Teórico Rabinovich

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Un retorno a Freud fundado en la degradación de la práctica psicoanalítica post-freudiana.

debe
rescatarse a la práctica psicoanalítica de la degradación en que había caído la palabra en el
campo del psicoanálisis.
Lacan lee a Freud desde un lugar diferente y desde la formación que lo caracteriza. Formación
psiquiátrica por un lado, formación filosófica extensa por otro, al igual que su formación literaria,
introduce como referencias la antropología, la lógica matemática y la lingüística, que están
ausentes en Freud. En su Seminario II Lacan tiene un capítulo dedicado a la cibernética y
relaciona la estructura del lenguaje del inconsciente con el mecanismo cibernético; la cibernética
ya sirvió de punto de referencia a Lacan para pensar una memoria sin sujeto, vale decir, el
inconsciente.
Retorna a Freud pero lo examina con un arsenal teórico que no es el arsenal teórico freudiano. El
proyecto de Lacan, y esto es importante, no es el proyecto de alguien que pretende leer a Freud
desde sus fuentes. Lacan no busca en las fuentes teóricas freudianas el fundamento del retorno a
Freud, lo busca en la teorización e incorporación de otros elementos, que son absolutamente
nuevos, que son los de la lingüística, las matemáticas y la antropología.
Lacan retrabaja el concepto de pulsión de muerte en su articulación con la cadena significante.
Lacan retorna a Freud para oponerse a otros psicoanalistas, no es un retorno a Freud en el vacío.
Es retorno a Freud con el telón de fondo de la polémica con la Psicología del Yo, con la teoría de
la relación de objeto, con la escuela kleiniana, por ejemplo, o con la versión francesa de la
relación de objeto que es la menos conocida en la Argentina, pero siempre es una polémica con
otros psicoanalistas y a partir de cierto momento se dibuja una polémica consigo mismo como fue
también una polémica interna que anima a la obra de Freud.
El concepto de signo de Saussure que Lacan incorpora ya no es el signo saussureano

Refiriéndose a la transmisión teórica misma del psicoanálisis señala dos ejes fundamentales:
1) Matemas: sus fórmulas, que pueden manejar como matemas matemáticos siguiendo ciertos
procedimientos que él mismo establece
2) la tesis de Lacan “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”, u otras de sus
formulaciones, tales como que la verdad siempre es dicha a medias, o la verdad tal como le
interesa al psicoanálisis se capta en el error, en el lapsus, en el síntoma, en el sueño, en la
equivocación, marca otro polo que estará presente. Lacan llamó a este eje la retórica del
inconsciente. Cada lengua llamada “materna” tiene sus formas particulares de retórica, sus
propias formas de retórica significante.
Lacan, al igual que Freud, sostiene que el psicoanálisis no es una cosmovisión. Esto implica que
para Lacan, el psicoanálisis tampoco lo explica todo, entre otras razones porque para Lacan “el
todo” no existe.
Es imposible leer a Lacan sin conocer a Freud y sin conocer lo que él mismo llamó “el campo
freudiano: “El vector que manifiestamente es constituyente del campo freudiano de la experiencia,
ese vector se llama deseo”. El campo de la experiencia freudiana es estrictamente el campo del
psicoanálisis y en él el eje constituyente es precisamente el deseo.
Lacan es un estructuralista muy particular y sui-generis, al cual es difícil limitar al campo del
estructuralismo, del cual se diferencia en más de un sentido. Es cierto que en él, el término de
estructura permanece, pero el uso del término estructura que hace Lacan implica un concepto de
estructura que no puede ser equiparado como tal al del resto de los estructuralistas; en primer
término porque hay una serie de oposiciones clásicas en el campo, no sólo de las ciencias
humanas, sino en el campo del psicoanálisis que Lacan subvertirá. Vamos a enumerar algunas
de estas oposiciones por ejemplo, naturaleza-cultura, sujeto-objeto, historia-estructura, particular-
universal. Lacan no se inscribe en ninguna de estas oposiciones, sobre todo en lo tocante a la historia del
psicoanálisis y a las escuelas psicoanalíticas.

