1C-Eduardo Chirinos PERÚ

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Eduardo Chirinos

Lo que dice el canto


de los pájaros
(Antología, 1993-2013)
Colección Casa de Poesía 2014
XIII Festival Internacional de Poesía -
La paz tiene la palabra-

Primera edición: 2014, Casa de Poesía


Corrección filológica: Lucía Arroyo Chinchilla
Revisión de pruebas: Julieta Dobles Izaguirre
Diseño y diagramación de textos y portada: Evelyn Pérez y Norberto
Salinas
Ilustración de portada: Pintura de Cali Rivera
© Fundación Casa de Poesía
© Eduardo Chirinos
Distribución por Internet:
http://www.liberiaucr.com/catalogo/ Teléfono: (506) 2511
5859 ISBN: 978-9968-675-44-4
[email protected]
De conformidad con la Ley Nº 6683 de Derechos de Autor y Derechos
Conexos, es prohibida la reproducción de este libro en cualquier forma o
medio, electrónico o mecánico, incluyendo el fotocopiado, grabadoras
sonoras y otros, sin el permiso de la Editorial.

Prohibida la reproducción total o parcial. Todos los derechos


reservados. Hecho el depósito de ley.
El equilibrista de Bayard Street
Para Roxana y Jorge, que las han visto

Camina de puntas el equilibrista de Bayard Street, evita el


abismo la mirada y arranca de cuajo toda pretensión, ¿de
qué sirven el heroísmo, la grandeza, el entusiasmo? Poca
cosa es la vida para el equilibrista de Bayard Street,
poca la indulgencia de llegar al otro lado y repetir cien veces
la misma operación.
Una mujer lo observa sin asombro, tras la ventana acaricia el
cabello de sus hijos y turba con su canto los oídos del
equilibrista de Bayard Street. Los vecinos lo ignoran, beben
latas de cerveza, conversan hasta altas horas de la noche,
¿quién repararía en tan inútil prodigio?
Solo los niños señalan con el dedo al equilibrista de Bayard
Street; ellos lo admiran, contienen la respiración y aplauden
hasta espantar a los gatos.
Una iglesia presbiteriana es el orgullo de Bayard Street; fue
construida a principios de siglo y tiene torre y campanario. Fija
la mirada avanza hacia la iglesia el equilibrista de Bayard Street.
Su esposa ha preparado una pierna de pollo, ensalada de
tomates y un plato de lentejas,
con suerte harán el amor esta noche y tendrán un instante de
feroz alegría.
Es muy joven la esposa del equilibrista de Bayard Street; es
ella la encargada de tensar la cuerda, la que mide la distancia
entre la ventana y la torre, la que tiene rostro de heroína de
novela de amor.

3
A nada le teme el equilibrista de Bayard Street, pero hace
varias noches que no duerme; dicen que soñó que sus
zapatillas colgaban de la cuerda mientras los niños esperaban
que se despanzurrara de una vez el equilibrista de
Bayard Street.

4
Raritan Blues
Para Margarita Sánchez

Aquí no hay bulla ni miseria, solo un bosque de árboles


mojados y cientos de ardillas correteando vivaces o
escarbando una nuez. A lo lejos un puente una
interminable fila de automóviles retorna a sus hogares y
nubes balando ante un perro pastor y amarillo. ¿Eres tú
quien camina en las riberas del Raritan? Recuerdo un río
triste y marrón donde las ratas disputan su presa con los
perros y aburridos gallinazos espulgándose las plumas
bajo el sol.
Ni bulla ni miseria.
El río fluye educado como en una tarjeta postal
y nos habla igual que hace siglos, congelándose y
descongelándose,
viendo crecer a sus orillas cabañas, iglesias, burdeles,
plantas refinadoras de petróleo.
Escucho el vasto rumor del Raritan, el silencio de los
patos, de los enormes gansos salvajes. Han venido desde
Ontario hasta New Brunswick, con las primeras nieves
volarán al sur.
Dicen que el río es la vida y el mar la muerte. He
aquí mi elegía: un río es un río y la muerte un
asunto que no nos debe importar.

5
Invernal
Dentro, el amor que abrasa;
fuera, la noche fría.

Rubén Darío

A través de la ventana veo caer la nieve lenta y copiosa


como la viste caer sobre París cuando soñabas que era
Lutecia y no la oscura ciudad que aplasta a los
borrachos, a los príncipes de Francia que tú adoraste,
Rubén. Hoy he hablado de ti como de un viejo amigo
a quien siempre quise por obstinado y por bueno y
hasta he limpiado de nieve tu bufanda, tu ridículo
sombrero de copa. Déjame decirte que hueles a licor,
al esquivo perfume de las mujeres que jamás te
amaron
ni leyeron los versos a cuya sombra crecen y se multiplican
los poetas.
Ah, viejo Darío, he tardado mucho en comprender que
rechazaste la gloria en nombre de aquellos que la aceptaron
arrojándote piedras, porque todos alguna vez te arrojaron
piedras y yo no fui la excepción. Qué decirte entonces sino
gracias; gracias por tus ruiseñores, tus tortugas, tus pegasos.
Por tu rostro cansino que me dice bah detrás de la ventana
y se aleja solitario hacia la noche fría.

6
Conejos de río

Para María Paz

Traviesos y pardos son los conejos de río. Los llamo


así a falta de mejor nombre: ellos viven en el trébol
que forma la carretera junto al puente, en los jardines
redondos donde hay pasto y una hilera de arbolitos
sembrados por la comunidad.
No es fácil ver los conejos de río.
La mayor parte del día se esconden y en las tardes —cuando
el sol incendia las casas de la avenida Easton— los conejos
salen del monte a olisquear hierba, a corretear por el
minúsculo prado que la ciudad les concede. Son rápidos y
ágiles como todos los conejos del mundo, pero si se saben
observados se quedan inmóviles y quietos.

Difícil para un ojo no adiestrado saber que son


conejos. Tal vez sean solo desperdicios o piedras
pardas y redondas lavadas por el río.

7
Derrota del otoño

Aquí no es bienvenido el otoño.


Nadie lo espera
a la orilla de ningún río melancólico que esconda en su cauce
los secretos del mundo.
El otoño reina en otras latitudes.
Allá lejos, donde los ciclos se cumplen, allá lejos donde
envejecen y renuevan las metáforas.

(El sol se hunde en un verdoso charco donde flota,


solitaria, una hoja de laurel).

Pero esta tarde no ha llovido. Las hojas se aferran a sus


ramas, heroicamente luchan contra el viento y en la
noche celebran la derrota del otoño.

No saben que las hojas que caen son las escritas y el árbol un
seco y callado poema sin estrías.

8
Sueño con sirenas

The insatiable fiction of desire.

Robert Lowell

Yo también he cerrado los ojos, he soportado el


correaje que me ataba al palo mayor pero no pude
evitar su perfume de alas negras, su armonioso
canto que enceguece el alma.
Porque quise zafarme.
Contra mi terca voluntad quise zafarme
y conocer el vértigo que produce la
caída, la insaciable ficción del deseo.
Debo recordar que su cabello era largo y engañoso como
una red,
que en sus ojos brillaba una dulce maldad, que su
boca solo podía conducirme a la desesperación o al
desastre. Pero su voz era música para mis oídos y sus
manos —las tenebrosas alas que fueron— buscaron
con ardor enlazarse con las mías.
Jamás la tuve más que en sueños. A veces veo su cola
asomando a la superficie y escucho esa risa burlona
que nunca pude comprender. Entonces me armo de
valor y nado a su isla; allí retozan los cadáveres, luego
se esfuman o transforman en arena.
Ella cubría el mundo con los ojos y me borró con la mirada.
Ahora solo deseo despertarme.

9
La lluvia

Vengo de una ciudad donde jamás llueve, donde el cielo es


(como dicen) color-panza-de-burro y el mar una invisible
telaraña que enreda y confunde el horizonte. Esta tarde llueve
en New Brunswick y me he asomado a la ventana para
contemplar otras lluvias. Aquella en Madrid, por ejemplo,
donde el agua nos llegó
hasta las rodillas
y seguimos caminando plaf plaf como si nada, o aquella que
nos sorprendió en Tumbes con sus balsas y caimanes
navegando un bosque de palmeras.
¿Qué decir del chaparrón que echó a perder la sepultura de
Dante?
Pero esa es una lluvia literaria.
Como decir que duró cuarenta días o que llora
suavemente en mi corazón, que no es verdad.

