Ciencia Política 2do Parcial

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V.I Lenin

CARLOS MARX

(Breve esbozo biográfico,


con una exposición del marxismo)[1]

Escrito: De julio a noviembre de 1914.


Publicado por vez primera: En 1915, en el Diccionario
Enciclopedico Granat, 7a edición, tomo XXVIII.
Digitalizado por: Unión de Juventudes Socialista de Puerto Rico.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, 2000.

Carlos Marx nació el 5 de mayo (según el nuevo calendario) de 1818


en Tréveris (ciudad de la Prusia renana). Su padre era un abogado
judío, convertido en 1824 al protestantismo. La familia de Marx era
una familia acomodada, culta, pero no revolucionaria. Después de
terminar en Tréveris sus estudios de bachillerato, Marx se inscribió en
la universidad, primero en la de Bonn y luego en la de Berlín,
estudiando jurisprudencia y, sobre todo, historia y filosofía. En 1841
terminó sus estudios universitarios, presentando una tesis sobre la
filosofía de Epicuro. Por sus concepciones, Marx era entonces todavía
un idealista hegeliano. En Berlín se adhirió al círculo de los
"hegelianos de izquierda" (Bruno Bauer y otros), que se esforzaban
por extraer de la filosofía de Hegel conclusiones ateas y
revolucionarias.

Terminados sus estudios universitarios, Marx se trasladó a Bonn con


la intención de hacerse profesor. Pero la política reaccionaria del
gobierno, que en 1832 había despojado de su cátedra a Ludwig
Feuerbach, que en 1836 le había negado nuevamente la entrada en la
universidad y que en 1841 privó al joven profesor Bruno Bauer del
derecho a enseñar en Bonn, obligó a Marx a renunciar a la carrera
docente. En aquella época, las ideas de los hegelianos de izquierda
progresaban rápidamente en Alemania. Ludwig Feuerbach, sobre todo
desde 1836, comenzó a someter a crítica la teología y a orientarse
hacia el materialismo, que en 1841 (La esencia del cristianismo ) se
impone ya definitivamente en su pensamiento; en 1843 ven la luz
sus Principios de la filosofía del porvenir. "Hay que haber vivido la
influencia liberadora" de estos libros, escribía Engels años más tarde
refiriéndose a esas obras de Feuerbach. "Nosotros [es decir, los
hegelianos de izquierda, entre ellos Marx] nos hicimos en el acto
feuerbachianos."[2] Por aquel tiempo, los burgueses radicales
renanos, que tenían ciertos puntos de contacto con los hegelianos de
izquierda, fundaron en Colonia un periódico de oposición, la Gaceta
del Rin (cuyo primer número salió el 1 de enero de 1842). Marx y
Bruno Bauer fueron invitados como principales colaboradores; en
octubre de 1842 Marx fue nombrado redactor jefe del periódico y se
trasladó de Bonn a Colonia. La tendencia democrática revolucionaria
del periódico fue acentuándose bajo la jefatura de redacción de Marx,
y el gobierno lo sometió primero a una doble censura y luego a una
triple, hasta que decidió más tarde suprimirlo totalmente a partir del 1
de enero de 1843. Marx se vio obligado a abandonar su puesto de
redactor jefe en esa fecha, sin que su salida lograse tampoco salvar al
periódico, que fue clausurado en marzo de 1843. Entre los artículos
más importantes publicados por Marx en la Gaceta del Rin, Engels
menciona, además de los que citamos más adelante (véase la
Bibliografía ) el que se refiere a la situación de los campesinos
viticultores del valle del Mosela. Como su labor periodística le había
demostrado que conocía insuficientemente la economía política, Marx
se dedicó afanosamente al estudio de esta ciencia.

En 1843, Marx se casó en Kreuznach con Jenny von Westphalen,


amiga suya de la infancia, con la que se había comprometido cuando
todavía era estudiante. Su esposa pertenecía a una reaccionaria
familia aristocrática de Prusia. Su hermano mayor fue ministro del
Interior en Prusia durante una de las épocas más reaccionarias, desde
1850 hasta 1858. En el otoño de 1843 Marx se trasladó a París con
objeto de editar en el extranjero una revista de tendencia radical en
colaboración con Arnold Ruge (1802-1880; hegeliano de izquierda,
encarcelado de 1825 a 1830, emigrado desde 1848, y partidario de
Bismarck entre 1866 y 1870). De esta revista, titulada Anales franco-
alemanes, sólo llegó a ver la luz el primer fascículo. Las dificultades
con que tropezaba la difusión clandestina de la revista en Alemania y
las discrepancias surgidas entre Marx y Ruge hicieron que se
suspendiera su publicación. En los artículos de Marx en
los Anales vemos ya al revolucionario que proclama la necesidad de
una "crítica implacable de todo lo existente", y, en particular, de una
"crítica de las armas"[3] que apele a las masas y al proletariado.

En septiembre de 1844 llegó a París, por unos días, Federico Engels,


quien se convirtió, desde ese momento, en el amigo más íntimo de
Marx. Ambos tomaron conjuntamente parte activísima en la vida, febril
por entonces, de los grupos revolucionarios de París (especial
importancia revestía la doctrina de Proudhon, a la que Marx ajustó
cuentas resueltamente en su obra Miseria de la filosofía, publicada en
1847) y, en lucha enérgica contra las diversas doctrinas del socialismo
pequeñoburgués, forjaron la teoría y la táctica del socialismo
proletario revolucionario, o comunismo (marxismo). Véanse, más
adelante, en la Bibliografía, las obras de Marx de esta época, años de
1844 a 1848. En 1845, a instancias del gobierno prusiano, Marx fue
expulsado de París como revolucionario peligroso, instalándose
entonces en Bruselas. En la primavera de 1847, Marx y Engels se
afiliaron a una sociedad secreta de propaganda, la Liga de los
Comunistas, tuvieron una participación destacada en el II Congreso de
esta organización (celebra do en Londres en noviembre de 1847) y por
encargo del Congre so redactaron el famoso Manifiesto del Partido
Comunista que apareció en febrero de 1848. En esta obra se traza,
con claridad y brillantez geniales, una nueva concepción del mundo: el
materialismo consecuente, aplicado también al campo de la vida
social; la dialéctica como la doctrina más completa y profunda del
desarrollo; la teoría de la lucha de clases y de la histórica misión
revolucionaria universal del proletariado como creador de una nueva
sociedad, la sociedad comunista.

Al estallar la revolución de febrero de 1848, Marx fue expulsado de


Bélgica. Se trasladó nuevamente a París, y desde allí, después de la
revolución de marzo, marchó a Alemania, más precisamente, a
Colonia. Desde el 1 de junio de 1848 hasta el 19 de mayo de 1849, se
publicó en esta ciudad la Nueva Gaceta del Rin, de la que Marx era el
redactor jefe. El curso de los acontecimientos revolucionarios de 1848
a 1849 vino a confirmar de manera brillante la nueva teoría, como
habrían de confirmarla en lo sucesivo los movimientos proletarios y
democráticos de todos los países del mundo. La contrarrevolución
triunfante hizo que Marx compareciera, primero, ante los tribunales
(siendo absuelto el g de febrero de 1849) y después lo expulsó de
Alemania (el 16 de mayo de 1849). Marx se dirigió a París, de donde
fue expulsado también después de la manifestación del 13 de junio de
1849[4]; entonces marchó a Londres, donde pasó el resto de su vida.

Las condiciones de vida en la emigración eran en extremo duras,


como lo revela con toda claridad la correspondencia entre Marx y
Engels (editada en 1913). La miseria asfixiaba realmente a Marx y a
su familia; de no haber sido por la constante y abnegada ayuda
económica de Engels, Marx no sólo no hubiera podido acabar El
Capital, sino que habría sucumbido inevitablemente bajo el peso de la
miseria. Además, las doctrinas y tendencias del socialismo
pequeñoburgués, no proletario en general, que predominaban en
aquella época, obligaban a Marx a librar constantemente una lucha
implacable, y a veces a repeler (como hace en su obra Herr
Vogt [5] los ataques personales más rabiosos y salvajes.
Manteniéndose al margen de los círculos de emigrados y
concentrando sus esfuerzos en el estudio de la economía política,
Marx desarrolló su teoría materialista en una serie de trabajos
históricos (véase la Bibliografía ). Con sus obras Contribución a la
crítica de la economía política (1859) y El Capital (t. I, 1867), Marx
provocó una verdadera revolución en la ciencia económica (véase
más adelante la doctrina de Marx).

