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REVISTA

CLARA VENEZOLANA
HAMMERL DE ESTUDIOS
Y SU PAPEL DE LA MUJER
EN EL DESARROLLO DE- JULIO
UNA...- DICIEMBRE
- Esperanza2015 - VOL.
Bosch Fiol 20/N° 45 pp.
/ Victoria 201-218
A. Ferrer Pérez

APROXIMACIÓN A LA CONCEPCIÓN DE IMAGEN


FEMENINA PRESENTE EN TEXTOS DE TERESA DE LA
PARRA Y DE JOSÉ RAFAEL POCATERRA

Rosa Di Domenico R.1


[email protected]

UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA

Fecha de recepción: 01 de agosto de 2015


Fecha de aceptación: 25 de septiembre de 2015

Resumen Abstract
Este trabajo representa un intento de This work represents an attempt to
acercamiento a la imagen femenina de approach the female image of some texts
algunos textos de Teresa de la Parra y José of Teresa de la Parra and Jose Rafael
Rafael Pocaterra, desde una perspectiva de Pocaterra, from a gender perspective.
género. Se habla de mujeres que aparecen There is talk of women appearing in the
en Las Memorias de Mamá Blanca, Ifigenia Proceedings of Mama Blanca, Ifigenia and
y los Cuentos Grotescos. Todas circunscritas the Grotesque Tales. All confined to private,
a lo privado, observadoras principalmente mainly passive male task that operates in
pasivas del quehacer masculino que se the public space observer. For example,
desenvuelve en el espacio público. Por Ifigenia Maria Eugenia, despite his
ejemplo, en Ifigenia, María Eugenia, a rebellion, can with the provisions, does not
pesar de su rebeldía, no puede con lo succumb resigned both their needs to
establecido, sucumbe resignada tanto a sus maintain the status as well as the
necesidades de mantener el status como stipulations of the patriarchal society in
también a lo estipulado por la sociedad which marriage saves women wilting
patriarcal, en la que el matrimonio salva a between the walls of a house. Grotesque
la mujer de marchitarse entre las paredes Tales in different types of women appear,
de una casa. En los Cuentos Grotescos described from the male perspective of the
aparecen distintos tipos de mujeres, author, responding to a patriarchal society,
descritas desde la perspectiva masculina del where men control the public and women
autor, que responde a una sociedad are subordinate. Three aspects can link the
machista, en la que el hombre controla lo texts of both authors: common archetypes,
público y la mujer está subordinada. Tres whose existence, though in different
aspectos pueden enlazar los textos de ambos contexts, gender has similar conditions; the
autores: los arquetipos comunes, cuya presence of disappointment and longing
existencia, aunque en contextos distintos, experienced by women, by the contrast
posee condiciones de género similares; la between the desired and actual on their
presencia de la decepción y la nostalgia que lives. Finally, all reflect the conceptions of

1. Licenciada en Psicología, especialista en Psicología Clínica, Profesora Asociada de la Escuela de


Psicología UCV. Coordinadora Académica de la Escuela de Psicología UCV.

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experimentan las mujeres, por el contraste the feminine in a conservative society. To


entre lo anhelado y lo que realmente be valued girls must be educated to take
aparece en sus vidas. Finalmente, todas gender roles and powers built from
reflejan las concepciones sobre lo femenino patriarchy, transmitted during breeding.
en una sociedad conservadora. Para ser But approaching the different rebel
valorada la niña debe educarse para asumir woman who tries to escape from the
roles y atribuciones de género construidas domination and indifference. Which
desde el patriarcado, transmitidas durante began to appear at that time and that is
la crianza. Pero también se aproximan a la taking over public spaces. Teresa de la Parra
mujer diferente, rebelde, que intenta opens a window to feminism to advocate a
zafarse de la dominación y desamor. La que different role of women. Pocaterra values
empezaba a manifestarse en ese momento of the people who form the family and
y que va adueñándose de los espacios defends above man.
públicos. Teresa de la Parra abre una
ventana al feminismo al abogar por un
papel diferente de la mujer. Pocaterra valora
la del pueblo, que forma la familia y la
defiende por encima del hombre.

Palabras claves: Género, personajes Keywords: Gender, female characters,


femeninos, sociedad patriarcal, Teresa de patriarchal society, Teresa de la Parra, Jose
la Parra, José Rafael Pocaterra. Rafael Pocaterra.

E
ste trabajo representa un intento de acercamiento a la concepción
de imagen femenina presente en los textos revisados en la materia,
tanto de Teresa de la Parra como de José Rafael Pocaterra.
Por complicidad femenina, hago honor a Teresa de la Parra y
comienzo por ella. En este caso me referiré a algunos personajes que
aparecen en la novela Las Memorias de Mamá Blanca, como son Blanca
Nieves, Violeta, Evelyn y la madre de Blanca Nieves (Mamaíta), así como a
tres de los personajes de Ifigenia, María Eugenia Alonso, la tía Clara y la
abuela.
Todos estos personajes femeninos, cuya apariencia y contextos nos
imaginamos, son descritos con delicadeza y sobriedad, desde la voz femenina
de una extraordinaria escritora. Se habla de sus caracteres, su forma de ser
y de hablar, su vestimenta, sus sueños e ilusiones, sus proyectos de vida, en
algunos casos con mayor detalle que en otros. Todos ellos circunscritos al
ámbito de lo privado, de lo doméstico y como observadoras principalmente
pasivas del quehacer masculino que se desenvuelve en el espacio público.
Teresa de la Parra en Las Memorias de Mamá Blanca, describe a
Blanca Nieves, el personaje central, como una niña sensible, observadora,

