Autolesiones e Internet
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Edición
Ediciónnº52
nº55Octubre
Octubre- Diciembre
- Diciembre2023
2024
AUTOLESIONES E INTERNET
ESTIBALIZ MATEOS PÉREZ
Universidad del País Vasco (UPV/EHU)
Este curso es válido como mérito formativo para la obtención de las Acreditaciones
Curso válido como mérito formativo que puntuará para la obtención de las
Nacionales del Consejo General de la Psicología y de las Acreditaciones Europsy
Acreditaciones Nacionales del Consejo General de la Psicología
ISSN
ISSN 1989-3906
1989-3906
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Contenido
FICHA 2 .............................................................................................. 25
Análisis psicológico y social de un caso de autolesiones online
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2 Formación Continuada a Distancia
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Documento base.
AUTOLESIONES E INTERNET
1. Introducción
1.1. Delimitación conceptual de la conducta suicida.
1.2. Prevalencia de la conducta suicida: autolesiones no suicidas, ideación suicida e intentos de suicidio.
1.3. Mitos y falsas creencias en torno al suicidio.
2. Factores de Riesgo
3. Internet y Autolesión
4. Autolesiones Online
4.1. Teoría psicológica sobre autolesiones online
4.2. Prevalencia de las autolesiones online
4.3. Motivaciones de las autolesiones online
4.4. Evaluación de las autolesiones online
5. Autolesiones Online y tendencias suicidas
Bibliografía
El término comportamientos autolesivos abarca todas aquellas conductas que se llevan a cabo de manera
deliberada, autodirigida y siendo consciente de que pueden ocasionar daño físico o psicológico a la propia persona
(Nock, 2010). Dentro de esta categoría general, se distingue entre a) comportamientos en los que la lesión
corporal es el propósito previsto de la conducta de la persona y b) comportamientos indirectamente dañinos
o de riesgo (p. ej., consumo de alcohol). Tal y como muestra la Figura 1, la conducta directamente autolesiva
muestra diferentes manifestaciones, las cuales, en base a la presencia o ausencia de intención suicida subyacente,
oscilan en un gradiente de gravedad (Jacob et al., 2017; Nock, 2010).
Por un lado, los fenómenos no suicidas pueden clasificarse en: a) pensamientos de autolesión, b) autolesiones
no suicidas (non-suicidal self-injury, NSSI) y c) amenaza o gesto suicida. Los pensamientos de autolesión hacen
referencia a aquellos pensamientos relativos a llevar a cabo la conducta, pero sin llevarla a cabo. Las NSSI incluyen
las conductas que provocan un daño físico inmediato, pero sin que exista una intención suicida asociada (APA,
2013; Nock, 2010). Rascarse compulsivamente la piel, los cortes, las quemaduras, la mutilación, o propinarse
golpes a sí mismo son, entre otros métodos traumáticos, ejemplos comunes de este tipo de conductas (Nock, 2010;
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Whitlock, 2010), y pueden tener resultados diversos, desde heridas superficiales a mutilaciones más severas y
permanentes. La “amenaza o gesto suicida” constituye un comportamiento en el que una persona hace que otras
personas crean que tiene la intención de morir como resultado de una acción cuando en realidad no tiene esa
intención.
Por otro lado, los fenómenos suicidas pueden clasificarse en: a) Ideación suicida, b) plan de suicidio y c) intento de
suicidio. La ideación suicida hace referencia a pensamientos fugaces o detallados de suicidarse. El plan de suicidio
implica la consideración de un método específico a través del cual una persona tiene la intención de quitarse la
vida. Por último, un intento de suicidio es una acción cuyo objetivo es morir por suicidio, es decir, involucrarse
en comportamientos potencialmente autolesivos en los que existe cierta intención de morir como resultado del
comportamiento (O´Connor et al., 2011).
Según datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística, en 2021 fallecieron en España aproximadamente
4000 personas por suicidio, un 1,6% más respecto al año 2020, convirtiéndose en el año con más suicidios
registrados en el país desde que se registran datos. También se superaron las defunciones históricas por suicidio
infantil (personas menores de 15 años), y el suicidio se ha convertido en la principal causa absoluta de muerte
entre los 15 y los 29 años. Junto con estos datos, resulta imprescindible tener en cuenta tanto los intentos suicidas
como la ideación, ya que además de compartir factores de riesgo (Castellvi-Obliols y Piqueras, 2018; Jacob et al.,
2017), generan un impacto negativo a nivel personal, social y sanitario. En población adolescente, un meta-análisis
(Lim et al., 2019) encontró que la prevalencia a lo largo de la vida y anual de ideación suicida fue del 18% y del
14,2%, respectivamente. Por su parte, la prevalencia a lo largo de la vida y anual de intento de suicidio fue del
6% y del 4,5%, respectivamente.
A nivel nacional, según varios estudios, la prevalencia a lo largo de la vida de ideación suicida se sitúa en torno
al 30%, mientras que la prevalencia de intentos de suicidio es aproximadamente del 4% (Bousoño et al., 2017;
Fonseca-Pedrero et al., 2018). Un estudio reciente encontró que en una muestra de 3454 adolescentes de entre
14 y 19 años, un 34,8% afirmó haber tenido algún tipo de conducta suicida en el último año (Fonseca-Pedrero y
Pérez de Albéniz, 2020). En concreto, el 6,2% pensó en quitarse la vida, aunque realmente no lo fueran a hacer, el
3,2% afirmó haber llegado al punto en el que consideraron realmente quitarse la vida o hacer planes sobre cómo
lo harían, e incluso un 2,1% afirmó haberlo intentado. Los resultados de prevalencia en función del género en
muestras de adolescentes y adultos jóvenes indican que las chicas presentan mayor riesgo de intento de suicidio
(Fonseca-Pedrero y Pérez de Albéniz, 2020; Miranda-Mendizabal et al., 2019), y los chicos de suicidio consumado
(Miranda-Mendizabal et al., 2019). La autolesión es más prevalente entre personas adolescentes y jóvenes adultos
(Nock, 2010).
Con el objeto de comprender adecuadamente la complejidad de la conducta suicida, resulta esencial tener en
cuenta algunas de las ideas preconcebidas comúnmente asociadas con este fenómeno (ver Tabla 1). Estos mitos,
arraigados en la percepción popular y en algunas narrativas mediáticas, a menudo simplifican en exceso la
naturaleza de los diferentes tipos de conducta suicida.
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Los niños o los adolescentes que se autolesionan solo buscan atención o son dramáticos.
Si le pregunto a un niño o adolescente sobre las autolesiones, es posible que sienta la tentación de intentarlo.
Los niños y los adolescentes superan las conductas de autolesión, así que el tratamiento no tiene sentido.
Nota: Tomado de Caicedo, S. y Whitlock, J. (2015). Top 15 concepciones erróneas acerca de la auto-lesión. The Information Brief Series.
Cornell Research Program on Self-Injury and Recovery. Cornell University, Ithaca, NY.
