44.- Las tres partes de la iglesia (Del Maestro) Parte 11

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Capítulo 44

Las tres partes de la iglesia


(Parte 11)
PARTE II: LOS LIDERES DE LA IGLESIA
El Llamado Del Líder: Dones Ministeriales (Parte 1)
El programa de Dios para la Iglesia envuelve el equipar a todos los miembros a fin de que
sean dispensadores del ministerio. Según Efesios 4:11-12, los dones del liderazgo, tales
como apóstol, profeta, evangelista, pastor y maestro, son dados para equipar a los miembros
de la Iglesia a fin de que sean dispensadores de la obra del ministerio.
El fruto y los dones del Espíritu de Dios, capacitan a los líderes de la Iglesia para el
cumplimiento de su “llamamiento” o ministerio en el Cuerpo de Cristo. Como ya ha sido
señalado, es para equipar a miembros para que se conviertan en ministros. Con ese llamado,
Dios hace disponibles el poder y la autoridad para llevarlo a cabo.
El Espíritu Santo viene sobre nosotros para darnos poder y autoridad. De hecho, la palabra
“sobre”, cuando va relacionada con el Espíritu Santo, casi siempre se refiere a los poderes y
autoridad divina.
A. EL MINISTRO: SU PODER Y AUTORIDAD ESPIRITUAL
1. Jesús: Cabeza De La Iglesia
La Cabeza de la Iglesia es el Señor Jesucristo. La autoridad de la Iglesia viene de su Cabeza.
Jesús dijo que toda autoridad, en el cielo y en la tierra, le había sido dada (Mateo 28:18).
Notemos de los siguientes pasajes de la Escritura, cómo el poder y la autoridad divina de
Cristo están relacionadas con la presencia del Espíritu Santo “sobre” Él:
“Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia,
espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. Y le hará
entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni
argüirá por lo que oigan sus oídos; sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá
con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el
espíritu de sus labios matará al impío” (Isaías 11:2-4).
“He aquí mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento;
he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones…por medio de la
verdad traerá justicia” (Isaías 42:1, 3).
“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha
enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de
corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel… Porque
yo Jehová soy amante del derecho” (Isaías 61:1, 8).
“y descendió el Espíritu Santo sobre Él…Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del
Jordán…Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea… Y estaban todos
maravillados, y hablaban unos a otros, diciendo: ¿Qué palabra es esta, que con
autoridad y poder manda a los espíritus inmundos, y salen?” (Lucas 3:22; 4:1, 14, 36).
El Espíritu Santo, en los versículos anteriores, es representado como una túnica o manto
regio sobre Jesús. Fue “envuelto en” (vestido con) poder y autoridad.
2. La Iglesia: Vestidos Con Poder De Lo Alto
La promesa para la iglesia:
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“He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en
la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto” (Lucas
24:49).
El “hombro” en los versículos de la Escritura que aparecen abajo, se refiere a la
responsabilidad y autoridad divina, el derecho y la capacidad (autoridad y poder) para
gobernar:

“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro…
Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su
reino” (Isaías 9:6-7).
“y lo vestiré de tus vestiduras, y lo ceñiré de tu talabarte, y entregaré en sus manos tu
potestad; y será padre al morador de Jerusalén, y a la casa de Judá. Y pondré la llave
[gobierno] de la casa de David sobre su hombro…Colgarán de él toda la honra de la
casa de su padre” (Isaías 22:21-22, 24).
Fue esta clase de gloria, honor y poder, lo que les fue dado a Adán y Eva en la creación.
Habían sido creados a la imagen de Dios y “vestidos” con autoridad divina. Deberían gobernar
sobre toda la tierra bajo la inmediata dirección de Dios.
Sin embargo, cuando cayeron en el pecado, perdieron sus “túnicas reales” de justicia recta.
Satanás se apoderó de su derecho a gobernar y reinó sobre el mundo hasta que Jesús vino.
En la cruz fue privado de su poder y llevado a la derrota. Cristo fue el vencedor y reconquistó
el derecho de reinar sobre el mundo que le había sido dado al hombre, devolviéndoselo de
nuevo (Hebreos 2:14-15).
Jesús fijó firmemente esta verdad en las mentes de Sus discípulos con estas palabras:
“Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra…Como me envió el Padre, así
también yo os envío…He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros;
pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder
desde lo alto…pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu
Santo” (Mateo 28:18; Juan 20:21; Lucas 24:49; Hechos 1:8).
3. Bajo Autoridad
Por la palabra del Señor y el poder de Su Espíritu se nos ha dado autoridad sobre los
espíritus malos e incluso sobre el mismo diablo (Lucas 10:19). Santiago explica claramente
esta verdad en su epístola:
“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros” (Santiago 4:7).
La palabra “someterse” en la lengua griega del Nuevo Testamento, es un término militar.
Significa: colocarse bajo la autoridad de un oficial de rango superior. Aquellos que están en
autoridad deben colocarse bajo autoridad.
Cuando nos colocamos “bajo” la autoridad, esa autoridad viene “sobre” nosotros. Hablamos y
actuamos en el poder de esa autoridad, no en la nuestra.
La misma verdad se aplica a la autoridad espiritual. Cuando nos colocamos bajo la autoridad
de Jesús, Su autoridad viene sobre nosotros. Cuando hablamos Sus palabras y obedecemos
Sus órdenes, el poder de Su Espíritu respalda nuestras acciones. Estamos hablando y
actuando en Su lugar. Él está hablando y actuando a través de nosotros. No es de extrañar
que el diablo tiemble y huya.
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B. CÓMO DESCUBRIR Y DESARROLLAR SU MINISTERIO


Dios ofrece a cada líder o dirigente el poder y la autoridad necesarios para cumplir su
ministerio o llamado.
La pregunta es: “¿Cómo descubrimos o desarrollamos nuestros ministerios y los de nuestros
miembros? ¿Cómo descubrimos nuestro llamamiento? ¿Cómo nos podemos preparar mejor
para tal llamado? ¿Dónde podemos empezar a ponerlo en práctica?” Estas son buenas
preguntas y merecen buenas respuestas.
1. Llamamiento Por Dios
Nuestro ministerio en el Cuerpo de Cristo es elegido por Dios, no por nosotros o por los
demás (Hebreos 5:4). El Espíritu mismo establecerá un llamado dentro de nuestros
corazones. Cuando se desarrolle, Dios lo notará y dará Su aprobación y lo promoverá. David
dijo:
“Porque ni de oriente ni de occidente, ni del desierto viene el enaltecimiento. Mas Dios
es el juez; a éste humilla, y a aquél enaltece” (Salmos 75:6-7).
Dios establece dentro de Su Iglesia dirigentes locales quienes fungirán como pastores de Su
rebaño. Los pastores son llamados a proteger, dirigir, corregir, alimentar, enseñar y cuidar de
las ovejas. Tal supervisión es necesaria para que los ministerios de los miembros se
desarrollen de una manera equilibrada y sana.
2. La Iglesia Local
Esto significa que los miembros deberían estar relacionados con el Cuerpo de Cristo en una
iglesia local. Si hay pastores locales que son sabios, amorosos, llenos del Espíritu Santo y de
fe, la iglesia local es el contexto más seguro y sabio en el que los ministerios pueden crecer y
desarrollarse.
Se podría evitar mucho dolor, muchos problemas, mucho tiempo y energías, si los miembros
pudieran tener dirigentes sabios y amorosos. ¿Es usted uno de ellos? Éste es el plan de Dios
para Su pueblo. Para que Su plan funcione, necesita pastores que sean amorosos, leales,
fieles y comprometidos con el Señor y Su rebaño.
Ninguna iglesia local es perfecta, el Señor no exige dirigentes que sean perfectos. Utiliza
dirigentes imperfectos para perfeccionar a miembros imperfectos.
Si el Señor le ha llevado a una iglesia local pastoreada por un buen pastor, entonces, honre la
autoridad del dirigente como lo haría con la propia autoridad de Cristo. Haga las cosas lo
mejor que pueda para ayudarlo de todas las maneras posibles y para apoyar a tal pastor
como lo haría con el mismo Señor.
3. Las Prioridades Del Dirigente
Nuestro ministerio en el Señor comienza con aquellos que son parte de nuestro círculo de
vida. Nuestras vidas tocan a muchos otros cada día. Por consiguiente, deberíamos empezar
con la gente de nuestro propio pequeño mundo: familia, iglesia, escuela, trabajo y comunidad.
Nuestro deseo es compartir la vida, el amor y la verdad de Jesús con ellos. Desearemos
hacer esto de una manera cálida, práctica y personal. Busquemos ayudar y servir a los demás
siempre que podamos, en el nombre del Señor.
Confíe en el Espíritu Santo para que fluya diariamente a través de su vida y lleve Sus
bendiciones a los que están a su alrededor. A medida que entregue el amor de Dios de
maneras diminutas, vendrán mayores ocasiones de hacerlo. Veremos las necesidades que
hay que suministrar y cómo podemos hacerlo con nuestro prójimo.
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Cuando busquemos llevar la vida de Dios a través de nuestras palabras y hechos,


