Jesus de La Historia

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Un largo viaje hacia el Jesús de la historia

Jesús PELÁEZ

Salió Jesús con sus dis cípu los para las aldeas de Cesarea de Filip o. En el camino les
hizo esta preg unta: -¿Quién d ice la gen te que s oy yo?

Ellos le contes tar on: -Juan Bautista ; otr os, Elías; otros, e n camb io, uno de los pr ofetas.

En tonces les pregu ntó: -Y vos otr os ¿quién de cís que soy yo?

Inter vin o Pedro y le dij o: -Tú eres el Mes ías.

Pero él les conmin ó a que no lo d ijeran a nadie.

Empe zó a enseñ arles que el Hijo del hombre te nía que padecer mu ch o, siend o
rechaza do p or los senad ores, los su mos sa cerd otes y los letrados, sufrie ndo la m uerte, y, a los
tres días, res ucitar . Y exp onía el mens aje ab iertamente .

En tonces Pedro lo tom ó consigo y empez ó a conminarlo.

El se volvió y, de cara a s us dis cíp ulos, con minó a Pe dro d iciénd ole: - P on te detrás de
mí, Sata nás!, por que tu idea n o es la de Dios , sino la hu mana (Mc 8,27-33) .

El re sultado de la encu esta de Jesú s a sus discípulo s es sorp rendente:


Jesús no e s lo que la gente cree , ni lo que pien san los disc ípulo s: no es Juan
Bautista , rec ién ase sinad o, ahora red ivivo; ni Elías, el profeta d efen sor del
monote ísmo y d el que se esp eraba la vuelta, según la tradición jud ía; ni siquiera
uno má s de la la rga lista de prof etas del Ant iguo T estame nto. Jesú s no est á en
continuida d co n las e xpectat iva s judía s sobre el Mesías.

La re spue sta d e Pedro parece , en principio, más ace rtada, pe ro ta mpo co


da en la diana. Para é l, que habla en no mbre de los d iscípulo s, Jesú s no es "un"
me sía s, sin o "el" Me sías d e la expectac ión popular nacionalista ( en grie go, con
artículo dete rminado : ho khris tós)1.

Tras e sta declaración de Ped ro, dic e el eva nge lista qu e Jesús "con minó (en
grie go, epitim aô) a lo s disc ípulos a que no lo dijeran a nadie". Por tre s vece s
aparece en est e texto el ve rbo epitimaô que, al igual que en el re sto del e van ge lio
de Ma rcos, se ut iliza sie mpre que está en juego la imagen del Me sías: en boca
de Jesú s ( 1,25; 3,12; 4,39; 8,30; 9,25) p ara impo ner silencio a los esp íritus
impuros y a l vie nto (=tratado co mo esp íritu impuro) y a lo s d iscípulos o a
Pedro, en cuanto def ienden un me sianismo nac ionalista violento ; o en bo ca de
Pedro o de los discípulos ( 8,32.33; 10,13.48) para hace r callar a Je sús o a la
gente, porque procla man una imagen del M esías en desa cuerdo co n la que ellos
tienen de Je sús.
La op inión que Je sús tiene de sí mismo e s dif erent e, pue s no se identifica
en mod o alguno co n la s e xpectat ivas mesiá nica s jud ías pred ominante s, cuando
indica el ca mino qu e debe rec orrer e l Hijo del h ombre 2 : " Empezó a en seña rle s
que e l Hijo del ho mbre tenía que padecer mucho , siendo recha zado po r los
senado res, los su mo s sace rdote s y los letrado s y suf riend o la mue rte y, a los tre s
días, resuc itar".

Esta imagen de un "Hijo de l hombre" que va a la muerte (y re sucitará), en


línea con el cánt ico del siervo de Isaía s (52,13-53,12), re sulta ina ceptable para
Pedro, que con mina a Jesú s co mo si se trata se d e un de monio, y que e s
conminado, a su ve z, po r Jesú s que lo llama " Sataná s". Para Jesú s, Pedro y los
discípulos participan de la mentalidad de Sataná s, no de la de Dios, negándo se a
recono cer el ca mino que debe segu ir el Hijo del h ombre.

He e le gido est e pa saje -esc rito a la luz del aconte cimient o de Pascua-,
porque la p regunta sobre la identidad de Je sús sigue en p ie. La s re spue sta s que
se han dado a é sta a lo la rgo d e la histo ria - co mo en el pa saje co mentado - han
sido muy d iversa s y muy en e special en los dos últimos siglos.

Este trabajo - que prete nde d ar a co noce r al lector no especia lizado e l


estado de la cue stión de la investiga ción s obre el Jesús de la historia - tiene dos parte s
bien d efin idas: e n la primera se hace un bre ve apunte de lo que podemo s saber
acerca de Je sús por lo s docume ntos ant iguo s, no cristiano s: judíos o pagano s; en
la segunda se expo ne de modo suc into el de sarrollo del debat e sob re el "Jesú s de
la histo ria" y e l "Cristo de la fe" que ha tenido lu gar de sde el s. XVIII ha sta
nuestros d ías3 , para haciendo unas breves reflexione s sobre el la rgo viaje
recorrido por lo s e studio sos con la preten sión de descubir el auténtico "Jesús
de la histo ria" a qu ien los evan ge lio s pre sentan de sde el principio como el
"Cristo de la fe" 4.

La pregunta , a lo largo de la historia, ha sid o y sigue siendo la misma:


¿Je sús y/o Cristo ? .

I. J ESUS EN L OS DOCUMENTOS ANTIG UOS NO


CRIS TIANOS

Para af rontar la cue stión de l "Je sús de la hist oria" , el historiador cu enta
con do s cla ses d e do cumento s ant iguo s, de cará cter totalmente diferente:

-Unos -so rpre ndente mente muy escasos y escuetos- pro vienen de fuente s
no crist iana s, ya judía s o paganas.

Lo que conoce mos por las fu ente s jud ías (Flavio Josefo y el Talmud) no
puede ayuda r gran c osa al conoc imiento d el Jesú s histórico, pue s para ésta s
Jesús e s p ráctic amente un de sc onocid o, un personaje del qu e quedaro n para la
poste ridad uno s b re ves apuntes, alguno s de e llo s, co mo vere mo s, incluso
dudoso s d esde e l punto de vista d e su t ran smisión textua l.

Tampo co lo qu e sa be mos por la s fuente s pa gana s de los dos primeros


siglos de nuestra era (historiadore s ro manos) a yuda demasiado al c onocimiento
del Je sú s h istó rico, aunque algo más al de los inicio s de l mo vimiento crist iano
en el seno del Imperio R oma no.

-Otros documentos, -los evangelios, en especia l- so n prolíficos en datos


sobre el nacimiento, p redicació n, muerte y resu rrec ción de Jesú s, pero
procede n de círculos de creyentes y hoy es admitido por todo s que resultan una
base ba stante compleja de sde el punto de vista met odoló gico pa ra poder
acceder a partir d e e llos al Je sús de la historia.

Fuera de lo s evange lios, sorp rende la poca ate nció n qu e pre sta el resto de
los e sc rito s de l Nu evo Te sta mento ( Carta s y Apo calipsis) a la s palabra s y
hecho s de Jesú s anteriore s a su re surrección5.

a) Las fuentes judías: Flavio Jos efo y el Talmud

Flavio J osefo, historiador judío (37 d.C.- 110 d.C .), da en sus obras noticia s
sobre Herodes y su dina stía, lo s procu radores de Judea, incluido Poncio Pilatos,
los esen io s y Juan Bautista, y cuenta la s pe ripe cia s del pu eblo judío durante los
dos último s siglo s de su exist encia co mo nación, re flejando el a mbient e judío
en el que surgió el crist ianismo. Sobre Jesú s, sin embargo, tran smite so lamente
dos noticias en su ob ra An tigüedades Jud ías.

El te xto de la primera dice así: " Por e sta époc a vivió Je sús, ho mbre sabio,
si es que deb e llamársele ho mbre, pue s realizaba obras asomb ro sa s y era
maestro de hombres que ace ptaban con gu sto la verdad, arra strando tra s de sí a
mucho s judíos, y tamb ién a mucha gente de estirpe grie ga. Era e l Me sías.
Cuando, a l ser denun ciado por nue stros notable s, Pilato s lo c ondenó a la c ruz,
los que le ha bían d ado su afecto al principio no de jaron de a marlo, ya que se les
había apare cido el ter cer día, viviendo de nue vo, tal como hab ían de clarado los divinos
profetas, así como otras mil maravillas a propósito de él. Y hasta el día de hoy no ha
desapa recido la estirpe de lo s que p or c ausa de él re cibe n el no mbre de
cristianos" ( An tigüe dades Judías 18, 63) 6 . Las pa labra s marcada s en cursiva e n el
texto indican con toda proba bilidad las int erpo lacio nes cristiana s introducida s
en el te xto origina l de Flavio Jose fo. De la autenticid ad de este texto se ha
dudado se riamente p or no e star vin culado sólida mente al conte xto en que
aparece en la obra. Ade má s, la s ve rsione s del te xto que ofrecen lo s ma nuscritos
no concue rdan e ntre sí. Eliminad as d el te xto las posible s interp olac ione s, se
puede dar por seguro qu e Flavio Jo sefo, a finale s del siglo I, se refiere a la
actividad taumatúrgica de Je sús y a su e nseñanza , a su s se guido re s jud íos y
grie go s, a la de nuncia contra él d e los nota ble s jud ío s, a la condena a cruz por
Pilatos y a la perviven cia, t ras su muerte, de l movimiento cristia no, datos
sumamente valioso s para los h ist oriad ores, pue s prueban la e xistencia histórica
de Jesú s, qu e ho y n adie se at reve a cue stionar.

La segund a noticia -ind ire cta- sobre Je sús que mencion a Flavio Jo se fo, e s
la del proc eso y la pidac ión de Santia go: " Aná s [el sumo pontífice ] creyó que,
muerto Fe sto, y ha llánd ose aún de ca mino Albino, era la oca sión de reun ir al
saned rín y pre se ntar ant e él al hermano d e Jesú s lla mado Cristo, cuyo no mbre
era Santia go, y a algu nos otro s. Lo s acu só de haber violado la ley y los entre gó
para qu e lo s lapida ran" (Antigüeda des Judías 20, 200) . La mayor parte de los
investigado res acepta la autent icidad de este pa saje, por el que tene mo s noticia
de la lapidació n de Santiago, pre sentado como "h ermano de Je sús, lla mado
Cristo".

El Talmud da ta mbién, p or su parte , do s noticia s sob re Je sús.

La p rimera , cuyo te xto ta mb ién se discute desd e el punto de vista crítico,


dice a sí: "...En la víspera de Pascua 7 fue co lgad o Je shu. Durante cuare nta día s
antes de que tu vie ra luga r la eje cució n salió un heraldo y gritó: <[Je shu ] sale
fuera para ser la pidado, porque ha pra cticado la h echicería y ha in citado a Israel
a la aposta sía. Todo el que pueda ale gar a lgo en su fa vor que se pre se nte y
abogue por él>. Pero co mo nada se pre sentó a su fa vor, fue c olgado en la
víspe ra de la Pa scua... Ulla rep licó: ¿Supon éis que [Je shu ] era a lguien por qu ien
se pudie ra formular una defen sa? ¿Aca so no era un Mes ith (e mbaucador), ace rca
del que dice la Esc ritura : 'no lo perdonará s, ni o cultará s' ( Dt 13,8) ? En el caso
de Je shu, sin embargo, e ra distint o, porque se re lacionaba c on la realeza (e s
decir, que era inf luyente). Nue stros rabinos enseñaron: Jeshu tenía cinco
discípulos: Matthai, Na kai, Ne zer, Bun i y T odah" ( T.B. Sanh 43a). Es opin ión
bastante ext endida qu e e ste te xto e s un a deformació n polémica d e la t radic ión
cristiana. En é l aparece Jesú s co mo ma go, sedu ctor y a gitad or p olítico, con la
finalidad de justifica r su condena . Pe ro algo queda claro: hacia el s. III, (Rabí
Ulla vivió en este siglo) las auto ridade s rabín ica s no ne gaban c ierta actividad
taumatúrgica a Je sú s, interpretada como hechice ría.

El mismo tratado de l Talmud da otra notic ia: " Nue stro s rabinos enseñan:
que la mano iz quie rda rechace , pero la derecha atraiga sie mp re, n o co mo
Eliseo , que rechazó a Ge jazí con amb as man os, y no como Rabí Yoshua ben
Perahjah, que re chazó a Jesú s (el Nazareno) con a mba s ma nos" (T.B. Sanh
107b) . Las p alabras en cursiva no aparecen en todas las ediciones del te xto.

Esta s dos notic ias del Talmud se pueden con side rar tanna ítica s, esto es,
anterio res a la Misná y so n import ante s de sde el punto de vista h istórico, pue s
dan por probada la e xistencia de Jesú s, aun que interprete n su actividad co mo
obra d e ma gia y su misión co mo la de un seductor y agitador.
b) Lo s historiado res ro manos

Lo s historiadores ro ma nos de los d os p rimeros siglo s de nue stra era,


Plinio el Joven , Corne lio Tác ito, Suetonio y Dión Ca sio dan alguna
información so bre lo s cristia nos, d irecta mente, e indirecta mente sobre Jesú s.

El te stimonio má s antiguo que se conserva de fuente pagano-roma na


sobre lo s c ristian os y Je sú s e s de l histo riado r Plin io el Jove n ( 62-113 d.C.) quien,
por ind icac ión de Trajano, proh ibió la formac ión de "asocia ciones religiosa s
privada s", consid erando sospechosa s la s reunione s noctu rna s (antes de la sa lida
del sol), por muy inocentes que fuesen los himno s que en esas ce re monia s
entonasen los c ristianos a "Crist o, como si fuera un Dios" y p or muy
inofen siva s que fuese n las co mida s que co mpartían junto s.

El te stimonio de C orne lio Tá cito ( 61-117 d.C .) acerca de Jesú s es también


muy valioso. Después de a ludir a lo s ru mo re s que cu lpaban a Nerón del
desastro so incendio que asoló Ro ma en el año 64 de nuest ra era, dice: "...Ne rón
señaló como culpables, y castigó con la mayor crueldad a una clase de hombres,
aborre cido s por su s vicio s, a lo s que la turba llamaba cristian os. Cristo, de
quien tal no mb re trae su origen , había suf rido la pena de muert e durante el
reinado de Tib erio, por sente ncia del pro curado r Ponc io Pilatos. La execra ble
superstición, mo me ntáneamente rep rimida , irrumpía de nu evo no sólo por
Judea, o rigen d el mal, sino también por la Ciudad (esto e s, Roma), lugar en el
que d e toda s pa rte s con fluye n y d onde se cele bran t oda clase de atrocidade s y
vergüen zas" (Anales 15, 44). El dato de la muert e de Jesú s, lla mado Cristo, por
senten cia del pro curado r Ponc io Pilato s, es con siderado autént ico por todo s.

Suetonio ( muerto hac ia e l 160) en su Vita Cla udii ( 25,4) se re fiere a la


expulsió n de lo s judío s en esto s términ os: "Como los judío s pro voc aban
continuos tu multos a instigac ión de Khre stus, los e xpulsó de Ro ma". De e ste
texto qued a la duda de sa ber si Khres tus se refie re a u n individuo llamado así o
a Khris tos ( =Cristo) 8 . En la Vita Ner onis ( 16,2) Suet onio relata también qu e los
cristianos segu ían una nue va y maléfica supe rst ición y qu e fueron expulsado de
Roma por Nerón.

Fina lmente, Dión Casio, que e scribe su histo ria romana en o chenta lib ros,
habla de la ejecu ción del có nsul Flavio Cle mente y del destie rro de su mujer,
acusado s de ateísmo, los cuale s perecieron ju nto con otros p or ser
simpatizante s d e la f e judía ( Ep itome 67,14). Este dato se podría refe rir a la
persecución de los c ristiano s bajo Do miciano , relatada e n la primera carta de
Cle mente9.

En todo caso, la s noticia s de lo s histo riadore s ro manos sobre los


cristianos confirma n la e xistencia histórica, la mue rte bajo Pon cio Pilato y el
auge d el cristia nismo, qu e deb e su nombre a Je sús a quien llamaban Cristo10.

La esca sez de noticia s sobre Jesú s en las fu ente s no cristiana s mue stra que
el he cho d e Je sú s no fue con siderado por éstas un a contec imiento de
importanc ia histórica que me rec iese un tratamie nto pormeno rizad o. T amp oco
las fuente s crist iana s lo con side raron así. Nin guna de ella s de scribe a Jesús
como ide ador de un progra ma político, ni como jefe de un mo vimiento
popular en lucha c ontra el gobierno romano opresor, n i co mo una f igu ra a
contrapon er al e mperador de Ro ma. Pe ro se puede d ecir ta mbién lo co ntrario:
tampoc o sirven lo s eva nge lios para aprende r gran co sa sobre el Impe rio
Roma no y los grande s proble mas de la política mundial.

Si las fuente s judía s y pagano -romana s son tan parca s en datos sobre Je sús
de Na zaret, y los e van gelios -documento s pa ra la cat e quesis y pre dicac ión
cristiana p rimitiva y no b iografías en e l sent ido moderno de la pala bra- son una
difícil plata forma para accede r al Je sú s histórico, ¿debemo s re nunciar por e llo a
recupe rar la figura histórica de Je sús?