En primer lugar, se encuentra el mito de que las autolesiones suelen deberse a pensamientos suicidas. Esta concepción
no tiene en cuenta las diversas motivaciones y funciones que pueden subyacer a la autolesión, incluyendo la
regulación emocional. Otro mito prevalente es la creencia de que la autolesión es un fenómeno impulsado por la
búsqueda de atención. Este mito minimiza la experiencia de quienes se autolesionan. La autolesión es un indicador
de malestar emocional y, por ello, es esencial brindar apoyo a quienes están luchando con la autolesión. Además,
si bien las chicas pueden tener una mayor prevalencia de autolesiones reportadas, los chicos y adolescentes
de ambos géneros también pueden experimentar este comportamiento. Además, hablar abiertamente sobre las
autolesiones en un espacio seguro puede ayudar a prevenir la autolesión y promover la búsqueda de ayuda. La
comunicación abierta y el apoyo emocional son fundamentales para abordar este tema de manera efectiva. Si bien
el corte es una forma común de autolesión, tal y como se ha señalado anteriormente, existen muchas otras formas
como quemaduras, golpes o arañazos. Es importante reconocer y abordar todas las formas de autolesión, ya que
todas reflejan malestar emocional subyacente que requiere de atención y apoyo.
Tal y como se ha indicado anteriormente en el documento, la complejidad de la conducta suicida, respaldada por
estudios empíricos, destaca la influencia de factores interrelacionados. En un intento por integrar los resultados
disponibles en un modelo teórico, Nock (2010) sostuvo que una persona desarrolla y mantiene la autolesión
porque tiene una función tanto intrapersonal, funcionando como un método eficaz para la regulación emocional
y los estados cognitivos (i.e., disminuyendo los estados afectivos y cognitivos aversivos o aumentando los estados
deseados) como interpersonal, influyendo en el contexto social de una forma determinada (i.e., incrementa el
apoyo social o elimina demandas sociales no deseadas). Además, la conducta suicida está asociada a otros factores
de riesgo como el consumo de alcohol y drogas (WHO, 2013). Por último, la relación entre la autolesión y el
suicidio es un aspecto que ha sido examinado por diversos estudios. Según la teoría interpersonal del suicidio, la
conducta autolesiva podría aumentar la probabilidad de cometer suicidio (Joiner et al., 2012). De hecho, entre
los factores de riesgo que se han asociado a la conducta suicida, destaca la autolesión (Vázquez, 2023), lo que
ha provocado que, un fenómeno hasta ahora subestimado en el ámbito clínico emerja como un tema de creciente
preocupación.
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3. INTERNET Y AUTOLESIÓN
Las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) han facilitado el desarrollo individual y social en los
jóvenes (Davis, 2013), entre quienes el uso de las redes sociales para interactuar entre sí se ha incrementado de
forma significativa (Anderson y Jiang, 2018). A su vez, sin embargo, Internet se ha convertido en un espacio en el
que aparecen diferentes riesgos para la salud y el ajuste psicosocial. Un riesgo importante y creciente es el uso de
Internet como medio de acceso y distribución de contenido de autolesiones físicas (Englander, 2012; Jacob et al.,
2017; Patchin e Hinduja, 2017). En este contexto, las autolesiones online (“digital self-harm”) consisten en el uso
de las TICs, como Internet y el teléfono móvil, para buscar o compartir contenidos que incluyan un daño físico
(p. ej., cortes), o llevar a cabo algún reto online que consista en provocarse daño (ver Tabla 2) (Jacob et al., 2017;
Patchin e Hinduja, 2017; Seko et al., 2015).
Un “desafío” es una situación o experiencia difícil, a menudo nueva, que requiere ser superada y cuyo resultado
incierto genera incertidumbre sobre su realización (Raimundi et al., 2014). El avance tecnológico y la relevancia
de Internet han contribuido a que la realización de desafíos se convierta en una práctica cada vez más extendida,
emergiendo como una tendencia en el ámbito digital (Shroff et al., 2020). La expresión “desafíos virales en Internet”
o “retos online” hace referencia a iniciativas que invitan a las personas a compartir en Internet la realización de un
desafío (que puede ser peligroso o dañino) a través de una o varias plataformas en Internet (p. ej., TikTok), con la
intención de fomentar su visualización o participación en el mismo (Carriedo et al., 2019; Gordo et al., 2020; Jacquier,
2019). No todos los desafíos conllevan las mismas acciones, sino que muestran una amplia diversidad. Dentro de esta
diversidad se encuentran los desafíos peligrosos (Juárez-Escribano, 2019) o desafíos dañinos (Mahadevaiah y Nayak,
2018), los cuales son negativos en el sentido de que implican un riesgo significativo para las personas.
48 hour challenge Desaparecer sin previo aviso durante un periodo de 48 horas. Cuanto mayor sea la alarma generada, más
Desafío 48 horas puntos se acumulan.
Verbalizar una palabra que comience con cada letra del abecedario. Mientras tanto otro participante le rasca
El abecedario del diablo
el dorso de la mano o la muñeca.
Condom challenge
Introducir un preservativo por una de las fosas nasales y expulsarlo por la boca.
Reto del preservativo
Salt and ice challenge Aplicarse sal en el cuerpo y hielo sobre ella, aguantando las quemaduras que provoca la reacción fisicoquímica
El desafío del hielo y la sal de esta mezcla sobre la piel.
Fire challenge
Aplicarse líquidos inflamables en el cuerpo y posteriormente prender fuego.
El desafío del fuego
Balconing
Pseudoanglicismo balcón + Saltar entre los balcones de un hotel o desde un lugar alto a la piscina. Muy popular en las Islas Baleares.
suf. de acción -ing en inglés
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Un desafío dañino que contribuyó a popularizar esta problemática en España a partir de 2017 fue el fenómeno
conocido como el “reto” de la ballena azul (Mouzo-Quintans, 2017). Este desafío implica una serie de etapas que las
personas participantes deben cumplir a lo largo de un periodo de 50 días. Inicialmente, estas etapas son inofensivas
(p. ej., visualizar una película de terror), pero progresan gradualmente hacia autolesiones severas (p. ej., cortes en
los brazos y en el labio). El último paso del desafío implica la consumación del suicidio. Cada una de estas etapas es
compartida en línea con otras personas usuarias. Este desafío ha resultado en varios intentos de suicidio y suicidios
consumados en distintos países (Mukhra et al., 2017).
4. AUTOLESIONES ONLINE
Conforme se ha señalado en el segundo punto de este documento, estudios empíricos previos sobre autolesiones han
identificado correlaciones significativas y factores de riesgo, así como se han propuesto y evaluado modelos teóricos
con el fin de dilucidar los mecanismos subyacentes que explican tanto la aparición aislada como la interacción
entre estas variables y su relación con la autolesión (Nock, 2010). Sin embargo, un área emergente de investigación
se centra en el papel que las autolesiones online desempeñan en la conducta suicida de jóvenes adolescentes. La
proliferación de plataformas online y redes sociales ha creado un entorno donde las personas adolescentes pueden
experimentar una exposición sin precedentes a contenido relacionado con la autolesión y el suicidio, lo que plantea
nuevas preguntas sobre cómo estas interacciones online pueden influir en el comportamiento de las personas jóvenes.
