El extraño jinete
El extraño jinete
El extraño jinete
EL VIGÍA
Los ANCIANOS
LUGAR
V1c rA. - Las he oído. ¡De verdad! ¡Y lo que es cierto p:ira mí, lo
es p:ira vosotros, p uesto que somJs semejantes! ¡Escuchad!
UN VIEJO. - El sueño es sonoro. No sólo contiene imágenes, lu-
ces; contiene también s:ibores, olores, músicas. Pobre alucinado, el
sueño tiene cinco sen ciclos. ¡Estás tan alucinado como el sueño!
VIGÍA. - ¡Vaya una razón! Hace un instantes, las oí: ¡campanas de
metal!
OTRO VIEJO. - En todo este llano, no hay un campanario en diez
leguas a la redonda.
VIGÍA. - ¡Con mis oídos! ¡Campan:ts! ¡Que me corten las orejas
si miento! ¡Unas campanas duras, vivaces!
TERCER VIEJO. - Sí, campanas de fiebre.
VIGÍA. - Y ¿a qué tocaban?, ¿me lo podréis decir vosotros?
PRIMER VIEJO. - Al nacimiento de tus pesadillas.
SEGUNDO VIEJO. - Tus bodas con la locura.
TERCER VIEJO. - Los funerales de tus cabales.
VIGÍA. - Terribles campanas, terribles, aunque lejanas. ¿Cómo eran
esas campanas? ¿Explicádmelo?
PRIMER VIEJO. - Como cuando un barco naufraga en la tempes-
tad . ..
SEGUNDO VIEJO. - Como cuando el incendio devora las cosechas ...
TERCER VIEJO. - Com.o cuando el pueblo se rebela . . . Cuando la
guerr:i ...
VIGÍA.. - Como todo eso... ¡A rebato! Me ha entrado miedo.
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Michel de Ghelderode El extraño jinete
CuARTO VIEJO (de pie). - Contesta fríamente: ¿Has oído campa- PRIMER. VIEJO. - Ante todo, agucemos el oído y no creamos más
nas? que a él . . .
V IGÍA. - Estaba acostado. Las estab:i esperando desde hacía rato, y (Largo silencio. Los viejos están atentos.)
mi espíritu las reconoció antes que mi o ído. ¡Dios mío!, ¿qué VIGÍA (imitando las campanas). - Bing, bong, bing, bang . . . Bing
significan esos cencerros en la desolación de nuestro llano, en este bang, bong ...
(
país de miseria? , (Los viejos, encolerizados, rodean al vigía.)
PRIMER VIEJO. - ¡Cada uno ve y nye lo que le place! Una vez, en- SEGUNDO VIEJO. - ¡Era él! ¡Impostor!
treví el paraíso, pero no obligué a nadie a que creyera. TERCER VIEJO. - ¡Despreciable farsa!
VIGÍA. - Yo lo afirmo. ¡Es el anuncio de la desgracia! CUARTO VIEJO. - ¡Sí, una invención de loco!
SEGUNDO VIEJO. - ¿Aún distinguimos la suerte de la desgracia? Si LA VIEJA (blandiendo m muleta). - ¡Atrévete a empezar de nue-
confiesas que te estás burlando de nosotros, te doy la mitad de vo, asqueroso!
mi rapé. VIGÍA. - ¡i\.li gJrgant:i es de · broncd ¡Voy a sonar el gaznate en su
VIGÍA. - lo confieso. Er:i lúgubre ... ubre . .. ubre . .. ·honor, muleta! ¡Escuche! (Ab1e la boca, pero, en el campo,
SEGUNDO VIEJO. - ¡Estúpido! rompen a tocar las cam pi1nas, bien reales. El VIGÍA ríe·) ¡Jo! un
VIGÍA. - ¿Y mi rapé? juego infernal. ¡Soy amigo del diablo! (Imitando las campanas.)
