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CORAZÓN DE MARÍA
FORMACIÓN CRISTIANA
1er AÑO
Antiguo Testamento
“Historia de la Salvación”
Cuadernillo de textos y actividades
Alumno: ___________________________________________________________
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ÍNDICE:
Anexo……………………………………………………………………………………………….46
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Unidad N° 2: LA PALABRA DE DIOS
Tu Palabra es una lámpara para mis pasos, y una luz en el camino. Yo amo, Señor, tu Palabra. Cuando
me asalta la angustia, ella es mi alegría. (Cf. Sal 119. 105. 140. 143)
La palabra de Dios, que es el Hijo, existía desde siempre en Dios. Cuando Dios quiso revelarse, creó al
hombre por medio de su Palabra, y lo invitó a vivir en su amor. El pecado rompió esta Alianza original,
pero Dios siguió hablando con el hombre: formó a un pueblo y le habló de diferentes maneras revelándole
su Palabra.
Cuando llegó la plenitud de los tiempos Dios, que nos ama tanto, envió a su Palabra para que se
"encarnara", se hiciera hombre como nosotros. Jesús es la palabra del Padre, la que existía desde siempre,
antes de la creación del mundo.
Jesús vino para restablecer la Alianza que habíamos perdido por el pecado. Lleno del Espíritu Santo, nos
habló con palabras que pudiéramos entender y con gestos que pudiéramos ver.
Jesucristo nos reveló TODO acerca del Padre. Ya resucitado, nos envió al Espíritu Santo y nos prometió
que nos llevaría a comprender toda la verdad.
Biblia es una palabra griega que significa 'libros'. Es una verdadera biblioteca que contiene setenta y tres
libros: el Antiguo Testamento, cuarenta y seis, y el Nuevo Testamento, veintisiete libros. Comienza con el
libro del Génesis y termina con el Apocalipsis.
La Biblia es el Libro en el que está escrita toda la palabra de Dios. Nos cuenta la Alianza de amor que
Dios estableció con todos los hombres. Fue escrita por diferentes autores, inspirados por Dios, en un
lenguaje humano y nos cuenta acontecimientos vinculados a una historia, a una época y cultura particular.
+ El Antiguo Testamento, que nos narra las sucesivas alianzas que Dios hizo con los hombres para
prepararlos para la nueva y definitiva Alianza que tendría lugar con la venida de Jesucristo. Nos
narra toda la historia de la salvación y es la parte de la Biblia que tenemos en común con los
judíos, nuestros hermanos mayores en la fe.
+ El Nuevo Testamento, que nos relata la vida y las enseñanzas de Jesús que sella con su muerte y
resurrección la Nueva Alianza. La Iglesia, inspirada por el Espíritu Santo, tiene la misión de
anunciar, enseñar, custodiar y entregar esta Palabra a todos los hombres para que conozcan la
invitación de Dios a vivir en su Alianza.
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Dentro de los libros del Nuevo Testamento, se encuentran los cuatro Evangelios, que son el corazón de
todas las Escrituras por ser el testimonio principal de la vida y la doctrina de la Palabra hecha carne,
nuestro Salvador.
La Biblia no es:
* Un texto de ciencias naturales, que intenta exponer con claridad el origen del universo.
* Un texto de Matemática o Física que intenta explicar los milagros.
* Un libro de Historia que intenta contarnos fielmente unos sucesos tal como pasaron.
La Biblia sí es:
* Palabra viva, es Cristo.
* Fuerza de Dios en nosotros.
* Un acontecimiento actual.
Es el hoy de Cristo que nos sigue hablando a los hombres.
* Un libro sagrado en el que Dios nos habla y en el que se nos enseña a hablar con Dios. Es un libro en el
que las personas nos hablan de Dios.
* Un libro que ilumina nuestras vidas con la luz de Dios enfocada sobre las cosas que nos están pasando.
La Biblia tiene diferentes géneros y estilos literarios y, por lo tanto, no todo debemos leerlo de la misma
manera. Existe una gran diferencia entre un relato histórico, una narración novelada, un poema de amor,
una exhortación, un discurso o un relato épico. Todo en la Biblia es palabra de Dios, pero esa palabra se
presenta en cada caso de maneras diferentes.
Como los libros de la Biblia son muchos y muy diferentes, se los suele agrupar según su estilo.
En el Antiguo Testamento:
Libros del Pentateuco: son los cinco primeros libros del Antiguo Testamento: Génesis, Éxodo, Levítico,
Números, Deuteronomio. Son las obras más importantes del Antiguo Testamento, a las que hacen
referencia todos los demás escritos.
Libros históricos: son los libros en los que Dios se revela a través de una historia concreta: Josué, Jueces,
Rut, 1 Samuel, 2 Samuel, 1 Reyes, 2 Reyes, 1 Crónicas, 2 Crónicas, Esdras, Nehemías, 1 Macabeos, 2
Macabeos.
Libros poéticos: son los Salmos y el Cantar de los Cantares.
Los libros didácticos y sapienciales: no se refieren a una historia concreta, sino que son reflexiones: Job,
Proverbios, Eclesiastés, Sabiduría, Eclesiástico, Ester, Judith, Tobías.
Libros proféticos: son los libros que agrupan los discursos y escritos de los profetas: Isaías, Jeremías,
Lamentaciones, Baruc, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahún, Habacuc,
Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías.
En el Nuevo Testamento:
Los Evangelios: son el corazón de toda la Biblia, porque nos cuentan la vida y las enseñanzas de Jesús:
Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
Los Hechos de los Apóstoles: nos relatan todo lo vivido por la primera comunidad cristiana.
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Cartas de Pablo: son cartas que el apóstol Pablo enviaba a distintas comunidades que él había fundado o
visitado, dándoles consejos y alentándolos a crecer en la fe: Romanos, 1 Corintios, 2 Corintios, Gálatas,
Filipenses, 1 Tesalonicenses, Filemón.
Cartas de la tradición paulina y cartas pastorales: son las cartas escritas por discípulos de san Pablo: 2
Tesalonicenses, Efesios, Colosenses, 1 Timoteo, 2 Timoteo, Tito.
Carta a los hebreos: es de un autor anónimo.
Cartas católicas: son cartas enviadas por otros apóstoles o seguidores de Jesús a diferentes personas o
comunidades: Santiago, 1 Pedro, 2 Pedro, 1 Juan, 2 Juan, 3 Juan, Judas.
Libro del Apocalipsis: es el último libro de la Biblia que nos cuenta una visión profética del cielo.
Los libros del Antiguo y Nuevo Testamento son considerados sagrados porque fueron escritos bajo la
inspiración del Espíritu Santo, teniendo a Dios como su autor. En la creación de estos libros, Dios escogió
a personas específicas, quienes emplearon todas sus capacidades y talentos. Así, actuando a través de
ellos y como verdaderos autores, escribieron únicamente lo que Dios deseaba. (Adaptación de Dei
Verbum 11)
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¿CÓMO Y CUÁNDO FUE ESCRITA LA BIBLIA?
El Antiguo Testamento
Durante muchos años, el pueblo de Israel fue guardando en su memoria los acontecimientos que vivía: las
batallas, las conquistas, las historias de las familias, de los clanes o tribus, los relatos de sus reyes y
jueces, etc. Estas historias se comunicaban oralmente, se transmitían de padres a hijos. No era una historia
como las de los libros, era una historia viva. Todo el pueblo la conocía y recordaba con mucha precisión
las cosas que Dios había hecho por ellos.
Alrededor del año 1200 antes de Cristo, cuando el pueblo de Israel se establece en su tierra definitiva,
comenzaron a agruparse estos relatos orales, estas tradiciones que el pueblo transmitía de boca en boca, y
aparecieron los primeros fragmentos escritos. Los sacerdotes los leían y recitaban en voz alta cuando el
pueblo se reunía para la oración.
Y para el año 100 antes del nacimiento de Jesucristo, el libro de la primera Alianza (el Antiguo
Testamento) ya estaba escrito.
El Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento se comenzó a escribir a partir de la Buena Noticia de Jesús. Jesús durante su vida,
no escribió nada. Pasaba de pueblo en pueblo anunciando a todos la Buena Noticia de la salvación con
hechos y palabras. Él mismo era la Buena Noticia, la Palabra del Padre que nos traía la salvación. Los
Apóstoles y los discípulos lo acompañaban y lo ayudaban en esta tarea.
Después de la resurrección de Jesús y, con la llegada del Espíritu Santo, los Apóstoles se encargaron de ir
por todas partes llevando a todos los hombres la Buena Noticia de la resurrección. Así nació la primera
comunidad cristiana. Al principio tenían "muy fresquitas" las palabras de Jesús y esto era lo que se
transmitían unos a otros, en discursos, enseñanzas y también por medio de cartas. Pero con el correr del
tiempo, se vieron en la necesidad de ir poniendo por escrito sus palabras y también fueron escribiendo
una especie de "diario" de lo que les iba pasando a ellos como comunidad. Así nació el libro de los
Hechos de los Apóstoles, que es justamente esto, el diario de todo lo que fueron viviendo después de la
ascensión de Jesús a los cielos.
Cuando los Apóstoles y los discípulos de Jesús comenzaron a envejecer y, luego, a morir, surgió la
imperiosa necesidad de poner por escrito todo lo que Jesús había dicho y hecho durante su vida y la
manera en que Dios lo había resucitado de entre los muertos. Surgieron así los libros de los Evangelios
No. Es una parte muy importante de la Biblia de la que no se puede prescindir. Sus libros conservan un
valor permanente, porque la primera Alianza, la Alianza que hizo Dios con el pueblo de Israel no fue
nunca revocada ni disuelta. Nuestros hermanos judíos son fieles a esa primera Alianza. Nosotros, los
cristianos, reconocemos que Jesucristo es nuestra Nueva Alianza, que plenifica y actualiza la primera. Por
eso, cada vez que leemos el Antiguo Tes- tamento, nos sentimos muy unidos a todo el pueblo judío, con
los que compartimos una misma historia de fe. El Antiguo Testamento es una preparación del Nuevo.
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Actividades:
1. ¿Qué es la Biblia?
2. ¿Quién es el autor de la Biblia?
3. ¿Cuáles son los géneros literarios que encontramos en la Biblia?
4. ¿Por qué decimos que Jesús es la Palabra viva del Padre?
5. Copia la siguiente tabla en tu carpeta y completa:
- -
- -
- -
6. Escribe los géneros bíblicos que existen en el Antiguo Testamento y escribe 3 ejemplos de cada
uno de ellos.
