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TÍTULO: UNA CRÍTICA A LA EDUCACIÓN VIRTUAL

AREA TEMÁTICA: DISEÑO DE CURSOS VIRTUALES

AUTORA: MARITZA TORRES

Facultad de Humanidades y Educación. Universidad del Zulia


Maracaibo, Zulia, Venezuela
correo electrónico [email protected]

RESUMEN:

La educación virtual aboga por cursos en los que quienes los realizan construyan el

saber a partir de su participación individual y grupal, colaborativa, reflexiva y crítica. En la

realidad muchos cursos virtuales evidencian lo contrario. Esta ponencia presenta una crítica a la

educación virtual, con base en un análisis de 16 cursos virtuales gratis ofrecidos en español por

distintas instituciones, escogidos al azar. Estos cursos en su mayoría exigen que el adulto sea un

imitador de lo que el docente quiere, en otras palabras, que realice tareas prescritas desde

afuera, sin diálogo y crítica, memorice contenidos y los reproduzca en ejercicios y exámenes.

El propósito de esta crítica es profundizar la reflexión sobre las contribuciones que puede hacer

la educación virtual a la calidad de la educación. Se ofrecen alternativas para superar estas

críticas y utilizar al máximo todas las bondades que ofrece la educación virtual.
UNA CRÍTICA A LA EDUCACIÓN VIRTUAL

La educación virtual está de moda, las Corporaciones y Universidades gastan millones

de dólares en educación virtual, en el entendido que ésta ofrece muchos beneficios ya que

permite materializar los fines de la educación permanente y abierta. Hoy cualquier persona,

independientemente de donde se encuentre, puede aprender utilizando las nuevas tecnologías,

haciendo conexiones entre el tiempo y el espacio virtual. No hay duda que la educación virtual

puede contribuir con calidad a la construcción del saber de los adultos a partir de su

participación individual y grupal, colaborativa, reflexiva y crítica, en su propia formación, en

la construcción cooperativa de sus conocimientos y en la transformación de su realidad.

Sin embargo, después de haber realizado un estudio de 16 cursos virtuales gratuitos

escogidos al azar, ofrecidos actualmente en español, vía Internet y por distintas instituciones,

nos preguntamos si esta educación virtual puede cambiar la calidad del mundo educativo de

quienes los realizan y sí está educando para resolver los problemas de esta vida tan dinámica,

compleja y cambiante de hoy.

Una de las principales audiencias de la educación virtual son los adultos. Estos se

caracterizan por su interés y capacidad para dirigirse a sí mismos, por lo que desean que se les

brinde la oportunidad de poder decidir, con base en sus propias experiencias y necesidades, el

tipo de educación que les satisface como adultos. Estas características le plantean retos

importantes a la educación virtual, como por ejemplo: Flexibilidad, o adecuarse a las

situaciones de cada alumno y de cada materia; Oportunidad, atender a tiempo a sus necesidades;

Motivación, despertar su interés; Coherencia, responder a las necesidades de los alumnos y

Respeto, tenerlo en cuenta, especialmente, sus características como persona (Cross, 1981;

Knowles, 1984, 1998). Estos requisitos no son exclusivos de la educación virtual, sin embargo,

son claves en ésta y no se satisfacen con el sólo hecho de utilizar modernas tecnologías como

Internet.

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En el estudio realizado se observa que la mayoría de estos cursos virtuales no

aprovechan las ventajas que tiene Internet para el adulto que aprende y el que enseña; son

básicamente textos impresos vaciados en Internet que no superan sus limitaciones como textos,

ni las de las clases tradicionales, a excepción de poder ser utilizados a distancia mediante el uso

de modernas tecnologías.

Las estructuras de estos cursos son rígidas y por lo tanto ofrecen poca cabida para que

quienes los realizan construyan sus conocimientos, reflexionen la acción y realicen críticas a

partir de sus propias experiencias y conocimientos. No hay manera de que éstos los puedan

modificar en algo, todo está pre-establecido. En este sentido, se aprecia que se ignoran las

características del adulto y autoritarismo en la manera como se desarrollan.

