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El principio de progresividad y la actuación de los órganos del Poder

Público conforme a la Constitución vigente

I. Introducción
1. Planteamiento del problema
Cualquier sociedad democrática moderna se rige mediante
normas que consagran los derechos humanos. Existe un nexo de inter-
dependencia entre el Estado de Derecho y los derechos humanos, ya
que el Estado de Derecho implica garantizar los derechos humanos,
mientras que estos implican para su realización el Estado de Derecho.
Venezuela debería presentarse actualmente con una profundización
del Estado de Derecho, democrático planteado en la Constitución de
1961 y replanteado en la Constitución de 1999. Es bueno resaltar que si
la política legislativa, políticas públicas, la no violación a la
Constitución y las leyes y el respeto por el principio de la legalidad
imperan, podríamos hablar del Estado de Derecho destinado a
garantizar la protección y vigencia de los derechos humanos, conforme
a los principios de progresividad, indivisibilidad, inter- dependencia e
irrenunciabilidad, regulados en el artículo 19 de la Constitución; de esta
manera, democracia, Estado de Derecho y garantía de los derechos
humanos, se constituirían en pilares para un Estado Ético de Derecho
PROV NC A Número Espec a 2005 421
cuya orientación queda expresamente establecida en los artículos 2 y 3
constitucional, cuando ratifican que Venezuela se constituye en un
Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia, cuyos fines giran
en torno a los derechos humanos bajo la defensa de la dignidad humana.
La vigente Constitución nos muestra un amplio catálogo de
derechos humanos, amplio catálogo con el cual se quiere dar respuestas
a carencias anteriores y de acuerdo con el constitucionalismo
contemporáneo. Sin embargo, es necesario asumir como ha sido
aplicado en la práctica y lo importante sería que no quedaran como
meras declaraciones sin aplicación ninguna. Es necesario reflexionar
acerca de la realidad y recordar que en los países latinoamericanos
todavía subsisten las constituciones nominales y hasta semánticas que
según Loewenstein en su clasificación ontológica de las constituciones,
considera que fue Iberoamérica, en el siglo XX, el ámbito preferido en
el que surgió la autocracia revestida de gobierno constitucional. La
situación actual en el siglo XXI no ha cambiado mucho, o por lo
menos, lo suficiente como para poder aseverar que nuestras
constituciones han sido además de normativas, en el sentido de cuerpo
de leyes, una realidad en cuanto al cumplimiento de su contenido, tanto
por gobernantes como por gobernados.
Nuestra Constitución inspirada por las principales tendencias que se
han desarrollado en el Derecho Comparado y en los Tratados
Internacionales sobre Derechos Humanos ¿Es en realidad la
conductora de garantía del principio de progresividad en la protección
de tales derechos? ¿El reconocimiento constitucional del principio de
progresividad reconocido expresamente es realmente en la práctica la
garantía de que el Estado respeta a toda persona humana o jurídica, sin
discriminación alguna, el respeto, el goce y el ejercicio irrenunciable,
indivisible e interdependiente de los derechos humanos? ¿La actuación
de los Órganos del Poder Publico en Venezuela se realiza de acuerdo al
principio de progresividad conforme al texto constitucional vigente?
¿Es el Estado responsable por la violación de los derechos humanos?

2. Plan de trabajo
El desarrollo de este trabajo se dividió en tres partes: En primer
lugar, se estudió el Estado Democrático, Social de Derecho y de
Justicia que de una manera elocuente presenta nuestra Constitución. Es
el Estado de Derecho en combinación con el respeto a los derechos
humanos, término utilizado en nuestra legislación constitucional
para representar una finalidad de Estado. Una segunda parte, se
refiere propiamente al principio de progresividad, como prohibición
general a los Estados de desmejorar los logros que en materia de
derechos humanos, han sido producto de la evolución progresiva de los
mismos. Se examinó desde el punto de vista constitucional en el orden
interno y desde el punto de vista internacional, a través de los
Tratados Internacionales suscritos por Venezuela. Se enfocó el
principio de progresividad como un derecho y como un deber, en fin,
como una garantía que prohíbe la regresividad. La tercera parte, se
examinó la actuación de los Órganos del Poder Público en referencia
al principio de progresividad establecido constitucionalmente y cuyo
incumplimiento acarrea responsabilidad por violación de los
derechos humanos. Es la justiciabilidad en materia de los derechos
humanos. Finalmente una conclusión general y la bibliografía
consultada.
II. Desarrollo
3. Estado democrático y social de derecho y de justicia
A. Base constitucional
La orientación constitucional contenida en el artículo 2 constitucional,
ratifica la obligación del Estado venezolano a garantizar la protección
y vigencia de los derechos humanos, al establecer:
“Venezuela se constituye en un Estado Democrático y Social de
Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su
ordenamiento jurídico y de su actuación, la vida, la libertad, la
justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la
responsabilidad social y en general la preeminencia de los derechos
humanos, la ética y el pluralismo político”. El artículo 3 constitucional
establece los fines del Estado:
“El Estado tiene como fines esenciales la defensa y el desarrollo de
la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la
voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante
de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo y
la garantía del cumplimiento de los principios, derechos y deberes
consagrados en esta Constitución.
La Constitución y el trabajo son los procesos fundamentales para
alcanzar dichos fines.”
La cláusula constitucional contenida en el artículo 2 constitucional
debe interpretarse en forma total y armónica “Estado Democrático y
Social de Derecho y de Justicia”, que conlleve a la materialización de
los fines que persigue el Estado; el accionar del Estado debe apoyarse
sobre valores y principios para lograr los cometidos estatales y
preeminentes de la defensa y desarrollo de la persona humana, propios
del sistema democrático.
El fundamento de la democracia es el reconocimiento de la dignidad
de la persona humana; la democracia es la forma de organización social
y política que mejor garantiza el respeto, el ejercicio y promoción de
los derechos humanos.
El Estado Democrático es un Estado de Derecho, el cual no se agota en
el principio de legalidad; la enunciación de Estado de Derecho se
construye dentro del dualismo Estado-sociedad como el intento de
limitar el poder del Estado a través del derecho, a través de una
composición de principios; a) Un principio organizativo que viene
a ser la división de poderes; b) El principio de legalidad, como
oposición al principio absolutista que establecía que los actos del
rey o soberano no están limitados por las leyes; c) El principio de
derechos fundamentales, concebidos como limites al Estado y de
protección del individuo frente aquél; a decir, de Chinchilla (1999) ...”
se ha concertado llamar derechos fundamentales a los derechos
humanos que han adquirido la positivación necesaria en el orden
constitucional, y que, por lo tanto, logran un alto grado de certeza y
posibilidad garante efectiva, propias de la que tradicionalmente se
conoce con la expresión derecho subjetivo”.
En consecuencia, un Estado Democrático, Social de Derecho y de
Justicia, como lo propugna el Texto Constitucional vigente,
ensamblado en valores y principios superiores y preeminentes al
ordenamiento jurídico y a su propia actuación, debe estar conforme con
el principio de la progresividad de los derechos humanos, el cual
establece: “El Estado garantizará a toda persona conforme al principio
de progresividad y sin discriminación alguna, el goce y ejercicio
irrenunciable, indivisible e interdependiente de los derechos humanos.
Su respeto y garantía son obligatorios para los órganos del Poder
Público de conformidad con la Constitución, los tratados sobre
derechos humanos suscritos y ratificados por la República y las leyes
que los desarrollen”; lo contrario será regresivo.
El Estado de Derecho encierra un orden axiológico; es ante todo un
garante de las libertades públicas y la seguridad jurídica y, se legitima
en tanto y en cuanto se asienta en un conjunto de valores, en un
orden valorativo al que debe responder y que ha de impregnar a todo el
ordenamiento jurídico; el Estado de Derecho implica la sumisión del
Estado a su propio ordenamiento jurídico.
Y, el Estado de Justicia que propugna la Constitución es la médula del
Estado justicialista como uno de sus valores fundamentales, ganado al
respeto de los derechos humanos, todo Estado Democrático es al
mismo tiempo, un Estado Social y de Derecho, implican ambas
denominaciones que debe imperar la justicia como valor supremo.

