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Revista de Humanidades: Tecnolgico de Monterrey

Instituto Tecnolgico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) [email protected] ISSN (Versin impresa): 1405-4167 MXICO

2002 Eduardo E. Parrilla Sotomayor IRONA, HUMORISMO Y CARNAVALIZACIN EN CIEN AOS DE SOLEDAD Revista de Humanidades: Tecnolgico de Monterrey, nmero 013 Instituto Tecnolgico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) Monterrey, Mxico pp. 31-46

Irona, humorismo y carnavalizacin en Cien aos de Soledad


Eduardo E. Parrilla Sotomayor ITESM, Campus Monterrey
Se analiza Cien aos de soledad de Gabriel Garca Mrquez desde la perspectiva de la tradicin satrico-humorstica y su relacin con los conceptos de realismo grotesco y carnavalizacin literaria planteados por M.M. Bajtn. La conjuncin de esta tradicin con el realismo mtico de la tradicin literaria y oral ms amplia, lleva el cometido de resaltar el ethos popular de Colombia, el Caribe y Amrica Latina a travs de una serie de tcnicas, cuyas consecuencias irnicas y humorsticas echan por tierra las ideologas conservadoras. Con el propsito de alcanzar este objetivo, Garca Mrquez maneja dos procedimientos. Por un lado, figuras de pensamiento tales como la irona, la implicacin eufemstica, la perfrasis, la paradoja y el dialogismo; y por el otro lado, las imgenes y referencias al principio material y corporal. Estos dos procedimientos constituyen la mimesis irnica, la cual se manifiesta tanto en el discurso del narrador como en el discurso de los personajes. En cuanto a estos ltimos, en este ensayo se examinan seis tipos: 1) registros sociales en discurso directo, dialogizados contra el trasfondo ficcional de la situacin narrada; 2) registros sociales en discurso directo, dialogizados para realzar el sentido ideolgico; 3) registros sociales en discurso indirecto, dialogizados para realzar el sentido ideolgico; 4) registros sociales en discurso directo, enfocados por su sentido estilstico; 5) registros sociales en discurso directo con sentido irnico de carcter situacional y 6) registros sociales en discurso directo con sentido paradjico. One Himdred Years ofSolitiide by Gabriel Garca Mrquez is analyzed from the viewpoint of the satirical-humoristic tradition, which is associated with the concepts of grotesque realism and literary carnavalization proposed by M.M. Bakhtin. The flowing together of this tradition with the mythical realism of a much broader literary and oral tradition has the commitment in this novel to highlight the popular ethos of Colombia, the Caribbean and Latn America through a suite of techniques, whose ironic and humorous consequences attempt to demolish conservative ideologies. In order to attain this objective, Garca Mrquez handles two procedures. On the one hand, figures of thought such as irony, euphemistic implica tion, periphrasis, paradox and dialogism; on the other hand, images and references of the corporal-material principie. These two procedures constitute ironic mimesis, which manifests both in narrator's discourse, and character's discourse. Concerning the latter, in this essay are examined six rypes of them: 1) social registers in direct discourse, dialogized against the

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Introduccin

ien aos de soledad se mantiene ocupando la atencin tanto de los lectores como de la crtica literaria. Se trata de una novela que por sus mritos estticos se ha convertido en el eptome de la narrativa latinoamericana desde la fecha de su publicacin. A primera vista, la frmula "amalgama de realismo y fantasa" que plante ngel Flores, y que tanta fortuna tuvo en el tan llevado y trado "realismo mgico", (Flores 20) parece ser el filn que tanto xito le acarre. Sin embargo, ms all de esa avenida de libertad que presupone las posibilidades del mito y la fantasa, conviene recordar que en Cien aos de soledad se yuxtaponen mltiples cdigos simblicos que bien pudieran hacernos recordar los cuatro arquetipos narrativos que Northrop Frye propuso en su memorable Anatonn/ of Criticisnr. romance, novela, confesin y anatoma. (Frye 303-314) Es precisamente desde la perspectiva de la anatoma, o bien desde las tcnicas de la tradicin satrico-humorstica, que me propongo examinar uno de los filones que hacen de Cien aos de soledad una novela digna de memoria. En esta ponencia explorar lo que, parafraseando en parte a James C. Scott, llamo "la infraestructura irnica del texto" (22), o dicho de otro modo, el entramado de tcnicas de la irona y el humor en su relacin con la dimensin ideolgica de Cien aos de soledad. Este objetivo reside en la conviccin de que Garca Mrquez se propuso resaltar en esta novela el ethos popular de Colombia, el Caribe y Amrica Latina, nutriendo su prosa novelstica con diversas coordenadas estticas entre las que destacan el realismo grotesco de ascendencia rabelesiana,1 as como el realismo mtico derivado de obras como las de Kafka y Faulkner, entre otras, y