Es otra la lluvia que recuerdo. Fue hace muchos años, el agua


salpicaba la tierra y formaba un barro azul y misterioso. Era
el silencio que me enseñaba sus metáforas, su laborioso
lenguaje deshaciéndose una vez más entre las piedras.

10
Borroneando cuervos

Leo en un viejo poema chino «su tinta solo es capaz de


borronear cuervos». Pienso en los cuervos. Los he visto esta
mañana, devorando cadáveres de ardillas o venados,
graznando sobre la nieve luminosa (ellos, tan oscuros,
graznando sobre la nieve luminosa), agujeros alados donde no
aciertan las palabras. Alguna vez me hundí en ellos ¿Cómo
explicarlo? Un sucio aleteo sacudiendo la nieve, un balbuceo
de plumas estorbando el sueño. Pienso en Darío. «Un gran
vuelo de cuervos mancha el azul celeste». No es difícil ver el
llanto, su Página de Oro rayada de cuervos salvajes y crueles.
Vallejo también tuvo sus cuervos. Y Poe y Zhang Kejiu. En
la tradición china borronear cuervos es escribir mal. Miro esta
mañana la nieve luminosa.
La carne del venado desgarrándose en el pico de los cuervos.

11
San Franciscan Nights

Me lo advirtió mi abuela. «Algún día el Señor habrá de castigar


esa ciudad». Los jóvenes cantan mientras las bombas
destruyen sembríos de arroz al otro lado del Pacífico. Haight
& Ashbury. Las vaquitas de Vermont desprecian la leche con
hormonas. Gap. Lo vi en las fotografías. El que pide limosna
es un veterano de guerra, la que huyó de casa y renunció a su
puesto todavía sonríe. Mi novio fue enterrado a orillas del
Mekong. Ingrid Bergman dejó escondido su pañuelo para
quien pueda encontrarlo. Ghirardelli. En la niebla asoman
barcos de Luzón y Shangai con bandera liberiana. La calle
Powell y la calle Market. El streetcar repleto de turistas a
punto de descarrilarse. Y un alucinado aullido quebrando las
vidrieras de todos los negocios. Mary me regaló el libro, «he
visto los mejores cerebros de mi generación destruidos por la
locura». Han pasado más de cuarenta años. Del altillo de City
Lights se ve ropa colgada. La más oscura noche de Occidente.

12
Rumor del Susquehanna

Oneida, Onondaga, Tuscarora. Qué remota lengua habrá


nombrado este río. Qué hombres y mujeres habrán
descubierto el placer a sus orillas. Qué dioses habrán
bendecido sus aguas, pronunciado la palabra secreta que mis
vecinos ignoran. Ellos lo conocen, sin embargo. Diariamente
lo atraviesan sin detenerse a escuchar su canto oscuro. Su
rumor de hielo navegando a la deriva. Repito inútilmente los
nombres —Oneida, Onondaga, Tuscarora— y escucho un
lejano fragor de batallas, los ecos de un pasado que apenas
sobrevive. No sé qué más escribir sobre este río. Arrojo la
hoja de papel y la miro perderse entre sus aguas. Allá va.
Como la historia, como el amor, como nosotros mismos.

13
Good-Bye Yellow Brick Road

Cierro los ojos y escucho los vientos azules de Kansas, la


bulliciosa matinée de los domingos en un cine de barrio. Judy
Garland canta disimulando los pechos, las obscenas caricias
del hombre de paja. Recuerdo un corredor oscuro, los pasos
apretados, el miedo creciendo conforme me acercaba a la
puerta. La casa en vilo permanece en la memoria, muebles y
objetos danzando a través de la ventana. No pude dormir
aquella noche. La herrumbre de la cama, la tos asmática y
ronca de mi hermano, los aullidos lastimeros del perrito Toto.
Los grabados del libro cobraban vida en mis sueños. Todavía
escucho el llanto de Dorothy, la carcajada de la bruja, el rugido
del león que no asusta a los ratones. ¿Cómo creer que al final
todo era un sueño? El mago no era ningún mago, el camino
no conducía a ninguna parte. Nada se puede contra el
desengaño. Todavía los temo. La bruja del Oeste, los monos
voladores, los enanos.

14
Razones para escribir poesía

Entonces vi a mis padres. Lo recuerdo claramente. Ella nos


miraba jugar detrás de la ventana. Él veía un programa de
televisión que alternaba con la lectura del periódico. No
estaban muertos. Eran, eso sí, muy jóvenes (más de lo que yo
soy ahora) y hacía un calor inquietante y húmedo como
corresponde a los veranos del trópico. Una vez la vi bañarse
a través del ojo de la cerradura. Oh, cómo recuerdo sus
pechos temblando lentamente bajo el agua fría, el tenue
aletear de los murciélagos, el angustioso croar de los sapos y
las ranas. De pronto, el golpe seco y definitivo de mi padre.
En verdad no recuerdo si me dio o no un golpe. Solo sé que
poseí por un instante la belleza. Y que en ese instante la perdí
para siempre.

15
Égloga en la calle Berlín
...he de cantar, sus quejas imitando
Garcilaso de la Vega
El título está puesto. Lo clavé en lo alto de esta página con la
esperanza de abrir su cortinaje y ver completo el escenario. La
cita en cambio vino sola, arrastrando en el polvo su gastado
prestigio, su harapienta y envejecida verdad. También llegaron
los pastores, pero no hablaré de ellos. Adiós Salicio, deseo no
escucharte. Nemoroso adiós, espero no verte nunca más. Es
inútil. El cortinaje permanece cerrado. Por distraer la noche
repetí en voz baja aquellos versos que enseñan que el dolor es
común al amor y a la muerte. Entonces apareció la chingana
de la calle Berlín. Su olor a frituras, su enjambre de moscas
rodeando nuestros vasos de cerveza. Es inútil. Un vómito
triste arruina para siempre la página. Pronto la hierba brotará
en este escenario vacío.

16
El milenio está a punto de acabarse

Pero las estaciones todavía se cumplen, la tierra continúa


girando y los peces abren y cierran sus bocas como hace
siglos. En algún lugar de la India los tigres machos luchan
entre sí por el amor de las tigres hembras y en un bosque
cercano los conejos devoran las mismas plantas y raíces que
alimentan la tierra. Debería hablar de la contaminación y del
petróleo, debería hablar de plagas innombrables, del hambre
que devasta poblaciones, de niños mutilados por nubes
radiactivas. Pero estoy aquí, escribiendo este poema,
midiendo sus palabras, eligiéndolas con amor y con cuidado,
con cólera y con resentimiento. Entonces me miro en el
espejo y solo veo tinieblas, un vacío culpable en la página en
blanco.
Escribo esto porque me siento solo. Porque las palabras me
han abandonado. Porque ella no estará más.

17
Der Musikalischer Tugendspiegel

(Rothenburg, 1613)

18
1/ Sophia

A la sombra del castaño duerme Sophia la siesta.

Faunos nerviosos tocan los pechos de la doncella.

Silvanos desnudos danzan un calmo son de


vihuelas.

Ha despertado Sophia.

Palomas enamoradas beben el agua fresca.

19
2/ Anna

Esa viola es tan dulce el susurro de sus cuerdas


me habla por ti. Nunca escuché tu voz.
Solo una vez
una noche
alegre y oscura como un cuadro de Brueghel.
Abracé la viola bendije
la hierba que habías pisado y escribí para Anna este

poema.

20
3/ Clara

Nunca dijo su nombre sus pies silenciosos danzaban


alrededor de un olivo.

Nunca quiso mirarme sus ojos cerrados danzaban


alrededor de un olivo.

Nunca escuchó mi lamento su pálida sombra danzaba


alrededor de un olivo.

21
4/ Magdalena
Sobre los pies desnudos derrama perfume de nardos.

Luego la cabellera roja e hirsuta como olas de


fuego.

Un suave temblor venció a la sabiduría.

Y te perdí para siempre


Magdalena de Magdala.

22
Brandenburgische Konzert Nº 2

ángeles gordos y rosados retozando entre


nubes de algodón
estrellas purpurinas
y astros colgados de un telón de seda.

