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REVISTA DE
CIENCIAS SOCIALES
Vol. 32 - n.º 44 - enero - junio de 2019
Pensamientos
críticos
Montevideo - Uruguay
ISSN 0797-5538 - ISSN online 1688-4981
DOI 10.26489/rvs
Revista de Ciencias Sociales / Departamento de Sociología. - v.1 n 1 (1986) -
Montevideo: Universidad de la República. Facultad de Ciencias Sociales,
Departamento de Sociología, 2019 -
La Revista de Ciencias Sociales es una publicación académica, de revisión por pares, que publica
artículos inéditos de investigación en ciencias sociales, prioritariamente de sociología. Busca el de-
sarrollo metodológico y teórico innovador, así como evidencia empírica original respecto de temas de
interés nacional, regional e internacional vinculados a estas disciplinas.
Es heredera de los Cuadernos de Ciencias Sociales, que aparecieron desde 1971 hasta 1973. Con la
recuperación de la democracia, en 1985, inició su Segunda Época, con el nombre Revista de Ciencias
Sociales; comenzó a ser una revista arbitrada en 1986 y pasó a tener evaluación externa en el año
2000. Su publicación se convirtió en semestral a partir de 2010.
La Revista de Ciencias Sociales tiene versión impresa y electrónica de acceso abierto (<http:// cien-
ciassociales.edu.uy/departamentodesociologia/inicio/publicaciones/acceda-a-las-revistas- de-cien-
cias-sociales/>), y está orientada a académicos, investigadores y profesionales de la sociología y
otras disciplinas. Cuenta con una sección de artículos de investigación y otra de reseñas, ensayos y
contribuciones no arbitradas, pero de interés para la academia y las ciencias sociales.
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Secretaría de redacción: Sol Scavino Solari
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Table of contents
Dossier
Critical theories
Presentation .................................................................................................................... 9
Anabel Rieiro, Eduardo Rinesi and Paulo Ravecca
Politics on streets
Approaches from recent Argentina ............................................................................... 15
Julián Rebón
State and alliances..., forty years after
Elements to think the right turn in Argentina ............................................................. 43
Gabriel Vommaro
Of the possible revival of a critical theory in social sciences in France
Between academic misadventures and tensions Bourdieu/Rancière .................... 61
Philippe Corcuff
Sociological contributions to think human rights
Inequalities and social justice in Brazil and Uruguay ............................................... 81
Lucía Pérez Chabaneau and Patricia Silvera Rivero
Vicissitudes and possibilities of critical theory today
An ecumenical conceptualization ................................................................................ 103
José Maurício Domingues
Revisiting an outlier
The previously unsuspected locus of Uruguay’s exceptionalism ............................ 123
Amparo Menéndez-Carrión
Articles
Political expectations of young abstentionists
The case of the X federal electoral district of Veracruz, Mexico ............................... 151
Alim Getze Mani Eden Vasquez Feria
Labour process and occupational health in the current productive scenario
The increasing incidence of psychosocial risks at work ........................................... 171
María Laura Henry
Book review
Fifty years of political sociology. Uruguay and Latin America. Essential anthology
Gerónimo de Sierra ......................................................................................................... 197
By Marcos Antonio da Silva
Revista de Ciencias Sociales, DS-FCS, vol. 32, n.º 44, enero-junio 2019.
Tabla de contenidos
Dossier
Pensamientos críticos
Presentación ................................................................................................................... 9
Anabel Rieiro, Eduardo Rinesi y Paulo Ravecca
La política en las calles
Aproximaciones desde la Argentina reciente .............................................................. 15
Julián Rebón
Estado y alianzas..., cuarenta años después
Elementos para pensar el giro a la derecha en Argentina......................................... 43
Gabriel Vommaro
De la posible renovación de la teoría crítica en Francia
Entre desventuras académicas y tensiones Bourdieu/Rancière ............................ 61
Philippe Corcuff
Contribuciones sociológicas para pensar los derechos humanos
Desigualdades y justicia social en Brasil y Uruguay ................................................. 81
Lucía Pérez Chabaneau y Patricia Silvera Rivero
Vicisitudes y posibilidades de la teoría crítica hoy
Una conceptualización ecuménica .............................................................................. 103
José Maurício Domingues
Revisitando un outlier
El domicilio insospechado de la excepcionalidad uruguaya..................................... 123
Amparo Menéndez-Carrión
Artículos
Expectativas políticas de jóvenes abstencionistas
El caso del distrito electoral federal X de Veracruz, México ...................................... 151
Alim Getze Mani Eden Vasquez Feria
Salud laboral en el escenario productivo actual
La creciente incidencia de los riesgos psicosociales................................................. 171
María Laura Henry
Reseña bibliográfica
Cincuenta años de sociología política. Uruguay y América Latina. Antología esencial
Gerónimo de Sierra ......................................................................................................... 197
Por Marcos Antonio da Silva
Revista de Ciencias Sociales, DS-FCS, vol. 32, n.º 44, enero-junio 2019.
Dossier
Presentación
Revista de Ciencias Sociales, DS-FCS, vol. 32, n.º 44, enero-junio 2019, pp. 9-13.
10 Presentación
Revista de Ciencias Sociales, DS-FCS, vol. 32, n.º 44, enero-junio 2019, pp. 9-13.
Pensamientos críticos 11
Revista de Ciencias Sociales, DS-FCS, vol. 32, n.º 44, enero-junio 2019, pp. 9-13.
12 Presentación
Revista de Ciencias Sociales, DS-FCS, vol. 32, n.º 44, enero-junio 2019, pp. 9-13.
Pensamientos críticos 13
Anabel Rieiro
Eduardo Rinesi
Paulo Ravecca
Coordinadores del dossier
Revista de Ciencias Sociales, DS-FCS, vol. 32, n.º 44, enero-junio 2019, pp. 9-13.
DOI: http://dx.doi.org/10.26489/rvs.v32i44.1
Julián Rebón
Resumen
La Argentina reciente, como lo indican diversos estudios, se caracteriza por una significativa
dinámica de acción colectiva. Este trabajo se interroga sobre el impacto político de la protesta
social en el país durante el período 2001-2017. Propone como hipótesis central que la
protesta representa un recurso político relevante. Esta participa de la disputa general por la
direccionalidad del país, varía en su composición en las distintas etapas del período y tiene un
impacto predominantemente de carácter negativo sobre la acción de las autoridades estatales.
El desarrollo de las hipótesis se basa en una perspectiva panorámica que da cuenta de los
principales componentes de la protesta en su contexto histórico. El artículo sistematiza diversos
avances investigativos, propios y de otros equipos.
Palabras clave: protesta social / Argentina / acción colectiva / impacto político.
Abstract
Politics on streets. Approaches from recent Argentina
The recent Argentinian history presents a significant dynamic of collective action. This paper
asks about the political impact of social protest in the country during the period 2001-2017. It
proposes as a central hypothesis that protest is a relevant political resource. It participates in
the general dispute over the direction of the country, varying in its composition in the different
stages of the period and having a predominantly negative impact on the action of state authorities.
The development of the hypothesis presents a panoramic perspective that accounts for the
main components of the protest in its historical context. The sources of the work come from the
systematization of research of different teams in the field.
Keywords: social protest / Argentina / collective action / political impact.
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Introducción1
La vida política contemporánea de Argentina está signada por el período más
largo de funcionamiento del régimen democrático-constitucional. A diferen-
cia de lo ocurrido en el pasado, las confrontaciones políticas tienden a ser
resueltas en este marco y la democracia institucional como forma de gobier-
no es el horizonte en el cual se inscribe el conjunto de los actores políticos.
Paradójicamente, el consenso ciudadano en torno a la democracia —como
proyecto— implica marcados cuestionamientos de diversos tipos a su fun-
cionamiento real. Así como en otros países de la región y el mundo, se regis-
tran altos niveles de desconfianza en los partidos y los políticos (Rosanva-
llon, 2007; Cheresky, 2011). La relación entre ciudadanía y sistema político
desborda ampliamente la votación de sus representantes, y se desarrolla un
conjunto de mecanismos de institucionalidad diversa y actuación recurrente
que implica elementos de control, participación, juzgamiento y limitación de
los gobernantes en su accionar cotidiano. En este marco, la protesta social
destaca como un recurso político de carácter informal que canaliza demandas
a las autoridades, veta o bloquea acciones de gobierno, incorpora temas en la
agenda pública y configura un renovado espacio de participación ciudadana
(Moscovich, et al., 2017; Schuster, 2011; Svampa, 2017).
Históricamente, la acción colectiva y la protesta han tenido un lugar
destacado en la historia del país (Lobato y Suriano, 2003). En la última
parte del siglo XX, en condiciones de deterioro de los indicadores sociales
y de heterogeneización de las clases subalternas, se produjo una diversifi-
cación de los actores y repertorios de la acción colectiva (Auyero, 2002;
Pereyra, et al., 2017). A inicios del siglo XXI, la protesta se había conver-
tido en un recurso político significativo de contenido diverso (Schuster,
2011; Gómez, 2008). Este trabajo se propone profundizar y especificar el
impacto político de la protesta a partir del análisis de sus principales com-
ponentes durante las distintas etapas del período 2001-2017. En este marco
nos interrogamos: ¿En qué ha consistido y cómo ha evolucionado durante
lo que va del siglo XXI el impacto de la protesta social sobre la acción de
las autoridades del Estado? ¿Cuáles han sido sus mecanismos y contenidos
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La política en las calles 17
2 La Alianza fue una coalición entre la Unión Cívica Radical (UCR) —partido centenario con
base en las capas medias, signado en su origen por una orientación reformista y republicana—
y distintos sectores de centroizquierda.
3 El PJ es la principal expresión partidaria del peronismo, movimiento reformista de orientación
nacional y popular y composición policlasista —con fuerte base en los trabajadores y pobres
urbanos— surgido a mediados del siglo XX. El FPV representa en el período un frente electoral
de centroizquierda liderado por el PJ, con distintos aliados menores.
4 El PRO es un partido de reciente formación con una orientación política de centro-derecha y
origen en el empresariado. Actualmente, lidera la coalición Cambiemos, de la cual también
participan la UCR y otros aliados.
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18 Julián Rebón
En tiempos de crisis
El siglo XXI, en términos históricos (Hobsbawm, 1997), comenzó en Ar-
gentina con la denominada crisis de 2001. Para comienzos de dicho año eran
notorios los signos de agotamiento del modelo de acumulación estructurado
sobre las reformas neoliberales de los noventa5. Destacaban el creciente peso
en la economía de la deuda externa y del déficit fiscal, la falta de compe-
titividad de la producción local y el inusitado aumento del desempleo y la
pobreza. El ajuste del modelo llevado adelante por el gobierno de De la Rúa,
lejos de a los efectos deseados, condujo al estancamiento económico y a
la dificultad creciente para conseguir financiamiento a tasas razonables. En
este marco, creció la resistencia a los procesos de expropiación de derechos
y de exclusión social por parte de sindicatos y del movimiento de trabaja-
dores desocupados (conocidos como piqueteros) con acciones cada vez más
disruptivas y metas más politizadas (Gómez, 2009). En octubre, el gobierno
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La política en las calles 19
6 Las reformas de los noventa implicaron un retroceso para el poder estructural (Wrigth, 2000) de
los trabajadores. No obstante, el poder de los sindicatos y los recursos de sus cúpulas no fueron
debilitados en la misma medida (Etchemendy y Collier, 2008). La estrategia adaptativa del
sindicalismo fue exitosa en preservar el modelo sindical con sus prerrogativas. La estrategia sindical
de corte participacionista abrió espacio a la emergencia de otros nucleamientos que enfrentaron la
reestructuración. Desde el corazón del sindicalismo peronista, en el marco de la histórica Central
General de Trabajadores (CGT) y del modelo sindical tradicional, se conformó el Movimiento
de los Trabajadores Argentinos encabezado por el sindicalista camionero Hugo Moyano. Por otra
parte, se creó la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). Esta central reivindicó un nuevo modelo
sindical que plantea el pluralismo organizativo y la afiliación de los trabajadores no registrados.
Su relevancia fue significativa entre los trabajadores estatales y organizaciones sociales, pero en
ningún momento logró alterar la primacía de la CGT (Merino, 2012).
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devinieron en violentos enfrentamientos con las fuerzas del orden y los co-
merciantes (Auyero, 2007; Iñigo Carrera y Cotarelo, 2006). Su generaliza-
ción, en el clima de protesta social ya reseñado, condujo al presidente, en
la noche del 19 de diciembre, a declarar el estado de sitio como mecanismo
de contención de la acción colectiva. Lejos del resultado esperado, emergió
súbitamente la desobediencia civil generalizada. Con eje en las capas medias
de la población, la base social originaria del gobierno, en diversos barrios
de la ciudad de Buenos Aires el discurso del presidente anunciando el esta-
do de sitio fue respondido con cacerolazos y manifestaciones espontáneas
de carácter masivo que rápidamente inundaron los barrios de la ciudad para
luego movilizarse hacia los centros del poder político. Las movilizaciones
abarcaron diversas ciudades del país.
La inédita irrupción de masas encontró en el hacer ruido y en la bandera
argentina los símbolos primarios de la protesta ciudadana. El desafío a la dis-
posición presidencial entrañó con nitidez un reclamo destituyente hacia las
personificaciones centrales de la política institucional: “Que se vayan todos,
que no quede ni uno solo” se transformó rápidamente en la consigna de las
movilizaciones del período. La movilización pacífica devino esa madrugada
en incidentes ante la represión policial. El día 20, a pesar de la renuncia del
ministro de Economía, las movilizaciones continuaron, esta vez convocadas
por organizaciones sociales y políticas. La fuerte represión policial que in-
tentaba despejar las inmediaciones de la casa de gobierno fue respondida por
grupos de manifestantes no dispuestos a ceder en su determinación de lucha.
Así, emergieron amplios y dilatados combates callejeros, ataques a edificios
públicos, empresas (en particular bancos extranjeros) y algunos saqueos a
negocios que caotizaron el área céntrica de la principal ciudad del país7.
Por la tarde, el PJ, principal fuerza de la oposición, rechazó la convo-
catoria presidencial a un gobierno de unidad ante la situación de crisis y el
presidente se vio forzado a renunciar por la falta de apoyo y legitimidad para
continuar en el cargo. El justicialismo impuso los términos de la sucesión.
Primero, el Parlamento designó a Adolfo Rodríguez Saá (PJ), quien a los
pocos días debió renunciar, en el marco de una protesta que terminó con inci-
dentes frente a la casa de gobierno, ante la falta de apoyo de los gobernado-
res justicialistas. Poco después asumió interinamente la presidencia Eduardo
Duhalde, senador del PJ y excandidato presidencial derrotado por De la Rúa
en 1999.
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22 Julián Rebón
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En tiempos de kirchnerismo
El ciclo kirchnerista, más allá de las características políticas y los rendi-
mientos sociales diferenciados entre sus distintos momentos (Kulfas, 2016),
estuvo signado en su conjunto por una impronta crítica de las tendencias
dominantes en el período previo, que lo sitúa en el amplio abanico de las
experiencias de gobiernos progresistas latinoamericanos (González, et al.,
2010).
