La Guerra Civil Del Genero

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La guerra civil del género

sus implicaciones epistemológicas

NAVARRO-HERNÁNDEZ, María del Refugio. PhD


VÁZQUEZ-SÁNCHEZ,Salvador. PhD

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RAMOS-ESCAMILLA, María. PhD
La guerra civil del género sus implicaciones
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aplicable III de la Ley del Derecho de Autor.
Contenido

Prólogo 1
Capítulo I 2
El inconciente de la diferencia 2
Vocación del inconsciente femenino. Mujeres de Edipo 13
Introducción 13
Capítulo II 23
Epistemología de lo femenino 23
Gestión del valor e identidad de la mujer mexicana 31
Presentación 31
Capítulo III 41
La “diferencia” en la teoría social 41
Cuerpo, tramoya y libertad 51
Integración del sujeto. Pobreza y libertad 60
Capítulo IV 67
Particularidad y universalidad de lo femenino 67
Las Ciencias Sociales y los estudios de género 78
Capítulo V 86
Espacio y digitalización de lo femenino 86
1

Prólogo

La preocupación más importante que podemos plantear en el siglo XXI es el de ubicar las
problemáticas de los diversos espacios que ocupan los géneros y el funcionamiento
estructural del sistema patriarcal, como la base para entender cómo pueden conformarse en
el próximo futuro las diversas tareas del trabajo intelectual, de concienciar las diferentes
posturas (e ¿imposturas?) en las que, más allá del debate de las ideas, se establecen los
rigores de las diferentes posiciones de fuerza de los sujetos en permanente contradicción de
intereses y perspectivas de lucha.

La serie de textos que constituye el presente volumen, obedece a temáticas que


mantienen una unidad central y que es la preocupación por definir los fundamentos desde el
punto del que se desprende una serie de conceptos que como pensamos, pueden orientar
ciertos criterios para el análisis y la crítica sobre las cuestiones de género, después de la
serie de “movimientos” que marcaron la segunda mitad del siglo XX y, por otro lado, cada
tema es una profundización tanto en análisis como en la teoría, sobre temáticas que fueron
abordadas en Congresos en la segunda decena del presente siglo, por lo que son textos
elaborados para el diálogo y el intercambio en los foros bajo imperativos del momento y las
inquietudes de académicos y expertos con los que se tuvo oportunidad de hacer los
intercambios necesarios para adquirir la capacidad de llegar a conclusiones, que pudieran
ser valiosas en la discusión, o polémica, que ilustraran las posibilidades de comprensión y
desarrollo de supuestos y fundamentos de las teorizaciones sobre la condición de la mujer
contemporánea.
2

Capítulo I

El inconciente de la diferencia

Los procesos de deshumanización en que se ha instalado la posposmodernidad con sus


estructuras de la globalidad policéntrica, han modificado el esquema general de la
interculturalidad y el faccionalismo. Mientras tanto, ¿qué ha sucedido al interior de la
mujer? ¿Las relaciones de géneros se han desplazado de la zona de conflicto a un parque de
colaboración en lucha contra la servidumbre del otro y a favor de la armonización de
fuerzas que definen una arquitectura de liberación del paradigma masculino-femenino?

Uno de los obstáculos para la incorporación de la mujer a un feminismo


posposmoderno, es la impotencia generada por la victimización en su fase autogeneradora
de causalidades justificantes de la violencia aceptada por los procesos de significación y
semánticas sistemáticas de la opresión. El desplazamiento de lo masculino a lo femenino, y
viceversa, ha creado una plataforma más amplia a la que se podría llamar entre géneros,
estancia donde se procesan los conflictos y se plantean nuevas conformaciones de
relaciones cuerpo- sexo-género, por lo que la conflictualidad, que quedaba en un espacio
obscuro se vuelve más claro y hasta brillante; esta problemática presenta nuevas retos de
reflexión epistemológica sobre la masculinidad y la feminidad bajo los criterios de nuevas
formas de problematizar las relaciones.

Desvictimizar la condición femenina es una tarea de desbrozamiento de los caminos


de la subjetividad de la mujer (pensada como espacio en el que se articulan y se construyen
los aparatos operativos de la conciencia especialmente aquellos sobre sí misma, sobre la
otra y los otros), para hacer planteamientos de liberación femenina y de conformación
como sujetos específicos en contraposición con los modelos de la masculinidad de la
posposmodernidad; esto parece ser viable a través de la solidaridad, que acompaña la lucha
por las capacidades que hacen, de la mujer actual, un factor de cambio y de construcción de
realidades más humanas.

El espacio de la solidaridad permite el encuentro, en forma virtuosa, de las dos


grandes perspectivas de género, esto es, la masculina y la femenina y puede evitar los
procesos de dominación que, de manera atávica, se reproducen en las sociedades
contemporáneas; estas tareas, creemos, pueden hacer frente a los retos que la mujer de hoy
tiene ante su destino.
3

La nueva arquitectura de la subjetividad femenina

Una de las características esenciales de la situación actual de la consciencia femenina se


centra en revisar las perspectivas que pueden conducir, a corto plazo, a una redefinición de
las posibilidades de establecer una homeostasis dinámica, que estructure las plataformas en
que las mujeres pueden sustentarse como sujetos en acción, más allá del faccionalismo y la
heterogeneidad de los frentes feministas que han abordado los diversos aspectos de la
deconstrucción de categorías analíticas en las propuestas de liberación femenina, y crear
nuevos caminos éticos que potencien la lucha de las mujeres en el establecimiento de
nuevas relaciones de géneros.

Las tareas actuales de la formación de la subjetividad femenina parecen ser, dentro


de la solidaridad, un nuevo planteamiento de las adquisiciones que, la lucha de las mujeres
de los últimos cincuenta años, ha venido configurando y que la postpostmodernidad hace
posible como encuentro “entre” géneros; para esto, es necesaria la desvictimización de la
interioridad particular de la mujer.

La victimización ha creado su propia justificación epistémica al interiorizar la


racionalidad que la procura y mantiene los rituales de la conducta de las víctimas; por eso,
debemos continuar impulsando los mecanismos de deconstrucción (desvictimización) que
es una tarea elemental y primaria que tiene que desarrollarse antes de plantear nuevas
estrategias de más largo alcance.

Las teorías del sujeto (Foucault,1980;Lacan, 1979;Elliott, 1995) hasta ahora son
esencialmente masculinas y se carece de una teoría específica que cubra los aspectos
programáticos del desarrollo de la integridad femenina (Haraway1991, Buttler,2001). No
basta una consciencia histórica de clase, sino una línea general alrededor de la cual se tejan
las individualidades, intersubjetividades y los nodos de la red que constituye lo femenino.
En el presente ensayo se delinean algunos aspectos que pudieran ser de interés para la
reflexión sobre la condición femenina en la posposmodernidad y que puede ofrecer
oportunidades de desarrollo, así como planteamientos para la elaboración de una teoría
integradora de los géneros sobre la subjetividad.

Las oportunidades de la posposmodernidad en la liberación femenina

La solidaridad es un campo de encuentro entre los actores principales de las relaciones


humanas; el hombre y la mujer como sujetos que se interrelacionan para construir la
civilización, y cómo esta última se ha sostenido en los últimos 10,000 años bajo relaciones
de procesos de dominación y de poder (Watson, 2012; Gordon, 1975), en la que la mujer se
ha convertido en la víctima propiciatoria y, lo masculino, se ha constituido en el verdugo
que usufructúa, a su favor, las estructuras formadas a través de la conformación de
identidades de género.
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¿Por qué cambiar estas arquitecturas de poder? ¿Dónde tendríamos que poner estos
factores de dominación, si los separáramos en estos dos géneros? ¿Seguimos cuestionando
y viendo el mundo como centro del poder, de dominación, hay que dominar a uno u otro?
¿La lucha va a seguir existiendo sobre quien domina a qué y a quién? ¿No será esta
pregunta producto del temor de la masculinidad sobre una posible supremacía de lo
femenino? ¿No podríamos imaginar que tendríamos que ver una supremacía femenina
primero, antes de conformar una verdadera igualdad? ¿Es posible crear un espacio donde
las identidades de género pudieran reunirse para construir una nueva arquitectura, donde la
equidad e igualdad sean valores fundamentales y en las cuales se basaran las nuevas
relaciones humanas sin aceptar su género?

Estamos en la etapa de problematización de nuestro tiempo, donde hay más


preguntas que respuestas.Las tareas inmediatas son quitar los obstáculos fundamentales y
primarios donde se construye esta arquitectura del presente. La propia denominación de
hablar de una nueva modernidad diferente a la de antes del 2008 que parecía que la crítica a
la modernidad podría ser un desmantelamiento de los principios de la modernidad, sin
embargo, condujo a la crisis de ese año de la que aún no nos reponemos, por lo que la
crítica de la postmodernidad se prolonga a una radicalización de nuevas posturas y
posponer el desmantelamiento de otras. ¿Pensar que es posible un espacio para discutir, de
igual a igual, en la postpostmodernidad?No como trincheras irreductibles donde se dirimen
las posturas y las oposiciones, sino como una pregunta fundamental respecto de las
estrategias de las luchas feministas y las representaciones eidéticas de las nuevas
generaciones de mujeres; donde se planteé la no violencia, en tanto posición básica para
alcanzar objetivos inmediatos y concretos; ¿si las mujeres plantearan un espacio de
solidaridad donde confluyan los dos géneros, donde dependamos el uno del otro, en donde
la sociedad misma se base en estos dos polos, sin exclusión de ninguno? ¿Sería viable el
intentar definir este espacio de deconstrucción-construcción de las nuevas relaciones
sociales de géneros?

¿Cómo deconstruir lo masculino existente para que se convierta en esta nueva


masculinidad, aquella que recupera lo positivo de las quejas de la identidad femenina que
promueve nuevas caracterizaciones? ¿Cómo hacer para que la feminidad tradicional se
cambie por una que se inscriba en procesos de reconstrucción como sujetos? Ello implicará
una lógica transformacional distinta, donde los dos géneros modifiquen sus paradigmas
ontológicos.

Por supuesto, se sabe que esta lógica no se impondrá automáticamente o que no


haya desgarramientos de posiciones, en las que se obtienen ganancias de poder en cada uno
de los conjuntos y que articulan la subjetividad de género; es decir, representan un cambio
de paradigma con nuevos supuestos donde la no violencia es una estrategia posible pero la
disposición de las “batallas” impondrá lo consecuente.
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Si esto se llevara a cabo, se abriría una brecha gigante: el camino recorrido en los
años 80’s (el feminismo de la diferencia, el reconocimiento como un ser total) quedaría
atrás, y con ella, surgiría una nueva sociedad (un nuevo territorio donde las dos entidades
masculino-femenino y las inter y los espacios entre, pudieran integrarse a las tareas de
construir un mundo de igualdad y solidaridad), con procesos y conflictos sociales,
económicos y éticos diferentes. Sin embargo, en la última década, esto que parecía utópico
y lejano, y hasta imposible, se está haciendo realidad; el campo de acción no se presenta en
la forma tradicional de la confrontación de sujetos, en forma directa, sino en los espacios de
la virtualidad y la deshumanización, vía las nuevas tecnologías.

La tecnología de la comunicación invade nuestras vidas transformando la


virtualidad en vida cotidiana y en la conformación de personalismos distintos, es ahora una
“realidad”, que por sí misma, borra los géneros –ya no se exige ser uno u otro y, a la par,
borra los límites- se está llegando al planteamiento original de no saber quién se es

¿Cuál es mi identidad? Hay una pérdida de la perspectiva del sujeto que surge de
esa búsqueda constante del sí mismo y, como consecuencia, recupera la salud de sí mismo a
través de la acción del espejo; hay que realizar un redimensionamiento del cuerpo frente a
la cosificación de la otredad. Las repercusiones que tiene esta realidad, con la que vive el
resto que aún no se incorpora a esta virtualidad, recibe el impacto cada vez más
integracionista hacia el manejo de lo “irreal-real” y del poder cada mayor de los medios
masivos de comunicación sobre el sujeto y su presente. Estamos viendo cómo estas redes
virtuales crean macro sociedades capaces de transformar las relaciones de poder en simples
relaciones humanas; ¿estar en una plaza pública virtual convocados por la red en qué nos
hace diferentes?, en esta plaza hay una constante interacción que ¿crea y recrea nuevas
subjetividades? (Piaget, 1967). En esta convocatoria, en la que no hay promesas, ni utopías,
¿se nos da un poder subjetivo que permite identificarse con el grupo y hacer la diferencia?,
¿se crea un grupo indefinido por estar en una “red”, un grupo que los mueve, una
motivación que puede ser momentánea o de mediano plazo, cuya fuerza radica en la
posibilidad de reestructurar su tiempo? Es la fuerza que pueden tener las mujeres a mediano
plazo, un supuesto, que determina la estructuración subjetiva del poder social, de la acción
de las mujeres y los hombres en el nuevo sentido existencial.

¿Cómo crear una solidaridad a partir de la mujer actual? Entiéndase, “la cuarta
mujer” después de lo dicho por Lypovesky (1997) ¿Hasta dónde se podrá “liberar”, hasta
dónde realmente se podrá romper el paradigma de la subjetividad de dominación? ¿Hasta
dónde la histericidad le puede permitir edificar un mundo femenino y feminista a la vez?
¿La perspectiva de género será un parámetro sinergético de las nuevas relaciones sociales
igualitarias, vía una nueva virtualidad asertiva?
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¿En qué momento la mujer, desde su histericidad, puede hablar y escribir un nuevo
discurso de las relaciones humanas? Considerando a la histeria como el desplazamiento del
deseo, la satisfacción y el placer están en el simple desplazamiento de un objeto a otro, en
la erranciahiática de su formación como persona (Lacan, 1979). Esta “cuarta mujer”
representa una avanzada que ha dejado detrás las legislaciones aún vigentes sobre las
relaciones familiares, al demandar y practicar una individualidad independiente de sus
relaciones con los hombres, esto es, un ejercicio permanente de la individualidad sin tener
compromiso permanente en sus relaciones de pareja y las implicaciones jurídicas que
puedan derivarse.

¿Cómo concebir un espacio sustentado en este constante desplazamiento? La vía de


la diferenciación de género, si se toma como referente, plantearía una imposibilidad, pero
este espacio solidario es una convergencia de lo masculino y lo femenino, como lo diría
Scott, (1990, citado en Lamas, 1997) “la información sobre las mujeres es necesariamente
información sobre los hombres, pues no hay un mundo de las mujeres aparte de un mundo
de los hombres”.

La subjetividad femenina implica constructos por reflejo de los hombres lo que


traslada a la mujer a establecer una disforia entre la representación de lo masculino con la
identidad femenina (Buttler, 2012).

Las guerras y las batallas de la desvictimización

Las relaciones sociales que forman parte de la estructuración de la subjetividad (Elias,


1987) son comunes a ambas posiciones, por lo que estratégicamente se debería considerar
como un espacio de privilegio las interrelaciones entre lo masculino y femenino, del cual
no solamente la mujer es un proyecto –“no se nace mujer, se hace”- (Beauvoir, 1998), sino
también el hombre es un proyecto; son proyectos que se interrelacionan y se conforman a sí
mismos en esta interacción, como un sistema de fuerzas, una política en donde
tradicionalmente al género femenino se le subordina y entonces la lucha por la equidad y
por la igualdad se convierte en una acción fundamental para las mujeres. Toda mujer está
obligada a defender su igualdad en el sistema de fuerzas. Un espacio de solidaridad está
constituido por la utopía de construir un género igualitario.

La guerra resulta inútil si sólo se queda en una acción por el poder, más bien la
lucha profunda se establecería después de la conquista del poder que visibilizaría las
contradicciones, y mantendría un status que estaría dominado por la equidad y la necesidad
de la otredad en la integración de una egología (Khosrokhavar, 2001; Kaufmann, 2001;
Touraine, 2000) funcional entre los dos géneros;podría incluso hacer habitar, en este mismo
espacio, las formaciones intermedias -homosexualidad, transexualidad, etc.,- (Bersani,
1995).
7

Así como también las batallas por las capacidades, y una oportunidad del desarrollo
como mujer; esto es, su reconocimiento, su identidad, sus libertades, su integridad, el
ejercicio libre de sus emociones, la no discriminación y las oportunidades para el juego y el
ocio (Nussbaum, 1993).

El campo solidario es una vía de encuentro entre los géneros y sus teorizaciones,
donde se va construyendo una egología integradora funcional que proporciona las
fortalezas de construcción de una subjetividad distinta a la que los feminismos políticos
pretendían en otras épocas (Nozieck, 1995), es decir, una formación para ser libres en una
perspectiva de oposiciones y atavismos, frente a una esperanza de vida exenta del desgaste
situacionista de las posiciones básicas.

Crear un campo solidario sería crear un campo de excepción que permita edificar un
aparato que contribuya a significar las acciones sociales de la mujer, y evitar los desgastes
que generalmente conducen a tareas que no son fundamentales y se pierden en objetivos
cortoplacistas y políticas presentistas que pueden llevar a la desesperación o a la rendición
de propósitos. Una egología que elimine los contaminantes tóxicos que generan las luchas
ideológicas de toda índole y que impiden la visibilidad de un orden igualitario e incluyente;
esto no significa olvidar la guerra invisible de los sexos, las contradicciones de clase, las
diferencias culturales, los diferentes micro poderes que se ensamblan en estructuras de
poderes históricos, sino el establecimiento de campos de guerra o de batalla en donde se
crea el tiempo para la convergencia y los “tratados de paz”, sin las claudicaciones
derrotistas de algunos de los interventores. En los procesos del establecimiento de
estructuras igualitarias rescatan los mitos que implican generalizar las diferencias para
hacer funcionar las contradicciones con la igualdad.

Los términos de justicia considerados como la fantasía que permite el tránsito de las
oposiciones, hacia espacios de comprensión, así sea ésta, arbitraria; es el puente moral que
hace las sociedades y que devela los actos de violencia en los intercambios simbólicos que
se van recubriendo a través de los constructos históricos (Tugendhat, 1993).

La solidaridad implica desmantelar, en una primera fase, los velos que la


historicidad ha tendido a través del tiempo; en un segunda etapa, deconstruir aquellas partes
que inciden sobre las diferencias destructivas de la convivencia, y sobre la progresión de
atractores deseables (Maslow, 1943) de relaciones virtuosas del desarrollo social,
económico y espiritual de los y las agentes de la comunidad.

Arquitecturas de poder desde la fundación del yo femenino

Si la construcción del poder son las relaciones sociales, estas tienen sus raíces en el cómo
se introyecta en la autodefinición de sí mismo; es decir, en la metodología real en la que el
sujeto teje sus vivencias para definirse y situarse frente al mundo.
8

Entonces el sujeto femenino, desde su individualidad conforma su visión como un


tránsito constante de los objetos en los que no vale la pena sujetarse a uno en particular y
abarcar, como una posición de fuerza, el mayor número de objetos (Braidotti, 1994). Se
podría ver como una tendencia, como una afición al coleccionismo, pero por encima de esta
apreciación inmediata está la del ejercicio del poder sobre todo el mundo.

El diseño de las estrategias por la constructividad del yo femenino ponen en juego,


sobre todo, las luchas por el reconocimiento de la igualdad para el establecimiento de
perspectivas consideradas como plataformas entre iguales y cuyos soportes mantengan a
raya los reflejos de las máquinas del poder androcéntrico.

Es en la virtualidad donde el imaginario femenino cruza no solo las posiciones


edipianas androcéntricas sino también las fantasmagorías a las que están sujetas los
referentes del otro, como el espejo de lo femenino y, por lo tanto, las tareas de la
desvictimización (las consecuencias de la opresión masculina) serían aquellas que revelen
las contradicciones y el absurdo en el que se encuentranlos procesos de vinculación entre
los cuatro campos -yo, tu, nosotros y vosotros- (Khosrokhavar, 2001; Touraine, 2000) en
que es atrapada la autoconciencia de la mujer (Queau, 1995).

La postpostmodernidad presenta como uno de sus rasgos fundamentales la


digitalidad de lo cotidiano;como un volver a velar las diferencias de género y hacer más
difícil la tarea de una conciencia propia femenina; este fenómeno recubre la victimización
como natural, en una sutil reingeniería del sometimiento de la mujer contemporánea. La
liberación en nuestro tiempo es una tarea ineludible e inmediata, antes que la virtualidad de
la sociedad logre una velación más profunda de las diferencias de género y recubra, una vez
más, los lazos de opresión tradicionales. Se emprendería una campaña que develaría los
intentos de las nuevas tecnologías mediante estrategias que innovaran nuevas relaciones del
yo con la otredad.

Una vez logrado el objetivo primario, la plataforma elaborada con esta egología
podría señalar modelos en los que las mujeres podrían transitar de víctimas a ser líderes de
una nueva sociedad más igualitaria; donde no solamente se liberaran de sí mismas sino,
incluso, liberarán a los hombres, que cambiarían sus tensiones y neurosis por mantener su
supremacía, por espacios de disfrute de satisfactores(Maslow, 1991) en común. En el mejor
de los casos, también se definiría una formalización de una nueva teoría de la liberación
femenina.

¿Hasta dónde esta novedad es estrictamente contemporánea? Una teoría de


liberación que pasa por una lucha de clases en la que no se distingue el género como una
contradicción fundamental de la evolución de la especie humana, no podríamos
considerarla adecuada al sistema de debates de nuestro tiempo.
9

Esto es, abordar el desmantelamiento de las contradicciones claves del desarrollo de


arquitecturas de dominación y opresión en que, no obstante el desarrollo de la civilización,
perduran no solamente en las relaciones sociales, (Blumenberg, 1999) sino en los
arquetipos que organizan nuestra subjetividad, la cárcel o la “jaula de oro” en que
aprisionamos o habitamos nuestra interioridad.

Las revoluciones tecnológicas que constituyen la sociedad del conocimiento son


oportunidades históricas desde el momento en que la mujer tiene libre acceso a ellas y esto
significa que las estructuras, largo tiempo planteadas en la sociedad patriarcal, pueden irse
desmantelando estratégica y sistemáticamente; entonces es la gran oportunidad del siglo
XXI.

Algunas estrategias

Los procesos de desvictimización interior son condiciones necesarias para poder elaborar
los principios que regulan los cambios que la propia reingeniería social y los desarrollos
tecnológicos perfilan como nuevas sociedades globales. Aprovechar el acceso
indiscriminado a factores de poder de cambio que, las nuevas generaciones de mujeres,
tienen bajo su sensibilidad; nuevos dominios y, por lo tanto, nuevos espacios de liberación
para constituirse como sujetos que reflexionan sobre las problemáticas que la vida
contemporánea ofrece para su desarrollo.

Las condiciones de velación sobre el volumen de circunstancias en que se han


categorizado las expectativas feministas tendrían una “línea general,” en la que se
revisarían los elementos constitutivos de un sistema teórico que aborde los planes de largo
aliento, una vez liquidada la desvictimización.

Ego Yo 1a.

3ª.
(Tú) 2a.
4ª.

Los otros (nosotros) 3a.

La sociedad y
4a.
las sociedades (Vosotros)

Educación, estado, política,


iglesia, cultura del
entretenimiento, el ocio.
Contextos
10

La desvictimización parte desde un concepto del yo donde se distinguen las


expectativas del género con precisión y se provocan las condiciones de un imaginario que
construye las estructuras teóricas y prácticas necesarias para una nueva visión de los
intercambios humanos y que ordena, a su vez, las perspectivas de género y sus
interrelaciones.

La constitución del yo femenino es el resultado de una interacción igualitaria que


puede pasar por los sistemas educativos o las conquistas por los derechos y una
conformación de perspectivas de género que integran la correlación de fuerzas en una
visión que incorpora los campos masculino y femenino dentro una relación virtuosa, sin
considerar la negatividad, ya sea de sí misma o del otro. El yo femenino, dentro de esta
problemática, es un yo que se quiere completo de sus facultades y competencias, es decir,
desbrozada de los impedimentos estructurales de una seudoconciencia, disfórica, para
definir su gramatología (Derrida, 2005) del mundo. Podríamos considerar esta posibilidad
como el trabajo del desempeño de la reproducción educativa de las propuestas políticas y
de los enfrentamientosdentro del esquema del conflicto social y la movilidad del
desarrollo de las organizaciones del tejido social donde están implícitos los roles de la vida
de las mujeres, es decir, la arquitectura que ordena los espacios de la acción y el desarrollo
como entidad, como individuo.

Las circunstancias en la que cada sujeto se sitúa, en su espacio existencial,


desarrolla sus propias posibilidades de adaptación de acuerdo a las oportunidades vitales,
por lo que no podríamos hablar de una egología universal sino, desde la individualidad,
construir la generalidad; una egología que desde la particularidad y especificidad del
individuo, su psicogénesis y su faccionalidad, elabore el entramado simbólico-
comunicativo y pueda intercambiar experiencias con las otras mujeres y con los diferentes
espacios geoepistémicos; crear una corriente cognoscitiva desde la interioridad de la mujer
hacia una expansión de su “voluntad de poder” y su expresión histórica (Nietzsche, 2000).

¿Cómo considerar la victimización más allá del sometimiento, el autosometimiento?


Si la mujer se atrapa en las “jaulas de oro” de la victimización -que es la prisión más
grande en la que se encuentra el universo femenino- pierde la oportunidad existencial de
constituirse como dueña de sí misma. La invisibilidad corresponde a una ceguera
provocada por la delectación perversa de las diferencias que nos ofrecen los sistemas
productivos de satisfactores e impide deshacer los nudos de conveniencia entre géneros,
como un acuerdo de contrarios sin que se destruya al otro, porque es parte de sí mismo.

En la postpostmodernidad se han reproducido todas las contradicciones que los


neoliberalismos han estado ofreciendo en los procesos de globalidad, y toma por sorpresa a
las mujeres que no tienen una teoría de su liberación. Estamos ante la posibilidad que
latransmodernidad(Rodríguez, 2004) de ésta etapa histórica reelabore una antropología
filosófica de la mujer, que rescate, por un lado, la especificidad femenina y, por otro,
reescriba la historia de su evolución como entidad separada.
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Para que la invisibilidad que la antropología general ha recubierto a través de los


estudios del hombre,revele el propósito de dilucidar, mediante un programa que vaya desde
la invisibilidad y la victimización, hacia estadios de libertad, y desactive los caracteres,
estereotipos, arquetipos y atavismos en los que se ha envuelto el concepto que tiene la
mujer de sí misma.

Conclusión

La postpostmodernidad como el estatus que presenta una globalidad real, funcional,


sostenible, ofrece a la mujer la oportunidad de construir una subjetividad específicamente
femenina.