CUARTO VIEJO. - ¡Mastica los sonidos que has oído! Bing, bang, bong . . . así.. . Suavemente . . . Y más alto (Las
(Los viejos v11eh·en a acos !arle, en f urrmíados. Silencio .) campanas, más cerca. ) Y más cerca todavía.. . (Las campanas
VIGÍA. - Campanas entre las nubes ... Campanas en el fondo de los doblan rápidamente.) ¡Y no blancas, ni rosas, ni azules, ni de
pantanos ... Campanas en mi cráneo . .. ¿Ya no suenan? Es que oro, no!, campanas negras, negr:is, campanas nocturnas, campa-
me han hecho dudar. Sin embargo, los que están acostumbrados nas glaciales ...
al silencio perciben ruidos, cantos, lamentos, que vienen de otro PRI~!ER VIEJO. - Uno quisiera saber qué es.
mundo. Eso provoca burlas en unos, ensueños en otros. Me voy a VIEJA. - Presagios ...
dormir. ¡Qué se fastidie el tañedor! Pero nunca más volveré a re- VIGÍA. - ¡Una fars:i, como decíais! ¡Sigo sosteniendo que es una
velar lo que sorprenda del mundo del más allá ... farsa!
(De pronto, menan claramente tres campanadas, en las cercanías. Qun-no VIEJO. - ¡Pobres de nosotros! ¿Tiene sentido este aconte-
Los durmientes se enderezan.) cimiento? ¡No suenan campanas fuera de los campanarios! ¿Se
PRTh!ER VIEJO. - ¿Campanas? ¿Eh, barbudo? ¿Has oído? concibe eso? ¿Decidme, gente? ..•
VIGÍA. - ¡No! ¿Qué has oído? VIGÍA. - ¿Te asusta lo que no puedes concebir o explicar? A mí no.
PRI}.!ER VIEJO. - ¡Campanas, maldito seas, campanas! SEXTO VIEJO. -Avisemos al director.
VIGÍA. - ¿No será que se te suben a la cabeza los tiempos pasados? A VIGÍA. - El director es un viejo igual que nosotros, que no sabe
En tu pueblo sonaban las campanas! Que te cuelguen de la cuerda ..• hacer otra cosa más que escribir en su libro de pergamino el nom-
TERCER VIEJO. - Yo no dormía. bre de los viejos que fallecen.
CUARTO VIEJO. - ¿Por qué se ha t>mpezado a hablar de campan3s PRI:MER VIEJO. - Yo insisto en que no hay campanas. ¡No creo
aquí dentro? Vamos a oírlas día y noche, se pondrá de moda. más que lo que veo, y no veo es:is campanas!
QumTo VIEJO. - ¿Qué otra cosa hemos de hacer? VIGÍA. - Las campanas son de origen sobrenatural, viejo Tomás;
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Michel de Ghelderode
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El extraño jinete
qmzas se dej:in oír, ·:pero no les gusta dejarse ver. Sólo se las ·n
cuando se las bautiza '.Y cuando se las entierra.
'( VIGÍA. - El que cabalga ese animal es también de buen:i estatura.
¡
PRIMER VIEJO. - Sosteng<;> contra todos que no hay · campanas. ¡Extraño jinete! ¡Y qué prestancia, padre mío! A menos que no
(Una campanada muy fuerte, cerquísima.)
Y IEJA.- ¡Jesús María!
i sea también una sombra, cabalgando en otr:i sombra ...
Qurn-ro VIEJO, - Ante todo, ¿no se llena el espacio 'de reflejos, de
V IGÍA (parodiándola). - ¡Susm:irí.i! espejos?
P RIMER VIEJO. - Es intolerable. Propongo que hagamos una rec.b - VIGÍA. - El infinito se desdora. Está púrpura. la llanura, desple-
mación, que redactemos una pa!lcarta con letras bien artÍs tica5 . g:ida por los sueños, está ya durmiendo. ¡Es algo que se contagia!