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APROXIMACIÓN A LA CONCEPCIÓN DE IMAGEN FEMENINA PRESENTE EN TEXTOS DE... - Rosa Di Domenico R.

vestida de lazos y encajes, que va atesorando en su memoria y su corazón


todas las vivencias infantiles que ocurren, en primer lugar, en la hacienda
Piedra Azul y posteriormente en Caracas, y que luego serán recopiladas en
el libro. Ya adulta como Mamá Blanca recibe el mismo trato, se puede
percibir claramente la delicadeza y el afecto con que la escritora la describe
y narra algunos episodios de su vida.
Mamá Blanca es una mujer avanzada intelectualmente para su época,
sumergida en sus fantasías y anhelos, en su poesía de vida y de escaso talento
para las labores de hogar tradicionalmente atribuidas a la mujer, ya que ella
toca el piano y escribe, lo que denota una educación refinada. Sin embargo,
Mamá Blanca, al igual que otras mujeres de sociedad de la época, se asiste
de otra mujer, de status social más bajo, para realizar tales tareas, pero
ejerciendo el debido control sobre ella y dichos quehaceres como parte de
los «deberes» socialmente definidos como femeninos que le
corresponderían. Pero por otra parte, tampoco está interesada ni tiene
experiencia con asuntos monetarios, terreno del que la mujer era excluida:
«Mamá Blanca, cuyos ruidosos fracasos en todo lo que representase éxito material,
le habían conquistado aquella reputación de poca inteligencia,,,» (Parra, 1960,
p. 9), al punto de perder dinero como así le ocurre a otras mujeres en los
escritos de Teresa de La Parra, ya que de éstas atribuciones se apropiaban
principalmente los hombres. De esta manera, se entiende que socialmente,
para ese momento, las mujeres serían torpes para estos asuntos y eran los
hombres quienes debían manejarlos.
A mi parecer, Violeta es uno de los personajes más interesantes de la
novela. Una niña rebelde, oposicionista y emprendedora, con una
agresividad elegante, representativa del arquetipo de Artemisa: la mujer,
libre, independiente y voluntariosa. Violeta es capaz de establecer sus propios
límites, dar golpes y hasta decir palabrotas, lo que le amerita castigos y
críticas por no acoplarse al modelo femenino esperado, sumiso, callado y
dócil sino más bien por presentar determinadas características atribuidas a
los hombres, que no son aceptadas en una niña de su época. Así nos la
describe la autora en un párrafo que nos da idea de su temperamento:

Violeta, cuyas ansias aventureras la lanzaban a todo género de


empresas azarosas en las cuales figurara la desobediencia, con
sus correspondientes probabilidades de lucha y rebeldías,
Violeta... se había ido al comedor y había cogido un cuchillo.
Con él cortaba ramas, les sacaba punta y las clavaba en la tierra
diciendo:

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- Estos son mis tablones de caña, son mis cafetales; aquí están mis
jardines, todo esto es mi hacienda: ¡que nadie se acerque! (Parra,
1960, p.77).

La madre (Mamaíta), por su parte, es una mujer romántica, que


inventa historias y que está totalmente preocupada por el manejo del hogar,
la pulcritud y la belleza, lo que se exacerba al tener visitas:

¡Ah, es que mamá era el colmo de la amabilidad! Su don de


gentes, contenido de ordinario dentro de los cuatro corredores
de la casa de Piedra Azul, se desbordaba impetuoso a la primera
oportunidad y era sencillamente un torrente, un diluvio
universal de finuras, sonrisas, obsequios y ternuras... ella
también se vestía desde temprano, y agitadísima empezaba a
recorrer la casa descubriendo manchas a diestra y siniestra,
cambiando los tapetes y poniendo ramos de flores en todas
partes (Parra, 1960, p. 22).

De esta manera, el ornato tanto del hogar como de su racimo de


niñas son su principal ocupación, se habla poco de su relación con el esposo,
un hombre deseoso de un hijo varón que llevara su nombre y prolongara
su apellido, anhelo que no logra : «pero en lugar de Juan Manuel, destilando
poesía habían llegado en hilera las más dulces manifestaciones de la naturaleza:
«Aurora», «Violeta», «Blanca Nieves», «Estrella», «Rosalinda», «Aura Flor»»
(Parra, 1960, p. 19). Ante esto, el padre de Blanca Nieves que «no era
poeta, ni tenía mal carácter aguantaba aquella inundación florida...» (p.Parra,
1960, p.19), de una manera tan resignada que ella lo va a considerar «una
generosidad tan humillada» (Parra, 1960, p.19) que hería a las niñas en su
autoestima y su condición femenina, creándose una disconformidad padre
- hijas que duraría por siempre:

Sí, mi señor don Juan Manuel, tu perdón silencioso era una


gran ofensa, y para llegar a un acuerdo entre tus seis niñitas y
tu, hubiera sido mil veces mejor el que de tiempo en tiempo
les manifestaras tu descontento con palabras y con actitudes
violentas. Aquella resignación tuya era como un árbol inmenso
que hubieras derrumbado por sobre los senderos de nuestro
corazón (Parra, 1960, p.19).