B. Una finalidad de Estado


Encontramos un estrecho nexo de interdependencia entre el
Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia establecido en
el artículo 2 de la Constitución de 1999 y los derechos humanos ya que
el estado democrático apostado en un Estado de Derecho implica,
garantizar los derechos humanos y estos involucran para su realización
al estado de derecho.
Los derechos humanos constituyen la garantía con que cuentan los
ciudadanos de un estado de derecho de que el poder Público en su
conjunto respete la condición humana, acorde con los principios
establecidos en las normas internacionales de protección a los derechos
humanos.
En este sentido, Nikken (2003), considera que los dos primeros
artículos de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
establecen las obligaciones generales que los estados partes asumen
respecto de la totalidad de los derechos reconocidos por la misma
Convención; estos dos artículos reproducen, en lo sustancial, el
enunciado del articulo 2 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos de las Naciones Unidas que se refieren a la obligación de
respetar los derechos y el deber de adoptar disposiciones de Derecho
Interno.
Se trata de valores objetivos y situaciones subjetivas. Cuando el
Constituyentista venezolano establece que “Venezuela se constituye
en un Estado Democrático y Social de Derecho y de Justicia, que
propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de
su actuación, la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad,
la democracia, la responsabilidad social y en general, la preeminencia
de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”; se aprecia
que los derechos humanos, responden a un sistema de valores y
principios de alcance universal que han de informar todo nuestro
ordenamiento jurídico, en su dimensión subjetiva. Los derechos
humanos determinan el status jurídico de los ciudadanos tanto en sus
relaciones con el Estado como entre si. Tales, derechos tutelan, entre
otros, la libertad, la autonomía y seguridad de las personas. Se
desprende de la Constitución una concepción instrumental y de
servicio del Estado que al referirse a la garantía de los derechos
humanos establece en el artículo 19 constitucional:

“El Estado garantizará a toda persona, conforme al principio de


progresividad y sin discriminación alguna, el goce y ejercicio
irrenunciable, indivisible e interdependiente de los derechos
humanos. Su respeto y garantía son obligatorios para los órganos
del Poder Público de conformidad con la Constitución, los tratados
sobre derechos humanos suscritos y ratificados y las leyes que los
desarrollen”
Este artículo establece la responsabilidad exclusiva del Estado por el
respeto y garantía de los derechos humanos, los cuales deben ser
garantizados a todas las personas por igual, sin establecer ningún tipo
de condiciones para ello. Los derechos humanos tienen una tal
importancia que luego de estar establecidos o consagrados no pueden
ser eliminados ni desmejorados posteriormente. Es un mandato para el
legislador y el intérprete, por lo cual ninguna ley, podrá restringir o
limitar un derecho humano más allá de lo previsto en la Constitución o
en las leyes correspondientes. Chacin (2003). Particularmente se evitan
las cláusulas restrictivas generales, aplicables a todos los derechos
humanos en su conjunto y se ha optado, en cambio, por fórmulas
particulares, aplicables para cada uno de los derechos humanos
reconocidos, lo que refleja el deseo de delimitar particularmente a fin
de asegurar al máximo la protección del individuo.
Con respecto a la jurisprudencia ningún tribunal podrá restringir el
contenido de los derechos humanos, más allá de lo previsto en la
Constitución, leyes y jurisprudencia. En cualquier caso, debe
prevalecer la jurisprudencia o la legislación que sea más avanzada
en cuanto a la amplitud del goce o disfrute de los derechos humanos.
De acuerdo, a lo indicado se deduce que la persona es el objetivo y
finalidad de la actuación estatal, al ser obligatorio su respeto por parte
del Poder Público, se desprende que está al servicio de la dignidad
humana y de los derechos de la persona humana, aspectos que se
dirigen hacia el bien común y, tarea de los órganos del Poder Público.
La obligación del Estado de garantizar los derechos asegura la eficacia
práctica de los derechos humanos a través de todos los medios a su
alcance, estableciendo instituciones y procedimientos legales y
jurisdiccionales que permitan superar violaciones al ejercicio de tales
derechos, restableciendo el derecho, reparando los daños causados,
investigando los hechos hasta llegar a la verdad, determinando la
responsabilidad y aplicando las respectivas sanciones civiles, penales y
administrativas. En resumen, los derechos humanos desempeñan una
doble función, en el plano subjetivo actúan como garantías de la
libertad individual y en el plano objetivo asumen una dimensión
institucional.
Los derechos humanos se encuentran en una constante evolución desde
el momento en que surgió la Declaración Universal de Derechos
Humanos en 1948 y, haciendo referencia al principio de la
progresividad, en cuanto que los preceptos que se refieren a cada
derecho, han ido ampliándose en su contenido a través de los
diversos tratados y convenciones que los contienen, desarrollando el
ámbito del derecho y sus garantías; este principio esta expresamente
incorporado en la Convención Americana sobre Derechos Humanos, al
consagrarse en el artículo 29.b, que ninguna de las disposiciones de
dicha convención puede ser interpretada en el sentido de: “limitar el
goce y ejercicio de cualquier derecho o libertad que pueda estar
reconocido de acuerdo con las leyes de cualquiera de los estados partes
o de acuerdo con otra convención en que sea parte uno de dichos
estados”.
Se desprende una relación muy estrecha entre el derecho internacional y
el derecho constitucional, por lo tanto, si un mismo derecho es regulado
con un contenido diferente por la Constitución y por un tratado, el
principio de la progresividad lleva como consecuencia, a que deba
aplicarse la disposición más favorable a la persona. Ayala (1996)

4. El principio de progresividad
Brewer (1999), refriéndose al principio de progresividad señala:
”El respeto y garantía de los derechos, por tanto, son obligatorios para
los órganos del Poder Público de conformidad con la Constitución, los
tratados sobre derechos humanos suscritos y ratificados por la república
y las leyes que los desarrollen se establece así, en primer lugar, la
garantía estatal de los derechos humanos conforme al principio de la
progresividad, lo que implica necesariamente que la interpretación de las
normas correspondientes y cualquier revisión constitucional futura debe
realizarse de manera más favorable al ejercicio y goce de los derechos
y, además, conforme al principio de la no discriminación.”; continúa el
autor citando a la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia,
y el artículo 2 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos
en sentencia Nº 1154 de 29 de junio de 2001 que indicó que “en razón
del cual resulta menester la adecuación del ordenamiento jurídico para
asegurar la efectividad de dichos derechos, no siendo posible la excusa
de la inexistencia o no idoneidad de los recursos consagrados en el orden
interno para la protección y aplicación de los mismos”.