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refrendadas por la tradicin oral adquirida en su entorno familiar. El resultado final redund en una amalgama del mito y lo grotesco, cuyas consecuencias irnicas y humorsticas echan por tierra una visin del mundo conservadora y retardataria de la existencia social. Dicho ms especficamente, la irona y el humor en Cien aos de soledad surten el efecto de una fuerza materializadora que, por medio de la degradacin sistemtica, se contrapone a las vertientes residual y dominante de las ideologas propias del mundo latinoamericano. Proceder a continuacin a un examen ms detallado que justifique este planteamiento a travs de la novela. Tras haber clasificado los pasajes de Cien aos de soledad en que el efecto humorstico se hace presente, distingo entre dos procedimientos discursivos generales que si bien son diferentes, se complementan entre s: por una parte, las figuras de pensamiento como la irona, la implicacin eufernstica, la perfrasis, la paradoja y el dialogismo2 y, por otra parte, las imgenes y referencias a lo material y corporal. Estas dos facetas se integran en la mimesis irnica, la cual se manifiesta tanto en el discurso del narrador como en el discurso de los personajes. Valga aclarar que aunque la mimesis en esta novela es camalenica, cuando se tie de irona se manifiesta en dos vertientes claramente distinguibles: las imgenes grotescas y el mito. Para sustentar mejor la manera en que opera el efecto humorstico, adems de examinar estos aspectos, utilizo, cuando viene al caso, la taxonoma sobre las tcnicas del humor que Arthur Asa Berger recoge en el libro An Anatomy of'Humor (15-55), y en algunos casos, me valgo de mis propias formulaciones conceptuales. 2. Realismo grotesco En Cien aos de soledad el lector puede identificar dos rasgos que se vinculan al principio material y corporal examinado por Bajtn: el hiperbolismo y la degradacin.3 El aspecto hiperblico aparece, por ejemplo, en la imagen de un gigante de torso peludo y cabeza rapada, con un anillo de cobre en la nariz y una pesada cadena de hierro en el tobillo (24), propio del espritu circense que acompaa siempre a los gitanos que llegan a Macondo. Desde la perspectiva del principio material corporal, ms importante an resulta la imagen hipertrofiada del sexo de Jos Arcadio, hijo, y la referencia a los torneos de voracidad

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en que Aureliano Segundo compite con la Elefanta (352). Sea por la estatura del gigante, el sexo descomunal del joven aventurero o la complexin obesa de la mujer glotona, el recurso que Berger define como escala (50-51), juega aqu un papel eminentemente hiperblico. Estas imgenes fundadas en la hiperbolizacin no seran nada sin el componente de la degradacin que aparece en otros pasajes. Tal vez la ms llamativa es el contraste entre Fernanda del Carpi y Petra Cotes. En una analoga parecida a la que establece Agustn Redondo entre Don Quijote y Sancho Panza, estos dos personajes femeninos encarnan muy bien el contraste entre la Cuaresma y el Carnaval.4 Fernanda del Carpi es austera, asexuada y gazmoa; Petra Cotes, prdiga, sexual y libre. El principio material y corporal se halla empobrecido en la primera, mientras que en la segunda, acrecentado por la fecundidad prodigiosa de los animales de su finca. 5 Esta hiperbolizacin, al presentarse como dos polos contrastantes, revela potencialmente el aspecto de degradacin. No obstante, Garca Mrquez insiste a lo largo de la novela en el choque irreconciliable de esas dos posturas. As, por ejemplo, Amaranta le deja entrever su desprecio a Fernanda cuando le dice "T eres de las que confundes el culo con las tmporas" (223). Ms adelante, rsula Iguarn, cuando se percata de la decadencia que pende sobre la estirpe de los Buenda adopta tambin una postura que se opone a la de Fernanda:
Al principio, Fernanda interpretaba aquel ajetreo como un acceso de locura senil, y a duras penas reprima la exasperacin. Pero Jos Arcadio le anunci por esa poca desde Roma que pensaba ir a Macondo antes de hacer los votos perpetuos, y la buena noticia le infundi tal entusiasmo que de la noche a la maana se encontr regando las flores cuatro veces al da para que su hijo no fuera a formarse una mala impresin de la casa. Fue ese mismo incentivo el que la indujo a apresurar su correspondencia con los mdicos invisibles, y a reponer en el corredor las macetas de helchos y organos, y los tiestos de begonias, mucho antes de que rsula se enterara de que haban sido destruidos por la furia exterminadora de Aureliano Segundo. Ms tarde vendi el servicio de plata, y compr vajillas de cermica, soperas y cucharones de peltre y cubiertos de alpaca, y empobreci con ellos las alacenas acostumbradas a la loza de la Compaa de Indias y la cristalera de Bohemia. rsula trataba de ir siempre ms lejos. <Que litigan carne \j pescado, que compren las tortugas ms grandes, que vengan os forasteros a tender sus petates en los rincones y a orinarse en los rosales, que se sienten a la mesa a comer cuantas veces

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quieran, y que eructen y despotriquen y lo embarren todo con sus botas, y que hagan con nosotros lo que les d la gana, porque esa es la nica manera de espantar la rutina.> (cursivas mas, 351).