Al fondo el frío el duro clavecín


las flautas
los oboes
cuánta miseria cubren cuánto dolor humano.

Al fondo
los mendigos se frotan los dedos
recogen
mendrugos
persiguen
la carroza de la duquesa su abanico
de encaje su rastro en la nieve.
Cuenta una
a una
las pulgas de tu cama
las noches en vela junto al órgano. Allá afuera
el viento
sacude los árboles la lluvia horada la
piedra tiemblan las columnas del imperio.
Nada quedará de estos palacios
pelucas empolvadas
tenedores

23
de oro
floreros de cristal.
¿Qué olvido tan ingrato los aguarda?

Ángeles gordos y rosados arrastran su


miseria
por las calles
venden droga
disputan
con los perros un lugar en el mundo.
Qué mundo nada lo embellece solo el duro
clavecín las flautas los oboes
las pulgas de tu cama

tus noches en vela junto al órgano.

24
Rhapsody in Blue
...in the heart of noise

Del piso 108


descuelgan
la luna.

En la ciudad dormida
brota una sirena el
maullido
de un gato y un
rodar de latas de cerveza.

Damas elegantes
derraman al aire su buqué
de gardenias. (Del escote
de Miss Jenny saltan
peces de colores a su
invisible pecera).

Neoyorquina noche dorada Rector’s


champaña foxtrot en Times Square
bailan los negros un son de piano
y saxofón.

(Desde aquí arriba las gentes


parecen hormiguitas).

Un borracho toca el clarinete


el vecino
se aburre y lee el diario
Lady Lucille se queja

25
(su noche es dorada y azul como la
pena).

En las calles de Broadway la luna estalla en mil


pedazos.

Para subir al cielo se necesita


una escalera grande y un ascensor.
(Mary Pickford sube por la mirada del administrador).

Ángeles dormidos
taladran el cielo

26
HAN CERRADO LA FÁBRICA
las ambulancias se han vuelto locas.

T o d o s so m o s e n a n o s.

(En New York los muertos se arrojan por la ventana


con un clavel en la mano).

27
Gnossiennes
Tous mes ennuis sont venus de là

Burbujas lentas
como de hierro
tristes
lentas
tristes
mirándose unas
a otras
reflejándose
sin alegría
como quejidos de
hueso envuelto en
terciopelo
golpeando puertas
y ventanas.
Mira
hacia adentro no
verás nada
solo burbujas
lentas
como de hierro
frías
cálidas
frías
como lenguas
mudas sobre un papel
blanco palabra silencio
palabra.

28
Las teclas huyen del piano se ocultan en el
horno en el ropero debajo de la cama.
Las teclas huyen. Nostalgia de árbol
y elefante
rebaños
de elefantes
y bosques musicales como en películas antiguas.

A lo lejos
un señor enmascarado
silba burbujas
de hierro
ordena filas
de ataúdes desdentados y ríe seriamente ríe sin
nada que decir sin nada
que decir
sin nada
que decir sin nada.
Apollon Musagète

Horizontal diez letras la primera


ese
la última y griega.
—Debe ser
Stravinsky
«con su ángulo facial su calvicie y sus anteojos».
Debe ser
Stravinsky

29
perdido en Delos escuchando los vaivenes de la espuma
el enigma
del agua
el antiguo y solitario oleaje del mar.
Nunca hubo ningún mar
solo el llanto
de Latona
sus piernas doradas el trágico
y oscuro nacimiento de los dioses. Conozco a
los dioses sufren de amor como nosotros su cólera es
temible
temible su calma su injusta claridad.
¿Estás allí
Apolo Esmínteo?
veo en tus ojos los ojos de la Sierpe su lengua
luminosa y podrida cantando la canción que ignoro.

El Gran Ratón ha muerto traigo conmigo su cadáver la


foto de Vera Sudeikina los potentes reflectores de
la Sala Pleyel. —Tienes solo media hora me
dijeron las sandalias de Lifar y no más de seis
danzantes.

En la playa de Delos bajo un azul purísimo danza


Apolo (cinco letras) y nueve muchachas
ciegas.

30
Bisontes

Antaño los bisontes manchaban la llanura de un claro y


suave marrón.

Sus pezuñas hollaban sin miedo esta hierba. Era su casa.


Su vasto dominio que nadie se atrevía a profanar.

Los veranos migraban hacia el norte donde el sol se apaga.


Los inviernos hacia el sur donde languidecen las estrellas.

Camino a Montana he visto bisontes. Lejanos y míticos


bisontes aguardando una
estampida, un estrépito de pájaros, un canto de
guerra.

Si hubo algún Dios en estas tierras debió tener cara de


bisonte.

31
El color de los atardeceres

Atardecer naranja
con sus nubes raídas y su sol que alumbra
todas las palabras.
Una gasolinera exhibe un dinosaurio (aquí hubo
dinosaurios) y una pradera inacabable.

¿Dónde aprendí todo eso?

Descartemos las nubes, son siempre las mismas.


Descartemos el sol, presa fácil de todas las metáforas.
Nos queda la naranja.

Algunos dicen que vino de la India donde era alimento de los


dioses. Otros, que vino de Persia o de Arabia igual que el
nombre y su color.

Virgilio la llamó «aurea mala» y la dejó caer en una égloga.


Colón la tuvo entre sus dedos. Por ella descubrió que el
mundo era redondo y que viajando hacia el Poniente
llegaría (como el sol) hacia el Levante.

Ahora estamos solos. Yo y la naranja. Cuesta siglos decir

atardecer naranja.

32
La casa del cuerpo

1/ cicatrices

Lo que queremos decir y no podemos lo cubrimos con un


manto azul y transparente. Cicatrices donde el silencio
dice su verdad y pudre poco a poco nuestra lengua.

Las cicatrices han crecido conmigo. Desde hace


años habitan mi cuerpo flores discretas y mudas
que a nadie le pude ofrecer.

A veces las contemplo con ternura las pellizco


pero no me responden.

A veces las miro con horror y pienso que alguien quiso


corregirme y no pudo. Y me dejó en silencio bajo un
manto azul y transparente.
2/ oídos

Mis oídos son mi fuerza. Sin ellos escucharía absolutamente


todo: el zumbido de las moscas, el crujido de la arena, las
notas del timbal.
Ellos escuchan por mí.
Transforman la palabra en otros universos, la basura en
ritmo los murmullos en frases locas que me hacen reír y
reír.

Ellos me protegen.

33
La maldad
del mundo se estrella en su burbuja se deshace a mis
pies y le digo:
«Yo te conozco, ven cuando quieras».

Y la escucho con los oídos bien abiertos.

34
Okapi herido de muerte

Desde hace años me persigue ese título «Okapi herido de


muerte».

Debo haberlo leído de niño. Hojeando las páginas de un


álbum, o las figuras de un libro de animales.

Guardo conmigo la escena. El zarpazo felino


un fondo de acacias
y el terror de la víctima tratando de huir, inútilmente.

Raro animal el okapi.


Indeciso entre cebra y jirafa. Temeroso y nocturno, en
peligro de extinción.

Cuando fui a verlo al zoo de Berlín se acercó desde la


página remota y me dijo en secreto:

«aún estoy herido de muerte».

35
El gato y la luna
When two close kindred meet,
What better than call a dance?

W. B. Yeats

El gato de mi vecina arquea su lomo como


el arco de la luna.
La luna
relame sus bigotes como gato
y llora por un platito de leche.

Mi vecina ve televisión (pero no


llora) y se desliza furtivamente por la
hierba inventando pasitos de baile.

Micifuz o Minnaloushe
la luna
me tenderá esta noche su mano y yo
le diré (con los ojos cambiantes):

«Oh lo siento, no me gusta bailar».

36
Para llegar a Missoula

Hace algunos años leí un poema de Bly sobre


Missoula.

Todavía lo recuerdo.
Hablaba de un tren
(tal vez la vieja ruta del Pacífico) en una mañana de invierno.
Los durmientes
habían dejado atrás las sombras y el cristal
surcado por la nieve dejaba entrever el perfil de las
montañas. Era necesaria la nieve para llegar a Missoula, para
cruzar «la puerta del infierno» como antiguamente la
llamaban los colonos.

