La Guerra Civil Del Genero
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La Guerra Civil Del Genero
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RAMOS-ESCAMILLA, María. PhD
La guerra civil del género sus implicaciones
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Contenido
Prólogo 1
Capítulo I 2
El inconciente de la diferencia 2
Vocación del inconsciente femenino. Mujeres de Edipo 13
Introducción 13
Capítulo II 23
Epistemología de lo femenino 23
Gestión del valor e identidad de la mujer mexicana 31
Presentación 31
Capítulo III 41
La “diferencia” en la teoría social 41
Cuerpo, tramoya y libertad 51
Integración del sujeto. Pobreza y libertad 60
Capítulo IV 67
Particularidad y universalidad de lo femenino 67
Las Ciencias Sociales y los estudios de género 78
Capítulo V 86
Espacio y digitalización de lo femenino 86
1
Prólogo
La preocupación más importante que podemos plantear en el siglo XXI es el de ubicar las
problemáticas de los diversos espacios que ocupan los géneros y el funcionamiento
estructural del sistema patriarcal, como la base para entender cómo pueden conformarse en
el próximo futuro las diversas tareas del trabajo intelectual, de concienciar las diferentes
posturas (e ¿imposturas?) en las que, más allá del debate de las ideas, se establecen los
rigores de las diferentes posiciones de fuerza de los sujetos en permanente contradicción de
intereses y perspectivas de lucha.
Capítulo I
El inconciente de la diferencia
Las teorías del sujeto (Foucault,1980;Lacan, 1979;Elliott, 1995) hasta ahora son
esencialmente masculinas y se carece de una teoría específica que cubra los aspectos
programáticos del desarrollo de la integridad femenina (Haraway1991, Buttler,2001). No
basta una consciencia histórica de clase, sino una línea general alrededor de la cual se tejan
las individualidades, intersubjetividades y los nodos de la red que constituye lo femenino.
En el presente ensayo se delinean algunos aspectos que pudieran ser de interés para la
reflexión sobre la condición femenina en la posposmodernidad y que puede ofrecer
oportunidades de desarrollo, así como planteamientos para la elaboración de una teoría
integradora de los géneros sobre la subjetividad.
¿Por qué cambiar estas arquitecturas de poder? ¿Dónde tendríamos que poner estos
factores de dominación, si los separáramos en estos dos géneros? ¿Seguimos cuestionando
y viendo el mundo como centro del poder, de dominación, hay que dominar a uno u otro?
¿La lucha va a seguir existiendo sobre quien domina a qué y a quién? ¿No será esta
pregunta producto del temor de la masculinidad sobre una posible supremacía de lo
femenino? ¿No podríamos imaginar que tendríamos que ver una supremacía femenina
primero, antes de conformar una verdadera igualdad? ¿Es posible crear un espacio donde
las identidades de género pudieran reunirse para construir una nueva arquitectura, donde la
equidad e igualdad sean valores fundamentales y en las cuales se basaran las nuevas
relaciones humanas sin aceptar su género?
Si esto se llevara a cabo, se abriría una brecha gigante: el camino recorrido en los
años 80’s (el feminismo de la diferencia, el reconocimiento como un ser total) quedaría
atrás, y con ella, surgiría una nueva sociedad (un nuevo territorio donde las dos entidades
masculino-femenino y las inter y los espacios entre, pudieran integrarse a las tareas de
construir un mundo de igualdad y solidaridad), con procesos y conflictos sociales,
económicos y éticos diferentes. Sin embargo, en la última década, esto que parecía utópico
y lejano, y hasta imposible, se está haciendo realidad; el campo de acción no se presenta en
la forma tradicional de la confrontación de sujetos, en forma directa, sino en los espacios de
la virtualidad y la deshumanización, vía las nuevas tecnologías.
¿Cuál es mi identidad? Hay una pérdida de la perspectiva del sujeto que surge de
esa búsqueda constante del sí mismo y, como consecuencia, recupera la salud de sí mismo a
través de la acción del espejo; hay que realizar un redimensionamiento del cuerpo frente a
la cosificación de la otredad. Las repercusiones que tiene esta realidad, con la que vive el
resto que aún no se incorpora a esta virtualidad, recibe el impacto cada vez más
integracionista hacia el manejo de lo “irreal-real” y del poder cada mayor de los medios
masivos de comunicación sobre el sujeto y su presente. Estamos viendo cómo estas redes
virtuales crean macro sociedades capaces de transformar las relaciones de poder en simples
relaciones humanas; ¿estar en una plaza pública virtual convocados por la red en qué nos
hace diferentes?, en esta plaza hay una constante interacción que ¿crea y recrea nuevas
subjetividades? (Piaget, 1967). En esta convocatoria, en la que no hay promesas, ni utopías,
¿se nos da un poder subjetivo que permite identificarse con el grupo y hacer la diferencia?,
¿se crea un grupo indefinido por estar en una “red”, un grupo que los mueve, una
motivación que puede ser momentánea o de mediano plazo, cuya fuerza radica en la
posibilidad de reestructurar su tiempo? Es la fuerza que pueden tener las mujeres a mediano
plazo, un supuesto, que determina la estructuración subjetiva del poder social, de la acción
de las mujeres y los hombres en el nuevo sentido existencial.
¿Cómo crear una solidaridad a partir de la mujer actual? Entiéndase, “la cuarta
mujer” después de lo dicho por Lypovesky (1997) ¿Hasta dónde se podrá “liberar”, hasta
dónde realmente se podrá romper el paradigma de la subjetividad de dominación? ¿Hasta
dónde la histericidad le puede permitir edificar un mundo femenino y feminista a la vez?
¿La perspectiva de género será un parámetro sinergético de las nuevas relaciones sociales
igualitarias, vía una nueva virtualidad asertiva?
6
¿En qué momento la mujer, desde su histericidad, puede hablar y escribir un nuevo
discurso de las relaciones humanas? Considerando a la histeria como el desplazamiento del
deseo, la satisfacción y el placer están en el simple desplazamiento de un objeto a otro, en
la erranciahiática de su formación como persona (Lacan, 1979). Esta “cuarta mujer”
representa una avanzada que ha dejado detrás las legislaciones aún vigentes sobre las
relaciones familiares, al demandar y practicar una individualidad independiente de sus
relaciones con los hombres, esto es, un ejercicio permanente de la individualidad sin tener
compromiso permanente en sus relaciones de pareja y las implicaciones jurídicas que
puedan derivarse.
La guerra resulta inútil si sólo se queda en una acción por el poder, más bien la
lucha profunda se establecería después de la conquista del poder que visibilizaría las
contradicciones, y mantendría un status que estaría dominado por la equidad y la necesidad
de la otredad en la integración de una egología (Khosrokhavar, 2001; Kaufmann, 2001;
Touraine, 2000) funcional entre los dos géneros;podría incluso hacer habitar, en este mismo
espacio, las formaciones intermedias -homosexualidad, transexualidad, etc.,- (Bersani,
1995).
7
Así como también las batallas por las capacidades, y una oportunidad del desarrollo
como mujer; esto es, su reconocimiento, su identidad, sus libertades, su integridad, el
ejercicio libre de sus emociones, la no discriminación y las oportunidades para el juego y el
ocio (Nussbaum, 1993).
El campo solidario es una vía de encuentro entre los géneros y sus teorizaciones,
donde se va construyendo una egología integradora funcional que proporciona las
fortalezas de construcción de una subjetividad distinta a la que los feminismos políticos
pretendían en otras épocas (Nozieck, 1995), es decir, una formación para ser libres en una
perspectiva de oposiciones y atavismos, frente a una esperanza de vida exenta del desgaste
situacionista de las posiciones básicas.
Crear un campo solidario sería crear un campo de excepción que permita edificar un
aparato que contribuya a significar las acciones sociales de la mujer, y evitar los desgastes
que generalmente conducen a tareas que no son fundamentales y se pierden en objetivos
cortoplacistas y políticas presentistas que pueden llevar a la desesperación o a la rendición
de propósitos. Una egología que elimine los contaminantes tóxicos que generan las luchas
ideológicas de toda índole y que impiden la visibilidad de un orden igualitario e incluyente;
esto no significa olvidar la guerra invisible de los sexos, las contradicciones de clase, las
diferencias culturales, los diferentes micro poderes que se ensamblan en estructuras de
poderes históricos, sino el establecimiento de campos de guerra o de batalla en donde se
crea el tiempo para la convergencia y los “tratados de paz”, sin las claudicaciones
derrotistas de algunos de los interventores. En los procesos del establecimiento de
estructuras igualitarias rescatan los mitos que implican generalizar las diferencias para
hacer funcionar las contradicciones con la igualdad.
Los términos de justicia considerados como la fantasía que permite el tránsito de las
oposiciones, hacia espacios de comprensión, así sea ésta, arbitraria; es el puente moral que
hace las sociedades y que devela los actos de violencia en los intercambios simbólicos que
se van recubriendo a través de los constructos históricos (Tugendhat, 1993).
Si la construcción del poder son las relaciones sociales, estas tienen sus raíces en el cómo
se introyecta en la autodefinición de sí mismo; es decir, en la metodología real en la que el
sujeto teje sus vivencias para definirse y situarse frente al mundo.
8
Una vez logrado el objetivo primario, la plataforma elaborada con esta egología
podría señalar modelos en los que las mujeres podrían transitar de víctimas a ser líderes de
una nueva sociedad más igualitaria; donde no solamente se liberaran de sí mismas sino,
incluso, liberarán a los hombres, que cambiarían sus tensiones y neurosis por mantener su
supremacía, por espacios de disfrute de satisfactores(Maslow, 1991) en común. En el mejor
de los casos, también se definiría una formalización de una nueva teoría de la liberación
femenina.
Algunas estrategias
Los procesos de desvictimización interior son condiciones necesarias para poder elaborar
los principios que regulan los cambios que la propia reingeniería social y los desarrollos
tecnológicos perfilan como nuevas sociedades globales. Aprovechar el acceso
indiscriminado a factores de poder de cambio que, las nuevas generaciones de mujeres,
tienen bajo su sensibilidad; nuevos dominios y, por lo tanto, nuevos espacios de liberación
para constituirse como sujetos que reflexionan sobre las problemáticas que la vida
contemporánea ofrece para su desarrollo.
