INCOMPETENCIA DEL JUZGADOR

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INCOMPETENCIA DEL JUZGADOR:

El numeral 1 del artículo 153 establece como excepción previa la incompetencia de la o del juzgador.
La incompetencia implica la falta de aptitud del juzgador para conocer y resolver un asunto con base
en unos hechos concretos; considerando que el legislador ha establecido la materia, las personas, los
grados y el territorio como criterios para radicar la competencia entre los distintos Juzgados,
Tribunales y Cortes consiste en un incumplimiento de las normas que lo regulan. Desde luego, cuando
la parte demandada en el proceso opone la excepción de incompetencia no hacemos alusión a un
concepto general, sino que supone un examen individualizado de las normas reguladoras de la
competencia conforme los hechos concretos.

Esta excepción resulta una cuestión importante del proceso, si consideramos que la Constitución de
la República reconoce que “[e]n todo proceso en el que se determinen derechos y obligaciones de
cualquier orden” se asegura el derecho de toda persona al debido proceso (Art. 76 CRE); en particular,
el derecho a «ser juzgado por una jueza o juez independiente, imparcial y competente» (Art. 76.7.k
CRE). De manera que, para respetar el derecho al debido proceso, no basta ser juzgado por «cualquier
juez» sino que se requiere que el juez tenga competencia para conocer los hechos y resolver el asunto.

Por otro lado, el derecho al juez competente no es un derecho reconocido únicamente en la


Constitución ecuatoriana sino también en instrumentos internacionales sobre Derechos Humanos;
oportuno resulta mencionar que la Convención Americana sobre Derechos Humanos, dentro de las
garantías judiciales, que rigen «la determinación de derechos y obligaciones de orden civil, laboral,
fiscal o de cualquier otro carácter» reconoce el derecho a ser oído por «un juez o tribunal
competente» (Art. 8.1 CADH). Y dado que todo juez debe aplicar directamente tanto la Constitución,
los Instrumentos Internacionales de Derechos Humanos y la ley (Art. 172 CRE) en todo proceso judicial
debe asegurarse la competencia del juzgador.

El Código Orgánico de la Función Judicial, ha establecido el principio de legalidad, jurisdicción y


competencia, prescribiendo que «la jurisdicción y la competencia nacen de la Constitución y la ley»
(Art. 7 COFJ); y, concretamente establece que la «competencia es la medida dentro de la cual la
potestad jurisdiccional está distribuida entre las diversas cortes, tribunales y juzgados, en razón de las
personas, del territorio, de la materia, y de los grados» (Art. 156 COFJ); siendo que la «competencia
en razón de la materia, del grado y de las personas está determinada en la ley» (Art. 157 COFJ). En esa
línea se ha pronunciado también la jurisprudencia interamericana, que ha precisado que el derecho
al juez competente «implica que las personas tienen derecho a ser juzgadas, en general por tribunales
ordinarios, con arreglo a procedimientos legalmente establecidos», de manera que «en un Estado de
Derecho sólo el Poder Legislativo puede regular, a través de las leyes, la competencia de los
juzgadores».

Si bien es cierto que, conforme el artículo 147.1 del COGEP, la incompetencia es motivo de inadmisión
de la demanda; sin embargo, cuando deba resolverse la incompetencia como excepción previa, no nos
encontramos en el momento inicial del proceso (donde el juzgador advirtiéndose incompetente
debería inadmitir la demanda) sino en un escenario en el que se ha admitido a trámite la demanda y
cumplido con los actos de proposición, lo cual deviene en la imposibilidad de que el juzgador resuelva
inadmitir la demanda.
Ahora bien, si el juzgador debe resolver mediante auto interlocutorio las cuestiones procesales que
puedan afectar derechos de las partes o la validez del procedimiento, siempre que no sean materia
de sentencia; no cabe duda que, la incompetencia es una cuestión exclusivamente procesal, por lo
que debe acogerla mediante auto interlocutorio, con los efectos previstos en el artículo 295.1 del
COGEP.

No obstante, no debemos olvidar que el Código Orgánico de la Función Judicial, como cuerpo
normativo que regula la organización y funcionamiento de la Función Judicial, en particular establece
las competencias de los órganos jurisdiccionales, dentro de las facultades y deberes genéricos de
juezas y jueces, establece:

Art. 129.- FACULTADES Y DEBERES GENERICOS DE LAS JUEZAS Y JUECES.- A más de los deberes
de toda servidora o servidor judicial, las juezas y jueces, según corresponda, tienen las
siguientes facultades y deberes genéricos:
[…]
9. En cualquier estado de la causa, las juezas y jueces que adviertan ser incompetentes para
conocer de la misma en razón del fuero personal, territorio o los grados, deberán inhibirse de
su conocimiento, sin declarar nulo el proceso y dispondrán que pase el mismo al tribunal o
jueza o juez competente a fin de que, a partir del punto en que se produjo la inhibición,
continúe sustanciando o lo resuelva.

