Resea_GneroSexualidadeEducacinunaperspectivapostestructuralista_LpezLouro1
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All content following this page was uploaded by Juan Luis Condori Gutiérrez on 13 August 2023.
Reseña crítica:
Género, sexualidad y educación: una perspectiva post estructuralista
Autora: Guacira Lopes Louro. 10 ed. Petropolis/RJ:Vozes, 2008
Introducción.
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Educador no ensino secundária, graduação na especialidade de História e Geografia. Mestrado em Gestão
Educacional. Atualmente cursando o Programa Interdisciplinar do Doutorado em Direitos Humanos da
Universidade Federal de Goiás, Brasil. Bolsista CAPES.
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El primer tópico se titula “La emergencia del género” cuyo término central - el
género – se coloca como objeto de estudio y como motivo de luchas políticas, y se vincula
directamente con la historia del movimiento feminista contemporáneo, particularmente,
con las demandas de las mujeres para acceder a una serie de derechos civiles, entre ellos,
el derecho al sufragio ciudadano. No cabe duda que, la noción de "género" surgió a partir
de una matriz histórica que tejió los destinos de las mujeres, en los ámbitos social, político
y teórico. Se reconoce que el legado histórico del sufragio femenino fue el punto de
partida en el escenario político liberal; sin embargo, el concepto de género adquirió mayor
relevancia en los años de 1960 y 1970, impulsado por la diversificación de los actores
involucrados en el movimiento feminista. De esa manera, diversas investigadoras en el
campo de las ciencias sociales, realizaron una profunda revisión de la noción de género,
extendiendo su utilidad en los diversos escenarios de la vida cotidiana, pública y privada
para concebir un campo epistemológico progresista y crítico, tornándose en un corpus
para la acción académica y la militancia contra las desigualdades históricas que se vieron
envueltas las mujeres.
Por otra parte, la autora explora la "invisibilidad" histórica de la mujer, prestando
atención a la lucha de las mujeres trabajadoras y campesinas por afirmar su presencia en
diferentes dominios de la vida social. En un movimiento de resistencia, estas mujeres
desafiaron la arcaica noción de un "universo femenino separado", abriendo espacios para
difundir sus diversas experiencias narradas en lenguajes diferentes, pero con una agenda
política contra el pensamiento patriarcal.
A pesar de estos avances, la autora destaca que las mujeres “académicas” sólo
lograron establecer su presencia en el campo científico, implementando metodologías de
análisis desde los enfoques marxista y del psicoanálisis. Sin embargo, estas perspectivas
no fueron aceptadas de manera unánime, ya que muchas activistas argumentaron que el
feminismo necesitaba establecer su propio conjunto de teorías y explicaciones, en lugar
de adoptar las herramientas analíticas que nacieron el modelo epistémico e ideológico
antropocentrista, correspondiente con el origen de la especialización y la derivación en
“disciplinas” de estudio, dominado por una comunidad hombres.
Asimismo, desafía el dualismo arraigado entre hombre-mujer, promoviendo la
perspectiva de que las diferencias entre los sexos son construcciones sociales y no
predeterminaciones biológicas. De esta manera se generó una dislocación revolucionaria
en la comprensión de las relaciones sociales y sexuales entre los sujetos, introduciendo
un nuevo concepto de "género", basado en las representaciones sociales que colocan a las
personas en posiciones específicas, interseccionadas por condiciones de sexo, raza, etnia
y clase social. El concepto de género fue concebido como herramienta analítica y política
para referirse, no solo a la posición de las relaciones del sujeto femenino, sino a las
configuraciones complejas que se derivan del sujeto masculino. El concepto exige (re)
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pensar de manera plural que los proyectos y las representaciones sobre mujeres y hombres
son diversos. Se observa que las concepciones de género difieren no solo entre sociedades
o momentos históricos, sino también dentro de una sociedad determinada, al considerar
los diversos grupos (étnicos, religiosos, raciales, de clase), que la componen.
La aplicación del concepto de género demanda que se hayan obrado divergencias
teóricas entre el movimiento feminista y el postestructuralismo, pues, en una tercera ola
epistémica, surgida en la década de 1980 hacia adelante, se planteó un enfoque
cuestionador de las ideas de las feministas de los sesentas y setentas, quienes habían
propuesto la bifurcación del género hacia un dualismo sexual entre hombres y mujeres.
