Os Pido Posada
Os Pido Posada
Os Pido Posada
Era noche buena. Y como todos los años, íbamos al pueblo mamá y mis hermanos. Bueno,
y los primos, y tíos, y quien sabe cuanto pariente más. Este año mi prima menor era la madrina del
niño Dios. Era todo un ritual donde se elegía a una niña, que se encargaba de arrullar al niño dios,
mientras las rezanderas hacían su labor. Largos e interminables minutos de rezos, solo soportados
por los mayores. Los niños dándose la aburrida de su vida, dormitando en las faldas de las madres
o jugando en los alrededores, en lo que terminaban los rezos. En impaciente espera de la posada,
las piñatas, los aguinaldos, las bengalas. Los jóvenes de mi edad, igualmente aburridos, y aunque
igual nos gustaban los aguinaldos y todo eso, el plato fuerte era asistir al baile en la cancha de
basket del pueblo. Ahí si se ponía buena la cosa.
A Lorena la conocí hace tres noches, en la casa de tía Mati, que es donde se realizó la
posada en aquella ocasión. No creo en los flechazos, pero en esta ocasión creo que algo así fue lo
que nos pasó. Mientras estaban los rezos, yo salí a fumar – a escondidas de mamá, claro está- en
la calle, y ahí la encontré viendo las estrellas. Las miraba con mucha atención, ensimismada, sin
darse cuenta de nada más. A mi me encanta igualmente ver las estrellas en el pueblo. Se ven tan
claramente, sin el smog y luces de la ciudad. Cada que las veo me pregunto ¿Qué cantidad de
civilizaciones habitarán en ellas? ¿Habrá alguna parecida a la de nosotros? ¿Serán igual de
supersticiosos o los guiará la ciencia, el conocimiento? ¿Que grado de evolución habrán
alcanzado? Estas y muchas más ideas rondan en mi cabeza cada que las contemplo. Tiré mi cigarro
y me detuve junto a aquella chica. Inicialmente vi también aquellas distantes estrellas, tratando de
identificarlas. Pero esta vez me llamaba más la atención aquella contemplativa y silenciosa chica, y
mi mirada se fue dirigiendo hacia ella. Que guapa se veía así, tranquila, en paz, en actitud arrobada
mirando el firmamento. Supongo que de tanto mirarla fijamente, al final se percató de mi
presencia. Y me dijo: ¿Qué me ves?, lo cual me tomó de sorpresa. Se me trabó la lengua, y
supongo que me puse algo así como morado, porque rojo no puede ser, pues soy muy moreno. La
cara que he de haber puesto. Eso provocó su carcajada, me extendió la mano y me dijo: Lorena. Yo
alcé la mano y contesté: Yo Lalo. Y estuvimos juntos platicando ahí bajo el manto de las estrellas,
hasta que empezó la posada y entramos juntos a la casa de tía Mati. El resto de la velada la
pasamos comiendo aguinaldos, bebiendo ponche, contado chistes, riendo, riendo, riendo,
maravilloso. Al final nos despedimos, ella se fue con su papá y yo con mi tía, que me dijo: ¿le
preguntaste de que familia es? Recuerda que acá todos podemos ser parientes, no vaya a ser que
te emociones demasiando, y luego… Pero ¿Qué me importaba? Habíamos quedado de ir a bailar
después de la posada grande, la de todo el pueblo, en la casa de mis abuelos.
Y heme aquí, en el techo de la mencionada casa. Soy el encargado oficial de sostener la cuerda de
las piñatas, y con ese pretexto me libré de los rezos. Además, desde arriba puedo ver el camino
donde vendrá Lorena, claro está. Me emociona la idea, así que no pierdo de vista el camino por el
que vendrá. Conforme avanza la noche, empiezan a surcar el cielo varios relámpagos y truenos,
iluminando esta preciosa noche sin luna. ¡Oh no!, Espero que no llueva, arruinaría el baile de la
cancha. Que no llueva, que no llueva.
Literalmente me quedé esperando sentado el sonido del trueno, solo vi el relámpago, que raro,
muy muy raro. Muy potente además, demasiado, no había visto algo así. Será porque no le he de
haber puesto mucha atención a los relámpagos y truenos de la ciudad, y acá lo veo todo
magnificado. Hey ¿y estos quienes son? Van a media subida y no los vi antes, he estado pendiente
del camino esperando la llegada de Lorena. Y además que raro visten, no como los huehues, ni
como las personas del pueblo. Son una pareja, veo que se aproximan a la posada. Han de ser
invitados entonces quien sabe de quien. En fin. Espero que no llueva y no tarde Lorena en llegar,
ya han de ir como a la mitad de los rezos y empezará la posada. Y luego el baile!!!!.
Shalom, dijo el varón, doblando la cintura primero hacia la derecha y luego hacia la
izquierda, en una profunda y lenta reverencia.
Todos le miraron con extrañeza, escuchándose un murmullo entre los presentes. ¿Qué
dijo? mixteco no es, inglés tampoco.
Shalom dijo ella también, haciendo la misma inclinación que él, solo que no tan
prolongada por su evidente embarazo. Alguna comadre le murmuró a alguien entre los presentes:
Se ve que está en los últimos días. Está por nacer su criatura. De hecho, podría nacer en noche
buena, como el niño Dios.