No pa rece que hayan ido por ahí los derrotero s de la histo ria de la
investigac ión ni que vayan a ir en el futuro. Más bien todo lo c ontrario. Incluso
podemos afirmar que, en lo s últ imos veinte año s, la in ve stigació n sobre Jesús
ha ad quirido un impu lso inusitado , multiplicánd ose en nuest ros día s los
trabajo s, que han salido del á mb ito de lo s inve stigadores, para p royecta rse al
gran público e n los má s pre stigio sos d iarios del mu ndo - el inglés The Times, el
americano New Yor k Times- y lle gar a las pantallas d e cine y de televisión.
Alguno s lib ros recie ntes sobre el Je sús histórico se han conve rtido en
bestsellers c omo e l de J. D. Cro ssa n, Jesús: Vida de u n campesino jud ío11. No
hable mos ya de los nuevos e vange lios apóc rifo s, que llen os d e fantasía, al igual
o más que los antiguos, han p roliferado e n los últimos a ño s, con un inc reíble
éxito de ve ntas que pu ede c ontarse por cente nare s d e miles, de l tip o de El
evangelio de Acuar io, de Jesús el Cris to, de Lé vi (B arce lona 1986) o El Caballo de
Tr oya en cuatro volú men es de J. J. Benít ez (Barc elona 1989), con tirada en
conjunto de casi un millón de eje mplare s12 .

Este resu rgir actual de lo s estudio s sob re el Je sú s de la histo ria e s la última


etapa de un período de in ve stigación que se remonta al siglo XVIII,
denominado " Historia de la investigac ión de la vida de Jesús", po r el título de la
obra d e A. Sch weit zer, Ges chich te der Lebe n-Jesu-Forschun g (Tubin ga 1913) 13.

II. ETAP AS DE L A INVESTIGACION S OBRE EL JES ÚS DE LA


HISTORIA

Hasta bien entrado el s. XVIII, apena s si se dudaba de l valor histó ric o de


los evangelios, crey éndo se que, por su cará cter de libro s in spirados y por los
autores que los escrib iero n, re flejaban la s circun stanc ias h ist óricas de la vida de
Jesús. La princ ipal preocupac ión de lo s estudiosos hab ía sido mo strar que no
existía cont radic ción en ellos14.
La in vestigación h istórica sobre Jesús co mienza en re alidad ha cia fin ale s
del s. XVIII y se de sarrolla h asta nuestros días en tres etap as bien d iferencia das:

La primera va de R eimarus a Bult mann , deno minada "The Old Que st for
the historica l Jesus" o "First Que st" (antigua o primera inve stigación sob re el
Jesús de la historia). Dentro de e sta etapa , los años que transcurrieron desd e la
publicac ión del libro de A. Sc hweitzer,Ges chichte der Leben -Jesu -Fors chung ( Histo ria
de la investiga ción de la vida de Jesú s, Tubin ga 1913), -publicado con
anterio ridad con el t ítulo Von Reim arus zu Wre de ( De Reimaru s a Wrede, 1906)-
hasta el final de la Segunda Guerra Mun dial se conocen como un período en el
que no hubo in vest iga ción histórica sob re Je sús (" No Que st Pe riod"), pue s
reinaba la convicció n de que e ra impo sible llega r al Jesú s de la historia a tra vé s
de lo s eva nge lio s, por basarse el cristian ismo en la fe en Cristo y no en la
persona histórica d e Je sús. El autor más in fluyent e de e sta etapa fue Rudolf
Bultma nn.

La se gunda eta pa tran scurre de sde los d iscípulos de Bultma nn ha sta e l


año 1980, tie mpo durante e l que, de diferentes mo dos y con propu esta s
metodo lógicas muy distinta s, se propugna el ret orno a la in vestigación sobre
el Jesús de la historia a partir de los evange lio s, co mo plata forma válid a de acce so.
Esta etapa se denomina "The Ne w Qu est" ( Nue va invest igac ión), t ítulo que se
debe a la obra de J. A. Rob in son,A Ne w Ques t for the his torical Jesus ( Na perville
1959).

La terc era discurre de 1980 ha sta hoy, y se de no mina "Third Que st"
(Terce ra invest igación).

1) Primera et apa: De Reimarus a Bultm ann

El prime ro en plante ar el pro ble ma -e spec ialmente ca ndente ha sta


nuestros d ías- de la distinción ent re el Je sús histórico y la ima gen que de él
transmit en los evange lio s fue Hermann Sa mue l Re imaru s (1694- 1768)15. Este
profe sor a le mán, en su e scrito Von dem Zwe ck Jes u und seinen Jü nger (Acerca de la
meta de Je sús y de su s d iscípulos), pub lica do a título póstumo el año 1778 por
su disc ípulo Gotthold Le ssing po r temo r a repre salia s, postulaba qu e el Jesús de
la historia fue un judío revo lucion ario , que anu nció la llegada in minente del
reino de Dios dentro d e su misma ge neración; un re ino entendido en clave
polític a, cuyo objet ivo e ra con segu ir para el pueblo judío la ind epende ncia de
Roma bajo un rey M esías. Je sús, según Reimarus, n o qu iso fundar en modo
alguno una nue va religión, sino rea firma r la judía; se mita y de talante anti-gentil,
prohib ió a sus apóstoles predicar fuera de Israe l; entró en Jeru salén para lide rar
una rebelión d e carácter polít ico, pero frac asó en el intent o y fue condenado a
muert e, sintiénd ose abandonado de Dio s. Tras su mue rte, sus d iscípulos
robaro n su c adáver, se inventaro n la doct rina d e la resu rrección y de la paru sía
y, partícipe s de las ideas apoca líptic as judía s, lo dec lararon Mesía s en línea con
el libro de Da niel (cap. 7). Para Reimaru s, el Jesús de los e van gelio s e s una
invención de lo s discípu lo s y el cristian ismo , consecuente ment e, está c imentado
sobre un fraude.

La aporta ción de Reima rus, no obstant e, supu so una ve rdadera revolución


en la interpretac ión d e lo s te xtos n eote stamentarios, pue s ha sta él se creía que
los relatos e van gélico s eran do cumento s históricos que ref leja ban con fidelidad
los dich os y hech os de Je sús.

Entre el piet is mo y el racionalismo

Conte mporánea o con secu ente mente a e ste trabajo de R eimarus


come nzaron a escribirse " Vida s de Je sús", unas de corte romántico, como la s
de J. J. Hess ( 1774), F.V. Reinhardt ( 1781) y J. G. Herder (1797), que trataban
de explicar los elemento s sobrenatura le s de lo s evangelio s de modo racion al,
proyectando la cosmovisión del Ilu minismo y presenta ndo un Je sús que ha bla
en no mbre de la ra zón, del amor y del humanismo. A é stas siguie ron otra s de
corte fantá stico- ficticio como las de K. F. Bahrdt (1786) y K. H. Venturini
(1806), en la s que, curio sa mente, ambo s consid eraba n que Jesús h abía sido un
esenio, y otras de talante pu ramente racionalista como la de H. E. G. Paulus
(1828), incluida en el p rimer tomo de su C omentario a los tres primeros
evangelios, en la que se daba una explicac ión racionalista de lo s evange lio s y
otras man ifestacione s sobrenatu rales. Se gún Paulus, lo s milagro s se han de
explicar dentro de lo s límite s de la razón: el ca mina r de Jesú s po r la s agua s e s
una ilusión de los d iscípulos; la tran sf iguración , efe cto de un contraluz en la
montaña; la re surrección no fue tal, sino una mue rte sola ment e apa rente; la
ascen sión, en realidad, un saludo de Jesú s a lo s disc ípulos, dura nte el que se
interpo ne un a nube y de sapa rece. El ve rdade ro milagro es Jesú s mismo.

Un pa so ad elante en la invest igac ión lo constituye la " Vida de Je sús" de l


padre de la hermen éutica mode rna F. Schleie rmacher ( 1768-1834) -publicada
póstu mamente e n 1864 por un a lumn o a partir de sus n otas d e cla se, e n la que
éste e stable ce ya la distinción clara me nte formulada- que seguiría hasta nue stros
días- entre el Jesús de la historia en los sinópt ico s y el Cristo de la fe en e l cuarto
evangelio, dand o prio ridad a éste sob re aquél y escrib iendo má s que la vid a del
"Jesús de la historia ", un a vida del " Cristo de la fe".

D. F. Strau ss (1804-1874) , de la escuela de Tubin ga, dio un giro a la


investigac ión a l afirmar en su obra en do s volúmenes Das Leben Jesu kritisch
bearbeite t ( La vida de Je sús crítica me nte elaborad a, Tubinga 1835-1836) la
imposibilidad de escribir una vida de Jesú s, ne gando la f iabilidad histórica de
los evangelios, dado s lo s ele mento s sobrenatura le s y contrad icc ione s que hay
en ello s. Para ést e, la s " vidas de Jesús", esc rita s con a nteriorida d, habían sido o
explicac ione s piadosas y ort odoxas, que ace ptaban la int ervención de lo
sobrenatura l en la historia humana , o aclaraciones ra ciona listas de hechos
aparenteme nte sobrenatura le s. F. C. Baur ( Kritische Untersuch ungen über die
kanonis chen Eva ngelie n-Invest igaciones crítica s sobre los evangelio s canón icos-
Tubinga 1847) ha bía señala do una terc era vía: la inte rpreta ción mítica.
Siguiendo a su mae stro, St rauss c onsidera que el conc epto de mito e s pieza
clave para la ju sta co mp ren sión d e lo s re lato s evangélicos, sup erand o ést e la
oposición anterior racional- so brenatu ral, para habla r de lo s evan gelios co mo
"relato s míticos" , entendiendo el " mito " más o menos como midrá s, esto es,
"revest imiento en fo rma histórica de idea s religiosas, mode lada s por el poder
creativo de la leyenda y encarn adas en una perso nalida d histó rica". Pa ra Strau ss,
los evangelios presentan clara me nte un hecho h istórico, pe ro ha sta tal punto
transformado y e mbellecido por la fe d e la Iglesia que lo t ran smite, que re sulta
imposible e scribir la vida de Jesús a partir de ello s, ya que rehú san cont emp lar a
Jesús como pa rte d e la histo ria y refieren sola mente fragmentos inco nexos de
su vida 16.

La tradición dogmátic a anterior a Strauss giraba en torn o a la


proble mát ica d el cará cter natura l o sobren atural de la vida de Je sus,
presu ponie ndo que su vida había queb rantado e l orden natura l del mundo con
sus milagros, pascua y realid ad supramun dana. Strau ss trata de mostra r en su
obra qu e la vida de Jesús se mantuvo de ntro del o rden natural del mundo, y
rechaz a la idea de la interve nción de Dio s en él así co mo la posibilidad de la
encarna ción. Lo sobre natural hay qu e bu scarlo en el campo de la fe que
"interp reta" a e se Je sús co mo entid ad divina , aplicando, por tant o, la te oría del
mito a toda la vida de Je sús desde sus orígenes hasta la mue rte. La ima gen del
Jesús de St rauss es la de un judío qu e reivind ica para sí el mesian ismo en un
contexto e scatológico. Aún quizá s má s importante que su c rítica radica l fue la
separación insalvable que establecía e ntre los sinópt ico s y el cuarto e van ge lio
respecto a la valoración del Jesú s de la historia. Strauss sost enía que e l cu arto
evangelio repre senta ba una fo rma más evolucionada de l mito y d e la
const rucció n lege ndaria en to rno a Jesú s.

Para St rauss, co mo para Sch leie rmache r, había que escoger ent re el Je sús
histórico y el Cristo sob renatural; para ambos lo s e vangelios no registra n tanto
una información histórica so bre Je sú s cuanto la s conce pcion es id eoló gica s de
los primero s cristia nos17.

Casi ochenta a ño s má s tarde, A. Sch weit zer ( 1875- 1965) e sc ribe su


obra Gesch ichte der Leben -Jesu-Forsch ung (Hist oria de la inve stigación de la vida de
Jesús, Tubin ga 1913), publicada con anterio ridad con el t ítulo Von Reimarus zu
Wrede (De Reimaru s a Wred e, 1906), en la que def iende ta mbién que la
investigac ión del Je sús de la historia no e s posible, no po rqu e lo s autore s
evangélico s no sean objetivo s, sino po rque el e van gelio n o co ntiene su ficiente
información bio gráf ica. Schweitze r, t ratando de situa r a Jesús en la historia, lo
coloca dent ro del movimient o apocalíptico judío y lo con sidera un pro feta
apocalíptico qu e sube a Jeru salén pa ra morir allí y ac ele rar de e ste modo la
venida del rein o de Dios.

Tras Schwe itze r, la idea de que e ra po sible acceder al Je sú s de la historia y


esc ribir su vida a t ravés de lo s materia le s evangélico s se pe rdió, y la primera
etapa de la invest igac ión de la vida de Jesú s (The Old Qu est) llegó a su fin. En
la citada obra, Sch weit zer constata, de hec ho, el fracaso de lo s intent os de
esc ribir la vida de Je sús por parte de la escu ela liberal con est as p alab ras: " A la
investigac ión sobre la vida de Jesús le ha ocurrid o una co sa curio sa. Nació con
el ánimo de en contra r al Jesú s histórico y c reyó que pod ría restituirlo a nue stro
tiemp o co mo él fue : co mo maestro y salvador. De sató los lazos que le ligaban
desde hac ía siglos a la ro ca de la doctrina de la Igle sia y se ale gró cuando su
figura volvió a cobrar mo vimie nto y vida mient ra s parec ía que el Jesús histórico
se le ace rcaba. Pe ro e ste Jesús no se detuvo, sino que pa só de largo po r nue stra
época y volvió a la suya... Se pe rdió e n la s sombra s de la antigüedad, y hoy
Jesús nos aparece tal co mo se pre sent ó en el la go a aquello s ho mbre s que no
sabían quién era: co mo el Desconocido e Innominado qu e dice: Sígue me"18.

La cuest ió n s inópt ica

La in vestigación so bre la vida de Jesú s deriva ría durante el tiempo


siguiente hacia la cuestión sin óptica, que tiene por objetivo "det ermina r las
relaciones e xistentes entre lo s evange lio s sinópticos y e l orden cronoló gico en
que fueron escritos" . La in vestigación sobre Jesú s pa sa d e e ste modo del
ámbit o bá sicamente t eoló gic o en el que se discutía e l ca rácte r milagroso o no
de la vida de Je sús al ca mpo d e la crítica lit eraria o invest igac ión de la s fuente s
auténticas en que se conserva el recue rdo de la historia y d e la s pala bra s de
Jesús: lo s evange lio s.

Hasta ento nce s se había con side rado, sigu iendo la t radic ión de la Igle sia,
que Mateo era e l evange lio más antiguo. Esta supo sición fue pue sta en duda
por la hipóte sis de la s do s fuente s, propuesta de modo ind epend iente y
simultáneo por Ch. H. Weisse19, discípulo de Strauss, y Ch. G. Wilke20 en
1838. Según e sta teo ría, los evange lio s de Mateo y Luca s se formaron a partir
de dos fue ntes: el e vangelio de Ma rco s y una colección de dich os o ense ñanzas
de Je sús, hoy p erdid a. Sólo a part ir de éstas se pue de con struir una vida de
Jesús. Además hay que ad mitir algún material propio en Mateo y má s abundante
en Luca s.

H. J. Holtz mann ( 1832- 1910) (Die synoptis chen Evangelien. Ihr Urspr ung u nd
geschich tlicher Charak ter -Lo s e vangelios sinópt ico s. Su o rigen y carácter histórico-
Leipzig 1863) in sistirá princ ipalment e en el valor histórico del evangelio de
Marco s, una de las do s fuente s citadas21.

Fue Johann es Weiss quien en 1890 d io a est a colección de dicho s ( en


grie go, logia) el nombre d e Q (de l alemán Quelle, fuen te) 22. Para Weiss las vida s
de Jesú s hab ían girado h asta e ntonces en to rno a tre s alte rnativas: admisió n del
ele mento histó rico o del sobren atural; opción por e l evange lio de Juan o los
sinópticos para acceder al Je sús d e la historia, e inte rpretación e scato lógica o
ético-religio sa de la persona de Je sús; él se decanta po r la vía escatoló gic a: el
reino de Dios perten ece al futuro; Je sús so lamente anuncia su venida y e sp era
una intervenció n sobre natural de Dios. Si e l reino no llega, se d ebe a la
impeniten cia de los judíos. Pa ra borrar los pec ados d el pueblo, Je sú s da su vida
como rescat e. Después de su mu erte vendrá de nuevo dentro del lapso de
tiemp o de una gen erac ión con el esp lendo r del Mesía s de Daniel. Al
establecimiento d el reino prece derá un juic io.

Del evange lio de Juan, en opinión d e e stos autore s, ha y que prescindir


como fuente de información histórica por ser una obra e mine ntemente
teológica.

Un paso adelante lo dio W. Wrede (1859-1906) en su obra Das


Messiasgeheimnis in den Evan gelie n ( El secreto me siánico e n lo s eva nge lios,
Gotin ga 1901), al argumenta r que ésto s no son obras de pretensión histórica,
sino t eoló gica, resultando po r ello imposib le de scub rir el Cristo histó ric o en
ello s. Para Wred e, Je sús, durante su vida, no se procla mó nunc a Me sía s; fue ron
los disc ípulos, después de su mue rte, quie ne s lo rec onocieron c omo tal,
incorp orando e l tema del secreto mesiá nico en el más ant iguo de lo s eva nge lios,
el de Marco s. La con exión ent re la tradición ante rio r a Marco s, que presentaba
a Jesú s co mo ma estro y taumatu rgo, y la concep ción me siánica de la
comun idad, ob ligó al e van gelista a c rea r un lazo d e unión e ntre a mbos
ele mentos mediante la elaboración del te ma d el secret o me siánico, in venc ión
literaria de la primitiva co munidad cristiana, ret omada por Marc os, que
compu so su evangelio no co mo un h istoriador objetivo, sino c omo un teólo go
que e scribe desd e e l punto de vista de la fe.

