de La Sefarad Judía A La España Conversa

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E L L E G A D O S E FA R D

M. FUENCISLA GARCA CASAR


Universidad de Salamanca

De la Sefarad juda a la Espaa conversa

Alonso de Espina, Fortalitum fidei contra judos, sarracenos, aliosque christiane fidei inimicos (Castilla, 1460), Madrid, Biblioteca Nacional (R/27056, fol. 1r)

No pienses correrme por llamar los ebreos mis padres. Sonlo por cierto y quirolo; ca si antigedat es nobleza, quin tan lexos? Si virtud, quin tan cerca? O si al modo de Espaa la riqueza es fidalga, quin tan rico en su tiempo? Tales palabras pone en boca del obispo converso don Alonso de Cartagena, el poeta de la corte de Juan II, Juan de Lucena en su Dilogo de vita beata, como rplica a las invectivas que le lanzara otro poeta, Juan de Mena, al recordarle su ascendencia juda. Que el obispo de Burgos Alonso de Cartagena pronunciara o no estas palabras, no es relevante, pero s lo que ah se expresa. Resume con contenida emocin y orgullo la conciencia humana, religiosa, social y hasta poltica que al menos una parte del elemento converso haba logrado en aquella convulsa Espaa del siglo XV. Qu actitudes de aceptacin y de rechazo se haban ido fraguando al correr de los siglos en el tejido social, religioso y poltico espaol, hasta hacer suyas en mayor o en menor medida el grupo social converso, prebendas exclusivas del cristiano viejo como el linaje por nacimiento, la nobleza, la virtud, la riqueza y la hidalgua, sentidas con una dignidad y una distincin difcilmente superables? Un hecho es cierto: el leons, el castellano, el navarro, el aragons siempre fue y se sinti cristiano, la existencia colectiva mayoritaria que combata al moro y a todo lo extrao a sus valores, sentimientos y mritos colectivos. En cambio, el judo de Sefarad no siempre fue judo a los ojos de aquella colectividad que en un momento dado empez a ser llamada espaola, pues cuando una porcin excluida, adopt la condicin de cristiano, sta se escindi en dos referencias adjetivales irreconciliables: viejo y nuevo. Si es cierto que el converso fue creacin cristiana, no lo es menos que el criptojudo, el mal cristiano y peor judo, lo fue juda. Representmonos esquemticamente a fin de entenderla bien, la complicacin del proceso que tuvo lugar. El judo fue un repoblador til, necesario y respetado en los primeros siglos de batalla contra el sarraceno. Los fueros lo salvaguardaban de atropellos y le conferan igualdad con el cristiano en materia judicial: Si un judo y un cristiano pleitean por algo, designen dos alcaldes vecinos, uno de los cuales sea cristiano y el otro judo (Fuero de Cuenca). Cristianos, moros y judos convivan, se necesitaban. Pero no nos llamemos a engao, lo que compartan eran intereses nacidos de contactos, mas eran ajenos a todo sentimiento de comunidad hispnica. La invisible lnea que jams traspasaron fue la de experimentar un profundo sentimiento de grupo diferenciado e independiente, caracterizado por sus peculiares situaciones histrico-espirituales. Aproximacin y convivencia s, pero esto nada tiene que ver con el hecho de que en algn momento pudieran estimarse herederos de la misma historia. Protegidos por los reyes estn bajo nuestro amparo e defendimiento real, utilizados por los concejos, los nobles y los prelados como administradores, recaudadores y arrendadores de sus bienes, los judos hicieron de esa demanda social, vida siempre y ne425

cesitada de prstamos monetarios sobre los que planeaba la sospechosa certidumbre del logro, su ley de supervivencia, infiltrndose en las cortes reales y en los ms diversos intereses humanos y divinos. Mientras, los representantes de las ciudades reunidos en cortes van imponiendo un ritmo legislativo de propsitos y despropsitos que contrae cada vez ms la vida pblica, haciendo ms y ms acusada la distancia moral entre ambas colectividades. Al mismo tiempo el pueblo, empobrecido por hambrunas y carestas, agobiado por toda clase de impuestos y apremiado por el pago de implacables deudas judiegas, sita en el punto de mira de su enconado resentimiento, cada una de las juderas que jalonan aqu y all las tierras de los reinos hispnicos. Y la opinin pblica de los menudos del pueblo, prevaleciendo sobre la actuacin deliberada y dosificada por la voluntad de los monarcas, se convirti en un poder elemental, irreflexivo e irresponsable, que adems ofreci su inercia al influjo de todas las intrigas contra los incmodos judos. Cinco fechas, heridas por acontecimientos de diferente intensidad, jalonan el deshacerse judaico y el surgimiento y andadura de la condicin conversa, una nueva personalidad trgica y contradictoria en lo espaol. Precisamente ser el cristiano nuevo de judo, en su esencia anormal, quien desaloje, ms an, desarraigue de Espaa un pueblo, el judo, de ignota arribada a la Pennsula Ibrica, que huyendo, asentndose, conviviendo y feneciendo, acabara por reducirse al mundo sefard. Sin embargo, un buen nmero de judos hizo de la solucin que el poder les ofreca, su tabla de salvacin, eso s, a un precio muy alto, un sobrehumano camuflaje histrico hecho de dos realidades superpuestas: una profunda, efectiva, sustancial la juda, otra aparente, accidental, de superficie la conversa, si exceptuamos contados casos de adhesiones sinceras a la creencia cristiana. Sus vidas fueron en realidad un gesto aprendido, y el que hace un gesto aprendido, hace por debajo de l, el gesto suyo, el autntico.

AO DE 1391 Es falso decir escribe Ortega que la historia no es previsible. Innumerables veces ha sido profetizada. Si el porvenir no ofreciese un blanco a la profeca, no podra tampoco comprendrsele cuando luego se cumple y se hace pasado. Dnde hallaremos ese blanco a la profeca en el judasmo espaol? A mi modo de ver hay que situarlo en ese hilo conductor de esta trama humana de formas equvocas como todo destino: el pensamiento agustiniano de la tolerancia hacia el judo con la esperanza de su conversin por su trato con cristianos. Slo que aquella utpica esperanza se fue desgastando, se fanatiz, transformndose en condicin de obligatorio cumplimiento, al otro extremo del destierro o la muerte. Esa obsesin enfermiza por sacar a las conciencias judas de su eterna servidumbre moral y religiosa a los ojos del cristiano, y dotarlas de seoro y dignidad verdaderos a travs de la gracia del bautismo, se contamin irremisiblemente de cuantos intereses de humano vivir, encontr a su paso.
Por el ao de 1378 el arcediano de cija Ferrand Martnez comenzaba a predicar en Sevilla contra los judos. En sus sermones clamaba por que las veintitrs sinagogas que haba en dicha ciudad, segn l edificadas y adornadas contra derecho, fueran demolidas y que se encerrara en su barrio a los judos para que no tuvieran trato ni contacto alguno con la poblacin cristiana1.