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Así, el padre, era visto como alguien distante en su relación con las
mujeres de la casa, autoritario, alguien que no despertaba sentimientos
profundos de apego y afecto, y que se encerraba en su estudio preocupándose
por las finanzas y del mundo del afuera, dirigiendo con soberbia los asuntos
de la hacienda. No obstante, esto no le impedía hacer burla de los intereses
de su esposa, comentando que no le extrañaría que «un día las visitas se
encontraran con un ramo de flores, y paño bordado y un plato de dulces en....»
(Parra, 1960, p.22).
La madre de Blanca Nieves, Mamaíta, representa al arquetipo de
Hera: es la esposa dedicada a su rol familiar en las buenas y en las malas,
devota de su marido y quien hace todo lo posible por ser admirada y elogiada
como reina del mundo doméstico. También encarna a Demeter, la madre,
cuyo rol materno la llena, que se satisface cuidando y adornando a las
niñas, aún a costa de contrariar sus voluntades. Su misión, en conjunto
con Evelyn, una mujer de carácter fuerte y autoritario, una especie de alter
ego de la madre y quien se ocupa de las tareas más duras de la crianza, es la
de encargarse que los mandatos de la sociedad patriarcal sean debidamente
transmitidos a las niñas. Quien se oponga será castigada tal como le ocurre
a Violeta o las niñas cuando hacen cosas consideradas indebidas como
ensuciarse o decir alguna palabra inapropiada. La mujer debe estar impecable
y ser sumisa, callada y obediente, eso la va preparando para que cambien la
tutela de los padres por la de los esposos una vez estén debidamente casadas.
Todas estas mujeres viven en un espacio diferente y distante del
masculino, del que solo conocen lo que logran ver o escuchar. No toman
decisiones económicas, están alejadas de este tipo de preocupaciones y
dependen de las que tomen los otros, básicamente los hombres. En sus
mundos existen la poesía, los cuentos, los encajes y el piano, se circunscriben
a roles y atribuciones de género tradicionales, de la época, centrados en el
ámbito de lo doméstico, la sumisión y la invisibilización de la inteligencia
y potencialidades. Y si alguna intenta romper esto, le espera la crítica, la
represión, el rechazo y el castigo. Por ejemplo, aún cuando el espacio de
juego para las niñas puede ser el trapiche, tienen que jugar siempre con la
delicadeza y el debido decoro.
En el caso de Ifigenia, María Eugenia Alonso, el personaje central,
nos evoca un estilo refinado, de una muchacha de sociedad criada para
preocuparse por su apariencia, vestidos, sombreros, elegancia y moda. Le
gusta leer, escribir y eventualmente, tocar el piano. Ella, a través de la
mirada en el espejo, se va construyendo como mujer y va conociendo el
poder de su belleza y clase. María Eugenia llega creyéndose muy parisina e
independiente a Caracas y termina totalmente sometida a los mandatos de

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una sociedad prejuiciosa que quiere a la mujer calladita, sumisa, en la casa,


cuidando la reputación, el hogar y los hijos.
María Eugenia va a sentir y experimentar con angustia y tristeza el
gran contraste entre vivir en una ciudad moderna, sin preocuparse por el
dinero y una ciudad tradicional y conservadora en la que, además, se entera
de que es pobre. Esto se va a traducir en discusiones amargas con su abuela
y tía Clara, que no son más que los enfrentamientos entre dos visiones del
mundo muy distintas. No obstante, ella, a pesar de esto y de su rebeldía,
no puede con lo establecido y sucumbe resignada tanto a sus necesidades
de mantener el status social como también a la tradición y a lo estipulado
por la sociedad patriarcal, machista y conservadora en que vive, en la que
sólo el matrimonio salva a la mujer del tedio y de marchitarse entre bordados
y postres, en las cuatro paredes de una casa. Así señala Palma (2015),

La rebeldía y frivolidad de María Eugenia es exasperante en


sus largas diatribas con su abuela y con su tía Clara. Pero la
presión familiar y social es tan grande que María Eugenia
Alonso, como la mayoría de las jóvenes de esas tierras, se resigna
a las cadenas del matrimonio para preservar su estatus social y
económico. María Eugenia Alonso es víctima de la
contradicción entre el deseo de emancipación según el modelo
de la mujer moderna francesa y la inmovilidad tradicional de
su sociedad en donde las grandes familias aristocráticas se ven
arruinadas económicamente. Es el doloroso dilema entre
tradición y modernidad para una joven latinoamericana. (p.1).

Una sociedad que, adicionalmente, le niega su inteligencia y


capacidades y valora su subordinación y su virtud como atributos esperados.
Esto se evidencia en estas palabras que le dicen su abuela y tía Clara:

¡Lo que ha cambiado María Eugenia, Señor! De una niña


independiente y malcriadísima como era, en menos de dos
meses se ha transformado en una mujer reflexiva, sumisa y
muy moderada.¡ Gracias a Dios se casa tan bien! La dejo en
manos seguras... yo también digo ahora, que ya puedo morirme
en paz. (Abuela)
Tía Clara opina de su lado:
¡María Eugenia es otra; si, es completamente otra persona. Ha
perdido aquella malísima costumbre de pasar el día entero tragando
libros y ahora prefiere la cocina. Creo que será una magnífica

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ama de casa, porque es muy inteligente para todo, pero en la


cocina... ¡ah!... en la cocina es su especialidad...(Parra, 2011, p.
269).