Martin Kähler (Der sogenann te his toris che Jesus und der geschichtli ce, bib lis che
Christus -El así llamad o Jesú s de la historia y el Cristo bíblico histórico, 1892-
1896) se plantea el proble ma del Jesus h istó rico como consecu encia d e la
confusión creada por la s vida s de Jesú s de lo s liberale s, raciona lista s y
seguidores de St rauss. Si la funda menta ción científica de la vida de Jesú s e s tan
dudosa, ¿a dónde irá a parar la fe e n él?, se pre gunta. Po r e ste ca mino, Kähler
insiste en la dist inció n ya con ocida entre el Jesú s de la historia y el Cristo d e la
fe o del kerigma 23. Según Kähle r, del Jesú s de la historia podemo s saber muy
poco cient íficamente hab lando, p ero ha y cie rtamente un mínimo que n o puede
ser barrido por la ciencia. Je sú s fu e ho mb re c omo nosotros, pe ro a dif eren cia
nuestra , fue el Crist o de Dio s. Y en e sto se ba sa nue stra fe. Para Kahler, el
Cristo que ofrecen los e vangelio s, int erpretado desd e la fe, e s el verdade ro; el
Jesús de la h isto ria e s irre levante para la fe. Lo que intere sa de Jesú s no son los
hecho s histórico s, co mo inve stigaba la Escuela liberal, sino la interpretación de
éstos a la luz de la fe, su va lor y significado salvífico pa ra nosotros. De e ste
modo se decla ra no sólo imp osible, sino in nece saria la tarea de escribir una vida
de Jesú s.

La es cuela de la his toria de las religiones

Este C risto de la f e e merge también , aun que de modo co mpletame nte


difere nte, en la invest igac ión de la Es cuela de la h istoria de las religiones. Para e sta
escue la, no basta ya con e studiar el peculia r gén ero litera rio de lo s evange lio s o
su interdepende ncia; e l cristian ismo se debe estudia r como un fe nómeno
religio so má s dentro de l conjunt o de la historia de la s re ligione s, ap licando a su
estudio los prin cipios c omparatistas de la fenomen olo gía de la religión. El
cristianismo se pre senta a sí co mo una entre la s muchas religion es que
proliferaban en e l Impe rio romano. Así R. R eitz enst ein se pro puso ilu mina r en
lo posible con parale los orient ale s lo s orígene s de la s creencias hele nística s, y
conse cuente ment e del cristia nismo. En su obra D ie helle nis tis chen
Myster ienreligionen, ihre Grund gedanken und Wirk unge n ( La s re ligione s de los
misterio s helenístic os, sus idea s bá sicas y e fectos, Le ipzig-B erlín 1910)
describió el supuesto p roce so de hele niza ción del c ristianismo p rimitivo con
tres con clu sion es que afe ctan al estud io del NT: 1) la religió n helen íst ica y la
orienta l ejercie ron una profund a influe ncia en la teo logía del NT, especialmente
en la de Pablo; 2) la pro cla mación (kerigma) y el culto de la igle sia primitiva
dependen de la s religiones mist éric as y del gno sticismo, y 3) la idea del
cristianismo primitivo de la redención por la muerte y resu rrección de Cristo
fue to mada del mito del redentor gnóst ico precristian o24.

Por est os sendero s ca mina rían lo s tra bajo s siguient es, como lo s de W.
Bousset ( 1865- 1920), sin duda el princ ipal rep resentante de la Escue la de la
historia de las religione s en a que llo s momento s. En su c omentario al
Apoc alipsis (D ie Offenb arung J ohannis. Neu be arbeite t, -El apocalip sis de Juan.
Nueva mente e labora do-, Gotinga 1896) Bousset ap licó po r prime ra vez de
modo siste mático e stos pre supue stos, aclarando múltiple s punto s oscuro s del
texto por medio de un rico material comparativo . Su ob ra principal, Kyrios
Khr istos. Geschichte des Christusglaubens von den Anfänge n des Christentums bis
Irenaeus (Ky rios-Khristo s. Historia del Cristo de la fe desde los co mienzo s del
cristianismo ha sta Ire neo, Gotin ga 1913) diseña el desarrollo de l pensa miento
cristiano ha sta Iren eo. Según él, Pablo y su s su cesores tran sf ormaro n el
cristianismo primitivo en una religión mistérica. Mucho s de los mie mbro s de
las co munidades cristiana s primit ivas hab ían sid o con anterio ridad adept os de
religion es de misterios, que ahora adoraban a un dios nuevo, Je sús,
como Kyr ios, títu lo dado comúnmente al dios-h éroe en e l culto y ritual de los
cultos misté rico s. Bousset partía del supue sto - naturalme nte tras un minucioso
análisis de la t radic ión e vangélica- , de que la d ogmática judía sobre el Hijo del
homb re había sido in corporada a Jesús, y a partir de ahí se formó la fe de la
comun idad pale stina . Pe ro aparte de e ste grupo existía ta mbién la comun idad
helenística procedent e del paga nismo. En ella na ció la ado ración de Jesús
como Kyr ios. Esta designac ión tuvo su origen en el culto litúrgic o, por
influen cia ( y co ntraposición) de la veneración a divin idade s cu ltuale s a jenas.
Así, en lu gar de la esperanza en un Hijo del ho mbre qu e habría de venir,
aparece la ado ració n actual d el Seño r ce leste, lo qu e en principio supuso un
peligro para la e scato logía.

Este e spec ial hinca pié en e l e ntorno helenístico sufrió una corrección en
el artículo de J. We iss " Da s Prob lem der Ent stehung des Christentums" (El
proble ma de l nacimiento del cristia nismo- publicado en Ar chiv für
Religions wissenschaft 16 [1913] 423-515), editado co mo libro -c on algunos
añadido s- tras su muert e por R. Knopf ( Das Urchris tentum, -El cristianismo
primitivo- Gotinga 1914). Acepta ndo los re que rimient os metodo lógicos de la
escue la historicista, Weiss insist ía en que no era po sible comprender
históricame nte el crist ianismo, si no se pon ían de re lie ve sus diferencia s
sustanciales con los culto s mist éricos y su an claje en la me ntalid ad de Je sús,
profundament e judía . Con e llo int entó Weiss crear un puente entre dos
concepc ione s ca si anta gónica s del c ristian ismo p rimitivo: la he lenística y la
judía.

La historia co mparada de la s re ligiones habría d e llevar a una c rítica


histórica radica l del materia l evangé lic o. Así J. We llhau sen , inve stigador
dedicado prin cipa lmente al AT, en su obra Israelitis che und j üdis che
Ges chich te ( Historia israe lita y judía, Be rlín 1894) añadió un último capítu lo sobre
el e vangelio en e l que se pre senta a Je sús co mo un pre dicado r de l amor en un
reino de Dios que ya ha come nzado, y qu e tiene una relación con Dio s de h ijo
a Padre co mo ser humano que e s. Para Wellhausen, el título de "Hijo del
homb re" significaba en boca de Jesús símple mente "h ombre" . Tra s su muerte y
resurrec ción se tran sfo rmó el apelat ivo -por obra de la comu nidad de
creyent es- en título me siánico y se le ad scribió una filiación divina real. Los
primero s cristianos acabaron de tra nsformar la imagen d el Je sús terre no,
uniendo su perso na con las concep cion es e scatológicas de la épo ca. Má s ta rde,
J. We llhau sen mante ndría ( Einleitung in die drei erste n Evange lien -Introducción a
los tre s primero s evangelios- , Berlín 1905), que los e vangelio s no tienen nin gún
valor co mo fuente p ara la historia de Jesús, sino como testimo nio de la fe de la
comun idad cristiana primitiva. Según e ste autor, la tradición e vangélica,
múltiple y variad a, se p lasmó en nue stros evange lio s gracia s a una se lecc ión
dogmática, siendo su ordena miento y d isposición una c reac ión pe rsonal de los
evangelista s25.

La his toria de las form as

Tras la primera gue rra mundial, K. L. Sch midt (Der Rah men der Ges chichte
Jesu, - El marco d e la historia de Je sú s- Be rlin 1919), M. Dibelius ( Die
For mges chich te des Evan geliu ms, - La historia d e la s formas d el e vange lio- Tubinga
51966) y R. Bultmann (Die Geschichte der s ynoptische n Tradition, - Historia de la
tradición sinópt ica-, Got inga 61964) aplicaron a los sinó ptico s e l método de la
historia de las fo rmas (o crítica de la s forma s, como suele llamarse
recientemente), qu e H. Gun kel había aplicado con tanto é xito al Antiguo
Testa ment o. Este método tiene como principa l presupue sto conside rar que
"los relato s sobre Je sús e xistía n aislado s ora lmente ante s de f ijarse por e scrito".
Puestos po r escrito, sirvie ron para la edificación e instrucc ión de la primitiva
comun idad cristiana; era n, por tanto, e l producto de una tarea creado ra de la
comun idad, má s qu e de un e van ge lista, e n cuant o que éste, c omo re dactor de
hecho, no sólo refleja su propio pen samiento , sino ta mbién el del grup o en
cuyo seno se ha lla. La in serció n en el e van gelio de e sto s relatos suelt os fue el
último paso en la evolució n de e ste proce so. Lo s e vangelios, por tant o, no son
obras unitarias, sino coleccione s de pequeña s unidade s literaria s soldada s unas a
otras e n forma d e colecciones. La pla smació n por esc rito de t odo este material
respondió a las nece sidad es de las c omunidade s. Cada una de la s fo rmas era
utilizada se gún requería la oc asión. Lo s e vangelista s reu nieron e sas pequeña s
unidade s y, con una ligazón laxa , las transmit ieron por e scrito en una género
literario original: el e van gelio.

La tarea de la e xégesis consiste en cla sificar e sas forma s, bu scar el Sitz im


Leben (e l contexto vital) en e l que se originaron, pa ra llega r de este modo n o al
Jesús de la h ist oria, sino al cont exto de la co munidad en que se origina ron.

Lo s e van gelio s no son, por tanto, biografía s, sino test imonio s de la


comun idad crist iana primitiva, pue s la fe p ascu al de la s co munida des e jerció un
gran inf lujo en lo s relatos sobre la vida de Je sús26.

R. Bultm ann

Cuando R. Bu ltma nn ent ra e n e scena (Die Ges chich te der s yn optische n


Tradition - Historia de la trad ició n sinóptic a, Gotin ga 1921; Je sus, Tubinga
1926), el camino esta ba ya prepa rado para recibir sus teorías. Muchos
proble mas se discutían toda vía e ntre los in vest igadores protest ante s del Nue vo
Testa ment o lle gando a conc lusiones dife rente s: seguía en pie una acalo rada
contro versia entre lo s que mantenían que era impo sible recon struir e l Jesú s de
la hist oria a pa rtir de los relato s sinópt icos de su vida , y los libe rales que
afirmaban que lo era; el c oncept o de mito aplicado a lo s evangelios era y a casi
generalmente acept ado; la escuela e scatoló gica había apare cido ya con
Sch we itzer; se había hecho la sep arac ión ent re el Jesú s de la historia y el Cristo
de la f e; se mantenía la difere ncia entre his toris ch (lo h istó rica mente sucedid o) y
lo ges chichtlich (el a contec imiento h istórico e n cuanto salvíf ico); el po der creativo
literario de la c omu nidad primit iva ha bía sido ac eptado; se ha bía devaluado la
importanc ia de la historia co mo ba se p ara la f e; el h elen ismo había sido
estudiad o con refere ncia a la forma ción del kerigma crist iano; y las idea s
filo sóf icas de la épo ca se habían a plicado a l e studio de la Biblia 27.

R. Bult man n, por tanto , hac iéndo se eco de la inve stigación realizada c on
anterio ridad a él, y aplicando el método de la h istoria de las formas a los
evangelios, se mostró esc éptic o ante la po sib ilidad de re cupera r cient íficamente
el Jesú s de la h isto ria hasta el punto de con sid erar irrelevante e ile gítimo el
acceso al mismo: irrelevante, porque la historia de Je sús no tiene interé s pa ra la
fe cristiana, que co mien za en Pascua; ilegítimo, po rque e l recurso a la histo ria
altera la natura leza misma de la f e, que se apoya únicamente e n sí misma. Para
Bultma nn, e l recurso a la historia pa ra justifica r la fe sup one un a búsqueda
malsana de segu ridad, se meja nte a la se guridad que se busc a con el recu rso a las
obras (téngase presente que Bult man n parte de la tesis refo rma da de la
"justificac ión po r la fe , sin obra s"). Los e van gelios son e xpre sión de la fe
pospa scua l de la s p rimera s c omun idade s c ristianas y no docu mentos histó ricos
para acced er al Je sú s de la historia. Lo que imp orta, por tanto, es el kerigma, en
cuanto anuncio de salvación de Dios por medio de Jesú s, que of rece el pe rdón
y llama a una existe ncia nueva . Bultmmann se intere sa má s que po r Je sús en sí
mismo por lo que Jesú s es para no sotros. Je sús e s el anunciador del juicio
definit ivo de Dios sobre el mundo. Entre el ke rigma (el Jesú s predicado) y la
persona histórica de Jesú s ( el Je sús predicador) no hay continuida d; la fe, por
tanto, debe entende rse y vivirse al margen de la h ist oria de Je sú s28.

J. Jere mias (" De r Gegen wärt ige Stand de r Deb atte um da s Problem de s
historischen Je su s" - La situac ión a ctual de l debat e en to rno al proble ma del
Jesús de la historia)29 re sume de este modo la po sic ión de Bultmann: " La
historia de Jesú s pert enece para Bult mann a la historia del judaísmo, no del
cristianismo. Este gran profeta judío t iene c ierta ment e un interés h istó rico p ara
la teolo gía del Nue vo Testa mento, pero no tiene ninguna significa ción, ni
puede tenerla, para la fe cristian a, pue s el cristian ismo comenzó po r primera
vez en Pascu a".

2) Segunda et apa: Vuelta al Jesús de la histo ria

El e scepticismo radica l fre nte al Je sús d e la histo ria man ife stado por
Bultma nn, no fue, sin e mbargo, co mpa rtido po r todos sus disc ípulo s, -los po st-
bultman nianos- que inic iaron muy pronto nue vos c amino s de búsqueda del
Jesús de la historia, utilizand o no solamente el método de la h istoria de las for mas,
como lo habían hec ho Dibeliu s y Bult mann , sino también el de la his toria de la
redacción qu e in ve stiga "el modo en que cada evan ge lista une en su e van gelio los
difere ntes mate riales tomados de fu ente s orales o e sc rita s". Se gún est e mét odo,
los evan gelios no se exp lican ya po r el simp le ensamb lamient o o unión de todas
esa s unidade s lite rarias previa s, sin o por la mano y el talento de un redactor con
personalidad p ropia, que supo un ir d ichos materiale s y modelarlo s con arre glo
a sus conce pciones, a su teología y a la de su co mun idad en f orma de o bra
literaria de autoría pe rsonal30.

Esto s dos método s sirvieron de base a los investigad ore s de e sta segu nda
etapa, deno minada The Ne w Ques t, qu e co menzó hacia e l año 1953 y cont inuó
hasta la dé cada de lo s 70. Propósito de los auto res de esta etapa era recon struir
el men saje original de Je sús y co mpararlo con la proc lamación de la igle sia
primitiva para ver ha sta qu é punto hab ía continu idad o no ent re ambos.

Lo s autore s de e ste período coin ciden grosso mod o en dos punto s:

1) El rech azo de los presupu esto s de la in vestigac ión liberal so bre Je sús,
deambu lando po r una vía intermedia entre el racio nalismo, que hace a Jesús
uno como no sotros y e l sobrenatu ralismo que lo convierte en un h ombre
divino para cuyo conocimiento se pide sacrif icar el ente ndimient o y la ra zón.
2) La aceptación d e cie rta co ntinuidad entre el Jesús de la histo ria y e l
Cristo de la fe y, por tanto , de la legitimidad de la inve stigación so bre la histo ria
de Jesú s anterior a Pa scua . Esta continu idad es f ormulada po r los estudioso s de
la New Quest co mo "Cristo lo gía implíc ita o indirecta" , término introduc ido por
H. Con zelmann , con el que se afirma que, aunque Je sús no hubiese usado
ninguno d e lo s título s cristológico s qu e le atribuyen los e van gelio s, la
investigac ión co nsidera qu e tales título s son una exp licita ción de su pretensión
histórica.

Esta segu nda etapa de la inve stiga ción histó rica sobre Jesús tiene su punto
de part ida en la conferen cia pronunc iada el a ño 1953 por E. Käse mann en
Marburgo y pu blica da con e l título " Das Prob lem des historisc hen Je su" (El
proble ma de l Je sús histórico-, Zeitschrift für The ologie und Kir che, 51 [1954] 125-
53) ; pertene cen a esta etapa autores tan conoc idos como J. Jere mias, G.
Bornka mm, H. Conzelmann, J. A. Robin son y H. Braun, entre otros, que
propugnan un movimie nto de vuelta al Jesú s de la h istoria 31.

E. Käsemann, sin renuncia r a todos los presu puestos de Bult mann, su


maestro , mantu vo que la ruptura entre el Cristo de la fe y el Je sú s de la histo ria
podía lleva r a convertir a Cristo en un mito, sin referente histórico, co mo
sucedió en la etapa ante rior, y a d ejar d e lado la impo rtancia de la histo ria p ara
la fe, al afirma r brilla nte mente que "n o es posible co mprender al Je sús t erre no,
si n o e s a partir de Pascua... ta mpo co se puede comprender ade cuada mente el
signif icado de Pa scua , si se p rescinde de l Jesús terreno"32.