Baer 1981, p. 383.

El 6 de junio toda una multitud informe y annima, enardecida por el arcediano, da rienda suelta a su capacidad destructora de saqueo, dolor y muerte, contra las juderas penin-

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sulares. De sur a norte con epicentro en Sevilla, pocas comunidades judas escaparon a la onda expansiva de aquella avalancha de odio hacia el judo, donde se mezclaban y confundan dos dimensiones, la religiosa y la econmico-social, diferentes y de valor contrapuesto. Como resultado, el maltrecho y superviviente judasmo da a luz el primer importante contingente de conversos, fruto de aquel imprevisto reguero de devastadora violencia, violencia ms aminorada o prcticamente inexistente cuanto ms hacia el norte. Este ao de 1391 marca sin lugar a dudas un antes y un despus. Pero, de verdad el judasmo nunca hubiera apelado a nada fuera de l, si la circunstancia no le hubiera forzado violentamente a ello? Acaso estaba en aquellos ltimos aos del siglo XIV tan pleno, tan satisfecho de s mismo, tan ntegro? Porque se le suele ver como un colectivo arrebujado en sus juderas, formando un tejido social de urdimbre perfecta, apoyado slidamente en su fe. Nada ms lejos de la verdad! Si fuera de las casas y las callejas estrechas y umbras de sus barrios, todo un cmulo de ojerizas y resquemores emanados del cotidiano vivir el verlos como pecadores pblicos por comerciar con dinero, como prestamistas y logreros, su ostentacin de lujo en el vestir, el recaudar los odiosos tributos, el hacerlos responsables de epidemias y pestes, el acusarlos de profanacin de Formas y de llevar a cabo sacrificios rituales de nios cristianos aliment una hostilidad que conducira el vivir hispnico al inevitable fracaso social de 1492, su milenaria y probada creencia se tambaleaba en las capas ms aristocrticas, en sus dirigentes y en sus intelectuales. Instalados en una vida que disociaba un pretrito de tradicin y costumbres con identidad propia, de un presente sentido como imprevisible e inagotable, donde todo, todo era posible, lo mejor y lo peor, aquella fe, resentida por el racionalismo filosfico, se perciba a s misma decada, es decir, menguada, debilitada e inspida:
Estragos ha hecho el tiempo hasta en los mismos restos y un pacto ha vuelto en otro como belleza en llaga. Abundan los altivos que pecan, se revelan; tenidos por judos la fe cristiana guardan. Caminan en la sombra y extraa es a sus ojos la ley que recibiera Moiss en el Sina.

Desde el siglo XIII estos versos de Todros ben Yehud ha-Lev seguan vivos en las primeras dcadas del siglo XIV, cuando los espirituales franciscanos y los sectores ms ortodoxos del judasmo arreciaban en su animadversin contra los nuevos convertidos, aqullos porque vean sorprendente la paradoja del ataque a los antiguos correligionarios de unos, y el deseo de volver al judasmo de otros; stos porque se encargaban de que los judos observantes los vieran como traidores y averrostas. De muy pocos conversos con nombres y apellidos de este primer importante contingente salido de los sucesos de 1391, o anterior a l, tenemos certeza de la autenticidad de su conversin, sintindola como una verdad de conocimiento, un giro interior tan rotundo y pleno
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que hizo de Abner de Burgos, Alfonso de Valladolid en el ao 1321, y entre 1391 y 1415 de Selom ha-Lev, Pablo de Burgos, y de Yehosa ha-Lorq, Jernimo de Santa Fe.

AO DE 1412 En el judasmo espaol se advierte una cronologa vital inexorable. El elemento converso avanza, y cuanto ms avanza es ms vital que el elemento judo que se va quedando cada vez ms solo. Vicente Ferrer, dominico, dotado de sublime palabra, comprendi que sta poda hacer que la distancia entre cristiano y judo se acortara, desapareciera. Sus sermones arrebataban, convertan de verdad. El milagro no andaba lejos:
Y porque en Salamanca y Zamora se lee en la Historia de las antigvedades de la civdad de Salamanca de Gil Gonzlez Dvila estauan dos Sinagogas principales, en este mismo ao (1411) vino a predicar a Salamanca, y tom estrecha amistad con vn Iudo, negociando con l buscasse medio como vn da entrasse en la Sinagoga, quando los Iudos estuuiessen juntos celebrando las fiestas de sus sbados. El que le dixo la forma y manera que aua de tener en todo, sealndole vn da cierto para ello. Traa el glorioso Santo en la mano vna Cruz; entr en la sinagoga quando ninguno de los de dentro pensaua en ello; alborotronse todos; sossegles con amorosas razones, rogndoles le oyesen lo que les quera decir: y endereando la pltica a dar a sus almas luz, comen a predicar. Y por la misericordia de Dios, estando predicando, aparecieron sobre las ropas, y tocas de todos los que estauan en la Sinagoga vnas Cruzes blancas. Y como lucha muchas vezes el fauor del cielo, con la violencia de la tierra, vista por los Iudos vna tan gran marauilla, como era toque del cielo [...] todos pidieron el agua del Baptismo, y que queran ser Cristianos, convirtindose, tomando muchos el nonbre de Vicentes [...] Era la Sinagoga donde sucedi este milagro, adonde ahora es el Colegio de la Veracruz, del Orden de nuestra Seora de la Merced, que del milagro tom el nonbre, y lo que era Sinagoga es oy da refitorio, y en l est viua la puerta por donde entr el Santo a predicar, que tena vna letra Hebrea que deza: Haec est porta Domini, Iusti intrabunt per eam.

