Jesus de La Historia
Jesus de La Historia
Jesus de La Historia
Jesús PELÁEZ
Salió Jesús con sus dis cípu los para las aldeas de Cesarea de Filip o. En el camino les
hizo esta preg unta: -¿Quién d ice la gen te que s oy yo?
Ellos le contes tar on: -Juan Bautista ; otr os, Elías; otros, e n camb io, uno de los pr ofetas.
En tonces les pregu ntó: -Y vos otr os ¿quién de cís que soy yo?
Empe zó a enseñ arles que el Hijo del hombre te nía que padecer mu ch o, siend o
rechaza do p or los senad ores, los su mos sa cerd otes y los letrados, sufrie ndo la m uerte, y, a los
tres días, res ucitar . Y exp onía el mens aje ab iertamente .
El se volvió y, de cara a s us dis cíp ulos, con minó a Pe dro d iciénd ole: - P on te detrás de
mí, Sata nás!, por que tu idea n o es la de Dios , sino la hu mana (Mc 8,27-33) .
Tras e sta declaración de Ped ro, dic e el eva nge lista qu e Jesús "con minó (en
grie go, epitim aô) a lo s disc ípulos a que no lo dijeran a nadie". Por tre s vece s
aparece en est e texto el ve rbo epitimaô que, al igual que en el re sto del e van ge lio
de Ma rcos, se ut iliza sie mpre que está en juego la imagen del Me sías: en boca
de Jesú s ( 1,25; 3,12; 4,39; 8,30; 9,25) p ara impo ner silencio a los esp íritus
impuros y a l vie nto (=tratado co mo esp íritu impuro) y a lo s d iscípulos o a
Pedro, en cuanto def ienden un me sianismo nac ionalista violento ; o en bo ca de
Pedro o de los discípulos ( 8,32.33; 10,13.48) para hace r callar a Je sús o a la
gente, porque procla man una imagen del M esías en desa cuerdo co n la que ellos
tienen de Je sús.
La op inión que Je sús tiene de sí mismo e s dif erent e, pue s no se identifica
en mod o alguno co n la s e xpectat ivas mesiá nica s jud ías pred ominante s, cuando
indica el ca mino qu e debe rec orrer e l Hijo del h ombre 2 : " Empezó a en seña rle s
que e l Hijo del ho mbre tenía que padecer mucho , siendo recha zado po r los
senado res, los su mo s sace rdote s y los letrado s y suf riend o la mue rte y, a los tre s
días, resuc itar".
He e le gido est e pa saje -esc rito a la luz del aconte cimient o de Pascua-,
porque la p regunta sobre la identidad de Je sús sigue en p ie. La s re spue sta s que
se han dado a é sta a lo la rgo d e la histo ria - co mo en el pa saje co mentado - han
sido muy d iversa s y muy en e special en los dos últimos siglos.
Para af rontar la cue stión de l "Je sús de la hist oria" , el historiador cu enta
con do s cla ses d e do cumento s ant iguo s, de cará cter totalmente diferente:
-Unos -so rpre ndente mente muy escasos y escuetos- pro vienen de fuente s
no crist iana s, ya judía s o paganas.
Lo que conoce mos por las fu ente s jud ías (Flavio Josefo y el Talmud) no
puede ayuda r gran c osa al conoc imiento d el Jesú s histórico, pue s para ésta s
Jesús e s p ráctic amente un de sc onocid o, un personaje del qu e quedaro n para la
poste ridad uno s b re ves apuntes, alguno s de e llo s, co mo vere mo s, incluso
dudoso s d esde e l punto de vista d e su t ran smisión textua l.
Fuera de lo s evange lios, sorp rende la poca ate nció n qu e pre sta el resto de
los e sc rito s de l Nu evo Te sta mento ( Carta s y Apo calipsis) a la s palabra s y
hecho s de Jesú s anteriore s a su re surrección5.
Flavio J osefo, historiador judío (37 d.C.- 110 d.C .), da en sus obras noticia s
sobre Herodes y su dina stía, lo s procu radores de Judea, incluido Poncio Pilatos,
los esen io s y Juan Bautista, y cuenta la s pe ripe cia s del pu eblo judío durante los
dos último s siglo s de su exist encia co mo nación, re flejando el a mbient e judío
en el que surgió el crist ianismo. Sobre Jesú s, sin embargo, tran smite so lamente
dos noticias en su ob ra An tigüedades Jud ías.
El te xto de la primera dice así: " Por e sta époc a vivió Je sús, ho mbre sabio,
si es que deb e llamársele ho mbre, pue s realizaba obras asomb ro sa s y era
maestro de hombres que ace ptaban con gu sto la verdad, arra strando tra s de sí a
mucho s judíos, y tamb ién a mucha gente de estirpe grie ga. Era e l Me sías.
Cuando, a l ser denun ciado por nue stros notable s, Pilato s lo c ondenó a la c ruz,
los que le ha bían d ado su afecto al principio no de jaron de a marlo, ya que se les
había apare cido el ter cer día, viviendo de nue vo, tal como hab ían de clarado los divinos
profetas, así como otras mil maravillas a propósito de él. Y hasta el día de hoy no ha
desapa recido la estirpe de lo s que p or c ausa de él re cibe n el no mbre de
cristianos" ( An tigüe dades Judías 18, 63) 6 . Las pa labra s marcada s en cursiva e n el
texto indican con toda proba bilidad las int erpo lacio nes cristiana s introducida s
en el te xto origina l de Flavio Jose fo. De la autenticid ad de este texto se ha
dudado se riamente p or no e star vin culado sólida mente al conte xto en que
aparece en la obra. Ade má s, la s ve rsione s del te xto que ofrecen lo s ma nuscritos
no concue rdan e ntre sí. Eliminad as d el te xto las posible s interp olac ione s, se
puede dar por seguro qu e Flavio Jo sefo, a finale s del siglo I, se refiere a la
actividad taumatúrgica de Je sús y a su e nseñanza , a su s se guido re s jud íos y
grie go s, a la de nuncia contra él d e los nota ble s jud ío s, a la condena a cruz por
Pilatos y a la perviven cia, t ras su muerte, de l movimiento cristia no, datos
sumamente valioso s para los h ist oriad ores, pue s prueban la e xistencia histórica
de Jesú s, qu e ho y n adie se at reve a cue stionar.
La segund a noticia -ind ire cta- sobre Je sús que mencion a Flavio Jo se fo, e s
la del proc eso y la pidac ión de Santia go: " Aná s [el sumo pontífice ] creyó que,
muerto Fe sto, y ha llánd ose aún de ca mino Albino, era la oca sión de reun ir al
saned rín y pre se ntar ant e él al hermano d e Jesú s lla mado Cristo, cuyo no mbre
era Santia go, y a algu nos otro s. Lo s acu só de haber violado la ley y los entre gó
para qu e lo s lapida ran" (Antigüeda des Judías 20, 200) . La mayor parte de los
investigado res acepta la autent icidad de este pa saje, por el que tene mo s noticia
de la lapidació n de Santiago, pre sentado como "h ermano de Je sús, lla mado
Cristo".
El mismo tratado de l Talmud da otra notic ia: " Nue stro s rabinos enseñan:
que la mano iz quie rda rechace , pero la derecha atraiga sie mp re, n o co mo
Eliseo , que rechazó a Ge jazí con amb as man os, y no como Rabí Yoshua ben
Perahjah, que re chazó a Jesú s (el Nazareno) con a mba s ma nos" (T.B. Sanh
107b) . Las p alabras en cursiva no aparecen en todas las ediciones del te xto.
Esta s dos notic ias del Talmud se pueden con side rar tanna ítica s, esto es,
anterio res a la Misná y so n import ante s de sde el punto de vista h istórico, pue s
dan por probada la e xistencia de Jesú s, aun que interprete n su actividad co mo
obra d e ma gia y su misión co mo la de un seductor y agitador.
b) Lo s historiado res ro manos
Fina lmente, Dión Casio, que e scribe su histo ria romana en o chenta lib ros,
habla de la ejecu ción del có nsul Flavio Cle mente y del destie rro de su mujer,
acusado s de ateísmo, los cuale s perecieron ju nto con otros p or ser
simpatizante s d e la f e judía ( Ep itome 67,14). Este dato se podría refe rir a la
persecución de los c ristiano s bajo Do miciano , relatada e n la primera carta de
Cle mente9.
La esca sez de noticia s sobre Jesú s en las fu ente s no cristiana s mue stra que
el he cho d e Je sú s no fue con siderado por éstas un a contec imiento de
importanc ia histórica que me rec iese un tratamie nto pormeno rizad o. T amp oco
las fuente s crist iana s lo con side raron así. Nin guna de ella s de scribe a Jesús
como ide ador de un progra ma político, ni como jefe de un mo vimiento
popular en lucha c ontra el gobierno romano opresor, n i co mo una f igu ra a
contrapon er al e mperador de Ro ma. Pe ro se puede d ecir ta mbién lo co ntrario:
tampoc o sirven lo s eva nge lios para aprende r gran co sa sobre el Impe rio
Roma no y los grande s proble mas de la política mundial.
Si las fuente s judía s y pagano -romana s son tan parca s en datos sobre Je sús
de Na zaret, y los e van gelios -documento s pa ra la cat e quesis y pre dicac ión
cristiana p rimitiva y no b iografías en e l sent ido moderno de la pala bra- son una
difícil plata forma para accede r al Je sú s histórico, ¿debemo s re nunciar por e llo a
recupe rar la figura histórica de Je sús?
