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Dahyani Torres Almonte M:1-21-2794

Lenguaje corporal y comunicación no verbal

El lenguaje corporal puede revelar tanta o más información que las palabras. La conducta no verbal
funciona como las cookies en internet: sin darnos cuenta, nuestro cuerpo transmite constantemente
información sensible sobre nuestras intenciones, sentimientos, conocimiento o personalidad. Incluso
cuando estamos quietos o en silencio, los gestos, las posturas, las expresiones faciales y la apariencia
hablan por nosotros, y pueden resultar muy elocuentes.

El lenguaje corporal y la comunicación no verbal cuentan quiénes somos, cómo nos sentimos o cuáles
son nuestros gustos. En la interacción, la conducta no verbal informa además de nuestro grado de
comprensión y nivel de acuerdo, e incluso puede desmentir lo que estamos diciendo en ese momento.

Lamentablemente, en la vida real no ocurre como en la pantalla de nuestro navegador: ningún mensaje
de alerta nos recuerda que las cookies aprovecharán cualquier despiste para entregar valiosa
información sobre nosotros, algo que inevitablemente acabará afectando a la forma de relacionarnos
con los demás.

Evolutivamente hablando, el lenguaje corporal nos acompaña desde mucho antes de convertirnos en
humanos, está fuertemente vinculado con la parte emocional, intuitiva e instintiva de nuestro cerebro, y
se desarrolla principalmente en el plano inconsciente. De ahí su importancia, y también su
desconocimiento.

Quizás nuestra especie no tenga más de 200.000 años, pero el origen de nuestro lenguaje corporal se
remonta a la aparición de los primeros mamíferos, hace unos 300 millones de años. La diferencia de
edad es abismal. Y aunque la arrogancia de nuestro flamante neocórtex nos invite a pensar que la
conducta no verbal es la parte más primitiva de la comunicación, en realidad es la que más experiencia
evolutiva acumula y, con toda probabilidad, la más influyente en nuestra conducta.

El instinto y las emociones son fieles amigos desde mucho antes de que naciera la razón. Por muy
inteligentes y racionales que nos creamos los humanos, lo cierto es que la conducta no verbal, las
emociones y el inconsciente manejan a su antojo nuestra forma de comunicarnos, y van por ahí
contándolo todo sobre nosotros.

¿Quiénes son los mejores comunicadores no verbales?

Precisamente por eso, los mejores comunicadores no verbales son quienes tienen consciencia de su
lenguaje corporal, personas capaces de monitorizar su conducta y de calibrar el efecto que esta produce
en los demás. No hay un perfil exacto establecido científicamente, aunque suelen ser personas
observadoras, con amplia perspectiva, y abiertas a nuevas experiencias y realidades. Rasgos como la
estabilidad emocional y la empatía también ayudan.

Quizás sea más fácil reconocerlos en el mundo del arte y la comunicación, pero los casos brillantes se
dan de igual manera en todas las profesiones. Algunos estudios evidencian que las personas más
influyentes y persuasivas tienen una gran consciencia del lenguaje corporal propio y ajeno, al margen
del campo profesional en el que hayan triunfado. Se trata de una condición fundamental para el éxito.
Convertirse en un buen comunicador no verbal requiere, por tanto, desarrollar la autoconsciencia de la
conducta corporal, de la misma forma que los deportistas de élite perfeccionan la propiocepción para
reconocer la posición y condiciones de su musculatura, articulaciones y terminaciones nerviosas. La
buena noticia es que ambas habilidades se pueden desarrollar con el entrenamiento. Además, lo
podemos hacer por nuestra propia cuenta, y en cualquier momento y circunstancia.

Los siete canales del lenguaje corporal

La conducta no verbal se expresa principalmente a través de siete canales que, junto al discurso verbal,
conforman la comunicación:

Expresiones faciales

La cara es lo primero que capta nuestra atención al interactuar. En fracciones de segundo nuestro
cerebro emocional decide por su cuenta y riesgo si una cara nos gusta o no, un proceso en el que
inicialmente no interviene la razón, y en el que no hay tiempo para pronunciar ni media palabra.

