El Sustrato Del Liberalismo

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 8

EL SUSTRATO DEL LIBERALISMO

Indira Marcano

En la búsqueda de argumentos a favor del liberalismo sobran las fuentes,


así es posible beber las aguas del relativismo moral-cultural, individualismo
atomista, progresismo social, de aquellos que desprecian al estado y sus
instituciones como también de los libertarios más radicales, sin embargo, la
identificación sesgada con este o cualquier otro grupo social hace que en sí misma
sea una fundamentación débil ya que representa, en todo caso, una fragmentación
de la verdad válida si y sólo si se refiere a determinada parcela del conjunto social.

Efectivamente, el contemporáneo desenvolvimiento y éxito de la economía de


mercado ha supuesto una pluralidad social y cultural donde los libertarios progre y
los neomarxistas en tanto caracterizaciones particulares no son muy diferentes en
la praxis social. Es decir, tanto el populismo socialista, los religiosos, los libertarios
y otros grupos pueden conducir al desastre político-económico de las sociedades,
varios son los ejemplos históricos de esto. De allí que, en la actualidad globalizada
lo problemática no es defender el liberalismo, puesto que parecen todos
de acuerdo en cuanto a la defensa de los derechos individuales, la
cuestión es demarcar cuales son los límites que le hacen posible.

Siguiendo lo anterior, cito el ensayo “Liberalismo, libertad y la cuestión de los


derechos humanos económicos” (1992) donde el profesor Tugendhat, expresa
sorpresa respecto a los significados tan diferentes que se pueden dar
para el mismo término: liberalismo y, toma como punto de partida la
definición de Thomas Nagel, quien escribe:

“El liberalismo es la conjunción de dos ideales. El primero es el de la


libertad individual; libertad de pensamiento, de expresión, de religión,
y de asociación política; libertad de verse libre de interferencia
gubernamental en su privacidad, vida personal y en el ejercicio de
sus inclinaciones individuales. El segundo ideal, es el de una sociedad
democrática controlada por sus ciudadanos, que sirve a sus
necesidades, una sociedad en la cual las desigualdades de poder
político, económico o social no son excesivas”.

Si bien hay muchas maneras de definir liberalismo tal parece que no


podemos prescindir de los ideales: libertad e igualdad. No obstante, la
libertad e igualdad son productos muy frágiles que requieren de ciertas
condiciones. Esto es la tesis central de Francisco José Contreras en la obra
Liberalismo, catolicismo y ley natural (Madrid, Encuentro, 2013), quien sostiene
para el funcionamiento del liberalismo la necesidad de un trasfondo
conservador en los ideales políticos, por ello, asume como necesarios los
valores republicanos para alcanzar la armonía y prosperidad de las naciones. Estos
valores conservadores son para Contreras el ideario original de los Estados Unidos,
el cual puede resumirse, en los siguientes: trabajo, religión, familia, asociación
social.

Igualmente, para el autor, Francisco José Contreras, quien además escribe “Una
defensa del liberalismo conservador” considera que no es posible el liberalismo en
una sociedad en la que no se tenga ecología moral, con esto se refiere a una
ordenación (jerarquía) objetiva de valores más o menos compartida o también la
vigencia efectiva de la tradición moral objetiva, ya que sin una atmosfera moral
objetiva no tiene posibilidades auténticas la prosperidad, el progreso y la libertad.

Asimismo, el autor subraya la problemática y creciente deriva permisivista que


vivimos actualmente como un camino seguro para desarticular y, en definitiva,
destruir la institución familiar, lo que ha sido por siglos el primer sistema de
socialización, control social e internalización de los valores, de cualquier modo,
para Contreras es la familia el punto de Arquímedes de cualquier sociedad
armónica y razonable. A este respecto, destaca la distancia insalvable entre
liberalismo clásico y el actual libertarianismo, de este último, señala como
toda norma categórica y obligatoria aparece como meramente opresiva y
destructora de la libertad humana, consideración absoluta e ilimitada y, por tanto,
lejos de la realidad
Lo que merece mayor atención de la propuesta de Francisco José Contreras es en
primer lugar, la necesidad de cierta atmosfera, denominada ecología moral
para que la libertad pueda prosperar de la misma manera que una planta
requiere de ciertas condiciones para florecer y, lo segundo, es la denuncia
acerca del gen destructivo que llevan ínsitas casi todas las expresiones
del libertarismo: lo cual radica en una concepción de la autonomía de
carácter absoluto e ilimitado y esto es el núcleo central para fundamentar y
contradecir todas las éticas posibles. Este gen destructivo busca siempre la
prevalencia frente a otros discursos morales y aumenta la aparición de conflictos
entre grupos sociales

En los autores clásicos del liberalismo la autonomía se encuentra limitada por la


religión, así como por la ley natural, como es el caso de J. Locke, Montesquieu y los
iusnaturalistas. Pero, desde Kant en adelante el principio de autonomía toma un
papel preponderante que puede confundirse como un principio absoluto, quizás
obviando la pretensión de universalidad del imperativo categórico. En otras
palabras, el ejercicio de la autonomía ausente de limites pareciera más
bien una licencia para que cada uno haga lo que mejor le parezca. Por
supuesto, la consecuencia practica de una autonomía ilimitada es una ética sin
deber, sin norma, sin valores objetivos, sin bondad, sin equidad, sin facultades, sin
derechos.