7. Escribe qué géneros bíblicos existen en el Nuevo Testamento y escribe 1 ejemplo de cada uno de
ellos.
8. ¿Qué narra el Antiguo Testamento? ¿Entre qué años se escribió?
9. ¿Qué relata el Nuevo Testamento?
10. ¿Por qué decimos que la Biblia es la Palabra de Dios si la escribieron distintos autores?
11. ¿El Antiguo Testamento está pasado de moda? Justifica tu respuesta.
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Unidad N° 3: LOS PRIMEROS RELATOS BÍBLICOS
Te doy gracias, Señor, por tu amor ¡No abandones la obra de tus manos! (Sal 138, 1-2.8c)
¿Cuál es nuestro origen? ¿Cuál es nuestro fin? ¿De dónde viene y a dónde va todo lo que existe? ¿Por qué
existe el mal? Contar historias es una buena forma de responder a preguntas difíciles e importantes. Así
comenzó a escribirse la Biblia. Por eso, la Biblia es ante todo respuesta a los interrogantes más profundos
del hombre.
La Biblia, en los primeros capítulos del libro del Génesis, nos presenta una narración en donde se afirma
la fe del pueblo de Israel en Dios Creador. El texto relata la creación del mundo y del hombre. No es un
relato científico ni un tratado de historia, sino un poema que, en un lenguaje simbólico y poético, expresa
la fe de un pueblo.
"En el principio Dios creó el cielo y la tierra". Con estas palabras solemnes, comienzan las Sagradas
Escrituras. El primer libro de la Biblia se llama Génesis. Es una palabra griega que significa 'orígenes' y
trata sobre los orígenes del universo, del hombre y del pueblo de Dios. Fue escrito por un grupo de
sacerdotes judíos, entre el siglo X y el VI antes de Cristo. Son varias historias, escritas en diferentes
momentos, que con el tiempo fueron unidas en un único relato.
La Biblia, en los primeros capítulos del libro del Génesis, nos presenta una narración en donde se afirma
la fe del pueblo de Israel en Dios Creador. El texto relata la creación del mundo y del hombre. No es un
relato científico ni un tratado de historia, sino un poema que, en un lenguaje simbólico y poético, expresa
la fe de un pueblo.
Al principio, Dios creó el cielo y la tierra. La tierra era algo informe y vacío, las tinieblas cubrían el
abismo, y el soplo de Dios se cernía sobre las aguas.
Entonces Dios dijo: "Que exista la luz" y la luz existió. Dios vio que la luz era buena, y separó la luz de
las tinieblas; y llamó día a la luz, y noche a las tinieblas. Así hubo una tarde y una mañana: este fue el
primer día.
Dios dijo: "Que haya un firmamento en medio de las aguas... y Dios llamó Cielo al firmamento... Este fue
el segundo día.
Dijo Dios: "Que se reúnan en un solo lugar las aguas que están bajo el cielo, y que aparezca el suelo
firme". Dios llamó mar al conjunto de las aguas y tierra al suelo firme. "Que la tierra produzca vegetales,
hierbas que den semilla y árboles frutales...". Este fue el tercer día.
Dios dijo: "Que haya astros en el firmamento, para distinguir el día de la noche...". Este fue el cuarto día.
Dios dijo: "Que las aguas se llenen de una multitud de seres vivientes, y que vuelen los pájaros por el
cielo". Este fue el quinto día.
Dios dijo: "Que la tierra produzca toda clase de animales...". "Hagamos al hombre a nuestra imagen,
según nuestra semejanza; y que le estén sometidos los peces del mar y las aves del cielo...". Y Dios creó
al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer.
Así fueron terminados el cielo y la tierra, y todos los seres que hay en ellos. El séptimo día, Dios
concluyó la obra que había hecho... y descansó (cf. Gn 1 y 2, 1-4).
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¿DE QUÉ TRATA REALMENTE EL TEXTO?
El autor del poema de la creación no pretende dar un relato científico de cómo se creó el cosmos, sino que
intenta narrar de una forma poética la verdad sobre Dios y sobre el hombre:
Si comparamos lo que nos dice la Biblia con los textos de ciencias naturales, indudablemente
encontraremos contradicciones. Cuando fue escrita la Biblia, nada se conocía de los datos que la ciencia y
la tecnología hoy nos revelan acerca de los orígenes del mundo. Nadie podía imaginar que la tierra era
redonda ni que era uno de los tantos planetas de un sistema que giran alrededor del sol. Nada se sabía
entonces de las transformaciones de las especies ni de la evolución del hombre.
La Iglesia en su Magisterio, apoyada en el mensaje de la Biblia, afirma desde siempre que el mundo y el
ser humano fueron creados por un único Dios, en un acto de amor y de bondad. Esta afirmación no
significa una contradicción con los datos de la ciencia, por el contrario son puntos de vista
complementarios: la Iglesia afirma la fe en un Dios creador, y la ciencia intenta explicar la manera en que
pudo ocurrir esa creación; la ciencia intenta averiguar cuándo y cómo ha surgido el cosmos y la vida, y la
fe intenta responder el sentido del origen del mundo, el porqué y el para qué.
Somos creados a imagen y semejanza de Dios. Eso quiere decir que Dios nos hace "parecidos" a Él.
"El Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el
hombre se convirtió en un ser viviente".
El Señor Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén, para que lo cultivara y lo cuidara. Y le dio
esta orden: "Puedes comer de todos los árboles que hay en el jardín exceptuando únicamente el árbol del
conocimiento del bien y del mal. De él no deberás comer, porque el día que lo hagas, morirás". Después
dijo el Señor Dios: "No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada". Entonces
el Señor Dios modeló con arcilla del suelo a todos los animales del campo y a todos los pájaros del cielo,
y los presentó al hombre para ver qué nombre les pondría... El hombre puso un nombre a todos los
animales domésticos, a todas las aves del cielo y a todos los animales del campo; pero entre ellos no
encontró la ayuda adecuada.
Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y cuando este se durmió, tomó una
de sus costillas y cerró con carne el lugar vacío. Luego, con la costilla que había sacado del hombre, el
Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre. El hombre exclamó: "¡Esta sí que es hueso de
mis huesos y carne de mi carne!". Se llamará Mujer porque ha sido sacada del hombre" (cf. Gn 2, 7-23).
El relato de la creación del hombre nos enseña que el hombre es el centro de la creación, es "la obra de
arte" del creador. Nada de lo creado puede igualarse al hombre, ya que este es el único que fue creado a
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imagen y semejanza de Dios. Dios llena al hombre de regalos: pone a su disposición y servicio toda la
obra de la creación, para que la cuide, respete y administre. El hombre es la única creatura en la tierra que
Dios ha amado por sí misma; sólo él participa de la vida misma de Dios. Es capaz de conocerlo y de
amarlo. El hombre tiene la dignidad de persona. No es solamente algo, sino alguien. Tiene inteligencia
para conocer la verdad y voluntad para elegir el amor. Solo el hombre tiene conciencia de sí mismo, sólo
el hombre puede decir "Yo soy imagen de Dios".
La persona humana es a la vez un ser corporal y espiritual, uno en cuerpo y alma. El hombre es la única
creatura que reúne en sí los elementos de la vida material y la vida divina.
El hombre fue creado como "muy bueno", para vivir en felicidad y en amistad con todas las cosas
creadas. El hombre en el paraíso gozaba del conocimiento del bien y del mal, y de una vida que no estaba
sujeta a la muerte. Dios bendice al varón y a la mujer diciéndoles: "Sean fecundos, multiplíquense y
llenen la tierra". ¡Este es el plan original de Dios para el hombre! Pero Dios, en su amor, hizo al hombre
libre, capaz de elegir libremente este plan de amor.
Dios te creó con amor, te pensó desde siempre y quiso que vos existieras. Él te llama a vivir como varón o
mujer en el mundo, a construir tu propia vida y a ser feliz amándolo a Él sobre todas las cosas y amando
al prójimo como a vos mismo. ¡Dios te hizo para amar, y solamente vas a ser feliz en la medida en que
aprendas a amar!
EL PECADO ORIGINAL
Dios es infinitamente bueno, y todas sus obras son buenas. Sin embargo, nadie escapa a la experiencia del
sufrimiento, de los males en la naturaleza y del mal en el corazón del hombre. ¿De dónde viene el mal, si
no ha salido de Dios? ¿Quién introdujo el mal en el mundo? ¿Por qué Dios lo permite?
Las respuestas las encontramos en la Biblia en un relato seguido al del poema de la creación. Es una
narración muy profunda, llena de imágenes y símbolos, que en forma de leyenda y mito, nos acercan al
drama central: el pecado es el origen del mal en el mundo.
La serpiente era el más astuto de todos los animales que el Señor había hecho, y dijo a la mujer: "¿Así que
Dios les ordenó que no comieran de ningún árbol del jardín?". La mujer le respondió: "Podemos comer
los frutos de todos los árboles del jardín, pero respecto del árbol que está en medio del jardín, Dios nos ha
dicho: No coman de él ni lo toquen, porque de lo contrario, quedarán sujetos a la muerte". La serpiente
dijo a la mujer: "No, no morirán. Dios sabe muy bien que cuando coman de ese árbol, se les abrirán los
ojos y serán como dioses, conocedores del bien y del mal". Cuando la mujer vio que el árbol era apetitoso
para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir discernimiento, tomó de su fruto y comió; luego
se lo dio a su marido, que estaba con ella, y él también comió. Entonces se abrieron los ojos de los dos y
descubrieron que estaban desnudos. Por eso se hicieron unos taparrabos con hojas de higuera.
Al oír la voz del Señor que se paseaba por el jardín, a la hora en que sopla la brisa, se ocultaron de Él
entre los árboles del jardín. Pero el Señor Dios llamó al hombre y le dijo: "¿Dónde estás?”. “Oí tus pasos
por el jardín y tuve miedo porque estaba desnudo. Por eso me escondí", respondió él. Dios replicó: "¿Y
quién te dijo que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol que yo te prohibí?". El hombre
respondió: "La mujer que pusiste a mi lado me dio el fruto y yo comí de él". El Señor Dios dijo a la
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mujer: "¿Cómo hiciste semejante cosa?". La mujer respondió: "La serpiente me sedujo y comí" (cf. Gn 3,
1-13).