De esta manera, todas las tradiciones, mandatos y costumbres sociales,


están representadas por la abuela y la tía Clara, fieles garantes de que los
preceptos de la sociedad patriarcal se cumplan y se sigan perpetuando en el
destino de las mujeres. Ambas han renunciado a los hombres, una por la
viudez, otra por el despecho, porque ya «se le pasó el tiempo» o porque
tiene la existencia de «una solterona» de la época y viven preocupadas por
lo que van a decir los demás, se encierran en la casa silenciosa, sumergidas
en un mundo de prejuicios cuidando plantas, haciendo postres y bordando
monótonamente el calado.
Ambas se van a ocupar de que María Eugenia se case, aunque sea sin
amor y sin considerar que pueda ser infeliz, previa represión de cualquier
intento de autonomía y del aprendizaje de todos los oficios domésticos y
labores del hogar, pero con eso quedará protegida de la pobreza y el
desamparo al que su misma familia la ha sometido. Mediante diversas
trampas revestidas de legalidad, un hombre, su tío, la ha despojado de su
fortuna y la ha dejado dependiente económicamente. Hecho que ella
considera un robo pero finalmente acepta.
La abuela y tía Clara van decidiendo el destino de María Eugenia,
aprovechándose además del desencanto que le produce la boda de Gabriel,
para que esté con un hombre que asegure su futuro. De tal manera que es
solo el hombre que ellas digan quien será como un padre que se ocupará de
ella, dándole seguridad económica y prestigio a través del matrimonio,
pero con las renuncias respectivas a lo que le gusta, por ejemplo los bailes y
determinadas vestimentas, lo que se refleja en este diálogo entre María
Eugenia y César Leal, su prometido, un hombre conservador y rígido:

-Espero que los vestidos no serán escotados, porque en ese


caso los perderás ¡yo no consentiré nunca que mi mujer se
escote!
-Y entonces, pregunté yo emocionada con ganas de romper a
llorar -¿para los bailes y el teatro usaré también vestidos altos?
-¡No pienses tanto en los bailes! – contestó él muy molesto...
¿qué papel puede hacer una mujer casada en los bailes?, y sobre
todo: ¿qué papel hace el marido que deja bailar en público a su
mujer? (Parra, 2011, p. 275).

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Es así como María Eugenia será sacrificada en nombre de la tradición


y los prejuicios como le ocurría a muchas mujeres de su clase. Sin embargo,
ella «demuestra no ser... una «víctima pasiva» de su sumisión, su incansable
resistencia y su fracaso final nos da una pauta de la magnitud del poder que
tuvo que enfrentar a principios del siglo XX en la sociedad venezolana»
(Madeiros-Lichem, 2006, p. 97)
En este contexto, la mujer debe ser dependiente de los demás y del
hombre, resignada, sometida, reprimida y callada, debe aceptar con
conformidad lo que dicen los otros y renunciar a otras posibilidades y a sus
verdaderos deseos, negados y reprimidos por la condición en que se mueve
la dinámica de una sociedad que se devora cualquier intento de libertad,
amor, felicidad y autonomía. No obstante, señala Madeiros-Linchem
(2006):

El valor de Ifigenia... es haber desafiado la hegemonía patriarcal


a través de un discurso que expone su violencia y de haber
inscito la resistencia de la mujer contra la opresión de que es
objeto... a pesar de que las transgresiones de la heroína son
castigadas y su posición de sujeto finalmente anulada... la prosa
de de la Parra ha contribuido al desarrollo del sujeto resistente
en la narrativa femenina (p.97).

Por su parte, la obra de José Rafael Pocaterra, de acuerdo con Arria y


Muñoz (2003), coloca a la sociedad venezolana,

bajo una suerte de lente implacable que magnifica todos los


errores, falsedades y defectos... es vista como un cenáculo de
hipocresía y traición a los principales valores de la convivencia
humana. El pueblo, como garante de la tradición y el trabajo
honesto. Pocaterra... toma a la sociedad, compuesta por los
sectores más afortunados económicamente, para ridiculizarla
e ironizarla exhaustivamente. Para él es conformista, vacía,
inicua, hipócrita... Las novelas y cuentos de Pocaterra distan
de ser lecturas amables y complacientes. .. son retratos crueles
de escenas urbanas y rurales donde un puñado de personajes
enfrentan una y otra vez condiciones terribles que cuestionan
tanto sus valores como su humanidad. La Venezuela descrita
por la pluma grotesca de Pocaterra no lleva disfraz, es un paisaje
desolador con tintes claramente pesimistas. Bajo su despiadada
lupa, señala y apunta a los males de la República. (p.1).

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APROXIMACIÓN A LA CONCEPCIÓN DE IMAGEN FEMENINA PRESENTE EN TEXTOS DE... - Rosa Di Domenico R.