El origen del gobierno de Kirchner estuvo marcado por la crisis general
de 2001. Por una parte, porque la posibilidad de su existencia se debió a
ella. Fue en el contexto de impugnación de las personificaciones políticas
dominantes que el por entonces gobernador de Santa Cruz, perteneciente a
un sector periférico del PJ, logró construir su candidatura política. Por otra
parte, porque su gobierno respondió a la demanda generalizada y con múlti-
ples componentes de reconstrucción del orden (Piva, 2015). En la respuesta
a esta demanda retomó selectivamente los reclamos de las luchas sociales del
período previo, planteando una agenda reformista con distintas intensidades
y temporalidades según los campos (justicia, internacional, derechos huma-
nos, laboral, económico, entre otros). Se planteó como una recomposición
reformista del orden, de corte más pragmático que ideológico, en la cual
la política ganó márgenes de autonomía con respecto al poder económico,
aprovechando las condiciones de oportunidad abiertas. Más que reflejar la
correlación de fuerzas en la sociedad civil, utilizó la iniciativa estatal para
transformarla. Sin una articulación orgánica con la cúspide social, la agenda
de cambio fue el mecanismo de construcción de legitimidad pública y fuerza
propia, dada la debilidad de origen9. Frente al fracaso de la política represiva
sobre la protesta desarrollada por De la Rúa y Duhalde, el nuevo gobier-
no privilegió el diálogo con las organizaciones. Su construcción política de
corte movimientista (Natalucci, 2017) y populista (Laclau, 2005) promovió
apertura y reconocimiento hacia los actores movilizados, impulsando con-
cesiones activas a sus demandas. Focalicémonos en el actor sindical por su
centralidad en la coalición y en la conflictividad del período.
La política de Kirchner profundizó la recuperación económica evi-
denciada en los últimos meses del gobierno de Duhalde, promoviendo la
producción industrial y el mercado interno. La fuerte expansión del empleo
asalariado y la rápida baja del desempleo incrementaron el poder estructural
de los trabajadores en el mercado de trabajo. El crecimiento del empleo, re-
gistrado en especial en ramas con fuerte presencia sindical, y los cambios en
la legislación laboral favorecieron el poder institucional de los sindicatos (Et-
9 Recordemos que Kirchner asumió la presidencia ante el retiro del otro contrincante del balotaje,
luego de haber salido segundo y sin contar con vínculos significativos con las principales
organizaciones gremiales y sociales.
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12 En sectores tanto del activismo político como del campo intelectual se planteó durante estos
años la discusión de si la posición política del gobierno era más “antineoliberal” que la de la
sociedad civil (Danani, et al., 2012). En nuestra hipótesis, el gobierno avanzó pragmáticamente
resolviendo problemas apoyado en un consenso pasivo favorable a muchas de las medidas. Sin
embargo, en algunas áreas su impronta fue más crítica que la dominante (conflicto del campo,
por ejemplo) y en otras, decididamente menos rupturista, como en el área socioambiental
(Svampa, 2017) o en la organización del servicio de trenes, al menos hasta la parte final del
mandato (Pérez y Rebón, 2017).
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En tiempos de Cambiemos
A pesar de su moderado discurso de campaña, el gobierno de la alianza Cam-
biemos procuró tempranamente traducir su triunfo electoral en una reestruc-
turación societal. Desde una orientación neoliberal, en lo económico planteó
una nueva fase de apertura, liberalización de la economía, endeudamiento y
transferencia de recursos, a través de diversos mecanismos, a sectores con-
centrados de la economía (financiero, agrario y energético) a expensas del
conjunto social (Ferrer, 2016). Su programa de gobierno implica desandar
diversas regulaciones y derechos sociales instalados en la década previa, o
incluso previamente, y alterar la distribución del poder estructural en la so-
ciedad argentina, tanto en el interior de la clase dominante, donde el capital
financiero gana fuerte peso, como en las relaciones entre el capital y el traba-
jo (Basualdo y Manzanelli, 2017).
En este último sentido, plantea como uno de sus ejes centrales la bús-
queda del disciplinamiento para los trabajadores y los movimientos popu-
lares. Su parentesco con las políticas de la década de los noventa no puede
soslayar su originalidad. Para comenzar, se trata del primer gobierno consti-
tuido por la élite de la clase dominante que arribó al gobierno en elecciones
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13 Con dualidad estructural nos referimos a que el actor sindical, por una parte, expresa
el malestar y las demandas del trabajo, configurando una lógica de la movilización, y, por
otra, se muestra como un actor en el sistema que administra y controla la disconformidad,
garantizando estabilidad en los recursos, configurando una lógica del grupo de interés. Ambos
polos presentes y necesarios al actor sindical originan distintos tipos de sindicalismo, según sea
su peso relativo en la práctica (Offe y Wiesenthal, 1992).
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15 También se registra una proliferación de causas judiciales contra funcionarios del gobierno
anterior, incluida la expresidenta. Estas causas no se restringen a delitos económicos, sino que
incorporan, como un nuevo avance de la judicialización de la política ya existente (Nosetto,
2014), causas sobre decisiones de gobierno. Destacan crecientes rasgos de instrumentalización
política de los procesos judiciales, entre estos el uso generalizado de la prisión preventiva, el
automatismo en la apertura de causas, la selectividad de los avances y su sincronización en
términos políticos (Garzón, 2018).
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Reflexiones finales
El análisis precedente nos muestra la persistencia y relevancia de la protesta
social en la Argentina de la primera parte del siglo XXI.
La protesta tiene un rol relevante como mecanismo de expresión de de-
mandas hacia el sistema político-institucional. En nuestra hipótesis, su im-
pacto en términos políticos —más allá de lo estrictamente corporativo— es
más negativo que positivo y su principal rol es el veto fáctico de acciones
de gobierno o, en caso extremo, del gobierno mismo. Ante la debilidad del
sistema de partidos en el período de análisis, en particular de la oposición
política, la protesta se configura como forma privilegiada de oposición so-
cial en diversos momentos16. Este carácter conduce reiteradamente a que los
ciclos masivos de protesta se nutran en su composición de las posiciones en
la estructura social que tienden a no formar parte de la base de la alianza de
gobierno.
En 2001, el carácter destituyente adquirió tal intensidad, precisamente
porque una parte sustantiva de la base social del gobierno se movilizó en su
contra. Por otra parte, la predisposición a la protesta en la población hace que
se convierta en un relevante horizonte de restricción de la política pública.
Como hemos visto, la protesta como horizonte incide significativamente en
decisiones de gobierno en campos tan diversos como la política económica,
social o represiva. Finalmente, en casos como las movilizaciones en apoyo al
gobierno en el conflicto del campo o frente a las marchas opositoras en 2017,
opera negativamente contra aquellos que se movilizan —contraprotesta—, lo
que afirma la acción de gobierno.
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Referencias bibliográficas
Revista de Ciencias Sociales, DS-FCS, vol. 32, n.º 44, enero-junio 2019, pp. 15-42.
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Revista de Ciencias Sociales, DS-FCS, vol. 32, n.º 44, enero-junio 2019, pp. 15-42.
42 Julián Rebón
Revista de Ciencias Sociales, DS-FCS, vol. 32, n.º 44, enero-junio 2019, pp. 15-42.
DOI: http://dx.doi.org/10.26489/rvs.v32i44.2
Resumen
Este artículo vuelve sobre una gran pieza de economía política escrita por G. O’Donnell, Estado y
alianzas en la Argentina, 1956-1976. El objetivo es, por un lado, revisitar la riqueza de un estilo de
trabajo que combinaba preocupación por factores estructurales y procesos políticos y articulaba
las miradas sociológica, politológica y económica, lo que se ha vuelto poco frecuente con la
hiperespecialización de las ciencias sociales. Por otro lado, se trata de movilizar el esquema de
análisis que el autor desarrolló en aquel ensayo para comprender el proceso político iniciado
en Argentina en 2015 con el triunfo de una fuerza política de centro-derecha, que rompe con la
debilidad electoral de ese espacio.
Palabras clave: economía política / sociología política / coaliciones políticas y sociales / Argentina.
Abstract
State and alliances..., forty years after. Elements to think the right turn in Argentina
This article returns on a great piece of political economy written by G. O’Donnell, State and alliances
in Argentina, 1956-1976. The objective is, on the one hand, to revisit the richness of a work style
that combined concern for structural factors and political processes and articulated sociological,
political and economic views, which has become rare with the hyperspecialization of the social
sciences. On the other hand, the objective is to mobilize the analysis scheme that the author
developed in that essay to understand the political process initiated in Argentina in 2015 with the
triumph of a center-right political force that breaks with the electoral weakness of that spectrum.
Keywords: political economy / political sociology / political and social coalitions / Argentina.
Gabriel Vommaro. Doctor en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales
(Francia), profesor en la Universidad Nacional de San Martín, investigador del Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, especializado en temas de sociología
política.
E-mail: gvommaro@unsam.edu.ar
Revista de Ciencias Sociales, DS-FCS, vol. 32, n.º 44, enero-junio 2019, pp. 43-60.
Introducción
En diciembre de 1976 Guillermo O’Donnell presentó en un simposio en la
Universidad de Cambridge un ensayo que intentaba reconstruir el ciclo político
pendular vivido por Argentina desde la caída del primer peronismo en 1955
hasta el golpe de Estado de 1976. Este ensayo fue publicado por la revista De-
sarrollo Económico a comienzos de 1977 y, ese mismo año, por el Centro Bra-
sileño de Análisis y Pensamiento (CEBRAP), institución en la que O’Donnell
tuvo un rol fundamental. De modo que en Estado y alianzas en la Argentina,
1956-1976 (Estado y alianzas…, en adelante) se unen dos de los “hogares”
intelectuales que forman parte central del derrotero académico del autor.
El trabajo sigue una perspectiva histórica para buscar en la evolución de
las alianzas de clase y fracciones de clase producidas durante ese período —así
como de la intervención del Estado a favor de una o de otra alianza— algunos
rasgos explicativos generales del proceso de gobiernos civiles débiles inte-
rrumpidos por gobiernos militares con voluntad de refundación que signó a Ar-
gentina durante buena parte del siglo XX. En diálogo con El Estado burocrá-
tico-autoritario (O’Donnell, 1982), escrito entre 1974 y 1976 pero publicado
recién en 1982, O’Donnell realizó un análisis de las “tendencias de largo plazo
que enmarcan a dichas coyunturas y, a la vez, permiten ligarlas con el proceso
histórico en el que han emergido y se han disuelto” (O’Donnell, 1977, p. 521).
En definitiva, es en la articulación de las estrategias de los actores y de
los factores estructurales que condicionan sus decisiones —asociados tanto
con la distribución desigual de recursos como con inercias históricas insti-
tucionalizadas— que el autor encontró las claves explicativas de la inestabi-
lidad del ciclo, que comenzó con la caída del primer peronismo y culminó
con la instauración de la última dictadura militar. En él se desplegó toda la
complejidad de la “Argentina peronista”, el fenómeno político crucial de la
segunda mitad del siglo XX, que sin duda había alterado los modos en que se
ordenaban y se percibían las relaciones entre los grupos sociales.
Precisamente, el ensayo de O’Donnell se ocupó de analizar la crisis de
la hegemonía de la fracción más antigua de la burguesía argentina —el sector
agrario pampeano— y las dificultades para instaurar una dominación duradera
por parte de la llamada “alianza defensiva”, constituida “básicamente por el
sector popular y por fracciones débiles de la burguesía urbana” (1977, p. 537)
y expresada de manera histórica en el peronismo.
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1 Para Bourdieu, en efecto, las clases existen “en el papel”, como probabilidad teórica, lo que
no debe confundirse con su existencia “real”, dada desde el momento en que se conforma un
grupo con capacidad de movilización, portavoces, organizaciones e ideologías que mantienen
unidos a sus miembros. Cf. Bourdieu (1984).
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Sobre el Estado
O’Donnell sostuvo que el Estado argentino nació con la marca de la burgue-
sía agraria pampeana, poderosa y bien conectada con el mercado mundial,
que era, al menos hasta las primeras décadas del siglo XX, un elemento cen-
tral en su reproducción. Por un lado, entonces, ese Estado fue “creatura de la
burguesía pampeana y de sus prolongaciones financieras y comerciales en el
sector urbano, a través de un proceso que también implicaba la constitución
de esa burguesía, y del sistema que dominaba, en apéndice directo y altamen-
te internacionalizado del mercado mundial” (1977, p. 529). Creatura e instru-
mento de esa burguesía, el Estado tendría dificultades para construir compe-
tencias autónomas una vez que debió lidiar con una sociedad más compleja,
con actores sociales movilizados y pujas distributivas pronunciadas.
El problema es que ese Estado nunca funcionó como “instancia de refor-
mulación de intereses más generales”, ni como espacio de “generalización”, es
decir, de construcción de relaciones estables entre las partes en disputa en la
sociedad, sino que fue más bien un “campo de batalla” (O’Donnell, 1984, pp.
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21-22). El tercer elemento que pensó O’Donnell a partir de los años ochenta fue
el fortalecimiento del poder del Estado, en especial en su dimensión infraestruc-
tural, para utilizar los términos de Michael Mann (1984), y a la vez con capacidad
de garantizar un tipo de relación más o menos homogénea con sus ciudadanos,
tanto en lo geográfico como en el ámbito de las diferentes clases sociales.
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de su sector, fue manifiesta (Hora, 2012). A partir de los años noventa del si-
glo pasado, el agro produjo una modernización productiva (Gras y Hernández,
2016) que le permitió retomar su lugar de “vanguardia dinámica y altamente
productiva” de la economía argentina (O’Donnell, 1977, p. 536). Una alianza
sostenida en el agronegocio, como la que O’Donnell imaginaba, parece posible
en la Argentina actual. Tiene, al menos hasta el presente, una mediación parti-
daria que la representa y lleva su programa al gobierno.
Como muestran Mangonnet, Murillo y Rubio (2018), la coalición Cam-
biemos fue la gran depositaria del voto opositor en la zona núcleo de produc-
ción agraria —el sector geográfico más rico— en las presidenciales de 2015
(ver Mapa 1). Su claro antagonismo con el kirchnerismo la diferenciaba de
otras opciones opositoras. Además, en buena parte, su capacidad de atraer el
voto agrario se explica porque el PRO decidió tomar sin cambios el progra-
ma en la materia construido por algunas de las entidades más dinámicas del
sector, como la Asociación Argentina de Consorcios Regionales de Experi-
mentación Agrícola (AACREA) y por el Foro Agroindustrial en ese tiempo
(Mangonnet, Murillo y Rubio, 2018, p. 9). Dicho programa implicaba be-
neficios directos para el sector, sobre todo ligados a la baja programada de
las retenciones a la exportación de soja y la eliminación de las retenciones a
otros cereales, como el trigo y el maíz. Tales medidas fueron tomadas por el
gobierno de Mauricio Macri no bien asumió.
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Junto con ello, el nuevo gobierno produjo una cierta devolución al sec-
tor del control del área de gobierno encargada de los asuntos agrícolas. La
composición del gabinete del Ministerio de Agroindustria da cuenta de la
influencia directa en las políticas en la materia de la Sociedad Rural Argenti-
na (SRA), de AACREA y, en menor medida, de la Confederación de Asocia-
ciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (CARBAP), las entidades más
vinculadas con los grandes productores, con las familias más tradicionales
del mundo agrario y con los sectores asociados a la producción sojera (Gras
y Hernández, 2016) (ver Tabla 1). Este gabinete se contrapone al perfil técni-
co, apoyado en la burocracia estatal, dado a esa dependencia por el gobierno
de Cristina Fernández de Kirchner desde su creación, en 2009 (Mangonnet,
Murillo y Rubio, 2018, p. 18).