aprenderemos a confiar en el Espíritu Santo para que nos dé Su ayuda y poder.
El fruto y los dones del Espíritu funcionarán juntos de una manera hermosa y equilibrada.
Puede que ni aun estemos conscientes de cuán poderosos sean en nuestras vidas, pero otros
sí los notarán.
C. LOS CINCO DONES BÁSICOS DEL MINISTERIO
Es verdad que los cinco dones ministeriales de apóstol, profeta, evangelista, pastor y maestro,
son el fundamento sobre el que descansa la Iglesia (Efesios 2:20; 1ª Corintios 3:10-11).
Pablo los menciona en su carta a los Efesios como sigue:
“Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo.
Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los
hombres…Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros,
evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la
obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo” (Efesios 4:7-8, 11-12).
Revisaremos brevemente estos cinco ministerios de liderazgo.
1. El Apóstol
Es una persona que echa el fundamento (planta) de nuevas iglesias. Nombra dirigentes
locales y los entrena antes de moverse adelante. Se mantendrá en contacto con ellos y les
informará de lo que Dios está haciendo en la Iglesia por todo el mundo (visión mundial). Los
apóstoles de Cristo tienen un llamado especial que cumplir en cada generación. Este don
para el ministerio es tan importante hoy en día como lo fue y será en cualquier otra época de
la historia de la iglesia (Lucas 11:49; 1ª Corintios 12:28; Efesios 2:20).
2. El Profeta
Es una persona con un mensaje oportuno procedente del corazón y mente de Dios. Predice
eventos. Habla a dirigentes y a otros diciéndoles respecto a lo que deparará el futuro si se
apartan de la perfecta voluntad de Dios. Su función es también “edificar” (construir), “exhortar”
(despertar) y “consolar” (animar) al Cuerpo de Cristo (Hechos 11:28; 13:1; 21:10, 11).
3. El Evangelista
Es una persona que predica el evangelio de Cristo a los pecadores. Su mensaje es sencillo,
directo y en el poder de la palabra de Dios. Los hombres son movidos a tomar una decisión
en relación con Cristo (Hechos 8:5-40; 21:8).
4. El Pastor
Es una persona con corazón de pastor, cuida de cada oveja personalmente, pero vigila al
rebaño como un todo. Busca dirigir, proteger, corregir, alimentar y consolar al pueblo de Dios
en el contexto de la iglesia local (Juan 10:11-18).
5. El Maestro
Es una persona que siente un amor especial hacia la palabra de Dios y hacia Su pueblo.
Procura enseñar la verdad divina tanto de una manera práctica como personal. Ministra a las
mentes de los hombres a fin de que conozcan cómo caminar sabiamente en la voluntad de
Dios (Nehemías 8:4-8).

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