En relación con la imagen femenina, en sus Cuentos Grotescos


aparecen distintos tipos de mujeres, descritas con una crudeza a mi parecer
propia del escritor y de su perspectiva masculina, que responde a una
sociedad patriarcal, machista, en la que el hombre domina y controla el
ámbito de lo público y la mujer aparece como subordinada.
En este orden de ideas destacan Arria y Muñoz (2003) que en su
obra aparece la sociedad patriarcal en la que

Los personajes masculinos siguen un código victoriano del


honor del hombre que difícilmente pueda atribuirse a un azar
por parte del autor. Los códigos establecidos del momento le
daban a la mujer una posición casi nula en la vida política y
social de la Venezuela, siendo simplemente relegada a ser
«señorita de sociedad» para luego convertirse, simplemente,
en madre y esposa. No obstante la definición clara de esta
visión, insiste muchas veces en describir el flujo de pensamientos
de sus personajes femeninos. (p.1).

De esta forma, mostrando el curso de sus ideas y emociones, Pocaterra


rescata a los personajes femeninos y les da una dimensión humana,
acercándose a ellos. Las mujeres que aparecen en los Cuentos Grotescos son
realmente interesantes y representan una gama de imagos femeninos que
aún perduran en esta época y que pueden agruparse de la siguiente manera.
Por una parte, las mujeres débiles, sumisas, sometidas, o muy soñadoras,
que pueden ser víctimas del hombre, asesinadas, maltratadas, violadas,
engañadas, desilusionadas o ridiculizadas. En otro grupo, estarían las mujeres
que intentan hacer valer su derecho a la autonomía y son descritas como
pérfidas, infieles y traicioneras, que hacen padecer a los hombres en sus
buenas intenciones. También encontramos a las mujeres que se sacrifican
por los hijos, sufridas, abnegadas que dan todo por ellos, incluyendo su
cuerpo. Y no podemos olvidar, finalmente, a las mujeres fuertes y
combativas, pero que igualmente son victimas del abandono o la violencia
del hombre, y de aquellas que intentan ilustrarse, y que son ridiculizadas
en su intento, enloqueciendo a los maridos.
Muchas de las mujeres presentes en los cuentos fallecen, algunas de
manera inexplicable, otras de tristeza e impotencia, por amor, por nostalgia,
son asesinadas o están a merced de las decisiones masculinas. Emergen
aquellas que pierden su belleza y lozanía en la soledad creyendo que
solamente evitan marchitarse matrimonio mediante, una vez que el hombre
toma posesión de ellas como una propiedad más de la que pueden disponer

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libremente. No importa si son infelices, se deprimen o se mueren de tristeza,


fueron salvadas, lo demás es su culpa. Todos estos ejemplos ilustran la
frustración femenina en el mundo controlado por el hombre.
Pocaterra, a través de su discurso duro y descarnado, mediante la
burla y la ironía, hace dignas de amor a las mujeres que son consideradas
poco agraciadas o libertinas, ridiculiza a las que estudian o se preparan o de
alguna manera son denigradas en su intento, como la pianista. Pocaterra
muestra a las mujeres sometidas al hombre para sobrevivir, a las que no se
les permite tomar decisiones y que calladas son más valoradas. Mujeres que
viven en su mundo de ilusiones o que envidian la suerte de aquellas que
reciben el amor de los hombres. Mujeres humilladas, traicionadas, golpeadas
o engañadas. Mujeres abnegadas y fuertes en la crianza de los hijos, que se
sacrifican por ellos. Pero que también pueden ser traicioneras, seductoras y
pérfidas en una especie de venganza por los sinsabores que ocasiona el
machismo.
Mireles (2005), destaca cómo Pocaterra:

a través de «Cuentos Grotescos» muestra las características del


momento que vivía el país, donde imperaba el terror y la
violencia. Pero esto no sucedía solamente con las autoridades,
esta violencia también era común en el seno de la familia,
donde la mujer estaba sometida a la violencia del hombre,
quien detrás de una falsa moral, ocultaba los más oscuros
propósitos. (p.1).

Asimismo, señala Mireles (2005), Pocaterra « deja colar un mensaje al


lector, al hacer referencia a esas personas que «ven pero no miran»; resaltando
así la espiritualidad de aquellas mujeres (consideradas feas), como antítesis de
lo físico...» y quiere mostrar «una posición crítica... ante la actitud ridícula
de algunas mujeres que alardeaban de sus conocimientos... el calvario que
viven las mujeres que tienen «un borracho» en su familia»... el desenlace cruel
de la realidad cotidiana de las mujeres engañadas... mujeres que aparecen casi
siempre como víctimas de los hombres» (p.1).
De esta manera, Pocaterra, seguramente sin saberlo de manera
consciente, se pasea por muchos de los arquetipos femeninos. Pero en sus
cuentos ellos pierden la elegancia de las Diosas griegas de donde derivan.
Ellos aparecen de manera extravagante, deformada y grotesca.
Solamente por nombrar algunos, encontramos a una Afrodita, Diosa
del amor y la belleza, apareciendo de forma inescrupulosa y traicionera en
Las Frutas muy altas y la Redención, cuyos personajes femeninos enamoran

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APROXIMACIÓN A LA CONCEPCIÓN DE IMAGEN FEMENINA PRESENTE EN TEXTOS DE... - Rosa Di Domenico R.