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Fuente: La Nación, 2017. *Referencias: gris claro: voto Cambiemos; gris medio: voto FPV (kirchnerismo); gris:
voto Frente Renovador; gris rayado: Frente Progresista Cívico y Social; gris oscuro: 1 País.
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A modo de conclusión
Volver sobre Estado y alianzas…, a cuarenta años de su publicación, es una
forma de revisitar un estilo de estudio de lo político que combinaba preocu-
pación por factores estructurales y procesos políticos, por tendencias de largo
plazo y acontecimientos contingentes, y que articulaba las miradas socioló-
gica, politológica y de economía política, lo que se volvió, con los años de
hiperespecialización, cada vez menos frecuente en las ciencias sociales lati-
noamericanas. Este estilo no solo combinaba perspectivas de análisis, sino
también trabajo empírico y preguntas teóricas complejas.
Con esa mirada y a partir del esquema analítico construido por O’Donnell
para pensar el ciclo pendular iniciado con la caída del primer peronismo,
nos ocupamos del proceso político reciente en Argentina. Identificamos allí
una novedad en relación con lo que el autor llama la “burguesía pampeana”:
el haber encontrado una expresión político-electoral competitiva. A ello se
suma el hecho de que el sector agrario, convertido ya en los años noventa en
un área dinámica de la economía, fue el principal vector del ciclo de creci-
miento que tuvo lugar en el país a partir de 2002.
Quizá la novedad política profundice las condiciones del cambio que
O’Donnell había identificado en los años de posdictadura y permita dar ba-
ses más sólidas a la consolidación de una democracia electoral. Más incierta
parece, en cambio, como dijimos, la posibilidad de establecer un modelo
socioeconómico hegemónico —en el sentido de que sea capaz de producir
consensos en amplios sectores sociales— en el que tanto la burguesía conec-
tada con los mercados mundiales como los actores dependientes del mercado
interno se sientan incluidos y, por qué no, protegidos.
La debilidad de la “alianza defensiva” luego de la derrota de 2015 augu-
ró buenas condiciones electorales para el desarrollo de un ciclo aperturista,
pero no aseguró ni su éxito de largo plazo ni su capacidad para proyectarse
hacia toda la sociedad hasta envolverla casi por completo. Si esto sucediera,
por usar la misma fórmula que utiliza O’Donnell al final de su ensayo, “la
historia no se habría detenido, pero los conflictos que la tejen ya no serían los
que hemos analizado hasta aquí” (1977, p. 554).
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Referencias bibliográficas
Revista de Ciencias Sociales, DS-FCS, vol. 32, n.º 44, enero-junio 2019, pp. 43-60.
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DOI: http://dx.doi.org/10.26489/rvs.v32i44.3
Philippe Corcuff
Resumen
El lazo histórico en los sectores significativos de las ciencias sociales entre la crítica social y
la emancipación parece estar en riesgo, tanto en el campo académico como en el político,
particularmente en Francia actual. Es a partir de estas apuestas que se dibuja la perspectiva de
una reconfiguración comprensivo-pragmática de una teoría crítica con apoyos emancipadores
en las ciencias sociales. Para ello, se abordan alternativamente ciertas desventuras académicas
actuales de las relaciones entre la crítica sociológica y la emancipación, y luego las tensiones
entre la sociología crítica de Pierre Bourdieu y la filosofía de la emancipación de Jacques Rancière.
La sociología de inspiración libertaria de Alfredo Errandonea es utilizada como un recurso en este
marco.
Palabras clave: Alfredo Errandonea / emancipación / Jacques Rancière / Pierre Bourdieu / teoría
crítica.
Abstract
Of the possible revival of a critical theory in social sciences in France, between academic
misadventures and tensions Bourdieu/Rancière
The historical link in significant sectors of social sciences between social criticism and
emancipation seems at risk, in the academic and political fields, quite particularly in France
today. It is from these stakes that takes shape the perspective of a comprehensive-pragmatic
reconfiguration of a critical theory with emancipators supports in social sciences. For that purpose,
are alternately envisaged certain current academic misadventures of relationships between
sociological criticism and emancipation, and then the tensions between Pierre Bourdieu’s critical
sociology and Jacques Rancière’s philosophy of emancipation. Alfredo Errandonea’s sociology,
drawing from an anarchistic inspiration, is used as a resource in this case.
Keywords: Alfredo Errandonea / Emancipation / Jacques Rancière / Pierre Bourdieu / Critical Theory.
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Introducción1
Este artículo es parte de unos ensayos en curso sobre la reconfiguración de
una teoría crítica en ciencias sociales ajustada a ciertas apuestas intelectuales
y políticas del siglo XXI (Boltanski, 2009; Corcuff, 2012; Boltanski y Fraser,
2016). Se inscribe en el campo de la teoría crítica desarrollada a partir de
los años 1929-1930 por la Escuela de Frankfurt, que liga la crítica social y
el horizonte de la emancipación (Horkheimer, 1996), pero con una reformu-
lación a la vez comprensivista y pragmática. A partir de este marco general,
voy a explorar dos series de problemas que se interrelacionan: primero, las
desventuras o desencuentros académicos en Francia hoy en día en las relacio-
nes entre crítica sociológica y emancipación, y, segundo, las tensiones entre
la sociología crítica de Pierre Bourdieu y la filosofía de la emancipación de
Jacques Rancière.
Este doble esclarecimiento nos permitirá trazar en puntos suspensivos
posibilidades de reasociación entre la sociología crítica y la emancipación.
Y encontrará el apoyo inesperado de la sociología crítica de inspiración li-
bertaria del uruguayo Alfredo Errandonea. Entiendo reasociación en un sen-
tido no hegeliano: no se trata para mí de superar una contradicción en una
entidad englobante superior, sino de reasociar preservando la conciencia de
la tensión. Me he inspirado aquí en las críticas poco conocidas hechas a la
dialéctica hegeliana por un pionero del anarquismo, Pierre-Joseph Proudhon,
quien hizo de la antinomia, más que de la superación de las contradicciones,
la categoría central (Proudhon, 1988, pp. 35-36 y 57) y formuló una pista
interesante epistemológicamente con la expresión “equilibración de los con-
trarios” (Proudhon, 1997, p. 20; Corcuff, 2016a).
Este procedimiento supone como consideración previa la necesidad de
precisar algunas características sobresalientes del contexto de las relaciones
entre crítica social, donde la sociología crítica constituye un componente
científico autónomo, y emancipación, concentrándome en el caso francés.
1 Este artículo fue escrito originalmente en francés por Philippe Corcuff y traducido al español
por Marcos Supervielle (Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales,
Universidad de la República, Uruguay), tanto en lo que refiere al texto central del artículo de
Corcuff como a las citas que este hace de otros autores.
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Conclusión
La exploración de las desventuras académicas actuales de la teoría crítica en
el seno de las ciencias sociales francesas como configuración entre la socio-
logía crítica de Pierre Bourdieu y la filosofía de la emancipación de Jacques
Rancière, así como los aportes de la sociología libertaria de Alfredo Errando-
nea, no nos ha conducido a una nueva teoría crítica con apoyos emancipato-
rios unificados. Sin embargo, nos ha ayudado a delimitar un espacio de pro-
blemas y a generar algunas pistas para articular cuestiones que muchas veces
se presentan desarticuladas en el pensamiento y la política contemporánea.
No obstante, se trata de una articulación en el reconocimiento de tensio-
nes. Dos pistas han sido esquematizadas: 1) una pista epistemológica de dis-
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Referencias bibliográficas
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DOI: http://dx.doi.org/10.26489/rvs.v32i44.4
Resumen
Este artículo relaciona el debate teórico de derechos humanos con las ideas de justicia, desigualdad
y reconocimiento trabajadas desde la sociología. A pesar de la distancia que esta ha mantenido con
el estudio de los derechos humanos, las reflexiones sobre las identidades colectivas, movimientos
sociales, instituciones y reivindicaciones la acercan al debate sobre ellos. Se examinan
algunos ejemplos de Uruguay y Brasil que permiten identificar procesos de democratización y
desdemocratización. Si bien los derechos humanos son el fundamento de las democracias liberales
y tienen pretensión de universalidad, al no realizarse de forma homogénea, sus principios básicos
son cuestionados y se alejan cada vez más de la defensa de los derechos humanos.
Palabras clave: derechos humanos / desdemocratización / desigualdades / justicia social.
Abstract
Sociological contributions to think human rights. Inequalities and social justice in Brazil and Uruguay
This article focuses on the relationship between human rights theoretical debate and the ideas
of justice, inequality, and recognition, from a sociological field. Despite a distance sociology
has maintained with the study of human rights, its reflections on collective identities, social
movements, institutions and claims build bridges to the debate on rights. We show democratization
and de-democratization processes using different rights examples from Brazil and Uruguay.
Although human rights are the foundation of liberal democracies, while pretending to be universal,
as they are not carried out homogeneously, its basic principles are questioned and they move
away from the defense of human rights.
Keywords: human rights / de-democratization / inequalities / social justice.
Lucía Pérez Chabaneau. Magíster en Sociología por el Instituto de Estudios Sociales y Políticos de
la Universidad Estatal de Río de Janeiro (IESP-UERJ). Docente e investigadora del Departamento
de Sociología de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (Uruguay).
Coordinadora de Educación en Derechos Humanos de Amnistía Internacional Uruguay.
E-mail: lucia.perez@cienciassociales.edu.uy
Patricia Silvera Rivero. Posdoctorada en Sociología por el Instituto de Investigación sobre
Economía y Sociología de la Educación (IREDU) de la Universidad de Borgoña (Francia). Doctora
en Sociología por el Instituto Universitario de Investigación de Río de Janeiro (IUPERJ). Docente
e Investigadora del Núcleo de Políticas Públicas en Derechos Humanos (NEPP-DH-UFRJ) y del
Curso de Relaciones Internacionales de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ).
E-mail: pathriv@gmail.com
Recibido: 10 de mayo de 2018.
Aprobado: 20 de julio de 2018.
Revista de Ciencias Sociales, DS-FCS, vol. 32, n.º 44, enero-junio 2019, pp. 81-102.
Introducción
La genealogía de los derechos humanos puede rastrearse en varios hitos a lo
largo de la historia1; sin embargo, su consolidación en tanto categoría política
se corresponde con el proceso de instalación de las democracias modernas.
La idea de generaciones de derechos es un pragmatismo analítico que ubica
en la Constitución de Estados Unidos (1787) y en la Revolución Francesa
(1789) dos momentos fundacionales de lo que hoy conocemos como el pa-
radigma de derechos humanos, consagrado en la Declaración Universal de
los Derechos Humanos (1948). Los principios modernos (libertad, igualdad,
fraternidad) fueron el marco que sustentó el desarrollo de los derechos huma-
nos, entendidos como convenciones sociales que moldearon las democracias
modernas.
Los fundamentos de los derechos humanos son de distinta índole: ius-
naturalistas (los derechos son inherentes a los seres humanos y son relativos
a la naturaleza y dignidad humanas); éticos (las personas tenemos derechos
por el simple hecho de ser personas; no se fundan en la naturaleza, sino en
las exigencias morales de una vida humana digna) o históricos (los derechos
son productos de su contexto socio-histórico, como forma de dar respuesta a
las necesidades humanas que varían según la época). Desde una perspectiva
socio-histórica, la ampliación del campo de los derechos humanos, a partir
del surgimiento de nuevas necesidades como parte del proceso de desarrollo
de las sociedades, cobra un sentido de especial pertinencia para la sociología:
por el objeto de análisis y por su vocación de transformar lo que se entiende
que es injusto.
Son tres las ideas fuerza (o hipótesis) que transversalizan esta reflexión:
la primera sostiene que, si bien desde hace varias décadas el terreno de los de-
rechos humanos ha dejado de ser privativo de la disciplina jurídica, la socio-
logía se ha ocupado bastante poco del asunto. No obstante, hay importantes
antecedentes en la teoría sociológica que demuestran la pertinencia de este
debate para la disciplina. Una de las vías de entrada desde la sociología al
1 Concilios V, VI y VIII (años 636-653); Fueros castellanos, leoneses y aragoneses (siglos XI y XII);
Carta Magna de Inglaterra (1215); Petición de Derechos de Inglaterra (1628); Acta de Hábeas
Corpus, Inglaterra (1679); Bill of Rights, Inglaterra (1689); Independencia y Acta de Independencia
de Estados Unidos (1776); Constitución de los Estados Unidos (1787); Declaración Universal de
los Derechos del Hombre y del Ciudadano, Francia (1789) (Martínez Salgueiro, 2008, p. 16).
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campo de los derechos humanos se abre a partir de la discusión sobre las des-
igualdades sociales y los modelos de justicia social. La segunda idea fuerza
propone que el análisis de los derechos humanos necesariamente está ligado
a una discusión sobre los procesos de democratización y desdemocratización
de las sociedades. Estos procesos dinámicos varían en el tiempo en cuanto a
su modalidad e intensidad. La relación entre el grado de permeabilidad de un
Estado para acceder a las demandas populares y la capacidad de incidencia
efectiva de los colectivos organizados para colocar sus temas en agenda es un
indicador importante para evaluar el grado de democratización/desdemocra-
tización. La tercera (y vinculada a la anterior) plantea que los principios que
dan sustento a la idea de derechos humanos son los mismos sobre los que se
erigen las democracias liberales, por lo tanto, cuando la prédica en contra de
los derechos humanos surge desde los sistemas democráticos —valiéndose
de las herramientas de la institucionalidad—, solo se genera un debilitamien-
to de los principios democráticos.
El artículo se organiza en tres apartados: el primero recupera el debate
sobre los derechos humanos en la teoría sociológica, a partir del pensamiento
de Marx, Bobbio, Habermas y De Sousa Santos, como propuesta de diálo-
go crítico. El segundo vincula la contribución del análisis que ha hecho la
sociología sobre las desigualdades sociales para pensar los derechos huma-
nos, y profundiza en el punto de conexión del debate derechos humanos/
desigualdades sociales como parte de una discusión más amplia acerca de
la justicia social y sus posibles caminos. El tercero propone el ejercicio de
pensar algunos ejemplos de temas relevantes de la agenda de derechos para
los casos de Brasil y Uruguay, mediante la observación de los procesos de
democratización y desdemocratización a partir de demandas, conquistas y
pendientes para el caso de las muertes violentas en Brasil y los derechos de
las mujeres en Uruguay.
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2 Traducción propia.
3 Traducción propia.
4 Traducción propia.
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5 De Sousa Santos define la hegemonía basado en el concepto gramsciano (De Sousa Santos,
2014, p. 35).
6 Traducción propia.
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7 Siguiendo con el caso de Brasil, nos referimos al fenómeno conocido como lawfare
(judicialización de la política): manipulación de los recursos legales para lograr un objetivo
político, valiéndose de la retórica e instrumentos de la justicia en tanto forma, pero tergiversando
y manipulando sus contenidos (Dunlap, 2008).
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Contribuciones sociológicas para pensar los derechos humanos 91
Una de las críticas posibles a este modelo, planteada por el propio Dubet
(2010), es que no da respuestas a las distintas trayectorias de vida y a la
multiplicidad de desigualdades. Es un modelo vinculado al empleo estable
(se debilita ante el desempleo y la precariedad). Funciona cuando el Estado
benefactor protege a los que están incluidos y homologa la ausencia de desi-
gualdades a la ausencia de desempleo.