No pa rece que hayan ido por ahí los derrotero s de la histo ria de la
investigac ión ni que vayan a ir en el futuro. Más bien todo lo c ontrario. Incluso
podemos afirmar que, en lo s últ imos veinte año s, la in ve stigació n sobre Jesús
ha ad quirido un impu lso inusitado , multiplicánd ose en nuest ros día s los
trabajo s, que han salido del á mb ito de lo s inve stigadores, para p royecta rse al
gran público e n los má s pre stigio sos d iarios del mu ndo - el inglés The Times, el
americano New Yor k Times- y lle gar a las pantallas d e cine y de televisión.
Alguno s lib ros recie ntes sobre el Je sús histórico se han conve rtido en
bestsellers c omo e l de J. D. Cro ssa n, Jesús: Vida de u n campesino jud ío11. No
hable mos ya de los nuevos e vange lios apóc rifo s, que llen os d e fantasía, al igual
o más que los antiguos, han p roliferado e n los últimos a ño s, con un inc reíble
éxito de ve ntas que pu ede c ontarse por cente nare s d e miles, de l tip o de El
evangelio de Acuar io, de Jesús el Cris to, de Lé vi (B arce lona 1986) o El Caballo de
Tr oya en cuatro volú men es de J. J. Benít ez (Barc elona 1989), con tirada en
conjunto de casi un millón de eje mplare s12 .
La primera va de R eimarus a Bult mann , deno minada "The Old Que st for
the historica l Jesus" o "First Que st" (antigua o primera inve stigación sob re el
Jesús de la historia). Dentro de e sta etapa , los años que transcurrieron desd e la
publicac ión del libro de A. Sc hweitzer,Ges chichte der Leben -Jesu -Fors chung ( Histo ria
de la investiga ción de la vida de Jesú s, Tubin ga 1913), -publicado con
anterio ridad con el t ítulo Von Reim arus zu Wre de ( De Reimaru s a Wrede, 1906)-
hasta el final de la Segunda Guerra Mun dial se conocen como un período en el
que no hubo in vest iga ción histórica sob re Je sús (" No Que st Pe riod"), pue s
reinaba la convicció n de que e ra impo sible llega r al Jesú s de la historia a tra vé s
de lo s eva nge lio s, por basarse el cristian ismo en la fe en Cristo y no en la
persona histórica d e Je sús. El autor más in fluyent e de e sta etapa fue Rudolf
Bultma nn.
La terc era discurre de 1980 ha sta hoy, y se de no mina "Third Que st"
(Terce ra invest igación).
Para St rauss, co mo para Sch leie rmache r, había que escoger ent re el Je sús
histórico y el Cristo sob renatural; para ambos lo s e vangelios no registra n tanto
una información histórica so bre Je sú s cuanto la s conce pcion es id eoló gica s de
los primero s cristia nos17.
Hasta ento nce s se había con side rado, sigu iendo la t radic ión de la Igle sia,
que Mateo era e l evange lio más antiguo. Esta supo sición fue pue sta en duda
por la hipóte sis de la s do s fuente s, propuesta de modo ind epend iente y
simultáneo por Ch. H. Weisse19, discípulo de Strauss, y Ch. G. Wilke20 en
1838. Según e sta teo ría, los evange lio s de Mateo y Luca s se formaron a partir
de dos fue ntes: el e vangelio de Ma rco s y una colección de dich os o ense ñanzas
de Je sús, hoy p erdid a. Sólo a part ir de éstas se pue de con struir una vida de
Jesús. Además hay que ad mitir algún material propio en Mateo y má s abundante
en Luca s.
H. J. Holtz mann ( 1832- 1910) (Die synoptis chen Evangelien. Ihr Urspr ung u nd
geschich tlicher Charak ter -Lo s e vangelios sinópt ico s. Su o rigen y carácter histórico-
Leipzig 1863) in sistirá princ ipalment e en el valor histórico del evangelio de
Marco s, una de las do s fuente s citadas21.
Martin Kähler (Der sogenann te his toris che Jesus und der geschichtli ce, bib lis che
Christus -El así llamad o Jesú s de la historia y el Cristo bíblico histórico, 1892-
1896) se plantea el proble ma del Jesus h istó rico como consecu encia d e la
confusión creada por la s vida s de Jesú s de lo s liberale s, raciona lista s y
seguidores de St rauss. Si la funda menta ción científica de la vida de Jesú s e s tan
dudosa, ¿a dónde irá a parar la fe e n él?, se pre gunta. Po r e ste ca mino, Kähler
insiste en la dist inció n ya con ocida entre el Jesú s de la historia y el Cristo d e la
fe o del kerigma 23. Según Kähle r, del Jesú s de la historia podemo s saber muy
poco cient íficamente hab lando, p ero ha y cie rtamente un mínimo que n o puede
ser barrido por la ciencia. Je sú s fu e ho mb re c omo nosotros, pe ro a dif eren cia
nuestra , fue el Crist o de Dio s. Y en e sto se ba sa nue stra fe. Para Kahler, el
Cristo que ofrecen los e vangelio s, int erpretado desd e la fe, e s el verdade ro; el
Jesús de la h isto ria e s irre levante para la fe. Lo que intere sa de Jesú s no son los
hecho s histórico s, co mo inve stigaba la Escuela liberal, sino la interpretación de
éstos a la luz de la fe, su va lor y significado salvífico pa ra nosotros. De e ste
modo se decla ra no sólo imp osible, sino in nece saria la tarea de escribir una vida
de Jesú s.
Por est os sendero s ca mina rían lo s tra bajo s siguient es, como lo s de W.
Bousset ( 1865- 1920), sin duda el princ ipal rep resentante de la Escue la de la
historia de las religione s en a que llo s momento s. En su c omentario al
Apoc alipsis (D ie Offenb arung J ohannis. Neu be arbeite t, -El apocalip sis de Juan.
Nueva mente e labora do-, Gotinga 1896) Bousset ap licó po r prime ra vez de
modo siste mático e stos pre supue stos, aclarando múltiple s punto s oscuro s del
texto por medio de un rico material comparativo . Su ob ra principal, Kyrios
Khr istos. Geschichte des Christusglaubens von den Anfänge n des Christentums bis
Irenaeus (Ky rios-Khristo s. Historia del Cristo de la fe desde los co mienzo s del
cristianismo ha sta Ire neo, Gotin ga 1913) diseña el desarrollo de l pensa miento
cristiano ha sta Iren eo. Según él, Pablo y su s su cesores tran sf ormaro n el
cristianismo primitivo en una religión mistérica. Mucho s de los mie mbro s de
las co munidades cristiana s primit ivas hab ían sid o con anterio ridad adept os de
religion es de misterios, que ahora adoraban a un dios nuevo, Je sús,
como Kyr ios, títu lo dado comúnmente al dios-h éroe en e l culto y ritual de los
cultos misté rico s. Bousset partía del supue sto - naturalme nte tras un minucioso
análisis de la t radic ión e vangélica- , de que la d ogmática judía sobre el Hijo del
homb re había sido in corporada a Jesús, y a partir de ahí se formó la fe de la
comun idad pale stina . Pe ro aparte de e ste grupo existía ta mbién la comun idad
helenística procedent e del paga nismo. En ella na ció la ado ración de Jesús
como Kyr ios. Esta designac ión tuvo su origen en el culto litúrgic o, por
influen cia ( y co ntraposición) de la veneración a divin idade s cu ltuale s a jenas.
Así, en lu gar de la esperanza en un Hijo del ho mbre qu e habría de venir,
aparece la ado ració n actual d el Seño r ce leste, lo qu e en principio supuso un
peligro para la e scato logía.
Este e spec ial hinca pié en e l e ntorno helenístico sufrió una corrección en
el artículo de J. We iss " Da s Prob lem der Ent stehung des Christentums" (El
proble ma de l nacimiento del cristia nismo- publicado en Ar chiv für
Religions wissenschaft 16 [1913] 423-515), editado co mo libro -c on algunos
añadido s- tras su muert e por R. Knopf ( Das Urchris tentum, -El cristianismo
primitivo- Gotinga 1914). Acepta ndo los re que rimient os metodo lógicos de la
escue la historicista, Weiss insist ía en que no era po sible comprender
históricame nte el crist ianismo, si no se pon ían de re lie ve sus diferencia s
sustanciales con los culto s mist éricos y su an claje en la me ntalid ad de Je sús,
profundament e judía . Con e llo int entó Weiss crear un puente entre dos
concepc ione s ca si anta gónica s del c ristian ismo p rimitivo: la he lenística y la
judía.
Tras la primera gue rra mundial, K. L. Sch midt (Der Rah men der Ges chichte
Jesu, - El marco d e la historia de Je sú s- Be rlin 1919), M. Dibelius ( Die
For mges chich te des Evan geliu ms, - La historia d e la s formas d el e vange lio- Tubinga
51966) y R. Bultmann (Die Geschichte der s ynoptische n Tradition, - Historia de la
tradición sinópt ica-, Got inga 61964) aplicaron a los sinó ptico s e l método de la
historia de las fo rmas (o crítica de la s forma s, como suele llamarse
recientemente), qu e H. Gun kel había aplicado con tanto é xito al Antiguo
Testa ment o. Este método tiene como principa l presupue sto conside rar que
"los relato s sobre Je sús e xistía n aislado s ora lmente ante s de f ijarse por e scrito".