Tal cota de conversiones alcanz la aljama salmantina, que en 1413 la Casa de Estudio o Midrs situada en la ra Nueva, hoy Libreros, fue cedida por Juan II al Estudio salmanticense para edificar el Hospital de Santo Toms de Aquino para estudiantes pobres y enfermos. Segn consta en el documento, el rector, el maestrescuela y doctores de la Universidad hicieron esta peticin al rey: Por quanto los judos de la dicha ibdat eran conuertidos a la santa fe catlica, tanto, que no ava en ella saluo muy pocos judos. Un segundo contingente de cristianos nuevos, fruto de la persuasin esta vez, y del Espritu que sopla donde quiere, se sum sin secuelas al menesteroso colectivo converso de aquel no tan lejano 1391. Bien es verdad que Vicente Ferrer entenda esa persuasin tambin como recorte de movimientos, como lmites y privacin de oficios y quehaceres para el judo fiel a su fe. La separacin de barrios, la cerca de las juderas se hizo ley en uno de los veinticuatro artculos de las leyes de Aylln promulgadas en dicha localidad el 2 de enero de 1412, y que el Ordenamiento de doa Catalina refrendara sin paliativos. Los hechos seguan imparables y nadie pareca estar dispuesto a reflexionar sobre unas palabras del carismtico predicador: toda conversin producto de la violencia no es legtima. Todo demasiado tarde. Eclesisticos, conversos y cristianos viejos empujaban al judasmo espaol a su desaparicin. Un tristsimo lamento de qin comenzaba a escucharse en todas las aljamas y en los corazones que abandonaban su secular fe...
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Fuero de Cuenca (Cuenca, 1190, copia de 1400-1410), Valencia, Biblioteca Histrica, Universitat de Valncia (Ms. 39, fol. 1r)

Surez Fernndez 1991, p. 47.

Antes de seguir avanzando por el turbulento y confuso siglo XV, conviene bucear una vez ms en el problema judo, alma mater sin ninguna duda del llamado problema converso. Es asunto en que conviene ver claro qu herencia histrica conformaba el subterrneo espiritual de estas dos importantes generaciones conversas. La autoridad y el magisterio de San Agustn, que en asunto de judos haba legitimado su presencia entre los cristianos, se tambalea a finales del siglo XII. Frente a aquella Iglesia corrupta de poder y riquezas, movimientos heterodoxos como los albigenses proclamaban su pureza (ctaros) y una nueva verdad ideolgica se proclamaba en el IV Concilio de Letrn, convocado en 1215 por el papa Inocencio III. La sociedad cristiana europea se reconoce como Universitas cristiana, comunidad cuyo nico acceso posible era el bautismo. Judos y musulmanes quedaban excluidos. La expulsin ideolgica se haba puesto en marcha. El respaldo cannico a las rdenes mendicantes de franciscanos y dominicos los autorizaba a ocuparse y a intervenir contra toda desviacin hertica. Quedaba, de todas maneras, muy claro que la unidad religiosa era el sustento nico de una sociedad que se autodefina como Universitas cristiana, siendo delito cuanto se opusiera a ello2. Luego toda desviacin religiosa se considerara a partir de ahora, delito de hertica pravedad, y toda creencia diferente se llenaba de sospechas. Entre los adivinos y los moros colocara el rey Sabio al judo, como reza la VII Partida alfons. Entre la supersticin y el error, su ciega porfa. Los intereses polticos, meramente mundanos, no tardaron en inmiscuirse en la jurisdiccin eclesistica de la que podemos llamar Inquisicin medieval, pues al equiparar el delito de hereja con el de lesa majestad, castigado con la hoguera, se brindaba la ocasin a toda clase de abusos. Gregorio IX logr controlar la situacin: la autoridad civil no tena poder de castigo hasta el veredicto de los inquisidores dominicos. La hereja slo se poda dar entre los bautizados. El judo quedaba al margen pero no el judasmo, al que una compleja y enmaraada intencionalidad presentaba como fuente de desviaciones y de errores. La creencia y su unidad, su cohesin interna frente a toda amenaza no fue tarea exclusiva de la cristiandad europea medieval. El judasmo de Sefarad combati por la suya, incansable, desde el brote de carasmo en tiempos de Maimnides hasta el ms persistente y grave: los planteamientos racionalistas propugnados por el filsofo cordobs averrosmo se llam a sus vislumbres, al borde del agnosticismo y el pantesmo sembrarn de disensiones los cimientos espirituales de la fe mosaica, mermando la solidaridad ntima de las aljamas, pues la oligarqua juda partidaria de las tesis maimonistas pretenda a toda costa obtener exenciones tributarias y controlar las aljamas potentes, como la de Zaragoza, que se la disputaron clanes familiares como los Alconstantini y Caballera. El judo del montn, el sencillo, vea por los ojos de los rabinos partidarios del pietismo ms conservador
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en vida y creencia. En realidad, los dirigentes espirituales judos haca tiempo que venan librando una batalla cada vez ms enconada, batalla que, bien mirado, fue la ms penosa traicin que sufri el judasmo hispano medieval: los ataques al Talmud por parte de los peores judas, los conversos convencidos que haban ingresado en el estamento eclesistico. Ellos se encargaron con el apoyo eclesial desde Mos de Huesca como Pedro Alfonso y su Disciplina clericalis, all por el ao de 1106, y avanzada la primera mitad del siglo XII y en la misma lnea, el abad de Cluny, Pedro el Venerable, y su Tractatus donde somete a examen la hebraica veritas de difundir la idea de que el corpus talmdico, la Misn con sus comentarios y explicaciones, era irracional, plagado de errores, y contena blasfemias contra Cristo, el Papa y la Iglesia. Quin lo iba a decir! Por una jugada del destino fue un judo, rab Selom ibn Abraham, maestro talmdico en Montpellier, contrario al pensamiento de Maimnides, quien en 1232 descubri a los dominicos, sin medir las consecuencias, el cisma que atravesaba el judasmo. Lo dems vino por aadidura en el tiempo. Sus consecuencias se extenderan hasta 1492: se descubri que haba libros judos que constituan un serio peligro para la fe cristiana. Se impona su examen, su destruccin si era preciso. Se alertaba incluso sobre el posible delito de hertica pravedad entre los judos custodios del texto del Antiguo Testamento que comparta la Iglesia. Y entonces, ambas creencias se irguieron titnicas, frente a frente en tres ocasiones. Sus mecanismos psquicos requeran urgentemente una reduccin a lo autntico, presentando cada una en aquellas ordalas dialcticas la controversia de Pars de 1240, la de Barcelona de 1263, y la de Tortosa de 1414, a sus mejores paladines, sabios talmdicos una, sabios telogos otra. Slo que del lado cristiano argumentaban y rebatan a la otra parte, conversos que reunan en su persona los dos saberes: el mendicante Nicols Donn en la de Pars; Pablo Cristiani, de judo Saul, en la de Barcelona, midindose con la personalidad de Najmnides, y en la de Tortosa, Jernimo de Santa Fe, de judo Yehosa ha-Lorqu, ante rabinos de la talla de Yosef Albo de Daroca. Esta ltima controversia aument s, el nmero ya existente de conversos, pero hizo que el judasmo, depurado de sus miembros ms dbiles y tibios, saliera ms fortalecido y dispuesto a seguir siendo con todas las consecuencias. Al tiempo de estos combates orales, otros notables conversos versados en el agustinismo y en la escolstica, sabedores profundos de los cimientos de su propia fe, acorralaban con implacable pluma al errado judasmo, haciendo frente comn con los escritos de mendicantes y telogos. El cerco era cada vez ms un trgico crculo con fechas y nombres. Las personales conversiones que tuvieron lugar en la madurez de sus vidas, recorrieron un largo camino de reflexin, gravedad, peso hondo: en 1321 rab Abner de Burgos fue Alfonso de Valladolid, y Alfonso de Valladolid fue sus obras, Las guerras del Seor, Mostrador de justicia, Oferta de celo. En 1390 Selom ha-Lev fue Pablo de Santa Mara o de Burgos, obispo de esta ciudad castellana por nombramiento del papa Benedicto XIII. Y Pablo de Burgos que surgi de la Summa de Santo Toms, del Pugio fidei de Raimundo Martn, de los escritos de Alfonso de Valladolid, fue su obra Scrutinium Scriptutrarum. En 1412 Yehosa ha-Lorqu fue Jernimo de Santa Fe, el promotor de la disputa de Tortosa, el autor de Ad convincendum perfidiam iudaeorum, y De iudaeis erroribus ex Talmut. El repertorio de reacciones fue idntico: contra la perfidia juda de la que los rabinos eran los mximos responsables al ocultar al pueblo judo la venida del Mesas en la persona de Cristo, perfidia presentada como connatural a la condicin del pueblo de Is430
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rael; contra un Talmud plagado de errores e injurias, cuyo contenido fabuloso, agdico, se situaba por encima de la Ley revelada; contra la ceguera de aquel pueblo de dura cerviz; contra el gran peligro, en fin, que representaba el judasmo para la fe cristiana. Aquella poca con su enorme sentimiento de certidumbre crea que slo ella tena el sentido justo de lo verdadero. Aquellos conversos comprometidos, creyentes de los pies a la cabeza, sentan hasta la hiperestesia la cuestin religiosa. Pero todos olvidaron que una y otra fe significaban dos tipos de espiritualidad que constituan dos estadios ineludibles de un mismo desarrollo religioso, anteponiendo a la idea de derecho la idea de obligacin. Creyeron vencer la utopa de lograr la gran conversin, la del judo todo, la verdadera, la de una pieza. Ese fue todo su afn; afn que otros sectores laicos de la sociedad utilizaron para encubrir manejos de ndole poltica y econmica nada fiables. Y en tal quijotismo que llegara a morir hasta el fondo, hasta la raz, se consumi buena parte del horizonte humano espaol.