Por otra parte, el modelo de igualdad de oportunidades se concentra
en ofrecer a todas las personas la posibilidad de ocupar mejores posiciones
desde un principio meritocrático y reduciendo las discriminaciones que obs-
taculizan el acceso a las posiciones.
Si bien es imposible oponerse a la desigualdad de oportunidades en tér-
minos de principios, los efectos agregados de las desigualdades no siempre
son captados por las estadísticas de una manera completa (debido al efecto
acumulación). Las desigualdades reales son producidas por una acumula-
ción de pequeñas desigualdades que terminan creando diferencias mucho
más considerables que las generadas por los ingresos. Este modelo tiende a
redistribuir menos y a asegurar menos las posiciones, ya que se concentra en
otros aspectos, más relativos a las restricciones culturales para acceder a la
estructura social de oportunidades (Dubet, 2014).
Dubet se inclina por el modelo de igualdad de posiciones, porque refuer-
za la solidaridad y se complementa con el de oportunidades (a medida que se
acercan las posiciones, aumenta la igualdad de oportunidades y la movilidad
social se vuelve más accesible). La igualdad de oportunidades es un efecto
positivo e indirecto de la igualdad de posiciones.
Desde la teoría crítica, Nancy Fraser (1997, 2000, 2001) centra su diag-
nóstico en la ausencia actual de un proyecto emancipatorio. La retórica del re-
conocimiento social desplaza a las luchas por la redistribución de la riqueza,
y, en simultáneo, las identidades son reificadas en un escenario cultural cada
vez más diversificado (Fraser, 2000). Estos dos problemas (desplazamien-
to y reificación) se sustentan en una atmósfera de globalización económica
expansiva y en la convivencia de expresiones culturales de la más diversa
índole que simplifican y fragmentan las identidades, generando un espacio
hermético de interacción. En el primer problema el énfasis está puesto en la
desigualdad, como un menosprecio cultural que no tiene una base material
(injusticia distributiva), haciendo a un lado el vínculo sustantivo existente
entre la invisibilidad cultural y la falta de acceso a recursos y beneficios
materiales. Existen quienes aceptan la falta de distribución económica, pero
esta es vista como una consecuencia de la falta de reconocimiento social. Al
segundo problema subyace una reafirmación del poder intragrupal, ya que
se estandariza una identidad esencialista sobre la cual se erige una retórica
homogeneizante.
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Según el Atlas da Violência 2017 (IPEA, 2017), entre 2010 y 2013 Bra-
sil ocupaba la décima posición en el mundo en tasas de muerte por arma de
fuego (20,7 cada 100.000). Entre 1980 y 2014 murió cerca de un millón de
personas víctimas de armas de fuego, pasando de 8.710 víctimas anuales en
1980 a 44.861 en 2014, lo que representó un aumento del 415,1%. Se calcula
que 95% de esas muertes son homicidios. Pero un dato importante es que la
tasa de crecimiento de esos homicidios se mantuvo constante en 8,1% desde
1980 hasta 2003. A partir de 2003, cuando se llegó a 36.000 muertes anuales,
el número de muertes por año cayó a 34.000 hasta 2008. Ese período coinci-
de con la aprobación e implementación del Estatuto de Desarme, una política
pública que restringió por ley el uso y los derechos de propiedad de armas
de fuego. La tasa de crecimiento de homicidios de 8,1% anual cayó a 2,2%,
salvando un número considerable de vidas (Waiselfisz, 2016). Es necesario
llamar la atención sobre el retroceso que significan los intentos por parte del
Congreso y de sectores del gobierno actual de “flexibilizar” el estatuto, y
promover leyes más permisivas para la posesión, uso y circulación de armas
de fuego9.
Las víctimas de homicidio por arma de fuego son, en su mayoría, hom-
bres, jóvenes y negros (Waiselfisz, 2016). A pesar de que las mujeres tienen
menor mortalidad por arma de fuego, la tasa de mortalidad de mujeres negras
aumentó 22% entre 2010 y 2015 (IPEA, 2017). La mayoría de las víctimas
habitan en áreas pobres y segregadas de las ciudades, llamadas favelas. El
término favela define las condiciones de trabajo, habitación y vida del sector
más pobre de la población, que reside en esos territorios (Machado da Silva,
2004), y el concepto está asociado al estudio de los mecanismos de poder que
identifican a los “excluidos” en el espacio social y territorial (Elías y Scotson,
2000). El control permanente de estos territorios por parte de grupos armados
vinculados al narcotráfico, milicias o paramilitares y los constantes enfren-
tamientos armados entre estos grupos y la policía resultan en ese número de
víctimas, objeto de denuncias por parte de instituciones y grupos de derechos
humanos nacionales e internacionales (Machado da Silva, 2008; NEV/USP,
2007). Diversos estudios comprueban que la desigualdad está más asociada
que la pobreza a las muertes violentas (Cano y Santos, 2001).
Para las poblaciones que habitan en favelas, el Estado solo llega mar-
ginalmente o con violencia (Lautier, 1997) y los derechos políticos, civiles
y sociales son limitados. Se condensa así la injusticia referida a los aspectos
de distribución o desigualdad estructural con características identitarias de la
9 Se está tramitando en el Senado una propuesta de plebiscito para anular el Estatuto. Cf. sitio
web del Senado de Brasil, 2018 <https://www12.senado.leg.br/noticias/materias/2017/10/06/
proposta-de-revogacao-do-estatuto-do-desarmamento-tem-grande-apoio-popular> [acceso el
17/04/2018].
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Reflexiones finales
A lo largo de este artículo se estableció un diálogo entre los aportes de la
teoría sociológica y las diversas concepciones de derechos humanos, desde
las que se elaboran las primeras críticas a la noción más liberal de derechos,
evidenciando la persistencia de las desigualdades a pesar de la pretensión de
homogeneización en la esfera de lo político. Se presentaron las conceptuali-
zaciones de derechos humanos que surgen con el Iluminismo y la Revolución
Francesa, se positivizan dentro del territorio político del Estado nación y se
internacionalizan en la segunda posguerra, así como la falta de garantías para
su aplicación práctica.
Se restringe así el concepto de derechos humanos al mundo occidental
moderno, epicentro de las nociones de derechos humanos que serán disemi-
nadas para las regiones periféricas. Se constata que las nociones de derechos
humanos varían con los momentos históricos y las luchas que se van dando
dentro de las sociedades, pero también varía la idea de dignidad humana, a
pesar de su pretensión sustancialista y atemporal. Más allá de constar en los
textos constitucionales y en las defensas jurídicas, su aplicabilidad es parcial
y circunscrita, y no es aplicable a poblaciones enteras.
Si bien los derechos humanos surgen como pilares ideológicos de las
democracias liberales, se observa desde el inicio una relación problemáti-
ca entre ellos: permanecen las desigualdades sociales y se acentúan, tanto
en el plano distributivo como en el de las luchas por el reconocimiento. En
este sentido, tenemos diferentes contextos. En Brasil, para las poblaciones
de favelas, pobres, negros, mujeres, jóvenes y defensores de derechos hu-
manos, las instituciones democráticas legales no funcionan, o lo hacen de
forma escasa y punitiva. Se generan espacios sociales de ciudadanía limitada,
donde la defensa de la dignidad humana no actúa y donde claramente están
operando mecanismos de desdemocratización que utilizan las instituciones
burocrático-legales del Estado para punir poblaciones enteras. Esto es más
grave cuando se accionan instituciones legítimas, como el Parlamento y el
Poder Judicial, para desempeñar funciones de dudosa legitimidad, como el
impeachment (proceso de destitución) perpetrado en 2016 contra la presi-
denta Dilma Rousseff, electa mediante sufragio y por mayoría absoluta de
votos, o para imponer una intervención militar en Río de Janeiro sin claros
fundamentos. Se fragilizan así las instituciones democráticas y los valores
que las sustentan.
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Revista de Ciencias Sociales, DS-FCS, vol. 32, n.º 44, enero-junio 2019, pp. 81-102.
DOI: http://dx.doi.org/10.26489/rvs.v32i44.5
Resumen
Este artículo busca evaluar el desarrollo de la teoría crítica y su situación hoy, y propone retomar
esta discusión sobre bases distintas a las que tradicionalmente se utilizan para pensarla. La
teoría crítica precede a la Escuela de Frankfurt, empezando con Marx, es plural y debe ir más
allá de sus cánones clásicos. Además, el artículo plantea el tema desde un punto de vista global,
que incluye a América Latina. Dan forma a esta perspectiva alternativa una visión más aguda de
la modernidad contemporánea, así como la defensa simultánea de la libertad igualitaria como
criterio para la teoría crítica y de su carácter ecuménico.
Palabras clave: teoría crítica / globalización / modernidad / Marx / Escuela de Frankfurt.
Abstract
Vicissitudes and possibilities of critical theory today. An ecumenical conceptualization
This article aims at evaluating the development of critical theory and its situation today, proposing
that it is resumed in bases distinct from which it is traditionally thought. It precedes the Frankfurt
School, beginning with Marx, is plural and must go beyond its classical canon. The paper puts
the theme moreover from a global standpoint, which includes Latin America. A sharper view of
modernity, as well as the simultaneous defense of equal freedom as a criterion for critical theory
and of its ecumenical character, shape its alternative perspective.
Keywords: critical theory / globalization / modernity / Marx / Frankfurt School.
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En búsqueda de una definición de la teoría crítica1
El objetivo de este texto es pensar los rumbos de la teoría crítica hoy y sus
relaciones, en particular, con la sociología, con referencia concreta al mun-
do contemporáneo. La teoría crítica no se restringe aquí a la tradición de la
llamada Escuela de Frankfurt y sus desdoblamientos, ni siquiera se la limi-
ta a lo que por convención se denomina “marxismo occidental”. Prefiero
conceptualizar a la teoría crítica de forma más ecuménica, posibilitando de
este modo que otros autores y corrientes se sitúen en ella, siempre y cuando
compartan algunos presupuestos comunes. Esto nos lleva a una discusión
inicial sobre algunas corrientes que podrían contribuir en la renovación de
este vasto campo teórico. Antes de esto cabe definir en qué medida y con
qué medida un abordaje teórico podría vincularse a la tradición crítica. No
obstante, me concentraré aquí en algunas dimensiones fundamentales del
debate contemporáneo, sin pretender efectuar una discusión sistemática de
todas las corrientes que hoy podrían ser vistas como integrantes de este
campo intelectual.
Una ambivalencia en relación con la evolución de la modernidad, en
sus aspectos multidimensionales —que incluyen el capitalismo, aunque sin
limitarse a él—, caracteriza buena parte de la teoría social europea desde
mediados del siglo XVIII hasta al menos las últimas décadas del siglo XX.
Libertad y dominación centellan en varios análisis como polos en los que
se realiza y se frustra la modernidad, ya que sus promesas son cumplidas
de manera parcial y unilateral a través de instituciones que, si por un lado
concretizan los valores de la libertad igualitaria que desde sus inicios fueron
cruciales para el imaginario moderno, por otro establecen parámetros de rela-
ciones sociales que constituyen nuevas formas de dominación (Domingues,
2002). Algunos llevaron la crítica muy lejos, como en el caso de Weber, pero
sin llegar a constituir una visión que se encuadre en lo que quiero definir con
ecuanimidad como teoría crítica: él se contentó con resignarse frente a un
mundo en el que los valores del liberalismo eran, de hecho, imposibles de
realizar en una sociedad altamente burocratizada y privada de libertad, donde
regía un sistema de dominación-legal consustanciado con el Estado moderno
(Cohn, 1978; Domingues, 2000).
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Vicisitudes y posibilidades de la teoría crítica hoy 105
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106 José Maurício Domingues
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Vicisitudes y posibilidades de la teoría crítica hoy 107
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108 José Maurício Domingues
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Vicisitudes y posibilidades de la teoría crítica hoy 109
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110 José Maurício Domingues
abordajes que se pretenden críticos, los cuales vienen dando atención a estas
cuestiones, así como a otros innumerables temas, como el patriarcado y el
sexismo, el racismo y la destrucción del medio ambiente, que tienen sus pro-
pias líneas críticas. No imagino aquí lidiar con todas ellas de modo alguno,
mucho menos agotar los múltiples temas y cada vez más específicos a los que
la vida social, en exponencial complejización, nos va llevando en ese sentido.
Importa en este contexto solo delinear lo que serían los ejes fundamentales de
un diagnóstico crítico del presente, apuntar hacia fuerzas emancipadoras en
ese cuadro histórico, tema crucial para la propia legitimidad de la teoría críti-
ca, e indicar caminos de pesquisa que me parecen relevantes en esa conexión.
La modernidad contemporánea
En las últimas tres o cuatro décadas hubo un cambio radical en la situación
de los diversos países del mundo. El capitalismo cambió sus patrones de acu-
mulación y regulación, así como de consumo; o sea, se alteró de sobremanera
su “modo de desarrollo”, para utilizar la expresión de los regulacionistas
franceses. El neoliberalismo es una expresión de eso, pero también lo son las
profundas transformaciones en la forma de organización de la producción y
del consumo, que por convención se llaman “posfordismo”.
Una globalización de esos procesos emergió en todos los países del mun-
do, de forma “desigual y combinada”, junto con su fragmentación: por el just in
time (justo a tiempo) y por la lean production (producción ajustada), por la ter-
cerización y por las redes entre empresas, por la pluralización y segmentación
de los mercados de consumo, así como por más concentración y centralización
del capital y por una polarización social creciente entre clases sociales, o entre
pobres y ricos, desde un punto de vista fenomenológico. Esto marcó, de modo
contingente, lo que se puede caracterizar como el pasaje de la segunda fase de
la modernidad —organizada en gran medida por el Estado— hacia la tercera,
de creciente complejidad social y en la cual el Estado retrocede hacia otras ta-
reas de gobernabilidad, dejando que la economía, ahora mucho más globaliza-
da, sea regulada de manera creciente por el mercado, con predominio en buena
medida del capital financiero sobre este proceso (Boyer, 1986; Harvey, 1990 y
2009; Piketty, 2014; Domingues, 2008, 2012 y 2015).
Existía, en tanto, la expectativa de que la democracia iba a florecer —o
al menos había una expectativa normativa en cuanto a la cuestión demo-
crática—. De aquí venía la esperanza de los sectores dominantes de la teo-
ría crítica, ya mencionados, que apostaron a esto. De modo general, eso no
ocurrió, se trataba de esperanzas frustradas y los elementos democráticos
de esos sistemas políticos se encogieron, en términos de la confianza de los
ciudadanos en el comportamiento de los ocupantes del Estado, del espacio
de participación y de su protección cuando participan (Tilly, 2004, pp. 7-30;
Revista de Ciencias Sociales, DS-FCS, vol. 32, n.º 44, enero-junio 2019, pp. 103-122.
Vicisitudes y posibilidades de la teoría crítica hoy 111
2007, especialmente cap. 1). Se podría sugerir que el problema está locali-
zado en los países del antiguo “tercer mundo” y en aquellos que vivieron el
“socialismo real”, tanto China y Cuba como Rusia. Pero eso es claramente
falso: la democracia es restringida y retrocede justamente en aquellos países
de Occidente en los que emergió, sea en Europa o en los Estados Unidos.