Como en ninguna otra época, la mujer tiene en sus manos el ambiente necesario
para elaborar las estrategias que la conduzcan, desde la diversidad cultural e histórica, las
nuevas utopías que puede habitar. Las tareas que implica una teoría de la liberación pueden
ser muy complejas, y sobre todo, no fácilmente asimilables por los grupos que están al
frente de los movimientos, sino también para el orden común de las individualidades; pero
resulta urgente definir con claridad cuáles serían las tareas fundamentales para que, a través
de la difusión, discusión e intercambio, puedan ser accesibles a los y las interesadas en
resolver los retos que presentan las problemáticas y obstáculos que las estructuras de
sometimiento, han creado a trav Bersani, Leo (1995). Homo. Cambridge, Harvard
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Watson, Peter (2012) Ideas. Historia intelectual de la humanidad. Ed. Crítica. Barcelona,
España.
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Vocación del inconsciente femenino. Mujeres de Edipo

Introducción

La estructura dinámica del espacio escénico del Edipo Rey, (Sófocles siglo V a. c.) se ha
convertido en una referencia explicativa de la instauración del patriarcado en la civilización
griega y, por ende, en la cultura occidental. Esta escenografía constituye una serie de
volúmenes simbólicos de representación, que se estructuran mediante la arquitectura que
inscribe la figura del padre como el centro de las unidades de articulación de los signos con
los que se modula la intercomunicación social y, por lo mismo, donde se ubican los
personajes, en tanto cuerpos en acción y sistemas de relaciones de dominación. La
civilización occidental en tanto expresión patriarcal, recibe también al modelo patriarcal del
medio oriente como otro pilar, superponiéndose ambos entre sí y formando una sola
centralidad en el padre, de una teoría de la simbolización y fundamentos de la mentalidad
occidental. La crítica actual a la modernidad, en su propósito de deconstrucción o
desmantelamiento de esta centralidad, se propone dar cabida a la intervención de la mujer
como la otra parte (invisible) del sistema, pero requiere de explicaciones o de exégesis que
develen los procesos de simbolización que, desde la visibilidad se reacomode el
patriarcalismo y convierta el rol de la mujer, en una doble centralidad, esto es, que la madre
recupere su integralidad e igualdad frente el avasallamiento del padre. Los propósitos
contemporáneos serían en base a plantearle al egocentrismo masculino una relación más
elíptica para que jueguen, en una misma órbita, una nueva centralidad; con las dos figuras o
personajes, armando los campos de la conciencia de la equidad de género.

A mayor abundamiento, la senda recorrida por Edipo, en su interés de burlar al


destino lo conducen inexorablemente, a cumplirlo: “nadie escapa a los designios de un
sistema” y, por tanto, la pregunta esencial que se hace la mujer contemporánea es si ¿el
destino del hombre puede seguir siendo el mismo destino de la mujer?

La ecuación griega, como decíamos arriba, se complementa históricamente, con las


aportaciones de otra civilización (Medio Oriente) y así, se termina de configurar la
subjetividad occidental, esto es: la relación del hombre Job con Dios, quien le aporta, a la
exterioridad de Edipo, las posibilidades de la interiorización y el diálogo consigo mismo.
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¿Qué es
el
hombre?
¿Qué es
ser Destino
hombre?

callar Padre

ignorar Patriarca

No
errar aceptar
entender
Cargarse

Estas dos perspectivas consolidan una estructura del Yo occidental con el Super-yo,
trascendental sí mismo. Dentro de esta topología encontramos espacios transparentes los
cuales son ocupados por Yocasta quien representa la referencia constructivista del kosmós
propiamente Edípico; de ahí la importancia de su relevancia: Yocasta es Reina, en cambio,
la mujer del Medio Oriente es el Hogar (la agricultura frente al pastoreo del patriarca) por
lo que es más incorporable al esquema de la referencia y, finalmente, tanto Sara-María
como Yocasta, se complementan en los elementos constructivos de la nueva interioridad.

El Proceso

El paso del matriarcado al patriarcado, representa muchos siglos de relatos que van de lo
profano a lo sagrado, es decir, de lo cotidiano a la ley. “La ruta antigua que anduvieron los
hombres perversos” (Libro de Job 22, 15-20) Edipo, siempre Príncipe, (primero entre los
hombres) sólo puede ascender a Rey por la intermediación del poder constituido de la
Reina Yocasta. ¿Si ella hubiera investigado los antecedentes reales de este triunfador? ¿Si
cuando encontró los signos y marcas ya conocidos en el cuerpo de Edipo, hubiera
reaccionado? Se calló y encontró más completo el goce de vivir. Los hijos, en las luchas del
poder patriarcal, destruyen el reino anterior y edifican el nuevo, con sus contradicciones
feministas en la posición de Antígona. [El patriarcado ya había sido instituido en Corinto y
fue llevado a Tebas, por Edipo].
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La hija rebelde de Edipo, Antígona, la otra cara de Ismene, enfoca el feminismo


transgresor más no constructivo de una perspectiva propia y liberadora, recuperable al fin
por el sistema o por la ley. Antígona es la única protectora del modelo roto por la
anagnórisis de la verdad oculta y ofertadora de la catarsis social.

En la filogénesis intrínseca creada en el proceso de la formación de la subjetividad


de Edipo, encontramos la serie de fantasmas que se van resolviendo en las posturas de
varias mujeres, “las varias mujeres” que encuentra a su paso: las mujeres corresponden a
las diferentes etapas del proceso de integración de la psicodinámica en tanto sujeto edípico:
la mujer ideal. Estas mujeres “que parten de una castración simbólica vivida con rencor y
humillación corre el peligro de engendrar neurosis (histeria, narcisismo exacerbado,
depresión o inhibición sexual). Sólo la llegada de un hijo, piensa Freud, colmará la envidia
incoercible de pene que estructura por lo tanto su personalidad. “Pasiva, masoquista,
llevando a arrastras un Edipo mal resuelto, la mujer tendrá una peligrosa tendencia a
delegar en su compañero sus sentimientos ambiguos por la madre, primer objeto de
decepción amorosa” (Skittecatte, 1995).

Las mujeres de Edipo son partes que no constituyen una sola, integral, sino un
“monstruo”, un “frankenstein”que es enfrentado como un enigma, una Esfinge. Misterio
que se resuelve a través de un solipsismo de su propio especulum y sus recursos
autoanalíticos, fundando con esto, una ética hermenéutica, base de su teoría del amor:
Edipo entiende a la mujer a través del lenguaje; sonidos y silencios que configuran códigos
y matrices, signos, palabras…

La posición edípica es un significante que se define como un sistema que va


resolviendo todas las articulaciones y conexiones entre objetos y sujetos. Ensamblaje de
maquinarias semánticas y arquitecturas semióticas que le dan sentido al fenómeno
patriarcal.
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Los enigmas de Edipo, como la verdad de sí mismo

La mujer produce temor (Fraisse, 1992) porque es la única que lo conoce como
“monstruo”; miedo que lo atormenta durante su infancia y juventud. Miedo que se produce
en la lucha consigo mismo, por dominarla y someterla, domesticarla, y lo hace navegar “de
mujer en mujer,” aprendiendo algo de todas y de ninguna. El misterio no desaparece
nunca….

La navegación de Edipo hacia su interior y, de este hacia el exterior, es un constante


repetirse: ¿Qué quiere la mujer? y cuando tiene una respuesta, la mujer, ya ha desplazado
su deseo y vuelve a distorsionar el sentido supuesto dado por Edipo, convirtiendo esta
persecución en una búsqueda permanente de sentido de sí mismo, respecto de la mujer.

¿Qué soy? se pregunta Edipo. El Oráculo de Delfos le dice que es un “parricida”, y


un “incestuoso”. Sobreviene el horror y el rechazo absoluto al destino y, en consecuencia,
la fullería para burlar el designio de los dioses; huyendo de su territorialidad va directo al
abismo de enfrentarse a la mujer ideal: la esfinge. Es esta mujer la que le da la verdad de sí
mismo, es decir: un hombre dotado de falo y de poder, frente a la supuesta castración de la
mujer.

Los temores a lo insondable de la interioridad femenina, se reduce a establecer una


plataforma de poder que subsana la ignorancia sobre la fecundidad y la reproducción, y
observa a la mujer sin que le importe el ¿“por qué ella, y yo no”?

La interioridad femenina es sofocada por ese temor hacia los “poderes ocultos” de
la mujer arcaica, que subyace en la mujer que tiene ante sus ojos. Mujer arcaica,
devoradora, madre primigenia de todas las mujeres. Fantasmagoría instalada como una
estructura semiótica cuyos significantes los encontramos desde la primera separación del
bebé con el seno materno.

La peste generada por la “mujer ideal” termina en un happyend para Edipo pero, en
el desplazamiento hacia el futuro, se transforma en “miedo a la mujer”, a “la madre
ancestral”y se proyecta, ciegamente, sobre Yocasta.

Sí mismo y la vinculación con la otra

La felicidad [como liberación] de Edipo es alcanzada cuando es convertido en el Rey de


Tebas: poderoso, rico, prominente, dominante, majestuoso, hermoso, galante, educado,
gentil y todos los atributos ideados a través de la historia moderna. Todas las mujeres de
Edipo, la esfinge, han desplegado, en esta etapa, todas sus diferencias y son capitalizadas en
una entronización de “la mujer que me ama”.
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En esta etapa la bonanza del sistema patriarcal es la Arcadia en la que Edipo es un


fin en sí mismo, y la mujer, está sojuzgada y oprimida, pero “contenta”.

La subversión de la mujer a la felicidad edípica es asimilada por la “prosperidad”; la


tendencia al consumismo (shoping) que desde la antigüedad ha sido una conducta propia de
la mujer (en la cultura islámica, las mujeres del harem gastan lo más que pueden obtener
del marido para, cuando ya no sean favoritas, tener un capital suficiente para vivir). La
sustitución del valor-felicidad por el objeto de consumo, es un truco usado con frecuencia
por las relaciones con “el brillo de la cosa que se desea”. (Lacan, 1991)

Esta felicidad arcádica no es sana, porque en secreto está sustentada en otra mujer
que va a ser definitiva para la verdad que busca Edipo, es decir, es una etapa en la que no
cabe la pregunta sobre el incesto, puesto que él ha logrado burlar al destino. La sorpresa
que subvierte la felicidad de Edipo era el silencio que había desplegado Yocasta y en vez de
ser el Rey de sí mismo, en realidad habría sido un esclavo sometido a la dominación de esa
mujer arcaica, devoradora que es su MADRE.

El estupor frente a lo que está detrás del espejo; al más allá del sujeto femenino
imaginado en el especulum de Edipo, prefigurado por la presencia de estas “madres
imaginarias”, (Marbeau-Cleirens, 1988) se vuelca hacia la búsqueda de su malestar, apenas
vislumbrado desde su felicidad.

La peste, el dolor y mi malestar general

Edipo, nuevamente, en problemas. ¿Por qué no soy totalmente feliz? Esta pregunta empuja
a Edipo hacia un torbellino de preguntas que lo hunden en una desesperación existencial
más profunda: consulta de nuevo al Oráculo, a los sabios Tiresias, a los implicados en la
fullería en la que estaba armada la felicidad edípica y a Yocasta misma. Yocasta le miente,
le oculta la verdad, ¿por qué?

El mundo de Yocasta es un mundo de ficción y una trampa mortal. En la búsqueda


de la felicidad, Edipo nunca previó encontrarse con su madre y ésta, aun cuando se
encontró con su hijo, a pesar de reconocerlo, no lo aceptó como tal, sino como “el nuevo
Rey” y coparticipó en esta “felicidad insana”. Su “silencio” se volvió “discreción”y, ésta,
en “complicidad”con el destino en tanto océano insondable y eterno. Pero nadie escapa a su
destino. Nadie está fuera de la historia.

La exigencia de Yocasta sobre Edipo para que callara y dejara en la sombra de la


comunicación a la verdad, es una pretensión de sometimiento de la verdad a designios que,
supone, “que los dioses no se darán cuenta”. Posición que Edipo no acepta, porque sabe que
nadie puede contra el poder del que todo lo sabe y todo lo ve.
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Edipo se estrella contra su propia condición de ser un “iluminado”, y no puede estar


cobijado bajo la sombra que domina Yocasta. La sombra del silencio. “Silencio que habla”
a través de la morbilidad que aqueja la personalidad de Edipo.

El entrecruzamiento de conocimientos entre Tiresias y el pueblo (coro) enmarcan la


pertinencia política en el que, el drama, se desenvuelve. Proceso hermenéutico de
correspondencias del juego de luz y sombras en que se teje el espacio epistémico de la
necesidad de conocer, pensar y visualizar el mundo.
¿Por qué la mujer ha hecho de la discreción un sistema de vida? Para evitar el
escándalo, evitar que el sol le dé a la cara a Yocasta. El reconocer que, el trasfondo de la
luz, es un signo de muerte: el incesto.

¿Qué es lo que salva a Edipo de la muerte? Lo salva, justamente su fortaleza de


enfrentarse finalmente, a su verdad. En una visión de futuro enlazaríamos la salvación
edípica con el desplazamiento del egocentrismo hacia la periferia o exterioridad en la
que se sitúa la salvación con un Dios (Jesús); esto es, Dios es la figura que asume la
responsabilidad que le compete al Edipo trágico, y que en su tiempo podría recurrir, de
nuevo, al destino.

¿Qué es lo que condena a Yocasta? El silencio de su verdad. Edipo quitándose los


ojos, ¿ve mejor? Yocasta ahorcándose, ¿pagó su culpa? Ella simplemente, se silenció.

Trashumancia de Edipo, errancia de las sombras

Edipo, después de salvar el horror de la verdad, ciego, se dedica a explicar al mundo, el


destino del hombre. Pretensión imposible. ¿Quién estará de acuerdo con él? Un ser maldito,
un pervertido, ¿Confiable? ¿De qué verdad habla? No tiene validez más que para sí mismo,
según el coro. El pueblo no tiene nada que ver en este asunto; es un asunto particular,
privado.

Desde milenios, Edipo, vaga explicando cosas que nadie entiende. Antígona “la
rebelde”, es la única que lo acompaña por amor al padre y, desarrolla las estrategias
explicativas desde una “¿nueva Yocasta?”: el patriarcado. Para Antígona, la luz y sombra
del drama de su familia sólo se mantiene por el amor trascendente: el amor que levanta los
paradigmas de la separación de las diferencias y promueve la complementariedad de los
contrarios, la unidad de las diferencias: el amor como una dialexis, es decir: una lógica de
las relaciones y las estructuras.

En los templos en que se adoraba a Edipo, se le representaba como un educador de


los adolescentes; como un Dios de la juventud. ¿Por qué los jóvenes, de la mano de Edipo,
encontrarían la vía de sí mismos? Para los griegos no había otro camino.
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Los jóvenes soñaban con encontrarse una Antígona comprensiva que ayudara a
entender la parte obscura de Yocasta y evitar, así, el que se presentara después del drama de
la existencia cuando sería demasiado tarde. La búsqueda de la vocación, del adolescente,
situada en un espacio de esfinges y Yocastas, sólo Antígona podría colaborar en evitar el
dolor y el sufrimiento y, como esta no puede llegar a tiempo, entonces, todas las mujeres
del adolescente son burladas por ser “falsas Antígonas”, “Ariadnas”, instrumentos, y en el
mejor de los casos un soporte en la conquista de la imagen reproducida al infinito del héroe,
del dispuesto a sacrificarse por la virtualidad del espejo de sí mismo.

La ruta de los templos dedicados a Edipo, en Grecia, obedecían a una agogé


catártica que aseguraba un cierto tipo de conciencia sobre los valores de la existencia para
deshacer el absurdo del orden del mundo y que minaban la autorrealización del sujeto. Esta
peregrinación hacia sí mismos establecía las veredas ocultas del inconsciente personal con
el inconsciente colectivo de la polis y, en consecuencia, del ciudadano. Edipo era concebido
como un rito de iniciación e inserción social.

La política, la economía, la cultura y la historia, son situaciones donde el sujeto


griego se incorpora con mayor tranquilidad a los retos de la realización personal.

Job / Edipo, eje y articulación más no estructura

Los postes -Job/Edipo- (Meyer Fortes, 1974) de transmisión de la corriente de los procesos
edípicos encuentran un conductor que le imprime una velocidad de integración mayor que
el simple proceso de la cultura griega: la inducción del cristianismo en el helenismo y, de
esta forma, nos encontramos con un sistema de sinergias en el que está atrapada nuestra
versión occidental de hombre. Job, chivo expiatorio, víctima de Dios y solución de las
subjetividades surgidas en el desierto, provenientes del Punjab indostánico, complementa la
función del “lugar propiciatorio” para que Dios desplace a los dioses. Este desplazamiento,
del politeísmo al monoteísmo, constituye la confirmación y certificación del movimiento,
que no cesa, patriarcalista, y falocentrista de nuestra cultura. Hombres perversos, víctimas
propiciatorias y mujeres invisibles, “madres nutricias, devoradoras, vestales, bombas
sexuales, vírgenes, prostitutas…” (Skittecatte, 1995) forman un conjunto de anclajes para
cubrir, con la manta de las lenguas occidentales, el espacio pervertido de la ceguera y el
silencio incestuoso, como subsistemas de la existencia y los géneros, como constructos
simbolistas y fundadores de la personalidad occidental.

Job hombre prominente y rico, rodeado de la amistad y de la comprensión de su


mujer, se encuentra en su Arcadia disfrutando de una existencia plena de felicidad y
reconocimientos; situación que lo hace susceptible a la acción de Dios, y lo somete al rigor
de la prueba. ¿Por qué probar su fidelidad a Dios? ¿Qué pretende Dios probar de Job hacia
su omnipotencia? ¿Inseguridad de Dios, su miedo a los “Dioses ancestrales”? ¿Miedo al
retorno del politeísmo?
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¿Quién es la víctima que sirva de ejemplo para evitar esta regresión subversiva? Job
tiene que ser inocente para que Dios pueda mostrar el ejemplo de la verdad del hombre, es
decir: hombre feliz, hombre inocente, objeto del castigo divino, semidestruido en su
exterioridad pero conservada su filiación hacia la referencia fundamental de Dios; por
tanto, se salva una vez demostrada la injusticia/justicia del modelo aplicado por Dios. “En
la Biblia es la víctima quien tiene la última palabra, y esto influye sobre nosotros aunque no
queramos rendir al libro santo el homenaje que le debemos” (Girard, 1989).

Una vez que Job es sometido al rigor del castigo: pierde sus riquezas y su salud,
también pierde a sus amigos y a su mujer, quienes se convierten en instrumentos ciegos de
la “ira” injusta de Dios.

Con los griegos esta instrumentación corresponde al “coro” y en Job, al “pueblo”.


Las “masas”, como se diría ahora, linchan torpemente las posibilidades de defensa de Job.
Su mujer es una voz que resuena en los oídos de Job, como la condena más alta del pueblo,
pero esta es una voz hueca, ventrílocua; quien habla es “el pueblo” y, “el pueblo, es Dios”.
Los amigos acicatean cada uno de los castigos infringidos por Dios al cuerpo y los bienes
de Job que todo lo ha perdido… menos su fe. ¿Su fe en qué? ¿Qué es su fe: tontería,
ceguera, locura? ¿Su fe en la promesa de que Dios es bueno? ¿Confirmará Dios que es el
padre protector y dueño del alma de Job? ¿La esperanza de que los bienes podrán alguna
vez retornar a la identidad del éxito, visión del pueblo como felicidad?

Job criminal, juzgado y castigado, consciente de su inocencia ve el mundo como


trascendencia y no como la acción corrupta de la interpretación general, de la opinión, de la
audiencia… Él está por encima de la visión mediática, cambiante, vulnerable, frágil, no
sustentada en la materia, en la physis, sino en lo inmanente del espíritu; en la metafísica
trascendental es donde se refugia la interioridad de Job y, de ésta, surge la seguridad de que
se hará justicia y, el pueblo, en su veleidad, volverá a rodear de amor a la imagen de Job
“héroe de todas las batallas”. Edipo camino, Job ejemplo-sendero. La relación entre estas
estructuras funciona como paralaje en el que se han edificado los espejismos del
falocentrismo de nuestra cultura; en síntesis: son dos epónimos que representan una
continuidad asincrónica del continuum de la historia de los totalitarismos y revueltas
subversivas o reivindicadoras.

La tradición que niega la revelación del “otro”, porque es “otra” y lo “mismo”, ¿es
un malestar que recorre las rutas andadas por los sujetos que jalonean los parámetros de la
cultura?

El recorrido de transmisión de los significantes-significados de la realidad edípico-


jobsiana, funda la reproducción del imaginario que atrapa a la mujer como un vacío o una
separación natural y simbólica de la realidad femenina, en tanto sujeto ausente.
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Conclusión

El sujeto de la historia, es en realidad, el recorrido de los hombres perversos sobre una “ruta
antigua” que no termina nunca de alcanzar la “cité”; observados por un Leviatán o por
Dios; donde son constantemente masacrados y redimidos, en un proceso que Sísifo
mantiene como esquema de promoción de la producción simbolista de los agalmata
(Lacan, 1991) que hacen feliz al hombre y lo impelen a constituirse en familias, clanes,
gens, tribus, clases, etc. y, de esta manera, definir sus sociedades y sus representaciones
culturales.

La pregunta ¿qué es el hombre? No es simétrica con él ¿qué es la mujer?, no es un


simple cambio de vocales sino una ontología distinta. No conocemos la voz de la mujer,
sino el grito y, en consecuencia, recurrimos al imaginario sobre ella. El juego de espejos en
la que atrapamos la realidad de las mujeres nos impide saber qué es la mujer, sin el
referente masculino (por lo menos hasta ahora).

¿Qué es la mujer? el silencio, la discreción y, ocasionalmente, la transgresión. La


experiencia de los límites masculinos, como otro espacio propio de la enseñanza de
Antígona, señalan la ética femenina del amor materno, capaz de atravesar los esquemas del
deseo y la racionalidad; esto es, la ley que no abarca la profundidad de lo femenino. La
transgresión de la ley es también un desplazamiento erótico como un espacio lúdico que la
somete a los juegos del deseo masculino y vivido como una liberación fantasma, como
mujer de segunda, recuperada y atávica. La función femenina en el sentido en que se ha
presentado el liderazgo de las mujeres pese a su transversalidad y concertación no muestra
una estructura del inconsciente propio, y sí mucho de la trampa-red de los emblemas
deterministas de lo masculino. Mujeres a las cabezas de los gobiernos no son
necesariamente una expresión de lo femenino absoluto sino de lo relativo masculino.

Ni Edipo, ni Job, serían nada sin las mujeres. La feminidad como el silencio, el
vacío, la hiancia, el cero….la diferencia, la deconstrucción, el miedo, la “castración…”, es
el referente que hace posible funcionar lo masculino y, en fin, el tormento de existir.
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Referencias

Fraisse, G. (1992).Laraison des femmes, Paris, Plon.

Freud, S. (1985).Tres ensayos de teoría sexual. Buenos Aires. Amorrortu, 1985, vol. 7

Girard, R. (1989).La ruta antigua de los hombres perversos, Barcelona, Anagrama.

Lacan, J. (1991).El Seminario de Jacques Lacan. Libro 20, Aún. Buenos Aires, Paidós,
1991

Leclerc, A. (1988).Hommeset femmes, Paris, Grasset, 1984

Marbeau-Cleirens,B. (1988).Les meres imaginées, Paris, Les Belles Lettres.


Meyer Fortes (1974).Oedipeet Job dans les religions ouest-africaines, Ed. J-P.Delarge.

Skittecatte, L.A. (2005).Los silencios de Yocasta. Ensayo sobre el inconsciente femenino,


México, Siglo XXI.
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Capítulo II

Epistemología de lo femenino

Escribo porque yo,


un día, adolescente,
me incliné ante un espejo,
y no había nadie
Rosario Castellanos (1972).
Poema “Entrevista de prensa”

Diseño del sujeto y perspectiva femenina

Presentación

Cuando se habla de lo femenino, es una referencia a un complejo de estructuras que definen


la diversidad y la plurinomíaque constituye la lógica de las conductas sociales de más de la
mitad del género humano. No basta el abordaje que puede constituir una posición científica
o técnica de la problemática implícita en esta forma de conceptualizar a la mujer; sin
embargo, es un camino didáctico para establecer una parametría de los aspectos que
pueden considerarse cruciales y que críticamente se pueden establecer procesos que aclaren
y hagan, lo más fácilmente posible, el manejo de la complejidad en una visión de
simplicidad de los objetos que se pueden construir, a partir de establecer los instrumentos
que hagan posible una apreciación, lo más cerca de la operación de los constructos y las
representaciones e imágenes en las que se puede realizaruna apropiación y difundir las
adquisiciones teóricas o metodológicas que esta tarea puede ofrecer al quehacer académico.
En este tramo del texto, se reflexiona sobre el sujeto como “un diseño” y se asocia con el
montaje de la representación, o escenografía, en que la mujer desplaza su cuerpo y define
los valores de su identidad, por lo que una teoría del valor y de la identidad pasan por el
reconocimiento que enmarca la actividad, cotidiana y trascendente, que como sujeto
practica y, en este caso, se ejemplifica con un sector importante de la productividad de
valores sociales en la docencia; así mismo se incursiona en los formatos en los que el valor
y la identidad son administradas desde una teoría de la gestión, que involucra
permanentemente el hacer con el ser del sujeto; es decir, la productividad ontológicamente
considerada, y el procedimiento operativo que lo permite.

Introducción

Las teorías sobre el sujeto (Foucault, 2005), en general son relativamente recientes; fue
cuando se presentó la necesidad de definir las categorías en las cuales trabajar la ciudadanía
a través de los procesos educativos, por la problemática de las democracias, especialmente
por la terminación de la guerra fría; entonces, había que profundizar en todos los sistemas
de la organización de la conciencia personal, frente a una conciencia cívica e histórica.
24

Los filósofos encontraron desafíos para poder abordar, desde la declinación de la


modernidad, cómo hacer planteamientos que pudieran establecer las plataformas
epistemológicas; de hecho, sería un nuevo sujeto cuyas referencias se habían modificado y
se encontraba en otro nuevo espacio general por el que había que transitar, por lo menos en
las primeras décadas.

¿Cuáles serían las definiciones del modelo en el cual basarse para la proyección de
categorías que fueran conformando las estructuras de integración de este nuevo sujeto?, en
dónde se incorporarán no sólo la crítica a la modernidad, sino a la apropiación de las
nuevas corrientes que le dan sustentabilidad a los planteamientos de constructos necesarios
para una nueva arquitectura del saber y la conciencia de los nuevos ciudadanos. La otra
cuestión fundamental era ¿qué hacer con la mujer? Si era “invisible” y estaba encajonada
en compendios transparentes y limitados ¿cómo podríamos inscribirla en este largo proceso
de construcción de las nuevas subjetividades? En principio, a las feministas no les quedó
otra opción que seguir en paralelo las investigaciones, y apropiarse de algunas
adquisiciones de la investigación masculina, adaptándolas a cuestiones no tocadas y
reinventando nuevas problemáticas específicas de la mujer; esta situación contrajo
compromisos que terminaron frenando la búsqueda de “ideas propias” y nos lleva a
replantearnos (en la segunda década del siglo XXI) qué hacer con esos intentos de definir
los modelos del sujeto femenino autónomo a las doctrinas sobre el sujeto masculino.

El propósito de trabajar sobre la importancia del tema de la mujer como una entidad
integrada, o en vías de integración, al mundo en general, que implica visibilizarlo y que
corresponde más bien a la política, a la igualdad, a la equidad, a la inclusión, la tolerancia,
el reconocimiento de derechos, a la educación básica y profesional; pero sigue siendo
prioritario el establecer una teoría completa sobre la subjetividad específica de la mujer. En
los últimos Congresos sobre estos temas, la parte dedicada a la “epistemología”, es muy
reducida y poco discutida, en parte, porque se repiten los errores de las investigaciones
sobre masculinidades; tal vez, lo que podemos por ahora destacar, es sobre problemas de
identidad; sin embargo, nuestras propuestas van por otra vía y creemos que pueden ser más
rica en cuanto a conceptualizaciones y, eventualmente, enderezar el debate sobre una teoría
general de la subjetividad femenina.

La máscara vacía de la identidad

La mujer cuando nace se encuentra ante un proceso de simbolización que la convierte en un


producto réplica dentro de los canales de las relaciones sociales que constituyen las
diferencias de género, y funda sus referencias frente a lo masculino, como de sí misma, y
como “otra” (Gauntlett, 2002). El dimensionamiento de las etapas de desarrollo de los
procesos de paralelismo-disyunción en que se teje el imaginario femenino, a través del acto
rijoso del espejo en el cual permanentemente se mira como otra, pero es ella misma.
25

La distorsión que acompaña el diálogo entre el ser y la imagen del ser que es la
mujer, permanece por largo tiempo como el hilo conductor de la genealogía de su
identidad; proyecta la máscara de un rostro que se vuelve “máscara” del otro, y así
sucesivamente, hasta definir una colección de formas en las que va definiendo el tránsito de
los imaginarios a la realidades de la cotidianidad.

Uno de los problemas en que la mujer recurre a las fugas de identidad es cuando se
pregunta ¿quién soy yo?, y esto le permite impostar cualquier identidad que responda mejor
a sus deseos. Este proceso que va haciendo complejo el manejo del imaginario, requiere de
una legitimidad para poder realizar las operaciones de presentación y sustitución rostro-
imagen-máscara por lo que recurre, de nuevo al soporte masculino, que proviene de las
reglas que la masculinidad ha planteado históricamente y ha ido entrampando al “monstruo-
sombra” que aterroriza al hombre, es decir, la mujer enigma, esfinge, serpiente o medusa.
Bajo estas condiciones se plantean las relaciones entre géneros de la que resulta una
dialexis de las relaciones en la cual la esfinge mantiene su aurea de virtualidad
fantasmagórica, como la fuerza de atracción a través del deseo o la pasión y el encono de la
transgresión de la normalidad impuesta por la trama normativa de la masculinidad. El
sujeto masculino se entrampa asimismo en tratar de ver una sola mujer a través de los
pedazos que encuentra de todas las mujeres en su ruta hacia su propia integración e
identidad. El atractor de “la mujer ideal” y el despeñadero que lo conducen a su perdición,
escenifica el drama de la representación simbólica del sujeto masculino.

La profundidad del espejo

Como habíamos señalado anteriormente, los juegos de transparencia y reflejo en los que
delimita las maniobras del ejercicio del poder de la mujer, representan una etapa muy
importante en la formación del sujeto femenino, desde el momento en que se hace ver no
como totalidad, (Lacan, 1966), sino como parcialidad, de acuerdo a la estrategia del deseo
que puede provocar en el sujeto masculino; la cartografía de las estrategias posibles entre la
subjetividad femenina y la subjetividad masculina construyen un entarimado de propuestas
de las cuales podemos oír el susurro de sus pasos de un encuentro y desencuentro
permanente más como un pasillo que encubre las estrategias de la seducción, la entrega, la
ruptura y es decepción en los intercambios, no sólo de las emociones, donde parece una
inteligencia particular o el arte de la convivencia; es, una cartografía de las diferentes rutas
por las que se transita en esta poderosa búsqueda de sí mismo, desde el que podemos
dibujar los múltiples retornos, y avances, en los que diseñamos nuestra disformidad y
alteralidad, bajo los imperativos de sí mismo y que arrastramos la vía implícita de sí
mismas. Sin embargo, la particularidad de la feminidad hace una estructura diferente en que
hay una egología concreta, hecha de la disforia del ir y venir entre lo profundo del espejo
hacia la superficie, como en un lago interior en el que no es posible introducir la mano
porque se trata de una superficie plana que refleja la imagen distorsionada de sí misma.
26

Distorsión que mantiene las relaciones masculino-femeninas en un estatus de poder


en que los procesos de dominación entre una y otra subjetividad no se aceptan como
“viables” para la definición de la individualidad, puesto que se trata de mecanismos de
simbolización en los que los signos forzosamente deben revelar una condición diferente,
pero complementaria, a una individuación y que resulta del sincretismo, o de la separación,
de diferentes perspectivas; lo que ocasiona el vaciamiento de identidad por largos lapsos en
los que se desplaza la imagen que tiene de sí misma la mujer y en la que adopta una
progresiva personalidad en la que no se ve a sí misma, sino al “otro sujeto masculino”; de
esta contradicción surgen la diversidad que conforman las “diferentes mujeres” que
modelizan los perfiles de una generación o de un grupo de consideraciones modales como
el espacio donde se trabaja el perfil simbólico de la cultura personal.

Cuando señalamos la subjetividad nos referimos a esta religión interior en la que se


estructuran no tanto los saberes como las creencias, que pueden formar sistemas teóricos
que vamos definiendo dentro de certezas transitorias que definen nuestra verdad interior
que asimismo edifica no sólo con las propuestas o desafíos-retos-soluciones-experiencias-
resultados-… en donde la versión del “trauma” es importante como el basamento de una
semántica delineada por mitologías, verdades a medias, buenos deseos, políticas correctas,
etc. La administración de los flujos del conjunto de significaciones lo podemos asumir
como los rasgos de una personalidad o la colección de máscaras de las que dispone el
sujeto, como la expresividad ante el mundo y como sistema receptivo de los demás sujetos.
Los algoritmos que se van estableciendo y diseñando de acuerdo a las interrelaciones de “la
sujeto” con sus referentes masculinos en las interacciones, como actores del mismo espacio,
plantean una generación de asimetrías y contextos comunes con diferentes resultados; como
estereotipos o arquetipos que van sembrando los subsistemas de creencias, idiosincrasias o
interpretaciones, que integran una personalidad; aquí lo importante es visualizar que lo que
llamamos subjetividad femenina, es fundamentalmente la asimetría que, con su referente,
forma una unidad semiótica, en la que actúan como si fueran una sola entidad pero que, en
su accionar, representan dos individualidades que se atraen y se repelen constantemente. La
operación de vaciamiento es una transferencia hacia el otro masculino para asumirlo bajo
condiciones de negación, y a partir de esta contradicción, construir la dialéctica de
considerarse “ella” como “él” y, desde ahí, mediante disforias, tanto semánticas como
certezas complejas, forma el aparato de los montajes, generalmente como paradojas de la
personalidad y las representaciones.

Las máscaras de la invisibilidad

Conforme la mujer crece va aprendiendo, mediante las traumatologías en las que va


colocando las piezas del rompecabezas de su identidad; va aprendiendo el mejor manejo de
los desafíos que le arroja la virtualidad de su espejo personal, constituyendo la
manipulación cotidiana de sus máscaras dentro de la escenografía en la que trabaja.
27

Por un montaje de estructuras que le permiten ser un experta del ocultamiento y de


la invisibilidad del género, como de la proyección de las categorías valorativas que hacen
una ética personal productiva, y un programa individual de la felicidad. En la manipulación
de la máscara está “el truco” que motoriza las líneas básicas que conforman la red donde es
posible el desenvolvimiento del manto que ha tejido el sistema patriarcal entorno a la
invisibilidad de la tragedia de la feminidad, donde el confort desmotiva los actos de
rebelión y liberación de las ataduras de lo que sería un destino ligado al género, sujeción
que limita el crecimiento de la mujer como ser humano, y que enmarcan las luchas que
tienen los grupos avanzados de la conciencia femenina.

Para los efectos de una conciencia femenina, se traspasan los elementos de una
conciencia histórica y se revierte la necesidad de analizarse a sí misma, antes o al mismo
tiempo, de propugnar los cambios sociales que cambiarán su perspectiva y, de esta manera,
paliar las desventuras de la ruta trágica de la identidad frente a la invisibilidad.

Si nos mantenemos en la línea clásica de la filosofía antigua diríamos que el manejo


de las máscaras son las mujeres que le han enseñado a Edipo cómo ser él mismo, pero ante
eso, a la mujer antigua, le quedaba solamente el silencio; pero a la mujer posmoderna le
queda la voz y el grito de la reclamación, la rebelión y el empoderamiento; sin embargo,
esto que pudiera ser transparente, se vuelve opacidad cuando se simula el silencio que
puede ser, al mismo tiempo, una estrategia virtuosa, o una trampa, que hacen nugatoria toda
rebelión; de ahí que la máscara puede no cubrir un rostro sino representar un vacío
insondable de la constitución estructural de la personalidad femenina. No basta que la
conciencia femenina se traduzca en una serie de enigmas de las que nadie tiene la llave de
su decodificación, sino que es necesario que se muestre la habilidad en el teatro de las
representaciones, y establecer el diálogo en la anagnórisis en la que la conciencia refleja su
valor y la función más importante para el establecimiento de plataformas que trasladen los
valores de la simulación que invisibilizan a la mujer hacia la simplificación de las
representaciones de sí misma, como realidad y como sujeto.

El control que va marcando y delimitando las diferentes fases del desarrollo de la


personalidad femenina es un alto que, periódicamente, somete a una evaluación las
experiencias con el ideal que es dibujado por la intencionalidad masculina, y el trauma va
indicando los diferentes niveles y estratificaciones que el deseo personal se conforma con el
modelo y, de la suma dinámica de las vivencias, las que van recubriendo de piel el rostro
falso de la identidad. Necesariamente, el transitar por una traumatología que colecciona los
momentos más importantes de la formación interior, trae consigo una disponibilidad del
tiempo, que no permite mirarse a sí misma y es, en este momento, donde el imperio de la
invisibilidad domina el espacio de las decisiones y la voluntad para transformarse en sujeto.
28

Lo uno, lo otro y sí misma

Es relevante mencionar que la identidad tiende a definir una individualidad, que en el caso
de la mujer, resulta complejo construir una entidad que al mismo tiempo individualice las
condiciones del sujeto porque a partir de que no hay un control fehaciente, independiente y
que abarque todos los elementos de la individualidad, permite las fugas de la realidad hacia
utopías que no representan una viabilidad para una construcción sólida de sí mismas;
entonces, no se puede identificar una unidad en cada una de las mujeres y sólo se ve una
línea de referencia en la modalidad o en el comportamiento colectivo (Rhode, 1990). Para
poder integrar todos los elementos que pueden conformar “el uno” se requiere recorrer
diversas instancias que el trauma permite conectar la vivencia con la experiencia teórica o
la reflexión sobre los contenidos que pueden ser susceptibles de conectividad y definición
tanto interior como exterior de la fenomenología interna entre instancias; esto es, ir
pavimentando el camino que los pasos del impulso vital va dibujando en la ruta de vida de
cada sujeto y es posible aplanarlo en un discurso lineal y comprensible. El relato que puede
explicar este sendero pavimentado es, en parte,la máscara y, en parte, el rostro del “uno”,
identificado desde el cual se puede establecer la comunicación con “el otro”. La identidad
es la figura retórica comunicable entre el “uno” y el “otro”, por lo que identidad y unicidad
van juntas, pero dentro de una estructura retórica que asimila una configuración y, otra, es
lenguaje construyéndose y, en acción, es dinámica y estabilidad, como una constante
evolución y revolución de las formas que comunican al “uno” con el “otro”.

La progresión en la que encierra la mujer su identidad de “uno” con el “otro”,


determinan su rango existencial desde donde establece su mirador y el horizonte de sus
interrelaciones sociales, las mismas que la entrampan en el modelo masculino del sistema
patriarcal y, en consecuencia, su proceso kenótico de jugar con la mascarada siendo mujer,
y adopta las acciones masculinas que deformane instalan de nuevo el “sí misma”. ¿Qué
ocurre con la sexualidad mientras transcurre la mascarada de “sí misma”? En la mujer
contemporánea podemos observar, en la constitución de sí misma, un manejo de las
representaciones de la sexualidad bajo un plano de mejor comprensión de la influencia que
tiene su sexualidad en la conciencia y, por lo consecuente, las problemáticas que van desde
una erótica a la maternidad, que es un espacio más amplio que se le da al disfrute del
cuerpo y no a la responsabilidad de la reproducción, lo que plantea una gestión más
equitativa entre el accionar del cuerpo y su representatividad en la conciencia femenina. Es
conveniente señalar que hay una combinación entre la estructura del “yo del sí misma”, y la
estructura del “otro”, y esta combinación estructural, forma una arquitectura permanente
que sustenta la escenografía donde se representan los dramas de la cotidianidad, como
contenidos trágicos de la personalidad y definen el campo de acción particular de la mujer
con los fantasmas de un proceso de vaciamiento y complitud de cada instancia que va
definiendo paulatinamente las acciones, tanto ofensivas como defensivas, de la integralidad
interior.
29

Gestión del sujeto femenino y codependencia

La existencia de la mujer constituye un paralelismo asimétrico, lo que la correspondencia


no necesariamente arroja una figura geométrica fácil de establecer las relaciones del
intercambio de valores o categorías que son asimilables a la formación de la-sujeto; esto es,
hay una administración de los recursos disponibles como el cuerpo, las habilidades
intelectuales y emocionales que arman y desarman los imperativos de una prognosis
establecida por un sistema patriarcal aplicable en la vida cotidiana a través de las
instituciones sociales y que es un techo que pesa sobre el desarrollo de la personalidad
(Goldner, V. 1991); lo que quiere decir que la gestionalidad de las categorías se conjuntan
mediante la presión ejercida de una manera permanente contra un proceso de integración
libre, y deforman la conducta hacia derroteros que le llevan, a cada mujer, gran parte de su
vida. Establecer un modelo decisional acorde a las características del modelo masculino
implica una codependencia del modelo femenino hacia la dialéctica del modelo masculino,
en parte, porque al marchar en paralelo los tropiezos de cada uno de ellos, se pierden o se
acercan, hacia el referente de cada modelo y, ésta relación, se vuelve asincronía o asimetría
cuando se revierten los procesos críticos que la dominación de uno por el otro, y configuran
la esfera de las relaciones de sujeto.

Es conveniente indicar que para establecer una gestión sana de las categorías
femeninas es necesario mencionar que la praxeología que hace operar el apego o el
desprendimiento del referente, el sujeto mujer, hace una doble acción de seguimiento del
modelo masculino, marcando las diferencias aún cuando el referente puede ser el mismo,
como una acción auditora de las operaciones que pueden derivarse del trabajo o del
esfuerzo que realiza la mujer, existencialmente, para diseñarse la imagen necesaria con la
cual se identifica como totalidad y como diferencia.

Dentro de una gestión insana; es decir, cuando no es una gestión “para ser” sino
“para parecer”, entonces, el procedimiento del modelo se basa solamente en las máscaras y
no en el juego del simulacro de las mascaradas que se vio arriba, sino se instala un
simulacro total, donde el sujeto no puede ser “si mismo” sino “otro como sí mismo”; con
esto, se quiere decir que puede surgir un ámbito que puede corresponder a una patología y,
en consecuencia, se cae en el terreno puramente médico.

En el montaje de la escenografía en la que se articulan todas las fantasmagorías de


la personalidad, se establecen retículas en las que permanecen atrapadas la vergüenza y la
culpa primarias, establecidas por la cultura, y constituyen un marco referencial para la
incorporación de los ligamentos entre cuerpo-sexualidad y civilización; a veces son
verdaderos crímenes o pecados que jalonean las virtudes éticas, reconocidas como el
carácter o las manías de la conducta o la perversidad, en crímenes perpetrados contra
aquello y a quienes intervienen como personajes reales-imaginarios en el espacio escénico
de la verdad femenina, y se convierte en fortaleza de las imposturas y del síntoma; es decir,
la mudez o la proclama de una forma de ser, como el carácter o el pathos.
30

Referencias

Castellanos, Rosario (1971). “Entrevista de prensa” Ensayo Buscándose a sí


mismas:cuatro personajes femeninos ante el espejo Disponible
en:https://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/.../buscand.htmlde E González-
Muntaner - 2007

Foucault, Michel. (2005). La hermeneútica del sujeto.Ed. Akazl, Madrid.

Gauntlett, David. (2002). Media, Gender and identity.London. Routledge.

Goldner, Virginia (1991). Género irónico-sexo auténtico. Revista Clínica e Investigación


Relacional vol.3 (3) octubre 2009; pp 619-637. Localizado en 25 de enero 2015. Disponible
en: http://www.psicoterapiarelacional.es/CeIRREVISTAOnline/Volumen
3(3)Octubre2009.aspx

Lacan, Jacques. (1966). Le stade du miroircommeformateur de la fonction du


je;tellequ´ellenousestrévéléedansl´experiencepsychanalytique, en Écrits, Seuil.

Rhode, Deborah. (1990). (ed) Theoretical Perpectives on Sexual Difference. New Hven;
CT: Yale UniversityPress.
31

Gestión del valor e identidad de la mujer mexicana

Presentación

Los procesos de agencia y resistencia de la mujer mexicana se dan dentro de una cultura de
la colonialidad que configuran un modelo centro-europeo-norteamericano; pero las nuevas
condiciones de la globalización planetaria hacen que se generen perfiles que rebasan esta
primera clasificación por lo que hablamos de una “cuarta mujer”, después de Lipovetsky
(1997), que responde a las categorías de contemporaneidad, y en tránsito de construcción.
La cuarta mujer en tanto sujeto sostiene posiciones de liderazgo que van más allá de la
división del trabajo y sí establece soportes de sus propuestas de vida como un sistema
decisional dentro y fuera de la pareja. Aparentemente la cuarta mujer encuentra un campo
propicio para sortear las desigualdades.

Las desigualdades de la cuarta mujer están delineadas por tres estructuras que
obedecen a la educación, productividad y empoderamiento que configuran un perfil
estándar del comportamiento social contemporáneo; el ir sorteando las diferentes
construcciones de esos tres sistemas la hacen una mujer flexible, educada, ocupada
económicamente y con pretensiones de empoderamiento en base al éxito profesional. Es
capaz de regresar a valores como la maternidad, pero busca embarazarse sin requerir de la
presencia permanente del hombre; es una “mujer emancipada”, “dueña de sí misma y de la
situación”; sin embargo, las condiciones de resistencia a los peligros de regresar a la tercera
mujer hacen, que los valores, se transformen en negociaciones con la pareja. En este
proceso ¿dónde queda la masculinidad? La masculinidad que funciona con la cuarta mujer
es una que ha abandonado el disfrute del poder total o del goce de la dominación. Estetexto
profundiza el análisis sobre la influencia de la globalidad en el estatus de la mujer
mexicana contemporánea, y de los pormenores e implicaciones que tiene la lucha por
edificar el sujeto femenino.

Introducción

La evolución de las luchas feministas a partir de los 70’s, ha ido planteando diferentes
frentes que han culminado, en la posmodernidad, como antecedentes de un ciclo amplísimo
de perspectivas. Atrás quedó la inventiva por los derechos de la mujer y, ahora, se
administra el acceso y dominio de posiciones políticas y administrativas de los estados y de
las instituciones sociales. La mujer mexicana, de clase media, que es la que ha participado
con mayor presencia en todos estos años, se ve con características que no concuerdan con
los modelos eurocentristas y de América del Norte, pero comparte algunos elementos y
mecanismos en común con ellos; el resto de la población femenina de México (indígena,
rural, y ciertos sectores urbanos) espera de una manera desigual, que sus contemporáneas
de clase media desborden sus conquistas para integrarse, más tarde, a los niveles
alcanzados en mejoras sociales.
32

La organización de frentes definen líneas de acción que se complementan y que


aprovechan las oportunidades que la sociedad mexicana, a través del desarrollo por la
democracia y la integración de la mujer al aparato productivo nacional, le permiten a ésta ir
acumulando no sólo el reconocimiento de derechos sino el poder real, especialmente a
través de la educación, de tal forma que en los últimos años, aprovechando el cambio
democrático del año 2000, las mujeres representan mayoría en la enseñanza superior; esto
es, que ha mayor democratización de la sociedad, mayor feminización de la educación
superior nacional. ¿Pero qué sucede al interior de estas cifras y cuáles son los nuevos
mecanismos en los que las mujeres se encuentran incorporadas a los procesos de transición
democrática y cuáles son los retos que delimitan su acción política?. Las clases medias
mexicanas han sido el soporte de los desarrollos económicos, políticos y sociales del país
(de los 50’s a la fecha) en los que siempre han estado en la cresta de la gloria y del infierno
cuando hay procesos de buenos ingresos con crisis profundas, prácticamente en forma
continua.

A finales del siglo XX Naciones Unidas lanzó la propuesta para enderezar un


programa de metas a mediano y largo plazo que llamó Objetivos del Milenio, donde se
destaca que la equidad y la igualdad de género es el objetivo fundamental exigible a los
gobiernos de América Latina para ir aterrizando los derechos de las mujeres y del cual se
desprenderían una serie de metas concretas, medibles, en las que se irían acumulando los
resultados de las medidas adoptadas por los gobiernos. A la fecha se notan los avances
significativos en lo que se ha dado en llamar el empoderamiento de las mujeres de clase
media y, en menor medida, para mujeres de origen rural o de marginación social.

Asimismo, estas conquistas se han convertido en un nuevo velo de invisibilidad, de


contradicciones, desviaciones y manipulación de las fuerzas de las mujeres; de tal manera
que podríamos señalar que estas conquistas pertenecen a un tipo de manipulación de las
banderas de los movimientos de cambio social real por lo que han luchado las mexicanas.
La selección de candidatas, dentro de los partidos, se hace bajo la consigna de las de mayor
filiación tradicional y las contestatarias o feministas con un perfil más militante y que
comparten sólo algunas de las estructuras de los partidos, son segregadas de los
mecanismos del poder en México. Lo vemos en el número de mujeres y los perfiles
biográficos que demuestran que escritoras, artistas, periodistas profesionales con una
imagen pública reconocida como feministas, no aparecen en ninguna posición promovidos
por los mecanismos de poder de los partidos; bastaría referirse al fenómeno de las
“juanitas” para entender el esquema de “equidad de género” entendido por los partidos
tradicionales.

Desde los años 70’s a través del diseño de políticas públicas por ir incorporando los
compromisos con Naciones Unidas, los gobiernos locales de América Latina, fueron
implementando medidas que se han transformado en instituciones que para 2014.
33

Forman una red estructurada entorno a sistemas de dominación que, en nuestros


términos, han naturalizado el empoderamiento de las mujeres dentro de los cauces que han
marcado los gobiernos conservadores y liberales que se han sucedido desde los años 70’s
de las mujeres pobres.

Encerradas en atavismos de la cultura tradicional patriarcalista, les ha resultado muy


difícil, y complicado, poder romper los ritos de su sometimiento, sólo en contadas
ocasiones han surgido liderazgos que se han ahogado en el proceso de naturalización.
¿Tendríamos que esperar a que Naciones Unidas revise estructuralmente sus políticas para
hacer que se muevan las medidas de desarrollo de nuevos liderazgos feministas que rompan
con el marasmo de la naturalización? Justamente en este trabajo exploramos algunas de las
líneas de investigación de este nuevo velo que se ha tendido sobre las mujeres; velo que se
extiende a través de la gestión de medidas portadoras de valores que, en cada presente, se
ofrecen a la lucha de los liderazgos actuales.

Perfil de la mujer mexicana

En México, al 2010, había 53.2 millones de mujeres, de las cuales 40.5 millones trabajaban,
lo que representa el 73% (INEGI, 2010); éstas realizaban algún tipo de trabajo junto con las
labores domésticas. De la población que trabaja 1.3 millones cuentan con educación
superior y un 4% había recibido educación técnica para el trabajo, lo que significa que
solamente el 5.3% podía tener la posibilidad de acceder a un trabajo profesional con
mejores salarios y prestaciones, contra 94.7% que se desenvuelve en tareas de poca
escolaridad, baja remuneración y, casi siempre, sin prestaciones.

La gestoría de sí mismas. La mujer en el siglo XXI

Cada generación va construyendo un perfil y fundando una trayectoria en base a las utopías
o ideales que socialmente van emergiendo como intereses y representaciones válidos para
conjuntos de personas que van incorporándose paulatinamente a referencias que postulan
plataformas ideológicas o mecanismos de realización personal; la mujer mexicana
contemporánea, entre 25 y 35 años de edad que trabaja, es la que se ubica en la “cuarta
mujer” y a la que nos referimos en este apartado, que es la que marca la diferencia sobre
otros grupos que ya están, de alguna manera, estudiados; y esta cuarta mujer, es inédita. La
estructura de valores nos ofrece la oportunidad de establecer un esquema en el análisis para
tratar de entender las motivaciones de la voluntad de la mujer mexicana en la etapa más
productiva socialmente considerada.
34

Los valores y su integración

La libertad

Este es un valor considerado como esencial y base de los demás valores. El concepto que se
maneja de libertad es el que abarca todos los niveles de autonomía posible y la no
injerencia de las autoridades familiares en su formación y desempeño laboral. Este grupo se
formó a través de las instituciones educativas del país, desde todas las perspectivas
económicas y comparten niveles de enseñanza superior importantes; son las beneficiarias
de los procesos de normalización de los derechos de la mujer y promotoras de una gestoría
diferente a los grupos de la “tercera mujer”.

Este grupo se ha formado en la idea de que no tiene por qué aceptar alguna
imposición en su forma de vestir, de divertirse, pensar, actuar y creer; se maneja como una
mujer con plenos derechos desde la infancia; su crecimiento estuvo mediado por derechos
como los humanos, de la mujer, y a una vida sin violencia.

Con instituciones defensoras a nivel global y dentro de un marco jurídico


consolidado que promueve los diversos niveles de autonomía individual dentro de la
familia y apenas ha estado experimentando en el mercado laboral, los diferentes estratos en
la que estos derechos empiezan a tener operación.

La dignidad y la identidad

Las mujeres dentro del mercado laboral encuentran su realización a todos sus ideales y
utopías, cuando entran a un proceso de ajustes entre sus propósitos y la realidad, que
ofrecen las economías locales, regionales, nacionales e internacionales. En esta dinámica de
ajustes tienen que desplegar, o se ven compelidas, a administrar otros valores para poder
mantener niveles aceptables de libertad, y dentro de estos valores está la dignidad que se
asocia al concepto de límites, en los que pueden hacer, o no, concesiones a sus niveles
personales de libertad. ¿Cuál es el ejercicio que permite maniobrar los contenidos de la
dignidad que, como sabemos, es la que permite establecer la identidad? Para efectos
prácticos se reduce a un convenio, acuerdo de voluntades e intercambio de intereses que
son los que marcan las barreras y las dimensiones que el consenso de intereses permiten en
cada circunstancia. Es una negociación permanente, constante y diversa con la pareja, con
el patrón, con los compañeros, con la familia y consigo misma, de ahí que sea un valor
expansivo, es decir, se adapta o se amolda a las circunstancias dentro de límites de
elasticidad.
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La salvaguarda de la seguridad y la capacidad de planear

Esta mujer nacida bajo el signo de las crisis económicas, financieras, políticas y sociales
tanto nacionales como internacionales de los años 1976, 1982, 1986, 1987, 1989, 1994,
1995, 2000 y 2008 (Cortés, 2010) la hacen de una piel sensible a la incertidumbre (Morín,
1999), de ahí que se plantean en contraposición una vida dentro de parámetros de certeza;
es decir, tienen una necesidad existencial de poder planear un futuro, por lo menos a
mediano plazo.

Lo que las convierte en mujeres muy pegadas a la tierra, pudiendo ser una limitante
en sus personalidades; sin embargo, en esta generación se ha vuelto un disparador más para
la inconformidad permanente.

Es importante considerar que la “segunda mujer” se preocupaba por asegurar una


vejez gloriosa para sus padres, “la cuarta mujer” no se preocupa en eso en lo más mínimo;
en parte porque sus padres son todavía jóvenes y el espectro de una vejez lastimosa todavía
no existe, aunado a que éstos ya cuentan con seguridad social.

Las relaciones de pareja

Para las tres primeras mujeres, las relaciones de pareja fueron fundamentales en sus vidas,
para “la cuarta mujer”, éstas no necesariamente terminan en matrimonio, de ahí la presencia
de modalidades de parejas, que no son matrimonios formales: unión libre, cíclica, eventual,
amigos con derechos, amigos de única vez, etc.; no crean compromisos de mediano y largo
plazo, y rechazan la formalización de sus relaciones.

La relación con “el otro”, es una relación de distancia que en las otras mujeres era
de cercanía, de necesidad, de complementariedad y, en la relación con “la otra”, es de
competitividad, de fuerza, y de poder; la sororidad quedó atrás, no es un planteamiento de
política correcta y, en su lugar, se ha edificado una estructura cuyos elementos están
cimentados en el egoísmo estratégico: “no puedo interesarme en mi hermana, cualquiera
que esta sea, sin antes haber resuelto yo misma mi problema y, a partir de este momento,
estoy en competencia para alcanzar mis metas lo antes posible, al menor costo”. Esta
estructura delínea con precisión la personalidad típica de la “cuarta mujer”; que el “yo” es
muy similar en muchos aspectos al “yo” masculino tradicional que no responde a nadie ni a
nada; pero hay una diferencia fundamental que consiste en que rechaza, cuando logra los
primeros niveles de empoderamiento, los rasgos de masculinización de su yo, presentando
una feminidad distinta a la masculinización de la tercera mujer; esto se manifiesta como
respeto a sí misma, a los demás, y de los demás; se vuelve una exigencia el ser reconocida.
36

En este esquema se diferencia de los “dinkis” y de “la mujer alfa”; la cuarta mujer
son grupos no interpretados por la mercadotecnia; son tan libertarias que cambian
radicalmente y de manera frecuente sus modalidades de consumo; sin embargo, es una
población que puede asumir, a la distancia, ciertos parecidos y coincidencias, pero no
claudica en su visión de largo plazo, de independencia y libertad.

La alteración en los protocolos de las etapas de las relaciones de pareja

Esta generación ha perdido el esquema que guiaba en forma mecánica, las maneras de
relacionarse, desde la búsqueda del “otro”, o la “otra”, hasta su culminación y en los
diversos pasos que normalmente había que dar como “los cuatrocientos golpes” que había
que recibir.

Los primeros contactos son en forma directa, en la mayoría de los casos, sin ningún
preámbulo; la iniciativa hoy es más femenina, el hombre se reserva, pero más por temor al
rechazo y, la frecuencia de relaciones, puede ir desde lo fortuito hasta la convivencia
permanente; de estos eventos o citas frecuentes no parte ningún derecho adquirido para
alguno o para los dos. Establecen una plataforma de relaciones donde el compromiso
generalmente está ausente y, a veces, queda como un ideal “suspendido en el aire”. Cuando
aparecen los hijos, se establece un cambio que afirma las características fundamentales de
los valores que habían hecho una forma de ser de esta generación. En primer término, un
pequeño grupo, regresa a la condición de “tercera mujer” pero la gran mayoría, lo ve como
un elemento de afirmación del modelo (libertad, no sumisión, no dependencia, realización
personal, dignidad, etc.). Una vez asumido con mayor fuerza el modelo, estas mujeres, dan
la impresión que entran a una etapa de consolidación de sus valores personales. Tener hijos,
que no dependan de un padre, se vuelve un orgullo; deja de ser un estigma, como lo fue a
las tres mujeres que le antecedieron.

Los lazos de amor son respetados, pero no asumidos. El amor es un fantasma que
ronda las relaciones pragmáticas que, en muchas situaciones, es sustituida por “objetos
suplentes”: mascotas, consumismo, redes sociales, culto a la belleza (hábitos corporales,
metrosexualidad, físicoculturismo, cirugía estética, entre otros); son relaciones interesadas
en las que se sustenta la honestidad y la comunicación; honestidad es igualdad a un mundo
sin mentiras, como exigencia primaria, donde no hay cabida para o el engaño.

Cualquier interferencia con este sentido de honestidad y comunicación, no hay


“perdón ni olvido”, es motivo de ruptura. La recurrencia a sistemas restauradores es materia
de elaboración de profesionales y se rechaza los consejos familiares o a las supersticiones.
37

Capacidad de reinventarse

La “cuarta mujer” ha desarrollado la inteligencia emocional, ha llevado cursos de


asertividad, PNL, liderazgo, etc., o, en otras palabras, es una profesional de saberse resiliar
(Rutter, 1987; Grotberg, 1998). Otras generaciones de mujeres eran cautivas de las
ciudadelas masculinas (Lipovetsky, 1999), en las que se encerraban bajo estereotipos, a
veces flexibles, a veces constrictivos, en los que intercambiaban los lenguajes y se
sobrellevaba una cierta esclavitud bajo patrones éticos promovidos desde fuera de la
intencionalidad femenina. La “cuarta mujer” no tiene necesidad de luchar contra las nuevas
masculinidades, simplemente se reinventa plásticamente, bajo patrones de superación de los
propios paradigmas masculinos. Las tácticas más comunes en el proceso de reinventarse a
sí mismas está en un penelopismo (Cortázar, 2013), que se ejerce desde la adaptabilidad a
condiciones favorecedoras y el desmantelamiento de aquellas que son desfavorables. En
este camino no siguen la estrategia de Buttler (2006), en deshacer el género, sino lo
construyen al mismo tiempo que lo deshacen y plantean una forma de vida que no va contra
ciertas bases fundadoras de la diferencia sexual.

El solipsismo parece un recurso moral que funda una ética personalista, como
resguardo de los valores operativos de su individualidad sobre los que puede reinventarse o
restaurarse de los efectos de la confrontación cotidiana y edificar las instituciones sociales
que las haga circular con naturalidad.

La política feminista no es una lucha central para “la cuarta mujer”; esta generación
no es militante, no le interesa ningún tipo de militancia. Respecto de los feminismos saben
guardar distancia, sin compromiso; ante propuestas concretas de grupos feministas
corresponden de una manera tibia o de franco rechazo; son mujeres muy bien informadas y
participan en congresos feministas, pero el compromiso político no es su máxima virtud; su
quehacer político está en otro lado: en la práctica de aprovechar las oportunidades y
ventajas de las estructuras actuales productos de la normalización que promueven las
instituciones que defienden oficialmente los derechos de la mujer.

El ocio y la cuarta mujer

Como se ha venido mencionando, las mujeres de esta generación están preocupadas en qué
ocupan su tiempo libre, y esto es, una presión en viajes nacionales e internacionales en los
cuales visitan lugares de alto interés cultural y deportivo, cultivan el gusto por deportes
extremos y de aventura, así también aprovechan este tiempo para socializar, visitar
restaurantes, bares, cafés, etc. Se puede afirmar que dentro de los esquemas de control y
prudencia, la relación con el ocio y los valores, están enmarcados dentro de lo posible y lo
que permite una elasticidad presupuestaria normal. Son muy cuidadosas de no rebasar sus
ingresos; su capacidad de endeudamiento es muy limitada por lo que es muy difícil
encontrar líneas de despilfarro o de irracionalidad en el consumo. El ocio está ligado a los
beneficios de la formación y del desarrollo personal.
38

Globalidad y perspectivas

Esta generación se ha formado en las crisis provocadas por los grandes movimientos socio-
económico-políticos que conocemos como globalidad, donde las acciones provocan
diferentes catástrofes en los lugares menos esperados como parte de un “efecto mariposa”
(Lorenz, 1963) y que se presentan dentro de economías, internas y externas, dependientes
de monopolios o deformaciones que hacen vulnerables las ganancias, los empleos y la
seguridad pública, que han provocado en esta generación un perfil de reinvención y
resiliación permanente.

Es una generación altamente competitiva y su ambición principal es la estabilidad:


cuanto más tarde la estabilidad más esfuerzo realiza por aprovechar las oportunidades del
caos; su ethos o égida es la previsión, la planeación, la predictibilidad, la interpretación de
los signos del cambio, etc., todo esto conforma una ética básica, en la que tejen y destejen,
permanentemente sus valores. Son típicamente grandes administradoras de valores; como
categorías que norman sus conductas y que las mantienen vivas e inteligentes.

Es una generación que usa la voz en público como en privado. La voz pública no es
un terreno tabú; ha crecido en planos donde no se requiere el silencio como recurso sagrado
de lo femenino. Participa sin temores en la política como provocación y rompiendo
esquemas que simulaban, en otra época, la participación de la mujer en el ámbito de poder;
ahora es una intervención directa en franco rechazo a la manipulación y enajenación del ser
femenino tradicional. El espacio público es también el de su voz, cancelando 2,500 años
(polis griega) de silencio, sin discurso, sin lenguaje propio, (Beard, 2014) etc. La voz de
esta generación es el sonido de la libertad-identidad.

La perspectiva que se convierte en prospección y proyección, para estas mujeres,


representan líneas que se van eslabonando unas con otras, aun cuando desean planear, es
raro encontrar quiénes lo hagan a largo plazo, por lo que a cada momento de búsqueda
proyectan cuando mucho a mediano plazo y se regresan a nuevas prospecciones. Lo que les
proporciona una atención permanente a lo que hacen aquí y ahora; son buenas empleadas,
emprendedoras con mucha imaginación y creatividad, y muy atentas a su estado de cuenta
bancaria; prácticamente no hacen nada que no pueda ser reflejada en términos monetarios.

Conclusiones

El estudio de las mujeres no puede hacerse tan genéricamente, porque se pierde la mujer
concreta al convertirse en una abstracción trascendental. Es conveniente
metodológicamente referirse a aquellos conjuntos que pueden diferenciarse lo más posible,
para constituir diversas posturas e interpretaciones sobre la vida que estructura y define las
características, comportamientos, etc., que hacen un grupo social determinado.
39

No obstante, la imposibilidad de poder abarcar todas las circunstancias, se ha hecho


un esfuerzo por configurar un espacio donde se pueda abordar la posición ética del grupo
más representativo de las mujeres en México y establecer los nexos epistémicos que se
emplean a través de valores culturales y, de estructuras de la conducta, que nos ayudan a
ver y, eventualmente, a manejar ciertos criterios que nos permitan hacer juicios sobre el
aretéque predomina en las generaciones de jóvenes mexicanas, esto es, la línea ética que
manifiesta la subjetividad particular de este grupo de mexicanas.

El análisis sociológico sobre la mujer realizado por Lipovestky, nos sirve como un
referente, porque dentro del discurso encontramos elementos en los cuales se facilita el
entender la evolución de las maneras de pensar y de hacer de las mujeres, pero de acuerdo a
esta perspectiva, creemos que el estado evolutivo de la mujer actual ya está desplazado a
una “cuarta mujer” y se trata de que este desplazamiento está bajo control semántico y en el
que se pueden hacer conclusiones de mayor fondo.

La gestión del valor es el hacer del ser, el arte espacial y dinámico en la que las
mexicanas, de este grupo, aclaran su conducta y sus semánticas.

Referencias

Beard, M. (2004). “La voz pública de las mujeres”. Letras libres. México, D.F. Abril 2014,
año XVI. Traducido al español y tomado de London Review of Books. S/f.

Buttler, J (2006). Deshacer el género. Ed. Paidós. Barcelona

Cortazar, J. (2013).Rayuela. Edit. Alfaguara. México

Cortés, F (2010).Medio siglo de desigualdad en el ingreso en México. Rev. Economía-


UNAM No. 29 abril del 2010.

Morin, Edgar (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO.
Paris

Lipovestky, Gilles (1999). La tercera mujer. Permanencia y revolución de lo femenino.


Editorial Anagrama. Barcelona, España

Lorenz, E. (1963).“Deterministicnonperiodicflow”.Revista Journal of Atmospheric


Sciences.Vol. 20: 130-141. Boston, MA.

Rutter, M. (1987). “La capacidad de recuperación psico-social y los mecanismos de


protección”. American Journalof Orthopsychiatry, 57, 316-333.
40

Grotberg, E. (1998). El proyecto resiliencia internacional. Consultado el 1 de febrero de


2014, disponible en http://resilent.uiuc.edu/library/grotb98a.html.
41

Capítulo III

La “diferencia” en la teoría social

Mulierismo y teoría social. Crítica a la teoría social desde el mulierismo

Presentación

La teoría social contemporáneaha sufrido en las últimas décadasuna transformación


significativa, pero no revolucionaria; es decir, el impacto provocado por la actividad
intelectual, jurídica y política de las mujeres a partir de la segunda mitad del siglo XX, ha
movido ciertos esquemas de la dominación masculina y ha obtenido logros que han puesto,
si no en crisis, sí en entredicho las verdades manejadas por la teoría social. Este nuevo
espacio intelectual pretende establecer los fundamentos de la transformación de las mujeres
en tanto objetos (objeto del deseo, objeto-fetiche-mercancía, etc.) que van a una conversión
total del objeto hacia el sujeto; esto es, un nuevo planteamiento de plenitud de condiciones
frente al pleno y sistémico de las masculinidades; ya son más de medio siglo de constantes
confrontaciones entre estos plenos para ocupar el sistema, como un espacio compartido y
complementario.

Es preciso visualizar la crisis actual de la teoría social como una crisis metodológica
que tiendea incorporar categorías específicas de esta plenitud complementaria, para poder
entender los nuevos estatutos de la actividad social y, en consecuencia, redefinir el porvenir
mismo de la teoría como referente epistemológico de las apreciaciones específicas de los
diversos objetos de estudio que hacen las especialidades sociológicas.

Introducción

Las ciencias sociales del siglo XXI, se dice que están en crisis; en parte porque los objetos
de estudio se han hecho tan complejos que solo con la especialización y los enfoques
diversos se han podido abordar; pero generalmente lo hacen desde la descripción, dejando
de lado la epistemología que explique los fundamentos teóricos con los que se puede
abordar tanto la simplicidad y la reducción como lo complejo; así también
metodológicamente, la explicación estructural. La crítica más fuerte orientada hacia las
ciencias sociales parte de las tesis feministas y, últimamente, desde el mulierismo, que
abarca todas las posibilidades de la acción social de la mujer.

La convergencia y el paralelismo de la crítica feminista y mulierista a las bases


teóricas de la teoría social, mantienen líneas de operación metodológica, tanto cualitativas
como cuantitativas; aquí emplearíamos las cualitativas en la reflexión analítica de la
circunstancia histórica, para alertar e inducir los enfoques teóricos con los que la crisis
puede ser tratada y, de esta manera, robustecer las investigaciones que se realizan en el
mundo contemporáneo.
42

Las cuestiones que generan las acciones del “mundo femenino”, han dejado de ser
provenientes del mundo sombra que solía ver, en contraste luminoso, todas las acciones
sociales de la humanidad; sin embargo, todavía podemos observar brechas muy grandes
entre los diferentes desarrollos de los países y donde las ciencias sociales tienen que cubrir,
desde una explicación discursiva, la promoción de los cambios que desplazan los niveles de
transparencia de los grandes grupos como son las mujeres, y hagan diseñar las nuevas
perspectivas; por lo que es importante que esta crisis de las ciencias sociales se resuelva
superando los rezagos epistémicos que aducen los estudios sociológicos.

Ante los cambios que han sufrido las ciencias sociales frente a los ataques
feministas de los últimos cuarenta años de desempeño intelectual de grupos muy
importantes en los países desarrollados, es necesario analizar en qué situación observamos
la efectividad del mulierismo y el feminismo, como una confluencia histórica que está
mostrando un nuevo paradigma estructural dentro de las ciencias sociales que, primero, se
convierte en crítica, y luego, en transformaciones de ajustes y cambios, etc., probablemente
nos muestren otros referentes de las relaciones hombre-mujer que se están configurando
bajo combinaciones que definirán las futuras construcciones epistémicas de las nuevas
sociedades.

La teoría social es una representación sistémica de las relaciones entre personas; no


es un conjunto de conceptos fijos que describan verdades científicas eternas; sino como
toda ciencia, se va transformando conforme los fenómenos sociales se modifican o
desaparecen. Cuando se habla de crisis en la teoría social se refiere al resquebrajamiento de
los modelos que han perdido sus referentes que los hacían sustentables, y al conocimiento
que se tenía de la realidad social; de tal forma que la teoría social tiene que abandonar sus
esquemas hipotéticos y niveles de certidumbre, para poderse renovar y responder a las
nuevas perspectivas de la sociedad contemporánea.

Las grandes teorizaciones sobre estructuras sociales, clases, estratos, roles, status,
etc., dejan de ser conceptos funcionales y han aparecidos nuevas “axiologías” y discursos
sobre lo social que pueden, incluso ser teorizaciones pero no UNA TEORÍA; y no sabemos
si tienen alguna importancia el carecer de los instrumentos de la teoría clásica o de las
nuevas, que sólo sustituían partes de la teoría clásica. La crisis es una coyuntura que no ha
podido explicar las nuevas globalizaciones del mundo y que pulverizan las realidades más
allá de los regionalismos y de las estructuras de mercados emergentes, latentes, sombras, o
de otros tipos, pero que resulta difícil reducirlas a un estructuralismo teórico que dé cuenta
de la multidiversidad de los fenómenos sociales actuales. A la circunstancia de la pérdida
del método sociológico (Dosse, 1997) por categorías sueltas que dispersan el conocimiento
social, hay que agregarle la crítica del género, para reubicar, una vez recorrida la brecha
abierta por los feminismos, las posturas de lo social pertinente a la diferenciación de
géneros y el uso del discurso científico que instale las perspectivas de los nuevos
contenidos además de la irrupción de la mujer como sujeto visible y fuertemente
combativo, que justifica la “guerra de los sexos por otros medios”.
43

Caracterizar a la teoría social como una teoría sexista, androcéntrica y


discriminatoria ha sido blanco recurrente de las críticas que forman parte de la crisis de las
ciencias sociales; pero, no se han creado nuevas teorías que edifiquen nuevas arquitecturas
sobre el conocimiento que incluya el paradigma de la diversidad sexual antes que los
sistemas sociales se manipulen como unidades transparentes. Para encontrar lo femenino
resulta muy largo y tedioso porque nos encontramos con una red de posiciones, pero no
encontramos a la “mujer”; es decir, tiene más éxito (ONU, Beigin, Belem de Do Pará, etc.)
un nuevo mulierismo que la creación de una cuarta ola feminista. Es en este óptimo
movimiento donde podemos encontrar las respuestas al desarrollo de una teoría social más
vinculante con las teorías del desenvolvimiento, la equidad y la igualdad de la mujer.

Las nuevas globalidades que extendieron los problemas económicos, han formado
grandes corrientes de migración a nivel planetario configurando un nomadismo permanente
que ha destruido los límites de toda índole: políticos, geográficos, étnicos, culturales etc., y
esto trae consigo “el olvido” de la condición femenina. Esos fenómenos, pese al avance
teórico, se mantienen en una base social atrasada que lo constituyen las victimas extremas
de la pobreza, que requieren más atención que los detalles de las apreciaciones teóricas de
las mujeres blancas y clasemedieras.

La extinción de la teoría social

La mayoría de los trabajos publicados en occidente han entrado en una carrera que va
desapareciendo los vectores y categorías de las “reglas del método” y han desembocado en
una crisis cientificista que deja a los investigadores sin los referentes teóricos que definían
la pertinencia de lo social. Al mismo tiempo, las mujeres irrumpen en el ámbito
epistemológico cargando una serie de críticas para ser incluidas como sujetos de plenos
derechos y ser tratadas como bases en los fundamentos de las teorías sociales y no como
“objetos de estudio” solamente; esto es, son portadoras de la diferencia, de la igualdad, de
la equidad y de una constante apreciación por parte de los procesos de invisibilidad,
sometimiento y explotación por parte del género masculino a través de la historia. Estas
mujeres que asumen su madurez, de los 70’s al siglo XXI, son las descubridoras del cuerpo
femenino como el centro del goce y el placer, en el marco proporcionado por el estado de
bienestar y el desarrollo del capitalismo que mantenía modelos estabilizadores que habían
conjurado las grandes crisis del capitalismo y les ofrecieron las condiciones socio-
económico-políticas para que estas generaciones de mujeres entraran a las universidades y
tecnológicos, por la puerta grande, y tuvieran acceso a los niveles de reflexión y
comprensión del mundo, así como de su propia condición histórica (Rosales, 2015). Pero,
¿qué ha sido de estas mujeres inventoras de tres olas de feminismo y de 30 o 40 años de
luchas civiles? Las encontramos cuidando nietos y ancianos, después de una realización
profesional que les ha permitido seguir sosteniendo a sus hijos que han regresado de nuevo
a ser dependientes del apoyo materno y están inmersas en un proceso de recuperación de
viejos estándares de la vida cotidiana, para apoyar a las nuevas generaciones de jóvenes
víctimas de la hiper-globalización y del mundo digital.
44

La recomposición económica ha acarreado una serie de trastornos en las


organizaciones sociales de tal forma que lo que eran instituciones clave en la estructura de
la sociedad o han desaparecido o se han transformado en micro constructos que ya no
concuerdan con lo observado en la teoría social de finales del siglo XX; por ejemplo, la
diferenciación “sociología rural” y “sociología urbana” que marcó todos los estudios
sociológicos de los años 50 a los 80 ha dejado de tener la importancia para la teoría social
de género.

Los estudios de género, aun cuando en muchos aspectos obedecen a un primitivismo


teórico son la fuerza del nuevo paradigma que tiende a imponerse por sobre las pequeñas
aportaciones que pueden hacerse a través de destacadas personalidades y la mella que ha
provocado en la epistemología, que se consideraba como única y que se ha relativizado en
la masculinidad, hacen virar las perspectivas hacia dos grupos (masculinidades y
feminismos) muy importantes bajo este patrocinio de la perspectiva de género (Wittig,
2005).

Los movimientos que se han generado en los últimos quince años, permiten advertir
que los procesos de extinción de la teoría social obedecen al abandono de metodologías y a
una explosión de discursos sociológicos como si se trátese de una nueva ensayística frente a
las investigaciones de largo aliento que marcaron todavía las teorías neoclásicas, por lo que
los feminismos no tienen el respaldo de nuevas referencias de la teoría social sino de otras
especialidades como las teorías del sujeto, que han sido más fructíferas en las búsquedas
referenciales feministas; esto ha derivado en la lejanía de los estudios de género respecto de
la teoría social.

Los feminismos recategorizan los valores metodológicos de la teoría social pero no


siguen los caminos trillados de la sociología. ¿Cuál fue el camino por el que transitaron la
gran mayoría de los estudios sobre la mujer? La filosofía y el psicoanálisis (Irigaray, 1974)
abrieron sus puertas sobre la coyuntura que ofrecían las teorías del sujeto bajo métodos
típicos de la reconstrucción de los procesos de hermenéusis, decimonónicos y las nuevas
advertencias de un análisis de la psique que brindaban una plataforma más inmediata sobre
la afirmación de la diferencia de la mujer y sobre cualesquiera de los estudios hechos desde
la construcción social de las ideas y de los sentimientos; esto es, si vemos la convergencia
de las aportaciones de estas “nuevas ciencias” que van trillando una serie de conceptos y de
desarrollos pragmáticos que no llegan a conformar sistemas de cientificidad que se vuelvan
referentes definitivos y, en consecuencia, traen en el aire una serie de fenómenos mal
tratados (y en ocasiones maltratados) configurando aportaciones que, a lo largo de setenta
años, aun no constituyen teorías que trabajen bajo rigores metodológicos de aceptación
profesional adecuado a las demandas de los problemas que plantea el surgimiento de las
problemáticas de la mujer.
45

La actual crisis de la teoría social, es pues, una crisis de método; y ante la


multiplicidad de metodologías ad hoc, los estudios de género siguen en esta misma postura
que no arrojan, ni unos ni otros, un espacio teórico de supuestos científicos que encajen en
una teoría, sino en teorizaciones.

Por consiguiente, la investigación epistemológica, se puede ver como fundamental


para que esas posturas no se conviertan en imposturas o delirios, más o menos, interesantes.

Feminismo versus mulierismo

Las tres generaciones de feminismos (las olas) se consolidan en las aportaciones, en lo


general, del trabajo intelectual de mujeres que fueron jóvenes en los setentas y que
empezaron a morir en la primera decena del siglo XXI, por lo que podemos considerar ese
esfuerzo como el correspondiente a una generación de intelectuales entregadas a definir una
serie de cuestionamientos a la masculinidad y a la cultura patriarcal del sistema capitalista y
que ahora ha tenido una amplia resonancia en el siglo XXI, por lo que ha dado paso a una
multiplicidad de movimientos que condicionan la manifestación de la presencia de la mujer
bajo criterios de convergencia de la cultura posmoderna creando un océano político-
educativo-cultural-religioso, que representa un mulierismo de frente amplio y que obedecen
más a imperativos cortoplacistas y mantienen, para el futuro, estrategias coyunturales que
no pueden formar parte de un sistema estratégico, por lo disímbolo de las concepciones
teóricas e intereses regionales que entran en contradicción programática dentro de las
nuevas globalidades. El mulierismo es una nueva respuesta a la condición de la mujer del
siglo XXI.

En los últimos años (a partir del 2008), estamos ante una nueva perspectiva social,
donde el proceso del trabajo, esencialmente manual, sufrió una transformación desde el
maquinismo que presenta una nueva imagen a través de la robotización de la
industrialización contemporánea que, prácticamente, tiende a eliminar lo más posible la
condición de la fuerza productiva del cuerpo humano y ha hecho crecer por medio de las
tecnologías light la incorporación de la mujer en condiciones de igualdad laboral; esto es, la
extinción paulatina del trabajo manual ha propiciado una supremacía del trabajo intelectual
sobre el manual, lo que iguala las diferencias operativas del cuerpo productivo.
Desplazamientos más, o desplazamientos menos, fue creando el ambiente necesario para un
deslizamiento permanente de los centros laborales, lo que ha generado la formación de
corrientes nómadas de trabajadores de una región a otra, y entre esas, la mano de obra
femenina llevó la peor parte, considerando como base de la extrema pobreza de los
desplazados de las nuevas globalidades; de tal forma que, las nuevas ideologías que en
congresos u otras plataformas internacionales encontramos, generalmente,
posicionamientos muy diversos en donde está ausente la autocrítica de los nuevos
feminismos y, el mulierismo, representa una mayor fortaleza, en defensa de las perspectivas
de la condición femenina.
46

El mulierismo es la única respuesta, que a través de las organizaciones mundiales,


puede ofrecer un apoyo, de toda índole, a las problemáticas que, en particular, sufren las
mujeres y, especialmente, las de los continentes que presentan rezagos ancestrales. La falta
de continuidad entre la generación combativa y “revolucionaria” de las tres olas, no ha
tenido sucesoras, del mismo nivel y peso, dentro de las propuestas intelectuales.

Es decir, hay una especie de abandono epistemológico de la comprensión de los


fenómenos de la problemática femenina y el activismo internacional sólo ofrece medidas
paliativas, y algunas, compensatorias, de los extremos de discriminación, violencia,
explotación y exclusión en que la mayoría de las mujeres tercermundistas, víctimas de las
crisis y guerras de la última década, son la cara que muestra una de las facetas que el
mulierismo militante maneja como estandarte (Maffesoli, 2000).

Dentro de la vorágine de las crisis recurrentes y contradicciones de los desarrollos


desiguales de las globalidades, la deconstrucción y construcción del género es un remanso
en el que se puede seguir discutiendo, desde las individualidades, las teorías sociales, pero
son intraducibles hacia condiciones de mayor prioridad (Gayle, 1975), es más importante
resolver el problema del hambre que las construcciones académicas que se exponen a un
alto costo en los Congresos y Conferencias Internacionales; son más importantes y
efectivas las cruzadas contra el hambre que fincan sus procesos con las mujeres como
protagonistas que la asistencia a las plataformas de discusión sobre la mujer. Esto no quiere
decir que sean inútiles o que deban desaparecer; el trabajo intelectual también es muy
importante pero debe establecer los vasos comunicantes de vinculación con las realidades
y, esto, sólo es posible mediante las fortalezas del mulierismo.

Con esto queremos decir que es relevante el mulierismo que es acompañado por una
teoría feminista pertinente y con metas programáticas de realización y no un extremismo
enclaustrado en “torres de marfil”. Las nuevas generaciones de feministas tienen que
enfrentar los imperativos de una escenografía de la mujer bajo condiciones de extrema
dificultad y sobrevivencia.

Los parámetros de una teoría “Z” del mulierismo

Ante la abrumadora pesadez de la miseria en la que se debaten las feminidades, el


mulierismo funciona bajo el signo de la convergencia; es decir, la multiplicidad de
posiciones tienden a ser manejadas teóricamente como un jaloneo teórico entre los posibles
extremos de teorías que trabajan sobre minucias, o radicalismos e intransigencias, cuando
hay que tomar acciones para resolver problemas inmediatos muy complejos y de solución
urgente, y a su vez, hacer planteamientos de largo alcance que cambien las condiciones
generales de la ubicación de las mujeres en contextos culturales que normalizan la
explotación, la violencia y la discriminación.
47

Los campos en los que se desenvuelve el mulierismo

Desde hace más de medio siglo (Benstok, 1988), las mujeres en su conjunto, se han
organizado en frentes que se enfocan hacia horizontes lo más concreto posible para obtener
resultados que las condiciones históricas del momento ofrecen; esto es, el mulierismo es
fundamentalmente una visión pragmática de los problemas cruciales del desarrollo de la
mujer.

Podremos caracterizar el mulierismo como de acción inmediata, puntual, precisa,


concreta, asertiva, oportuna y pertinente, lo que ha abierto una infinitud de campos de
acción de acuerdo a las culturas, la geografía y las condiciones particulares donde surgen
las problemáticas más álgidas que afectan, en principio, al mayor número de personas, sin
descuidar acciones concretas a favor de las minorías.

Campos de acción

Derecho: acción legislativa, sufragismo y procuración de los derechos humanos.

Política: coparticipación con organizaciones que están abiertas o que están a la escucha de
la problemática de las mujeres, organización de instituciones que empoderan a la mujer y
participación activa en instancias políticas y de gobierno, locales, regionales, nacionales e
internacionales.

Economía: tradicionalmente se ha dividido en dos áreas una pública y una privada. La


pública son los negocios fuera del hogar, y la privada, es la doméstica, es la administración
de la casa y del patrimonio familiar. La primera reservada a los hombres y la segunda a las
mujeres, y es hasta el siglo XX donde encontramos, cada vez más, una mayor inclusión de
las capacidades femeninas para administrar cualquier espacio económico, sea público o
privado.

Social: para la consideración de los actos del mulierismo como una agrupación abierta y
una manera de pensar y de concebir el mundo, desde la visión femenina, lo social, es el
espacio más ancho que ha tenido a través de la historia las acciones de cualquier
denominación, donde las mujeres han sostenido un activismo profundo y constante, y
ahora, las llamadas redes sociales del mundo digital son canales de interrelación donde son
mayoría, y presentan una nueva oportunidad de empoderamiento de las futuras
generaciones de mujeres.

Cultura: participación en todas las actividades sin restricción ideológica en la teoría y la


acción en igualdad de competencias con el resto de la sociedad. Este espacio es el que ha
ofrecido menos resistencia a la expresión y las libertades de las mujeres, especialmente
porque en la educación básica, ha habido, desde siempre, un predominio femenino, así
como en la conducta religiosa de cualquier orientación.
48

Desafíos del mulierismo

El mulierismo, siendo un movimiento eminentemente práctico, no se ha fijado, como tarea


esencial, trabajar la teoría social para poder establecer programas de acción; curiosamente
se dice “que no hay acción revolucionaria sin una teoría revolucionaria” con lo cual se
destaca la importancia de la teoría en la acción pero, en el caso de mulierismo la teorización
viene después de las acciones y, en consecuencia, las mujeres explican que es más
importante hacer las cosas y después explicarlas; están más orientadas a la obtención de
resultados sin tener previamente una planeación técnicamente impecable y por tanto hay un
malentendido entre la teoría social y el mulierismo; esto es, se carece de estudios teóricos
que den cuenta de la multidiversidad de las acciones y, por otro lado, dan la impresión de
que no se requiere; entonces se vuelve indispensable un reencuentro de los estudios y la
investigación sobre este “diálogo de sordos” para consolidar las perspectivas y los
horizontes del activismo, y la conciencia sobre sí mismas, de las mujeres (Haraway, 1984).
Las tareas teóricas para el mulierismo son desafíos que tienen que responder en los
próximos años a los imperativos de la complejidad de la mundialización y las restricciones
de la conducta humana, en general, que traen las crisis del desarrollo del capital sobre el
trabajo.
49

Conclusiones

Resulta incuestionable que las mujeres, en los últimos cincuenta años, han obtenido logros
importantes en el empoderamiento de su condición y han presentado un gran número de
acciones que las posicionan como lo más relevante del desarrollo humano de las sociedades
contemporáneas; sin embargo, esta compleja red de acciones, presentan una debilidad
estructural, que de no ser resuelta o modificada con las fortalezas del avance obtenido,
pueden tener retrocesos en lugares donde ahora se encuentran las plataformas más sólidas
de la reivindicaciones femeninas; es decir, el activismo sin la teoría, puede resultar obtusa a
largo plazo y volver contraproducentes los logros alcanzados.

La teoría social tiene una tarea pendiente con el mulierismo,el de encuadrar el


activismo que ha caracterizado las luchas de las mujeres en formalidades epistemológicas
que orienten y resignifiquen el pensamiento y los programas prácticos del accionar de las
organizaciones de mujeres; abrir los espacios que la investigación teórica proporciona de
suyo y que encontraría, en más de la mitad de la población, las demandas del conocimiento
y la reflexión. Para esto, la teoría social, tiene que reinventarse no sólo para superar sus
propias contradicciones, sino responder a los requerimientos que las acciones, pequeñas o
grandes, solicitan las mujeres de acción, y de aquellas que la explotación y enajenación les
impide una participación mayor por conformar un destino diferente.

El mulierismo es visto a través de la sociedad del conocimiento y de la información


como una oportunidad para ensamblar las posiciones diversas que se manifiestan en nuestro
tiempo y es ocasión propicia para el reencuentro con la teoría social que le dé los
instrumentos para el diseño de una era más consolidada dentro de la diversidad de
posiciones y, sobre todo, que encuadre teóricamente las acciones tan pulverizadas en las
diferentes regiones de la mundialización; esto es, que un acto de mujeres no se vea como
algo aislado o desconectado de las realidades de otras regiones y que estas mujeres que
luchan por reivindicaciones de corto plazo, y reducidas a objetivos inmediatos, tengan
nuevas perspectivas de carácter más amplio y encuentren la teoría explicativa, y no
solamente descriptiva, de la lucha que han emprendido desde hace siglos.

Referencias

Benstok, Shari. (1988). The private self. Theory and practice of woman’s autobiographical
selves. Ed. The University of North Carolina Press.Chapell Hill.

Gayle, Rubyn. (1975). The Traffic in Women: Notes on the ‘Political Economy’ of Sex, en
Rayna Reiter, ed., Toward Anthropology of Women, New York, Monthly Review Press
(1975). El tráfico de mujeres: Notas sobre la economía política del sexo, Nueva
Antropología, Vol. VIII, Nº30, México 1986.
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Haraway, Donna. (1984). Class, race, sex, scientific objects of knowledge: a socialist
feminist perspective on the social construction of productive knowledge and some political
consequences, En Women in Scientific and EngineeringProfessionscompiladopor
VioletHaas and Carolyn Perucci (1984, 212-229).

Irigaray, Luce. (1974). Speculum. De l’autre femme. (Éditions de Minuit). Paris, France.

Wittig, Monique. (2005). El pensamiento heterosexual y otros ensayos. Madrid: Egales.


DosseFrancois. (1997).L’empire du sens. L’humanisation des sciencieshumaines. Paris. La
Decouverte/poche.

Rosales Nava, Rosa María. (2015).El club de las mujeres alegres. Una generación que
cambio el mundo. Barcelona, Icaria Editorial

Maffesoli, M. (2000).L’instantéternel. Le retour du tragiquedans les sociétéspostmodernes.


Paris, Denoël
51

Cuerpo, tramoya y libertad

Introducción

Un replanteamiento de la corporeidad como la representación vinculante de la identidad del


sujeto, es una investigación de interés múltiple; tenemos que precisar ciertas estrategias de
aproximación hacia el cuerpo propio y al de los demás; en parte porque es el espacio
intransferible de “estar en el mundo” como una operación espacial dentro de la red de
micro-poderes de la sociedad, donde adquiere la funcionalidad articulatoria del discurso
social en que se lee como metáfora o como discurso particular, y en el que se disuelve el
sistema de comunicación de una sociedad determinada. Ver el cuerpo como operativo de
una retórica, es plantearse una teoría totalizante y comprensiva del accionar de la
individualidad, y ver la colectividad dentro de una sociología del individuo, bajo
parámetros de la cultura, la lengua y la historia.

La definición de funciones que nombran las relaciones del sujeto con los otros
sujetos, son la estructura que resulta de la transformación de sujetos en personajes y esta
transformación se desplaza dentro del marco de escenografías que requieren de andamiajes,
tramoyas, decorados, iluminación y ambientación del discurso dominante o del estado.
Finalmente, en el trasiego de personas y personajes, el cuerpo se va haciendo cada vez más
“imperceptible” y sólo se encuentra en la tragedia existencial, a través del hambre, el sueño
y la sed; las transformaciones que rompen todo el equilibrio y armonía del cuerpo se
reducen al dolor y la enfermedad, que determinan el esquema del tratamiento social hacia
una homeostasis como lo físicamente correcto; esto es, una política pública del cuerpo,
donde el estado en tanto institución de lo social total, se convierte en garantía de la
sustentabilidad del cuerpo, como entidad jurídica y, de ahí, a la expresión como firma;
representación que extrae toda physis posible y, esta última, sólo se plasma como acta.

Este trabajo es una aportación en el abordaje de la constructividad del sujeto a partir


de las condicionantes más importantes de la presencia del cuerpo, como el capital
intrínseco del sujeto y su sombra.

Cuerpo, soporte de sobrevivencia y metafísica

Es importante señalar que el cuerpo humano, además de una máquina extraordinaria, es un


soporte para la sobrevivencia, en sí misma, de la especie; es decir, el diseño del trabajo o
del esfuerzo de ésta máquina está orientada a multiplicarse y, en esta operación, pierde la
mayoría de su energía que sólo percibimos fenomenológicamente a través de la cultura y
las estructuras de la historia que envuelven la presencia del cuerpo, como actuante real o
simbólico (Elias, 1991). Sin embargo, el cuerpo de la especie humana sólo encuentra la
multidimensionalidad cuando es capaz de entenderse como el que representa la conciencia
de la naturaleza en su conjunto.
52

El cuerpo desde la consigna de la cultura se prolonga, se extiende a partir del saber


práctico, es decir, con la tecnología que es la que realiza las operaciones de intervención del
cuerpo y el mundo. No basta saber, es necesario aplicar lo que se sabe; mientras no se
construya este puente entre el saber y el aplicar, no se adquiere la habilidad para
transformar y definir el sentido humano a la naturaleza; en otras palabras, es un círculo que
comienza con el saber y regresa al saber, una vez que es aplicado, y podemos empezar
desde la tecnología hacia el saber o el saber hacia la tecnología como un proceso dinámico,
cíclico permanente, que la historia universal de las ideas nos revela como esa formación de
los signos que le dan sentido y valor al esfuerzo del homo sapiens. Es a través de esta
dinámica circular en la que podemos ir montando las semánticas que definen las dos
perspectivas originarias de la especie: la masculina y la femenina. En este remolino se van
estableciendo las categorías tanto de constitución como de trasmisión (Craig, 1957), como
vasos comunicantes y como vasos separados, lo que genera representaciones que le dan
identidad y establecen las tipologías y clasificaciones que nos permiten hacer diferencias y
convergencias, y hacer los juegos que relacionan las correspondencias o diferencias, hasta
conformar el sistemas de signos, es decir, los lenguajes y, con esto, desvincular los signos
del cuerpo; representación pura, comprendida en una metafísica operativa y funcional.

Hasta aquí nuestra visión del cuerpo y de su desplazamiento, hasta convertirse en


sola representación; es la evolución del trabajo del cuerpo y de su conciencia que, mediante
estas figuras escenográficas de la episteme (observación, percepción, abstracción y
conceptualización) logra armar las máquinas culturales que le permiten transformarse de
cuerpo físico a cuerpo teórico. Es en este momento en que se producen las separaciones del
cuerpo físico y se transfiguran en un cuerpo teórico, donde aparecen las figuras eidéticas y
se introduce el discurso metafísico, como la referencia teórica que totaliza el saber y que,
por supuesto, el cuerpo físico, después de esta modificación es un significante, sin la
physis, que lo acompañaba en el origen de las perspectivas, y que ahora está convertido en
el generador de las disforias entre perspectivas.

Uno de los parámetros que definen los niveles de coparticipación de la cultura y el


cuerpo, está en la perspectiva de la teatralidad del mundo (Innes, 1992) que define un
espacio de observación de los elementos de toda clase que intervienen, primero, como
escenario, y luego, como utilería de las obras que representa cotidianamente el sujeto.

En ocasiones aceptamos que el sujeto se desenvuelva en tramoyas familiares; sin


embargo, el sujeto es trabajado constantemente por el montaje de sus deseos que diseñan
las utopías provenientes de la metafísica de su ambiente cultural y que le proporcionan los
términos de su discursividad.

Los opus que sucesivamente monta el sujeto, se hacen con base en la serie infinita
de utopías en las que se proyecta la corporeidad como la convergencia de un acopio de
elementos que se dan a ver como espectáculo, entre sí mismo y el otro.
53

La máscara y el vaciamiento del sujeto

La cultura se entiende como este asignar fines a la naturaleza y esta asignación comienza
desde que aparece el sujeto en el mundo, es decir, al nacimiento del bebé se determina todo
un programa de vida a partir de la sexualidad manifiesta, este proceso plantea el
surgimiento del primer paradigma vital y es captado por la cultura familiar como una
introducción al sistema de significaciones a los que pertenece el sistema social donde fue
arrojado, y es como comienza el proceso de ir definiendo lo que serán las grandes máquinas
constructivas de la proyección del sujeto(Helbo, 1989). Los elementos constitutivos de los
mecanismos que se van articulando para definir magnos complejos semánticos, integran el
panorama de las acciones en las que el sujeto es un actuante que asimila el funcionamiento
de estas máquinas a partir del espectáculo en que el cuerpo tiene un rol central para el
sujeto, al ir incorporando tanto la acción personal como las acciones de la visión de lo
social que lo identifica como un personaje, al que le asignan las diferentes rutinas o
mecanismos personales de inscripción en el contexto tanto familiar como de su comunidad
más inmediata; entre otros, la apropiación de la lengua materna y los efectos en cadena que
tiene el desplazamiento corporal dentro de las escenografías asignadas al grupo social al
que pertenece. Las enormes máquinas las percibimos como rituales en los que modificamos
los micromecanismos del desplazamiento del cuerpo; es decir, son los ritos los que nos
hacen observar las representaciones en las que participamos cotidianamente. El género, es
este complejo de rituales que están vinculados directamente a la sexualidad, pero de una
manera autónoma, esto es, es la cultura en la que los rituales han convertido la sexualidad,
en estratos de significación y, el sexo, es una conducta o comportamiento de los personajes
en los que se identifica el sujeto; para que esta conducta pueda plantearse como una
realidad existencial es necesario que las categorías de valor y significación transformen la
realidad constitutiva del sujeto en un rostro falso, que es la máscara de la teatralidad de la
vida cotidiana, de tal forma que, se convierte en el personaje del día, o del momento, en que
interactúa con el otro, donde hay una kénosis de que el cuerpo es representación y
personaje, es decir, es signo e intercambio de la valorativa que supone la comunicación y la
interrelación social. En estas circunstancias las micromáquinas participan de los grandes
sistemas mecánicos de las culturas en las que se guardan las utopías personales, de
generación en generación, y se ponen en valor los discursos de los diferentes lenguajes que
conforman “las nubes” en las que se asimilan los discursos que le dan voz y calidez al
extrañamiento que ha sufrido el cuerpo y se expresa como abstracción, por lo que es
necesario volver espectáculo lo que antes era un simple “estar en el mundo”, en la obra
grandiosa del sí mismo.

Una manera de apreciar mejor estos procesos, es orientarnos en tanto sujetos a


través del espectáculo, es decir, en tanto actores o danzantes que cubrimos el espacio en el
que habitamos bajo el principio de representar o bajo la proyección de sí mismos, como
pantalla, o los desplazamientos gestuales de la danza cotidiana en el que marcamos nuestros
pasos que transportan los signos de la vida interior y la vida social, como la representación
total de una épica subjetivista.
54

Esta épica está compuesta, desde los poemas homéricos, por la mezcla funcional y
articulada de la objetividad de la acción con la divina intervención de los dioses que
representan la permanencia de la interpretación de la continuidad de la conciencia; de tal
forma se comprende que la acción del hombre es un trabajo de las dos perspectivas que van
desde el intimismo hacia el objetivismo, y viceversa; por lo que, las estrategias de la
conducta, son el espacio de la moralidad; esto es, una confluencia del cruzamiento de la
individualidad con lo social. La arquitectura que sostiene la constitución del sujeto se vacía
de contenidos para fortalecer la función de la máscara, pero este rostro de cartón se
convierte en coraza y protege la huída del sujeto, convirtiendo el escape en una nueva
realidad.

Cuando hablamos de teatralidad (Lash, 1979) lo que hacemos es convertir el espacio


abierto en un espacio cerrado y la función consiste en delimitar las posibilidades que ofrece
una cultura en una muestra de un grupo muy pequeño de variables para la observar la
evolución del individuo. Separar al individuo de la colectividad es un propósito de
laboratorio cuyos intereses son analizar algunos elementos que lo hacen particular, pero
sólo en la enfermedad podemos encontrar este rasgo de lo esencial de la conciencia
humana; dicho de otra manera, al separar al individuo de lo social le quitamos los
elementos de la conectividad de la que proviene la vitalidad de su conciencia y esto sólo se
da dentro de un síndrome y no obedece a parámetros de normalidad. La “enfermedad” es
modificar la perspectiva de lo normal y trasladarla a un teatro de la crueldad, el sufrimiento
y el terror; esto quiere decir, que si hacemos progresivo esta reducción de las variables
representativas del sujeto, nos vamos a encontrar con los diferentes niveles del dolor que
significa el trabajo del cuerpo (recordar que trábalo es un garrote de tortura) y que no es
posible desvincular este dolor, con la profundidad o los alcances del horizonte de la
subjetividad. En este esquema las terapias tienden a deconstruir los elementos que
entorpecen la normalidad pero, en las psicoterapias se pretende ir más allá, para provocar
en el sujeto una crítica de su propia anormalidad y supere, en apoyo a las terapias, sus
malestares futuros; en este trayecto lo que ocurre con el cuerpo es una transformación de la
gestualidad en la que encierra o encuadra sus síntomas. La intencionalidad que es la
plataforma en la que el sujeto lanza sus proyecciones objetales y van estructurando una
teoría de los objetos y de las relaciones que mantiene con ellos, de tal forma, que toda
voluntad ejercida por el sujeto frente a los objetos del mundo son el espacio tridimensional
que representa la ubicación del sujeto en el espacio del poder que legitima las relaciones de
dominación y de apropiación de lo otro.

La deconstrucción terapéutica es desmantelar la maquinaria “hermenéutica del


sujeto”. El cuerpo es una base de sustentación y soporte pero no es un determinante
absoluto del sujeto, porque no mantiene una sola posición sino que hay un desplazamiento
constante en ese espacio donde interpreta el mundo y así mismo.
55

En la coreografía de la vida cotidiana enlazamos las posturas del cuerpo con la


asociación discursiva de la cultura dominante, de tal forma, que el sujeto interactúa ya sea
como personaje o como “técnico” de las representaciones de los demás, en donde puede
ocultarse y sólo sostener la máscara del otro y, de ahí que la función de los líderes que
jalonean los movimientos económico-sociales, constituyan los rostros de sus comunidades;
representaciones de la funcionalidad que encierra la relación entre el rostro y la máscara.

Hay que destacar que ésta distancia que hay entre el rostro y la máscara, consiste en
un enigma de la representación y donde la physis mantiene su gimnasia como la khora que
se transforma en impulsos inconscientes que enmarcan su presencia negada en el enigma,
esto es, el sujeto entre los desplazamientos del cuerpo o coreografías planteadas por los
rituales que configuran los diversos lenguajes por los que el cuerpo habla en los términos
proxémicos que sustentan los pragmata del habla y constituyen las correspondencias de los
códigos entre la mística del símbolo con los lexemas que proporcionan los intercambios de
la actuación. En esta distancia no hay vacíos semánticos, en parte, porque la máscara por sí
misma completa las lógicas del sujeto y sus relaciones entre sí.

Espectáculo y subjetividad

El orden de las cosas y las personas

Históricamente la subjetividad se considera una particular forma de representación del


mundo, como consciencia de la especie; es decir; la podemos ubicar a través de la
confección de las pinturas rupestres datadas circa 40,000 años. Estas obras son elementos
arqueológicos que hacen posible poner en escena los objetos que representan parcialidades
o totalidades del mundo; es decir, abstraer, especular sobre el orden que establecen las
relaciones entre los objetos y las personas, como el kosmosdónde está ubicado el caminar
de la humanidad.

El mundo es un orden, y las jerarquías de todos los objetos y todas las personas,
radican y distribuyen el poder que se establece a través de las relaciones y de las estructuras
de correspondencia entre unos y otros; la humanidad tiene una forma jerárquica de ver el
mundo, producto de la evolución de la especie, esto es una lógica relacional entre cada uno
de los elementos que pueblan la tierra y, la conciencia de ello, significa poder establecer los
diferentes universos en los que la cultura se relaciona para el dominio y manejo de estas
propiedades de la tierra; esto quiere decir que, la primera consciencia, corresponde al
establecimiento y descubrimiento de estos poderes que tiene la humanidad sobre el resto de
los seres y las cosas. El conocer de este potencial (Touraine, 1984) representa la primera
revolución intelectual de la especie y constituye las primeras grandes civilizaciones que han
conformado las diferentes arquitecturas intelectuales para interpretar la existencia humana.
56

Cuando vemos el movimiento de las grandes corrientes civilizatorias observamos


que no es posible separar el cuerpo de la unidad-sujeto y en realidad sólo vemos la unión
de esas dos categorías, entonces el registro de los trabajos del individuo, lo singular, se
convierte en múltiple, en tanto parte de una civilización que a través de ver el mundo como
un espectáculo, pasan permanentemente las imágenes de todas las individualidades
englobadas en conceptos polisémicos donde se invisibiliza al cuerpo, y queda el nombre o
la referencia en abstracto de toda corporeidad; es lo eidético lo que sustituye toda
posibilidad física y a su referente como sujeto individual (Vernant, 1992); a diferencia de la
sociología interaccionista que entiende al proceso de generalización como la convención de
los diferentes registros individuales en resúmenes del sujeto, los que van conformando las
estructuras de la cultura de un grupo social y, no al revés, que sean las interacciones solas o
por sí solas las que virtualmente van constituyendo la sociedad.

El orden jerárquico de las cosas y de las personas, históricamente, ha correspondido


a una proyección del cuerpo (Goffman, 1973), y así, en el surgimiento del estado se plasma
la distribución de las jerarquías del cuerpo humano. Lo que entendemos como persona
jurídica es la ficción que encarna los cuerpos de todas las personas de un estado, y por lo
tanto, los escenarios en los que la puesta en escena de las personas en su vida cotidiana se
desenvuelven como actores que representan un rol o papel en la escena, ya sea cotidiana,
privada o pública.

El poder y su espejo

La escenografía requiere de andamiajes que tramoyen las diferentes representaciones y


conformen el espectáculo del poder que se refleja en su espejo que es el derecho, y con
esto, se atrapa toda referencia lógica no sólo a la actuación sino a la sola presencia, al sólo
estar aquí y que puede ser la moral, hábitos, costumbres o rituales en general, que
constituyen instituciones o la relación entre el cuerpo propio singular con el cuerpo
colectivo de lo público. De esta estructura de poder surgen los rituales que transparentan las
cargas de fuerza en las relaciones físicas, pero que una metafísica transversalizada por el
lenguaje, hace posible echar andar la hermenéutica del sujeto y de su comportamiento. En
la era digital es relativamente fácil entender este vivir en el espejo cuando incorporamos la
virtualidad a la vida cotidiana, donde desaparece el cuerpo por completo y nos quedamos
en la ficción funcional del login y el passwordde la representación que golpea al imaginario
desde una plataforma de la cual el sujeto no tiene ningún dominio sobre ella, por lo que el
discurso informático se transforma en una nueva metafísica que explica estas
representaciones del cuerpo virtual y hace operacional todas las tramoyas que dan cuenta de
las nuevas exis y diseñan la presente formalidad de la interacción social contemporánea.
57

La acción y el aplauso

El desplazamiento permanente del cuerpo genera una expresión que es codificada en las
coreografías rituales de las relaciones sociales estructurales que prefiguran el espacio de la
realización plena del individuo como el esquema en donde se pueden ubicar las utopías
personales que definen la intencionalidad del sujeto, los impedimentos y obstáculos para su
realización.

El jugar con las posibilidades y oportunidades forman una propuesta de la vida del
sujeto que sólo es visible a través de la identidad, es decir, la identidad es un truco, es una
maquinación que permite amalgamar los intereses del individuo y conformar grupos de
conveniencia, y establecer las interacciones e intercambios sociales que edifican, a través
de las instituciones, las instancias de convergencia de los intereses políticos, económicos,
sociales y culturales (Castoriades, 1975). Es el diagrama de donde pueden manejarse las
identidades y, en consecuencia, es el premio o el castigo que el poder señala como lo
correcto y, esto, a su vez, delimitan las aspiraciones en las que el sujeto puede invertir sus
deseos y una economía libidinal.

El reconocimiento de lo que hacemos, o dejamos de hacer, es parte de la


espectacularidad de la puesta en escena tanto de la exterioridad como la interioridad
(persona, personaje, actor, etc.) y el juzgar las diferentes actuaciones como buenas o malas
para el egocentrismo necesario a una perspectiva yoica que puede ser vacía o puede ser
plena, constructiva, positiva, etc., pero está regida por una necesidad imperiosa como el
reconocimiento y el apego al aplauso; esto es, hacer visible y, hasta escandalosamente, la
correspondencia entre lo correcto, el bien y la acción. Es tan fuerte la necesidad de este
reconocimiento que puede delinear lo que llamamos personalidad con lo que el sujeto-
actor-personaje-ritual-escenografía-tramoya-ambiente-iluminación-etc., muestra, exhibe,
proyecta hacia el público en imágenes de su propia corporeidad transfigurada en el diálogo
mudo entre la escenificación y el impacto en el imaginario del espectador, que retorna a los
actores mediante el aplauso y la aceptación de esta fantasía.

Conclusiones

La relación cuerpo-teatralidad no es un simple vector, sino un complejo sistémico que


muestra la arquitectura de la existencia de la humanidad. Hablar de la teatralidad en
particular, es introducirnos en el tramoyismo necesario a la implantación de la gestualidad
del ser humano, lo que le da la presencia sobre la tierra y registra sus huellas en tanto
sujeto. Nos señala la “eterna juventud” de la historia y la permanente motricidad de los
atractores simbólicos de los intercambios sociales de la lengua, por lo que cada sujeto en su
utopía-vocacional, establece una diégesis correspondiente al andamiaje general del
establecimiento de las microestructuras de la exis y establece las estrategias praxiológicas
que delimitan un sistema de cultura personal particular.
58

La vida es un espectáculo diégetico en el que el sujeto se da a ver como el soporte


de trasmisión y multiplicación de mensajes que agregan los elementos denotativos y
connotativos de todo signo, por lo que los escenogramas que plantea cualquier marco
referencial nos da la impresión de “realidad”, pero es un enigma que corresponde al mismo
lexema máscara-rostro, que permanece en suspenso mientras el sujeto no deconstruye su
propia individualidad.

No basta analizar la estructura significativa del sujeto, incluyendo las diferentes


transformaciones que sufre a través de los intercambios y transferencias dentro de una
estructura social, histórica y lingüística determinada, sino es importante destacar, que los
histogramas, nos indican las diferentes posiciones posibles y estrategias que podremos ir
montando como resolución de las constantes visiones que espectacularizan las diversas
instancias del “eterno retorno” de la vida cotidiana.

Hasta ahora, lo descriptivo de la teatralidad, como toda la cultura en general, lo


hemos estado planteando en términos masculinos, pero es necesario, cuando hablamos del
cuerpo, hacer la diferencia específica del cuerpo de la mujer como un genograma que hay
que descifrar desde todos los ángulos de vista. Primeramente tenemos que abordar el
cuerpo femenino como un referente que ha sufrido una kénosis respecto del referente
masculino y, como consecuencia, la estructuración de su rostro, que en el hombre es un
rostro falso, en la mujer resulta el único verdadero y, la máscara, su persona, obtiene todo el
peso de la significación como la “única verdad”.

Y de esta manera, la corporeidad femenina, queda en “suspenso” para manejar,


básicamente, la hyper-representación desde la cual se construye el género femenino como
cuerpo virtual que se acomoda más al deseo del hombre; virtualidad, es la que atrapa los
elementos que la convierten en la “hembra capturada y prisionera” de la tramoya en la que
el teatro masculino muestra la espectacularidad de la mujer. Teatralidad de la mujer,
teatralidad del cuerpo femenino, constructo de la subordinación, sumisión y violencia con
la que el género masculino desarrolla la egología de su dictadura y en la que mantiene los
supuestos simbólicos de su propia enajenación.

Referencias

Castoriades, C. (1975).L’institutionimaginaire de la societé. Le Seuil. Paris.

Craig, E. G. (1957). Del arte del teatro. Paris, Hachette

Elias, N. (1991). La societé des individus. Paris, Fayard.

Innes, C. (1992).Hacia un teatro pobre. Ed. Siglo XXI. México, D.F.

Helbo, A. (1989). Teoría del espectáculo. Ed. Galerna. Buenos Aires, Argentina
59

Goffman, E. (1973). La mise en scéne de la vie quiotidienne. Ed. MInuit. París.

Lash, C. (1979). The culture of nerviossism. Norton Company. New York.

Vernant, J.P. (1992). Hommeetsujet. L’Harmattan, Paris.

Touraine, A. (1984). Le retour del l’acteur. Fayard, Paris


60

Integración del sujeto. Pobreza y libertad

Introducción

La pobreza es una estructura compleja resultado de macroestructuras económico-sociales,


históricamente desarrolladas, difíciles de desarticular, como para poder circunscribir los
problemas únicos que la atañen, como exclusividad, a ella misma. No obstante lo anterior,
podemos abordar el núcleo de la cuestión como el sujeto, individuo, diferente, específico,
que constituye la identidad del ser y el centro que integra todas las variables de sentido a las
que se articula lo social, político, económico, cultural…

La pobreza se considera un obstáculo fundamental para el ejercicio de las libertades


que otorgan la naturaleza y lo original de lo social; porque las relaciones de dependencia y
dominación que van relacionando los valores de una civilización van condicionando, a su
vez, la originalidad del ser.

Las libertades son el espacio que el sujeto requiere para su desarrollo, por lo que la
escasez de bienes y servicios necesarios para la vida del sujeto, siempre acotarán los
sentidos de su evolución, conformando una acción ética acorde al espacio del ejercicio de la
libertad, cualquiera que ésta sea. Los límites del espacio de la libertad son los paradigmas
que constituyen un estado moral.

Cuando hablamos de pobreza, estamos haciendo comparaciones entre paradigmas


de los estados morales que definen los modelos de referencia, para determinar un manejo
eficiente de valores que podamos administrar, ya sea hacia un cambio de modelo o en el
desarrollo al interior del mismo. La propuesta sería, una función de la importancia que
tienen los procesos educativos en la integralidad del sujeto, frente a los retos de los
estrechos márgenes que deja la pobreza en los países latinoamericanos.

Tradicionalmente se considera como un círculo que se va estrechando conforme el


sujeto va perdiendo los elementos que lo hacen libre, es decir: la autoestima y su relación
con su medio ambiente social, económico, humano, etc., pero se ha dejado de lado la
reestructuración interior del sujeto que, mediante un proceso educativo adecuado y un
programa de largo aliento, se puede dotar de las herramientas que lo integren a sí mismo,
como el factor esencial de reconversión de las acciones que van a revertir los procesos
depresivos y autoclaudicantes; promover las estrategias de desarrollo que crean las nuevas
oportunidades de liberación o de recuperación del potencial de desarrollo. Una educación
diseñada para la libertad, para el desarrollo, para una conciencia universal o global, requiere
de incidir sobre los procesos constructivos que definan un sujeto para ser libre, abierto al
aprovechamiento de la escasez y la oportunidad (Bauman, 1999).
61

Los modelos de desarrollo están vinculados a los procesos de integración del sujeto
de una forma estructural, condición sine qua non para establecer las plataformas que
destraben los elementos que desencadenen las acciones de la pobreza, y potencien los
factores virtuosos del desarrollo. Las luchas políticas o institucionales tenderían a obtener
el derecho a ser libres.

La equidad, la solidaridad, el respeto, la dignidad, la responsabilidad, el trabajo, el


entretenimiento, la educación, las oportunidades…; son algunos de los valores, o
referencias, que constituirían fundamentos de propuestas que los pedagogos podrían
desarrollar, y presentar como modelos educativos que liberen los procesos de integración
del sujeto.

Los mecanismos morales de la superación de la pobreza

La moral es una construcción compleja que se hace a lo largo de la historia de la


civilización o la cultura, por lo que, cuando se habla de mecanismos nos referimos a los
reflejos de una economía libidinal, ejercida en soportes simbólicos que le dan sentido a las
acciones del sujeto, por lo que, si la situación en la que se encuentra el sujeto la podemos
considerar como pobreza, la forma de desarticular estos mecanismos equivalen a una “gran
terapia”, en la que se ponen en la conciencia del sujeto los elementos virtuosos y los
elemento viciosos como una contabilidad de la subjetividad operativa para establecer
vectores de racionalidad y de intercambio. Con toda esta información podemos establecer
las estrategias que correspondan a los modelos educativos y poder transmitir las enseñanzas
que hagan, del sujeto pobre, un sujeto desde “menos pobre”, a rico. Toda pedagogía por
naturaleza es optimista, pero no ingenua; esto es relevante, porque se pensaría, como tal vez
le sucedió a los seguidores de Freire con la “liberación revolucionaria”, que acabaría con
los niveles de pobreza y de una conciencia sometida; el planteamiento nuestro va en otro
sentido, pero no contrario. La integración del sujeto como elemento fundacional de las
acciones desde la subjetividad hacia la objetividad que lo hacen comprometerse consigo
mismo abordando el espacio moral de la responsabilidad.

A la correlación entre un proceso de liberación general a la “Freire” y la integración


del sujeto para mover sus niveles de pobreza, habrían a esta última propuesta, que agregarle
los contextos contemporáneos de una globalidad, en donde subsisten estructuras
hegemónicas del capital que impedirían una acción generalizada de destrucción de los
paradigmas del capitalismo tradicional, esto es: las tasas de acumulación del capital, los
sistemas de distribución inequitativos y la regionalización del poder político.
62

Si atendemos las cifras del BID en el sentido del incremento de los niveles de
pobreza y de pobreza extremas, del 33.5% y 20% respectivamente a datos del 2008, es
decir, antes de la actual crisis mundial, pensaríamos hacia dónde se mueven los problemas
más álgidos de la humanidad; sólo una restructuración global de las relaciones de
producción podrían cambiar la perspectiva… pero al interior de estos cambios estaría el
sentido del hombre y su espacio de libertad ideal para su supervivencia.

La presente propuesta se centra en que la estructuración del “yo” es la que dinamiza


las acciones del sujeto y es a este egoísmo al que habría que ofrecerle las alternativas de
desarrollo en planos de pertinencia holística que diseñaran los nuevos espacios que
ofertarían los recursos disponible del planeta, donde las estructuras de poder tuvieran la
flexibilidad de un “modelo de todos ganan”.

Lo anterior, se podría considerar como idealista; sin embargo, el diseño de esta


escenografía nos plantearía una perspectiva lo suficientemente amplia para insertar los
modelos educativos, algunos ya conocidos como el martiniano, basado en la liberación del
sujeto por la cultura y la conciencia histórica, el rosseauneano de la liberación por la
educación liberal, el de Montessori por el desarrollo educativo en base en los niveles de
conciencia del niño en un espacio de plena libertad, el de Iván Ilich de evitar los muros de
las escuelas y someter al niño al espacio general de la sociedad con todas sus
contradicciones, el freireanoque evita los muros, pero en vez de someterlo a la sociedad en
general, se le ubica en zonas más sensibles a los problemas enajenantes de la sociedad para
desmontar las estructuras de denominación y revertir su acción hacia palancas de
rompimiento y construcción de una unidad social distinta; y así,todos aquellos modelos que
Naciones Unidas ha venido experimentando en América latina, África y Asia.

¿De qué depende una línea de pertinencia para el diseño de los nuevos modelos
dentro de la globalidad y la posmodernidad? (Touraine, 2011)
63

Fundamentalmente en asumir el egoísmo como la base en la que se construye el


realismo del sujeto, y por este hecho, nos desprendemos de los prejuicios que son la base en
la que se ha construido toda la pedagogía anterior. Si quisiéramos anunciar, de entrada, cual
es la originalidad de esta propuesta, sería un modelo de realismo pedagógico para la
formación de sujetos construidos desde sí mismos y en perspectiva de su liberación
permanente.

YO

Trayectoria de la constructividad

El “sí mismo” constituye un espacio moral central en el que las acciones del sujeto
se van articulando por las necesidades de supervivencia, integradas a su vez en el interés
personal y manifestado en el deseo del objeto; esto es, el núcleo del “Yo” se va abriendo en
un proceso cíclico en donde el deseo del objeto se muestra como representación del mundo
y la referencia al “sí mismo” como conciencia social, destacando aquellas que
corresponden a la productividad (oferta y demanda), desarrollo, crecimiento proyección del
sujeto y operatividad como subjetividad en las acciones de permanencia constructiva y
deconstruciva.

Los mecanismos de la pobreza

La servidumbre y la autoclaudicación provienen del choque entre la constructividad y la


deconstructividad en la que el sí mismo del sujeto pierde la manipulación del sentido y este
es encontrado sólo en las estructuras de poder social y económico que se le imponen desde
fuera y va provocando la red de eventos viciosos. Si planteamos la moral como el espacio
donde se puede analizar el sentido de la pérdida de libertad, por parte del sí mismo.
64

Entonces, estamos ante la posibilidad de torcer la trayectoria hacia un proceso


virtuoso al invertir el proceso que llevó a la autoclaudicación, construyendo mediante otra
bases como la dignidad y la vergüenza; la vergüenza es el principio que salva la libertad
originaria del sujeto mediante la comparación de valores paradójicos o contradictorios y
seleccionando los elementos que hacen más fuerte la subjetividad que la objetividad,
incluso hasta la renuncia al objeto del deseo por la esperanza de una oportunidad distinta y
mejor, o equivalente, haciendo de una claudicación una rebeldía.

Esta rebelión que significa la pérdida del objeto del deseo, sustitutiva de la
frustración por la esperanza de otra oportunidad, donde el sujeto robustece su integralidad.

La constitución del espacio como la instancia donde la intersubjetividad opera los


valores como categorías, en los que se agrupan las acciones y actitudes del sujeto,
determinan los diferentes estratos y roles donde se conectan, desde la interioridad, los
diversos objetivos que dividen la personalidad entre lo deseable y lo posible; esto último
corresponde a las estructuras de la objetividad, que circunscriben a las individualidades
estableciéndose una dialéctica entre el deseo del objeto, el objeto y el proceso de
integración sintética entre subjetividad y objetividad (Ferrari, 2001).

Al hablar de categorías sociales como roles, estratos, clases sociales etc., es


hablar de grandes espacios morales, que tienen sus propias categorías o valores, que
permiten el intercambio vía el símbolo o vía el lenguaje de estas categorías, esto es, el
deseo del objeto, encuentra los caminos de la realización personal y la formación de la
economía del sujeto (economía libidinal, economía del esfuerzo, oferta y demanda
amorosa, economía de lo trascendente, etc.), estos intercambios constituyen dos
perspectivas dada la definición que hicimos anteriormente (espacio sintético entre sujeto
del deseo y objeto), las categorías autotéticas, es decir hacia la construcción del yo y la
heterotética que es la relación del yo con el exterior (alteralidad) (De Fiance, 1996).

Hasta aquí hemos planteado las estrategias desde la positividad y el optimismo


pedagógico, sin embargo, dentro de los mecanismos de la pobreza los más difíciles de
romper son los autoclaudicantes y los procesos culturales enajenantes: ¿Es posible que el
sujeto en construcción pueda sin mayores recursos destruir el umbral que los separa de la
libertad y lo enclaustra en la obscuridad de la enajenación?, o dicho de otra manera: ¿Cómo
romper desde fuera, o desde dentro el síndrome de la autoclaudicación, y generar las
fuerzas que transformen la condición delautosometimiento?

La vergüenza y la dignidad son dos valores, que una vez sembrados en cualquier
principio de conciencia por parte del sujeto, por sí mismos, generan la base primaria de un
comportamiento no claudicante, y sobre esta base es posible diseñar estrategias
pedagógicas que desenvuelvan un proceso de reestructuración del sujeto; así también, hacer
coincidir elementos institucionales, de parte de la sociedad.
65

Para edificar intervenciones del estado o de la iniciativa privada en programas


tendientes a modificar el estatus de pobreza en que se encuentran los sujetos, como es el
caso de Bangladesh (Los microcréditos otorgados a grupos de mujeres que en forma
solidaria asumen la obligación de cubrir los créditos en caso de fallas de algunos de sus
miembros).

Las macroestructuras (capitalismo) por supuesto que generan nodos difíciles de


desarticular en tanto sistema pero, al interior, no son espacios homogéneos e impenetrables,
sino que existe una permeabilidad para subsistemas que no obedecen a los determinantes
generales del sistema y es aquí, en estos espacios, que no obedecen, de una manera estricta,
los autocontroles homeostáticos, donde se puede iniciar los procesos de ruptura con los
círculos de la pobreza. Instituciones de créditos como las cajas populares, cooperativas,
despachos altruistas, beneficencia pública, etc., demuestran la factibilidad de definir redes
paralelas e interactivas con los sistemas de alta rentabilidad (García, 2007).

Conclusión

La ética del desarrollo, es un campo de reflexión práctica que nos aproxima al quehacer
pedagógico crítico, orientado a la enseñanza de los adultos y a los trabajos de reconversión
general de los procesos de las educaciones nacionales; esto es, una educación para la
construcción de sujetos, dueños de sí mismos y de su destino. La ética del desarrollo es una
palanca de la liberación y la construcción de la subjetividad no claudicante, y promotora de
la redefinición crítica de la educación nacional. Revertir los procesos autoclaudicanteso de
procastinación que las mayorías experimentan al enfrentarse a factores que la pobreza
induce, en cascada, al interior de la personalidad del sujeto que lucha por liberarse, pero
que las estructuras sistémicas lo regresan, tarde o temprano, a la condición de pobre hasta
vencerlo y derrotarlo, es la tarea existencial más importante que puede emprender un
sujeto.

El modelo aquí propuesto pretende desmontar los subconjuntos de mecanismos de


procastinación más recurrentes y ofrecer otros que fortalezcan la seguridad, la autoestima,
la vergüenza y la dignidad.

Bauman, Zigmunt (1999). Modernidad Líquida. FCE, Buenos Aires.


Cuesta, R. (2007). Escaparse de las prisiones interiores: la ética como proceso de
liberación. Xulon Press Incorparted, New York.

Ferrari, J.R. (2001).“Procastination as self-regulation failure of performance:effects of


cognitive load, self-awareness and time limits on workingbest under pressure”.
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Montevideo.
67

Capítulo IV

Particularidad y universalidad de lo femenino

Transversalidad del poder femenino

Presentación

La instauración del sujeto femenino, bajo principios de irrupción en el contexto de las


masculinidades, implica definir los limites que el sistema patriarcal ocultaba hasta la
segunda mitad del siglo XX, como es la verticalidad de la estructura de la de dominación,
que invisibilizaba el soporte horizontal que funcionaba como una infraestructura y que,
ahora dentro de las posmodernidad, se vuelve absolutamente visible y hasta “natural” como
el “descubrimiento de América”; esto es, una normalización que se había vivido como algo
“antinatural”. Esta nueva condición es la transversalidad del poder femenino, que consiste
en la toma de decisiones compartidas y consensuadas antes que impositivas y dictatoriales,
típicas del poder masculino. ¿Por qué fue posible esta transición? Fueron los imperativos de
la profunda crisis de la posmodernidad los que hacen que las posiciones alphas no
resuelvan ningún problema y, en cambio, las horizontales o transversales ofrezcan las
actitudes correctas para dar paso a nuevos enfoques de la dirección no solamente de las
instituciones sino hasta los niveles de micropoderes de la vida cotidiana, lo que abrió la
irrupción masiva de mujeres a puestos de dirección y a una etapa de empoderamiento más
operante que las anteriores etapas del desarrollo de las feminidades.

Esta nueva plataforma de estructuras de poder divide al mundo en regiones que se


convierten en polos de desarrollo desiguales pero bajo el mismo perfil, es decir, no es
suficiente ya países desarrollados, países subdesarrollados, sino regiones policéntricas con
iguales capacidades de maniobra en todos los niveles políticos, y las mujeres incursionan
con fuerza en todos los centros de poder mundial, haciéndose de posiciones dentro de las
instituciones más importantes de la política mundial y de capacidades que desplazan
categorías cuasi-sagradas de los hombres como el ejército. ¿De dónde viene esta capacidad
o vocación de las mujeres por la transversalidad? Contemporáneamente proviene de la
educación y a consecuencia de qué es lo que estudian, esto es, de las ventajas y fortalezas
que ofrece la currícula de los estudios universitarios y politécnicos. Por otra parte, el
desarrollo de las ciencias sociales no ha permitido consignar dentro de parámetros de
cientificidad de las tradiciones sociológicas los estudios de género considerándolos, como
una subespecialidad y no como parte de un nuevo paradigma que revise las ideologías de
las masculinidades y las inserte en un plano sistémico de lo social.
68

Introducción

La mujer en la toma de decisiones y puestos de responsabilidad, dentro de las estructuras de


una civilización patriarcal, es una dimensión destacada que presenta una nueva imagen de
las relaciones sociales.

La posmodernidad, sometida a nuevas crisis profundas, parece ofrecer la


oportunidad histórica de mayor emergencia de lo femenino; de ahí la necesidad de
establecer las teorizaciones pertinentes que respalden las acciones epistémicas discutibles,
para el establecimiento de horizontes intelectuales del liderazgo femenino y la formulación
estratégica del empoderamiento en los procesos de consolidación y desarrollo de nuevas
oportunidades.

La implantación del sujeto femenino en los espacios directivos del poder, marcan
una nueva forma de dominación y manejo de los nervios de las decisiones; esto es, una
morphosis que se caracteriza por la transversalidad y la cooperación sinergética
democrática. La falta de teorizaciones sobre las bases epistémicas de este liderazgo nos
permite abordar supuestos inéditos, que nos ofrecen muchas posibilidades de investigación.

El esquema de la “larga marcha” de la feminidad empoderada, así sea en poca


escala, ha venido creciendo sin retrocesos y ampliando su frente de acción en medio de los
fenómenos de la globalidad y la crisis general. ¿Nuevas oportunidades? ¿Qué teorías
sustentan la conciencia revelada en las acciones asumidas por quiénes escalan las jerarquías
del poder mundial?

Las propuestas aquí presentadas plantean algunas ideas que pueden ser claves para
la discusión y comprensión del liderazgo femenino.

La necesidad de trascender vía el ejercicio laboral y la asunción al poder

La modernidad trajo consigo dentro de la perspectiva de género, la posibilidad de alcanzar


las aspiraciones de una igualdad total de oportunidades, tanto en el desarrollo personal
cómo en el ámbito social. La recuperación de la condición femenina como sujetos
encuentra, en la modernidad, una plataforma de posibilidades que podrían permitir “romper
con un complejo de fenómenos opresivos” (Suri, 2008).

Las luchas por el reconocimiento de las aptitudes de la mujer frente a las del
hombre, es una línea recurrente de las acciones de los feminismos modernos y esto ha
traído una constante y acelerada asunción de puestos dentro de la escala laboral y socialde
la que podemos destacar la velocidad y corto plazo de la ocupación de altos puestos
directivos y de domino por parte de las mujeres.
69

Parecería que entramos a un predominio de sistema flexible, con límites fáciles de


trasgredir, que ofrece sobreponerse a las contradicciones de una etapa de transición tan
grande y complicado como marco social económico y político que puede trastornar al
modernismo y el rompimiento de los esquemas de poder; facilitando el ejercicio de las
estrategias feministas más importantes para un proceso de empoderamiento en todas las
regiones donde las mujeres tienen acceso a los medios para un ejercicio específico del
mando en microestructruras de poder o en estructuras generales de gobierno.

También se puede observar una feminización creciente en las áreas de los “cuadros
medios” de las instituciones más importantes del poder mundial; es fácil encontrar a
mujeres, cuyos perfiles señalan nuevas orientaciones que desarrollan otras formas de
operación de estructuras complejas y constituyen posiciones y teorizaciones sobre liderazgo
no considerados en los sistemas de toma de decisiones, tanto así que se puede configurar un
cambio de paradigma en cuanto a marcos conceptuales; que vienen, desde la
masculinidad,pero reeditadas hacia estructuras de mando que son propiamente femeninas;
aun cuando no se tienen teorías formales, la ciencia de la dirección ha virado 360º grados,
de tal manera que podemos hablar de un “renacimiento”, puesto que la perspectiva de
género viene a modificar los conceptos fundadores de la dirección; ahora podemos
identificar una manera distinta y radical de gobernar,diferente a la que, hasta ahora, habían
ejercido los hombres.

La nueva teoría femenina de liderazgo tipificado en Cd. Cabo UGRC/ABANTU en


1998 nos delinea el perfil de las características o “virtudes” del liderazgo femenino:
“habilidades de construcción de la paz, fortaleza, paciencia, buena gestión, compromiso,
distribución equitativa de recursos, transparencia, unidad en los diferentes niveles,
formalidad, buen gobierno, entre otros”. A esto podemos agregar los estudios de Mercadé
(2007) y de Rosener (1990)que coinciden en concluir que dirigir en femenino“es hacerlo de
forma directa, con argumentaciones, diálogos, siempre en equipo, teniendo en cuenta a las
personas y transmitiendo las propias ganas e ilusiones”. Las dificultades para este modelo
de dirección son la poca literatura teórica o estudios de más profundidad sobre el liderazgo
femenino, de ahí el interés cada vez más acuciante de tener referencias epistemológicas
sobre la especificidad del gobierno femenino.

En el liderazgo está implícito el poder, que de acuerdo a Foucault (2005) “es una
relación social que se ejerce a partir de innumerable puntos en juego de relaciones móviles
no igualitarias que cuenta con diversos dispositivos, que crea representaciones de él, que se
reproduce y que siempre genera resistencia hacia él”. Podríamos agregar con Turner (1988)
que dentro de las construcciones simbólicas del imaginario femenino les permita a las
mujeres “jugar” desde la potencialidad de su estadio liminar.
70

Las perspectivas feministas configuran espacios cerrados y abiertos en una


interrelación transgresora de los límites como: público-privado, sagrado-profano, objetivo-
subjetivo, sensible-racional entre otros; que inducen a resimbolizar procesos culturales
repetitivos secularmente y, en esta redefinición, ubicar la especificidad femenina, incluso
cayendo en situaciones de nuevas dependencias o el sin-sentido de la propia existencia y no
ver más allá de un presente situacional; esto es, se carece aún de la elaboración de un poder
no opresor que se genere desde la creatividad (Suri, 2008); crear un liderazgo implica estar
en la línea de pugnar por un poder que no tiranice las relaciones sociales.

Las dimensiones de la lucha por el poder femenino se articulan en dos engranes que
soportan el activismo de las mujeres; es decir, una redefinición de sí mismas, y, al mismo
tiempo, que provoquen sistemas sinérgicos, que revelen una creatividad en el diseño de
nuevas formas horizontales de poder.

Es deseable que en la construcción, en cuanto sujeto específicamente femenino, que


no solamente es producto, sino también productor en las relaciones de dominación del
poder masculino, en este transitar de productor-producto y producto-productor se establece
un camino de tránsito de categorías de integración social y una transformación personal del
sujeto femenino; esto es, si manejáramos las categorías de Turner (1997) de ubicaciones
transicionales liminoides de las sociedades contemporáneas parecería relativamente fácil
explicar las transiciones que el sujeto femenino puede transitar; sin embargo, creemos que
la situación es más compleja, porque el fenómeno del empoderamiento es proceso
estructural y el sentido de lo liminoide son posiciones de arranque donde inicialmente se
ubica el sujeto para escalar niveles de poder; aunque se pudiera hablar de microestructuras
de poder a la manera focoulteana pero, tanto de esta última como la anterior, no nos
resuelven el problema de la constructividad; es decir, necesitaríamos una guía de las
transformaciones simbólicas o de resignificación de las oposiciones de género y las
secuelas que esos paradigmas producen a lo largo de las carreras profesionales de las
mujeres que han alcanzado puestos cimeros en jerarquías del poder social.

La reivindicación de la mujer y el liderazgo

Cómo parte de las estrategias de la lucha por los derechos a la igualdad y la equidad, se
desarrollan, implícitamente y bajo condiciones de invisibilidad, los valores como la
autoestima, el reconocimiento y la necesidad de superación personal. El ambiente cultural
en el que se desarrollan las mujeres que consiste en sembrar semánticas de discriminación
original en las que las mujeres tienen que luchar, en primera instancia, contra sus propios
prejuicios de impotencia y luego construir sobre la destrucción de esos arquetipos; los
niveles de superación se vuelven, generalmente, más difíciles en vías de la construcción
como sujetos de la mujer y así sortear los laberintos de la victimización.
71

Históricamente las mujeres líderes condenadas y estigmatizadas, proyectaban una


idea de la feminidad masculinizada y, frecuentemente, poco femeninas; planteaban
dificultades que las mujeres tenían que romper, como las barreras discriminatorias de las
instituciones sociales que impedían la manifestación de liderazgos propiamente femeninos,
o se transfiguraban en una especie de androides monstruosos en los que sólo agregaban
valor al poder masculino. En las últimas décadas, a nivel planetario, hemos visto el
surgimiento de una nueva visión del poder, provocado por la influencia cada vez mayor de
las mujeres en la toma de decisiones. La acumulación de ventajas adquiridas en la lucha por
el poder en la que las mujeres han establecido líneas de empoderamiento y
aprovechamiento de nichos, hacen que en la actualidad se pueda indicar que hay diferencias
muy grandes en la forma de ejercer el poder y, que por eso, seguramente traerá nuevas
perspectivas, no solamente de la irrupción de las mujeres en el gobierno mundial, sino en
los cambios cualitativos de la organización social. En este sentido, podríamos agregar las
palabras de Segerman-Peck, (1991) de que las mujeres tienen que romper las barreras y
obstáculos derivados de los prejuicios psicológicos y organizativos.

Dentro de los parámetros del desarrollo de los recursos humanos y la cultura


organizacional, el liderazgo femenino es visto como una simple tendencia a la superación
personal; es en realidad una línea de empoderamiento en la que las mujeres se sujetan a
escalas de rendimiento acumulativo en el enriquecimiento de recursos propios para poder
conformar perfiles en los que los niveles de responsabilidad crecen tanto en cantidad como
en diversidad de ocupaciones que, en contrapartida, el hombre, ya no tiene necesidad de
abordar para tener acceso a espacios de poder; esto es, el poder femenino consiste en hacer
heterogéneo la diversidad de oportunidades y de demandas del mercado laboral, lo que en
un principio bajo su anterior posición de dominadas, les daba cierto confort y, ahora, ante
esta perspectiva de superación permanente y máxima responsabilidad, las multiplica en sus
haberes y saberes. El talento femenino como las aptitudes genéricas para el diseño de
carreras profesionales y del ejercicio del poder dentro de las administraciones públicas y
privadas, se pueden considerar un capital que es cada vez más aprovechado por las
estructuras de poder de las sociedades contemporáneas. La famosa lucha de los sexos y de
la competitividad entre géneros se ha venido resolviendo en una mejor distribución de
responsabilidades donde la guerra por el talento mejor aplicado en los liderazgos, priva
sobre las costumbres discriminatorias, pero la lucha continua por la calidad y la mejora
continuas.

La transformación del ser femenino, el ejercicio del poder

El espacio de victimización de la mujer dejaba muy pocas oportunidades para la superación


personal de las mujeres, y sigue siendo el lastre y principal obstáculo en los liderazgos
femeninos.
72

El principal enemigo que se presenta en las carreras de las mujeres son sus propios
atavismos, y la poca resistencia que ofrecen el confort o la comodidad en roles de menor
importancia dentro de los esquemas de poder; dicho en otras palabras, no obstante el
avance de la mujer, en lo que respecta al liderazgo, todavía existen limitaciones ancestrales
que siguen limitando a la mujer y que la controlan hasta en sus mínimos deseos.

El cuadro estratégico de una carrera profesional de una líder, se establece a partir de


una posición de clase, que le ofrece los retos a vencer desde el principio y que funda sus
recursos en una línea de administración o de gestión de sus propósitos de superación; en
seguida, el aprovechamiento de oportunidades que ella, su familia y el medio le ofrecen;
después, la búsqueda de oportunidades en donde aplique su experiencia académica laboral
dentro de un proceso de capitalización de las ofertas del mercado profesional.

En forma paralela, el talento de liderazgo incluye la necesidad de administrar la


sexualidad, especialmente la reproductiva, y tiene que ser compatible con la línea del deseo
de trascender. La incompatibilidad entre estas dos líneas, o la mala administración, pueden
provocar que, vía sus efectos colaterales (hijos con problemas, familias disfuncionales) se
conviertan en el reproche esencial de la pareja o de las familias de la protagonista. La
acumulación de reproches pueden incluso provocar el fracaso de una u otra línea. Mientras
esto sucede ¿qué le sucede a la “mentalidad” de la protagonista? Bien, hay varias hipótesis
que se pueden trabajar en función de la eficacia de los liderazgos femeninos:

i) la función del carisma o las personalidades; ii) la asertividad que puede ofrecer
como protagonista; iii) el desarrollo de habilidades organizativas más horizontales, iv) ser
más atenta a fenómenos que la personalidad masculina generalmente desatiende (gusto por
el detalle, la amabilidad, la estética, la facilidad de comunicación) v) concepto más
diversificado de éxito y iv) el autoconcepto de realización personal.

La interioridad de la protagonista se perfila como esta unidad en donde convergen


estas dos líneas mencionadas arriba y, en consecuencia, imprimen el tipo de liderazgo que
ejercen tanto en la vida personal como en lo profesional o laboral.

De acuerdo con Rosener (1999) las mujeres buscan intercambiar sus intereses
individuales por los del grupo, con el fin de lograr un objetivo más amplio. Así también
reconocen a las relaciones interpersonales como base del éxito y no en los puestos
jerárquicos. Hasta ahora ha sido así por el vacío como sujeto femenino y por el llenado del
imaginario masculino, como fantasma del “otro como sí misma”…

Si tomamos en cuenta estos fenómenos, como un referente, podríamos abundar


sobre las habilidades específicas de la mujer sobre el liderazgo. Es obvio que la mujer va a
proyectar su interioridad sobre su desempeño, no sólo como persona sino como líder y por
tanto, en sus habilidades para ser, pensar o hacer.
73

En consecuencia, podemos decir que la habilidad central sería la tendencia a


considerar los problemas como retos de carácter horizontal y transversal y eso lo hace muy
particular. ¿Será siempre así? ¿Será una situación meramente circunstancial, histórica de
aquí y ahora?

La administración transversal, se vuelve más competitiva en época de crisis que en


épocas de auge, entonces no es casual que se feminicen más los liderazgos de las empresas
y de las instituciones públicas puesto que la globalización ha traído gran inestabilidad y
cambios profundos en todos los países.

La mujer líder, la perspectiva de los nuevos liderazgos

La mujer ancestral, para transformarse, tiene que construirse; puesto que hay una lógica
transformacional que transita desde las tradiciones hacia las innovaciones,convertidas en
retos, en aspiraciones y trascendencias.

La diversidad de luchas presentes en diferentes niveles sociales, políticos,


económicos podría conducirnos a considerar que se trata de diferentes feminismos cuando,
en rigor, es una tipología más orgánica; donde no habría más que dos conjuntos y que
serían los generados hacia el interior de la mujer, y el otro, hacia su reconocimiento social.
Serían los paradigmas originarios de las perspectivas y de líneas de investigación, que
edifiquen las propuestas que definan las tareas de las mujeres de éxito.

En el primer espacio está ubicado en la egología que habría que desarrollar para
integrar la diferencia, la especificidad, los enfoques, los imaginarios de la mentalidad
femenina, etc., para establecer una psicología asimétrica de lo femenino y, eventualmente,
la antropología de la diferencia.

Estos constructos y atractores teóricos no están hechos, habría que hacerlos y, a lo


largo de la producción epistemológica, irlos defendiendo de contaminaciones ideológicas,
en ocasiones tóxicas, para el establecimiento de teorizaciones sustentables en lo filosófico y
en lo científico.

En el segundo espacio, el reconocimiento es esencial para configurar una moral


estrictamente feminista, donde ubicaríamos el talento del liderazgo de la mujer; es decir, la
tradición de lucha que va de la reinvindicación de los derechos hasta la asunción de puestos
directivos en los centros de poder mundial y, en concreto, en el gobierno de las regiones o
países. La participación global en el liderazgo apenas representa la quinta parte de la
distribución del poder (Simón, 2008) que proviene de un crecimiento de la participación de
la mujer en los últimos cuarenta años.
74

Cualquier otra separación categorial para tipificar el feminismo pensamos que


podría conducir más a confusión de los planos que a una variedad más estructural de los
diversos activismos y movimientos que, a través de los años, se han venido dando en las
diversas circunstancias y que han ofrecido oportunidades para destacar el esfuerzo de las
mujeres. El pluralismo de tendencias e ideologías que marcan la posmodernidad revelan la
búsqueda en la que están inmersos los feminismos de vanguardia y los debates de la
actualidad, en los que uno de los espacios que más preocupan a las mujeres el de la
orientación de nuevos liderazgos que capitalicen las oportunidades, que la apertura y la
flexibilidad del modelo patriarcal, puede ofrecer para la obtención estratégica de espacios
femeninos en la conducción de los intereses humanitarios y de empoderamiento.

Obviamente la relación interna de este paradigma es una dialexis circular, en la que


no hay un principio y un final y, por lo tanto, se puede abordar cualquier sustentación,
incluyendo las tradiciones.

Si el liderazgo femenino se ha caracterizado como una transversalidad, en nuestro


caso, no es un planteamiento tradicional sobre la perspectiva no razonable (razón =
masculinidad) sino desde una dominancia no destructiva del otro, es decir una dominancia
cooperativa, integradora de los talentos del otro, el trabajo en equipo, construcción de
sinergias colectivas, etc., hacia un modelo en la sororidad (Beauvoir 1999) y la fraternidad.

Si quisiéramos hacer una apología del liderazgo femenino frente al liderazgo


masculino se podría hacer desde lo virtuoso de la democracia, el trabajo en la paz, una
educación para integración social y de una ciudadanía responsable, patrocinado por los
liderazgos que históricamente han asumido las mujeres.

Pero nuestra intención no es apologética sino fundadora de una perspectiva de


liderazgo ontológico que se enfrenta al valor de otros liderazgos, con contradicciones y
proposiciones; se incorporarían también las dificultades y obstáculos, especialmente los
transparentes como el “suelo pegajoso” y “el techo de cristal” (Eagly y Carli, 2001).

Esta propuesta es radicalmente diferente al esencialismo feminista que plantea como


una condición fundadora lo esencialmente femenino para de ahí lanzarse a una construcción
de la diferencia; la propuesta es en el sentido de hacer operativo el paradigma de las
diferencias y no radicalizar la extremidad polar que desvincula artificialmente la
funcionalidad de los opuestos.

La mujer líder está montada en el funcionalismo de las organizaciones y es el


espacio donde se construye la institución, sea familiar, empresarial, el estado, etc., por lo
tanto el liderazgo es parte del activismo profesional en primer término y, en seguida,
responde a los imperativos de su condición específica que viene de la corporeidad, en tanto
identidad existencial y situacional, (la mujer para ser líder tiene que representar una función
completa; no hay líderes sin función.
75

Liderazgo es dirigir, dominar) el dimensionamiento circunstancial de las estrategias


que establezca en su lucha por su ascenso dentro de los árboles jerárquicos en los que se
estructura el poder marcan, en cierta manera, los liderazgos posibles para las mujeres; el
talento para la dirigencia, para la administración de recursos, la racionalidad o la
emotividad de la inteligencia, la prudencia para el establecimiento de carreras sostenibles y
transmisibles generacionalmente.

Conclusión

Mientras no se construya una epistemología de la interioridad, una egología que


instrumente las decisiones integradoras y constructivas de la personalidad básica de la
feminidad, así como el desarrollo del talento directivo, no se podrían configurar las
condiciones intelectuales para los liderazgos sostenibles de las mujeres. La transversalidad
circunstancial no ofrece una ontogénesis del carácter.

La historia de las luchas por las reivindicaciones es una “larga marcha” que va
desde la indignación al empoderamiento. Esta marcha se ve como una “travesía del
desierto”, esto es, una constante lucha de humillaciones y sometimientos, donde el acoso
sexual es la “línea general” de trasmisión del poder masculino al poder femenino. El marco
general en el que se desarrollan los perfiles de modelos asumidos por generaciones de
mujeres que han hecho una inversión elocuente de la libido, puede jactarse de una creciente
capitalización del trabajo que va desde las más humildes actitudes feministas hasta los
liderazgos espectaculares de países tan importantes como la Gran Bretaña, Alemania, Chile
y Argentina.

Los procesos de capitalización del trabajo social y político de las mujeres se


disponen en función del poder que, desde cualquier perspectiva personal o colectiva, se han
emprendido para constituir éxitos que son referentes de la acción, y del potencial
constructivo de las instancias que han definido el aliento de las élites feministas de los
organismos e instituciones creadas, ya sea por la sociedad o desde el estado mismo.

Los procesos complejos en los que se ha tejido el liderazgo específicamente


femenino, que lo han caracterizado como una diferencia orgánica en la historia de las
decisiones, no logran, a pesar de la importancia que han adquirido, sobre todo en los
últimos veinticinco años, favorecido por la posmodernidad y los cambios estructurales de la
globalización; alcanzar un estatus relevante que pueden constituir una teoría de la dirección
con las características académicas para ser difundida y manipulada como discurso teórico-
práctico en la administración no constituye un corpus epistémico lo que se ha escrito
últimamente, sino atisbos para una teoría, muy valiosos y estimulantes, pero había que
insistir más en los códigos, suficientes para referir a un conjunto de principios y categorías
que facilitaran la comprensión de la naturaleza del poder femenino.
76

En estos contextos la “lidereza” es un nuevo demiurgo dentro de la complejidad de


las crisis provocadas por la globalidad; adiós a la posmodernidad como crítica de lo
racional-irracional de la modernidad. Parecería que estamos abordando el retorno a una
vida matriarcal o a una matria, en donde lo masculino se infantiliza y se constituyen los
hogares, antes recintos del “patriarca”, en “guarderías” donde se protegen los intereses de
los nuevos poderes. Por supuesto, es una circunstancia producto de la crisis general, donde
el empleo masculino se ha restringido a números demasiados pequeños, y esto se ha
convertido en una nueva oportunidad para las nuevas generaciones de mujeres que tienen,
incluso, mejores niveles académicos y profesionales que los hombres y que aceptan
menores sueldos por sus servicios, situación que ha permitido el avance de modelos de
liderazgo de tipo horizontal que se adaptan mejor a los imperativos, tan cambiantes y tan
frecuentes de las variables de los sistemas socioeconómicos, afirmando la perspectiva de
nuevos procesos de movilidad en las jerarquías de mandos dentro de las instituciones.

El espectro de las jerarquías de mandos y sus consecuencias en la organización de la


sociedad en su conjunto, obedece a los lineamientos de una organicidad en todos los
ámbitos de la vida profesional; aun cuando parecería una utopía pensar en que la “historia
pueda repetirse”, por lo menos en este estadio de la humanidad, se asemeja a ciertas
categorías del poder, que fueron los sueños de muchas guerras emprendidas por las mujeres
dentro de lo que se llamó “la guerra de los sexos”.

Los procesos de integración de los talentos femeninos a situaciones de


construcción de una teoría femenina de la administración del poder, está aún en ciernes y,
por ahora, no hay propuestas que se hayan presentado en ningún medio conocido (foros,
congresos, textos, revistas, libros, etc.) en los que se defina sistémicamente los pormenores
de una teorización del poder femenino; lo que existe son estadísticas del crecimiento de los
espacios ocupados por mujeres pero no constituyen elementos intelectuales en los que se
pueda basar el pensamiento de las nuevas generaciones de feministas por el
empoderamiento de la equidad y el desarrollo de las perspectivas de género. Los hitos muy
honorables, dignos e importantes en la elaboración de teorizaciones significativas, aún
esperan los elementos que puedan edificar un corpus estrictamente femenino desde la
comprensión ontológica como diferencia y como génesis de la otredad, en tanto valor en sí
mismo; egológicamente se plantearía como una plataforma que deconstruyera los
arquetipos que invisibilizan la mujer como sujeto.

Mientras tanto, suena el clamor de que los liderazgos femeninos tengan una teoría,
no solamente de la transversalidad del poder, sino de la posibilidad de flexibilizar tanto
vertical, horizontal o circular, la fuerza de la toma de decisiones; es decir, todo este proceso
de feminización de los liderazgos suscita toda clase de fantasmas pero, solo podrá
consolidarse, así sea en términos realistas, si se construye una teoría de lo femenino que se
sostenga epistemológicamente e incorpore los propósitos de equidad o igualdad entre los
sexos.
77

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78

Las Ciencias Sociales y los estudios de género

Introducción

La crítica a las ciencias sociales desde la feminidad es una nueva perspectiva, tanto en la
incidencia que tiene en el género, cómo en los mecanismos de trasgresión y avance en las
relaciones sociales entre los sexos.

La primera evidencia de crear teorizaciones laicas sobre la mujer se encuentra en la


Ilustración a través de las universidades y Centros de Estudios Sociales, y surgen en un
intento por desvincularla de las dependencias religiosas y definir una versión científica
sobre las mujeres, en tanto “grupo social”. Esta aproximación teórica sólo reflejaba el
comportamiento masculino, por lo que al considerar a la mujer como grupo social, se
incorporaba a la naciente sociología como un objeto más y no como sujetos. Esta
situación no se revierte hasta finales del siglo XX, a partir de las luchas feministas cuando
las mujeres transitaron de objeto-sociales a sujetos-sociales, surgiendo con ello un nuevo
enfoque donde la discriminación, implícita en los epistemas es levantada de una vez y para
siempre (Irigaray, 1979; Cixous, 1976). Las teorías clásicas que sólo encajan en el mundo
masculino y la legitimidad social, se basan en la subordinación de la mujer (esposa, madre,
hija, etc.), que se asimila a las posiciones de clase, roles y estratos del jefe de familia, estas
categorías empiezan a declinar y, con ello, la nueva sociología revela una descomposición
teórica que es necesario meditar y replantear.

Se empieza construir un nuevo “concepto” que coordina los feminismos que se han
sucedido en los últimos cuarenta años. Concepto formado a partir del surgimiento de los
estudios epistemológicos que sustentan la cientificidad de la postura crítica y la
construcción de teorías sociológicas donde se incluye el universo de la mujer.

En este contexto las mujeres sólo plantearon reivindicaciones de carácter jurídico-


político (Beijing, 1995), al no tener una teoría propia, se convierten en críticas de las teorías
existentes y su práctica, es una lucha judicial con algunos replanteamientos sociológicos
particulares.

Así también, el marco histórico pasó del modernismo al posmodernismo, debido a


procesos de globalización política y económica, así como al nacimiento de hegemonías
políticas emergentes que rompieron los regionalismos que definían la arquitectura de la
modernidad durante cinco siglos y se empezó a configurar la mundialización digital que
está rediseñando otros paradigmas que modifican cualquier estructura preexistente, y que
aún no conocemos sus alcances.
79

El desarrollo de la teoría social y su crisis en el siglo XXI

Terminamos el siglo XX e iniciamos el nuevo siglo con las ciencias sociales en crisis
debido a la debilidad metodológica; esto es, se carece de fundamentos filosóficos
actualizados, que reubiquen los epistemas que establecían perspectivas y desarrollos
explicativos de lo social; esta crisis da la impresión de que hay que volver a los estudios
primarios, así como reubicar su estructura para poder hacer planteamientos
contemporáneos; tampoco incluye la nueva perspectiva digital y, por lo tanto, no ofrece un
soporte axiomático, ni material, cuya relevancia, así sea transitoria, resulte incuestionable
como principio de certidumbre científica. Otra cuestión fundamental que presenta y de
acuerdo a Maffesoli (2004), hay quienes plantean el surgimiento de una sociología de lo
individual como el objeto esencial de lo social, esto es, desde el individualismo replantear
la sociabilidad y con esto englobar a la mujer como otro individuo; entonces, en una sola
propuesta reivindicar la posición de la mujer como individuo, y al hombre, como “otro
individuo”, planteamiento que corresponde a una función de “objetos” y lo que está en
cuestión es dar cuenta de las relaciones entre “sujetos” por lo que no se ha adentrado casi
nada en lo que a Theoría se refiere. Iniciamos el siglo XXI carente de herramientas que
permitan generar una ofensiva reconstructiva y desmanteladora de los criterios historicistas,
y que tenga eficacia frente a la universalidad del sistema patriarcal.

El feminismo modernista recategorizó los valores metodológicos en los que se había


sustentado la teoría social al explicar en un eje central la determinación, o mejor dicho, el
apotegma que lo femenino no es lo mismo que lo masculino y que ninguno de los dos ejes
en, sí mismos, son universales; había que reconsiderar una nueva sociología que diera
cuenta de la diferencia y, entonces, es cuando debió haberse hecho trabajos femeninos y
diferenciados; en la posmodernidad este criterio se supera al replantear la edificación del
nuevo paradigma que ya incluye esta crítica de la diferencia y supera aquella en que
establece los perfiles de los sujetos femeninos, plenos de derechos, ciudadanas y
competidoras, al mismo nivel que los sujetos masculinos. ¿Pero qué hay después de esta
situación, respecto de una nueva ciencia social? No hay nada, no conocemos de
planteamientos amplios y serios sobre investigaciones que cambien radicalmente los
supuestos epistemológicos de una nueva ciencia social, o sea, los nuevos autores trabajan
con viejos instrumentos de investigación (Gayle, 1975).

El fantasma del retroceso

Contar con una conciencia feminista, o de lo femenino, ha sido un largo proceso de más de
tres siglos, y en el devenir histórico se ha visto amenazado con las tendencias de considerar
la categoría de género como sinónimo de feminismo, lo que complica entender los
diferentes aspectos que abarcan, y es necesario diferenciarlos con categorizaciones más
precisas, donde las ciencias sociales aporten material epistémico importante.
80

Esta diferenciación es una problemática típica de las ciencias sociales; pero, lo más
importante está en el enfoque en la que la problemática es absorbida por las adquisiciones
científicas del pensamiento social y, su profundidad, es capaz hasta de romper los
paradigmas que sustentan las propias ciencias sociales.

No es extraño que las críticas hechas a las ciencias sociales desde el feminismo
(sobre todo desde la teoría del poder político) y también desde el género (a partir de lo
científico-cultural) aborden cuestionamientos de forma y de fondo al corpus de las ciencias
sociales; en otras palabras, los niveles de comprensión entre lo que hace el feminismo y lo
que hace el género frente a las ciencias sociales, es bombardear desde dos ángulos las
“verdades” en las que se han sustentados los parámetros de la historia de las ciencias
sociales, con el afán de edificar una estructura en donde la mujer aparezca en su plenitud,
como sujetos y como portadoras del desarrollo de la humanidad. El primero se centra en la
idea de que lo femenino, o el género femenino, son situaciones de sujetos y no de objetos y,
por lo tanto, son relaciones complejas entre los sujetos, es decir, los investigados y los que
investigan; el segundo ángulo es, rescatar la influencia que tiene el ámbito histórico o el
“estado del arte” de las teorías que investigan o que transversalizan los parámetros sexistas,
machistas o patriarcalismos arcaicos o contemporáneos.

La plataforma general en la que los feminismos y los estudios de género convergen


en nodos de una red distinta a la de las redes del conocimiento social, le permite navegar en
una disforia permanente entre la imagen de sí mismas y la verdad de su condición como
sujetos, es un campo de crítica permanente a los axiomas que predominan en la cultura
social y que envuelve el espacio en el que pueden discutirse los avances del pensamiento.

De las perspectivas femeninas hasta el feminismo como movimiento, existe una


multiplicidad de praxis de cuerpos femeninos sociales que han ido sembrando una cultura
de enfrentamiento político-educativo-cultural-religioso, etc., que enmarca los triunfos o
conquistas que se han obtenido a través de Naciones Unidades, Conferencias
Internacionales, Congresos, y que ofrecen un margen de movilidad y de transparencia sobre
las relaciones reales de los sistemas de poder mundiales y donde las ciencias sociales no
pueden pasar abiertamente las barreras que impone la academia ante el poder político.
Desde esta plataforma y en el “campo de guerra” en que se desenvuelve la confrontación
feminismo-género versus ciencias sociales, el avance de los derechos de las mujeres y las
propuestas teóricas, muchas de las veces, se quedan atrás de lo que significa para la vida
práctica de las mujeres y, en consecuencia, los feminismos y los estudios de género, son
jalonados por una vida política más congruente con la realidad que deja de lado las utopías
teóricas que tardan un tiempo en llegar a un mismo nivel real de pertinencia.
81

Las ciencias sociales y la necesidad del rompimiento del paradigma patriarcalista

En el amplio recorrido de las ciencias sociales, ninguna corriente se ha ocupado de


desarticular los arquetipos del patriarcalismo y de los supuestos científicos que lo sustentan,
por lo que sigue siendo una tarea pendiente de las ciencias sociales. Una autocrítica de los
fundamentos y de la psicogénesis que debe plantearse como base de la diferenciación
físico-intelectual de los sujetos; no basta con los planteamientos de la filosofía social, sino
que es necesario bajarlo a una crítica metodológica de las ciencias sociales; esto es,
revolucionar tecnológicamente las medidas tanto de enfoque como de desarrollo de los
estudios sociales. A este encuentro habría que agregar los propósitos de una filosofía
integracionista que defina los criterios de apreciación tanto epistémicos como sus referentes
sociales históricos.

Las ciencias sociales están instaladas en una “zona de confort” que, desde su
fundación, se mantienen en una retórica masculina, falocéntrica, egocéntrica, etc., del que
es necesario desplazarla, hacia una comprensión de lo femenino, “medusa”, “serpiente”,
etc., e iniciar procesos de acercamiento epistemológico entre estas dos grandes vertientes
para deshacer la retórica unívoca de las ciencias sociales y poder incorporar el discurso, así
sea tenue, de los feminismos y de la investigación que las mujeres han iniciado desde la
crítica general a la construcción del género.

