindible dada la alta competencia por los recursos vegetales con otros
homínidos y con otros animales herbívoros.3
El uso constante de artefactos necesarios para la supervivencia es un hecho
único en la historia de los homínidos. Es la prim era vez en la historia evolutiva
que una forma de vida fundará su supervivencia soore la base de elementos
extrasomáticos o extraorgánicos. H asta aquí solo se habían venido produciendo
adaptaciones endosomáticas (genéticamente establecidas) pero de ahora en más y
hasta el presente la cultura será el factor sobre el cual se organizará la supervi­
vencia de la hum anidad.

6.3. La form a de vida de los prim eros hom ínidos


El registro arqueológico que ha quedado de los primeros homínidos es frag­
m entario dado que por problemas de conservación sólo han quedado los artefactos
líticos; la piel, madera, hueso, corteza, no se conservan y se fosilizan excepcional­
mente. No obstante, la Arqueología con su metodología y técnicas propias puede
llegar a reconocer indirectam ente el uso de otras m aterias prim as. Por ejemplo
analizando los artefactos de 1,5 m. de años con un microscopio de amplios aum en­
tos-, se puede establecer si los artefactos fueron usados para cortar sustancias
blandas o duras (carne, madera, hueso).

318
La Arqueología es la disciplina antropológica que reconstruye el comportamiento humano en
el pasado.Lo hace a partir de los restos materiales que han quedado de ese comportamiento. En
su quehacer como ciencia se propone: 1) ubicar en el tiempo y el espacio a los hechos acon­
tecidos en el pasado, para ello se apoya en numerosos métodos de datación y en el conocimiento
que sobre el paleoambiente le pueden proporcionar las ciencias naturales; 2) reconstruir las
formas de vida para dar respuestas al cómo, qué y quienes; para ello cuenta con técnicas de
extracción de datos como la excavación y con estudios de la cultura material relacionada a
comportamientos humanos del presente y 3) explicar los procesos de cambios o los porqué se
producen las transformaciones de una forma de vida a otra.
Le compete a la Arqueología responder, entre otras cuestiones, a grandes interrogantes que
sobre el pasado nos formulamos los humanos, en especial, acerca de los orígenes del compor­
tamiento cultural, de los comienzos de la producción de alimentos, la domesticación de animales
y vegetales y los orígenes de las organizaciones sociales complejas como los estados.

El estudio de los utensilios de piedra que se encuentran asociados a los


restos óseos de animales y otros datos de los asentam ientos y el am biente, cons­
tituyen los únicos vestigios materiales del comportamiento humano más temprano.
Sin embargo, la arqueología con sus investigaciones casi detectivescas, puede ex­
traer m ucha información acerca de la forma de vida de los homínidos que nos
precedieron; de la tecnología utilizada para tallar los artefactos, de los recursos
necesarios para la subsistencia, de las formas en que los obtenían, de las activi­
dades que hacían en un lugar o las distancias que recorrían por el ambiente.

GRAFICO N° 11: Ritmo de algunos de los principales cambios biológicos y cultura­


les (modificado de Lewin, 1987: 42) . Los principales logros culturales fueron producien­
do un ritmo de aceleración creciente en las transformaciones del comportamiento huma­
no y las formas de vida. Durante algo más de 1.700.000 años A.C. existió un relativa
estabilidad cultural sin grandes cambios tecnológicos; comenzando con la vida de los
Homo habilis, quienes por recolección y carroñeo aprovechaban los recursos de las
sabanas africanas y siguiendo luego con la de los Homo erectus que exploraron otros
ambientes y subsistieron eficazmente mediante la cacería sistemática de animales.
A partir de los 150.000 años A.C. las evidencias arqueológicas muestran una com­
plejidad creciente del instrumental elaborado por los Homo sapiens neandertalensis y
sapiens (hombre moderno); las técnicas de cacería se hacen más efectivas y sin tantos
riesgos para la vida del cazador; la mayor densidad demográfica introduce aspectos de
complejidad en las relaciones sociales dentro de cada grupo humano y entre los grupos
vecinos; se expanden las manifestaciones artísticas y los estilos regionales. Para los
20.000 años A.C. aproximadamente, los Homo sapiens sapiens comenzaron a expandirse
por América y ya para los 10.000 años A.C. la expansión de las poblaciones por los
territorios ocupables del planeta casi está cumplida; la ocupación humana del extremo
sur americano (Patagonia) se produce en esos momentos y sabido es que nuestro país
constituye la punta finad del embudo colector de las primeras corrientes poblacionales
americanas que se expandían desde el norte y a donde habían llegado por el Estrecho
de Bering.