Se gún Kä se mann, la vid a del Jesú s terreno es de su ma importancia pa ra la


fe, pue s la iglesia primitiva no era propensa a de jar que el mito to ma se el lu gar
de la histo ria, ni a p ermitir que un se r celest ial o cupa se el lugar de l ho mbre de
Naza ret. Pa ra Kä se mann , la cruz y la re surrecció n de Jesú s so n puntos cent rale s
para la discu sión de l prob lema. Mateo, Marcos y Juan ab sorbe n la historia en el
kerigma, a centuando la cont inuidad entre Je sús y Cristo, y salvando a l Jesú s de
la histo ria de convertirse e n una mera ab stra cción . El Jesús de Lucas, p ara
Käsema nn, es histórico, pues Lucas convierte la escatología en historia de la
salvac ión. La re vela ción invad e la historia y tiene lu gar en ella. Inclu so e l cuarto
evangelio, con su énf asis en el anti-docetismo, no puede meno s de acentuar que
Jesuc risto "se hizo ho mbre". La vida del Jesú s de la hist oria fo rma parte de la fe
cristiana, porque el Señor terreno y e l exaltado e s el mismo. La fe de pa scua e s
la funda mentac ión del kerigma pa scual, pero no la prime ra y única fuent e de su
contenido . Aquélla tuvo que inte grar la vida de Jesú s en el ke rigma anunciado.
De ahí qu e la inve stigac ión d el Je sús de la historia sea, según Kä semann y en
contra de Bult man n, teológicamente le gítima y posible , dentro inclu so de los
límite s de una crític a radica l, porque el evan gelio con serva toda vía muchos
ele mentos histórico s. Po r todo ello, Kä se mann pro pugnó una invest igac ión
sobre lo s e van gelio s que llevase a constata r la continuidad ent re la pre dicac ión
de Je sús y la de los apó stole s, ma ntenie ndo que "de la oscurid ad de la histo ria
de Je sú s brotan ciertos rasgo s caracte rístic os de su predic ación , pe rcept ible s
con relativa exactitud, a sociados po r e l cristianismo a su propio mensaje"33.
J. M. Robinso n (A Ne w Ques t for the Historical Jesus, Nape rville 1959)
rechaz ó la inve stigac ión libe ral ante rior po r co nsidera rla metodológicamente
imposible y teoló gica ment e ile gít ima y pro puso una inve stigación basa da en un
nuevo con cepto de "historia". La nue va inve stigación, utilizando el método
historio gráf ico mode rno, pretend e un encu entro con el Je sús hist óric o (que no
es lo mismo que con el Je sús "terrenal", sino con el Jesú s que es con ocido por
la historia), un encue ntro existe ncial con la persona de Je sús, que tiene por
finalidad ver si la co mp ren sión de Jesús que tiene la predicac ión o kerigma
corre sponde a la co mp rensión de la existenc ia implícita en e l Jesú s de la
historia.

G. Born ka mm, por su parte, profe sor de Heidelbe rg, disc ípulo de
Bultma nn y suc eso r de M. Dibelius, tres años de spué s de la co nferencia de
Käsema n, en su obra Jesus von Naz areth (Je sú s de Nazaret, Stutt gart 1956) aplica
a los e van gelios los pre supue stos ideoló gicos de Käsemann, pe ro haciendo
hincapié en lo s hecho s del Jesú s de la histo ria y en el impa cto qu e su
personalidad p rodujo en su entorno. Käse mann y Bultma nn habían dado má s
importanc ia al e studio de las palabras de Jesús, Born kamm lo da a los hecho s y
rechaz a la posición de a quellos que sacrifican totalmente la h ist oric idad de
Jesús, pue s p ara la fe es ne cesario e l Jesú s de la h ist oria34.

De modo semejante se pro nuncia J. Jeremia s (Das Problem der his tor ische n
Jesus - El proble ma de l Je sús histó rico, 1960), reacc ionando ante lo s po stulados
ideoló gico s bult man iano s, y propu gnando un mo vimiento de re tor no al Jesús de la
historia al p rocla mar que "la ba se pa ra una c ristología hist óricamente c imentada
no puede ser ot ra sin o las autént ica s palabras y hech os de Jesú s (ipsissima verba et
facta Jes u). Para Jere mias y su s se guido res la con fesión d e fe que p roc lama que
Jesús e s e l Crist o (Je sucristo) hace ref erenc ia ne cesariame nte al Je sús histórico,
al hombre de Nazaret; sin esta refe renc ia, la fe cristiana se vue lve pura
ideolo gía" . El c omienzo de nuestra fe no e stá en e l kerigma, sino en e l he cho
histórico de la vida de Jesús. La vuelta al Jesús de la histo ria no se reco mienda
solamente por fide lidad a la s fuentes, sino porqu e el ke rigma predica que Dios
reconc ilió a l mundo co n él por medio de un aconte cimiento histórico . Se gún
Jeremia s, no se puede separar la historia del kerigma a rie sgo de cae r en el
ebionismo o en el do cetismo. En su libro sobre la s parábolas, Je re mia s af irma
la posibilidad de lle gar a establecer contacto con el Je sús hist óric o cuando
afirma que "cada una de las pa rábolas fue pro nunciada en un momento
determinado de la vida d e Je sús, en c ircun stan cia s que no se ha n produc ido
má s que una vez... ¿Qué qu ería de cir Jesú s en tal ocasión determinada ? ¿Qué
efecto tend ían a p roducir sus palabras sobre lo s oyent es? Esta s son la s
preguntas que e s necesa rio hace rse pa ra encontrar en cuanto se a po sib le el
sentid o original de la s parábola s de Jesú s y o ír la voz misma del Mae st ro"35.

H. Braun (Der Mann aus Nazareth und seine Zeit -El hombre de Nazaret y su
tiemp o-, Stutt gart 1969; trad. castellana, Salamanca 1975) se mue ve en el
mismo ca mpo de l Jesús de Bu ltmann, pero, a diferencia de éste, e s un
historiado r y no un crít ico literario. Su ob ra sobre Jesú s es una historia del
ambiente en que vivió Je sús, de lo que fue y dijo a los ho mbre s. Bultmann creía
en la presencia de la pala bra transcendente de Dios en el men saje (y rea lidad) de
Jesús; por eso comp render a Je sús signific aba ac eptar el juicio de Dios que
había venid o a realiza rse en é l; para Braun , Dio s no e s más que la verdad d e la
palabra de Jesú s; por eso basta con e scuch ar y cump lir e sa pa labra qu e expresa
la "nueva libertad" y quehac er del amo r interhumano. Jesú s no e s ya pala bra
escato lógica de Dio s, sino un profeta que ha ten ido pa labras d e e xigenc ia y
conversión que se t raducen en un imp erativo de amor int erhu mano ; de e ste
modo p reco niza la imagen de Je sús d e los teólogos de la liberación y se sep ara
decisivamente de Bult mann . Braun acepta el men saje de Jesús y olvida el
sentid o de su pa scua. La cristolo gía viene a con vert irse meramente en símb olo
de la ve rdad del men saje que Jesús ha p redic ado. El e vangelio se de svincu la del
plano de fe en el que se ha vivido y se ha compue sto y queda redu cido a signo y
expresión del auténtico ha cerse e xistencial huma no36.

Crit erios de histo ricidad

Lo s autore s de esta etapa, con la fin alidad de superar el e scepticismo


histórico bultmaniano, fueron elaborando uno s crit erios de historicidad que
ayudase n a ir t ras las huellas de l Jesú s de la h istoria , partiendo de los t extos
neotesta me ntarios37. Estos c riterio s se pueden sintet izar del modo sigu iente:

- Criterio de desemejanza o dis con tin uidad según el cua l: "todo dicho o hec ho
de Jesú s qu e no encaje en el medio ambiente judío de l tiempo ni en el marco de
la primitiva co munidad , no adaptá ndose a a mbas situaciones, pro cede
ine quívoca ment e del Jesú s de la h isto ria"; este criterio n o es válido a la inversa,
pues se ría absurdo rechazar como no histórico t odo lo que de alguna man era
encaja con el judaísmo o cristianismo primitivo, ya que la figu ra del Jesús
histórico só lo pued e lo grarse satisfacto ria mente en lo posib le a la luz de la s
costu mbres e ideas de la Palest ina d el siglo I.

- Criterio de atesta ción múltiple, por e l que se afirma que "p rovienen de Je sús
determinado s te mas o ideas, si se da con vergen cia, no ya entre lo s e vangelios
(que e stán e strec ha mente int errelacionado s), sino entre las fuente s de la s que
estos escrito s to man su mat eriale s: Mc, Q y los materiale s específic os de Mateo
y Luca s"; e sto es, si un determinado te ma o mot ivo aparec e bien atestiguado en
diversas forma s literaria s de la tradición. Lo que se encuent ra en varia s fuente s
independientes, tien e má s probab ilidad de ser auténtico.

- Criterio de conform idad, con tinuidad o cohere ncia, que se f ormula así:
"estab lecid o un hecho o palab ra de Je sús como histórico , puede con side rarse
también histórico todo he cho o palabra que esté de a cuerdo c on a quél". Dicho
de otro modo, puede a ceptarse c omo auténtico tod o dato que se a coherente
con ot ro cu ya aut enticidad n o admita duda.

- Criterio lingü ístico y de en torno, se gún e l cual "todo dato que sea
incompatib le con el e ntorno lingü íst ico y a mbie ntal de Je sú s debe ser
rechaz ado". A la in versa, sin e mbargo, no pue de admitirse co mo autént ico
cualquier dato sólo porque re fle je la s circunsta ncia s lin güístic as y ambientale s
de su entorno. Est e crite rio es fo rmulado por otros co mo criterio de an tig üedad;
según éste, tie ne ma yor pro babilidad de autentic idad lo que puede acred itarse
como más ant iguo de sde el punto de vista lingüístico y de ento rno.

De est os criterios, ha p rimado el de d esemejan za.

Aunque e stos c rite rios son útiles y operativo s, sorprende, sin e mba rgo,
ver có mo lo s autore s no se po nen de acuerdo en la p ráctica al dete rmina r si una
determinada pa labra o relat o evan gélico pert enece o no al Jesús de la
historia 38.

3) Tercera et apa ( The Third Quest )

Con la vida de Jesús de B raun quedó la puerta abierta a la te rcera etapa de


la inve stigac ión d e la histo ria de Je sús, d eno minada Third Ques t39.

Esta etap a se distin gue por su interdisciplinarie dad, pue s ya no son sólo
teólogos o e xe geta s los que a bordan el Je sú s de la historia, sino h isto riad ores,
sociólo gos, antropó logos, proced ente s no sólo de facultades de teología, sino
de universidade s civiles; no preocupad os tanto por mostrar la continuida d entre
el Cristo de la fe y el Je sú s de la historia , cuant o po r resc atar de y para la
historia su ima gen.

Lo s autore s de esta eta pa dan , po r lo común, má s valo r a lo s eva nge lios


como docu mentos histó rico s de lo que le dab an lo s de la s do s etapa s
anterio res, e quiparándolos en grado de f iabilidad histórica en alguno s casos a
las bio grafía s gre co-ro ma nas cont emporán eas a los evange lio s.

La cara cteríst ica principa l de esta nueva eta pa es la gran p reocupa ción por
situar a Je sús en el ma rco socio-histórico del juda ísmo de su tiempo, co n la
ayuda del mayo r grado de conocimiento que se tiene hoy de las literatura s
apócrifa (apócrifos del Nu evo Te stamento y te xto s gnóst icos de Nag
Ha mmadi), qumránica, rab ínica , y de los resu ltado s obtenidos de la s
excavac ione s arqueológicas, especialmente de las realizada s en la z ona s de
Galilea y Jeru sa lén, princ ipales escenarios de la a ctividad públic a de Je sús.
Alguno s de esto s autore s con sid eran la fue nte Q una fuente privilegia da para
conoce r hist óric amente a Je sús, lle gando incluso a descubrir en ella al menos
dos est rato s40, qu e representan diferente s e stadios en el de sarrollo de la
comun idad cristiana pale stina. El primero de esto s est ratos, má s pró ximo al
Jesús d e la historia, está co mpue sto de en señanza s de sab iduría sapiencia l y
apunta a un Jesú s sapiencial; el segund o, a uno apocalíptico. Como en el est rato
má s antigu o de esta fu ente no se encuent ran dich os apocalípticos, esto ha
lle vado a cuestiona r la ima gen de un Je sús apoca líptic o por pa rte de lo s autore s
de esta etapa.

Esto s autores admiten que el cristianismo fue plural en sus inicio s en


cuanto a ideas y praxis y consideran que lo que po dría mos deno mina r la
"ortodo xia cristia na" es e l resu ltado de la victoria de una trad ició n sobre otra s
que son con side rada s, a part ir de e se momento , he rética s. De ahí que muchos
consideren que los e vangelio s apó crifos, especialmente e l evangelio c opto de
Tomá s, p or representa r una tradición ind ependiente, sean tan válid os p ara
recupe rar el Je sú s de la histo ria co mo lo s ca nónic os.

No sólo lo s mét odos seguidos por lo s auto re s de la tercera eta pa, - en su


mayo ría an glosajone s y no ale man es c omo los de la segun da,- sino ta mbién sus
resultados son de lo má s variad o y plu ral, co mo se verá a cont inuación.

Selección de autores y obras

La p roducc ión litera ria en to rno a la f igu ra de Jesús en esta terce ra eta pa
es abrumad ora 41. A continua ción describ ire mo s en sínt esis la imagen de Jesús
que se deduce d e la lectu ra de alguna s obra s de los autores má s rep re sentativos
de esta etapa, con el rie sgo que implica toda sele cció n de dejar en el ca mino a
otros que puedan ser con side rado s igua l o más impo rtante s.

El Jes ús del "Sem inario sobre J es ús" (Jesus Sem inar)

Entre todo s lo s autore s de la terce ra et apa, en p rimer luga r h emos de


destaca r en blo que a los mie mbros del Sem inario sobre Jesús, que reúne , a partir
de 1985, a un grupo nu mero so d e biblista s e histo riado res no rtea me ricano s, -
Robert W. Fun k, Roy W. Hoo ve r, Joh n Dominic Crossan se cue ntan ent re los
má s prest igiosos- cuyo objet ivo e s determinar la autent icidad de los dichos de
Jesús, mediant e votaciones democrát icas, usand o abalorios de colore s -ro jo,
rosa, gris y negro, según el grado de probabilidad qu e tenga el dic ho de Jesú s en
cuestión (se guro , proba ble, at ribuib le en e l fondo, aunqu e no en la fo rma, o no
procede nte de Jesús re spectiva mente), cuyos resu ltado s de la invest igac ión
sobre Jesú s ca lif icó la re vista Time (8-4-1996) de p rovocativo s e ico nocla stas.
Entre sus propó sit os está el d e dar a cono cer los resu ltados de su invest igac ión
a los med ios de comun icac ión de masa s para contrarresta r el influjo del
fundamentalismo en Amé rica. Su pub licación- in signia ha sido la obra The Five
Go spels: The Search for the Authentic Words of Jesus, ed itada por R. W. Fun k- R. W.
Hoover ( Nue va Yo rk-Toro nto 1993) , traducción de los cuat ro e vangelios
canónic os y de l eva ngelio de Tomá s en la que se rec oge e l re sultado f inal de la s
votac ione s - sin razonan iento de los votos- acerca d e cada uno de los d icho s de
Jesús conten ido s en esto s textos. Ta mbié n han publicad o la obra The Comp lete
Gospels ( So noma 1992), tradu cción de e van gelios canó nico s y n o c anónicos.

Aunque n o todo s, una ma yoría de los mie mbro s de l Jesus


Seminar con sideran a Jesú s co mo un maestro de sabiduría no apocalíptico , que
no se tu vo por Dios y que a nunció el re ino de Dio s en e l pre sent e y no para el
futuro, en señando y viviendo formas subversiva s de comporta mient o.
Por su alto grado de notoriedad y revisionismo d e las po sic ione s
ortodo xas, los miembro s del Jesus Seminar han sido criticados por los e studio sos
de co rte t radic ional42

Pero la tercera etapa n o se a gota con los traba jos con junto s de los
mie mb ros del se min ario , por lo que e s ob ligado, aun que sea bre ve ment e, decir
algo de las obra s de lo s autore s más re presentat ivos.

¿Jes ús un cam pes ino cínico judío it inerant e?

Uno de lo s autore s más d esta cado s del Jesus Seminar es John Dominic
Crossa n, cuya ob ra The h istorical Jes us. The life of a Mediterranea n Jewis h peasant ( San
Francisco 1991) 43 e s la má s cono cida y difundida de todas las de los autore s
de la terce ra etapa. Al igual que lo s miembro s del Jesus Sem inar , Cro ssan opta
por la ima gen d e un Jesú s pro moto r de una esc atolo gía realizada, pues el re ino
de Dio s e stá ya pre sent e, a qu ien d escribe como un ca mpesino c ínico 44 judío
itinera nte de aldea en ald ea por la baja Galilea , sin dete nerse en nin gún lu gar
largo tiempo, pa ra no conve rtirse en un a gente o med iador ent re Dio s y sus
oyente s. El Je sús de Crossan e s un radical d efen sor d el igualitarismo,
decidida me nte opue sto a toda cla se de jera rquía, incluida la de lo s padres ha cia
los hijo s, p ractic a "la co mensa lía ab ierta " y obra mila gro s apa rente s, pues Jesús
es pre sentado po r C rossan c omo mago, c oncepto que entien de p ositivamente
como " qu ien tie ne un pode r que ob ra al margen de los canales religio sos
oficia le s y regula res". Je sús fue cono cido p rinc ipalment e por sus aforismo s y
parábolas.

Para o btener esta imagen de Jesús Cro ssan utiliza solament e mat eria l
multiple mente at estad o45; da un e xc esivo valor a ob ras no canónicas como El
evangelio se creto de Mar cos, Evangelio de Ped ro y el de Tomás, ne gando valor histórico
al Evan gelio de Ma rco s y a l relato d e la pa sión -a pesar de ser ate stado
múltiple mente -, con side rado po r él un midrash a p artir de la refle xión del
Antiguo Te sta mento. En todo caso, el Jesús de Cro ssa n re sulta ser ma s
"cínic o" que jud ío, a juzga r po r la profusión d e textos d e cín icos que aduc e en
su ob ra y la e scasa pue sta en rela ción del mensa je de Jesú s con la Ley , la s
esc rituras o la e scato logía judía s46.

