Literatura y Gran Ciudad. Ernerto Volkening (2015)
Literatura y Gran Ciudad. Ernerto Volkening (2015)
Literatura y Gran Ciudad. Ernerto Volkening (2015)
SISTEMA DE BIBLIOTECAS y otros textos (uno sobre la ciudad, excepcional), algunas veces
Somos el Alma de la Universidad temas tratados por primera vez en nuestra cultura, rasgos ele
Sistema ele Bibliotecas · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ·
·wols
Mayo de 2015
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paupérrimas gentes, pasando en seguida por las barriadas de ca- la llamada literatura de la gran ciudad a la cual nos referimos
rácter medio proletario, medio pequeüoburgués con su plétora hablando ele su variante latinoamericana, y que se elevará a la
de tenduchas, talleres y tabernas, atravesando luego el centro de altura del arte cada vez que, dejando ele ser mero reflejo del me-
la ciudad ocupado por altas torres de concreto y cristal, edificios dio, llegue a trascenclerlo en un acto transfiguraclor. Sin duela, la
de bancos y compaüías de seguros, tiendas de lujo, hoteles y transfiguración nace siempre ele una especie ele ensalzamiento
restaurantes de fama, hasta llega1~ por último, a las fincas de romántico, luego se extravía un rato en la minuciosidad ele la
los ricos rodeadas de apacibles jardines en el extremo opuesto descripción naturalista, y por último culmina en una extraüa
de la urbe, cuya estructura se le habrá presentado al transeúnte metamorfosis, sea ele naturaleza mágico-transmutaclora, sea ele
en su recorrido a modo de corte longitudinal. ínclol~ mítica, o en la fusión ele tales elementos.
Supongamos, además, que nuestro infatigable trotacalles es un Ya que se trata ele distintas fases evolutivas, cada una ele las
hombre de cierta sensibilidad e imaginativa: No cabe duda de cuales tiene su ubicación precisa en el acaecer literario, parece
que experimentará entonces algunas sensaciones raras entre las ineludible un breve resumen histórico que abarque el escena-
cuales quizá se destaque un sentimiento de tristeza y soledad, rio europeo y a sus actores principales, sobre todo en vista ele la
incluso cierta propensión a perderse en la vastedad del espacio, creencia, tan errónea como ampliamente difundida ele que la gran
a disolverse en la pura N a da, como la enternecedora silueta ciudad fuera introducida en la literatura por el naturalismo.
de Charlot, el eterno viandante, que cuanto más se aleja de Habrá lectores que, tal vez con buenas razones, se nieguen a
nosotros en la carretera, más diminuta, más frágil y desleída se seguirnos cuando afirmamos que en La Celestina ele Rojas ya se
vuelve antes de desvanecerse por completo. Y a esa melancolía siente el aliento ele las grandes urbes, el peculiar aroma de una
tan dolorosa como indefinible se asociará, cual complemento gran ciudad mediterránea del Medievo tardío con sus complejas
emotivo, aquel patetismo salvaje y grandioso con su sustrato condiciones ele vida, el contraste entre un patriciado ele ricos
ele peligro, muerte y destrucción apenas tangible, si bien om- mercaderes y el abigarrado bajo mundo ele lacayos, alcahuetas,
nipresente en la imagen ele las graneles ciudades. putas, cabrones, pícaros, matones tan similares, por muchos
8 respectos, a quienes poblaran el bullicioso París del siglo xv 9
Si la sola experiencia ele los cambios estructurales ele una calle ya
no puede determinarse ele un modo estrictamente cuantitativo, evocado por Fran<_;ois Villon en toda su pintoresca mezcolanza
verbigracia por el monto ele capital invertido en cualquiera ele ele codicia, voluptuosidad, astucia y puüalaclas asestadas en
sus sectores, aún menos alcanza semejante vara a medir el grado lóbregos rincones. Mas aunque se rechace la aseveración califi-
ele intensidad o juzgar la naturaleza misma ele unas emociones cándola ele anacrónica, fácilmente nos pondremos de acuerdo
que en el fondo solo le son accesibles al hombre nacido en la cuando se trate ele definir como metrópoli hecha y derecha
gran ciudad. Esas monótonas avenidas rectilíneas, reverberantes el escenario ele La peste y ele j\IJoll Flanders ele Daniel Defoe o
cintas ele asfalto que clan la impresión ele no llevar a ninguna aquel Londres trasplantado ele la ribera del Támesis a Venecia
parte, provocan en su misma uniclimensionaliclacl reacciones en donde se pavonea el Volpone de Ben Jonson.
propias para alterar nuestro estado ele ánimo al confrontarnos Aun así, se podría objetar que, por una parte, ni la evocación
con lo ajeno e infinito, cuya presencia se resiste al intento ele más impresionantemente realista de una urbe inmensa y
aprisionado en cifras o ecuaciones matemáticas. Precisamente, desbordante de vitalidad basta para fundar una literatura de
esa cualidad nueva, desconcertante, abrumadora aparece en graneles ciudades en la usual acepción del término, y que, por
otra parte, la época de que estamos hablando tampoco favore- preliminares, que encontramos en sus descripciones de una
cía el florecimiento de ese género literario: El barroco es una casa como la du chat qui pelote, del trabajo de un artesano o del
cultura típicamente cortesana, palaciega, según lo indica por vestido de una de sus fabulosas duquesas, el deleite que halla
sí solo el hecho de que los reyes de Francia desde Luis XIV en lo enciclopédico, en la exploración de todos los estratos so-
hasta el infortunado Louis Capet, no residían en París, sino en ciales de la urbe, sus dimensiones de profundidad y anchura,
Versalles. En fin, nos toca esperar hasta la primera mitad del sus esplendores y miserias, ya preludian el advenimiento del
siglo pasado 1 antes que se justifique hablar de la gran ciudad verismo, pero sus criaturas todavía se trascienden a sí mismas
como de un fenómeno literario propiamente dicho. Entonces elevándose al plano de lo fantástico: Nunca y en ninguna par-
sí se presenta de golpe cuanto tiene para nosotros de fascinante te ha habido los grandes solitarios que en sus buhardillas por
-y de angustioso también- el descubrimiento de lo que, algo encima de los tejados de París fraguan proyectos tan geniales
paradójicamente, pudiéramos llamar el paisaje de las grandes como irrealizables, ni facinerosos de la talla de Vautrin, ni ava-
ciudades. Ahora bien, lo nuevo y novedoso del fenómeno es de ros como Gobseck, el usurero, por no hablar del padre Goriot,
cuüo netamente francés, y se le asocian tres nombres eminentes: aquel rey Lear redivivo que aguanta lo que nadie aguantaría. El
Charles Baudelaire, Honoré de Balzac y Víctor Hugo. París de Balzac es real e irreal: una pesadilla de ciudad, nacida
En Tableaux Parisiens ya anticipa Baudelaire todos los rasgos del alma de un soüador que, convirtiendo su ensueüo en la más
que, hasta bien entrado el siglo xx, habría de configurar nues- horrenda, la más poética, la más inconcebible de las realidades,
tra imagen de la gran ciudad con sus tentaciones, sus terribles la reconstruye piedra por piedra, y a un tiempo le presta una
secretos y su melancolía inenarrable, palpitantes en la primera fisonomía distinta, más acorde con su propio intramundo.
estrofa de Les sept viellanls: Hasta en Charles Dickens, a quien solemos admirar como
Fourmillmzte cité, cité jJ!eine de rlues, maestro del realismo inglés, podemos observar algo similar. Su
Oú le spectre, en jJlein jozu; mccroche le passant.' Londres, como el París de Balzac, ostenta, no obstante el pro-
Les mysteres partout coulentcomme des seves cedimiento descriptivo llevado a extremos de "autenticidad",
10 Dans les canaux étroits du colosse Jmissant, ciertos rasgos fantasmagóricos, semejantes a un postrer cente-
11
o en el comienzo de Les petites vielles, quizá el más bello, el más lleo del romanticismo, y en Las noches blancas de San Petersbmgo,
emocionante y el más misterioso de sus poemas: en Raskolnikov, en El idiota de Dostoievski hay visiones propias
para transmutar la capital a orillas del Neva en un hada Mor-
Dan les plis sinueux des vielles cajJitales, gana hiperbórea de borrosos contornos.
Oz't tout meme l'horreu1; tounze aux enchanlements,
Je guette obéissant a mes humeurs fatales, Cuesta trabajo tender de la novelística dostoievskiana un puente
Des etres singuliers décrejJits et clzannants. al naturalismo europeo de los aüos setenta y ochenta de lacen-
Casi al mismo tiempo nos lleva Hugo a los laberintos de un turia pasada, 2 y sin embargo, tienen el ruso y un Zola en común
París calificable de metrópoli aqueróntica, y nos muestra Balzac el ser ambos hijos de la gran ciudad, el uno por nacimiento, el
su París que, mientras se sigan leyendo novelas (¿hasta cuándo, otro "por adopción", con todo lo que caracteriza a ese tipo de
amigos?) permanecerá ligado indisolublemente a su estampa hombre: la óptica peculiar y la sensibilidad nerviosa, casi mór-
de toro. Lo minucioso y pletórico, fruto de laboriosos estudios bida para los estímulos que excitan sus sentidos. Por lo demás,
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Universidad de Antioquia
¡·································································································
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imperiosa la necesidad de desandar lo andado. Ese movimiento cumbre ele James J oyce. La urbe adquiere una dimensión has-
regresivo se inició en las postrimerías del siglo xrx y las primeras ta ese entonces desconocida, más aún, se transmuta, merced
décadas del nuestro. Tras un periodo de total extraversión, de a esa ampliación del horizonte, en diosa a la vez seductora y
un abandonarse a las cosas y a la riqueza visual del mundo ex- vagamente amenazante, depositaria ele ancestrales arcanos.
terim~ la literatura emprendió el camino hacia adentro, dando
La Dublin ele J oyce es una Circe tanto más inquietante cuanto
así una vuelta redonda cuyo primer indicio fue el refinamiento más resaltan en su efigie los atributos del siglo incipiente, y
cada vez mayor en la manera de captar los procesos psíquicos, Bloom, un pobre diablo atormentado por los complejos sexua-
los cambiantes estados de ánimo, los más recónditos y sutiles les del hombre en trance ele envejece1~ mísero ejemplar ele la
pensamientos, las emociones e impulsos de la personalidad. clase media e hijo ele su época con todas las mediocridades
Pero al mismo tiempo nació una nueva óptica dando lugar a un inherentes a tal condición, ele golpe asume el papel ele Uli-
modo diferente de ver el medio ambiente que, lejos de quedar ses, del intrépido navegante que impelido por las oscuras
borrado del mapa, solo cambió de faz al perder su aspecto ansias ele conocer los límites ele su personalidad llega en
de manoseada cotidianidad y adquirir en su lugar una como su viaje a través ele la noche hasta la región en donde sus
transparencia mágica, vidriosa, en la cual uno cree percibir los propios orígenes se confunden con las archai ele la polis. En
latidos del corazón de las cosas. Empieza a hacerse sentir en Ulises se torna la urbe espejo del orbe, y la literatura ele la
este momento aquel Ve1fremdungseffekt, el "efecto de extrañeza", gran ciudad se eleva al plano cosmológico.
que ya se encuentra en la prosa de Georg Büchne1~ cien años
antes de haber sido acuñado el término por Bertolt Brecht.