Nosotros llegamos una tarde de verano en automóvil. Y


hacía mucho sol. ¿Por qué nos perseguía el frío del
poema?

Para llegar a Missoula era necesario un tren y una ventana


escarchada y algo de nieve.

37
Un perro mojado de rocío
El día entra en la casa como
un perro mojado de rocío
Jorge Teillier

Si todo fuera silvestre y las aves


gorjearan sin molestar y la vecina
no arrojara sus puchos al jardín.

Y si la noche fuera un
fulgor ebrio donde escucho el
silencio de Dios. Si desatara la
lengua de Dios y pudiera
pronunciar esa palabra que tiembla
cuando te veo aparecer

tal vez no vuelvas. Y vendrían


otras noches como un perro
mojado de rocío a desbaratarlo
todo.

38
Para que nadie lo lea

Hay agujeros que arden. Humo


que danza en el aire su alfabeto y lo borra. Para que
nadie lo lea.
Hay heridas que duelen. Aunque no les hagas caso están allí,
con sus manos terribles y sus ojos mirándote y mirándote.
Hay amores

bajo el polvo del olvido. Polvo que danza en el aire su


alfabeto y lo borra. Porque hay heridas

que duelen. Aunque no les hagas caso hay heridas.

Y humo y viento y polvo.

39
En el miraje de tu vientre

¿Dónde el cobijo de tus senos, Poesía?, ¿dónde el ansia de


tus piernas, dónde

tus ojos comiéndome los pies, el cuello, las orejas? Cansado

de no ver tu rostro, de hundirme en el miraje de tu


vientre, de pesar en sílabas tu ausencia, me ahogo
interminablemente en el silencio.

Y ella me dijo: «pero yo siempre estuve aquí, Eduardo,


Eduardo».

40
La herida
A scar remembers the wound
Mark Strand

La cicatriz
se acuerda de la herida, le habla
muy despacio. Soy flor, le dice, hace años
plantaste una palabra que alguien quiso
escuchar. Pero te fuiste.

Y me dejaste hablando sola.

41
Moon of the falling leaves

Luna de las hojas que caen. O mejor, luna entre las hojas
muertas.

¿Con qué imagen puedo nombrar el otoño?

La luna cubre para siempre las hojas, las baña con un


frío resplandor. Y si caen no es para morir, sino para
brillar mejor. Todo en la caída brilla mejor. Tu silencio

brilla conmigo esta noche y yo no quiero hablar del


otoño ni de las hojas que caen, ni de la luna.

Me digo para consolarme que toda muerte es regeneración,


que la tierra se tragará las hojas, que las volverá árboles o
pájaros, tal vez nubes o arroyos.

Pero la luna es insistente y brilla y dice que volverá a


mirarme, como siempre, entre las hojas muertas.

42
Hojas secas, nieve

Ayer por la noche ha caído nieve pero el otoño aún no ha


terminado. Ahora viven juntas sin tocarse: hojas secas, nieve.

No necesito oídos de escuchar ni ojos de ver. Estoy


atento a esa pareja extraña que durará lo que una noche
o a lo sumo dos. ¿De quién

es el silencio?
La nieve
impone su blancor sobre las hojas, derrama su luz sin
esperar respuesta. Las hojas

sobresalen, tímidamente se encarrujan y son arrastradas


por el viento que las deja como un don sobre la nieve.

Extraña pareja. Hojas secas, nieve.

43
Ojos ciegos de ver

Saber y soñar. Dos filos de una misma insondable piedra, dos


deseos amarrados: espalda con espalda y ojos ciegos
de ver. Sabios y aturdidos.
La noche trae su claridad, el día nos la niega. Así es
siempre, ¿no, Casandra?

Para decir algo nuevo hay que mentir y olvidar luego la


mentira.

Acariciarla entre alba y crepúsculo como un


tigre en la memoria de los días que quedan.

Y tener la esperanza. Aunque sea inútil. Tener la esperanza.

44
Recuerda cuerpo

Los ojos que te miraban. Los oscuros ojos que te miraban.


La sangre enardecida sobre el papel
pintarrajeado de estrellas. El hijo

del hombre imparte adivinanzas en el templo. Nunca

supe la respuesta. Bajo su sombra he vivido, bajo sus


ramas entendí que lo mío era callar.

Recuerda. Una bandada de pájaros huyendo y de nuevo el


placer con sus mañanas y sus costas, su avidez

de muerte. Sus ojos que te miraban.


Que no te mirarán más.

45
No tengo ruiseñores en el dedo

Deja el aire su aliento. Brilla bajo una luz más pura. La


lengua se condena a la voz y así nos sobrevive: húmeda y
silente con sonidos de pájaros aullando, como barco perdido
en un mar de palabras. No

sé qué cantar. Soy los otros. Espero que los otros sean
yo. Como los árboles. No sé qué cantar.

No tengo ruiseñores en el dedo.

46
Poema de amor con rostro oscuro
J’ aurai dans mes mains ton visage obscur
Yves Bonnefoy

1
cómo llamar este poema lo llamaré fluir de aposentos lo
llamaré estrépito de frondas poema de amor con rostro
oscuro hermoso título alguien no sé quién me dice
cuídate de los significados no busques verdad detrás de la
belleza aprende a respirar con la mirada en una galería de
arte una mujer de ojos tristes devora ratas devora
picassos duerme en cuartos de hospital escucha esta
historia érase una vez una princesa bah la muerte no
tardará en aparecer la muerte sus ojos azules sobre mi
plato vacío

2
nunca sabrá quién soy es ciega y aborrece las miradas le
ofrezco una hoguera un puñado de nieve le ofrezco
una rosa cortada ¿ahora de qué hablamos? hablemos
del cielo hablemos del miedo esta noche habrá
tormenta mejor caer y nunca levantarse cómo le
pregunto y desaparece no sé si volverá sin embargo
espero con mi diente de leche con mi vieja colección
de estampillas con mi hoja de afeitar y un espejo de
noche viene me susurra al oído eres único me dice en
un millón de años sabré su verdadero nombre su
rostro oscuro pleno de cielo pleno de miedo

3
¿por qué escribo esto? pupila incandescente soy un cisne
sueño morir en tu sueño en una caja donde arda el infierno

47
donde todo enceguezca la tormenta nada dice es muda
debiste haberme mirado aquella vez los viñedos florecían las
vacas pastaban yo era feliz tú eras feliz la transparencia del
enigma entibiaba el café la disección del mito la muerte de
cualquier teoría soy un cisne mi sueño es morir en tu sueño
¿por qué no me miraste?

4
los estudiantes preguntaron el significado del dolor con
una hoja de afeitar le corté el dedo a una muñeca no
hubo sangre no hubo parpadeo dije esto es el dolor

5
simultáneamente leo y escribo es lo justo las montañas
aprueban por exceso la noche cierra un ojo con el otro me
contempla no hay nada alrededor hay flores de plástico
purgatorios a punto de cerrarse y puertas y ventanas la luz se
impacienta el tiempo destruye los relojes ¿puedo hablar? no
es necesario las páginas arden tu lámpara se quema yo me
desnudo dejo que el frío encienda mi pene

6
ahora arribo a la parte más difícil del relato a la parte donde
hablo de marsopas y delfines la mujer de ojos tristes vomita
ratas en el excusado yo hablo de mi deseo no quiero que lo
sepa diré solo una palabra rozaré apenas su cabello y si huye
ah las palabras perdidas las habitaciones oscuras cada cual
con su estertor de pájaros cada cual remontando su vuelo la
mujer cierra los ojos penétrame dice he olvidado tu nombre
no tengo ningún nombre de lo más alto de la cama un dios
observa su cuerpo herido me dice cuánto me desea

48
7
sombrío ven cuando quieras arderé en tu memoria quemaré
tu lengua cualquier desorden tendrá cabida en tus sentidos
cualquier gesto alegoría en nuestras manos tengo para ti un
cuaderno un vaso de agua peces muertos le dije sombría
adoro los cuadernos espero cada noche un vaso de agua en
mi lengua peces muertos son delirio los estudiantes
preguntan qué es delirio me abro la camisa y les muestro tus
senos esto es delirio