Este punto describe un modelo teórico (ver Figura 2) que integra hallazgos previos y describe cómo las autolesiones
online podrían conducir al desarrollo y mantenimiento de la autolesión. En la descripción de este modelo se revisan
hallazgos empíricos recientes que respaldan los diferentes componentes del modelo y se plantean varias hipótesis
explicativas.
- Compartir información
sobre autolesiones
Intentos de
- Participar en retos suicidio
dañinos o peligrosos
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En primer lugar, el modelo teórico propuesto plantea la existencia de una relación entre las autolesiones online y
la conducta suicida. A pesar de la investigación en el contexto offline (ver Punto 2 del documento), hasta donde
sabemos, únicamente un estudio ha analizado la relación entre las autolesiones online y las tendencias suicidas. En
este estudio, Patchin et al. (2023) encontraron una asociación robusta entre las autolesiones online y las tendencias
suicidas. Sin embargo, dada la naturaleza transversal del estudio no se pueden establecer relaciones temporales entre
las variables. Además, las medidas de autolesiones online utilizadas se basaron en experiencias a lo largo de la vida,
mientras que las medidas de tendencias suicidas se basaron en el año anterior, por lo que no se puede confirmar que
las autolesiones online excluyeran las tendencias suicidas. Más aún, estos autores no evaluaron conductas tales como
buscar en Internet información sobre cómo autolesionarse o participar en algún reto que consista en hacerse daño.
Aunque la relación precisa entre estos comportamientos aún está en proceso de ser completamente comprendida, los
datos preliminares sugieren que existe una asociación significativa entre ellos.
En segundo lugar, el modelo sugiere que factores intrapersonales e interpersonales, previamente identificados como
factores de riesgo de la conducta suicida, podrían modular la relación entre las autolesiones online y la conducta
suicida. Esta propuesta se sustenta en el estudio realizado por Gámez-Guadix et al. (2022) quienes analizaron las
relaciones entre la ansiedad y la depresión, por un lado, y la cohesión familiar y los recursos sociales, por otro, junto
con las autolesiones online. Las correlaciones de las autolesiones online tanto con los factores intrapersonales como
con los interpersonales fueron significativas. En cuanto a los factores intrapersonales, los resultados encontraron
que más síntomas de ansiedad y depresión incrementaron significativamente el riesgo de autolesiones online. En
contraste, la cohesión familiar fue un factor de protección contra las mismas. El afecto, el apoyo y la cercanía a la
familia redujo la probabilidad de que las personas adolescentes participaran en autolesiones online. Sin embargo,
aunque, tal y como se ha mencionado, los recursos sociales correlacionaron significativamente con las autolesiones
online, la relación entre estas variables no fue significativa. Una posible explicación ofrecida por los autores alude
a la posibilidad de que otras variables (i.e., cohesión familiar o depresión) también están prediciendo autolesiones
online, lo que provocaría que la relación entre los recursos sociales y las autolesiones online parezca menos fuerte
cuando se tienen en cuenta estas otras variables. Estos autores también señalaron que, aunque el instrumento de
medida utilizado para medir los recursos sociales mostró unas propiedades psicométricas adecuadas, los cuatro
ítems utilizados podrían no haber capturado completamente la complejidad de los recursos sociales en contextos de
riesgo. También es importante destacar que, dada la naturaleza transversal del estudio, no se pudieron establecer las
relaciones temporales y longitudinales entre las variables analizadas.
Los estudios cuantitativos concernientes a las autolesiones en el contexto online son escasos hasta la fecha. No
obstante, la evidencia existente sugiere un incremento en la manifestación de tales comportamientos en Internet
(Daine et al., 2013; Guillies et al., 2018). Duggan y Whitlock (2012) sugirieron un aumento en las búsquedas del
término autolesión en Internet, así como un considerable incremento en videos dedicados a la autolesión en la
plataforma de YouTube. O’Connor et al. (2014) encontraron que el 18% de los adolescentes había reconocido que
Internet o las redes sociales habían ejercido influencia en sus conductas autolesivas. Brown et al. (2018), utilizando
los hashtags alemanes más frecuentes para la autolesión no suicida, encontraron la publicación de más de 32.000
imágenes en un período de 4 semanas. Cuatro de cada diez imágenes de autolesión fueron clasificadas como leves
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(p. ej., cortes superficiales), el 47% como moderadas (p. ej., cortes profundos), y el 12% como graves. Englander
(2012) informó que el 9% de los jóvenes de una muestra en Reino Unido se habían implicado en autolesiones
online. Patchin e Hinduja (2017) encontraron que alrededor del 6% de los adolescentes estadounidenses de una
muestra representativa de entre 12 y 17 años se habían autoinfligido daño online. A nivel nacional, Gámez-Guadix
et al. (2020) encontraron que el 18% de los adolescentes afirmó haber participado en algún tipo de autolesiones
online, porcentajes que oscilaban entre un 1% y un 9% de los adolescentes dependiendo de la conducta específica
considerada. Los tipos más frecuentes para el conjunto de los adolescentes fueron “grabarse a sí mismo haciendo algo
humillante y publicarlo en Internet” (9.6%), seguido de “provocarse algún daño físico y contarlo en Internet” (7.9%)
o “provocarse algún daño físico y publicar las fotos en Internet” (3.8%).
Por último, en un estudio más reciente Gámez-Guadix et al. (2022) desarrollaron un instrumento para evaluar en qué
medida los adolescentes utilizan Internet para buscar o compartir información sobre autolesiones. En ese estudio se
encontró que aproximadamente uno de cada diez adolescentes (11%) había utilizado Internet para buscar información
o compartir contenido sobre autolesiones entre una muestra de adolescentes españoles. De forma más específica, los
resultados revelaron que los comportamientos de autolesiones online más frecuentes fueron: a) buscar información
en Internet sobre cómo autolesionarse y b) autolesionarse y comentarlo en Internet, con tasas de prevalencia del 5.3%
y 3.5%, respectivamente. Según los resultados obtenidos en revisiones sistemáticas y meta-análisis, la prevalencia
promedio de autolesiones en población adolescente oscila entre el 16 y el 18% (Gillies et al., 2018; Muehlenkamp et
al., 2012). Tomando estos datos como referencia, los hallazgos del estudio de Gámez-Guadix et al. (2022) sugieren
que más del 50% de los adolescentes que han estado involucrados en la autolesión han recurrido al uso de Internet
para buscar información o compartir contenido relacionado con dicha conducta.