Ego Yo 1a.
3ª.
(Tú) 2a.
4ª.
La sociedad y
4a.
las sociedades (Vosotros)
Conclusión
Como en ninguna otra época, la mujer tiene en sus manos el ambiente necesario
para elaborar las estrategias que la conduzcan, desde la diversidad cultural e histórica, las
nuevas utopías que puede habitar. Las tareas que implica una teoría de la liberación pueden
ser muy complejas, y sobre todo, no fácilmente asimilables por los grupos que están al
frente de los movimientos, sino también para el orden común de las individualidades; pero
resulta urgente definir con claridad cuáles serían las tareas fundamentales para que, a través
de la difusión, discusión e intercambio, puedan ser accesibles a los y las interesadas en
resolver los retos que presentan las problemáticas y obstáculos que las estructuras de
sometimiento, han creado a trav Bersani, Leo (1995). Homo. Cambridge, Harvard
UniversityPress
Blumenberg, H. (1999) Las realidades en que vivimos. Ed. Paidós, Barcelona, España
Gordon, Childe (1975) Los orígenes de la civilización. Ed. Fondo de Cultura Económica.
Madrid, España
Foucault, Michael ( 2005). Hermenéutica del sujeto. Ed. Akal. Madrid, España
Haraway, Donna (1991). Simians, Cyborgs, and Women, Routledge, New York,
12
Lacan, Jacques (1979). “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo en el inconsciente
freudiano”, en Escritos I. Buenos Aires, Siglo XXI.
Queau, Ph. (1995) Lo virtual. Virtudes y Vértigos. Ed. Paidós, Barcelona, España
Touraine, Alain y Farhad, Khosrokhavar (2000).La recherche de soi. Dialogue sur le Sujet.
efeeeeeeEd. Fayard. París, Francia
Watson, Peter (2012) Ideas. Historia intelectual de la humanidad. Ed. Crítica. Barcelona,
España.
13
Introducción
La estructura dinámica del espacio escénico del Edipo Rey, (Sófocles siglo V a. c.) se ha
convertido en una referencia explicativa de la instauración del patriarcado en la civilización
griega y, por ende, en la cultura occidental. Esta escenografía constituye una serie de
volúmenes simbólicos de representación, que se estructuran mediante la arquitectura que
inscribe la figura del padre como el centro de las unidades de articulación de los signos con
los que se modula la intercomunicación social y, por lo mismo, donde se ubican los
personajes, en tanto cuerpos en acción y sistemas de relaciones de dominación. La
civilización occidental en tanto expresión patriarcal, recibe también al modelo patriarcal del
medio oriente como otro pilar, superponiéndose ambos entre sí y formando una sola
centralidad en el padre, de una teoría de la simbolización y fundamentos de la mentalidad
occidental. La crítica actual a la modernidad, en su propósito de deconstrucción o
desmantelamiento de esta centralidad, se propone dar cabida a la intervención de la mujer
como la otra parte (invisible) del sistema, pero requiere de explicaciones o de exégesis que
develen los procesos de simbolización que, desde la visibilidad se reacomode el
patriarcalismo y convierta el rol de la mujer, en una doble centralidad, esto es, que la madre
recupere su integralidad e igualdad frente el avasallamiento del padre. Los propósitos
contemporáneos serían en base a plantearle al egocentrismo masculino una relación más
elíptica para que jueguen, en una misma órbita, una nueva centralidad; con las dos figuras o
personajes, armando los campos de la conciencia de la equidad de género.
¿Qué es
el
hombre?
¿Qué es
ser Destino
hombre?
callar Padre
ignorar Patriarca
No
errar aceptar
entender
Cargarse
Estas dos perspectivas consolidan una estructura del Yo occidental con el Super-yo,
trascendental sí mismo. Dentro de esta topología encontramos espacios transparentes los
cuales son ocupados por Yocasta quien representa la referencia constructivista del kosmós
propiamente Edípico; de ahí la importancia de su relevancia: Yocasta es Reina, en cambio,
la mujer del Medio Oriente es el Hogar (la agricultura frente al pastoreo del patriarca) por
lo que es más incorporable al esquema de la referencia y, finalmente, tanto Sara-María
como Yocasta, se complementan en los elementos constructivos de la nueva interioridad.
El Proceso
El paso del matriarcado al patriarcado, representa muchos siglos de relatos que van de lo
profano a lo sagrado, es decir, de lo cotidiano a la ley. “La ruta antigua que anduvieron los
hombres perversos” (Libro de Job 22, 15-20) Edipo, siempre Príncipe, (primero entre los
hombres) sólo puede ascender a Rey por la intermediación del poder constituido de la
Reina Yocasta. ¿Si ella hubiera investigado los antecedentes reales de este triunfador? ¿Si
cuando encontró los signos y marcas ya conocidos en el cuerpo de Edipo, hubiera
reaccionado? Se calló y encontró más completo el goce de vivir. Los hijos, en las luchas del
poder patriarcal, destruyen el reino anterior y edifican el nuevo, con sus contradicciones
feministas en la posición de Antígona. [El patriarcado ya había sido instituido en Corinto y
fue llevado a Tebas, por Edipo].
15
Las mujeres de Edipo son partes que no constituyen una sola, integral, sino un
“monstruo”, un “frankenstein”que es enfrentado como un enigma, una Esfinge. Misterio
que se resuelve a través de un solipsismo de su propio especulum y sus recursos
autoanalíticos, fundando con esto, una ética hermenéutica, base de su teoría del amor:
Edipo entiende a la mujer a través del lenguaje; sonidos y silencios que configuran códigos
y matrices, signos, palabras…
La mujer produce temor (Fraisse, 1992) porque es la única que lo conoce como
“monstruo”; miedo que lo atormenta durante su infancia y juventud. Miedo que se produce
en la lucha consigo mismo, por dominarla y someterla, domesticarla, y lo hace navegar “de
mujer en mujer,” aprendiendo algo de todas y de ninguna. El misterio no desaparece
nunca….
La interioridad femenina es sofocada por ese temor hacia los “poderes ocultos” de
la mujer arcaica, que subyace en la mujer que tiene ante sus ojos. Mujer arcaica,
devoradora, madre primigenia de todas las mujeres. Fantasmagoría instalada como una
estructura semiótica cuyos significantes los encontramos desde la primera separación del
bebé con el seno materno.
La peste generada por la “mujer ideal” termina en un happyend para Edipo pero, en
el desplazamiento hacia el futuro, se transforma en “miedo a la mujer”, a “la madre
ancestral”y se proyecta, ciegamente, sobre Yocasta.
Esta felicidad arcádica no es sana, porque en secreto está sustentada en otra mujer
que va a ser definitiva para la verdad que busca Edipo, es decir, es una etapa en la que no
cabe la pregunta sobre el incesto, puesto que él ha logrado burlar al destino. La sorpresa
que subvierte la felicidad de Edipo era el silencio que había desplegado Yocasta y en vez de
ser el Rey de sí mismo, en realidad habría sido un esclavo sometido a la dominación de esa
mujer arcaica, devoradora que es su MADRE.
El estupor frente a lo que está detrás del espejo; al más allá del sujeto femenino
imaginado en el especulum de Edipo, prefigurado por la presencia de estas “madres
imaginarias”, (Marbeau-Cleirens, 1988) se vuelca hacia la búsqueda de su malestar, apenas
vislumbrado desde su felicidad.
Edipo, nuevamente, en problemas. ¿Por qué no soy totalmente feliz? Esta pregunta empuja
a Edipo hacia un torbellino de preguntas que lo hunden en una desesperación existencial
más profunda: consulta de nuevo al Oráculo, a los sabios Tiresias, a los implicados en la
fullería en la que estaba armada la felicidad edípica y a Yocasta misma. Yocasta le miente,
le oculta la verdad, ¿por qué?
Desde milenios, Edipo, vaga explicando cosas que nadie entiende. Antígona “la
rebelde”, es la única que lo acompaña por amor al padre y, desarrolla las estrategias
explicativas desde una “¿nueva Yocasta?”: el patriarcado. Para Antígona, la luz y sombra
del drama de su familia sólo se mantiene por el amor trascendente: el amor que levanta los
paradigmas de la separación de las diferencias y promueve la complementariedad de los
contrarios, la unidad de las diferencias: el amor como una dialexis, es decir: una lógica de
las relaciones y las estructuras.
Los jóvenes soñaban con encontrarse una Antígona comprensiva que ayudara a
entender la parte obscura de Yocasta y evitar, así, el que se presentara después del drama de
la existencia cuando sería demasiado tarde. La búsqueda de la vocación, del adolescente,
situada en un espacio de esfinges y Yocastas, sólo Antígona podría colaborar en evitar el
dolor y el sufrimiento y, como esta no puede llegar a tiempo, entonces, todas las mujeres
del adolescente son burladas por ser “falsas Antígonas”, “Ariadnas”, instrumentos, y en el
mejor de los casos un soporte en la conquista de la imagen reproducida al infinito del héroe,
del dispuesto a sacrificarse por la virtualidad del espejo de sí mismo.
Los postes -Job/Edipo- (Meyer Fortes, 1974) de transmisión de la corriente de los procesos
edípicos encuentran un conductor que le imprime una velocidad de integración mayor que
el simple proceso de la cultura griega: la inducción del cristianismo en el helenismo y, de
esta forma, nos encontramos con un sistema de sinergias en el que está atrapada nuestra
versión occidental de hombre. Job, chivo expiatorio, víctima de Dios y solución de las
subjetividades surgidas en el desierto, provenientes del Punjab indostánico, complementa la
función del “lugar propiciatorio” para que Dios desplace a los dioses. Este desplazamiento,
del politeísmo al monoteísmo, constituye la confirmación y certificación del movimiento,
que no cesa, patriarcalista, y falocentrista de nuestra cultura. Hombres perversos, víctimas
propiciatorias y mujeres invisibles, “madres nutricias, devoradoras, vestales, bombas
sexuales, vírgenes, prostitutas…” (Skittecatte, 1995) forman un conjunto de anclajes para
cubrir, con la manta de las lenguas occidentales, el espacio pervertido de la ceguera y el
silencio incestuoso, como subsistemas de la existencia y los géneros, como constructos
simbolistas y fundadores de la personalidad occidental.
