01 Kegan-El Si Mismo en Evolucion Cap 2
01 Kegan-El Si Mismo en Evolucion Cap 2
01 Kegan-El Si Mismo en Evolucion Cap 2
Harvard
University Press. Cap 2 (pp. 46-72)
Traducido por Claudio Boza (2021). Uso académico.
Como Bill Perry decía, si golpeas un burro en la cabeza con un palo, por lo general
obtienes su atención. Un día los estudiantes finalmente me llevaron adonde ellos estaban,
y me dejaron pensando por qué la clase era de la manera en que era. Yo les había dado de
tarea una historia que aparecía en varias antologías de la época, “El Nuevo Muchacho”, de
Murray Heyert. El universo de la historia está formado por unos edificios residenciales y la
cancha del barrio, que parte con dos equipos de béisbol eligiendo lados. Este ritual es
humillante para Marty; él siempre es escogido al final y relegado a jardinero, en la zona más
lejana al bateador. Él rezaba porque ninguna pelota llegara cerca de él. Pero sucedía que,
en el momento crucial, la pelota volaba hacia Marty que, estirando al máximo sus brazos,
fallaba en su oportunidad y perdía su oportunidad en el juego. Mientras caminaba
dificultosamente por la cancha, sus compañeros se burlaban de él. Todo parece indicar que
esto no es sólo una experiencia horrible para Marty, sino que algo acostumbrado. Él no es
como el beisbolista Willy Mays. Entonces, un día, un nuevo muchacho aparece en el barrio.
Es pequeño. Su ropa es demasiado bonita. Sus calcetines hacen juego con la ropa. Tiene
zapatos con hebillas. Todas malas señales. En otras palabras, él parecía más un perdedor
que Marty. Es invitado al campo de juego y se escoge los lados. Por primera vez, Marty no
es el menos favorecido. El nuevo niño es puesto en la zona más lejana al bateador. Él
pertenece a la misma religión que Marty, y reza que ninguna pelota se acerque a él, pero
por suerte (o por licencia artística), el nuevo muchacho justo debe manejar la última y
decisiva entrada del juego. Él falla espectacularmente, no simplemente al atraparla, sino
que también al correr después tras ella, agarrarla y tirarla. Vuelve a la cancha con la cabeza
entre las piernas. ¿Y quién lo diría? Quien empezaría la ronda de humillaciones y
recriminaciones, quien la lideraría, quien la sostendría, ¡sería el mismísimo Marty!
Parece claro que lo que estamos observando acá no es lo que los niños saben, sino
que cómo lo saben. Se me empezó a ocurrir que si la manera en que ellos estaban
construyendo significados sobre la historia era muy diferente de la manera en que yo estaba
construyendo significados sobre ella, quizás no todos estábamos viviendo exactamente en
la misma sala de clases.
Si volvemos al tema que nos compete, vale la pena notar que, por severa que su
interpretación pueda sonar (o desde su punto de vista, ser), estaban realizando una
formulación moral explícita e incondicional. No estaban adoptando una formulación
amoral ni inmoral. Ellos hablaban de su punto de vista con un sentido de rectitud, como si
estuviéramos tratando los temas más solemnes de lo que está bien y lo que está mal, y tal
cual lo hace cualquier moralista, siendo defensores de lo correcto en cuanto lo ven. De
hecho, en el análisis que hice acerca del niño cuyo postre podría duplicarse al dividirlo por
la mitad (N.T. aparece en el capítulo 1 del libro), resistí la tentación de hablar primero acerca
de los límites de esta manera de construir significado. De la misma manera, es tan cierto
como decir que las palabras de mis estudiantes eran una señal de logro evolutivo cuando
eran entendidas en el contexto de una historia de construcción de significados subyacente.
A pesar de que aquí hay una innegable reciprocidad, una habilidad de fusionar dos
cosas – lo que él hizo y lo que yo debería hacer como consecuencia – a pesar de que esto
parezca una prisión circular. Destaco esta reciprocidad porque, por injusta que parezca,
ofrece una manera de hablar acerca del triunfo de esta manera de pensar (así como
también, obviamente, de sus límites). Otra forma de pensar tanto sobre su sofisticación
como de su inmadurez es considerar la habilidad del estudiante de pensar acerca de cómo
se siente otra persona. Los estudiantes mostraron un entendimiento acerca de cómo Marty
se siente (se siente horriblemente cuando lo molestan; se siente aliviado y feliz de tener a
alguien que molestar) y cómo el nuevo muchacho se sentía (también se sentía horrible de
ser molestado; pero todavía tenía una oportunidad). Por supuesto, ellos no podían
considerar simultáneamente la manera en que cada uno se sentía, orientándose hacia uno
de los dos. Pero incluso la simple habilidad de la reciprocidad, o la habilidad de “tomar
perspectiva” sobre otra persona (Mead, 1934; Selman, 1980) es el resultado de largos años
de construcción de significado.