En cuanto a las diferencias en autolesiones online según el género, aunque más chicos que chicas afirmaron haberse
grabado a sí mismos haciendo algo peligroso y después haberlo publicado en Internet (4.2% y 2.3%, respectivamente),
más chicas que chicos afirmaron haber buscado información en Internet sobre cómo hacerse daño a una misma (8.3%
y 2.2%, respectivamente). Con respecto a la prevalencia general de la autolesión en internet fue significativamente
mayor en las chicas (13.1%) que en los chicos (9.6%) (Gámez-Guadix et al., 2022). Estos resultados son consistentes
con los hallazgos de estudios previos (Gillies et al., 2018). La mayor frecuencia de problemas internalizantes entre
las chicas y la mayor tendencia de estas a buscar apoyo social podrían explicar por qué un porcentaje más alto de
chicas que de chicos participan en autolesiones en internet (Whitlock et al., 2006).
En cuanto a la edad, parece existir una mayor prevalencia de autolesión en internet entre los adolescentes mayores,
adolescentes de entre 15 y 17 años, en comparación con los adolescentes más jóvenes de entre 12 y 14 años,
especialmente en lo relativo a la búsqueda de información en Internet sobre cómo autolesionarse (8.7% y 4.4%,
respectivamente) (Gámez-Guadix et al., 2022). Estos resultados son consistentes con investigaciones anteriores que
documentaron un aumento progresivo en la autolesión a lo largo de la adolescencia a partir de los 13 años (Gillies
et al., 2018). Sin embargo, la considerable proporción de adolescentes más jóvenes que estuvieron involucrados
en autolesiones en internet (alrededor del 10%) destaca la necesidad de implementar estrategias de prevención
temprana para evitar este riesgo en línea.
En base a lo anterior, cabe concluir que los estudios cuantitativos sobre autolesiones en el contexto online han sido
escasos hasta la fecha a nivel nacional. Sin embargo, la evidencia existente sugiere un aumento en la manifestación
de tales comportamientos en Internet. Estos estudios han destacado la influencia de Internet y las redes sociales en la
conducta autolesiva de los adolescentes, especialmente de las chicas y los adolescentes más mayores. No obstante,
resulta esencial abordar este fenómeno con estrategias de prevención temprana, especialmente considerando la
participación significativa de adolescentes más jóvenes en autolesiones online. Por último, se requiere de mayor
investigación para comprender la relación entre el uso de Internet y las conductas autolesivas, así como para
desarrollar intervenciones efectivas dirigidas a reducir este riesgo online.
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Patchin e Hinduja (2017) encontraron que las razones más comunes para involucrarse en autolesiones online eran expresar
odio hacia uno mismo, encontrarlo gracioso y buscar que alguien prestara atención o reaccionara al contenido.
A nivel nacional, un único estudio analizó las principales motivaciones para implicarse en autolesiones online entre
adolescentes (Gámez-Guadix et al., 2020). Del análisis de contenido realizado en este estudio cualitativo sobre las
descripciones de los adolescentes surgieron seis categorías generales sobre las motivaciones para implicarse en autolesiones
online: 1) expresión de malestar; 2) desahogo o alivio; 3) búsqueda de atención o comprensión; 4) ver la reacción de otras
personas; 5) porque consideran que es gracioso o como una broma; y 6) porque otras personas lo hacen o es “una moda”.
Una de las motivaciones más importantes para implicarse en autolesiones online fue la de expresar un malestar o un estado
de ánimo negativo, incluyendo emociones de tristeza o angustia (p. ej., estado de ánimo deprimido). Este malestar apareció
frecuentemente vinculado con ser víctima de situaciones de acoso entre iguales y otros problemas interpersonales (p. ej.,
“En el colegio me acosaban y me hacían bullying y yo lo pasaba muy mal… Mis padres se separaron y me costó mucho
superarlo y la familia de mi padre no me acepta y no me quiere”). Cuando se enfrentan a situaciones de rechazo o acoso,
los adolescentes pueden percibir Internet como un medio seguro para expresar su malestar (Whitlock et al., 2006). En esta
misma línea, se ha observado que el acoso entre iguales representa un factor estresante significativo vinculado a problemas
de comportamiento tanto internalizantes como externalizantes (Gámez-Guadix et al., 2015), que incluyen autolesiones
(Fisher et al., 2012).
Otro motivo frecuente, asociado con el malestar psicológico, pero distinto en su objetivo, involucraba la intención explícita
de las personas adolescentes de desahogarse mediante publicaciones o la búsqueda de alivio psicológico. En este caso,
la estrategia se centra en utilizar la expresión de malestar psicológico como medio para reducir el malestar experimentado
(p. ej., “No sabía cómo canalizar los problemas y subí dos fotos de mis autolesiones. No tengo muy claro por qué lo hice
realmente ya que nadie que me conocía vio esas fotos, supongo que fue para desahogarme. Actualmente cuento mis
problemas en redes sociales, pero sólo lo pueden ver mis amigos, me ayuda a desahogarme”).
En este sentido, compartir un daño propio en Internet podría operar como una forma de alivio a corto plazo, actuando
como un refuerzo negativo, aunque incrementando la probabilidad de repetir la conducta en el futuro. Este hecho es
congruente con investigaciones previas que han mostrado que el uso de Internet para aliviar estados de ánimo negativos
es frecuente en el uso problemático de Internet, lo cual, a su vez, está asociado con una pérdida de control de la conducta
de conexión y la aparición de consecuencias negativas para el individuo (Calvete et al., 2017; Gámez-Guadix et al.,
2015). Además, se ha evidenciado que las autolesiones físicas sirven como mecanismo para reducir el malestar emocional
(Calvete et al., 2015), una función que podría trasladarse también a la publicación online del daño físico autoinfligido.
Otra de las motivaciones de las autolesiones online fue la búsqueda de ayuda o comprensión de otras personas (p. ej.,
“Me autolesiono desde hace ya mucho tiempo. Una vez me pasé mucho y me corté…, sangraba mucho y me estaba
mareando. Estaba sola en casa y le mandé foto a unas amigas para que me aconsejaran qué hacer”) o, simplemente, ver
cómo reaccionaban personas amigas o conocidas (p. ej., “Pues era una página web donde tu publicabas lo que te ponían
en las historias y quería ver lo que decían”). En este sentido, las experiencias narradas por las personas adolescentes
sugieren que Internet también puede ser utilizado como un recurso para buscar apoyo social o consejo de otras personas.
Este apoyo social puede tener un impacto positivo al solicitar ayuda o asesoramiento a amigos y/o familiares. Sin embargo,
también podría resultar negativo cuando se busca el apoyo en foros específicos para mantener las autolesiones, facilitando
el intercambio de información y la justificación de estas (Jacob et al., 2017).
Los adolescentes hicieron referencia principalmente a la publicación de contenidos por considerarlo como algo gracioso
o como una broma (p. ej., “Tengo una cuenta privada en la que sólo están mis mejores amigas y ahí he colgado tonterías o
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“cosas humillantes” por el aburrimiento y para que yo y mis amigos nos riamos un rato”). Esta razón parece cualitativamente
diferente a las anteriores, al estar más vinculada a contenidos comprometidos o humillantes que a autolesiones físicas. En
este caso, los contenidos parecen consistir en fotos o vídeos que tienen como objetivo “hacer gracia” a otras personas (p.
ej., “mis amigos y yo subimos cosas graciosas y un poco humillantes”, “tengo una cuenta privada en la que sólo están mis
mejores amigas y ahí he colgado tonterías o cosas humillantes por aburrimiento y para que yo y mis amigos nos riamos un
rato”). Los predictores y las consecuencias de estos contenidos, en comparación con los anteriores (más centrados en la
publicación de autolesiones), podrían ser distintos. Aunque los contenidos “humillantes” pueden tener alguna repercusión
negativa en el futuro, estos casos no parecen implicar daños físicos reales.
