Desarrollo de la Afectividad
2º Ed. Infantil
TEMA 1
EL DESARROLLO SOCIAL DEL NIÑO DE 0 A 6 AÑOS
CONTENIDOS:
1. Desarrollo social y socialización
2. Teorías explicativas del desarrollo social
3. Agentes del desarrollo social
- Etapas del desarrollo social de 0-6 años (ANEXO 1)
4. Conflictos que puedan surgir en el desarrollo social del niño
5. La inadaptación social
1. DESARROLLO SOCIAL Y SOCIALIZACIÓN
El desarrollo social es un proceso de transformación evolutiva de la persona en el que,
gracias a la maduración biológica y a la interrelación con los otros, va adquiriendo las
capacidades que le permitirán vivir y desarrollarse como ser individual y social en
contextos cada vez más amplios.
Las adquisiciones de este ámbito son muchas y variadas. Se caracterizan porque en
todas ellas encontramos aspectos cognitivos, afectivos y conductuales. Veamos las
adquisiciones según el aspecto que predomina en cada una de ellas:
Adquisiciones del
desarrollo social
Adquisición con predominio de
Adquisición con predominio Adquisición con predominio
aspectos conductuales.
de aspectos cognitivos. de aspectos afectivos.
Aprendizaje de hábitos sociales:
Reconocimiento de las
aseo, alimentación, sueño,
personas.
control de esfínteres, vestido. Establecimiento de vínculos
Reconocimiento de sí mismo. afectivos: apego y amistad.
Aprendizaje de habilidades
Conocimiento de las sociales: respetar turnos, pedir
características de los demás. ayuda, iniciar una conversación.
Emociones.
Conocimiento de las Aprendizaje de conductas
relaciones interprofesionales. prosociales: control de Empatía.
Conocimiento de los sistemas conductas indeseables, ofrecer Afectos.
e instituciones sociales.
ayuda.
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Para que se produzcan estas adquisiciones es necesario que se dé un proceso de
socialización.
La socialización es un proceso de interacción continua del niño con el entorno social a
través del cual la sociedad va incorporándole a los distintos grupos sociales,
transmitiéndole valores, normas, costumbres, conocimientos y formas de actuar que le
permiten adaptarse activamente a los mismos.
Desde el momento en que el niño nace, se encuentra en un estado ideal para iniciar el
proceso de socialización. Este proceso, fundamental para su desarrollo integral, se
debe a una predisposición natural que se manifiesta a través de varios factores clave.
Siguiendo las ideas propuestas por el autor Félix López, podemos identificar tres
razones principales que explican esta predisposición innata:
1. Indefensión y dependencia del grupo social:
Al nacer, el niño es completamente indefenso y depende del entorno social
que lo rodea para satisfacer sus necesidades básicas, tanto fisiológicas
como afectivas. Esta situación de vulnerabilidad fomenta la necesidad de
establecer vínculos con los cuidadores y otros miembros del grupo social,
quienes se convierten en sus principales figuras de referencia para su
supervivencia y bienestar. Este hecho impulsa al niño a formar conexiones
afectivas y a integrarse en las dinámicas sociales desde sus primeros días de
vida.
2. Capacidad de aprendizaje:
Los niños poseen una capacidad extraordinaria para aprender,
especialmente en los primeros años de vida. Esta capacidad les permite
absorber y asimilar información del entorno social de manera rápida y
efectiva. A través de la observación, la imitación y la interacción, los niños
comienzan a interiorizar las normas, valores y comportamientos que
caracterizan a su grupo social, facilitando así su proceso de socialización y
adaptación al medio en el que se desarrollan.
3. Atracción hacia los estímulos sociales:
Desde el nacimiento, los niños muestran una inclinación natural hacia los
estímulos de origen social. Esto se manifiesta en su preferencia por las caras
humanas, las voces, y los gestos, elementos que captan su atención y les
proporcionan las primeras experiencias de interacción social. Esta
predisposición, conocida como "pre-orientación social", sugiere que los
niños nacen con una orientación innata hacia la interacción con otros seres
humanos, lo que facilita su integración en el entorno social y el desarrollo
de sus habilidades afectivas y comunicativas.
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Estos factores resaltan cómo el proceso de socialización en los niños es un aspecto
natural y esencial de su desarrollo, impulsado por su necesidad de conexión, su
capacidad de aprendizaje, y su orientación hacia los estímulos sociales. Estas
condiciones favorables contribuyen a que el niño, desde su nacimiento, esté preparado
para iniciar un camino de integración y adaptación social.
Si un niño es capaz de vincularse afectivamente a personas significativas, si adquiere
conocimientos acerca de los grupos sociales a los que pertenece, si se comporta de
forma adecuada a lo que se espera de él, se entiende que ha progresado en su
desarrollo social y que el proceso de socialización está siendo adecuado.
2. TEORÍAS EXPLICATIVAS DEL DESARROLLO SOCIAL
Hasta la década de 1980, el desarrollo social había sido un campo de estudio poco
explorado y, en muchos casos, marginado dentro de la psicología evolutiva. A
diferencia de otros aspectos del desarrollo humano, como el cognitivo o el físico, el
desarrollo social no recibía la misma atención, y las teorías existentes se centraban
principalmente en describir los factores externos e internos que influían en la forma en
que las personas interactúan y se desarrolla en sociedad.