Entindase como locura senil o cordura, la postura de rsula en este pasaje es claramente degradatoria. Los dos polos del cambio que son propios del realismo grotesco se hallan ah, Fernanda acicalndolo todo e intentando cubrir la realidad de apariencias y rsula conjurando su profanacin. Si bien es cierto que el narrador apenas interviene, con la frase "trataba de ir siempre ms lejos" implica una valoracin positiva del acto degradatorio. Es importante sealar que rsula intenta por medio de la degradacin incitar a un cambio, que de lo viejo renazca lo nuevo. Y son las actividades materiales del cuerpo, comer, orinar, eructar, despotricar, etc. lo que puede salvarlos de la ruina de ese mundo circular, de ese crculo vicioso en que vive sumido Macondo.

3. Realismo mtico
Por realismo mtico entiendo aquella sucesin de hechos narrados en los que lo maravilloso se halla entretejido a lo ordinario o en los que uno o varios mitos establecidos por la cultura se incorporan al discurso de la novela. En Cien aos de soledad el realismo mtico se manifiesta de esas dos maneras. Por un lado estn los mitos y smbolos bblicos e inicirteos" y por otro, los mitos que me atrevo a denominar como carnavalescos, porque en ellos se consagra la textura de una realidad fantasiosa, ldica y festiva que en su aliento utpico es como la puesta al revs de la realidad seria, racional y reglamentada:
Eran gitanos nuevos. Hombres y mujeres jvenes que slo conocan su propia lengua, ejemplares hermosos de piel aceitada y manos inteligentes, cuyos bailes y msicas sembraron en las calles un pnico de alborotada alegra, con sus loros pintados de todos los colores que recitaban romanzas italianas, y la gallina que pona un centenar de huevos de oro al son de la pandereta, y el mono amaestrado que adivinaba el pensamiento, y la mquina mltiple que serva al mismo tiempo para pegar botones y bajar la fiebre, y el aparato para olvidar los malos recuerdos, y el emplasto para perder el tiempo, y un millar de invenciones ms (...) (22-23)

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A veces esos mitos adquieren un sentido de extraeza que rayan en el absurdo, pero, como es frecuente en la narrativa de Garca Mrquez, en un absurdo socarrn que produce humor por la inutilidad de lo que se cuenta o el desparpajo del narrador al hacer pasar una situacin totalmente inverosmil como verosmil. Lo absurdo por inutilidad, o excentricismo, siguiendo las categoras de Berger (31-32), se encuentra en el pasaje en que los habitantes de Macondo se la pasan horas enteras contndose el cuento del gallo capn (54), o bien en el pasaje en que el narrador relata que el Coronel Aureliano Buenda se la pasaba fundiendo pescaditos de oro con las monedas de oro que le pagaban de los mismos pescaditos, y as sucesivamente, sin obtener ganancia alguna (211). La superposicin de lo inverosmil como verosmil, por otra parte se ejemplifica en todo lo relativo al personaje de Remedios, la bella:
En realidad, Remedios, la bella, no era un ser de este mundo. Hasta muy avanzada la pubertad, Santa Sofa de la Piedad tuvo que baarla y ponerle la ropa, y aun cuando pudo valerse por s misma haba que vigilarla para que no pintara animalitos en las paredes con una varita embadurnada con su propia caca. Lleg a los veinte aos sin aprender a leer y escribir, sin servirse de los cubiertos en la mesa, pasendose desnuda por la casa, porque su naturaleza se resista a cualquier clase de convencionalismos. (209)

4. El discurso del narrador Tanto el mito como las imgenes grotescas se entrelazan en Cien aos de soledad de mltiples maneras a travs del desenvolvimiento irnico de la relacin digesis/ mimesis por voz del narrador. Esto puede suceder en breves descripciones, como cuando caricaturiza a la Cndida Erndira como una mujer con teticas de perra (60), o bien en periodos narrativos ms largos:
Para ella [rsula] era como si hubieran muerto. As que alquilaron una casita frente al cementerio y se instalaron en ella sin ms muebles que la hamaca de Jos Arcadio. La noche de bodas, a Rebeca le mordi el pie un alacrn que se haba metido en su pantufla. Se le adormeci la lengua, pero eso no impidi que pasaran una luna de miel escandalosa. Los vecinos se asustaban con los gritos que despertaban a todo el barrio hasta ocho veces en una noche, y hasta tres veces en la siesta, y rogaban que una pasin tan desaforada no fuera a perturbar la paz de los muertos. (103)