11
La revalorización de la personalidad que, por lo visto, no se
desvincula completamente de la llamada realidad exterior, De la evolución ele las letras europeas, y ele la novela en
pero sí entra en una nueva fase de relaciones, tiene singulares particulm~ esbozada a graneles rasgos desde los comienzos
consecuencias: mientras que el naturalismo, reflejando asaz del siglo pasado hasta nuestra centuria, 3 se distingue la ele la
14 fielmente la alienación del hombre en el régimen de producción literatura latinoamericana sobre todo por el diferente punto 15
capitalista, tendía a convertir hasta a la pei·sona en "cosa", en ele partida, sin que cambien apreciablemente las distintas
un objeto entre otros, ahora se personaliza en la literatura lo fases evolutivas cuyo decurso parece obedecer a una ley in-
que durante milenio y medio, o sea desde el ocaso del paga- manente en la naturaleza del proceso, en la historia misma.
nismo y el triunfo ele la cosmovisión jucleocristiana, estábamos Las creaciones culturales ele Europa en los últimos ciento
acostumbrados a considerar como cosa manejable, explotable, cincuenta años no se pueden separar ele las siguientes
sttieta a nuestro libre albedrío. El Mundo recupera su naturaleza condiciones histórico-sociales: Primero, ele las consecuencias
ele ser animado, se vuelve persona mítica, e incluso le transmite de la revolución industrial que a mediados del siglo xvm tuvo
rasgos míticos a quien lo explora. El súbito viraje, observable lugar en Inglaterra, ni por ende, del predominio ele la burgue-
en una rareza literaria como lo es la novela Die anden: Seite (El sía en el campo socioeconómico y, en parte, el ele la política;
otro lado) del clibttiante visionario Alfrecl Kubin, y aun antes en en segundo lugm~ ele una historia milenaria cuya presencia
el simbolismo ele Emile Verhaeren, quien evoca en su poesía se hacía valer en cierta primacía ele lo histórico sobre los lla-
les villes tentaculaires, no pudo menos ele hallar resonancia en la
novelística ele la gran ciudad y habría ele culminar en la obra 3 Se refiere a los siglos XIX y xx, respectivamente.
Mayo de 2015 ············································································································.. . .... .... . .. ... .. . ... .. . ... . .. ... . .. ... .. . .. .. .. .. . .. .. .. Y.ni~,.~~·s!~~.~. ~~. ~:~~<?.q~ia.
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mados factores "naturales"; por último, de una civilización bres en la cordillera, la tropical exuberancia de la selva virgen,
de carácter esencialmente urbano, situada en medio dé una todo eso era ele otra dimensión, ajeno a la medida del hombre,
Kulturlandschaft, como se dice en alemán con un término quizá accesible a unos cuantos graneles aventureros cuya misma
difícil de traducü~ o sea de un paisaje transformado por la descomunal estatura parecía un lusus natume antes bien que la
mano del hombre y tendiente a transformarse cada vez más culminación de las posibilidades latentes en el género humano.
bajo la influencia de prototipos tecnoindustriales.
¿cómo respondía la literatura ele Latinoamérica a tales condi-
En cambio, la situación a la cual se veía enfi·entada la América ciones que, al fin y al cabo, constituían la materia que se ofi·ecía
Latina luego de haberse emancipado de las metrópolis espa- a poetas y narradores para que la vertieran en los moldes del
üola y portuguesa y durante todo el siglo XIX, denota rasgos arte?"La respuesta presupone una labor investigativa que aún
muy diferentes, tales como la preponderancia de la agricultura y está en sus comienzos, y además requiere una descripción que
el dominio político-social de los latifundistas y de una burguesía por lo extensa y minuciosa con mucho rebasaría los límites ele
de orientación mercantil con su ala burocrática que se ocupaba de cualquier historia de literatura común y corriente. Limitaré-
la administración del Estado, de provincias y municipios; una monos, pues, a citar unos pocos ejemplos tomados ele las letras
conciencia histórica que, debido al aniquilamiento de las cultu- colombianas, sin mencionar más que algunos nombres a nuestro
ras autóctonas en la Conquista, apenas abarcaba cuatro siglos; ver paradigmáticos para nuestro tema, sea en cuanto ataüe a la
el factor geográfico ele inmensas tierras cubiertas de bosques y vida en las tierras colonizadas y cultivadas desde la Conquista
praderas sin explotar o, cuando más, en estado de explotación o los albores ele la era colonial, sea con miras a las regiones
incipiente. Proceclíase en el aprovechamiento de esas regiones selváticas sin explorar o apenas holladas por el pie del invasor.
(la Amazonia y la cuenca del Orinoco en particular) sin mira-
mientos de ninguna especie para con los indígenas, la fauna Ambas esferas tienen sus obras representativas, las cuales, así
y la flora, aplicándoles los método ele explotación exhaustiva füesen graneles sus defectos, han de tomarse en cuenta siempre y
empleados en las selvas africanas, según lo demostró el valiente cuando se trate ele formar una verdadera tradición literaria, libre
16 sir Roger Casement después ele observar en el Putumayo las del prejuicio ele quienes creen que el arte narrativo de Colombia 17
mismas atrocidades que se cometían en el Congo. elata ele ayer. U na ele esas creaciones es la NIaria de Jorge Isaacs,
la otra La vorágine ele José Eustasio Rivera.
Empero, tales formas de colonialismo, cuyos orígenes han de
buscarse en la insaciable sed ele materias primas requeridas Por lo que respecta a j\!Jaria, es de buen tono no leerla, rele-
para alimentar la industria ele Europa y Estados Unidos, solo garla al limbo de lo potable y mirar atónito, como si fuera un
tocaban las zonas ele una term incognita que en los mapas de la monstruo antediluviano, al temerario que confiese haberla
época estaba representada por grandes y misteriosas manchas leído. Lejos ele compartir semejante concepto, no vacilamos en
blancas. Allí reinaba todavía la naturaleza primigenia evocada proclamar la necesidad ele revisarlo, ni en ponderar -lo que
en las Nieditaciones Summericanas del conde de Keyserling y es el colmo- las calidades ele la obra. Hasta creemos que no
ejercía su dominio el Espacio en donde se contaba no por si- pocos graneles narradores europeos entre los contemporáneos
glos ni milenios, sino por edades geológicas: un abismo presto ele Isaacs hubieran tenido a mucha honra haber escrito unos
a tragarse la precaria conciencia histórica en trance ele nacer. episodios tan requetebuenos como la caza del tigre o el viaje
La inmensidad ele las pampas ... la helada soledad ele las cum- que ele regreso ele Europa hace el protagonista Dagua arriba,
ele Buenaventura al Valle. Más aún opinamos que la Niaría
es una obra interesante en la acepción cabalmente moderna heroicamente hipertrofiado de un romanticismo que se creía
del término, puesto que, hasta donde se sepa, fue su autor el superado desde tiempos atrás, pero en realidad seguía vivien-
primero en llevar al mundo de las letras criollas con lahistoria do una suerte de existencia subterránea para aflorar una vez
clínica de la heroína un fenómeno morboso de aspecto, ya más en el momento menos pensado. A todas luces había dos
que no de origen psicosomático, y así, ateniéndose a lo poco que experiencias trascendentales que con la fuerza de la ilumina-
en su época se sabía de tales enfermedades, inauguró para la ción hicieron impacto en la mente ele su autor: por una parte,
América Latina todo un género narrativo: la novela concebida la magia de una naturaleza virgen con su perenne movimiento
como patografía. Sería, desde luego, una tontería negar que cíclico de vida y muerte, devorar y ser devorado, perecer y rena-
ora cae en el idilio, ora exagera el tono elegíaco, que idealiza cer ele la podredumbre en fermentación; por otra, los horrores
el estilo de vida patriarcal reinante a la sazón en las grandes ele una economía de rapiüa durante el boom cauchero, con sus
haciendas del Occidente, y con ello hace un poco de ideología erupciones de codicia y crueldad comparables, si no superiores
a beneficio de la clase de terratenientes a la que pertenecía. a las ele la acumulación primitiva, tal como la describe Marx en
Pero cosas peores se han visto y, además, basta rasgar un tris el capítulo vigesimocuarto del primer libro de El capital.
la bucólica superficie para descubrir interesantísimos detalles Tanto más hondamente ha debido influir esa doble experiencia
relativos a la industria ganadera de esos tiempos, las relaciones vital, cuanto menos preparado estaba para digerirla un hombre
entre el patrón y el arrendatario y mil cosas más que vanamente que se había criado en un ambiente urbano y en permanente
buscaríamos en la literatura sociológica por la sencilla razón contacto con el ideario europeo, y no ha de extraüarnos el
de que los sociólogos, con honrosas excepciones, no se dignan que reaccionara con un patetismo vehemente, proporcional
parar mientes en ellas.
a la trascendencia del tenebroso espectáculo. Ese patetismo
Desde el punto de vista de una historia comparativa de lite- de raíz inequívocamente romántica se proyectaba sobre un
raturas, la j\!Jaría representa, con sus virtudes y defectos, y no mundo que Rivera -he aquí su mérito- había conquistado
obstante su lado "modernista", un tardío ejemplo de la época para la literatura de Colombia y de toda la América Latina, si
18 de transición que del romanticismo agonizante conduce a la bien cabe observar que los medios expresivos que empleaba 19
escuela realista. Si hacemos caso omiso de su temática criolla, no eran adecuados para captarlo en su verdadera naturaleza.
el libro (publicado en 1867) pudiera haber salido de la pluma Surge, pues, de las páginas de La vorágine una imagen sin
de un escritor europeo ele los aüos cuarenta del siglo pasado, 4 duela grandiosa, pero en su esencia mitificada, mitologizacla y
quizá de un contemporáneo de Fromentin. heroizada del paisaje tropical, cuya fuerza sugestiva resultaba
se1~ sin embargo, lo suficientemente avasalladora para cautivar
Vista a medio siglo de distancia por un lector desprevenido,
ni si quieTa La vorágine (escrita en la tercera década de nuestra durante largos aüos a los novelistas criollos, hasta que, por fin,
0
centuria ) carece ele visos románticos, si bien en un sentido cayeron en la cuenta de que el trópico es distinto, mucho más
distinto. Mientras que la obra de Jorge Isaacs parece una sin- semejante al que reflejan las palabras sobriamente críticas y un
fonía pastoral, la epopeya selvática ele José Eustasio Rivera tanto melancólicas ele Álvaro Mutis citadas hace poco por]. G.
nos revela -sobre todo en la efigie de doüa Zoraicla- el lado Cobo Borda, y al "trópico desembrujado" que nos pintan los
cuentos de Gabriel García Márquez.
