La Persona y La Sociedad (Dossier)
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son exclusivamente didácticos. Prohibida su reproducción parcial o total sin permiso escrito de la cátedra.
La persona y la sociedad
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Este material es para uso de los estudiantes de la Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, sus fines
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Así pues, se puede concluir que el hombre está hecho para «con-vivir»; la
convivencia es un medio imprescindible para la perfección y la felicidad del ser
humano. Para Aristóteles y Santo Tomás, el hombre precisa de la sociedad en
primer lugar para «vivir» (sobrevivir), es decir, para cubrir sus necesidades
básicas encaminadas a su propio mantenimiento. De aquí surge la diversificación
de funciones laborales y sociales (agricultores, guerreros, artesanos, etc.) que
permite al hombre mantenerse con vida. El hombre solo no es autosuficiente; esto
se percibe con claridad desde el mismo nacimiento, puesto que es fruto de una
relación de dos personas: esto ya es una forma de sociedad (la familia). Además,
en el hombre el proceso de maduración y dependencia paterna de los hijos es
mucho mayor que la del resto de los animales, mostrándose así la índole
deficitaria de la persona fuera del ámbito social.
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Individualismo y colectivismo
El individualismo liberal
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Hobbes afirma en su obra Leviatán (1615) que el Estado pondría freno a los
deseos egoístas de cada individuo ya que, según el autor, cualquiera es «un
enemigo al que solo podremos controlar si lo sometemos a estrecha vigilancia».
Así, «el pacto social consiste en que cada hombre cede parte de su libertad a
cambio de seguridad, entregando a la autoridad el monopolio de la violencia».
El pensador inglés parte de la base de que «la igualdad, unida a la
constante presencia del deseo, no genera armonía sino discordia». Sostiene que,
desde el principio, la humanidad asiste a una lucha de intereses (de deseos),
marcada por la violencia. Y mientras que los hombres no estén controlados por
un poder común que los tenga atemorizados a todos, estarán en «esa condición
llamada guerra».
Podemos notar en Hobbes un «pesimismo antropológico» que lleva a
considerar al hombre «violento y egoísta», condenado a someterse a la ley, a la
que «debe conformarse, sin pretender cambiarla». Para Hobbes, la moral nace del
miedo, de manera que el precepto «No matarás», por ejemplo, obliga no por el
valor intrínseco de una vida, sino porque si matas, te detienen. Obliga porque
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hay vigilantes. Con ese planteamiento, nada impide a los valientes saltarse la
moral y cambiar las reglas, si no tienen miedo… lo cual da pie a que los fuertes,
los que reúnan el coraje necesario, sean capaces de romper la moral de los débiles
y dominar así a la masa anónima.
Sin referencia a la realidad o al ser, «la ley y la justicia no tienen más
fundamento que el pacto». Y así entendida la vida social es, para Hobbes, un mal
necesario; y el Estado una alternativa para evitar la guerra civil. «Sin el Estado
nos ahogaríamos, pero con él no abandonamos nuestra vida miserable. El
Leviatán evita la violencia pero al precio de robarnos el alma».
Según Hobbes el hombre vive entre tres ámbitos de violencia. Por un lado,
aquella por la que unos se hacen dueños de otros hombres e invaden los terrenos
de otros para conseguir ganancias: la competencia. Por otro, la que tiene un fin
defensivo, por ejemplo contra aquellos que invaden, que provoca que nazcan las
fronteras, las barreras, los barrotes, los cerrojos: la desconfianza. En tercer lugar, la
causada por el afán de reparar las ofensas que provocan las palabras o sonrisas
irónicas, o cualquier señal de desprecio hacia «lo nuestro», que también se ejerce
para adquirir reputación (compitiendo por likes, buscando aprobación): la gloria.
Esto lo podemos ver fácilmente en muchos aspectos de nuestra realidad:
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«No ganas la plata, pierdes el oro»: campaña de Nike en las Olimpíadas de Atlanta 1996. Klara,
R. (agosto de 2016). How Nike Brilliantly Ruined Olympic Marketing Forever. Adweek.
https://www.adweek.com/brand-marketing/how-nike-brilliantly-ruined-olympic-marketing-
forever-172899/
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Pero las explicaciones que uno y otro ofrecen del tránsito son distintas,
sobre la base de la idea que cada uno se hizo de la naturaleza del hombre, del
«hombre natural», y del «estado de naturaleza», así como del ideal del vínculo
social y del orden político en correspondencia con la «naturaleza» del hombre.
1) Hobbes –para quien el hombre es un lobo para el hombre (homo homini lupus)
y el «estado de naturaleza» es un estado de violencia y guerra de todos contra
todos– estima que sólo una fuerza superior, y el sometimiento a ella, puede
establecer el vínculo o contrato entre los hombres. El contrato es, pues, para
Hobbes, un contrato de sumisión y de alienación, por lo que, en rigor, no se puede
considerar como un «contrato», ya que en la contratación ante y por la fuerza se
carece de libertad, y en el orden social y político así establecido se carece
igualmente de ella.
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En este nuevo orden social racional y libre será posible erradicar el mal
moral y la injusticia y realizar la perfectibilidad y la felicidad del hombre: su
plena realización y salvación. Y ello como fruto de la acción que lleva a cabo su
razón práctica.
El colectivismo moderno
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estamos frente al primado absoluto de una presunta voluntad social con respecto
a la voluntad del hombre singular. La persona humana posee únicamente valor
con respecto al todo social, de tal manera que la sociedad es el fin de la persona
humana, y no a la inversa como sostiene la doctrina social clásica (la sociedad
está al servicio de la persona).
El personalismo contemporáneo
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Bibliografía consultada:
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