8
fluir de aposentos desbordados es hora de jugar tú eres
sombra yo soy luz tú lames mis heridas yo me hundo en el
relámpago en las dos oscuridades donde duermes donde
espero la palabra humo es la palabra mañana tu cuerpo y mi
cuerpo cantarán y habrá otra vez un bosque desplegándose a
mis ojos una persiana abierta un manantial de ángeles sobre
la ropa sucia cuéntame algo cualquier cosa lo importante es
despertar y no ceder al sueño se pudren los amores felices se
pudren los amores desgraciados adiós me dice adiós hay
heridas y flores en sus manos

9
dejar vagar el cuerpo no el amor en otros cuerpos así
comienza el exilio la expulsión violenta una luz muy
hermosa agoniza en los escombros nadie puede verlo el
hielo es engañoso cuando brilla el cielo un pasado
irrevocable una voz que lastima una voz que no llega

10
inquieta la geometría del mármol bajo sus pies la
metáfora buscada es un ciclón azul la callecita oscura la

49
tumba de cualquier proyecto aunque nada lo impida
podemos ser felices pero aquí no hay nadie solo yo y las
palabras los viajes a destiempo los buses escarlata su luz
recuerdo oscurecía el dolor y sin embargo se fue la
seguí hasta perderla nadie me enseñó a perder un deseo
nube violeta cubre mi cuerpo los estudiantes preguntan
qué es un cuerpo dibujo en el aire una palabra la palabra
estalla y cae al suelo les digo esto es un cuerpo

50
Lo que dice el canto de los pájaros
Para Virginia y Víctor Vich

ma una storia non dura che nella


cenere e persistenza è solo l'estinzione

Eugenio Montale

1
escoge el sueño lastimado donde arden los cuerpos o esa
voz que resiste al tiempo y a la trituración de los huesos
ella pidió la inmortalidad pero olvidó pedir la juventud su
carne se fue apagando hasta convertirse en polvo su voz
resurge desde la arena dispersa todo es signo me dice el
hierro candente de antiguas batallas las aves que anidan
alrededor de la carroña los perros que ladran de espaldas
a la luna

2
sobre el césped un payaso hace su pantomima inútil simula
arrojar a lo lejos una piedra y cae atravesado por un ciego
resplandor la palabra corrompe ese ciego resplandor el
hálito de vida que nos mantiene aferrados a un cuerpo a
una isla solitaria en medio del mar todo es signo repite la
piedra cae sobre mi espejo lo destroza en millones de
fragmentos regados en la playa como restos del naufragio

3
hace años soñé este poema llevo conmigo su dolor su
leyenda de barro deshaciéndose a mis pies construyendo
un jardín cerrado y absoluto era tan joven amaba la belleza

51
su piadosa servidumbre leyéndome cartas en la nieve
diciéndome al oído que escriba pidiéndome que vuelva

4
su cuerpo era un río de noche inundaba el dormitorio
me ahogaba en las palabras decía qué arduo respirar en
cada verso transitar su sombra su bosque impenetrable
yo escuchaba sus ojos su quebrada voz cantando tras la
lluvia tras las piedras remotas y azules del acantilado

5
un leopardo bajaba cada noche hasta mi cama velaba
mi sueño lamía con cuidado mi rostro seré tu máscara
decía y me arrastraba por calles malolientes en busca
del amor yo borroneaba cientos de cuartillas rogaba en
tinieblas su ansiado resplandor pobre y suntuoso
lamento su fuerza hubiera derrotado ejércitos
derribado murallas conmovido el más seco y oscuro
corazón

6
cuando al fin llegó trajo consigo todas las flores del mundo
con ellas debí construir un lecho un barco que supiera
navegar a la deriva pero olvidé las palabras ¿no tenía ya lo
concedido? la lluvia golpea no porque es la lluvia sino porque
es monótona mejor las olas que mueren al contacto con la
orilla el violento remolino que devora peces y estrellas en un
horrendo afán

7
a la mañana siguiente hubo neblina era comienzos de
verano siempre hay neblina cuando comienza el verano se
introduce por los techos por debajo de las puertas estropea

52
la ropa las sábanas las toallas luego se va y aparecen los
pájaros qué anémicos los pájaros nunca saben qué cantar no
me dice no sabes escucharlos es como hundirse en una ola
siniestra como dejarse arrastrar por caminos sin orillas sin
los reconfortantes bordes de la cama recuerda el frío los
barrotes verticales de hierro la muerte del lenguaje la muerte
esplendorosa del amor

8
el amor es un puñal sombrío que afila cada noche su hoja
interminable solo sabemos de su filo en el placer y el dolor
entre ellos vivimos a tientas esperando la revelación aquella
tarde vi el cuerpo de la diosa ardiendo de placer en el barro
se dejaba tocar por oscuros camelleros se retorcía de gozo
ante la vista de un avergonzado amante de noche no dormí
taché una por una las palabras las arrojé al canasto las olvidé
para siempre

9
un sombrío lucifer descendió sobre mi cama es hora me dijo
recoge tus maletas restregándome los ojos vi entre sueños
su fulgor sus alas mutiladas y negras de cansancio quién eres
pregunté no puedo recordar tu nombre yo soy quien
esperas dijo y se fue sacudiendo sus cenizas sus restos de
naufragio

10
al alba el hielo se derrite los pájaros celebran el sol ellos lo
saben nada inmóvil hay sobre la tierra nada salvo tu ojo su
rumor hialino que ve pasar el agua los enigmas que a nadie
le interesa descifrar por qué escribes eso le pregunto hemos

53
leído tantas páginas compartido tanta nieve tanta soledad
mira las piedras duermen sobre cualquier imperfección sobre
cualquier teoría ellas lo saben nada hay sobre ti nada sobre
mí solo un viejo poema solo pájaros cantando

54
Otro poema doméstico

Y bien, aquí estamos de nuevo. Yo, sentado frente


al ordenador, sin bañarme. Tú, como siempre,
detrás de la pantalla, haciéndome gestos en la
música, nadando en el café ya frío. Por la ventana
veo caer la nieve. No le presto atención, hace
tiempo dejó de ser metáfora.
Pronto volverá Jannine de la universidad. Si en
diez minutos no apareces me iré a tender la
cama, a darme una ducha, a calentar el
almuerzo. Tal vez entonces te vea dormida
entre las sábanas, en las gotas que resbalan en la
cortina del baño, dejando mensajes en la borra
del café. Ya lo sabes:
si te escondes, bien; si vienes, bien. La paciencia es una
virtud que se gana con los años. Cuando llegue Jannine
le diré que he perdido la mañana. Me dirá sonriendo
que no importa, y será suficiente para volver a
empezar. Lo malo de la poesía
—dijo Billy Collins— es que anima a escribir más poesía.

55
Mientras el lobo está

Junto a la blanca pared que separa el mundo de los locos del


mundo de los cuerdos corre una avenida. Y al frente otra
pared (también blanca) que separa a los huérfanos del
mundo de los que se criaron con papá y mamá. Siempre supe
cuál era mi mundo, pero al recorrer esa avenida pienso en la
fragilidad de esa separación, por lo demás tan metafórica. Mi
padre murió hace siete años, pero el recuerdo todavía me
persigue. Todo por un comentario casual de mi madre.
Nunca supe cuál era su mundo, no sé si podría describirlo.
La extraña arquitectura art nouveau, pabellones elegantes
comidos por la niebla, jardines raquíticos con sabor a sal.
Los niños a un lado, las niñas a otro. Y el invisible mar
reventado en el desfiladero. Detrás de una columna veo a un
niño. No se anima a acercarse, solo aprieta los puños y mira
jugar a la ronda mientras el lobo está.

56
A la mañana siguiente

Desde que nos casamos hasta ahora he reducido a dos las


cucharadas de azúcar que le echo al café. ¿Antes cuántas
eran? Tonta pregunta. Como cualquiera que invoque
aquellos años que vuelven sin piedad para cobrar lo suyo. La
diabetes es cosa de familia, sí, pero hay que cuidarse. Con el
colesterol igual, y el pobre corazón que de tan grande falló a
quienes más quería. Los poemas que escribí para ti los
repiten jóvenes que llegaron a la edad de nuestros hijos. Los
colores, que antaño daban forma a los crepúsculos, sirven
ahora para identificar pastillas, las marcas imborrables que
nos deja el tiempo. Por suerte las mañanas insisten en el
gozo de mostrarte: te bañas, te secas el pelo, eliges la ropa
que usarás durante el día y te miro con el rabillo del ojo (que
cede cada vez más a la presbicia). Y el tiempo pasa sin
hacernos más sabios. Pronto cumpliremos la edad de
nuestros padres. Pronto nos convertiremos en nuestros
propios hijos.