Una de los requisitos más importantes de la educación, y especialmente de la

educación virtual, es la de ofrecer lo que Gutiérrez y Prieto (1991) definen tan sabiamente

como mediación pedagógica, entendida como el tratamiento de contenidos de manera que el

acto educativo sea participativo, creativo, expresivo y relacional. En este sentido en estos cursos

se aprecia poca o nula mediación pedagógica, es decir, los contenidos se presentan con muchas

debilidades en el tratamiento pedagógico de manera que ofrecen escasa ubicación temática,

poca formulación de preguntas, excesiva información, poco énfasis en trabajos que permitan

reflexionar, ejercitar y aplicar los contenidos. Pareciera que lo importante es ofrecer cantidad

de información para que sea traspasada y asimilada por el estudiante.

Otra característica de algunos de estos cursos virtuales es el gran número de conexiones

o enlaces que se ofrecen paralelos al curso, con información que en muchos casos también

carece de tratamiento pedagógico y que por lo tanto, funciona como un distractor que

aumenta el tiempo requerido para el estudio.

En los contenidos también se pudo apreciar escasez de ejemplos, anécdotas y

experiencias, así como poca o nula contextualización o desvinculación entre los contenidos de

los cursos y lo que sucede en la realidad; un ejemplo de esto es que la casi totalidad de los

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cursos analizados no realizan diagnósticos, de manera que asumen que todos los estudiantes

son iguales.

Por otra parte, los contenidos de los cursos, que en general se muestran organizados de

manera sencilla, atienden sólo la formación intelectual del adulto; se descuida todo lo que

tiene que ver con su formación integral como individuo, en otras palabras, no tratan lo afectivo,

corporal, social y ético.

En cuanto a la forma, se puede decir que en la mayoría de los cursos analizados es

subestimada; hay poca atención al uso de letras, espacios, colores, gráficos, dibujos, entre otros,

que estimulen la percepción y el disfrute de los contenidos; se puede afirmar que la mayoría

tiene pobreza expresiva y que lejos de animar, aburren al lector por su monotonía.

Las estrategias que utilizan estos cursos son poco innovadoras, propias de la educación

presencial tradicional y con orientaciones típicas de la educación de niños y adolescentes. En

general ofrecen el esquema: lecturas, ejercicios, y evaluaciones. Tanto en éstas como en las

orientaciones que las acompañan, se aprecia insistencia en moldear al alumno para que alcance

los objetivos previstos. En estos cursos como todo está predeterminado y no hay conocimiento

previo de los destinatarios, las estrategias tampoco consideran su individualidad, autonomía,

capacidad para tomar decisiones, juicio crítico, madurez, experiencia, sus necesidades e

intereses específicos. Estas estrategias que sólo buscan asimilar y repetir contenidos, fortalecen

la educación bancaria tan explicada por Freire.

En relación con la interactividad, una de las grandes herramientas de la educación

virtual, se puede decir que en estos cursos es subestimada, subutilizada. En la mayoría de éstos

la interactividad se reduce a ofertar oportunidades para comunicarse vía correo electrónico,

despreciándose con ello una gran cantidad de recursos propios de Internet; en muy pocos casos

se utilizan foros de discusión. En consecuencia, estos cursos niegan la interactividad del

alumno con los compañeros, expertos, el tutor o facilitador, con los textos, y con las

instituciones que sean relevantes para satisfacer sus necesidades; ofrecen pocas oportunidades

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para que el alumno participe haciendo propuestas propias, sea creativo y crítico y se relacione

con el contexto y con otros textos.