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En este pasaje el efecto humorstico se logra, en primer lugar, por lo que llamo simpleza. La imagen de la hamaca como nico mueble, la simpleza o rusticidad de ese hecho, se contrapone a la comodidad del mundo moderno. Sea porque Garca Mrquez intenta contraponer esas dos realidades en la mirada del lector o sea porque su realismo social aparece procesado por el lector en lo que Hobbes, al definir la risa, identific como "a sudden glory arising from a sudden conception of some eminency in ourselves by comparison with the infirmity of others, or with our own formerly" (Berger 36), este efecto, por cierto, bastante frecuente en Cien aos de soledad, produce cierto grado de humor. Pero adems, en ese mismo pasaje nuevamente aparece resaltada la degradacin en la nota paradjica y burlona que hace temer que los extraordinarios escarceos erticos de Jos Arcadio, hijo, y Rebeca perturben la paz de los muertos. Nuevamente se contrapone lo material y corporal a lo abstracto y serio, esta vez relacionado con la creencia catlica de la salvacin ultraterrena. Otros pasajes en que se narran situaciones similares a sta son la reaccin violenta de los habitantes del pueblo de Macondo cuando Bruno Pietri introdujo el cine y se sintieron burlados porque un personaje ya muerto y sepultado en una pelcula reapareci vivo y convertido en rabe en otra; o bien la chusca ancdota de Petra Cotes al tener relaciones sexuales simultneamente con los gemelos Aureliano Segundo y Jos Arcadio Segundo:
Aureliano Segundo volvi a entregarse a ella con la fogosidad de la adolescencia, como antes, cuando Petra Cotes no lo quera por ser l sino porque lo confunda con su hermano gemelo, y acostndose con ambos al mismo tiempo pensaba que Dios le haba deparado la fortuna de tener un hombre que haca el amor como si fueran dos (267).

En estos casos el narrador va develando a travs de la digesis situaciones sorpresivas, curiosas que se tambalean entre lo verosmil y lo inverosmil. Pero tambin hay otros pasajes que deben leerse contra el trasfondo de situaciones previamente narradas. El efecto humorstico, en estos casos es bastante notable:

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Eduardo E. Parrilla Sotomayor 1. La latardeenque Aureliano sent ctedra sobre las cucarachas, la discusin termin en la casa de las muchachitas que se acostaban por hambre, un burdel de mentiras en los arrabales de Macondo. (403) 2. La partida de bautismo ms antigua que encontr fue la de Amaranta Buenda, bautizada en la adolescencia por el padre Nicanor Reyna, por a poca en que ste andaba tratando de probar la existencia de Dios mediante artificios de chocolate. (424) (Cursivas mas).

En ambos ejemplos, hay un procedimiento discursivo similar. Se hace una referencia a una situacin previamente narrada en la novela, pero al resumirse la misma se exagera o mistifica lo que realmente ocurri. Llamar a esta tcnica mistificacin burlesca. En el primer pasaje, la frase "sent ctedra" sobre algo tan banal y repulsivo como las cucarachas es una exageracin que deforma los hechos narrados. Vale la pena reconocer que este pasaje se sustenta en una referencia en s misma pardica, es decir, la de una discusin de Alvaro, Germn, Alfonso y Gabriel con el sabio cataln y el ltimo Aureliano. La discusin versa sobre los mtodos de matar cucarachas en la Edad Media (402). Esto en s pareciera aludir burlescamente a las discusiones de Garca Mrquez con sus amigos cuando l era aspirante a ser un escritor exitoso. Pero al decir que sent ctedra, el aspecto burlesco llega a su culmen. Otro aspecto que en ese pasaje comporta cierto humor es la frase "en la casa de las muchachitas que se acostaban por hambre" la cual es una perfrasis que se repite en ese captulo y que pareciera tambin ser una referencia de algo dicho en las trasnochadas de aquellos amigos. En el caso que sigue hay una carga ideolgica mayor, pues se refiere a las artimaas del padre Reyna, quien sola tomarse una taza de chocolate y levitar doce centmetros sobre el nivel del suelo, para con ello recolectar el dinero para la construccin del templo (92). La mistificacin burlesca del narrador consiste en contraponer algo tan trivial como los artificios de chocolate con algo tan serio y trascendental como la existencia de Dios. Puesto que el referente narrativo se halla lejos, la idea de "artificios de chocolate" se resemantiza para significar algo, a todas luces, pueril. En ambos casos, aunque tomando direcciones distintas, se entrechocan los dos polos del cambio, lo elevado ("sentar ctedra" "la existencia de Dios") y lo bajo material ("cucarachas", "artificios de chocolate"). A pesar de que se trata