4 Léase siglo XIX. Aun así, sería un error sacar ele las reflexiones procedentes la
:J Siglo xx. conclusión ele que la narrativa colombiana, de Isaacs a Rivera
entrado en esa fase evolutiva, tampoco es capaz de prodvcir el qué hastíooo!". Mas en tal caso cabe preguntar primero, qué
tipo de literatura de que estamos hablando. Sucede, empero, debemos entender por aburrimiento. Abundan los individuos
que la realidad a veces se escapa incluso a las teorías mejor que se aburren en cualquier sitio, simplemente por carecer del
fundadas, y también es cierto que las artes y las letras, cual si órgano propio para reaccionar adecuadamente a los múltiples
estuvieran dotadas de antenas particularmente sensitivas, en y polifacéticos estímulos procedentes del medio ambiente. N o
no pocas ocasiones se adelantan a un estado de cosas en cierne. vale la pena ocupamos de ellos. Por otra parte, existe cierto
fastidio que parece una propiedad de las cosas mismas, algo
Tal es el caso de Bogotá que, cuando en Colombia aún no había que anida en las piedras, en el pavimento, en los resquicios de
una gran burguesía, ni un proletariado de verdad, ni una indus- las paredes, y cual enorme bostezo puede adquirir dimensiones
tria digna de ponderación, ya tenía su literatura comparable, de vacío metafísico.
mutatis mutandis, a la novelística típica de los grandes centros
Había personas serias en cuya opinión pertenecía ese inmenso
urbanos de Europa y Estados Unidos. Sin embargo, recordamos
hastío, esa abulia tremenda, al carácter de Bogotá. Nos acor-
haber oído decir que alrededor de 1900 o en la época en que
damos al respecto de unas páginas magistrales de Vargas Vila
Ernst Roethlisberger escribía en El Dorado su relato sobre la
en las cuales el taedium vitae de una urbe medio conventual y
capital que él conocía, con su vida apacible y de rasgos grata- siempre arrebt~ada en un velo gris de brumas y de lluvia -la
mente patriarcales, Bogotá no fue más que un pueblo grande. ciudad de sus años juveniles- se convierte en un fenómeno
iVaya una tontería, atribuible en parte a la festiva ignorancia físicamente palpable. Y como lo veremos en el único gran
y la presunción de algunos extranjeros, en parte al complejo novelista que Bogotá ha encontrado hasta ahora, el mismo fe-
de inferioridad que por motivos difíciles de escudriñar habían nómeno representa uno de los elementos constitutivos de sus
desarrollado los criollos! En realidad, Bogotá no era pueblo creaciones. Pero antes de hablar de él debemos volver a nuestro
ni en sus comienzos, cuando consistía apenas de unas cuantas punto de partida.
chozas congregadas en torno de la iglesia y la casa consistorial
22 no lo era, por la sencilla razón de haber sido proyectada ¿Qué es y cómo se define la gran ciudad? En algunos países, 23
como ciudad por sus fundadores que de su patria mediten·á- verbigracia en Alemania, se acostumbra clasificar las ciudades
estadísticamente como sigue: hasta de 25.000 habitantes,
nea traían un firme concepto del estilo de vida urbana, y en
pequeñas; medianas, de 25.000 a 100.000, y grandes, de
su magín llevaban grabado el modelo arquetípico de la urbs
100.000 en adelante. Por lo visto, se trata de una mera
latina, conforme al cual había de desarrollarse la población en
convención, de uno entre muchos principios o sistemas de
el transcurso de los siglos.
racionalización posibles, desprovistos de rasgos distintivos que
Puede objetarse que la curiosa ocurrencia de llamar a Bogotá nos permitiesen sacar conclusiones relativas a la individualidad
un "pueblo grande", fue tan solo una manera de hablar de de una población, o a lo que se entiende por "urbano", lo
gente ansiosa de dar así expresión a su aburrimiento, como característico de la civitas de los romanos. Conocemos en Europa
aquel bohemio que, según nos contaba Álvaro Mutis quién sabe comunidades que, sea debido al temperamento ágil, despierto
hace cuántos años, se plantó a las doce del día en la mitad de la y chispeante de sus moradores, a la riqueza y la diversidad de
Calle Real (había allí en aquel entonces tranvía, pero pasaban su arquitectura o a las huellas de pretérita grandeza aún visi-
pocos automóviles), y con los brazos en alto gritó: "iQué hastío, bles, parecen con sus treinta mil habitantes "más ciudad" que
otras mucho más populosas. Tampoco nos dice nada es<:ncial Si de esas metrópolis lejanas nos trasladamos de nuevo a Bo-
su extensión cifrada en x kilómetros cuadrados. Conocíamos en gotá, la ciudad en donde ha pasado el autor de estas líneas la
nuestra juventud aldeas cuya área excedía la de muchas peque- mayor parte de su vida, veremos que ella también tuvo un na-
ñas ciudades, sin que por ello hubieran dejado de ser aldeas, r~·ador cuya obra se nutría de su sustancia, su sangre, su tuétano
y también conviene pensar en la norma aristotélica, según la sm desmerece1~ en cuanto atañe al valor literario de algunos
cual debía confinarse la polis a un ámbito lo suficientemente nombres más conocidos y de mayor prestigio en el mundo de
reducido para que la llamada del heraldo (especie de pregonero las letras.
pagado por el municipio) llegase desde el ágora hasta el oído Es J. A. Osm·io Lizarazo.
del último morador.
Si a pesar de ello creemos estar en condiciones de decir qué es 111
una ciudad, no nos lo enseñan ni la reflexión, ni la ciencia. Lo
sabemos como seres criados en ciudades, en virtud de una tra- Fáciles son .de prever las reacciones que ha de provocar la sola
dición que se remonta a la Edad Media, y más allá de ella hasta mención d~l novelista: en unos asombro, en otros indignación,
la urbs romana, la polis griega, quizá hasta Babilonia edificada en otros, nmguna. Muchos lectores, los más jóvenes en primer
con ladrillos de barro cocido y las amuralladas sedes de los reyes lugm~ nos mirarán sin comprende1~ quizá con la misma sonrisa
de Ur y Lagash. Sin embargo, aún no hemos inquirido por lo incrédula y piadosa que se pintaría en sus labios si les contáramos
que de una ciudad cualquiera haga una gran ciudad, ni por qué que Ricardo Rendón, su contemporáneo, fue el caricaturista más
atributos, qué propiedades, qué qualitas intrínseca podamos re- genia~ que prodt~o Colombia. Y sin embargo, es la pura verdad.
conocerla en su esencia, prescindiendo de su extensión, número Tan Cierto es como el hecho de que Osorio Lizarazo, autor de
de habitantes y demás datos demográficos. una buena docena de novelas y no sé cuántos cuentos, fue en
su tiempo uno de los periodistas más brillantes de la capital.
A esa pregunta solo podemos contestar con toda modestia, que
Rendón un día se pegó un tiro, probablemente porque en las
24 no lo sabemos. Hasta tal punto lo ignoramos, que, temerosos
noches interminables, pasadas en cafés y bares del Bogotá noc- 25
de perdernos en mera palabrería o en la repetición de trillados
lugares comunes, ni siquiera intentamos formular una respuesta. turno, lo había atacado aquel virus del hastío que en el sistema
En nuestra impotencia lo único que nos queda es valernos de los psíquico del forastero no encontró suficiente resistencia e hizo
órganos de quienes, merced a su sensibilidad peculiar y su poder allí estragos comparables a los que en la Europa renacentista
caus~ra el prim7r contact~ c.on la sífilis. El tedio abrumador que
evocadm~ son capaces de vivir la gran ciudad en sus visiones y
exphca por que tantos SUICidas del altiplano deja un papelito
plasmar lo vivido en obras, tanto así que con sus ojos la vemos,
con las palabras "estoy aburrido de la vida".
con sus oídos oímos latir su corazón, con las puntas de sus dedos
tocamos su cuerpo tembloroso, aunque jamás hayamos conocido De algún modo, el aburrimiento como móvil del suicidio nos
el París de la Recherche du temps penlu, el Londres de la Forsyte parece característico del Bogotá de Osorio Lizarazo, que du-
Saga, el Madrid de Pérez Galdós, el Bruselas de Teirlinck o el rante largo~ ~ños ha sido también el nuestro. En otras partes la
Amberes de Eekhoud, el Berlín de Fontane, de Heinrich Mann gente se SUICida por las razones más variadas y, las más de las
y de Doblin, el Manhattan de J ohn Dos Pass os o los escenarios veces, muy concretas: la miseria, un amor no correspondido,
de Pavese. una enfermedad incurable, raras veces o nunca por un motivo
tan abstracto y difícil de precisar como el "estar aburrido".
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de resultar fatal para el propio apologista. Mas esa predilección ora en delicadas pinceladas de tono pastel. En segundo lugar
no revelaba servilidad alguna; todo lo contrario: fue expí·esión he aquí algo ele particular importancia para nosotros- su
de la porfía del rebelde nato que arremetía contra los beati pos- Bogotá dista mucho de ser tan enciclopéclicamente completo
sedentes y, en el fondo, era un gran resentido. corno el París de Zola, quien se mueve con igual competencia
Casi siempre, el resentido es un hombre que con su propia en- y desenvoltura en los bajos fondos o en los círculos ele la gran
vidia se atraganta como si se le hubiera atravesado una espina burguesía parisiense, entre banqueros, comerciantes, políticos
de pez. El resentimiento de Osorio Lizarazo era de otro calibre, y especuladores en finca raíz, y con la misma pericia retrata a
sea porque aún más vivo que el rencor estaba en su personali- la pequeña vendedora del Paradis des dames que a su patrón.
dad el amor a la justicia, sea porque había logrado desplazarlo Por último, el narrador bogotano no ve la ciudad en su propia
al plano épico. aura, sumida en un mar de matices y tonalidades atmosféricas,
sino más bien a través ele los personajes de sus novelas.
Hay quienes simplemente ignoran sus novelas o si las han leí-
do, asumen frente a ellas una actitud en la cual tanto influye el En sus gentes está presente la ciudad, y en esos seres se mani-
temor de contagiarse con su tendencia depresiva, en extremo fiestan sus tensiones, su miseria, su inclemencia, su inmensa
pesimista como el esnobismo que, lejos de ver en lo naturalista desolación. Pero ella misma no hace ele protagonista; ni siquiera
una ineludible fase evolutiva de las letras latinoamericanas, lo ejerce la función del coro griego en el drama que nunca acaba
tiene por asunto concluido. A ellos se opone una íntima minoría ele un zarpazo con los pobres, sus verdaderos actores, sino les
de admiradores cuyo entusiasmo en algunas ocasiones llega al chupa la sangre poco a poco, con la lentitud exasperante, la
extremo de compararlo con Zola o afirma1~ siquiera, que Osorio cruel voluptuosidad ele una araña.
Lizarazo fue para el Bogotá de los años veinte y treinta lo que ¿cómo se presentaba Bogotá cuando Osorio Lizarazo comenzó
Zola para el París del barón de Haussmann. Midiéndolo con a escribir sus novelas? Tal como aún lo habrán visto muchos de
esa vara no se le presta ningún servicio, ni escapa uno al peligro nuestros lectores y nosotros mismos, contemplándolo de lo alto
28 de desfigurar los hechos. Bien puede ser que en su juventud ele los cerros: Un ondulado mar ele tejados rojos, ciudad ele uno, 29
-nació a comienzos del siglo, y cuando tenía veinte años to- cuando más, ele dos pisos, panorama en el cual descollaban las
davía se leía a Zola- haya tomado por modelos EA.sso1mnoir o Le torres y cúpulas ele numerosas iglesias y -primer indicio del
ventre de París, pero en último análisis solo se le parece en un cambio ele estructuras que iba operándose en aquel entonces-
detalle que resulta ser un defecto antes que una virtud o sea en los edificios ele algunos bancos en el centro, ele una que otra
la inclinación de algunos legos a hacer gala de mal digeridos fábrica en la periferia. Para Osorio Lizarazo, empero, la ciudad
conocimientos ele medicina u otras ciencias, verbigracia en la es otra. Nunca la divisa en sus libros a vista ele pájaro: siempre la
descripción minuciosa ele los síntomas de la sífilis e incipiente ve de abajo para arriba, desde el ángulo visual ele un topo que,
parálisis progresiva ele la que adolece Higinio González, el viniendo de las profundidades ele la tierra, lentamente cava sus
protagonista ele El criminal. laberínticas galerías para subil~ impelido por la curiosidad del
Por lo demás, resaltan las diferencias. Primero que todo, Osorio narrador nato, a la luz del día -la turbia luz ele una lluviosa
Lizarazo no tiene el ojo del contemporáneo e íntimo amigo ele tarde ele invierno- y cual si, no obstante su gran curiosidad,
los impresionistas franceses, aquel extraordinario don visual que se sintiera inhibido por quién sabe qué miedo oculto, jamás
se manifiesta, ora en imágenes ele un cromatismo exuberante, avanza allende la zona limítrofe a donde llega la pobreza.