El énfasis que Lacan pone en su deuda con la antropología de Lévi-Strauss, en el concepto de orden
simbólico, hace que muchos tiendan a confundir la teoría lacaniana con una teoría de tipo culturalista, donde
el orden simbólico es interpretado en un sentido vago e inespecífico, simplemente como un sustituto de la
palabra cultura. Lacan no es ni bioligista ni culturalista, no se inscribe en esta oposición sino que se inscribe
en un posición absolutamente diferente que tiene como eje su axioma famoso: “el inconsciente está
estructurado como un lenguaje”. Pero el concepto de orden simbólico en Lacan que durante un primer
tiempo equivale prácticamente al concepto de estructura sufre una serie de modificaciones que vamos a
intentar puntuar aquí; pero apunta de todos modos a algo que ni el biologismo ni el culturalismo toman en
cuenta. Es algo propio del campo freudiano.

Si bien el psicoanálisis ha descubierto algunos parámetros que pueden ser considerados universales, por
ejemplo el complejo de Edipo y el complejo de Castración, sin embargo hay algo que es propio de la
experiencia psicoanalítica, que es el respeto de la particularidad del deseo de cada sujeto. En este sentido, lo
que Lacan llama Wunsch imperioso, en cada inconsciente es particular, pero sabemos asimismo que es un
universal, porque en todo inconsciente existe ese deseo que hace ley. Pero sin embargo ese deseo particular
debe ser examinado caso a caso, no se agota en ningún inconsciente colectivo ni en ninguna teoría general
de la cultura

Queda claro que precisamente esta pertinencia por la cual el deseo inconsciente aparece por un lado como
algo universal, en la medida en que todo ser que habla está habitado y guiado por ese deseo inconsciente, y
por otro, la absoluta particularidad de cada sujeto (aquí la palabra sujeto es fundamental) de este deseo, es el
eje central en el cual Lacan va a colocarse.

En este sentido, este deseo también se opone a la opción de una polémica a veces exagerada y falaz entre
historia y estructura. Porque este deseo es a la vez histórico, contingente y estructural; es decir, varía,
cambia, se modifica de un sujeto a otro, pero un vez que se establece, como dijo Freud es eterno. La
eternidad del deseo inconsciente es eso que Lacan fue a buscar en esa forma particular de temporalidad que
se llama la repetición, porque es el deseo inconsciente el que como tal rige la repetición.

La temporalidad del inconsciente es una temporalidad simbólica que depende de su estructura del lenguaje.

Ya tempranamente en las primeras definiciones que Lacan da de la estructura, ésta se vincula al lenguaje,
con el orden simbólico, con el significante. Vamos a establecer una diferencia: dos formas diferentes que
asume la definición del orden simbólico y del lenguaje en la enseñanza de Lacan, lo que denomina las leyes
del lenguaje y las leyes de la palabra.

Las leyes de la palabra corresponden a una primera época en la enseñanza de Lacan en la cual el concepto
de estructura es solidario con referencias básicamente antropológicas y filosóficas, más que lingüísticas.

Cuando Lacan introduce las referencias más estrictamente lingüísticas a Saussure y Jakobson, al fonema tal
como lo plantea la Escuela de Praga, pasamos a hablar de leyes de lenguaje.
El texto de vuelco entre una y otra etapa, como Miller señala con razón, es “Instancia de la letra”, donde
Lacan establece como leyes del lenguaje a la metáfora y a la metonimia.

Qué quiere decir las leyes de la palabra? El artículo que Lacan considera inaugura su enseñanza se llama
“Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”. Si ustedes se fijan en el título pueden
observar que función se asocia en primer término a la palabra y campo y a lenguaje, puede decirse función
de la palabra y campo del lenguaje. La palabra implica el compromiso de un sujeto en tanto sujeto del
inconsciente en el campo del lenguaje. Es decir, que el lenguaje en Lacan no es el lenguaje de la lingüística,
es el lenguaje en el cual hay un compromiso de un sujeto determinado por un inconsciente.

