Losada
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Leandro Losada1
Marcelo T. de Alvear había sido presidente de la Nación entre 1922 y 1928. Por
ello, su nombre rotuló junto con el de Yrigoyen a las “presidencias radicales”
1
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) / Escuela de Política y
Gobierno - Universidad Nacional de San Martín. Email: [email protected].
2
Tulio Halperin Donghi, La República Imposible (1930-1945), Buenos Aires, Ariel, 2004. La primera
expresión fue acuñada por José Luis Torres, publicista nacionalista. Cfr. Luciano de Privitellio e Ignacio
López, “Introducción” al Dossier “La década del treinta”, nro. 53, julio 2015, disponible en:
http://historiapolitica.com/dossiers/dossier-la-decada-del-treinta/
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Este artículo propone acercarse al Alvear de los años treinta desde un ángulo
particular: la exploración de uno de los prismas más persistentes desde los que encuadró
y entendió la política argentina de la época. El mismo fue que el país estaba atravesado
por el conflicto entre una oligarquía y la nación. Debe decirse de forma inmediata que
3
Félix Luna, Alvear, Buenos Aires, Sudamericana, 1999 (primera edición, 1958).
4
Alejandro Cattaruzza, Marcelo T. de Alvear. El compromiso y la distancia. Los nombres del poder,
Buenos Aires, FCE, 1997.
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Sin embargo, el hecho de que no sea un rasgo singular no hace menos relevante
su indagación. Por un lado, porque permite situar a Alvear en su contexto, pensarlo
como un fruto de su tiempo. En segundo lugar, porque ese tópico extendido sí tuvo
modulaciones singulares en el entonces líder del radicalismo. Indagar esas
particularidades es importante en sí mismo. Pero también lo es porque hubo aspectos
específicos, más allá del “clima de época”, que permiten entender por qué Alvear acudió
a él con recurrencia.
5
Cfr. Tulio Halperin Donghi, La Argentina y la tormenta del mundo. Ideas e ideologías entre 1930 y
1945, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003; Fernando Devoto, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo en la
Argentina moderna. Una historia, Buenos Aires, Siglo XXI, 2002; Tulio Halperin Donghi, “El
revisionismo histórico argentino como visión decadentista de la historia nacional”, en Tulio Halperin
Donghi, Ensayos de historiografía, Buenos Aires, El cielo por asalto, 1996, pp. 107-126; Alejandro
Cattaruzza y Alejandro Eujanian, Políticas de la Historia. Argentina 1860-1960, Buenos Aires-Madrid,
Alianza, 2003.
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Derrocado el viejo líder, sin embargo, el retorno de Alvear al país emergió como
la única alternativa de reunificación partidaria. El mejor indicador de ello es que esta
posibilidad fue un peligro advertido por los artífices del golpe de estado, José Félix
Uriburu, primero, y Agustín Justo, después. La fórmula radical encabezada por Alvear
para las elecciones presidenciales de 1931 fue vetada, y el propio Alvear deportado,
razón por la cual estuvo fuera del país entre agosto de 1931 y julio de 1932. La
Concordancia, el conglomerado de fuerzas que Justo pergeñó para capitalizar el vacío
de poder existente luego del fracaso de los planes autoritarios y corporativos de Uriburu,
integrada por los grupos conservadores, los socialistas independientes y los
antipersonalistas, alejó definitivamente a estos últimos del radicalismo, y a la vez, fue
una consecuencia del obstáculo infranqueable que Alvear representó para Justo en su
inicial pretensión de ganar a la UCR para su candidatura presidencial.
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de Justo (los comicios que lo habían consagrado en la más alta magistratura, vale
recordar, se habían realizado sin fórmula radical).6
No obstante, el retorno a las elecciones comenzó a ser un horizonte cada vez más
difícil de eludir, frente a los peligros que suponía para la unidad partidaria la estrategia
impulsada por Justo de alentar la participación del radicalismo en algunas contiendas
electorales. La convención nacional decidió el regreso a los comicios a inicios de 1935.