Yo que observaba todo desde el techo, tampoco entendí lo que dijeron, y por más que buscaba en
mi cabeza, no tenía la más mínima idea del idioma en el que hablaron. Shalom, shalom. ¿en que
idioma estará? Eso si, parece algún tipo de saludo, con reverencia y todo. Bueno, apenas voy en
prepa, a duras penas entiendo el inglés, y una que otra palabra en italiano, en francés, y algunas
más en mixteco, y eso porque mamá me las enseñó, para mínimamente entender las pláticas de
los adultos. Rayos, y además Lorena todavía no llega, que es lo que realmente me interesa. Vive en
Puebla también, podremos vernos seguido. Creo que nos gustamos mutuamente, eso es chido. Y
espero que no seamos parientes, eso si sería una desgracia.
Los caminantes muestran una profunda tristeza en sus cansados rostros. Ella se encuentra
al borde del llanto. Elí Elí murmura. Esa palabra también la pude escuchar cuando pasaron cerca
del techo donde yo me encontraba. Una idea relampaguea en mi cabeza, y siento pena por ellos,
¿Es que haré algo al respecto? No lo sé.
¡Los visitantes ¡. Volteo nuevamente hacia el camino por el que llegaron, y en el cual ahora
se alejan. Arrastran los pies de cansancio, caminando lentamente, desesperanzados. Ohhh, pero
se acerca Lorena. Observo como se cruza con ellos en el camino y al parecer se saludan. Me olvido
de ellos, solo espero con emoción la llegada de ella. Cuando se encuentra cerca de mí, la saludo
desde arriba del techo, ella se sube ágilmente y se sienta junto a mí. Que bonita se ve con su
cabello negro, largo y rizado, sus grandes y profundos ojos, también negros hipnotizadores. Su
sonrisa, uf, esa sonrisa. Y también que bonito huele su perfume. Simplemente se ve preciosa.
Finalmente despierto del encantamiento que me provoca, nos saludamos ahora de beso en la
mejilla. Adoro esos saludos citadinos, que suavidad la de su juvenil mejilla. Y después me habla
acerca de los viajeros. Sentí algo raro al verlos, que extraño se visten, y que extraño saludo. Salón
o algo así, y esa extraña reverencia – me comenta -. Shalom. Así saludan, le digo. Si muy raros.
Mira- dice Lorena. Ya están entrando los peregri… Cuando ocurre nuevamente ese fogonazo, ese
raro relámpago sin trueno. Nos deslumbra, me da la sensación de que es más intenso que el
anterior. Hasta los focos se apagaron brevemente. Mi mirada se dirige hacia el camino. Ya no se ve
a los extraños caminantes. Iban a medio sendero, pero ya no están más. Lorena se talla los ojos y
mira también el camino. Ya no se ve a los caminantes. ¿Quiénes serían?
Quien sabe, le respondo, alzándome de hombros. ¿entonces si vamos al baile en la cancha?
Claro que si, ya habíamos quedado, quiero bailar contigo toda la noche
Excelente, le digo, y en mi rostro surge una gran sonrisa de alegría. ¡Voy a bailar toda la noche con
Lorena!
Los viajeros se detienen nuevamente, ante el nuevo resplandor. Voltean hacia atrás, donde
dejaron sus fallidas esperanzas de asilo, de descanso y un poco de consuelo. Solo observan el
páramo desierto, sin casas, sin luces, sin cuevas, sin el sendero por el que ascendieron. El
desánimo se ahonda en sus pechos, bajan la mirada desolados, no logran comprender que fue lo
que pasó. No hubo quien se compadeciera de ellos, igual que en todos lados. Solo ese chico que
estaba en lo alto de la vivienda, mostró un rastro de titubeo, pero tampoco intervino en su ayuda.
En ese momento, ella se da cuenta de las huellas. Le dice a él, y ambos las analizan. ¡Son de sus
perseguidores! Pero ya no hay rastros de ellos. Pasaron de largo. Ellos no se encontraban ahí, les
hubieran dado alcance. ¿Qué fue lo que pasó? ¿En qué sitio estuvieron? ¿Quiénes eran esas
gentes de ropajes raros, lenguaje incomprensible, construcciones extrañas, miríada de luces
distintas a las que conocían? ¿Lo sabrían algún día? ¿Los volverían a encontrar? El desconcierto los
abruma. De algo si están ciertos. Lo que haya acontecido, les salvó la vida. Y elevaron los ojos al
cielo en señal de agradecimiento. Hijo mío, estás a salvo- murmura ella por lo bajo, mientras
acaricia su vientre, próximo a dar a luz.
Le dirijo una última mirada al sendero, ahora vacío, sin viajero alguno, como si nunca hubiesen
existido. Mi rostro se ha tornado serio de repente. Durante unos momentos se abre paso en mi
mente la historia de la abuela. Me inunda y me saca de onda, aún a mi pesar. Si supiera, ¡si
supieran! Nadie reconoció a los viajeros… excepto yo. Yo si los reconocí, yo si se quiénes son. Y
también sé de que época vinieron. Además, también dudé en un par de ocasiones en hacer algo o
no. Cuanta ironía. Pues a final de cuentas… yo no soy un hombre de fé. Soy ateo y la noche buena
de los creyentes, no significa nada para mí.