También podemos ver que los límites de las operaciones concretas en la etapa de
Kohlberg son igualmente paralelas, debido a que está incrustada en la reversibilidad. La
consecuencia de esta tregua evolucionaria subyacente en el dominio piagetano, es que no
hay manera de integrar la reversibilidad de la inversión con la negación. Las consecuencias
en el dominio de Kolhberg son que no hay manera de integrar la reciprocidad del espacio
social con el tiempo social. Similarmente, así como la renegociación de esta tregua hace
que las reversibilidades piagetanas sean el objeto de una nueva integración psicológica de
las reversibilidades (“el inverso del recíproco”), del mismo modo esta renegociación
subyacente llega a ser la integración del tomar roles y la reciprocidad simple (“toma de roles
recíproca”). Esta nueva psicología permite que uno pueda tomar el punto de vista de Marty
y del nuevo muchacho simultáneamente y en relación uno respecto del otro, y es esta
extraordinaria renegociación en términos de nuestro contrato evolutivo el que construye el
significado que podemos llamar mutualidad o interpersonalismo.
¿Qué estaba pasando con la evolución del significado en Richie? ¿Es que era
simplemente menos sádico que los otros? ¿Será que algunos niños interpretan la historia
de una manera debido a que ellos son más hostiles o tienen más conflictos con la agresión
que los demás? ¿O es más una manera de tener una totalidad de significado diferente, una
mentalidad diferente, que hace que la historia se realmente dos historias diferentes? Quizás
lo que es injusto es tener que elegir de manera forzada, pero se puede argumentar, que
hasta que alguien no pueda “tomar roles recíprocamente”, hasta que uno no pueda orientar
su perspectiva hacia el otro, no hay posibilidad de que uno vaya a ser capaz de hacer sentido
sobre la historia tal cual imaginamos fue la intención del autor.
La toma de roles recíproca es lo que se requiere para entender algo como la Regla
de Oro. El destacado programa de Selman (1976a, 1976b, 1980) sobre el trabajo de
razonamiento social y toma de perspectiva, incluye preguntarle a niños acerca de la Regla
de Oro – qué lo que es, cómo funciona, si acaso es una buena regla y por qué. Él encontró
que los niños en operaciones concretas podían recitar la Regla de Oro perfectamente, pero
cuando se les preguntaba qué decía sobre lo que tienes que hacer si alguien viene y te
golpea, ellos tendían a decir: “Le pego de vuelta. Tienes que hacerle a los demás lo que
ellos te hacen”. (Esto es idéntico, en su propio nivel de desarrollo, y en su propio dominio
a los niños preoperacionales que distinguen su izquierda de su derecha, pero dan una
respuesta extraña cuando te paras en frente de ellos y les preguntas cuál es mi izquierda).
[luego de decir que lo malo es lo que causa dolor a la gente] (¿Por qué causarles dolor es
malo?) Bueno, esto es lo que he estado pensando. Hum – alguna otra gente puede pensar algo un
poco diferente – que lo que está malo, es hacer cualquier cosa injusta. O sea, es justo rayarles sus
cosas, porque ellos te rayaron las tuyas. Eso está bien, es lo correcto. Pero creo que no importa
tanto lo que te hayan hecho, no importa realmente. El punto es que ya lo hicieron, ¿así qué tanto?
¿Pero qué pasa cuando uno de los miembros importantes de sus relaciones
interpersonales – uno de sus propios hijos – realiza una demanda sobre el tema?
Por esas ingeniosas maneras en que nos las arreglamos para resolver ese tipo
de crisis sin renunciar a nuestras creencias, el sujeto se empezó a sentir abierto a las
ofertas de los otros partidos para comprar su asiento legislativo con un confortable
acuerdo.
Para el tiempo en que venían las votaciones definitorias, los líderes del
proyecto sentían que iban a llegar a un punto muerto. Anteriormente ellos
pensaban que tenían la mayoría de tres, pero cuando ellos hicieron su última cuenta,
ellos pensaban que habría tres deserciones. Así que se aproximaron al sujeto de
nuestra historia, conociendo sus sentimientos sobre el asunto. Le dijeron que
estaban enterados del “secreto” de este nuevo acuerdo, y le pedían que, ahora que
ahora que ya no necesitaba más el apoyo del comité de su condado, votaba tal cual
él pensaba realmente. Ahora, este razonamiento podría no atraerle, puesto que su
“vínculo” con el comité parecía no estar basado en un intercambio de favores (etapa
2), sino que en una expectativa y obligación mutua (“¿Qué van a pensar de mí?”).