El hombre, seducido por el mal, eligió libremente desobedecer el plan de amor para el que Dios lo había
creado. Este es el primer pecado de la humanidad, que conocemos como el pecado original. Desde
entonces, el pecado introdujo el desorden en el mundo y en el corazón del hombre, y el dolor y la muerte
hicieron su aparición en la historia de la humanidad.
LA PROMESA DE SALVACIÓN
Adán y Eva transmitieron a toda su descendencia la naturaleza herida por el primer pecado. Como
consecuencia del pecado original la naturaleza humana quedó debilitada en sus fuerzas, inclinada al
pecado, sometida a la ignorancia, al sufrimiento y al dominio de la muerte.
Dios, que es todo amor, no permitió que el hombre que había creado con tanto amor, se quedara para
siempre lejos de Él. No lo abandonó en su pecado y quiso reparar lo que el hombre estropeó con el mal
uso de su libertad. Ya en el mismo momento del pecado, les promete y anuncia un Salvador: Dios dijo a la
serpiente después del pecado: "Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre su descendencia y la tuya. Y
ella te aplastará la cabeza cuando intentes morderle el talón" (Gn 3, 15).
La Iglesia ha leído siempre en ellas el primer anuncio del Evangelio, de la Buena Noticia de la salvación:
alguien de la descendencia de la mujer, aplastará definitivamente al mal, al pecado y a la muerte. Es la
promesa del Salvador nacido de una mujer, María, la nueva Eva. Es la promesa de Jesucristo, el Hijo de
Dios, que viene al mundo para salvar a los hombres del pecado, y para devolverles la vida divina que
habían perdido con la desobediencia.
Jesucristo obedece la voluntad del Padre y ofrece su vida en la cruz para salvarnos. Dios salva a la
humanidad de su pecado para volver a abrazar al hombre y para invitarlo al amor.
¡Por tu muerte y resurrección, nos has salvado, Señor! La salvación que Dios prometió a nuestros padres
se cumplió en Jesucristo, que con su muerte y resurrección vence al pecado y a la muerte y nos da una
Vida Nueva.
Fue un pecado de desobediencia y soberbia. Ellos "querían ser como Dios", pero desobedeciendo lo que
Dios les había mandado.
El hombre, tentado por el diablo, dejó morir en su corazón la confianza hacia su creador y, abusando de
su libertad, desobedeció al mandamiento de Dios. En esto consistió el primer pecado del hombre. En
adelante, todo pecado será una desobediencia a Dios y una falta de confianza en su bondad.
Actividades:
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Llenamos la grilla buscando la respuesta correcta en la Biblia. Para darte una “ayudita”, ponemos entre
paréntesis de cada definición el capítulo de la Biblia en donde podés encontrar la respuesta.
A medida que resolvemos la grilla, traspasamos las letras al cuadro de abajo, siguiendo las referencias
numéricas (a igual número corresponde siempre igual letra). Escribí las letras en mayúscula y sin acentos
ortográficos:
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Unidad N° 4: LOS PATRIARCAS
¡Aquí estoy Señor, para hacer tu voluntad! (Sal 40)
DATOS PERSONALES
El relato de la vida de Abraham y sus descendientes lo encontramos en los capítulos 12 al 25 del primer
libro de la Biblia: el Génesis. Si bien nos cuenta la historia del nacimiento del pueblo de Israel, no pueden
considerarse exactamente relatos históricos, sino más bien la redacción final de textos que se fueron
contando en forma oral de generación en generación,
Con Abraham comienza la historia del pueblo de Israel. Fue un pastor seminómade que vivía en la ciudad
de Ur, de Caldea, al sur de la Mesopotamia, junto a su mujer, Sara, su familia y sus pequeños rebaños de
cabras y ovejas. Era el jefe de su grupo familiar, y ellos se trasladaban de una zona a otra en busca de
mejores pasturas para los animales.
Todas las religiones de los pueblos de la Antigüedad eran politeístas: creían en la existencia de varios
dioses, a los que acudían para pedirles cosas distintas. Abram conocía estas grandes religiones, pero algo
distinto y maravilloso pasó un día en su vida: Dios, el Dios único y verdadero lo llamó y lo invitó a una
gran aventura:
"El Señor dijo a Abram: 'Deja tu tierra natal y la casa de tu padre y ve al país que yo te mostraré. Yo haré
de ti una gran nación y te bendeciré; engrandeceré tu nombre y serás una bendición... y por ti serán
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bendecidos todos los pueblos de la tierra'. Abram partió como Dios se lo había ordenado. Tomó a su
esposa Sara, a su sobrino Lot, con todos los bienes que tenía y todas las personas que había reunido, y se
encaminó hacia la tierra de Canaán" (cf. Gn 12, 1-5)
Abram dejó todo lo que tenía y conocía, y se dirigió hacia un lugar incierto y desconocido, apoyado
solamente en la confianza en ese Dios que le había hablado. Abram mantuvo esta actitud de fe a lo largo
de toda su vida, aun en medio de pruebas y dificultades Él confiaba en Dios y se puso en camino, fue el
primero en creer. Por eso es llamado el padre de la fe o el padre de todos los creyentes.
Cuando Abram y su familia llegaron a la tierra prometida por Dios, se establecieron sucesivamente en
diferentes ciudades. Abram era allí un extranjero, un desconocido y las cosas no fueron fáciles para él.
Fue expulsado de algunos lugares donde se asentaba para darles mejores pastos a sus animales, lo
acecharon muchos peligros durante las marchas, y, además era ya un hombre viejo y no tenía
descendencia porque su mujer era estéril. Sin embargo, Abram siguió confiando en Dios, que se le
revelaba como un amigo, y en la promesa que le había hecho:
"Yo soy el Dios Todopoderoso. Camina en mi presencia y sé irreprochable. Yo haré una Alianza contigo.
Tú serás el Padre de una multitud de naciones. Y ya no te llamarás más Abram: en adelante tu nombre
será Abraham, para indicar que yo te he constituido padre de una multitud de naciones. Estableceré una
alianza contigo y con tus descendientes a través de las generaciones. Mi alianza será una alianza eterna y
así yo seré tu Dios y el de tus descendientes. Yo te daré en posesión perpetua a ti y a tus descendientes
esta tierra donde ahora resides..." (Gn 17, 1-8).
"Abraham respondió: 'Señor, ¿para qué me darás algo si yo sigo sin tener hijos?'. Dios lo llevó afuera y le
dijo: 'Mira hacia el cielo, y si puedes, cuenta las estrellas'. Y añadió: 'Así de grande será tu descendencia'.
Abraham creyó en el Señor, y el Señor se lo tuvo en cuenta para su justificación" (cf. Gn 15, 2-6).
Actividades:
1. Lee en la Biblia otros sucesos de la vida de Abraham y resúmelos:
a. El encuentro con el sacerdote Melquisedec: Gn 14, 13-24
b. La circuncisión, signo de la Alianza: Gn 17,1-14
c. La visita del Señor: Gn 18, 1-15
d. La oración en la que intercede por Sodoma: Gn 18, 16-33
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DATOS PERSONALES
El tiempo pasaba, y el hijo de la promesa no llegaba. Abraham pensó que Ismael, el hijo que había tenido
con su esclava Agar, sería su único descendiente. Pero Dios volvió a dirigirse a Abraham diciéndole: "Tu
esposa Sara te dará un hijo, al que pondrás por nombre Isaac. Yo estableceré mi alianza con él y con su
descendencia..." (Gn 17, 19).
Parecía una promesa imposible de cumplir, ya que Abraham y Sara ya eran ancianos, pero pese a todo,
Abraham volvió a creer en Dios. Y la promesa fue cumplida: Abraham y Sara tuvieron un hijo, al que
llamaron Isaac, que significa: 'Dios nos sonríe'. Isaac fue el hijo de la promesa, con el que Dios premió la
fe inquebrantable del patriarca, que aprendió a esperar en Dios, aun contra toda esperanza.
Pero el momento más difícil de la vida de Abraham llegó cuando Dios puso a prueba su fe y su confianza,
pidiéndole que sacrificara a Isaac:
""¡Abraham!", le dijo. Y él respondió: 'Aquí estoy'. Entonces Dios le siguió diciendo: 'Toma a tu hijo
único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que
yo te indicaré" (cf. Gn 22, 1-2).
¡Qué palabras tan difíciles de comprender! ¿Cómo podía ser que Dios, el Dios único y verdadero, también
quisiera que se le ofrecieran sacrificios humanos como los demás dioses de los paganos? ¿Cómo podía ser
que Dios le quitara aquello que le había dado como fruto de una promesa? Pero la fe de Abraham no
vaciló, a pesar de lo incomprensible que le resultaba este mandato.
A la mañana siguiente, partió con su hijo, tomando todo lo necesario para el sacrificio. Al tercer día
llegaron al lugar indicado por Dios y comenzaron a subir la montaña. Recogió las leñas que necesitaban
para el sacrificio y las cargó sobre su hijo. "En el camino, Isaac preguntó: '¿Dónde está el cordero que
ofreceremos?'. A lo que su padre respondió: 'Dios proveerá el cordero para el sacrificio'. Cuando llegaron
al lugar, Abraham erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac y lo puso sobre la leña
del altar. Luego levantó su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. Pero el ángel del Señor lo
llamó desde el cielo: '¡Abraham, Abraham!... No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún
daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único. Al levantar la
vista, Abraham vio a un carnero que tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces tomó el cordero
y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo" (cf. Gn 22, 9-13).
Abraham comprendió que el Señor, es un Dios bueno, que no quiere la muerte de los hombres, que sus
designios se presentan a veces como muy misteriosos, pero que vale la pena guiarse siempre de su
Palabra, confiar y creer en Él.
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Los descendientes de Abraham se fueron multiplicando a lo largo de los años, y a través de las
generaciones, fue transmitida esta fe que nació en el corazón de Abraham, el primero de los patriarcas.
Sus descendientes formaron un gran pueblo, y heredaron la fe en el único Dios y la promesa de una
descendencia numerosa y la posesión de la tierra.
Actividades:
DATOS PERSONALES
Isaac se casó con Rebeca y tuvieron dos hijos gemelos. El primero se llamó Esaú, y el segundo Jacob.
Esaú, el primogénito, era el preferido de su padre. Era hombre de campo, cazador, de carácter fuerte y
enérgico. Jacob era más débil que su hermano, se dedicaba a cuidar las ovejas y era el preferido de su
madre.