AO DE 1449 Fecha clave que afect de llen al elemento social converso, equiparable en importancia y trascendencia al ao 1391, en relacin con el elemento social judo. Se produjo, entre otros sucesos, un hecho local que tuvo consecuencias expansivas innegables. Una exaccin fiscal de sesenta cuentos de maravedes encomendada por el valido de Juan II, don lvaro de Luna, a sus recaudadores mayoritariamente conversos, encabezados por su tesorero tambin converso Alonso Cota, provoc el violento rechazo de los toledanos cristianos viejos, al frente de los cuales estaba el repostero mayor real Pedro Sarmiento, defensor del Alczar y favorable al prncipe Enrique. Otro personaje le apoyaba, Marcos Garca de Mora (Marquillos), asesor jurdico del cabecilla toledano. Las casas de muchos conversos fueron asaltadas, producindose saqueos y alguna muerte. Qu flotaba en el ambiente en la vspera de este conflicto? El cronista y converso Fernando del Pulgar nos lo dice:
Se hallaron en la cibdad de Toledo algunos onbres e mugeres que escondidamente fazan ritos judaicos, los cuales, con gran ynorancia e peligro de sus nimas, ni guardauan una ni otra ley; porque no se circunidauan como judos, segund es amonestado en el Testamento Viejo, e aunque guardauan el sbado e ayunauan algunos ayunos de los judos, pero no guardauan todos los sbados ni ayunauan todos los ayunos, e si faan un rito no faan otro, de manera que en la una o en la otra ley prevaricauan. E fallse en algunas casas el marido guardar alguna cerimonias judaicas, e la muger ser buena cristiana; e el vn hijo e hija ser buen christiano, e otro tener opinin judaica. E dentro de una casa auer diuersidad de creencias y encubrirse unos de otros.

Si creemos a Fernando del Pulgar, el criptojudasmo campeaba por sus fueros en el seno de la sociedad toledana. Lo que en el fondo molestaba hasta la violencia, lo que provocaba tanto odio y rechazo frontal era, por una parte, que los advenedizos cristianos nuevos, gozaran de estatus social y que adems lo utilizaran para, en nombre de los poderosos, oprimir al cristiano viejo con gravmenes fiscales; por otra, que ese advenedizo cristiano nuevo fuera tambin mal converso, judaizante, falso, con noventa y nueve partes de judo y slo una, simple barniz, de cristiano.
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Johan de Andras, Libro verde de Aragn (Belchite, ca. 1507, copia de finales del siglo XVI), Madrid, Biblioteca Nacional (Ms. 18305, fols. 101v-102r)

Fruto de aquella revuelta fue la redaccin de la famosa Sentencia-Estatuto en junio de 1449, verdadero precedente de los tristemente clebres estatutos de limpieza de sangre. El objetivo fundamental que se persegua era excluir de los cargos pblicos a todo aquel que dicindose cristiano no probara su limpia ascendencia, y encumbrado junto al poder real y nobiliario irradiaba su perniciosa influencia: que los ms de los dichos oficios escribanas tenan y posean los dichos confessos tiranizadamente, as por compra de dineros como por favores y otras sotiles y engaosas maneras. En efecto, la incorporacin de los conversos a prebendas locales de gobierno concejil fue una constante a lo largo de los reinados de Juan II y Enrique IV, obtenidas por mritos propios y por humanos chanchullos, como satricamente pone de manifiesto este escrito comprendido en la Carta de privilegio que el rey don Juan II dio a un hijodalgo:
E por la presente mandamos a todos los dichos maranos y a quialquier dellos que os reciban en sus concilios, juntas, ayuntamientos e confederaciones e ayudas e trabajedes aver e alcanzar con toda arte e sotileza e lisonja qualquier oficio real, as de alcalda, regimiento, como de juradera y escribana pblica, para que por virtud de los dichos oficios podades gozar e gozedes de los propios y rentas de la cibdad, villa o lugar donde as furedes provedo del dicho oficio, engaando a los cristianos viejos, lindos y ranciosos con palabras sotiles e engaosas, dando ocasin a que se maten unos con los otros.