En su o bra poste rior, Jes us: A Revolu tionar y Biography ( San Franc isco
1994) 47 C rossan no de fiend e ya una re lación directa entre el mo vimiento
cínico y Je sús, sino un co mpo rta miento de Je sús similar al de los cín icos: " En
último término, no hay forma de sabe r a cienc ia cie rta qué e s lo que Jesús sa bía
del cinismo, ni siquiera si tenía la más remota idea de su exist encia . Aun que e so,
en re alidad , importa poco. Es po sible que no o yera hab lar en tod a su vida de
los cín icos y que él solo inventara por su cuent a la teo ría cínica. En cualquier
caso, tanto las difere ncia s c omo las se me janza s existe ntes ent re la figura de
Jesús y las de los propagandista s c ínic os re sultan sumamente inst ructivas,
aunque no poda mo s estab lece r ent re ellas una relac ión de depend encia . Todos
ello s tenía n un cará cter populista y su dest inatario era el pueblo llano; todos
ello s predicaba n un dete rminado e stilo de vida , y def endían su po stura no sólo
con la palab ra, sino ade más con lo s he cho s, no sólo en la te oría , sino tamb ién
en la práct ica; y, p or fin, todo s ello s utilizab an una indu mentaria y unos
accesorios que simbolizaban dramática mente e l contenid o de su mensa je. Je sús,
sin embargo , se mue ve en un ambiente rura l, mient ra s qu e lo s cín icos lo ha cen
en amb iente s urban os; Je sús orga niza un movimie nto co munal, mientra s que
los c ínicos siguen una filosof ía individual; por últ imo, la simbo logía cín ica
re quiere el uso del bastó n y las alforja s, mientras que la d e Jesú s implica no
lle var ni alf orja s ni bastón. Quizá Jesú s re spond iera a la imagen propia de un
cinismo campesino judío48.

Dent ro de la misma línea d e qu iene s con sideran a Je sú s una e specie de


filó sofo "c ínico " se encu entra la obra de Burton Mac k, A Myth of Innocence:
Ma rk and Chris tians Orig ins, Philadelphia 1988), qu ien a firma que "la analo gía
cínica coloca al Jesú s histó rico le jo s de un med io se ctario esp ecíf ica mente judío
para situa rlo en el c onte xto del ethos he lenístico que pre valeció en Galilea,
especialment e en las p equeña s pob lacione s co mo Cafarnaún y Naza ret
frecuentadas por Je sús"49. Mack alinea práctica mente a Jesú s con lo s muchos
seguidores del movimient o cínico p resente en Pa lestina y reduce el núc leo de su
anuncio, la venida del Reino, a la doctrina estoica de la libe rtad de
condiciona mient os e xtern os.

Igua lmente, F. Ge rard Down ing, en su ob ra Chris t and the Cyn ics : Jesus a nd
Other Radical Preachers in First Ce ntur y ( Sh effield 1988), apoya la teoría de un
Jesús "cínico" adu ciend o indisc riminada mente te xtos de Epicteto, Séne ca,
Muson io, Rufo o Dion y de la s epísto las cínicas, ca si tod os ellos p oste rio re s al
Jesús histórico, a exc epció n de esta s últ imas50.

¿Jes ús carism ático ho mbre del Es pírit u?

Marcu s Bo rg, Geza Verme s y Graham H. Twelftree, cada uno a su


mane ra, def ienden la ima gen de un Je sú s carismátic o, -entend iendo po r carisma
"la capacida d que uno tiene de influir en lo s demás" -, y la de un hombre del
Espíritu, en co munión íntima con Dio s, que tu vo visione s y revelacione s y que
experimentó el pode r del Espíritu, utilizándo lo para cura r y arroja r d emonio s.

Para M. B org (Conflict, Holiness and Politics in the Teaching of Jes us, Nueva
York 1984) , sin embargo , ahí no se agota el perf il de Je sús que puede ser
considerad o igualme nte c omo sabio y profeta51.

En la obra d e Geza Vermes ( The relig ion of Jesus the Jew, Minneapolis
1993) 52 se pre senta a Je sús co mo un h asid (judío p iado so) carismático de
Galilea, e xtremada me nte esc rupuloso en la o bservancia de la ley , maestro y
profeta itinerante y como tal p robable mente c élibe, que hizo ad mirable s
curacio nes como otro s h omb res santo s de la é poca ( Honí del s. I a.C . y Jan ina
ben Do sa, contemporá neos de Je sú s), qu e tuvieron po r modelo a profeta s
bíblicos co mo Elía s y Eliseo. Este Je sús tuvo una muy íntima relac ión con
Dios, hasta el punto d e lla marloAb ba, Padre.

Grah am T we lftree (Jesus the Ex or cist, Tubinga 1993) presenta un Je sús


exorcista que actúa con el pod er de l Espíritu y no con el de Belcebú (Mc 3,22-
30) , dato é ste que el auto r considera vinculad o a la más ant igua tradición de
Jesús -el cuarto e vangelio no pre senta a Je sús co mo exorcista nunca, los
sinópticos sí- y conectado con la e scato logía ya incoada por Je sús ("En camb io,
si yo ec ho lo s de monios con la fue rza de Dios, señal de que el re inado de Dios
ha llegado hasta vo sotros" Lc 11,20) . Es de notar que d entro de la tradic ión
judía lo s exorcismos e stán especialmente vincu lados a Salo món y a su sabiduría;
Jesús mismo se compara con Salomón, cuando, de spué s de negarse a dar una
señal a los letrados y fariseos, dic e "a quí hay má s que Salomón" (Mt 12,42; Lc
11,37), frase vinculada e n el cont exto de Mateo al relato de l e spíritu in mundo
que, e xpulsado de un ho mb re, va atravesando lugare s re secos en busca de
alojamie nto.

¿Jes ús profeta es catológico?

E. P. San ders y M. Ca sey defienden la ima gen de Je sús como un prof eta
escato lógico o apocalíptico, in serto e n el cont exto d e la teología y e spera nza
escato lógica s d e los judíos de su época.

Se gún Sanders (Jesus and Judaism, Philadelph ia 1985; The His tor ical Fig ure of
Jesus, Lond re s 1993), Jesú s es un hebreo qu e entró en conf licto con su ambiente
hasta el pu nto de ser eliminado mediante una condena de muert e. Espe raba un
orden nu evo, el re ino que anunciaba co mo in minente y la re staurac ión
escato lógica f inal durante su gen erac ión o en la inmediata mente siguie nte,
como había d efend ido Sch weit zer, y creía que e l juicio de Dios contra el
templo se ría el preludio de ella, co mo se afirma ta mbié n en la comu nidad de
Qu mrán. Este Je sú s, del que los evangelio s tran smiten muc hos he cho s f iable s
desde el punt o de vista h istó ric o, no es u n re formado r social, dada la
inminencia de la parusía. A la e spera de la restau ración final, Jesús ofrec e el
perdón inc ondic iona l a los judíos, incluso a los má s ma lva dos e impe nitente s
(=a lo s pe cadores o resha `im del Antiguo Te sta mento), sin exigirle s ningún t ipo
de arre pentimiento o rito a cambio, siendo é ste uno de los a spe ctos má s
radica les d e su ministerio. C on relación a lo s títulos c ristológic os, Sanders
muestra mu cha cautela para no aplica rlo s al Je sús histórico, aun que , en The
His tor ica l Figure of Jes us lle ga a af irmar que se vio a sí mismo co mo el último
enviado de Dio s.

M. Casey ( From Jewis h P rophe t to Gentile God: The Origins and Deve lopment of
New Tes tament Christology, Lou isville, Ky. 1991) a firma , al igual que Sand ers, que
hay que situar a Je sús de ntro del contexto del juda ísmo ant erio r a lo s 70. El
Jesús de Sa nders no es ra dica lmente distinto de Juan Bautista, pues habiendo
sido su discípu lo, preten de lle var a té rmino la p rofec ía d e su mae stro sobre el
que ha bía de ven ir; p or ot ro lado , su o frec imiento d e perdón, no es ta n radical
como e l de Sanders, pues va dirigido esp ecialmente no a los má s malvad os y
depra vado s, co mo defiende Sanders, sino a la s ove jas de sca rriad as del pue blo
de Israe l, a quienes in vita , co mo Juan Bautista, a l arrepent imiento. Co mo e l de
Sande rs, el Jesús de Casey espera un final inminente en un futuro in med iato,
por lo que siente la u rge ncia de reunir al rebaño y p repararlo para la
intervención final de Dios. Para Sand ers, Jesús no sólo previó su muerte, sino
que la c on sideró un sacrif icio exp iatorio por Israel, como el lle vado a cabo con
la mu erte de lo s mártire s macabeos (2 Mac 7,37- 38; 4 Mac 17,20- 22) . Jesú s no
se consideró a sí mismo Me sía s, pues los t ítulo s crist oló gico s de lo s e vangelios
no se remontan al Je sús de la historia, a excepción del de " Hijo del hombre",
que e s simp lemente un modo de de signarse a sí mismo co mo hombre; por otra
parte, los d icho s sob re su muerte y resurrección hay que entenderlo s en el
sentid o de una resurrección gene ral co mo la esp erada po r los judíos piado sos
para d espu és de la mu erte.

¿Jes ús profeta del cambio social?

Frent e al Je sús de la s e xpectat ivas escatoló gica s, defend ido por Sande rs y
Casey, R. A. Ho rsley (en colaboración con John S. Hanson):Band its, Pr ophe ts and
Messiahs: P opular Moveme nts a t the Time of Jesus , Minneapo lis 1985)53 mue stra , en
el polo opuesto, a un Je sús casi dese scato logizado , in se rtado e n el conte xto
social, e conómic o y po lítico de Galilea, y muy en e sp ecial, de los ambiente s
camp esino s ga lile os, donde fue re conoc ido como el promotor de un profundo
camb io soc ial de caráct er no violento f rente a las é lite s urbanas y el creciente
funcionariado. Entre su s propue sta s e staban la del perdó n de lo s enemigo s, la
condonac ión de las deuda s de los campesinos y la sust itución de la s relac ione s
patriarcale s -pue s ha y un solo Padre: Dios- por otra s igualitaria s, a la e spe ra de
la pró xima venid a del R eino de Dios que supond ría la de stitució n del poder
roma no e n Pale stina y de la s auto ridad es del te mplo . Este Jesús no preten dió
formar una co munidad a ltern ativa, sino reformar p rofunda mente la soc iedad
existente. La naturaleza del re ino de Dios, para Horsley, es más de t ipo soc io-
polític o que teológico o religio so.

Para Gerd Theissen (Studien zur Soziologie des Urchris tentums, - Estudio s de
Soc iolo gía del cristianismo p rimitivo, Tubin ga 2 1983) 54 auto r qu e ha inf luido
considerab le mente en Horsley, Je sús fue un pred icado r ra dica l carismát ico
itinera nte, seguido por un grupo de disc ípulo s, ta mbién itinerant es con una
ética riguro sa y un estilo de vida d esarra igada y " sin techo", y que fue ron
acogid os po r grupos de simpatizante s loca les que le brindaban hospitalidad y
ayuda material. El mismo Theissen admite, sin embargo , que entre los
seguidores d e Jesús hab ía ta mbién gente d e la clase med ia marginada. El Jesús
de Theissen espe raba el cerc ano fin del mundo , en la línea d e Sch weitz er, pero
esto no fue óbice p ara que in icia se un mo vimie nto de re forma -e so sí, pacífico,
dada la in minen cia de la intervención de Dio s que invertiría la suerte de
podero sos y déb iles- en medio de la agitada situac ión de Galilea.
R. David Ka ylor (Jesus the Prophe t: His Vision of the Kingdom on Earth,
Louisville, Ky 1994), po r su parte, se d iferencia de Horsle y y The isse n al
presentar a Jesú s co mo un defen sor de la reno vac ión de Isra el que prete ndía
volve r el pueb lo a la s tradic ione s de la a lianza del Antiguo Testa mento, p ara
alcanza r la justicia y la paz. Jesús e s un prof eta social y su actuació n fue polít ica
-aunqu e no exc lusiva me nte- e n la líne a de los profetas preexílicos: él creía que
la bendició n de Dios para con el pueblo debería ma nife starse en el
restablecimiento de la ju sticia y la igualdad en las relac ione s humana s, qu e había
predo minad o dura nte la época premo nárquic a en Israe l. Esta re forma social
prepararía la inte rvención directa de Dios en la situa ción política. Jesú s abo rdó
en su s parábo las -una s vec es directa, ot ras indirectamente-, lo s p roble ma s
sociale s concreto s del mo me nto, lo que lle vó a la s autorida des a con sidera rlo
como una a menaza del o rden e stablecido, dando po r resultado su ejecución.

¿Jes ús profeta de la s abiduría o sabiduría encarnada de Dios ?

Elisabeth Schü ssle r Fio renza (In Memory of Her: A Fe min ist Theolog ical
Reconstr uction of Chris tian Orig ins, Nue va Yo rk 1984)55 es punto de ref eren cia
para otras auto ras que intentan una recon stru cción en c lave fe minist a de la s
comun idade s primitivas, utilizando lo que ella deno mina una "he rmenéutica de
la sospecha" para d escubrir el pap el que de sempeñaron las mujere s según unos
textos -cuya ge stac ión oral fue la rga- y que fue ron fina lmente e scrit os en una
cultura patriarca l casi exc lusivamente ma sculina. Para Schü ssle r, Je sús vio a
Dios como Sof ía- Sabiduría y no como Abba, y él mismo fue p rofet a de la
Sabiduría, un p rofet a radic al que preconizó la libera ción de las mujere s y de los
marginados de las estru ctura s patriarcale s op re soras, au n que, a juicio de
Schüssler, esta ima gen de Je sús, fue a mplia y delib erada ment e camb iada en el
transcurso de la presentación cristian a de las tradiciones sobre Jesús. El Jesús
de Schü ssle r contemp la a Dio s, no co mo juez en la línea de Juan B autista, sino
como liberado r de los oprimido s, se muestra de fen sor del igualita rismo -
corriente anteriormente e xistente en la t radic ión d e Israel que fomentaba la
eman cipac ión d e la mujer co mo se muest ra, se gún la auto ra, en e l libro de
Judit-, y pre senta una opción a lternat iva a la visió n patria rcal de la soc iedad. De
ahí que ella indague los e stadios primit ivos de e sta tradición y rechace mucha s
tradicione s eva ngélica s -con sid eradas tard ías- que pued an apoya r la fa milia, el
matrimonio, el divorcio, el hech o de que los Doce fu esen varones, et c. Para
Schüssler, Jesú s y su s se guidores lleva ron adelante un mo vimient o de
renovación profética dent ro d e Israel; Pablo y otro s misione ros lo hicieron en
el mundo greco- ro mano. Mientra s el mo vimiento inic iado por Jesú s fue un
desarrollo particular de las tradicion es religio sas judía s, el de Pab lo de bió
encarna rse en el eth os d ominante del mundo ge ntil greco-romano. Ambos
entraro n en te nsión con el etho s patriarcal dominante, y a judío ya
grecorroma no. Las mujere s jugaron un papel importante en a mbos
mo vimientos.
Por su pa rte, Ben With erington III ( The Chris tology of Jesus, Philadelphia
1990, Jesus the Sage: The Pilgrimage of Wisdom , Minneapo lis 1994) aunque no se
siente cómodo cat alo gando a Jesú s bajo un único epígra fe reconoce que e s la
aproximació n sapiencial a Je sús, como sabidu ría encarnada de Dio s, la que
aglutina muchos de los rasgo s de su persona manifiest os en lo s evange lio s y
aparenteme nte in conexo s: su ima gen de pro feta, sanador y exorcista, su se r de
homb re del Espíritu o maestro me sián ico, su modo de e nseñar (co n parábolas,
aforismos o bienave nturanz as), su in sisten cia en e l reino, el uso del t ítulo de
Hijo del ho mbre, su con siderac ión de Dios como padre, su teología de la
creación, la fa lta de material halákico en su enseñanz a, la au senc ia en sus
discurso s d e la frase usual en los p rofetas " Así d ice El Se ñor" , su énfa sis en la
justic ia, etc. apunta n a una imagen de Jesú s, co mo sab iduría de Dio s, ima gen
que no de be en modo a lguno aislarse, se gún With eringtom, de las de Jesús
como prof eta, pe rsona de l Espíritu o mae stro mesiánico. Es prec isamente e ste
concepto el que da u nidad a l hombre cuyo ser "no pued e ser de sc rito c on una
sola fo rmu la". Tal vez, en est a línea de "sa biduría de Dios" haya ido la
autocomprensió n que Je sú s tu vo de sí mismo.

¿Jes ús judío m arginal o m esías judío?

John P. Me ier y N.T. Wright so n dos autore s que están con ve ncido s de
que es po sib le llegar al Jesús d e la historia, si se utiliza el método adecuado, y
situarlo e n su context o histó rico , socia l y teológico. Ambos coin ciden en
utiliza r una metodolo gía más trad icional -la de lo s método s histórico-crítico s de
la escue la alemana - que la utiliza da por lo s otro s autores a mericano s de la
tercera etapa, con quiene s son muy c ríticos. La ob ra de a mbos está aún sin
terminar, por lo que todo ju icio sobre e lla t iene caráct er de pro visional a la
espera d e la apa rición de los p róximos trabajos que co mp letan su pensa miento.