SEGUNDO VIEJO. - ¡Y yo. que he visto tantas cosas en mi vida! ¿Así VIEJA. - ¡Despierta! ¿El jinete?
que las campanas andan, tienen piernas? VIGÍA. - Se pasea, se pavone·a. Viene hacia el hospital. Unos cuan-
T ERCER VIEJO. - Que salg:in en peregrinación, es cosa suya; p ero tos pasos más, y se hará bien visible.
entonces, ¡que no tomen nuestro hospicio por una hostería! SEGUNDO VIEJO. - ¡Vigía, tus palabras son ambiguas! ¡Habla co-
VIGÍA - Tranquiliz:ios; vuestros anticuados cor:izones hten t::1 n mo la gente honrada o que trepe otro a la ventana!
fuerte como campanas, y y:i. no son de metal. Voy a saber q ué VIGÍA. - ¡Fíense de mí! Aunque no h:ible tan bien, veo mejor que
es eso que anda y redobb por el campo; voy a ir a verlo, y vos- cualquier otro. (Silencio.) Conozco a ese que viene cabalgando,
otros vais a creerme. Quizás sea muy hermoso. . . (Corre hacit1 el ¡ah! ¡desde luego! Y todos le conocen.
fondo de la sala y se encarama a una mesa, hasta llegar a la i-•e1t- SEGUNDO VIEJO. - ¿Quién es, pues, quién es?
tana. Silencio. Los ancianos se agrupan en el fondo.) ¿O pre.ferís, · )
VrGÍ.-\. - ¡El considera nuestro Hospital con la insignia del buen
tal vez, no saber nada? Dios como una venerable casa donde a menudo pone los pies!
CUARTO VIEJO. - Queremos saber. ¿Verdad, compadres?, quere- CUARTO VIEJO. - ¿Su nombre, su título?
mos ... VIGÍA.-No diré más. (Un toque de campanas, afuera.) Guardad
QumTo VIEJO. -Queremos, dem:inio. Vigía, ¿qué ves? silencio. Idos a acostar.
VIG-ÍA. - Diviso la llanura crepuscular, toda rojiza, con sus pin- PRIMER VIEJO. - ¿Por qué esos consejos?
tanos de est:iño. VIGÍA (saltando al mela ) . - Contestad, ¿teméis a la muerte?
SEXTO VIEJO. - ¿Y después? PRUY!ER VIEJO. - ¡Qué pregunta tan tonta! ¿A nuestra edad?
VIGÍA. - Veo. . . (Silencio.) Es difícil describir lo que veo. Ya SEGUNDO VIEJO. - ¿Acaso no h:i terminado todo para nosotros ha-
saben que a mí nada me sorprmde ... ce ya años?
PRIMER VIEJO. - Por el amor de Dios, ¿qué es lo que ves? TERCER VIEJO. - ¿Se trata de morir? ¿Pero si nosotros sobrevivi-
VIGÍA. - Un caballo, grande, muy grande. Tan grande como el lh - mos?
mido Bayard del ommegang. ¡A menos que sea un:i sombra! De CUARTO VIEJO. - Morir es una función de los hombres.
su cuello cuelgan c:iscabeles, grandes, muy grandes, que soo cam - VIEJA. - ¿Qué otra cosa hacemos en est:i fundación sino esperar
panas ... nuestro último fin?
PRP.v!ER VIEJO. - ¿Caballos de esa clase? ¿Eso no existe? VIGÍA. - ¡Vuestras p:ilabras expresan tanta sabiduría!, entonces, no
QUINTO VIEJO. - A menos que sea una sombra. . . A veces, a la os sorprenderéis demasiado . . . (Silencio·) ¿El jinete que se acerca?
caíd:i de la t:irde se producen espejismos en nuestras calenturien- (Una campanada.) ¡Es la Muerte!
tas llanuras. Pero, ¿y despues, veedor? QUINTO VIEJO. - ¿la Muerte?