La pobreza, en el fondo el único tema de su novelística, pues pensable ele la composición, pues solo así puede narrar -he
el hastío solo constituye el fenómeno concomitante de una aquí otro rasgo característico de su obra- cómo sus personajes
miseria que se sabe perenne, hierática, inalterable e inconmo- van cayendo, cayendo ele peldaño en peldaño, hasta desapare-
vible, es la de una gran ciudad en trance de desperta1~ donde cer para siempre en la húmeda oscuridad ele las cloacas y del
no existe todavía un proletariado que cuente, pero sí pululan subsuelo de donde vino el topo curioso.
un sinnúmero de existencias proletaroides, turbas de zorreros En el relato ele ese descenso, que a ratos se nos hace tenebroso
y "mozos de cordel", limpiabotas, vendedo~·es" de billet~s de e inexorable como el destino tejido por las moiras en las trage-
lotería, de cordones para zapatos o sahumeno para punficar dias de Esquilo, el narrador no conoce la misericordia ni nos
el aire en las piezas", ele verduleras, de fritangueras, de tristes oculta ningún detalle por espantoso que sea. Mas esa aparente
y demacradas prostitutas con tarifa de cincuenta centavos. Y impasibilidad solo es el revés ele una compasión profunda, de
la pobreza, tal como la ve Osario Lizarazo (con su mirad~ un un pathos vibrante que generalmente se recata en un lenguaje
poco goyesca, el ojo fotográfico, un instrumento que registra seco, escueto, parsimonioso (una ele sus graneles, virtudes), y
con fidelidad impasible, cual si únicamente obedeciera al lema una sola vez estalla en la volcánica erupción de El día del odio,
"Apúntalo Kisch" de aquel célebre reportero judío de Praga), la obra final del ciclo bogotano. Estalla, fuerza es admitirlo, en
esa indigencia sin nombre se distingue por una peculiaridad detrimento ele la novela en la cual alternan pasajes ele enorme
que él ha visto como ningún otro: Ni forma una masa amorfa, pujanza, ele ferocidad terrible con otras insoportablemente
acéfala y carente de fisonomía propia, sino tiene su jerarquía melodramáticas.
que abarca una multitud de capas superpuestas, desde el pobre
de solemnidad aferrándose a los últimos atributos ele una "vida La acerba, la rabiosa piedad ele Osario Lizarazo, o digámoslo en
palabras más prosaicas, la identificación con sus criaturas,
decente", hasta los que ya se han dejado caer y están a punto
no tiene límites. Es ubicua. Sin tregua lo acosa llevándolo ele un
ele hundirse en el fango, porque, como decían los rusos ele an-
extremo ele la ciudad al otro, desde las chozas pesadas cual
taño, "Dios ya los ha olvidado": desde el honrado artesano, el
nidos ele golondrina a las laderas, hasta las calles polvorientas
30 tipógrafo en La casa de vecindad a quien desalojó el linotipo de
y sin pavimentar que, llenas de los angustiosos bramidos de
31
su puesto de trabajo y que ahora, viendo venü~ la ruin~ a pasos
las reses y los chillidos vaticinadores ele los marranos, se preci-
sigilosos, vegeta en el último cuarto ele un qumto patio, hasta
pitan derecho al matadero. Se torna creadora en efigies cuya
el limosnero que, sentado delante de la puerta del templo, ex-
singularidad a veces tiene algo de fantasmagórico, como la del
hibe impúdicas llagas; desde la mt~er del pequeüo empleado
héroe ele un cuento magistral, morador en las goteras ele Bogotá,
del ministerio vanamente empeñada en conseguir la comida quien se gana la vida recogiendo los excrementos de hombres y
para la prole, hasta la criada que ella, por ser "seüora, al fin bestias para vendérselos a los jardineros, e incluso se construye
y al cabo", debe tener: la "china", infeliz criatura ele la que ya como buen contemplativo una especie de filosofía fecal super-
no se sabe con qué mendrugos se alimenta, ele qué trapos se puesta a su maloliente oficio y no se arredra ni ante los más
viste, ni cómo logra sobreaguar; y desde el gallo de barriada haraposos entre los haraposos, la "chusma", los Lumpenpmletatier
que por celos mató a su querida, hasta el tipo ele cara dura y el que, según las palabras ele Federico Engels, no sirven sino para
corazón lleno de rabia que ingresó en la cofi·aclía del hampa. hacerse matar.
Mostrar esa estructura escalonada ele la jerarquía ele los pobres Decíamos que la obra ele J. A. Osario Lizarazo no es una so-
se vuelve para Osario Lizarazo una necesidad, recurso indis- cio grafía tan completa como la balzaquiana Comédie Humaine o
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que para el autor implica una duda metafísica. Por otra parte, misma postura del hombre ante lo Divino, que halla su bíblica
los acontecimientos verdaderamente extraordinarios de la· obra, expresión en los siguientes apuntes del diario ele Kafka:
suelen interpretarse, desatendiendo por completo su valor "N o por ser una vida breve, Moisés dejó ele pisar la tierra ele
simbólico, como productos de una imaginación desbordante Canaán, sino porque fue una vida humana".
como negación arbitraria de nuestra experiencia cotidiana, y
de ahí el desacierto palurdo de hacer figurar a Kafka entre los "N o había podido entrar en la casa por haber oído una voz que
narradores del género fantástico, al estilo de E. T. A. Hoffmann, le decía: «iAguarcla a que yo te guíe!». Y así quedaba tendido
E. A. Poe y Gustav Meyrink. Tampoco faltará quie1i. tenga por en el polvo delante de la casa, cuando todo parecía indicar que
defecto el que las tres grandes novelas y la mayor parte de los ya no había esperanza ... ".
cuentos de Kafka quedaron inconclusos, aunque lo inconcluso Evidentemente, no puede intuir el significado de la obra de
y trunco en sus creaciones no se debe a una falta de disciplina Kafka en su conjunto, sino el que por su naturaleza está facul-
artística, ni al desfallecimiento de la fuerza creadora, sino, por tado para recorrer el camino en la misma dirección en que lo
decirlo en la terminología de Karl Jaspers, a un "auténtico hace el autm~ partiendo del centro ele su experiencia íntima
frustrarse", a la imposibilidad de fuar límites a lo que por su hacia la circunferencia, y forzosamente quedarán al margen
esencia no los tiene. todas las tentativas ele proceder en sentido inverso. Si bien es
En El castillo, hermosísimo torso de novela que hace poco ha cierto que Kafka era un gran prosista, quizá el más grande que
sido traducido al espaüol, se distinguen claramente los rasgos haya surgido en las letras alemanas desde Kleist, semejante cri-
esenciales de la obra de Kafka. El joven agrimensor K. llega a terio no basta para penetrar en su último reducto. Aunque les
una aldea situada al pie ele una colina que se halla coronada por parezca atroz herejía a los estetas, la clásica nobleza del estilo,
la extensa mansión seüorial del conde -west:west (Oeste-Oeste), la maestría en el lento desarrollo de la trama y la impertur-
hombre poderoso, invisible y misterioso como su apellido. La babilidad épica del auto1~ descienden a un plano secundario
jerarquía administrativa al servicio del magnate ha designado cuando nos colocamos, siquiera por un momento, en la posición
36 al recién venido para una tarea profesional, y a fin de tomar fundamental del mismo Kafka que, por decirlo ele una vez, es 37
posesión ele su cargo, necesita presentarse en el palacio. Sin la de una desesperación similar a la ele Kierkegaard.
embargo, nunca se le recibe, pues cada vez que cree tener el Cabe pregunta1~ por tanto, si la actitud ele renuncia en que se
anhelado objeto al alcance ele la mano, se le interponen nuevos encerraba mi amigo no es la más adecuada para la mayoría de
obstáculos imprevistos y aparecen nuevos intermediarios que los lectores, al verse, como él, enfi:entados con un fenómeno
le cierran el paso con las trabas más fastidiosas. La vida del inabordable. Puede objetarse, sin embargo, que nadie sabe de
infortunado héroe y todo cuanto le acontece mientras espera antemano si no existe en lo más recóndito ele su alma el ele-
en el pueblo la llamada decisiva que nunca llega, se relata con mento religioso que precisamente en el contacto con la obra
tan asombrosa exactitud imaginativa y profusión de detalles, del autor podría recobrar toda su fuerza activa y determinan-
que podríamos tomar la extraüa historia por una ele tantas te. Desde san Agustín hasta J. G. Hamann, el último vástago
novelas bien narradas, si no fuera por el vaivén ele atracción ele la estirpe ele los místicos germanos, se han observado esas
y repulsión en que se debate el pobre K., y por el hilo oculto rupturas súbitas, verdaderas catástrofes vitales que preceden el
que inexorablemente une su destino a la presencia del castillo nacimiento del "hombre nuevo". Asimismo, la vida ele Kafka
vedado allá en lo alto ele la colina. En realidad, se trata de la incluye un estadio prerreligioso, y aun en los aüos ele su ma-
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durez parece apagarse de vez en cuando la devoradora llama en aguanta1~ so pena ele hundirse en las tinieblas de la locura,
interior. Así se explica que algunas de sus obras ya presagian lo que trasciende los límites ele nuestra organización biológica,
la peripecia trágica pero no llevan el sello inconfundible de lo lato sensu.
trascendental. iCuánto no debe aguantarse en el mundo de Kafka! Gregorio, no
Contemplemos, para comprobar si es exacta esta premisa, La por haberse convertido en descomunal escarabajo, deja de sentir
metamO?fosis, cuento bien conocido en el mundo hispanoameri- y pensar como hombre. Reflexiona sobre las consecuencias que
cano, que fue escrito cuando la tuberculosis aún no había hecho la metamorfosis tendrá para su vida profesional y el bienestar
aii.icos las más justas aspiraciones humanas de Kafka. ele su familia; experimenta compasión por los suyos, que se ven
La pequeña obra comienza con la transformación de Grega- privados ele su único apoyo, y trata ele impedir el derrumbe
rio Samsa en cucarrón, señala las relaciones con su ambiente, económico, haciendo vanos esfuerzos por salir ele la animalidad
resultantes de esta nueva forma de existencia y su manera de que le causa honda vergüenza. El atormentador contraste en-
conformarse con ella, para terminar con la muerte del héroe. tre las propiedades físicas del insecto y las cualidades del alma
¿Hasta qué punto corresponde La metamO?fosis al concepto que humana, reunidas en el mismo individuo, nos impresiona por
refleja1~ a través de lo grotesco, el desgarramiento interior del
nos hemos formado de la personalidad del autor? De un salto
brusco, sin preliminares de ninguna especie, Kafka coloca a su autor; fenómeno esquizoicle que quizá sea lícito explicar por la
héroe en medio de una situación decisiva para todos los acon- heterogeneidad ele temperamentos entre sus antepasados ele
tecimientos posteriores. En vez de llevarnos paulatinamente línea paterna y materna. Con esto no intento derivar la espiri-
de lo común y corriente a lo extraordinario, acomodándose tualidad ele Kafka ele su constitución somatopsíquica, pues él
así de manera placentera a nuestras inveteradas nociones evo- se distingue ele tantos esquizoides no geniales, precisamente
lucionistas y racionales, como lo harían otros autores, hace del por la capacidad ele elevar sus contradicciones ele lo meramen-
misterio transformador la clave de su historia. te sintomático al rango ele una tensión metafísica y por tanto
irremediable, mediante un acto ele enajenación que a veces lo
38 Es como si hubiera anticipado en una imagen visionaria la súbita empttia hacia el abismo ele lo indecible: "La cacería va a través 39
irrupción de una poderosa fuerza irracional en su propia vida. de mi ser y lo desgarra, anota en Los cuadernos en cuarto ... Lla-
Otro rasgo personalísimo ele Kafka, a la vez que concordante marlo <<cacería>> es solo una metáfora; también podría decir:
con la clásica tradición de la N ovelle alemana, lo vemos en el arte <<arremeter contra el último límite ele lo terrenal» ... ".