• Las teorías conductistas, que dominaron gran parte del pensamiento
psicológico durante el siglo XX, vieron el desarrollo social como un proceso de
aprendizaje basado en el entorno. Según esta perspectiva, los individuos
adquieren comportamientos sociales a través de la experiencia, mediante un
proceso de refuerzo. Es decir, los comportamientos que son recompensados o
reforzados tienden a repetirse y consolidarse en la conducta del individuo.
Dentro de este marco, el papel del individuo se veía como pasivo, ya que se
consideraba que su desarrollo social dependía principalmente de las influencias
externas, como los padres, maestros y otros agentes de socialización. En este
sentido, el desarrollo social era visto como un moldeado externo, donde la
persona tenía poco o ningún control sobre el proceso.
• Por otro lado, las teorías innatistas ofrecían una visión casi opuesta. Estas
teorías defendían que el desarrollo social estaba preprogramado
genéticamente. Según esta visión, las conductas sociales no eran aprendidas
sino que se desarrollaban de manera natural porque estaban codificadas en los
genes del individuo. Desde esta perspectiva, las personas nacen con una
predisposición genética a desarrollar ciertas conductas sociales,
independientemente de su entorno. Por lo tanto, el papel del ambiente y la
influencia externa se consideran secundarios, si no irrelevantes, en el proceso
de desarrollo social.
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Del mismo modo, las características individuales y la actividad propia del sujeto
también se vieron como factores de menor importancia frente a la poderosa
influencia de la biología.
Aportaciones posteriores de autores como Bandura con su teoría del Aprendizaje por
observación y de Erikson con su teoría Psicosocial impulsaron el conocimiento del
desarrollo social.
Las teorías que estudian el desarrollo social, como el apego, la moral y el
autoconcepto, se basan en un enfoque interaccionista, representado por autores
como Eisenberg. Este enfoque defiende:
• Las diferencias individuales son cruciales en el desarrollo social, y el sujeto no
es solo un conjunto fijo de conductas heredadas.
• Se reconoce la importancia del contexto, la actividad del sujeto y la interacción
con el entorno social.
• El desarrollo social resulta de la interacción continua entre el individuo y su
medio a lo largo.
• Los distintos aspectos del desarrollo (afectivo, cognitivo, comunicativo)
interactúan y condicionan.
• Se busca aplicar la teoría en la práctica para programas preventivos e
intervenciones.
• El enfoque es ecléctico, integrando métodos y teorías diversas.
• Se valora la intervención multidisciplinar y la interacción entre los diferentes
agentes de socialización.
• Se consideran múltiples variables intermedias, como las creencias de los padres
y el temperamento del niño.
3. AGENTES DE SOCIALIZACIÓN
La socialización, como hemos visto, es un proceso que ha de ser aprendido y
enseñado, y este aprendizaje se da en diferentes contextos de los que el niño forma
parte. Estos contextos actúan como agentes de socialización.
Se entiende por agente de socialización a cualquier persona o institución que se
encarga de transmitir al niño los conocimientos, valores, normas y hábitos necesarios
para que se adapte al contexto social en el que se desenvuelve.
La definición de agente de socialización incluye un matiz que nos parece importante
destacar: además de incorporarlo al grupo social, los agentes de socialización son los
encargados de satisfacer las necesidades del individuo.
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Varios son los agentes de socialización de un niño: familia, escuela, televisión, grupos
de iguales, etc. El objetivo de todos ellos es común, sus funciones son
complementarias, sus formas de actuar e influir en el niño así como el tipo de
conductas y habilidades que favorecen son diferentes.
a. LA FAMILIA COMO AGENTE DE SOCIALIZACIÓN.
La familia es una institución social formada por un grupo de personas que mantienen
entre sí estrechos vínculos afectivos caracterizados por su estabilidad. A pesar de esta
estabilidad, la familia es también un sistema cambiante y dinámico, ya que está
condicionado por una multitud de factores externos, como los económicos, laborales y
sociales, así como por factores internos, que incluyen las múltiples interacciones entre
sus miembros. Esta capacidad de adaptación y renovación debe permitir a la familia
orientarse siempre hacia el bien común respetando la dignidad de cada uno de sus
miembros.
La familia es vista como el lugar primario para el desarrollo integral de la persona,
donde se cultivan las virtudes y el amor mutuo.
En consideración a la diversidad actual del concepto de familia (incluyendo familias
monoparentales, biparentales, familias con hijos adoptivos, entre otras), y respetando
los valores y principios de nuestra institución, cuando hablemos de familia, nos
referiremos al primer núcleo de socialización del niño, en el que se lleva a cabo su
proceso de crianza y educación.
La familia siempre ha tenido un papel fundamental en el proceso de socialización de
los hijos, sus funciones siempre han ido más allá de la mera atención a necesidades
fisiológicas y de protección. En el seno familiar, en todas las culturas y momentos
históricos, se han transmitido conocimientos, valores, normas, costumbres, etc.
Ø Las características del proceso de socialización familiar.