¿Quién es la víctima que sirva de ejemplo para evitar esta regresión subversiva? Job
tiene que ser inocente para que Dios pueda mostrar el ejemplo de la verdad del hombre, es
decir: hombre feliz, hombre inocente, objeto del castigo divino, semidestruido en su
exterioridad pero conservada su filiación hacia la referencia fundamental de Dios; por
tanto, se salva una vez demostrada la injusticia/justicia del modelo aplicado por Dios. “En
la Biblia es la víctima quien tiene la última palabra, y esto influye sobre nosotros aunque no
queramos rendir al libro santo el homenaje que le debemos” (Girard, 1989).
Una vez que Job es sometido al rigor del castigo: pierde sus riquezas y su salud,
también pierde a sus amigos y a su mujer, quienes se convierten en instrumentos ciegos de
la “ira” injusta de Dios.
La tradición que niega la revelación del “otro”, porque es “otra” y lo “mismo”, ¿es
un malestar que recorre las rutas andadas por los sujetos que jalonean los parámetros de la
cultura?
Conclusión
El sujeto de la historia, es en realidad, el recorrido de los hombres perversos sobre una “ruta
antigua” que no termina nunca de alcanzar la “cité”; observados por un Leviatán o por
Dios; donde son constantemente masacrados y redimidos, en un proceso que Sísifo
mantiene como esquema de promoción de la producción simbolista de los agalmata
(Lacan, 1991) que hacen feliz al hombre y lo impelen a constituirse en familias, clanes,
gens, tribus, clases, etc. y, de esta manera, definir sus sociedades y sus representaciones
culturales.
Ni Edipo, ni Job, serían nada sin las mujeres. La feminidad como el silencio, el
vacío, la hiancia, el cero….la diferencia, la deconstrucción, el miedo, la “castración…”, es
el referente que hace posible funcionar lo masculino y, en fin, el tormento de existir.
22
Referencias
Freud, S. (1985).Tres ensayos de teoría sexual. Buenos Aires. Amorrortu, 1985, vol. 7
Lacan, J. (1991).El Seminario de Jacques Lacan. Libro 20, Aún. Buenos Aires, Paidós,
1991
Capítulo II
Epistemología de lo femenino
Presentación
Introducción
Las teorías sobre el sujeto (Foucault, 2005), en general son relativamente recientes; fue
cuando se presentó la necesidad de definir las categorías en las cuales trabajar la ciudadanía
a través de los procesos educativos, por la problemática de las democracias, especialmente
por la terminación de la guerra fría; entonces, había que profundizar en todos los sistemas
de la organización de la conciencia personal, frente a una conciencia cívica e histórica.
24
¿Cuáles serían las definiciones del modelo en el cual basarse para la proyección de
categorías que fueran conformando las estructuras de integración de este nuevo sujeto?, en
dónde se incorporarán no sólo la crítica a la modernidad, sino a la apropiación de las
nuevas corrientes que le dan sustentabilidad a los planteamientos de constructos necesarios
para una nueva arquitectura del saber y la conciencia de los nuevos ciudadanos. La otra
cuestión fundamental era ¿qué hacer con la mujer? Si era “invisible” y estaba encajonada
en compendios transparentes y limitados ¿cómo podríamos inscribirla en este largo proceso
de construcción de las nuevas subjetividades? En principio, a las feministas no les quedó
otra opción que seguir en paralelo las investigaciones, y apropiarse de algunas
adquisiciones de la investigación masculina, adaptándolas a cuestiones no tocadas y
reinventando nuevas problemáticas específicas de la mujer; esta situación contrajo
compromisos que terminaron frenando la búsqueda de “ideas propias” y nos lleva a
replantearnos (en la segunda década del siglo XXI) qué hacer con esos intentos de definir
los modelos del sujeto femenino autónomo a las doctrinas sobre el sujeto masculino.
El propósito de trabajar sobre la importancia del tema de la mujer como una entidad
integrada, o en vías de integración, al mundo en general, que implica visibilizarlo y que
corresponde más bien a la política, a la igualdad, a la equidad, a la inclusión, la tolerancia,
el reconocimiento de derechos, a la educación básica y profesional; pero sigue siendo
prioritario el establecer una teoría completa sobre la subjetividad específica de la mujer. En
los últimos Congresos sobre estos temas, la parte dedicada a la “epistemología”, es muy
reducida y poco discutida, en parte, porque se repiten los errores de las investigaciones
sobre masculinidades; tal vez, lo que podemos por ahora destacar, es sobre problemas de
identidad; sin embargo, nuestras propuestas van por otra vía y creemos que pueden ser más
rica en cuanto a conceptualizaciones y, eventualmente, enderezar el debate sobre una teoría
general de la subjetividad femenina.
La distorsión que acompaña el diálogo entre el ser y la imagen del ser que es la
mujer, permanece por largo tiempo como el hilo conductor de la genealogía de su
identidad; proyecta la máscara de un rostro que se vuelve “máscara” del otro, y así
sucesivamente, hasta definir una colección de formas en las que va definiendo el tránsito de
los imaginarios a la realidades de la cotidianidad.
Uno de los problemas en que la mujer recurre a las fugas de identidad es cuando se
pregunta ¿quién soy yo?, y esto le permite impostar cualquier identidad que responda mejor
a sus deseos. Este proceso que va haciendo complejo el manejo del imaginario, requiere de
una legitimidad para poder realizar las operaciones de presentación y sustitución rostro-
imagen-máscara por lo que recurre, de nuevo al soporte masculino, que proviene de las
reglas que la masculinidad ha planteado históricamente y ha ido entrampando al “monstruo-
sombra” que aterroriza al hombre, es decir, la mujer enigma, esfinge, serpiente o medusa.
Bajo estas condiciones se plantean las relaciones entre géneros de la que resulta una
dialexis de las relaciones en la cual la esfinge mantiene su aurea de virtualidad
fantasmagórica, como la fuerza de atracción a través del deseo o la pasión y el encono de la
transgresión de la normalidad impuesta por la trama normativa de la masculinidad. El
sujeto masculino se entrampa asimismo en tratar de ver una sola mujer a través de los
pedazos que encuentra de todas las mujeres en su ruta hacia su propia integración e
identidad. El atractor de “la mujer ideal” y el despeñadero que lo conducen a su perdición,
escenifica el drama de la representación simbólica del sujeto masculino.
Como habíamos señalado anteriormente, los juegos de transparencia y reflejo en los que
delimita las maniobras del ejercicio del poder de la mujer, representan una etapa muy
importante en la formación del sujeto femenino, desde el momento en que se hace ver no
como totalidad, (Lacan, 1966), sino como parcialidad, de acuerdo a la estrategia del deseo
que puede provocar en el sujeto masculino; la cartografía de las estrategias posibles entre la
subjetividad femenina y la subjetividad masculina construyen un entarimado de propuestas
de las cuales podemos oír el susurro de sus pasos de un encuentro y desencuentro
permanente más como un pasillo que encubre las estrategias de la seducción, la entrega, la
ruptura y es decepción en los intercambios, no sólo de las emociones, donde parece una
inteligencia particular o el arte de la convivencia; es, una cartografía de las diferentes rutas
por las que se transita en esta poderosa búsqueda de sí mismo, desde el que podemos
dibujar los múltiples retornos, y avances, en los que diseñamos nuestra disformidad y
alteralidad, bajo los imperativos de sí mismo y que arrastramos la vía implícita de sí
mismas. Sin embargo, la particularidad de la feminidad hace una estructura diferente en que
hay una egología concreta, hecha de la disforia del ir y venir entre lo profundo del espejo
hacia la superficie, como en un lago interior en el que no es posible introducir la mano
porque se trata de una superficie plana que refleja la imagen distorsionada de sí misma.
26
Para los efectos de una conciencia femenina, se traspasan los elementos de una
conciencia histórica y se revierte la necesidad de analizarse a sí misma, antes o al mismo
tiempo, de propugnar los cambios sociales que cambiarán su perspectiva y, de esta manera,
paliar las desventuras de la ruta trágica de la identidad frente a la invisibilidad.
Es relevante mencionar que la identidad tiende a definir una individualidad, que en el caso
de la mujer, resulta complejo construir una entidad que al mismo tiempo individualice las
condiciones del sujeto porque a partir de que no hay un control fehaciente, independiente y
que abarque todos los elementos de la individualidad, permite las fugas de la realidad hacia
utopías que no representan una viabilidad para una construcción sólida de sí mismas;
entonces, no se puede identificar una unidad en cada una de las mujeres y sólo se ve una
línea de referencia en la modalidad o en el comportamiento colectivo (Rhode, 1990). Para
poder integrar todos los elementos que pueden conformar “el uno” se requiere recorrer
diversas instancias que el trauma permite conectar la vivencia con la experiencia teórica o
la reflexión sobre los contenidos que pueden ser susceptibles de conectividad y definición
tanto interior como exterior de la fenomenología interna entre instancias; esto es, ir
pavimentando el camino que los pasos del impulso vital va dibujando en la ruta de vida de
cada sujeto y es posible aplanarlo en un discurso lineal y comprensible. El relato que puede
explicar este sendero pavimentado es, en parte,la máscara y, en parte, el rostro del “uno”,
identificado desde el cual se puede establecer la comunicación con “el otro”. La identidad
es la figura retórica comunicable entre el “uno” y el “otro”, por lo que identidad y unicidad
van juntas, pero dentro de una estructura retórica que asimila una configuración y, otra, es
lenguaje construyéndose y, en acción, es dinámica y estabilidad, como una constante
evolución y revolución de las formas que comunican al “uno” con el “otro”.