El recrudecimiento de los movimientos democráticos, a fines de la


década del 50 y durante la del 60, llevó de nuevo a Marx a la actividad
práctica. El 28 de septiembre de 1864 se fundó en Londres la famosa
Primera Internacional, la "Asociación Internacional de los
Trabajadores". Marx fue el alma de esta organización, el autor de su
primer "Llamamiento" y de gran número de sus resoluciones,
declaraciones y manifiestos. Unificando el movimiento obrero de los
diferentes países, orientando por el cauce de una actuación conjunta a
las diver sas formas del socialismo no proletario, premarxista (Mazzini,
Proudhon, Bakunin, el tradeunionismo liberal inglés, las vacilaciones
derechistas lassalleanas en Alemania, etc.), a la par que combatía las
teorías de todas estas sectas y escuelas, Marx fue forjando la táctica
común de la lucha proletaria de la clase obrera en los distintos países.
Después de la caída de la Comuna de París en 1871, que Marx
analizó (en La guerra civil en Francia, 1871) de modo tan profundo,
certero, brillante y eficaz, como revolucionario -- y a raíz de la escisión
de la In ternacional provocada por los bakuninistas --, esta última
ya no pudo seguir existiendo en Europa. Después del Congreso de La
Haya (1872), Marx consiguió que el Consejo General de la
Internacional se trasladase a Nueva York. La primera Internacional
había cumplido su misión histórica y dejaba paso a una época de
desarrollo incomparablemente más amplio del movimiento obrero en
todos los países del mundo, época en que este movimiento había de
desplegarse en extensión, con la creación de partidos obreros
socialistas de masas dentro de cada Estado nacional.

Su intensa labor en la Internacional y sus actividades teóricas, aún


más intensas, minaron definitivamente la salud de Marx. Prosiguió su
obra de relaboración de la economía política y se consagró a
terminar El Capital, recopilando con este fin multitud de nuevos
documentos y poniéndose a estudiar varios idiomas (entre ellos el
ruso), pero la enfermedad le impidió concluir El Capital.

El 2 de diciembre de 1881 murió su esposa, y el 14 de marzo de 1883


Marx se quedó dormido apaciblemente para siempre en su sillón. Está
enterrado, junto a su mujer, en el cementerio londinense de Highgate.
Varios hijos de Marx murieron en la infancia en Londres, cuando la
familia vivía en la miseria. Tres de sus hijas se casaron con socialistas
de Inglaterra y Francia: Eleonora Eveling, Laura Lafargue y Jenny
Longuet. Un hijo de esta última es miembro del Partido Socialista
Francés.

LA DOCTRINA DE MARX

El marxismo es el sistema de las concepciones y de la doctrina


de Marx. Este continúa y corona genialmente las tres principales
corrientes ideológicas del siglo XIX, que pertenecen a los tres países
más avanzados de la humanidad: la filosofía clásica alemana, la
economía política clásica inglesa y el socialismo francés, vinculado a
las doctrinas revolucionarias france sas en general. La admirable
coherencia y la integridad de sus concepciones -- cualidades
reconocidas incluso por sus adver sarios --, que constituyen en su
conjunto el materialismo y el socialismo científicos contemporáneos
como teoría y programa del movimiento obrero de todos los países
civilizados del mundo, nos obligan a esbozar brevemente su
concepción del mundo en general antes de exponer el contenido
esencial del marxismo, o sea, la doctrina económica de Marx.

El Materialismo Filosósico

Desde 1844-1845, años en que se formaron sus concepciones,


Marx fue materialista y, especialmente, partidario de Ludwig
Feuerbach, cuyos puntos débiles vio, más tarde, en la insuficiente
consecuencia y amplitud de su materialismo. Para Marx, la
significación histórica universal de Feuerbach, que "hizo época",
residía precisamente en el hecho de haber roto en forma resuelta con
el idealismo de Hegel y proclamado el materialismo, que ya "en el
siglo XVIII, sobre todo en Francia, representaba la lucha, no sólo
contra las instituciones políticas existentes y al mismo tiempo contra la
religión y la teología, sino también [. . .] contra la metafísica en
general" (entendiendo por ella toda "especulación ebria", a diferencia
de la "filosofía sobria") (La Sagrada Familia, en La herencia literaria ).
"Para Hegel -- escribía Marx --, el proceso del pensamiento, al que él
convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con vida propia, es
el demiurgo de lo real [. . .]. Para mí lo ideal no es, por el contrario,
más que lo material traducido y traspuesto a la cabeza del hombre."
(C. Marx, El Capital, t. I, "Palabras finales a la 2a ed."). Mostrándose
plenamente de acuerdo con esta filosofía materialista de Marx, F.
Engels escribía lo siguiente, al exponerla en su Anti-Dühring (véase ),
obra cuyo manuscrito conoció Marx: . . . "La unidad del mundo no
existe en su ser, sino en su materialidad, que ha sido demostrada [. . .]
en el largo y penoso desarrollo de la filosofía y de las ciencias
naturales [. . .]. El movimiento es la forma de existencia de la materia.
Jamás, ni en parte alguna, ha existido ni puede existir materia sin
movimiento, ni movimiento sin materia [. . .]. Pero si seguimos
preguntando qué son y de dónde proceden el pensar y la conciencia,
nos encontramos con que son productos del cerebro humano y con
que el mismo hombre no es más que un producto de la naturaleza,
que se ha desarrollado en un determinado ambiente natural y junto
con éste; por donde llegamos a la conclusión lógica de que los
productos del cerebro humano, que en última instancia no son
tampoco más que productos de la naturaleza, no se contradicen, sino
que corresponden al resto de la concatenación de la naturaleza".
"Hegel era idealista, es decir, que para él las ideas de nuestra cabeza
no son reflejos [Abbilder, esto es, imágenes, pero a veces Engels
habla de "reproducciones"] más o menos abstractos de los objetos y
fenómenos de la realidad, sino que los objetos y su desarrollo se le
antojaban, por el contrario, imágenes de una idea existentes no se
sabe dónde, ya antes de que existiese el mundo." En Ludwig
Feuerbach [6], obra en la que Engels expone sus ideas y las de Marx
sobre la filosofía de Feuerbach, y cuyo original envió a la imprenta
después de revisar un antiguo manuscrito suyo y de Marx, que databa
de los años 1844-1845, sobre Hegel, Feuerbach y la concepción
materialista de la historia, escribe Engels: "El gran problema cardinal
de toda filosofía, especialmente de la moderna, es el problema de la
relación entre el pensar y el ser, entre el espíritu y la naturaleza [. . .].
¿Qué está primero: el espíritu o la naturaleza? [. . .] Los filósofos se
dividieron en dos grandes campos, según la contestación que diesen a
esta pregunta. Los que afirmaban que el espíritu estaba antes que la
naturaleza y que, por lo tanto, reconocían, en última instancia, una
creación del mundo bajo una u otra forma [. . .], constituyeron el
campo del idealismo. Los demás, los que reputaban la naturaleza
como principio fundamental, adhirieron a distintas escuelas del
materialismo". Todo otro empleo de los conceptos de idealismo y
materialismo (en sentido filosófico) sólo conduce a la confusión. Marx
rechazaba enérgicamente, no sólo el idealismo -- vinculado siempre,
de un modo u otro, a la religión --, sino también los puntos de vista de
Hume y Kant, tan difundidos en nuestros días, es decir, el
agnosticismo, el criticismo y el positivismo en sus diferentes formas;
para Marx esta clase de filosofía era una concesión "reaccionaria" al
idealismo y, en el mejor de los casos, una "manera vergonzante de
aceptar el materialismo bajo cuerda y renegar de él públicamente".
Sobre esto puede consultarse, además de las obras ya citadas de
Engels y Marx, la carta de este último a Engels, fechada el 12 de
diciembre de 1868, en la que habla de unas manifestaciones del
célebre naturalista T. Huxley. En ella, a la vez que hace notar que
Huxley se muestra "más materialista" que de ordinario, y reconoce que
"si observamos y pensamos realmente, nunca podemos salirnos del
materialismo", Marx le reprocha que deje abierto un "portillo" al
agnosticismo, a la filosofía de Hume. En particular debemos destacar
la concepción de Marx acerca de las relaciones entre la libertad y la
necesidad: "La necesidad sólo es ciega en cuanto no se la
comprende. La libertad no es otra cosa que el conocimiento de la
necesidad" (Engels, Anti-Dühring ) = reconocimiento de la sujeción
objetiva de la naturaleza a leyes y de la trasformación dialéctica de la
necesidad en libertad (a la par que de la trasformación de la "cosa en
sí" no conocida aún, pero cognoscible, en "cosa para nosotros", de la
"esencia de las cosas" en "fenómenos"). El defecto fundamental del
"viejo" materialismo, incluido el de Feuerbach (y con mayor razón aún
el del materialismo "vulgar" de Buchner, Vogt y Moleschott) consistía,
según Marx y Engels, en lo siguiente: 1) en que este materialismo era
"predominantemente mecanicista" y no tenía en cuenta los últimos
progresos de la química y de la biología (a los que habría que agregar
en nuestros días los de la teoría eléctrica de la materia); 2) en que el
viejo materialismo no era histórico ni dialéctico (sino metafísico, en el
sentido de antidialéctico) y no mantenía consecuentemente ni en
todos sus aspectos el punto de vista del desarrollo; 3) en que
concebían "la esencia del hombre" en forma abstracta, y no como el
"conjunto de las relaciones sociales" (históricamente concretas y
determinadas), por cuya razón se limitaban a "explicar" el mundo
cuando en realidad se trata de "trasformar lo"; es decir, en que no
comprendían la importancia de la "actividad práctica revolucionaria".