A. La protección constitucional de los derechos humanos y el principio


de progresividad
Esguerra (2004) citando a Bobbio indica lo siguiente:
“acostumbraba decir que el problema grave de nuestro tiempo respecto
de los derechos humanos no es el de fundamentarlos sino el de
protegerlos...”.
La Declaración de Virginia y la Declaración Universal de los Derechos
del Hombre y del Ciudadano fueron los primeros ensayos de
enunciación integral de los derechos del hombre y se instituyeron en el
primer aporte del constitucionalismo moderno.
A medida que el Estado de Derecho fue abriéndose camino y el
hombre persistió en la lucha por robustecerse como el centro de la
organización política fue extendiéndose el ámbito y la trascendencia
de los derechos del hombre; sin embargo, como lo apunta Esguerra
(2004) ...” pero a la vez fue ganando en refinamiento su más tenaz
enemigo: la arbitrariedad.
Unas veces como expresión del despotismo, otras como producto
de la anarquía o, en fin escondida detrás de los vericuetos de la
llamada “razón de Estado”.
En un Estado Constitucional el orden axiológico del Texto
Constitucional halla su expresión finalmente delineada en la parte
dogmática, para que ésta sirva de límite a los excesos de la autoridad
estatal; a tal efecto, es insoslayable concordar la actuación de los
Órganos del Poder Público en nuestro país con los cambios y
exigencias de la realidad social que se han originado desde la
aprobación y vigencia de la normativa constitucional. Cabe destacar
que la Constitución de 1961 también contenía el principio de la
progresividad en su artículo 50 “La enunciación de los derechos y
garantías contenidas en esta Constitución no debe entenderse como
negación de otros que, siendo inherentes a la persona humana, no
figuren expresamente en ella.
La falta de ley reglamentaria de estos derechos no menoscaba el
ejercicio de los mismos.”
Disposición ésta que sirvió de base para convocar la Constituyente de
1999, en una interpretación amplia-progresiva de la Sala Política
Administrativa de la extinta Corte Suprema de Justicia con ponencia
del Dr. Humberto La Roche; criterios hoy ampliados por los artículos
19 y 22 constitucional que consagran:
El Estado garantizará a toda persona conforme al principio de
progresividad y sin discriminación alguna, el goce y ejercicio irre-
nunciable, indivisible e interdependiente de los derechos humanos. Su
respeto y garantía son obligatorios para los órganos del Poder Publico
de conformidad con la Constitución, los tratados sobre derechos
humanos suscritos y ratificados por la República y las leyes que los
desarrollen”; y, el 22 constitucional
“La enunciación de los derechos y garantías contenidos en esta
Constitución y en los instrumentos internacionales sobre derechos
humanos no debe entenderse como negación de otros que, siendo
inherentes a la persona, no figuren expresamente en ellos. La falta de ley
reglamentaria de estos derechos no menoscaba el ejercicio de los
mismos.”
Asociada a la Parte Dogmática está el Preámbulo del Texto
Constitucional aprobado en 1999, proclamando la garantía universal e
indivisible de los derechos humanos, transversalizando su protección en
la norma constitucional, ampliando el goce y ejercicio de los mismos
en forma progresiva en un criterio eminentemente operativo como se
infiere de los artículos 19 y 22 constitucional; pero no basta con la sola
incorporación de la proclamación para asegurar su eficacia; el telos de
nuestra Carta Magna, está instituido en el jus-naturalismo, es decir, en
la preeminencia de la dignidad de la persona; en los derechos
inviolables que le son inherentes y el libre desarrollo de su personalidad;
de manera que, los principios constitucionales preceptuados en el Texto
Fundamental son verdaderos principios de actuación, superándose con
ello concepciones conforme a las cuales se consideraban meros
enunciados de valor únicamente programáticos, los mismos hoy son de
aplicación inmediata, en virtud del principio de la supremacía
constitucional, y del contenido normativo del Texto Constitucional, por
lo que en la protección de los derechos humanos hay un correlativo
deber-derecho.
B. Progresividad y garantía de los derechos
humanos
a. El principio de progresividad como derecho y garantía
El núcleo de nuestra Constitución, está instituido en la preeminencia
de la dignidad de la persona, los derechos inviolables que le son
inherentes y el libre desarrollo de la personalidad lo que constituye para
el Estado un deber y una garantía.
De conformidad con el artículo 19 constitucional, el mismo esta estruc-
turado en una doble vertiente: por un lado, es una garantía y por el otro,
es un derecho; de manera que el ordenamiento jurídico se nos presenta
como el instrumento para la realización de los fines que la norma
suprema enuncia como valores, quedando establecida una íntima
conexión entre ordenamiento y valores, de lo que se deriva el
reconocimiento de la dimensión axiológica del derecho.
Como garantía, el artículo 19 no sólo establece la obligación estatal de
respetar y garantizar los derechos de acuerdo a la Constitución y
las leyes sino que también establece la obligación de acatar los
tratados sobre derechos humanos ratificados por la República, los
cuales, se han incorporado en el orden constitucional interno.

El principio de que los derechos humanos deben alcanzarse progresiva-


mente significa que los gobiernos tienen la obligación inmediata de
asegurar las condiciones que permitan gradual y constantemente la
plena realización de estos derechos, al ser los derechos humanos
inherentes a la persona y su existencia no depende del reconocimiento
de un Estado, siempre será posible extender el ámbito de la protección a
derechos que anteriormente no gozaban de la misma. Lo importante es
que un derecho sea inherente a la persona, no por el hecho de estar
establecido en la Constitución, ya que los derechos humanos, deben ser
considerados como inviolables y, que por la fuerza de la dignidad
humana deben ser objeto de protección y garantía por el Estado.
En este sentido, Aguiar (2002) ha establecido:

“Los derechos humanos son facultades o prerrogativas que tiene


cualquier ser humano en razón de su condición humana y, por
lo mismo, son insuperables de su ser. Se interpretan a la luz de la
realidad humana, perfectible, beneficiándose los titulares de tales
derechos, por consiguiente, del principio de la progresividad: lo
que hayan ganado como espacio para la libertad y les haya sido
reconocido por la ley, no puede ésta revertirlo en lo sucesivo. Los
derechos humanos, además, obligan a titulo de deberes
correlativos a los demás seres humanos, en lo individual o en lo
colectivo, y al Estado como su garante y en tanto que expresión de
la organización política de la sociedad”.