En este nuevo escenario, la figura de Alvear comenzó a ser paulatinamente cuestionada
otra vez desde sectores que se llamaban intransigentes, los cuales, minoritarios en
principio, apuntaban que el presidente del partido llevaba al radicalismo a legitimar a
quienes habían expulsado a la UCR del poder con pocas chances de vencer, debido a
que el gobierno utilizaría todos los medios posibles para impedir triunfos radicales. Este
señalamiento no se mostró tan certero en un primer momento, pues la UCR obtuvo
varias victorias en 1935 y 1936, pero comenzó a adquirir mayor verosimilitud entre ese
mismo año y, finalmente, las elecciones presidenciales de 1937, signadas todas ellas por
un fraude cada vez más notorio.7
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Ahora, en cambio, los episodios de 1930 habían constituido “El golpe audaz del
6 de septiembre, que derrocó un gobierno constitucional y sacó a la República del carril
8
“Discurso pronunciado en Córdoba el 20 de octubre de 1935”, en Marcelo T. de Alvear, Democracia,
Buenos Aires, Gleizer, 1936, p. 138. Otro ejemplo: “Discurso en Plaza Mitre (Tucumán). 10 de octubre de
1938”, en Marcelo T. de Alvear, ¡Argentinos! Acción cívica, Buenos Aires, Gleizer, 1940, pp. 36-37. Cfr.
Alejandro Cattaruzza, Alvear, pp. 56-73. También pueden verse las semblanzas del Alvear de estos años
trazadas por Mariano de Apellániz, Callao 1730 y su época, Buenos Aires, 1978, pp. 122-140; Manuel
Goldstraj, Años y errores. Un cuarto de siglo de política argentina, Buenos Aires, Editorial Sophos, 1957,
pp. 171-187.
9
La orientación revolucionaria del radicalismo fue argumentada, por ejemplo, por Ricardo Rojas en su
Vocación revolucionaria del radicalismo, de 1934. También fue un emblema de Forja, que apareció en
1935. Cfr. Ana Virginia Persello, Historia del radicalismo…, cit., pp. 121-131; Sebastián R. Giménez,
“FORJA revisitada. La Fuerza Orientadora Radical de la Joven Argentina y su programa político e
intelectual (1935-1945)”, Sociohistórica. Cuadernos del CISH, 2013, pp. 97-119.
10
Crítica, Buenos Aires,9 de junio de 1930, nota reproducida en Natalio R. Botana, Ezequiel L. Gallo y
Eva B, Fernández (eds.), Serie Archivo Alvear. Tomo 1: La crisis de 1930, Buenos Aires, Instituto Di
Tella, 1997, p. 277.
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11
“Banquete en honor del Doctor Alvear - La Rioja. Junio 16 de 1937”, en Marcelo T. de Alvear, Acción
democrática. Discursos pronunciados en la campaña de propaganda para la renovación presidencial,
Buenos Aires, Editorial Cultura, 1937, p. 90.
12
En los meses circundantes a septiembre de 1930 hay varios testimonios al respecto en la
correspondencia de Alvear, como cuando se le informaba que “a gritos se habla contra el gobierno,
parecen los preliminares del noventa”. Publio Massini a Marcelo T. de Alvear, Buenos Aires, 25 de julio
de 1930, Serie Archivo Alvear. Tomo 1, pp. 68-71.
13
“Proclamación en Santiago del Estero. Junio 26 de 1937”, en Alvear, Acción democrática…, cit., p.
156.
14
“Discurso al discutirse en el comité nacional el pedido de intervención a Buenos Aires”, en Marcelo T.
de Alvear, Democracia…,cit., p. 198.
15
“Mensaje de solidaridad del comité nacional al radicalismo bonaerense”, ibidem, pp. 199-205. El
contexto de estas alocuciones era especialmente sensible: el triunfo electoral del conservador Manuel
Fresco en la provincia de Buenos Aires, en noviembre de 1935.
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16
Marcelo T. de Alvear a Fernando Saguier, París, 2 de marzo de 1931, Serie Archivo Alvear. Tomo 1,pp.
234-236. Tal como le escribiera un corresponsal por entonces: “parecería que el propósito fuera dividir a
todos hasta que mueran los partidos y después hacer que resurja de sus propias cenizas, como el Fénix, el
Partido Autonomista Nacional que llevó por dos veces al Poder al Gral. Julio A. Roca”. Publio Massini a
Marcelo T. de Alvear, Buenos Aires, 5 de febrero de 1931, ibidem, pp. 216-217.
17
“Proclamación en Santa Rosa (La Pampa). Agosto 17 de 1937”, en Marcelo T. de Alvear, Acción
democrática…, cit., p. 368.