La gestualidad tiene un elevado componente cultural, aunque las últimas líneas de investigación indagan
también el origen genético de algunos gestos, como las expresiones de orgullo, triunfo y poder. Los
gestos ilustradores (acompañan el discurso verbal y preceden en milésimas de segundo a las palabras)
tienen una estrecha vinculación con la credibilidad.

Posturas

La postura corporal expresa básicamente el grado de interés y apertura hacia los demás, reflejados en la
exposición y orientación del torso. También es un potente indicador del estado emocional y
predisposición a la acción: posturas expansivas indican satisfacción y actividad; mientras las posturas de
contracción se vinculan a la negatividad y la pasividad.

Apariencia

La apariencia continúa siendo uno de los canales más influyentes de la comunicación, a pesar de los
avances sociales y del esfuerzo normativo en la lucha por la igualdad. El aspecto de una persona nos
habla de su edad, sexo, origen, cultura, profesión, o condición social y económica, entre otros muchos
datos.

Háptica

La háptica define el estudio científico del tacto y su influencia en la forma de relacionarnos. El tacto
resulta imprescindible a la hora de establecer intimidad, denota compromiso, y revela información muy
sensible, como la posición de dominio en la interacción. Investigaciones recientes demuestran, incluso,
el poder del tacto a la hora de influenciar las conductas ajenas, como ocurre entre médicos y pacientes.

Proxémica

Es el canal más directo del lenguaje corporal a la hora de mostrarnos cercanos o distantes. La proxémica
tiene su origen en la antropología, y nos informa del uso del espacio en la interacción. Algunos autores
dividen la distancia entre individuos en íntima (-45 cms), personal (entre 45 cms y 120 cms), social (+120
cms) y pública (+360 cms), en función del tipo de relación. Lo cierto es que cada persona tiene su propio
espacio, y además puede variar según su estado de ánimo o las circunstancias ambientales. Lo
importante son dos cosas: 1º) La forma más sencilla de mostrarnos cercanos es acercarnos físicamente a
nuestro interlocutor; y 2º) Hay que prestar mucha atención a cualquier señal de incomodidad que
genere nuestra aproximación.

Paralenguaje

La voz puede decir mucho más que las palabras: el paralenguaje es el indicador emocional más fiable,
junto con las expresiones faciales. El volumen, tono o velocidad de nuestra voz revela importante
información, especialmente cuando intentamos ocultar nuestras emociones. Nos ocurre a menudo, por
ejemplo, al hablar por teléfono con personas muy cercanas: basta escuchar su tono al contestar para
saber que algo no va bien. La voz tiene también una enorme influencia en la credibilidad y la persuasión:
voces nasales, tonos agudos y volúmenes altos tienen menos crédito en el público. Y recuerda: el
silencio también comunica.

Otros canales como la cronémica y la oculésica se especializan en el valor que el tiempo y la mirada
tienen en la comunicación no verbal, aunque ambos se caracterizan por su trasversalidad y están
presentes en la mayor parte de los siete canales principales.

Las siete utilidades del lenguaje corporal

La influencia de la conducta no verbal en la interacción humana es indiscutible. El dominio del lenguaje


corporal resulta de especial utilidad en algunas funciones de la socialización. Estas son solo algunas:

Comunicar nuestra identidad.

Informar sobre nuestra capacidad de relacionarnos.

Lograr precisión y entendimiento.

Gestionar la interacción.

Transmitir emociones y sentimientos.

Influir en los demás y en nosotros mismos.

Producir engaño.

En conclusion, no podemos saber lo que piensa una persona a través de su conducta no verbal, pero el
lenguaje corporal nos permite inferir cómo se siente, qué rasgos dominan su personalidad o cuáles son
sus intenciones, una información que en ocasiones resulta mucho más valiosa que las palabras. Como
ocurre con la comunicación verbal, debemos ser muy precisos en la expresión de nuestro propio
lenguaje corporal, y flexibles en la interpretación del ajeno, condicionado siempre por una diversidad de
factores intrínsecos y ambientales que a veces escapan a nuestra capacidad de percepción.

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