319
Importante avance

La forma de vida para todos los seres humanos continuó siendo cazadora recolectora
hasta que a partir de los 8.000 años A.C. algunas poblaciones del Cercano Oriente
comenzaron a domesticar vegetales y animales, produciendo acumulación de bienes
alimenticios y generando una de las transformaciones más radicales en la forma de vida
de la humamidad. Para los 2.000 años A.C. la mayoría de las poblaciones del planeta
producían sus recursos no por generar una forma de vida de más calidad que la caza
recolección sino por necesidad ya que era necesario resolver diversos problemas de
subsistencia (mayor densidad demográfica, competencia territorial, escasez de recursos
tradicionales etc.). La vida cazadora recolectora continúa aún en el presente entre
aquellas poblaciones que pudieron mantener un relativo equilibrio entre el número de
población y los recursos disponibles en su ambiente.
Suele decirse que durante el 99 % de historia de la humanidad el hombre fue
cazador recolector y ésta, por ser la que más tiempo ha perdurado, constituye la forma
de vida humana básica . En el 1 % restante se produjeron los más acelerados y verti­
ginosos cambios que llevaron desde las primeras aldeas agrícolas neolíticas a las ciuda­
des estado a partir de los 3500 años A.C., a los grandes imperios, a la revolución
industrial del siglo XVIII en adelante y a la desbocada carrera tecnológica contempo­
ránea.

320
7. ORIGEN DEL HOMBRE MODERNO
La cuestión de nuestro género, del Homo sapiens sapiens, ha provocado una
verdadera polémica entre paleoantropólogos y genetistas, (biólogos moleculares),
que se ven comprometidos en el debate sobre: cómo, cuándo y dónde se originaron
los hum anos modernos.

APORTES DE LA BIOLOGÍA MOLECULAR

El primero en utilizar la Biología Molecular para realizar estudios sobre evolución fue Linus
Paulin. Consideraba que las moléculas podían proporcionar tanta información sobre la filogenia
como los datos anatómicos de los fósiles. Goodman, a principios de los '60 comparó la reactividad
de las proteínas del suero de monos y del hombre utilizando una técnica inmunológica para
establecer las afinidades genéticas. Sus estudios se basaban en que a mayor diferencia genética
entre dos especies, mayor será la antigüedad de la separación entre ambas.
Vicent Sarich y Alian Willson en 1967, utilizaron una técnica similar a la de Goodman pero
incluyendo el factor tiempo. Se estudiaron las seroproteínas de chimpancés y humanos conside­
rando que las diferencias entre estos reflejan las mutaciones acumuladas desde su separación.
Sarich ya contaba con un reloj molecular, solo faltaba calibrarlo, por ello el siguiente paso fue
calcular el índice de mutación entre otras especies cuyas divergencias eran conocidas y se podían
datar con bastante exactitud a partir de los fósiles. Así aplicado el reloj a la separación entre
chimpancé y humanos, se dató la misma entre 5 y 7 millones de artos.
En la actualidad la Biología Molecular aporta un conjunto de procedimientos nuevos a la vez
que se acumulan más datos moleculares. Algunas técnicas se basan en el análisis de las cadenas
de aminoácidos presentes en las proteínas, que indican que cuanto mayor es el parecido entre
las cadenas de los mismos, mayor es la relación entre las especies. Otras permiten mediciones
más precisas, son las recombinantes. Con otras se mide la fuerza de las reacciones inmunológicas,
introduciendo una sustancia extraña en ta sangre de dos especies diferentes, si la reacción es más
parecida más cercano es el parentesco. En síntesis estas técnicas que van desde huellas protei­
cas, secuenciación de las proteínas, mapas de restricción del ADN nuclear y el ADN mitocondria!,
hasta la secuencia del ADN, significan una importante contribución a los estudios evolutivos
(LEWIN, 1992).