de tratar el extraii.o acontecimiento como la cosa más natural, A pesar ele sus desesperados esfuerzos, el pobre Gregorio ya
creando la sugestión ele que nada distinto ha podido suceder. no puede regresar al mundo humano, y las conmovedoras
Para Kafka, el milagro se realiza en la esfera ele lo cotidiano palabras que nacen en su alma no logran penetrar su coraza
que, a su vez, puede cambiar ele faz en cualquier instante, ele de coleóptero. Esa voz que se pierde sin ser oída, ese grito en
suerte que en nuestra calidad ele hombres no hemos ele quedar- medio de la noche sorda e insensible, se repite en otras obras
nos alelados ante lo inesperado. La serenidad ele ánimo que el ele Kafka, recordándonos los sueños ele angustia en que uno
autor solía conservar en sus momentos más difíciles, no es un se desvive por transmitir un mensaje, y nadie presta atención.
fenómeno contradictorio, sino condición imprescindible ele su Es la imagen en que se expresa el estar solo entre los hombres,
postura radical entre Dios y el mundo. Esa ética tan suya, tan "la tierra fronteriza entre la soledad y el compaii.erismo" que el
propia ele su existencialismo precursor y sui géneris, consiste
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un cumplil~ ni un renace1~ sino una transición silenciosa a lo social, en el resentido que, al acusar de depravación a los más
inorgánico. Lo que queda de Gregorio se bota a la basura sin fuertes, sat!s~ace su sed de venganza, oculta e inconfesable, y
más comentario que la clásica observación de la vieja criada: en el _neurotiCo que no hace más que descubrir en la pobreza
"se reventó". emoCional de los demás el vacío de su propio corazón. En Kafka
Es muy notable en esa historia crudelísima la tendencia de no hay ~1ada de eso. La actitud, ajena a la política, y, por otra
desenmascara!~ sobre todo si se tiene en cuenta que Kafka la
parte, hbre de rasgos patológicos, que adopta en La metamor-
escribió antes de la primera conflagración europea, en un mun- fosis, es 1~ucl~? más ~ompleja. Cm: extr~ñeza primero, y luego
do poco propenso a privarse de las ilusiones que le velaban la con admiracwn creCiente ante elmgemo del autor nos damos
cara de Medusa. En la triste suerte del cucarrón queda patente, cuen~a, a medida que vamos progresando en la lectura, de que
además de la antinomia ele querer sobrept~ar impunemente la mal~ad de la familia conspira a espaldas del infortunado
los confines ele la condición humana, la extrema &·agilidad del Gregono con l~s fuerzas anónimas de nuestra especie que no
nexo familiar que Gregorio no se había atrevido a romper. El toleran ~berraCiones ~e la ruta biológica. Por fin, la vida sigue su
progenitor en cuyo semblante de pequeñoburgués ególatra y marcha Implacable deJando a un lado cual símbolo del frustrado
despótico se dibt~an apenas los formidables contornos de aquel intento de sustraerse a sus leyes, la cáscara vacía del escarabajo.
mítico padre Cronos que devoraba a sus descendientes, es el Cuando la hermana se despereza en una inmensa sensación
primero en dar rienda suelta a su indignación contra el hijo el~ alivio y comienza a vi~lumbrár su porvenir de mujer joven,
desert01~ y bombardeándolo con manzanas le causa la herida
nuentras los padres se miran con sonrisa de cómplices, queda
fatal. Luego lo abandona su hermana, que lo cuidaba como se establecido, más allá del bien y del mal, el orden natural de las
suele cuidar a los animales mimados de la casa, y por último .cosas. Al mismo tiempo se apodera del lector el sentimiento de
su propia madre se resigna a lo inevitable, porque más grande lo trá~ico con su doble fa~ de paradoja, pues a pesar de seguir
que su amor es su debilidad. Para colmar la abominación, la expenmentando compasión por la desgracia del héroe, no
hipocresía cobarde se asocia a la fi·ialdad del corazón. Cuando, puede menos que considerarla justificada.
42 en vez de matar al monstruo, la familia lo deja agonizar en Este final, que por su aspecto nietzscheano, netamente vitalista, 43
medio ele sus inmundicias, no la inspira la compasión, sino ese 1~arece c~:mtradecil: la explica~ión teológica de la producción de
mezquino concepto de la decencia que, una vez consumado el h. afka, tiene gran ImportanCia desde el punto de vista formal,
lento suplicio, la mueve a disimular su satisfacción. porque, en lugar de abrirse en parábola hacia lo infinito, como
La inclinación a señalar lacras morales y desviaciones de sen- sucede en los fragmentos, constituye una terminación hecha
timientos en las agrupaciones de determinada forma de socie- y de~·echa, a semejanza de la figura del círculo. Por otra parte,
dad, puede obedecer a móviles muy distintos. La observamos la mis~11a redondez del cuento y su perfecta hermeticidad, que
en el espíritu utópico que pretende reformar las costumbres no deJan campo a lo trascendente, demuestran a la inversa la
ele acuerdo con su imagen ele un mundo regido por la razón íntima conexión, ya aludida, entre la experiencia fundamental
abstracta, en el revolucionario que suele idealizar su voluntad del novelista y el carácter fi·agmentario de sus demás creaciones.
de poderío denunciando la ausencia de virtudes en la clase Guardémonos, por tanto, de interpretar la viva satisfacción es-
dominante, en el literato cuya afición analítica es en sí misma ~éti:~ que nos proporciona la lectura de La metamO?fosis, como
indicio a la vez que poderoso agente ele la descomposición mdicio de haber abarcado la obra narrativa del autor en todo
su vasto alcance .
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11
47
Volviendo al grano, queremos seüalar que son tres las maneras
principales ele acabar con un escritor. La primera, observable
sobre todo en los países ele civilización avanzada que cuentan con
cierto número ele críticos omnipotentes, habituados a ejercer su
oficio como monopolio, consiste en calla1~ o sea en fingir que fu-
lano simplemente no existe, aun cuando se lo vea sentado todos
los días, ele las cinco ele la tarde en adelante, junto a la mesa ele
café ele su verdugo, y en echar al pozo del olvido cualquier libro
que el desgraciado publique, así se trate ele una joya. Hace unos
cuarenta o cincuenta aüos el silencio ele la crítica fue todavía un
arma terrible, mortal. Hoy día, en cambio, ha perdido mucho ele
su fuerza aniquiladora por la sencilla razón de que ya no es el
crítico el que hace (o deshace) al autm~ sino los departamentos someterlo a un tratamiento sui géneris llamado interpretación.
de publicidad de las grandes editoriales. Un drama, una novela, hasta una creación literaria tan delicada
De ahí que en la actualidad resulte mucho más eficiente -es e inmaterial como lo es un buen poema lírico, se puede inter-
decil~ incomparablemente más mortífero-un segundo método pretar a la luz de las teorías más variadas, de la psicoanalítica,
cuya aplicación, si bien conduce, tarde o temprano al mismo la sociológica, la est1ucturalista o de cualquiera otra que se in-
fin, constituye el modo de proceder diametralmente opuesto al vente una vez que el estructuralismo en la crítica literaria haya
que acabamos de describir. Quienes lo usan, en vez de sepultar pasado de moda -el resultado, incluso en los casos de mayor
al autor bajo la lápida del silencio, comentan -no importa refinamiento y diferenciación de procederes, es casi siempre el
qué produzca o deje como testimonio de su terrenal peregri- misil!- o-: el infortunado autor ya no reconoce su propia criatura
meticulosamente disecada ni el nexo de consanguinidad que
naje- hasta la cuenta de la lavandera o los vales que firme en
lo vincule a ella. Más aún, se preguntará asombrado: ¿soy yo
su almorzadero. Lejos de parapetarse en un hermetismo de
quien concebí eso en mis noches de desvelo? En fin, se siente
ostra hablan, hablan y hablan, a la hora del desayuno, en el
despojado de su identidad, sumido en un estado de alienación
bus y en la oficina, en el bar de la esquina y en el prostíbulo, al
total y absoluta. Otra variante del poeticidio, tal vez la más sutil
acostarse o acostados, congregados en torno de mesas redondas,
y, sin duda, de todas la más irreparable, la m01t sans jJhrase.
de pies o tendidos en el suelo, hasta en el cadalso, ya con la
soga puesta alrededor del gaznate. Y lo que es pem~ escriben, He aquí un fenómeno que a quien esto escribe le recuerda
reseii.an, publican y en ello gastan innumerables cuartillas de cierto periodo de su infancia. Viendo revolotear en las praderas
papel bond a treinta pesos la resma, con frecuencia -hay que y posarse con gracia sobre una flor las mariposas multicolores
ser justo- sin darse cuenta de lo que están haciendo, quizá y tornasoladas, se decía: icuánto no daría yo por poseer uno
animados por las más laudables intenciones. Son asesinos y de esos seres maravillosos! Un día se consiguió una redecilla,
no lo saben. Sepultureros tan hábiles e industriosos como un con ella cazó infinidad de lepidópteros, en una caja de cartón
48 agttiereado los llevó a la casa, allí les puso unas gotas de éter
batallón de hormigas que al cabo de una hora dejan a su presa
regalado por su abuelo, el drogtlero, esperó hasta que se queda- 49
limpia, en los puros huesos.
ran rígidos para espetarles en segtüda una agttia por el cuerpo
Ahora bien, si se topa con un autor de contextura particular- y dejarlos clavados sobre una lámina de corcho. Luego se puso
mente robusta y resistente, verbigracia un dramaturgo de la a contemplar su obra, y vio que no era buena: del suave mari-
talla de Bertolt Brecht o un novelista que tenga nueve vidas posear de las hermosas criaturas aladas, de su alegría de vivil~
como el gato -casos se han visto- preciso será recurrir para la fragancia de la pradera en flm~ la dulce brisa de verano, de
darle el golpe de gracia al método interpretativo. Tal un tercer todo lo que lo había encantado no quedaba rastro; ni siquiera
procedimiento que, sobre todo en combinación con el segundo, duró más que unos días el aterciopelado esmalte en las alas.
no puede fallar. A grandes rasgos, se trata de un proceso de dos Nunca volvió a cazar mariposas.
fases consecutivas, la primera de las cuales estriba en desinte- Lo mismo pasa con las obras literarias cuando uno les aplica
grar la obra hasta dejarla reducida a sus mínimos componentes métodos científicamente inobjetables, pero en igual medida
anatómicos, la próxima en aislar de esos componentes aquel ajenos a los que pudiéramos llamar su ley biológica, su vida
que más apropiado le parezca al impertérrito prosector para secreta, su entelequia en el sentido aristotélico de la palabra. De
creación viva pasan a ser cosa muerta, o, por usar un término de la saga de los Buendía. Basta pensar en que, luego de escri-
caro a los sabiondos, se cosifican, y con ellas se cosifica quien bir García Márquez su historia, fulano escribió sobre ella otro
las creó. No se necesita mucha perspicacia para adivinar la libro que en seguida füe comentado en un extenso estudio de
naturaleza del proceso subyacente a tan inquietante tendencia. zutano, el cual mereció los aplausos de merengano, a quien
En el fondo, se trata de la voluntad de dominio que tiende desaprobó o va a desaprobar perengano por incompetente,
a convertir en cosa manejable, gobernable, dirigible cuanto imbécil, cretino, y caerá uno en la cuenta de lo que sucederá
fenómeno haya en el mundo, y para lograr su propósito tiene con la obra que dio lugar a tamaños excesos: se eclipsa tras
que volverlo materia inerte. Obviamente, en la voluntad de una muralla de papel cada vez más alta y compacta.