En este sentido la educación que ofrecen parece anónima, y en aquellos cursos que se

ofrecen oportunidades de interactuar, éstas se aprecian frías, poco empáticas y no develan la

existencia de un educador-facilitador-tutor humano, que conoce a sus alumnos, a quienes

estimula y ofrece confianza y calidad humana. Por otra parte, en muchos de estos cursos las

invitaciones para participar o interactuar no son siempre reales, en el sentido de que puedan

contribuir al desarrollo humano; muchas consisten sólo en ofrecer oportunidades para

seleccionar entre múltiples opciones, y en general, conducen más a la rutina y al aburrimiento

porque lo que exigen es asimilación de conocimientos. En otros, la interacción tan sólo se

traduce en insertar el nombre del alumno dentro del texto y/o desarrollar los escritos en un tono

amistoso. Cuando se ofrecen diálogos es para comentar los ejercicios o evaluaciones

realizadas. Se aprecian muchos monólogos.

En la mayoría de estos cursos no se apreció la utilización de otros materiales o recursos

instruccionales complementarios, sin embargo, los pocos que se utilizan son de tipo

informativo y en general, refieren a los alumnos a otros lugares o páginas Internet, que

igualmente tiene estructuras cerradas y no permiten la participación.

Con relación a las prácticas que se ofrecen y los ejercicios para evaluar lo aprendido,

estos cursos exigen, principalmente, responder a los estímulos que presenta el curso; de

manera que todo el control se centra en lo que pueda brindar éste, sin tomar en cuenta al

alumno, lo que él aprende en su vida diaria y por lo tanto lo que puede aportar al curso. Estas

actividades refuerzan la idea de que en estos cursos el estudiante es considerado un ser pasivo y

moldeable.

Los currículos de estos cursos son reduccionistas y mecanicistas, poco comprensivos de

la realidad. Como lo señala Cabrera (1994) en una crítica a la educación a distancia, son

currículos ahistóricos e ideales, que se ofrecen iguales o similares para diferentes contextos y

estudiantes, con lo cual se asume la idea que éstos tienen dinámicas iguales para aprender,

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similares necesidades y característica; por ejemplo, se diseñan experiencias de aprendizaje

iguales para un trabajador con experiencia y uno sin ella, una persona del campo y una de la

ciudad, una ama de casa y una gerente.

Para concluir se puede decir que la educación virtual, en general, tiene muchos aspectos

por mejorar, gracias a las enormes posibilidades y ventajas que tiene para ofrecer una

educación de calidad. Se trate de cursos gratuitos o pagos, elaborados por instituciones de

renombre o instituciones de menor jerarquía, en todos los casos, debe y puede producir cursos

que promuevan la heterogeneidad y la diversidad en los procesos de construcción del

conocimiento, el aprendizaje creativo, el aprender a aprender.

Para mejorar, sin embargo, tiene también que superar otros problemas como el poco o

nulo entrenamiento en educación a distancia y en educación de adultos del personal que diseña

y que hace de tutor de los cursos (Madrigal, 1991); así como también, poder adaptarse

rápidamente a las constantes innovaciones que se suceden en las tecnologías, lo cual exige una

actualización permanente. Es un reto cambiar las formas tradicionales de educar a distancia.

Finalmente, es necesario aclarar que la idea que subyace en esta crítica a la educación

virtual no es sugerir la posibilidad de que se construya un recetario o una ley para el diseño de

los cursos virtuales, sino abrir un espacio para la reflexión sobre esta práctica educativa que

necesita que los diseñadores interconecten el conocer con el actuar, que piensen en las

finalidades de la educación, que comprendan las complejidades de la realidad educativa, que

piensen en objetivos y contenidos valiosos y que tomen decisiones en situaciones concretas y

reales; en otras palabras, que se pregunten qué educación queremos. Esta crítica exige que

realicemos evaluaciones y auto-evaluaciones en todos los ámbitos de la educación virtual, para

darle mayores posibilidades de que contribuya a transformar y mejorar la realidad que nos

afecta.