18
“Discurso pronunciado ante la Convención Nacional de la UCR, el 27 de diciembre de 1933”, en
Marcelo T. de Alvear, Democracia…, cit., p. 116.
19
“Discurso pronunciado en Santiago del Estero, el 15 de septiembre de 1935”, en Marcelo T. de Alvear,
Democracia…, cit., p. 123.
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singulares, como cuando llegó a decir que: “El Partido Radical es, más que un partido
político, una mística emoción del pueblo argentino en esta hora”.20
La tarea a emprender era una reparación republicana y ésta era una reparación
nacional. Había sido la Nación Argentina, la que, a través de la Constitución, se había
dado la república. La República era la Nación, y la UCR, su expresión política. La lucha
a través de las elecciones era intransigente por sus demandas de reparación republicana.
Pero también porque era una confrontación innegociable, de suma cero, a todo o nada,
contra un adversario antinacional. Participar de los comicios no significaba reconocer la
legitimidad del rival, retratado a tal fin como una oligarquía.
En segundo lugar, Alvear agregó dos acentos importantes al retrato del gobierno
de su ex ministro de Guerra. Por un lado, fue más allá de la tesitura que había recorrido
al radicalismo en 1932, según la cual Justo era la continuidad y no el final de septiembre
de 1930 (como Justo había procurado presentarse). Alvear planteó que, en realidad,
Justo representaba algo aún peor que Uriburu. Quizás podría advertirse aquí la
20
“Acto de proclamación en Junín. Agosto 9 de 1937”, en Marcelo T. de Alvear, Acción democrática, cit.,
p. 329.
21
Sobre este punto cfr. Tulio Halperin Donghi, La República imposible…,cit., p. 198.
22
Cfr. Tulio Halperin Donghi, Vida y muerte de la República verdadera (1910-1930), Buenos Aires, Ariel,
1999, pp. 193-205; Gerardo Aboy Carlés, “El radicalismo yrigoyenista y el proceso de nacionalización
del espacio político. Una interpretación a través de los usos del concepto de hegemonía”, Identidades,
2012, pp. 1-17; Marcelo Padoán (selección de textos y estudio preliminar), Jesús, el Templo y los viles
mercaderes. Un examen de la discursividad yrigoyenista, Buenos Aires, Universidad Nacional de
Quilmes, 2002.
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yo, que fui una de sus víctimas y su enemigo declarado, estoy seguro
que si el General Uriburu viviera, diría: no; la revolución del 6 de
septiembre no la hice para que estos presuntos herederos míos vengan a
implantar un sistema de burla a la Ley, al pueblo y a la Constitución que
han jurado respetar.23
Este movimiento se hizo extensivo aún más hacia atrás. El elogio de Alem o de
Yrigoyen era paralelo al de Bartolomé Mitre (una figura por cierto también incómoda
para el radicalismo), Domingo F. Sarmiento o Nicolás Avellaneda: “las enseñanzas
23
“Proclamación en San Nicolás. Agosto 6 de 1937”, en Marcelo T. de Alvear, Acción democrática…,cit.,
p. 306.
24
“Acto de proclamación en Junín. Agosto 9 de 1937”, ibidem, p. 330. En un mismo sentido: “Banquete
en honor del Doctor Alvear. Teatro Municipal. Paraná, julio 14, 1937”, ibidem, pp. 201-202.
25
“Proclamación en Bragado. Agosto 19 de 1937”, ibidem, p. 395.
26
“Proclamación en Goya. 21 de Julio de 1937”, ibidem, pp. 246-247.
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morales, las virtudes ciudadanas de que fueron ejemplo, perdurarán eternamente como
la Biblia política de la Argentina”.27 Al momento de cerrar su discurso de clausura de la
campaña presidencial de 1937, Alvear no citó a los líderes del partido, sino al presidente
tucumano que había gobernado entre 1874 y 1880.28 Todos ellos habían contribuido a la
edificación de la nación cívica y política cuyo baluarte en los años treinta era el
radicalismo, y que la Concordancia amenazaba destruir. La UCR no había sido una
ruptura sino un eslabón de una cadena más larga, la tradición política argentina, puesta
en peligro por Justo y sus secuaces.29
27
“Proclamación en el Teatro de la Ópera. San Luis. Junio 11 de 1937”, ibidem, p. 41. También:
“Discurso pronunciado en la colocación de la piedra fundamental del monumento a Nicolás Avellaneda,
el 5 de septiembre de 1928”, en Marcelo T. de Alvear, Democracia…, cit., pp. 104-107; “Alocución
pronunciada al pie del monumento a Sarmiento en la ciudad de San Juan. Junio 14 de 1937”, en Marcelo