Finalmente, algunas adolescentes hicieron alusión a la implicación en este fenómeno basándose en que otras personas
lo hacen o está “de moda” (p. ej., “Hicimos un reto estúpido de moda. Yo no lo he colgado”). Los adolescentes tenderían
a seguir las acciones o los comportamientos de otras cuando perciben que esas acciones están validadas o aceptadas
socialmente. En este sentido, podría existir un efecto contagio, a través del cual las personas adolescentes imitan las
conductas online de otras, reproduciéndolas y compartiéndolas con el fin de obtener una respuesta (Whitlock et al.,
2006). Las actitudes que justifican este tipo de conductas (p. ej., “está bien hacerlo porque los demás lo hacen”) podrían
desempeñar un papel importante en la publicación de contenidos perjudiciales para la propia persona.
En cuanto a las diferencias en los motivos apuntados en función del sexo, cabe señalar que, si bien chicas y chicos
señalaron recurrir a las autolesiones online como forma de expresar el malestar (14.3% chicas y 17.6% chicos), únicamente
las chicas enmarcaron la experiencia como una forma de desahogo (11.9% chicas) o como una búsqueda de ayuda (7.1%
chicas). Ello es coherente con hallazgos previos que indican que los varones son más reacios a reconocer los problemas y
a buscar ayuda relacionada con los mismos (Salinas-Oñate et al., 2018).
En el estudio sobre el comportamiento online de los adolescentes, en contraste con sus actividades en entornos no virtuales,
puede resultar complejo obtener acceso a múltiples fuentes de datos o aplicar diferentes métodos de recolección de datos
debido a las restricciones de privacidad y confidencialidad. Estas limitaciones pueden afectar la capacidad de aplicar
una triangulación metodológica efectiva, que implique el uso de múltiples métodos o fuentes de datos para obtener una
comprensión más completa del fenómeno estudiado.
A pesar de estas dificultades, es importante destacar que, en el ámbito de la evaluación de la autolesión, se recomienda
la utilización de diversas herramientas como entrevistas semiestructuradas y estructuradas, así como escalas, entre otras
(Hunsley y Mash, 2007). En base a lo anterior, cabe suponer que la utilización de diversas herramientas para la evaluación
de la participación en autolesiones online permitiría una aproximación más detallada al fenómeno, lo que contribuiría
a una mejor comprensión de este comportamiento entre las personas adolescentes. Sin embargo, dada la ausencia de
instrumentos para evaluar en qué medida las personas adolescentes utilizaban Internet para buscar o compartir información
sobre autolesiones, así como para evaluar cuestiones relacionadas se ha desarrollado un instrumento de medida basado
en los resultados de estudios previos (Gámez-Guadix et al., 2020; Gámez-Guadix et al., 2022). Tal y como se detalla en la
Tabla 3, dicho instrumento está compuesto por 21 ítems para evaluar diversos aspectos relacionados con las autolesiones
online (p. ej., búsqueda de información, compartir información, participación en grupos o foros, retos, interacción directa
con otras personas, consumo y búsqueda de ayuda).
Búsqueda de información: Evalúa la tendencia de los adolescentes a buscar información específica relacionada con
las autolesiones online. Es decir, explora si los adolescentes han buscado deliberadamente información sobre este tipo
de conducta.
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Compartir información: Evalúa la conducta de los adolescentes relacionada con la difusión de información sobre su
participación en autolesiones online.
Retos: Evalúa la participación y la difusión de información relacionada con retos virales que implican autolesiones.
Participación en grupos o foros: Evalúa la actividad de los adolescentes en grupos o foros en línea relacionados con
las autolesiones.
Interacción directa con otras personas: Evalúa la comunicación personal en línea relacionada con las autolesiones.
Exposición no intencionada: Evalúa la exposición accidental a contenido relacionado con las autolesiones en Internet.
Búsqueda de ayuda: Evalúa si los adolescentes han buscado recursos y/o apoyo para abordar las autolesiones y
promover un estilo de vida más saludable.
De forma complementaria, se han creado 8 ítems adicionales para evaluar las funciones de las autolesiones online. En
particular, se solicita que las personas adolescentes indiquen con qué frecuencia se han involucrado en autolesiones
online durante los últimos 12 meses. Para ello, se proporciona la siguiente escala de respuesta con cuatro categorías
discretas, cada una correspondiente a un rango específico de frecuencia. Estas categorías fueron definidas de la siguiente
forma: 0 = Nunca, 1 = 1 o 2 veces, 2 = 3 o 4 veces y 3 = 5 veces o más.
Las autolesiones online implican el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación para buscar o compartir contenido que
incluya daño físico, o llevar a cabo algún reto online que consista en provocarse daño. Teniendo en cuenta esta definición, señala con
qué frecuencia has llevado a cabo los siguientes comportamientos durante los últimos 12 meses:
BÚSQUEDA DE INFORMACIÓN
03. He buscado información en Internet sobre retos virales que incluyen hacerse daño a uno/a mismo/a con
0 1 2 3
el objetivo de participar.
COMPARTIR INFORMACIÓN
06. He compartido información en Internet sobre mi participación en retos virales que incluyen hacerse daño
0 1 2 3
a uno/a mismo/a.
RETOS
07. He participado en retos virales que consisten en hacerse daño a uno/a mismo/a. 0 1 2 3
08. He comentado retos virales que consisten en hacerse daño a si mismo/a de otras personas. 0 1 2 3
09. He difundido retos virales que consisten en hacerse daño a si mismo/a en los que participaban otras
0 1 2 3
personas.
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13. He recibido mensajes privados de otras personas sobre autolesiones a través de Internet. 0 1 2 3
14. He respondido mensajes privados de otras personas sobre autolesiones a través de Internet. 0 1 2 3
15. He enviado mensajes privados a otras personas sobre autolesiones a través de Internet. 0 1 2 3
EXPOSICIÓN NO INTENCIONADA
16. He visto, sin buscarlo, imágenes o vídeos de autolesiones de otras personas en Internet. 0 1 2 3
17. He leído, sin buscarlo, contenido sobre experiencias de autolesiones de otras personas en Internet. 0 1 2 3
18. He accedido, sin buscarlo, a sitios web o foros dedicados exclusivamente a compartir contenido
0 1 2 3
exclusivo sobre autolesiones.
BÚSQUEDA DE AYUDA
20. He buscado información en Internet sobre recursos de ayuda profesional para tratar mi participación en
autolesiones online.