321
7.1. P e rsp e c tiv a s de la B io lo g ía M olecu lar: el M od elo R e g io n a l

En relación al problema sobre la emergencia humana, los datos m oleculares


permiten determinar: a) localización geográfica, b) tiempo en que se produjeron las
divergencias y c) permiten elaborar Modelos de Evolución. Al respecto veremos
cómo han surgido algunas discusiones de la interpretación de los datos molecula­
res y los datos que proporciona el registro fósil.
Los genetistas y algunos antropólogos oponen dos modelos diferentes sobre
el origen del hombre moderno. Unos y otros coinciden en admitir que Homo erectus
abandonó África hace aproximadamente un millón y medio de años, para ocupar
otras regiones del mundo antiguo, el Hombre de Pekín en China, el Homo erectus
de Java, serían sus descendientes así como 250.000 años atrás también lo será el Homo
sapiens arcaicos. A partir de aquí es donde estos modelos evolutivos divergen en
su explicación (LEWIN, 1992).
El modelo de evolución desarrollado por los genetistas Alian Willson y Rebecca
Caan, postula que el origen del hombre moderno resulta de la evolución de una
única población de Sapiens arcaicos africanos hace tan solo 200.000 años y que los
descendientes de esta población habrían emigrado de África sustituyendo a los
Sapiens arcaicos que vivían en otras partes del mundo. La otra idea, la de los
relojes moleculares, surge de la observación de que el ritmo de cambio genético
según mutaciones puntuales, es tan regular en largos períodos que se pueden
usar para datar divergencias de troncos comunes (WILSON y CAÁN, 1992).
A este modelo también se lo llama Modelo Out of África o Modelo de la Eva
Mitocondrial. Se basa en el estudio del ADN mitocondrial y se ha aplicado para
reconstruir la ultima etapa de la evolución del hombre moderno.
El ADN mitocondrial se diferencia del nuclear en su estructura (anular) y
localización. Otra diferencia reside en que solo codifica 37 genes (el nuclear
100.000).E1 ADN mitocondrial también difiere (y esto fue considerado una ventaja
importante para el equipo de Willson, en su heredabilidad. Los genes nucleares,
se heredan mas o menos equitativamente del padre y de la madre, en cambio el
mitocondrial solo se trasmite por el óvulo y por lo tanto solo se hereda de la madre.
Otra utilidad se encuentra en su tasa de mutación, en forma rápida y constante
lo que brinda un reloj molecular que se mueve muy rápido y permite fijar un
acontecimiento relativamente reciente. Las mutaciones son neutras y la selección
natural no las elimina. Wilson y colaboradores, utilizando este reloj mitocondrial,
fundado en el número acumulado de mutaciones y no en los cambios de las fre­
cuencias genéticas, construyó un árbol genealógico que revelaba mayor diferencia­
ción en Africa. Esto les permitió inferir que fue en este continente donde el ADN
mitocondrial habría evolucionado durante un período mayor y que se podría seguir
la pista hasta encontrar una mujer africana ancestral.
Asimismo midieron cuanto ADN mitocondrial ha evolucionado en poblacio­
nes que se fundaron en tiempo conocido. Así, estimando que las poblaciones de
Nueva Guinea y Australia se fundaron hace 50.000 y 60.000 años respectivamente,
y comprobando la cantidad de evolución que se operó en ellas esta resultó ser un
tercio de la cantidad operada en la humanidad. Por ello dedujeron que “Eva” vivió
hace el triple de ese tiempo; es decir entre 150.000 y 180.000 años (WILSON y
CAAN, 1992).