Es este punto de divergencia académica que la postura determinó la desconstrucción del
binarismo en la comprensión del género. Como señala la autora, en el juego de las
dicotomías, los dos polos difieren y se oponen; al mismo tiempo la dicotomía permite que
uno de los polos imponga su superioridad; por ende, la propuesta de desconstruir las
dicotomías, problematizando la constitución de cada polo, demostrando que cada uno en
realidad supone y contiene al otro, evidenciando que cada polo no es único, sino plural,
mostrando que cada uno está internamente fracturado y dividido. Esta forma de pensar
puede convertirse en una estrategia problematizadora para el pensamiento en los estudios
de género.
El segundo tópico, titulado “Género, sexualidad y poder”, la autora sostiene que los
estudios feministas han estado centralmente preocupados por las relaciones de poder.
Señala que estos estudios inicialmente buscaron demostrar las formas de silenciamiento,
sometimiento y opresión de las mujeres. Sin embargo, con el análisis de la teoría de las
relaciones de poder de Michel Foucault, asumen nuevas discusiones sobre la comprensión
acerca de cómo funciona el poder. Para las estudiosas feministas, el análisis del poder
estimula volver a observarlo, no tanto desde su centralidad, sino cuando es ejercido en
diversas direcciones, tejiendo una red constituida en la sociedad. El poder, para Foucault,
es una estrategia apropiada por diversas personas e instancias, que se concretan en
dispositivos, maniobras, tácticas, técnicas y funcionamientos, ejerciendo influencia de
manera disuasiva y persuasiva, al mismo tiempo, en la configuración de los sujetos. De
allí, que hombres y mujeres sean construidos, no sólo por mecanismos represivos o de
censura, sino a través de prácticas y relaciones “instituidas” en gestos, modos de ser y
estar en el mundo, formas de hablar y actuar, y posturas apropiadas. Por tanto, los géneros
se (re) producen por medio de relaciones de poder.
Estas relaciones de poder se manifiestan a través del juego, en el cual hombres y
mujeres construyen relaciones en las que constantemente se dan negociaciones, avances,
retrocesos, consentimientos, rebeliones y alianzas; por medio del propio sujeto, donde el
poder produce sujetos, fabrica cuerpos dóciles, induce comportamientos, "aumenta la
utilidad económica" de los individuos); la disciplina, que a través de prácticas cotidianas
y técnicas minuciosas, se construye a los sujetos; y el bipoder, que son estrategias y
determinaciones que instituyeron lugares socialmente diferentes para los géneros, por
ejemplo, el matrimonio y la procreación.
A partir de lo referido, la autora introduce la discusión sobre las diferencias y
desigualdades que se instituyen y nombran en las relaciones sexuales y de género. Las
diferencias entre hombres y mujeres son innegables, sin embargo, la narrativa que resalta
este hecho promueve el discurso de poder basado en el dominio biológico. En efecto, es
importante tener cautela y desconfiar del uso irrestricto del término “diferencia” pues,
como mecanismo de poder, diversas teorías convencionales, en la lógica epistémica
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De esta creencia se deriva que la enseñanza deba modularse entre actividades poco
intensas para las niñas y de actividades muy intensas y bruscas para los niños. Sin
embargo, salir de este esquema pedagógico predeterminado supondría generar un
comportamiento desviado de lo “naturalmente” aceptado. Por consiguiente, cuestionar
esta forma de “normalidad esencializada”, que se instituye en los currículos, normas,
métodos de enseñanza, teorías, discursos, materiales didácticos, espacios de enseñanza y
evaluación, que reduce el comportamiento a un determinismo binarista del sexo y del
género, además de verse afectado por intersecciones de posición social y racial,
reproduciendo las desigualdades sociales en términos de sexismo, machismo, racismo y
etnocentrismo.
De hecho, una manera de interpelar este binarismo en la enseñanza, es a través de
la deconstrucción del lenguaje tradicional, advirtiendo que las generalizaciones basadas
en la esencialización antropocentrista, oculta al sujeto femenino y a otras posiciones
interseccionadas de sexualidad, que se encuentran al margen de la normalidad o lo que se
denomina la heteronormatividad. Sujetos femeninos o aquellos que asumen una posición
más allá de la norma convencional son adjetivados de manera grotesca por el discurso
antropocentrista porque “escapan” a las características aceptadas por el discurso
hegemónico de la sexualidad heteronormativa. De allí que se pretenda ocultar o negar la
presencia en la escuela de estudiantes que realicen actividades varoniles o que manifiesten
atracción homosexual o bisexual.