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de un procedimiento similar, en contraste, el primer ejemplo es puramente humorstico y ldico, mientras que el segundo revela una tendencia satrica contra las prcticas ideolgicas de la fe catlica. 5. Mimesis y dialogismo de la palabra ajena As como el discurso del narrador se construye narrando hechos que en s mismos son humorsticos, o manipulando por medio del discurso los hechos previamente acontecidos, tambin en el discurso de los personajes el lector puede encontrar toda una gama de tcnicas para ironizar cierto sentido, lo cual revierte en el humor. En efecto, se podra decir que uno de los recursos del humor y la stira ms ostensibles en la esttica de Garca Mrquez es el discurso expresado por los personajes de manera directa. Sin embargo, todo es mucho ms complicado de lo que a primera vista parece. En Cien aos de soledad cabe identificar seis estrategias que al representar el discurso de los personajes se sustentan en la irona y la visin humorstica. Estas son: l) registros sociales tpicos en discurso directo, dialogizados contra el trasfondo f iccional de la situacin narrada; 2) registros sociales en discurso directo, dialogizados para realzar el sentido ideolgico; 3) registros sociales en discurso indirecto, dialogizados para realzar el sentido ideolgico; 4) registros sociales en discurso directo, enfocados por su sentido estilstico; 5) registros sociales en discurso directo con sentido irnico de carcter situacional y 6) registros sociales en discurso directo con sentido paradjico. 5.1. Dialogismo de registros contra el trasfondo del texto A lo que me refiero en primer lugar es a la palabra de los personajes en discurso directo, aunque implicando en todo momento un sentido distinto al sentido semntico de la frase. En todo caso, a lo que me refiero es a la insercin de registros sociales tpicos que por la previsibilidad de su empleo en el discurso hablado, incorporan a la novela la marca de su materialidad social.7 Estos registros, dentro de la novela, por otra parte, tambin pueden contrastar con una situacin narrada y previamente conocida por el lector. Esto aumenta la intensidad del doble juego del humor.

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Un ejemplo interesante a este respecto se encuentra en el pasaje en que Jos Arcadio, hijo, tras preguntrsele dnde haba estado, contesta "Por ah" (loo). El lector ya se ha enterado de que se ausent por aos y que le haba dado sesenta y cinco veces la vuelta al mundo (loo), de modo que la frase resulta irnica. El dectico de lugar "ah" expresa con indeterminacin que estuvo cerca. Pero este registro resuena a la media verdad o eufemismo que da un hombre al pedrsele cuentas. Comporta un sentido de humor apicarado, ya que durante todo ese tiempo que estuvo fuera, ms an, conociendo el lector lo exitoso que ha sido el personaje en la vida sexual, no pudo simplemente estar por ah. Otras veces, el efecto dialgico del registro en discurso directo remite a una realidad moderna y externa que no encaja con la realidad arcaizante de la novela: "cmo se ve que no hay una mujer en esta casa!" (391), aunque el efecto humorstico en este caso disminuye.

5.2. Dialogismo de registros tomados por el sentido semntico


Otras veces, el dialogismo ya no est implcito en el tono del registro, sino en la relacin del sentido semntico de la palabra de los personajes y el sentido humorstico que el autor quiere subrayar como un modo de ser popular. Los siguientes pasajes son de este tipo:
1. "Te felicito -grit- . A ver si por fin ese gallo le hace el favor a tu mujer" (28). 2. "Muchacho -exclam- que Dios te la conserve." (41) 3. -Es que uno se puede casar con una ta? -pregunt l [Aureliano], asombrado. - No slo se puede -le contest un soldado- sino que estamos haciendo esta guerra para que uno se pueda casar con su propia madre. (160).

En todos estos fragmentos se resalta el sentido del humor popular vinculado al mbito ertico. En todos ellos hay tambin una irreverencia explcita o implcita contra las creencias o prcticas conservadoras. El efecto humorstico se logra por el sentido semntico directo que el autor le confiere al discurso de cada personaje. Los recursos que se emplean son la irona, el sarcasmo y el eufemismo.