Para J. P. Meie r (A Mar gina l Jew: Re thinkin g the His torica l Jesu, vol. 1.; The
Roots of the Person, vol. 2, New York 1991; se guirá un tercer vo lume n) Je sú s fue
un judío que vivió en los márgene s d e la sociedad judía y qu e e ligió llevar un
estilo de vida margina l co mo predicado r itin erant e y sanador, cuya en señan za y
accione s e staban en muc hos punt os en desa cuerdo c on la s de la mayo ría de los
judíos de su ép oca. Jesús fue un marginal por much os motivos: situado e n los
márgenes de la histo ria greco-romana de la época, de la sociedad que contaba
entonce s, de la vida socia l (por ser itin erante) , de la enseñanza (por ir co ntra
corriente). Para const ruir e sta ima gen de Jesú s, Meier se basa
fundamentalmente en lo s evan gelios canó nico s, tratando de d ist inguir sie mpre
entre el Jesús de la histo ria y el Cristo de la fe, aun que no enma rca
suficienteme nte lo s texto s en el contexto de la situació n soc ial palest ina,
convencido co mo e stá de que Je sús es un prof eta e scato lógico que anuncia la
intervención definitiva de Dios, la ven ida de su rein o que e stá ya presente co mo
una realidad de carácter trasce ndente que va a irrumpir en un futuro cercano no
precisado cronológica me nte. Jesús fue un profeta e scat ológico más que social,
aunque difícil de encuadrar en el judaísmo de su tie mpo, po rque fue tamb ién
exorcista e hizo mila gro s y, sin lu gar a dudas, p ersonaje ca rismático 56.

N.T. Wright (C hristian Or igins and the Question of God, vol. 1; The New
Testamen t and the People of God, Minnea polis 1992, dedicado a cuestione s
introducto rias; Who was Jesus, Mich iga n 1992), por su part e, consid era que, p ara
llegar adecuada mente al Je sús de la h istoria , hay que realizar un do ble
desplazamie nto: ha cia d elante , del judaísmo primit ivo a Jesú s, y hacia atrás, de
los eva nge lios a Jesú s, considerando que ésto s deben se r e valuados desde el
punto de vista de su fiabilidad histó rica al mismo nivel que las otra s obra s
biográficas del mundo antiguo57. Wrigth dedica gran pa rte d e su ob ra a
describir la s expectativa s mesiánicas de la época , pues quiere interp retar a Jesús
dentro de e ste conte xto judío. Éstas e ran, básica mente, cuat ro: la re staurac ión
del pueblo de Dios en la fidelidad a la Torá, la vuelt a del te mplo -corazón del
judaísmo- a su auténtico nivel de santidad , la de voluc ión del pue blo a sus
legítimos líd ere s, lo s jud ío s, lo que conlle varía la purifica ción de la tierra y del
templo de toda impureza, in cluso si para e sto fue se nec esa ria la destrucció n del
templo y su sust itución.

La p ostura que Je sús adopta ante el te mplo, la To rá, e l pueb lo y la t ierra


de Isra el de fine su peculiar visión de l pueblo judío y el modo en que Dios
intervendrá en el futuro , tal ve z diferente de l esp erado po r lo s contemporáneos
judíos, poniendo en cue stió n no sólo la interpretación normal de la de la ley
judía o hala kah, sino la misma fe y esp eran za de Isra el. Je sús, según Wright, al
igual que otros judío s y muchos crist iano s primitivo s, no e spera ba tanto el fin
del mund o, sino el fin de e ste orden mu ndano. La venida de l re inado de Dio s no
está re lacionada co n el f in del mundo , aun que se presente en lo s te xtos con
imá gene s có smicas e xtraídas del lenguaje apocalítico (ca ída de e strella s, el sol
que se oscure ce, la luna que no da resplando r, etc.); con estas imágene s se
expresa , más b ien, el fin del orden mundano. Para Wright , al igual que p ara
mucho s conte mporáneo s de Jesú s, la restaura ción de Israel por pa rte de Dios
permanece dentro del ámbito de este mundo. Dicho de otro mod o, lo que los
judíos e speraban era un a rad ical renova ción del pre sente ord en mundano , que
implica se la To rá, el templo, la tierra, la ident idad judía, la economía y la justicia
situado s en un nue vo orden . Lo s jud ío s, e n pa labra s de Wright , no e speraban
escap ar de este mundo a la felicidad ce lest e, sino más bien vivir de nuevo en
esta tierra d espués de la re surrecc ión.

Wright ve a Jesús como un Me sía s corpo rativo (en lín ea con el libro de
Daniel) que encarna a Israe l, en rea lidad , nue vo te mp lo y nue vo fo co de la
nueva religión. Este Mesía s habla a l pueblo en pará bolas para brindarle el
mensaje rad ical de la salvación de Dios que viene a tra vé s de su ministe rio
me sián ico, no só lo a la s oveja s pe rdida s de Israel, sino ta mbién a lo s gent iles.
Más aún, se gún Wright , Jesús se vio como alguien en quien Dio s habita y a
través de qu ien Dio s actúa 58.

***
Aquí termina nue st ro la rgo via je ha cia e l Je sús de la historia , con la
concien cia de habe r dejado a la vera del ca mino otras obra s de autore s
empe ñado s en e l mismo propó sit o. Es e l rie sgo de toda selec ción .

La imp re sión que se t iene t ras e ste reco rrid o es la de halla rse ante un
"Jesús histó rico incie rto y fragme ntado" en exp resión ac ertada de F. Se galla59,
que hace sentirse de scorazonado ante imáge nes tan dive rsa s del Je sús h istó ric o.

Reflex iones finales

A lo la rgo de e sta exposición he mos e vitad o, en la med ida d e lo po sible,


pronunciarnos sobre lo acertado o no de la s afirmacio ne s de unos y otros, pue s
resulta difícil e valu ar en po cas pá gin as los resultados -a vece s contrario s y
contradictorios- de una inve stigación tan ric a y plura l sobre e l Je sú s de la
historia. Pero no quere mo s terminar sin exp resar algu nas re fle xion es, que
puedan ayudar a cont inuar la e xplo ració n del sendero que nos lle ve a l Jesú s de
la histo ria. Son la s siguient es:

Las dos grandes líneas de la inves tigación de la vida de J esús

De la inve stigación sob re la vida de Jesú s re sulta sorp rende ntemente un


Jesús de la hist oria c on mú ltiples rost ros, fab ricado s de sde la perspectiva del
investigado r de turno c omo resultado de la utilizac ión de fuentes d e dist into
tipo o de la s misma s fuente s, pe ro con metodologías y presupu estos
ideoló gico s diferentes. Un Je sús, por cita r só lo autore s de la te rcera etapa,
cínico itin erante u homb re de l Espíritu o profeta e sc atoló gico o p rofeta del
camb io soc ial o sab io-sabidu ría de Dios o judío margina l o me sía s judío, etc ...

Pero por más dispares que nos puedan parecer e stas imágenes de Je sús,
podemos decir que , de sde el co mie nzo d e la in vestigac ión h asta hoy , la s
grande s lín eas de in vest igación seguid as por lo s autore s han sido só lamente
dos:

La p rimera, a nalítico-literar ia, inic iada p or Wrede con su o bra sob re e l


sec reto mesiánico co mo motivo litera rio int roducido en lo s e vangelios por
Marco s para e sconder la verdad histórica de un Je sús que no fue reconoc ido
como Me sía s ha sta después de la muerte. Esta línea de investigac ión analítico-
literaria (seguida por Bult man n y por lo s po stbult maniano s y por lo s autore s de
la segunda eta pa) se ha centrado en el e studio de lo s dichos de Je sús p ara
probar su autenticidad (ips issima verba Jesu) y co nsidera meta imposible e l acceso
al Jesú s histórico a partir de los e van gelios. Para estos autore s, lo s e vangelios
conducen al Crist o de la fe o a la historia de la iglesia primitiva y de su ambiente
judío o he lenístico; por ello, escribir la vida d e Je sús re sulta emp re sa vana e
imposible, o cuando meno s su ma mente arrie sgada60.
La se gunda línea d e inve stigación -h istórico-sinté tica- a rranc a de Sch we itzer,
que con sid era histórica la exposición del evangelio de Marco s sin atenuar sus
incohe renc ias o contrad icciones, situa ndo a Je sú s de ntro del conte xto del
mo vimiento apocalíptico judío. Quiene s han seguid o esta línea de invest igac ión
han cent rado su estud io e n los hech os de Je sús (ipsissima facta Jesu),
encuadránd olo s en el cont exto histórico , econó mico, político , soc ial, religio so y
cultural judíos de la épo ca, pa ra de sde ahí recon stru ir un relato plausib le de su
ministe rio y consigu iente me nte desc ribir el p erf il histórico de su persona,
ayudados d e cie ncia s au xiliares de la exégesis como la crítica histórica, las
ciencias soc iale s o la antropolo gía cultural y dando un mayor grado de
credib ilida d histórica a lo s e van gelios canón ico s, c omo plataforma
razonab le mente válid a pa ra a ccede r al Je sús de la historia61.

Habría qu e hacer, sin e mba rgo, un esfuerzo de sínte sis y unir ambas línea s
ya que , en modo alguno se o pone lo analítico- literario a lo h istórico-sinténtico,
sino que más bien se co mp le mentan, como ha propugn ado reciente mente G.
Se galla 62.

- Fiabilidad histó rica de los evangelios

Con relac ión a la fiabilidad histó rica de los evange lio s, lo s autores h an
pasado de ace ptarlos como docume ntos históricos (etapa pre- crítica) a
rechaz arlo s en bloqu e por re flejar más la ideología y fe de la c omun idad
primitiva qu e lo s auténtico s dichos y hec hos del Je sú s de la histo ria. Sin
emba rgo, en los últimos tiempos, lo s e vangelio s han recu perad o cierto grado de
credib ilida d hist óric a y se conside ran una plata forma válida pa ra acced er al
Jesús d e la histo ria, aun que no lo suf icie nte mente amplia como para poder
esc ribir su biografía. Hay quien , como he mo s visto, llega a con siderarlo s al
mismo nive l de las obras bio gráficas de la a ntigü edad. Al colocar los hecho s y
dicho s de Jesús en e l cont exto de la épo ca, se muestra en muchos casos la
cohere ncia histó rica del relat o eva ngé lico que pe rmite creer en la posibilidad de
recon struir desd e el punto de vista histó rico las coordenada s del ministe rio
terrestre de Je sú s y dibujar, al menos, las grande s actitudes que ca racte riza ron
su persona.

Aunque "hay que rec onoce r que lo s e scrito s del NT no so n relatos


históricos e n el sent ido moderno de la palabra, sin o profe sione s de fe en el
Mesías resuc itado y que los suce so s de su vida terre stre se releen en e llo s a la
luz de Pa scua , esto n o impide que un estudio minucio so, sin p retender
encontrar las 'pala bras est ricta ment e auténticas' (ipsissima verb a) de Jesús,
suministra sólidos in dicios de lo que fue su e stilo de vida, sus actitudes, gest os y
palabra s; e ste e studio nos ayuda así a penetra r algo en su conciencia.
Parad ójica mente, la contribu ción má s clara a la cristo logía de Jesús mismo
proviene meno s de la s decla racion es fo rmale s de éste que de sus
comp orta mient os"63.
- El J esús de las grandes actitudes

Y es por a quí por dond e creo que la invest igac ión so bre Jesú s puede
encontrar una vía de sa lida al "c allejón sin salida " en el que se en cuentra . Má s
allá d el retrato o pe rfil def inido de su pe rsona - qu e de penderá sie mpre del
contexto en el que lo sitúe cada autor, del método con que lo aborde o d e la s
fuentes que ut ilice- creo que e sta mos en co ndic ione s de recuperar las grande s
actitudes o co mpo rtamiento s bá sico s del Je sús d e la h istoria. La s línea s
maestra s de su e stilo de vida y de su men saje, que son proc lamada s tamb ién
por la comunidad p rimitiva, debe n apunta r, a mi juicio , en mayor o menor
grado, a sus co mportamie ntos y act itudes bá sicas. Si la fórmula p rimitiva "Jesús
es el Cristo" n o es un mero invento d e lo s primero s crist ianos, para mo ntar
sobre ella la historia de un fraude, he mos de pensa r que ellos - cuando
anunciaban a Je sús muerto y re sucitado - tran smitían f ielment e al meno s el
contorno de su f igura, re saltando -con may or o men or inten sida d y según la s
nueva s y ca mb iante s circunst ancia s de sus comunidades- , los rasgo s p rinc ipale s
de su pe rsonalidad.

Este núcleo, co mún a lo s e vangelios y al rest o de lo s e scrito s de l Nue vo


Testa ment o cuando se ref ieren a Jesús, ab arca , al men os, cuatro ra sgos
distintivos de su personalidad histórica: su libe rtad sup re ma, su procla mac ión
de la igu aldad entre lo s seres hu manos, su ap ertura unive rsal a todos,
especialment e a los excluído s de la soc iedad, y su amo r solidario, co mo
resultado de sentirse po seído p or el Espíritu del Dios- amo r a quien lla ma
"Padre"64.

El proyecto vital de este Jesú s d e la historia fue lle var a los h ombre s a la
plenitud hu mana , lo que equiva le en e l len guaje e vangélico a ha cerlos hijos de
Dios. Coloc ando al ho mbre en el centro de atención , chocó f rontalment e con el
templo y con la Ley, utilizad os po r lo s dirigente s pa ra so mete r y no para libe rar
al pueb lo. Por est o lo mataron.

Un Jesús que no s e agota en una fó rmula

Aunque apena s sab emos nada de Je sús de Na zaret po r la s fuente s no


cristiana s y lo que co noce mo s de Jesús por lo s evangelio s e stá envu elto en el
tamiz de la fe que le s lle va a hab lar de Je su-C risto, sin e mba rgo creo que hoy
estamo s en gra do de sab er lo sufic iente co mo para afirmar qu e Je sús fue a los
ojos de sus co ntemporán eos "una personalidad fue ra de lo común, cuya vida
estuvo def inida po r una vocación e xcep ciona l"65. Si los eva ngelio s narran
accione s de Je sús c omo san ador, si la enseñan za del reino se t ran smite
especialment e en un nu meroso conjunt o de pará bola s, si se no s han t rasmitido
en ello s abundante s c ontrove rsias de Je sús co n los dirige ntes jud íos, si se nos
han conse rvado cole ccion es de lo gia o palab ras de Je sús, enriquecidas, sin duda,
por la comunidad c ristian a primit iva con entera libe rtad, si numeroso s textos
dibujan un Jesú s que se ace rca a los pecadore s y marginado s de la sociedad,
estamo s con venc ido s de que este conjunt o de tradicione s ac erca de Jesú s no se
habrían pla smado por escrito y transmitido de no haber tenido co mo referente
a un Jesús histórico que ejerció -en ma yor o me nor grado- de sanador, de
maestro que hablaba del reino e n parábola s -gén ero literario, po r cie rto,
utilizad o en exc lusiva por Je sú s en el Nue vo Te stamento-, de pole mista con los
dirigentes judío s, de sabio que prof iere dicho s que co nden san su en señanza con
autoridad y de liberador de lo s ma rginados y op rimido s.

Si pod emo s af irmar co n lo s invest igadore s que la mayor parte de los


títulos que se aplican a Jesú s en los evangelio s no pro vien en del Je sús d e la
historia, sino que son desarrollo s cristoló gico s d e la comunidad primitiva,
dudamo s se ria mente de que esta p roliferación de títulos haya surgido a partir de
la nada, sin habe r encont rado una base firme en el Jesús de la histo ria y sin que
sus se guido res n o hubie sen ot eado en él una especial aper tura h acia lo d ivino que
habría servido pa ra dar pie a la explicitación inten siva po sterior de los ra sgo s de
su personalidad histórica.

Aunque no podamos e scribir la vida d e Jesús en d etalle -y tal ve z nunca


podamo s lle gar a escrib irla-, c reo que en el a ctual e stado d e la invest igac ión
estamo s en condiciones de afirma r que , si no el perfil def inido de su
personalidad, e stamo s en cond icion es d e recup erar lo s ra sgo s caracte rístico s de
la misma y, a grande s tra zos, su e stilo totalmente peculiar de vida. Porque si
algo ha quedad o claro en est e trabajo es que su perfil no se a gota en la fórmula
de turno del autor corre spond iente. Tal vez é sta sea la mejor conclusión a la
que podamo s llegar. No sólo el Cristo de la f e, tamb ién el Jesús de la histo ria
resulta difíc il de enmarca r dentro de una d eterminada definición.

Al fina l de este reco rrido para rescatar la ima gen del Je sús de la historia,
hemo s de reco rdar t ambién que "la f e en Cristo se e ncarna en la historia, pero
no se a gota con ella".

En lo s umbrale s del siglo XXI, la figura de Jesú s sigue teniendo mucho de


un enigma que, tal vez, sola mente se pueda de sc ifrar si, a luz de la historia,
sumamos la experiencia de la f e, pa ra pode r conf esa r con y co mo los primeros
cristianos que " Je sús es e l Cristo" y lla marlo "Je sucristo" 66.

