#5 Tomás y Garrido, Gloria María - Cuestiones Actuales de Bioética-páginas-138-153 (2)
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Eutanasia
LA EUTANASIA
Se han elegido, con salto de siglos, datos que clarifican lo que conlleva la práctica
eutanásica, algo directamente relacionado con el encuentro médicopaciente; esta relación ha
ido evolucionando, muy particularmente desde el comienzo del siglo XX, pues hasta entonces,
poco podía hacer el médico por su paciente cuando se enfrentaba con una probable muerte. Se
morían por infecciones intratables.
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2. HERRANZ, G., Comentarios al Código de Ética y Deontología médica, EUNSA, 1995, 136139.
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en concreto, por deformidad física, por enuresis, e incluso por dificultades de asimilación
educativa.
El médico norteamericano Leo Alexander escribió en 1949, haciendo referencia a la
práctica eutanásica realizada durante el Tercer Reich: «Comenzaron con la idea, que es
fundamental en el movimiento a favor de la eutanasia, de que existen estados que no son dignos
de ser vividos. En su primera fase esta actitud se refería sólo a los enfermos graves y crónicos.
Paulatinamente se fue ampliando el campo de quienes entraban dentro de esa categoría, y se
fueron agregando también a los socialmente improductivos ya los de ideologías o razas no
deseadas.
Sin embargo es decisivo advertir que la actitud hacia los enfermos incurables fue el diminuto
desencadenante que tuvo como consecuencia ese total cambio de actitud».
La diferencia entre dejar morir y matar es muy significativa. La opinión pública puede
recordar dos casos significativos en la defensa del «derecho a morir».
El primero es el de Karen Ann Quinlan (19541985), joven que entró en coma en el año
1975 por intoxicación barbitúrica. Sus padres solicitaron la supresión del respirador y tras una
larga lucha en los tribunales, se retiró la asistencia respiratoria el año siguiente; la enferma, que
no recuperó nunca la conciencia, continuó con vida hasta 1985.
Otro caso es el de Terri Schiavo, que falleció el año 2005 tras quince años de coma
profundo. Terri sufrió una lesión cerebral aparentemente irreversible, por un régimen de
adelgazamiento. Su esposo llevó a juicio a los doctores por negligencia médica, y obtuvo una
indemnización multimillonaria y, a su vez, conmovió al jurado al expresar su deseo de dedicarse
el resto de su vida a cuidar.
a su esposa.
Sin embargo, en menos de un año, tenía ya otra mujer y él mismo pidió a los médicos que
tomaran medidas para no reanimarla en caso de fallo cardíaco, para acelerarle la muerte por
desconexión de la sonda alimentaria, etc. uno de los juicios ocurridos, el juez le dio la razón, y
Terri murió por inanición, tras varios días de carecer de lo mínimo indispensable: agua y alimento.
Citemos del 2007, el caso de Madeleine Z., de 69 años, sufría una grave enfermedad
progresivamente paralizante, Esclerosis Lateral Amiotrófica. Se quitó la
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EUTANASIA 141
como pura capacidad de ejercicio, ignorando la verdad última del ser humano, ya que se piensa
que no son los valores éticos los que legitiman el ejercicio de la libertad y su capacidad de
elección, sino que es la elección personal la que da validez a los valores éticos.
La gran cuestión que sobrevuela la fase final de la vida es la actitud que se adopta frente
al dolor, al sufrimiento físico, psicológico o moral. Su significado varía de unas culturas a otras,
y en todo caso la religiosidad y las creencias pueden ser de gran ayuda o un verdadero
obstáculo. Suponen ayuda cuando facilitan un sentido al sinsentido del sufrimiento y no enfocan
la muerte como un final definitivo sino como un cambio hacia algo mejor. Puede ser un obstáculo
cuando plantean la enfermedad y la muerte como un «castigo divino».
3. SERRANO, JM, Eutanasia y vida dependiente, Ediciones Internacionales Universitarias, 2001, 145149.
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dependiente», algo que todos los somos; piénsese por ejemplo en los paradigmas
maternofilial, maestroalumno, etc.
Lo que se da a alguien ha de estar muy relacionado con las necesidades de
ese alguien; desde este ángulo, hay que alabar a quien entrega más altruistamente
pues las pequeñas victorias del débil muestran las virtudes más excelsas del que
ha enseñado y ayudado, que significativa es esta actitud ante el enfermo terminal,
pues «...el enfermo que se siente rodeado por la presencia amorosa, humana y
cristiana, no cae en la depresión y en la angustia de quien, por el contrario, se
siente abandonado a su destino de sufrimiento y muerte y pide que acaben con
su vida. Por eso la eutanasia es una derrota de quien la teoriza, la decide y la
practica»4 .
La condena de la eutanasia que se hace en la encíclica Evangelium vitae5
por ser «una grave violación de la ley de Dios, en cuanto eliminación deliberada y
moralmente inaceptable de una persona humana» entraña el peso de la razón
ética universal fundada en la ley natural y la instancia elemental de la fe en Dios
creador y custodio de toda persona humana.
