Isabel de Urquiola I: La Tragedia de Una Insensata Ilusión
Isabel de Urquiola I: La Tragedia de Una Insensata Ilusión
Isabel de Urquiola I: La Tragedia de Una Insensata Ilusión
y demasiado valor es temeridad. Aristteles Tan apasionante como puede parecer en los libros o en las pelculas, la exploracin de nuevos territorios ha probado no ser exactamente igual a como seguramente se present en la imaginacin de los aventureros, quienes arriesgaron su vida en pos de algn descubrimiento que les ganase un sitio en la memoria de la humanidad. Ahora bien, la literatura en este sentido ha planteado dos opciones: la novela de aventuras o los relatos a manera de bitcoras, ensayos, artculos o biografas- que provienen del puo y letra del propio trotamundos; de este modo, mientras en la primera podemos ubicar muchos de los relatos elaborados por Julio Verne, Emilio Salgari o Robert Louis Stevenson, en la otra categora deben localizarse los escritos de personas como David Livingstone, Mary Kingsley, Richard Burton o el mismsimo Marco Polo. Siendo de ficcin los primeros y reales los segundos, la constante lectura de ambos puede llevar a ciertos individuos sensibles a visualizarse a s mismos cruzando los siete mares, adentrndose en el espacio sideral o atravesando las ms escabrosas selvas; pero mientras algunos se conforman con concluir el viaje tras cerrar el libro, otros deciden que lo mejor es tratar de llevar a cabo las ambiciosas hazaas de sus vvidas fantasas. A tal grupo de hombres perteneci un explorador espaol, nacido en la ciudad de Vitoria (Alavesa, Espaa) en julio de 1854, de nombre Manuel Iradier. Habiendo perdido a sus padres a temprana edad, el inquieto jovencito quien qued al cuidado de unos tos, comenz a leer sin descanso el tipo de libros que despertaban la sed de aventuras en los chiquillos decimonnicos, de forma que el chico decidi conformar una asociacin conocida como La Exploradora, cuyos miembros no pasaban de los diecisis aos, pero tenan una decisin comparable a la del intrpido Fernando de Magallanes. Tambin a La Exploradora perteneca otro muchacho de nombre Enrique de Urquiola, quien acostumbraba llevar a su hermana Isabel para que escuchase los discursos dados por Iradier y los dems en las sesiones, siendo sus favoritos los del primero; queriendo entonces el destino que aquella seorita, hija de un panadero de nombre Domingo de Urquiola y una dama llamada Sebastiana de Urtala, se enamorara perdidamente de un hombre Manuel- cuyo pragmatismo haba salido por la ventana en cuanto abri la primera novela de aventuras y que posea una temeridad propia de un nio de tres aos. As, para otoo de 1873 y siendo estudiante de filosofa y letras aunque quera ser ingeniero de minas-, Manuel acudi a ver al experimentado explorador Henry Stanley - quien se encontraba de visita en Vitoria para cubrir un conflicto armado-, explicndole as su plan para atravesar frica desde el Cabo de Buena Esperanza (Sudfrica) hasta las costas de Trpoli (Libia); sobra decir que el curtido viajero percibi de inmediato la imposibilidad para el muchacho- de la empresa, por lo que procedi a aconsejarle que se limitase a explorar los territorios espaoles ubicados en el golfo de Guinea. Persuadido por Stanley, el chico llev la noticia de su prxima y ms sencilla- travesa a La Exploradora, aprobndose el plan el 14 de octubre de 1874; entonces, ante la perspectiva de perder a su amado, Isabel de Urquiola le comunic inmediatamente que no tena intencin de dejarlo partir sin ella. Tal declaracin tom por sorpresa al caballero, decidiendo as la pareja que contraeran nupcias el 16 de noviembre de 1874, ante el espanto absoluto de la familia de la novia y el beneplcito de los amigos y compaeros del valiente jovencito. No obstante, las sorpresas an no terminaban para la familia De Urquiola, ya que tan pronto Manuel e Isabel se encontraron proyectando el