Puestos po r escrito, sirvie ron para la edificación e instrucc ión de la primitiva
comun idad cristiana; era n, por tanto, e l producto de una tarea creado ra de la
comun idad, má s qu e de un e van ge lista, e n cuant o que éste, c omo re dactor de
hecho, no sólo refleja su propio pen samiento , sino ta mbién el del grup o en
cuyo seno se ha lla. La in serció n en el e van gelio de e sto s relatos suelt os fue el
último paso en la evolució n de e ste proce so. Lo s e vangelios, por tant o, no son
obras unitarias, sino coleccione s de pequeña s unidade s literaria s soldada s unas a
otras e n forma d e colecciones. La pla smació n por esc rito de t odo este material
respondió a las nece sidad es de las c omunidade s. Cada una de la s fo rmas era
utilizada se gún requería la oc asión. Lo s e vangelista s reu nieron e sas pequeña s
unidade s y, con una ligazón laxa , las transmit ieron por e scrito en una género
literario original: el e van gelio.
R. Bultm ann
R. Bult man n, por tanto , hac iéndo se eco de la inve stigación realizada c on
anterio ridad a él, y aplicando el método de la h istoria de las formas a los
evangelios, se mostró esc éptic o ante la po sib ilidad de re cupera r cient íficamente
el Jesú s de la h isto ria hasta el punto de con sid erar irrelevante e ile gítimo el
acceso al mismo: irrelevante, porque la historia de Je sús no tiene interé s pa ra la
fe cristiana, que co mien za en Pascua; ilegítimo, po rque e l recurso a la histo ria
altera la natura leza misma de la f e, que se apoya únicamente e n sí misma. Para
Bultma nn, e l recurso a la historia pa ra justifica r la fe sup one un a búsqueda
malsana de segu ridad, se meja nte a la se guridad que se busc a con el recu rso a las
obras (téngase presente que Bult man n parte de la tesis refo rma da de la
"justificac ión po r la fe , sin obra s"). Los e van gelios son e xpre sión de la fe
pospa scua l de la s p rimera s c omun idade s c ristianas y no docu mentos histó ricos
para acced er al Je sú s de la historia. Lo que imp orta, por tanto, es el kerigma, en
cuanto anuncio de salvación de Dios por medio de Jesú s, que of rece el pe rdón
y llama a una existe ncia nueva . Bultmmann se intere sa má s que po r Je sús en sí
mismo por lo que Jesú s es para no sotros. Je sús e s el anunciador del juicio
definit ivo de Dios sobre el mundo. Entre el ke rigma (el Jesú s predicado) y la
persona histórica de Jesú s ( el Je sús predicador) no hay continuida d; la fe, por
tanto, debe entende rse y vivirse al margen de la h ist oria de Je sú s28.
J. Jere mias (" De r Gegen wärt ige Stand de r Deb atte um da s Problem de s
historischen Je su s" - La situac ión a ctual de l debat e en to rno al proble ma del
Jesús de la historia)29 re sume de este modo la po sic ión de Bultmann: " La
historia de Jesú s pert enece para Bult mann a la historia del judaísmo, no del
cristianismo. Este gran profeta judío t iene c ierta ment e un interés h istó rico p ara
la teolo gía del Nue vo Testa mento, pero no tiene ninguna significa ción, ni
puede tenerla, para la fe cristian a, pue s el cristian ismo comenzó po r primera
vez en Pascu a".
El e scepticismo radica l fre nte al Je sús d e la histo ria man ife stado por
Bultma nn, no fue, sin e mbargo, co mpa rtido po r todos sus disc ípulo s, -los po st-
bultman nianos- que inic iaron muy pronto nue vos c amino s de búsqueda del
Jesús de la historia, utilizand o no solamente el método de la h istoria de las for mas,
como lo habían hec ho Dibeliu s y Bult mann , sino también el de la his toria de la
redacción qu e in ve stiga "el modo en que cada evan ge lista une en su e van gelio los
difere ntes mate riales tomados de fu ente s orales o e sc rita s". Se gún est e mét odo,
los evan gelios no se exp lican ya po r el simp le ensamb lamient o o unión de todas
esa s unidade s lite rarias previa s, sin o por la mano y el talento de un redactor con
personalidad p ropia, que supo un ir d ichos materiale s y modelarlo s con arre glo
a sus conce pciones, a su teología y a la de su co mun idad en f orma de o bra
literaria de autoría pe rsonal30.
Esto s dos método s sirvieron de base a los investigad ore s de e sta segu nda
etapa, deno minada The Ne w Ques t, qu e co menzó hacia e l año 1953 y cont inuó
hasta la dé cada de lo s 70. Propósito de los auto res de esta etapa era recon struir
el men saje original de Je sús y co mpararlo con la proc lamación de la igle sia
primitiva para ver ha sta qu é punto hab ía continu idad o no ent re ambos.
1) El rech azo de los presupu esto s de la in vestigac ión liberal so bre Je sús,
deambu lando po r una vía intermedia entre el racio nalismo, que hace a Jesús
uno como no sotros y e l sobrenatu ralismo que lo convierte en un h ombre
divino para cuyo conocimiento se pide sacrif icar el ente ndimient o y la ra zón.
2) La aceptación d e cie rta co ntinuidad entre el Jesús de la histo ria y e l
Cristo de la fe y, por tanto , de la legitimidad de la inve stigación so bre la histo ria
de Jesú s anterior a Pa scua . Esta continu idad es f ormulada po r los estudioso s de
la New Quest co mo "Cristo lo gía implíc ita o indirecta" , término introduc ido por
H. Con zelmann , con el que se afirma que, aunque Je sús no hubiese usado
ninguno d e lo s título s cristológico s qu e le atribuyen los e van gelio s, la
investigac ión co nsidera qu e tales título s son una exp licita ción de su pretensión
histórica.
Esta segu nda etapa de la inve stiga ción histó rica sobre Jesús tiene su punto
de part ida en la conferen cia pronunc iada el a ño 1953 por E. Käse mann en
Marburgo y pu blica da con e l título " Das Prob lem des historisc hen Je su" (El
proble ma de l Je sús histórico-, Zeitschrift für The ologie und Kir che, 51 [1954] 125-
53) ; pertene cen a esta etapa autores tan conoc idos como J. Jere mias, G.
Bornka mm, H. Conzelmann, J. A. Robin son y H. Braun, entre otros, que
propugnan un movimie nto de vuelta al Jesú s de la h istoria 31.
G. Born ka mm, por su parte, profe sor de Heidelbe rg, disc ípulo de
Bultma nn y suc eso r de M. Dibelius, tres años de spué s de la co nferencia de
Käsema n, en su obra Jesus von Naz areth (Je sú s de Nazaret, Stutt gart 1956) aplica
a los e van gelios los pre supue stos ideoló gicos de Käsemann, pe ro haciendo
hincapié en lo s hecho s del Jesú s de la histo ria y en el impa cto qu e su
personalidad p rodujo en su entorno. Käse mann y Bultma nn habían dado má s
importanc ia al e studio de las palabras de Jesús, Born kamm lo da a los hecho s y
rechaz a la posición de a quellos que sacrifican totalmente la h ist oric idad de
Jesús, pue s p ara la fe es ne cesario e l Jesú s de la h ist oria34.
De modo semejante se pro nuncia J. Jeremia s (Das Problem der his tor ische n
Jesus - El proble ma de l Je sús histó rico, 1960), reacc ionando ante lo s po stulados
ideoló gico s bult man iano s, y propu gnando un mo vimiento de re tor no al Jesús de la
historia al p rocla mar que "la ba se pa ra una c ristología hist óricamente c imentada
no puede ser ot ra sin o las autént ica s palabras y hech os de Jesú s (ipsissima verba et
facta Jes u). Para Jere mias y su s se guido res la con fesión d e fe que p roc lama que
Jesús e s e l Crist o (Je sucristo) hace ref erenc ia ne cesariame nte al Je sús histórico,
al hombre de Nazaret; sin esta refe renc ia, la fe cristiana se vue lve pura
ideolo gía" . El c omienzo de nuestra fe no e stá en e l kerigma, sino en e l he cho
histórico de la vida de Jesús. La vuelta al Jesús de la histo ria no se reco mienda
solamente por fide lidad a la s fuentes, sino porqu e el ke rigma predica que Dios
reconc ilió a l mundo co n él por medio de un aconte cimiento histórico . Se gún
Jeremia s, no se puede separar la historia del kerigma a rie sgo de cae r en el
ebionismo o en el do cetismo. En su libro sobre la s parábolas, Je re mia s af irma
la posibilidad de lle gar a establecer contacto con el Je sús hist óric o cuando
afirma que "cada una de las pa rábolas fue pro nunciada en un momento
determinado de la vida d e Je sús, en c ircun stan cia s que no se ha n produc ido
má s que una vez... ¿Qué qu ería de cir Jesú s en tal ocasión determinada ? ¿Qué
efecto tend ían a p roducir sus palabras sobre lo s oyent es? Esta s son la s
preguntas que e s necesa rio hace rse pa ra encontrar en cuanto se a po sib le el
sentid o original de la s parábola s de Jesú s y o ír la voz misma del Mae st ro"35.