Es conveniente indicar que para establecer una gestión sana de las categorías
femeninas es necesario mencionar que la praxeología que hace operar el apego o el
desprendimiento del referente, el sujeto mujer, hace una doble acción de seguimiento del
modelo masculino, marcando las diferencias aún cuando el referente puede ser el mismo,
como una acción auditora de las operaciones que pueden derivarse del trabajo o del
esfuerzo que realiza la mujer, existencialmente, para diseñarse la imagen necesaria con la
cual se identifica como totalidad y como diferencia.
Dentro de una gestión insana; es decir, cuando no es una gestión “para ser” sino
“para parecer”, entonces, el procedimiento del modelo se basa solamente en las máscaras y
no en el juego del simulacro de las mascaradas que se vio arriba, sino se instala un
simulacro total, donde el sujeto no puede ser “si mismo” sino “otro como sí mismo”; con
esto, se quiere decir que puede surgir un ámbito que puede corresponder a una patología y,
en consecuencia, se cae en el terreno puramente médico.
Referencias
Rhode, Deborah. (1990). (ed) Theoretical Perpectives on Sexual Difference. New Hven;
CT: Yale UniversityPress.
31
Presentación
Los procesos de agencia y resistencia de la mujer mexicana se dan dentro de una cultura de
la colonialidad que configuran un modelo centro-europeo-norteamericano; pero las nuevas
condiciones de la globalización planetaria hacen que se generen perfiles que rebasan esta
primera clasificación por lo que hablamos de una “cuarta mujer”, después de Lipovetsky
(1997), que responde a las categorías de contemporaneidad, y en tránsito de construcción.
La cuarta mujer en tanto sujeto sostiene posiciones de liderazgo que van más allá de la
división del trabajo y sí establece soportes de sus propuestas de vida como un sistema
decisional dentro y fuera de la pareja. Aparentemente la cuarta mujer encuentra un campo
propicio para sortear las desigualdades.
Las desigualdades de la cuarta mujer están delineadas por tres estructuras que
obedecen a la educación, productividad y empoderamiento que configuran un perfil
estándar del comportamiento social contemporáneo; el ir sorteando las diferentes
construcciones de esos tres sistemas la hacen una mujer flexible, educada, ocupada
económicamente y con pretensiones de empoderamiento en base al éxito profesional. Es
capaz de regresar a valores como la maternidad, pero busca embarazarse sin requerir de la
presencia permanente del hombre; es una “mujer emancipada”, “dueña de sí misma y de la
situación”; sin embargo, las condiciones de resistencia a los peligros de regresar a la tercera
mujer hacen, que los valores, se transformen en negociaciones con la pareja. En este
proceso ¿dónde queda la masculinidad? La masculinidad que funciona con la cuarta mujer
es una que ha abandonado el disfrute del poder total o del goce de la dominación. Estetexto
profundiza el análisis sobre la influencia de la globalidad en el estatus de la mujer
mexicana contemporánea, y de los pormenores e implicaciones que tiene la lucha por
edificar el sujeto femenino.
Introducción
La evolución de las luchas feministas a partir de los 70’s, ha ido planteando diferentes
frentes que han culminado, en la posmodernidad, como antecedentes de un ciclo amplísimo
de perspectivas. Atrás quedó la inventiva por los derechos de la mujer y, ahora, se
administra el acceso y dominio de posiciones políticas y administrativas de los estados y de
las instituciones sociales. La mujer mexicana, de clase media, que es la que ha participado
con mayor presencia en todos estos años, se ve con características que no concuerdan con
los modelos eurocentristas y de América del Norte, pero comparte algunos elementos y
mecanismos en común con ellos; el resto de la población femenina de México (indígena,
rural, y ciertos sectores urbanos) espera de una manera desigual, que sus contemporáneas
de clase media desborden sus conquistas para integrarse, más tarde, a los niveles
alcanzados en mejoras sociales.
32
Desde los años 70’s a través del diseño de políticas públicas por ir incorporando los
compromisos con Naciones Unidas, los gobiernos locales de América Latina, fueron
implementando medidas que se han transformado en instituciones que para 2014.
33
En México, al 2010, había 53.2 millones de mujeres, de las cuales 40.5 millones trabajaban,
lo que representa el 73% (INEGI, 2010); éstas realizaban algún tipo de trabajo junto con las
labores domésticas. De la población que trabaja 1.3 millones cuentan con educación
superior y un 4% había recibido educación técnica para el trabajo, lo que significa que
solamente el 5.3% podía tener la posibilidad de acceder a un trabajo profesional con
mejores salarios y prestaciones, contra 94.7% que se desenvuelve en tareas de poca
escolaridad, baja remuneración y, casi siempre, sin prestaciones.
Cada generación va construyendo un perfil y fundando una trayectoria en base a las utopías
o ideales que socialmente van emergiendo como intereses y representaciones válidos para
conjuntos de personas que van incorporándose paulatinamente a referencias que postulan
plataformas ideológicas o mecanismos de realización personal; la mujer mexicana
contemporánea, entre 25 y 35 años de edad que trabaja, es la que se ubica en la “cuarta
mujer” y a la que nos referimos en este apartado, que es la que marca la diferencia sobre
otros grupos que ya están, de alguna manera, estudiados; y esta cuarta mujer, es inédita. La
estructura de valores nos ofrece la oportunidad de establecer un esquema en el análisis para
tratar de entender las motivaciones de la voluntad de la mujer mexicana en la etapa más
productiva socialmente considerada.
34
La libertad
Este es un valor considerado como esencial y base de los demás valores. El concepto que se
maneja de libertad es el que abarca todos los niveles de autonomía posible y la no
injerencia de las autoridades familiares en su formación y desempeño laboral. Este grupo se
formó a través de las instituciones educativas del país, desde todas las perspectivas
económicas y comparten niveles de enseñanza superior importantes; son las beneficiarias
de los procesos de normalización de los derechos de la mujer y promotoras de una gestoría
diferente a los grupos de la “tercera mujer”.
Este grupo se ha formado en la idea de que no tiene por qué aceptar alguna
imposición en su forma de vestir, de divertirse, pensar, actuar y creer; se maneja como una
mujer con plenos derechos desde la infancia; su crecimiento estuvo mediado por derechos
como los humanos, de la mujer, y a una vida sin violencia.
La dignidad y la identidad
Las mujeres dentro del mercado laboral encuentran su realización a todos sus ideales y
utopías, cuando entran a un proceso de ajustes entre sus propósitos y la realidad, que
ofrecen las economías locales, regionales, nacionales e internacionales. En esta dinámica de
ajustes tienen que desplegar, o se ven compelidas, a administrar otros valores para poder
mantener niveles aceptables de libertad, y dentro de estos valores está la dignidad que se
asocia al concepto de límites, en los que pueden hacer, o no, concesiones a sus niveles
personales de libertad. ¿Cuál es el ejercicio que permite maniobrar los contenidos de la
dignidad que, como sabemos, es la que permite establecer la identidad? Para efectos
prácticos se reduce a un convenio, acuerdo de voluntades e intercambio de intereses que
son los que marcan las barreras y las dimensiones que el consenso de intereses permiten en
cada circunstancia. Es una negociación permanente, constante y diversa con la pareja, con
el patrón, con los compañeros, con la familia y consigo misma, de ahí que sea un valor
expansivo, es decir, se adapta o se amolda a las circunstancias dentro de límites de
elasticidad.
35
Esta mujer nacida bajo el signo de las crisis económicas, financieras, políticas y sociales
tanto nacionales como internacionales de los años 1976, 1982, 1986, 1987, 1989, 1994,
1995, 2000 y 2008 (Cortés, 2010) la hacen de una piel sensible a la incertidumbre (Morín,
1999), de ahí que se plantean en contraposición una vida dentro de parámetros de certeza;
es decir, tienen una necesidad existencial de poder planear un futuro, por lo menos a
mediano plazo.
Lo que las convierte en mujeres muy pegadas a la tierra, pudiendo ser una limitante
en sus personalidades; sin embargo, en esta generación se ha vuelto un disparador más para
la inconformidad permanente.
Para las tres primeras mujeres, las relaciones de pareja fueron fundamentales en sus vidas,
para “la cuarta mujer”, éstas no necesariamente terminan en matrimonio, de ahí la presencia
de modalidades de parejas, que no son matrimonios formales: unión libre, cíclica, eventual,
amigos con derechos, amigos de única vez, etc.; no crean compromisos de mediano y largo
plazo, y rechazan la formalización de sus relaciones.
La relación con “el otro”, es una relación de distancia que en las otras mujeres era
de cercanía, de necesidad, de complementariedad y, en la relación con “la otra”, es de
competitividad, de fuerza, y de poder; la sororidad quedó atrás, no es un planteamiento de
política correcta y, en su lugar, se ha edificado una estructura cuyos elementos están
cimentados en el egoísmo estratégico: “no puedo interesarme en mi hermana, cualquiera
que esta sea, sin antes haber resuelto yo misma mi problema y, a partir de este momento,
estoy en competencia para alcanzar mis metas lo antes posible, al menor costo”. Esta
estructura delínea con precisión la personalidad típica de la “cuarta mujer”; que el “yo” es
muy similar en muchos aspectos al “yo” masculino tradicional que no responde a nadie ni a
nada; pero hay una diferencia fundamental que consiste en que rechaza, cuando logra los
primeros niveles de empoderamiento, los rasgos de masculinización de su yo, presentando
una feminidad distinta a la masculinización de la tercera mujer; esto se manifiesta como
respeto a sí misma, a los demás, y de los demás; se vuelve una exigencia el ser reconocida.
36
En este esquema se diferencia de los “dinkis” y de “la mujer alfa”; la cuarta mujer
son grupos no interpretados por la mercadotecnia; son tan libertarias que cambian
radicalmente y de manera frecuente sus modalidades de consumo; sin embargo, es una
población que puede asumir, a la distancia, ciertos parecidos y coincidencias, pero no
claudica en su visión de largo plazo, de independencia y libertad.