VIGÍA. - ¡la Muerte cabalgando!
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'· El extraiio jinete
Michel de Ghelderode ·'!
:.-
'
SEXTO VIEJO. - ¿Qué dices? ¿La Muerte? ' SEGUNDO VIEJO. - ¡Y que están viviendo su último día! Quiero be-
ber.
VIGÍA. - ¡La Muerte!, ¡pomposa, con casco de cobre, y cimera de
TERCER VIEJO. - ¡Yo quiero cantar, yo canto el fin del mundo!
plumas de pavo real!
Cu ARTO VIEJO (desplegando 1m acordeón). - Yo abro el baile, ¡la
PRIMER VIEJO. - ¿De qué? ¿La Muerte?
danza macabra!
VIGÍA. - ¡La Muerte!, muy envanecida de sí misma, con la barbilla
levantada, una mano en la cadera, su haz en bandolera, calzada con Q UINTO VIEJO. - ¡Bailemos a la Muerte! ¡Bailemos la macabra! ¡Es
botas de cuero blanco, arrebuja'da en un manto despedazado y sem- la fiesta de los viejos, la cuadrilla de los moribundos!
VIEJA. - ¡Yo valseo al derecho y al revés!
brado de crucecitas de plata.
SEXTO VIEJO. - ¿Música?
VIEJA. - ¿Ha dicho la muerte?
(El acordeón ataca una pesada danza. Un anciano toma a la VIEJA
VIGÍA. - Ella y no otra . . (Campanadas.) ¿Y por quien viene? ¿Por
Y la arrastra al baile. Los dos esperpentos dan saltos sin moverse
ti, por vosotros; por mí, por todos? Habrá que darle buena aco-
del . sitio. Los demás forman 1m circulo, cantu rrean la música, dan
gida, comportarse educadamente. Sobre todo, disimulad vuestros
Pa!ma?as o gritan. Esta cacofonía dura 1tnos instantes. Lo vieja pa-
sentimientos de espanto, porque esa vieja fregona se cree amable
re1a, ¡adeante, se desploma sobre 11na cama; el acordeón dh·aga;
y agradable. el cÍrc1tlo de ancianos ya se ha roto.)
PRIMER VIEJO. - ¿1'1iedo? ¡Qué entre a ver! ¡Voy a espetarle el sa-
PRn..tER VIEJO. - Y las camp:mas, ¿ya no se oyen más?
ludo de alegre recibimiento en verdadero latín de sacristía!
VIGÍA. - Ha llamado en el porche. A pesar de vuestra kermesse, he
SEGUNDO VIEJO. - Me queda un cabo de cera. ¡Yo ofrezco la ilumi- oído los golpes.
nación! PRL"1ER VIEJO. - ¡Mientes! ¡Ha proseguido su camino!
TERCER VIEJO. - Yo cantaré la misa de los impúdicos y bailaremos SEGUNDO VIEJO. -¿Acaso le han abierto?
el paso de los ... TERCER VIEJO. - Voy a deciros lo que creo: ya ha terminado y se
CUARTO VIEJO. - ¿Organizamos las despedidas? ha vuelto a marchar. No venía por nosotros, los del hospicio, sino
VIGÍA. - ¡Mejor sería que pensarais en los cuidados de vuestras al- por los del hospital, en la otra ala. ¿Nosotros? Somos los olvidados ...
mas! ¡Arrancad la mugre que las recubre! VIGÍA. - Voy a correr a su encuentro.
VIEJA. - Pero, ¿qué? ¿Es la Muert::? Los martes de carnaval, la imi- (Se va rápidamente hacia el fondo. Los ancianos se echan sobre él
tan tan bien que uno se confunde. y lo retienen.)