Desde estos supuestos afirmamos los siguientes puntos:
1. Se incurre en eutanasia cuando se tiene la intención de poner punto final
a la vida o de facilitar la muerte de una persona. La eutanasia es siempre
ilícita, aunque se practicara con finos compasivos, o aunque la solicitara
el enfermo. Se viola el principio de la defensa de la vida humana, algo
que nada ni nadie puede autorizar. No es sólo el atentado contra una
vida, o contra la vida en general, sino contra la humanidad. Y más
monstruoso es el acto cuando la eliminación de la persona se realiza
como liberación de la vida de otro porque para uno mismo se ha convertido en una ca
Tengamos en cuenta que ningún hombre puede decidir arbitrariamente
entre vivir o morir, pues sólo el Creador es dueño absoluto de esta
decisión. Se trata de una doctrina fundamentada en la ley natural,
enseñada por la Tradición de la Iglesia y por el Magisterio ordinario y universal.
2. No hay eutanasia cuando se tiene la intención de aliviar los sufrimientos
del enfermo terminal (del que se comenta en el apartado siguiente) aun
que el suministro de fármacos pueda acelerar la muerte de esa persona.
Incluso cuando a falta de otros medios, con el consentimiento del
paciente, se recurrirá a alternativas terapéuticas de que dispone la medicina más.
4. Carta de los agentes sanitarios (Pontificio Consejo para la Pastoral de los Agentes
Sanitarios), 1995, n.149.
5. Cfr. Evangelium vitae, nn. 47 y 65.
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EL ENCARNIZAMIENTO TERAPÉUTICO
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Hay obligación moral de curarse y hacerse curar, pero tal obligación tiene
que medirse con las situaciones concretas; debe valorarse si los medios
terapéuticos a disposición son proporcionados respecto de las perspectivas de mejoría.
La renuncia a medios desproporcionados no equivale al suicidio oa la eutanasia;
manifiesta, en cambio, la aceptación de la condición humana frente a la muerte.
Por ello resulta evidente:
1. No se tiene que poner en práctica ningún procedimiento para acelerar la
muerte en modo directo o intencionado.
2. Se tiene que evitar toda forma de eutanasia.
3. No se está obligado a practicar cuidados «desproporcionados» que, en
algunos casos, podrían derivar en encarnizamiento terapéutico, llegando
a atormentar al enfermo y, tal vez, ser ofensivos para su dignidad.
4. Sí se está obligado a ofrecer los cuidados «normales y ordinarios» para
dar al enfermo consuelo físico y psicológico: alimentación, las medici
nas y analgésicos adecuados, la ayuda a la respiración, etc.7.
La Medicina ha hecho cuentos progresos que los dolores son casi siempre
controlables en todo estadio de la enfermedad, no alcanzando el umbral de lo
insoportable. Además, los Hospitales están incorporando las llamadas Unidades
de Dolor cuyo objetivo primordial es reducir la incidencia y severidad del dolor
para mejorar la calidad de vida del paciente.
Dentro de este planteamiento está la nueva especialidad de Cuidados
paliativos; del latín pallium (manto, capa), los cuidados paliativos se refieren al
tratamiento de enfermedades irreversibles a través del empleo de medicamentos,
que no pueden curar la enfermedad, pero controlan los síntomas, sin empeorar
significativamente la calidad de vida. Se trata de mejorar la calidad de vida del
enfermo en su etapa final, y hacerlo en sentido íntegro, a incluir la dimensión
física y también la psíquica y la espiritual. Sencillamente respeta la vida del
enfermo y lo acompaña hasta el final. «Cuando las condiciones de salud se
deterioran de modo irreversible y letal, el hombre entra en la fase terminal de la existencia terre
Para él, el vivir se hace particular y progresivamente precario y penoso. Al mal y
al sufrimiento físico sobreviene el drama psicológico y espiritual del despojo que
significa morir»8 .
El objetivo principal de estos cuidados no es evitar que el paciente muera –
su muerte no debe verse como un fracaso, pues no es el objetivo de los cuidados
paliativos evitarla– sino procurar que ésta, se produzca sin sufrimiento o con
EUTANASIA 147
el menor posible, evitando que sea una muerte traumática para el paciente y su familia.
Los cuidados paliativos son programas activos, destinados a que los enfermos
terminales vivan con plenitud sus últimos meses o días, y tengan una buena muerte.
Los pilares fundamentales en los que se asientan son el control de los síntomas, una
información y comunicación eficaz y el apoyo a la familia. Estos cuidados deben ser
asumidos por un equipo multidisciplinar, capaz de cubrir todos estos objetivos.
La medicina paliativa reúne una serie de elementos éticos que responden a las
necesidades de los pacientes en la última etapa de su vida, por eso se puede afirmar
que la medicina paliativa es una respuesta ética ante la situación terminal. Entre los
elementos éticos que es posible encontrar en ella se encuentran los siguientes:
– Protección de la debilidad.