57
Arreglo de cuentas

Desde hace cuarenta años (cuarenta y siete para ser más


exactos) te sigo como el animal a su presa. Aunque si
pudieras leer te reirías: tú has sido siempre el animal y yo la
presa. Pero entonces no me habían asignado ningún nombre,
era solo un número de cuarto y las cosas aquello que la luz
decidía. Y esa luz pudo apagarse (como aún hoy lo sigue
haciendo). Tú en cambio tienes nombre de prosapia, y un
apellido que disfrutan las artes más gloriosas. La pintura por
ejemplo. Viajaste a tus anchas por mi cuerpo, intentaste
destruirlo, pero no hiciste un buen trabajo: el fastidio que me
queda es imperceptible. Ahora estamos en igualdad de
condiciones. Los tuyos siguen dando vueltas por ahí, pero ya
no me importa. No pueden hacerme ningún daño.
Preguntarás por qué te sigo. No es tan simple. Te debo el
milagro de la música, te debo el pudor ensimismado que
algunos confunden con desdén. Te debo el amor por el
silencio y el amor por las palabras.
Ahora ya lo sabes. Te sigo porque nunca te quise.

58
La salud de los poemas

«La salud es el silencio de los órganos», dicen los tratados


médicos. Su sabiduría contempla en el dolor un lenguaje, un
cuerpo vivo que se queja y sufre. Todos tenemos una oscura
cicatriz que disimula un viejo y renovado dolor. Sé de
jóvenes que se hieren a propósito. Hartos del silencio se
queman, se mutilan, se hacen incisiones. Es su modo de estar
vivos, de recuperar el tono de su cuerpo, de sentirlo suyo y
escucharlo alguna vez hablar. Mientras veía fotos de esos
jóvenes pensaba en los poemas. En su modo tan cruel de
hacernos recordar que son lenguaje. Un cuerpo lleno de
incisiones, cortes, quemaduras, donde siempre hay alguien
que nos habla. Aunque se quede callado.

59
Círculos cerrados

Con los años uno espera que los círculos se cierren. Una
noche sin dormir puede ser la clave, un simple descuido y
todo empieza a encajar: el azul se reconcilia con el rojo, el
rencor infantil con el amor correspondido, el antiguo desdén
con la más loca pasión. Los círculos sonríen y giran como
aspas sin esperar respuesta. Pero la pasión reclama su
veneno, el rojo hace lo suyo y el rencor infantil asoma con
crudeza, justo cuando nos alegrábamos de llegar a viejos. Ah,
los círculos cerrados. Ellos se dibujan en la frente, se hunden
en la carne y brillan como el aura de los santos en las viejas
pinturas. A menudo veo círculos cerrados. Me inquieta su
vana geometría, su terca y vacilante redondez. De nada sirve
abrir los ojos, afilar las puntas. Ellos actúan por su cuenta,
les somos tan indiferentes. Todos esperamos que los círculos
se cierren. Ellos nos ahogan cada noche. Y al día siguiente
nos rescatan.

60
Noche sin dormir

Si voltea al otro lado de la cama el otoño adquiere actitudes


de felino. Turbias las hojas empiezan a caer y caer como
garras. Hay mordiscos entonces hay resecamiento, árboles
que se mecen con violencia. Y un poco de tos. Amarillo es
inevitable. Ciertos rojos que avanzan, ciegos, hacia la
madurez. Si volteo me escuchará roncar. Manchas dispersas
de verdor. De pronto vacas en un establo, bloques de hielo
donde navegan los osos. ¿Invierno? Verdor dije. (Estoy un
poco confundido). Al otro lado de la cama el verano agobia.
Nubes de insectos sobre la tela metálica. Azul cobalto. Nadar
en el trópico es un lujo: sobrio el mar lanza botellas, naves
absurdas, severos códigos. Mañana es frágil. Un cuadro al
que le faltan líneas y le sobra color. Te falta primavera.
Cuando ella amanece es primavera.

61
El día en que perdimos a Plutón

Le seguía en orden a Saturno (el que devoraba a sus hijos) y a


Urano (la bóveda del cielo). Después de él no había nadie: la
canción se terminaba y otra vez comenzaba el silencio. Era
divertido memorizar planetas. Entonces eran nueve (ni más
ni menos que las musas) y con un modesto telescopio se
podían ver algunas noches. Pero Plutón era imposible. Su
reino era el Hades. Allí vivía, refunfuñando en un planeta
que nadie se atrevía a visitar. De niño lo imaginaba gigante y
barbudo, el más celoso e implacable guardián de los
infiernos. Por algo decían que no era buen tipo. Su luna era
Caronte y además le había hecho esa maldad a Proserpina.
¿Qué era eso de raptarla y dejarnos en la blanca miseria del
invierno? Los astrónomos son gente vengativa. Su reino
duró apenas unos años, casi los mismos que vivió mi padre.
El día en que perdimos a Plutón las tiendas abrieron como
siempre. Hacía un poco de frío.

62
Cicada orni

Por culpa de la fábula tengo mala prensa.


No quiero restarle méritos a la hormiga (que los tiene y
muchos), pero la historia no me hace justicia. Muchos han
acudido a defenderme. Sostienen que mi canto y mi
vagabundeo son útiles, que hasta la hormiga se solaza
conmigo en el invierno. Comprendo que se trata de una
fábula, que mi canto no merece ninguna recompensa, que
soy alegoría de la conducta humana. La verdad es que yo no
canto. Los machos de mi especie hacemos ruido
desplazando la pared torácica de afuera hacia adentro. Se
trata de atraer a las hembras, y que las hembras nos
escuchen. Este juego es peligroso: muchos sucumben y
mueren debido a la diferencia de presión sonora. Si hubieran
sabido esto, ¿qué hubieran escrito Esopo, La Fontaine y
Samaniego?

63
Tremarctus ornatus

Soy una de las pocas especies de osos que habitan este


mundo. Tal vez la más pequeña, pero en casa me consideran
de gran envergadura. Mi casa es amplia y muy acogedora. Me
siento a gusto en las montañas, en los bosques húmedos o
secos, en las planicies andinas. Llegué aquí empujado por los
fríos del norte, eso fue hace dos millones de años. Arriba se
quedaron mis parientes: el grizzly, el oso negro, el oso polar
que se adaptó tan bien al frío. Nadie ha sabido explicar la
mancha amarillenta que rodea mis ojos. Tal vez sirva para
reconocernos y multiplicarnos. Pero es inútil. Apenas
quedamos 18,000 en toda Sudamérica. En pocos años no
seremos más que un recuerdo. Un artículo elegiaco y triste
en las páginas de National Geographic.

64
Tapirus terrestris

Nuestros fósiles datan de hace 55 millones de años. Somos,


pues, animales de respeto. Nuestros parientes más cercanos
son el rinoceronte y el caballo. Algunos incluyen también al
elefante, pero nuestra trompa es más pequeña (y menos
funcional). En el Mioceno habitamos los bosques cálidos de
Eurasia y andando, andando, llegamos a América del Norte.
Allí las glaciaciones estuvieron a punto de extinguirnos. Por
suerte se abrió el corredor a Sudamérica, y aquí estamos.
Algunos preferimos el silencio y la tranquilidad de la selva.
Otros se adaptaron a la altura de los Andes. Hay primos
nuestros en la isla de Sumatra, en Malasia, en el suroeste de
Myanmar. Se llaman tapires malayos.
Un bonito manto blanco adorna su lomo.

65
Atractaspis Corpulenta

Lenta, pacientemente, han dispuesto una cortina sobre mí.


La cortina es oscura y es densa. A través de ella pueden
verme: colmilluda y venenosa, arrastrándome en el polvo,
serpenteando entre las piedras, retorciéndome en las ramas
de los árboles. Occidente ha exagerado mi tamaño, me ha
inventado alas, la extraña facultad de arrojar fuego por la
boca. No siempre fue así. Los griegos me apreciaban como
ejemplo de renovación y de salud (así aparezco en la vara de
Esculapio) y los chinos me tienen por deidad protectora.
Pero sigo siendo atributo de la maldad y la tentación. Si el
mundo supiera que rara vez malgasto mi veneno, que nunca
tuve tratos con ningún demonio. Que a
Adán y Eva, pobrecitos, jamás los conocí.