Igualmente, la sentencia de la CPCA de fecha 1º de junio de 2000


(caso
Roco), se pronunció en los siguientes términos:
“Se refiere a la obligación que tiene el estado de incorporar al
ordenamiento jurídico el reconocimiento de todos y cada uno de los
derechos humanos consagrados tanto en su texto constitucional, como en
los instrumentos internacionales que versen sobre la materia, es decir,
este principio define la obligación de los estados de reconocer y velar
por la defensa de los derechos humanos de manera consecutiva, con el
objeto de garantizar el disfrute y goce de tales derechos en la medida
que los mismos han sido considerados como inherentes a la condición
humana afirmando pues la condición de la dignidad humana frente al
estado y definiendo la actividad de los poderes públicos al servicio del
ser humano.
Es tal la importancia de este principio que su obligación obliga a los
estados a actualizar su legislación en pro de la defensa de los derechos
humanos y en aras de dignificar la condición humana, adaptando la
interpretación de las normas “a la sensibilidad, pensamiento y
necesidades de los nuevos tiempos” a fin “de ponerlas a tono con el
nuevo orden establecido y para rechazar todo precepto anacrónico que
se oponga a su efectiva vigencia”. En este orden de ideas, la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela en el artículo 44
reconoce el derecho a la libertad, y solo consiente en casos muy claros y
definidos las excepciones a dicho principio, comentado supra, lo cual en
concordancia con el principio de progresividad obliga al estado
venezolano a reconocer en el ordenamiento jurídico existente la
primacía del derecho a la libertad, en los términos definidos y previstos
por la Constitución, so pena de inconstitucionalidad de la norma en el
caso de que esto no ocurra, en relación, con lo anteriormente expuesto
existe un deber para el juez contencioso administrativo, de interpretar
todo el ordenamiento jurídico a la luz del derecho de la Constitución mas
aún actuando en ejercicio de la jurisdicción constitucional de amparo, lo
que quiere decir también que hay que interpretar el ordenamiento de
manera congruente con los derechos fundamentales o derechos humanos,
que deben respetarse por encima de todo, realizando una interpretación
de manera progresiva e integral.”

Y, en la vertiente como derecho se materializa en el reconocimiento,


protección y defensa de los derechos humanos de manera inmediata y
consecuente; a fin de garantizar el disfrute y goce de tales derechos
en la medida que los mismos han sido considerados como inherentes a
la condición humana aseverando pues la condición de la dignidad
humana frente al Estado y definiendo la actividad del Poder Público
frente a los ciudadanos.
En tal sentido, los derechos son simultáneamente, la “conditio sine qua
non” del Estado constitucional democrático, puesto que no pueden
ser pensados sin que peligre la forma de estado o se transforme
radicalmente; por lo mismo, hoy se admite de modo generalizado que
los derechos cumplen “funciones estructurales” de suma importancia
para los principios conformadores de la Constitución.

b. El principio de progresividad y la prohibición de regresión de los


dere- chos humanos
Es importante, resaltar dos elementos que nos aclaran las
perspectivas del principio de la progresividad, en primer lugar, la
integración del Derecho Internacional de los derechos humanos al
derecho interno, así los derechos humanos internacionalmente
reconocidos deben tener la supremacía jerárquica de los derechos
constitucionales y estar bajo la cobertura de la justicia constitucional;
en segundo lugar, se demuestra que la protección de los derechos
humanos se configura en un régimen que siempre es susceptible de
ampliación y no de restricción y que también toca a la integración de la
regulación internacional entre si con la nacional, señala Niken (1995)
De modo que una vez reconocidos los derechos humanos como
inherentes a la persona, surge una serie de consecuencias como son:
reconocimiento de los derechos humanos por parte del Poder Público,
en un Estado de Derecho o constitucional, la universalidad de esos
derechos, la transna- cionalidad o su internacionalización, la
irreversibilidad, lo cual nos lleva a aseverar que no puede existir en esa
materia relativismos ya que la inviolabilidad debe ser respetada y
garantizada, así como la progresividad; por lo tanto está implícita la
prohibición de la regresividad de los derechos y garantías
constitucionales.
El principio de regresividad choca con el principio de progresividad, al
surgir el criterio que los derechos humanos forman parte de su
situación jurídica subjetiva y derechos naturales (Doctrina Social de la
Iglesia) y, como tal, no se puede menoscabar su goce y disfrute,
mediante la actuación de los Órganos del Poder Público que los
disminuya, altere o menoscabe, pues el poder constituido esta
sometido a la voluntad superior de la Constitución, tal como lo
establece el articulo 7 constitucional sobre la supremacía
constitucional.
c. Los Tratados Internacionales y el principio de progresividad
La extinta Corte Suprema de Justicia se pronunció sobre este principio
en este sentido: (Casos: José Ángel Ciliberto, Antonio Aranguren
Luzardo; Alejandro Izaguirre, Salas Romer)
“...el impulso de los derechos humanos y el desarrollo de éstos tanto
en instrumentos nacionales como internacionales obedece a la idea
conforme a la cual la plena realización de los derechos del hombre no es
espontánea sino se desprende de su consagración jurídica, lo cual en
criterio de la Corte, fortalece el estado de derecho y propugna la
integridad del orden jurídico. .... Ciertamente el ciudadano cuenta con un
nuevo derecho que lo protege hoy más que nunca: el derecho de los
derechos humanos; en esta materia, el principio de progresividad
envuelve la necesidad de aplicar con preferencia la norma más favorable
a los derechos humanos sea de Derecho Constitucional, de Derecho
Internacional o de derecho ordinario...”

El principio de progresividad es inherente en todos los instrumentos


que se refieran a derechos humanos a medida que se elaboran y
amplían, la propia Constitución cuando constitucionaliza los tratados
y convenios suscritos por Venezuela, que con frecuencia incluyen
disposiciones que expresa o tácitamente prevén la expansión de los
derechos en ellos contenidos, hace que la obligación del Estado de
observar y defender los derechos humanos implica una puesta en vigor
de esos derechos y un deber del Estado de implementarlos, sea cual
sea, el nivel de desarrollo de un Estado, son principios establecidos
en la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre,
elaborados y ampliados en la Convención sobre Derechos Humanos.
La mayoría de los tratados sobre derechos humanos incluyen una
cláusula según la cual, ninguna disposición convencional puede
menoscabar la protección más amplia que pueden brindar otras
normas de Derecho Interno o de Derecho Internacional, así la Corte
Interamericana de Derechos Humanos ha establecido que, “si a una
misma situación son aplicables la Convención Americana y otro
tratado internacional, debe prevalecer la norma más favorable a la
persona humana”, este principio se ha traducido en la cláusula
denominada “ cláusula del individuo más favorecido”. Todo lo antes
expuesto, se puede resumir en la cláusula abierta de los derechos
humanos, la preeminencia de los mismos y su significación
inmediata. Los derechos humanos garantizados y protegidos conforme
a la Constitución, no sólo son los enumerados en el texto
constitucional, sino todos los demás inherentes a la persona humana,
entre los que podríamos nombrar los derechos de la personalidad, así
lo establecía el artículo 50 de la Constitución de 1961.

