Fragmentos

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La chica joven le dijo a la mayor: “Los sueños son el norte de todo el mundo, si los cumples tendrás que ir al sur”.

¡Me fascinó tanto esa frase! Casi me quedé sin aire… por suerte tenía un respirador, así que no tuve que preocuparme.
Se fueron y pensé: “ Cuánto norte me queda por recorrer y cuánto sur conquistaré cuando cumpla mis sueños”. - Albert Espinosa

Estoy absolutamente convencido de que hay que caminar por la vida con actitud
positiva. Desde chico sabía que para avanzar debía dibujar un punto lejos en el
horizonte, bien alto, aunque me resultara al principio inalcanzable. Un punto hacia
donde tenía que dirigirme, un punto era un sueño. Intuía que era posible acercarme a
él, pero tenía que ser perseverante en mi actitud. Intuía también, después de mis
primeros pasos, que los riesgos eran parte del camino. Que las piedras podrían ser un
impedimento hacia el sueño que estaba allá lejos, pero que esas piedras iban a
fortalecer mi actitud, e iban a forjar mi destino. - Sergio Lapegüe.

y entre hipitos de llanto, se le desenredaron las palabras y le contó todo lo que le pasaba, para luego

asegurar:

-¡Qué se yo lo que es el universo! ¿Usté, don Pepe, sabe donde queda? Porque aunque esté muy lejos quizá

podríamos ir con usté en el carro. ¿Usté sabe donde queda?

Esta vez, el no le habló a Kinkón, sino que miró a Manuela que estiraba sus manos para acariciarle la cara

arrugada. Ella se le acercó hasta rozar su nariz con la de él, y así le volvió a preguntar, a los ojos de la cara

que estaba entre sus manitos:

- ¿Usté sabe dónde queda?

Don Pepe vaciló, se rascó la cabeza, miró a Manuela, luego al cielo y a Kinkon. Entonces le dijo en secreto:

- No se preocupe m’hijita, yo se donde está el universo y ahora mismito vamos pa’ allá.

Ella no pudo decir palabra y el rostro le disparó una sonrisa, como si alguien hubiera hecho un pase mágico.

Y en verdad, el abuelo lo estaba haciendo, porque forzó las riendas del carro hacia un costado. Entonces

Kinkon volteó la cabeza, como diciendo “qué te pasa?”, sonaron todos los cascabeles, cabeceó para ambos

lados y comenzó a cambiar de rumbo.

En el país de Nomeacuerdo.

En el país de Nomeacuerdo

doy tres pasos y me pierdo.

Un pasito para allí,

no recuerdo si lo dí.

Un pasito para allá,

ay que miedo que me dá.

Un pasito para atrás

y no doy ninguno más

porque ya, ya me olvidé

donde puse el otro pié.


Eva II
No descanses en paz, alza los brazos
no para el día del renunciamiento
sino para juntarte a las mujeres
con tu bandera redentora
lavada en pólvora, resucitando.
No se quien fuiste, pero te jugaste.
Torciste el riachuelo a Plaza de Mayo,
metiste a las mujeres en la historia
de prepo, arrebatando micrófonos,
repartiendo venganzas y limosnas.
Bruta como un diamante en un chiquero
¿Quién va a tirarte la última piedra?

Quizás un dia nos juntemos}para invocar tu insólito coraje.


Todas, las contreras, las idólatras,
las madres incesantes, las rameras,
las que te amaron, las que te maldijeron,
las obedientes que tiran hijos a la basura de la guerra, todas
las que ahora en el mundo fraternizan
sublevándose contra la aniquilación.

Cuando los buitres te dejen tranquila


y huyas de las estampas y el ultraje+empezaremos a saber quién fuiste.
Con látigo y sumisa, pasiva y compasiva,
única reina que tuvimos, loca
que arrebató el poder a los soldados.