Ambos hermanos crecieron en la fe de sus padres, confiando en la promesa que Dios había hecho a
Abraham, y que fue transmitida a través de las generaciones. Era obvio que la promesa sería heredada por
Esaú, el mayor de los hermanos, quien a la muerte de su padre se convertiría en el nuevo patriarca.
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Un día, cuando Isaac era ya viejo y no podía ver, llamó a Esaú y le dijo: "Ve al campo y caza algún
animal para prepararme una comida. Luego te bendeciré para que seas mi heredero", Rebeca, su madre,
escuchó sus palabras y, mientras Esaú estaba en el campo, tomó a Jacob, y lo preparó en su lugar. Como
Esaú era velludo y fuerte, y Jacob era lampiño, recubrió su cuerpo con piel de cabrito, y lo mandó a donde
estaba su padre, llevándole un plato de lentejas. Isaac no reconoció el engaño, y después de probar la
comida, bendijo a Jacob en lugar de Esaú.
Jacob hizo trampa y robó la bendición de su padre. Esto era algo muy serio, porque una vez dada, ni el
mismo Isaac podía retirarla. Jacob, arrepentido, huyó de su casa a vivir en un país lejano. Allí tuvo que
recorrer un largo camino de dolor y obediencia, y tuvo que ir descubriendo paso a paso lo que Dios quería
de él.
Después de un tiempo, Jacob decidió volver a su casa para hacer las paces con Esaú. Estaba preocupado
por lo que podría suceder cuando se encontraran. Una noche, durante su viaje le sucedió algo muy
extraño: un hombre se apareció en mitad de la noche y luchó con él hasta el amanecer. Era más fuerte y le
quebró la pierna durante el combate. El extraño dijo a Jacob: "Déjame ir, porque ya está amaneciendo".
Pero Jacob le contestó: "No te soltaré si antes no me bendices". El otro le preguntó: "¿Cómo te llamas?".
"Jacob", respondió. Él añadió: "En adelante no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con
Dios y con los hombres y has vencido". Jacob le rogó: "Por favor, dime tu nombre". Pero él respondió:
"¿Cómo te atreves a preguntar mi nombre?". Y allí mismo lo bendijo (cf. Gn 32, 27-30).
Dios se manifestó infinitamente misericordioso con él, y lo hizo padre de doce hijos, quienes dieron
origen a las doce tribus del pueblo de Israel: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Iscar,
Zabulón, José y Benjamín. Cada tribu se estableció en una porción de la tierra prometida, y cada una
intentó vivir fiel a la Alianza de amor que Dios había hecho con sus padres.
Actividades:
1. La historia de Jacob se cuenta en el libro del Génesis, desde el capítulo 25 hasta el 37. Jacob es el
prototipo del luchador astuto, que usa la trampa y el engaño para obtener la victoria. Pero a lo
largo de su vida, él también tendrá que sufrir el engaño en carne propia. Investigamos en la Biblia
sobre una larga historia de trampas y engaños. Lee los capítulos 29, 30 y 31 del Gn y resúmelos.
JOSÉ , EL SOÑADOR
18
DATOS PERSONALES
Nombre: José.
Familia: El penúltimo de los 12 hijos de Israel.
País: Originario de la tierra prometida. De joven fue vendido al país de Egipto.
Misión: Salva al pueblo de Israel, y se muestra compasivo y bondadoso con sus hermanos.
Fecha: Vivió aproximadamente entre los años 1750 y 1640 a. de C
José es el último de los patriarcas. Su historia cierra el libro del Génesis, y es una narración mucho más
compleja y larga que todas las anteriores historias. Se extiende desde el capítulo 37 hasta el 50. Al pueblo
de Israel le gustaba repetir esta historia, sobre todo en momentos de dificultad o conflictos entre las
mismas tribus, ya que les recordaba la misericordia con la que debían tratarse mutuamente.
Todas las culturas de la antigüedad se tomaban muy en serio los sueños. Los reyes recurrían a sabios que
los ayudaban a los sueños para saber lo que sucedería en el futuro. En la Biblia, Dios se vale de los sueños
de las personas para revelar su voluntad a algunos hombres.
Jacob, que ahora era llamado Israel, tenía una especial predilección por su hijo José, al que llenaba de
privilegios. Sus hermanos le tenían mucha envidia, y hasta llegaron a odiarlo. José era un chico muy
especial: a menudo tenía sueños y los compartía con sus hermanos y con su padre. Un día soñó que todos
sus hermanos se inclinaban ante él y lo servían, lo que hizo aumentar la bronca de sus hermanos. Un día
decidieron matarlo y lo llevaron al campo para darle muerte. Pero estando allí, sintieron algo de pena, y
optaron por venderlo a una caravana de peregrinos que se dirigía al país de Egipto. Los hermanos hicieron
creer a Israel, que José había muerto atacado por una fiera, y este sufrió un profundo dolor. Mientras
tanto, José era vendido en Egipto a un capitán de la guardia del faraón.
La vida en la tierra de Israel continuó para todos, y el pueblo se hacía cada vez más numeroso. A menudo
surgían dificultades entre las tribus, peleas entre hermanos, infidelidades de algunas tribus que se
olvidaban de Dios y su promesa, y comenzaban a adorar a dioses falsos.
En aquella época, toda la región sufrió un tiempo de gran sequía, por lo que los israelitas tuvieron que
emigrar en busca de mejores tierras. Fue así como llegaron a Egipto, en busca de alimentos y de mejor
suerte.
En Egipto, José había llegado a ser el hombre de confianza del faraón, ya que tenía grandes dotes para
interpretar los sueños y para predecir a partir de ellos las cosas que sucederían en el país. Cuando los hijos
de Israel llegaron al palacio del faraón a pedir alimentos, fueron reconocidos por José: <<José no podía
contener su emoción, y dijo a sus hermanos: "Yo soy José. ¿Es verdad que todavía mi padre vive?". Pero
ellos no pudieron responderle, porque al verlo, se quedaron pasmados. Entonces José volvió a decir a sus
hermanos: "Acérquense un poco más". Y cuando ellos se acercaron, añadió: "Sí, yo soy José, el hermano
de ustedes, el mismo que vendieron a los egipcios. Ahora no se aflijan ni sientan remordimiento por
haberme vendido..." (cf. Gn 45, 3-5).
19
José, en un gran gesto de amor los perdonó y les brindó toda la ayuda que necesitaban, que fue a la tierra
de Caanán a buscar a su padre y que lo junto a él. De esta manera, los de Abraham se refugiaron en
Egipto donde vivió muchos años.
Actividades:
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Unidad N° 5: EL ÉXODO Y LA CONQUISTA DE LA TIERRA PROMETIDA
Señor, ven pronto a socorrerme. Tu eres mi ayuda y mi liberador (Sal 40, 14.18)
El libro del Éxodo es el segundo libro de la Biblia. Continúa con los relatos del Génesis, pero
introduciendo una diferencia fundamental: los protagonistas ya no son personajes individuales, sino que
es el pueblo de Israel: los israelitas. Nos cuenta la historia del pueblo de Dios esclavo en Egipto y de la
intervención maravillosa de Dios que lo hace "salir" de la esclavitud y caminar hacia la libertad. Éxodo
significa 'salida'.
Con el correr de los años, los israelitas se multiplicaron y comenzaron a ser muy numerosos en la tierra de
Egipto. En el año 1300 antes de Cristo, el Faraón egipcio, por miedo a que siguieran creciendo y pudieran
superarlos, comenzó a someterlos a la esclavitud.
Los israelitas vivían agobiados y afligidos, condenados a realizar trabajos forzosos y a condiciones de
vida inhumanas:
"Los egipcios redujeron a los israelitas a la condición de esclavos, y les hicieron insoportable la vida,
forzándolos a realizar trabajos extenuantes: la preparación de la arcilla, la fabricación de ladrillos y toda
clase de tareas agrícolas" (cf. Ex 1, 13 y 14)
Después, los afligieron con una carga aún más dura: decretaron la muerte para todos los hijos varones de
los israelitas, impidiendo de esta manera que siguieran multiplicándose.
La situación era muy difícil para el pueblo, quienes imploraban al Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob
que actuara en su defensa, para liberarlos de sus opresores.
Un día nació un niño, que al igual que sus hermanos israelitas, estaba condenado a morir. Como su madre
vio que era muy lindo, sintió un profundo dolor y decidió abandonarlo en una cesta, para que flotara por
el río Nilo hasta que fuera encontrado por alguien. Ella sabía que la hija del faraón solía bañarse todos los
días en el río, y esperaba que fuera ella quien lo rescatara de las aguas. Y así sucedió. El niño fue llevado
a vivir en la corte del Faraón, y fue llamado con el nombre de Moisés, que significa: 'rescatado de las
aguas'. Allí recibió una esmerada educación.
El pueblo de Israel clamaba a Dios, implorándole misericordia: "¡Señor, ven pronto en nuestra ayuda!
¡Ven pronto a liberarnos!".
LA ELECCIÓN DE MOISÉS
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DATOS PERSONALES
Nombre: Moisés, que significa 'rescatado de las aguas'.
Familia: hijo de padres israelitas, adoptado por la princesa egipcia y criado en la corte del faraón.
País: Nació en Egipto y de joven tuvo que huir a vivir en el desierto.
Misión: Es el elegido por Dios para liberar a su pueblo y conducirlo hacia la tierra prometida.
Fecha: vivió aproximadamente entre los años 1350 y 1230 a. de C.
Moisés, con el tiempo, fue dándose cuenta de su verdadera identidad: era un israelita y sus hermanos
vivían sometidos a situaciones de mucha injusticia. Un día, estando en el campo de trabajos, mató a un
capataz egipcio, que estaba golpeando duramente a un israelita. Esto lo obligó a huir del palacio del
Faraón, para no ser denunciado y ejecutado, y se réfugió en el desierto, en donde se empleó de pastor, a
las órdenes de un habitante de la región.
Se dedicó a cuidar los rebaños de su suegro. Un día, mientras estaba apacentando su rebaño, vio una zarza
que ardía sin consumirse. Se acercó extrañado, y escuchó la voz del Señor que le habló en estos términos:
"¡Moisés, Moisés!". "Aquí estoy", respondió él. Entonces Dios le dijo: "Quítate las sandalias porque el
suelo que estás pisando es una tierra santa". Luego le siguió diciendo: "Yo soy el Dios de tu padre, el Dios
de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob". Moisés se cubrió el rostro porque tuvo miedo de ver a
Dios.