El planteamiento de Contreras es que el libertarismo devenido del progreso es


autodestructivo y persigue una evolución suicida, abandonando la cultura del
trabajo, del esfuerzo, de la familia y la asociación dentro de la sociedad,
abocándose al consumo, el hedonismo y la pereza, trayendo como resultado que
no funcione la economía, la ciencia, la democracia, la educación, la seguridad, ni
cualquier otra cosa que haga posible la vida en armonía de los seres en sociedad.

Otra manera de expresarlo es la desaparición de un bien común y


fundamentalmente espiritual a cambio de una praxis autodestructiva, y la
solución dada por Contreras puede plantearse como la sustitución de una
autonomía ilimitada por el restablecimiento de una matriz conservadora.
Sin embargo, la mejora de la ecología moral supondría la intervención del estado,
la implementación de una reingeniería social y la voluntad política para ejecutarlo.

Por otra parte, la evolución suicida descrita por Contreras recuerda una
perspectiva interesante de la ética planteada por la filósofa española Adela Cortina
en su libro Ética sin Moral, puesto que, si bien el mencionado debilitamiento
moral es una realidad manifiesta, entonces, el aspecto rescatable es el lugar que la
misma autonomía deja para plantear una ética basada en la razón y la
convivencia humana. En los diálogos sostenidos con Karl-Otto Apel en Frankfurt,
la filósofa Cortina desarrolló la idea de un Ethos Universalizable combinando
elementos del discurso kantiano y la tradición hispana para la construcción de una
teoría de los derechos humanos. Tal enfoque busca establecer una base común
para la convivencia pacifica entre los ciudadanos con diferente culturas y practicas
morales.

En este punto, me aparto del planteamiento de Contreras quien propone un


“liberalismo perfeccionista” apegándose a la reconstrucción de la familia
heterosexual tradicional y la reformulación del ideario clásico de los Estados
Unidos para una vida político-económica republicana, sin duda, una tarea bastante
difícil en un mundo globalizado donde los individuos están poco dispuestos a ceder
alguna parte de su autonomía absolutista en función del bien común. Cabe
destacar que la autonomía progresista tan difundida y admirada en
nuestro tiempo, si bien es causa de crisis también tiene la potencialidad
de generar una solución razonable y realista a partir de la aplicación civil
del consenso, esto, según Habermas es el método adecuado para acceder a
principios morales validos, la puesta en marcha de la discusión colectiva.

Ahora bien, esto último hace parte del planteamiento de Carlos Santiago Nino en
su obra El constructivismo ético, quien abre indicando que en la práctica social
el discurso moral, pretende dos cosas: 1. La superación de los conflictos y
2. Facilitar la cooperación a partir del consenso. Por lo tanto, un
libertarianismo como el descrito por Contreras propicia el conflicto y nos aleja del
consenso. No obstante, aunque el autor sugiere al liberalismo conservador como
solución a la crisis social contemporánea tal propuesta no refleja sino el sesgo
subjetivo criticado a los libertarios, neomarxistas, progres, iusnaturalistas, etc.

Al mismo tiempo, el planteamiento de Contreras desde la mirada de Nino padece


el desajuste de explicar los fenómenos externos de la moral como
dependientes de las relaciones causales valoradas en el aspecto interno.
Dicho en otras palabras, la acción humana, el derecho, la moral, su discurso
distintivo y preferencias vitales son explicadas desde una perspectiva subjetiva
que ya esta dotada de razones, valoraciones, prejuicios, normas y proposiciones,
en el caso de Contreras refleja un modelo conservador, en el caso de Locke el
iusnaturalismo, en el caso de Kant el racionalismo y, así sucesivamente. Según
Nino el detrás de la praxis moral son una serie de discursos que compiten por
prevalecer

En el mismo sentido, Nino cuestiona que se han usado para la praxis moral
esquemas explicatorios adecuados a los fenómenos naturales como la
fusión del átomo o el asma. Los hechos morales identificados por los naturalistas,
descriptivistas, no-naturalistas y no-descriptivistas no permiten dar cuenta del
discurso moral y sus funciones que es, por una parte, la superación de los
conflictos y por la otra, facilitar la cooperación a través del consenso. De manera
que, el sustrato donde germina el liberalismo no son los distintos juicios morales
conservadores o cualquier otro, más bien siguiendo a Nino, la justificación de
los discursos morales sucede en el contexto de la practica social donde
los presupuestos formales cumplen determinadas funciones
estructurales.