• Proporciona desde el primer momento un imprescindible flujo de estímulos
(tanto a nivel cuantitativo como cualitativo).
• Ofrece modelos variados de interacción continua con el niño, que éste tiende a
imitar por la identificación.
• Posibilita el aprendizaje de conductas en un contexto propicio bajo la
protección del adulto.
• Proporciona relaciones variadas: de igualdad, de jerarquía en contextos de bajo
riesgo porque la vinculación afectiva está garantizada.
• Es atécnico y asistemático, transmite contenidos sin planificación previa y no se
rige por criterios científicos (educación incidental).
• Es el filtro que decide la apertura del niño a otros contextos de socialización.
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• Los mecanismos que usa la familia para la socialización del
hijo son el modelado, el refuerzo, la imitación, la observación (estos
mecanismos dentro de la familia tienen gran efecto porque los vínculos
afectivos creados hacen que a los familiares se les vea competentes, se
identifiquen con ellos, etc.).
Ø Influencia de la familia como institución.
La familia es el contexto más deseable de crianza y educación de niños, niñas y
adolescentes (Palacios, 1999). Esto es así porque es el núcleo que mejor satisface todo
tipo de necesidades (alimentación, protección, cuidados físicos, de afecto, de
protección, de estimulación) y por tanto quien mejor puede contribuir al desarrollo
personal y social (excepto cuando el riesgo para el óptimo desarrollo radica en la
propia familia y hay que arbitrar medidas de tutela u otros mecanismos de protección
a la infancia).
La familia garantiza la supervivencia, los vínculos de afecto, la formación de hábitos y
los aprendizajes para desenvolverse en otros medios sociales. Pero, las experiencias de
interacción y relación familiares no son solo las primeras, son además las más
significativas y por eso tienen una importancia crucial en el desarrollo tanto individual
como social del niño. Puede favorecer o dificultar el desarrollo del niño en todas sus
dimensiones y su futura adaptación a otros contextos sociales. Tiene una vital
importancia a lo largo de todo el ciclo vital, aunque en algunos momentos de la vida
del individuo pierde peso a favor de otros agentes. En los primeros años influye en las
estructuras más profundas de la personalidad y es el agente de socialización por
excelencia.
Ø Influencia de cada elemento familiar y de las interacciones entre ellos.
En el proceso de socialización del niño tiene un papel privilegiado la figura de apego,
que suele ser la madre, aunque también puede ser cualquier otro adulto que cumpla
ese papel de cuidador primario. El rol de la madre como agente socializador es
indiscutible, al ser la figura de apego primaria. La relación que se establece entre
ambos condiciona profundamente el desarrollo personal y social del niño. No nos
extendemos más en este punto porque el vínculo de apego se explicará
detalladamente en la siguiente unidad didáctica y las repercusiones de la díada madre-
hijo a nivel social las veremos al estudiar las etapas del desarrollo social.
El papel del padre ha adquirido mayor peso en las últimas investigaciones, sabemos
que es también figura de apego y que, por tanto su influencia en el desarrollo del niño
es básica. Además, el papel que cumple suele ser complementario al de la madre, las
experiencias que aportan uno y otro no son las mismas: en la relación con la madre
predomina el cuidado, la atención y el juego verbal, en la relación con el padre
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predomina el juego de actividad física (Parke, Power, Tinsley y Hyme, 1981). Por tanto,
cada tipo de experiencias y relaciones favorecerá el desarrollo de diferentes
habilidades sociales, hábitos, etc.
En cuanto al papel de los hermanos, lo más importante como agente socializador es
que le permite descubrir y ensayar habilidades sociales que no podrían ser vivenciadas
ni practicadas con los padres porque no es tan en condiciones de igualdad. Permite
descubrir modos de relación, emociones, conflictos, todo ello en el ámbito familiar lo
cual proporciona la seguridad del afecto incondicional.
Hay distintos determinantes de cómo va a ser la relación entre los hermanos: la
intervención que hacen los padres como intermediarios en esa relación, el sexo y el
número de hermanos, el orden de nacimiento y el espaciamiento entre ellos. En
resumen, de las diferentes investigaciones al respecto extraemos que:
• Los hermanos del mismo sexo tienen relaciones más cálidas y mayor imitación
de comportamientos.
• Las hermanas mayores ejercen el papel de cuidadoras son con los pequeños
más afectuosas y positivas.
• En familias con más de dos hijos los pequeños reciben de los mayores más
ayuda y tolerancia.
• Si son de edades muy cercanas aparecen mayores conflictos y rivalidad.
Los abuelos, los tíos, los primos, juegan un papel también relevante aunque la familia
extensa es un segundo contexto de socialización. En la actualidad es muy relevante el
papel de los abuelos ya que, en muchas ocasiones, pasan gran parte del día con los
nietos y asume enormes responsabilidades en el cuidado y crianza de los mismos. En
este caso es de vital importancia que los padres y los abuelos aborden la educación de
los niños con planteamientos complementarios y coherentes.
Ø Estilos educativos y sus efectos en la socialización.
En el proceso de socialización los padres ponen en marcha determinados estilos de
interacción que condicionan el tipo de relación y que tienen determinadas
consecuencias a nivel de desarrollo personal y social.