Por otra parte, la adecuación de esa buena decisión estaba por sí misma bajo ataque,
por la inhabilidad para resolver el conflicto por la queja de sus hijos (“¿Qué van ellos
a pensar sobre mí?”). Aún más, él era capaz de sostener la discrepancia un tiempo
más, y temporalmente resolvió esto en una contorsión que lo hacía mantenerse en
la misma etapa, que volveremos a ver en campos de batalla más privados. Si bien en
su propia mente, no podía llegar a un desempate, le dio su palabra a los impulsores
del proyecto de ley de que cambiaría su voto si es que llegaban a quedar igualados.
Pero mientras la votación comenzó, y uno de los que se suponía que iba a desertar
cambió su voto, nuestro sujeto fue llamado a la cámara del Presidente de la
Asamblea. El Presidente le dijo votara como prefiriera, pero que decidiera ahora y
no cambiara su voto en caso de empate. Ello llevaría toda la atención él, le explicó
el Presidente, y cuando fuera luego anunciado que había sido promovido a un cargo
en una comisión, eso no se iba a ver bien. De esta manera, salió de la oficina del
Presidente teniendo claro de las consecuencias de cambiar su voto: se destruiría a
sí mismo irremediablemente, dado que sería cortado tanto de su puesto en la
comisión, como del comité del condado. Concordantemente, cuando su nombre fue
llamado para dar su voto sobre el tema del aborto tal como su comité lo deseaba,
confiaba en que no sería su voto el que derrotaría al proyecto.
Pero cuando el tercer voto colapsó, cuando la vida imita al arte y la asamblea
quedó exactamente dividida, no quedaba escape posible para la contradicción de su
propio diseño de mundo.
Yo creo que en ese punto estaba a punto de colapsar. No sabía qué hacer. No-sabía-
qué-hacer. Y mis opciones se estaban desvaneciendo porque no quedaba mucho
tiempo, y la cámara estaba atiborrada de gente, y todo lo demás: fotógrafos,
algunos legisladores que ahora son jueces y que habían viajado desde Nueva York
para presenciar esto. Todos hombres que conozco. Y yo no sabía qué hacer. Así
que finalmente: eso. Eso que fue casi por impulso. Y la siguiente cosa que recuerdo
es que ahí estaba yo. Era como un sueño vívido. Allí estaba yo, diciendo cosas que
salían del fondo de mi cabeza. Cosas que después me arrepentí de decir. Recuerdo
haber dicho: “Sr. Presidente, una vez leí un libro que se llama Perfiles de Coraje”.
No sé por qué dije eso. Creo que estaba intentando decir que hasta este momento
yo estaba mostrando más una apariencia que coraje.
Sr. Presidente, hace menos de una semana, me di cuenta de que yo estaba siendo
considerado por usted, señor, para un cargo muy importante en el gobierno estatal.
Sr. Presidente, para que no haya ningún malentendido, lo libero de cualquier
compromiso que usted me haya hecho, señor. También estoy completamente
consciente del hecho de que mucha gente en este distrito me puede no sólo
condenar por lo que estoy a punto de hacer, pero, en muchos aspectos, quizás, mi
firma de abogados va a sufrir como resultado de esto. Pero Sr. Presidente, le digo
con la máxima franqueza, y les digo esto con mucho sentimiento a todos ustedes:
“¿Cuál es el sentido de ser elegido o reelegido si es que no eres capaz de marcar una
postura ante algo?”. Sr. Presidente, uno de mis hijos me ha llamado un vendido por
el voto que di en contra de esto. Justo cuando me fui a Albany esta semana, mi hijo,
que, según recordará, Sr. Presidente, fue el que convocó a esta Asamblea para el 4
de febrero, dijo: “Papá, por el amor de Dios, no dejes que tu voto sea el que derrote
a este proyecto de ley”. Yo esperaba que esto nunca tuviera que pasar. Pero si voy
a tener algo de paz en mi familia, damas y caballeros, no puedo volver a mi familia
en la Pascua judía y decirles que hice que este proyecto de ley se cayera”. Yo estoy
consciente que este es el fin de mi carrera política, pero no puedo, en buena
consciencia, pararme aquí y frustrar a la obvia mayoría de esta casa, los miembros
que quiero profundamente y por quienes tengo mucho afecto. Probablemente
nunca vuelva acá a compartir estas cosas con usted, Sr. Presidente, pero tengo que
tener algo de paz en mi familia. Yo, en consecuencia, le pido, Sr. Presidente, cambiar
mi voto negativo por uno afirmativo.