21. He buscado información en Internet sobre cómo llevar una vida más saludable. 0 1 2 3
Si has respondido 1 o más en una o varias de las cuestiones anteriores, ¿en qué medida esa(s) conducta(s) sirvió
para…
01. …expresar tu malestar? 0 1 2 3
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Tal y como se ha recogido anteriormente en el documento, las autolesiones online incluyen la participación en retos
virales que incluyen un daño físico. Ante la falta de instrumentos de medida con indicadores psicométricos adecuados
para evaluar este constructo, Ortega-Barón et al. (2023) analizaron las propiedades psicométricas de la Escala de
retos virales en Internet (Viral Internet Challenges Scale, VICH-S). La Escala de retos virales en Internet (ver Tabla 4),
desarrollada por estos autores en base a estudios previos, tiene como objetivo evaluar la satisfacción de las personas
usuarias al realizar desafíos virales en Internet, así como, las motivaciones sociales o de pertenencia a un grupo que
afectan el desempeño y/o la participación en desafíos virales en Internet. Tal y como se puede observar en la Tabla 4,
cada una de las dos dimensiones, Satisfacción con los desafíos y Motivación social, está compuesta por cinco ítems, y
las opciones de respuesta varían entre 0 (nunca) y 3 (muchas veces). Aunque esta escala no es específicamente sobre
retos virales dañinos o peligros, puede ser adaptada para valorar la medida en que los adolescentes se implican en
retos que pueden ser problemáticos y su vulnerabilidad a los mismos.
01. Cuando realizo un desafío o reto, me gusta que otras personas lo sigan y lo realicen también.
02. Me gusta realizar un desafío o reto con más personas para sentirme parte de un grupo. 0 1 2 3
03. Me gusta comentar sobre el desafío o reto que realizan otras personas. 0 1 2 3
04. Me gusta que me digan lo que otros piensan de mis desafíos y retos. 0 1 2 3
MOTIVACIÓN SOCIAL
06. Realizo desafíos o retos que mis amigos o contactos me piden hacer en las redes sociales. 0 1 2 3
07. Realizo ciertos desafíos o retos porque no quiero sentirme excluido en mi grupo de amigos. 0 1 2 3
08. Realizo un desafío o reto que está de moda sin pensar si es bueno o malo para mí. 0 1 2 3
10. Si mis amigos insisten en que debo realizar un desafío o reto que no quiero hacer, al final lo hago. 0 1 2 3
Por último, en lo que respecta a la evaluación de la participación en autolesiones online, es importante destacar que
se sugiere que la evaluación de pensamientos y conductas autolíticas se realice tras la evaluación de constructos
menos sensibles (p. ej., síntomas de ansiedad y depresión). Aunque esta medida se recomienda con el fin de abordar
gradualmente temas más delicados, es importante señalar que realizar preguntas sobre comportamientos autolesivos
no incrementa la probabilidad de estos, ni siquiera conlleva un aumento de los niveles de angustia (Gould et al.,
2005; Polihronis et al., 2022; Reynolds et al., 2006).
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En el contexto offline, la relación entre las NSSI y el suicidio es un aspecto que ha sido examinado por diversos
estudios. Según la teoría interpersonal del suicidio, la conducta autolesiva podría aumentar la probabilidad de cometer
suicidio (Joiner et al., 2012). De hecho, entre los factores de riesgo que se han asociado a la conducta suicida,
destaca la autolesión (Vázquez, 2023). Sin embargo, otros autores sostienen una perspectiva diferente, aunque no
contradictoria, señalando que las NSSI pueden servir como una estrategia para evitar el suicidio (Klonsky, 2007; Kraus
et al., 2020; Suyemoto, 1998).
A pesar de la investigación en el contexto offline, hasta donde sabemos, únicamente un estudio ha analizado la
relación entre las autolesiones online y las tendencias suicidas. En este estudio, Patchin et al. (2023) encontraron una
asociación robusta y positiva entre las autolesiones online y las tendencias suicidas. Sin embargo, dada la naturaleza
transversal del estudio no se pueden establecer relaciones temporales entre las variables. Además, las medidas de
autolesiones online utilizadas se basaron en experiencias a lo largo de la vida, mientras que las medidas de tendencias
suicidas se basaron en el año anterior, por lo que no se puede confirmar que las autolesiones online excluyeran
las tendencias suicidas. Más aún, estos autores se centraron en examinar únicamente una parte de las conductas
incluidas en las autolesiones online (i.e., publicar de forma anónima algo personal en línea que era negativo para
sí mismo). Sin embargo, otras conductas tales como buscar en Internet información sobre cómo autolesionarse o
participar en algún reto que consista en hacerse daño no fueron evaluadas.
La relación entre las autolesiones online y las diferentes manifestaciones de la conducta suicida en la población
adolescente es un área de investigación emergente que requiere de una mayor atención. Aunque la relación precisa entre
estos comportamientos aún está en proceso de ser completamente comprendida, los datos preliminares sugieren que
existe una asociación significativa entre ellos. Dada esta conexión, el abordaje psicológico de estos comportamientos
es fundamental. En este sentido, la intervención psicológica puede ayudar a las personas adolescentes a comprender
sus emociones, aprender estrategias para manejar el malestar emocional y desarrollar habilidades de afrontamiento
más saludables, como se puede ver en el caso que se presenta en la Ficha 1.
Además, es fundamental reconocer que estos comportamientos no solo afectan a las personas adolescentes que los
experimentan, sino que también pueden resultar angustiantes para las personas de su entorno (Nock, 2010). Así
mismo, es importante tener en cuenta que aprender a convivir con las autolesiones y trabajar en la adquisición de
nuevas estrategias de afrontamiento es un proceso que lleva tiempo. Por lo tanto, resulta necesario proporcionar un
ambiente de comprensión y apoyo, por un lado, y educación, por otro, a progenitores, educadores y profesionales
de la salud. En este sentido, el abordaje de las autolesiones debe ser multidisciplinario y debe involucrar a diferentes
actores relevantes en la vida de los adolescentes, como la familia y docentes. La adopción de medidas unilaterales o
aquellas dirigidas únicamente a detener la participación en autolesiones online puede llegar a ser contraproducente,
produciendo un desplazamiento de la problemática hacia otros comportamientos igualmente perjudiciales o un
deterioro de la salud mental.
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Ficha 1.
Ana es una joven madrileña de 19 años. Vive con sus padres y, hasta hace dos meses, estudiaba arquitectura en la
Universidad Politécnica de Madrid. Dejó la carrera porque, según refiere, no le veía sentido a continuar. Acude a
consulta por sugerencia de sus padres, quienes la definen como una joven “algo rara” y le animan a buscar ayuda
profesional para “no quedarse atascada y avanzar”. Aseguran que notan que cada vez está más encerrada en si misma
y les preocupa que el estado de ánimo de su hija pueda ir a peor. Por su parte, Ana admite que no se encuentra en un
buen momento vital, que está perdida y que no sabe cómo mejorar. Además, reconoce tener dificultades para hacer
amigos y expresa su deseo de que la terapia le ayude a sentirse mejor y a avanzar con su vida personal y académica.