66
Rhinoceros unicornis

Las tropas de Alejandro se asustaron al verme. Pensaron que


se hallaban frente al unicornio de los mitos. Y me quedé con
ese nombre. Tuvo que pasar mucho tiempo para maravillar a
Occidente, especialmente a sus artistas. Durero (quien jamás
me vio) me hizo un grabado en 1515. Allí parezco un
caballero medieval en su armadura, un verdadero monstruo
antediluviano. No era yo, naturalmente, pero Durero tenía
buen oído. Por algún tiempo me relevó esa imagen, pero no
por mucho. Años después, Longhi pintó en Venecia el
llamado “Vero Ritratto di un Rinocerotto”. ¿Alguien
recuerda esa pintura? Un rinoceronte devora su ración de
heno mientras los curiosos apenas se fijan en el espectáculo.
Uno lleva un cuerno y un látigo, otro fuma distraído una
pipa, un tercero se cubre ostentosamente la nariz. Un ojo
adiestrado notará detrás del rinoceronte un montículo de
estiércol. Lo que queda del arte, las sobras del mito.

67
Somniosus microcephalus

Hasta hace poco muchos ignoraban mi existencia. Y yo lo


entiendo. Mi hábitat es el océano ártico, mi casa los abismos
polares. Soy un tiburón boreal, conocido como tiburón de
Groenlandia. Mi aparición causó revuelo en la comunidad
científica acostumbrada a ver tiburones en el trópico (y en las
películas de Spielberg). ¿Qué hace un tiburón en esas aguas
tan heladas? Lo que vengo haciendo desde hace millones de
años: sobrevivir. Y no la tengo fácil. A pesar de mi tamaño
soy un pez lento, la comida no es siempre disponible, soy
presa fácil de aventureros y pescadores. Además soy ciego:
un pequeño crustáceo vive instalado en mi córnea y se
alimenta del tejido ocular. Suena terrible, pero no lo es tanto.
El crustáceo es luminiscente y hace que mi ojo brille en la
oscuridad. Así atraigo mis presas: pececillos, pulpos,
calamares. Si tengo suerte alguna morsa, alguna foca.

68
Bradypus tridactylus

Si los españoles hubieran preguntado a los nativos quién era,


nunca me habrían llamado perezoso. Ignoraban que poseo
varios nombres. Mencionaré el que más me gusta: Kupírisi,
que significa “Estrella del Sol” por la mancha amarilla que
los machos llevamos en la espalda. Los indios piensan que
esa mancha es fruto de un incendio causado por la caída de
mis heces. Por esa razón, aunque vivo entre los árboles, bajo
a tierra cuando quiero defecar. Lo hago lentamente porque
mi metabolismo es lento: mi estómago posee bacterias
simbióticas que descomponen las hojas duras del ambay. Los
indios pensaban que me alimentaba de aire, por eso me
situaron en el Mundo Superior. Cuando la Estrella Perezoso
desciende a tierra yo la anuncio con un grito: ¡Ya se acerca al
horizonte Kupírisi yuman!

69
Struthio camelus

Aristóteles pensaba que era un híbrido de gorrión y de


camello, ¿Yo qué le iba a responder? Era una voz autorizada,
la voz de la verdad y la ciencia. Y por siglos me quedé con
ese nombre. La religión y el mito no hicieron nada por
librarme de mi condición monstruosa. No los culpo: soy
enorme, no alzo vuelo, mis pezuñas son hendidas, mi alto
cuello desnudo de plumas. Y para colmo tengo pestañas,
igual que los cuadrúpedos. Me presto, pues, a las más
extravagantes invenciones (que devoro hierro ardiente, que
incubo mis huevos en la arena, que oculto la cabeza ante el
menor peligro). La religión fue todavía más dura: cuando Job
lamenta sus desgracias dice: “Parezco hermano de chacales,
amigo de avestruces”. ¿Tengo yo algo tenebroso, algo
demoniaco? Hoy la ciencia es más neutra, pero no más
compasiva. Grupo: rátidas. Carne: roja y comestible. Altura
máxima: tres metros.

70
Lo que mi padre quiere realmente de mí

1
Anoche tuve un sueño. Acompañaba a mi padre por un
camino de tierra. Los dos íbamos a caballo y apenas
cruzábamos palabras. A lo lejos se veía la sombra de unos
sauces, las luces de un pueblo desconocido y remoto. De
pronto, mi padre detuvo su caballo y preguntó si yo sabía a
dónde íbamos.
Le contesté que no. Entonces vamos bien, me dijo.

2
Los caballos del sueño sabían de memoria el recorrido.
Era cuestión de abandonar las riendas, de dejarse llevar.
Eso me causaba un poco de aprensión, incluso un poco
de miedo.
Mi padre, en cambio, parecía muy tranquilo. Pensé, parece
tranquilo porque está muerto.

3
Aquí es donde vivo, dijo como si me quitara una venda.
Fue muy poco lo que vi. Solo un páramo de piedras,
remolinos de arenisca, huesos de caballos amarillos.
¿Qué te parece? No supe qué decir. Tenía sed y me
dolía un poco la garganta. Es un lugar hermoso, dijo,
pero a veces me gustaría regresar. ¿Por qué no regresas,
entonces?, pregunté. Porque es más fácil que tú vengas
me dijo. Y desapareció.

71
Poema con pájaros y Ciclamen
Para Jocelyn Siler y Jerry Fetz

1
Tres pájaros cruzan por el bosque. El
primero se llama poesía. Llena el
mundo de silencios, le gusta la
expresión hijos, suelta en el aire su
simiente, su canción muda para quien
sepa escucharla. El segundo se llama
pensamiento. Llena el mundo de globos
y palabras, le gusta la expresión vigilia,
discrepa del ritmo pero sabe ordenarlo,
aletea en un charco de luz, pero no
canta. El tercero se llama memoria. Le
gusta la expresión relieve, rasga en su
vuelo un telón de sombras, agita sus alas
entre el sí y el no. Se lanza al vacío con
los ojos vendados.

2
Ciclamen, llamado también violeta persa.
Propio de los meses fríos. La fragilidad
es su belleza. Así ha sobrevivido, como
la luna en una cacerola de bronce, como
el lienzo cuando rechaza el color. Tres
pájaros lo rodean, hunden su pico en el
tallo, parlotean en diferentes idiomas.
Luego se marchan hacia qué confines.

72
3
Lo aprendí de los pájaros: indefensión es un estado del alma.
Lo aprendí del ciclamen: indefensión es una estratagema del
cuerpo.

73
Poema olvidado en el asiento de un taxi

1
La palabra es proliferación. Donde se oculta la rosa hay
proliferación. Donde se tiñe la sangre hay proliferación.
Donde pulula el miedo hay proliferación. Donde se alquilan
películas mudas hay proliferación. Donde pastan los bisontes
hay proliferación. Un niño juega en la puerta giratoria del
hotel. Tendrá miedo a la quietud, tendrá miedo al reposo. En
su juego hay proliferación. En sus ojos infantiles y ciegos hay
proliferación.

2
La palabra no es proliferación. La palabra es copia. Un hijo
deforme es copia. Un copo de nieve es copia. Un barquillo
de helado en el invierno es copia. La división celular es
copia. Cualquier desafío es copia. Un pez dorado salta fuera
del estanque. Los niños miran y aplauden. Agradecido, el
pez repite la acrobacia y los niños vuelven a aplaudir. El pez
dorado es copia. Aplauso es copia.

3
¿Qué quiere decir donde se tiñe la sangre? No lo sé. Alguna
sangre es blanca y debe ser roja. Como el color en las
películas mudas, como bisontes pastando indiferentes a lo
largo de tu cuerpo. El taxista prefirió cambiar de tema.
Habló del clima, de la subida de los precios, de la falsa
honestidad de los políticos.