En esta época primera de las leyes de la palabra, que son las leyes de este sujeto que está en juego en el
campo del lenguaje a nivel del inconsciente, en esta época este sujeto básicamente busca en el psicoanálisis
ser reconocido como sujeto, y lo importante es que la ley le brindará el reconocimiento.

Lacan define claramente cómo entiende a la estructura en esta época. Señala que la estructura es
inseparable del lenguaje como tal, y asocia el lenguaje con algo que toma la delantera en esta época, que es
la llamada ley de la alianza, lo que Lévi-Strauss había descubierto en las estructuras elementales de
parentesco. Lacan define claramente lo siguiente: “La ley primordial es aquella que reglando la alianza,
superpone el reino de la cultura al reino de la naturaleza, librado a la ley de acoplamiento”. La ley de la
alianza en psicoanálisis se llama complejo de Edipo. la ley es tempranamente equiparada a un orden del
lenguaje

Lacan agrega a esta primera teorización de la estructura, donde la estructura es idéntica al lenguaje y a la ley
del incesto, en elemento más que proviene de una fuente filosófica, la muerte que tiene una función central a
esta altura. La muerte implica, a partir de los conceptos de Hegel y Heidegger y del concepto de ausencia-
presencia freudiano, el concepto de la ausencia como eje de la estructuración de los símbolos.

Si en un primer tiempo la ausencia-presencia que se concreta en el juego del Fort-Da de Freud, en las
leyes de parentesco de Lévi-Strauss y en la definición del símbolo que es dice que es la muerte de la
cosa, constituye el primer concepto de estructura, éste será luego reemplazado en sentido estricto por
un concepto de estructura como idéntico a estructura del significante, formulación que encuentran en
“Instancia de la letra”.

Pero antes de llegar allí Lacan en el Seminario II y en el III que es el Seminario sobre la Psicosis, da dos
definiciones de estructura que ya son significativas y que pueden y deben tenerlas muy en cuenta, aunque
sufrirá ciertas modificaciones. Lacan dice en el Seminario II “...es característico del orden simbólico el
presentarse como universal formando una estructura dialéctica, que se sostiene, que es completa”.

En el Seminario III, se registra ya una modificación de la definición porque Lacan dice de la estructura lo
siguiente: “la estructura es un conjunto de elementos que forman un conjunto, un conjunto debe ser
entendido en el sentido matemático de la palabra co-variante de elementos”, y diría que esta variante de la
definición de estructura como conjunto covariantes de elementos permanecerá constante en la obra de
Lacan. Lo que será redefinido y se modificará es qué se entiende por un conjunto, que Lacan desarrollará
ampliamente. Observen que entre el conjunto de elementos que forma un conjunto co-variante y de una
definición de algo que se presenta como universal, como estructura dialéctica y que se mantiene como
completo, hay un salto enorme.
Primero desaparece la referencia a la dialéctica, pese a que persistirá. Segundo, Lacan no habla de universal,
habla de un conjunto de elementos, es importante porque el universal permanecerá a nivel de la estructura
pero reducido al concepto lógico de universo de discurso, no en el sentido de universal, como mundial o
totalizante. Por otro lado, la idea de que la estructura es completa, de que no le falta nada, en un sentido es
cierto, pero en otro sentido no lo es, porque Lacan, a partir de su trabajo clínico con la psicosis, descubre que
en la estructura puede haber faltas o fallas. La introducción de la falta en la estructura es algo propio de la
obra de Lacan, que lo diferencia de todo el estructuralismo.

Pero aquí, la diferencia en qué reside? En la primera época en la definición que les cité primero del
Seminario II, la falta no reside en lo simbólico, en el lenguaje, sino que la falta reside en la primera falta que
Lacan había situado en su artículo primero del “Estadio del Espejo”, que es la falta de la prematuración del
bebé humano, que Freud llamó en “Inhibición, síntoma y angustia”, en realidad retoma los términos de su
“Proyecto” de 1985, el desamparo del lactante humano.