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NOT AS

1 En el evangelio de Mateo ( 8,13-20), Pedro dice: Tú eres el Mesías, el hij o de


Dios vivo, p rofe sión de f e que le h a sido re ve lada po r el Padre del c ielo a la que
Jesús asiente co n una bienaventuranza para Ped ro: Dichoso tú, Simón Pe dro, h ijo de
Jonás. La e xpre sión el Mesías, el hij o de Dios vivo se co ntrapon e a el Mes ías,
simplemente o a el Mes ías, h ijo de David que podía se r int erp retada por la gente
en lín ea co n el Me sías d avídico nac ionalista y vio lento. De ah í que, en e sta
escena del evan ge lio de Mateo, termine el evangelista diciendo qu e Jesús
"prohibió ter min antemente a los dis cíp ulos de cirle a nadie que él era el Mesías". Cf. p ara
esta inte rpretación, J. Mateos, El Nuevo Testa men to, Madrid 1987, ad locum . ¶

2 Hijo del hombre es e l único t ítulo que los estud iosos reco nocen que pudo
ser utilizado po r el Jesús de la historia, para referirse a su person a, aunqu e sie mpre
seguido d e un verbo en tercera persona. Un e studio exhaustivo sob re el
signif icado de la exp resión " Hijo de l ho mbre " es el realizado por J. Mat eos y F.
Cama cho, El Hij o del Hombre. Ha cia la plen itud humana, Córd oba 1995. En la s
página s 5- 18 se hace un a expo sición de las opinione s sobre el significado d e la
expresión. Para los auto re s de e ste t rabajo, la expre sión "el Hijo del homb re"
designa en los e van gelios al hombre e n su ple nitud, que in cluye la c ondic ión
divina. Se refiere, en primer lugar, a Je sús, pionero y prototipo de la plenitud
humana , y engloba a los que van ca mino de esa p lenitud .¶

3 Con fre cuenc ia se su ele distin guir entre el Jesús de la historia, que nació,
vivió y mu rió e n Pa le stina y el Jesús h istórico, o conocimie nto que tene mos de él
con la ayuda de la historiografía y la s cie ncias auxiliare s de la historia. A é ste
segundo no s ref erimos siempre en e ste traba jo con las e xpresiones Jesús de la
historia o Jesús his tór ico. Este Je sú s es resultado de la reconst rucción que los
historiado re s -ca da uno con sus p eculia re s herra mienta s metodo lógica s- ha cen
de la figura de Je sús de Naza ret.¶

4 Seme jante pregunta se hicieron lo s crist iano s de los primeros siglos.


Como vere mo s en e ste traba jo, mucho s de lo s ele mento s de la invest igac ión
sobre el Je sús de la historia de los últimos siglo s se e ncuentran ya en los
primero s siglos del cristianismo. El Je sús "ejemp lo de vida/genio religioso " de
Lucia no, el Je sú s "político rebe lde" de Ga ma liel, Josefo, Tácito, Su etonio y
Plinio el Joven, y el Jesú s "e spiritual/ e quivo cado/e scato lógico de Celso y de la
tradición rabínica, se pueden e ncontra r ha sta cierto punto en las pa labras de los
antiguo s no creyentes, co mo ha most rado Dou glas S. Huff man en su artículo
"The Hist orical Jesu s of Anc ient Un belief", J ournal of the Evange lical Theological
Society 40 ( 1997) 551- 562.¶

5 Pab lo se refiere explícita mente a la ascendencia (Rom 1,4) y al


nacimiento (Gá l 4,4) humano s de Jesú s. Este mismo dato de la histo ricidad de
Jesús aparece e n Hc h 1,1- 2 do nde se hace refe renc ia a su s act ividade s terrenas,
humana s y Heb 2,14 donde se af irma qu e Jesús compart e la naturaleza humana.
1Jn 1,3 y 4,2 d ecla ran e xplícita mente que los se guidores d e Je sús tuvie ron
experiencia de su realidad humana a travé s de la vista, el oído y el tacto. Má s
frecuent e es la alusió n a la muerte de Jesús y a alguna de sus circun stancias ( Gál
1,3; Ro m 5,6- 18 y 8,3; 1 Cor 1,30 y 2Cor 5,18; Gál 1,3; Flp 2,8; 1 Te s 4,10; 1
Tes 2,15; He b 7,26- 27; 9,11- 28; 13,12; 1 Pe 2,21- 24 y 3,18, etc.). R esp ecto a la s
enseñ anza s de Jesú s, sólo do s de la s que se encuentran en los eva nge lios,
aparece n en las carta s de Pa blo: el p rinc ipal mand amiento ( Mc 12,28-34, cf.
Rom 13,9- 10; 15,1- 3; 1T es 4,2: Gál 6,2) y la inst rucción sob re e l divo rcio y el
nuevo matrimonio (Mc 10,1- 12, cf. 1 Cor 7,12) . El pa saje de Gn 2,24 c itado
por Marcos en 10,7 apa rece en Ef 5,31- 33 como apelación al a mor mutu o entre
marido s y e spo sa s e n la comunidad cristiana. En Hch 20,35 aparece citado un
dicho d e Jesús ("hay má s dicha en dar que en recibir") que no ap arec e en los
evangelios. Dos acontec imientos de la vida de Je sús se menciona n fuera de los
evangelios: la transfigurac ión (2Pe 1,17-18) y la eu caristía (1 Cor 11,17-34; 1
Cor 14,16s- 17) o frac ción de l pan ( 2,42.46 y 20,7.11). En 1 Tim ( 6,3) se da p or
aceptado que la s norma s ética s qu e han de guia r a las co mun idade s cristianas se
basan e n "la s pa labra s saludab les, la s de nu estro Seño r Je sús Mesía s". Fue ra de
los evange lios n o se a lude a la actividad taumatúrgica d e Jesú s, pero sus
discípulos y se guidores hace n milagros co mo Je sús ( Pedro en Hch 3,6 y 9,34;
Felipe en 8,5- 8; Ananías en 9,17; Pablo en 9,14 y 20) y en nombre de Jesús
(19,13- 14). Cf. H. C. Kee , ¿Qué podemos saber sobre Jesús ?, Có rdoba 1992, 35- 45.

Resp ecto a los escritos apócrifo s, la informació n fiable desde el punto de


vista h istó ric o sobre Jesú s e s muy esca sa, por lo que se deb e plantear en cada
caso su grado de c redibilidad. Hay quie nes, como lo s mie mb ros del Jesus
Se mina r de Estad os Unido s, y e specialment e uno de sus auto res má s
conocidos, J. D. Cro ssan, conside ran que lo s e vangelio s a pócrifos,
especialment e el eva nge lio copto de To más, son tan válidos para recupera r los
dicho s del Jesú s de la h istoria co mo los canón icos, o pinión que muc hos otros
autores no co mparten. Para una introducció n al estudio de los e vangelios
apócrifos, véa se A. Piñero, " Los Evangelio s Apócrifo s" en A. Piñero
(ed.), Fuentes del Cris tianism o. Trad iciones primitivas sobre Jesús, Córdoba 1993, 367-
454, con abundant e bib liografía en nota s; ta mbién, J. Montserrat Torrents,
"Los evange lio s gnó stic os", ibide m, 455-475.¶

6 Este texto , denominado "T est imoniu m Flavianum" se ha conse rvado en


cuatro versione s dife rente s: griega (His tor ia Eclesiás tica de Eu sebio de Cesa rea),
latina (De Viris Illustr ibus de San Je rónimo), á rabe ( His tor ia Un iversal de Aga pios,
s. X) y siría ca (Crón ica Sir íaca de M igue l e l Sirio, s. XII) . El t exto en colu mna s
parale las puede verse en A. Paul, I ntertestame nt (Cah iers Évangile , 14), París
1975, 22- 23; hay traduc ción castellana: Cuad erno s de Evan gelio, 12, Estella
(Navarra); cf . ta mbién H. Lichtenb erger, "Jo sephus über Johanne s de n Täufer,
Jesus und Ja kobus", Bibel un d Kirche 53 (1998) 67-71 donde el autor in dica la s
expresione s de e ste texto que no pueden procede r de un interpolador cristia no,
las que no pued en ser d e Fla vio Josefo y la s e xpre sione s neut rale s que pu eden
provenir ya de Flavio Jo sefo ya de un interpolado r.¶

7 Esta cita del Talmud concuerda con Jn 19,14.31 donde se dice que Je sús
fue crucif icado la víspera de la Pa scua .¶

8 La confusión Khrestus por Khr istos está ate stiguada. Te rtuliano (160-220
d.C) dice que lo s gobe rnantes ro man os pronunciaban
errón eamente ch restia nus por chris tian us ( Apo logético 3) ¶.

9 Ot ros e scritores paga nos que dan noticia s so bre lo s cristian os son
Lucia no de Sa mosata, el e mpe rado r Marco Aure lio y el ret órico romano
Front ón. Pa ra una informa ción más co mpleta sobre los cristia nos en los
historiado re s romanos, véa se mi artículo, "Je sús y el Rein o de Dios. La s
comun idade s p rimitivas. El judeo-c ristianismo", en A. Piñero (ed.), Orígenes del
cris tian ismo. An te cedentes y primeros pasos, Córdoba 1991, 228- 232.¶

10 A part ir del siglo se gundo son más a bundante s la s noticia s de los


esc ritores paganos sob re lo s cristia nos con ocasión de la polé mica del
paganismo con el c ristianismo . Exp resión de é sta es el Con tra Ce lsum de
Oríge nes ( s. III), en réplica a una presu mible po lémica d el s. II contra el
cristianismo guiada por Celso, quien defendía que Jesús era hijo ilegítimo de
una mujer -desp osad a con un carp intero- y un sold ado llama do Pantera ( 1,28),
considerab a a Jesú s un mero homb re, no Dio s (2,7.38.68), int erpretaba sus
milagros co mo t ruco s de ma gia aprendido s en Egipto ( 1,28; cf. 1,67- 68; 2,49),
lla maba a Je sú s "de monio" (8,39) y re chaza ba el ca rácter redent or de la c ruz
(2,31) .¶

11 Ba rcelona 1994; título original: The his tor ical Jesus. The life of a
Mediterranean Je wish pe asant, San Franc isco 1991. Un a a mplia reseña d e Raf ael
Aguirre sob re esta ob ra se publicó en Es tud ios Bíblicos 53 ( 1995) 261- 266.¶

12 Sob re los así llamado s "apócrifos mod erno s", véa se E. Miret
Magda lena, "Del Jesú s de la histo ria al Jesú s de la ciencia- ficción", e n A. Piñero
(ed.), Fuentes del cris tian ismo. Tr adiciones primitivas s obre Jesús, El Almend ro,
Córdoba 1993, 480- 517.¶

13 La primera parte de esta ob ra ha sid o traduc ida a l ca stellano por


Edice p (Valencia 1990).¶

14 El Dia tessaron de Tac iano (se gunda mitad de l s. II) , cuyo original no
sabemo s si fue e scrito en griego o en siría co, e s un ejemp lo de este intent o de
conciliar lo s datos de los cuatro evan gelio s (diatessaron sign ifica "a travé s de
cuatro"), construyen do a partir de ello s un únic o re lato sob re la vida d e Je sús,
evitando de est e modo las posib les incoherencias o discordanc ias. Para má s
información, A. Piñero-J. Peláez, El Nuevo Tes tamento. I ntr odu cción al es tud io de los
primeros es critos cr istianos, Córdo ba 1995, 103- 104.¶

15 En rea lidad, la c rítica histórica del Nu evo Testame nto co mien za, a
finale s del XVII, con R. Simon ( Histoire Critiq ue du Tex te du Nou veau Testament,
Rotterdam 1689) , al intentar estudia r y aclarar histórica ment e la génesis del
texto neote sta menta rio y su recta co mp rensión po r me dio de la utilizac ión
crítica de todos lo s manu scrit os neotesta me ntarios y las ob servac ione s al
respecto de los Santos Padres. A R. Simon se le ha consid erado, por ello, co mo
el "padre de la c rític a textual de l Nue vo Te sta mento ". Sobre lo s inicios de la
crítica textual y de la crítica de la religión" puede ve rse A. Piñ ero- J. Peláez, El
Nuevo Testa mento, Có rdoba 1995, 31-33.¶

16 A e sta misma con clusión llega ría má s tarde A. Ha rnac k (1851-1930) en


su t rabajo de te sis titu lado Vita Jes u scrib i nequit.¶
17 En un ú ltimo p eríod o de su vida , Strau ss imitó a Re nan, cuya vida de
Jesús p resenta una conc epció n e stética de gusto empala goso, y se movió ha cia
posiciones liberale s, yend o de la e scato logía a la espiritualización,
raciona lizando lo s milagro s y aband onando parcialme nte la te oría del mito.¶

18 Citado por J. Lois Fernández, " La inve stigació n hist óric a sobre
Jesús", Frontera 4 (1997) 406, nota 26. Este artícu lo, de carácter divulgativo, e stá
dividido en t re s apart ados: 1) La cuest ión de l "Je sú s histórico". Su natu rale za e
importanc ia teológic a; 2) Bre ve re sumen de la historia d e la in vestigació n sobre
Jesús y 3) Consid erac ione s finales.¶

19 Die eva ngelis che Gesch ichte, kritis ch u nd ph ilos oph isch bearbeitet, (La historia
evangélica, crítica y filosó fica mente elaborada, 2 vols. Leipzig 1838).¶

20 Der Evangelist, oder exegetische-kritische Unters u chun g über das


Ver wand tsverhältn is der drei ers ten Evangelien ( El eva nge lista, o invest igac ión
exe gético-crítica sobre la relac ión de parent esco de los tre s primero s eva nge lios,
Dresde n/Leipz ig 1838).¶

21 En esta misma línea se sitúan B. Bauer, Kr itik der Evange lien (Crítica de
los evan gelios, 2 vo l., Berlín 1850- 1851); F. C. Baur, Kritis che Untersuch unge n über
die kanonis chen Evangelien ( In ve stigacione s críticas sobre lo s e vangelios
canónic os, Tub inga 1847).¶

22 Sob re la fuente Q, véa se el trabajo de A. Varga s-Ma chuca, "La llamada


fuente Q de lo s e van gelios sinóptic os" en A. Piñero (ed.), Fuentes del
cristianismo. Tradic ione s primitiva s so bre Je sús, Córdoba 1993, 63- 94.¶

23 El término té cnico grie go kerigma (proc lamación) se aplica a la


predica ción del hec ho o núcleo cent ral de la fe c ristiana ( salvación po r la
muert e y re surrección de Cristo) que se hace en la co mun idad primitiva en
forma d e te stimonio para susc itar la fe del oyent e.¶

24 Con a nteriorida d a la publicación de e sta obra, en 1901, al editar dos


papiro s ( Zwe i religions geschichtliche Fragen n ach ungedr uckte n grie chis chen Texten der
Strassburger Bibliothek, -Do s p regu ntas de historia de las religione s sob re t extos
grie go s in édito s de la Bib liote ca de Est ra sburgo-, Est rasburgo 1902),
Reitze nste in ind icó que la co ncepc ión del Logo s co mo una person alidad d ivina
podía explicarse por la unión de teorías estoicas con e gip cias, con lo que pod ría
aclara rse así la conce pción cent ral de l pró logo del cuarto evange lio. En otra
obra (P oimandres. Studien zur grie chisch -ägyptischen und früh chris tliche n L itera tur , -
Poimandre s. Estudio s de literatu ra greco- egipcia y c ristiana p rimitiva , Le ipzig
1904) pre senta ba la existen cia de un mito he lenístico sob re "Dio s hecho
homb re" y la concordancia del lengua je del evangelio de Juan con el de la
mística heleníst ica. De e ste modo afirmaba que el Cristo del kerigma no e ra de
origen completa ment e pa lestino.¶
25 Aun que la mayoría de los in vestigadore s d el siglo XIX afirmaban la
distan cia e xistente entre e l Je sús de la historia y la imagen que tran smiten d e él
los evangelios, algu nos, sin embargo, como A. Ed ersheim, se mo straron má s
conse rvadores a l af irmar que la s con clusione s radicale s de los in ve stigadore s
sobre Je sús eran más producto de su c osmo visió n que ap roximación crítica a la
historia; en con secuencia, afirma ban que los e van gelio s refie ren una histo ria
digna de crédit o y e stán e sc ritos p or a quellos a los que se le había adjudicado
tradicionalmente su auto ría.¶

26 Sob re el método de la historia de la s fo rmas, cf. A. Piñero -J. Peláez, El


Nuevo Testa mento, 367- 388ss.¶

27 P. Grech, "The Question of the historical Jesu s and the New


Hermen eutic" ( Apuntes mult icop iado s), P.I.B., R oma 1971, 12.¶

28 Cf. J. Lois Fernández, "La in vestigación hist óric a sobre


Jesús", Frontera 4 (1997) 407- 408.¶

29 Te xto publicado en el volumen Der historis che Jesus un d der kerygma tis che
Christus. Beiträge z um Christus Verständn is in Fors chung u nd Verk ündigung, - El Jesús
histórico y e l Cristo del ke rigma. Cont ribuc ione s a la co mpren sión de C risto en
la inve stigac ión y en la predicació n- editado po r H. Risto w - K. Matthia e, Berlin
1962, p. 1). Véase R. Bult mann, Sitzungsberich te der He idelberg Akade mie der
Wissens cha fte n - Acta s de la Ac ademia de las C ienc ias de Heide lberg 1960, 3.¶

30 H. Conzelma n, W. Marxen, G. Bornka mm, G. Barth y J. Jere mia s son


los más c onspicuo s rep resentante s de e ste método y de esta etapa. Má s
información so bre el método de la h ist oria de la reda cción en A. Piñero-J.
Peláez, El Nuevo Tes tamen to, 389; más en deta lle, A. Salas, " Lo s inic ios. La s
"forma s" anterio re s a lo s eva nge lio s" en A. Piñe ro (ed.), Fue ntes del cris tia nismo.
Tradiciones primitivas s obre Jesús, Córd oba 1993,17- 44 y biblio gra fía en nota s.¶

31 Lo s po stulados d e la Ne w Quest deb en e studia rse junto con los de


la Nue va he rmenéu tica repre sentada por G. Eb elin g, E. Fuch s y W. Ma rxen.¶

32 Cf. E. Käse man n, Ensayos exegé ticos, Salamanca 1978, 169.¶

33 Ib idem, 188.¶

34 Una po stura se mejante a la de Bornka mm es a sumida por H.


Conze lmann en su obra Gru ndriss der The ologie des Neuen Testa ments ,Tubinga
1967¶.