al hombre en función de sus propias necesidades, para luego abandonarlo,


sin importarle las consecuencias afectivas que esto pueda tener en ellos.
Ecate, representante de la oscuridad y sus terrores, emerge terrible,
despiadada y sin contemplaciones en su relación con los hombres en el
personaje de La Cerbatana. Ellos sentirán respeto y miedo hacia ella pero
también experimentarán un profundo desprecio porque no se acompla al
modelo de mujer sometida que tanto anhela la sociedad patriarcal. Ella no
representa a esa mujer obediente, que es burlada por los hombres, al
contrario, la que actúa de esta manera es ella, destruyendo a todo aquel
que se atreva a amarla.
Atenea, en su sabiduría, es tratada con sarcasmo e ironía en Una
Mujer de Mucho Mérito, al punto de que la mujer puede enloquecer al
hombre con sus ansias de saber y sus conocimientos.
Hestia, la Diosa del Hogar, se muestra mancillada y atormentada en
La i latina, cuyo personaje femenino no puede vivir tranquilo en un hogar
armonioso, sino al contrario, es infeliz y permanentemente maltratada
por un hombre y finalmente fallece. Ella transmite una gran pena dentro
de su soledad e impotencia. En Oropéndola, la bella sufre y se siente
incompleta al no ser deseada por el hombre, envidiando la suerte de aquella
considerada menos agraciada pero que sí es «afortunada» en este sentido.
Hera en su deseo de un matrimonio feliz y comprometido para
siempre, es engañada y desilusionada en La llave, cuento en el que la mujer
termina cerrando los ojos ante el esposo infiel para mantener así las
apariencias.
La gran madre, Deméter, representante del sueño de mujer que se
completa, es feliz y se realiza con sus hijos, se observa sufrida y entregada al
dolor en Patria La Mestiza, Pascua de Resurrección y El Patriarcado.
En estos tres textos, la mujer madre es golpeada por la vida y por los
hombres pero se dedica en cuerpo y alma a su rol materno. Llora, se apasiona
y lo da todo por los hijos. En Patria la Mestiza, es la mujer abusada y
abandonada, que ama incondicionalmente al hijo producto de una
violación, podemos compararla con Venezuela, país maltratado y explotado
pero que aún así cobija a todos con generosidad y amor incondicional. En
Pascua de Resurrección, la madre debe entregar su cuerpo para proteger al
hijo y asegurar su supervivencia, a hombres realmente repulsivos, su sacrificio
termina con la muerte de este abnegado personaje. El Patriarcado muestra
a la madre adolorida profundamente y sin límites ante la muerte de sus
hijos, que se encuentra totalmente sometida a las decisiones de un hombre
déspota que solo conoce el honor si la mujer se ajusta a sus necesidades de

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dominio y control. Este individuo termina asesinando a la hija sin


contemplaciones para proteger su propia reputación machista.
Finalmente, ¿cuál es el lazo que vincula los textos de Teresa de la
Parra y de José Rafael Pocaterra? ¿En qué se asemejan las imágenes femeninas
de las que nos hablan?
En primer lugar, podrían ser enlazados a través de la presencia de
algunos arquetipos femeninos comunes en los trabajos revisados, cuya
existencia, aunque transcurre en circunstancias y contextos distintos, posee
condiciones de género similares.
Así puede encontrarse a Hestia, en la figura de la tía Clara de Ifigenia,
una mujer sumisa, callada y centrada en sus valores, y que representa a la
mujer soltera de la época, alejada de los hombres, con una inmensa soledad,
quien, al igual que la Señorita de La i latina, vive con una gran resignación
y tristeza su situación de vida.
Hera, la mujer que anhela casarse, aparece en Clarita de Oropéndola
e Isabel Alonso de Ifigenia, ambas comparten ese temor ante la posibilidad
de no contraer matrimonio y que se marchiten su belleza y juventud. En
estos personajes, el cuerpo joven y el poder de su hermosura física son el
centro de uno de los conflictos y angustias más fuertes, el de no ser pareja
de un hombre que las rescate de su soltería, independientemente del amor.
Si no se casan, no tienen identidad, pasan al anonimato más absoluto y al
olvido, «se les pasa el tren».
Asimismo, Deméter, la madre amante de sus hijos y que se sacrifica
por ellos, para quien lo más importante es su rol de cuidadora de su prole y
del hogar, quedando el de amante y esposa en un último plano, resalta en
Mamaíta de Las Memorias de Mamá Blanca de Teresa de la Parra, y en
algunos Cuentos Grotescos como Patria la Mestiza, Domingo de Resurrección
y El Patriarcado, como ya señalamos anteriormente. Personajes en los que,
de diversa manera y en distintas circunstancias, la función materna con
todos sus gustos y desvelos, entregas y sacrificios, es el centro de su existencia
y desenvolvimiento cotidiano.
Finalmente, emerge Atenea, luminosa y florida en el personaje de
Mamá Blanca; devaluada por un entorno prejuicioso y conservador que
invisibiliza el talento femenino y lo reprime en María Eugenia Alonso y es
objeto de burlas en Una mujer de mucho mérito.
Estos arquetipos, que se observan en algunos de los personajes
femeninos descritos por ambos autores, enganchan sus narraciones alrededor
de temas comunes aunque con diferentes matices y condiciones de vida,
transformando a la mujer en el eje central de sus escritos.

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APROXIMACIÓN A LA CONCEPCIÓN DE IMAGEN FEMENINA PRESENTE EN TEXTOS DE... - Rosa Di Domenico R.