3. Actuación del poder público de conformidad con el principio


constitucional de progresividad
A. Teoría Institucional
Ab-initio el estudio aristotélico de las instituciones, a través de su
análisis ordenado y del influjo de las mismas en la sociedad fue
creando un importante interés en profundizar la construcción de
instituciones fuertes, a través de los pensadores filosofos-políticos,
como Thomas Hobbes, John Locke y Montesquieu; quienes
patrocinaron esta idea fundamentados en la necesidad de una
institucionalidad sólida que evitará los excesos del Poder Público,
manteniendo el equilibrio en la estructura orgánica del Estado;
evitando, así la arbitrariedad.
Un Estado donde las autoridades públicas no respeten el ordenamiento
jurídico, es una estado arbitrario; como lo apunta, Rivero (1988) “...una
situación de total arbitrariedad, es difícil de concebir en un Estado
por lo menos medianamente organizado, ya que es casi imposible que
pueda actuar sin que exista un mínimo de normas o reglas para su
organización o actividad; no obstante, la simple existencia de normas
no convierten a una organización estatal en estado respetuoso del
derecho, es necesario que a la normativa vigente sea de obligatorio
cumplimiento no sólo para los gobernados sino también para los
gobernantes.”
En ausencia de un orden jurídico o de su incumplimiento del marco de
actuación de la estructura del Poder público, se encuentran gobernantes
que han monopolizado el poder; ejemplo el rey Luis XIV con la famosa
expresión “el estado soy yo”; actuaciones que desnaturalizan la
institucionalidad.
En el siglo XIX se destacó la doctrina institucional de los Estados
Unidos, representada por el progresista Woodrow Wilson, quien
conformaba el “Progressive Movement”; el enfoque de estos
progresistas era en “pro del buen gobierno”, pretendían reformar las
instituciones a través de prácticas no partidistas y de la
profesionalización de la Administración Pública; esta teoría conocida
como el viejo institucionalismo basado en las características del
legalismo, estructuralismo, historicismo y el normativismo fue
criticado por limitarse, al estudio simplemente descriptivo de los
aspectos que conformaban las diferentes estructuras administrativas,
legales, y políticas.
En el llamado nuevo institucionalismo se mantuvo el criterio que
las instituciones eran más importantes que los individuos lo que
suscitó reacciones como la reforma protestante a finales de la
Edad Media, en contra del poder institucional de la Iglesia Católica;
la Revolución Americana de 1776, la cual sustituyó las instituciones de
la monarquía británica por una democracia en la que las instituciones
estaban basadas en la razón y los derechos fundamentales, resaltando
la importancia de los individuos; sin embargo, durante parte del siglo
XX se mantuvo una corriente anti-institucionalista; empero, se originó
una revivificación por la importancia de las instituciones en el
ámbito público; así, hallamos que en las visiones institucionalistas se
define a las instituciones como las reglas de juego de una sociedad; en
el caso subexamen, el enfoque esta orientado en la organización
política del Estado, esto es, las instituciones del Estado, las cuales
conforman la parte orgánica de la Constitución y, que están sometidas
a un conjunto de principios generales y valores de tradición
constitucional que se aplican a todas las ramas del Poder Público, de lo
que se deriva un Estado con sujeción al Estado de Derecho, del que se
configura: el Principio de la legalidad, el principio de responsabilidad
del Poder Público, el principio de respeto a los derechos humanos y el
principio de separación de poderes.
B. Institucionalidad en el marco constitucional
vigente
La Constitución venezolana, concibe una nueva estructura orgánica,
apartándose de la clásica trilogía, la que se conoce como estructura
pentapartita de poderes, con lo cual se vuelve a errar en el
problema conceptual; pero bien, se crean dos instituciones, distintas al
legislativo; judicial y al ejecutivo; la Defensoría del Pueblo que
hermanada con la Contraloría General de la República y la Fiscalía
General de la República, constituyen el Poder Ciudadano; y el Poder
Electoral, regulados sobre la base de un nuevo andamio jurídico-
político regidos por principios que vienen a ser superiores a la actuación
del Estado y a su ordenamiento jurídico.
La actuación de los Órganos del Poder Público debe estar fundada
primordialmente en el principio de separación de poderes; tal como lo
prevé el artículo 136 constitucional, estableciendo la distribución del
Poder Público entre los tres niveles territoriales, esto es, nivel nacional,
estadal y municipal, completando con la fórmula de colaboración o
cooperación, al establecer “ ....Cada una de las ramas del Poder Público
tiene sus funciones propias pero a los órganos a los que incumbe su
ejercicio colaborarán en la realización de los fines del Estado”; cabe
significar que estos fines no son otros que los contenidos en el artículo
3 constitucional “El Estado tiene como fines esenciales la defensa y el
desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio
democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad
justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del
pueblo y la garantía del cumplimiento de los principios, derechos y
deberes consagrados en esta Constitución.
La Constitución y el trabajo son los procesos fundamentales para
alcanzar dichos fines.”
De manera que el principio de separación de poderes permite que el
Poder Público se manifieste a través de los distintos órganos que lo
componen y la Constitución y las leyes marcan el campo de su
actuación; el telos de este principio esta signado por la garantía que del
mismo se desprende para los administrados, en lo atinente a los
mecanismos de control entre los distintos órganos para la protección y
defensa de la dignidad humana, como lo enarbola el Texto
Constitucional vigente.
Pese a verse delineado la parte dogmática de la Constitución vigente de
un modo excepcional, la misma fue sancionada en un franco
debilitamiento del principio de separación de poderes; ello se ve
reflejado en el propio Texto que recoge un sistema de desequilibrio,
con clara predominación del Órgano Ejecutivo; siendo, el corolario la
restricción de las libertades públicas, pues la actuación de los Órganos
del Poder Público ha sido contraria a la protección y preservación de
los derechos humanos, fijando criterios regresivos.
Tomando en cuenta la Declaración Francesa de los Derechos del
Hombre y del Ciudadano de 1789, la cual interpretada en el
contexto actual sigue teniendo vigor, en el sentido que “toda sociedad
en la cual no esta asegurada la garantía de los derechos, ni determinada
la separación de los poderes, no tiene Constitución”. (Art. 16)
El principio de progresividad contenido en el artículo 19
constitucional está estructurado en una doble vertiente: por un lado, es
un derecho para los administrados y, por el otro, es una garantía.
Significa que los Órganos del Poder Público deben garantizar la tutela
de los derechos humanos, id est, su respeto y garantía son obligatorios
para éstos. Y, de conformidad con él articulo 7 constitucional todas las
personas y órganos del Poder Público están sujetos a la Constitución y,
de acuerdo al artículo 19 constitucional en la garantía ésta implícita la
protección de los derechos humanos en forma cuantitativa y
cualitativa, es decir, progresiva.