La Dialéctica

La dialéctica hegeliana, o sea, la doctrina más multilateral, más rica en


contenido y más profunda del desarrollo, era para Marx y Engels la
mayor conquista de la filosofía clásica alemana. Toda otra formulación
del principio del desarrollo, de la evolución, les parecía unilateral y
pobre, deformadora y mutiladora de la verdadera marcha del
desarrollo en la naturaleza y en la sociedad (marcha que a menudo se
efectúa a través de saltos, cataclismos y revoluciones). "Marx y yo
fuimos casi los únicos que nos planteamos la tarea de salvar [del
descalabro del idealismo, incluido el hegelianismo] la dialéctica
conciente para traerla a la concepción materialista de la naturaleza."
"La naturaleza es la confirmación de la dialéctica, y precisamente son
las modernas ciencias naturales las que nos han brindado un
extraordinario acervo de datos [¡y esto fue escrito antes de que se
descubriera el radio, los electrones, la trasformación de los elementos,
etc.!] y enriquecido cada día que pasa, demostrando con ello que la
naturaleza se mueve, en última instancia, dialéctica, y no
metafísicamente."

"La gran idea fundamental -- escribe Engels -- de que el mundo no se


compone de un conjunto de objetos terminados y acabados, sino que
representa en sí un conjunto de procesos, en el que las cosas que
parecen inmutables, al igual que sus imágenes mentales en nuestro
cerebro, es decir, los conceptos, se hallan sujetos a un continuo
cambio, a un proceso de nacimiento y muerte; esta gran idea
fundamental se encuentra ya tan arraigada desde Hegel en la
conciencia común, que apenas habrá alguien que la discuta en su
forma general. Pero una cosa es reconocerla de palabra y otra
aplicarla en cada caso particular y en cada campo de investigación."
"Para la filosofía dialéctica no existe nada establecido de una vez para
siempre, nada absoluto, consagrado.; en todo ve lo que hay de
perecedero, y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del
aparecer y desaparecer, del infinito movimiento ascensional de lo
inferior a lo superior. Y esta misma filosofía es un mero reflejo de ese
proceso en el cerebro pensante." Así, pues, la dialéctica es, según
Marx, "la ciencia de las leyes generales del movimiento, tanto del
mundo exterior como del pensamiento humano".

Este aspecto revolucionario de la filosofía hegeliana es el que Marx


recoge y desarrolla. El materialismo dialéctico "no necesita de ninguna
filosofía situada por encima de las demás ciencias". De la filosofía
anterior queda en pie "la teoría del pensamiento y sus leyes, es decir,
la lógica formal y la dialéctica". Y la dialéctica, tal como la concibe
Marx, y también según Hegel, abarca lo que hoy se llama teoría del
conocimiento o gnoseología, ciencia que debe enfocar también su
objeto desde un punto de vista histórico, investigando y generalizando
los orígenes y el desarrollo del conocimiento, y el paso de la falta
de conocimiento al conocimiento.

En nuestro tiempo, la idea del desarrollo, de la evolución, ha


penetrado casi en su integridad en la conciencia social, pero no a
través de la filosofía de Hegel, sino por otros caminos. Sin embargo,
esta idea, tal como la formularon Marx y Engels, apoyándose en
Hegel, es mucho más completa, mucho más rica en contenido que la
teoría de la evolución al uso. Es un desarrollo que, al parecer, repite
etapas ya recorridas, pero de otro modo, sobre una base más alta
("negación de la negación"), un desarrollo, por decirlo así, en espiral y
no en línea recta; un desarrollo que se opera en forma de saltos, a
través de cataclismos y revoluciones, que significan "interrupciones de
la gradualidad"; un desarrollo que es trasformación de la cantidad en
calidad, impulsos internos de desarrollo originados por la
contradicción, por el choque de las diversas fuerzas y tendencias, que
actúan sobre determinado cuerpo, o dentro de los límites de un
fenómeno dado o en el seno de una sociedad dada; interdependencia
íntima e indisoluble concatenación de todos los aspectos de cada
fenómeno (con la particularidad de que la historia pone
constantemente al descubierto nuevos aspectos), concatenación que
ofrece un proceso de movimiento único, universal y sujeto a leyes;
tales son algunos rasgos de la dialéctica, teoría mucho más
empapada de contenido que la (habitual) doctrina de la evolución.
(Véase la carta de Marx a Engels del 8 de enero de 1868, en la que se
mofa de las "rígidas tricotomías" de Stein, que sería ridículo confundir
con la dialéctica materialista.)

La Concepción Materialista de la Historia

La conciencia de que el viejo materialismo era una teoría


inconsecuente, incompleta y unilateral llevó a Marx a la convicción de
que era indispensable "poner en consonancia la ciencia de la sociedad
con la base materialista y reconstruirla sobre esta base". Si el
materialismo en general explica la conciencia por el ser, y no al
contrario, aplicado a la vida social de la humanidad exige que la
conciencia social se explique por el ser social. "La tecnología -- dice
Marx (en El Capital, t. I) -- pone al descubierto la relación activa del
hombre con la naturaleza, el proceso inmediato de producción de su
vida, y, a la vez, sus condiciones sociales de vida y de las
representaciones espirituales que de ellas se derivan." Y en el
"prólogo a su Contribución a la crítica de la economía política ", Marx
ofrece una formulación integral de las tesis fundamentales del
materialismo aplicadas a la sociedad humana y a su historia. He aquí
sus palabras:

"En la producción social de su vida, los hombres contraen


determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad,
relaciones de producción que corresponden a una determinada fase
de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales.

"El conjunto de estas relaciones de producción forma la


estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se
erige una superestructura política y jurídica, y a la que corresponden
determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de
la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y
espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina
su ser, sino, por el contrario, su ser social el que determina su
conciencia. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las fuerzas
productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de
producción existentes o, lo que no es más que la expresión jurídica de
esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han
desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas
productivas, estas relaciones se convierten en trabas de ellas. Y se
abre así una época de revolución social. Al cambiar la base
económica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la
inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas
revoluciones, hay que distinguir siempre entre la revolución material
producida en las condiciones económicas de producción, y que puede
verificarse con la precisión propia de las ciencias naturales, y las
revoluciones jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas; en
una palabra, de las formas ideológicas en que los hombres adquieren
conciencia de este conflicto y luchan por resolverlo.

"Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo


que él piensa de si, no podemos juzgar tampoco estas épocas de
revolución por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que
explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material,
por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las
relaciones de producción. . ." "A grandes rasgos, podemos señalar
como otras tantas épocas de progreso en la formación económica de
la sociedad, el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el
moderno burgués." (Véase la breve formulación que Marx da en su
carta a Engels del 7 de julio de 1866: "Nuestra teoria de que la
organización del trabajo está determinada por los medios de
producción".)

El descubrimiento de la concepción materialista de la historia, o


mejor dicho, la consecuente aplicación y extensión del materialismo al
dominio de los fenómenos sociales, superó los dos defectos
fundamentales de las viejas teorías de la historia. En primer lugar,
estas teorías solamente examinaban, en el mejor de los casos, los
móviles ideológicos de la actividad histórica de los hombres, sin
investigar el origen de esos móviles, sin captar las leyes objetivas que
rigen el desarrollo del sistema de las relaciones sociales, ni ver las
raices de éstas en el grado de desarrollo de la producción material; en
segundo lugar, las viejas teorias no abarcaban precisamente las
acciones de las masas de la población, mientras que el materialismo
histórico permitió estudiar, por vez primera y con la exactitud de las
ciencias naturales, las condiciones sociales de la vida de las masas y
los cambios operados en estas condiciones. La "sociologia" y la
historiografía anteriores a Marx proporcio naban, en el mejor de los
casos, un cúmulo de datos crudos, recopilados fragmentariamente, y
la descripción de aspectos aislados del proceso histórico. El marxismo
señaló el camino para un estudio global y multilateral del proceso de
aparición, desarrollo y decadencia de las formaciones económico-
sociales, examinando el conjunto de todas las tendencias
contradictorias y reduciéndolas a las condiciones, perfectamente
determinables, de vida y de producción de las distintas clases de la
sociedad, eliminando el subjetivismo y la arbitrariedad en la elección
de las diversas ideas "dominantes" o en la interpretación de ellas, y
poniendo al descubierto las raíces de todas las ideas sin excepción y
de las diversas tendencias que se manifiestan en el estado de las
fuerzas productivas materiales. Los hombres hacen su propia historia,
¿pero qué determina los móviles de estos hombres, y precisamente de
las masas humanas?; ¿qué es lo que provoca los choques de ideas y
las aspiraciones contradictorias?; ¿qué representa el conjunto de
todos estos choques que se producen en la masa entera de las
sociedades humanas?; ¿cuáles son las condiciones objetivas de
producción de la vida material que crean la base de toda la actividad
histórica de los hombres?; ¿cuál es la ley que rige el desenvolvimiento
de estas condiciones? Marx concentró su atención en todo esto y
trazó el camino para estudiar científicamente la historia como un
proceso único, regido por leyes, en toda su inmensa diversidad y con
su carácter contradictorio.