En segundo lugar, aparecen la decepción, la desilusión y el desencanto


que experimentan los personajes femeninos, como aspectos que enlazan
las obras de Teresa de la Parra y José Rafael Pocaterra, basados en el contraste
entre lo soñado, lo anhelado y lo que realmente aparece en sus vidas,
marcándolos profundamente.
En este sentido, emerge la gran desilusión de las niñas en Las
Memorias de Mamá Blanca, cuando llenas de esperanza regresan a visitar
Piedra Azul desde Caracas, pero encuentran un lugar diferente, modernizado
y transformado. Por eso Mamaíta no quería ir:

Mamá no quería volver a su antigua hacienda. No tanto porque


el viaje fuese largo, pesado y polvoriento, sino porque sabía
por advertencia del corazón que es peligroso enfrentarse a las
cosas sobre las cuales, desde lejos, ponemos a reposar nuestros
recuerdos (Parra, 1960, p.104).

El regreso a Piedra Azul fue realmente triste y provocó un gran


desencanto que confirmó lo que Mamaíta ya sabía y sentía:

–¡Ay, Mamaíta –dijo alguien declamando con inmenso dolor–,


para ver cómo nos rotaron el cují y cómo nos quitaron todito el
corralón y para que después vinieran a decirnos que al pobre
Vicente Cochocho se lo comieron los zamuros, ¡más vale que
nunca hubiéramos venido!
Mamá respondió entre dos bruscos saltos del coche y dos
profundos suspiros:
–¡por tercas, niñitas, por tercas, acuérdense: yo se los dije!
(Parra, 1960, p. 107).

En el Ideal de Flor, uno de los Cuentos Grotescos, el desencanto y la


decepción de la protagonista se concreta cuando se encuentra con el poeta
y se da cuenta de quién es en verdad, un hombre totalmente opuesto al
idealizado, al soñado, lo que se ilustra en este dramático momento que la
ubica en la realidad con un duro golpe (Pocaterra, 1985, p.106):

Y al salir, en toda la zona iluminada de la confitería, a


empellones del policía, diciendo excusas vergonzantes, gritando
su título de altísimo poeta, sin flor ninguna en el ojal del flux
ajado y mugriento, sucio el cuello, chafado el sombrero sobre
una melena cerdosa, todo ebrio, todo abyecto, todo ruin pasó

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el ideal de Flor, bajo el puño de los gendarmes, dando tumbos


como si en realidad pisase la pendiente moral de la vida.
Cerró los ojos, pálida como una muerta.
-¿Te has asustado hija?
-Sí, mucho –repuso ahogándose de emoción
Y esa noche, en la soledad de su cuarto... aquella pena agria se
deshizo en silencio... Bajo las brumas, a la falda de un cerro
que apenas se ve, va quedando... la ciudad de los muertos
ideales, la Caracas de ensueño...
Flor tiene los ojos llenos de lágrimas
-¿Cómo que estás llorando tonta?
-No papá; es el humo y; que me ha caído carbón en los ojos...!

Finalmente, en este mismo orden de ideas, aparecen todas las


desilusiones que vivirá María Eugenia Alonso en Ifigenia: el gran contraste
entre la ciudad moderna y tradicional, entre la vida en París y la que lleva
en casa de la Abuela, entre sus sueños de libertad y la represión a la que se
va a ir resignando progresivamente, entre la riqueza y la pobreza, la
decepción por el matrimonio de Gabriel y también por su compromiso
con un hombre muy diferente al que anhelaba. Estos eventos, entre otros,
hacen del desencanto uno de los aspectos más significativos en su mundo
personal y emocional.
Estos tres ejemplos, nos transmiten como lectores vivencias de duelo,
nostalgia, melancolía y tristeza por lo que se pierde, por lo que pudo ser y
no fue, por lo deseado y lo real, por el tiempo que pasa y los eventos de la
vida que van arrastrando a estas mujeres, y a nosotros mismos cuando nos
identificamos con ellas, en sentimientos de impotencia, resignación y
desilusión.
En tercer lugar, otro elemento de conexión fundamental, entre la
obra de Teresa de la Parra y José Rafael Pocaterra en lo referente al tema
que trata este ensayo, está en que todas las mujeres que emergen es ambos
discursos, aún con estilos diferentes, reflejan la ideología y concepciones
sobre lo femenino dentro una sociedad tradicional y profundamente
conservadora, machista y patriarcal.
En este contexto, para ser aceptada y valorada la niña debe ser educada
en función de asumir roles y atribuciones de género construidas desde el
patriarcado y transmitidas y perpetuadas en el proceso de crianza,
principalmente por la madre: sumisión, silencio, obediencia, ocuparse de
sus vestidos y la casa y olvidarse de su formación intelectual y autonomía.
De esta manera, son anuladas, reprimidas y se les niega e invisibilizan en