Cuando juntas las reas y las monjas


y las violadas en los teleteatros
y las que callan pero no consienten
arrebatemos la liberación
para no naufragar espejitos
ni bañarnos para los ejecutivos.
Cuando hagamos escándalo y justicia
el tiempo habrá pasado en limpio
tu prepotencia y tu martirio, hermana.

Tener agallas, como vos tuviste,


fanática, leal, desenfrenada
en el calor de la beneficencia
pero la única que se dió el lujo
de coronarse por los sumergidos.
Agallas para defender a muerte.
Agallas para hacer de nuevo el mundo:
Tener agallas para gritar basta
aunque nos amordacen con cañones.
Barco quieto

No te vayas, te lo pido,
de esta casa nuestra, donde hemos vivido.
Qué nostalgia te puede llevar
si de la ventana no vemos el mar.
Y afuera llora la ciudad
tanta soledad.

Todo cansa, todo pasa,


y uno se arrepiente de estar en su casa
y de pronto se asoma a un rincón
a mirar con lástima su corazón.
Y afuera llora la ciudad
tanta soledad.

Tantas charlas, tanta vida,


tanto anochecer con olor a comida
son una eternidad familiar
que un solo dia no puede cambiar.
Y afuera llora la ciudad
tanta soledad.

Estos muros, estas puertas,


no son de mentira, son el alma nuestra,
barco quieto, morada interior
que viviendo hicimos igual que el amor.
Y afuera llora la ciudad
tanta soledad.

No te vayas
quédate.
Que ya estamos de vuelta de todo
y esta casa es nuestro modo
de ser.

Las que cantan - María Elena Walsh.


Vengo a decir que en los rincones
más difíciles del planeta
están cantando las mujeres
con voz de pueblo escarmentado.
Se supone que vociferan
para morir un poco menos.
Sólo el dolor, la fiebre, el odio,
el desafío y la desgracia,
sólo una luz inofensiva
cantan las mujeres que cantan.
Fadistas de Portugal,
enlutadísimas de España,
inclinadas segando siegan
espirales de rabia y queja,
liquidan su ración de sueño
con furiosa maternidad.
Coyas, princesas miserables
de una América de arpillera,
queman ancestro alcoholizado
en lamentos como cuchilladas.
Hay que dejarse herir, caer
en su dolor, amar su llanto
y comprobar cómo la tierra
busca sus desolados huesos.
Brújas pálidas de Oriente,
lustradas hechiceras de África,
custodias de padecimientos,
celebrantes de la miseria
que lamentan inútilmente
fatalidades ordenadas
por dioses vanos y hombres crueles.
Les asignaron sed atávica,
desesperada obligación,
y ellas amenazan morir
en repertorios de quejido,
de belleza perdonadora.
Sólo vengo a decir que cantan
y que el mundo no se arrepiente
de sus gargantas infernales,
de sus corazones prohibidos.
Sólo vengo a decir que acaso
nos están echando la culpa.

Juguemos en el mundo
mientras el Diablo no está.
Diablo, ¿estás?

Me estoy poniendo la cartuchera


y la casaca militar,
y con mi música de metralla
a todos quiero ver bailar.

Me estoy poniendo los guantes blancos


y el levitón ministerial,
y ya me voy a firmar decretos
para que todo siga igual.

Me estoy poniendo la capelina


y un delantal de caridad.
Primero invento pobres y enfermos,
después regalo el hospital.

Estoy poniéndome los anteojos


y no termino de contar
monedas de oro, billetes nuevos,
cheques que nadie cobrará.

Me estoy vistiendo de funebrero


con una flor en el ojal
para ir a ver la pornografía
que es mi menor debilidad.

Estoy poniéndome la armadura


para el congreso de la paz:
el que primero tire la bomba
junto conmigo reinará.

Juguemos en el mundo
mientras el Diablo no está.
Sus obras y sus pompas
quién no las festejará.

Diablo, ¿estás?

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