Esta generación ha perdido el esquema que guiaba en forma mecánica, las maneras de
relacionarse, desde la búsqueda del “otro”, o la “otra”, hasta su culminación y en los
diversos pasos que normalmente había que dar como “los cuatrocientos golpes” que había
que recibir.
Los primeros contactos son en forma directa, en la mayoría de los casos, sin ningún
preámbulo; la iniciativa hoy es más femenina, el hombre se reserva, pero más por temor al
rechazo y, la frecuencia de relaciones, puede ir desde lo fortuito hasta la convivencia
permanente; de estos eventos o citas frecuentes no parte ningún derecho adquirido para
alguno o para los dos. Establecen una plataforma de relaciones donde el compromiso
generalmente está ausente y, a veces, queda como un ideal “suspendido en el aire”. Cuando
aparecen los hijos, se establece un cambio que afirma las características fundamentales de
los valores que habían hecho una forma de ser de esta generación. En primer término, un
pequeño grupo, regresa a la condición de “tercera mujer” pero la gran mayoría, lo ve como
un elemento de afirmación del modelo (libertad, no sumisión, no dependencia, realización
personal, dignidad, etc.). Una vez asumido con mayor fuerza el modelo, estas mujeres, dan
la impresión que entran a una etapa de consolidación de sus valores personales. Tener hijos,
que no dependan de un padre, se vuelve un orgullo; deja de ser un estigma, como lo fue a
las tres mujeres que le antecedieron.
Los lazos de amor son respetados, pero no asumidos. El amor es un fantasma que
ronda las relaciones pragmáticas que, en muchas situaciones, es sustituida por “objetos
suplentes”: mascotas, consumismo, redes sociales, culto a la belleza (hábitos corporales,
metrosexualidad, físicoculturismo, cirugía estética, entre otros); son relaciones interesadas
en las que se sustenta la honestidad y la comunicación; honestidad es igualdad a un mundo
sin mentiras, como exigencia primaria, donde no hay cabida para o el engaño.
Capacidad de reinventarse
El solipsismo parece un recurso moral que funda una ética personalista, como
resguardo de los valores operativos de su individualidad sobre los que puede reinventarse o
restaurarse de los efectos de la confrontación cotidiana y edificar las instituciones sociales
que las haga circular con naturalidad.
La política feminista no es una lucha central para “la cuarta mujer”; esta generación
no es militante, no le interesa ningún tipo de militancia. Respecto de los feminismos saben
guardar distancia, sin compromiso; ante propuestas concretas de grupos feministas
corresponden de una manera tibia o de franco rechazo; son mujeres muy bien informadas y
participan en congresos feministas, pero el compromiso político no es su máxima virtud; su
quehacer político está en otro lado: en la práctica de aprovechar las oportunidades y
ventajas de las estructuras actuales productos de la normalización que promueven las
instituciones que defienden oficialmente los derechos de la mujer.
Como se ha venido mencionando, las mujeres de esta generación están preocupadas en qué
ocupan su tiempo libre, y esto es, una presión en viajes nacionales e internacionales en los
cuales visitan lugares de alto interés cultural y deportivo, cultivan el gusto por deportes
extremos y de aventura, así también aprovechan este tiempo para socializar, visitar
restaurantes, bares, cafés, etc. Se puede afirmar que dentro de los esquemas de control y
prudencia, la relación con el ocio y los valores, están enmarcados dentro de lo posible y lo
que permite una elasticidad presupuestaria normal. Son muy cuidadosas de no rebasar sus
ingresos; su capacidad de endeudamiento es muy limitada por lo que es muy difícil
encontrar líneas de despilfarro o de irracionalidad en el consumo. El ocio está ligado a los
beneficios de la formación y del desarrollo personal.
38
Globalidad y perspectivas
Esta generación se ha formado en las crisis provocadas por los grandes movimientos socio-
económico-políticos que conocemos como globalidad, donde las acciones provocan
diferentes catástrofes en los lugares menos esperados como parte de un “efecto mariposa”
(Lorenz, 1963) y que se presentan dentro de economías, internas y externas, dependientes
de monopolios o deformaciones que hacen vulnerables las ganancias, los empleos y la
seguridad pública, que han provocado en esta generación un perfil de reinvención y
resiliación permanente.
Es una generación que usa la voz en público como en privado. La voz pública no es
un terreno tabú; ha crecido en planos donde no se requiere el silencio como recurso sagrado
de lo femenino. Participa sin temores en la política como provocación y rompiendo
esquemas que simulaban, en otra época, la participación de la mujer en el ámbito de poder;
ahora es una intervención directa en franco rechazo a la manipulación y enajenación del ser
femenino tradicional. El espacio público es también el de su voz, cancelando 2,500 años
(polis griega) de silencio, sin discurso, sin lenguaje propio, (Beard, 2014) etc. La voz de
esta generación es el sonido de la libertad-identidad.
Conclusiones
El estudio de las mujeres no puede hacerse tan genéricamente, porque se pierde la mujer
concreta al convertirse en una abstracción trascendental. Es conveniente
metodológicamente referirse a aquellos conjuntos que pueden diferenciarse lo más posible,
para constituir diversas posturas e interpretaciones sobre la vida que estructura y define las
características, comportamientos, etc., que hacen un grupo social determinado.
39
El análisis sociológico sobre la mujer realizado por Lipovestky, nos sirve como un
referente, porque dentro del discurso encontramos elementos en los cuales se facilita el
entender la evolución de las maneras de pensar y de hacer de las mujeres, pero de acuerdo a
esta perspectiva, creemos que el estado evolutivo de la mujer actual ya está desplazado a
una “cuarta mujer” y se trata de que este desplazamiento está bajo control semántico y en el
que se pueden hacer conclusiones de mayor fondo.
La gestión del valor es el hacer del ser, el arte espacial y dinámico en la que las
mexicanas, de este grupo, aclaran su conducta y sus semánticas.
Referencias
Beard, M. (2004). “La voz pública de las mujeres”. Letras libres. México, D.F. Abril 2014,
año XVI. Traducido al español y tomado de London Review of Books. S/f.
Morin, Edgar (1999). Los siete saberes necesarios para la educación del futuro. UNESCO.
Paris
Capítulo III
Presentación
Es preciso visualizar la crisis actual de la teoría social como una crisis metodológica
que tiendea incorporar categorías específicas de esta plenitud complementaria, para poder
entender los nuevos estatutos de la actividad social y, en consecuencia, redefinir el porvenir
mismo de la teoría como referente epistemológico de las apreciaciones específicas de los
diversos objetos de estudio que hacen las especialidades sociológicas.
Introducción
Las ciencias sociales del siglo XXI, se dice que están en crisis; en parte porque los objetos
de estudio se han hecho tan complejos que solo con la especialización y los enfoques
diversos se han podido abordar; pero generalmente lo hacen desde la descripción, dejando
de lado la epistemología que explique los fundamentos teóricos con los que se puede
abordar tanto la simplicidad y la reducción como lo complejo; así también
metodológicamente, la explicación estructural. La crítica más fuerte orientada hacia las
ciencias sociales parte de las tesis feministas y, últimamente, desde el mulierismo, que
abarca todas las posibilidades de la acción social de la mujer.
Las cuestiones que generan las acciones del “mundo femenino”, han dejado de ser
provenientes del mundo sombra que solía ver, en contraste luminoso, todas las acciones
sociales de la humanidad; sin embargo, todavía podemos observar brechas muy grandes
entre los diferentes desarrollos de los países y donde las ciencias sociales tienen que cubrir,
desde una explicación discursiva, la promoción de los cambios que desplazan los niveles de
transparencia de los grandes grupos como son las mujeres, y hagan diseñar las nuevas
perspectivas; por lo que es importante que esta crisis de las ciencias sociales se resuelva
superando los rezagos epistémicos que aducen los estudios sociológicos.
Ante los cambios que han sufrido las ciencias sociales frente a los ataques
feministas de los últimos cuarenta años de desempeño intelectual de grupos muy
importantes en los países desarrollados, es necesario analizar en qué situación observamos
la efectividad del mulierismo y el feminismo, como una confluencia histórica que está
mostrando un nuevo paradigma estructural dentro de las ciencias sociales que, primero, se
convierte en crítica, y luego, en transformaciones de ajustes y cambios, etc., probablemente
nos muestren otros referentes de las relaciones hombre-mujer que se están configurando
bajo combinaciones que definirán las futuras construcciones epistémicas de las nuevas
sociedades.
Las grandes teorizaciones sobre estructuras sociales, clases, estratos, roles, status,
etc., dejan de ser conceptos funcionales y han aparecidos nuevas “axiologías” y discursos
sobre lo social que pueden, incluso ser teorizaciones pero no UNA TEORÍA; y no sabemos
si tienen alguna importancia el carecer de los instrumentos de la teoría clásica o de las
nuevas, que sólo sustituían partes de la teoría clásica. La crisis es una coyuntura que no ha
podido explicar las nuevas globalizaciones del mundo y que pulverizan las realidades más
allá de los regionalismos y de las estructuras de mercados emergentes, latentes, sombras, o
de otros tipos, pero que resulta difícil reducirlas a un estructuralismo teórico que dé cuenta
de la multidiversidad de los fenómenos sociales actuales. A la circunstancia de la pérdida
del método sociológico (Dosse, 1997) por categorías sueltas que dispersan el conocimiento
social, hay que agregarle la crítica del género, para reubicar, una vez recorrida la brecha
abierta por los feminismos, las posturas de lo social pertinente a la diferenciación de
géneros y el uso del discurso científico que instale las perspectivas de los nuevos
contenidos además de la irrupción de la mujer como sujeto visible y fuertemente
combativo, que justifica la “guerra de los sexos por otros medios”.
43
Las nuevas globalidades que extendieron los problemas económicos, han formado
grandes corrientes de migración a nivel planetario configurando un nomadismo permanente
que ha destruido los límites de toda índole: políticos, geográficos, étnicos, culturales etc., y
esto trae consigo “el olvido” de la condición femenina. Esos fenómenos, pese al avance
teórico, se mantienen en una base social atrasada que lo constituyen las victimas extremas
de la pobreza, que requieren más atención que los detalles de las apreciaciones teóricas de
las mujeres blancas y clasemedieras.