En el lugar de esta falta que brinda la prematuración, el desamparo, la inmadurez del bebé humano, venía a
establecerse en una primera época, la imagen del otro como aquello que brinda la unidad. En este sentido, en
la primera época de Lacan, la falla se ubica en la prematuración del nacimiento, en lo imaginario y en lo
biológico.

A partir de la experiencia de la psicosis en la teoría lacaniana, la falla se situará en un lugar diferente, se


situará fundamentalmente a nivel de la estructura significante misma. Tengamos claro que la falla en la
estructura significante, eso que la psicosis le permitirá descubrir algo a Lacan es que un significante puede
faltar en el sujeto que habla, es lo que llamará significante de la ley, es decir, que la estructura del Otro
simbólico puede no ser completa.

Tenemos un momento intermedio, en el cual el lugar de la falta en la estructura es definido como el lugar
de la muerte, como el lugar de la muerte como límite de la existencia humana; la falla en lo simbólico asume
primero el lugar de falta en la estructura como muerte.

Si Lacan identifica de entrada la estructura con lo simbólico, la primera forma de falla que descubre es la
prematuración situada entre lo imaginario y lo real biológico, y la segunda es la muerte como falta de lo
simbólico. El lugar faltante se articula con la muerte como Amo absoluto, así definida por Hegel.

Lo constante en la definición de estructura es que en este conjunto de elementos co-variantes que hay que
tomar en el sentido del conjunto, la falla estará siempre presente. Que la falla esté siempre presente indica
que el lugar vacío es central en la estructura. Más la estructura, para constituirse, dice Lacan ya en el
Seminario II, es inseparable de la idea de lugares vacíos, porque la idea de lugar vacío es lo que permite la
permutación posible entre los elementos. Donde hay lugares vacíos hay permutación, donde la estructura
forma un todo completo y sin permutaciones, más bien para Lacan nos enfrentamos con algo del orden, no
del concepto de estructura, sino de la Gestalt, de la buena forma, que es exactamente lo contrario a la
estructura se lo simbólico, y a la que Lacan ubica como propia del orden de lo imaginario.

Evidentemente el énfasis de Lacan está en dos puntos:

1) primero en el hecho de que se trata de elementos simbólicos que no valen por sí mismos, sino por el
hecho de ser co-variantes, es decir, que del valor de uno depende el valor de los demás, que ninguno de
ellos vale por sí solo. Ese valor es siempre diferencial y relativo.
2) La otra idea presente es que en este conjunto de elementos co-variantes el vaciamiento es fundamental.
Y el vaciamiento está presente en Lacan ya en el Seminario II, cuando desarrolla su concepto de cadena
significante. Vaciamiento quiere decir la evacuación de todo significado o de todo sentido

La estructura en Lacan produce la significación pero no es la significación.

Esto quiere decir que el inconsciente tampoco es sede de identificaciones a traducir, no es no solo sede de
los impulsos, y esto es importante porque muchas lecturas de Freud pudieron servir para confundir al
inconsciente con el lugar donde yacían las significaciones latentes que había que develar. Para Lacan la
significación es siempre figurada, es decir que no existe lo que se llama en nuestra lengua significación
propia de un término. Cualquier término puede comenzar a significar cualquier cosa, pero la idea de que
ciertos términos tienen una significación fija en el inconsciente no es aceptada como tal en Lacan. La
significación es efecto de la estructura. En este sentido forma parte de la estructura en tanto es uno de sus
efectos, pero no debe ser confundido con la determinación de la estructura misma. Si decimos que la
significación es un efecto, podemos decir además que la significación para Lacan es un efecto
imaginario de la estructura simbólica. Por esta razón no se puede identificar lo imaginario con el estadio
del espejo. Tengan claro que lo imaginario es un concepto más amplio que el concepto del estadio del
espejo. Las significaciones son imaginarias y no son idénticas, sino que li imaginario es más abarcativo que
el estadio del espejo.