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5. 3. Dialogismo de registros en discurso indirecto Si la palabra directa alcanza una gran efectividad en la creacin de imgenes humorsticas, mucho ms puede suceder con la palabra dicha al vuelo, de manera indirecta, y que toma de sorpresa al lector. Dos buenos ejemplos de esto suceden en los siguientes pasajes:
1. Pero la exhibicin fue interrumpida porque Pilar Ternera, que estaba en la puerta con los curiosos, se pele a mordiscos y tirones de pelo con una mujer que se atrevi a comentar que el joven Arcadio tena nalgas de mujer. (71)

2. (...) para que luego el coronel Aureliano Buenda, que en paz descanse, tuviera el atrevimiento de preguntar con su mala bilis de masn de dnde haba merecido ese privilegio, si era que ella no cagaba mierda, sino astromelias (...) (338).

En ambos casos la palabra indirecta produce un efecto humorstico. Se trata de registros que apuntan a un sentido ideolgico. Sin embargo, estos pasajes difieren en que el primero narra slo una ancdota humorstica, mientras que el segundo, en el que se representa a Fernanda por medio de un monlogo interior directo, vuelve a contraponer humorsticamente las dos visiones ideolgicas expresadas arriba: la conservadora y la libertaria, la de la dominacin y la de la resistencia. 5.4. Otras formas de dialogismo en los registros sociales Expondr en el breve espacio que me queda las ltimas tres clasificaciones de dialogismos de la palabra de los personajes y su relacin con la creacin de efectos humorsticos. Pasar primeramente a los ejemplos:
1. -Hola, antropfago- le dijo-. Otra vez en la cueva. (406) 2. -Collons - maldeca-. Me cago en el canon 27 del snodo de Londres. (416) 3. -Ponte piedras calientes en los golondrinos. (135) 4. Qu bueno! -exclam-. Ya tenemos telgrafo en Macondo. (140)

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5. -Qu raros son los hombres- dijo ella, porque no encontr otra cosa que decir-. Se pasan la vida peleando contra los curas y regalan libros de oraciones-. (173) 6. -Cmo est coronel? -le dijo al pasar. -Aqu - contest l-. Esperando que pase mi entierro. (212) 7. -Miren la vaina que nos hemos buscado - sola decir entonces el coronel Aureliano Buenda-, no ms por invitar un gringo a comer guineo. (241).

Los dos primeros registros comportan cierto efecto humorstico por la marca de ingenio con que se busca caracterizar a los personajes, Amaranta rsula y el sabio cataln, respectivamente. Lo importante aqu consiste en subrayar las ocurrencias humorsticas que encarnan un modo de ser, un estilo distintivo de esos personajes, uno de los cuales, el sabio cataln, es un retrato de Ramn Vinyes, el maestro de un cenculo al que asista el autor. Los registros 3 y 4, en cambio, sustentan su efecto humorstico en el contraste irnico de lo expresado con respecto de la seriedad que amerita la situacin. En el primero de ellos, rsula se despide de su hijo, el coronel Aureliano Buenda, quien se halla en la crcel y en vsperas de su fusilamiento, con un consejo ridculo, pues de nada vale a esas alturas buscarle remedios a los golondrinos. El tema mismo de los golondrinos, por ser banal y evadir el tab, resulta humorstico. En el registro cuarto, el coronel Aureliano Buenda se entera de la noticia que acaba de llegar por telgrafo de que fusilarn al coronel Gerineldo Mrquez, su amigo y compaero de batallas, pero en vez de lamentarse del hecho, se alegra de que ya haya llegado el telgrafo a Macondo. Su reaccin que va contra toda expectativa resulta humorstica, adems de ser una marca ideolgica de los Buenda. Aqu el lector se topa con dos buenos ejemplos del humor negro en la esttica de Garca Mrquez. En los ltimos tres registros el humor disminuye, pero vale la pena resaltar que en todos ellos el contraste humorstico se logra gracias al contraste irnico de la paradoja. En el primero Amaranta cuestiona las contradicciones del ideario liberal en el que cree Gerineldo Mrquez; el segundo acaece como una forma de manifestar un estado de hasto con la vida cuando el coronel Aureliano Buenda ha perdido la brjula de su existencia; el ltimo contrapone al hecho de que una