"Yo he visto la opresión de mi pueblo, que está en Egipto y he oído los gritos de dolor, provocados por
sus capataces. Sí, conozco muy bien sus sufrimientos. Por eso he bajado a librarlos del poder de los
egipcios y a hacerlo subir, desde aquel país a una tierra fértil y espaciosa, a una tierra que mana leche y
miel... Ahora ve, yo te envío al Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo" (cf. Ex 3, 7-10).
Moisés sabía que la empresa que se le estaba encomendando era muy difícil, y un poco asustado le
respondió: "¿Quién soy yo para presentarme ante el faraón y hacer salir a los israelitas de Egipto? Pero
Dios le respondió: "No temas, Yo estaré contigo". Pero Moisés continuó diciendo: "Si me presento ante
los israelitas y les digo que el Dios de sus padres me envió a ellos, me preguntarán cuál es su nombre. Y
entonces ¿qué les responderé?". Dios dijo a Moisés: "YO SOY EL QUE SOY. Tú les dirás a los israelitas:
YO SOY me envió a ustedes... Este es mi nombre para siempre, y así seré invocado en todos los tiempos
futuros... Te presentarás al rey de Egipto y le pedirás que libere a mi pueblo y lo deje salir hacia el
desierto. Ya sé que el rey de Egipto no los dejará partir, si no es obligado por la fuerza. Pero yo extenderé
mi mano y castigaré a Egipto, realizando ante ellos toda clase de prodigios" (cf. Ex 3, 13-20).
Moisés dudó mucho, antes de aceptar la misión: “¿Y si se niegan a creerme?... Perdóname, Señor, pero yo
no he sido nunca una persona elocuente: Yo soy torpe para hablar y me expreso con dificultad...
encomienda a otro esta misión...". Pero el Señor le dijo: "Ahora ve, yo estaré siempre contigo, te asistiré
siempre que hables y te indicaré lo que tienes que decir". Moisés se presentó ante el faraón y le dijo:
"Deja partir a mi pueblo, para que celebre en el desierto una fiesta en honor de nuestro Dios". Pero el
faraón respondió: "¿Y quién es el Señor, para que yo le obedezca dejando partir a Israel? Yo no conozco
al Señor, y no dejaré partir a los israelitas" (cf. Ex 5, 1-2).
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LA PASCUA Y EL PASO POR EL MAR ROJO
El faraón rechazó con insistencia el pedido de Moisés, y Dios intervino enviando sobre Egipto diez
terribles plagas. Finalmente, el Faraón, convencido del poder del Dios de los israelitas, los dejó salir.
El Señor mandó a todo su pueblo a celebrar una comida antes de partir: "Consígase cada familia un
cordero o un cabrito, sin ningún defecto, macho y de un año... y a la hora del crepúsculo lo inmolarán.
Después tomarán un poco de su sangre, y marcarán con ella los dos postes y el dintel de la puerta de las
casas a donde lo coman. Y esa misma noche, comerán la carne asada al fuego, con panes sin levadura y
verduras amargas. Deberán comerlo así: ceñidos con un cinturón, calzados con sandalias y con el bastón
en la mano. Y lo comerán rápidamente, listos para partir. Esta es la Pascua del Señor. Esa noche yo pasaré
por el país de Egipto para exterminar a todos sus primogénitos... La sangre les servirá de señal para
indicar las casas en donde ustedes estén. Al verla, yo pasaré de largo y ustedes se liberarán del castigo.
Este será para ustedes un día memorable y deberán recordarlo siempre con una fiesta en honor del Señor.
Lo celebrarán a lo largo de las generaciones como una institución para siempre" (cf. Ex 12, 5-14).
Después de 400 años de esclavitud, los israelitas salieron de Egipto, y comenzaron a caminar hacia la
libertad, guiados por Moisés. Pero al poco tiempo de la salida, el Faraón, arrepentido de haberlos dejado
salir, decidió enviar a su poderoso ejército para perseguirlos y obligarlos a regresar. Todo parecía estar
perdido para los israelitas. Al llegar al mar Rojo, vieron cortado su camino: por delante, las aguas
inmensas que les impedían el paso; por detrás, los carros del faraón con todo su ejército. Pero Moisés
confiaba en Dios, y sabía que Él intervendría para salvarlos. Levantó sus manos al cielo y un viento
impetuoso comenzó a soplar. Las aguas del mar Rojo se abrieron y dejaron un camino por donde pudieron
pasar los israelitas, hasta alcanzar la otra orilla. Cuando el ejército del Faraón intentó cruzar por el mismo
lado, el viento dejó de soplar, y las aguas volvieron a su lugar, arrastrando a los soldados, sus armas y sus
carros poderosos.
Este fue el éxodo del pueblo judío: un pueblo pequeño e indefenso que se salvó de los poderosos que lo
esclavizaban, por la ayuda poderosa de Dios que los hizo "salir" y "pasar" a la libertad, a una vida nueva.
23
Muchas fueron las dificultades que encontraron los israelitas en el desierto, a lo largo de los 40 años de
marcha: el cansancio, la sed y el hambre, las disputas y rivalidades, la falta de esperanza... Muchas veces
a lo largo del camino, los israelitas se arrepintieron de haber salido de Egipto: "Ojalá hubiéramos muerto
en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos junto a las ollas de carne y comíamos hasta hartarnos!" Y le
reprochaban a Moisés que los había conducido al desierto para matarlos de hambre.
Una y otra vez, Moisés tuvo que interceder ante Dios, llevándole las quejas de su pueblo. Y el Señor, cada
vez, respondió con amor, haciéndoles ver que su cuidado y protección no los abandonaba: en los días
calurosos, los hacía marchar protegidos por una nube; en la noche oscura los guiaba poniendo delante de
la marcha una columna de fuego, si desfallecían de sed, hacía brotar un manantial de agua de una roca, si
el hambre los castigaba, mandaba una plaga de codornices para que pudieran cazar, o hacía llover un pan
del cielo, llamado maná.
Cuando llegaron al pie del monte Sinaí, Dios invitó a su pueblo a sellar una Alianza con Él, un pacto de
amor definitivo e irrevocable: Moisés subió a la montaña a encontrarse con Dios. Y Dios le dijo: "Habla
en estos términos y anuncia este mensaje a los israelitas: Ustedes han visto cómo los saqué de Egipto, y
cómo los conduje sobre alas de águila y los traje hasta mí. Ahora, si escuchan mi voz y observan mi
Alianza, serán mi propiedad exclusiva entre todos los pueblos, porque toda la tierra me pertenece.
Ustedes serán para mí un reino de sacerdotes y una nación que me está consagrada".
Moisés fue a convocar a los ancianos de los israelitas y les expuso todas estas palabras. El pueblo
respondió unánimemente: "Estamos decididos a poner en práctica todo lo que ha dicho el Señor". Y
Moisés comunicó al Señor la respuesta del pueblo (cf. Ex 19, 3-8).
Como signo de esta Alianza, Dios entregó a Moisés dos tablas de piedra, en donde estaban escritos los 10
mandamientos, o el decálogo de la Alianza. Esta Alianza celebrada en el Sinaí, fue un acontecimiento
fundamental en la historia de Israel, que lo hizo nacer como nación, que lo constituyó como pueblo.
Moisés levantó un altar para sacrificar un animal y dar gracias a Dios por la Alianza, una costumbre
habitual entre los pueblos de la antiguedad. Derramó una parte de la sangre del sacrificio sobre el altar, y
con la otra parte roció al pueblo reunido, para significar la unión definitiva que desde ese momento los
ligaba a Dios: "Esta es la sangre de la Alianza que el Señor ahora hace con ustedes..." (cf. Ex 24, 8).
El pueblo de Dios siempre recordó (recordar quiere decir 'guardar en el corazón) los mandamientos que
Dios les había entregado por medio de Moisés en el monte Sinaí. Estos mandamientos eran la Ley de
Dios, que el pueblo debía cumplir y transmitir de generación en generación.
24
Actividades:
25
Unidad N°: 6 LA CONQUISTA DE LA TIERRA PROMETIDA
No temas ni te acobardes, porque el Señor, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas (Jos 1, 9)
Después de los libros de "la ley" o la "Torá", la Biblia nos presenta un conjunto de libros de contenido
histórico: Josué, Jueces, Samuel y Reyes. Estos libros nos cuentan la historia de la conquista y de los
primeros tiempos en la tierra prometida. Si bien son libros históricos, no pueden ser leídos como
documentos históricos, ya que la intención de los autores ha sido otra: transmitir una mirada de fe a la
propia historia, en la que Dios es el vencedor y el autor de todas las conquistas y todas las victorias
DATOS PERSONALES
Nombre: Josué, que quiere decir: 'Dios Salva'
Misión: Fue el sucesor de Moisés y lideró la conquista de la tierra prometida.
Fecha: La conquista de la tierra prometida se desarrolló aproximadamente entre los años 1300 y 1190 a.
de C.
Después de 40 años llegaron a s de caminar por el desierto, los israe la tierra prometida que Dios le había
dado a Abraham y a su descendencia para siempre. Era alrededor del año 1200 antes de Cristo.
Moisés había muerto y Josué, desde la otra orilla del río Jordán, se preparó para organizar la conquista.
Era un hombre joven, fuerte y valiente, con una gran capacidad para organizar y conducir. Sabía de
antemano que, para poder conquistar la tierra, el pueblo debería estar unido y mantenerse fiel a la Alianza
con Dios.
Dios habló a Josué y le dijo: "Moisés, mi servidor ha muerto. Ahora levántate y cruza el Jordán con todo
este pueblo, para ir a la tierra que yo daré a los israelitas. Mientras vivas, nadie resistirá delante de ti; yo
estaré contigo como estuve con Moisés: No te dejaré ni te abandonaré. Sé fuerte y valiente: tú vas a poner
este pueblo en posesión del país que yo les daré, porque así lo juré a sus padres. Obra en todo según la ley
que te dio Moisés, mi servidor. No te apartes de ella ni a la izquierda ni a la derecha, medítala día y noche
para obrar conforme a lo que está escrito. Así harás prosperar tus empresas y tendrás éxito. No temas ni te
acobardes, porque el Señor, tu Dios, estará contigo dondequiera que vayas" (cf. Jos 1, 1-9).
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Al comenzar la conquista, el pueblo atravesó el río Jordán, en solemne procesión, llevando por delante el
Arca de la Alianza, con la plena confianza de que Dios lucharía junto a ellos para darles la tierra
prometida.