La Lucha de Clases

Todo el mundo sabe que en cualquier sociedad las aspiraciones de


una parte de sus miembros chocan abiertamente con las aspiraciones
de otros, que la vida social está llena de contradicciones, que la
historia nos muestra una lucha entre pueblos y sociedades, así como
en su propio seno; todo el mundo sabe también que se suceden los
períodos de revolución y reacción, de paz y de guerras, de
estancamiento y de rápido progreso o decadencia. El marxismo nos
proporciona el hilo conductor que permite descubrir una sujeción a
leyes en este aparente laberinto y caos, a saber: la teoría de la lucha
de clases. Sólo el estudio del conjunto de las aspiraciones de todos
los miembros de una sociedad dada o de un grupo de sociedades,
puede conducirnos a una determinación científica del resultado de
esas aspiraciones. Ahora bien, la fuente de que brotan esas
aspiraciones contradictorias son siempre las diferencias de situación y
de condiciones de vida de las clases en que se divide cada sociedad.
"La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros
días -- dice Marx en el Manifiesto Comunista (exceptuando la historia
del régimen de la comunidad primitiva, añade más tarde Engels) -- es
la historia de las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, patricios
y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales; en una palabra:
opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha
constante, velada unas veces, y otras franca y abierta; lucha que
terminó siempre con la trasformación revolucionaria de toda la
sociedad o el hundimiento de las clases beligerantes [. . .]. La
moderna sociedad burguesa, que ha salido de entre las ruinas de la
sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase.
Unicamente ha sustituido las viejas clases, las viejas condiciones de
opresion, las viejas formas de lucha, por otras nuevas. Nuestra época,
la época de la burguesía, se distingue, sin embargo, por haber
simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va
dividiéndose cada vez más en dos grandes campos enemigos, en dos
grandes clases que se enfrentan directamente: la burguesía y el
proletariado." A partir de la Gran Revolución Francesa, la historia de
Europa pone de relieve en distintos países, con especial evidencia, el
verdadero fondo de los acontecimientos, la lucha de clases. Y ya en la
época de la restauración se destacan en Francia algunos historiadores
(Thierry, Guizot, Mignet y Thiers) que, al generalizar los
acontecimientos, no pudieron dejar de reconocer que la lucha de
clases era la clave para la comprensión de toda la historia francesa. Y
la época contemporánea, es decir, la época que señala el triunfo
completo de la burguesía y de las instituciones representativas, del
sufragio amplio (cuando no universal), de la prensa diaria barata que
llega a las masas, etc., la época de las poderosas asociaciones
obreras y patronales cada vez más vastas, etc., pone de manifiesto de
un modo todavía más patente (aunque a veces en forma unilateral,
"pacífica" y "constitucional") que la lucha de clases es la fuerza
motriz de los acontecimientos. El siguiente pasaje del Manifiesto
Comunista nos revela lo que Marx exigía de la ciencia social en cuanto
al análisis objetivo de la situación de cada clase en la sociedad
moderna y en relación con el examen de las condiciones de desarrollo
de cada clase: "De todas las clases que hoy se enfrentan con ía
burguesía, sólo el proletariado es una clase verdaderamente
revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecen
con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su
producto más peculiar. Las capas medias -- el pequeño industrial, el
pequeño comerciante, el artesano y el campesino -- , todas ellas
luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como
tales capas medias. No son, pues, revolucionarias, sino
conservadoras. Más todavía, son reaccionarias, ya que pretenden
volver atrás la rueda de la historia. Son revolucionarias únicamente
cuando tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al
proletariado; defendiendo así, no sus intereses presentes, sino sus
intereses futuros, cuando abandonan sus propios puntos de vista para
adoptar los del proletariado". En una serie de obras históricas (véase
la Bibliografía ), Marx nos ofrece brillantes y profundos ejemplos de
historiografía materialista, de análisis de la situación de cada clase en
particular y a veces de los diferentes grupos o capas que se
manifiestan dentro de ella, mostrando palmariamente por qué y cómo
"toda lucha de clases es una lucha política". El pasaje que acabamos
de citar ilustra cuán intrincada es la red de relaciones sociales y
fases de transición de una clase a otra, del pasado al porvenir, que
Marx analiza para determinar la resultante total del desarrollo histórico.

La confirmación y aplicación más profunda, más completa y


detallada de la teoría de Marx es su doctrina económica.

LA DOCTRINA ECONÓMICA DE MARX

"Y la finalidad última de esta obra -- dice Marx en el prólogo a El


Capital -- es, en efecto, descubrir la ley económica que preside el
movimiento de la sociedad moderna", es decir, de la sociedad
capitalista, burguesa. El estudio de las relaciones de producción de
una sociedad dada, históricamente determinada, en su aparición,
desarrollo y decadencia: tal es el contenido de la doctrina económica
de Marx. En la sociedad capitalista impera la producción
de mercancías ; por eso, el análisis de Marx empieza con el análisis
de la mercancía.

El Valor

La mercancía es, en primer lugar, una cosa que satisface una


determinada necesidad humana y, en segundo lugar, una cosa que se
cambia por otra. La utilidad de una cosa hace de ella un valor de
uso. El valor de cambio (o, sencillamente el valor) es, ante todo, la
relación o proporción en que se cambia cierto número de valores de
uso de una clase por un determinado número de valores de uso de
otra clase. La experiencia diaria nos muestra que, a través de millones
y miles de millones de esos actos de intercambio, se equiparan
constantemente todo género de valores de uso, aun los más diversos
y menos equiparables entre sí. ¿Qué es lo que tienen de común esos
diversos objetos, que constantemente son equiparados entre sí en
determinado sistema de relaciones sociales? Tienen de común el que
todos ellos son productos del trabajo. Al cambiar sus productos, los
hombres equiparan los mas diversos tipos de trabajo. La producción
de mercancías es un sistema de relaciones sociales en que los
distintos productores crean diversos productos (división social del
trabajo), y todos estos productos se equiparan entre sí por medio del
cambio. Por lo tanto, lo que todas las mercancías encierran de común
no es el trabajo concreto de una determinada rama de producción, no
es un trabajo de determinado tipo, sino el trabajo humano abstracto, el
trabajo humano en general. Toda la fuerza de trabajo de una sociedad
dada, representada por la suma de valores de todas las mercancías,
es una y la misma fuerza humana de trabajo; así lo evidencian miles
de millones de actos de cambio. Por consiguiente, cada mercancía en
particular no representa más que una determinada parte del tiempo de
trabajo socialmente necesario. La magnitud del valor se determina por
la cantidad de trabajo socialmente necesario o por el tiempo de trabajo
socialmente necesario para producir cierta mercancía o cierto valor de
uso. "Al equiparar unos con otros, en el cambio, sus diversos
productos, lo que hacen los hombres es equiparar entre sí sus
diversos trabajos como modalidades del trabajo humano. No lo saben,
pero lo hacen." El valor es, como dijo un viejo economista, una
relación entre dos personas; pero debió añadir simplemente: relación
encubierta por una envoltura material. Sólo partiendo del sistema de
relaciones sociales de producción de una formación social
históricamente determinada, relaciones que se manifiestan en el
fenómeno masivo del cambio, repetido miles de millones de veces,
podemos comprender lo que es el valor. "Como valores, las
mercancías no son más que cantidades determinadas de tiempo de
trabajo coagulado." Después de analizar en detalle el doble carácter
del trabajo materializado en las mercancías, Marx pasa al análisis de
la forma del valor y del dinero. Con ello se propone,
fundamentalmente, investigar el origen de la forma monetaria del
valor, estudiar el proceso histórico de desenvolvimiento del cambio,
comenzando por las operaciones sueltas y fortuitas de trueque ("forma
simple, suelta o fortuita del valor", en que una cantidad de mercancía
es cambiada por otra) hasta remontarse a la forma universal del valor,
en que mercancías diferentes se cambian por una mercancía
concreta, siempre la misma, y llegar a la forma monetaria del valor, en
que la función de esta mercancía, o sea, la función de equivalente
universal, la desempeña el oro. El dinero, producto supremo del
desarrollo del cambio y de la producción de mercancías, disfraza y
oculta el carácter social de los trabajos privados, la concatenación
social existente entre los diversos productores unidos por el mercado.
Marx somete a un análisis extraordinariamente minucioso las diversas
funciones del dinero, debiendo advertirse, pues tiene gran importancia,
que en este caso (como, en general, en todos los primeros capítulos
de El Capital ) la forma abstracta de la exposición, que a veces parece
puramente deductiva, recoge en realidad un gigantesco material
basado en hechos sobre la historia del desarrollo del cambio y de la
producción de mercancías. "El dinero presupone cierto nivel del
cambio de mercancías. Las diversas formas del dinero -- simple
equivalente de mercancías o medio de circulación, medio de pago, de
atesoramiento y dinero mundial -- señalan, según el distinto volumen y
predominio relativo de tal o cual función, fases muy distintas del
proceso social de producción" (El Capital, I).