Participación, respeto al mandato electoral conferido por la población,
articulación con las fuerzas organizadas de la sociedad, respeto a los dere-
chos humanos y demás derechos, libertad de prensa, tolerancia en relación
con grupos étnicos y religiosos distintos, todo eso se ve en jaque por el fraude
electoral explícito, por una acentuación del poder represivo del Estado, por
la completa indiferencia por el mandato recibido por los partidos y “líderes”
para realizar políticas definidas en sus campañas —cambiándolas de forma
cínica a su antojo o el del mercado—, por el uso oficial de la tortura y el
secuestro, por el aumento de los secretos y servicios secretos y de vigilancia,
por el racismo oficial y abierto, por el uso instrumental y selectivo de la justi-
cia, por el creciente fortalecimiento e independencia de los ejecutivos frente
a los parlamentos (y dentro de aquellos, de los bancos centrales), por ataques
a la prensa de forma frontal si ella se muestra crítica al poder establecido,
al tiempo que los medios de comunicación de masas se hacen cada vez más
monopólicos y vinculados al neoliberalismo global.
Infelizmente, muy poco —o casi nada— viene siendo, de manera crítica
o no, teorizado en este sentido (para ciertos aspectos de esto ver, American Po-
litical Science Association, 2004; Crouch, 2004, Giroux, 2004; Sassen, 2006;
Pierson y Skocpol, 2007; Streeck, 2005 y 2011)3. En cierta medida, la continui-
dad formal —en muchas instancias en verdad dudosa en la mejor de las hipóte-
sis— de los sistemas liberales democráticos sustrae el tema de la discusión. Por
supuesto, tampoco debería olvidarse lo que se podría llamar desexcepcionali-
zación del “Estado de excepción”, que marca la evolución de las democracias
liberales desde su propia emergencia en el siglo XIX y que hoy, según Agam-
ben (2003), alcanza su ápice, y se encuentra en la base del fortalecimiento de
los ejecutivos en detrimento de la soberanía popular y del parlamento.
Sobre este punto, aunque con dificultades y limitaciones, América La-
tina es la única región del mundo que ha avanzado, en sentido contrario a
lo que ocurre en otros parajes, en la dirección de construir y profundizar
la democracia, desarrollando lo que definí como una revolución “molecular
democrática”. Es verdad que este proyecto “transformista” ha tenido mucho
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cos, sino también de una clase media que se despegó de los pobres y vive el
sueño de un consumismo sin fronteras4. Esto último es uno de los elementos
cruciales de su diferenciación, al lado de otros mecanismos que caracterizan
estilos de vida, que se alejan por la residencia, hábitos, actitudes de la masa
de trabajadores e incluso de sectores inferiores de las clases medias, derro-
tadas y vinculadas a servicios y derechos sociales. La indiferencia, como en
China, o el desprecio, como en la India, por la democracia, que con todo en
este último país es celebrada de manera entusiasta por las clases populares y
castas subalternas, completa el cuadro de la vinculación de esas clases me-
dias a sus países. Esto remite a la tercera fase de la modernidad, acribillada
por la heterogeneidad, por la polarización, por los nichos de mercado y por
las amenazas u obstáculos a la democracia (Abaza, 2006; Lange y Meier,
2009; Domingues, 2012). Como ya lo señalé, a pesar de que América Latina
comparte muchas de esas características, su movimiento en los últimos años
venía siendo en la dirección opuesta, lo que ya no se verifica de hecho. Hasta
qué punto esto es sustentable en el largo plazo, en qué medida no se tornará
en un giro de poco aliento y poca significación en la larga duración de la his-
toria, son indagaciones que solo el futuro será capaz de responder.
En este sentido, sí se comprende que el “autonomismo” que afecta los
movimientos sociales argentinos hace algún tiempo lleva al estancamiento
(Svampa, 2008), aunque se puede entender en la contingencia de defender-
se de un peronismo de tendencias siempre autoritarias. Asimismo, se debe
cuestionar también la propuesta teórica de Chatterjee (1993, especialmente
pp. 218 y 238; 2004), en otra parte del mundo, que en principio identifica,
pero de hecho también celebra, la “sociedad política”, la cual existiría en
desmedro de la ley, declinando la demanda por derechos, opuesta, según él,
a la “sociedad civil” de las clases medias, recomendando la idea de “comu-
nidad moral” autónoma. Esto poco afecta hoy a los sistemas de dominación,
que se muestran bastante satisfechos de mantener la sociedad fragmentada en
regiones estancas, desde que los llamados “excluidos”, las nuevas “clases pe-
ligrosas”, están bajo control, ocupándose más de su “gubernamentalidad” las
organizaciones no gubernamentales que el Estado (aunque el bagaje general
de su actuación esté mediado por él). Al contrario, a los sistemas de domina-
ción actuales tal acuerdo puede serles muy favorable, alejándolos de manera
definitiva de cualquier principio universalista de cohesión social, que deman-
da una solidaridad más amplia, así como niveles diversos de responsabilidad
individual y colectiva (Domingues, 2002), que no pueden detenerse en el
plano de las micromovilizaciones. Es preciso evitar el provincianismo de
movilizaciones que no sobrepasan de hecho el nivel local, que son, además,
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¿Podemos avanzar hoy, más de lo que lo hemos hecho, más allá del
imaginario y de las instituciones de la modernidad, pero también de la retóri-
ca? Conceptos-tendencia, tanto para el diagnóstico del presente como para la
identificación de posibilidades de desarrollo más allá de la modernidad —el
“movimiento real de las cosas”, como se señaló un día—, han sido cruciales
para la teoría crítica. Pero esos esfuerzos fueron simplemente abandonados
en favor de una lectura de la historia que pone un exceso de énfasis en la
contingencia, con pocas excepciones (como la teorización anterior de Ha-
bermas sobre los nuevos movimientos sociales o aquellos que apuntan hacia
un agente abarcador y no especificado, la “multitud”, como el gran eman-
cipador de la era posmoderna). No hay nada claro en este momento exacto,
y es probable que el nivel de complejidad de la vida social esté bloqueando
afirmaciones absolutistas demasiado generalizantes sobre tendencias de tan
largo alcance (aunque el poder de las corporaciones parezca cada vez más
profundo, asustador y de manera alguna emancipatorio). Dejar atrás las cer-
tezas, sus soportes epistemológicos y sociológicos, era en realidad necesario.
Tal vez, con todo, precisemos retomar aquellos diagnósticos de forma más
sistemática, aunque con una inevitable actitud mental más modesta (y no
forzosamente optimista). Por supuesto que la sociología puede desempeñar
un papel central en esto.
Renovación de la crítica
Es claro que el proyecto multidisciplinario del Instituto de Investigación So-
cial de Frankfurt, dirigido por Adorno y Horkheimer, sigue siendo un mo-
delo interesante de emular, aunque haya otras formas de buscar la totalidad,
hoy vista como inevitablemente más parcial, formas estas que se realizan
de manera menos sistemática, pero con suerte también más efectiva. Una
teoría general de la modernidad no puede sino requerir un esfuerzo conjunto
y multidisciplinario. Además, la gama de problemas que requieren atención
desde lo que serían perspectivas críticas, necesariamente plurales, es muy
amplia, con énfasis, por ejemplo, en lo que Adorno y Horkheimer llamaron
“industria cultural” (1984), cuya importancia no para de crecer y se encuen-
tra tan vinculada a la cultura de consumo, y sus teorías están lejos de dar-
nos respuestas actuales, en particular en América Latina, como ha observado
Martín-Barbero (1987).
Para comprender este universo social contemporáneo nada mejor que la
sociología, disciplina cuya identidad parece evanescente, destrozada por la
colonización de su campo por disciplinas afines o adversarias, como la an-
tropología y la ciencia política, la lingüística y la filosofía, la economía y las
investigaciones en políticas públicas, o, en el caso brasileño, en especial, por
el llamado “pensamiento social”. Sin hablar de la mistificación que el “pos-
colonialismo” tardío comienza a intentar promover entre nosotros, el mito de
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DOI: http://dx.doi.org/10.26489/rvs.v32i44.6
Revisitando un outlier
El domicilio insospechado de la excepcionalidad
uruguaya
Amparo Menéndez-Carrión
Resumen
Muchos de los fragmentos de experiencia que dieron lugar a la idea de “excepcionalidad
uruguaya”, convertida en una suerte de lugar común, remiten al pasado. Mi propósito en este
artículo es mostrar la plausibilidad de recolocar el locus de esta excepcionalidad a través de sus
encuentros y desencuentros con la polis, entendida como espacio discursivo, forma de capital
público y régimen de regulación discursiva. Esta formulación permite una relectura integral del
Uruguay y su saga, una genealogía del lugar de lo público y la ciudadanía, y la elaboración de
nuevas entradas para la reflexión-acción, para concluir que el mayor interés del caso remite a
lo que revisitar el itinerario del Uruguay desde el trayecto de la polis en él permite mostrar: que
el domicilio de la excepcionalidad uruguaya pertenece a la teoría, más precisamente a la teoría
política.
Palabras clave: ciudadanía / espacio público / polis / teoría política / Uruguay.
Abstract
Revisiting an outlier. The previously unsuspected locus of Uruguay’s exceptionalism
Uruguay’s exceptionality within the context of Latin America and beyond has been well established
in the scholarly literature for some time. Most fragments of experience which have sustained the
notion of ‘Uruguayan exceptionality’, turned into a sort of commonplace, belong to the past. My
purpose in this paper is to show the plausibility of relocating this ‘exceptionality’ by focusing on
the changing relationship between Uruguay’s itinerary and the polis, posed as a specific kind of
discursive space, form of (public) capital and regulatory regime. This formulation allows an integral
re-reading of Uruguay’s historicity, the making of citizenship and things-public, and suggests new
entries for action-oriented theory, to conclude that the locus of Uruguay’s exceptionality is none
other than theory and, more specifically, political theory.
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Introducción
La literatura sobre métodos de análisis comparado está repleta de adverten-
cias acerca de los riesgos de acudir a casos singulares para propósitos com-
parativos que no sean los de “contrastar” y, en el mejor de los casos, procurar
dar cuenta del “porqué de la diferencia”, lo cual, finalmente, reafirma su
condición de outliers1. “Por algo son singulares”, dirán los recién iniciados;
por algo son deviant cases, dirán los académicos familiarizados con la termi-
nología de la política comparada.
Al tomar distancia del quehacer comparativo típicamente aferrado a las
teorías de rango medio ––que con deliberación se apartan de contemplar la
conexión entre el rigor empírico que buscan y el “para qué” teórico que sue-
len eludir en aras de no perder un recato supuestamente acechado por las
“abstracciones imposibles”––, surge una serie de preguntas potencialmente
interesantes. Entre estas preguntas hay una que da pie a lo que me propongo
decir en este texto: ¿Será (o no) plausible asignar a la “excepcionalidad” un
lugar que no sea el de compañera inseparable de la condición de outlier que
poco o nada tiene que decirle a la teoría en letra grande sobre cuestiones de
interés, digamos, “universal”?
Para averiguarlo habrá que buscar senderos que se apartan de los ya
transitados2. Podremos proponernos, por ejemplo, caminar una historicidad
concreta desde cualquier “presente” hacia atrás, para volver luego al punto
de partida, a fin de interrogar las implicaciones de ese recorrido de onda larga
más allá del contexto específico que alojó la experiencia registrada. Tarea
arriesgada. Al menos en principio, se presta a extrapolaciones inconsultas,
más aún si se parte del reconocimiento de que el orden capitalista mundial
1 Acerca de la excepcionalidad, ver Marks y Lipset (2000). Uno de los estudios más tempranos
e interesantes acerca de la excepcionalidad (me refiero al de Sombart, 1976) versa sobre los
Estados Unidos de América en tanto deviant case en el que no surge un partido socialista de
envergadura, a diferencia de otras economías capitalistas avanzadas de la época.
2 Ver Collier (1993), especialmente pp. 115-116. Acerca del interés de los deviant cases para
“hacer” teoría, ver Kazancigil (1994), Ragin (2004), Mahoney (2007), y Seawright y Gerring
(2008), entre otros. Acerca de las comparaciones intrarregionales, ver Menéndez-Carrión y
Bustamante (1995).
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Revisitando un outlier 125
3 Recuérdese que la idea de destrucción-creadora fue introducida por Werner Sombart (1863-
1941) y movilizada pioneramente por Joseph Schumpeter en su obra clásica Socialism,
Capitalism and Democracy (2003).
4 Ver Menéndez-Carrión (2015a), tomo I, capítulos 4, 5; tomo II, capítulos 6, 7, 10; tomo III,
capítulo 9.
5 Ver Menéndez-Carrión (2015a), tomo I, capítulos 4, 5; tomo II, capítulos 7-10; tomo III,
capítulos 11-14.
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Revisitando un outlier 127
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128 Amparo Menéndez-Carrión
la luz del típico sometimiento de los Estados nacionales a las exigencias del
mercado capitalista), ya que mi lectura de la relación público-privado impli-
ca un sesgo fuerte hacia lo público como espacio relacional cuyo vigor, a tra-
vés de múltiples arenas y modos de hacer las cosas, habilita la neutralización
y corrección ––a secas–– de las fallas del ámbito privado (con implicaciones,
dicho sea de paso, en modo alguno menores para repensar el quehacer propio
de las “políticas sociales”).
Discurso
Ateniéndome a la comprensión posestructuralista del discurso, que, como
se sabe, no tiene nada que ver con la sociolingüística, con lo que se “dice”
ni con “cómo se dice” (en clave de análisis de contenido, por ejemplo), doy
por sentado que conferir significado remite a la cuestión del poder y que, por
consiguiente, en cualquier situación o momento dado, lo que está en juego es
la representación de la realidad a través del discurso. Esto quiere decir que
apelo al discurso para representar la producción de verdad y significado, el
despliegue de lógicas discursivas contrapuestas y sus efectos de poder-saber
(lo que estas incluyen, excluyen, privilegian o silencian). Y esto de inmedia-
to me lleva a otra precisión necesaria, atinente al lugar de la cultura en esta
formulación.
Cultura
La configuración de la/s calidad/es, textura/s y sentido/s de lo público
y la morfología del campo de la ciudadanía (cualesquiera que esta sea)
corresponde ––en última instancia–– al terreno que condensa el desen-
volvimiento de la articulación entre formaciones, zonas y estructuras ma-
teriales, ideacionales y normativas. En este planteo, la cultura figura para
representar, precisamente, ese terreno complejo e “intangible” en el que
las lógicas de poder se despliegan y confrontan entre sí; es decir, el espa-
cio en que se juega la posibilidad de definir la lucha por la hegemonía en
sentido gramsciano.
Si se apela a la noción de cultura para designar el lugar donde el signi-
ficado de las cosas se tramita y su significación se asigna ––desde algo tan
complejo como las coordenadas de la “condición presente”, pasando por los
planes de gobierno y sus políticas, hasta los datos en apariencia más triviales
de la experiencia––, se entenderá que en esta formulación el terreno cultural
y el terreno del poder son lo mismo. Puesto de otro modo, reconocer el terre-
no cultural como el espacio en el que se libran las batallas por la hegemonía
(siempre discursiva) significa apelar a la cultura para situar el terreno del
poder. Desde luego, esta comprensión se aparta por completo de las concep-
tualizaciones a las que en general se apela en la ciencia política para designar
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Revisitando un outlier 129
La cuestión de la polis
Aterricemos el breve bosquejo anterior en su componente primordial. Casi
una década después de haber comenzado a reflexionar sobre la cuestión de
lo público y la ciudadanía, entendí que no tenía mayor sentido continuar en
la tarea sin desempolvar la idea de la polis. Con base en lo que recorrer el
trayecto de la idea me permitió destilar y prestando un poco de atención a una
literatura por entonces reciente, que, ajena a la corriente principal de la cien-
cia política y anclada con firmeza en la teoría, ofrecía una serie de pistas por
demás interesante, entendí que cabía apartarse del reduccionismo al que el
conocimiento recibido suele someterla. Para poner la idea en movimiento sin
distorsionar el silencioso código que la dotaba de vigencia, cabía liberarla de
sus ataduras conceptuales a “la república”, “la ciudad”, “el Estado nación”,
“una comunidad armónica” o “una familia ampliada que se lleva bien”. Pues-
to en otros términos, escudriñar la genealogía de la idea me permitió concluir
que el tipo de espacialización de lo público que la polis autoriza gira en torno
a dos principios constitutivos: la pluralidad y el igualitarismo6.