El discurso heteronormativo binarista en la escuela ofrece situaciones para
cuestionar su validez porque asumen en su interior la legitimidad de la desigualdad entre
los estudiantes. Una niña que se destaca por su inteligencia al haber resuelto actividades
escolares que se supone eran realizadas solo por niños, no puede ser reducida a creencias
que señalen adjetivaciones absurdas, por ejemplo, que logró un alto rendimiento porque
es trabajadora, consecuente y obediente, y no porque fue “inquieta o exploradora”,
cualidades supuestamente asignadas a los niños.
No cabe duda que, los materiales, específicamente los libros de texto escolar, se
hayan convertido en medios para la difusión del binarismo sexualizante, por ejemplo,
mostrar los roles de los hombres en un mundo público masculino y de las mujeres en un
mundo doméstico femenino. Incluso, el discurso de la heteronormatividad asigna como
núcleo social a la familia convencional (una imagen netamente aburguesada), integrada
por un padre y una madre, con sus dos hijos que son representados por un niño y una niña.
De aquí se infiere que el discurso dominante “moralizador” de tendencia conservadora,
deja al margen los diversos arreglos y vínculos familiares que funcionan en el mundo
real: familias incompletas con la presencia de una sola madre o padre; familias de
cónyuges homosexuales que asumen la crianza de hijos engendrados o adoptados; o
familias en las cuales la crianza es responsable de los abuelos, tíos, hermanos o de alguna
instancia de cuidado ante el abandono, llamado orfanato.
Para el caso de los discursos metodológicos en los campos de enseñanza, también
se manifiestan las diferenciaciones binarias, por ejemplo, en las clases de educación
física, se mantiene vigente aún la idea de que las mujeres son físicamente menos capaces
que los hombres, generando la creencia absurda sobre la realización de actividades o
juegos deportivos, por parte de mujeres, que por mucho tiempo han sido catalogadas
como “masculinas”. Estas creencias impiden que se proponga a las niñas la realización
de juegos o actividades físicas consideradas masculinas, o en el mejor de los casos,
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obligan a que se ajusten nuevas reglas para los juegos, y de esa manera adaptar a la
"debilidad" femenina.
En términos de formación de la sexualidad como aspecto importante de
intervención escolar, este campo no es abordado como prioridad por los docentes y
directivos, pues asumen que esos “problemas” deben ser resueltos por las familias de los
estudiantes. Esta forma de evasión de los docentes para no abordar realmente la formación
en sexualidad de los estudiantes, refuerza la idea de que la escuela puede “dejar” de lado,
intencionalmente, su responsabilidad crucial y traspasarla hacia otras instancias sociales,
como la familia, poco legitimada para enfrentar las creencias, estereotipos y prejuicios
que generan las desigualdades de género y sexualidad. Entonces, la escuela pareciera que
contribuye a invisibilizar el cuestionamiento a las relaciones de género y de sexualidad,
pretendiendo mantener el orden heteronormativo tal como fue impuesta históricamente
desde la concepción antropocentrista.
Como señala la autora, “la escuela no solo reproduce o refleja concepciones de
género y sexualidad que circulan en la sociedad, sino que las produce por sí misma (…)”.
Es decir, la institución escolar produce sujetos masculinos y femeninos, desde una
concepción heterosexual, en concordancia con el arquetipo de sociedad que se difunde
desde instituciones de poder que regularizan sistemas y normas para que funcione
racionalmente estas maneras de escolarización adquirida. Por ende, esta concepción se
legitima como un sistema ideológico “natural, biológico, ordenado y sacralizado”. Todo
dispositivo, ideología alterna o supuesta, actividad, estrategia o mecanismo, que pretenda
invertir o alterar el comportamiento normado para lo heterosexual, será prohibido y
condenado como una versión contra natura y nefasta para la sociedad, sus instituciones y
las familias que defienden la naturaleza heterosexual. La escuela “heteronormativa” no
debe pretender que los estudiantes se vean en peligro hacia una identidad “desviada”.
Finalmente, pone de relieve ejercer una actitud crítica contra las estrategias y
procedimientos escolares que generan un ejercicio desigual de poder, y que se legitima
constantemente en el currículo, normas, instrumentos de evaluación y prácticas
pedagógicas que subordinan, jerarquizan o descalifican a los estudiantes. Para ello,
propone que se identifiquen aquellos conocimientos y grupos sociales que se incluyen y
se excluyen en el currículo escolar, produciendo y reforzando divisiones de género, sexo,
raza y clase. La crítica contra esta forma hegemónica de ordenamiento debe ser
contingente en la práctica política para cuestionar las desigualdades sociales que
experimentan los sujetos en las escuelas.
En el cuarto tópico, titulado “El género de la docencia”, la autora destaca la
presencia del género en la escuela ya que esta es una institución social entretejida en
categorías de género, sexo, raza, clase, edad, entre otras. Por consiguiente, se pueden
prever dos respuestas comunes: la escuela es femenina, ya que las mujeres son las
principales agentes educativas y todo el arsenal pedagógico fue construido de manera
similar al mundo familiar con roles familiares asignados a las mujeres, como el de una
tía; mientras que otros afirman que es masculina, ya que se ocupa de conocimientos
históricamente producidos por hombres, dado que el campo del conocimiento ha sido
dominado por lo masculino.
Frente a esta situación, procede a analizar la evolución de la enseñanza del
conocimiento hasta los tiempos actuales y evalúa que a medida que la institución se
convierte en un espacio privilegiado de conocimiento, la atención hacia los métodos y
formas de disciplina se amplía, no solo para los estudiantes, sino también para los
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sociales y políticos, además de valorar su papel como sujetos del conocimiento, una
situación negada durante mucho tiempo en la historia humana.
Los desafíos epistemológicos propagados por la investigación feminista ya están
dando frutos y son evidentes. La autora destaca la producción de conocimiento en las
Ciencias Sociales y la Educación, debido a que son campos comprometidos con los
estudios feministas y de género. Además, sugiere que las teorizaciones construidas en
estos campos deben estar abiertas a cuestionamientos, ya que ahí radica el carácter
progresista del feminismo como movimiento. Un ejemplo de ello fue la aparición de
"tensiones" dentro de los estudios feministas, cuando mujeres de color y mujeres
lesbianas iniciaron una crítica a la visión "blanca, occidental, heterosexual y burguesa"
de una versión del feminismo estrictamente asociada al mundo académico de las
universidades del hemisferio norte. Estas "tensiones" generaron rupturas en el
movimiento, creando nuevas alianzas y campos de investigación específicos, a partir de
las experiencias e historias de mujeres cuyas voces, manifestaciones y expectativas
críticas hacia el sistema eran consideradas "invisibles". De esta manera, a partir de esta
tensión, muchos académicos y académicas feministas comenzaron a analizar las
cuestiones desde el concepto de género, alejándose de la mirada exclusiva sobre las
mujeres.
En resumen, la autora enfatiza que tanto hombres como mujeres feministas deben
estar atentos a las relaciones de poder que atraviesan las cuestiones sociales. También
destaca que la participación de los estudios feministas en movimientos y estudios
progresistas, en lugar de debilitar las acciones políticas, representa hoy un esfuerzo
favorable para el feminismo. Por lo tanto, no debemos evitar las tensiones teóricas, sino
aprovecharlas para cuestionar continuamente las relaciones de poder.
A modo de conclusión.
El libro de la doctora Guacira Lopes Louro incita a (re) pensar las relaciones entre la
instancia escolar con sus políticas de contexto y tiempo, y las categorías de sexo y género,
integradas al mismo tiempo con problemáticas históricas de exclusión como el racismo,
el clasismo y el sexismo. Pero, ante todo, el libro provoca desentonar la ideología de
normalización dualista que, con sutileza o imposición, regulan los comportamientos,
cuerpos, formas de pensar y epistemologías convencionales. La autora intenta llamar la
atención, tanto a educadores como a cientistas sociales, que actúen cuestionando aquellas
prácticas cotidianas y rutinarias, que se transmiten en lenguajes diversos (palabras, gestos,
discursos) que aparentemente podrían ser percibidos como banalidades, pero que en se
sitúan en un tejido relacional de poder, correspondiente con estrategias, mecanismos,
dispositivos o normas que se proponen dominar y moldear los cuerpos en la
escolarización. La tarea más urgente, para la autora, sería desconfiar de lo que se toma
como "natural". De esta forma, los currículos, normas, procedimientos de enseñanza,
teorías, lenguaje, materiales didácticos y procesos de evaluación tendrían que ser
interpelados con otras formas de pedagogías que generen tensiones en las maneras de
pensar de los sujetos en formación escolar.
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