La Plusvalía

Al alcanzar la producción de mercancías determinado grado de


desarrollo, el dinero se convierte en capital. La fórmula de la
circulación de mercancías era: M (mercancía) -- D (dinero) -- M
(mercancía), o sea, venta de una mercancía para comprar otra. Por el
contrario, la fórmula general del capital es D -- M -- D, o sea, la
compra para la venta (con ganancia). Marx llama plusvalía a este
incremento del valor primitivo del dinero que se lanza a la circulación.
Que el dinero lanzado a la circulación capitalista "crece", es un hecho
conocido de todo el mundo. Y precisamente ese "crecimiento" es lo
que convierte el dinero en capital, como relación social de producción
particular, históricamente determinada. La plusvalía no puede brotar
de la circulación de mercancías, pues ésta sólo conoce el intercambio
de equivalentes; tampoco puede provenir de un alza de los precios,
pues las pérdidas y las ganancias recíprocas de vendedores y
compradores se equilibrarían; se trata de un fenómeno masivo, medio,
social, y no de un fenómeno individual. Para obtener plusvalía "el
poseedor del dinero necesita encontrar en el mercado una mercancía
cuyo valor de uso posea la cualidad peculiar de ser fuente de valor",
una mercancía cuyo proceso de consumo sea, al mismo tiempo,
proceso de creación de valor. Y esta mercancía existe: es la fuerza de
trabajo del hombre. Su consumo es trabajo y el trabajo crea valor. El
poseedor del dinero compra la fuerza de trabajo por su valor, valor que
es determinado, como el de cualquier otra mercancía, por el tiempo de
trabajo socialmente necesario para su producción (es decir, por el
costo del mantenimiento del obrero y su familia). Una vez que ha
comprado la fuerza de trabajo el poseedor del dinero tiene derecho a
consumirla, es decir, a obligarla a trabajar durante un día entero, por
ejemplo, durante doce horas. En realidad el obrero crea en seis horas
(tiempo de trabajo "necesario") un producto con el que cubre los
gastos de su mantenimiento; durante las seis horas restantes (tiempo
de trabajo "suplementario") crea un "plusproducto" no retribuido por el
capitalista, que es la plusvalía. Por consiguiente, desde el punto de
vista del proceso de la producción, en el capital hay que distinguir dos
partes: capital constante, invertido en medios de producción
(máquinas, instrumentos de trabajo, materias primas, etc.) -- y cuyo
valor se trasfiere sin cambio de magnitud (de una vez o en partes) a
las mercancías producidas --, y capital variable, invertido en fuerza de
trabajo. El valor de este capital no permanece invariable, sino que se
acrecienta en el proceso del trabajo, al crear la plusvalía. Por lo tanto,
para expresar el grado de explotación de la fuerza de trabajo por el
capital, tenemos que comparar la plusvalía obtenida, no con el capital
global, sino exclusivamente con el capital variable. La cuota de
plusvalía, como llama Marx a esta relación, sería, pues, en nuestro
ejemplo, de 6:6, es decir, del 100 por ciento.

Las premisas históricas para la aparición del capital son: primera, la


acumulación de determinada suma de dinero en manos de ciertas
personas, con un nivel de desarrollo relativamente alto de la
producción de mercancías en general ¡ segunda, la existencia de
obreros "libres" en un doble sentido -- libres de todas las trabas o
restricciones impuestas a la venta de la fuerza de trabajo, y libres por
carecer de tierra y, en general, de medios de producción --, de obreros
desposeídos, de obreros "proletarios" que, para subsistir, no tienen
más recursos que la venta de su fuerza de trabajo.

Dos son los modos principales para poder incrementar la plusvalía:


mediante la prolongación de la jornada de trabajo ("plusvalía
absoluta") y mediante la reducción del tiempo de trabajo necesario
("plusvalía relativa"). Al analizar el primer modo, Marx hace desfilar
ante nosotros el grandioso panorama de la lucha de la clase obrera
para reducir la jornada de trabajo y de la intervención del poder
estatal, primero para prolongarla (en el período que media entre los
siglos XIV y XVII) y después para reducirla (legislación fabril del siglo
XIX). Desde la aparición de El Capital, la historia del movimiento
obrero de todos los países civilizados ha aportado miles y miles de
nuevos hechos que ilustran este panorama.

Al proceder a su análisis de la producción de plusvalía relativa, Marx


investiga las tres etapas históricas fundamenta les de la elevación de
la productividad del trabajo por el capitalismo: 1) la cooperación
simple; 2) la división del trabajo y la manufactura; 3) la maquinaria y la
gran industria. La profundidad con que Marx aquí pone de relieve los
rasgos fundamentales y típicos del desarrollo del capitalismo nos
demuestra, entre otras cosas, el hecho de que el estudio de la llamada
industria de los kustares* en Rusia ha aportado un abundantísimo
material para ilustrar las dos primeras etapas de las tres mencionadas.
En cuanto a la acción revolucionaria de la gran industria maquinizada,
descrita por Marx en 1867, durante el medio siglo trascurrido desde
entonces ha venido a revelarse en toda una serie de países "nuevos"
(Rusia, Japón, etc.).
Prosigamos. Importantísimo y nuevo es el análisis de Marx de
la acumulación del capital, es decir, de la trasformación de una parte
de la plusvalía en capital, y de su empleo, no para satisfacer las
necesidades personales o los caprichos del capitalista, sino para
renovar la producción. Marx hace ver el error de toda la economía
política clásica anterior (desde Adam Smith) al suponer que toda la
plusvalía que se convertía en capital pasaba a formar parte del capital
variable, cuando en realidad se descompone en medios de
producción más capital variable. En el proceso de desarrollo del
capitalismo y de su trasformación en socialismo tiene una inmensa
importancia el que la parte del capital constante (en la suma total del
capital) se incremente con mayor rapidez que la parte del capital
variable.

Al acelerar el desplazamiento de los obreros por la maquinaria,


produciendo riqueza en un polo y miseria en el polo opuesto, la
acumulación del capital crea también el llamado "ejército industrial de
reserva", el "sobrante relativo" de obreros o "superpoblación
capitalista", que reviste formas extraordinariamente diversas y permite
al capital ampliar la producción con singular rapidez. Esta posibilidad,
relacionada con el crédito y la acumulación de capital en medios de
producción, nos proporciona, entre otras cosas, la clave para
comprender las crisis de superproducción, que estallan
periódicamente en los países capitalistas, primero cada diez años,
término medio, y luego con intervalos mayores y menos precisos. De
la acumulación del capital sobre la base del capitalismo hay que
distinguir la llamada acumulación primitiva, que se lleva a cabo
mediante la separación violenta del trabajador de los medios de
producción, expulsión del campesino de su tierra, robo de los terrenos
comunales, sistema colonial, sistema de la deuda pública, tarifas
aduaneras proteccionistas, etc. La "acumulación primitiva" crea en un
polo al proletario "libre" y en el otro al poseedor del dinero, el
capitalista.