dominar se esconde algo todavía más fatal: el impulso taná-
La extraña aversión a surtirse en la fuente y su complemento,
tico descubierto por Freud en su vejez, la proclividad de lo
la avidez con que en vez del original se devoran comentarios,
vivo a retornar al estado inorgánico del cual una vez nació. El
exégesis y glosas marginales, una tendencia característica del
estigma que lleva nuestra civilización estampado en la frente.
alejandrinismo de las épocas tardías, a decir verdad no data
de hoy ni de ayer. Hace años, cuando el autor aún tenía a su
111 cargo la crítica de cine en la Radiodifusora Nacional, un amigo
Tales fueron nuestras reflexiones después de haber leído, la re- le dijo haber escuchado la noche anterior con gran interés su
seña Cien ai'ios de soledad: una inte1jn-etación, de Josefina Ludme1~ reseña de una película famosa en aquel entonces -tal vez de
cuyo análisis, según dice la autora del comentario publicado Fellini o de Antonioni, se nos olvidó-. Solo recordamos que
en una revista, "ofrece múltiples y nuevos aspectos en la ya a la pregunta de si ya la había visto o se preponía ir a verla,
inmensa literatura secundaria escrita sobre la obra de Gabriel contestó: "Ah, eso sí que no, yo nunca voy a cine".
García Márquez".
N o dudamos de que el libro de la escritora argentina nos dará
IV
50 nuevas luces, mas como lo conocemos únicamente a través del Ahora bien, si dejando de un lado la anécdota, nos ocupamos 51
breve estudio crítico de Michi Strausfeld, tampoco queremos ni más detenidamente de la frondosa vegetación ele interpreta-
podemos enunciar ningún juicio valorativo acera ele sus cuali- ciones e interpretaciones de interpretaciones que ha venido
dades literarias y científicas. Nuestras observaciones tienen un creciendo en torno de Cien aiios, veremos que pueden clasificarse
carácter general en cuanto están relacionadas con un fenómeno ellas en dos grupos principales: las que enfocando la novela
de rasgos universales antes que individuales, respecto al cual desde un ángulo visual estrictamente literario, la conciben
también cabe señalar sus "múltiples y nuevos, aspectos", entre como obra de arte inteligible a la luz de sus propias leyes de
ellos el hecho de que a la "ya inmensa literatura secundaria" se estructura y desarrollo, y aquellas -mucho más numerosas-
va agregando otra terciaria de dimensiones no menos aterra- que le aplican teorías originarias de disciplinas ajenas a la
doras. Y a la altura a la que vamos no parece lejano el día en estética y la ciencia literaria, verbigracia la sociología, la psi-
que aparezca la que habrá que catalogar entre las publicaciones cología ele profundidades, el estructuralismo del cual aún no
de orden cuaternario, y así seguido, a modo de una reacción se sabe qué porvenir tenga, etc. El segundo grupo de métodos
en cadena cuyos efectos todavía no se pueden aprecia1~ si bien interpretativos del cual, a juzgar por el comentario de Michi
es de temer que resulten tan catastróficos como el mismo final Strausfelcl, forma parte el análisis de Josefina Ludme1~ podría
Universidad de Antioquia .
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Mayo de 2015 ~
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ser comprendido bajo el denominador común de genético, tan rica en asociaciones y sugerencias como la obra capital ele
puesto que en lugar de contemplar la obra en su singulaí-idad García Márquez. Desgraciadamente, algunos intérpretes, más
y unidad fenoménica inquiere por su origen, su "genealogía", empeñados en hacer valer su propia teoría que dispuestos a res-
situándola al mismo tiempo en una vasta estambre dé depen- petar las peculiaridades de la materia que tienen entre las manos,
dencias e interrelaciones. con soberana indiferencia suelen pasar por alto tan discretas y
elementales máximas. A veces tiene uno la impresión ele que
Generalmente se cree que los dos procedimientos resultan hasta
en lugar ele ser "arrasada por el viento", Macando se consume en
tal punto irreconciliables que, de plano, la aplicación del uno
las llamas ele un fuego caído del cielo, mientras de la vecindad
excluye la del otro, y los primeros en suponerlo son sus propios
viene_ corriendo todo el mundo a calentar en ollas y cacerolas su
propugnad ores. A nuestro parece1~ tal disyuntiva en realidad no
sopita a la lumbre del incendio ele la ciudad pecadora.
existe, al menos en la forma apodíctica como suele plantearse,
e incluso nos inclinamos a opinar que, en determinados casos,
ambos modos de buscar acceso a la obra se complementan de V
tal manera que las deficiencias del primero hallan su compensa- Como ya quedó dicho, no nos atreveríamos a sostener que algo
ción en los méritos del segundo, y viceversa. En último análisis, parecido suceda en el libro ele Josefina Luclme1~ si bien nos da
cualquier método será bueno o malo según el uso, inteligente en qué pensar el que, según la cita, la comentarista afirma que
o torpe, que de él se haga. Si, por ejemplo, se interpreta una la novela "está armada sobre un árbol genealógico y sobre el
creación literaria de las dimensiones de Cien mios de soledad
mito de Eclipo". Aun admitiendo que la primera parte ele la afir-
ateniéndose rigurosamente a sus cualidades intrínsecas de
u mación es un acierto, cabe preguntar si la premisa ele que parte
novela de la especie del mman de famille, no hay en ello nada
la autora n~ encierra ciertas implicaciones metodológicas que
de censurable, siempre y cuando el intérprete tenga presente
en su estudiO al parecer se han perdido ele vista. A nuestro ve1~
que, procediendo así, hace abstracción de un sinnúmero ele
difícilmente se pueden hoy día analizar nexos ele descendencia
aspectos que trascienden el plano dentro del cual se mueve su 53
52 interpretación, tales como las condiciones culturales, históricas
y parentesco sin tener en cuenta los fundamentales hallazgos
ele L. Szoncli, que al dilucidar la afinidad selectiva subyacente
y sociales implícitas en la génesis ele la obra o en la peculiar
situación vital ele su autor. Y ese contexto que escapa a la eva- al enlace matrimonial restablece el "eslabón perdido" entre el
luación estética, sensu stricto es, precisamente, el que reclama el inconsciente individual estudiado por Freucl y el jungiano in-
empleo del método "genérico" propio para descubrir el cordón consciente colectivo (la "memoria de la raza"): el inconsciente
umbilical, el nexo entre la novela y su fuente nutritiva: el mundo "fa1niliar".
en su vastedad e inagotable riqueza. Respecto del complejo eclípico al cual atribuye la argentina tan
En esas circunstancias no se puede decir ele antemano cuál ele trascendental (y, ciertamente, exagerada) importancia para la
los procedimientos interpretativos ele dicha índole sea el más comprensión ele la obra, la misma Michi Strausfeld, por lo ele-
adecuado, pues depende la selección en gran medida ele la más tan benévola en sus apreciaciones, hace la siguiente reserva:
naturaleza misma del objeto que se contempló, si bien es, por " ... la limitación ele una interpretación psicoanalítica, ajustada
regla general, aconsejable dar prelación al método amplificador a 1~ totalidad ele 1~ obra, arraigada en un contexto histórico y
sobre el recluctivo, y en particulm~ cuando se trata ele una novela socml, resulta obv1a. Al concentrarse en el aspecto individual
Mayo de 2015
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[... ], no puede ofrecer un análisis completo de su conjunto". ¿y qué dirá el novelista ante el retrato que de él y sus criatu-
Aun cuando hagamos caso omiso de la circunstancia de qúe en ras pinté? C. G. Jung observó una vez que si su paciente no
Cien aiios no se descubren por ningún lado los dos esenciales aceptaba los resultados de la interpretación ele un sueíi.o, más
elementos constitutivos del mito de Edipo, o sea la cohabitación valía ensayar otra y no persistir en la suya. Ahí está el busilis.
con la madre y el parricidio (a los cuales se sustituyen, sensu La posibilidad de equivocarse, modestamente admitida por el
lato, el fratricidio [prefigurado en el mitologema de Rómulo y gran psicólogo, parece algo que ni siquiera conciben algunos
Remo] y las relaciones cuasi in_cestuosas entre primo y prima), exégetas tan seguros de sí mismos y propensos a tomar por
vemos, pues, que se trata aquí de un ejemplo típico de aplicación verdades inconmovibles sus geniales hipótesis.
del método recluctivo, en otras palabras, ele un procedimien-
to que en vez de ampliar el horizonte narrativo, lo restringe, Tomado de Ensayos l. Destellos criollos, Instituto Colombiano de Cultura, Bogotá, 1975.
pp. 283-292.
que lejos ele enriquecer nuestra visión, la empobrece. Y lo que
es pem~ se pasa por alto un rasgo que sí reviste trascendental
importancia para una interpretación más profunda de la obra
de García Márquez: el predominio del aspecto ginecocrático
patente, no solo en Úrsula !guarán con su estampa de reina
madre de los tiempos arcaicos, sino también en otros ele sus
destacados personajes femeninos, en la esposa del Coronel que
no tiene quién le escriba, y sobre todo en la mítica J\!Iamá grande.
En fin, nunca comprenderemos los designios ulteriores del
narrador sin remontarnos en nuestros intentos interpretativos
hastaJuanJacobo Bachofen, así como, por seíi.alar otro impor-
tantísimo detalle, tampoco llegaremos al fondo ele la abismal
54 historia de una estirpe sin prestar la debida atención al funda- 55
mento teológico que la sostiene desde el ptincipio hasta el fin,
desde el pecado original en que, clesempeíi.ando fielmente su
arquetípico papel ele Adán y Eva, incurrieron el primer Buendía
y la primera !guarán, hasta el Juicio Final simbolizado en la
cataclísmica destrucción de Macondo. (Hasta donde se sepa,
la primera en darse cabal cuenta ele la influencia que sobre las
creaciones ele Gabriel García Márquez ha venido ejerciendo la
teología -en nuestro concepto, la maniquea antes bien que
la cristiana- ha sido Graciela Maturo ).
Y surge un último interrogante: Entre los autores del sinnúme-
ro de estudios dedicados a Cien ai'íos de soledad, cuántos habrá
que ele vez en cuando se pregunten con saludable aprensión:
Si las palabras hicieran sindicato en defensa de sus fueros más legítimos y reclamaran
indemnizaciones por abuso de confianza a aquellos que las tratan como a violín
prestado. Si algún día hicieran huelga, ¿qué opina usted, Ca reía?