La conquista de la tierra no fue tarea fácil: se realizó en sucesivas batallas, en las que Josué, guiando al
pueblo, logró ganar una a una las ciudades, hasta adueñarse definitivamente del territorio.
Acabada la conquista, Josué reunió a todo el pueblo en la ciudad de Siquem, en donde levantó un altar
para ofrecer a Dios sacrificios y holocaustos en acción de gracias. Sobre las piedras de ese altar, Josué
grabó cada uno de los mandamientos de la Ley que Dios había dado a Moisés. Y do el pueblo, juró frente
al Arca de la Alianza, fidelidad para siempre.
El pueblo de Israel se instaló en Canaán, y las doce tribus se repartieron el territorio, asignando para cada
una de ellas una zona distinta.
La figura de Josué fue fundamental para la conquista, por su valentía y por su fuerza para conducir al
pueblo, pero por sobre todo, por su fidelidad a Dios. Ya anciano, fue saludado por representantes de cada
una de las tribus, que en nombre de todo el pueblo le agradecían por haberlos guiado y conducido en la
conquista.
Las tribus estaban organizadas como clanes, cada una de ellas bajo la autoridad de un jefe o caudillo, a los
que se conoce con el nombre de Jueces. Varones y mujeres que organizaban la vida de cada una de las
tribus.
Poco a poco, fueron adaptándose a la vida sedentaria. No era fácil ahora organizarse como nación,
empezar a trabajar la tierra y a vivir en lugares fijos después de haber vivido muchísimos años de
esclavitud y de haber estado caminando como nómades por el desierto durante 40 años.
Cada tribu se organizaba de forma independiente, pero todas se sentían parte de un mismo pueblo,
compartían una historia común muy importante, en la que Dios se les había revelado y los había elegido
como su propiedad. Esta conciencia de unidad se despertaba cuando alguna de las tribus se encontraba en
peligro frente al enemigo; muchas se unían en su defensa y, desaparecida la amenaza, volvían cada una de
ellas a su lugar. El Arca de la Alianza permanecía en el centro de la tierra, en la región de Silo,
recordándoles la presencia de Dios entre ellos.
El libro de los Jueces nos presenta la vida del pueblo de Israel una vez que se instalaron en la tierra
prometida. Es uno de los momentos más críticos de la historia de Israel: amenazas e invasiones de
pueblos vecinos, divisiones y peleas entre los clanes y la constante tentación a abandonar la fe y caer en la
idolatría.
Los Jueces fueron figuras fundamentales de esta época, que se extendió desde el año 1200 a 1050 antes de
Cristo. Ellos surgían de en medio de las tribus, como guías y caudillos, para liderar la defensa. Son
personajes fuertemente religiosos, que ponen toda su fuerza, astucia y valentía al servicio de la fidelidad a
Dios.
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SAMUEL EL ÚLTIMO DE LOS JUECES
DATOS PERSONALES
Nombre: Samuel, que quiere decir 'se lo había pedido a Dios'.
Familia: Hijo de Ana y de Elcaná.
Origen: Era un israelita de la tribu de Efraim.
Misión: Es el último de los jueces, el que unge al primer rey de Israel.
Fecha: año 1000 a. de C.
Cuando los israelitas llegaron a Canaán, armaron la carpa del encuentro en la ciudad de Silo. En los
tiempos del sacerdote Elí, se construyó un templo para reemplazar la carpa y guardar en él el Arca de la
Alianza.
Para el año 1000 a. de C., las tribus israelitas vivían en sus tierras, amenazadas por la invasión de pueblos
vecinos y la tentación de caer en la idolatría. En este tiempo, apareció Samuel, un israelita de la tribu de
Efraín, que fue el último de los Jueces. Él logró hacer resurgir la confianza del pueblo en Dios y
restablecer la Alianza.
El nombre Samuel significa 'se lo había pedido a Dios'. Ana, su madre, era una mujer que no podía tener
hijos, y suplicaba a Dios con insistencia pidiéndole el don de un hijo. Dios escuchó su oración y le
concedió lo que le pedía. Ana, dio a luz a un niño y después de criarlo, lo llevó al Templo de Silo, para
consagrarlo a Dios, poniéndolo al servicio del sacerdote Elí.
Cuando era todavía un niño, Dios habló a Samuel por primera vez: "¡Samuel, Samuel!". Samuel fue
corriendo a donde estaba Elí y le dijo: "Aquí estoy, porque me has llamado". Pero Elí le dijo: "Yo no te
llamé, vuelve a acostarte". Y él se fue a acostar. Luego volvió a ocurrir lo mismo una segunda vez, y una
tercera vez. Pero esta vez Elí comprendió que era Dios el que llamaba a Samuel y le dijo lo que debía
hacer cuando volviera a escuchar su llamado. El Señor volvió a llamar a Samuel como las otras veces:
"Samuel, Samuel!". Él respondió: "Habla, Señor, porque tu servidor escucha" (cf. 1 Sam 3, 4-10).
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Samuel fue creciendo en la fidelidad a la Alianza, y fue un gran Juez de Israel, con un oído atento a los
reclamos de su pueblo y con un oído atento a Dios. Todos acudían a él en busca de consejo y guía.
Cuando Samuel era ya un anciano, y ante la amenaza de invasión de los filisteos, que era un pueblo
poderoso que llegaba del mar, el pueblo le pidió que, en nombre de Dios, eligiera y nombrara a un rey
para que gobernara a todas las tribus, y para que, al igual que los pueblos vecinos, tuvieran un único jefe
que los condujera y que organizara un ejército capaz de defenderlos de las invasiones enemigas: "Tú ya
estás viejo... danos un rey para que nos gobierne, como hacen los reyes en todos los países" (1 Sam 8, 4).
Samuel temía que, nombrando a un rey, el pueblo lo honrara y lo siguiera a ciegas y que confiara más en
un ejército poderoso que en Dios, que es el único Rey.
Cumpliendo la voluntad de Dios y del pueblo, Samuel eligió a Saúl, un joven de la tribu de Benjamín, y
derramó aceite sobre su cabeza, ungiéndolo como rey de Israel, para que en nombre de Dios gobernara al
pueblo. En el pueblo de Israel, solían ungir con aceite para significar la consagración a Dios para una
misión especial. Todos los reyes fueron ungidos. Así comenzó para Israel el tiempo de la monarquía.
Actividades:
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1. Número de las tribus de Israel.
2. Nombre de una jueza mujer.
3. Río que atravesaron para entrar en la tierra prometida.
4. Ciudad en la que el pueblo se reunió para renovar la Alianza al terminar la conquista.
5. Sucesor de Moisés.
6. Primera ciudad conquistada por los israelitas.
7. El último de los Jueces.
8. Pueblo que amenazaba invadir a los israelitas desde el mar.
9. Dios de los cananeos.
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Unidad N° 7: LOS TIEMPOS DE LA MONARQUÍA
Muéstrame, Señor, tus caminos, enséñame tus senderos. Guíame por el camino de tu fidelidad, enséñame
porque tú eres mi Dios y mi salvador (Sal 25, 4-5).
DATOS PERSONALES
Nombre: Saúl
Familia: Era un joven descendiente de la tribu de Benjamín.
Misión: Fue ungido por Samuel para ser el primer rey de Israel.
Fecha: Reinó entre los años 1050 y 1011 a. de C.
Saúl gobernó a las tribus de Israel y organizó el ejército, dándoles unidad política y capacidad para
defenderse contra los filisteos, que continuamente amenazaban desde las costas. Obtuvo grandes
victorias; sin embargo, no tardó mucho tiempo en caer en desgracia, ya que, orgulloso y envanecido por el
poder, pretendió reinar y mandar a su antojo dictando leyes arbitrarias y olvidándose de la Ley de Dios.
Por eso, el pueblo reaccionó contra Saúl pidiéndole a Samuel que lo destronara y que nombrara a un
nuevo rey.
El Señor dijo a Samuel: "Llena tu frasco de aceite y parte a Belén, a la familia de Jesé, porque he visto
entre sus hijos al que quiero que sea el rey" (1 Sam 16, 1). Samuel se reunió en Belén con Jesé y todos sus
hijos. Uno a uno fueron pasando delante de él. Eran todos muy aptos y fuertes, pero ninguno era el
elegido. El Señor dijo a Samuel: "No te fijes en su aspecto ni en lo elevado de su estatura, porque yo lo he
descartado. Dios no mira como mira el hombre; porque el hombre ve las apariencias, pero Dios ve el
corazón". Samuel dijo a Jesé: "El Señor no ha elegido a ninguno de estos. ¿Están aquí todos tus
muchachos?". El respondió: "Queda todavía David, el más joven, que ahora está apacentando el rebaño."
Samuel dijo a Jese. "Manda a buscarlo, porque hasta que no llegue no nos sentaremos a la mesa". Jesé lo
31
hizo venir. Era de tez clara, de hermosos ojos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel:
"Levántate y úngelo, porque es este el elegido" (cf. Sam 16, 7-12).
El prestigio de David fue creciendo entre sus hermanos. Si bien era el más pequeño, la fuerza del Señor lo
asistía. Un día, se enfrentó él solo contra un gran filisteo, que parecía un gigante, y lo derrotó con la sola
fuerza de su honda. El gigante se burlaba de David y de su debilidad, pero este le dijo: "Tú avanzas contra
mí armado de espada, lanza y jabalina, pero yo voy hacia ti en el nombre del Señor de los ejércitos, el
Dios del pueblo de Israel, a quien tú has desafiado" (1 Sam 17, 45). Este es un relato magnífico, que nos
muestra el poder de los pequeños contra el orgullo y la arrogancia de los grandes.
Con el tiempo, David se fue introduciendo en la corte de Saúl, en donde se destacó por sus dotes
militares, y por su gran talento para la música. Se enamoró y se casó con Micol, la hija del rey. Pero poco
a poco, Saúl fue percibiendo en David a un posible rival, y comenzó a perseguirlo, obli- gándolo a irse al
exilio. David soportó con amor y paciencia las persecuciones de Saúl, y no dejó crecer en él el odio ni la
sed de venganza. Por el contrario, con generosa nobleza respetaba a Saúl y era un gran amigo de su hijo
Jonatán.