La reaccin real y pontificia no se hizo esperar: Juan II acus a Pedro Sarmiento de provocar ruptura en el corpus mysticum de la Iglesia, siendo por ello sentenciado y ejecutado, lo mismo que el resto de los cabecillas. Por su parte, Nicols V, en su bula Humani generis inimicus de 24 de septiembre de 1449, excomulga a los sublevados y condena cualquier intento de divisin y diferenciacin entre los cristianos. La intencionalidad de estas disposiciones no pas de ser buena voluntad, una quimera que la realidad haca aicos:
Gremios, cofradas, organismos de gobierno, comarcas enteras, hacan suya la enseanza de Toledo y comenzaban a excluir de su seno a los recientes convertidos y a quienes contaban entre su ascendencia con antepasados hebreos. Una de las colectividades que primero adopt esta norma fue la hermandad de canteros o pedreros de Toledo, cuyos miembros se comprometieron a no ensear su oficio ni admitir en sus filas a converso alguno3.

Benito Ruano 1976, p. 74.

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Los zapateros de Zaragoza siguieron su ejemplo y en Crdoba la Cofrada de la Caridad se funda slo para cristianos viejos. Si reflexionamos un momento sobre estos hechos advertiremos un giro, un nuevo enfoque del problema, como una torsin sobre s mismo. La polmica en torno a la obsesiva cristianizacin del judo se orienta ahora ms que nunca a la defensa del converso y sus amenazados derechos frente a quienes teniendo dos capas de tocino buscan su total exclusin social. As se lee en la Sentencia-Estatuto:
Sean habidos e tenidos como el derecho los ha e tiene, por infames, inhbiles, incapaces e indignos para haber todo oficio e beneficio pblico y privado en la dicha cibdad de Toledo y en su tierra, trmino y jurisdiccin: e ans mesmo ser infames, inhbiles, incapaces para dar testimonio e fe como escribanos pblicos o como testigos, y especialmente en esta cibdad.

Qu extrao es que busquen por todos los medios emparentar con los rancios apellidos que no levantan sospecha y pasar lo ms desapercibido posible! Si bien se escudriara escribe Fernn Daz de Toledo, el Relator se fallarse ha que todos los estados, quin de ms luee, quin otros de ms cerca, todos estn bueltos unos con otros en este linaje [...] e ans se continuar fasta el fin del mundo. Algo se percibe indiscutible: el conocimiento del otro del cristiano nuevo de judo se haba originado y se vena practicando en la duda, en la desconfianza, en la suspicacia. Cada vez era ms tarde para una esperanza de convivencia, pues ese dudar del cristiano viejo, si bien era sospecha de sinceridad en todo converso, era certidumbre de falsedad en el mal converso, el criptojudo, los ms. Por este camino aquella duda era ahora resultado y doctrina:
Echuanlos de los oficios pblicos, de todas las dignidades eclesisticas y seglares y an de las cofradas, y con cualquier ocasin venan luego a las manos, matuanlos y heranlos. Los judos baptizados quexbanse destos agrauios y venguanse en lo que podan; y as se matauan a cada paso.

Una polmica de ndole apologtica, teolgica y jurdica, convoc a un compromiso sin medias tintas a los ms destacados conversos del momento, integrados plenamente en la alta jerarqua eclesistica. Todo penda de la correcta interpretacin de una frase inserta en un canon del IV Concilio de Toledo celebrado en tiempo de Sisenando. Recogida y divulgada por Graciano en sus decretos, sirvi entonces, para excluir de todo cargo pblico a iudaei aut qui ex iudeis sunt. Ahora, trada a colacin por el bachiller Marcos Garca de Mora, asesor jurdico de Pedro Sarmiento, urga hallarle su exacto e inequvoco sentido. Como si no bastara la clara estructura de la lengua latina, se violent desesperadamente su semntica, traduccin y aplicacin. Era preciso leer en ella lo que all no se deca: la unidad del gnero humano desde Adn, la universalidad de la Redencin, hertica y cismtica la diferenciacin entre cristianos, ensanchndola, estirndola, descoyuntndola: el Defensorium unitatis christianae de Alonso de Cartagena, obispo de Burgos, hijo del nombrado Pablo de Burgos; la Instruccin de Fernn Daz de Toledo, relator del Consejo Real; el tratadito Contra algunos zizaadores de la nacin de los convertidos del pueblo de Israel de fray Lope Barrientos, obispo de Cuenca; por ltimo el Tractatus contra Madianitas et Ismaelitas del cardenal y dominico fray Juan de Torquemada. Toda una ofensiva conversa sensibilizada por la miseria de su pueblo, la sordidez de su presente y la acre hostilidad de su futuro y una frase, que los ensarta como un hilo espiritual, poniendo tras sus amarguras personales un comunal dolor: Que ninguno debe ser desdeado ni repulso
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para haber honra y dignidad por haber sido judo. Sobre aquel paso dicen los Doctores que no slo no deben ser desdeados, mas que deben ser favorecidos. As pues, por iudaeis aut qui iudaeis sunt, despus de manipulada con dialcticas sutilezas, haba que entender el converso que reniega de su nueva fe, el judaizante. Sea punido e castigado cruelmente escribe el Relator y yo ser el primero que traer la lea en que lo quemen y dar fuego. Estas palabras, de razn al cabo teolgica, era, sin saberlo, una profeca. Todos, judos, cristianos viejos, conversos, criptojudos, perciban la gravedad del conflicto que les descubra una secreta, recndita incompatibilidad de dos actitudes primarias perfectamente opuestas. Mas antes de verse engullida por esta aspersima realidad donde el menor desliz conducira al tribunal inquisitorial, la Espaa conversa fue capaz de hablar de s misma, a pecho descubierto, en versos bien medidos y contados. Fue su poesa, una poesa de reaccin, sarcstica, mordaz; un juego hiriente de corte donde se descubra el centaurismo judo-converso del adversario. Su perversa fruicin por el secreto a voces disparaba su ingenio potico. La burla era su elemento activo y combatiente: Rodrigo Cota, Juan Poeta de Valladolid, Antn de Montoro... Las cortes de Juan II, Enrique IV y, en menor medida, la de los Reyes Catlicos abundaron en estos personajes pblicos y en el menudeo de panfletos satricos annimos como Las coplas del Provincial, o las de Ay, panadera! De tarde en tarde, cuando esta poesa alcanza destellos de humana seriedad, la bufonada cede el paso a la ntima tragedia. Al Ropero de Crdoba, Antn de Montoro, se le desliza esta confesin:
O, Ropero amargo, triste que no sientes tu dolor! Setenta aos que naciste y en todos siempre dixiste: ynviolata permansiste y nunca jur al Criador. Hize el Credo y adorar ollas de tocino grueso, torreznos a medio asar, oyr misas y rear, santiguar y persinar, y nunca pude matar este rastro de confeso4.

Montoro 1984, p. 133.