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sus posibilidades y potencialidades. Ambos nos hablan de la mujer


desamparada, humillada, dependiente, víctima, atrapada en un mundo de
prejuicios, represiones y exigencias, a quien solo el hombre puede rescatar
de su desolación, lo que ella debe agradecer.
Pero también ambos se aproximan de alguna manera y de diversa
manera, en algunos de sus personajes, a la mujer diferente, la que estudia,
viaja, es rebelde e intenta zafarse de la dominación, el desamor y el control.
Seguramente la mujer que empezaba a manifestarse en ese momento de
forma aún muy tímida para defender sus derechos, una mujer que
inexorablemente va emergiendo y adueñándose de los espacios públicos
que eran exclusivos del hombre y de donde había sido relegada para que
no representara una amenaza para el patriarcado.
Teresa de la Parra abre una ventana al feminismo y aboga por un
papel diferente de la mujer en la sociedad moderna, tal como destaca
Truneanu (2005):

Teresa de la Parra, en sus conferencias, pregona la necesidad


de la independencia femenina. Señala que la crisis por la que
atravesaban las mujeres de la época no se curaba predicando la
sumisión, ya que la vida moderna, junto con los medios de
comunicación, establecía ya nuevas pautas en la sociedad. (p
132).

Dicho en palabras de Teresa de la Parra:

Para que la mujer sea fuerte, sana y verdaderamente limpia de


hipocresía, no se la debe sojuzgar frente a la nueva vida, al
contrario, debe ser libre ante sí misma, consciente de los peligros
y de las responsabilidades, útil a la sociedad, aunque no sea
madre de familia, e independiente pecuniariamente por su
trabajo y su colaboración junto al hombre, ni dueño, ni
enemigo, ni candidato explotable, sino compañero y amigo.
(Parra, s/f, p. 474).

Resalta Truneanu (2005) que Teresa de la Parra,

no toma posturas extremas, proclama que el hombre y la mujer


vayan lado a lado, no invertir la sumisión ni pisar de ahora en
adelante a los hombres, sino establecer un respeto y una
armónica igualdad... considera el trabajo como una disciplina

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más que purifica y fortalece el espíritu... la sumisión y la


pasividad impuestas a la fuerza producen resentimientos
silenciosos y causa amargura a las mujeres... la verdadera
independencia femenina debe venir por el trabajo, no el
humillante con que se explota a las mujeres, sino los empleos
justamente remunerados, que exigen una preparación en
carreras y estudios.... aboga por una mujer activa, dueña de sí
misma, capaz de superarse individualmente, no gracias a un
hombre, sino por méritos propios, logrados a través del trabajo
y el estudio, donde impera la necesidad de romper con los
tabúes, con las restricciones morales y convencionales...
describe el conflicto de una mujer que ya no quiere ser objeto
decorativo, ni cumplir un rol exclusivo de esposa-madre-ama
de casa, a la zaga del a la zaga del hombre, sino una mujer
sujeto, con ideas propias y vida acorde a la modernidad...
(p.132).

Por su parte, y en relación con José Rafael Pocaterra, Arria y Muñoz


(2003) señalan el fuerte culto que le profesaba a la mujer y su insistencia en
mostrar su situación en Venezuela, particularmente al relacionar a la mujer
mártir y la Patria, lo se repite muchas veces en su obra, valorando de manera
privilegiada a la mujer del pueblo. Para él,

Los personajes femeninos ante la adversidad son los únicos


que sostienen los valores importantes de la sociedad, en
contraposición de los personajes masculinos, ávidos de riquezas
fáciles y sin ningún sentido de la tradición nacional. A pesar
de la dureza de la pluma de Pocaterra, éste brinda unos
conceptos generosos sobre la mujer. En ellas el escritor reconoce
su sensibilidad ante la injusticia humana. Es la mujer la que se
transforma en elemento disociador en el género humano. De
hecho, su pluma abre paso en el corazón de la mujer simple y
sencilla del pueblo, la que hace heroína de sus textos en
detrimento de la mujer de clase alta que acusa de estúpida,
atrasada, laxa, mustia, sin color alguno de sensibilidad (p.1).

Pocaterra muestra a la mujer humilde, que lucha y forma a la familia,


enseñando la virtudes y valores más importantes, y es a quien defiende por
encima del hombre ya que es ella quien:

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responderá con nuevos hombres útiles al país, y no


mamarrachos serviles al poder de turno. La mujer de mi país,
hoy, significa mucho más que su compañero; y sólo en ella
aún resta la esperanza de una generación futura, no esta del
«fox-trot» y de la torería del general Vicentico, partida de
muchachejos desconceptuados, adulones y vacuos, sino otra
que suma resueltamente el cometido de una renovación
nacional y se resuelva a demoler los ídolos de ayer, los de hoy y
los que quieran erguirse mañana (Pocaterra, 1990, p. 25, c.p.
Arria y Muñoz, 2003, p. 1 ).

Finalmente, puede señalarse que esa mujer venezolana


contemporánea y moderna que va a ir emergiendo a lo largo del siglo XX
y que hoy se desenvuelve en nuestro país, luchadora, que se ocupa tanto
del hogar como de la manutención y cuidado de la familia, continúa
manteniendo esos rasgos de sumisión ante la dominación masculina y
perpetuando el machismo en la crianza de los hijos, tal como se ha
encontrado en investigaciones sobre el tema, como las de Moreno (2000)
y Otálora (1988), entre otros. Esto quiere decir, en definitiva que el
patriarcado en Venezuela, el mismo del que nos hablaron Teresa y José
Rafael, pero con algunos matices diferentes, sigue gozando de buena salud.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

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Pocaterra, J.R. (1985). Cuentos Grotescos. Editorial Panapo de Venezuela: Caracas.
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