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REALIDAD NACIONAL SEMANA 14

ACTIVIDAD

Luis Jaime Cisneros Vizquerra


Lingüista

“Los políticos nos deben la verdad”


Académico, humanista y periodista, Luis Jaime Cisneros Vizquerra fue
uno de los grandes intelectuales peruanos. Rescatamos esta entrevista
que muestra la lucidez de su pensamiento.

Julio Villanueva Chang


08/05/2022 11H34

El archivo de El Comercio tiene la virtud de guardar en él


material imprescindible para entender el Perú. Esta
entrevista fue realizada en 1999 a uno de nuestros mayores
pensadores, Luis Jaime Cisneros Vizquerra; y si bien su
vigencia demuestra la lucidez del entrevistado, también es
una señal de que el Perú, más que avanzar, da vueltas en
círculos.
— Jugando al inocente, es decir, corrigiendo la pregunta de
un novelesco periodista, ¿realmente se jodió el Perú?
Sí, y fue después de la Guerra con Chile. Pero creo que hemos
contribuido todos nosotros, porque nos ha faltado una clara
conciencia cívica. Todo lo que nos ha sucedido en materia política
-y me refiero también a los ciudadanos- está en relación a una
escasa conciencia cívica, es decir, a un fracaso de la
responsabilidad de la escuela en materia de formación cívica. La
escuela no ha contribuido a formar ciudadanos y, en consecuencia,
ha generado indiferencia. Hay dos maneras de ser indiferente en
política: la que se traduce en que a uno no le interesan las cosas
públicas y otra en que lo único que a uno le interesa es cómo
aprovechar la presencia de amigos en las esferas del Gobierno
para que le consigan chambas y oportunidades. Eso es todo.

— Nuestros políticos se preocupan por llegar al poder y no


por gobernar...
A eso me refiero: la política supone, desde los griegos, una
preocupación por la ciudad y el hombre, que no es una inquietud
por un tiempo fijo, que dure tres años o cinco, sino una
preocupación constante. Yo tengo muy presentes las clases de
educación cívica que recibí en Argentina, donde nuestra
obligación era leer los periódicos. Lo único que hacíamos en clase
era comentar lo que habíamos leído. Leer los periódicos
significaba enterarse no solamente de lo que había ocurrido en el
país, sino qué sucedía en América y en el mundo. Yo descubrí en
los periódicos lo que significaba Gandhi en la India y la guerra del
Chaco, en la que fui partidario de los paraguayos. Ésa era la clase
de educación cívica en el colegio. Aquí está reducida a esas
discusiones ingenuas de ver si el árbol del escudo nacional no es la
quinua, sino la quina, si es el guanaco y no la llama, definiciones
importantes, pero que no conducen a una conciencia cívica,
porque todo queda en el plano de la información.

— No estará tratando de simplificar al decir que el fracaso de


la política en el Perú es consecuencia de una deficiente
educación cívica.
No. Lo que ocurre es que, como fruto de esa educación, lo único
que te interesa es el poder. Ser diputado, ser alcalde, ser
presidente te da poder, pero el poder dura cinco años. El gobierno
de una ciudad implica una preocupación que se transmite de
generación en generación y eso no dura cinco años.

— ¿Cuál es el error político más grave que se ha cometido?


No decir la verdad ha sido lo más grave. Consentir la mentira, la
media tinta, el eufemismo. La conciencia de que muchas veces si
dices la verdad no vas a obtener el favor popular. En los últimos
tiempos, esta desfiguración se ha agravado en los partidos
políticos, pero también ha aumentado el afán con el que ahora la
gente joven defiende sus inquietudes y convicciones, y ello tiene
una sola comprobación: los muchachos son los que más creen en
la verdad y se han dado cuenta de cómo su ausencia de los
discursos ha ido empañando la vida política. No es un tema de la
universidad o de la política, sino del individuo. La salud mental de
una persona empieza de hecho por el ejercicio de la verdad.

— ¿Han sido nuestros políticos siempre tan mentirosos?


Los únicos que manejan la verdad son los médicos. Porque te
dicen que tienes cáncer y no un resfrío.

— ¿Qué diferencias hay entre la política de las dos mitades


del siglo?
Se puede dividir en dos grandes momentos: antes de la creación
de los ministerios de propaganda y después de ella, entre 1942 y
1943. Parte del triunfo de ese horror que significó el nazismo tuvo
relación con la propaganda. En la segunda parte del siglo, el
progreso tecnológico de los medios de comunicación ha ido
creando y modificando sentimientos en las gentes. El pueblo
alemán no levantaba la mano y, de pronto, todo el mundo
levantaba la mano. Esas cosas están resurgiendo ahora en algunos
países, como producto de la publicidad y la propaganda, de un
manejo disimulado de la verdad. No es que los políticos se jacten
de practicar la mentira; en realidad se jactan de disimularla,
porque, ¿qué político se atrevería a decir que voten por él
habiendo anunciado que no va a poder satisfacer las aspiraciones
de toda la ciudadanía, pero que tal vez podrá preparar el terreno
para que las realice el que le toque quince años después? No
puede decir eso, aunque sea la verdad. Ésa es la diferencia entre
los que se interesan en el gobierno de la república y los que se
interesan sólo en el poder.

— En consecuencia, siempre ha ganado quien ha hablado


bonito a este país.
Sí. Ha sido más en los últimos años cuando hemos tenido pruebas
de que los gobernantes oradores han resultado menos eficaces. La
previsión nunca ha sido una virtud peruana, tampoco la
constancia, y entonces han sido celebradas la improvisación, la
labia...

— ¿Hoy nos importa menos la oratoria de los políticos?


No, lo que ocurre es que ahora el lenguaje político y la corrección
idiomática ya no son los mismos, debido al progreso tecnológico, a
la invasión de la gente de provincia en la capital y a la desastrosa
política legislativa que ha permitido que, de seis universidades
que había hace treinta años, tengamos hoy en el país más de
sesenta, cuando no tenemos profesores para cubrir diez. No se ha
deteriorado el lenguaje, sino que hay otros niveles de corrección
idiomática. Pensar que el habla de la capital debe ser el modelo es
absurdo. La gente culta de ahora no es la misma de hace cincuenta
años.

— ¿Dentro de cien años a qué políticos no se les citará en un


libro de historia?
De todos nos olvidaremos. Si dentro de diez años ya nadie sabrá
quién fue De Gaulle, que aparecía siempre en los periódicos de
todo el mundo, imagínate qué suerte tendrán los gobernantes de
acá. En política, es inevitable el olvido. Tú sabes quienes fueron
Aristóteles y Platón, pero no te acuerdas de quienes gobernaban
en esa época.

Estimado estudiante, luego de leer la entrevista, usted realizará lo siguiente:

1.- Comentario de cada respuesta

2.-Análisis crítico de cada respuesta

3. Conclusiones

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