Si la incompetencia es en razón de la materia, declarará la nulidad y mandará que se remita


el proceso al tribunal o jueza o juez competente para que dé inicio al juzgamiento, pero el
tiempo transcurrido entre la citación con la demanda y la declaratoria de nulidad no se
computarán dentro de los plazos o términos de caducidad o prescripción del derecho o la
acción;

Teniendo presente que la doctrina constitucional ha señalado que la tutela judicial efectiva se
manifiesta en el “[…] derecho a ser parte en un proceso y poder promover la actividad jurisdiccional
[del Estado], a fin de llegar a una decisión judicial sobre las pretensiones formuladas”, la finalidad del
legislador, a través de esta norma, es la de preservar el derecho de tutela judicial efectiva del
justiciable; concretamente, en la faceta del derecho a obtener una decisión motivada sobre el fondo
del asunto, en la medida de lo posible.

Obviamente, debemos aclarar que cuando nos referimos al derecho a obtener una decisión de fondo,
ello no puede entenderse como el reconocimiento constitucional a que «se otorgue lo pedido» sino
tan solo a que el órgano judicial, cumplidas ciertas condiciones (de acuerdo a nuestro ordenamiento
procesal superada las cuestiones que deben tratarse en la audiencia preliminar o en la primera fase
de la audiencia única), se pronuncie sobre el fondo del asunto, independientemente de que las
pretensiones sean acogidas o rechazadas.

Si consideramos que, al tiempo de la promulgación del Código Orgánico de la Función Judicial, nuestro
ordenamiento procesal no sólo contenía un sinnúmero de cuerpos normativos y procedimientos
judiciales, sino que también sólo cumplidas todas las actuaciones procesales correspondientes a cada
procedimiento era procedente resolver las excepciones (perentorias y dilatorias, conforme la anterior
legislación procesal); resultaba frecuente que una vez concluido el proceso, el juzgador acepte la
excepción de incompetencia mediante sentencia inhibitoria, absteniéndose de conocer y resolver el
fondo del asunto.

Por tanto, cuando el artículo 129.9 del Código Orgánico de la Función Judicial establece la inhibición
por razones de incompetencia, busca evitar que luego de la celebración del juicio se profieran
sentencias inhibitorias; con ello se excluye también, la discusión de si una decisión que rechazaba la
demanda por cuestiones de incompetencia, generaba efectos de cosa juzgada material.

Ya en concreto, al regular la inhibición el Código Orgánico de la Función Judicial establecía dos


supuestos, cuyos efectos procesales resultan de interés:

a) Si la incompetencia era en razón del fuero personal, territorio o los grados; el juzgador debía
inhibirse en el estado en que se encuentre el proceso, y remitirlo al órgano jurisdiccional
competente, a fin de decida lo que corresponda (continúe sustanciándolo, o lo resuelva).

b) Que la incompetencia fuera en razón de la materia.- En este caso, el juzgador al momento


de inhibirse debía declarar la nulidad del proceso y remitirlo al órgano jurisdiccional
competente a fin de que dé inicio al juzgamiento.

Tal distinción (entre la inhibición con declaratoria de nulidad del proceso respecto de la inhibición sin
la declaratoria de nulidad del proceso) estaba fundado en una cuestión sustancial: la regulación
especializada de los procedimientos en diferentes cuerpos normativos, así como la naturaleza de cada
uno de ellos.

La Constitución de la República establece que, las leyes que regulan la organización y funcionamiento
de las instituciones creadas por la Constitución (Art. 133.1 CRE) son orgánicas; de manera que, si el
Código Orgánico de la Función Judicial es el cuerpo normativo que regula la organización y
funcionamiento de los órganos que integran la Función Judicial, y concretamente, contiene las normas
que rigen la competencia de los órganos jurisdiccionales es, en sentido material, una ley orgánica; por
lo tanto, la aceptación de la excepción de incompetencia debería resolverse de acuerdo a lo previsto
en el Código Orgánico de la Función Judicial.

Por todo cuanto se ha expuesto, si el juzgador acepta la excepción previa de incompetencia, debería
adoptar auto interlocutorio, mediante el cual se inhibe del conocimiento del proceso, ordenando
remitirlo al juzgador que le corresponda conocerlo, conforme lo previsto en el artículo 129.9 del
Código Orgánico de la Función Judicial. Si se resuelve de acuerdo al artículo 295.1 del Código Orgánico
General del Proceso, el juzgador debería acoger la excepción previa mediante auto interlocutorio que
declara sin lugar la demanda y ordena el archivo del proceso, aclarando que ésta decisión no genera
estado de cosa juzgada material.

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