VIGÍA. - la auténtica, la inimitable ... CUARTO VIEJO. - ¡Insensato! ¿Quit!res llamar su atención sobre nues-
QUINTO VIEJO (a la VIEJA). - ¡Mujer, quiero cometer el último pe- tra ~ala?
c:ido, aunque seas apestosa! VIGÍA. - ¡Vosotros sois insensatos! ¿No habéis hecho todo lo posible
SEXTO VIEJO. - ¡No voy a dejar nada de mi gamella de jarabe! para que ella llegara a vuestro piso? Por otra parte, es una sim-
PRD!ER VIEJO. - Tengo todavía siete escudos, voy a gastarlos ... p le cuestión de viveza. Y, yendo a su encuentro, os procuraba un
(Suenan las campanas, cada vez más próximas.) infortunio menor.
VIGÍ.'.. - la Muerte no gustará de vuestras cabriolas y muecas; es QUINTO VIEJO. - ¡Quédate aquí!
VIGÍA. - Como queráis. Me desintereso del asunto.
una persona mesurada, que ama el protocolo.
VIEJA. - ¡Miserere!
PRD<tER VIEJO. - Y a nosotros, ¿nos gustan sus visitas? ¡Somos se-
VIGÍA. - ¿Qué dices, abuela?
res vivos y lo nuestro es reir!
VIEJA. - ¡Vivir!
VIEJA. - ¡Llama al capellán! SEXTO VIEJO. - ¡De cualquier forma, enfermos, dolientes, con lla-
VIGÍA. - Se ha escondido en un tonel. gas y cubiertos de gusanos, pero vivir!
SEXTO VIEJO.- Pues, entonces, con quién nos confesamos? VIGÍA. - Desesperaos, pero no como cerdos que son conducidos al
VIGÍA. - ¡Dios os está escuchando, adelante! matadero. :Mir:id, distraeros. Jug:id a bs adivin:mzas. ¿Quién de
PRIMER VIEJO. - ¡Yo no soy perfecto, no! vosotros reventará primero? Yo lo sé, primero, el de menos edad.
SEGUNDO VIEJO. - ¡Yo me tengo por un pecador, digamos serio! PRIMER VIEJO. - Yo apenas tengo cién años.
TERCER VIEJO. - Y yo, por un pe:::ador empedernido. ¡Uno verda- SEGUNDO VIEJO. - Yo tengo ciento uno.
dero! TERCER VIEJO. - Esperad, la Muerte bien nos dejará un momen-
CUARTO VIEJO. - ¡Yo he bebido mucho! to para calcular.
QuINTO VIEJO. - ¡Yo he robado a veces, poco o mucho! VIGÍA. - ¡De prisa! Esta catarrosa ha tos ido, no est:í lejos. ¡Qué ca-
SEXTO VIEJO. - ¡Yo he fornicado enormemente! vernas en ese corpacho! (Ai·an::a lentamente hc:ci<1 e! fondo.) De-
VIEJA. - 1· Yo era hermosa, y vendh mi cuerpo! be haber tropezado en los escalones. ¡Eh ! basta de errores, se está
·¡ . 1
PRI)<!ER VIEJO. - ·Tengo en mi activo a1gunos sacn egios. acercando; siento el revuelo que la pr~cede.
1 1 . ·1
SEGUNDO VIEJO· - ¡Bah! ¡Yo, a go meJOr que sacn eg¡os.. 1 j p eCl dos
(Los ancianos se han desli::ado fu rtit·,1mente bajo las 111:r11tas o
que sólo el Papa puede perdonar! bajo las camas. De pronto, la sala parece haberse 1;acia:!o. El VIGÍA.
VIGÍA. - Ya vendrán las cuentas. Numeraos y seguidme, voy aba- sigue a~·anzando co1110 en rne1íos, ig!lc:l que un borracho.)
jar a los infiernos. . . UNA voz DE VIEJO. - ¿Y la Muerte?
VIEJA. - ¡No menciones el infierno! Está ba¡o nuestros pies. VIGÍA. - Un poco de paciencia.