La mayoría de los trabajos publicados en occidente han entrado en una carrera que va
desapareciendo los vectores y categorías de las “reglas del método” y han desembocado en
una crisis cientificista que deja a los investigadores sin los referentes teóricos que definían
la pertinencia de lo social. Al mismo tiempo, las mujeres irrumpen en el ámbito
epistemológico cargando una serie de críticas para ser incluidas como sujetos de plenos
derechos y ser tratadas como bases en los fundamentos de las teorías sociales y no como
“objetos de estudio” solamente; esto es, son portadoras de la diferencia, de la igualdad, de
la equidad y de una constante apreciación por parte de los procesos de invisibilidad,
sometimiento y explotación por parte del género masculino a través de la historia. Estas
mujeres que asumen su madurez, de los 70’s al siglo XXI, son las descubridoras del cuerpo
femenino como el centro del goce y el placer, en el marco proporcionado por el estado de
bienestar y el desarrollo del capitalismo que mantenía modelos estabilizadores que habían
conjurado las grandes crisis del capitalismo y les ofrecieron las condiciones socio-
económico-políticas para que estas generaciones de mujeres entraran a las universidades y
tecnológicos, por la puerta grande, y tuvieran acceso a los niveles de reflexión y
comprensión del mundo, así como de su propia condición histórica (Rosales, 2015). Pero,
¿qué ha sido de estas mujeres inventoras de tres olas de feminismo y de 30 o 40 años de
luchas civiles? Las encontramos cuidando nietos y ancianos, después de una realización
profesional que les ha permitido seguir sosteniendo a sus hijos que han regresado de nuevo
a ser dependientes del apoyo materno y están inmersas en un proceso de recuperación de
viejos estándares de la vida cotidiana, para apoyar a las nuevas generaciones de jóvenes
víctimas de la hiper-globalización y del mundo digital.
44
Los movimientos que se han generado en los últimos quince años, permiten advertir
que los procesos de extinción de la teoría social obedecen al abandono de metodologías y a
una explosión de discursos sociológicos como si se trátese de una nueva ensayística frente a
las investigaciones de largo aliento que marcaron todavía las teorías neoclásicas, por lo que
los feminismos no tienen el respaldo de nuevas referencias de la teoría social sino de otras
especialidades como las teorías del sujeto, que han sido más fructíferas en las búsquedas
referenciales feministas; esto ha derivado en la lejanía de los estudios de género respecto de
la teoría social.
En los últimos años (a partir del 2008), estamos ante una nueva perspectiva social,
donde el proceso del trabajo, esencialmente manual, sufrió una transformación desde el
maquinismo que presenta una nueva imagen a través de la robotización de la
industrialización contemporánea que, prácticamente, tiende a eliminar lo más posible la
condición de la fuerza productiva del cuerpo humano y ha hecho crecer por medio de las
tecnologías light la incorporación de la mujer en condiciones de igualdad laboral; esto es, la
extinción paulatina del trabajo manual ha propiciado una supremacía del trabajo intelectual
sobre el manual, lo que iguala las diferencias operativas del cuerpo productivo.
Desplazamientos más, o desplazamientos menos, fue creando el ambiente necesario para un
deslizamiento permanente de los centros laborales, lo que ha generado la formación de
corrientes nómadas de trabajadores de una región a otra, y entre esas, la mano de obra
femenina llevó la peor parte, considerando como base de la extrema pobreza de los
desplazados de las nuevas globalidades; de tal forma que, las nuevas ideologías que en
congresos u otras plataformas internacionales encontramos, generalmente,
posicionamientos muy diversos en donde está ausente la autocrítica de los nuevos
feminismos y, el mulierismo, representa una mayor fortaleza, en defensa de las perspectivas
de la condición femenina.
46
Con esto queremos decir que es relevante el mulierismo que es acompañado por una
teoría feminista pertinente y con metas programáticas de realización y no un extremismo
enclaustrado en “torres de marfil”. Las nuevas generaciones de feministas tienen que
enfrentar los imperativos de una escenografía de la mujer bajo condiciones de extrema
dificultad y sobrevivencia.
Desde hace más de medio siglo (Benstok, 1988), las mujeres en su conjunto, se han
organizado en frentes que se enfocan hacia horizontes lo más concreto posible para obtener
resultados que las condiciones históricas del momento ofrecen; esto es, el mulierismo es
fundamentalmente una visión pragmática de los problemas cruciales del desarrollo de la
mujer.
Campos de acción
Política: coparticipación con organizaciones que están abiertas o que están a la escucha de
la problemática de las mujeres, organización de instituciones que empoderan a la mujer y
participación activa en instancias políticas y de gobierno, locales, regionales, nacionales e
internacionales.
Social: para la consideración de los actos del mulierismo como una agrupación abierta y
una manera de pensar y de concebir el mundo, desde la visión femenina, lo social, es el
espacio más ancho que ha tenido a través de la historia las acciones de cualquier
denominación, donde las mujeres han sostenido un activismo profundo y constante, y
ahora, las llamadas redes sociales del mundo digital son canales de interrelación donde son
mayoría, y presentan una nueva oportunidad de empoderamiento de las futuras
generaciones de mujeres.
Conclusiones
Resulta incuestionable que las mujeres, en los últimos cincuenta años, han obtenido logros
importantes en el empoderamiento de su condición y han presentado un gran número de
acciones que las posicionan como lo más relevante del desarrollo humano de las sociedades
contemporáneas; sin embargo, esta compleja red de acciones, presentan una debilidad
estructural, que de no ser resuelta o modificada con las fortalezas del avance obtenido,
pueden tener retrocesos en lugares donde ahora se encuentran las plataformas más sólidas
de la reivindicaciones femeninas; es decir, el activismo sin la teoría, puede resultar obtusa a
largo plazo y volver contraproducentes los logros alcanzados.
Referencias
Benstok, Shari. (1988). The private self. Theory and practice of woman’s autobiographical
selves. Ed. The University of North Carolina Press.Chapell Hill.
Gayle, Rubyn. (1975). The Traffic in Women: Notes on the ‘Political Economy’ of Sex, en
Rayna Reiter, ed., Toward Anthropology of Women, New York, Monthly Review Press
(1975). El tráfico de mujeres: Notas sobre la economía política del sexo, Nueva
Antropología, Vol. VIII, Nº30, México 1986.
50
Haraway, Donna. (1984). Class, race, sex, scientific objects of knowledge: a socialist
feminist perspective on the social construction of productive knowledge and some political
consequences, En Women in Scientific and EngineeringProfessionscompiladopor
VioletHaas and Carolyn Perucci (1984, 212-229).
Irigaray, Luce. (1974). Speculum. De l’autre femme. (Éditions de Minuit). Paris, France.
Rosales Nava, Rosa María. (2015).El club de las mujeres alegres. Una generación que
cambio el mundo. Barcelona, Icaria Editorial
Introducción
La definición de funciones que nombran las relaciones del sujeto con los otros
sujetos, son la estructura que resulta de la transformación de sujetos en personajes y esta
transformación se desplaza dentro del marco de escenografías que requieren de andamiajes,
tramoyas, decorados, iluminación y ambientación del discurso dominante o del estado.
Finalmente, en el trasiego de personas y personajes, el cuerpo se va haciendo cada vez más
“imperceptible” y sólo se encuentra en la tragedia existencial, a través del hambre, el sueño
y la sed; las transformaciones que rompen todo el equilibrio y armonía del cuerpo se
reducen al dolor y la enfermedad, que determinan el esquema del tratamiento social hacia
una homeostasis como lo físicamente correcto; esto es, una política pública del cuerpo,
donde el estado en tanto institución de lo social total, se convierte en garantía de la
sustentabilidad del cuerpo, como entidad jurídica y, de ahí, a la expresión como firma;
representación que extrae toda physis posible y, esta última, sólo se plasma como acta.
Los opus que sucesivamente monta el sujeto, se hacen con base en la serie infinita
de utopías en las que se proyecta la corporeidad como la convergencia de un acopio de
elementos que se dan a ver como espectáculo, entre sí mismo y el otro.
53
La cultura se entiende como este asignar fines a la naturaleza y esta asignación comienza
desde que aparece el sujeto en el mundo, es decir, al nacimiento del bebé se determina todo
un programa de vida a partir de la sexualidad manifiesta, este proceso plantea el
surgimiento del primer paradigma vital y es captado por la cultura familiar como una
introducción al sistema de significaciones a los que pertenece el sistema social donde fue
arrojado, y es como comienza el proceso de ir definiendo lo que serán las grandes máquinas
constructivas de la proyección del sujeto(Helbo, 1989). Los elementos constitutivos de los
mecanismos que se van articulando para definir magnos complejos semánticos, integran el
panorama de las acciones en las que el sujeto es un actuante que asimila el funcionamiento
de estas máquinas a partir del espectáculo en que el cuerpo tiene un rol central para el
sujeto, al ir incorporando tanto la acción personal como las acciones de la visión de lo
social que lo identifica como un personaje, al que le asignan las diferentes rutinas o
mecanismos personales de inscripción en el contexto tanto familiar como de su comunidad
más inmediata; entre otros, la apropiación de la lengua materna y los efectos en cadena que
tiene el desplazamiento corporal dentro de las escenografías asignadas al grupo social al
que pertenece. Las enormes máquinas las percibimos como rituales en los que modificamos
los micromecanismos del desplazamiento del cuerpo; es decir, son los ritos los que nos
hacen observar las representaciones en las que participamos cotidianamente. El género, es
este complejo de rituales que están vinculados directamente a la sexualidad, pero de una
manera autónoma, esto es, es la cultura en la que los rituales han convertido la sexualidad,
en estratos de significación y, el sexo, es una conducta o comportamiento de los personajes
en los que se identifica el sujeto; para que esta conducta pueda plantearse como una
realidad existencial es necesario que las categorías de valor y significación transformen la
realidad constitutiva del sujeto en un rostro falso, que es la máscara de la teatralidad de la
vida cotidiana, de tal forma que, se convierte en el personaje del día, o del momento, en que
interactúa con el otro, donde hay una kénosis de que el cuerpo es representación y
personaje, es decir, es signo e intercambio de la valorativa que supone la comunicación y la
interrelación social. En estas circunstancias las micromáquinas participan de los grandes
sistemas mecánicos de las culturas en las que se guardan las utopías personales, de
generación en generación, y se ponen en valor los discursos de los diferentes lenguajes que
conforman “las nubes” en las que se asimilan los discursos que le dan voz y calidez al
extrañamiento que ha sufrido el cuerpo y se expresa como abstracción, por lo que es
necesario volver espectáculo lo que antes era un simple “estar en el mundo”, en la obra
grandiosa del sí mismo.
Esta épica está compuesta, desde los poemas homéricos, por la mezcla funcional y
articulada de la objetividad de la acción con la divina intervención de los dioses que
representan la permanencia de la interpretación de la continuidad de la conciencia; de tal
forma se comprende que la acción del hombre es un trabajo de las dos perspectivas que van
desde el intimismo hacia el objetivismo, y viceversa; por lo que, las estrategias de la
conducta, son el espacio de la moralidad; esto es, una confluencia del cruzamiento de la
individualidad con lo social. La arquitectura que sostiene la constitución del sujeto se vacía
de contenidos para fortalecer la función de la máscara, pero este rostro de cartón se
convierte en coraza y protege la huída del sujeto, convirtiendo el escape en una nueva
realidad.
Hay que destacar que ésta distancia que hay entre el rostro y la máscara, consiste en
un enigma de la representación y donde la physis mantiene su gimnasia como la khora que
se transforma en impulsos inconscientes que enmarcan su presencia negada en el enigma,
esto es, el sujeto entre los desplazamientos del cuerpo o coreografías planteadas por los
rituales que configuran los diversos lenguajes por los que el cuerpo habla en los términos
proxémicos que sustentan los pragmata del habla y constituyen las correspondencias de los
códigos entre la mística del símbolo con los lexemas que proporcionan los intercambios de
la actuación. En esta distancia no hay vacíos semánticos, en parte, porque la máscara por sí
misma completa las lógicas del sujeto y sus relaciones entre sí.
Espectáculo y subjetividad
El mundo es un orden, y las jerarquías de todos los objetos y todas las personas,
radican y distribuyen el poder que se establece a través de las relaciones y de las estructuras
de correspondencia entre unos y otros; la humanidad tiene una forma jerárquica de ver el
mundo, producto de la evolución de la especie, esto es una lógica relacional entre cada uno
de los elementos que pueblan la tierra y, la conciencia de ello, significa poder establecer los
diferentes universos en los que la cultura se relaciona para el dominio y manejo de estas
propiedades de la tierra; esto quiere decir que, la primera consciencia, corresponde al
establecimiento y descubrimiento de estos poderes que tiene la humanidad sobre el resto de
los seres y las cosas. El conocer de este potencial (Touraine, 1984) representa la primera
revolución intelectual de la especie y constituye las primeras grandes civilizaciones que han
conformado las diferentes arquitecturas intelectuales para interpretar la existencia humana.
56
El poder y su espejo
La acción y el aplauso
El desplazamiento permanente del cuerpo genera una expresión que es codificada en las
coreografías rituales de las relaciones sociales estructurales que prefiguran el espacio de la
realización plena del individuo como el esquema en donde se pueden ubicar las utopías
personales que definen la intencionalidad del sujeto, los impedimentos y obstáculos para su
realización.
El jugar con las posibilidades y oportunidades forman una propuesta de la vida del
sujeto que sólo es visible a través de la identidad, es decir, la identidad es un truco, es una
maquinación que permite amalgamar los intereses del individuo y conformar grupos de
conveniencia, y establecer las interacciones e intercambios sociales que edifican, a través
de las instituciones, las instancias de convergencia de los intereses políticos, económicos,
sociales y culturales (Castoriades, 1975). Es el diagrama de donde pueden manejarse las
identidades y, en consecuencia, es el premio o el castigo que el poder señala como lo
correcto y, esto, a su vez, delimitan las aspiraciones en las que el sujeto puede invertir sus
deseos y una economía libidinal.
Conclusiones
Referencias
Helbo, A. (1989). Teoría del espectáculo. Ed. Galerna. Buenos Aires, Argentina
59
Introducción
Las libertades son el espacio que el sujeto requiere para su desarrollo, por lo que la
escasez de bienes y servicios necesarios para la vida del sujeto, siempre acotarán los
sentidos de su evolución, conformando una acción ética acorde al espacio del ejercicio de la
libertad, cualquiera que ésta sea. Los límites del espacio de la libertad son los paradigmas
que constituyen un estado moral.
Los modelos de desarrollo están vinculados a los procesos de integración del sujeto
de una forma estructural, condición sine qua non para establecer las plataformas que
destraben los elementos que desencadenen las acciones de la pobreza, y potencien los
factores virtuosos del desarrollo. Las luchas políticas o institucionales tenderían a obtener
el derecho a ser libres.
Si atendemos las cifras del BID en el sentido del incremento de los niveles de
pobreza y de pobreza extremas, del 33.5% y 20% respectivamente a datos del 2008, es
decir, antes de la actual crisis mundial, pensaríamos hacia dónde se mueven los problemas
más álgidos de la humanidad; sólo una restructuración global de las relaciones de
producción podrían cambiar la perspectiva… pero al interior de estos cambios estaría el
sentido del hombre y su espacio de libertad ideal para su supervivencia.
¿De qué depende una línea de pertinencia para el diseño de los nuevos modelos
dentro de la globalidad y la posmodernidad? (Touraine, 2011)
63
YO
Trayectoria de la constructividad
El “sí mismo” constituye un espacio moral central en el que las acciones del sujeto
se van articulando por las necesidades de supervivencia, integradas a su vez en el interés
personal y manifestado en el deseo del objeto; esto es, el núcleo del “Yo” se va abriendo en
un proceso cíclico en donde el deseo del objeto se muestra como representación del mundo
y la referencia al “sí mismo” como conciencia social, destacando aquellas que
corresponden a la productividad (oferta y demanda), desarrollo, crecimiento proyección del
sujeto y operatividad como subjetividad en las acciones de permanencia constructiva y
deconstruciva.
Esta rebelión que significa la pérdida del objeto del deseo, sustitutiva de la
frustración por la esperanza de otra oportunidad, donde el sujeto robustece su integralidad.
La vergüenza y la dignidad son dos valores, que una vez sembrados en cualquier
principio de conciencia por parte del sujeto, por sí mismos, generan la base primaria de un
comportamiento no claudicante, y sobre esta base es posible diseñar estrategias
pedagógicas que desenvuelvan un proceso de reestructuración del sujeto; así también, hacer
coincidir elementos institucionales, de parte de la sociedad.
65
Conclusión
La ética del desarrollo, es un campo de reflexión práctica que nos aproxima al quehacer
pedagógico crítico, orientado a la enseñanza de los adultos y a los trabajos de reconversión
general de los procesos de las educaciones nacionales; esto es, una educación para la
construcción de sujetos, dueños de sí mismos y de su destino. La ética del desarrollo es una
palanca de la liberación y la construcción de la subjetividad no claudicante, y promotora de
la redefinición crítica de la educación nacional. Revertir los procesos autoclaudicanteso de
procastinación que las mayorías experimentan al enfrentarse a factores que la pobreza
induce, en cascada, al interior de la personalidad del sujeto que lucha por liberarse, pero
que las estructuras sistémicas lo regresan, tarde o temprano, a la condición de pobre hasta
vencerlo y derrotarlo, es la tarea existencial más importante que puede emprender un
sujeto.
García Viveros, M y Salas Mercado Karina (2007) Hacia un milenio sin hambre.
Coordinadores. F.C.E. México, D.F.
Capítulo IV
Presentación
Introducción
La implantación del sujeto femenino en los espacios directivos del poder, marcan
una nueva forma de dominación y manejo de los nervios de las decisiones; esto es, una
morphosis que se caracteriza por la transversalidad y la cooperación sinergética
democrática. La falta de teorizaciones sobre las bases epistémicas de este liderazgo nos
permite abordar supuestos inéditos, que nos ofrecen muchas posibilidades de investigación.
Las propuestas aquí presentadas plantean algunas ideas que pueden ser claves para
la discusión y comprensión del liderazgo femenino.
Las luchas por el reconocimiento de las aptitudes de la mujer frente a las del
hombre, es una línea recurrente de las acciones de los feminismos modernos y esto ha
traído una constante y acelerada asunción de puestos dentro de la escala laboral y socialde
la que podemos destacar la velocidad y corto plazo de la ocupación de altos puestos
directivos y de domino por parte de las mujeres.
69
También se puede observar una feminización creciente en las áreas de los “cuadros
medios” de las instituciones más importantes del poder mundial; es fácil encontrar a
mujeres, cuyos perfiles señalan nuevas orientaciones que desarrollan otras formas de
operación de estructuras complejas y constituyen posiciones y teorizaciones sobre liderazgo
no considerados en los sistemas de toma de decisiones, tanto así que se puede configurar un
cambio de paradigma en cuanto a marcos conceptuales; que vienen, desde la
masculinidad,pero reeditadas hacia estructuras de mando que son propiamente femeninas;
aun cuando no se tienen teorías formales, la ciencia de la dirección ha virado 360º grados,
de tal manera que podemos hablar de un “renacimiento”, puesto que la perspectiva de
género viene a modificar los conceptos fundadores de la dirección; ahora podemos
identificar una manera distinta y radical de gobernar,diferente a la que, hasta ahora, habían
ejercido los hombres.
En el liderazgo está implícito el poder, que de acuerdo a Foucault (2005) “es una
relación social que se ejerce a partir de innumerable puntos en juego de relaciones móviles
no igualitarias que cuenta con diversos dispositivos, que crea representaciones de él, que se
reproduce y que siempre genera resistencia hacia él”. Podríamos agregar con Turner (1988)
que dentro de las construcciones simbólicas del imaginario femenino les permita a las
mujeres “jugar” desde la potencialidad de su estadio liminar.