Pero, ¿por qué no querían a Saúl? La primera obligación del que tiene poder es el servicio. El poder no
puede ser usado para nuestra propia gloria, ni para engrandecer nuestro nombre o patrimonio, ni para
volvernos orgullosos o engreídos. Saúl se llenó de poder y no supo servir a su pueblo.
EL REY DAVID
DATOS PERSONALES
Saúl y Jonatán murieron en una batalla, y David fue coronado rey de Israel. Gobernó al pueblo con
justicia y firmeza, según los designios de Dios. Estableció su residencia en la ciudad de Jerusalén,
embelleciéndola y agrandándola. Mandó a trasladar hasta allí el Arca de la Alianza que estaba en el
templo de Silo y la nombró ciudad capital de todo su reino. Jerusalén pasó a ser considerada propiedad de
todas las tribus, y esto hizo que la unidad del pueblo se fortaleciera, desapareciendo las diferencias y
rivalidades entre ellas.
32
Así comenzó la edad de oro del pueblo de Israel: tiempo de paz y esplendor, en el que se construyó una
nación fuerte y ordenada, organizada sobre la base de sus instituciones y de un fuerte ejército. David era
un hombre profundamente religioso, amaba a Dios y a su pueblo, y cuidaba la fidelidad a la Ley de Dios
y a la Alianza. Le gustaba cantar salmos para Dios y agradecerle con fervor las maravillas que hacía por
su pueblo.
David quiso construir un gran templo para guardar el Arca de la Alianza, un santuario donde todos
pudieran venerar la presencia de Dios. ¡¿Cómo era posible que él viviera en un gran palacio, rodeado de
lujos y suntuosidades, y el Señor siguiera habitando en una simple carpa?! Pero el Señor Dios le hizo
conocer a David sus deseos, por medio de la voz del profeta Natán, a quien mandó a decirle: "Ve a decirle
a mi servidor David: ¿Eres tú el que me va a edificar una casa para que yo habite? Yo te saqué del campo,
de detrás del rebaño, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. Estuve contigo dondequiera que fuiste y
exterminé a todos tus enemigos delante de ti. Yo haré que tu nombre sea tan grande como el de los
grandes de la tierra. Yo mismo edifi- caré para ti una casa. Sí, cuando hayas llegado al término de tus días
y vayas a descansar con tus padres, yo elevaré después de ti a uno de tus descendientes, a uno que saldrá
de tus entrañas y elevará tu realeza. Tu casa y tu reino durarán eternamente delante de mí, y tu trono será
estable para siempre" (cf. 2 Sam 7, 5-16).
David fue un gran rey para su pueblo, pero también cometió errores, y no tuvo problemas en reconocerlos
delante de Dios y del pueblo. Un día, mandó matar a uno de sus soldados para quedarse con su bella
esposa, de la que se había enamorado. El profeta Natán le reprochó de parte de Dios su pecado y David se
arrepintió haciendo ayuno y penitencia e implorando misericordia: “¡He pecado contra el Señor!
Misericordia, Dios mío, por tu bondad, borra mi culpa, lava mi delito, limpia mi pecado..." (cf. 2 Sam 12,
13 y Sal 51, 3).
Dios le promete a David que su reino durará para siempre, y que uno de sus descendientes será el Mesías.
A lo largo de toda la historia, el pueblo de Israel recordó esta promesa, que se cumplió en Jesús.
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DATOS PERSONALES
AI morir el rey David, lo sucedió en el trono su hijo Salomón. Al comenzar su reinado, le pidió al Señor
que le concediera sabiduría para gobernar a su pueblo: "Concede a tu servidor un corazón comprensivo
para juzgar a tu pueblo, para discernir entre el bien y el mal" (1 Rey 3, 9). Su sabiduría y su fama fue
conocida por todo el reino, y más allá de sus fronteras. Durante su reinado, Israel creció como nación, y
vivió una época de mucha prosperidad: se formó un gran ejército, con miles de carruajes y caballos, se
construyeron flotas de embarcaciones, se instalaron industrias, se extendió el comercio con naciones
extranjeras, se concluyeron las grandes obras iniciadas por su padre, y se comenzó a construir un gran
Templo para guardar el Arca de la Alianza.
El Templo fue un proyecto enorme y espectacular, la obra más majestuosa jamás vista en la ciudad de
Jerusalén. Fue construido con un diseño semejante al que tenía el tabernáculo o carpa del encuentro, pero
de unas dimensiones considerablemente mayores.
Salomón inauguró el Templo, y lo dedicó a Dios con una gran oración: Salomón se puso ante el altar del
Señor, frente a toda la asamblea de Israel, extendió sus manos hacia el cielo y dijo: "Señor, Dios de Israel,
ni arriba en el cielo ni abajo en la tierra hay un Dios como tú, que mantienes la Alianza y eres fiel con tus
servidores. Pero ¿es posible que Dios habite realmente en la tierra? Si el cielo y lo más alto del cielo no
pueden contenerte, ¡cuánto menos esta casa que yo te he construido! No obstante, Señor, Dios mío,
vuelve tu rostro hacia la súplica y la oración de tu servidor, y escucha el clamor y la oración que hoy te
dirige tu servidor. Que tus ojos estén abiertos día y noche sobre esta casa, sobre el lugar en que tú dijiste:
allí residirá mi Nombre" (cf. 1 Rey 8, 22 y 27-29).
El Señor le dijo: "He oído la oración y la súplica que has pronunciado en mi presencia. Yo he consagrado
esta casa que tú has edificado a fin de poner allí mi Nombre para siempre: mis ojos y mi corazón estarán
allí todos los días" (1 Rey 9, 3).
Para los israelitas, el Templo era un lugar fundamental en sus vidas, ya que este era el lugar en el que
residía la presencia de Dios. Medía 9 metros de ancho, 27 metros de longitud y 13,5 metros de altura.
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Estaba edificado sobre piedra con paneles de cedro y tallados con flores, palmas y querubines. Estaba en
una gran planicie que hacía al que se accedía por grandes puertas.
El interior del templo, al igual que la Carpa del Encuentro, estaba compuesto por dos salas: la primera
sala se llamaba El Santo, y allí estaba el altar para el incienso de todos los días, para la ofrenda de los
panes en los sábados y el candelabro de 7 brazos. La otra se llamaba el Santo de los Santos, lugar en
donde se guardaba el Arca de la Alianza. El Santo de los Santos estaba separado de la otra habitación, no
por una pared, sino por una gran cortina doble, llamada el velo del templo.
La prosperidad del reinado de Salomón, dio lugar a un fuerte crecimiento cultural. Muchos escribas
comenzaron a reunirse en la corte del rey para poner por escrito las tradiciones que el pueblo conservaba
desde muy antiguo, transmitiéndolas de padres a hijos en forma oral. Así comenzaron a aparecer los
primeros libros de la Biblia, que más adelante, se irá completando y enriqueciendo con nuevos libros,
hasta convertirse en lo que es ahora.
La gran sabiduría de Salomón conoció momentos de oscuridad. No pudo mantenerse fuera de la tentación
del orgullo y la vanidad por las grandes y hermosas obras que había construido. Salomón comenzó a
gobernar a su pueblo de una forma autoritaria, imitando a los grandes reyes de los imperios y pueblos
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vecinos. Recargó con fuertes impuestos al pueblo, para pagar las grandes obras construidas, y para
sostener el estilo ostentoso de su corte. Tomó por esposas a muchas mujeres extranjeras, que convivían
con él como concubinas, y lo inclinaban hacia la idolatría. Así, en la vejez de Salomón, sus mujeres le
desviaron el corazón hacia otros dioses, y su corazón ya no perteneció íntegramente a Dios como el de su
padre, David. El Señor se indignó contra Salomón, porque su corazón se había apartado de él, el Dios de
Israel (1 Rey 11, 4 y 9).
Actividades:
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Unidad N° 8: EL CISMA DE ISRAEL Y LA DESTRUCCIÓN DE LOS REINOS
Yo soy tu Dios, yo te llamo por tu nombre, eres valioso para mis ojos (Is 43, 1.4)
Alrededor del año 931 antes de Cristo, murió el rey Salomón y fue sucedido en el trono por su hijo
Roboam. El nuevo rey se encontró con un pueblo descontento, sin esperanza y sumido en una profunda
crisis: Existía mucha desigualdad social: las riquezas estaban en manos de unos pocos, mientras la
mayoría del pueblo estaba sumergido en la miseria.
Las autoridades religiosas estaban envueltas en una gran corrupción, manejaban los asuntos y el dinero
del Templo para provecho propio, y gozaban de injustos privilegios.
La fe se había vuelto vacía de sentido, y el pueblo se limitaba a "cumplir" con ciertas normas,
olvidándose del verdadero amor a Dios y a su Alianza.
El pueblo pidió al nuevo rey medidas más justas que solucionaran estas situaciones. Pero Raboam no
escuchó la voz del pueblo y siguió gobernando de forma autoritaria y despótica, lo que hizo aumentar el
malestar y descontento. Comenzaron a gestarse por todas partes alzamientos, revoluciones y peleas entre
las tribus.
Como fruto de tanta rivalidad, comenzó a romperse la unidad lograda en tiempos de David, y se produjo
el gran Cisma de Israel: diez tribus del norte se sublevaron contra la autoridad del rey, formaron un estado
independiente al que llamaron Reino de Israel y eligieron a Jeroboam como rey. Solo dos tribus en el sur
se mantuvieron fieles al rey Roboam, formando el Reino de Judá.
La división fue desastrosa y significó un gran debilitamiento para el poder del pueblo, que se vio envuelto
en continuas luchas. Muchas veces tuvieron que recurrir al poder de pueblos vecinos para combatir unos
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contra otros, y así fueron convirtiéndose en presa fácil de los imperios de la época, que no tardaron en
invadirlos.
La injusticia y el desastre cundían a lo largo de los dos reinos, y ninguno de los dos reyes pudo hacer nada
por mantener la unidad y la fe en el Dios de la Alianza
En medio de tanto desastre, surgió con fuerza la voz de los profetas. Eran hombres elegidos por Dios para
hablar al pueblo en su Nombre. Ellos denunciaron con mucha valentía los pecados del pueblo, la
corrupción de la clase gobernante, el abuso de poder y las injusticias sociales. Ellos recordaban al pueblo
el gran amor con que Dios los había amado desde siempre, y con mucha paciencia fueron guiando al
pueblo a vivir conforme a la Alianza.