Conviene subrayar ahora que el converso no fue slo patrimonio espiritual de la Iglesia medieval y renacentista. Como bautizado s, le perteneca, pero como converso de judo, fue siempre para los suyos el hijo descarriado, el judo bautizado, pero judo. Mientras que para la Iglesia era un bautizado ms sin catequesis ni instruccin catlica, para las autoridades rabnicas era asunto de concienzudo examen su grado de judasmo y su comportamiento. Si el cristiano viejo lo vea como judo y converso, la autoridad rabnica distingua en l al mesumad o apstata, del ans o converso forzoso, este ltimo en mayora. Desde Maimnides, los ms destacados exegetas y los ms competentes rabinos castellano-aragoneses enjuiciaron su apostasa, ya desde la excomunin (herem) ms implacable, ya desde la justificacin ms esperanzada en su retorno, porque segn reza una mxima rabnica: Israel, aunque pecador, siempre es Israel. En sus responsa, Ishaq bar Sset Perfet (Ribas), Simn ben Zmah Durn (Rasbaz), Selom Durn, Zmah Durn , Ibn Dann y Selom Zmah Durn (Rasbas), entre 1391 y la

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primera mitad del siglo XV, trataron de comprenderlo y de emitir un juicio sobre la licitud o no de su conversin sin mediar amenaza de muerte; sobre la violacin del sbado en privado y en pblico; sobre su permanencia en el pas cuando nada le impeda abandonarlo, en cuyo caso son para Rasbaz, peores que gentiles; en fin, sobre el que ha renegado de su fe y persiste en ello, considerado como aquel cuya ruina debe buscarse, segn Rasbas, y los que nacieron en la hereja, y fueron desviados por sus padres a creer en ella y fueron educados en ella, deben ser tenidos con toda justicia como forzados (anusim). Mediado el siglo XV se fueron perfilando hasta su pleno cumplimiento, dos soluciones, radical una, paradjica otra: la expulsin para el judo, la actividad inquisitorial para el converso, no por converso, y esto es importante, sino por judaizante. La paradoja que lo justificaba era su inocencia despus de todo, porque la culpa de su desviacin, de su reincidencia, la tena el judo en definitiva. Una pgina muy bella escribi el judasmo espaol en el ao 1432. Fue su canto de cisne. La primera y la ltima vez que en el seno de las aljamas se reconoca la imperiosa necesidad de una profunda renovacin en las costumbres y la vuelta a la pureza de la fe mosaica, corrompida por judos cortesanos, encumbrados y pudientes, cuya vida material y actitudes racionalistas haban entibiado o hecho desparecer su fe en el Dios de Israel. Puerta de entrada de todos los males, haban atrado sobre sus hermanos la clera del Dios bblico, sufrimientos y persecuciones: Adonai les haba vuelto su rostro. El corpus legislativo que lider a tal efecto el rab mayor de las aljamas, rab Abraham Benveniste, mano derecha de don lvaro de Luna, conocido como las Taqanot de Valladolid5, intent con renovado bro y esperanza aquel ideal para las aljamas de Castilla. All se habla del pueblo de Israel como una parte del reino y con diferente creencia. Se entraba a formar parte de l
por va de nacimiento, pero no se permaneca sino en tanto en cuanto fuese observada con fidelidad la ley mosaica: conversos y excomulgados dejaban de pertenecer a l, haban secado y desarraigado sus races [...]. Por otra parte, no se atribuan las desdichas acaecidas y en especial tantas conversiones y deserciones a las fuerzas que actuaban desde el exterior sino a las debilidades internas: vacilaban y se sometan aquellos que eran negligentes en el cumplimiento de la Ley; por eso su observancia deba ser reforzada6.

La frgil estabilidad alcanzada fue al cabo de unos pocos aos la calma que precedi a la tormenta. El Fortalitium fidei del franciscano Alonso de Espina7, terminado en 1461 e impreso en 1471, haca aicos aquel judasmo posible, que intentaba su purificacin [cat. 228]. En sus pginas vuelve a hablar de crmenes rituales, y hace del viejo asunto del racionalismo-averrosmo, elemento inherente a la fe judaica.
De este modo lleg a cerrarse en su mente el argumento esencial: los judos eran portadores y difusores de doctrinas muy peligrosas y su amenaza no cesaba por el hecho de la conversin. Ms bien al contrario, pues instalaban dichas doctrinas en el interior de la sociedad cristiana8.

5 6 7 8

Moreno Koch 1987. Surez Fernndez 1991, p. 245. Meyuhas Ginio 1998. Ibidem, p. 249.

Las viejas heridas volvan a abrirse y ante la perfidia juda Espina propone bien a las claras la expulsin, y advierte incansable que si al judo hay que colocarlo al lado de sarracenos y demonios, el enemigo ms peligroso que amenaza la fortaleza de la fe cristiana es el converso, el peor hereje. En las pretensiones del franciscano se ve envuelto fray Alonso de Oropesa, general de la orden jernima en 1475, para que sobre los herejes se haga inquisicin en este reyno segn
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como se haze en Francia e en otros muchos reynos e provincias de cristianos, porque los buenos sean conocidos, de entre los malos apartados e puedan vivir seguros e en paz9. Fray Alonso de Oropesa converso? se opone, partidario como era del proceder persuasorio y comprensivo hacia los nuevos cristianos. Su ecunime proceder en las pesquisas llevadas a cabo en la archidicesis de Toledo, no le impidieron conocer una penosa realidad:
Hall que de una y otra parte de cristianos viejos y nuevos hava mucha culpa; unos pecavan de atreuidos y rigurosos, otros de inconstancia y poca firmeza en la fe; y su conclusin era que la culpa principal de todo era la mezcla que hava entre los judos de la sinagoga y los cristianos, agora fuesen nuevos, agora viejos, dexndolos vivir, tratar y consultar juntos sin distincin10.

Carrete Parrondo 1992, pp. 114115. 10 Benito Ruano 1976, p. 76. 11 Carrete Parrondo 1992, p. 118.