74
4
Un niño juega en la puerta giratoria del hotel. No le importa
la mirada severa de sus padres, tampoco el espectáculo del
pez. En cada vuelta el niño se transforma en otros niños. El
espejo favorece esa visión. El niño multiplica al niño sin
miedo a la luz, al afuera nevado y un poco salvaje. Al interior
que lo reclama y lo protege.

5
“Vivir de nuestra vida”. Suena afectado y suena falso. Me
gustaría saber quién vive de nuestra vida. Hay células que
escapan a cualquier regulación, que rompen el circuito y se
lanzan a husmear en los callejones del cuerpo. La policía
las persigue con armas y con perros, pero nunca las
alcanzan. Los perros están bien entrenados. Veo sus ojos
enrojecidos por la sangre, su baba espumosa colgando del
bozal. El taxista se ha perdido. Nos pide disculpas. Dice
que muy pronto llegaremos, que el hotel está muy cerca.

75
Procedencia de los poemas

El equilibrista de Bayard Street, Raritan Blues, Invernal, Conejos de


río, Derrota del otoño, Sueño con sirenas, La lluvia; de: El equilibrista
de Bayard Street. Lima: (“Colmillo blanco”, 1998).

Borroneando cuervos, San Franciscan Nights, Rumor del


Susquehanna, Good-Bye Yellow Brick Road, Razones para escribir
poesía, Égloga en la calle Berlín, El milenio está a punto de acabarse;
de: Abecedario del agua. Valencia: (“Pre-Textos”, 2000).

Der Musikalischer Tugendspiegel, Brandenburgische Konzert Nº 2,


Rhapsody in Blue, Gnossienes, Apollon Musagète; de: Breve historia
de la música. Madrid: (“Visor”, 2001).

Bisontes, El color de los atardeceres, La casa del cuerpo, Okapi herido


de muerte, El gato y la luna, Para llegar a Missoula; de: Escrito en
Missoula. Valencia: (“Pre-Textos”, 2003).

Un perro mojado de rocío, Para que nadie lo lea, En el miraje de tu


vientre, Alguien quiere cantar, La herida, Moon of the Falling Leaves,
Hojas secas, nieve, Ojos ciegos de ver, Recuerda cuerpo, No tengo
ruiseñores en el dedo; de: No tengo ruiseñores en el dedo. Valencia:
(“Pre-Textos”, 2006).

Poema de amor con rostro oscuro, Lo que dice el canto de los pájaros; de:
Humo de incendios lejanos. México: (“Aldus”, 2009).

76
“Otro poema doméstico”, “Sin ninguna piedad”, “Mientras el
lobo está”, “A la mañana siguiente”, “Arreglo de cuentas”,
“La salud de los poemas”, “Círculos cerrados”, “Noche sin
dormir”, “El día en que perdimos a Plutón” (De: Mientras el
lobo está: Madrid: Visor, 2010).

“Cicada orni”, “Tremarctus ornatus”, “Tapirus terrestris”,


“Atractaspis corpulenta”, “Rhinoceros unicornis”,
“Somniosus microcephalus”, “Bradypus tridactylus”,
“Struthio camelus”. (De: 35 lecciones de biología (y tres crónicas
didácticas). Granada: Valparaíso, 2013).

“Lo que mi padre quiere realmente de mí”, “Poema con


pájaros y ciclamen”, “Poema olvidado en el asiento de un
taxi”. (De: Medicinas para quebrantamientos del halcón. Valencia:
PreTextos, 2014).

77
Eduardo Chirinos
Biografía breve

Eduardo Chirinos (Lima, Perú, 1960) es poeta, ensayista,


traductor y autor de cuentos para niños. Sus libros de
poesía son Cuadernos de Horacio Morell (1981), Crónicas de
un ocioso (Premio Municipalidad de Lima, 1983), Archivo
de huellas digitales (Premio Copé, 1985), Rituales del
conocimiento y del sueño (1987), El libro de los encuentros
(1988), Canciones del herrero del arca (1989), Recuerda,
Cuerpo… (1991), El Equilibrista de Bayard Street (Premio
El Olivo de Oro, 1998), Abecedario del agua (2000), Breve
historia de la música (Premio Casa de América de Poesía,
Madrid, 2001), Escrito en Missoula, (2003), No tengo
ruiseñores en el dedo (2006), Humo de incendios lejanos (2009),
Mientras el lobo está (XII Premio de Poesía Generación del
27, Madrid, 2010), 35 lecciones de biología (y tres crónicas
didácticas) (2013), Medicinas para quebrantamientos del halcón
(2014), la antología personal Catálogo de las naves 1978-
2012 (2012) y Reasons for Writing Poetry, antología vertida al
inglés por Gary J. Racz (Londres, 2011). Desde 2000 reside
en Missoula, donde se desempeña como profesor de
literatura hispanoamericana y española en la Universidad
de Montana.

78
Índice

El equilibrista de Bayard Street 3

Raritan Blues 5

Invernal 6

Conejos de río 7

Derrota del otoño 8

Sueño con sirenas 9

La lluvia 10

Borroneando cuervos 11

San Franciscan Nights 12

Rumor del Susquehanna 13

Good-Bye Yellow Brick Road 14

Razones para escribir poesía 15

Égloga en la calle Berlín 16

El milenio está a punto de acabarse 17

Der Musikalischer Tugendspiegel 18

Brandenburgische Konzert Nº 2 23

Rhapsody in Blue 25

Gnossiennes 28

79
Apollon Musagète 29

Bisontes 31

El color de los atardeceres 32

La casa del cuerpo 33

Okapi herido de muerte 35

El gato y la luna 36

Para llegar a Missoula 37

Un perro mojado de rocío 38

Para que nadie lo lea 39

En el miraje de tu vientre 40

La herida 41

Moon of the falling leaves 42

Hojas secas, nieve 43

Ojos ciegos de ver 44

Recuerda cuerpo 45

No tengo ruiseñores en el dedo 46

Poema de amor con rostro oscuro 47

Lo que dice el canto de los pájaros 51

Otro poema doméstico 55

Mientras el lobo está 56

A la mañana siguiente 57

80
Arreglo de cuentas 58

La salud de los poemas 59

Círculos cerrados 60

Noche sin dormir 61

El día en que perdimos a Plutón 62

Cicada orni 63

Tremarctus ornatus 64

Tapirus terrestris 65

Atractaspis Corpulenta 66

Rhinoceros unicornis 67

Somniosus microcephalus 68

Bradypus tridactylus 69

Struthio camelus 70

Lo que mi padre quiere realmente de mí 71

Poema con pájaros y Ciclamen 72

Poema olvidado en el asiento de un taxi 74

Procedencia de los poemas 76

Eduardo Chirinos 78

Biografía breve 78

81
Una de las características fundamentales del
Festival Internacional de Poesía de Costa Rica, organizado
por la Fundación Casa de Poesía, es la publicación de una
antología personal de cada uno de los poetas invitados. Esto
nos ha dado la oportunidad de brindar al país la obra escrita
de más de 195 importantes poetas de todo el mundo.
Este festival es organizado por poetas, talleres literarios y
escritores del país, trabajando en cada una de las sedes:
Alajuela, Belén, Cartago, Ciudad Colón, Guanacaste,
Heredia, Limón, Monteverde, Pérez Zeledón, San José,
Tortuguero, Turrialba, CAI Reforma y CAI Buen Pastor.
Agradecemos al Ministerio de Cultura, a la Universidad de
Costa Rica, a sus sedes regionales y al SIEDIN-UCR, a la
Universidad Nacional, Ministerio de Educación y al
Ministerio de Justicia por su apoyo incondicional.
Agradecemos a todas las personas y patrocinadores que
hacen posible este gran proyecto, ayudándonos a compartir
la poesía y descentralizar la cultura. A los jóvenes,
estudiantes y personas de todas las edades que asisten a las
actividades del festival.
Las ilustraciones de las portadas de la presente Colección y
la ilustración del Afiche son creaciones del gran artista
plástico y pintor nacional Cali Rivera, a quien agradecemos
el privilegio de llenar de color y contenido las portadas de
esta colección y regalarles a los poetas del mundo que nos
acompañan en este XIII Festival de Poesía, una muestra de
su obra.
Este libro se terminó de imprimir en el mes de octubre del año 2014 en
la Sección de Impresión del
SIEDIN-UCR.
San José, Costa Rica

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