viaje, la pequea cuada de Iradier, Juliana de diecisiete aos- decidi unirse a la expedicin. Sin embargo los Iradier no eran como las Tinne, de modo que lejos de viajar con barcos repletos de equipaje y mascotas exticas adems de cientos de libras-, tuvieron que empacar sus modestas pertenencias y hacerse a la mar con las escasas diez mil pesetas que posean, primero hacia las islas Canarias donde permanecieron un tiempo acoplndose al clima- y luego el 25 de abril de 1875, a bordo de un horrendo buque de carga el Loanda- que no tena siquiera un bao, los tres aventureros sortearon tormentas y huracanes hasta llegar a Guinea Ecuatorial. Llevaban ya veintin das navegando cuando llegaron a la baha de Santa Isabel, donde desembarcaron en la isla Fernando Poo, en cuya ciudad principal Clarence- Manuel sostuvo una
entrevista con el gobernador espaol Diego Santiesteban. Preocupado por la seguridad de sus compatriotas, el caballero trat de disuadirlos, pero ellos continuaron su viaje arribando a Elobey el Chico un islote que albergaba una diminuta colonia- el 18 de mayo de 1875. Por esa poca las muchachas rebosaban de emocin, as que la pequeez de la isla e incluso el precario estado en que se encontraba la casa donde se alojaran que era poco ms que una choza- les pareci romntica y fascinante, dedicndose de inmediato a reparar puertas, pisos, techos y ventanas, deshacindose a la vez de los numerosos insectos que hasta entonces haban infestado la vivienda. Una vez instalados, Iradier compr una embarcacin de nombre La Esperanza, abordo de la cual se dirigi, junto con su fiel sirviente Elombuangani, hacia las costas de cabo San Juan, adentrndose en el ro Muni, donde caz diversos animales, hizo observaciones cientficas y se enfrent con la tribu canbal, Fang la misma que qued aterrorizada cuando Mary Kingsley literalmente cay sobre ellos-. Mientras tanto Isabel y Juliana sufran lo indecible bajo el cambiante y cruel clima dndose a la tarea de anotar cualquier cambio en la temperatura, el viento, las nubes, etc., por encargo de Manuel, y con la constante angustia de no saber el estado en que se encontraba Iradier; todo esto sumado a la ineludible monotona de una vida desarrollada en un pedazo de tierra, sin contacto con sus seres queridos, afect al nimo de las damas. Por ese tiempo Isabel guardaba celosamente un secreto, estaba embarazada, circunstancia conocida nicamente por su querida hermana, quien solcitamente le procuraba todos los cuidados que la futura madre necesitaba, mismos que debieron intensificarse cuando la joven cay en cama. Al mismo tiempo Manuel yaca al borde de la muerte, habiendo sido envenenado por los traicioneros nativos, el valiente explorador sufri terribles fiebres le impedan seguir su camino. Una vez recuperado lo suficiente para caminar, regres prestamente con su familia. El 18 de enero de 1876 fue un da de gozo para los Iradier, ya que fue la fecha del nacimiento de la pequea Isabela; con este acontecimiento Isabel pens que su marido optara por olvidar su afn aventurero y se dedicara a actividades menos peligrosas, por ejemplo el comercio, sin embargo nada estaba ms lejano de las intenciones de su esposo. Temerario con su persona mas no tanto- con su familia, Manuel accedi aunque a decir verdad un tanto a regaadientes- a trasladarse a Santa Isabel para procurar el bienestar de las mujeres; no obstante este hecho fue contraproducente ya que el clima en este sitio era mucho peor que en Elobey por lo que todos cayeron vctimas de violentas fiebres. Pero los contratiempos no haban terminado en la aventura de los arrojados Iradier, pero ya veremos el resto de sus peripecias en la siguiente entrega de esta columna.
FUENTES: Las reinas de frica. Aut. Cristina Morat. Ed. Plaza y Jans. Espaa 2003. Detrs de hombres como Livingstone haba una mujer que sala a cazar. Aut. Roco Ruz. www.abcdesevilla.es. Junio, 2003.