Autor del libro Lumen ad revelationem gentium et gloriam plebis tuae, Israel, clara y decidida defensa del converso, fracas en sus planteamientos conciliadores, engullidos por un torbellino de urgencias radicales que involucraba a la corona y a una parte muy poderosa de la Iglesia y de la nobleza, identificndose con ella el mismo pueblo. Por ironas del destino, su orden, una de las ms poderosas en aquel momento, vivi como ninguna otra la hereja judaizante Por quanto en la dicha Orden se fall alguna parte de la lepra que por estos reinos estaua crecida et abscondida tanta de la hertica prauidad, al abrigo de los claustros de La Sisla, Lupiana y Guadalupe11. Ni tolerarlos ni sufrirlos. Esta era la postura de fray Alonso de Espina que vea con sus propios ojos cmo la corte de los Reyes Catlicos abundaba en judos y en conversos. Entre aqullos, sumndose a la larga lista de otros siglos como filsofos, poetas, mdicos, diplomticos, banqueros y astrnomos, Abraham Seneor, juez, rab mayor de las aljamas y tesorero mayor de la Hermandad; su yerno rab Meir Melamed, Vidal Astori, Semuel Abulafia, Abraham y Vidal Benveniste en funciones fiscales, nietos ambos del autor de las Taqanot, Abraham Benveniste, y Ishaq Abarbanel, familia portuguesa afincada en Castilla, que mediara por su pueblo ante la promulgacin del decreto de expulsin general de 1492. Entre stos, en solucin de continuidad con los Santa Mara-Cartagena, los Arias Dvila y los Cota, como apellidos de rancio abolengo converso, Abraham Seneor, juez, rab mayor de las aljamas y tesorero mayor de la Hermandad y su yerno rab Meir Melamed, quienes el 15 junio de 1492, apadrinados por los reyes, recibieron el bautismo como Fernn Prez Coronel y Fernn Nez Coronel, respectivamente. Por la Corona de Aragn la lista de poderosas e influyentes familias conversas se suceden sin interrupcin a lo largo del siglo XV desde 1413, como lo demuestra el Libro Verde de Aragn: la familia juda de apellido Chinillo, documentada en Zaragoza desde 1264 y profusamente ramificada en todo el reino, sera desde 1415 los Santngel [cat. 248]. Andando el tiempo, un Santngel de nombre Luis, sera el escribano de racin que inclinara el nimo de la reina Isabel hacia la empresa colombina, prestndole el milln de cuentos de maravedes que necesitaba. La familia juda de Belchite, de apellidos Usuf-Avendino, fue los Snchez, y un Snchez de nombre Gabriel sera el tesorero general de Aragn y amigo de Coln. Y la familia juda zaragozana que arranc de Yehud de la Caballera, fue la familia conversa de los Caballera por rama de don Vidal de la Caballera. Entre ellos, Pedro de la Caballera, consejero que fue de Alfonso V y maestre racional de Aragn, autor del Zelus Christi contra Judaeos, Sarracenos et infideles, cuyo ttulo lo dice todo; Luis de la Caballera que precedi a Gabriel Snchez en el cargo de tesorero general, y el vicecanciller Alonso de la Caballera. El ase-

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sinato del inquisidor general de Aragn Pedro de Arbus en 1485, y las declaraciones del implicado Vidal Durango, pusieron en el punto de mira de las sospechas inquisitoriales al propio Alonso de la Caballera saliendo a relucir sus prcticas judas, al propio tesorero Gabriel Snchez y a dos de sus hermanos, Alonso Snchez y Juan de Pero Snchez, as como a varios hermanos de Luis de Santngel.

AOS DE 1481 Y 1492 El primer da del mes de noviembre de 1478 una bula de Sixto IV autoriza a los Reyes Catlicos para que nombren inquisidores en el reino de Castilla. El 27 de septiembre de 1480 dos frailes dominicos, maestre Miguel de Morillo, vicario de la orden, y el bachiller Juan de San Martn, prior del convento de San Pablo de Burgos, reciben ese nombramiento, comenzando su actuacin en Sevilla el 1 de enero de 1481. Y en el otoo de 1483 fray Toms de Torquemada, prior del convento dominico de la Santa Cruz de Segovia es nombrado inquisidor general, presidente del Consejo de la Suprema y General Inquisicin. Desde Sevilla, paulatinamente, se fueron estableciendo tribunales en todas las dicesis de Castilla y de Aragn. Los ltimos aos del siglo XV conocen el desenlace que no solucin de tanta suspicacia hacia el converso y crispacin hacia el judaizante, y de tanto encono hacia el judo. Para aqul, inquisicin, para ste, o expulsin o bautismo. Ambas medidas pretendan erradicar del seno de la sociedad cristiana la contagiosa hertica pravedad de unos y el perverso linaje de los judos. Por qu el Estado antiguo a las puertas del Renacimiento aniquilaba lo diferencial de los pueblos? Porque al faltarles una empresa comn Amrica fue la tierra de promisin para muchos conversos, les falt convivencia, afn, menester autntico. El pasado se les acumul en torno, aprisionando, lastrando un presente y un porvenir equvocos, provisorios. En este sentido, el pretendido pluralismo de la Espaa de los Reyes Catlicos fue en realidad un nacionalismo exclusivista que no principio nacionalizador, y la convivencia que prometa su actitud antes de las Cortes de Toledo de 1480, no pas de coexistencia sin bienes mostrencos espaoles en su haber ntimo. De punzante tragedia calific Amrico Castro la de los pueblos que viven entre monumentos que no son suyos y que no han sabido hacer suyos. Lo que la actuacin inquisitorial puso en evidencia fue el rico ajuste de conductas que haba obrado el hecho de la conversin, tanto de poderosos, como de sencillos: conveniencia, alguna sinceridad, coaccin, miedo... No me interesa hablar de la Inquisicin ms estndar, ms conocida y manoseada, al alcance de cualquiera en libros y manuales con mejor o peor fortuna. Me interesa un tipo de inquisicin ms desconocida, que refleja el sentir del converso sencillo, sin blasones ni cargos, en los llamados edictos de gracia, documentos donde se daba al converso treinta das de plazo para presentarse ante los inquisidores de su distrito y confesar su judasmo o para acusar a otro de heterodoxia. La realidad social que all se muestra no puede ser ms cruda, triste y sangrante: judos y conversos no siempre formaron un compacto grupo social e ideolgico frente a los cristianos viejos. Una enrarecida relacin interpersonal de resentimiento dio lugar a posturas irreconciliables entre ellos. El cristiano nuevo de judo, mesumad o ans, no perdi la ocasin de lanzar acusaciones, fundadas o gratuitas, ante los inquisidores contra
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sus antiguos hermanos de religin. Y no de otro modo obr el judo. Que el converso testificara contra otro converso, eso s, judaizante, que haba vuelto a las prcticas judaicas, nada tiene en principio de extrao, porque al fin y al cabo haba dado su conformidad como individuo al orden normativo e institucional de los cristianos viejos, pero que lo hiciera un judo no deja en principio de sorprender. Bien es verdad que su posicin no era nada fcil. Nadie como ellos, conocedores de las prcticas mosaicas a las que volvan un nmero nada despreciable de antiguos correligionarios, poda dar detalles de primera mano, y la Inquisicin que lo saba, obtuvo el mejor material de archivo para sus pesquisas, acusaciones e interrogatorios, obligndolos bajo pena de excomunin mayor a declarar cuanto supieran de quienes judaizaban, porque de lo contrario, ellos mismos, contra los que el poder inquisitorial no tena jurisdiccin alguna, podan ser procesados como los cristianos, por encubridores. Las palabras de Abrahn Portollano son a este respecto muy significativas: que nuestra intencin no es, ni ser, inpidir ni perturbar el ofiio desta Santa Inquisicin, ni elar ni encobrir los herejes e apstatas, ni los que han hereticado e apostatado. Sin embargo, este rigorismo legal de miedo y coaccin que colocaba al judo en una posicin que no poda hablar ni callar sin peligro, tuvo un doble efecto: por un lado, el procedimiento penal seguido por la Inquisicin fue sin duda aprovechado por l para cumplir viejas venganzas y zanjar as cuentas pendientes entre el converso que se haba convertido en el peor enemigo del judo, y ste que a su vez le recordaba su condicin de renegado; por otro, el judo a punto de desaparecer, tanto el de distinguida posicin social como el de humilde condicin, traz en sus delaciones contra judaizantes, familiares, amigos, vecinos, todo un panorama socio-humano reflejo de la cotidianeidad del pueblo sencillo, unas vidas que muchas veces parece olvidar la historia oficial de los hechos, pero que en sus dimes y diretes, en esa estrecha relacin consangunea y de vecindad donde todos se conocan y saban quin era quin, urge todava una desapasionada y objetiva reflexin. Sirva de ejemplo Salamn Lev, vecino de Soria:
E dixo que puede aver diez aos que estando este testigo en la villa de Cornago, dezan por la villa que Pero Ruyz, clrigo, que fue su padre judo, aua fecho cauauelas en la pascua de las Cauauelas, e que este testigo como lo oy decir, por ver si era verdad, pas por la puerta de Pero Ruyz e mir e vy cmo tena los sazes [sauces] tendidos sobre varas, de pared a pared, segund que los judos suelen hazer las cabauelas en la dicha su pascua.