Actuación del Poder Judicial


• Los desequilibrios del Poder Judicial comienzan con la
designación de los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia,
obviándose los requisitos exigidos en la Constitución para su
designación, privando solo la adscripción de orden político; esta
situación constituía en aquel momento un riesgo que luego
materializaría una lesión irreparable a las instituciones
democráticas, amen de la incorporación de los nuevos doce
magistrados, siendo público y notorio sus inclinaciones políticas que
hace imposible el ejercicio de la función juzgadora de manera
autónoma; la politización del Sistema de Administración de Justicia
es un hecho incontrovertible. Hoy, tenemos un Poder Judicial
deslegitimado que no puede sentar las bases en defensa del Estado
de Derecho, estando a la cabeza de esa deslegitimación el Tribunal
Supremo de Justicia con decisiones que menoscaban los derechos
humanos con criterios regresivos, en clara contravención del
Texto Constitucional vigente, tales como:
• Creando derecho objetivo como si fueran legisladores, con
decisiones totalmente restrictivas, contrarias al principio de
progresividad, como la sentencias 1013 y la 1942; la interpretación
regresiva del artículo 350 constitucional.
• La suspensión del ejercicio de sus atribuciones al Consejo
Nacional
Electoral lo que ocasionó la designación de sus integrantes por parte
de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia que se ha
caracterizado por la falta de autonomía e independencia. La decisión
de avocamiento de la Sala Constitucional Accidental anulando la
decisión dictada por la Sala Electoral contra el Consejo Nacional
Electoral en el caso de las mal llamadas planillas planas para la
convocatoria del referéndum revocatorio.
• Ratifica el máximo Tribunal, que en virtud de la ausencia de leyes
que regulen las modalidades referendarias, el Consejo Nacional
Electoral puede dictar normas en ejecución directa de la Constitución,
obviándose que la normativa resultaba contraria al principio de la
progresividad.
• La violación del principio de la cosa juzgada por la Sala
Constitucional, a través del recurso de revisión de la sentencia del
14.08.02. (Caso de los militares en los sucesos del 11 de abril de
2002)

Actuación del Órgano Legislativo


Los desequilibrios en detrimento del Órgano Legislativo están en
la propia Constitución; las excesivas potestades de carácter normativo
del Presidente de la República han desnaturalizado el carácter
excepcional de las potestades normativas extraordinarias,
particularmente, es preocupante lo relacionado con la regulación del
ejercicio de los derechos, tomando en cuenta que toda limitación tiene
una garantía fundamental que es la reserva legal, de modo que sólo la
ley emanada del Órgano Legislativo puede establecer limitaciones, en
este sentido Brewer (2002) considera:

“... contiene un aspecto negativo especifico, como la grave y


potencial lesión a la garantía de la reserva legal que abre respecto
de los derechos constitucionales, al regular la delegación
legislativa al Presidente de la República en forma amplia”.

Igualmente, la mayoría del oficialismo ha sido utilizada para los


propósitos del proyecto político alejado de una función legislativa
insertada en la fórmula “Estado Democrático y Social de Derecho y de
Justicia” contenida en el artículo 2 constitucional, tomando en cuenta
que le corresponde a la Asamblea Nacional la ejecución directa de la
Constitución y el diseño de la estructura institucional; así, tenemos:
• La grave lesión a la garantía de la reserva legal.
• La sanción de la Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia, es
un producto del abuso y la arbitrariedad; siendo, esta normativa el
marco referencial de la esencia y cúspide del sistema de administración
de justicia, no obstante, no se garantiza un poder judicial
autónomo e independiente y demás principios contenidos en él articulo
26 constitucional que garantice el control de la arbitrariedad en el
ejercicio del Poder Público y asegure el ejercicio pleno de los derechos
del hombre en forma progresiva.
• El criterio de regresividad constituye la más grave amenaza a
los derechos humanos, dejando de lado los postulados del Estado
Democrático, Social de Derecho y de Justicia que propugna nuestra
Constitución; no puede menoscabarse el goce y disfrute de los
derechos humanos, mediante ley emanada del Órgano Legislativo que
los disminuya, altere o menoscabe, pues, al estar la ley sometida y, por
ende la Asamblea Nacional –poder constituido, a la voluntad superior
de la Constitución, tal como lo establece el articulo 7 constitucional, no
puede someterse la vigencia de los derechos fundamentales del hombre
a la voluntad de la ley y no al Texto Constitucional; por ejemplo: La
sanción de la Ley de Responsabilidad Social de Radio y Televisión
(Ley de Contenidos). La sanción a la reforma del Código Penal que
penalizan y coartan derechos humanos estatuidos en la Constitución
como la libertad de expresión; el derecho a la libertad de conciencia y
el derecho a la participación ciudadana.
• La ausencia de control al Órgano Ejecutivo, en detrimento de los
derechos ciudadanos.

Actuación Del Poder Electoral


De acuerdo a la Constitución vigente el Poder Electoral se ejerce por
el Consejo Nacional Electoral como órgano rector.
El Poder Electoral tiene entre otras funciones, reglamentar las leyes
electorales y resolver las dudas y vacíos que éstas susciten o
contengan; la organización, administración, dirección y vigilancia de
todos los actos relativos a la elección de los cargos de representación
popular del Poder Público; así, como los referendos; mantener,
organizar, dirigir y supervisar el registro civil y electoral. Los órganos
del Poder Electoral deben garantizar la igualdad, confiabilidad,
imparcialidad, transparencia y eficiencia de los procesos electorales.
El Consejo Nacional Electoral debe estar integrado por cinco personas
no vinculadas a organizaciones con fines políticos. En tal sentido,
tenemos:
• Un Poder Electoral politizado y en total sujeción al Órgano
Ejecutivo, en detrimento de los derechos políticos de los electores y, en
contravención de la garantía del Principio de Separación de Poderes.
• El Consejo Nacional Electoral, en el ejercicio de la potestad
reglamentaria y la facultad de resolver las dudas y vacíos que susciten
las normas legales en materia electoral, han sentado criterios que no
han sido apegados al principio de progresividad; id est, criterios
restrictivos en su ampliación y protección, como: Las Normas sobre los
Criterios de Validación de las Firmas y de las Planillas de Recolección
de Firmas para los Procesos de Referendos Revocatorios de Mandatos
de Cargos de Elección Popular; el Instructivo sobre Tratamiento por el
Comité Técnico Superior de las Firmas de caligrafía similar o
renglones de planillas llenadas por la misma persona y la Resolución
Nº 040302-131 de fecha 02 de marzo de 2004.
• No ha sido un guardián idóneo de la voluntad popular, por la
imposibilidad de los ciudadanos a ejercer el derecho al sufragio para
escoger libremente a través de mecanismos transparentes y confiables a
quienes dirigirán los distintos Órganos del Poder Público debido al
secuestro del Consejo Nacional Electoral.
• La violación del ordenamiento jurídico por parte del Consejo
Nacional Electoral ha sido sistemático y reiterado, en el momento
actual; la Constitución vigente y la Ley Orgánica del Sufragio y de
Participación Política son violadas en detrimento de los derechos
políticos de los electores, a saber:
1. Violación de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela.
Arts. 2; 6; 63 y, Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política:
Art. 15; 16 y 17, sobre los principios de representación proporcional y
pluralismo político, regulados a través de fórmula electoral para escrutar
y adjudicar candidatos nominales y por listas. El Consejo Nacional
Electoral, vulnera la representación de las minorías al permitir el
mecanismo de “morochas” anunciada por el sector oficialista.
2. Se modificaron varias circunscripciones electorales 6 meses antes
de las elecciones municipales de agosto, sin aprobación de la Asamblea
Nacional; de acuerdo a la Ley Orgánica del Sufragio y de Participación
Política: Arts. 6, 14; las circunscripciones sólo se pueden modificar con
la aprobación de la Asamblea Nacional 12 meses antes de elecciones.
3. Violación de los Arts. 91.7.10; 97 y 118 de la Ley Orgánica del
Sufragio y de Participación Política; en cuanto no publicó las
actualizaciones mensuales del Registro Electoral, hasta mayo de
2005; no anuncio oportunamente la fecha de cierre del Registro
Electoral; a la fecha no ha entregado la base de datos del Registro
Electoral a los partidos políticos a los fines del control respectivo; no se
ha realizado la auditoria del Registro Electoral.
4. Violación del artículo 141.2 de la Ley Orgánica del Sufragio y
de Participación Política que establece el lapso de duración del
periodo de postulaciones de 20 días; el Consejo Nacional Electoral ha
establecido un lapso distinto y menor al previsto en la Ley (cinco días);
criterio totalmente restrictivo en flagrante violación del principio de
progresividad.
5. Violación del secreto del voto de acuerdo al artículo 63
constitucional y, de la Ley Orgánica del Sufragio y de Participación
Política: Arts. 175; 2128...5; al pretender el Consejo Nacional Electoral
introducir un nuevo elemento de automatización del proceso de
votación no previsto en las leyes y, tecnológicamente este mecanismo
podría permitir al Consejo Nacional Electoral conocer la opción por la
que vote cada elector en la máquina de votación, vulnerando el secreto
del voto.
6. Violación de los artículos 172 y 220 de la Ley Orgánica del
Sufragio y de Participación Política sobre el conteo manual de todas
las boletas depositadas en las urnas electorales; el Consejo Nacional
Electoral se niega asumir estas disposiciones
7. Violación de los Arts. 2.4; 60.6; 60.7; 60.8; 64:7; 64.8; 64.9, de la
Ley Orgánica del Sufragio y de Participación Política, en cuanto a la
participación ciudadana; descentralización de los organismos
electorales; desconcentración de la administración electoral en la
totalización de los resultados electorales, teniendo asignada esta
función las Juntas Electorales: primero imprimir y luego transmitir; el
Consejo Nacional Electoral en las elecciones regionales de
2004,asignó esta responsabilidad al Centro Nacional de Cómputos
ordenando primero transmitir y luego imprimir.
8. El Consejo Nacional Electoral ha actuado en flagrante violación del
principio de protección de la confianza a favor del ciudadano frente a la
Administración.
Puede concluirse que la actuación del Poder Electoral ha estado
completamente apartada de la protección de los derechos humanos
políticos; ha sentado criterios regresivos fuera del contexto de la
cláusula constitucional contenida en el artículo 2 de la Constitución
vigente de un Estado Democrático, Social, de Derecho y de Justicia,
menoscabando principios como el de igualdad ante la ley; el de
irretroactividad; el de justicia; la ética; el pluralismo político, la
preeminencia de los derechos humanos; en total quebrantamiento del
principio de progresividad.

Actuación del Poder Ciudadano


De acuerdo a la Constitución vigente este Poder (sic) se ejerce a
través del Consejo Moral Republicano integrado por el Fiscal
General titular de la Fiscalía General de la República; el
Contralor General de la República titular de la Contraloría General
de la República; el Defensor del Pueblo titular de la Defensoría del
Pueblo; estos Órganos tienen por mandato constitucional prevenir,
investigar y sancionar los hechos que atenten contra la ética pública y
la moral administrativa; velar por la buena gestión y la legalidad en
toda la actividad administrativa del Estado; igualmente, promover la
educación como proceso creador de la ciudadanía, la solidaridad, la
libertad, la democracia, la responsabilidad social y el trabajo.
A grosso modo se puede afirmar que los titulares de éstos Órganos no
han actuado de conformidad con la norma constitucional; así tenemos:

1. El Fiscal General de la República: orienta a la Fiscalía General


de la República como Órgano inquisidor con sujeción al Órgano
Ejecutivo y no actúa de acuerdo a la finalidad Estatal, esto es,
asegurar que el Estado en sus distintas manifestaciones actúe acorde
a los lineamientos del Estado Democrático, Social, de Derecho y de
Justicia.
2. El Contralor General de La República: La actividad de
control y fiscalización de los ingresos, del gasto público y de los bienes
públicos no se realiza lo que contraviene la obligación de investigar y
sancionar los hechos que atenten contra la ética pública y la moral
administrativa; permitiendo, bien por negligencia u omisión la
profundización de la corrupción, generándose un deterioro del sistema
democrático lo que deviene en una simbolización meramente de la
preeminencia de los derechos humanos, al afectar sensiblemente la
calidad de vida de la población. Su actuación no ésta enmarcada en la
configuración del Estado Democrático, Social, de Derecho y de Justicia
que propugna nuestro Texto Constitucional.
3. El Defensor del Pueblo: Como titular de la Defensoría del Pueblo,
tiene atribuido velar por el efectivo respeto y garantía de los derechos
humanos; presentar iniciativas legislativas para la protección
progresiva de los derechos humanos. En tal sentido, puede
esgrimirse que el Defensor del Pueblo, no ha sido tal; la actuación de
este funcionario no ha estado orientada a velar y asegurar la
preeminencia de los derechos humanos; su actuar ha caracterizado
bien por un hacer o un no hacer según los lineamientos del Órgano
Ejecutivo; ha permitido la violación sistemática y reiterada de los
derechos humanos basado en fundamentos meta jurídicos.
Puede afirmarse que el problema que confrontan éstos Órganos es la
ausencia de independencia, autonomía e imparcialidad lo que hace
nugatorio una eficaz protección de los derechos humanos.