T. de Alvear, Acción democrática…, cit., pp. 70-71; “Banquete en homenaje al Dr. Alvear. Tucumán.
Junio 19 de 1937”, ibidem, pp. 117-121; “Reportaje de La Razón, 20/6/1939”, en Marcelo T. de Alvear,
¡Argentinos!..., cit., p. 192 (donde suma a Rivadavia).
28
“Acto de clausura de la campaña presidencial, en el Luna Park. Capital Federal, 1° de septiembre de
1937”, Marcelo T. de Alvear, Acción democrática…,cit., p. 438.
29
“Discurso pronunciado en el mitin del Frente Popular, al pie de la estatua de Roque Sáenz Peña, el 22
de agosto de 1936”, Marcelo T. de Alvear, Democracia…, cit., pp. 207-216.
30
Paula Alonso, Entre la revolución y las urnas. Los orígenes de la Unión Cívica Radical y la política
argentina en los años 90, Buenos Aires, Editorial Sudamericana/ Universidad de San Andrés, 2000.
31
Ver el señalamiento de Cattaruzza sobre este punto, en Alejandro Cattaruzza, Marcelo T. de
Alvear…,cit., pp. 72-73.
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32
Cfr. Alejandro Cattaruzza, “Descifrando pasados: debates y representaciones de la historia nacional”, en
Cattaruzza (dir), Nueva Historia Argentina. Tomo VII, especialmente, pp. 434-442; Jorge Nállim,
Transformación y crisis del liberalismo. Su desarrollo en la Argentina en el período 1930-1955, Buenos
Aires, Gedisa, 2014, pp. 79-100; Ricardo Pasolini, Los marxistas liberales. Antifascismo y cultura
comunista en la Argentina del siglo XX, Buenos Aires, Sudamericana, 2013; Ricardo Martínez Mazzola,
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Según Alvear, debía haber un actor que tomara las riendas para erradicar todos
estos problemas y finalmente instalar en la Argentina la república liberal y democrática
diseñada por la Constitución. En el campo político, por supuesto, era la UCR. Pero,
paralelamente, se pueden encontrar testimonios en los que Alvear consideraba que ese
apuntalamiento necesitaba también de un elenco social propiamente dicho. Y éste
coincidía con su grupo social de pertenencia.
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el bien común gracias a estar signada por la virtud. Es decir, era una noción bastante
clásica de aristocracia, tanto en lo referido a quiénes debían gobernar (los mejores)
como para qué debían hacerlo (para el conjunto de la sociedad, no para sus propios
intereses), la cual, por cierto, estuvo bastante extendida en el pensamiento político
occidental del siglo XIX (retomando a la vez una larga tradición). 38 Por ello mismo, esa
concepción estaba a su vez algo alejada de las connotaciones finiseculares, o de la belle
époque, que aludían a lo aristocrático para describir un estilo de vida suntuario o
refinado. En lugar de distinguirse por cualidades provenientes del mundo privado o por
sus fundamentos materiales, la aristocracia era tal por su rol público. La condición
patricia, la procedencia de una familia protagónica en la historia nacional, delimitaba el
elenco que debía integrar esa aristocracia republicana, pues esa condición era credencial
de virtud, y, de hecho, una manera de restringir su eventual composición en una
sociedad efervescente e igualitaria.39Alvear se vio a sí mismo de esta manera, e incluso
edificó su figura pública a partir de semejantes coordenadas. Paralelamente, juzgó a su
círculo social en función de si había o no honrado este papel histórico.
38
Cfr. William Doyle, Aristocracy: A Very Short Introduction, Oxford University Press, 2010.
39
Leandro Losada, “Aristocracia y patriciado. Los usos del pasado y las identidades de la clase alta
argentina en el Centenario de la Revolución de Mayo”, Mesa Redonda, núm. 28, Eichstätt-Ingolstadt,
Zilas, 2014, pp. 47-69.