Numerosas investigaciones (dirigidas fundamentalmente por Baldwin y Baumrind)
estudiaron los distintos patrones de actuación de los padres respecto a la educación de
los hijos. Estos autores se basaban en el modelo tradicional de socialización familiar.
Este modelo otorgaba una influencia casi exclusiva a la familia como agente de
socialización. Consideraba una única dirección al estudiar las interacciones (influencia
de padres a hijos) y era bastante rígido.
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Las dimensiones educativas estudiadas por este modelo son:
• Grado de control que ejercen los padres sobre las conductas de los hijos.
• Nivel de comunicación que se observa en las relaciones.
• Exigencias de madurez hacia los hijos.
• Grado de afecto a la relación.
Combinando esas dimensiones surgen tres estilos educativos, con diferentes efectos
en la socialización de los niños:
• Autoritario: alto grado de control y exigencias de madurez, bajo nivel de afecto
y comunicación.
• Permisivo: alto grado de afecto y comunicación pero con escaso control de
conducta y exigencias de madurez mínimas.
• Democrático: alto nivel de afecto explícito y comunicación, combinado con alto
nivel de control y exigencias de madurez ajustadas. Sin duda, el estilo
democrático es el de mayor potencial positivo para el desarrollo personal y
social.
Este es el modelo que tradicionalmente se ha estudiado al hablar de la socialización
familiar y, en líneas generales, sigue siendo válido, pero autores como Ceballos y
Rodrigo han realizado importantes aportaciones superando los inconvenientes de este
modelo, mejorándolo y dando lugar al modelo actual de socialización familiar
denominado modelo de construcción conjunta e influencias múltiples. Desde este
modelo se asume que, el proceso de socialización no es tan lineal, ni tan simple, no es
siempre tan coherente ni da lugar a consecuencias siempre predecibles, lo cual no
significa que la acción educativa de la familia sea impredecible e improvisada según las
circunstancias. Se sigue defendiendo la existencia de los tres estilos educativos antes
definidos (en las formas de actuar de cada familia podemos encontrar elementos de
continuidad que permiten diferenciar esos estilos), pero asumiendo que no son puros
ni rígidos y que el estilo educativo de una familia se matiza en función de las
características de la situación, las características psicológicas del hijo, la edad del
mismo percepción de las prácticas educativas de los padres.
Así mismo se entienden desde este nuevo modelo que el estilo democrático, si bien es
el más adecuado, debe ser flexible y dar cabida a variaciones, porque los otros estilos
tienen sus ventajas que hay que saber aprovechar en determinadas circunstancias.
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b. LA ESCUELA COMO AGENTE DE SOCIALIZACIÓN.
Durante la primera infancia si el niño vive en un núcleo familiar sano, no necesita
ningún otro agente socializador para seguir un correcto desarrollo de su ámbito social.
Hasta los dos años, las únicas interacciones necesarias son aquellas que establece con
los adultos de referencia. Pero en la actualidad el niño, por diversas razones de índole
socioeconómico, se incorpora a otros contextos de socialización a edades cada vez más
tempranas.
Ø La escuela como institución.
La escuela es una institución social cuyo propósito principal es formar y educar a las
nuevas generaciones de manera inclusiva, dinámica y organizada. Su enfoque no solo
se centra en la transmisión de conocimientos académicos, sino también en el
desarrollo de competencias emocionales, sociales y digitales que permitan a los
estudiantes adaptarse y participar activamente en un mundo en constante cambio.
Esa función de la escuela tiene dos vertientes: por un lado, la transmisión de normas,
valores y hábitos, y por otro lado la transmisión del cúmulo de saberes de dicha
sociedad. La primera vertiente educativa es la que nos interesa desarrollar porque es la
que ayuda al niño a adaptarse e integrarse a diferentes contextos y llegar a ser una
parte activa de la sociedad. En definitiva, lo que hemos llamado socialización.
En el proceso de socialización la familia y la escuela se complementan aunque son
contextos bien diferenciados en sus patrones de interacción y en los procedimientos
de enseñanza. Siguiendo a Moreno y Cubero, el niño establece relaciones de diferente
tipo en ambos contextos porque se usa un lenguaje distinto, la relación no es
individualizada, las actividades de la escuela están planificadas y diseñadas, el proceso
de socialización se lleva a cabo de forma sistemática, etc.
En cuanto al efecto que la escolarización ejerce en la socialización de los niños, está
estudiado que en la primera infancia (de 0 a 2 años) no hay resultados significativos,
los efectos no son ni positivos ni negativos en el desarrollo emocional de los niños.
Las experiencias escolares tempranas tienen efecto compensatorio cuando la
estimulación familiar es muy pobre y así se atenúan los efectos de determinados
ambientes. Por otro lado, las habilidades sociales comienzan a desarrollarse y a
ponerse en práctica antes, por lo que para los niños que han sido escolarizados antes
de la educación obligatoria, es mucha más sencilla la adaptación. Los niños que antes
se escolarizan conocen las rutinas escolares, se integran en diferentes grupos de
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iguales, conocen y aceptan el rol del profesor, aprenden a aceptar la separación de los
padres, lo cual favorece el desarrollo social.