LA DESTRUCCIÓN Y EL DESTIERRO
Con el tiempo se fueron cumpliendo las profecías anunciadas por los profetas. En el año 721 a. de C., el
reino del Norte (Israel) fue invadido por el fuerte imperio asirio. Su capital, Samaría, fue destruida, y sus
habitantes fueron deportados y desparramados por otras tierras. Allí se diluyeron entre las diferentes
culturas y religiones perdiendo su identidad, y desaparecieron para siempre como pueblo.
En el año 587, el reino del Sur (Judá) fue invadido y arrasado por el imperio babilónico. Su rey, el temible
Nabucodonosor, puso sitio a la ciudad de Jerusalén y, después de conquistarla, la destruyó. El Templo fue
profanado y convertido en ruinas, y el arca de la Alianza desapareció para siempre. Muchos hombres y
mujeres murieron en la invasión, y los que quedaron vivos fueron deportados a vivir como cautivos en la
ciudad de Babilonia.
En este presente tan triste, los judíos comenzaron a mirar con nostalgia al pasado, a recordar la Alianza y
el gran amor con que Dios los había elegido como su pueblo. También recordaban las promesas que Dios
les había hecho, y los pecados que ellos habían cometido, faltando una y otra vez a la Alianza. Estaban
destruidos, desterrados, viviendo en tierras lejanas y se sentían profundamente abandonados; creían que
Dios se había cansado de ellos y de sus pecados. Todo parecía perdido.
El Arca de la Alianza era el centro del culto judío. En ella se guardaban las tablas de la Ley que Dios
había dado a Moisés. Cuando los babilónicos destruyeron el Templo, el Arca desapareció, y nunca más se
volvió a saber de ella. Según algunos escritos posteriores, se dice que fue destruida por los enemigos,
escondida en una cueva del desierto por alguno de los profetas, o llevada a tierras extranjeras por los
primeros deportados... pero la verdad es que lo que pasó con ella sigue siendo un misterio para la historia.
Actividades:
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Unidad N° 9: LA VUELTA A LA TIERRA PROMETIDA Y LA DOMINACIÓN DE LOS
GRANDES IMPERIOS
Crea en mí, Dios mío, un corazón puro y renueva la fuerza de mi espíritu (Sal 51, 12)
En el año 538 a.C., el imperio de Babilonia empezó a declinar, así que el gran rey Nabucodonosor cayó
bajo el dominio así del rey Ciro, de Persia. Este se mostró más compasivo con los judíos, y ordenó que les
permitieran volver a su tierra. En un nuevo éxodo, el pueblo emprendió la marcha, en medio de cantos y
fiestas, con sus corazones rebosantes de alegría.
Al llegar a Jerusalén, se encontraron con una gran tarea por delante; todo estaba por hacerse: las murallas,
la ciudad, el Templo. No era una tarea fácil: se tenían que poner a trabajar con esmero, evitando los
conflictos y las divisiones entre ellos, negociando con los pueblos que habían ocupado sus tierras
mientras ellos vivían en el destierro.
El pueblo ya no tenía más reyes ni jueces ni sacerdotes que los guiaran. Dos hombres muy importantes,
Esdras y Nehemías, se destacaron en la tarea de la reconstrucción de la ciudad. Ellos se pusieron al frente
del pueblo para organizar las tareas, alentando al pueblo en la reconstrucción.
En el año 515 a.C., y después de un enorme esfuerzo, fueron acabadas las obras del Templo, y todo el
pueblo celebró la Pascua de ese año solemnemente, jurando cumplir con los mandamientos de la Ley de
Dios y comprometiéndose a vivir en fidelidad a la Alianza que habían hecho con Él en el Sinaí.
Fue una gran oportunidad para comenzar de nuevo. Los errores del pasado les habían servido de
escarmiento y no querían volver a repetirlos, de modo que se abocaron a estudiar la Ley de Dios y a
cumplirla rigurosamente, sin saltearse ni una coma. Esdras y Nehemías se convirtieron en los
reformadores del pueblo, y tomaron medidas radicales y exageradas para garantizar el éxito de esta
reforma. Fue una época muy estricta en cuanto a las leyes y las normas, en la que apareció un nuevo
peligro: la hipocresía, el puritanismo, la intransigencia.
Pero también fue una época en la que resurgió la espiritualidad judía con mucha fuerza: el pueblo
recordaba y hacía memoria de su propia historia, descubriendo la presencia de Dios, siempre junto al
pobre y al débil, siempre defendiendo la causa de los humildes. Comenzó a nacer así en el corazón de
algunos judíos la espiritualidad de los pobres de Yahavé, de los hombres y mujeres que querían vivir de
una forma sencilla y humilde, agradando a Dios de todo corazón, viviendo en su presencia todos los días
de sus vidas, poniendo en Él toda su confianza, aprendiendo a vivir según su voluntad en las cosas
cotidianas de cada día.
n el año 334 a. de C., Alejando Magno derrotó al rey Epe persa, apoderándose de todos sus territorios. Un
nuevo imperio comenzó a nacer y a crecer en el mundo: el imperio griego. A la muerte de Alejandro
Magno, sus generales dividieron el imperio en cuatro partes. Los judíos quedaron aprisionados entre el
poder de dos grandes generales: Tolomeo y Seleuco, que se la disputan entre sí, haciéndoles sufrir
grandes desastres y calamidades. Finalmente, en el año 174 a. de C. los ejércitos griegos saquearon el
Templo de Jerusalén entronizando en el corazón del Templo la imagen del dios Zeus y prohibiendo el
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culto al Dios verdadero. Destruyen así la identidad del pueblo y todo lo que, con grandes esfuerzos,
habían reconstruido. La fe de los judíos se vio arrasada, y la desesperanza se apoderó nuevamente de sus
corazones. Ante esta nueva tiranía, el pueblo de Dios se encontró frente a un dilema: o cedían ante el
poder de los nuevos invasores, cumpliendo con los mandatos que les imponían, o seguían luchando por
defender la fe y la Alianza, aun a costa de sus propias vidas.
En algunos sectores del pueblo, comenzó a gestarse una oposición armada y violenta: el sacerdote
Matatías y sus hijos, los Macabeos, hicieron una lucha de guerrillas contra el poder de los griegos y
después de sangrientas y valientes luchas, fueron consiguiendo algunos derechos: se les permitió poseer
nuevamente el control sobre el Templo y la práctica de sus cultos y años más tarde también pudieron
organizar la conducción política e instaurar una nueva monarquía.
Los griegos pensaban que su cultura era superior a la de todos los pueblos, y por eso la impusieron por la
fuerza. Todos los pueblos sometidos se vieron obligados a aprender la lengua griega, y así, esta se
convirtió en el lenguaje común de todo el imperio. Es por eso por lo que el Antiguo Testamento se tradujo
al griego, y el Nuevo Testamento se escribió en ese idioma.
El dios Zeus fue entronizado en medio del Templo de Jerusalén. En la mitología griega, Zeus era el padre
de los hombres y gobernaba sobre todos los dioses del mundo.
Los descendientes de los Macabeos gobernaron por un tiempo la incipiente independencia del estado de
Palestina. Pero al poco tiempo, empezó a crecer un nuevo imperio, que nació en Roma y se fue
extendiendo paulatinamente a todo el mundo conocido: el imperio romano. En el año 63 antes de Cristo,
el general romano Pompeyo incorporó a Palestina, al imperio, y como un signo de rechazo hacia los
judíos y su religión, destruyó nuevamente el Templo de Jerusalén.
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Nuevamente los judíos se encontraban bajo dominación extranjera, nuevamente sometidos a la voluntad
de otros pueblos que desconocen su historia, nuevamente se quedaban sin Templo...
¿Qué quedaba de la fe del pueblo? ¿Qué restaba después de tantas desgracias? Muchos judíos
abandonaron la fe ante tanta adversidad y, cansados de las injusticias de los opresores, perdieron su
esperanza en Dios. Muchos otros partieron hacia otras tierras, seducidos por una vida mejor; muchos
abrazaron otras creencias siguiendo a los dioses de sus opresores. Solo quedaba un "resto fiel", una
pequeña porción del pueblo, que aún esperaba contra toda esperanza la llegada de la salvación, del Mesías
prometido por Dios para liberarlos de tanta calamidad.
Este resto fiel del pueblo, volvía a encontrar en los textos de los profetas la alegría de la salvación que ya
estaba pronta a llegar: "¡Levántate, resplandece, porque llega tu luz, y la gloria del Señor brilla sobre ti!
Ya no se oirá hablar de violencia en tu país, ni de desatre en tus fronteras; a tus murallas las llamarás
Salvación, y a tus puertas Alabanza. El sol ya no será tu luz durante el día, ni la claridad de la luna te
alumbrará de noche: El Señor será para ti una luz eterna y tu Dios será tu resplandor" (Is 60, 1. 18-19),
esa luz esperanza se llama Jesús de Nazaret.
¿Cuántas veces fue construido y destruido el Templo? El primer templo fue construido por el rey
Salomón en el año 959 a. de C.; y fue destruido en el año 586 a. de C. por el rey de Babilonia,
Nabucodonosor.
El segundo templo fue reconstruido sobre las ruinas del primero entre los años 537 y 516 a. de C., cuando
los judíos volvieron del destierro; y fue profanado por el general romano Pompeyo en el año 63 a. de C.
En el año 19 a. de C., fue ampliado y embellecido por el rey Herodes (este fue el templo que conoció
Jesús!); pero fue totalmente destruido por los romanos en el año 70 d. de C. Y ya nunca más volvió a
reconstruirse. Hoy solo quedan ruinas de uno de los muros que sostenían la construcción del Templo,
podríamos decir que solo queda una parte de las bases del lugar donde se asentaba, hoy día es conocida
como “El muro de los Lamentos”, porque hasta el día de hoy, los judios se lamentan por su pérdida.
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Monte del Templo
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Actividades:
El Templo de
Jerusalén fue 959 a.C 537-516 a.C. 132 d.C
construído en el año…
El Templo de
Jerusalén fue 638 a.C. 586 a.C. 70 d.C.
destruído en el año…
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ANEXO: LÍNEA DE TIEMPO DE LA HISTORIA DE LA SALVACIÓN
Recorta y arma la línea de tiempo para ubicarnos en qué etapa estamos. Pega las distintas etapas
sucesivamente desde la parte 1, para que quede una línea coherente que podrás abrir cuando necesites
ubicarte:
46
ESPACIO PARA RECORTAR
47
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48
ESPACIO PARA RECORTAR
49
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50