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Hay quienes prefieren convertirse al morir en la impalpa- En radio Minería y en T V Canal 13, hasta hoy. Debo
ble ceniza que recuerde, mejor que una tumba, las palabras confesar que vivo en un estado de fmstración sabatina conti-
del poeta persa: “Vine como la lluvia y pasé como el vien- nua, pues en Canal 13 se me están otorgando solamente cua-
to”. tro minutos cada noche de día sábado para resumir todo lo
Y como si pensaran en el leño que olvida que algún día que ha ocurrido en el mundo durante la semana. Como natu-
fue bosque, formulan estos seres, en vida, lo que ya les es ralmente esto resulta imposible, abordo solamente aquellos
dulce imaginar sea cumplido: arder como el leño de invierno temas que me parecen absolutamente importantes, y los de-
que se enciende primero como una estrella y luego se con- más los resumo en unas cuantas frases sueltas. Para mi con-
sume lentamente hasta volverse esa entibiada nieve que se ciencia particular y mi orgullo de comentarista, se entenderá
llama ceniza. por qué esta situación representa una frustración permanen-
Y así, hace pocos días, en el mar de Valparaíso, ha vo- compartían como pocas parejas, cada día han de ser más po- te. Sin embargo, ahora que estoy resumiendo toda mi carrera
lado desde un remolcador, desde la pequeña ánfora destina- cas, capaces de prolongar en el matrimonio la permanencia en estas páginas, quiero aprovechar la ocasión para liberar-
da a guardar hasta ese instante lo que un día fue un hombre, de la juventud en que se conocieron. En esta Navidad (icó- me y desquitarme de esa fmstración sabatina. Voy a enume-
el último testimonio de haber vivido que él quiso dejar sobre mo podía imaginar que era una despedida!...) recibí el sa- rar en forma somera pero amplia todo lo que yo considero
el mar, como sobre un último cuaderno azul, su nombre he- ludo firmado por “los Navasales”, con los nombres de Ma- más importante en la política internacional de hoy”.
cho de humo. Desaparecer como el humo, como niebla que rina y José María. No sé si tuve un presentimiento, pero pen- Creo que este párrafo que he querido transcribir entero
cae. “Vine como la lluvia y pasé como el viento.” sé “qué extraño”, sin saber por qué era extraño, y sentí que (página 173 de su libro de 184 páginas) es una forma de res-
debía llamarlos por teléfono. No los llamé. El tiempo se nos ponder a lo que él quería que fuera oído, es decir, leído. No
Las cenizas de José María Navasal, lanzadas como una va cada segundo como arenilla invisible entre los dedos, sin importa en qué ola navega. Sus ojos, claros como los de Ca-
seca y fugitiva espuma desde el cántaro aferrado en las ma- damos cuenta de su velocidad implacable. ¿No encontré el milo Mori, su compañero en las olas del mar de Valparaíso,
nos de Marina, su esposa, cumplidora del rito, nos recuerda número, los afanes cotidianos se interpusieron en el frag- pueden estar a lo mejor con un asomo de sonrisa, mirando
otras cenizas que, como las del gran periodista fallecido en mento de los días que se viven como si nos empujara un hacia estas palabras suyas, que me ha parecido justo traer a
Viña del Mar, buscaron el mar como el Último sueño. viento huracanado postergando lo impostergable? Miro con la memoria de los lectores. Como se puede apreciar, aunque
Desde una lancha, más allá del molo, fueron a unirse al tristeza la tarjeta que se quedó encerrada en su sobre, la res- lo parezca, la T V no es ni será nunca una enemiga peligrosa n
mar las cenizas de Camilo Mori, hace ya muchos años, para el libro. El sabrá desquitarse de todo lo que parezca o
puesta a la que faltaba la dirección de los destinatarios sola-
cuando su esposa Manija Vargas viajó desde Santiago con mente ... simule, como ella, ser su destrucción. *z
su hijo y cumplió la voluntad del pintor de la misma manera.
Desde entonces, los ojos azules de Camilo parecen seguir
mirándonos y mirando sobre todo su amado Valparaíso, en
cuyo cerro Santo Domingo naciera.
Al mar de Antofagasta, a su vez, fueron llevadas en otro
Ciertas muertes, de personas determinadas que vivían sus
últimos anos en silencio, alejados de la fanfarria de la publi-
cidad, nos hacen sentir esa forma de muerte que es también
la ingratitud.
Se me vienen a la mente las palabras de su libro “Testi-
“La pantalla azul que nos mira en la sala de crónica o de
redacción no es capaz de elaborar un análisis. La confección
física del diario o los medios de transmisión serán cada día
más computarizados, pero todavía el raciocinio humano es
insustituible. La amenaza es otra y hace falta mucho coraje
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cantarillo las cenizas del escritor Salvador Reyes, que tanto monios”, en que nos dejó el recuerdo de sus memorias pe- para hacerle frente”. (Página 171)
supo amar el mar de los puertos, el mar de Valparaíso y, riodísticas. En su momento lo comenté en “La Estrella” de Sin duda, José María Navasal tuvo ese coraje. En su libro
Valparaíso, luego de su publicación en 1995. dejó mensajes vívidos para los jóvenes periodistas y valdría
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desde luego, el de su nortino puerto natal. D
José Mana y Marina, con su nombre de mar, vivieron “Próximo ya al término de una carrera periodística que se la pena que se interesaran en leerlo. \
frente al mar viñamarino todos estos años en que parecía tan ha extendido por espacio de cincuenta y cinco años y abar- Se necesita del ejemplo de los viejos maestros que como
natural que ellos vivieran la maravilla de no haberse sepa- cado todos los medios de difusión (prensa escrita: Las Ulti- él no quisieron irse sin dejar el testimonio de lo que fueron y
rado en casi sesenta años de su vida. mas Noticias y El Mercurio; agencias informativas: Reuter, creyeron.
Se les veía juntos, como si el uno empezara y terminara primero, Associated Press y United Press, a veces, y final- Adiós, José María. Descansa en la paz de las olas, como
en el otro. Verlos así era recibir una lección de compañens- mente nuestra propia agencia Orbe, que fundamos con Ma- en un vals lejano, sin morir, sin envejecer, desde una playa
mo y amor, ver pasar una vida entera de recuerdos que ellos rina y Andrés Aburto). iluminada por el conocimiento mayor.