– Reconocimiento de la dignidad.
– Relación personal y familiar.
– Veracidad y autenticidad.
– Disponibilidad de la asistencia.
– Respeto y apoyo.
– Profesionalidad.
– Trabajo en equipo.
– Respeto a la vida ya la muerte.
– Actitud positiva ante el dolor.
Vogelsanger define el estado del enfermo terminal como res sacra miser (miseria sagrada).
Este concepto muestra la coexistencia de lo sagrado e indeclinablemente digno de toda la vida
humana, con la miseria causada por la enfermedad.
Hay que considerar que la aceptación del dolor es distinta en cada persona.
Depende de factores de tipo fisiológico (receptores del dolor), la autodisciplina y
el sentido que se dé al propio sufrimiento como medio para desarrollar la
personalidad y elevarse espiritualmente. También hay que tener en cuenta que, a
veces, el dolor emocional o moral (desesperación, angustia, soledad, pérdida de
esperanza, abandono, etc.) es mayor que el dolor físico.
Además, el dolor crónico, con frecuencia impide al enfermo en fase terminal
vivir lo más serenamente posible el último período de su vida y relacionarse con
los demás. Por ello surge la siguiente cuestión sobre cuándo es lícito recurrir al
empleo de tratamientos si ese uso comporta la anticipación de la muerte y/o la
supresión de la conciencia.
— La licitud del empleo de analgésicos (u otras terapias) que pueden llevar
a esas consecuencias requiere el consentimiento informado del enfermo. Siempre
debe procurarse no impedir que el enfermo pueda actuar libremente en la
disposición de su última voluntad. Si no está en condiciones de expresarse, la
presunción razonable es que desea tomarlos según los consejos médicos.
— La anticipación de la muerte como consecuencia del uso de analgésicos
que alivian o suprimen el dolor sólo es lícita si se sigue como efecto no querido de
una causa proporcionada.
— Es totalmente razonable el uso de analgésicos en el caso del enfermo
aquejado de dolores fuertes e insoportables, aunque conlleve la pérdida o su
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TESTAMENTO VITAL
Considera que la vida en este mundo es un don y una bendición de Dios, pero no es
el valor supremo absoluto. Sé que la muerte es inevitable y pone fin a mi existencia terrena,
pero desde la fe creo que me abre el camino a la vida que no se acaba, junto a Dios.
Por ello, yo, el que suscribe (nombre y apellidos del testador) pido que si por mi
enfermedad llegara a estar en situación crítica irrecuperable, no se me mantendrá en vida
por medio de tratamientos desproporcionados o extraordinarios; que no se me aplica la
eutanasia activa, ni que se me prolongue abusiva e irracionalmente mi proceso de muerte;
que se me administren los tratamientos adecuados para paliar los sufrimientos.
Suscríbete a esta Declaración después de una reflexión madura. Y pido que los que
tengáis que cuidarme respetéis mi voluntad. Soy consciente de que os pido una
responsabilidad grave y difícil. Precisamente para compararla con vosotros y para atenuar
cualquier posible sentimiento de culpa, he redactado y firmo esta declaración.
Firma:
Fecha:»
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Por la actualidad del tema, y ante la posible confusión de términos, se incluyen en este
capítulo algunas acepciones específicas relacionadas con la etapa final de la vida humana.
9. MARIGORTA, J., Retos actuales de la Bioética, Sociedad Valenciana de Bioética, 2000, 113.
10. OLMEDO G., en TOMÁS, G., Manual de Bioética, Ariel, 2008, 452454.
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Los testamentos vitales ofrecen instrucciones relativas a las preferencias, ideales y valores
de una persona, manifestadas mientras se encuentra en estado de capacidad, y en previsión de
una eventual situación de imposibilidad para tomar decisiones.
Pueden adoptar una gran variedad de formulaciones y ofrecer diversas modalidades. Los
más recientes incluyen incluso referencias concretas a medicamentos que son aceptados o
rechazados por el paciente. Lo que supone que hay diversos grados de aplicabilidad y efectividad.
— Muerte digna11, conlleva la interpretación que la vida humana no merece ser vivida si
no es en condiciones de cierta plenitud, por lo que proponen, quienes aceptan esta connotación
de la muerte, tratan de adelantar el proceso, sin respeto al ocaso natural. . Se desconoce que
la dignidad de la muerte no radica en la muerte en sí, sino en el modo de afrontarla. Por ello, no
se puede hablar de muerte digna, sino de personas que enfrentan la muerte con dignidad.
11. Es un error antropológico el concepto «muerte digna». No hay muerte digna, pues la dignidad
es de las personas, y ayudar a bien morir es lo que se desprende de esa innata dignidad. Actualmente
se aboga por expresiones de esta índole: dignidad hasta el final de la vida.