HORMONAS DE CRECIMIENTO
HORMONAS DE CRECIMIENTO
HORMONAS DE CRECIMIENTO
Falta de transparencia
En muchas ocasiones, la pena de muerte se aplica tras un telón de silencio. La falta de
transparencia de varios países dificulta hacer una valoración completa del uso de la
pena capital en el mundo. Países como China, Corea del Norte y Vietnam, siguen
restringiendo el acceso a la información sobre la pena de muerte, ocultando así la
realidad de su uso.
Muchos países no facilitan información oficial sobre el uso de esta pena, ni siquiera tras
las peticiones expresas en este sentido realizadas por Amnistía Internacional. En
algunos países, sólo se hace pública información incompleta y otros llevan a cabo
ejecuciones sin anunciarlas antes ni avisar previamente a las familias o representantes
legales de las personas ejecutadas.
Cuestión de género
No cabe duda de que la pena de muerte no solo afecta a los hombres. Si bien la
mayoría de las personas que enfrentan penas de ejecución son hombres y las mujeres
tan sólo representan una pequeña parte de las personas condenadas a muerte del
mundo, la realidad es que suelen ser víctimas indirectas por la ejecución de un
miembro masculino de la familia, debiendo hacerse cargo de mayores
responsabilidades sobre el bienestar del resto de la familia, tanto durante el duelo
como en cuanto al sustento familiar.
De las 883 personas que se sabe que fueron ejecutadas en 2022, 13 eran mujeres, a las
que Arabia Saudí e Irán mataron en nombre de la justicia.
Amnistía Internacional ha documentado cómo, en numerosos casos, se niega justicia a
mujeres condenadas a muerte que, antes del delito por el que fueron condenadas,
sufrieron de manera prolongada violencia y abusos tanto físicos como sexuales, que, a
su vez, dieron lugar al delito en cuestión. Al condenar a estas mujeres a muerte, los
sistemas de justicia del mundo no sólo perpetúan un castigo aberrante y cruel, sino
que también hacen pagar a las mujeres la falta de medidas de las autoridades para
combatir la discriminación. Además, los casos que conocemos no son más que la punta
del iceberg, dada la ausencia de transparencia existente sobre el empleo de la pena de
muerte.
En algunos países, como Ghana, la pena de muerte preceptiva para ciertos delitos,
como el de asesinato, ha impedido a algunas mujeres alegar experiencias de violencia
de género y discriminación como factores atenuantes de la condena. En Tailandia, la
mayoría abrumadora de las mujeres condenadas a muerte han sido declaradas
culpables de tráfico de drogas.
“Muchas mujeres han sido declaradas culpables y condenadas a muerte en juicios muy
deficientes e injustos que, a menudo, incumplen el debido proceso y no tienen en
consideración factores atenuantes, como son los abusos, los actos de violencia y las
agresiones sexuales de manera continuada”, Rajat Khosla, director general de
Investigación, Incidencia y Política de Amnistía Internacional.
2. ¿No tienen las víctimas de delitos violentos y sus familias derecho a justicia?
Sí lo tienen. Las personas que han perdido a seres queridos en crímenes terribles
tienen derecho a ver a la persona responsable rendir cuentas en un juicio justo sin
recurso a la pena de muerte. Al oponernos a la pena de muerte, no estamos
intentando minimizar o aceptar la delincuencia, pero, como han dicho muchas familias
que han perdido a seres queridos, la pena de muerte no puede verdaderamente aliviar
su sufrimiento. Simplemente extiende ese sufrimiento a la familia de la persona
condenada.
3. Si matas a una persona, ¿no mereces morir tú también –”ojo por ojo”–¿
No, porque todos tenemos derechos humanos. No se puede privar a nadie de esos
derechos, independientemente del delito que haya cometido. Los derechos humanos
son válidos para las mejores personas, y también para las peores.
Una ejecución, o la amenaza de una ejecución, inflige un terrible maltrato físico y
psicológico. Una sociedad que ejecuta a delincuentes está cometiendo la misma
violencia que condena.