ñar un libro sobre el deporte de todos los pueblos y en todas las ha dado apreciables pruebas de talento, me permito señalar
épocas. Entre otras cosas menciona en su reseña que el editor que la aseveración revela un criterio enteramente subjetivista,
de la obra entiende por deporte, fuera de las disciplinas clási- unilateral y, como si fuera poco, carente de la lógica más ele-
mental. Si la pesca, lejos de ser practicada con seriedad, apenas
cas, verbigracia el atletismo, los juegos de pelota y la gimnasia, constituye lo que los humanos llaman pasatiempo, ¿cómo es
actividades tales como la equitación, la caza y la pesca, e incluso posible, pregunto, que un individuo se quede sentado seis
el ajedrez, y prosigue: horas a orillas del río aguardando que uno de los nuestros
muerda el anzuelo? Bueno, no hablemos más de las sinrazones
[... ] si hasta los pescadores domingueros han de considerarse
y contradicciones del homo sapiens cuyo n1erte nunca ha sido,
deportistas, se querrá decir con ello, obviamente, que están en
.como cualquiera lo sabe, el arte del buen razonar. Para mí y
la obligación de atrapar al pez según la regla, que al pez se le
los de mi especie, en todo caso, la pesca, con todo lo deportivo
debe brindar su oportunidad, que precisa capturarlo en con-
y lúdico que tenga, sí es cosa seria, terriblemente seria, pues
diciones de equidad. Lo deportivo en el aficionado a la pesca
si una sola vez nos descuidamos, llegamos a parar a la sartén.
es, pues, la actitud que adopte, su modo de ve1~ la voluntad de
respetar las reglas establecidas. El que se somete a las reglas da Digo, si nos descuidamos -y en este instante me doy cuenta
a entender que procederá con la debida fairness, demuestra ser de que el condicional no es, precisamente, la forma gramatical
partidario de una conducta similar a la del juego. apropiada para expresar lo que tengo en mente, tratándose
de un caso de n1erza may01~ de algo tan fatalmente ineludible
La conducta lúdica tiene de peculiar el negar la eventualidad de
como el periódico retorno de la temporada de desove-. Tan
que las cosas tomen un cariz serio. En ese caso, o sea en la vida,
ineludible es, en efecto, el que nos pesquen, que yo mismo,
se emplean, comparativamente hablando, todos los medios
pez viejo que en sus aúos mozos corrió mucho mundo y de
posibles: los tiburones persiguen a las caballas, las caballas a
tanto meditar sobre las vicisitudes de la vida llevo pegada a la
los arenques de la sociedad; a nadie se le ocurriría tildar ele in-
espalda una gruesa capa de algas y musgo, preveo el día en
decoroso el apetito de los animales. Puede reprochárseles todo
que mis despojos se servirán en la mesa de algún glotón, con
lo que se quiera, menos la falta de caballerosidad -mientras
un poquito de perejil y otro poquito de salsa bearnesa.
que el deporte se caracteriza sobre todo porque un cor:Uunto de
58 reglas fijas obliga a un comportamiento decoroso, caballeresco, Cuántas veces no me he preguntado, queridos amigos y com- 59
y este postula aquello en que quizá resida la mayor fascinación peces míos, por qué esto es así, por qué en lugar de terminar
del deporte: la igualdad de oportunidades . nuestros días apaciblemente, rodeados de los nuestros y
absortos en la visio beatitudinis, hemos de pasar a la olla. Tras
Cabe preguntar en dónde se encuentra esa "igualdad de opor- largas y pronmdas disquisiciones he llegado a explicármelo por
dos razones fundamentales, una de orden socioeconómico, y
tunidades" para los habitantes del reino acuático. Dejemos que
psicológica, por no decir metapsicológica, la otra.
conteste, en lugar de nosotros, cuyo punto de vista a todas luces
peca de parcialidad, un pez filósofo (¿y quién dice que nuestra "Segundo: Preciso es poner de relieve en primer lugar, que
filosofía contemporánea es superior a la de los peces?). Su opi- nuestra raza, a pesar de ser tan manifiestamente superior a
los humanos (los llamados modernos en particular) por lo
nión se consigna a grandes rasgos en los términos siguientes:
que respecta, no solo al uso de nuestras facultades naturales,
Primero: Afirma el autor del artículo que he leído con gran in- sino también al arte de gozar de la vida y, last, but not least
terés que el juego, ludus -en el caso contemplado, el presunto (perdonen ustedes el frecuente empleo del inglés, el francés y
deporte de la pesca con caü.a- denota, como principal rasgo el latín atribuible a nuestro inveterado esnobismo ele peces) a
característico, el que no ha de ser tomado en serio. Con todo la disposición para los estudios filosóficos, les va a la zaga en
el respeto que merecen los conceptos de un escrit01~ quien nos los dominios de la técnica. Somos, por decirlo a secas, si bien
con cierto matiz de melancólica satisfacción, hasta de orgullo, se confabula contra nosotros, de antemano llevamos las de
los subdesarrollados de la Naturaleza y me temo -o tal vez perder. Entonces, lo que nos cuentan del carácter deportivo
lo espere, pues el corazón de un pez es inescrutable-que no de la pesca con caii.a es pura paja. Qzwd eral demonstrandll1n.
salgamos de esta condición. Ellos, en cambio, supieron inventar
toda clase de estratagemas propias para engaii.ar a las pobres Dicho lo cual, el pez filósofo se lanzó con un ímpetu juvenil, del
criaturas, y helos aquí nadando gozosos en las aguas turbias que nadie lo hubiera creído capaz, hacia una atractiva mosca
de su sociedad industrial, en aquellos baches apestosos, con-
artificial que vio bailar a dos metros de distancia.
taminados por no sé qué porquerías químicas. A este estado
de perfección, como lo llaman, han llegado porque les falta lo A la luz de la moraleja con que concluyó la exposición del más
que nosotros tenemos de sobra: genio. Por carecer de cuanto docto de los peces se nos ofrece una definición provisional e
posee el lucio, la perca, la merluza, la barracuda: los dientes incompleta del fenómeno llamado paja (en francés, blablabla,
puntiagudos, el instinto infalible, la agilidad y la destreza en
en inglés bullshit, en alemán Blech). Es una suerte de retórica
la persecución de la presa (sin contar el don gratuito de la
sabiduría al cual ya hice referencia), los ineptos bípedos se que, aun sin ser calificable de mentira deliberada, conduce a la
vieron en la necesidad de fabricarse unos aparatos que son desfiguración de un hecho, o incluso le sustituye una fraseología
como prolongaciones de sus órganos y extremidades, y con horra de sentido. No es mentira porque carece del propósito
esos aparatos han conquistado el mundo. de falsear la verdad y, las más veces, se inspira simplemente en
Mas aun cuando, haciendo un gran esfuerzo, logremos superar el deseo de llenar con palabras la laguna que a ratos se abre
nuestro atraso técnico, subsiste el factor psicológico, y por este en nuestra mente. Aun así, lo esencial de la paja estriba, por
respecto no veo remedio -observó el pez-, absorto en sus una parte, en la incongruencia entre lo que se dice y lo que es,
pensamientos. Luego prosiguió con renovada energía: -Infor- entre la palabra y la cosa; y por otra, en la proclividad a irse
tunadamente, la Madre Naturaleza, tan generosa por muchos acumulando hasta que el mundo de las cosas se ahogue en
respectos, nos implantó, además de un apetito insaciable-que un mar de charlatanería. Cuando se acentúa esa tendencia al
de suyo nos ofusca la vista en los momentos de peligro, el vicio
extremo de convertirse en diarrea oral, hablamos de pajudis-
igualmente irremediable de la curiosidad. Lo nuevo e inaudito,
60 así no fuese más que un embeleco, nos fascina al extremo de mo, o sea una enfermedad crónica que todavía no figura en el 61
dejarnos lelos, hechos unos cretinos. Pues bien, los humanos, Diccionario terminológico de ciencias médicas de L. Cardenal. (La
que conocen nuestra psicología mejor que nosotros conocemos omisión no deja de ser significativa, tratándose, como se trata,
la suya, sacan de esa debilidad congénita gran provecho, y de un mal que, por andar disfrazado de tic inofensivo, resulta
conspirando a nuestras espaldas, por así decirlo, con el lado difícil de localizar).
flaco del pez, nos cogen como si tal cosa. Ahí tenemos, por citar
un ejemplo, el truco de la mosca artificial. Desde hace tiempo Entre los lectores, los bogotanos en particula1~ habrá quienes
sabemos que se trata de un engaii.o en que se esconde la muerte sonrían piadosamente viendo nuestro empeño en definir algo
segura, pero iqué nos importa! Viéndola bailar delante de las que para ellos no necesita definirse. Por cierto, es en Bogotá en
narices, nos parece tan linda y apetitosa la mosca que no resis- donde forma parte del lenguaje cotidiano el curioso término, y
timos la tentación -y ya estamos fritos, literalmente fritos-. en donde lo usamos con más frecuencia en este segundo sentido,
Conclusión: -En tales circunstancias, ¿dónde, amigos míos, asociándole algunas de las propiedades de la materia vegetal
está la jáimess, dónde la igualdad de condiciones proclamadas que también se denomina así: lo fofo, lo inconsistente e insus-
por un autor de cuya buena fe no dudo? No existe, pues en tancial. Hasta es posible que sea un bogotanismo desconocido
una lucha en que todo, hasta nuestras propias inclinaciones, en otras partes, y nada tendría de raro, puesto que, si bien está
universalmente difundido el fenómeno, quizá solo en Bogotá se y simple a la que se ha sustituido aquella otra, enteramente
lo cultive como un arte, con una suerte de estético deleite. N o artificiosa ele la palabrería. Para colmo ele males, la palabra
cabe duda~ al bogotano le gusta" echar paja", pero -he aquí un misma, viéndose despojada ele su cualidad mágica, su función
rasgo digno de ponderación- su ingenio le impide tomar en ele signo, ele espejo e imagen ele las cosas, se ha convertido en
serio lo que produce en tales ratos de artístico esparcimiento. mero sustitutivo ele otra palabra, y a raíz de una inflación in-
De ahí la diferencia fundamental entre la paja bogotana que contenible va desvalorizándose cada día un poco más, a la vez
es absolutamente sui géneris y la que se da silvestre en otras que pierde su lustre, el esmalte de sus alas y su poder evocador.
latitudes. Mientras que los bogotanos lucen la piel de pajudo La degradación ele la palabra enajenada -nadie la ha com-
con desenvoltura y no sin el dejo de malicia de quienes gozan prendido mejor que María Mercedes Carranza, a juzgar por
viendo caer al incauto en la trampa del verborreo, crece en el estos versos que encabezan su exhortador "Métale cabeza"-:
mundo la tendencia a tomar al pie de la letra, con seriedad de
Cuando me jJaro a contemplar
animales, sea la propia paja o la ajena, y en particular la que su estado)' 1niro.su cara
difunden los llamados mass media. Los que tienen esa inclinación sucia, pegochenta,
son los pajudos natos, y los ha habido desde tiempos inmemo- pienso, Palabra, que
riales, en infinidad de variedades: el pajudo ingenuo (de todos )'a es tiempo de que no pierda
el menos insoportable), quien, como el papá de los Buendía, más la que tanto Iza perdido ...
acaba de descubrir que la tierra es redonda cual naranja; el El poemita breve, parco, seco, escrito en staccato, con rabia y
pajudo romántico, que cree que el baile de cafres anunciado como a picotazos, se las trae. He aquí, por resumir nuestra pri-
en los prospectos de una agencia de turismo es un ritual pri- mera impresión, una rara ave, la poetisa con garras, dispuesta
mitivo, the real things, y se lo cuenta a sus amigos sin advertir a salir por sus fueros y los ele aquella pobre señora venida a
que el espectáculo fue contratado por esa misma agencia; el menos, la Palabra
pajudo profundo, empeñado en divulgar sandeces con aire de
62 Mesías; etcétera. Todo esto es cierto, pero solo en la sociedad .. .y usted se hizo 63
mentirosa, puta, terca, es hora
de consumo ha venido adquiriendo el pajudismo dimensiones
de que se quite su maquillaje y
planetarias, y solo en ella ha quedado dividida la humanidad empiece a nombrar no lo que es
en dos grupos, el que produce paja en escala industrial y el que de Dios ni lo que es
se la come (con la peculiaridad de que a veces se trastruecan los del Césm; sino lo que es nuestro
papeles: el productor a un tiempo consume, y el consumidor cada día ...