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invitacin de un gringo a comer guineo (o pltano) llev a que se propusieran a cultivar en grande ese producto, en lo que se convirti luego en la compaa bananera. 6. Conclusin Toda esta gama de tcnicas aporta una de las lneas esenciales en que se sustenta el proyecto ideolgico de Cien aos de soledad. En primer lugar, opone a las ideologas de viejo cuo como el catolicismo, el conservadurismo y el liberalismo poltico, as como la del imperialismo estadounidense, el ethos popular fundado en el humor y la sensatez del sentido comn. En segundo lugar, opone a lo metafsico y abstracto, el erotismo y la conducta irreverente. Y finalmente, opone a lo realista y verosmil, lo fantasioso e inverosmil. Estos tres aspectos se entretejen de mltiples formas en la novela. Pero lo que los une a todos al interior de las imgenes y registros, es la degradacin irnica, a travs del dialogismo y la representacin crtica de los dos polos del cambio del principio material y corporal inherente al realismo grotesco. De esta manera, Gabriel Garca Mrquez profundiz en el significado de las bases populares del pueblo colombiano, y por analoga, de los pueblos latinoamericanos. El humor materializador y liberador de Cien aos de soledad, cuya carnavalizacin opera en el terreno de lo obsceno, lo escatolgico y hasta lo macabro, ha sido un ingrediente insoslayable de esas bases populares. La razn de por qu esta novela sigue seduciendo a muchos lectores, radica en que a travs de sus pginas se cifra la callada certeza de que Amrica Latina resiste con su enorme carcajada, en medio de una soledad sucesiva de laberintos y crculos viciosos.

Notas
Ms all de la autorreferencia del autor en la novela, quien se retrata ganando un concurso literario y viajando a Pars con dos mudas de ropa, un par de zapatos y las obras completas de Rabelais (419), considero que su filiacin con Rabelais est firmemente asentada por Mario Vargas Llosa en Historia de un deicidio (169-176). A pesar de que en el reciente libro Tras las claves de Melquades, Eligi Garca Mrquez le da una interpretacin puramente anecdtica al tratamiento de la descomunal condicin flica de Jos Arcadio, rfijo (160,209), mi postura es que toda la imaginera hiperblica en torno a este personaje es una tcnica esttica tan sistemtica que trasciende lo puramente social. Adems de las correspondencias muy atinadas que seala Vargas Llosa en su libro, Osear Collazos revela que rsula, al igual que Gargamelle, la

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madre de Garganta, descubre la sorprendente virilidad de ste (Collazos 130). Visto todo de esta manera, no resulta para nada exagerado afirmar a la luz del estudio de Bajtn, que Cien aos de soledad es una novela que se nutre en la carnavalizacin literaria, o dicho de otro modo, en la tradicin del realismo grotesco. 2 Pudiera objetarse que el dialogismo no es figura retrica. Sin embargo, en el libro Arte de hablar en prosa y en verso de Jos Gmez Hermosilla (1842) aparece el dialogismo como una de las "formas que sirven para presentar los pensamientos con cierto disfraz o disimulo" (121). La figura aparece definida en los siguientes trminos: "consiste en referir textualmente un discurso fingido de persona verdadera, pero viva, ausente o presente, que habla con alguna otra, verdadera tambin y viva." (125). Coincide esta definicin, pues, con la mimesis. Desde la perspectiva de M.M. Bajtn, por otra parte, las relaciones dialgicas en la prosa literaria gozan de un amplio radio de accin. La clave del dialogismo (o de las relaciones dialgicas) estriba en que un autor incorpora una palabra ajena al discurso narrativo. Pero esa palabra ajena puede materializarse como todo un enunciado (una rplica de dilogo, una carta, un relato, etc.) Incluso, el narrador de una novela puede estar elaborado dialgicamente. El autor en este caso se distancia y formula, rebasando la pura imitacin, los registros verbales del discurso de alguien o de cierta persona que representa socialmente lo que l pretende constituir como una imagen. Esto es lo que tambin sucede con el discurso directo e indirecto de los personajes en Cien aos de soledad: a travs de la estilizacin se topan en el texto dos voluntades, la de esa presencia social y la del autor que la encamina estilstica e ideolgicamente. El dialogismo para Bajtn puede aparecer incluso en una palabra aislada al interior de una novela, si es que esta se percibe como una voz extraa, o bien, como acabo de sealar, puede aflorar en el discurso del narrador si se toma distancia o desdobla la autora (Dostoievski, 257). En Cien aos de soledad, el dialogismo se manifiesta meridianamente gracias a la visin irnica tanto en el discurso del narrador como en las estilizaciones de los discursos de los personajes (mimesis irnica). 1 Para Bajtn el sistema de imgenes de la cultura asociada a los festejos populares (e.g. el carnaval) que constituy al realismo grotesco en la Edad Media y el Renacimiento se caracteriz por elevar el principio material y corporal sobre la concepcin espiritual y abstracta de la existencia social. El principio material y corporal apareca bajo la forma universal de fiesta utpica. Lo csmico, lo social y lo corporal estaban ligados indisolublemente a una totalidad viviente e invisible (Cultura popular, 23). Se trataba de elevar el cuerpo de la especie sobre el individuo aislado. El hecho, por otra parte, de que el centro capital de las imgenes del realismo grotesco giraran en torno a las actividades ms elementales del cuerpo como beber, comer, tener sexo, hacer las necesidades fisiolgicas, explica que Rabelais las pusiera en primer plano, y las resaltara como un aspecto afirmativo de la vida, como una realidad alegre y bienhechora, a travs de la hiperbolizacin. Este concepto se toma aqu, como algo ms abarcador, sistemtico y simblico que la hiprbole como figura de pensamiento. Segn Bajtn, el rasgo sobresaliente del realismo grotesco es la degradacin, o sea la transferencia al plano material y corporal de lo elevado, espiritual, ideal y abstracto (Cultura popular, 24). Esta transferencia supone la condicin ambivalente, o al menos, hbrida de la