De allí que mi actual lectura de lo público y la ciudadanía gire en torno
a la cuestión de la polis entendida como espacio discursivo anclado a un eje
plural-igualitario que puede “encontrarse” o “desencontrarse” con cualquier
arreglo territorial concreto (me refiero en este caso al Estado nación) en dis-
tintos momentos de la experiencia. De allí también que mi interés se centre
en las operaciones de ese espacio y en el despliegue de su doble eje a través
del tiempo, lo que implica movilizar la idea, también, en cuanto forma de
capital y régimen de regulación discursiva, asuntos a los que me referiré más
adelante.
Agréguense dos consideraciones adicionales. Por un lado, adviértase
que reconocer ese doble eje como anclaje de la polis permite devolver “la
convivencia” a su locus político, rescatándola así de la trivialización a la que
el simulacro del “todos juntos” la somete cuando se apela a ella en términos
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130 Amparo Menéndez-Carrión
7 Se ha vuelto común como “política cultural” a lo largo y ancho de América Latina que los
gobiernos locales lleven eventos “integradores”, por ejemplo, a las plazas de la ciudad.
Improbable sustituto de la escenificación (virtuosa) de la convivencia entre extraños. La
siguiente no es más que una entre la infinidad de escenas ilustrativas de esa improbabilidad.
Transcurre semana a semana en la emblemática Plaza Fabini de Montevideo. En mi último
viaje a Uruguay, pocos días antes de terminar este artículo, volví a toparme con la escena.
Desde hace algunos años el gobierno local monta con regularidad breves espectáculos que, a
manera de flash, llenan de bailarines profesionales y/o cantantes, por ejemplo, el tramo más
concurrido de la plaza. Ni el gobierno local ni los bailarines y cantantes toman en cuenta que
un grupo de vecinos tangueros lleva su tocadiscos y parlante a esa plaza los fines de semana y
feriados desde hace décadas. Entonces los entusiastas de siempre (unas quince parejas y más)
y quienes se unen espontáneamente las tardecitas de tango en la plaza proceden a moverse a
un costado y siguen en lo suyo. Mientras tanto, los parlantes en competencia producen una
cacofonía insoportable, hasta que los tangueros se dan por vencidos e interrumpen su danza,
los turistas chinos dejan de tomar fotos y el hombre en harapos que baila en solitario alrededor
de los tangueros, y provoca miradas de desaprobación en no pocos transeúntes y turistas, ahora
se desplaza hacia los bailarines profesionales para seguir bailando a su alrededor. A pocos
pasos, y en el mismo lado de la plaza, sobre la calle principal de Montevideo (la avenida 18
de Julio), un grupo de voluntarios cumple la tarea que viene cumpliendo, según mi registro
etnográfico, desde hace al menos cinco años en la plaza: bajan de dos o tres vehículos, a eso de
las 7 de la tarde, un par de manteles, caballetes, tableros, vasos, platos y cubiertos para servir,
con calidez y sin apuro, al centenar de personas sin techo que acuden para recibir, semana a
semana, un plato de comida caliente, una gaseosa y un postre.
8 Este segmento reelabora y retoma parcialmente el texto de apoyo a la conferencia Más allá
del sentido común y sus enredos. ¿Como el Uruguay no hay? Como el Uruguay no hay. El
domicilio insospechado de la excepcionalidad uruguaya, que pronuncié en ocasión de las
XVI Jornadas de Investigación de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la
República (Montevideo, 12 de septiembre de 2017). Agradezco a las autoridades de la Facultad
y a la comisión científica que organizó el evento por la invitación, que me permitió exponer mis
reflexiones en un ambiente muy propicio para intercambiar ideas con estudiantes y profesores,
en compañía de dos comentaristas de excelencia (Susana Mallo y Paulo Ravecca). A todos
ellos, a Mariela Quiñones y a Anabel Rieiro, mi más cálida gratitud.
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Revisitando un outlier 131
del espacio discursivo que la polis nombra. Por cierto, los cambios en el or-
den mundial y sus implicaciones para la internacionalización del Estado, el
problema del territorio y los Estados nacionales en relación con la trasnacio-
nalización de las interacciones, etcétera, desaconsejan situar “el lugar donde
se vive” como problemática central para pensar el “presente”. En todo caso,
considerar con detenimiento la batería de argumentos potencialmente disua-
sorios permite rescatar el lugar donde se vive de manera plausible9.
Pero… ¿tendrá sentido movilizar ese tipo de pregunta en el contexto
latinoamericano? Más allá del interés en sí de los rasgos de la mayoría de los
entornos latinoamericanos y sus respectivas sagas, desde cuyo presente —en
el transcurso de las últimas tres décadas, al menos—, por lo demás, se recla-
ma (desde abajo) y se declara (desde arriba) la adhesión expresa a procesos
de “ciudadanización” que importen (en aras de “la justicia” y la “equidad”
históricamente negadas a las grandes mayorías, etcétera), ninguno permite
examinar ese modo específico de regular la convivencia. Es decir, Améri-
ca Latina no incluye entornos societales cuya experiencia concreta permi-
ta posar el lente en la polis para contemplar sus momentos prehegemónico
(configuración), hegemónico (estabilización), contrahegemónico (embate) y
poshegemónico (defensa y eventual reducción de su radio de acción a los
márgenes del terreno), exigencia básica para tramitar la pregunta. Claro que
uno parece salvarse del descarte…
Fue así que me dispuse a recorrer aquel entorno societal cuyos rasgos,
según algunas pistas preliminares disponibles, lo hacían figurar como el úni-
co con potencial interesante para asomarse al trayecto de la polis a través de
más de un siglo de experiencia concreta. De lo contrario, habría procedido
tempranamente a descartar aquel “país menor” que, en palabras de una des-
tacada colega uruguaya, no le interesaba “a nadie”, o tan solo a unos pocos,
más que nada especialistas nacionales y latinoamericanistas de la sociología
interesados en la cuestión urbana, el empleo informal, la cuestión del medio
ambiente, los asentamientos precarios, etcétera, y de la ciencia política, dedi-
cados al estudio de la poliarquía, la democracia en cuanto forma de régimen,
el sistema de partidos y los procesos electorales en perspectiva comparada,
etcétera.
Partí de un presente que ubiqué en un tramo de dos décadas (desde el
retorno del régimen poliárquico en 1985 al año 2015) para caminarlo hacia
atrás, rumbo al asentamiento territorial y con varios reconocimientos del te-
rreno, de ida y vuelta, para finalmente concluir en el punto de partida, es
decir, en el tramo más inmediato de la condición presente, para considerar
el itinerario del Uruguay y el trayecto de la polis en él de forma integral —
9 Sobre los contraargumentos en cuestión, véase Menéndez-Carrión (2015a, tomo I, pp. 58-69).
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Formas de ciudadanía
Interrogar las formas de ciudadanía implicadas en la fragua de la polis en su
momento hegemónico y, también, en el tránsito hacia su condición posterior
habilita un ejercicio de tipologización que no tiene demasiado que ver con
el conocimiento recibido, como tampoco con mis propias elaboraciones an-
11 Por “disonancia discursiva” me refiero a las intrincadas pulsiones apostadas en rumbo contrario
al que se declara o pretende representar y a la enredada trama discursiva que su cohabitación
produce, fuera del repertorio previsto o anunciado por quienes la ponen en acto, al empujar los
trazos del terreno en diferentes direcciones a la vez. Véase Menéndez-Carrión, 2015a, tomo I,
capítulo 5 y tomo II, capítulos 8, 9 y 10.
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Revisitando un outlier 139
12 Para un abordaje detenido véase Menéndez-Carrión, 2015a, tomo I, capítulo 7, pp. 211-234 y
capítulo 10, pp. 523-548. El itinerario de las dos formaciones eje se muestra en el Cuadro X-1,
p. 529; las cinco formas de ciudadanía y sus constituyentes aparece en cuadro X-2, tomo II, p.
534. Véase también cuadro X-3, p. 543.
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13 Sobre la relación entre el notable campo teatral uruguayo, desde fines del siglo XIX hasta los
primeros quince años del siglo XXI, y el trayecto de la polis, véase Menéndez-Carrión, 2015a,
tomo III, capítulos 13 y 14, dedicados por completo al tema.
14 La advertencia es la siguiente: “[…] Si el mundo ha de incluir un espacio público no se puede
establecerlo para una generación y planearlo solo para los vivos, sino que debe superar el
tiempo vital de los hombres mortales” (Arendt, 2004, p. 64).
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15 Véase Menéndez-Carrión 2015a, tomo III, capítulo 15, pp. 463-469; y Menéndez-Carrión,
2017.
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Aclárese que por “cosas que valen la pena” me refiero a hacer y custo-
diar lo público de la polis mediante el involucramiento organizado en un am-
plio repertorio de arenas y a través de un amplio repertorio de estrategias en
las cuales la práctica del disenso figura, adviértase de paso, de manera signi-
ficativa. Menciónese, finalmente, otra señal en la que no está de más insistir:
una vez asido por el doble eje de la polis —y con el nodo medio a jornada
plena—, el espacio público está en condiciones de funcionar para compensar
y corregir las “fallas” del “hogar”, con implicaciones, que saltan a la vista al
contemplar los casos registrados, acerca de en qué y cómo intervenir (o no
intervenir) desde las políticas sociales.
Las señales de autorregulación democrática también aparecen en el mo-
mento poshegemónico de la polis, si bien circunscritas en ese momento es-
pecífico a gestos facultados principalmente por la naturalización, cuyo radio
de acción un capital “al límite” no augura sostenible por mucho tiempo más.
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Revisitando un outlier 145
esto, habrá que subrayarlo: sin las luchas de la izquierda el doble eje de la po-
lis no puede traducirse en modelo ejemplar y, por consiguiente, lo público y
la ciudadanía de un terreno anclado en la pluralidad y el igualitarismo (prin-
cipios que no “equivalen” en modo alguno al pluralismo y la equidad, por no
ser otro que el liberalismo político la matriz de ambas) no podrán aparecer.
Desbrocemos el planteo en ocho puntos.
1) Lo que marca a fuego los momentos de configuración y estabilización
del espacio discursivo de la polis son los trabajos de la izquierda —léa-
se, el aporte de simpatizantes o militantes anarquistas, socialistas y co-
munistas a su hechura, aunque no fuera esto lo que esos simpatizantes y
militantes se propusieran y aun cuando doctrinariamente la izquierda no
se situara en el epicentro del terreno (del poder), ya que, huelga señalar,
allí estaríamos ante la hegemonía de un momento ideológico más que
discursivo—.
2) No solo el grueso de la tarea de configuración y estabilización del es-
pacio discursivo de la polis recayó en filas y vanguardias de izquierda
en cuanto portadoras y custodias del modelo ejemplar, destáquese, sino
también su posterior defensa… ¿Y después?
3) En retrospectiva y sin desestimar que los trabajos posteriores de sus or-
ganizaciones en escenificar una fuerte resistencia a las políticas neolibe-
rales desde 1985 y durante las dos décadas siguientes fuesen por demás
notables, anótese que la mayor incidencia de la izquierda uruguaya se da
en los momentos de configuración, estabilización e insilio de la polis.
4) Lo anterior significa que la incidencia de la izquierda se difumina, par-
cela y distiende en Montevideo desde que el Frente Amplio asume la
Intendencia (1990 en adelante) y, a nivel nacional, desde el año 2005
en adelante, cuando asume el gobierno nacional. A partir de aquí, y ya
plenamente instalado el trayecto de la polis en su momento poshegemó-
nico, habrá que sugerir la conveniencia de marcar la diferencia —sig-
nificativa— entre, al menos, dos izquierdas. A este punto refieren los
cuatro siguientes, precisándolo.
5) La experiencia uruguaya habilita una manera alternativa de represen-
tación del complejo universo de las autoadscripciones de izquierda,
que no apela a las distintas plataformas ideológicas y de partidos, or-
ganizaciones y movimientos o a la correspondencia o distancia entre la
ideología que se declara y las acciones que se emprenden. Esta manera
alternativa de representación sugiere la diferenciación que opera en lo
interno de ese universo cuando el tipo de relación entre autoadscripción
a la izquierda y el modelo ejemplar de la polis es el criterio a partir
del cual la diferenciación se traza. Adviértase que estas indicaciones se
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Revisitando un outlier 147
En síntesis
Interrogar cómo se construye y estabiliza un eje plural-igualitario se presen-
ta, en principio, como misión cuasi imposible: pretender registrar las opera-
ciones de un eje invisible de articulación de los modos de relacionamiento y
convivencia preeminentes en una sociedad concreta y los límites y alcances
de ese momento central, que no es otro que el momento hegemónico de un
modo específico de regular la convivencia. Contar con una experiencia con-
creta que permita aterrizar la pregunta acerca de cómo la polis deviene en sí
misma reviste implicaciones mayores que trascienden el caso en sí. Que la
experiencia uruguaya rinda lo suficiente como para registrar tres momentos
de la polis de manera integral y ofrezca nuevos puntos de entrada a una pro-
blemática que no pocos obreros del pensamiento y de la acción consideran
crítica —me refiero, desde luego, a los dilemas en torno a la construcción y
sostenimiento de lo público y la ciudadanía en la nueva era global— es sufi-
ciente para trasladar el domicilio de su excepcionalidad al campo de la teoría.
Agréguese brevemente un punto importante: la riqueza analítica del
caso anima a detenerse no solo en lo que la experiencia registrada pone a
disposición de la teoría, sino también en movilizar una pregunta que remite
al momento que faltó. Me refiero a cómo pensar el tránsito hacia el momento
que la experiencia uruguaya no permite registrar, es decir, al cuarto momen-
to, que no es otro que la recuperación de hegemonía.