produce; en último análisis, cada cual produce y consume su Agresiva, ¿verdad? dirán unos, festivamente irrespetuosa, otros,
propia paja). luego ele leer Tilinas, su primer libro en que figuran esas estro-
En fin, a tales extremos hemos llegado, que nubarrones de paja fas. Y a decir verdad, belicosa es María Mercedes, pero ele una
flotan encima de nuestras cabezas, que no se puede abrir la boca belicosidad en la que puclorosamente se arropa el alma vulne-
sin que entre o salga la paja en chorro ininterrumpido, que no rable y sensitiva ele los poetas desterrados. Sus versos a ratos
se puede dar un paso sin dar con la nariz contra un telón teji- nos recuerdan a la gitana que hace años nos leyó el destino en
do ele paja y no por elástico menos resistente. Tras el telón se un café desaparecido ele la Calle 13. "Tú te ríes -elijo- pero
esconde el mundo ya inaccesible ele las cosas, la realidad pura tu corazón está triste". En la poesía ele María Mercedes Ca-
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rad Korzeniowski, creó un inglés peculiar y terriblemente suyo es el caso, entre otros, ele Christopher Ishen,yood y también de
para hablarnos del mar y sus hombres y de los vastos tei-rores Bourroughs, aunque este en páginas muy breves y pasajeras. En
y derrotas de sus criaturas, pero siempre se movió Conrad en tu caso se trata de una lenta decantación cargada de verdades
una especie de doloroso y febril terreno neutral. Valery Larbaud largamente meditadas y mil veces verificadas en un cotidiano
exploró con minucia y dicha bien francesas, durante sus largos vivir nuestra vida, inmerso en ella, sin negarla nunca, sin
años de morar en Alicante o en Londres, las letras inglesas y marginarte jamás. Yo, mi querido compadre, a riesgo ele pecar
algo de las españolas, las italianas y las portuguesas, pero siem- ele insistente, debo confesarte que no conozco ni creo que exista
pre lo hizo como viajero venido de su entrañable Bourbonais y una obra semejante en nuestra América hispana.
cuidándose mucho de no dar el definitivo salto a la otra orilla. Pero he caído en la solemnidad, pecado tan nuestro que ha
N o quiero, Ernesto querido, multiplicar los ejemplos, ya que llegado a definirnos dentro del breve ámbito donde se nos
vamos viendo que ni son muy numerosos ni en absoluto útiles. conoce y estudia. Solemnidad, por lo demás, rechazada por
Sí, compadre de mis pecados, tú has logrado algo que me asom- fortuna con feroz ahínco por ese magnífico grupo de escritores
bra siempre cuando te leo o cuando te tengo frente a mí con jóvenes y poetas ele nuestra patria, a quienes ha correspondido
ese aire tan tuyo de lansquenete retirado y de altivo estudiante en suerte el convertirse en tus más devotos y fieles lectores. Es
ele un Heilclelberg finisecular. Has conseguido mantener in- este un hecho que podría dar lugar a bien curiosas y fértiles
tactas no solamente tus raíces, sino el vivo fluir ele la savia que meditaciones. Cuando tú comenzaste a publicar tus escritos,
sube hasta los más tiernos brotes, savia y raíces esencialmente por allá mediados los cuarenta, en la revista Vida y luego en
europeas, tal un delicado filtro de lo que mejor que, desde tu otras publicaciones de parecido origen y propósito, tu nombre
arcilla palatina y ligeramente eslava, conociste, aprendiste y go- se conservó en un estricto anonimato.
zaste ele las tierras allende el Rhin. Y es así como te has podido Vino luego nuestra generación, ya tus colaboraciones eran regu-
pasear por Flandes, por España, por París y por algunos otros lares y tocaban temas y asuntos que hubieran debido inquietar
lugares aledaños, con el aire de quien siempre está ele regreso.
68 Toda esta herencia, toda esta experiencia, se mantienen vivas
vivamente a quienes entonces aparecían en los suplementos 69
literarios y en la revista del momento (iVIito era una ele ellas)
después ele cuarenta años de estar en Colombia asumiéndolo
pero el silencio y la ignorancia continuaron. La perspicacia de
con una entrega, con una devoción, con una honestidad y con un Hernanclo Téllez, la lucidez de un Aurelio Arturo, el infali-
un valor que ya quisiéramos tener muchos de quienes nacimos ble olfato ele un Charry Lara, fueron la excepción. Y ahora, ele
en estas tierras. repente casi, los jóvenes escritores y poetas que se inician en
Y, claro, por esto los ensayos que ahora ven la luz en un Bogotá Colombia te leen y mencionan con un respeto y un entusiasmo
tan diferente del que te vio llegar por allá en los earl)1 thi?ties, no por justificados menos sorprendentes después de tan larga
tienen una condición impar y valiosísima para nuestras letras. indiferencia. Para confirmar este hecho basta el epílogo que
Pues no se trata ya, ele una visión de viajero como las consig- cierra este volumen. Yo pienso, querido Ernesto, que en esto,
nadas en el siglo pasado por errantes y curiosos franceses y tal como en tantas otras cosas que atañen al oficio de las letras, hay
cual inglés; ni es tampoco la ele quien, impresionado pasaje- una admirable y alta justicia. Tal vez estos jóvenes, que ahora
ramente por una fugaz visión ele nuestras tierras y ele nuestras te leen con devoción y seriedad inusitadas, sean precisamente
gentes, vierte ele inmediato sus impresiones, en algún libro, tal quienes más merezcan este privilegio y quienes más fecunda-
mente vayan a aprovecharlo .
Mayo de 2015
LEER y releer N.0 76
Magíster en Artes Plásticas y Visuales, Universidad Nacional, 2014 "Silent Zone", Galería Dzialaú, Varsovia, Polonia.
sede Medellín, 2014. Focus Latín America: Art Is Our Last Hope. Phoenix Art
Museum, Phoenix, Arizona. October 1- November 24, 73
Expone individual y colectivamente desde el año 1978 hasta
el presente. 2014. MonOrchicl Gallery, Phoenix, Arizona. December
5, 2004- January 12,2015.
Trab<Ua y colabora en la Red Internacional ele Arte Correo,
Arte Postal o Mail Art desde 1982 en numerosas exhibiciones 2015 "Inflexiones", instalación: Campo Abierto Espacio en
en estudios, museos, galerías, bibliotecas y bienales. Tránsito. Sala U-Arte Contemporáneo, Universidad
Nacional ele Colombia, sede Meclellín.
Exposiciones recientes
Distinciones
2012 "Índice. Gráfica Urbana. Sala ele Ciudad. Biblioteca EPM.
Museo ele Arte Moderno ele Meclellín. Curaduría Óscar 1984 Mención Especial por trabajo ele grupo latinoamericano
Rolclán-Alzate. de Arte Correo, en la primera Bienal de La Habana, Cuba
1 Museo Nacional de Bellas Artes La Habana. Evento
"Collage 1 Assemblage Centennial 1912-2012", An
convocado por el Grupo Postal, SOLIDARTE, México.
Exhibition from the International Museum of Collage,
Obra en colecciones públicas Campo abie1to 1Espacio en tránsito es el nombre que Tulio Res tre-
po les pone a estas obras realizadas en la técnica de la gráfica
• Biblioteca Pública Piloto de Medellín, Colombia. digital, lo cual es difícil de entender para legos en asuntos de
técnicas contemporáneas, como quien esto escribe, pero que
• Cámara de Comercio ele Meclellín, Colombia. asimilo a fotografías llevadas al computadm~ después de ser
• Museo ele Arte Moderno de Medellín, Colombia. acomodadas en busca de sentidos determinados, a manera,
quizá, de collages. Pero no es de la técnica de lo que a uno le
• Museo Universitario U niversiclacl ele Antioquia, Medellín, provoca hablar cuando ve estas obras que, por lo demás, cuentan
74 Colombia. con una excelente factura, es decÍl~ se nota en ellas una mano
• XVI Portafolio Internacional de Artes Gráficas Paname- lenta, cuidadosa, consciente de cada paso, ele cada movimiento,
ricanas AGPA. Smurfit Cartón ele Colombia. casi de cada color y de cada "gesto". Y, por supuesto, de cada
• Biblioteca Luis Ángel Arango. Banco ele la República. contraste, de las premeditadas composiciones. La nitidez y la
"limpieza" de las imágenes permiten hacer una lectura expe-
Bogotá, Colombia.
dita, sin distractores inútiles, sin sobras.
• The Sackner Archive of Concrete ancl Visual Poetry. Miami,
Florida, USA. El tema: las múltiples señales de tránsito que rigen el compor-
tamiento ciudadano en las grandes urbes contemporáneas. El
• Asociación Cultural Babilonia. Centro de Documentación artista saca en limpio esa iconografía y la dispone de tal manera
Poesía Visual, N avarrés, Valencia. España. que el espectador vea aquí aquello de lo que en la calle apenas
• Obra de Arte Postal (Mail Art) en numerosas colecciones se percata, sin duda debido a la automatización, a los afanes, a la
y archivos Internacionales. tiranía de las normas, a la estricta reglamentación que busca un
orden, un adiestramiento civilizado. Las calles y las autopistas
ele las ciudades son verdaderos entramados donde el asfalto, los
Mayo de 2015
Sistema de Bibliotecas · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · · ..
postes, los semáforos, las cámaras, los dibttios, los letreros y los
números en el pavimento persiguen un orden. Por abruniador
que a veces parece todo, hay un orden. O se lo propone (y ese
orden, cualquiera lo sabe, al menor descuido, comporta también
el accidente y la muerte). No sabemos exactamente cómo nos
transforma la ciudad, en qué nos convertimos cuando estamos
en la calle: la automatización va por dentro, asimilada al flttio
sanguíneo, ese que a menudo se calienta, se altera y se desborda,
que se convierte a veces en gritos y en acaloramientos al borde
de la disputa por la supremacía, por el espacio, por la libre
interpretación de los detalles en la carretera, por el pequeño
poder que da el control sobre la máquina y el espacio en tránsito.
El artista se vale aquí de sombras para representar al peatón
porque ellas dicen de mejor manera que todo es furtivo, rá-
pido ... azaroso. Seres capaces de interpretar los signos, que
hacen contrapunto con los signos mismos, fríos si se quiere,
que buscan solo la eficacia. Y la restricción. En ámbitos como el
nuestro esas restricciones se convierten ocasionalmente, incluso,
en amenaza: cámaras, chuzos, alambradas, "campos minados"
contra el saqueo y la trampa.
Afuera, todo está dispuesto según las necesidades y según
76 los flujos. Pero hay en este "orden" que capta el ojo ele Tulio
Restrepo una intención estética que manda mensajes, a la ma-
nera en que lo hacen los semáforos, las flechas, los números,
los grafitis y los avisos, acerca ele un micromunclo con el cual
estamos familiarizados, pero del que desconocemos la cierta
belleza que encierra, los trasuntos ele pequeñas realidades que
connotan, más ele lo que podemos imagina1~ el transcurso ele
la cotidianidad afuera ele nuestras casas, afuera ele los periplos
personales en los cuales estamos lejos del avasallante exterior
ele los espacios en tránsito.
Luis Gennán Siena]. 9.!.. .
Universidad de Antioquia
Mayo de 2015
Imprenta
Universidad de Antioquia
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