40
Manuel Carlés, “Exégesis sobre la personalidad y la política del Dr. Marcelo T. de Alvear”, en Marcelo
T. de Alvear, Democracia…,cit., p. 11. Cabe preguntarse por la conveniencia de que este retrato
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reivindicatorio estuviera firmado por quien era un referente insoslayable de la Liga Patriótica Argentina.
Carlés tenía una estrecha relación con Alvear. Junto a Alfredo Palacios y Luis Roque Gondra, había sido
uno de sus abogados defensores cuando solicitó un habeas corpus al ser detenido por primera vez por el
gobierno de Justo, entre diciembre de 1932 y abril de 1933, en la isla Martín García.
41
Marcelo T. de Alvear a Enrique García Velloso, París, 10 de febrero de 1931, Serie Archivo Alvear.
Tomo 1, p. 222.
42
Marcelo T. de Alvear a Rómulo S. Naón, Buenos Aires, 8 de junio de 1938, Serie Archivo Alvear. Tomo
5, p. 69.
43
Aunque no es el eje de este trabajo, cabe agregar que la identificación de Alvear con la elite quizás
perduró por, y eventualmente también se haya sostenido en, capitales sociales y simbólicos más que
materiales. Es una razón, por otro lado, a tener en cuenta para comprender algunos de sus juicios más
desdeñosos. Alvear culminó sus días en una situación, cuanto menos, de moderada holgura económica.
Según consta en su sucesión, realizados los descuentos impositivos pertinentes, su legado en 1942
(falleció el 23 de marzo de ese año), fue de $ 275.833,21. Para ponderar esta suma, considérese que el
contribuyente más rico de la Argentina en 1942 pagó ese año por el impuesto a los réditos casi el doble
del patrimonio entero de Alvear: $ 497.000. Testamentaría Marcelo Torcuato de Alvear, Folio n° 20 486,
Archivo Tribunales de la Nación, p. 126, 185, 190, 192, 193, 219. El dato sobre el impuesto a los réditos,
en José Antonio Sánchez Román, Los argentinos y los impuestos. Lazos frágiles entre sociedad y fisco en
el siglo XX, Buenos Aires, Siglo XXI, 2013, p. 104. Cfr. las observaciones de Félix Luna sobre este tema,
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En una perspectiva más amplia, hay que destacar que la política produjo
desencuentros entre Alvear y su medio social e incluso la fractura de relaciones
personales. Ya en los años veinte, la división entre personalismo y antipersonalismo,
acentuada después del derrocamiento de Yrigoyen por la decisión de Alvear de
reunificar el partido incluyendo al personalismo, lo alejó de amigos de juventud como
Leopoldo Melo o Vicente Gallo. Las rivalidades internas a la UCR hicieron de Honorio
Pueyrredón, que contaba con una prosapia familiar parecida, un adversario reiterado. Y
el enfrentamiento con Uriburu o con Justo, quienes, vale recordar, lo deportaron o
encarcelaron, implicó una confrontación con personajes a los que lo unían lazos
afectivos: José Félix Uriburu había sido compañero del Colegio Nacional de Buenos
Aires y Agustín Justo había estrechado su relación con Alvear durante sus años como
ministro.44 El alcance de estos desencuentros no debe subestimarse. Con relación a
Uriburu, parece haber contemplado la posibilidad de retarlo a duelo cuando ambos
coincidieron en París en los meses iniciales de 1932, algo finalmente desestimado por la
precaria salud del ex presidente de facto, que falleció meses después 45. Respecto a Justo,
la indignación y el sentimiento de traición experimentado luego de la derrota de 1937,
nítidas en su correspondencia privada, fueron el corolario de una relación zigzagueante:
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de1930, y la muerte del segundo, hayan incidido en semejantes juicios. A lo que vale
agregar una identificación social quizás más estrecha entre Alvear y Uriburu que con
relación a Justo, quien en tiempos del golpe de estado de 1930, por ejemplo, era
calificado de “advenedizo” en los círculos uriburistas.47
47
Cfr. Anónimo, s/f, AGN, S. VII, Fondo José F. Uriburu, leg. 2602; Fernando Devoto, “El ocaso del
general”…, cit.
48
Cfr. Fernando Devoto, Nacionalismo, fascismo y tradicionalismo…,cit., pp. 270-278.
49
Publio Massini a Marcelo T. de Alvear, Buenos Aires, 24 de diciembre de 1930, Serie Archivo Alvear.
Tomo 1, p. 160.