Marx caracteriza la "tendencia histórica de la acumulación capitalista"


con las famosas palabras siguientes: "La expropiación del productor
directo se lleva a cabo con el más despiadado vandalismo y bajo el
acicate de las pasiones más infames, más sucias, más mezquinas y
más desenfrenadas. La propiedad privada, fruto del propio trabajo [del
campesino y del artesano], y basada, por decirlo así, en la
compenetración del obrero individual e independiente con sus
instrumentos y medios de trabajo, es desplazada por la propiedad
privada capitalista, basada en la explotación de la fuerza de trabajo
ajena, aunque formalmente libre [. . .]. Ahora ya no se trata de
expropiar al trabajador dueño de una economía independiente, sino de
expropiar al capitalista explotador de numerosos obreros. Esta
expropiación la lleva a cabo el juego de las leyes inmanentes de la
propia producción capitalista, la centralización de los capitales. Un
capitalista derrota a otros muchos. Paralelamente con esta
centralización del capital o expropiación de muchos capitalistas por
unos pocos, se desarrolla en una escala cada vez mayor la forma
cooperativa del proceso de trabajo, la aplicación técnica conciente de
la ciencia, la explotación planificada de la tierra, la trasformación de
los medios de trabajo en medios de trabajo utilizables sólo
colectivamente, la economía de todos los medios de producción al ser
empleados como medios de producción de un trabajo combinado,
social, la absorción de todos los países por la red del mercado mundial
y, como consecuencia de esto, el carácter internacional del régimen
capitalista. Conforme disminuye progresivamente el número de
magnates capitalistas que usurpan y monopolizan todos los beneficios
de este proceso de trasformación, crece la masa de la miseria, de la
opresión, del esclavizamiento, de la degeneración, de la explotación;
pero crece también la rebeldía de la clase obrera, que es aleccionada,
unificada y organizada por el mecanismo del propio proceso capitalista
de producción El monopolio del capital se convierte en grillete del
modo de producción que ha crecido con él y bajo él. La centralización
de los medios de producción y la socialización del trabajo llegan a un
punto en que son ya incompatibles con su envoltura capitalista. Esta
envoltura estalla. Suena la hora de la propiedad privada capitalista.
Los expropiadores son expropiados" (EI Capital, t. I).

También es sumamente importante y nuevo el análisis que hace Marx


más adelante de la reproducción del capital social, considerado en su
conjunto, en el tomo II de El Capital. Tampoco en este caso toma Marx
un fenómeno individual, sino de masas; no toma una parte
fragmentaria de la economía de la sociedad, sino toda la economía en
su conjunto. Rectificando el error en que incurren los economistas
clásicos antes mencionados, Marx divide toda la producción social en
dos grandes secciones: 1) producción de medios de producción y 2)
producción de artículos de consumo. Y, apoyándose en cifras, analiza
minuciosamente la circulación del capital social en su conjunto, tanto
en la reproducción de envergadura anterior como en la acumulación.
En el tomo III de El Capital se resuelve, sobre la base de la ley del
valor, el problema de la formación de la cuota media de
ganancia. Constituye un gran progreso en la ciencia económica el que
Marx parta siempre, en sus análisis, de los fenómenos económicos
generales, del conjunto de la economía social, y no de casos aislados
o de las manifestaciones superficiales de la competencia, que es a lo
que suele limitarse la economía política vulgar o la moderna "teoría de
la utilidad límite". Marx analiza primero el origen de la plusvalía y luego
pasa a ver su descomposición en ganancia, interés y renta del suelo.
La ganancia es la relación de la plusvalía con todo el capital invertido
en una empresa. El capital de "alta composición orgánica" (es decir,
aquel en el cual el capital constante predomina sobre el variable en
proporciones superiores a la media social) arroja una cuota de
ganancia inferior a la cuota media. El capital de "baja composición
orgánica" da, por el contrario, una cuota de ganancia superior a la
media. La competencia entre los capitales, su libre paso de unas
ramas de producción a otras, reducen en ambos casos la cuota de
ganancia a la cuota media. La suma de los valores de todas las
mercancías de una sociedad dada coincide con la suma de precios de
estas mercancías; pero en las distintas empresas y en las diversas
ramas de producción las mercancías, bajo la presión de la
competencia, no se venden por su valor, sino por el precio de
producción, que equivale al capital invertido más la ganancia media.

Así, pues, un hecho conocido de todos, e indiscutible, es decir, el


hecho de que los precios difieren de los valores y de que las
ganancias se nivelan, lo explica Marx perfectamente partiendo de la
ley del valor, pues la suma de los valores de todas las mercancías
coincide con la suma de sus precios. Sin embargo, la reducción del
valor (social) a los precios (individuales) no es una operación simple y
directa, sino que sigue una vía indirecta y muy complicada: es
perfectamente natural que en una sociedad de productores de
mercancías dispersos, vinculados sólo por el mercado, las leyes que
rigen esa sociedad no puedan manifestarse más que como leyes
medias, sociales, generales, con una compensación mutua de las
desviaciones individuales manifestadas en uno u otro sentido.

