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a tendencia que lleva a la transformación del ciudadano en
cliente resulta especialmente importante en el ámbito del ur-
banismo. Más que como pez en el agua, el ciudadano (en su
calidad de vecino) se halla ante la complejidad del derecho ur-
banístico como pez en la red. En un contexto en que la vida en
la ciudad se mide, cada vez más, por sus resultados económicos, la colabo-
ración de lo público y lo privado se entiende como una cooperación de la
Administración (local sobre todo) y las empresas articulada, fundamental-
mente, en torno a los llamados planes estratégicos urbanos.
Siendo la nuestra una sociedad urbana, por un lado, y la sociedad del
evento como celebración, por otro, resulta más bien coherente que parte del
desarrollo urbano esté siendo confiado a estrategias de choque (como, por
ejemplo, juegos olímpicos, exposiciones universales...) capaces de revitali-
zar, e incluso, lanzar o relanzar a nivel internacional una ciudad. Pero para
ello ha sido necesario que nuestro urbanismo, política de ordenación de la ciu-
dad dirigida a «determinar el cómo, cuándo, y dónde deben surgir o desarro-
llarse los asentamientos urbanos»1, haya conocido diversas reformas y
transformaciones a lo largo del tiempo. Y, de hacer caso a Bergamín, «la re-
forma no es lo que forma sino lo que deforma».2
Las consideraciones sobre los cambios normativos que desde la Ley del
Suelo y Ordenación Urbana de 12 de mayo de 1956 hasta la ley 6/1998, de
13 de abril sobre Régimen del Suelo y Valoraciones ha conocido este país
3 Ramón Parada, «Urbanismo de obra privada versus urbanismo de obra pública», en En-
8 Resumen del Informe del Banco Mundial sobre España, Servicio Informativo Español,
Madrid, 1963.
9 Ramón Parada, Ibídem, pág. 69.
10 Luciano Parejo Alfonso y Francisco Blanc Clavero, Derecho urbanístico valenciano, 2ª
11 Eduardo García de Enterría, «El derecho urbanístico español a la vista del siglo XXI»,
en Enrique Gómez-Reino y Carnota (Dir.), Ordenamientos urbanísticos. Valoración crítica y
perspectivas de futuro. Jornadas internacionales de Derecho Urbanístico, pág. 12.
12 Ramón Parada, Ibídem, pág. 70.
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tes y Medio Ambiente), «Génesis de los problemas urbanísticos estructurales para una políti-
ca inviable de suelo en España» en VV.AA., La política del suelo en el siglo XXI. ¿Interven-
ción o lberalización? XIX Curso monográfico de estudios superiores de urbanismo, CEMC1,
Granada, 1995, págs. 194, 195 y 207.
14 Ramón Parada, Ibídem, pág. 74.
15 Fernando E. Fonseca Ferrandis, La liberalización del suelo en España. Presupuestos y
marco jurídico-constitucional, Madrid, Marcial Pons y Universidad Carlos III, págs. 162 y
163.
16 Julio C. Tejedor Bielsa, «Propiedad, urbanismo y estado autonómico», Revista de Ad-
18 Julio C. Tejedor Bielsa, Ibídem, pág. 401 y «El Derecho Urbanístico y la Sentencia del
pág. 61.
29 STS de 1 de junio de 1987, fundamento jurídico 3°.
30 Art. 106 de la C.E. «1.- Los Tribunales controlan la potestad reglamentaria y la legali-
dad de la actuación administrativa, así como el sometimiento de ésta a los fines de la justicia”.
31 STS de 7 de noviembre de 1988, fundamentos jurídicos 2° y 6° y STS de 27 de marzo
32 José Mª Baño León, «Los sistemas de ejecución del planeamiento urbanístico» en En-
tégico urbano y territorial» en Joan Subirats (Ed.), ¿Existe sociedad en España? Responsabi-
lidades colectivas y valores públicos, Madrid, Fundación Encuentro, 1999, pág. 363.
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los ochenta han venido propiciando esta nueva figura son diversos y hete-
rogéneos. Destacan entre otros la «creciente complejidad e interrelación en-
tre los problemas urbanos; la mayor incertidumbre del entorno geopolítico,
económico y tecnológico; el incremento de la competencia entre ciudades y
territorios; o las limitaciones de los instrumentos tradicionales de planifica-
ción» 36
Hablamos de una planificación integral puesto que incluye acciones de
tipo ecónomico, social, cultural, institucional, etc. pero no de una planifica-
ción normativa ya que no puede asignar espacios para las acciones previs-
tas puesto que no desarrolla una regulación de los usos del suelo. Los es-
tratégicos resultan planes especialmente atractivos por su virtud de consi-
derar la ciudad como un todo, sin fraccionarla ni territorialmente ni desde
el punto de vista competencial dado el reparto que de la misma se hace en-
tre los diversos órganos y niveles administrativos.
La proliferación de este tipo de planes hace patente el acuerdo social al-
canzado sobre la importancia de la colaboración entre los distintos agentes
sociales, económicos y públicos implicados en la formación de la ciudad,
siempre inconclusa. Sin embargo, el modelo incorpora al habitante más en
su calidad de cliente que en la de ciudadano. De hecho, la denominada co-
operación público-privado hace referencia, en buena medida, a la coopera-
ción entre instituciones públicas y empresas «en la definición de estrategias
de futuro (...) como única forma de lograr con éxito determinados objetivos
de inversión privada y de coherencia y continuidad de la acción pública a
largo plazo».37
Lo cual no ha resultado indiferente en la valoración global del conjunto
de los planes estratégicos puestos en marcha en España tras el renombre
conseguido por la Barcelona olímpica, y es que la mayor parte de los mis-
mos «han puesto el énfasis en los aspectos de competitividad económica,
sin prestar gran atención a la vía del desarrollo sostenible.38 No es de extra-
ñar, pues a la postre el mundo empresarial es el origen de esta modalidad
planificadora 39. Pero sería del todo injusto, por incierto, extender homogé-
nea e indiscriminadamente dicha afirmación sin hacer la salvedad de planes
entre cuyos objetivos prioritarios destacan la cultura: Córdoba; la calidad de
vida: Málaga, Guipúzcoa, Barcelona, Girona, Alcobendas y Elche; o el me-
dio ambiente: Elche o Valencia.
DOXA 24 (2001)