322
7.2. L a P a le o n to lo g ía y el M odelo M u ltir r e g io n a l

Al modelo de la “Eva” mitocondrial se opone el modelo desarrollado por los


paleoantropólogos que rechazan la hipótesis del origen único para el hombre mo­
derno. Defienden por el contrario que los humanos se originaron primero en África,
pero que luego desarrollaron sus formas modernas en las diferentes regiones deí
mundo antiguo. Woolpoff y su equipo proponen como alternativa el modelo
multirregional de evolución humana. Consideran que el registro fósil y los artefac­
tos son datos mucho mas confiables que las variaciones operadas en el ADN
mitocondrial, son observables, son hechos empíricos. Sostienen que el registro fósil
constituye la prueba real del hombre moderno, además de ser rico en restos hu­
manos y en yacimientos arqueológicos del último millón de años, por el contrario
los datos genéticos son de orden conjetural.
Señalan que la teoría de “Eva” debería ser corroborada por el registro fósil
y rechazan la pretensión de la sustitución total de las poblaciones arcaicas por las
modernas como así también la falta de hibridación y mezcla con los grupos que
reemplazaron. La sustitución rápida en todos los ambientes y climas no condice
con la presunción de que son las poblaciones nativas y no las inmigrantes las que
desarrollan ventajas demográficas y adaptativas. Habría que encontrar para esta
afirmación, restos arqueológicos de las conductas que les confirieron semejante
éxito, para que hubiera ocurrido una invasión total y una sustitución completa de
los arcaicos por los modernos.
Quienes postulan el modelo multirregional concluyen que la dificultad prin­
cipal reside en el uso del ADN mitocondrial, más precisamente en la característica
que Wilson y Caan habrían considerado su principal ventaja: la forma de
heredabilidad. Si el ADN mitocondrial no se recombina y se trasmite solo por vía
materna, el potencial de deriva genética (pérdida accidental de linea por azar) es
muy grande, en particular, cuando en alguna generación no hay descendencia
femenina ésta desaparece.
Ademas se debe tener en cuenta que las variaciones de este ADN no depen­
den solo de las mutaciones dado que hay cambios drásticos producidos en una
población por fluctuaciones climáticas (como debió ocurrir durante los periodos
glaciales) o crecimiento demográfico como consecuencia de una nueva forma de
obtención de alimentos.
En un nuevo marco interpretativo de los datos de la genética, los
paleoantropólogos ubicarían a la “Eva” como el antecesor mitocondrial más remoto
de la humanidad, viviendo en África hace por lo menos 1 millón de años (coinci­
diendo con la salida del Homo erectus del Africa); es decir la migración de las
mitocondrias se produciría junto con la de algunos grupos de primitivos anteceso­
res hacia Eurasia, cuando todavía no había allí otros homínidos. Esto reconciliaría
de alguna manera el registro fósil con los datos de la genética (THORNE y
WOLPOFF, 1992).

7.3. Estado actual del debate


Como hemos visto, ambos modelos evolutivos presentan puntos débiles, así
por ejemplo el modo en que una población de hombres modernos sustituyó a los
arcaicos sin dejar rastro de una mezcla genética detectable en el Modelo Regional.

323
Caan, presume que la causa de la sustitución pudo obedecer a enfermedades in­
fecciosas que eliminaron a un grupo. Cavalli Sforza, apoya esta tesis aportando la
idea que en los modernos debió aparecer un rasgo que impidió que se cruzaran
eficazmente con otros homínidos, es decir, sugiere la aparición de un lenguaje
avanzado, que operó como barrera.
Por su parte el Modelo Multirregional, necesitaría de una continuidad gené­
tica muy grande, a través de muy amplias regiones geográficas. Sahin Rouhani
decía al respecto: “...incluso en condiciones ecológicamente idénticas, cosa que ra­
ramente ocurre en la naturaleza; las poblaciones geográficamente aisladas divergen
unas de otras y finalmente se reproducirán aisladamente I...les totalmente impo­
sible que la evolución siga idénticos caminos en este paisaje m ultidim ensional”
(LEWIS, 1992).
El modelo Multirregional requiere un recambio continuo de genes, para lo
cual es necesario un largo período hasta alcanzar el equilibrio; tiempo que no ha
sido suficiente en la historia de la humanidad. Como conclusión podríamos decir
que el registro fósil constituye el elemento mas tangible del pasado de la hum a­
nidad, pero asimismo, los genes de los hombres actuales son un producto directo
de ese pasado.

Gráfico N9 12. Arbolflque presenta a los Neandertales como un fondo de saco evolutivo.
Una teoría muy difundida sobre el origen de los seres humanos modernos es que los
Neandertales eran una variante geográfica de sapiens arcaico, que se extinguió cuando el
Homo sapiens completamente moderno llegó a Europa procedente de algún lugar, posible­
mente de Africa. (Gráfico modificado de Roger Lewin, Evolución Humana, 1987, Ed. Salvat).

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1973, (versión resumida).
3 Existen diferencias anatómicas que permiten separar a los australopitecinos del género
Homo. Asimismo, desde el punto de vista del uso y confección de artefactos también existen dife
rencias en el grado en que éstos pudieron haber intervenido para la supervivencia de la especie. S<
considera que si bien los australopitecinos pudieron usar a menudo objetos extrasomáticos, si
utilización no era condición necesaria para su subsistencia; dado su tipo de dieta esencialmente
herbívora y frugívora bien pudieron utilizar palos, ramas o artefactos de piedra, pero no dependían
exclusivamente de ellos para su supervivencia como especie. En este sentido la utilización de arte­
factos no se diferenciaría en mucho de la forma en que los construyen y emplean los antropomorfos
actuales.

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