La elevación de la productividad del trabajo significa un incremento


más rápido del capital constante en comparación con el variable. Pero
como la creación de plusvalía es función privativa de éste, se
comprende que la cuota de ganancia (o sea, la relación que guarda la
plusvalía con todo el capital, y no sólo con su parte variable) acuse
una tendencia a la baja. Marx analiza minuciosamente esta tendencia,
así como las diversas circunstancias que la ocultan o contrarrestan.
Sin detenernos a exponer los capítulos extraordinariamente
interesantes del tomo III, que estudian el capítulo usurario, comercial y
financiero, pasaremos a lo esencial, a la teoría de la renta del
suelo. Debido a la limitación de la superficie de la tierra, que en los
países capitalistas es ocupada enteramente por los propietarios
particulares, el precio de producción de los productos agrícolas no lo
determinan los gastos de producción en los terrenos de calidad media,
sino en los de calidad inferior; no lo determinan las condiciones
medias en que el producto se lleva al mercado, sino las condiciones
peores. La diferencia existente entre este precio y el de producción en
las tierras mejores (o en condiciones más favorables de producción)
da lugar a una diferencia o renta diferencial. Marx analiza
detenidamente la renta diferencial y de muestra que brota de la
diferente fertilidad del suelo, de la diferencia de los capitales invertidos
en el cultivo de las tierras, poniendo totalmente al descubierto (véase
también la Teoría de la plusvalía, donde merece una atención especial
la crítica que hace a Rodbertus) el error de Ricardo, según el cual la
renta diferencial sólo se obtiene con el paso sucesivo de las tierras
mejores a las peores. Por el contrario, se dan también casos inversos:
tierras de una clase determinada se trasforman en tierras de otra clase
(gracias a los progresos de la técnica agrícola, a la expansión de las
ciudades, etc.), por lo que la tristemente célebre "ley del rendimiento
decreciente del suelo" es profundamente errónea y representa un
intento de cargar sobre la naturaleza los defectos, las limitaciones y
contradicciones del capitalismo. Además, la igualdad de ganancias en
todas las ramas de la industria y de la economía nacional presupone
la plena libertad de competencia, la libertad de trasferir los capitales
de una rama de producción a otra. Pero la propiedad privada sobre el
suelo crea un monopolio, que es un obstáculo para la libre
trasferencia. En virtud de ese monopolio, los productos de la
economía agrícola, que se distingue por una baja composición del
capital y, en consecuencia, por una cuota de ganancia individual más
alta, no entran en el proceso totalmente libre de nivelación de las
cuotas de ganancia. El propietario de la tierra, como monopolista,
puede mantener sus precios por encima del nivel medio, y este precio
de monopolio origina la renta absoluta. La renta diferencial no puede
ser abolida mientras exista el capitalismo; en cambio, la renta absoluta
puede serlo; por ejemplo, cuando se nacionaliza la tierra,
convirtiéndola en propiedad del Estado. Este paso significaría el
socavamiento del monopolio de los propietarios privados, así como
una aplicación más consecuente y plena de la libre competencia en la
agricultura. Por eso los burgueses radicales, advierte Marx, han
presentado repetidas veces a lo largo de la historia esta reivindicación
burguesa progresista de la nacionalización de la tierra, que asusta, sin
embargo, a la mayoría de los burgueses, pues "afecta" demasiado de
cerca a otro monopolio mucho más importante y "sensible" en
nuestros días: el monopolio de los medios de producción en general.
(El propio Marx expone en un lenguaje muy popular, conciso y claro su
teoría de la ganancia media sobre el capital y de la renta absoluta del
suelo, en la carta que dirige a Engels el 2 de agosto de 1862.
Véase Correspondencia, t. III, págs. 77-81, y también en las págs. 86-
87, la carta del 9 de agosto de 1862.) Para la historia de la renta del
suelo resulta importante señalar el análisis en que Marx demuestra
cómo la trasformación de la renta en trabajo (cuando el campesino
crea el plusproducto trabajando en la hacienda del terrateniente) en
renta natural o renta en especie (cuando el campesino crea el
plusproducto en su propia tierra, entregándolo luego al terrateniente
bajo una "coerción extraeconómica"), después en renta en dinero (que
es la misma renta en especie, sólo que convertida en dinero, el obrok,
censo de la antigua Rusia, en virtud del desarrollo de la producción de
mercancías) y finalmente, en la renta capitalista, cuando en lugar del
campesino es el patrono quien cultiva la tierra con ayuda del trabajo
asalariado. En relación con este análisis de la "génesis de la renta
capitalista del suelo", hay que señalar una serie de profundas ideas
(que tienen una importancia especial para los países atrasados, como
Rusia) expuestas por Marx acerca de la evolución del capitalismo en
la agricultura."La trasformación de la renta natural en renta en dinero
va, además, no sólo necesariamente acompaña da, sino incluso
anticipada por la formación de una clase de jornaleros desposeídos,
que se contratan por dinero. Durante el período de nacimiento de
dicha clase, en que ésta sólo aparece en forma esporádica, va
desarrollándose, por lo tanto, necesariamente, en los campesinos
mejor situados y sujetos a obrok, la costumbre de explotar por su
cuenta a jornaleros agrícolas, del mismo modo que ya en la época
feudal los campesinos más acomodados sujetos a vasallaje tenían a
su servicio a otros vasallos. Esto va permitiendoles acumular poco a
poco cierta fortuna y convertirse en futuros capitalistas. De este modo
va formándose entre los antiguos poseedores de la tierra que la
trabajaban por su cuenta, un semillero de arrendatarios capitalistas,
cuyo desarrollo se halla condicionado por el desarrollo general de la
producción capitalista fuera del campo. . ." (El Capital, t. III2a, 332).
"La expropiación, el desahucio de una parte de la población rural no
sólo 'libera' para el capital industrial a los obreros, sus medios de vida
y sus materiales de trabajo, sino que además crea el mercado
interior." (El Capital, t. I2a, pág. 778). La depauperación y la ruina de la
población del campo influyen, a su vez, en la formación del ejército
industrial de reserva para el capital. En todo país capitalista "una parte
de la población rural se encuentra constantemente en trance de
trasformarse en población urbana o manufacturera [es decir, no
agrícola]. Esta fuente de superpoblación relativa flota constantemente
[. . .]. El obrero agrícola se ve constantemente reducido al salario
mínimo y vive siempre con un pie en el pantano del pauperismo" (El
Capital, I2a, 668). La propiedad privada del campesino sobre la tierra
que cultiva es la base de la pequeña producción y la condición para
que ésta florezca y adquiera una forma clásica. Pero esa pequeña
producción sólo es compatible con los límites estrechos y primitivos de
la producción y de la sociedad. Bajo el capitalismo "la explotación de
los campesinos se distingue de la explotación del proletariado
industrial sólo por la forma. El explotador es el mismo: el capital.
Individualmente, los capitalistas explotan a los campesinos
individuales por medio de la hipoteca y de la usura; la clase capitalista
explota a la clase campesina por medio de los impuestos del Estado"
(Las luchas de clases en Francia ). "La parcela del campesino sólo es
ya el pretexto que permite al capitalista extraer de la tierra ganancias,
intereses y renta, dejando al agricultor que se las arregle para sacar
como pueda su salario." (El Diecíocho Brumario.) Habitualmente, el
campesino entrega incluso a la sociedad capitalista, es decir, a la
clase capitalista, una parte de su salario, descendiendo "al nivel del
arrendatario irlandés, aunque en apariencia es un propietario privado"
(Las luchas de clases en Francia ). ¿Cuál es "una de las causas por
las que en países en que predomina la propiedad parcelaria, el trigo
se cotice a precio más bajo que en los países en que impera el
régimen capitalista de producción"? (El Capital, t. III2a, 340). La causa
es que el campesino entrega gratuitamente a la sociedad (es decir, a
la clase capitalista) una parte del plusproducto. "Estos bajos precios
[del trigo y los demás productos agrícolas] son, pues, un resultado de
la pobreza de los productores y no, ni mucho menos, consecuencia de
la productividad de su trabajo" (El Capital, t. III2a, 340). Bajo el
capitalismo, la pequeña propiedad agraria, forma normal de la
pequeña producción, degenera, se destruye y desaparece. "La
pequeña propiedad agraria, por su propia naturaleza, es incompatible
con el desarrollo de las fuerzas productivas sociales del trabajo, con
las formas sociales del trabajo, con la concentración social de los
capitales, con la ganadería en gran escala y con la utilización
progresiva de la ciencia. La usura y el sistema de impuestos la
conduce, inevitablemente, por doquier, a la ruina. El capital invertido
en la compra de la tierra es sustraído al cultivo de ésta. Dispersión
infinita de los medios de producción y diseminación de los productores
mismos. [Las cooperativas, es decir, las asociaciones de pequeños
campesinos, cumplen un extraordinario papel progresista desde el
punto de vista burgués, pero sólo pueden conseguir atenuar esta
tendencia, sin llegar a suprimirla; además, no se debe olvidar que
estas cooperativas dan mucho a los campesinos acomodados y muy
poco o casi nada a la masa de campesinos pobres, ni debe olvidarse
tampoco que las propias asociaciones terminan por explotar el trabajo
asalariado.] Inmenso derroche de energía humana; empeoramiento
progresivo de las condiciones de producción y encarecimiento de los
medios de producción: tal es la ley de la [pequeña] propiedad
parcelaria." En la agricultura, lo mismo que en la industria, el
capitalismo sólo trasforma el proceso de producción a costa del
"martirologio de los productores". "La dispersión de los obreros del
campo en grandes superficies quebranta su fuerza de resistencia, al
paso que la concentración robustece la fuerza de resistencia de los
obreros de la ciudad. Al igual que en la industria moderna, en la
moderna agricultura, es decir en la capitalista, la intensificación de la
fuerza productiva y la más rápida movilización del trabajo se
consiguen a costa de devastar y agotar la fuerza obrera de trabajo.
Además, todos los progresos realizados por la agricultura capitalista
no son solamente progresos en el arte de esquilmar al obrero, sino
también en el arte de esquilmar la tierra [. . .]. Por lo tanto, la
producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación
del proceso social de producción, minando al mismo tiempo las dos
fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre". (EI Capital, t.
I, final del capítulo XIII)