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representacin de lo real en los textos del realismo grotesco. En efecto, el realismo grotesco interconecta lo real objetivo de la vida reglamentada, con lo real imaginativo de la vida de la fiesta, con la condicin ldica del nio. Por eso es que esta doble condicin, lo que Bajtn llama los dos polos del cambio, y que presupone al mismo tiempo lo viejo y lo nuevo, lo que muere y renace de la vida, aparece en las imgenes grotescas de un modo inseparable. A pesar de los siglos de distancia, considero que Garca Mrquez logra capturar el estrecho vnculo del realismo grotesco con lo popular del mundo colombiano y latinoamericano. De igual manera, logra situar la degradacin en el centro mismo de su novela, para con ello rebajar las ideologas residuales y dominantes de esa realidad. 4 Ver a este respecto los ensayos "El personaje de Don Quijote: Tradiciones folklrico-literarias, contexto histrico y elaboracin cervantina." Revista de Filologa Hispnica 29 (1980): 36-59, y "Tradicin carnavalesca y creacin literaria. Del personaje de Sancho Panza al episodio de la nsula Baratara en el 'Quijote.'" Bulletin Hispanique 80. 1-2 (1978): 39-70. 5 Por ejemplo, en esta ancdota narrada: Fue en esta poca que le dio a Petra Cotes por rifar conejos. Se reproducan y se volvan adultos con tanta rapidez, que apenas daban tiempo para vender los nmeros de la rifa (203). * Debido a la complejidad simblica y mtica de esta novela en el marco de las tradiciones judeocristiana y hermtica, prefiero remitir al lector a los siguientes libros: Maturo, Graciela. Claves simblicas de Garca Mrquez. Buenos Aires: Fernando Garca Cambeiro, 1972 y Cien aos de soledad treinta aos despus. Santaf de Bogot: Universidad Nacional de Colombia, Instituto Caro y Cuervo, 1998. 7 Me sustento en la definicin que hacen Gregory y Carroll del concepto. Para ellos el registro es una instancia del lenguaje en accin que puede describirse en trminos de marcadores fonolgicos, lxicos y gramaticales (particulares de un texto) y rasgos comunes (compartidos por varios textos). Aaden a esto que el registro es la realizacin de las posibilidades semnticas de la lengua; delimita lo que se puede significar dentro de la situacin. Es por eso que el registro, esa unidad semntica que vara en extensin, est culturalmente determinado (107-108). Puesto que en toda sociedad el discurso est estratificado por toda una serie de variables como la clase, la ocupacin, la edad, el gnero, etc. es que empleo el concepto registros sociales.

Bibliografa
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Frye, Northrop. Anatomy of Criticism. Princeton, New Jersey: Princeton LJniversity Press, 1957. Garca Mrquez, Eligi. Tras las claves de Melquade; historia de Cien aos de soledad. Bogot: Editorial Norma, 2001. Garca Mrquez, Gabriel. Cien aos de soledad. Mxico: Editorial Diana, 1986. Gmez Hermosilla, Jos. Arte de hablar en prosa y i>erso. Pars: Garnier Hermanos, 1842. Gregory, Michael y Suzanne Carroll. Lenguaje y situacin; variedades del lenguaje i/ sus contextos sociales. Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1986. Maturo, Graciela. Claves simblicas de Garca Mrquez. Buenos Aires: Fernando Garca Cambeiro, 1972. Redondo, Agustn. "El personaje de Don Quijote: Tradiciones folklricoliterarias, contexto histrico y elaboracin cervantina." Revista de Filologa Hispnica 29 (1980): 36-59. . "Tradicin carnavalesca y creacin literaria. Del personaje de Sancho Panza al episodio de la nsula Baratara en el 'Quijote.'" Bulletin Hispaniquc 80. 1-2 (1978): 39-70. Scott, Jnmes C. Los dominados i/ el arte de la resistencia. Mxico: Ediciones Era, 2000. Vargas Llosa, Mario. Garca Mrquez: historia de un deicidio. Barcelona-Caracas: Monte vila, 1971.

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