35 Citado por J. Caba, De los evange lios al Jes ús histórico, 33. Algo parecido ha
pretendido hace r N. Pe rrin (Redis coverin g the Tea chin g of Jes us, Londre s 1967) al
que rer enco ntrar la enseñan za auténtica de Je sú s, a plic ando riguro sa mente los
criterio s de dese me janza , coherencia y atestación mú ltiple, de los que se hablará
má s ad elante .¶
36 Cf. J. Pika za, " Prólo go a la edición castellana" d e la ob ra de H.
Braun, Jesús, el h omb re de Nazaret y su tiempo, Sala manca 1977, 20.27y 28. La o bra
de Jon Sob rino , Jes ucristo liber ador . Le ctura his tórico-te ológica de Jesús de Nazare t,
Petro polis 1993, pre senta un Jesú s co mo lo ve el mund o latinoa me ricano del
que no se pretende tanto recupe rar su figu ra histórica, cuant o la de quien se
siente llamado a prolo nga r la p ráctica de liberación a favor de los op rimidos. ¶

37 Más d esarro llado s y ejemplificado s, pueden lee rse e stos criterios e n A.


Piñero-J. Peláez, El Nuevo Tes tamen to, 135-138.¶

38 De la paráb ola de los viñadores homicidas, que se encue ntra en los


sinópticos ( Mc 12,1- 12; Mt 21,33- 46; Lc 20,9- 19) y e n e l Eva nge lio d e To má s
(65), se ha d icho lo siguiente : que ninguna de las versione s es la o riginal y que
habría que a puntar a un proto-Marcos (J. A. T. Robinso n); que la versión original
tal vez pe rtene zca a la fuente Q y que tal vez se a la ve rsión de Luca s la más
próxima a ella ( A. T. Cadoux); qu e la pará bola autént ica se ha con servado en el
Evange lio de To má s ( J. D. Cro ssan; K. R. Snodgra ss); que la s versione s de
Lucas y de Tomás apunta n a un original y simple re lato... que ha blaba de un
solo e nviado repetida ment e despedido con la s ma nos vac ías p or los
arrendatario s que lo maltratan; que se trata d e una a legoría cread a por la
comun idad primitiva (A. Jühliche r). El resultado de la invest igac ión no puede
ser má s variado y de scorazonador. Cf. William R. Herzog II, P arables as
Subversive Speech. Jesus as Pe dagogue of the Oppressed , Lou isville , Kentuc ky 1994, 98-
113.¶

39 Para el estudio de e sta etapa, véa se e l ma gníf ico t rabajo de sínte sis
"Estado actual de lo s estudio s sobre el Je sú s h istó ric o de spué s d e Bu ltma nn",
publicado por Raf ael Aguirre e n Es tudios Bíblicos 54 ( 1996) 435- 463. Este
trabajo se divide en cuat ro pa rtes: en la primera, "Evolución del plantea miento
y situa ción actual", se re sume la historia de la investigac ión de la vida de Jesús
desde la Ilustración a los postbult man iano s (apartado s 1 y 2) para centrarse má s
detenidamente e n la pre senta ción de las característica s de e sta nue va etapa
(apartado 3) . En la segund a, "Proble ma s metodológico s", se enume ran tre s
puntos muy discut ido s en la actualidad que cond icio nan fue rte mente e l trab ajo
de lo s estudio so s, a sa ber: 1) lo s crite rio s de historicidad, 2) el va lor d e los
ágraf a y de los apó crifos c ristian os, y 3) la Fuente Q. En la tercera pa rte,
"Autores p rinc ipale s", se presentan lo s re sultados de cuatro de las o bras má s
importante s y representativa s de auto re s de esta eta pa: las d e E. P. Sanders, R.
A. Ho rsley, J. P. Meier y J. D. C rossan . Por último , en la cuart a pa rte,
"Proble ma s más d iscutidos en la Third Que st", se señalan brevemente la s
cuestiones sobre el Je sú s h istó rico que permane cen abierta s y son má s
discut idas e n la actualidad. Este traba jo tien e el mérito de la c larid ad y la
concisión, ofrece abund ante y selecta bib liografía en n otas, y e mite ju icios
sereno s y e quilibrad os sobre lo s re sultados de la invest igación, a los que
remitimos al lect or deseo so de tener un cono cimiento c rítico de los logro s y
lacras de e sta etapa . Muy re ciente es el artículo de Emiliano Vallauri, " Volti di
Ge sù negli studi più recenti", Laure ntianum, 39 (1998) 293-337, donde comenta
los estudio s cient ífic os apa recidos en lo s último s 20 año s en torno a la figura de
Jesús, que él denomina "ga lería de retratos de Jesú s", p restando especial
atención a lo s aspe ctos nue vo s o característica s má s relevante s que ha
adquirido la figura de Je sú s en esto s último s años. El auto r divide su traba jo en
los siguie ntes apartados: Je sús de sfigurado (Je sús, hijo ilegítimo, ma go,
embauc ador), reambient ado (Jesús en el conte xto de Pale stina), rejudaizado
(Jesús de los hebreos o entre lo s heb reo s), Jesús rehumaniz ado (Je sú s co mo
homb re) y Jesú s de Nazaret, Cristo y Señor. Pu eden verse ta mbién: G. Se galla,
"La 'terza' rice rca de l Gesù storico: Il Ra bbi eb reo di Naz aret e il Me ssia
crocifisso", Stud ia Pa tavina 40 ( 1993) 463-516; S. Freyne, "La 'terza' ricerca sul
Ge sù storico. Alcune reflessio ni teologiche", Conciliu m 32 ( 1997) 60-79; J. M.
Borg, Jesus in C ontemp orary S cholarship , Valley Fo rge 1994; D.C. Alliso n, " The
Conte mporary Quest for the Histo rica l Je sus", Ir BibSt 18 ( 1996) 174- 193; M . E.
Borin g, "T he 'third Quest' and the Apo stolic Faith, Interpretation 50 (1996) 341-
354.¶

40 Así J. S. Klopp enborg, The For mation of Q: Traje ctories in An cient Wisdom
Colecctions, Philadelp hia 1987. ¶

41 Ade má s de la que va mos a co mentar, véase la bib lio graf ía citad a en la s


notas, e spec ialmente en la 23, del a rtículo c itado de R. Aguirre.¶

42 Una a mplia prese ntación de la obra The Five Gospels: The Sear ch for the
Au then tic Words of Jesus, editada por R. W. Fun k- R. W. Hoo ver (Nueva York-
Toronto 1993) ha sido e scrita por T. Prend ergast en Re vue Bibliq ue 104 (1997)
275-287. La ob ra de Ben Witheringto n III, The Jesus Ques t. The Th ird Search for
the Jew of Na zareth ( Interva rsity Press, Illinois 1995; edición au mentada , 1997) e s
viva e xpresión de la s crítica s que su scita n los tra bajos de este seminario. La
crítica de este autor se basa en lo s sigu iente s puntos: "El Jesús del Jesus
Seminar está ba stante limitado p or su metodología, que tiene c laro s puntos
débile s: el excesivo énfa sis que da a uno s criterios de h isto ricidad a costa de
otros, un optimismo no crít ico con relac ión al Evange lio de Tomá s co mo
fuente para recupe rar los dichos de Je sús, la te ndencia a tratar los d icho s de
Jesús fu era del cont exto narrativo en que se encue ntran y a vece s de su ma rco
histórico. Espe cialme nte pon e en cuest ión la validez de l siste ma de votac ione s
para decid ir sob re la autentic idad de lo s mate riales de "dichos de Je sú s". Una
crítica de la obra de Ben Withe rington III pu ede leerse e n Rob ert J. M iller,
"Can the Historical Jesus be Mad e Sa fe fo r Orthod oxy? A C ritiqu e of The Jesus
Quest b y Ben Withe rington III", JHC 4 ( 997) 120-137; el mismo artìculo aparece
en Inte rnet en format o electrónico: htt p://
www.daniel.drew. edu/ ~ddoughty /millerbw. htm l. ¶

43 Trad. c aste llana : Jes ús: Vida de un campesino judío, Barc elona 1994). La
sele cció n de autore s y obras de la tercera eta pa la hacemo s siguiendo el orden y
dispo sición de la citada obra de Ben Withe rin gton III, cuyo s juic ios de valor
con f recue ncia no co mpartimos.¶
44 La s caract erístic as principale s de lo s cínico s son, a ju icio de C ro ssan,
la autarkeia, auto-suf icie ncia o indep endenc ia de la so ciedad y sus lazo s de
alianza s, la parrêsía o lib ertad de expre sión inclu so ant e las autoridade s y los
ricos, el re curso a los afo rismos o dicho s morale s al estilo de lo s qu e citaban los
cínico s de Diógene s, y su itine ranc ia o constant e ir y ven ir de pueblo en pueb lo;
en el p rogra ma de lo s c ínico s no ent raba la elecció n o f ormación de un grupo
de discípulos y elegía n la pobreza como n orma de vida. C f. P. R . Edd y, "Jesus
as Dio gene s? Re fle xions o n Cynic Jesu s T hesis", Jou rnal of Bib lical Litera ture 115
(1996) 449- 469.¶

45 Sin embargo no todo lo ate stado múltip lemente puede at ribuirse,


según Cro ssan, al Je sús de la historia (por. ej. "Padre nuest ro..., ve nga tu reino",
"los doce" son expre sio nes no a ceptadas como pro ven iente s d el Jesú s de la
historia, por con side rar que Jesú s no esp era un re ino e scato lógico y po r no
tener lo s c ínicos discípulo s).¶

46 Cf. R. Aguirre, "Estado actual de los e studio s sobre e l Jesús histórico


despué s de Bult mann", Estudios Bíb licos 54 (1996) 456. Véa se ta mbié n M. Ebner,
"Kynische Jesusinterpretation -disciplined exaggeration ?, Biblische Zeits chrift 40
(1996) 93- 100.¶

47 Trad. ca stella na: Jesús: biografía re volu cionaria, Barce lona 1996.¶

48 Ib idem, 140- 141.¶

49 Esta teoría de la helenizació n de e sta s pob lacio ne s de Galilea no e s


aceptada po r mucho s autores, que ha cen nota r cómo Je sús no visitó nunca la s
ciudade s de Sé foris, Tiberias, Gada ra o Tiro, ciertament e helen izada s. Sabe mos,
sin e mbargo , que Jesús visitó la región de Tiro (Mc 7,24- 30, siro fenicia) y
Gadara (Mc 5,1- 20, ende mon iado; Gadara es lectu ra discutida de sde el punto
de vista te xtual que tiene como lecturas variantes: Gerga sa, Gera sa), pero no
consta que entra se e n dichas c iudade s. Por lo de má s Hans Dieter Betz, en una
ponencia tenida en e l Congre so de la SNT S de Chica go el año 1993 titulada
"The Syro phoen ician Woma n Story ( Mk 7,24- 30)", cue stio na la pre senc ia de
cínico s en Galilea , aun que la ad mite en la s ciudad es de Gadara y Tiro,
cierta ment e he lenizadas.¶

50 Resulta inadecuado con sidera r a Séneca o Ep icteto co mo cínicos,


aunque sin duda sus esc ritos tengan alguno s rasgos de e sta co rriente f ilosófica.
La de fensa de la imagen de un Je sús cínico, por otra parte, choca fue rtemente
con uno de los ra sgo s que dan de é l los evan gelio s: Je sús come y bebe con toda
clase de gente, inc luido s recaudado re s y pe cadores; la parrêsía o libertad de
expresión no e s, por otra parte, una nota específica de lo s cínicos, pue s se
encuentra igualmente pract icada en el Antigu o Te stamento por los profetas.
Son sólo do s e je mplo s qu e separan a Jesús de est e mo vimiento filo sóf ico.¶
51 Son de e ste autor ta mbién las siguie ntes ob ra s: Jesus: A New Vision, San
Francisco 1987; Meeting Jes us Again for the First Time , Sa n Francisco 1994; Jes us in
Con temp orary Scholarship, T rinity 1994.¶

52 Trad. ca stellana: La re ligión de Jesús el jud ío, Barcelona 1996, terc era obra
de una trilo gía , cuya s do s anteriore s son: Jesus the Jew : A His tor ian's Reading of the
Gospels, Mac millan 2 1983 y Jesus and the Wor ld of Juda ism, Philad elph ia 1984.¶

53 Otras obra s de Richard A. Ho rsley: Jesus and the Spir al of Violence.


Popular Resistence in R oma n Pa lestine, Sa n Francisco 1987; Sociology and the Jesus
Movement, Nue va York 1989, The libera tion of C hristmas: The Infancy Narra tive in
Social Contex t, Nu eva York 1989.¶

54 Traducc ión e spañ ola: Sociología del cristia nism o pr imitivo, Sala manca 1985.
Otras obras de The issen: The Sha dow of the Ga lilean : The Quest of the His torical Jesus
in Na rrative For m, Ph ilade lphia 1987; ha y trad. castellana: La s ombra del Galileo.
Investiga ción del Jesús de la historia en for ma narra tiva, Sala manc a; Colorido local y
contex to histórico en los Evan gelios: Una con tribu ción a la his toria de la tra dición sin óp tica,
Salaman ca 1997.¶

55 De la misma autora y más reciente e s la obra: Jesus : Miria m's Child,


Sophia 's Prophet: Critical issues in Feminis t C hristology, Ne w Yo rk 1994.¶

56 Cf. R. Aguirre, a.c ., 456.¶

57 Wright hace a larde en su ob ra de u n "crítico rea lismo" que de be


sustituir, se gún él, al método de la histo ria de la s fo rmas, mediante el cual no se
accede al Je su s de la h isto ria, sino a la s co munidade s donde esas forma s
literaria s se originaron .¶

58 En la líne a de los que afirma n que Jesú s se vio a sí mismo co mo


Mesías, de bemo s situar las obra s de otro s autore s co mo Peter Stuhlmacher
(Jesus of Nazareth-Jesus of Faith, Ma ss. 1993) , James D.G. Dunn ("Me ssian ic Idea s
and Their Influence on t he Jesus of History", e n J. H. Charleswo rth [ed.], The
Messiah, Minneapo lis 1992), Markus Boc kmuehl (Th is Jesus: Martyr, L ord,
Messiah, Edimburgo 1994, y Ma rinus de Jo nge (Jes us, the Ser vant Messiah, New
Ha ven, Conn. 1991), qu iene s mue stran la plu ralida d de po sicione s e xistente s
entre lo s autore s de la Third Quest, en much os punto s discrepante s de la s teoría s
má s radica le s de l Je sus Se mina r y sus máximos e xponentes.¶

59 "Un Gesù storico incerto e f rammentato: guada gno o p erdita per la


fede", Studia Pa tavina XLV (1998) 3-19.¶

60 En esta línea ca min a el Jesus Seminar y e l mismo Crossan, que se


mueven de ntro de un gra n esceptic ismo histórico hac ia el Jesú s de la historia y
su me nsaje. El porcentaje de dicho s de los e van gelios que pue den pert enece r al
Jesús d e la histo ria no supe ra pa ra esto s autore s el 18% de to do lo puesto en
boca de Jesus por los evan gelistas. Pen semos que C rossan, por ejemp lo,
considera que en lo s relatos de la pasión no hay práctica mente nin gún recue rdo
histórico, sie ndo tod os ellos un pro ducto d e la c omun idad cristiana primit iva .¶

61 E. P. Sanders e s t al vez el mejor re pre sentante mode rno de e sta


corriente.¶

62" Así opina G. Se galla, " Un Gesù storic o incerto e frammentato:


guadagn o o pe rdita per la fed e", Stu dia Patavina XLV (1998) 3- 19.¶

63 Así se expresa L. Re nwart, " Port raits du Christ", Nouvelle Revue


Thé ologiq ue 118 ( 1996) 893, co n oc asión de la ob ra de Ro man o Penna ,I Ritratti
orig inali di Gesù il Cristo. In izi e sviluppi della cris tologia neotestamen taria. I. Gli inizi.
Turín 1996.¶

64 No hay espacio en e ste trab ajo para funda menta r estas afirmacio nes,
que puede n ser ob jeto de otro traba jo; e stas cuatro actitude s básica s de Jesús
son las que los esc ritos n eote stamentarios recla man c omo característ ica s de su
comun idad de se guidores. Cf . mi artículo " Valore s hu mano s pa ra una
comun idad cristiana", Frontera 5 ( 1998) 27- 46, donde e xpongo que una
comun idad cristiana tiene que e star impregnad a por estos cuatro va lores, que
emana n de lo má s ho ndo de la personalidad de Je sús de Nazaret.¶

65 Fra se de M. Quesnell, Jésus Christ. Un exposé p our compre ndre. Un essai pour
réfléch ir, París 1994, cit. p or L. Ren wart, "Je sus, le Christ de Dieu. Chron ique de
christologie , Nouvelle Revue Thé ologiq ue 117 ( 1995) 896.¶

66 Ba jo e sta óptica está e sc rita la reciente o bra d e P. Grelot , Jés us de


Nazare th. C hris t et Seigneur. Une lecture de l'é vang ile, Vol. 1, Paris 1997, dond e el
autor recon stru ye la figura de Jesú s ho mbre con la más a mplia apertura a su ser
de Hijo de Dios. Gre lot e stá con venc ido de que esta dimen sión no puede ser
puesta deliberada mente a parte pa ra lle gar a una pseudo-re con strucción neutral:
"Tratar de Jesus de Na zaret p retend iendo ajustarse a la pura h ist oria 'fá ctica'
dentro de una neutralidad pretendida que deja ría de lado el p roblema de la fe
en Jesuc risto, e s opta r implícita mente cont ra esta fe" (p.14).¶

Jesús Pe láez ([email protected] )


Un iversidad de Córdoba
Publicado en el libro dirigido por J. J. Tamayo,
Diez Palabr as sobre Jes ús de Nazaret,
Ed. Verbo Divino, Estella (Navarra) 1999, págs. 57-123.

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