Esto era mucho más que cambiar un voto, mucho más que una votación de
un proyecto de ley. Luego de este discurso, el hombre se derrumbó en su silla, puso
su cabeza en sus manos, lloró, y dijo una y otra vez, “¿Qué he hecho? ¿Qué he
hecho?”. Las últimas palabras de su discurso indicaban que él no estaba realmente
seguro de lo que había hecho. Escuchamos en un momento una justificación desde
la perspectiva de las expectativas familiares; al siguiente momento, desde los
derechos del grupo. Las transiciones a menudo suenan de esta manera (Turiel, 1969,
1972). Cuando él fue entrevistado, un año después del episodio, se encontró que él
estaba en la etapa 4 de Kohlberg. La perspectiva de la etapa 4 subordina las
demandas de mis afiliaciones interpersonales a las necesidades del grupo, un grupo
que me es conocido como grupo, repleto de normas y roles, las cuales a lo largo del
tiempo, a través de todas las relaciones interpersonales particulares, pueden
resolver el tipo de conflicto que nuestro sujeto encontró. Momentos antes de su
experiencia había estado rogándole a un hombre para prevenirla; ahora le parece, a
pesar del hecho de que eso lo marginaría completamente de la vida política, que es
“la cumbre de su vida”. La cultura china dibuja la palabra para crisis con dos
caracteres: uno significa peligro; el otro, oportunidad. Para un pensamiento como
el de T. S. Elliot en el poema “Miércoles de Ceniza”, el debería “esperar no retornar
jamás”, desde el “conozco que no he de conocer”, hasta notar que el aire está
“perfectamente pesado y seco”, que las alas ya no “son alas para volar / Sino sólo
abanicos que baten en el aire”, para poder pensar en ese momento desde el lado
“oportunidad” de la crisis, la cumbre de su vida.
Para un ejemplo más local y corriente del contraste entre las posiciones
convencionales y postconvencionales, podemos volcarnos a las controversias por el
traslado de escolares en autobús fuera de su zona para disminuir la segregación
escolar en las ciudades del norte de Estados Unidos. No voy a sugerir que uno deba
concluir algo sobre la construcción de significado moral de una persona sobre la base
de si él o ella está a favor de este traslado; como siempre, el asunto es cómo uno
construye la situación. Una de las confrontaciones en la crisis de Boston que
encontré más interesante fue entre el juez blanco, irlandés, que ordenó el traslado
y una comisionada escolar blanca, irlandesa, que se oponía. La comisionada parecía
hablar en ese momento por una gran porción de la comunidad irlandesa que estaba
en contra de la disrupción que los traslados causarían en su comunidad. El juez había
estudiado cuidadosamente la situación de la escuela y concluyó que los niños negros
en escuelas de población mayoritariamente negra no podían acceder a una
oportunidad igualitaria a educación de calidad, y también que el comité escolar no
era capaz o no estaba dispuesto a rectificar por sí mismo esta situación. En el
testimonio que ella hizo en una de las muchas demandas que surgieron desde esta
controversia, la comisionada hizo una afirmación fascinante – ella dijo: “La
integración está siendo forzada sobre nosotros por un hombre que es irlandés y que
ya no quiere serlo”. Esta afirmación fracasa en entender la posibilidad de tomar
acciones contra el propio grupo de interés especial, no en beneficio de algún otro
grupo, sino que de la comunidad más amplia de personas en la cual todos los grupos
de interés están siendo relativizados.
El último ejemplo nos hace retornar a Medio Oriente, donde las tensiones
entre grupos continúan tres mil años después del Éxodo. Roberta Steinberg y yo
hicimos un estudio, algunos años atrás sobre las actitudes de soldados israelíes hacia
sus enemigos árabes (Steingberg y Kegan, 1978). Steinberg administró entrevistas
a los soldados israelíes sobre el desarrollo moral de Kohlberg y entrevistas
semiestructuradas sobre sus actitudes. La mayoría de los soldados eran
convencionales, y la mayoría trazaba las líneas de la comunidad humana tan
firmemente como sus predecesores en la Hagadá; los árabes no eran simplemente
considerados igualmente humanos que los israelíes. Unos pocos soldados
entrevistados estaban en un nivel de principios en la entrevista de juicio moral, y
también tenían una visión notoriamente diferente hacia su situación en la vida real.
Mientras ellos estaban luchando con el máximo esfuerzo, ellos mantenían un
sentido de ser sólo parte de un colectivo mayor en el cual incluso los árabes debían
ser admitidos, aunque fuera a regañadientes. Esto no era sólo una especulación o
concepto, era un comportamiento coherente. Se entrevistó a soldados médicos
sobre los tratamientos a enemigos heridos. La mayoría tomaba pocas medidas, o
ninguna para cuidarlos e incluso uno sugirió que era preferible asesinarlos para
eliminar la oportunidad de que ellos mataran más israelíes. Un hombre, Aser,
enfocaba de manera diferente la situación: