00 - GONZALOA - DOBLAS - 4°ano - Literatura I - TEC - Guía - 2
00 - GONZALOA - DOBLAS - 4°ano - Literatura I - TEC - Guía - 2
00 - GONZALOA - DOBLAS - 4°ano - Literatura I - TEC - Guía - 2
GUÍA DE TRABAJO N° 2
Iniciamos la lectura
El cuentista
Era una tarde calurosa y el vagón del tren también estaba caliente; la siguiente parada,
Templecombe, estaba casi a una hora de distancia. Los ocupantes del vagón eran una niña
pequeña, otra niña aún más pequeña y un niño también pequeño. Una tía, que pertenecía a los
niños, ocupaba un asiento de la esquina; el otro asiento de la esquina, del lado opuesto, estaba
ocupado por un hombre soltero que era un extraño ante aquella fiesta, pero las niñas pequeñas
y el niño pequeño ocupaban, enfáticamente, el compartimiento. Tanto la tía como los niños
conversaban de manera limitada pero persistente, recordando las atenciones de una mosca que
se niega a ser rechazada. La mayoría de los comentarios de la tía empezaban por «No», y casi
todos los de los niños por «¿Por qué?». El hombre soltero no decía nada en voz alta.
-No, Cyril, no -exclamó la tía cuando el niño empezó a golpear los cojines del asiento,
provocando una nube de polvo con cada golpe-. Ven a mirar por la ventanilla -añadió.
El niño se desplazó hacia la ventanilla con desgana.
-¿Por qué sacan a esas ovejas fuera de ese campo? -preguntó.
-Supongo que las llevan a otro campo en el que hay más hierba -respondió la tía débilmente.
-Pero en ese campo hay montones de hierba -protestó el niño-; no hay otra cosa que no sea
hierba. Tía, en ese campo hay montones de hierba.
-Quizá la hierba de otro campo es mejor -sugirió la tía neciamente.
-¿Por qué es mejor? -fue la inevitable y rápida pregunta.
-¡Oh, mira esas vacas! -exclamó la tía.
Casi todos los campos por los que pasaba la línea de tren tenían vacas o toros, pero ella lo
dijo como si estuviera llamando la atención ante una novedad.
Docentes responsables: Carmona, Romina y González, Sara 1
Escuela Agrotécnica Gonzalo A. Doblas- 4° Año- 1° y 2° división-Ciclo Orientado- Literatura I
-Érase una vez -comenzó el soltero- una niña pequeña llamada Berta que era
extremadamente buena.
El interés suscitado en los niños momentáneamente comenzó a vacilar en seguida; todas las
historias se parecían terriblemente, no importaba quién las explicara.
-Hacía todo lo que le mandaban, siempre decía la verdad, mantenía la ropa limpia, comía
budín de leche como si fuera tarta de mermelada, aprendía sus lecciones perfectamente y tenía
buenos modales.
-¿Era bonita? -preguntó la mayor de las niñas.
-No tanto como cualquiera de ustedes -respondió el soltero-, pero era terriblemente buena.
Se produjo una ola de reacción en favor de la historia; la palabra terrible unida a bondad fue
una novedad que la favorecía. Parecía introducir un círculo de verdad que faltaba en los cuentos
sobre la vida infantil que narraba la tía.
-Era tan buena -continuó el soltero- que ganó varias medallas por su bondad, que siempre
llevaba puestas en su vestido. Tenía una medalla por obediencia, otra por puntualidad y una
tercera por buen comportamiento. Eran medallas grandes de metal y chocaban las unas con las
otras cuando caminaba. Ningún otro niño de la ciudad en la que vivía tenía esas tres medallas,
así que todos sabían que debía de ser una niña extraordinariamente buena.
-Terriblemente buena -citó Cyril.
-Todos hablaban de su bondad y el príncipe de aquel país se enteró de aquello y dijo que, ya
que era tan buena, debería tener permiso para pasear, una vez a la semana, por su parque, que
estaba justo afuera de la ciudad. Era un parque muy bonito y nunca se había permitido la entrada
a niños, por eso fue un gran honor para Berta tener permiso para poder entrar.
-¿Había alguna oveja en el parque? -preguntó Cyril.
-No -dijo el soltero-, no había ovejas.
-¿Por qué no había ovejas? -llegó la inevitable pregunta que surgió de la respuesta anterior.
La tía se permitió una sonrisa que casi podría haber sido descrita como una mueca.
-En el parque no había ovejas -dijo el soltero- porque, una vez, la madre del príncipe tuvo
un sueño en el que su hijo era asesinado tanto por una oveja como por un reloj de pared que le
caía encima. Por esa razón, el príncipe no tenía ovejas en el parque ni relojes de pared en su
palacio.
La tía contuvo un grito de admiración.
-¿El príncipe fue asesinado por una oveja o por un reloj? -preguntó Cyril.
-Todavía está vivo, así que no podemos decir si el sueño se hará realidad -dijo el soltero
despreocupadamente-. De todos modos, aunque no había ovejas en el parque, sí había muchos
cerditos corriendo por todas partes.
-¿De qué color eran?
-Negros con la cara blanca, blancos con manchas negras, totalmente negros, grises con
manchas blancas y algunos eran totalmente blancos.
