Libro Humanidades
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y su impacto en la política
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Así, aunque una mirada cercana nos hace descubrir algunas incon-
gruencias en la tesis existencialista de De Beauvoir, su libro tiene un
gran impacto intelectual al sostener que si las mujeres son subordi-
nadas, esto no sucede a causa de su biología, sino de la influencia de
cánones sociales. Son ciertos patrones culturales los que reproducen
las relaciones de hombres y mujeres tal y como los conocemos. En
consecuencia, los vínculos sociales entre sexos están marcados por el
poder, tanto como los que existen entre otros grupos.
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La propia Lamas nos hace saber que el antecedente de la distinción entre sexo y género se
remonta a los años cincuenta. Cfr. Stoller, cit. en Marta Lamas, “La antropología femi-
nista y la categoría género”, en El género: la construcción..., op. cit.
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El segundo punto (por qué la subordinación femenina parece universal) es mucho más com-
plejo y sería largo exponerlo aquí. Para un tratamiento detallado, cfr. Estela Serret, El género y
lo simbólico. La constitución imaginaria de la identidad femenina, uam-a, México, 2001.
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aun lo que aparece más natural ante nuestros ojos tiene un origen
cultural: es nombrado, delimitado y definido por el discurso, por lo
tanto, ha sido construido por un conjunto de significados. El propio
concepto de naturaleza está culturalmente construido y, aunque su
significado último varía de sociedad en sociedad, se le utiliza univer-
salmente para servir de límite antagónico al concepto de cultura. Algo
similar ocurre con las ideas de mujer, mujeres, femenino o feminidad:
en todo tiempo y lugar parecen tener una connotación negativa, aso-
ciada con carencia de prestigio y/o con poderes ignotos y atracción
peligrosa, aunque la manera como se manifiestan estos significados
sea profundamente variable. Lo que Ortner deduce es que, finalmen-
te, la asociación de las mujeres con la naturaleza es la causa de que
hayan sido objeto de dominación,18 sin importar las circunstancias.
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Respecto de esta hipótesis, sus alcances y limitaciones, así como una respuesta alternativa,
cfr. ibid.
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Por este método se revela con claridad, por ejemplo, que no todo
lo extradoméstico es público y, atendiendo a la otra cara de la mone-
da, que el mundo privado, lejos de ser homogéneo, se rige por más
de una lógica y atiende a diversos tipos de interacción social. En
efecto, en el cruce del mundo público con el sistémico ubicaremos
a las grandes estructuras del Estado, mientras que en la conjun-
ción entre ese mismo público y el mundo de la vida, tendremos a
los espacios cívicos de participación social. Por contraste, donde se
intersectan el mundo sistémico y lo privado encontramos las grandes
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Esfera
Pública Privada
Dinámica
Ciudadanía
Espacio doméstico
Mundo de la vida Asociaciones/Movimientos
Trabajo
ONG
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Por otra parte, Fraser nos muestra cómo Habermas equivoca total-
mente su análisis al despojar artificialmente a la esfera doméstica de
la incidencia del poder público: la dominación de género que se
da al interior de este espacio no sólo marca a la casa y a la familia
como sitios donde se ejerce un poder vertical y autoritario, sino que,
según nos muestra una observación más cuidadosa, las condiciones
de ejercicio de ese poder están dadas justamente por las fórmulas de
organización de la comunidad política en su conjunto.
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“[…] algunas autoras afirman que el trabajo femenino como respuesta a la(s) crisis no
ha hecho sino acentuar la desigualdad por género. Incluso factores como la violencia
doméstica, se asegura, resienten el impacto de la salida de las mujeres al mundo laboral,
pues los maridos se sienten desatendidos y desafiados en su autoridad por una mujer que
trabaja, incrementando en consecuencia los niveles tradicionales de violencia intrafam-
iliar” (Estela Serret, “Mujeres en un mundo globalizado. Entre la tradición y el femi-
nismo”, en Hamui-Halabe, L., comp., Efectos sociales de la globalización, Limusa, México,
2000, p. 49). Cfr. Alicia Eguiluz de Antuñano y Ma. Luisa González M., “Efectos del
neoliberalismo en la familia y el hogar”, en Ma. Luisa González Marín (comp.), Mitos
y realidades del mundo laboral y familiar de las mujeres mexicanas, unam, iie/Siglo XXI,
México, 1997, p. 187.
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Si en México 65% de las mujeres han sufrido violencia doméstica, en el mundo el lugar
más inseguro en tiempos de paz para una mujer es su casa. Cfr. Estela Serret, “Mujeres
en un mundo globalizado...”, op. cit., y Marta Torres Facón, La violencia en casa, Paidós,
México, 2001.
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Como se ve, esta variopinta gama de temas, que señala sólo algu-
nos entre los más relevantes traídos a la luz por el feminismo a partir
del mlm, modifica sustancialmente la idea de que la democracia sólo
tiene que ver con elecciones formales o, en todo caso, con temas de
gobierno. Si la precondición de la democracia es el ejercicio iguali-
tario de las libertades, una sociedad democrática debe favorecer la
abolición de dinámicas que siguen dependiendo de la desigualdad
natural entre las personas.
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El uso cada vez más común de este término permitió que fueran
calando en el imaginario colectivo temas feministas sin que tuvie-
ran que identificarse con ese nombre. Curiosamente, en el mediano
plazo también coadyuvó a neutralizar políticamente los temas de la
relación social entre hombres y mujeres.
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Esta reacción tardía pero eficaz de algunas iglesias y otros grupos conservadores, utiliza
argumentos similares a los empleados por algún sufragismo en el siglo XIX, cuando trat-
aban de vender a sus oponentes la idea de que el voto femenino no haría peligrar los
intereses de los varones, sino que aportaría al ámbito político el mismo elemento moral
que protegía la casa.
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