La información recogida durante el proceso de evaluación refleja que Ana presenta dificultades principalmente en el
plano social. En la entrevista explica que siente que siempre le ha costado relacionarse con sus iguales y que, de hecho,
tanto en el instituto como en el colegio, vivió episodios en los que se metían con ella y le hacían sentir como un “bicho
raro”. En general, su manera de socializar ha consistido en “pegarse” a la “mejor amiga” que tuviese en ese momento
y unirse a los planes que ella hiciera. Considera que cuando está en grupo hace todo lo posible por integrarse, pero
según cuenta nunca lo suficiente como para que le propongan volver a quedar. En numerosas ocasiones verbaliza que
“es como si no fuera suficiente por sí misma y siempre necesitara a alguien mejor para ser invitada o encajar”. También
explica que en muchas ocasiones ha preferido no ir a planes para evitar pasarlo mal. Al preguntarle por las mejores
amigas de las que habla, cuenta que han sido dos, una en el colegio y otra en el instituto, pero que hoy en día apenas
mantiene contacto con ellas y que como mucho se ven una vez al mes. Argumenta que son relaciones en las que no se
ha sentido valorada por lo que quedar con ellas tampoco le genera demasiado interés. También cuenta que, al empezar
la carrera hace ya más de un año, trató de hacer nuevas amistades, pero no logró establecer una relación estrecha con
nadie porque “a esta edad ya todo el mundo tiene amigos y no les interesa hacer más”. Recuerda con angustia un
día en el que se quedó después de las clases a tomar algo y se sintió muy fuera de lugar porque no conocía los temas
de conversación que sacaron, y le dio la sensación de que todo el mundo le juzgó. Reconoce que esta sensación la
invade en muchas de sus interacciones, que cree que “los demás piensan que es tonta o rara”, y que eso hace que cada
vez tenga menos ganas de interactuar. En línea con todo lo anterior, admite que la decisión de dejar la carrera estuvo
influenciada por el hecho de que se sentía muy sola e ir a clase le recordaba “que no era normal”. Más allá de eso,
aclara que las asignaturas en general le gustaban y que de hecho sus resultados académicos eran buenos.
Ana describe su día a día como “aburrido”, ya que desde que dejó la carrera no tiene nada que hacer. Ocupa su tiempo
leyendo o saliendo a hacer deporte (correr o patinar), aunque admite que cada vez tiene menos ganas de hacer cosas
fuera de casa y opta por quedarse en su habitación mirando el móvil o usando el ordenador. Cuenta que, al estar
desocupada, es frecuente que le invada un sentimiento de “desesperación” al que acompañan pensamientos sobre su
incapacidad para ser “una persona normal”. Al explorar de manera detenida las estrategias que usa Ana para lidiar con
estas sensaciones se encuentra que en ocasiones recurre a la autolesión. Explica que, de adolescente, en alguna ocasión
en la que se sintió verdaderamente mal se hizo cortes en los brazos ya que esto le ayudaba a pensar en otra cosa y
a sentirse mejor. No obstante, asegura que fueron muy pocas las ocasiones en las que lo hizo ya que luego se sentía
“culpable, rara y mal”. Al preguntarle por su situación actual, reconoce que está volviendo a autolesionarse cada vez
que se siente mal. Cuando lo hace, suele contarlo o retrasmitirlo en foros online, donde muchos usuarios reaccionan
a su contenido. Al explorar cómo llegó a este punto Ana explica que hace un año, tratando de “entenderse”, buscó
en Internet la descripción de lo que le sucedía: malestar, desesperanza, alivio al cortarse… En ese momento descubrió
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distintos foros llenos de gente que estaba pasando por una situación muy similar y encontró en ellos un lugar en el que
sentirse comprendida y validada. Fue en estos foros donde, hace un par de meses, le animaron a recurrir al alcohol y a
otras formas de autolesión. Reconoce que admitir esto le genera cierta vergüenza, pero explica que en Internet es común
ver a otros usuarios compartir videos similares a los suyos, lo cual le hace sentir que es normal estar en su situación.
Asegura que ellos no solo no la juzgan por hacer lo que hace, sino que lo entienden, y que por eso a día de hoy la mayor
parte de sus interacciones son online. Además, relata que el hecho de ser ella quien elige cuándo experimentar dolor le
hace sentir que al menos está “al mando” de algo de lo que le pasa.
Al explorar si las autolesiones responden a la intención de acabar con su vida, Ana responde que no, que, aunque ha
pensado en ello, nunca ha sido “en serio”, y que lo hace poque en esos momentos consigue sentirse comprendida y
mejor. Se exploran otras variables importantes y se comprueba que no existe impulsividad ni ninguna planificación.
Se evalúan otros apoyos más allá de los que tiene en el contexto online, pero reitera que no tiene a nadie. Explica que
sabe que sus padres harían cualquier cosa por ella, pero que al mismo tiempo siempre han sido duros y poco tolerantes
a que se muestre vulnerable o “mal”. De hecho, afirma que cree que si les contase todo esto su reacción sería de total
incomprensión.
Hipótesis de origen
A lo largo de su infancia y adolescencia, Ana no adquirió el repertorio de habilidades sociales necesarias para establecer
y mantener relaciones con sus iguales. La falta de apoyo social sumada a la vivencia de episodios en los que fue
insultada durante su infancia y adolescencia contribuyó a que condicionase las interacciones sociales con mucho
malestar.
Insultos Malestar
Interacciones sociales
Interacciones sociales
No va Evita malestar (Reforzamiento negativo, R-)
+ malestar
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Durante la adolescencia Ana comenzó a realizarse cortes en los brazos como forma de aliviar, a través del dolor físico,
su sufrimiento emocional. De esta forma aprendió a regular sus emociones a través de la autolesión. A corto plazo,
esta estrategia le funcionaba para calmar su malestar; sin embargo, a largo plazo dificultó que adquiriera estrategias
adaptativas y reforzó la idea de que algo en ella “estaba mal”
ED ---------------------------- RO-------------------------- C
CMLP:
Aprendizaje de estrategias de regulación emocional desadaptativas y dañinas (autolesiones)
y dificultad para aprender otras adaptativas
Hipótesis de mantenimiento
Hoy en día, las interacciones sociales siguen estando condicionadas aversivamente para Ana. Cuando intenta
relacionarse con otras personas aparecen muchos pensamientos negativos sobre sus capacidades (p. ej., “por mí misma
no se encajar”, “me están juzgando”) a los que no puede dejar de dar vueltas. Esto a corto plazo le genera sensación
de control, sin embargo, también le produce mucho malestar y acaba dando lugar a que no quiera relacionarse con los
demás.
ED ---------------------------- RO-------------------------- C
CMLP:
Continua el patrón de evitación de las situaciones sociales
De hecho, el no ser capaz de establecer relaciones con sus iguales le llevó, hace dos meses, a abandonar la universidad.