La evaluación de estos cursos virtuales nos permite ofrecer algunas alternativas para

hacer la educación virtual más crítica, participativa y contextualizada. En este sentido es

necesario pensar más en el estudiante, lo cual requiere realizar actividades que permitan

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conocerlo previamente, saber sus demandas y por lo tanto, considerarlas en los diseños. El

diseño debe hacerse pensando en darle oportunidades a los estudiantes de expresarse a lo largo

de éstos, y que éstas expresiones puedan servir para enriquecer los cursos; en tal sentido deben

flexibilizarse sus estructuras, incorporando no sólo todas las herramientas posibles que brinda

Internet, sino contenidos y estrategias que fomenten la interacción de manera activa y

autónoma, mediante el diálogo, la reflexión, la crítica y la realización de actividades que

conlleven a realizar procesos valiosos para aprender, como por ejemplo: observar, aplicar,

producir, inventar, resolver.

Los aspectos antes señalados pueden marcar una diferencia en la motivación del

estudiante y ésta podrá alimentarse aún más, si los contenidos son tratados pedagógicamente,

tanto en lo que se refiere a la forma como al contenido en sí. El lenguaje debe ser fluido, que se

acerque al estudiante y le produzca satisfacción por leer. Los temas deben ser tratados de

manera amplia, desde varios ángulos, con refuerzos, organizadores, resúmenes, ejemplos,

ilustraciones, preguntas para reflexionar, narración de experiencias y anécdotas, tomando

siempre en cuenta al estudiante. En cuanto a la forma que ofrezcan los contenidos se sugiere

utilizar principios del diseño gráfico y del diseño de materiales instruccionales, como por

ejemplo: utilizar colores, letras legibles, presentar en las páginas sólo aquellos estímulos que

cumplen una función pedagógica, dejar espacios en blanco que faciliten la percepción, utilizar

ilustraciones intercaladas y ayudas visuales para identificar ejercicios, preguntas, entre otros.

Finalmente, creemos que los diseñadores de cursos virtuales deben promover el trabajo

en equipo utilizando estrategias de verdadera participación que les permita discutir y reflexionar

grupalmente sobre lo que hacen, desarrollar su autonomía y trabajar con profesionalismo.

Igualmente, deben promover que se respete la capacidad y creatividad de quienes trabajan en

todo el proceso de producir cursos virtuales, de manera que el producto final no pierda el

sentido para el cual fue elaborado.

Se recomienda finalmente aumentar la muestra de este estudio y contemplar la

evaluación de cursos ofrecidos en inglés.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

Cabrera, O. (1994). "La Educación de Adultos frente al problema de la


Modernidad". Revista Interamericana de Educación de Adultos. Nueva Época. Vol. 2,
No. 3, 117-148.

Cross, K. (1981). Adults as Learners. San Francisco: Jossey-Bass Publisher.

Gutiérrez, F y Prieto, D. (1991). "La Mediación Pedagógica: Apuntes


para una educación a distancia alternativa". Costa Rica: RNTC, No. 1

Knowles, M. (1984). "The adult learner: A neglected species."


Houston, TX: Gulf Publishing Company.

Knowles, M. (1998). "The adult learner." Fifth edition. Houston, TX: Gulf
Publishing Company.

Madrigal, M. (1991). "La Formación de Educadores de Adultos: Una


Problemática no Resuelta en la Región". Revista Internacional de Educación de
Adultos. Vol. 14, No. 1, 11-38.

Mena, M. (1987). “Algunos aportes para la construcción de un Modelo Didáctico de Nuevas


Estrategias de Educación a Distancia”. En Nuevas Estrategias y Tecnologías de
Comunicación en Educación a Distancia: Informe Final del XI Encuentro Nacional de
Educación a Distancia. Buenos Aires: Fundación Banco de Boston.

Rowntree, D. (1999). “Preparing Materials for Open, Distance and Flexible Learning”.
London: Kogan Page

Salcedo, G. (1994). "Una Propuesta de Evaluación para la Creatividad en


la Educación Venezolana". Revista de Andragogía del Instituto Internacional de
Andragogía. No. 16, 79-96.

Schon, D. (1992). "La Formación de Profesionales Reflexivos. Hacia un


nuevo diseño de la enseñanza y el aprendizaje en las profesiones". Madrid: Paidos.

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