50
Enrique García Velloso a Marcelo T. de Alvear, Buenos Aires, 18 de diciembre de 1930, ibidem, p. 155.
51
Desde ya, pudo haber motivos personales, no políticos, detrás de este hecho. Además, cabe agregar que
hubo parientes suyos en las comisiones directivas. Es el caso de Federico de Alvear, destacado turfman,
hijo de su primo Carlos María de Alvear y Fernández. Cfr. Jorge Newton y Lilly Sosa de Newton,
Historia del Jockey Club de Buenos Aires. Buenos Aires, Ediciones La Nación, 1966, pp. 293-356.
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Teniendo todo esto en cuenta, no parece casual que al edificar su figura pública
haya procurado evitar que la condición patricia remitiera directamente a una condición
de clase, definida como estaba por virtudes personales antes que por situaciones
materiales o cosa parecida. Indica cierta percepción de la inconveniencia de filiarse con
una elite social cuya reputación en la Argentina de los años treinta se socavó por
razones económicas y políticas, y que, en un sentido más concreto, se vinculaba con
ámbitos de sociabilidad que, al menos en la coyuntura de 1930-1931, se habían
referenciado con los adversarios del radicalismo.52
52
Cfr. Leandro Losada, “Las elites y los ʽmalesʼ de la Argentina. Juicios e interpretaciones en tres
momentos del siglo XX”, en Desarrollo económico, vol. 54, núm. 214, 2015, pp. 387-409.
53
Leandro Losada, “La alta sociedad y la política en la Buenos Aires del novecientos: la sociabilidad
distinguida durante el orden conservador (1880-1916)”, Entrepasados. Revista de Historia, núm. 31,
2007, pp. 81-96.
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familias tradicionales, sino por su consideración de que lo que hacía a una elite que se
preciara de tal era su compromiso público.
Alvear, por lo tanto, concluyó con amargura que el patriciado había fallado en su
misión histórica. Trazó una mirada crítica de su círculo social, derivada de una personal
concepción sobre lo que éste debía ser, compuesta de nociones políticas y morales. El
planteo de que una oligarquía gobernaba el país parece haberse alimentado de estas
percepciones. La integraba, sí, un grupo político venal, aquel que fustigó desde sus
campañas electorales, conducido por el General Justo. Pero, al mismo tiempo, se
contaba entre sus filas un conjunto de familias que no habían estado a la altura de sus
obligaciones. La oligarquía era una fusión de elencos políticos y sociales cuya
característica distintiva era la corrupción y la incapacidad o el desinterés por honrar el
lugar que ocupaban en la sociedad.
Conclusiones
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del imperialismo o, demás está decir, del liberalismo. La oligarquía era antinacional por
desconocer el fundamento de la sociedad política argentina, la Constitución. El
problema central de la Argentina no era ideológico ni económico, sino político 54. En
relación con esto, no era en sentido estricto una clase social, por ejemplo los grandes
terratenientes pampeanos. La matriz de la noción de oligarquía de Alvear era bien
clásica: una minoría que gobernaba al margen de la ley y a favor de sus propios
intereses. En este sentido, dado que su perspectiva subrayaba un enfoque político, se
pueden establecer algunos paralelismos con la que plantearan los hermanos Julio y
Rodolfo Irazusta en esos mismos años, para quienes la oligarquía era también, más que
una clase social, un elenco político, a la que se distinguía, además, de una genuina
aristocracia patricia55. La diferencia sustancial, por supuesto, era que para estos últimos
los males de la oligarquía consistían en ser la responsable de la implementación del
liberalismo, mientras que para Alvear la oligarquía era culpable de distorsionar,
tergiversar o suspender el proyecto de país de la “Argentina liberal”.56
54
Ver Alejandro Cattaruzza, Marcelo T. de Alvear..., cit., pp. 72-73.
55
Rodolfo y Julio Irazusta, La Argentina y el Imperialismo británico. Los eslabones de una cadena,
1806-1933, Buenos Aires, Tor, 1934, pp. 99-157. Cfr. Fernando Devoto y Nora Pagano, Historia de la
historiografía argentina, Buenos Aires, Sudamericana, 2009, pp. 221-237; Alejandro Cattaruzza, “El
revisionismo: itinerarios de cuatro décadas”, en Alejandro Cattaruzza y Alejandro Eujanian, Políticas de
la Historia…, cit., pp. 143-182.