Desde luego, el continuo hipotético que marca un trayecto “completo”
incluye el retorno, donde retorno no significa “al pasado” sino a la hegemo-
nía. Esto quiere decir que, si nos apostamos en el lado teórico del tipo de
empalme entre teoría y experiencia que la excepcionalidad uruguaya admite
“hoy”, carece de sentido plantear que el trayecto de la polis ha de terminar
necesariamente en pérdida. Que la hechura del momento de tránsito (a) recae
en el campo de la ciudadanía; (b) es contingente en el reposicionamiento del
lugar que los hacedores y custodios de lo público ocupan en la actualidad
(los márgenes del terreno) hacia el epicentro del campo; y (c) requiere de
la izquierda de la polis para aparecer, son tres puntos que se desprenden de
la experiencia registrada. Y son más que suficientes para abrir una cantera
de pistas en condiciones de alimentar futuras entradas potencialmente in-
16 Véase Menéndez-Carrión, 2015a, especialmente tomo II, capítulos 7-10; y tomo III, capítulo 15.
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Referencias bibliográficas
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Artículo
DOI: http://dx.doi.org/10.26489/rvs.v32i44.7
Abstract
Political expectations of young abstentionists. The case of the X federal electoral district of
Veracruz, Mexico
In the present text we present the results of the lexometric analysis performed on 131 answers
to the question ‘Why would you vote?’, Which was part of a questionnaire applied to the same
number of young electoral abstentions of the tenth federal electoral district, located in the City of
Xalapa, Veracruz, Mexico. The objective was to explore their expectations around politicians and
politics. Although it does not deepen the subjective dimensions, the results indicate the existence
of different types of expectations, varying lexical worlds and the use of particular words by groups
for schooling or occupation. The data is part of a larger quantitative investigation, which aimed to
capture the social representation of the vote of electoral abstinence young voters.
Keywords: young / expectations / electoral abstention / lexical world / lexicometry.
Alim Getze Mani Eden Vasquez Feria. Licenciado en Sociología por la Universidad
Veracruzana, maestro en Ciencias Sociales por el Instituto de Investigaciones Histórico-
Sociales de la misma universidad. Actualmente trabaja en el Instituto de Investigaciones en
Educación de la Universidad Veracruzana (México).
E-mail: alivasquez@uv.mx
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Introducción
Actualmente, a nivel internacional, los jóvenes son quienes menos votan en
los procesos electorales y más desconfían de la política, además de emplear en
menor medida los canales tradicionales para vehiculizar las demandas socia-
les (IDEA Internacional, 2017; Rial, 2015; Maldonado, 2015). En cambio, se
sostiene que los jóvenes participan con mayor intensidad en movimientos so-
ciales1 que enfocan sus demandas en cuestiones específicas (Maldonado, 2015;
Garcés, 2010; Fernández, 2009; Mannarini, et al., 2008; Becerra, 1996).
Considerando lo anterior, indagamos sobre los mundos lexicales y las
expectativas políticas que los motivarían a votar expresadas por jóvenes abs-
tencionistas electorales. Partimos del siguiente supuesto básico: el paso de
abstencionista a votante estaría acompañado de expectativas; los abstencio-
nistas apostarían con su voto al cumplimiento de estas, como cualquier otro
elector. Así, se empleó el análisis lexicométrico para identificar los tipos de
expectativas expresados por 131 jóvenes abstencionistas del distrito electo-
ral federal diez de Veracruz, ubicado en el municipio de Xalapa, México, al
responder la pregunta: “¿Si decidieras votar, por qué lo harías?”. Se espera
que la información hallada permita comprender el abstencionismo juvenil e
incentivar adecuaciones en la oferta electoral.
En el primer apartado se presenta un panorama general sobre el abs-
tencionismo a nivel internacional, en México y en el Estado de Veracruz.
En el segundo apartado se expone una breve semblanza de cinco modelos
explicativos del abstencionismo. En el tercer apartado se presentan algunas
investigaciones sobre las expectativas. Dentro del cuarto apartado se expo-
nen la metodología y los métodos lexicométricos usados para el tratamiento
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Expectativas políticas de jóvenes abstencionistas 153
Abstencionismo electoral
La abstención electoral es un fenómeno presente tanto en democracias con-
solidadas como en desarrollo. Mizrahi (2015), empleando datos del Instituto
Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral (IDEA), identificó
los diez países con mayor abstencionismo, ubicados en distintas latitudes2.
Además, según IDEA, la participación electoral promedio en el mundo se
redujo un 10% durante las tres últimas décadas (Mizrahi, 2015).
Se ha registrado la constancia de la ausencia de los jóvenes en diferentes
llamados a las urnas. Ejemplo de ello son el Brexit3 y las elecciones presi-
denciales del 2016 en Estados Unidos. En el primer caso, la abstención fue
del 28,7%, mientras que en el segundo rondó el 45%. En ambos casos, los
resultados generaron muestras de descontento por parte de los jóvenes en sus
respectivos países. Paradójicamente, de acuerdo con información periodísti-
ca, el voto de los jóvenes podría haber cambiado el resultado de uno4 u otro
caso5. Un ejemplo más: Camas (2016) indica que los jóvenes españoles son
el colectivo con mayor proclividad a abstenerse electoralmente.
Para el caso mexicano, los hallazgos coinciden: son los jóvenes quienes
en menor medida participan en las elecciones (INE, 2016; IMJUVE, 2013;
De la Paz y Gómez, 2012). En las elecciones federales del 2012 y las eleccio-
nes legislativas del 2015, los ciudadanos con un rango de edad entre los 20 y
29 años fueron los que mayormente se abstuvieron (INE, 2016; IFE, 2013).
En el Estado de Veracruz se registró similar resultado en ambas elecciones
(IFE, 2013, p. 19; INE, 2016, p. 24).
Además de la característica señalada, los jóvenes comparten otras. Oles-
ker (2016) señala que en Latinoamérica la tasa de desempleo es superior
entre los jóvenes. El secretario general adjunto de la Organización Iberoame-
ricana de la Juventud (OIJ) indica que los jóvenes iberoamericanos enfrentan
un panorama complejo, compuesto por retos e incertidumbres en temas como
educación, familia, empleo, violencia y salud, con características diferentes
2 Los países en cuestión son Chile, República de Eslovenia, Mali, Serbia, Portugal, Lesoto,
Lituania, Colombia, Bulgaria y Suiza (Mizrahi, 2015).
3 Brexit es una abreviatura de dos palabras en inglés, Britain (Gran Bretaña) y exit (salida),
que refiere a la salida del Reino Unido de la Unión Europea, en el marco del referéndum
correspondiente a esta decisión.
4 Para el caso de las elecciones presidenciales 2016 en Estados Unidos, véase la nota periodística
de López (2016).
5 Para el caso del Brexit, véase Sota (2016).
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154 Alim Getze Mani Eden Vasquez Feria
Perspectivas teóricas
El abstencionismo electoral es considerado tanto una acción en el sentido ne-
gativo, del no hacer (Bobbio, 2001), como la expresión de una determinada
voluntad (Oñate, 2010). Debido a su comportamiento complejo y cambiante
(Giraldo, 2012), ha llamado la atención de los investigadores e instituciones
(Jiménez, 2015). En las investigaciones en torno al abstencionismo se en-
cuentran ecos de cinco modelos explicativos. El primer modelo explicativo se
desprende de los aportes de la Escuela de Columbia, los cuales subrayan los
elementos de integración que fungen como variables explicativas de la partici-
pación electoral (Ochoa, 2015). Considerando las variables socioeconómicas
y demográficas, la apuesta es encontrar regularidades en el empleo, la escola-
ridad, el ingreso, el lugar de residencia, para delinear el perfil de los abstencio-
nistas (Morales, et al., 2011) y encontrar los determinantes socioeconómicos
de la abstención. Por ejemplo, Chavarría (2014) reportó una relación positiva
entre el índice de desarrollo humano y la participación electoral en Costa Rica
en el 2010; en una publicación de la Organización de los Estados Americanos
(OEA, 2014) que aborda el caso de América Central se señala: la participación
política y electoral se asocia con el nivel de desarrollo humano (OEA, 2014).
El segundo modelo explicativo se desarrolla a partir de la Escuela de
Michigan. Busca develar las características socioculturales generales de los
abstencionistas, para lo cual se analizan las actitudes políticas aprendidas en
el desarrollo de su vida y el proceso de socialización, además de los valores
y creencias del individuo. Destaca la identidad partidista como variable ex-
plicativa del voto o la abstención (Ochoa, 2015). Este modelo, denominado
psicológico, se conforma con variables blandas ––sin dejar de lado las varia-
bles duras––, y el llamado embudo de causalidad es uno de sus aportes más
conocidos (Sulmont, 2010).
Un tercer modelo explicativo se desarrolla a partir de la teorización de la
elección racional. Al decir de Barry (1970), la obra de Downs (1957) sienta
las bases del argumento del costo-beneficio para la elección entre acudir o
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Expectativas políticas de jóvenes abstencionistas 155
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156 Alim Getze Mani Eden Vasquez Feria
6 Burden lo describe de la siguiente manera: “los académicos ya sabían que (1) la educación
predice fuertemente la participación electoral y que (2) los niveles agregados de educación
aumentaron drásticamente, pero no se siguió que (3) la participación electoral aumentó”
(Burden, 2009, p. 542).
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Expectativas políticas de jóvenes abstencionistas 157
trabajos que han estudiado las expectativas con la finalidad de identificar los
elementos teóricos básicos para poder explorar las expectativas políticas de
los abstencionistas juveniles.
Expectativas
Desde hace poco más de una década, los investigadores sociales han mostra-
do interés por las expectativas como factores explicativos del comportamien-
to económico, político o escolar (OIJ, 2013). En el ámbito de la investigación
cuantitativa, las expectativas ya eran consideradas un factor explicativo, pero
no se medían de manera directa (OIJ, 2013). Su medición llega de la mano
de la valoración de las variables “blandas”7 en la construcción de indicadores
que complementen la información derivada de las variables sociodemográ-
ficas, como los indicadores subjetivos de bienestar y felicidad promovidos
por el Banco Mundial (Graham, 2010), además del índice de expectativas
juveniles (OIJ, 2013).
Otro de los objetivos de la investigación cuantitativa de las expectativas
es diseñar tipologías. Por ejemplo, Sander, Stevenson, King y Coates (2000)
reportan tres tipos de expectativas encontradas en alumnos de educación supe-
rior: expectativas predictivas (lo que es más probable que ocurra), expectativas
normativas (lo que se espera que ocurra con base en la experiencia de situacio-
nes similares) y expectativas ideales (lo deseable) (Sander, et al., 2000).
Los estudios cualitativos se han enfocado en indagar el proceso de confor-
mación de las expectativas. Archer (2007) estudia el proceso reflexivo indivi-
dual por el cual se eligen cursos de acción futuros. Los individuos reflexionan
sobre las condiciones de su entorno inmediato, reconociendo conjuntamente lí-
mites y restricciones, además de facilidades y oportunidades para la realización
de sus proyectos. Ello sucede gracias a una “conversación interna” en la cual
los sujetos definen, redefinen y estructuran aspiraciones y metas, conforman
planes y establecen un modus vivendi compuesto por un conjunto de prácticas
satisfactorias (Archer, 2007). Las expectativas se adecuarán en relación con el
contexto en el que se efectúan los actos para su consecución.
La propuesta teórica y resultados de investigación de Chalari permiten
conocer más sobre los arreglos entre las expectativas individuales y las so-
ciales. La autora analiza la mediación, a la que comprende como el modelo
específico que explica las posibles formas en las que las expectativas indivi-
duales se conectan con las sociales (Chalari, 2012 y 2009). El tipo de relación
entre ambas dependerá de su conjunción bajo un contexto, dando lugar a tres
formas. La primera de ellas surge cuando las preocupaciones personales se
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158 Alim Getze Mani Eden Vasquez Feria
Metodología
El presente trabajo reporta parte de los hallazgos de una investigación rea-
lizada por el autor en 2017, intitulada La representación social del voto en
jóvenes abstencionistas del distrito electoral federal diez de Xalapa, Vera-
cruz. Dicho estudio fue de tipo cuantitativo, exploratorio y transversal; se
empleó la técnica de encuesta y un cuestionario compuesto por 24 preguntas,
de las cuales 4 eran abiertas. Los sujetos de investigación fueron jóvenes
abstencionistas, entendiendo por estos a aquellas personas con un rango de
edad de entre 18 y 29 años, inscritas en lista nominal y que no ejercieron su
derecho al voto en una o más elecciones ––ya fueran de tipo local, federal o
extraordinarias–– realizadas en dicho distrito electoral.
Para el cálculo de la muestra se empleó la siguiente información. De
acuerdo con el Instituto Nacional Electoral (INE) un total de 82.373 personas
con una edad entre 18 y 29 años estaban registradas en la lista nominal del
distrito aludido. A nivel estatal, en 2009, el 45% de los jóvenes sí votó, mien-
tras que el 55% no votó, de acuerdo con información del Centro de Estudios
Sociales y de Opinión Pública (CESOP, 2012, p. 9).
Esta información se usó en la siguiente fórmula para el cálculo de la
muestra:
Npq
B2
N= yD=
(N - 1) D + pq z2
α/2
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8 Estrategia que ha mostrado viabilidad en los trabajos de Padilla (2010), Jiménez (2009) y
Murillo y Pulido (2009).
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Resultados
De los 131 encuestados, el 66% fueron mujeres; el 59% tenía entre 19 y 23
años10. La mayoría contaba con estudios de nivel superior (54); en segunda
instancia, con estudios de nivel básico (39); y en tercera instancia, de nivel
medio-superior (37). Las principales ocupaciones reportadas fueron estudio
(44) y labores del hogar (40), esta última indicada solo por mujeres11. Se
diseñó una escala en torno al nivel de conocimiento de los encuestados sobre
las reglas e instituciones electorales y los partidos políticos que compitieron
previamente12. La mayoría de los encuestados (94) cuenta con conocimientos
mínimos, mientras que 5 mostraron conocimientos intermedios, 10 registra-
ron un nivel alto y únicamente 2 alcanzaron el nivel experto; los 20 restantes
no respondieron acertadamente a alguna de las preguntas.
Las principales palabras empleadas por los 130 jóvenes abstencionis-
tas13 para responder a la pregunta “¿Si decidieras votar, por qué lo harías?”
fueron: propuesta (20), candidato (14), cambio (13), mejor/mejora (12), po-
lítico (10), partido (7), realmente (6), hacer (5) y candidatos (5). El conjun-
to de palabras indica que, a nivel grupal, las expectativas giran en torno a
buenas propuestas, un cambio político y candidatos o partidos políticos que
cumplan. El reporte de las frecuencias de palabras deja entrever la existencia
de una pluralidad en cuanto a las expectativas, al reconocer la convergencia
9 Proceso de reducción de las palabras con base en sus raíces (Molina, 2017).
10 Es preciso recordar la ausencia de información pormenorizada sobre los abstencionistas
juveniles, motivo por el cual se desconocía de antemano su composición por rangos de edad.
11 Además de trabajador no formal (16), privado (8), público (8), estudia y trabaja (6), no estudia
y no trabaja (4), profesionistas por cuenta propia (3) y empresario (1).
12 Se usaron tres preguntas, cada una con un valor relacionado con su nivel de dificultad. La primera
pregunta aportaba 2 puntos, la segunda, 4 y la tercera, 6. Para identificarlos se empleó la siguiente
escala: de 0 a 1 puntos: ínfimo; de 2 a 4 puntos: conocimiento bajo; de 5 a 7 puntos: conocimiento
medio; de 8 a 10 puntos: conocimiento alto; de 11 a 12 puntos: conocimiento experto.