El cuerpo femenino construido a partir del cuerpo masculino

Las reivindicaciones realizadas por intelectuales mujeres en los últimos 40 años es una
historia de la voz que ha puesto de manifiesto las tonalidades de un esfuerzo en manifestar
las diferencias dentro de la retórica masculina y tratar de construir una perspectiva
feminista que explique y transforme su inclusión en el texto de la ciencia; sin embargo, esta
voz se ha convertido en voces y en un proceso de distorsión de intereses de grupúsculos,
que han debilitado su ataque frontal al patriarcalismo imperante en el discurso, y en la
tendencia de la cientificidad social, de tal manera, que no se tiene ahora sino un frente muy
amplio de propuestas demasiado pequeñas para poder abordar la totalidad de los
fundamentos de la teoría social masculina.

Es necesario regresar a un movimiento más amplio feminista que incorpore voces


de mujeres que han avanzado enormemente en sus conquistas y que resulta políticamente
más combativo y, estratégicamente hablando, más eficaz frente a tácticas demasiado
cerradas de los grupúsculos. Frente a este planteamiento, las ciencias sociales, se abrirían
incorporando las propuestas que, en una estratificación lógica podrían abordarse para
cambiar los paradigmas en las que se sustentan cada una de las ciencias sociales, según los
campos de interés y objetos de estudio diversos.
82

Sería reconfortante que los movimientos feministas redireccionaran el paso para


enderezar estrategias que pudieran cambiar nuestra visión del mundo, por lo menos en una
visión de medio siglo y que pudiéramos observar los movimientos necesarios para que las
ciencias sociales pervivieran en su interés por profundizar el conocimiento de las
características de las sociedades, grupos, y del individuo, en tanto sujeto que toma las
decisiones de su propio e intransferible porvenir.

La crítica a las ciencias sociales desde el feminismo se sustenta en las siguientes


dimensiones: i) crítica al patriarcalismo, ii) desmantelamiento de la heterosexualidad como
norma, y la iii) reivindicación de derechos. En este horizonte se ha mantenido en los
últimos 40 años; los resultados han sido positivos para las tres vertientes pero falta un
camino por recorrer; es decir, no se tiene una nueva epistemología que incorpore la crítica
hacia los prejuicios que fundamenta la teoría social clásica; en este sentido, cabe señalar
que la crítica al patriarcalismo se ha quedado en la superficialidad de la descripción de los
poderes de dominación a través de las redes sociales que forman las sociedades
contemporáneas, que normalizan las estructuras de poder subyacentes en la dominación
masculino-femenino y, es evidente la necesidad de cambiar la del “saber” que hasta ahora
invisibiliza el “saber femenino”, conjuntamente con el saber masculino que lo avasalla.

Los esfuerzos de Haraway (1984) y De Lauretis (1984), entre otras, en criticar a las
ciencias sociales, por no mencionar el trabajo de las mujeres científicas, es muy importante,
pero la continuidad en este espacio de investigación y de crítica se ha ido debilitando en los
últimos años; es necesario retomarlo, replantearlo y desarrollarlo bajo criterios más
radicales que tomen en cuenta el avance mismo de las relaciones de producción en un
mundo globalizado y, hasta cierto punto, una libertad mayor para el acceso a la sociedad de
la información; que pueda robustecer relaciones de dominación diferente a las sociedades
de la guerra fría. Es inexplicable que una nueva conciencia de clase en las luchas sociales
se aplanara, de tal forma que la invisibilidad de la mujer se presentara en el silencio, como
una inexistencia delas relaciones sexuales bajo un nuevo contrato sexual, y donde la
explotación en las relaciones de poder, desaparecieran; por lo que resulta inaceptable que
las feministas y los estudios de género no retomen el camino crítico que destaque la
existencia de estas relaciones que hacen, de la mujer actual, un ser en transición a ocupar
espacios sociales de un nuevo empoderamiento, por lo menos en ciertos sectores de las
clases medias blancas; esto es, abrir un campo de investigación no tocado por un eje central
de la teoría marxista de las ciencias sociales. Así como esta propuesta hay muchas otras en
donde la teoría de género ha abierto, después de una nueva constitución de la conciencia
femenina, pero observamos que hay un debilitamiento en la peculiaridad de la construcción
y movilidad de los elementos arquitectónicos de la subjetividad femenina; es decir, se
forman conceptos pero no una teoría general de la conciencia de la mujer. Los ejemplos que
proporcionan los estudios de género representan sólo modelos hechos a través de los
parámetros de la investigación, pero no se trasladan a un cuerpo teórico que determine qué
cosa es la mujer, como género, más allá de la generalización: “un constructo social”.
83

La construcción de la conciencia femenina (Educación, pedagogías, técnicas y


protocolos)

Las ciencias sociales tienen infinitos “objetos sociales” en qué ocuparse, pero es su
responsabilidad atender también la integración de las críticas por los “olvidos” que plantea
la perspectiva de género. La constructividad de la conciencia femenina no es solamente
desde el cuerpo (tampoco, sin él), sino de los constructos sociales mismos, implicaría
incorporar a la mujer en la historia; porque la invisibilidad implica la nulificación, no sólo
de los sujetos particulares, sino de la MUJER; dicho de otra manera, es a partir de la
construcción de la negación de la presencia de las mujeres y de una teoría negativa de la
construcción. De paso, el género trasladaría las apreciaciones de la diferencia hacia el
reconocimiento de la identidad con lo que, de una construcción social, se convierte en una
ontología de la mujer, que desarma los misterios que ha rodeado la conciencia femenina
(Kent,1947 y Benstock 1988).

La educación es un espacio privilegiado para la construcción de la identidad y el


establecimiento de perspectivas individuales que se definen a partir de teorías pedagógicas
aplicadas y asumidas a través de las técnicas didácticas que se incorporan a relaciones
subjetivas de contenidos culturales, por lo que es en la educación básica donde se siembra
el futuro de las conciencias.

Eesta circunstancia nos hace pensar en que en la educación encontraríamos el canal


de los contenidos que cambien la reproducción de los modelos patriarcalistas, esto es,
pensar en que son las mismas mujeres encargadas de la enseñanza de las nuevas
generaciones las que, en su cotidianidad profesional, sean los instrumentos de la ruptura
epistémica de los constructos del sistema patriarcal, que condiciona la interacción y que
modela los atractores que mantienen al sistema dentro de un funcionalismo masculino, y
que tendría que evolucionar con educación, llámese nacional o de cualquier otra índole,
para que sea un acompañamiento en los propósitos de mover la conciencia femenina rumbo
a una remodelación de sujetos femeninos. El feminismo se encuentra en una encrucijada
donde se tienen que intercambiar los instrumentos necesarios que permitan trasladar la
axiología de las luchas feministas hacia una pragmática que ubique a la mujer actual en una
línea de conciencia histórica distinta a las mujeres de otras épocas.

Conclusiones

La crítica que hacen las mujeres a todo el sistema patriarcal, no está enfocada a des-
controlar la dinámica de los sistemas patriarcales, sino simplemente que esas dinámicas les
den un espacio de poder generar una identidad propia. Hay que enderezar una crítica a lo
que no trata de cambiarlas; a las circunstancias donde los estados y las organizaciones de
mercados, que no son capaces de absorber las disfunciones que generan los cambios de
tecnologías por mano de obra.
84

Los “aprendices de brujos” de la economía actual generaron financieramente


grandes ganancias a base de generar serios problemas sociales, y las ventajas regionales que
existían entre el desarrollo desigual de las capacidades productivas, esperan, que por sí
solas las fuerzas del capitalismo reequilibren la situación de pobreza generalizada en la que
están inmersos los mercados del mundo.

La crisis de las ciencias sociales como parte del sistema capitalista tiene que
modificar el paradigma hombre-mujer para poder desplazar los problemas pobreza-riqueza
y dar apertura a una ciencia social feminizada. Se entiende que la crítica que hacen los
estudios de género a las ciencias sociales en general, es destruir la relación hombre-mujer
como sistema de dominación y, desde hace cuarenta años, se ha establecido un espacio de
crítica permanente sobre los elementos que implican una relación paradigmática entre los
dos elementos básicos de la especie humana.

En este sentido el denunciar al positivismo como fundador de la teoría social, que


cosifica al sujeto femenino, en una referencia oculta y mediante mecanismos de
abstracción, la invisibiliza y la absorbe, de tal forma que nulifica la presencia y la acción de
la mujer como interventora permanente de lo social. Las mujeres no pueden permitir que en
el hundimiento de la teoría social positivista, se hundan también sus éxitos, que pueden
definir a la teoría social como una sociología prejuiciosa y androcéntrica por lo que se
requiere una sociología crítica e igualitaria.
85

Referencias

Benstok, S. (1988).“The private self”.Theory and practice of woman’s autobiographical


selves.Ed.The University of North Carolina Press.Chapell Hill.

Cixous, H. (1995). “La joven nacida”, La risa de la medusa. Ensayos sobre la escritura,
Barcelona, Anthropos. Edición original en francés de 1975.

De Lauretis, T. (1984). Alicia ya no, Madrid, Cátedra, 1992, trad. cast. Silvia Iglesias
Recuero (original en ingles de 1984).

Gayle, R. (1975). “The Traffic in Women: Notes on the ‘Political Economy’ of Sex”, en
Rayna Reiter, ed., Toward an Anthropology of Women, New York, Monthly Review
Press(1975). “El tráfico de mujeres: Notas sobre la “economía política” del sexo”, Nueva
antropología, Vol.VIII, Nº30, México 1986.

Haraway, D. (1984).“Class, race, sex, scientific objects of knowledge: a socialist-feminist


perspective on the social construction of productive knowledge and some political
consequences”, in Violet Haas and Carolyn Perucci (1984).

Irigaray, L. (1974).Speculum.De l’autre femme.(Éditions de Minuit). Paris, France.

Kent, V. (1947).Cuatro años en París 1940-1944. Ed. Sur. Buenos Aires, Argentina.

Maffesoli, M.(2004).El nomadismo-vagabundeos-iniciáticos. Colegio de Sociólogos. Perú


Org… El nomadismo-vagabundeos-iniciáticos. 1ª Edición en Francés 1997 y 1ª. Edición en
Español 2004. 1ª Reimpresión, 2005.

ONU. (1995).Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer. Beijing, China Disponible en


http://www.un.org/spanish/conferences/Beijing.
86

Capítulo V

Espacio y digitalización de lo femenino

Urbanismo en el quiebre del paradigma de lamodernidad

Presentación

El protagonismo de la mujer contemporánea va rompiendo ciertas estructuras que se


consideraban monolíticas, porque el espacio urbano era concebido desde la perspectiva
masculina pero, ahora con las formas en las que la mujer va tejiendo su propia identidad, va
modificando esas estructuras masculinas para convertirlas en su propio dimensionamiento
de su imaginario, tanto en su percepción ciudadana como de su individualidad. El nuevo
espacio urbano de estas nuevas ciudades proyectan una nueva participación de la
corporeidad femenina y lo fijan en nuevos pasajes de tránsito de la evolutiva simbólica de
la cultura femenina, con valores, prospectivas, y utopías que proyectan una fuerza que
tiende al rediseño de los espacios masculinizantes en oportunidades de transformación y
reubicación de la monumentalidad en la que las viejas ciudades tienden, ya sea a ser
eliminadas o en proceso de reasignación semántica, para conformar femineidades dentro de
una ciudadanía que, no obstante la verticalidad de muchas, se consolide el
empoderamiento de las adquisiciones femeninas en el espacio familiar que pasa del manejo
de interiores hacia el manejo de la exterioridad, como un continuo entre interior/exterior y
la coherencia entre los diferentes espacios tanto de ciudades como del concepto de
habitáculo familiar.

Las nuevas virtualidades en el espacio urbano plantean una feminización en cuanto


a la tendencia de ubicar más centros comerciales en vez de plazas renacentistas, esto es,
encerrar lo femenino como el centro comercial por excelencia (Yo soy totalmente Palacio).

Introducción

La ciudad contemporánea se ha convertido en el centro privilegiado del interés de la


humanidad, toda vez que en ella se ha fincado la utopia de una vida mejor. Sin embargo,
las ciudades han crecido a costa del deterioro de las condiciones sociales y ambientales; Lo
que conlleva a que, si no se planea el crecimiento urbanístico, se corre el riesgo de
convertir este movimiento en ghettos altamente problemáticos; de ahí que se hayan
desarrollado las construcciones habitacionales en células amuralladas o grupos pequeños de
habitaciones enrejadas y sin conexión entre ellas; redes caóticas de subciudades al interior
de estas grandes urbes, creando contradicciones e incongruencias que destruyen una cultura
que viene desde el Renacimiento, conminando al hombre moderno a espacios demasiado
estrechos o ciudades aéreas, donde se pierde la visión del mundo y se destruye la
integralidad del sujeto.
87

La ciudad de la posmodernidad, debe resolver la tendencia de ciudades


pluricelulares que han convertido al hombre, del límite de la modernidad, en un “niño
eterno”, cuyo desenvolvimiento ha sido en “ciudades guarderías” y lo han convertido en el
pasto de los movimientos de masas y del consumo de la virtualidad, despersonalizándolo y
mutilando su conciencia antropológica; impregnando todos los paradigmas de género, de
conciencia política, ética e histórica.

Importancia actual de la ciudad

La ciudad, hoy más que nunca, se ha convertido en el centro de interés de la humanidad,


pues en ella finca la esperanza de una vida de calidad. Así se muestra con los altos índices
de migración que se han presentado en la últimos 60 años: en el mundo más de la mitad de
la población humana vive en zonas urbanas y se espera que, para el 2030, el 75% de la
población viva en grandes ciudades (UNFPA, 2007).

La ciudad es la imagen del mundo del sujeto

El campesino migra a la ciudad huyendo de la miseria del campo y por tener la posibilidad
de mejorar sus niveles de vida; sin embargo, al crecer las ciudades sin ninguna planeación,
se provocan cinturones de miseria enormes y complejos; de ahí que, para no cancelar un
futuro promisorio del hombre actual y de las mismas ciudades, se tomen medidas, aquí y
ahora, sobre cada uno de los aspectos de la vida posmoderna. El diseño del espacio y del
papel de la naturaleza al interior de los artificios constructivos,se espera coadyuven a una
integración de la personalidad al servicio del hombre mismo. Los gobiernos deben estar
conscientes de que la urbanización es un hecho inevitable y lo que se debe hacer es tomar
medidas pertinentes para hacer de esa circunstancia un evento positivo. Se debe planear con
anticipación todos los aspectos:

a) Económico: creación de centros de trabajo con nuevos empleos; b) Social:


seguridad médica, escuelas, centros recreativos etc. c) Infraestructura: creación de
fraccionamientos, agua potable, drenaje, alcantarillado, avenidas, medios comunicación;
dentro de una visión a futuro deseable y así evitar los graves problemas que tienen las
grandes ciudades, como la ciudad de México y la destrucción del medio ambiente general;
así puede llegar el día, en que los vehículos particulares no puedan transitar en la semana y
la violencia cotidiana sea cada vez más brutal. En lo general, las ciudades han crecido a
costa del deterioro de las condiciones sociales y ambientales; de ahí el interés de hacer
consciencia en la ciudadanía de la importancia que tiene la planeación urbanística de las
nuevas ciudades. Si no se planea el crecimiento urbanístico, se corre el riesgo de que, este
movimiento, se convierta en ghettos altamente problemáticos; en este momento el
desarrollo de las construcciones habitacionales se tienen que hacer en células amuralladas o
grupos pequeños de habitaciones enrejadas y sin conexión entre ellas, haciéndose redes
caóticas de subciudades al interior de estas grandes urbes, creando contradicciones e
incongruencias que destruyen una cultura que viene desde el Renacimiento.
88

Conminando al hombre moderno a espacios demasiado estrechos y al surgimiento


de ciudades “aéreas” o “verticales” producto de la rentabilidad del suelo que destruyen la
tradicional “vinculación edípica con la madre tierra”.

Su anterior “seguridad” e “identidad” se transforma en una relación con lo “virtual,


ideal, abstracto” y, como consecuencia, lo condenan a “flotar” en hiperrealidades frente al
“desastre o caos” de la sociedad histórica, real. ¿Esquizofrenia, “pirrurismo” “yupismo”,
moda pasajera, capitalismo en transición, etc.? donde se pierde la visión del mundo y se
destruye la integralidad del sujeto.

El delimitar la imagen de la ciudad que tienen los ciudadanos constituye el punto de


partida para la planificación del futuro, una vez que se le puedan incorporar las
necesidades, deseos, sueños, etc. de la representación simbólica de sus habitantes, toda vez
que “la imagen urbana es la suma de creencias, ideas e impresiones que una persona tiene
de una ciudad u organización” (Kotler, Ph.; Haider, D.; Rein, I,. 1992), de ahí que la
historia de la polis, es la historia de las civilizaciones. En el Renacimiento las imágenes de
la ciudad eran el orgullo de sus habitantes y sus gobernantes, lo que permitió planificar
nuevas infraestructuras y gestionar una nueva maquinaria urbana.

Repensar la ciudad es una necesidad de nuestro tiempo, para evitar lo caótico de las
tendencias del desarrollo actual; porque el hombre es producto de su vinculación con su
espacio y el espacio es una construcción de su imaginario.

Una vez edificado el espacio se convierte en experiencia del ciudadano. La esencia


de la ciudad la construyen los diversos materiales, entre ellos la representación, los
símbolos, la memoria, los deseos y fantasías. Por lo que al diseñar cualesquiera de los
emplazamientos urbanos estamos conformando un perfil de ciudadano y las implicaciones
programáticas que puede tener para los especialistas, es verdaderamente enorme. Lo que
determina que la creación de nuevas ciudades se empiece por definir el perfil del hombre
del futuro.

El diseño de las ciudades producto de la escuela de Bauhaus y Le Curbusier entre


otros, han quedado en la experiencia de lo que restó el siglo XX y esos diseños normativos
han llegado a su obsolescencia; es necesario crear nuevos modelos acordes a estas nuevas
realidades. El diseño anterior estaba basado en migraciones mínimas y las tendencias
actuales son macromigraciones, de ahí que la presión sobre la velocidad de crear
infraestructuras urbanísticas es mayor y más costosa. En este sentido ya Aldo Rossi en
1966entendía a la ciudad como el “lugar de la complejidad, de la memoria urbana, de
tantos elementos irreductibles e irracionales”.
89

En su libro Las ciudades del deseo, André Antolini e Yves-Henry Bonello (1994)
conciben a la ciudad como “el lugar de las prácticas rituales, de la tensión y del
muticulturalismo”, lo urbano como recinto de la ley y la transgresión, son presentados
como alternativa para que la ciudad siga vigente. Las ciudades de la posmodernidad son
ciudades de la fuga, ¿de la “evasión” de la realidad?

La misión de la ciudad es establecer un uente entre el pasado y el futuro, ya no


puede existir futuro sin memoria del pasado (Véase WinWenders, Hans Kollhoff, Una
ciutat. Una conversa). De ahí que una de las misiones clave del arte en la metrópolis ha de
ser la de colaborar a desvelar estos vestigios, recuerdos y fuerzas. El mecanismo que nutre
las ciudades no es estrictamente racional sino que se apoya en una coherencia dinámica
hecha de tensiones, pugnas y pactos entre agentes y operadores heterogéneos.

Asimismo, es relevante la función trasgresora y la innovación de los sistemas de


vida dentro de las perspectivas del derecho y el arte, entendiendo al derecho como lo
permitido en el consenso de la colectividad y mecanismos de evolución.

La ciudad se vuelve en un lugar de comunicación, de información, de socialización


e itinerarios lúdicos. De ahí la importancia por construir espacios públicos que permitan,
entre otras cosas, la democratización de la sociedad, pues cada vez que un lugar público se
privatiza, es la colectividad la que pierde y ve mermado su derecho a participar de la ciudad
(El concepto del "derecho a la ciudad" nace del pensamiento social de 1968 y es
fundamentado por Henri Lefebvre en su libro El derecho a la ciudad). Este "derecho a la
ciudad" se debe ampliar con la exigencia del derecho a la memoria, a la belleza y a los
lugares para expresión de la comunidad. Aquí radica el lugar metropolitano del arte. Esto
fue válido hasta los años sesenta; después de los setenta a la fecha, la tendencia, ha sido
exactamente contraria;se han creado subciudades internas en espacios étnicos o tribales
privados donde estas “reservaciones” constituyen espacios ya no de marginalidad sino
espacios de libertad interior para estas tribus, de ahí los barrios chinos, mexicanos, gays,
árabes, etc.

¿Cuál es la imagen, el perfil del hombre y la mujer contemporáneos?

Desarrollar el espacio es desarrollar la conciencia del ciudadano: Los urbanistas deben de


pensar en ello antes de poner un ladrillo. Las ciudades plenas de contradicciones insolubles
y la globalización mundial como contexto son marcos relevantes de la circunstancia a
vencer con espacios de expansión suficiente para el desarrollo de una conciencia libre y
comprometida con su tiempo histórico. Las relaciones de género, la reproducción, ¿nuevas
perspectivas citadinas?

Estos retos son el incentivo necesario para implantar nuevos paradigmas de


participación hacia una cultura ecologista y democrática, una vuelta a un racionalismo con
valores como la dignidad y el amor.
90

¿Vamos a hacia la pérdida total del hombre? ¿En que se convertirá?

Las utopías generadas por la literatura de la ciencia ficción durante el siglo XX nos
señalaron los límites en que ciudades ultra racionalistas podrían conducir a la casi
exterminación del hombre como sujeto y nos advirtieron de los procesos extremos de las
tecnologías y el manejo de un poder político antihumanitas por lo que no podríamos
imaginar nuevos espacios sin considerar la alternativa de la destrucción del hombre, si
perdiéramos la distancia marcada por la razón. “El mundo de mi realización, de mis
expectativas, soy yo mismo”

La educación y las instituciones formadoras de mano de obra calificada tienen que


ser acordes a los conceptos que maneja la ciudad, eso le proporciona una vocación, un
espacio urbano, un destino.

El espacio es generador de proyectos individuales de vida. La conciencia ciudadana


es el pensamiento del ciudadano y reflejo de la organización de la ciudad y su interacción
con la estructuración del sujeto. Para el ciudadano, ciudad y sujeto, es lo mismo.

La forma de hacer objetiva esta relación es vía las instituciones educativas.

La realización del hombre-ciudadano es el manejo de las estructuras productivas de


la ciudad y la vinculación con el sujeto. La humanidad necesita vivir en un ambiente
configurado por límites, puertas, puentes, caminos y vacíos. Desea lugares de relación
como plazas, mercados, centros comerciales, escuelas, así como espacios mixtos como
estadios, canchas deportivas, clubes, salas de baile y discotecas: espacios sacros, como las
iglesias; símbolos del poder, el gobierno, las entidades bancarias y los museos. Las puertas
se han convertido en estaciones, puertos, aeropuertos e intercambiadores. La escuela ha
sucedido a la iglesia como foco estructurador del barrio y como centro de transmisión de
pautas de vida social. El museo y el centro de arte se han convertido en los máximos focos
de transmisión de civilidad, urbanidad y gusto. El espacio de los espectáculos deportivos
especialmente el campo de fútbol constituye una recreación mítica del verde espacio rural
en el interior del perímetro urbano, tal como en la Edad Media o el renacimiento los
claustros en los monasterios y cartujas. (Montaner, 1992)

El conjunto de la ciudad es el mercado (hoy los grandes centros comerciales o mall)


donde el ciudadano encuentra todo lo necesario para su subsistencia física y mental.
Encuentra trabajo, donde consumir, donde relacionarse, donde reproducirse, donde
trascender… Existe una estrecha relación con el modelo político, cultural, laboral, social...
Ser ciudadano exige estar de acuerdo con unos hábitos de comportamiento consumista;
formar parte de la masa de individuos que hacen de la individualización el símbolo de su
autonomía (Anduaga, 2002).
91

Hoy vivir en sociedad implica vivir en la ciudad, pero ello no quiere decir que exista
una verdadera interpelación social; sin embargo, vivir en sociedad, "hacer sociedad" no
tiene el mismo sentido que en la modernidad. La posmodernidad ha conseguido que el
individuo, para sentirse seguro, no tenga que depender de las ataduras culturales; ha
liberado al hombre-mujer de su dependencia culturalpero, ¿lo ha hecho más libre?
¿solamente ha cambiado su centro de gravedad? Hoy el ciudadano tiene como referencia, o
modelo, para la interpelación de ente abstracto, la "democracia" los "derechos humanos" "la
seguridad social" el "trabajo", la "solidaridad" etc. En este sentido el urbanismo debe crear
las tendencias al nuevo diseño y fomentar la inversión en infraestructura, equipamiento y
comunicación que permita a la ciudad sustentar el nuevo funcionamiento y desarrollo de
una nueva ciudadanía.

La ciudad es imagen, subjetividad, representación

La ciudad, la subjetividad y la representación del sujeto, funcionan como una matriz


generadora de las poiéticas de la ciudad donde el ciudadano es un catalizador. Sin embargo,
hay que considerar que hoy el individuo se aísla para protegerse; ya no toma parte en la
construcción social; se le ha hecho creer que su capacidad autónoma reside en la facultad
de evadirse, de decir “no” a los problemas sociales; hoy el mensaje es: "Sé tú, sé capaz de
decir no a los diferentes requerimientos de la participación", o algo por el estilo, mientras se
potencia la solidaridad para con entidades abstractas se insta a la pluralidad de las ideas. Lo
que se vende como pluralidad de ideas es la imagen de un conjunto de individuos aislados,
individualizados, que se conectan con el mundo a través de las nuevas tecnologías
informáticas.

La subjetividad se concibe como un acelerador de los procesos generadores de la


productividad intelectual de los ciudadanos.

La conciencia ciudadana es cómo el habitante de las ciudades ha percibido e


integrado, en su subjetividad, todos los elementos abstraídos de la realidad circundante.

La identidad del ciudadano es su proyecto de vida, de su desarrollo y de su


educación.

Los ciudadanos, del límite de la modernidad, sienten que se han cancelado las
perspectivas delfuturo; que el fin de la historia y de sí mismos está próximo. Visión
apocalíptica que no podemos desconfigurarla de la noche a la mañana y ofrecer nuevos
horizontes. El urbanismo de la postmodernidad, por lo menos, debería de plantearnos cómo
romper estas ciudades multicelulares y, a lo mejor, por diseñar un nuevo Renacimiento.
92

El espacio urbano es un artificio y no una maldición de la naturaleza; es el que crea


una conciencia antropológica y retícula la realidad bajo parámetros de racionalidad y
calidad de vida. Las ciudades actuales deben cambiar sus esquemas de rentabilidad
territorial para facilitar la coherencia de los referentes habitacionales, a riesgo de convertir a
los ciudadanos del futuro en viajeros permanentes de un imaginario puramente virtual,
como subproducto de la información almacenada en las redes de servidores, cables y
señales satelitales; reducido a confinamientos temáticos de parques, edificios altísimos y
grandes mercados de víveres; sumidos en el proceso de envejecimiento bajo dimensiones
de laboratorio, y siendo masa crítica en los límites de la supervivencia física y mental.
¿Nuevos totalitarismos o nuevas democracias?, ¿nuevas barbaries, nuevas civilizaciones?
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Referencias

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