H. Braun (Der Mann aus Nazareth und seine Zeit -El hombre de Nazaret y su
tiemp o-, Stutt gart 1969; trad. castellana, Salamanca 1975) se mue ve en el
mismo ca mpo de l Jesús de Bu ltmann, pero, a diferencia de éste, e s un
historiado r y no un crít ico literario. Su ob ra sobre Jesú s es una historia del
ambiente en que vivió Je sús, de lo que fue y dijo a los ho mbre s. Bultmann creía
en la presencia de la pala bra transcendente de Dios en el men saje (y rea lidad) de
Jesús; por eso comp render a Je sús signific aba ac eptar el juicio de Dios que
había venid o a realiza rse en é l; para Braun , Dio s no e s más que la verdad d e la
palabra de Jesú s; por eso basta con e scuch ar y cump lir e sa pa labra qu e expresa
la "nueva libertad" y quehac er del amo r interhumano. Jesú s no e s ya pala bra
escato lógica de Dio s, sino un profeta que ha ten ido pa labras d e e xigenc ia y
conversión que se t raducen en un imp erativo de amor int erhu mano ; de e ste
modo p reco niza la imagen de Je sús d e los teólogos de la liberación y se sep ara
decisivamente de Bult mann . Braun acepta el men saje de Jesús y olvida el
sentid o de su pa scua. La cristolo gía viene a con vert irse meramente en símb olo
de la ve rdad del men saje que Jesús ha p redic ado. El e vangelio se de svincu la del
plano de fe en el que se ha vivido y se ha compue sto y queda redu cido a signo y
expresión del auténtico ha cerse e xistencial huma no36.
- Criterio de desemejanza o dis con tin uidad según el cua l: "todo dicho o hec ho
de Jesú s qu e no encaje en el medio ambiente judío de l tiempo ni en el marco de
la primitiva co munidad , no adaptá ndose a a mbas situaciones, pro cede
ine quívoca ment e del Jesú s de la h isto ria"; este criterio n o es válido a la inversa,
pues se ría absurdo rechazar como no histórico t odo lo que de alguna man era
encaja con el judaísmo o cristianismo primitivo, ya que la figu ra del Jesús
histórico só lo pued e lo grarse satisfacto ria mente en lo posib le a la luz de la s
costu mbres e ideas de la Palest ina d el siglo I.
- Criterio de atesta ción múltiple, por e l que se afirma que "p rovienen de Je sús
determinado s te mas o ideas, si se da con vergen cia, no ya entre lo s e vangelios
(que e stán e strec ha mente int errelacionado s), sino entre las fuente s de la s que
estos escrito s to man su mat eriale s: Mc, Q y los materiale s específic os de Mateo
y Luca s"; e sto es, si un determinado te ma o mot ivo aparec e bien atestiguado en
diversas forma s literaria s de la tradición. Lo que se encuent ra en varia s fuente s
independientes, tien e má s probab ilidad de ser auténtico.
- Criterio de conform idad, con tinuidad o cohere ncia, que se f ormula así:
"estab lecid o un hecho o palab ra de Je sús como histórico , puede con side rarse
también histórico todo he cho o palabra que esté de a cuerdo c on a quél". Dicho
de otro modo, puede a ceptarse c omo auténtico tod o dato que se a coherente
con ot ro cu ya aut enticidad n o admita duda.
- Criterio lingü ístico y de en torno, se gún e l cual "todo dato que sea
incompatib le con el e ntorno lingü íst ico y a mbie ntal de Je sú s debe ser
rechaz ado". A la in versa, sin e mbargo, no pue de admitirse co mo autént ico
cualquier dato sólo porque re fle je la s circunsta ncia s lin güístic as y ambientale s
de su entorno. Est e crite rio es fo rmulado por otros co mo criterio de an tig üedad;
según éste, tie ne ma yor pro babilidad de autentic idad lo que puede acred itarse
como más ant iguo de sde el punto de vista lingüístico y de ento rno.
Aunque e stos c rite rios son útiles y operativo s, sorprende, sin e mba rgo,
ver có mo lo s autore s no se po nen de acuerdo en la p ráctica al dete rmina r si una
determinada pa labra o relat o evan gélico pert enece o no al Jesús de la
historia 38.
Esta etap a se distin gue por su interdisciplinarie dad, pue s ya no son sólo
teólogos o e xe geta s los que a bordan el Je sú s de la historia, sino h isto riad ores,
sociólo gos, antropó logos, proced ente s no sólo de facultades de teología, sino
de universidade s civiles; no preocupad os tanto por mostrar la continuida d entre
el Cristo de la fe y el Je sú s de la historia , cuant o po r resc atar de y para la
historia su ima gen.
La cara cteríst ica principa l de esta nueva eta pa es la gran p reocupa ción por
situar a Je sús en el ma rco socio-histórico del juda ísmo de su tiempo, co n la
ayuda del mayo r grado de conocimiento que se tiene hoy de las literatura s
apócrifa (apócrifos del Nu evo Te stamento y te xto s gnóst icos de Nag
Ha mmadi), qumránica, rab ínica , y de los resu ltado s obtenidos de la s
excavac ione s arqueológicas, especialmente de las realizada s en la z ona s de
Galilea y Jeru sa lén, princ ipales escenarios de la a ctividad públic a de Je sús.
Alguno s de esto s autore s con sid eran la fue nte Q una fuente privilegia da para
conoce r hist óric amente a Je sús, lle gando incluso a descubrir en ella al menos
dos est rato s40, qu e representan diferente s e stadios en el de sarrollo de la
comun idad cristiana pale stina. El primero de esto s est ratos, má s pró ximo al
Jesús d e la historia, está co mpue sto de en señanza s de sab iduría sapiencia l y
apunta a un Jesú s sapiencial; el segund o, a uno apocalíptico. Como en el est rato
má s antigu o de esta fu ente no se encuent ran dich os apocalípticos, esto ha
lle vado a cuestiona r la ima gen de un Je sús apoca líptic o por pa rte de lo s autore s
de esta etapa.
La p roducc ión litera ria en to rno a la f igu ra de Jesús en esta terce ra eta pa
es abrumad ora 41. A continua ción describ ire mo s en sínt esis la imagen de Jesús
que se deduce d e la lectu ra de alguna s obra s de los autores má s rep re sentativos
de esta etapa, con el rie sgo que implica toda sele cció n de dejar en el ca mino a
otros que puedan ser con side rado s igua l o más impo rtante s.
Pero la tercera etapa n o se a gota con los traba jos con junto s de los
mie mb ros del se min ario , por lo que e s ob ligado, aun que sea bre ve ment e, decir
algo de las obra s de lo s autore s más re presentat ivos.
Uno de lo s autore s más d esta cado s del Jesus Seminar es John Dominic
Crossa n, cuya ob ra The h istorical Jes us. The life of a Mediterranea n Jewis h peasant ( San
Francisco 1991) 43 e s la má s cono cida y difundida de todas las de los autore s
de la terce ra etapa. Al igual que lo s miembro s del Jesus Sem inar , Cro ssan opta
por la ima gen d e un Jesú s pro moto r de una esc atolo gía realizada, pues el re ino
de Dio s e stá ya pre sent e, a qu ien d escribe como un ca mpesino c ínico 44 judío
itinera nte de aldea en ald ea por la baja Galilea , sin dete nerse en nin gún lu gar
largo tiempo, pa ra no conve rtirse en un a gente o med iador ent re Dio s y sus
oyente s. El Je sús de Crossan e s un radical d efen sor d el igualitarismo,
decidida me nte opue sto a toda cla se de jera rquía, incluida la de lo s padres ha cia
los hijo s, p ractic a "la co mensa lía ab ierta " y obra mila gro s apa rente s, pues Jesús
es pre sentado po r C rossan c omo mago, c oncepto que entien de p ositivamente
como " qu ien tie ne un pode r que ob ra al margen de los canales religio sos
oficia le s y regula res". Je sús fue cono cido p rinc ipalment e por sus aforismo s y
parábolas.
Para o btener esta imagen de Jesús Cro ssan utiliza solament e mat eria l
multiple mente at estad o45; da un e xc esivo valor a ob ras no canónicas como El
evangelio se creto de Mar cos, Evangelio de Ped ro y el de Tomás, ne gando valor histórico
al Evan gelio de Ma rco s y a l relato d e la pa sión -a pesar de ser ate stado
múltiple mente -, con side rado po r él un midrash a p artir de la refle xión del
Antiguo Te sta mento. En todo caso, el Jesús de Cro ssa n re sulta ser ma s
"cínic o" que jud ío, a juzga r po r la profusión d e textos d e cín icos que aduc e en
su ob ra y la e scasa pue sta en rela ción del mensa je de Jesú s con la Ley , la s
esc rituras o la e scato logía judía s46.
En su o bra poste rior, Jes us: A Revolu tionar y Biography ( San Franc isco
1994) 47 C rossan no de fiend e ya una re lación directa entre el mo vimiento
cínico y Je sús, sino un co mpo rta miento de Je sús similar al de los cín icos: " En
último término, no hay forma de sabe r a cienc ia cie rta qué e s lo que Jesús sa bía
del cinismo, ni siquiera si tenía la más remota idea de su exist encia . Aun que e so,
en re alidad , importa poco. Es po sible que no o yera hab lar en tod a su vida de
los cín icos y que él solo inventara por su cuent a la teo ría cínica. En cualquier
caso, tanto las difere ncia s c omo las se me janza s existe ntes ent re la figura de
Jesús y las de los propagandista s c ínic os re sultan sumamente inst ructivas,
aunque no poda mo s estab lece r ent re ellas una relac ión de depend encia . Todos
ello s tenía n un cará cter populista y su dest inatario era el pueblo llano; todos
ello s predicaba n un dete rminado e stilo de vida , y def endían su po stura no sólo
con la palab ra, sino ade más con lo s he cho s, no sólo en la te oría , sino tamb ién
en la práct ica; y, p or fin, todo s ello s utilizab an una indu mentaria y unos
accesorios que simbolizaban dramática mente e l contenid o de su mensa je. Je sús,
sin embargo , se mue ve en un ambiente rura l, mient ra s qu e lo s cín icos lo ha cen
en amb iente s urban os; Je sús orga niza un movimie nto co munal, mientra s que
los c ínicos siguen una filosof ía individual; por últ imo, la simbo logía cín ica
re quiere el uso del bastó n y las alforja s, mientras que la d e Jesú s implica no
lle var ni alf orja s ni bastón. Quizá Jesú s re spond iera a la imagen propia de un
cinismo campesino judío48.
Igua lmente, F. Ge rard Down ing, en su ob ra Chris t and the Cyn ics : Jesus a nd
Other Radical Preachers in First Ce ntur y ( Sh effield 1988), apoya la teoría de un
Jesús "cínico" adu ciend o indisc riminada mente te xtos de Epicteto, Séne ca,
Muson io, Rufo o Dion y de la s epísto las cínicas, ca si tod os ellos p oste rio re s al
Jesús histórico, a exc epció n de esta s últ imas50.
Para M. B org (Conflict, Holiness and Politics in the Teaching of Jes us, Nueva
York 1984) , sin embargo , ahí no se agota el perf il de Je sús que puede ser
considerad o igualme nte c omo sabio y profeta51.
En la obra d e Geza Vermes ( The relig ion of Jesus the Jew, Minneapolis
1993) 52 se pre senta a Je sús co mo un h asid (judío p iado so) carismático de
Galilea, e xtremada me nte esc rupuloso en la o bservancia de la ley , maestro y
profeta itinerante y como tal p robable mente c élibe, que hizo ad mirable s
curacio nes como otro s h omb res santo s de la é poca ( Honí del s. I a.C . y Jan ina
ben Do sa, contemporá neos de Je sú s), qu e tuvieron po r modelo a profeta s
bíblicos co mo Elía s y Eliseo. Este Je sús tuvo una muy íntima relac ión con
Dios, hasta el punto d e lla marloAb ba, Padre.
E. P. San ders y M. Ca sey defienden la ima gen de Je sús como un prof eta
escato lógico o apocalíptico, in serto e n el cont exto d e la teología y e spera nza
escato lógica s d e los judíos de su época.
Se gún Sanders (Jesus and Judaism, Philadelph ia 1985; The His tor ical Fig ure of
Jesus, Lond re s 1993), Jesú s es un hebreo qu e entró en conf licto con su ambiente
hasta el pu nto de ser eliminado mediante una condena de muert e. Espe raba un
orden nu evo, el re ino que anunciaba co mo in minente y la re staurac ión
escato lógica f inal durante su gen erac ión o en la inmediata mente siguie nte,
como había d efend ido Sch weit zer, y creía que e l juicio de Dios contra el
templo se ría el preludio de ella, co mo se afirma ta mbié n en la comu nidad de
Qu mrán. Este Je sú s, del que los evangelio s tran smiten muc hos he cho s f iable s
desde el punt o de vista h istó ric o, no es u n re formado r social, dada la
inminencia de la parusía. A la e spera de la restau ración final, Jesús ofrec e el
perdón inc ondic iona l a los judíos, incluso a los má s ma lva dos e impe nitente s
(=a lo s pe cadores o resha `im del Antiguo Te sta mento), sin exigirle s ningún t ipo
de arre pentimiento o rito a cambio, siendo é ste uno de los a spe ctos má s
radica les d e su ministerio. C on relación a lo s títulos c ristológic os, Sanders
muestra mu cha cautela para no aplica rlo s al Je sús histórico, aun que , en The
His tor ica l Figure of Jes us lle ga a af irmar que se vio a sí mismo co mo el último
enviado de Dio s.
M. Casey ( From Jewis h P rophe t to Gentile God: The Origins and Deve lopment of
New Tes tament Christology, Lou isville, Ky. 1991) a firma , al igual que Sand ers, que
hay que situar a Je sús de ntro del contexto del juda ísmo ant erio r a lo s 70. El
Jesús de Sa nders no es ra dica lmente distinto de Juan Bautista, pues habiendo
sido su discípu lo, preten de lle var a té rmino la p rofec ía d e su mae stro sobre el
que ha bía de ven ir; p or ot ro lado , su o frec imiento d e perdón, no es ta n radical
como e l de Sanders, pues va dirigido esp ecialmente no a los má s malvad os y
depra vado s, co mo defiende Sanders, sino a la s ove jas de sca rriad as del pue blo
de Israe l, a quienes in vita , co mo Juan Bautista, a l arrepent imiento. Co mo e l de
Sande rs, el Jesús de Casey espera un final inminente en un futuro in med iato,
por lo que siente la u rge ncia de reunir al rebaño y p repararlo para la
intervención final de Dios. Para Sand ers, Jesús no sólo previó su muerte, sino
que la c on sideró un sacrif icio exp iatorio por Israel, como el lle vado a cabo con
la mu erte de lo s mártire s macabeos (2 Mac 7,37- 38; 4 Mac 17,20- 22) . Jesú s no
se consideró a sí mismo Me sía s, pues los t ítulo s crist oló gico s de lo s e vangelios
no se remontan al Je sús de la historia, a excepción del de " Hijo del hombre",
que e s simp lemente un modo de de signarse a sí mismo co mo hombre; por otra
parte, los d icho s sob re su muerte y resurrección hay que entenderlo s en el
sentid o de una resurrección gene ral co mo la esp erada po r los judíos piado sos
para d espu és de la mu erte.
Frent e al Je sús de la s e xpectat ivas escatoló gica s, defend ido por Sande rs y
Casey, R. A. Ho rsley (en colaboración con John S. Hanson):Band its, Pr ophe ts and
Messiahs: P opular Moveme nts a t the Time of Jesus , Minneapo lis 1985)53 mue stra , en
el polo opuesto, a un Je sús casi dese scato logizado , in se rtado e n el conte xto
social, e conómic o y po lítico de Galilea, y muy en e sp ecial, de los ambiente s
camp esino s ga lile os, donde fue re conoc ido como el promotor de un profundo
camb io soc ial de caráct er no violento f rente a las é lite s urbanas y el creciente
funcionariado. Entre su s propue sta s e staban la del perdó n de lo s enemigo s, la
condonac ión de las deuda s de los campesinos y la sust itución de la s relac ione s
patriarcale s -pue s ha y un solo Padre: Dios- por otra s igualitaria s, a la e spe ra de
la pró xima venid a del R eino de Dios que supond ría la de stitució n del poder
roma no e n Pale stina y de la s auto ridad es del te mplo . Este Jesús no preten dió
formar una co munidad a ltern ativa, sino reformar p rofunda mente la soc iedad
existente. La naturaleza del re ino de Dios, para Horsley, es más de t ipo soc io-
polític o que teológico o religio so.
Para Gerd Theissen (Studien zur Soziologie des Urchris tentums, - Estudio s de
Soc iolo gía del cristianismo p rimitivo, Tubin ga 2 1983) 54 auto r qu e ha inf luido
considerab le mente en Horsley, Je sús fue un pred icado r ra dica l carismát ico
itinera nte, seguido por un grupo de disc ípulo s, ta mbién itinerant es con una
ética riguro sa y un estilo de vida d esarra igada y " sin techo", y que fue ron
acogid os po r grupos de simpatizante s loca les que le brindaban hospitalidad y
ayuda material. El mismo Theissen admite, sin embargo , que entre los
seguidores d e Jesús hab ía ta mbién gente d e la clase med ia marginada. El Jesús
de Theissen espe raba el cerc ano fin del mundo , en la línea d e Sch weitz er, pero
esto no fue óbice p ara que in icia se un mo vimie nto de re forma -e so sí, pacífico,
dada la in minen cia de la intervención de Dio s que invertiría la suerte de
podero sos y déb iles- en medio de la agitada situac ión de Galilea.
R. David Ka ylor (Jesus the Prophe t: His Vision of the Kingdom on Earth,
Louisville, Ky 1994), po r su parte, se d iferencia de Horsle y y The isse n al
presentar a Jesú s co mo un defen sor de la reno vac ión de Isra el que prete ndía
volve r el pueb lo a la s tradic ione s de la a lianza del Antiguo Testa mento, p ara
alcanza r la justicia y la paz. Jesús e s un prof eta social y su actuació n fue polít ica
-aunqu e no exc lusiva me nte- e n la líne a de los profetas preexílicos: él creía que
la bendició n de Dios para con el pueblo debería ma nife starse en el
restablecimiento de la ju sticia y la igualdad en las relac ione s humana s, qu e había
predo minad o dura nte la época premo nárquic a en Israe l. Esta re forma social
prepararía la inte rvención directa de Dios en la situa ción política. Jesú s abo rdó
en su s parábo las -una s vec es directa, ot ras indirectamente-, lo s p roble ma s
sociale s concreto s del mo me nto, lo que lle vó a la s autorida des a con sidera rlo
como una a menaza del o rden e stablecido, dando po r resultado su ejecución.
Elisabeth Schü ssle r Fio renza (In Memory of Her: A Fe min ist Theolog ical
Reconstr uction of Chris tian Orig ins, Nue va Yo rk 1984)55 es punto de ref eren cia
para otras auto ras que intentan una recon stru cción en c lave fe minist a de la s
comun idade s primitivas, utilizando lo que ella deno mina una "he rmenéutica de
la sospecha" para d escubrir el pap el que de sempeñaron las mujere s según unos
textos -cuya ge stac ión oral fue la rga- y que fue ron fina lmente e scrit os en una
cultura patriarca l casi exc lusivamente ma sculina. Para Schü ssle r, Je sús vio a
Dios como Sof ía- Sabiduría y no como Abba, y él mismo fue p rofet a de la
Sabiduría, un p rofet a radic al que preconizó la libera ción de las mujere s y de los
marginados de las estru ctura s patriarcale s op re soras, au n que, a juicio de
Schüssler, esta ima gen de Je sús, fue a mplia y delib erada ment e camb iada en el
transcurso de la presentación cristian a de las tradiciones sobre Jesús. El Jesús
de Schü ssle r contemp la a Dio s, no co mo juez en la línea de Juan B autista, sino
como liberado r de los oprimido s, se muestra de fen sor del igualita rismo -
corriente anteriormente e xistente en la t radic ión d e Israel que fomentaba la
eman cipac ión d e la mujer co mo se muest ra, se gún la auto ra, en e l libro de
Judit-, y pre senta una opción a lternat iva a la visió n patria rcal de la soc iedad. De
ahí que ella indague los e stadios primit ivos de e sta tradición y rechace mucha s
tradicione s eva ngélica s -con sid eradas tard ías- que pued an apoya r la fa milia, el
matrimonio, el divorcio, el hech o de que los Doce fu esen varones, et c. Para
Schüssler, Jesú s y su s se guidores lleva ron adelante un mo vimient o de
renovación profética dent ro d e Israel; Pablo y otro s misione ros lo hicieron en
el mundo greco- ro mano. Mientra s el mo vimiento inic iado por Jesú s fue un
desarrollo particular de las tradicion es religio sas judía s, el de Pab lo de bió
encarna rse en el eth os d ominante del mundo ge ntil greco-romano. Ambos
entraro n en te nsión con el etho s patriarcal dominante, y a judío ya
grecorroma no. Las mujere s jugaron un papel importante en a mbos
mo vimientos.
Por su pa rte, Ben With erington III ( The Chris tology of Jesus, Philadelphia
1990, Jesus the Sage: The Pilgrimage of Wisdom , Minneapo lis 1994) aunque no se
siente cómodo cat alo gando a Jesú s bajo un único epígra fe reconoce que e s la
aproximació n sapiencial a Je sús, como sabidu ría encarnada de Dio s, la que
aglutina muchos de los rasgo s de su persona manifiest os en lo s evange lio s y
aparenteme nte in conexo s: su ima gen de pro feta, sanador y exorcista, su se r de
homb re del Espíritu o maestro me sián ico, su modo de e nseñar (co n parábolas,
aforismos o bienave nturanz as), su in sisten cia en e l reino, el uso del t ítulo de
Hijo del ho mbre, su con siderac ión de Dios como padre, su teología de la
creación, la fa lta de material halákico en su enseñanz a, la au senc ia en sus
discurso s d e la frase usual en los p rofetas " Así d ice El Se ñor" , su énfa sis en la
justic ia, etc. apunta n a una imagen de Jesú s, co mo sab iduría de Dio s, ima gen
que no de be en modo a lguno aislarse, se gún With eringtom, de las de Jesús
como prof eta, pe rsona de l Espíritu o mae stro mesiánico. Es prec isamente e ste
concepto el que da u nidad a l hombre cuyo ser "no pued e ser de sc rito c on una
sola fo rmu la". Tal vez, en est a línea de "sa biduría de Dios" haya ido la
autocomprensió n que Je sú s tu vo de sí mismo.
John P. Me ier y N.T. Wright so n dos autore s que están con ve ncido s de
que es po sib le llegar al Jesús d e la historia, si se utiliza el método adecuado, y
situarlo e n su context o histó rico , socia l y teológico. Ambos coin ciden en
utiliza r una metodolo gía más trad icional -la de lo s método s histórico-crítico s de
la escue la alemana - que la utiliza da por lo s otro s autores a mericano s de la
tercera etapa, con quiene s son muy c ríticos. La ob ra de a mbos está aún sin
terminar, por lo que todo ju icio sobre e lla t iene caráct er de pro visional a la
espera d e la apa rición de los p róximos trabajos que co mp letan su pensa miento.
Para J. P. Meie r (A Mar gina l Jew: Re thinkin g the His torica l Jesu, vol. 1.; The
Roots of the Person, vol. 2, New York 1991; se guirá un tercer vo lume n) Je sú s fue
un judío que vivió en los márgene s d e la sociedad judía y qu e e ligió llevar un
estilo de vida margina l co mo predicado r itin erant e y sanador, cuya en señan za y
accione s e staban en muc hos punt os en desa cuerdo c on la s de la mayo ría de los
judíos de su ép oca. Jesús fue un marginal por much os motivos: situado e n los
márgenes de la histo ria greco-romana de la época, de la sociedad que contaba
entonce s, de la vida socia l (por ser itin erante) , de la enseñanza (por ir co ntra
corriente). Para const ruir e sta ima gen de Jesú s, Meier se basa
fundamentalmente en lo s evan gelios canó nico s, tratando de d ist inguir sie mpre
entre el Jesús de la histo ria y el Cristo de la fe, aun que no enma rca
suficienteme nte lo s texto s en el contexto de la situació n soc ial palest ina,
convencido co mo e stá de que Je sús es un prof eta e scato lógico que anuncia la
intervención definitiva de Dios, la ven ida de su rein o que e stá ya presente co mo
una realidad de carácter trasce ndente que va a irrumpir en un futuro cercano no
precisado cronológica me nte. Jesús fue un profeta e scat ológico más que social,
aunque difícil de encuadrar en el judaísmo de su tie mpo, po rque fue tamb ién
exorcista e hizo mila gro s y, sin lu gar a dudas, p ersonaje ca rismático 56.
N.T. Wright (C hristian Or igins and the Question of God, vol. 1; The New
Testamen t and the People of God, Minnea polis 1992, dedicado a cuestione s
introducto rias; Who was Jesus, Mich iga n 1992), por su part e, consid era que, p ara
llegar adecuada mente al Je sús de la h istoria , hay que realizar un do ble
desplazamie nto: ha cia d elante , del judaísmo primit ivo a Jesú s, y hacia atrás, de
los eva nge lios a Jesú s, considerando que ésto s deben se r e valuados desde el
punto de vista de su fiabilidad histó rica al mismo nivel que las otra s obra s
biográficas del mundo antiguo57. Wrigth dedica gran pa rte d e su ob ra a
describir la s expectativa s mesiánicas de la época , pues quiere interp retar a Jesús
dentro de e ste conte xto judío. Éstas e ran, básica mente, cuat ro: la re staurac ión
del pueblo de Dios en la fidelidad a la Torá, la vuelt a del te mplo -corazón del
judaísmo- a su auténtico nivel de santidad , la de voluc ión del pue blo a sus
legítimos líd ere s, lo s jud ío s, lo que conlle varía la purifica ción de la tierra y del
templo de toda impureza, in cluso si para e sto fue se nec esa ria la destrucció n del
templo y su sust itución.
Wright ve a Jesús como un Me sía s corpo rativo (en lín ea con el libro de
Daniel) que encarna a Israe l, en rea lidad , nue vo te mp lo y nue vo fo co de la
nueva religión. Este Mesía s habla a l pueblo en pará bolas para brindarle el
mensaje rad ical de la salvación de Dios que viene a tra vé s de su ministe rio
me sián ico, no só lo a la s oveja s pe rdida s de Israel, sino ta mbién a lo s gent iles.
Más aún, se gún Wright , Jesús se vio como alguien en quien Dio s habita y a
través de qu ien Dio s actúa 58.
***
Aquí termina nue st ro la rgo via je ha cia e l Je sús de la historia , con la
concien cia de habe r dejado a la vera del ca mino otras obra s de autore s
empe ñado s en e l mismo propó sit o. Es e l rie sgo de toda selec ción .
La imp re sión que se t iene t ras e ste reco rrid o es la de halla rse ante un
"Jesús histó rico incie rto y fragme ntado" en exp resión ac ertada de F. Se galla59,
que hace sentirse de scorazonado ante imáge nes tan dive rsa s del Je sús h istó ric o.
Pero por más dispares que nos puedan parecer e stas imágenes de Je sús,
podemos decir que , de sde el co mie nzo d e la in vestigac ión h asta hoy , la s
grande s lín eas de in vest igación seguid as por lo s autore s han sido só lamente
dos:
Habría qu e hacer, sin e mba rgo, un esfuerzo de sínte sis y unir ambas línea s
ya que , en modo alguno se o pone lo analítico- literario a lo h istórico-sinténtico,
sino que más bien se co mp le mentan, como ha propugn ado reciente mente G.
Se galla 62.
Con relac ión a la fiabilidad histó rica de los evange lio s, lo s autores h an
pasado de ace ptarlos como docume ntos históricos (etapa pre- crítica) a
rechaz arlo s en bloqu e por re flejar más la ideología y fe de la c omun idad
primitiva qu e lo s auténtico s dichos y hec hos del Je sú s de la histo ria. Sin
emba rgo, en los últimos tiempos, lo s e vangelio s han recu perad o cierto grado de
credib ilida d hist óric a y se conside ran una plata forma válida pa ra acced er al
Jesús d e la histo ria, aun que no lo suf icie nte mente amplia como para poder
esc ribir su biografía. Hay quien , como he mo s visto, llega a con siderarlo s al
mismo nive l de las obras bio gráficas de la a ntigü edad. Al colocar los hecho s y
dicho s de Jesús en e l cont exto de la épo ca, se muestra en muchos casos la
cohere ncia histó rica del relat o eva ngé lico que pe rmite creer en la posibilidad de
recon struir desd e el punto de vista histó rico las coordenada s del ministe rio
terrestre de Je sú s y dibujar, al menos, las grande s actitudes que ca racte riza ron
su persona.
Y es por a quí por dond e creo que la invest igac ión so bre Jesú s puede
encontrar una vía de sa lida al "c allejón sin salida " en el que se en cuentra . Má s
allá d el retrato o pe rfil def inido de su pe rsona - qu e de penderá sie mpre del
contexto en el que lo sitúe cada autor, del método con que lo aborde o d e la s
fuentes que ut ilice- creo que e sta mos en co ndic ione s de recuperar las grande s
actitudes o co mpo rtamiento s bá sico s del Je sús d e la h istoria. La s línea s
maestra s de su e stilo de vida y de su men saje, que son proc lamada s tamb ién
por la comunidad p rimitiva, debe n apunta r, a mi juicio , en mayor o menor
grado, a sus co mportamie ntos y act itudes bá sicas. Si la fórmula p rimitiva "Jesús
es el Cristo" n o es un mero invento d e lo s primero s crist ianos, para mo ntar
sobre ella la historia de un fraude, he mos de pensa r que ellos - cuando
anunciaban a Je sús muerto y re sucitado - tran smitían f ielment e al meno s el
contorno de su f igura, re saltando -con may or o men or inten sida d y según la s
nueva s y ca mb iante s circunst ancia s de sus comunidades- , los rasgo s p rinc ipale s
de su pe rsonalidad.
El proyecto vital de este Jesú s d e la historia fue lle var a los h ombre s a la
plenitud hu mana , lo que equiva le en e l len guaje e vangélico a ha cerlos hijos de
Dios. Coloc ando al ho mbre en el centro de atención , chocó f rontalment e con el
templo y con la Ley, utilizad os po r lo s dirigente s pa ra so mete r y no para libe rar
al pueb lo. Por est o lo mataron.
Al fina l de este reco rrido para rescatar la ima gen del Je sús de la historia,
hemo s de reco rdar t ambién que "la f e en Cristo se e ncarna en la historia, pero
no se a gota con ella".
------
NOT AS
2 Hijo del hombre es e l único t ítulo que los estud iosos reco nocen que pudo
ser utilizado po r el Jesús de la historia, para referirse a su person a, aunqu e sie mpre
seguido d e un verbo en tercera persona. Un e studio exhaustivo sob re el
signif icado de la exp resión " Hijo de l ho mbre " es el realizado por J. Mat eos y F.
Cama cho, El Hij o del Hombre. Ha cia la plen itud humana, Córd oba 1995. En la s
página s 5- 18 se hace un a expo sición de las opinione s sobre el significado d e la
expresión. Para los auto re s de e ste t rabajo, la expre sión "el Hijo del homb re"
designa en los e van gelios al hombre e n su ple nitud, que in cluye la c ondic ión
divina. Se refiere, en primer lugar, a Je sús, pionero y prototipo de la plenitud
humana , y engloba a los que van ca mino de esa p lenitud .¶
3 Con fre cuenc ia se su ele distin guir entre el Jesús de la historia, que nació,
vivió y mu rió e n Pa le stina y el Jesús h istórico, o conocimie nto que tene mos de él
con la ayuda de la historiografía y la s cie ncias auxiliare s de la historia. A é ste
segundo no s ref erimos siempre en e ste traba jo con las e xpresiones Jesús de la
historia o Jesús his tór ico. Este Je sú s es resultado de la reconst rucción que los
historiado re s -ca da uno con sus p eculia re s herra mienta s metodo lógica s- ha cen
de la figura de Je sús de Naza ret.¶
7 Esta cita del Talmud concuerda con Jn 19,14.31 donde se dice que Je sús
fue crucif icado la víspera de la Pa scua .¶
8 La confusión Khrestus por Khr istos está ate stiguada. Te rtuliano (160-220
d.C) dice que lo s gobe rnantes ro man os pronunciaban
errón eamente ch restia nus por chris tian us ( Apo logético 3) ¶.
9 Ot ros e scritores paga nos que dan noticia s so bre lo s cristian os son
Lucia no de Sa mosata, el e mpe rado r Marco Aure lio y el ret órico romano
Front ón. Pa ra una informa ción más co mpleta sobre los cristia nos en los
historiado re s romanos, véa se mi artículo, "Je sús y el Rein o de Dios. La s
comun idade s p rimitivas. El judeo-c ristianismo", en A. Piñero (ed.), Orígenes del
cris tian ismo. An te cedentes y primeros pasos, Córdoba 1991, 228- 232.¶
11 Ba rcelona 1994; título original: The his tor ical Jesus. The life of a
Mediterranean Je wish pe asant, San Franc isco 1991. Un a a mplia reseña d e Raf ael
Aguirre sob re esta ob ra se publicó en Es tud ios Bíblicos 53 ( 1995) 261- 266.¶
12 Sob re los así llamado s "apócrifos mod erno s", véa se E. Miret
Magda lena, "Del Jesú s de la histo ria al Jesú s de la ciencia- ficción", e n A. Piñero
(ed.), Fuentes del cris tian ismo. Tr adiciones primitivas s obre Jesús, El Almend ro,
Córdoba 1993, 480- 517.¶
14 El Dia tessaron de Tac iano (se gunda mitad de l s. II) , cuyo original no
sabemo s si fue e scrito en griego o en siría co, e s un ejemp lo de este intent o de
conciliar lo s datos de los cuatro evan gelio s (diatessaron sign ifica "a travé s de
cuatro"), construyen do a partir de ello s un únic o re lato sob re la vida d e Je sús,
evitando de est e modo las posib les incoherencias o discordanc ias. Para má s
información, A. Piñero-J. Peláez, El Nuevo Tes tamento. I ntr odu cción al es tud io de los
primeros es critos cr istianos, Córdo ba 1995, 103- 104.¶
15 En rea lidad, la c rítica histórica del Nu evo Testame nto co mien za, a
finale s del XVII, con R. Simon ( Histoire Critiq ue du Tex te du Nou veau Testament,
Rotterdam 1689) , al intentar estudia r y aclarar histórica ment e la génesis del
texto neote sta menta rio y su recta co mp rensión po r me dio de la utilizac ión
crítica de todos lo s manu scrit os neotesta me ntarios y las ob servac ione s al
respecto de los Santos Padres. A R. Simon se le ha consid erado, por ello, co mo
el "padre de la c rític a textual de l Nue vo Te sta mento ". Sobre lo s inicios de la
crítica textual y de la crítica de la religión" puede ve rse A. Piñ ero- J. Peláez, El
Nuevo Testa mento, Có rdoba 1995, 31-33.¶
18 Citado por J. Lois Fernández, " La inve stigació n hist óric a sobre
Jesús", Frontera 4 (1997) 406, nota 26. Este artícu lo, de carácter divulgativo, e stá
dividido en t re s apart ados: 1) La cuest ión de l "Je sú s histórico". Su natu rale za e
importanc ia teológic a; 2) Bre ve re sumen de la historia d e la in vestigació n sobre
Jesús y 3) Consid erac ione s finales.¶
19 Die eva ngelis che Gesch ichte, kritis ch u nd ph ilos oph isch bearbeitet, (La historia
evangélica, crítica y filosó fica mente elaborada, 2 vols. Leipzig 1838).¶
21 En esta misma línea se sitúan B. Bauer, Kr itik der Evange lien (Crítica de
los evan gelios, 2 vo l., Berlín 1850- 1851); F. C. Baur, Kritis che Untersuch unge n über
die kanonis chen Evangelien ( In ve stigacione s críticas sobre lo s e vangelios
canónic os, Tub inga 1847).¶
29 Te xto publicado en el volumen Der historis che Jesus un d der kerygma tis che
Christus. Beiträge z um Christus Verständn is in Fors chung u nd Verk ündigung, - El Jesús
histórico y e l Cristo del ke rigma. Cont ribuc ione s a la co mpren sión de C risto en
la inve stigac ión y en la predicació n- editado po r H. Risto w - K. Matthia e, Berlin
1962, p. 1). Véase R. Bult mann, Sitzungsberich te der He idelberg Akade mie der
Wissens cha fte n - Acta s de la Ac ademia de las C ienc ias de Heide lberg 1960, 3.¶
33 Ib idem, 188.¶
35 Citado por J. Caba, De los evange lios al Jes ús histórico, 33. Algo parecido ha
pretendido hace r N. Pe rrin (Redis coverin g the Tea chin g of Jes us, Londre s 1967) al
que rer enco ntrar la enseñan za auténtica de Je sú s, a plic ando riguro sa mente los
criterio s de dese me janza , coherencia y atestación mú ltiple, de los que se hablará
má s ad elante .¶
36 Cf. J. Pika za, " Prólo go a la edición castellana" d e la ob ra de H.
Braun, Jesús, el h omb re de Nazaret y su tiempo, Sala manca 1977, 20.27y 28. La o bra
de Jon Sob rino , Jes ucristo liber ador . Le ctura his tórico-te ológica de Jesús de Nazare t,
Petro polis 1993, pre senta un Jesú s co mo lo ve el mund o latinoa me ricano del
que no se pretende tanto recupe rar su figu ra histórica, cuant o la de quien se
siente llamado a prolo nga r la p ráctica de liberación a favor de los op rimidos. ¶
39 Para el estudio de e sta etapa, véa se e l ma gníf ico t rabajo de sínte sis
"Estado actual de lo s estudio s sobre el Je sú s h istó ric o de spué s d e Bu ltma nn",
publicado por Raf ael Aguirre e n Es tudios Bíblicos 54 ( 1996) 435- 463. Este
trabajo se divide en cuat ro pa rtes: en la primera, "Evolución del plantea miento
y situa ción actual", se re sume la historia de la investigac ión de la vida de Jesús
desde la Ilustración a los postbult man iano s (apartado s 1 y 2) para centrarse má s
detenidamente e n la pre senta ción de las característica s de e sta nue va etapa
(apartado 3) . En la segund a, "Proble ma s metodológico s", se enume ran tre s
puntos muy discut ido s en la actualidad que cond icio nan fue rte mente e l trab ajo
de lo s estudio so s, a sa ber: 1) lo s crite rio s de historicidad, 2) el va lor d e los
ágraf a y de los apó crifos c ristian os, y 3) la Fuente Q. En la tercera pa rte,
"Autores p rinc ipale s", se presentan lo s re sultados de cuatro de las o bras má s
importante s y representativa s de auto re s de esta eta pa: las d e E. P. Sanders, R.
A. Ho rsley, J. P. Meier y J. D. C rossan . Por último , en la cuart a pa rte,
"Proble ma s más d iscutidos en la Third Que st", se señalan brevemente la s
cuestiones sobre el Je sú s h istó rico que permane cen abierta s y son má s
discut idas e n la actualidad. Este traba jo tien e el mérito de la c larid ad y la
concisión, ofrece abund ante y selecta bib liografía en n otas, y e mite ju icios
sereno s y e quilibrad os sobre lo s re sultados de la invest igación, a los que
remitimos al lect or deseo so de tener un cono cimiento c rítico de los logro s y
lacras de e sta etapa . Muy re ciente es el artículo de Emiliano Vallauri, " Volti di
Ge sù negli studi più recenti", Laure ntianum, 39 (1998) 293-337, donde comenta
los estudio s cient ífic os apa recidos en lo s último s 20 año s en torno a la figura de
Jesús, que él denomina "ga lería de retratos de Jesú s", p restando especial
atención a lo s aspe ctos nue vo s o característica s má s relevante s que ha
adquirido la figura de Je sú s en esto s último s años. El auto r divide su traba jo en
los siguie ntes apartados: Je sús de sfigurado (Je sús, hijo ilegítimo, ma go,
embauc ador), reambient ado (Jesús en el conte xto de Pale stina), rejudaizado
(Jesús de los hebreos o entre lo s heb reo s), Jesús rehumaniz ado (Je sú s co mo
homb re) y Jesú s de Nazaret, Cristo y Señor. Pu eden verse ta mbién: G. Se galla,
"La 'terza' rice rca de l Gesù storico: Il Ra bbi eb reo di Naz aret e il Me ssia
crocifisso", Stud ia Pa tavina 40 ( 1993) 463-516; S. Freyne, "La 'terza' ricerca sul
Ge sù storico. Alcune reflessio ni teologiche", Conciliu m 32 ( 1997) 60-79; J. M.
Borg, Jesus in C ontemp orary S cholarship , Valley Fo rge 1994; D.C. Alliso n, " The
Conte mporary Quest for the Histo rica l Je sus", Ir BibSt 18 ( 1996) 174- 193; M . E.
Borin g, "T he 'third Quest' and the Apo stolic Faith, Interpretation 50 (1996) 341-
354.¶
40 Así J. S. Klopp enborg, The For mation of Q: Traje ctories in An cient Wisdom
Colecctions, Philadelp hia 1987. ¶
42 Una a mplia prese ntación de la obra The Five Gospels: The Sear ch for the
Au then tic Words of Jesus, editada por R. W. Fun k- R. W. Hoo ver (Nueva York-
Toronto 1993) ha sido e scrita por T. Prend ergast en Re vue Bibliq ue 104 (1997)
275-287. La ob ra de Ben Witheringto n III, The Jesus Ques t. The Th ird Search for
the Jew of Na zareth ( Interva rsity Press, Illinois 1995; edición au mentada , 1997) e s
viva e xpresión de la s crítica s que su scita n los tra bajos de este seminario. La
crítica de este autor se basa en lo s sigu iente s puntos: "El Jesús del Jesus
Seminar está ba stante limitado p or su metodología, que tiene c laro s puntos
débile s: el excesivo énfa sis que da a uno s criterios de h isto ricidad a costa de
otros, un optimismo no crít ico con relac ión al Evange lio de Tomá s co mo
fuente para recupe rar los dichos de Je sús, la te ndencia a tratar los d icho s de
Jesús fu era del cont exto narrativo en que se encue ntran y a vece s de su ma rco
histórico. Espe cialme nte pon e en cuest ión la validez de l siste ma de votac ione s
para decid ir sob re la autentic idad de lo s mate riales de "dichos de Je sú s". Una
crítica de la obra de Ben Withe rington III pu ede leerse e n Rob ert J. M iller,
"Can the Historical Jesus be Mad e Sa fe fo r Orthod oxy? A C ritiqu e of The Jesus
Quest b y Ben Withe rington III", JHC 4 ( 997) 120-137; el mismo artìculo aparece
en Inte rnet en format o electrónico: htt p://
www.daniel.drew. edu/ ~ddoughty /millerbw. htm l. ¶
43 Trad. c aste llana : Jes ús: Vida de un campesino judío, Barc elona 1994). La
sele cció n de autore s y obras de la tercera eta pa la hacemo s siguiendo el orden y
dispo sición de la citada obra de Ben Withe rin gton III, cuyo s juic ios de valor
con f recue ncia no co mpartimos.¶
44 La s caract erístic as principale s de lo s cínico s son, a ju icio de C ro ssan,
la autarkeia, auto-suf icie ncia o indep endenc ia de la so ciedad y sus lazo s de
alianza s, la parrêsía o lib ertad de expre sión inclu so ant e las autoridade s y los
ricos, el re curso a los afo rismos o dicho s morale s al estilo de lo s qu e citaban los
cínico s de Diógene s, y su itine ranc ia o constant e ir y ven ir de pueblo en pueb lo;
en el p rogra ma de lo s c ínico s no ent raba la elecció n o f ormación de un grupo
de discípulos y elegía n la pobreza como n orma de vida. C f. P. R . Edd y, "Jesus
as Dio gene s? Re fle xions o n Cynic Jesu s T hesis", Jou rnal of Bib lical Litera ture 115
(1996) 449- 469.¶
47 Trad. ca stella na: Jesús: biografía re volu cionaria, Barce lona 1996.¶
52 Trad. ca stellana: La re ligión de Jesús el jud ío, Barcelona 1996, terc era obra
de una trilo gía , cuya s do s anteriore s son: Jesus the Jew : A His tor ian's Reading of the
Gospels, Mac millan 2 1983 y Jesus and the Wor ld of Juda ism, Philad elph ia 1984.¶
54 Traducc ión e spañ ola: Sociología del cristia nism o pr imitivo, Sala manca 1985.
Otras obras de The issen: The Sha dow of the Ga lilean : The Quest of the His torical Jesus
in Na rrative For m, Ph ilade lphia 1987; ha y trad. castellana: La s ombra del Galileo.
Investiga ción del Jesús de la historia en for ma narra tiva, Sala manc a; Colorido local y
contex to histórico en los Evan gelios: Una con tribu ción a la his toria de la tra dición sin óp tica,
Salaman ca 1997.¶
64 No hay espacio en e ste trab ajo para funda menta r estas afirmacio nes,
que puede n ser ob jeto de otro traba jo; e stas cuatro actitude s básica s de Jesús
son las que los esc ritos n eote stamentarios recla man c omo característ ica s de su
comun idad de se guidores. Cf . mi artículo " Valore s hu mano s pa ra una
comun idad cristiana", Frontera 5 ( 1998) 27- 46, donde e xpongo que una
comun idad cristiana tiene que e star impregnad a por estos cuatro va lores, que
emana n de lo má s ho ndo de la personalidad de Je sús de Nazaret.¶
65 Fra se de M. Quesnell, Jésus Christ. Un exposé p our compre ndre. Un essai pour
réfléch ir, París 1994, cit. p or L. Ren wart, "Je sus, le Christ de Dieu. Chron ique de
christologie , Nouvelle Revue Thé ologiq ue 117 ( 1995) 896.¶