13 De los 131 jóvenes encuestados, uno no respondió la pregunta realizada.
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Palabra Grupos
Estudia y labores Estudia y Labores del
n=130 Estudiante
del hogar trabaja hogar
Cambio 0,9265 1,2905 -0,1627 -1,2959
Convenciera 0,8345 -0,0076 -0,0539 -0,7247
Cumpla -0,9808 -0,0076 -0,0539 1,1157
Gane -0,9808 -0,0076 -0,0539 1,1157
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Conclusiones
La exploración de las expectativas en los encuestados arrojó que existen cin-
co tipos. Si bien en sentido general la mayoría de las expectativas se orienta
al “cambio”, el análisis del árbol de similitud mostró que existen comunida-
des con características de sentido y coherencia propias: “buenas propuestas”,
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Referencias bibliográficas
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Artículo
DOI: http://dx.doi.org/10.26489/rvs.v32i44.8
Resumen
Los procesos productivos imponen a los trabajadores un cúmulo de exigencias con el fin de que
estos brinden su mayor esfuerzo y se ajusten a las metas fijadas por la empresa u organización
empleadora. Bajo estas condiciones, quedan expuestos a numerosos riesgos y a procesos de
desgaste que van cambiando históricamente en función de los patrones productivos vigentes. Este
artículo tiene como objetivo examinar la creciente incidencia que tiene una nueva clase de riesgos,
los denominados riesgos psicosociales en el trabajo, y cómo se relacionan con el actual régimen
de acumulación capitalista. Para ilustrar estas cuestiones, reseñaremos dos investigaciones
realizadas en Argentina, que permiten vislumbrar las articulaciones entre la forma en la que se
organiza el proceso de trabajo y los riesgos y enfermedades que afectan a los trabajadores.
Palabras clave: riesgos psicosociales / servicios / salud laboral / proceso de trabajo.
Abstract
Labour process and occupational health in the current productive scenario. The increasing
incidence of psychosocial risks at work
The productive processes impose a series of demands on workers so that they provide their
best effort and comply with the goals set by the organization that employs them. Under these
conditions, workers are exposed to numerous risks and to processes of wear down that change
historically, depending on the existing production patterns. The objective of this article is to
examine the growing incidence of a new class of risks, called psychosocial risks at work, and how
they relate to the current regime of capitalist accumulation. In order to illustrate these issues, we
will review two researches carried out in Argentina, which allow visualizing the relations between
the way labour process is organized and the risks and diseases that affect workers.
Keywords: psychosocial risks / services / occupational health / labour process.
María Laura Henry. Doctora en Ciencias Sociales y magíster en Ciencias Sociales del Trabajo
por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Licenciada en Sociología por la Universidad
Nacional de La Plata (UNLP). Becaria posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina. Profesora de Sociología de la Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación de la UNLP.
E-mail: mlaurahenry@gmail.com
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Presentación
Desde sus orígenes, el capitalismo se modifica de manera incesante y revo-
luciona sus formas de producción con el objetivo de lograr un aumento de la
productividad y de la rentabilidad de las empresas. Esto ha sido ampliamente
analizado desde la economía crítica y otras corrientes afines, pero, en com-
paración, es aún reducido el corpus de estudios que se preguntan cómo estos
movimientos impactan sobre los trabajadores y sus condiciones de salud.
Con certeza, se trata de un tema de primera importancia que pone bajo la lupa
el costo social que implican estos cambios productivos.
Al respecto, es importante subrayar que, en esta búsqueda incesante de
ganancias y de eficiencia, las organizaciones imponen a los trabajadores un
amplio abanico de exigencias, de esfuerzos y de presiones para que su pro-
ductividad sea alta y constante. En estas condiciones, los trabajadores quedan
expuestos a numerosos riesgos que dañan su salud, sufriendo en el camino un
desgaste (físico y mental) que afecta su bienestar de maneras muy diversas y
aún desconocidas.
En este artículo argumentaremos de qué forma en cada etapa de la acu-
mulación capitalista los riesgos laborales van transformándose y hacen surgir
perfiles patológicos diferentes para los trabajadores. En este sentido, nuestro
objetivo es poner en discusión la creciente incidencia que en la actualidad
tiene una nueva clase de riesgos, los denominados riesgos psicosociales en el
trabajo (RPST), y cómo esta se relaciona con la actual etapa de acumulación
capitalista.
Entre otros rasgos, el actual régimen se caracteriza por la creciente fle-
xibilización productiva, la intensificación del trabajo, la ampliación del sec-
tor servicios y la también creciente racionalización de la producción que las
empresas aplican para ganar competitividad (Neffa, 2015; Antunes, 2000).
En este marco, los trabajadores ya no solo sufren las enfermedades y acci-
dentes tradicionales (asociados a factores de riesgo físicos, químicos o bioló-
gicos), sino que se ha acrecentado de manera extraordinaria la incidencia de
trastornos psíquicos y emocionales. En particular, en el sector servicios los
procesos productivos exigen cada vez más que los trabajadores movilicen su
creatividad, emociones, aspectos éticos, comunicativos, cognitivos, etcétera,
todo lo cual acrecienta su carga global de trabajo, con consecuencias para su
salud física y psíquica.
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Salud laboral en el escenario productivo actual 173
1 Esta corriente surgió en América Latina en la década del sesenta y cuestionó fuertemente las
limitaciones de la medicina hegemónica. Subrayó que los patrones de salud y enfermedad
de la población eran expresión de la estratificación de clases y de las desigualdades en sus
condiciones de vida. Esta revisión crítica de la medicina tuvo sus raíces no solo en el campo
científico, sino que recibió un ímpetu decisivo de las preguntas y demandas planteadas por los
movimientos sociales en esa década. Esto define a la medicina social como una corriente de
pensamiento con un profundo compromiso con la resolución de los problemas de salud de las
clases populares (Laurell, 1989).
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Salud laboral en el escenario productivo actual 177
cual generó la transición hacia una nueva fase que se halla vigente hasta la
actualidad y que ha sido denominada de manera genérica como acumulación
flexible o, también, posfordismo. Esta fase no ha convergido hacia un único
paradigma productivo, sino que se caracteriza por la convivencia simultánea
de heterogéneas (nuevas y viejas) formas de organizar el proceso de trabajo
(Antunes, 2000; De la Garza, 2013).
Así, hicieron su aparición nuevas formas de organización del trabajo
formuladas explícitamente para “modernizar” la estructura vertical y rígida
del fordismo, tales como el toyotismo (producción justo a tiempo y en equi-
pos, mayor implicación de los trabajadores, énfasis en la variedad y calidad
de los bienes) y la denominada especialización flexible (basada en encadena-
mientos productivos entre empresas especializadas). También fue notable en
esos años la irrupción de las industrias intensivas en conocimiento (software,
contenidos culturales, tecnologías de la comunicación, etcétera) con esque-
mas de producción deslocalizados, intangibles y modulares. En simultáneo,
sin embargo, fueron ganando terreno otros procesos productivos poco forma-
lizados que, en algunos casos, parecieron marcar el regreso hacia rasgos de la
economía tradicional2: producción en pequeños talleres artesanales, trabajo
en establecimientos precarios y marginales, producción cuentapropista, entre
otras. Y no puede olvidarse la gran expansión que ha tenido el sector servi-
cios en estas últimas cuatro décadas, en un abanico que va desde la prestación
de servicios de baja calificación (personales, de venta, de cuidado, etcétera)
hasta aquellos más sofisticados (financieros, logísticos, educativos, de proce-
samiento de información, etcétera).
Como puede verse, estas modalidades de producir bienes y servicios vi-
gentes en la actualidad son muy heterogéneas, pero comparten ciertos rasgos
que otorgan una identidad específica a esta fase: el énfasis en la flexibilidad,
la intensificación del trabajo, la desregulación de los vínculos laborales, el
creciente uso de las tecnologías informáticas y de la comunicación y, funda-
mentalmente, la creación de valor a partir del uso de las habilidades psíqui-
cas, emocionales y cognitivas de los trabajadores.
Las características de este nuevo régimen pronto hicieron surgir renova-
dos problemas para la salud de los trabajadores (Neffa, 2015; Moreno Jimé-
nez, 2011; Vogel, 2002). Padecimientos cada vez más extendidos, tales como
el estrés, el burn-out (síndrome de desgaste profesional), la violencia laboral,
la depresión, la fatiga crónica, los trastornos del sueño, las adicciones, entre
2 En gran parte, este renovado protagonismo ha estado vinculado a los procesos de subcontratación,
al achicamiento de las empresas y a la reducción de los costos laborales que tuvieron lugar
en este período como vía para recuperar las tasas de ganancia y reiniciar un nuevo ciclo de
crecimiento. Esto trajo consigo un aumento de la informalidad y de la precariedad en muchas
actividades económicas.
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Salud laboral en el escenario productivo actual 179
3 También se suelen individualizar las posibles soluciones a estos problemas. En general, las
empresas y los servicios de salud laboral recomiendan que los trabajadores se sometan a
tratamientos médicos o a terapias psiquiátricas que les ayuden a eliminar o paliar los síntomas
que sufren. Pero se trata de soluciones parciales y temporarias, porque las causas últimas de los
problemas siguen sin ser alteradas.
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El problema de la intensificación
Durante la investigación realizada en ANSES se abordaron muchos aspectos
del proceso de trabajo y en el diagnóstico se constató la existencia de diver-
sos factores de riesgo psicosocial en los puestos de atención al público. Por
cuestiones de espacio, los enumeraremos aquí sintéticamente: alta intensidad
en los ritmos de trabajo; importante incidencia de la carga mental; fuertes
exigencias emocionales por el contacto directo con personas en situación de
sufrimiento y vulnerabilidad social; situaciones de violencia verbal y agre-
siones; falta de capacitación y formación para la resolución de las tareas que
provoca en los trabajadores una autonomía forzada y padecida; falta de reco-
nocimiento por parte de la organización (ausencia de evaluaciones y de posi-
bilidades de carrera); insuficiencia en actividades de prevención y formación
en riesgos del trabajo; entre otros aspectos.
En el marco de este conjunto de RPST detectados, quisiéramos centrar-
nos en uno de ellos, que emergió con especial incidencia en este colectivo de
trabajadores: la intensificación del trabajo.
En términos específicos, el concepto de intensificación se refiere al au-
mento de la cantidad de bienes y servicios producidos, sin que se cambie la
dotación de la fuerza de trabajo ni la duración de la jornada. Dicho aumento
surge, entonces, de un incremento en el ritmo de trabajo o de una disminu-
ción de la porosidad de la jornada, eliminándose así los tiempos “muertos”
(Neffa, 1990; Coriat, 1991).
El fenómeno de la intensificación merece una especial reflexión para
el sector de los servicios, porque las presiones que reciben los trabaja-
dores para aumentar los ritmos de trabajo provienen de dos esferas (Go-
llac, 2005; Bernard, 2005; Henry, 2017). Por un lado, surgen de la esfera
interna de la organización, a través de las estrategias de gestión y de
producción allí vigentes. Desde esta esfera, los ritmos se hallan impues-
tos por el control de los superiores jerárquicos, la fijación de normas de
producción, la cadencia impuesta por maquinarias y equipos, el pago por
productividad, entre otras.
Por otra parte, en los servicios, la cadencia del trabajo también se halla
regida desde la esfera externa a la organización, a partir de la demanda. En
este plano, la afluencia de clientes o de público ejerce una presión sobre el
proceso de trabajo por medio de su presencia en los espacios laborales (largas
filas de gente, salas de espera llenas, etcétera), demandando a los trabajado-
res un cierto ritmo de trabajo. Las organizaciones y empresas cada vez más
someten a los trabajadores a la acumulación de estos dos tipos de exigencias
de ritmo y, en este marco, se hace necesario interrogarse sobre las consecuen-
cias que ello tiene sobre los trabajadores y su salud.
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Salud laboral en el escenario productivo actual 183
Nunca
A veces 27,4%
39,6%
Siempre
33,0%
A veces
32,1%
Nunca
12,4%
Siempre
55,5%
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184 María Laura Henry
Nunca
26,4%
A veces
47,1%
Siempre
26,5%
Nunca
36,6%
Siempre
A veces 17,3%
46,1%
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Salud laboral en el escenario productivo actual 185
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186 María Laura Henry
nicos a resolver en cierto lapso de tiempo (por día o por mes) que constituyen
métricas de productividad establecidas desde la gerencia.
Lo relevante, en función de nuestros objetivos, es reflexionar sobre las
consecuencias que todo esto tiene sobre los trabajadores. La literatura expli-
ca cómo la intensidad puede degradar las condiciones de trabajo y afectar
la salud de los trabajadores. Las exigencias de ritmo obligan a trabajar de
la “forma más rápida”, que no tiene por qué ser la más adecuada a las ca-
racterísticas fisiológicas y psicológicas de cada trabajador (Gollac, 2005).
En el caso de los servicios, los trabajadores, asimismo, deben encontrar un
compromiso entre las exigencias surgidas desde el interior de la organización
y aquellas provenientes de la demanda externa. Esto constituye una doble
fuente de tensiones y contradicciones que debe arbitrar con mucho esfuerzo,
con el consecuente desgaste y los riesgos que ello implica.
Respecto de esto último, es importante señalar que la alta intensidad en
los ritmos de trabajo potencialmente conlleva una serie de problemas para la
salud de los trabajadores: incremento de la fatiga, alteraciones emocionales
(ansiedad, nerviosismo, angustia), aumento de la frecuencia cardíaca, predis-
posición a desarrollar un cuadro de estrés crónico, entre otras derivaciones.
En este sentido, el ritmo de trabajo constituye un aspecto clave en el cual
debería intervenirse para prevenir la aparición de estas consecuencias nega-
tivas para la salud.
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8 Para conocer más detalles sobre la metodología de la investigación, se sugiere ver Neffa y
Henry (2017).
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9 Hay casos donde las empresas enfatizan el uso de las emociones y prescriben formas
específicas de comportamiento a los trabajadores en su relación con los clientes por medio
de capacitaciones y de protocolos de interacción. Así, les indican cómo saludar, qué registro
(formal o informal) usar en los diálogos y el despliegue de una serie de actitudes en su trabajo
(buen humor, empatía, trato amable, disponibilidad, etcétera).
10 Para emprender un estudio de las exigencias emocionales en el sector salud es conveniente
articular el análisis con, al menos, otros dos campos conceptuales: la corriente que estudia los
trabajos “de cuidado” y el enfoque de género, dada la notable división del trabajo por género
que aún persiste en este sector. Lamentablemente no podemos desarrollar esta articulación aquí
por falta de espacio, pero para ahondar en esta temática se sugiere ver Galeano y Ruiz (2017)
y Esquivel y Pereyra (2017).
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A veces
26,2%
No
15,0%
Sí
58,8%
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A veces
30,0% No
18,8%
Sí
51,2%
Nunca
45,0%
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Salud laboral en el escenario productivo actual 191
Nunca
21,2%
Casi
siempre
10,0% Casi nunca
Siempre 3,7%
23,8%
A veces
41,3%
Conclusiones
En este artículo nos propusimos visibilizar relaciones y procesos que, en ge-
neral, son ignorados por los estudios tradicionales sobre riesgos laborales.
Estos proveen una perspectiva restringida, porque siguen demasiado apega-
dos al nivel micro, recurren a explicaciones unicausales y hacen una interpre-
tación fragmentada de la realidad.
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11 Para controlar y verificar que estas capacidades emocionales son efectivamente desplegadas
por los trabajadores, las empresas suelen recurrir a encuestas donde los clientes evalúan el
trabajo o servicio recibido, donde opinan sobre el desempeño del trabajador y sobre el trato
recibido. En otros casos, se suelen grabar las interacciones, como sucede en los call centers
(centros de atención telefónica), para que los supervisores puedan evaluar de primera mano
cómo se comportan los trabajadores con los clientes.
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Salud laboral en el escenario productivo actual 195
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Reseña bibliográfica
Marcos An
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Normas para los autores 203
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