Ø El profesor- educador.
El primer adulto ajeno a la familia con el que el niño se encuentra y pasa a ser una
figura de referencia es el educador. En las primeras edades, el papel del educador se
asemeja mucho al de un cuidador familiar, ya que su objetivo fundamental es el
mismo: el cuidado y la satisfacción de necesidades básicas. Por eso, el educador llega a
ser, en muchos casos, una figura de apego secundaria.
A medida que el niño crece, aunque la relación pasa a ser menos individualizada, para
los alumnos de Educación infantil es muy importante la influencia del educador como
socializador, ya que se le ve competente, suele haber vínculo afectivo, es una persona
de referencia y su modelo es importante.
Ø Los compañeros.
El papel de los iguales es claramente diferente al de los adultos en el proceso de
socialización. Una vez que ingresan en un centro educativo comparten muchas horas al
día con niños de su edad que irán adquiriendo poco a poco un protagonismo creciente.
Hasta los dos años el niño no tiene interés por sus iguales pero eso no significa que no
existan interacciones que le van ayudando a progresar a nivel social.
La influencia de los compañeros es muy importante en el proceso de socialización. Por
primera vez el niño se encuentra en igualdad de capacidades y condiciones. Esta
situación le permite imitar conductas, compararse con los demás, competir con ellos,
resolver conflictos, coordinar acciones, adoptar distintas perspectivas, controlar su
agresividad, etc. En definitiva, el niño aprende y ensaya distintas habilidades sociales.
c. LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN SOCIAL.
Los principales medios de comunicación son la televisión, la radio, la prensa escrita, y
los medios digitales. Son recursos transmisores de información cuyas funciones son
informar y entretener. Su principal característica es que tiene gran capacidad de
influencia cultural, ideológica y educativa, de ahí que sean considerados agentes de
socialización, a pesar de no cumplir con el requisito de ser persona, grupo social o
institución. En este epígrafe nos referimos a los más influyentes en los niños de edades
comprendidas de 0 a 6 años: la televisión, las tablets y los dispositivos móviles.
La televisión, tablets y teléfonos móviles forman parte de la vida de nuestros niños
desde edades muy tempranas y están expuestos a ellos de forma muy habitual.
Pueden transmitir estilos de vida, valores sociales, modas, costumbres, actitudes y
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opiniones, también está comprobado que ejercen influencia en conductas, gustos,
preferencias, actividades, hábitos, etc.
Sus efectos pueden ser potencialmente positivos o negativos, por eso es importante
conocer su influencia y poder aprovechar su potencial pedagógico minimizando
efectos negativos en el desarrollo social de los niños.
4. CONFLICTOS PROPIOS DEL DESARROLLO SOCIAL.
Los conflictos del desarrollo social, en niños de cero a seis años son consecuencia tanto
del proceso evolutivo que experimentan como de situaciones en las que se dan
interacciones conflictivas con los adultos o con otros niños.
El niño, en su proceso de crecimiento y madurez, adquiere nuevas capacidades,
destrezas y habilidades que le generan conflictos internos y provocan cambios en las
relaciones con el entorno social al que pertenece. Por ejemplo el reconocimiento y la
diferenciación del cuidador primario del resto de las personas viene acompañado de
dificultades en las relaciones con otros adultos (el niño llora cuando la madre le deja
con otras personas).
Asimismo, en las relaciones que el niño establece con los adultos o con otros niños se
dan situaciones en las que se produce un choque de intereses, deseos y motivaciones
que generan reacciones conflictivas. En estas edades estas reacciones son bastante
frecuentes, por ejemplo, un niño empuja, golpeo o muerde a otro niño porque le ha
quitado un juguete; se enrabieta para imponer sus deseos al adulto, etc.
Por tanto, los conflictos son sucesos naturales, inherentes y característicos de distintos
momentos del desarrollo del niño que, bien resuelto, le permiten ir avanzando en su
proceso evolutivo. Para ello se requiere intervención educativa que considere el
conflicto como una fuente de aprendizaje para el niño a través del cual avanza en su
dimensión individual (la etapa en la que el niño con gran insistencia se opone a los
padres, adecuadamente encauzada le sirve para adquirir mayor conciencia de sí mismo
y ganar en autonomía) al mismo tiempo que en la dimensión social (aprende hábitos y
rutinas sociales, asimila normas de conveniencia, etc.). Ahora bien, si los conflictos se
mantienen más allá de la edad de la que son propios evolutivamente hablando,
estamos ante un trastorno que requiere un tratamiento más especializado, por
ejemplo, que un niño de cinco años siga utilizando la rabieta como único recurso para
conseguir lo que desea.
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Como docentes debemos conocer estos conflictos no solo para diferenciarlos de un
trastorno sino, sobre todo, para comprender las actitudes de los niños ante diferentes
situaciones como consecuencia de su desarrollo y desde esa compresión favorecer y
estimular un desarrollo social sano.
En la etapa educativa que nos ocupa los conflictos relacionados con el desarrollo social
son:
• La ansiedad de separación del cuidador primario surge hacia el octavo mes y
puede alcanzar su pico entre los 12 y 18 meses. El niño que ya ha establecido
una relación especial y única con la madre o la persona que ejerza de principal
cuidador, llora y se enfada cuando ésta se va y le deja con otras personas. Este
conflicto mal elaborado implica conductas de excesiva demanda de atención
de la figura de apego, dependencia total de la misma, le puede impedir
establecer relaciones con figuras distintas al cuidador primario y por lo tanto
generar dificultades para adaptarse a nuevos contextos.
• La oposición al adulto (<<edad del no>> y del <<yo solo>>), es una etapa del
desarrollo infantil que generalmente ocurre entre los 2 y 3. Cambia las
relaciones establecidas hasta el momento con las figuras significativas. Pasan
de ser apacibles y tranquilas a estar caracterizadas por enfrentamientos,
terquedad, no aceptación de normas y límites, etc. Son manifestaciones
conductuales agresivas que si no se abordan adecuadamente pueden
prolongarse excesivamente en el tiempo y agravarse en intensidad.
• Los conflictos en la relación con iguales: las características de las interacciones
de los niños de esas edades, marcadamente egocéntricas, con escaso
autocontrol, inestables, muy variadas y cambiantes, hacen que con frecuencia
sean conflictivas. Habitualmente se trata de situaciones de disputa de juguetes
y de invasión del juego del otro en las que aparecen conductas de empujar,
morder, golpear, etc. Son normales a partir de los dieciocho meses y hasta los
tres o cuatro años aproximadamente.
A partir de dicha edad estas agresiones deben ir disminuyendo a la vez que el
niño adquiere nuevas competencias (lenguaje) y aprende estrategias
diferentes para resolver estos conflictos como son las habilidades sociales.
a. LAS CONDUCTAS AGRESIVAS.
En los niños, la agresividad suele presentarse de forma directa como un acto físico que
implica golpear, empujar, morder, patalear, quitar objetos, etc. o como un acto verbal
utilizando palabras hostiles como insultos, amenazas, gritos.
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También se puede hablar de agresividad indirecta cuando el niño destruye los objetos
de la persona que origina el conflicto.
Estas conductas se consideran agresivas porque son intencionadas y pueden causar
daño físico o psíquico. Suelen deberse a dificultades en la relación de los niños con los
adultos que aplican consecuencias adversas a sus acciones, no satisfacen sus deseos o
les exigen que cumplan unas normas.
A medida que van creciendo, las conductas agresivas son también el resultado de
conflictos con otros niños que les agreden o que suponen un obstáculo para satisfacer
sus deseos.
Las conductas agresivas infantiles varían a lo largo del desarrollo. Así tenemos que los
bebés expresan su frustración y enfado porque una necesidad no es cubierta, con
gritos, lloros y expresiones faciales. Estas conductas son consideradas como los
primeros signos de comportamiento agresivo. La agresión física aparece por primera
vez entre los seis y doce meses que es cuando adquieren el control motriz necesario
para realizar gestos dirigidos. Sigue siendo consecuencia de una frustración aunque
ésta no sea evidente a simple vista. Cuando comienza la deambulación autónoma se
produce un aumento de los comportamientos agresivos en frecuencia e intensidad. La
mayoría de los niños de dos años utilizan conductas agresivas como el primer recurso
para obtener lo que quieren. Se trata de conductas agresivas instrumentales cuyo
objetivo es conseguir algo que se desea más que hacer daño. Las más habituales son
golpear a otros niños, morder, pataletas, rabietas, etc. Progresivamente estas
conductas van disminuyendo, incluso a pesar de aumentar la exposición de los niños a
modelos agresivos en su entorno (programas de tv, video juegos), y aumenta la
agresión indirecta y verbal. Es una agresión más elaborada caracterizada por conductas
como romper o tirar objetos de la persona a la que se quiere dañar, insultos, burlas,
humillaciones, mentiras, etc.
Hacia el final de la etapa disminuye la agresividad física porque los niños adquieren
habilidades que les permiten utilizar otros recursos para conseguir sus objetivos y
controlar sus reacciones agresivas como herramienta para comunicarse de manera
más adecuada con el entorno; el desarrollo del juego de pelear que le permite ir
adquiriendo autocontrol sobre sus acciones y emociones y la adquisición de
habilidades sociales como estrategias para obtener lo que quieren y evitar el conflicto.
Este es el momento adecuado para enseñar a los niños a controlar la agresividad a
través del diálogo.
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b. INTERVENCIÓN EDUCATIVA.
Ante una conducta agresiva, el objeto educativo ha de ser reducirla o eliminarla y
reforzar o adquirir otras que sea más adaptativas socialmente. Para ello, el
procedimiento a seguir es:
1. Definir la conducta de manera precisa. Por ejemplo, el niño rompe los cuentos
cuando la mamá va a recogerlo a la escuela.
2. Definir la función de la conducta, es decir, qué consigue el niño con la
conducta. Para ello hay que determinar los antecedentes o factores que
desencadenan la conducta (siempre lo hace mientras la mamá está hablando
con el educador) y los consecuentes o factores que hacen que el niño repita la
conducta (es atendido por la mamá y el educador).
3. Elegir la técnica más adecuada para eliminar la conducta agresiva. Existen
diversos procedimientos para afrontar las conductas conflictivas:
• Modelamiento de comportamientos no conflictivos: Esta técnica se basa
en que los niños aprenden imitando lo que ven, especialmente de los
adultos o compañeros cercanos. Los adultos (padres, maestros, cuidadores)
deben actuar como modelos de comportamiento no conflictivos. Esto
implica mostrar cómo manejar conflictos de manera pacífica, cómo
expresar emociones sin recurrir a la agresión, y cómo resolver problemas de
manera colaborativa. (jugar con un juguete por turnos).
• Reducción de estímulos discriminativos, consiste en disminuir estímulos
que propician la conducta agresiva, por ejemplo, un niño aprovecha a quitar
los juguetes en el patio mientras los educadores terminan de poner los
abrigos en el aula. Habrá que intentar salir todos a la vez para que el niño
no pueda realizar la conducta.
• Reducción de modelos y estímulos negativos: Se refiere a disminuir la
exposición del niño a ejemplos y situaciones que fomentan la agresividad o
la violencia. Evitar que los niños estén expuestos a modelos negativos
(personas que actúan de forma agresiva) o estímulos violentos (programas
de televisión violentos, videojuegos agresivos, etc.), que pueden influir
negativamente en su comportamiento.
• La extinción La extinción es una técnica que busca eliminar una conducta
agresiva ignorando la misma, de modo que, al no recibir refuerzo, el
comportamiento no deseado desaparece con el tiempo. Cuando un niño
realiza una conducta agresiva, el adulto no reacciona, no le presta atención
ni le da el refuerzo (positivo o negativo) que puede estar buscando.
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No se le recompensa ni se le castiga, sino que simplemente se ignora la
conducta. Por ejemplo, cuando el bebé llora cada vez que el educador se
separa de él. A cambio se refuerza, son atendidos otros comportamientos
que son positivos (se atiende al bebé cuando no está llorando). Este
procedimiento implica que al principio se incremente la conducta ante lo
cual hay que mantenerse firme y evitar contradicciones en la puesta de
límites. No se debe utilizar cuando la conducta implica un peligro potencial
para el propio niño o para otros.
• El tiempo fuera (time-out): Es una técnica de disciplina en la que se retira al
niño de la situación conflictiva durante un corto período de tiempo, para
que reflexione y se calme. Cuando el niño actúa de forma agresiva, se le
aparta de la situación o del entorno donde ocurrió la agresión y se le coloca
en un lugar neutral (una silla, una esquina tranquila) durante un tiempo
determinado. El niño permanece allí hasta que pueda calmarse y reflexionar
sobre su comportamiento.
• Sobre corrección: Es una técnica en la que se enseña al niño a reparar el
daño causado por su conducta inadecuada y a practicar la conducta
adecuada repetidamente para evitar que vuelva a cometer el mismo error.
Hay dos tipos de sobre corrección:
-Restitución: Consiste en que el niño debe arreglar o compensar el daño
que causó. Por ejemplo, si el niño rompió algo o desordenó un espacio,
además de arreglar lo que hizo, deberá dejar el entorno incluso mejor de lo
que estaba inicialmente.
-Práctica positiva: El niño debe repetir la conducta adecuada varias veces
para interiorizarla. Por ejemplo, si empujó a un compañero en el patio, se le
enseña la forma correcta de interactuar y se le pide que lo practique
repetidamente.
• Coste respuesta: El coste respuesta es una técnica basada en el retiro de
refuerzos positivos (algo que le gusta o es valioso para el niño) tras una
conducta agresiva o inadecuada. Se retira una recompensa o privilegio para
que el niño aprenda que su comportamiento tiene consecuencias negativas.
• La reprimenda: La reprimenda es una técnica verbal, que implica llamar la
atención del niño de manera firme y clara cuando exhibe una conducta
agresiva o inadecuada. A menudo, es una intervención breve e inmediata,
en la que se comunica al niño que su comportamiento no es aceptable.
• El castigo: El castigo es una técnica que implica aplicar una consecuencia
negativa o desagradable inmediatamente después de que el niño muestre
una conducta agresiva o inadecuada. A diferencia del coste respuesta,
donde se le quita algo positivo, en el castigo se le aplica una consecuencia
que genera malestar. Consiste en aplicar a una conducta una consecuencia
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2º Ed. Infantil
desagradable. Debe usarse solo y exclusivamente cuando otros
procedimientos no han funcionado o cuando el propio niño esté en peligro
(conductas de autoagresión). Es efectivo porque reduce o elimina
rápidamente la conducta. Pero es el método menos indicado para los
comportamientos agresivos porque solo funciona cuando está presente la
persona que castiga, se enseña que la agresión la puede ejercer alguien
mayor y más fuerte y puede provocar agresividad hacia otras personas.
Al abordar las conductas agresivas, un requisito esencial y necesario es la colaboración
de la familia y la escuela. Es importante que en los diversos contextos en los que el
niño se desarrolla, no se perciba disparidad de criterios. Los cambios en la conducta
requieren perseverancia y pautas comunes de actuación para que perduren en el
tiempo.
Veamos algunas de las conductas agresivas más frecuentes y la intervención educativa.
Ø Las rabietas.
Se trata de explosiones de enfado exageradas e intensas con conductas de
gritos, pataleos o llanto. Suelen ser provocadas por algo que causa un
sentimiento de frustración desproporcionado por ejemplo el cansancio, el
hambre, la falta de atención de los adultos, los celos, la interrupción brusca del
juego, la incapacidad para controla las situaciones, la ayuda que se le presta
cuando no la necesita, etc.
Se dan con relativa frecuencia a partir de los dos años tendiendo a desaparecer
hacia los cuatro cuando su madurez, la adquisición de nuevas habilidades y las
experiencias aprendidas le permiten comunicar y manejar sus emociones de
manera más constructiva.
Entre los factores que contribuyen a la aparición y mantenimiento de las
rabietas destacan la falta de dominio del lenguaje que le impide expresar lo que
siente, la incapacidad para identificar las emociones, no saber demorar sus
deseos, su afán de autonomía y autoafirmación imponiendo sus deseos; el
temperamento del niño, aquellos que son más tercos, irritables, con más
dificultades para adatarse a nuevos espacios, son más propensos a las rabietas
y finalmente los estilos educativos que contribuyen sobre todo a su
mantenimiento, como son los estilos autoritarios o permisivos.
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Ø Los mordiscos.
Los mordiscos son habituales entre el año y medio y los tres años. En edades más
tempranas el mordisco es una conducta exploratoria que en ocasiones el niño realiza
sobre sus cuidadores. Basta con ofrecerle objetos de diferentes texturas, sabores,
olores, etc.
Posteriormente cuando está aprendiendo a relacionarse con otros niños descubre,
posiblemente por accidente e instinto, que sus dientes son un arma eficaz; también
muerden para expresar frustración e incluso alegría en situaciones que le producen
gran excitación. En este momento hay que enseñarle estrategias que le permitan
contener este impulso.
5. LA INADAPTACIÓN SOCIAL.
La inadaptación social es la incapacidad de un individuo para integrarse en los
contextos sociales que le rodean. Pero hay que tener en cuenta que el inadaptado se
hace, nadie nace inadaptado. Por ello, es en el proceso de desarrollo del niño en
donde hay que saber detectar la inadaptación.
Podemos hablar de dos categorías:
• Los niños de riesgo (con los que hay que hacer una intervención
fundamentalmente preventiva).
• Los niños inadaptados (con los que hay que hacer una labor de recuperación).
En la etapa educativa que nos ocupa nos vamos a encontrar a los niños del primer
grupo.
Las causas, según la mayoría de los autores, son múltiples. Suelen incidir varias
aunque, alguna de ellas tenga más peso. Así tenemos:
• Causas sociales, como carencias económicas, culturales, ambientes marginados
por drogas, alcoholismo, el paro.
• Causas que tienen que ver con la pertenencia a minorías étnicas, raciales,
religiosas, etc.
• Causas familiares-psicoafectivas: familias desestructuradas, actitudes de
sobreprotección o de descuido grave de las atenciones básicas de los niños, la
violencia, abusos, etc.
• Causas personales: situaciones de discapacidad personal como autismo.
Desde el punto de vista educativo, debemos tener en cuenta que cualquier menor en
riesgo o inadaptado parte en desventaja ante los demás en su desarrollo como
persona y las consecuencias son:
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• Fracaso escolar: entre los inadaptados sociales se encuentra la mayoría de los
alumnos que fracasan escolarmente y que causan ambientes agresivos en las
aulas.
• Inmadurez psicológica y por lo tanto comportamientos sociales de riesgo.
• Marginación, proceso que conlleva la búsqueda de formas alternativas de vida
con frecuencia inadecuadas.
• Delincuencia, (en la etapa de educación infantil a veces, los docentes observan
cómo se puede predecir el futuro delictivo de algunos alumnos), etc.
La escuela, implementando el principio de atención a la diversidad, puede ser un
contexto privilegiado para evitar o superar la inadaptación social.
Por lo tanto la respuesta educativa con estos niños debe enfocarse desde la función
preventiva y compensadora de la escuela infantil. En cuanto a la labor preventiva, se
trata de desarrollar acciones que impidan que la situación de riesgo no derive en
inadaptación. Entre estas medidas preventivas tenemos: favorecer la asistencia y
permanencia en el sistema educativo de estos niños; facilitar la acogida, la integración
y la participación en todas las actividades del centro; programas de formación
dirigidos a familias y la coordinación con otras instituciones como Equipos de Atención
Temprana, Servicios Sociales, Sanitarios y con la familia. En cuando a la función
compensadora, la escuela proporciona al niño experiencias nuevas y favorecedoras de
un desarrollo adecuado que no encuentra en otros contextos, por ejemplo resolución
pacífica de conflictos, ambiente efectivo, satisfacción de necesidades, estimulación
cognitiva, etc. Se trata de desarrollar una educación integral e inclusiva planificada
dentro de un contexto escolar normalizado para todos los niños. Las medidas
extraordinarias que se han de poner en marcha son las relaciones con la coordinación
con los servicios externos a la escuela mencionados anteriormente y que intervienen
desde sus propios ámbitos sobre la situación del riesgo del niño.
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