Por otro lado, a esta altura la muerte apenas aparece como el punto central por el cual el sujeto humano se
encuentra con el vacío, con la nada, con la ausencia. Pero la muerte no es la muerte biológica, la muerte que
el significante introduce para el ser que habla es la muerte siempre anticipada por nosotros, en la medida en
que hablamos, es decir, la posibilidad misma de anticipar nuestra muerte. La muerte anticipada es la que está
en juego en el orden simbólico y no la muerte con fin de un ciclo vital. En este sentido de la muerte como
simbólica Lacan interpretará la pulsión de muerte freudiana. Si volvemos al concepto de estructura, y vemos
qué ocurre con este concepto, unos pocos años después, ya que el texto “Instancia de la letra” es del año 57,
vemos que Lacan define la estructura del siguiente modo, dice que es “toda la estructura del lenguaje lo que
la experiencia psicoanalítica descubre en el inconsciente” ordenando la estructura del inconsciente como
estructura cada sujeto en un momento determinado de su evolución.

Esto que Lacan desplegará aquí es la idea de que es la estructura que se apropia del sujeto y no el sujeto el
que se apropia de la estructura. Evidentemente esto indica que para Lacan no hay un problema de
adquisición del lenguaje, para el psicoanálisis el problema más bien es saber cómo la estructura del lenguaje
se apropia de cada uno de nosotros, para hacer de nosotros un sujeto que habla y que tiene esa característica
particular que se llama el inconsciente, que es propia de los seres hablantes.

Sigamos con el concepto más general de estructura y su construcción en Lacan. Cuando Lacan define las
leyes del lenguaje y la estructura del lenguaje como lo que la experiencia analítica descubre en el
inconsciente, ya ha introducido un término, un signo, que luego sufrirá una serie de avatares, que es el Otro
con mayúscula. Ahora bien este Otro (A) que Lacan define como lugar del significante, lugar del código,
aproximadamente hacia esta época comienza a sufrir una serie de variaciones por las que se transformará en
lo que Lacan llama el Otro tachado o el Otro barrado.

El sujeto para Lacan, en tanto el sujeto del inconsciente es siempre como tal alguien que se forma en
relación a este lugar del Otro, ya que este Otro es definido como el lugar de la palabra o como el Otro del
lenguaje. Más allá de esta diferencia que luego vamos a trabajar, lo importante surge en el momento en que
la barra atraviesa al Otro, y esta barra es algo que hace al concepto de estructura. Porque el Otro cruzado por
la barra es un Otro que por estructura nunca puede ser completo. Esto es lo que significa en primera
instancia el hecho de que Lacan diga que el Otro no tiene un Otro que lo garantice, que no hay garante de la
verdad, o tomando su fórmula más lógica, que no hay metalenguaje, es decir que no se puede decir lo
verdadero de lo verdadero, porque la verdad no tiene garantía. Esta idea de que la verdad no tiene garantía,
de que nada en el sistema significante garantiza la ley, que la ley no tiene como tal ningún garante que nos
asegure que no pueda ser otra, este punto implica un vuelco fundamental en la obra de Lacan. Este vuelco se
acompaña de una modificación en la conceptualización de la falta. La formulación del “no hay verdad toda”,
de “no hay metalenguaje”, se acompaña del paso a un primer plano de la castración como la falta central de
la estructura. La castración sustituye como falta central a la muerte.