Así como plantea Cortina una ética sin moral, asimismo el constructivismo ético de
Carlos Santiago Nino pretende librarse de la superposición de la visión subjetiva
que asigna valor conforme a las preferencias personales y, adicionalmente agrega
que los juicios morales no suceden en un contexto vacío sino sobre la
base de presupuestos procedimentales y si se quiere sustantivos de esta
misma practica social en donde se desarrollan. Esta concepción metaética
admite la posibilidad de justificar racionalmente principios morales normativos de
índole liberal, conservador, ecológico y otros, pero al mismo tiempo supera el
problema del relativismo moral permitiendo la discusión colectiva como el
baremo de validez. Desde esta mirada hallamos elementos del constructivismo
dispersos en Hobbes, Kant, Baier, Frankena, Hare, Rawls, Nagel, Singer, Apel,
Habermas y otros.

Siendo muy bien publicitada la autonomía ilimitada, se privilegia el valor


de la razón individual y sólo así, es posible llegar a lo posibilidad de
consensuar colectivamente. Es decir, en la discusión de intereses sociales la
verdad moral según Carlos Santiago Nino, se encuentra en un punto
medio entre la subjetividad y la participación colectiva. El constructivismo
ético genera al liberalismo, le conduce, germina sus cualidades políticas, esto no
quiere decir que sea incapaz de fundamentar otro orden sociopolítico, ni que sea
imposible la discusión moral para los progres, partidarios de género o asociación
religiosa, lo que dirá Carlos Santiago Nino es que la discusión moral se
desarrolla sólo allí donde están vigentes las instituciones jurídicas
liberales, quizás esta sea también la única garantía para proteger la fragilidad de
la libertad y la igualdad.

En el constructivismo ético permanece la relevancia del principio de


autonomía, cuyo ejercicio se regula mediante la remisión a lo que sería
aceptable, universalizable, general, imparcial, racional, etc, de hecho, en la obra
Ética y derechos humanos, las decisiones de los individuos se consideran
antecedentes apropiados de consecuencias normativas, esta mirada es el sustrato
del liberalismo. En la última obra mencionada, Nino refiere a la moral y los
derechos humanos, como el antídoto inventado por los hombres para evitar toda
clase de desgracias.

Finalmente, el autor argentino plantea la siguiente paradoja, las leyes y


normas que un Estado utiliza como medidas no son suficientes para
justificar acciones ni decisiones individuales estas mas bien se
encuentran justificadas internamente por una serie de principios
morales, pero si al mismo tiempo acudimos a ellos como operadores de
nuestra voluntad las leyes no hacen ningún sentido en la determinación
de las acciones individuales, esto se resuelve si los dictados de un
gobierno constituyen un medio para saber cuales son los principios
morales válidos. Es decir, sólo en condiciones liberales-democráticas y mediante
el consenso publico es posible garantizar la libertad, igualdad, imparcialidad y
unanimidad, que refiere a la validez de los hechos morales lo cual es lo mas
cercano al ideal de verdad.

Por último, es bien sabido que dentro de las sociedades plurales el consenso en la
discusión moral no asegura principios morales indubitables e inmutables, sin
embargo, en la praxis social la discusión pública es un buen indicio de
validez ya que el acuerdo de la mayoría nos acerca a la imparcialidad,
universalidad y unanimidad de las valoraciones morales. De alguna manera,
este modelo respeta el ejercicio extendido de la autonomía y al mismo tiempo
sirve de limite para evitar el gen destructivo de carácter absolutista y totalitario
mencionado por Contreras. Si bien es cierto que todavía no está dada la verdad
moral el constructivismo ético es un instrumento adecuado para buscarla en forma
consensuada. El constructivismo ético también permite el florecimiento del
liberalismo a través del debate colectivo entre los ciudadanos sobre la
eficiencia de los presupuestos morales y sus funciones a fin de
mejorarlos.

A modo de cierre, es preciso cuidar el fondo, el sustrato, la tierra donde se


desarrollan la moral y los derechos humanos, este escenario de inventiva y
reflexión individual y su debate en colectivo asegura la libertad, la imparcialidad
de las normas, la igualdad, reduce los conflictos y violaciones y posibilita la
realización. El discurso moral interesa en la medida que cumple funciones sociales
estructurales para el mejoramiento de una sociedad especifica, quizás por ello,
entran hoy en día en la discusión los temas del medio ambiente, la pobreza, el
género, el trabajo, entre otros, como el agua y la adaptación energética, lo
importante no es el discurso moral en si mismo sino el hecho moral de
sostener los espacio donde se hace posible manifestar la coincidencia o
desacuerdo de criterios.

También podría gustarte