VIGÍA._ ¿Ah, si?, huele a azufre. ¿Valía la pena tratar a la muerte ÜTRA voz. - ¿ ... ora pro nobis? .. .
con tanto desdén? Interrumpid vuestros lamentos, reserva~s vues- VIGÍA. - Está tocando las castañuelas, detrás de h puerta.
tra porquería. La Muerte está en la escaler:i, algo aturdida, me ÜTRA voz. - ¿ ... ora pro nobis? .•
imagino. ¡Con tantas puertas! VIGÍA. - ¡Al fin! ¡ya nos ha tocado! ¡Pu:í ! su aliento, ese poderoso
TERCER VIEJO. - Qué vaya a donde quier:i, pero que no venga fuelle de herrero! Con esta luna, ¿irá de prisa, ve:-dad, querida?
aquí... ¡ · 1 A ' Muerte repentina, como dicen. ¡Y plaf! , al foso, como un racimo
VIGÍA. - ¡Ajajá! ¡Parece que se respira fuerte, en os pisos. si , de muñecas. . . (Algunos gemi.los, algunos juramentos, algunos
pues ·la vida es un don tan precioso p:ir:i todos estos enfermos, sollozos, algunos cabos de letanías bajo las mantas y bajo las c.i-
estos'.emva'l'd
i os.; A la obra , 1·oh Muerte'., ;y
' cuántos féretros en- mas. Petardeas, también. El VIGÍA da wrios gol pes contra la puer-
cargas? ¡Todo un bosque! ta, se asusta del ruido que acaba de hacer, empuja la puerta com-
(Los ancianos vagan por la sala, perdidos.) pletamente y retrocede hacia la sala, sin que sepa ni siquiera él
CUARTO VIEJO. - ¿Qué hacer? mismo si está jugando o no.) ¿Quién es? (Su voz se hace pueril.)
VIGÍA. - ¡Rezad! Los hombres sólo tienen este recurso. ¿Si le conozco? ¡Por favor! (Silencio. ) ¡Excelencia! (Silencio.)
QUINTO VIEJO. - ¿Cómo rezar? . ¡Su servidor! (Silencio.) Y su Excelencia desea saber . . . ( Silen-
VIGÍA. - ·Qué sé yo? Decid por ejemplo: "¡Señor! tengo miedo. cio.) ¿En esta sala llamada Santa Gertrudis? Yo soy el único que
:Miedo de la muerte y del castigo. Hacia ti chmamos e~ .el p:- puedo considerarme válido, sí. Aquí, sólo anci:inos, nada más que
Iigro, por una vez no es un hábito. Nosotros queremos vivir, de- ancianos, indignos de su atención; ancianos chochos, refunfuñan-
janos vivir. ¡Amén!. .. "
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tes, descarnados, mal lavados, salivosos. ¿Su número? Aquiles, el
que toma rapé; Romano, el que pee; Gomario, el ~ue modula; (Se oyen las campanas, que se alejan. Entre tanto, el VIGÍA ha vuel-
Rombaut, el que se pela; Simón, el que trompetea; Gh1sbn, el que to a la ventana y, allí encaramado, contempla al exterior los campos
tnvueltos en sombras.)
hincha; Arnaldo, el que seca; y la antigua Virgen de la procesión
de Fumes, María, la que lagrimea de pie! ¡Palabra de honor! (Es- VIGÍA. - S'e va. Cae la noche. Quizás sea una sombra ...
c11cha inclinado con la mano detrás de la oreja. ) ¡No! Vaya aba- PRIMER VIEJO. - ¡Buscad alcohol! ¡Yo invito a ginebra!
jo, ab~jo de tod~ ... ¡Oh perversa Muerte! (Ríe.) ¡Mis felic'.ta-
TERCER VIEJO. - ¿Quién tiene el acordeón?
ciones! (Saluda varias veces.) Excelencia. . . (Desaparece 11n t~s SEGUNDO VIEJO. - ¿Vienes, mujer? No te sigas escondiendo . ..
tante, vuelve y cierra la puerta. Pero sig11e a la escucha.) Ba¡a. VIEJA (saliendo de una cama). - ¿Quién está difunto?
Busca. ·Encontrará lo que busca? (Largo silencio.) ¡Ay! ¡lo h:i CU~RTO VIEJO. - ¡Ni tú, ni yo! ¡De los demás, me río!
encontr~do, me parece! ¡Ese grito, ese grito de mujer! ¡Lo ha VrGrA. - ¡Callad! la Muerte se lleva a alguien. Quizás sea también
sólo una sombra ...
encontrado! ·Acaso b est:í violando, el muy sinvergüenz:i de salte-
VIEJ.A. - ¡Ah! ¡Reza, reza un rosario!
rón? (Ríe.) e ¡Jo, jo, jo! ¡Dond¿ hay Muerte, M f a1t:i l u¡una
· · 1.
(Rápidamente, atraviesa la sala.) ¿Ola, viejos? (Nada se 111ue ~·e.) Qu~To VIEJO. - ¡Loc:i! ¿Rezar µor unas sombras?
¡Carroñas, salid de vuestros jergones! VrGÍA. - ¡Os lo ruego, un poco di! silencio! la Muerte se lleva ...
Voz DE VIEJO. - ¿La Muerte·? SEXT~ VIEJO. - A p:s~r del toque de queda, lo festejaremos toda h
VIGÍA. - ¡H:i tomado bs de vil!adiego! (A lrts cab!':=as que c111erge11 nocne. ¡Vamos a v1v1r unas horas en grande, como antes!
PRIMER VIEJO. - ¿Es que ha venido, ese jinete?
de las camas.) ¿La habéis visto?
PRIMER VIEJO. - No, me estaba ahogando. . SEGU"DO VIEJO. - ¿Y esas campanas, esas campanas ima<>inarias'
V'IGIA. - .. . se 11 eva en brazos, cuidadosamente,
· "'
una pequeña .
som-
SEGUNDO VIEJO. - Yo tuve como un desmayo. Todo se hacía blanco bra ...
y negro.
TERCER VIEJO. - ¡He encontrado el acordeón!
TERCER VIEJO. - Mi sangre se habh detenido, como sangre de pes-
VIEJA (que ha corrido hacia la ventana).-¿Qué se lleva?
cado. VIGÍA. - ¡Un recién nacido! ·
CUARTO VIEJO. - ¿Nos lo juras que se ha marchado?
(Ríe suavemente y vuelve la cara. La VIEJA se persigna. Pero
VIGÍA. - ¿Qué cuernos habrá hecho ahí abajo? Escuchad, vuelve a
suena el acordeón. Estalla el alboroto. Gritos. Dan=a espasmódica de
cabalgar.
los 1;iejos, con la boca abierta, y los ln11ios cerrados, como marionetas.)
(Se oye redoblar de campanas.)
Q UINTO VIEJO. - Respiro. ¡Qué bien!
• • 1
SEXTO VIEJO. - ¡Uno se encuentra de nuevo vivo, vivo.
TELÓN
PRIMER VIEJO. - 1·Que vaya a sus carnicerías; para nosotros, .las
rosas! (Va de una cama a otra y crea 11n movnmen · • t o de agita · -
ción.) ¡En pie! ... (Todos los viejos es~~n de pie Y corrr:n e~
todas direcciones como excitados.) ¿Quien falta a la llamad:L
¡Nadie! Pero, ¿a ' qué ha venido pues, e1 extraño Jinete·
.. )
SEGUNDO VIEJ·O.- ¿Y qué significan s~s. remilgos, sus camp.ana~
das? ¿Para qué trastornar a todo el hosp1c10? ¡Yo le escupo encima.