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En el texto de los Irazusta el apellido Alvear aparece entre los que componen el “patriciado argentino”,
y el gobierno del propio Marcelo de Alvear, si, justamente, no había enmendado “la organización dada al
país por el liberalismo”, era en cierta medida reconocido (al igual que el del mismo Yrigoyen) por haber
llevado adelante ciertas “rectificaciones”: este último en política exterior (por la neutralidad en la Primera
Guerra Mundial –de hecho, motivo de uno de los primeros cortocircuitos entre Alvear e Yrigoyen-), y en
materia de presupuesto y equipamiento militar en el caso de Alvear. Cabe señalar que ya avanzada la
década de 1930, en 1939, Julio Irazusta ofició como anfitrión de Alvear en una campaña electoral en
Entre Ríos. Cfr. Rodolfo y Julio Irazusta, La Argentina y el imperialismo británico…, cit., pp. 135, 154-
156; Serie Archivo Alvear. Tomo 5, pp. 168-170.
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Cfr. por ejemplo, “Discurso en Simoca” (1939); “Proclamación en Colón” (1939); “Proclamación en
Concordia” (1939), todos en Marcelo T. de Alvear, ¡Argentinos!...,cit., respectivamente: p. 19; pp. 81-82;
p. 85. Vale apuntar que este acento puede encontrarse en otros protagonistas de la época. Por ejemplo,
Nicolás Repetto, Mi paso por la política (De Uriburu a Perón), Buenos Aires, Santiago Rueda, 1957.
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política que yo considero funesta para mi país, pero que tiene un contenido y una
ideología, mientras que el fascismo del gobernador no es más que una postura
accidental para poder violar las leyes y atropellar la ciudadanía” 58. De igual manera, en
instancias sensibles, como uno de los actos que pretendieron allanar la formación de un
Frente Popular en 1936, afirmó que: “La Argentina no está amenazada ni por el
comunismo ni por el fascismo, que son política y socialmente minorías sin
significación”.59
Desde este punto de vista, es sugerente apuntar que la forma en la que Alvear
encuadró el conflicto entre la nación y la oligarquía, promovido por las tradiciones
políticas de su partido, por las circunstancias concretas de las alianzas y rivalidades de
la hora, así como por una fuerte identificación con el proyecto fundacional de país en la
que probablemente incidieron no sólo razones o convicciones públicas sino otras más
íntimas (honrar y continuar la tarea de hacer la patria que sus antepasados habían
llevado adelante), revela cierto desajuste con su tiempo.
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Algo similar podría decirse sobre el elitismo que sesgó su mirada política. Por
un lado, como se ha argumentado, ese mismo elitismo inspiró juicios críticos de las
elites. Se han señalado, a su vez, los recaudos al momento de presentarse como un
patricio o un aristócrata abnegado por lo público, posiblemente orientados a que no se
confundiera esa condición con una extracción social que podía emparentarlo a la
oligarquía que a menudo fustigó. Su elitismo fue más paternalista que autoritario. Pero,
de todos modos, es legítimo preguntarse sobre la eventual eficacia de esas sutiles
distinciones simbólicas frente al gran público o al electorado, así como sobre el rédito
político que podía deparar presentarse de esa manera frente a la sociedad argentina de la
década del treinta, considerando además el modelo que Yrigoyen había legado (Alvear
no lo podía replicar pero tampoco condenar, al menos abiertamente, al sucederlo en la
conducción partidaria). En palabras de algunos que lo conocieron: “Entre Alvear y el
pueblo, siempre faltó un eslabón para que la comunidad pudiese ser perfecta, y toda la
trama se resentía de esa ausencia”.61
Finalmente, y en paralelo a todo esto, los sombríos puntos de vista que Alvear
trazó hacia el final de su vida, a pesar de los desajustes que puedan revelar, o que
incluso hayan provocado con la sociedad de su tiempo, lo llevaron a la conclusión de
que un momento de la historia argentina había llegado a su fin. El fracaso de la
60
Cfr. los discursos y notas periodísticas reunidos en Acción democrática y Argentinos!, cit.
61
Manuel Goldstraj, Años y errores…, cit., p. 46. El autor fue secretario privado de Alvear.
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Marcelo T. de Alvear a Rómulo S. Naón, Buenos Aires, 8 de junio de 1938, Serie Archivo Alvear. Tomo
5, p. 69.
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