O Francisco Martines Serrano, quien


muchas veses, fablando con este testigo maestre Yuca Francs, fsico, judo de la villa de Fuentepinilla, le desa llorando cmo l estaua arrepentido e amansillado por se aver tornado christiano, e que le veya guardar los sbados como antes quando era judo, porqul mismo se lo desa.

En sus tachas un buen nmero de judaizantes temen y recelan de judos conocidos que pueden declarar en su contra. En su tacha, Juan Romn, vecino de Medinaceli, dice:
Pongo sospecha en la muger de Symuel Adaroque e en sus hijos e hijas e parientes, e en Habduea, muger de Yu Adaroque e en sus hijos e hijas e yernos, que biuen en Medinaceli, porque sus maridos mucho tiempo ha que me vendieron vna heredad en seys mill mrs., e disen ellas que fue enpeada e hnmela demandado ante jues, e visto mi derecho, dxanmela; e han dicho que vernn los enqyisydores, que ellos se vengarn de m12.

12

Archivo Diocesano de Cuenca, Inquisicin 749/3.

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Carrete Parrondo 1983.

Y mientras los inquisidores inquiran las conciencias conversas, el 31 de marzo de 1492 un decreto de expulsin as como notables judos del momento como Ishaq Abarbanel intercede para que no se haga pblico, ni un solo converso alz su voz con la misma splica acorrala al an judo: o destierro o bautismo. De nuevo conversiones, stas, las ms, por conveniencia. Y en noviembre de ese mismo ao tiene lugar la ltima conversin numerosa de judos, esta vez, de tornadizos, de quienes marcharon a Portugal y ahora podan regresar a sus hogares y posesiones siempre y cuando se bautizaran en los mismos pasos fronterizos que los vieron pasar en marzo. Estos dos contingentes de conversiones, nada despreciables, sobre todo la segunda, fueron eminentemente prcticas, de clculo y de frecuentes judaizaciones. Se incorporaron a un desgarrador vivir desvivindose, donde el miedo y la venganza abran las puertas no slo a la verdad de los hechos sino tambin al perjurio y a la falsa acusacin que poda hundir sus vidas en la miseria o llevarla a la muerte. El criptojudo fue delatado ante la Inquisicin tanto por judos como por conversos por asuntos totalmente terrenales de lucro, venganza y codicia. Sin embargo, en todos ellos algo permanece inviolable: sus ansias de redencin mesinica: en el proceso de un tal Gonzalo 30 de abril de 1490 de profesin joyero, vecino de Cuenca, quemado en estatua, Leonor de Castro, reconciliada e hija del escribano Pedro de Castro, tambin reconciliado, declara que el acusado, su padre y otros ms se fueron de Cuenca e desan que se yuan a Iudea a estar todos juntos el Da Mayor [Yom Kipur] que disen, e fasan oracin e estauan descalos e se leuavan las manos en vn ban de agua clara, e estauan desde la maana fasta la noche e se yuan a sus casas, e no coman ni beuan. En medio de tanta zozobra, las figuras seeras de hebrastas conversos en el Estudio salmanticense13, maestros en la docencia de las lenguas hebrea y caldea o aramea, se suceden a lo largo del siglo XV y primeros aos del XVI: Alonso de Zamora, Pablo Coronel, Martn Martnez de Cantalapiedra... Fuera de los claustros universitarios, el judo y astrnomo Abraham Zacuto dedica su Almanaque perpertuo al obispo don Gonzalo de Vivero, y Cristbal Coln, el acaso ms escurridizo converso, consulta sus tablas astronmicas. Una minora culta no exenta, tampoco, de sospechas inquisitoriales. Dos grandes intelectuales espaoles libraron descomunal batalla en esta rica, compleja y todava poco conocida parcela de nuestra historia. Sus ecos an provocan opiniones en pro y en contra. Me refiero a Amrico Castro, procedente del campo de la crtica literaria, y su La realidad histrica de Espaa, y Claudio Snchez Albornoz, historiador y medievalista, autor de Espaa, un enigma histrico. Aqul, magnificando la gran deuda que el pensamiento espaol debe a ese quin de sangre hebrea que segn l, corri por las venas de los mejores conversos con la pluma o la espada. ste, insistiendo en lo que de hispano haba en el judo y en el converso de Sefarad-Espaa. Al final, despus de todo, la figura del converso y judaizante, sin formacin catequtica, apegado a su nica de verdad creencia, que en cualquier momento poda ser denunciado a los inquisidores por sus padres, su hermano, su amigo de toda la vida, bien merece la compasiva sonrisa que provoca lo que cuenta un judo, Xetevi, fsico, de Soria: estando en su casa con Gara Fernndez vio cmo Gara Ferrandes dixo a vn su fijo: Alonsyto, ve por el Targn que quiero meldar; e quel moo le respondi: llamysme Alonsyto y enviaysme por el Targn?

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