LA TÁCTICA DE LA LUCHA DE CLASE DEL

PROLETARIADO
Después de esclarecer, ya en los años 1844-1845, uno de los
defectos fundamentales del antiguo materialismo, que consiste en no
comprender las condiciones de la actividad revolucionaria práctica, ni
apreciar su importancia, Marx consagra, a lo largo de su vida, una
intensa atención, a la vez que a los trabajos teóricos, a los problemas
tácticos de la lucha de clase del proletariado Todas las obras de Marx,
y en particular los cuatro volúmenes de su correspondencia con
Engels, publicados en 1913, nos ofrecen a este respecto una
documentación copiosísima. Estos documentos distan mucho de estar
debidamente recopilados, sistematizados, estudiados y analizados.
Por eso tendremos que limitarnos aquí exclusivamente a algunas
observaciones muy generales y breves, subrayando que el
materialismo, despojado de e s t e aspecto, era justamente para Marx
un materialismo a medias, unilateral, sin vida. Marx trazó el objetivo
fundamental de la táctica del proletariado en rigurosa consonancia con
todas las premisas de su concepción materialista dialéctica del mundo.
Sólo considerando en forma objetiva el conjunto de las relaciones
mutuas de todas las clases, sin excepción, de una sociedad dada, y
teniendo en cuenta, por lo tanto, el grado objetivo de desarrollo de
esta sociedad y sus relaciones mutuas y con otras sociedades,
podemos disponer de una base que nos permita trazar certeramente
la táctica de la clase de vanguardia. A este respecto, todas las clases
y todos los países se examinan de un modo dinámico, no estático; es
decir, no como algo inmóvil, sino en movimiento (movimiento cuyas
leyes emanan de las condiciones económicas de vida de cada clase).
A su vez, el movimiento se estudia, no sólo desde el punto de vista del
pasado, sino también del porvenir, y, además, no con el criterio vulgar
de los "evolucionistas", que sólo ven los cambios lentos, sino
dialécticamente: "En desarrollos de tal magnitud, veinte años son más
que un día -- escribía Marx a Engels --, aun cuando en el futuro
puedan venir días en que estén corporizados veinte años".
(Correspondencia, t. III, pág. 127)[8] La táctica del proletariado debe
tener presente, en cada grado de desarrollo, en cada momento, esta
dialéctica objetivamente inevitable de la historia humana; por una
parte, aprovechando las épocas de estancamiento político o de
desarrollo a paso de tortuga -- la llamada evolución "pacífica" -- para
elevar la conciencia, la fuerza y la capacidad combativa de la clase
avanzada, y por otra parte, encauzando toda esta labor de
aprovechamiento hacia el "objetivo final" del movimiento de dicha
clase capacitándola para resolver prácticamente las grandes tareas de
los grandes días "en que estén corporizados veinte años". Sobre esta
cuestión hay dos apreciaciones de Marx que tienen gran importancia:
una, de la Miseria de la filosofia, se refiere a la lucha económica y a
las organizaciones económicas del proletariado; la otra es
del Manifiesto Comunista y se refiere a sus tareas políticas. La primera
dice así: "La gran industria concentra en un solo lugar una multitud de
personas que se desconocen entre sí. La competencia divide sus
intereses. Pero la defensa de su salario, es decir, este interés común
frente a su patrono, los une en una idea común de resistencia, de
coalición [. . .]. Las coaliciones, al principio aisladas, forman grupos y
la defensa de sus asociaciones frente al capital, siempre unido, acaba
siendo para los obreros más necesaria que la defensa de sus salarios
[. . .]. En esta lucha, que es una verdadera guerra civil, se van
aglutinando y desarrollando todos los elementos para la batalla futura.
Al llegar a este punto, la coalición adquiere un carácter político". He
aquí, ante nosotros, el programa y la táctica de la lucha económica y
del movimiento sindical para varios decenios, para toda la larga época
durante la cual el proletariado prepara sus fuerzas "para la batalla
futura". Compárese esto con los numerosos ejemplos que Marx y
Engels sacan del movimiento obrero inglés, de cómo la "prosperidad"
industrial da lugar a intentos de "comprar al proletariado"
(Correspondencia con Engels, t. I, pág. 136)[9] y de apartarlo de la
lucha ¡ de cómo esta prosperidad en general "desmoraliza a los
obreros" (II, 218); de cómo "se aburguesa" el proletariado inglés y de
cómo "la más burguesa de las naciones [Inglaterra], aparentementlo
tiende a poseer una aristocracia burguesa y un proletariado burgués,
además de una burguesía" (II, 290)[10]; de cómo desaparece la
"energía revolucionaria" del proletariado inglés (III, 124); de cómo
habrá que esperar más o menos tiempo hasta que "los obreros
ingleses se libren de su aparente contaminación burguesa" (III, 127);
de cómo al movimiento obrero inglés le falta "el ardor de los cartistas
[11]" (1866; III, 305)[12]; de cómo los líderes de los obreros ingleses
forman un tipo medio entre burgués radical y obrero" (caracterización
que se refiere a Holyoake, IV, 209); de cómo, en virtud de la posición
monopolista de Inglaterra y mientras subsista este monopolio, "no hay
nada que hacer con el obrero inglés" (IV, 433)[13]. La táctica de la
lucha económica en relación con la marcha general (y con el
desenlace ) del movimiento obrero se examina aquí desde un punto
de vista admirablemente amplio, universal, dialéctico y
verdaderamente revolucionario.
El Manifiesto Comunista establece la siguiente tesis fundamental del
marxismo sobre la táctica de la lucha política: "Los comunistas luchan
por alcanzar los objetivos e intereses inmediatos de la clase obrera;
pero al mismo tiempo defienden también, dentro del movimiento
actual, el porvenir de este movimiento". Por eso Marx apoyó en 1848,
en Polonia, al partido de la "revolución agraria", es decir, al "partido
que hizo en 1846 la insurrección de Cracovia" En Alemania, Marx
apoyó en 1843-1849 a la democracia revolucionaria extrema, sin que
jamás tuviera que retractarse de lo que entonces dijo en materia de
táctica. La burguesía alemana era para él un elemento "inclinado
desde el primer instante a traicionar al pueblo [sólo la alianza con los
campesinos hubiera permitido a la burguesía alcanzar plenamente sus
objetivos] y a llegar a un compromiso con los representantes
coronados de la vieja sociedad". He aquí el análisis final hecho por
Marx acerca de la posición de clase de la burguesía alemana en la
época de la revolución democrático-burguesa. Este análisis es, entre
otras cosas, un modelo de materialismo que enfoca a la sociedad en
movimiento y, por cierto, no sólo desde el lado del movimiento que
mira hacia atrás : ". . . sin fe en sí misma y sin fe en el pueblo;
gruñendo contra los de arriba y temblando ante los de abajo; [. . .]
empavorecida ante la tempestad mundial; [. . .] sin energía en ningún
sentido y plagiando en todos; [. . .] sin iniciativa; [. . .] un viejo maldito
que está condenado a dirigir y a desviar, en su propio interés senil, los
primeros impulsos juveniles de un pueblo robusto [. . .]" (Nueva
Gaceta del Rin, 1848; véase La herencia literaria, t. III, pág. 212)[14].
Unos veinte años después, en carta dirigida a Engels (III, 224), decía
Marx que la causa del fracaso de la revolución de 1848 era que la
burguesía había preferido la paz con esclavitud a la simple perspectiva
de una lucha por la libertad. Al cerrarse el período de la revolución de
1848-1849, Marx se alzó contra los que se empeñaban en seguir
jugando a la revolución (lucha contra Schapper y Willich), sosteniendo
la necesidad de saber trabajar en la época nueva, en la fase de la
preparación, aparentemente "pacífica", de nuevas revoluciones. En el
siguiente pasaje, en el que enjuicia la situación alemana en los
tiempos de la más negra reacción, en 1856; se muestra en qué
sentido pedía Marx que se encauzara esta labor: "Todo el asunto
dependerá en Alemania de la posibilidad de cubrir la retaguardia de la
revolución proletaria mediante una segunda edición de la guerra
campesina" (Correspondencia con Engels, t. II, pág. 108)[15]. Mientras
en Alemania no se llevó a término la revolución democrática
(burguesa), Marx concentró toda su atención, en lo referente a la
táctica del proletariado socialista, en impulsar la energía democrática
de los campesinos. Opinaba que la actitud de Lassalle era,
"objetivamente, una traición al movimiento obrero en beneficio de
Prusia" (III, 210), entre otras cosas porque se mostraba demasiado
indulgente con los terratenientes y el nacionalismo prusiano. "En un
país agrario -- escribía Engels en 1865, en un cambio de impresiones
con Marx a propósito de una proyectada declaración conjunta a la
prensa -- es una vileza alzarse únicamente contra la burguesía en
nombre del proletariado industrial, olvidando por completo la patriarcal
'explotación a palos' de los obreros agrícolas por parte de la nobleza
feudal" (t. III, 217)[16]. En el período de 1864 a 1870, cuando tocaba a
su fin la época en que culminó la revolución democrático-burguesa de
Alemania, la época en que las clases explotadoras de Prusia y Austria
luchaban en torno a los medios para llevar a término esta
revolución desde arriba, Marx no sólo condenó la conducta de
Lassalle por sus coqueterías con Bismarck, sino que llamó al orden a
Liebknecht, que se había dejado ganar por la "austrofilia" y defendía el
particularismo. Marx exigía una táctica revolucionaria que combatiese
implacablemente tanto a Bismarck como a los austrófilos, una táctica
que no se acomodara al "vencedor", al junker prusiano, sino que
reanudase inmediatamente la lucha revolucionaria contra él, incluso
en la situación creada por las victorias militares de Prusia
(Correspondencia con Engels, III, 134, 136, 147, 179, 204, 210, 215,
418, 437, 440-441)[17]. En el famoso llamamiento de la Internacional
del 9 de septiembre de 1870, Marx prevenía al proletariado francés
contra un alzamiento prematuro; no obstante, cuando éste se produjo,
a pesar de todo, en 1871, acogió con entusiasmo la iniciativa
revolucionaria de las masas que "tomaban el cielo por asalto" (carta
de Marx a Kugelmann). En esta situación, como en muchas otras, la
derrota de la acción revolucionaria representaba, desde el punto de
vista del materialismo dialéctico que sustentaba Marx, un mal menor
en la marcha general y en el desenlace de la lucha proletaria, en
comparación con lo que hubiela representado el abandono de las
posiciones ya conquistadas, es decir, la capitulación sin lucha. Esta
capitulación habría desmoralizado al proletariado y mermado su
combatividad. Marx, que apreciaba en todo su valor el empleo de los
medios legales de lucha en los períodos de estancamiento político y
de dominio de la legalidad burguesa, condenó severamente, en los
años de 1877-1878, después de promulgarse la ley de excepción
contra los socialistas, las "frases revolucionarias" de Most; pero
combatió con no menos energía, tal vez con más vigor, el oportunismo
que por entonces se había adueñado temporalmente del partido
socialdemócrata oficial, que no había sabido dar pruebas inmediatas
de firmeza, decisión, espíritu revolucionario y disposición a pasar a la
lucha ilegal en respuesta a la ley de excepción (Cartas de Marx a
Engels, IV, 397, 404, 418, 422 y 424.[18] Véanse también las cartas a
Sorge).
[*] Kustares : productores de objetos industriales que trabajaban para
el mercado.

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