Este cambio supuso una pérdida de reforzadores (p. ej., estimulación cognitiva, buenos resultados académicos) que
hizo que su estado de ánimo empezase a empeorar. Además, esto convirtió la rutina de Ana en una rutina carente
de estimulación y llena de momentos en los que no tiene nada que hacer y en los que se siente muy mal. En estas
situaciones suele recurrir a foros de Internet, donde comparte sus experiencias con otros usuarios que están pasando
por algo similar. Saber que hay otros que la entienden y que están pasando por lo mismo a corto plazo le hace sentirse
comprendida y alivia su malestar, sin embargo, a largo plazo dificulta que adquiera las habilidades sociales necesarias
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para expresar cómo se siente y para relacionarse en el entorno no digital. Además, este tipo de foros se caracterizan no
solo por la presencia de modelos de regulación emocional desadaptativos (p. ej., usuarios que se hacen cortes, que se
automedican), sino también por el reforzamiento de estas estrategias por parte de la comunidad digital (p. ej., likes a
videos de autolesiones). Esto, sumado a la sensación de estar libre de juicios que proporciona el anonimato del entorno
virtual, ha hecho que Ana comience a autolesionarse en directo como forma de reducir su malestar. Cuando lo hace
muchos usuarios reaccionan positivamente (p. ej., likes), le apoyan verbalmente e incluso le dan otras ideas sobre lo que
puede hacer. Además, ser ella quien “elige cuando sufrir” le genera una sensación de control. Todo ello está reforzando
las conductas autolesivas de Ana haciendo que aumente en frecuencia y su intensidad. Además, aunque a corto plazo
las autolesiones alivian el malestar que siente y son una fuente de refuerzo social, a largo plazo está dificultando que
aprenda estrategias de regulación más adaptativas y que realice otras actividades reforzantes, contribuyendo al mismo
tiempo a que su autoconcepto y su estado de ánimos sea cada vez peor.
ED ---------------------------- RO-------------------------- C
Malestar Entrar a foros y observar que otros están Validación de su propia situación, sentirse
en su misma situación entendida (R+)
CMLP:
Las interacciones online desplazan a las offline, dificultando que adquiera repertorio de
habilidades sociales adaptativo y que realice otras actividades reforzantes
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3. OBJETIVOS Y TÉCNICAS
Estrategias de regulación
emocional inadecuadas
Baja autoestima
Nota: Esta tabla refleja los objetivos y las técnicas de intervención, pero no su orden de aplicación
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Yo, Ana García Pérez., me comprometo a que, en caso de experimentar ganas o pensamientos relacionados con
hacerme daño a mí misma y contarlo en Internet. no lo haré y en su lugar pondré en marcha alguna de las siguientes
acciones:
Además, en caso de emergencia o de notar que no soy capaz de salir de la situación, me comprometo a hablar con otra
persona / recurso como:
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Ficha 2.
Análisis psicológico y social de un caso de autolesiones
online
Esta actividad consiste en ver el siguiente video que recrea un caso real de autolesiones en Internet y responder a las
siguientes preguntas.
https://cortosdemetraje.com/room/
“El 19 de noviembre de 2008, Abraham Biggs, de 19 años, ingirió una dosis letal de barbitúricos frente a una webcam
a la que permanecieron conectados más de cien usuarios durante las varias horas que duró la agonía en su domicilio
de Florida.”
A continuación, se incluye la lista de variables implicadas en el caso que es conveniente tener en cuenta en la evaluación.
• Estado de ánimo.
El bajo estado de ánimo y la presencia de sintomatología depresiva puede relacionarse con la conducta autolesiva,
suicida o no suicida. Por ello, la evaluación del estado de ánimo y sus posibles predictores en el caso en cuestión resulta
fundamental (p.ej., esquemas cognitivos disfuncionales; pérdida de reforzadores significativos; experiencia previa de
sucesos traumáticos, etc.)
Uno de los mejores predictores de la conducta suicida actual y futura es la conducta autolesiva previa. En este caso
cabría evaluar la conducta autolesiva previa; el desarrollo de la misma a lo largo del tiempo; los tipos y frecuencia; la
función que ha desempeñado la conducta autolesiva; la motivación e intencionalidad.
La evaluación de la ideación suicida implica no solo determinar si el individuo ha tenido pensamientos sobre el suicidio,
sino también comprender la elaboración y frecuencia de estos pensamientos. Esto puede incluir la evaluación del grado
de especificación de los planes suicidas, la intensidad de las emociones asociada con la ideación suicida y la presencia
de pensamientos intrusivos o recurrentes sobre el suicidio.
• Consumo de sustancias.
La evaluación del consumo de sustancias implica identificar el tipo, la frecuencia y la cantidad de sustancias que la
persona consume. Además, es importante explorar el contexto del consumo de sustancias, como las situaciones que
desencadenan el uso de drogas o alcohol, los efectos percibidos del consumo de sustancias en el estado de ánimo y el
funcionamiento diario, y cualquier intento de automedicación para afrontar problemas emocionales.
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• Prácticas en Internet.
Evaluar cómo la persona utiliza la tecnología y las redes sociales, incluyendo el tiempo dedicado a actividades en
Internet y en redes sociales, el tipo de contenido consumido o compartido, la interacción con otros usuarios en Internet
y la influencia de las experiencias en Internet en su bienestar emocional y psicológico.
• Victimización en (cyber)bullying.
Identificar si la persona ha sido objeto de acoso, en persona o en internet. Cabría explorar la naturaleza y la frecuencia
de las experiencias de cyberbullying, las posibles consecuencias emocionales y sociales de la victimización y las
estrategias de afrontamiento utilizadas para hacer frente al al bullying o cyberbullying.
• Historia de maltrato.
Evaluar si la persona ha sido víctima de abuso físico, emocional o sexual en el pasado. Cabe preguntar por las
características y la duración del abuso, la relación con el agresor, los efectos emocionales y psicológicos del maltrato y
cualquier tratamiento o intervención previa recibida para abordar las consecuencias del maltrato.
Evaluación de la calidad y la cantidad de las relaciones del individuo, incluyendo la presencia de conflictos
interpersonales, el nivel de satisfacción con las relaciones sociales, el acceso a redes de apoyo social y la percepción de
apoyo emocional disponible en el entorno de la persona.
Además de las variables mencionadas, es importante evaluar cualquier otra problemática de salud mental que la persona
pueda estar experimentando. Algunas de estas problemáticas incluyen los trastornos de ansiedad, los trastornos de la
conducta alimentaria, trastornos de la personalidad u otras condiciones que puedan influir en su bienestar emocional
y psicológico.
• Variables de resiliencia.
La evaluación de las variables de resiliencia implica identificar los recursos personales y externos que el individuo
puede utilizar para hacer frente a la adversidad y superar experiencias difíciles. Las variables de resiliencia incluyen
variables de personalidad como el optimismo, la autoestima, la habilidad para establecer metas y tomar decisiones,
la capacidad de regular las emociones, el acceso a redes de apoyo social y la capacidad para encontrar significado y
propósito en la vida.
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