El contador de historias se detuvo para que los niños crearan en su imaginación una idea
completa de los tesoros del parque; después prosiguió:
-Berta sintió mucho que no hubiera flores en el parque. Había prometido a sus tías, con
lágrimas en los ojos, que no arrancaría ninguna de las flores del príncipe y tenía intención de
mantener su promesa por lo que, naturalmente, se sintió tonta al ver que no había flores para
coger.
-¿Por qué no había flores?
-Porque los cerdos se las habían comido todas -contestó el soltero rápidamente-. Los
jardineros le habían dicho al príncipe que no podía tener cerdos y flores, así que decidió tener
cerdos y no tener flores.
Hubo un murmullo de aprobación por la excelente decisión del príncipe; mucha gente habría
decidido lo contrario.
-En el parque había muchas otras cosas deliciosas. Había estanques con peces dorados,
azules y verdes, y árboles con hermosos loros que decían cosas inteligentes sin previo aviso, y
colibríes que cantaban todas las melodías populares del día. Berta caminó arriba y abajo,
disfrutando inmensamente, y pensó: «Si no fuera tan extraordinariamente buena no me habrían
permitido venir a este maravilloso parque y disfrutar de todo lo que hay en él para ver», y sus
tres medallas chocaban unas contra las otras al caminar y la ayudaban a recordar lo buenísima
que era realmente. Justo en aquel momento, iba merodeando por allí un enorme lobo para ver
si podía atrapar algún cerdito gordo para su cena.
-¿De qué color era? -preguntaron los niños, con un inmediato aumento de interés.
-Era completamente del color del barro, con una lengua negra y unos ojos de un gris pálido
que brillaban con inexplicable ferocidad. Lo primero que vio en el parque fue a Berta; su
delantal estaba tan inmaculadamente blanco y limpio que podía ser visto desde una gran
distancia. Berta vio al lobo, vio que se dirigía hacia ella y empezó a desear que nunca le hubieran
permitido entrar en el parque. Corrió todo lo que pudo y el lobo la siguió dando enormes saltos
y brincos. Ella consiguió llegar a unos matorrales de mirto y se escondió en uno de los arbustos
más espesos. El lobo se acercó olfateando entre las ramas, su negra lengua le colgaba de la boca
y sus ojos gris pálido brillaban de rabia. Berta estaba terriblemente asustada y pensó: «Si no
hubiera sido tan extraordinariamente buena ahora estaría segura en la ciudad». Sin embargo, el
olor del mirto era tan fuerte que el lobo no pudo olfatear dónde estaba escondida Berta, y los
arbustos eran tan espesos que podría haber estado buscándola entre ellos durante mucho rato,
sin verla, así que pensó que era mejor salir de allí y cazar un cerdito. Berta temblaba tanto al
tener al lobo merodeando y olfateando tan cerca de ella que la medalla de obediencia chocaba
contra las de buena conducta y puntualidad. El lobo acababa de irse cuando oyó el sonido que
producían las medallas y se detuvo para escuchar; volvieron a sonar en un arbusto que estaba
cerca de él. Se lanzó dentro de él, con los ojos gris pálido brillando de ferocidad y triunfo, sacó
a Berta de allí y la devoró hasta el último bocado. Todo lo que quedó de ella fueron sus zapatos,
algunos pedazos de ropa y las tres medallas de la bondad.
-¿Mató a alguno de los cerditos?
-No, todos escaparon.
-La historia empezó mal -dijo la más pequeña de las niñas-, pero ha tenido un final bonito.
-Es la historia más bonita que he escuchado nunca -dijo la mayor de las niñas, muy decidida.
-Es la única historia bonita que he oído nunca -dijo Cyril.
La tía expresó su desacuerdo.
-¡Una historia de lo menos apropiada para explicar a niños pequeños! Ha socavado el efecto
de años de cuidadosa enseñanza.
-De todos modos -dijo el soltero, cogiendo sus pertenencias y dispuesto a abandonar el tren-
, los he mantenido tranquilos durante diez minutos, mucho más de lo que usted pudo.
«¡Infeliz! -se dijo mientras bajaba al andén de la estación de Templecombe-. ¡Durante los
próximos seis meses esos niños la asaltarán en público pidiéndole una historia impropia!»
Saki The Storyteller”, 1914
Luego de la lectura
1. ¿Hay consenso en “El cuentista” para definir qué es una buena historia? ¿Qué sostiene
cada personaje?
2. ¿Y ustedes? ¿Qué cualidades creen que debe tener una buena historia?
3. Una de las definiciones propuestas para el concepto de literatura relaciona este término
con el de belleza. Respondan:
3.1. ¿Qué sucede al respecto en la historia narrada por el cuentista? ¿Hay belleza?
3.2. ¿Por qué, según los niños, es “la historia más bonita” jamás contada?
4. En su idea de literatura los personajes de “El cuentista” entienden que una historia debe
educar o entretener.
4.1. ¿Qué personajes se inclinan por cada una de estas opciones?
4.2. Propongan ustedes otras opciones acerca de la función que la literatura debería
cumplir.
5. En el texto de Saki, aparecen elementos propios de los cuentos infantiles. Reconózcanlos
y enúncielos a modo de lista.