A partir de este momento, en la obra de Lacan la falta por excelencia en la estructura que nos atañe tendrá
que ver con la castración y con el hecho de que el significante, pese al optimismo que tenía Lacan en la
primera época, que aquí ya está perdido, no puede garantizar ningún tipo de identidad sexual para el ser que
habla. La imposibilidad que el significante brinde identidad sexual al sujeto hablante hace que el acento pase
de la muerte a la castración en el punto en el cual queda claro a través del descubrimiento freudiano; que a
nivel significante la única identidad posible es aquella que esboza el falo tal como lo descubrió Freud en su
experiencia. Es decir que la otra lectura de este Otro tachado es precisamente este Otro como deseante,
ya no como garante, y como deseante en la medida en que él también está afectado por una falta, en que él
también carece de identidad plena, en que él también es un sujeto que no puede ser enteramente
representado por el orden simbólico, por ningún significante.

La modificación sustancial del concepto de Otro es correlativa en la definición del Otro barrado, y esto se va
a ir agudizando más en la obra de Lacan. Por eso, el universo ya no será lo universal, sino universo de
discurso. El universo mismo de discurso se caracterizará siempre por la paradoja de Russell, y Lacan dirá
que la excepción funda la regla. Para cerrar un todo como universo de discurso necesitamos de algo que
quede excluido y que permita definir ese todo como un universo particular de discurso.

hay un punto implícito en todos los desarrollos que he marcado sobre el concepto de estructura, que es el
siguiente: es imposible tomar partido por ninguna de las oposiciones a las que me he referido: historia-
estructura, universal-particular, natural-cultural, puesto que para Lacan estas oposiciones permanecen
todavía en el marco de lo que clásicamente se conoce como estética trascendental kantiana, es decir, la
conceptualización de un espacio y tiempo como formas a priori de nuestra sensibilidad.
Por eso Lacan introduce un espacio que no es el tridimensional, sino que es el espacio de la topología, que es
un espacio a veces imposible de representar tridimensionalmente, e introduce una temporalidad que no es la
de los ciclos biológicos ni cultural del calendario, sino que es propia de la estructura del significante y que es
dependiente, por ende, de una cierta lógica.
Esto implica como tal que haya algo que caracteriza al significante en lo referente a la temporalidad: esto
permite introducir una dimensión que es siempre la del demasiado pronto o la del demasiado tarde. Siempre
se está anticipando o retrasando, es lo que Lacan denomina anticipación y retroacción del significante. Esto
importa porque si hay algo a lo que se opone la enseñanza de Lacan es a la teleología, la enseñanza de Lacan
es antiteleológica. Es decir, para él no hay causa final. Toda causa final apunta a salvar la consistencia del
Otro.
Un efecto de esta posibilidad anticipatoria del significante y la forma clara que esto asume entre nosotros,
son los ideales. Si algo caracteriza a la obra de Lacan, su retorno polémico a Freud y el haber puesto en un
primer plano al deseo inconsciente como la guía del análisis es oponerse a hacer del psicoanálisis una vía
por la cual se podría alcanzar un ideal. Lacan separa psicoanálisis e ideal, separa deseo e ideal, y critica
despiadadamente a lo largo de su obra a los ideales que alternativamente fueron proponiendo los analistas
como metas para el paciente “sano”. Por eso, uno de sus artículos se llama “Variantes de la cura tipo”, título
que es un contrasentido. Toda cura dirigida hacia un ideal ya sea este el de la autenticidad el cual supone que
el psicoanálisis desenmascara al verdadero sujeto, al auténtico; como si el auténtico no fuera igualmente
auténtico en el síntoma histérico que en un más allá supuesto; Lacan decía que el progreso no existe, no hay
progreso si lo pensamos en una especie de camino hacia un ideal, totalizante, y donde la completud sería
lograda, donde la causa final llegaría a su realización. Lacan dice que la única ética válida para el
psicoanálisis no es la ética de los ideales, sino la ética vinculada al deseo inconsciente de cada sujeto, en este
sentido no respondemos a ninguna moral ni a ningún modelo prefijado.
El concepto de estructura implica tener claro este punto: que el psicoanálisis, toda la obra de Freud y Lacan,
son un intento de responder a las demandas de un sujeto que sufre de eso que se llama inconsciente le
formula a un psicoanalista y la respuesta surge del deseo inconsciente de cada sujeto.

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