Actuación del Órgano Ejecutivo


Se ejerce a través del Presidente de la República; el Vicepresidente; los
Ministros y los demás funcionarios que determinen la Constitución y la
Ley.
El Presidente de la República es jefe de Estado y del Ejecutivo Nacional,
en cuya condición dirige la acción del gobierno; en este orden de ideas
citamos la primera atribución del Presidente de la República de
conformidad con la Constitución: “Cumplir y hacer cumplir la
Constitución y la Ley; lo que equivale afirmar que es el primero
llamado a sujetar su actuación en el principio de separación de
poderes; notándose, en éste período presidencial un exceso
presidencialista que ha traído consigo serias violaciones del Estado
Democrático, Social de Derecho y de Justicia; a saber:
1. Violación del Principio de Separación de Poderes:
Por cuanto sin excepción, los Órganos del Poder Público en
Venezuela están subordinados al Órgano Ejecutivo; mal
interpretándose el principio de colaboración entre los distintos Órganos
del Poder Público, violándose los principios de independencia,
autonomía e imparcialidad, en menoscabo del principio de legalidad;
de responsabilidad y de la garantía de los derechos humanos. Entre
otros casos tenemos:
a. El ataque frontal del Presidente de la República contra el TSJ por la
decisión de los hechos acaecidos el 11 de abril de 2002; lo que
empezó a materializar la peligrosa intervención del Poder Judicial.
b. El llamado al desacato de las decisiones judiciales. Caso Policía
Metropolitana de Caracas; decisión sobre el Decreto Presidencial
de las Zonas de Seguridad dictada por la CPCA; violándose con
éste Decreto derechos humanos como el de la participación
ciudadana a través del derecho a manifestar.
c. Las medidas de emergencia tomadas por el Presidente de la
República al margen del procedimiento de la declaratoria de los
Estados de Excepción, en diciembre de 2002.
2. Violación reiterada de los derechos humanos; tales como:
a. El grave amordazamiento al derecho humano de la libertad de
expresión.
b. Violación al derecho de propiedad.
c. Violación de los derechos económicos (libertad de empresa): el
control de cambio, pues no se le otorga a los empresarios las divisas
de acuerdo a los requerimientos que realice la empresa; control de
precios, regulando los productos por debajo de los costos, en
detrimento incluso de pequeños comerciantes. Ejemplo: Mercal.
3. Violación del pluralismo político: Ha propiciado la exclusión de im-
portantes sectores de la sociedad. El caso más recalcitrante ha sido
negar el acceso a puestos de trabajo dentro del aparato estatal,
ó algún servicio, como obtener la cédula de identidad o el
pasaporte a quienes firmaron para activar el referéndum
revocatorio contra el Presidente de la República, derecho político
que se convirtió en una sanción obcecada; de modo que el Órgano
Ejecutivo ha promovido un descalabro institucional trayendo consigo
una debilidad institucional, en detrimento de la protección de los
derechos humanos.
Lo que nos lleva a reflexionar sí el Texto Constitucional, realmente
esta en vigencia porque viendo todo el contexto institucional tanto
horizontal como vertical del Poder Público, la actuación ha sido
pertinaz, reiterada en el menoscabo de los derechos humanos; regresiva,
en tanto no se ha legislado para garantizar de manera progresiva los
derechos humanos; no se ha orientado la función jurisdiccional en el
contexto de un Estado Constitucional de Justicia con preeminencia de
los derechos humanos; la defensa de los derechos humanos por parte de
la Defensoría del Pueblo ha sido ineficiente.

C. El principio de responsabilidad del Estado por violación de


los derechos humanos
La responsabilidad patrimonial del Estado es una garantía
novedosa, dado que en un principio, no era reconocida por los Estados,
los cuales generalmente se consideraban irresponsables; así, se
invocaba en la mayoría de los casos el principio del derecho
anglosajón, propio de todo estado absolutista, conforme al cual “El
Rey no comete errores” (The King can not do wrong) y, por tanto,
no podía ser responsable. Esta irresponsabilidad absoluta fue
flexibilizándose con el transcurrir del tiempo hasta la consagración
clara y definitiva del principio de responsabilidad patrimonial en la
mayoría de los países civilizados.
La evolución del reconocimiento de la responsabilidad
patrimonial del Estado ha recibido distintos enfoques en el Derecho
Comparado, debiendo destacarse aquellos países en los que la
responsabilidad del estado ha sido una construcción jurisprudencial
que luego ha tenido consagración legislativa, estableciendo el
régimen jurídico de Derecho Público de la responsabilidad del Estado
referido a las situaciones en las que sus órganos y funcionarios actúan
en el campo del Derecho Público. Esta responsabilidad puede
generarse tanto por la actividad lícita como por la actividad ilícita o
contraria a derecho y puede ser de naturaleza contractual o extra
contractual.
En Venezuela, el sistema autónomo de responsabilidad del Estado
es producto del desarrollo jurisprudencial con base a las regulaciones
constitucionales que en forma general proclaman la responsabilidad del
Estado como principio fundamental del Estado de Derecho.
La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela consagro un
número importante de disposiciones innovadoras como la
constitucionalización de los tratados sobre derechos humanos, la
obligación del estado de investigar y sancionar legalmente los delitos
contra los derechos humanos, la limitación a la justicia militar y la
imprescriptibilidad de los delitos contra los derechos humanos.
En el nuevo orden constitucional el principio de responsabilidad
del Estado se ha extendido a todas las actividades o a la inactividad del
Estado en cualquiera de los Órganos del Poder Público que lo integran;
contiene expresamente la responsabilidad del Estado por el
funcionamiento de la Administración y la responsabilidad del Estado
Juez. La responsabilidad patrimonial del Estado regulada en el
artículo 140 constitucional que establece: “El Estado responderá
patrimonialmente por los daños que sufran los particulares en
cualquiera de sus bienes y derechos, siempre que la lesión sea
imputable al funcionamiento de la administración pública.” no sólo es
una garantía, también es un mecanismo eficaz de control de la
administración, modelador de su conducta, que propende a la mejora
de los servicios y al mejor desarrollo de las relaciones entre el Estado y
los particulares.
Así, se incluyen disposiciones expresas que consagran la
responsabilidad del Estado por el funcionamiento de la administración,
por violación de derechos humanos y se contempla también la
responsabilidad por acto judicial, legislativo o administrativo que
permiten configurar el régimen básico de responsabilidad integral del
Estado venezolano, el cual abarca todos los daños por cualquiera sea la
actividad derivada del ejercicio del Poder Público, como se desprende
de los artículos 25, 29,30, 140, 259, 46.4, 49.8, 115, 139,141,199,206,
222, 244, 255,281 y 285 de la Constitución de 1999.

III. Conclusión
La materia sobre derechos humanos domina progresivamente la
relación de la persona humana con el Estado universalmente. Su
protección y garantía se desarrolla como un valor no sólo jurídico
sino ético de todo ser humano que prevalece sobre el poder del Estado.
El principio de progresividad configura una prohibición general a
los Estados de desmejorar los logros que en materia de derechos
humanos han sido producto de la evolución progresiva de los mismos.
La regre- sividad implica la mayor amenaza a los derechos inherentes
a la persona humana.
El principio de progresividad de aplicar la norma más favorable a los
derechos humanos sea de Derecho Interno de Derecho Internacional.
La Constitución de 1999 normativamente vigente no garantiza en la
realidad su inviolabilidad, en el sentido de que dentro del contexto
institucional tanto horizontal como vertical del Poder Público, la
actuación de éste ha sido reiterada en el menoscabo de los derechos
humanos; regresiva, en tanto no se ha legislado para garantizar de
manera progresiva los derechos humanos; no se ha orientado la
función jurisdiccional en el marco de un Estado Constitucional de
Justicia con preeminencia de los derechos humanos; la defensa de los
derechos humanos por parte de la Defensoría del Pueblo ha sido
ineficiente.
Constitucionalmente, se consagra expresamente la responsabilidad
del Estado por el funcionamiento de la administración, por violación de
derechos humanos bien por acto judicial, legislativo o administrativo
que permiten configurar el régimen básico de responsabilidad
integral del Estado venezolano, el cual abarca todos los daños
derivados del ejercicio del Poder Público.

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