70
Las dimensiones de la lucha por el poder femenino se articulan en dos engranes que
soportan el activismo de las mujeres; es decir, una redefinición de sí mismas, y, al mismo
tiempo, que provoquen sistemas sinérgicos, que revelen una creatividad en el diseño de
nuevas formas horizontales de poder.
Cómo parte de las estrategias de la lucha por los derechos a la igualdad y la equidad, se
desarrollan, implícitamente y bajo condiciones de invisibilidad, los valores como la
autoestima, el reconocimiento y la necesidad de superación personal. El ambiente cultural
en el que se desarrollan las mujeres que consiste en sembrar semánticas de discriminación
original en las que las mujeres tienen que luchar, en primera instancia, contra sus propios
prejuicios de impotencia y luego construir sobre la destrucción de esos arquetipos; los
niveles de superación se vuelven, generalmente, más difíciles en vías de la construcción
como sujetos de la mujer y así sortear los laberintos de la victimización.
71
El principal enemigo que se presenta en las carreras de las mujeres son sus propios
atavismos, y la poca resistencia que ofrecen el confort o la comodidad en roles de menor
importancia dentro de los esquemas de poder; dicho en otras palabras, no obstante el
avance de la mujer, en lo que respecta al liderazgo, todavía existen limitaciones ancestrales
que siguen limitando a la mujer y que la controlan hasta en sus mínimos deseos.
i) la función del carisma o las personalidades; ii) la asertividad que puede ofrecer
como protagonista; iii) el desarrollo de habilidades organizativas más horizontales, iv) ser
más atenta a fenómenos que la personalidad masculina generalmente desatiende (gusto por
el detalle, la amabilidad, la estética, la facilidad de comunicación) v) concepto más
diversificado de éxito y iv) el autoconcepto de realización personal.
De acuerdo con Rosener (1999) las mujeres buscan intercambiar sus intereses
individuales por los del grupo, con el fin de lograr un objetivo más amplio. Así también
reconocen a las relaciones interpersonales como base del éxito y no en los puestos
jerárquicos. Hasta ahora ha sido así por el vacío como sujeto femenino y por el llenado del
imaginario masculino, como fantasma del “otro como sí misma”…
La mujer ancestral, para transformarse, tiene que construirse; puesto que hay una lógica
transformacional que transita desde las tradiciones hacia las innovaciones,convertidas en
retos, en aspiraciones y trascendencias.
En el primer espacio está ubicado en la egología que habría que desarrollar para
integrar la diferencia, la especificidad, los enfoques, los imaginarios de la mentalidad
femenina, etc., para establecer una psicología asimétrica de lo femenino y, eventualmente,
la antropología de la diferencia.
Conclusión
La historia de las luchas por las reivindicaciones es una “larga marcha” que va
desde la indignación al empoderamiento. Esta marcha se ve como una “travesía del
desierto”, esto es, una constante lucha de humillaciones y sometimientos, donde el acoso
sexual es la “línea general” de trasmisión del poder masculino al poder femenino. El marco
general en el que se desarrollan los perfiles de modelos asumidos por generaciones de
mujeres que han hecho una inversión elocuente de la libido, puede jactarse de una creciente
capitalización del trabajo que va desde las más humildes actitudes feministas hasta los
liderazgos espectaculares de países tan importantes como la Gran Bretaña, Alemania, Chile
y Argentina.
Mientras tanto, suena el clamor de que los liderazgos femeninos tengan una teoría,
no solamente de la transversalidad del poder, sino de la posibilidad de flexibilizar tanto
vertical, horizontal o circular, la fuerza de la toma de decisiones; es decir, todo este proceso
de feminización de los liderazgos suscita toda clase de fantasmas pero, solo podrá
consolidarse, así sea en términos realistas, si se construye una teoría de lo femenino que se
sostenga epistemológicamente e incorpore los propósitos de equidad o igualdad entre los
sexos.
77
Referencias
Eaglym A.H. &Carli, (2007).Trough the labyrinth. The truth about how women become
leader. Boston. HarvardBusinessSchoolPress.
Introducción
La crítica a las ciencias sociales desde la feminidad es una nueva perspectiva, tanto en la
incidencia que tiene en el género, cómo en los mecanismos de trasgresión y avance en las
relaciones sociales entre los sexos.
Se empieza construir un nuevo “concepto” que coordina los feminismos que se han
sucedido en los últimos cuarenta años. Concepto formado a partir del surgimiento de los
estudios epistemológicos que sustentan la cientificidad de la postura crítica y la
construcción de teorías sociológicas donde se incluye el universo de la mujer.
Terminamos el siglo XX e iniciamos el nuevo siglo con las ciencias sociales en crisis
debido a la debilidad metodológica; esto es, se carece de fundamentos filosóficos
actualizados, que reubiquen los epistemas que establecían perspectivas y desarrollos
explicativos de lo social; esta crisis da la impresión de que hay que volver a los estudios
primarios, así como reubicar su estructura para poder hacer planteamientos
contemporáneos; tampoco incluye la nueva perspectiva digital y, por lo tanto, no ofrece un
soporte axiomático, ni material, cuya relevancia, así sea transitoria, resulte incuestionable
como principio de certidumbre científica. Otra cuestión fundamental que presenta y de
acuerdo a Maffesoli (2004), hay quienes plantean el surgimiento de una sociología de lo
individual como el objeto esencial de lo social, esto es, desde el individualismo replantear
la sociabilidad y con esto englobar a la mujer como otro individuo; entonces, en una sola
propuesta reivindicar la posición de la mujer como individuo, y al hombre, como “otro
individuo”, planteamiento que corresponde a una función de “objetos” y lo que está en
cuestión es dar cuenta de las relaciones entre “sujetos” por lo que no se ha adentrado casi
nada en lo que a Theoría se refiere. Iniciamos el siglo XXI carente de herramientas que
permitan generar una ofensiva reconstructiva y desmanteladora de los criterios historicistas,
y que tenga eficacia frente a la universalidad del sistema patriarcal.
Contar con una conciencia feminista, o de lo femenino, ha sido un largo proceso de más de
tres siglos, y en el devenir histórico se ha visto amenazado con las tendencias de considerar
la categoría de género como sinónimo de feminismo, lo que complica entender los
diferentes aspectos que abarcan, y es necesario diferenciarlos con categorizaciones más
precisas, donde las ciencias sociales aporten material epistémico importante.
80
Esta diferenciación es una problemática típica de las ciencias sociales; pero, lo más
importante está en el enfoque en la que la problemática es absorbida por las adquisiciones
científicas del pensamiento social y, su profundidad, es capaz hasta de romper los
paradigmas que sustentan las propias ciencias sociales.
No es extraño que las críticas hechas a las ciencias sociales desde el feminismo
(sobre todo desde la teoría del poder político) y también desde el género (a partir de lo
científico-cultural) aborden cuestionamientos de forma y de fondo al corpus de las ciencias
sociales; en otras palabras, los niveles de comprensión entre lo que hace el feminismo y lo
que hace el género frente a las ciencias sociales, es bombardear desde dos ángulos las
“verdades” en las que se han sustentados los parámetros de la historia de las ciencias
sociales, con el afán de edificar una estructura en donde la mujer aparezca en su plenitud,
como sujetos y como portadoras del desarrollo de la humanidad. El primero se centra en la
idea de que lo femenino, o el género femenino, son situaciones de sujetos y no de objetos y,
por lo tanto, son relaciones complejas entre los sujetos, es decir, los investigados y los que
investigan; el segundo ángulo es, rescatar la influencia que tiene el ámbito histórico o el
“estado del arte” de las teorías que investigan o que transversalizan los parámetros sexistas,
machistas o patriarcalismos arcaicos o contemporáneos.
Las ciencias sociales están instaladas en una “zona de confort” que, desde su
fundación, se mantienen en una retórica masculina, falocéntrica, egocéntrica, etc., del que
es necesario desplazarla, hacia una comprensión de lo femenino, “medusa”, “serpiente”,
etc., e iniciar procesos de acercamiento epistemológico entre estas dos grandes vertientes
para deshacer la retórica unívoca de las ciencias sociales y poder incorporar el discurso, así
sea tenue, de los feminismos y de la investigación que las mujeres han iniciado desde la
crítica general a la construcción del género.
Las reivindicaciones realizadas por intelectuales mujeres en los últimos 40 años es una
historia de la voz que ha puesto de manifiesto las tonalidades de un esfuerzo en manifestar
las diferencias dentro de la retórica masculina y tratar de construir una perspectiva
feminista que explique y transforme su inclusión en el texto de la ciencia; sin embargo, esta
voz se ha convertido en voces y en un proceso de distorsión de intereses de grupúsculos,
que han debilitado su ataque frontal al patriarcalismo imperante en el discurso, y en la
tendencia de la cientificidad social, de tal manera, que no se tiene ahora sino un frente muy
amplio de propuestas demasiado pequeñas para poder abordar la totalidad de los
fundamentos de la teoría social masculina.
Los esfuerzos de Haraway (1984) y De Lauretis (1984), entre otras, en criticar a las
ciencias sociales, por no mencionar el trabajo de las mujeres científicas, es muy importante,
pero la continuidad en este espacio de investigación y de crítica se ha ido debilitando en los
últimos años; es necesario retomarlo, replantearlo y desarrollarlo bajo criterios más
radicales que tomen en cuenta el avance mismo de las relaciones de producción en un
mundo globalizado y, hasta cierto punto, una libertad mayor para el acceso a la sociedad de
la información; que pueda robustecer relaciones de dominación diferente a las sociedades
de la guerra fría. Es inexplicable que una nueva conciencia de clase en las luchas sociales
se aplanara, de tal forma que la invisibilidad de la mujer se presentara en el silencio, como
una inexistencia delas relaciones sexuales bajo un nuevo contrato sexual, y donde la
explotación en las relaciones de poder, desaparecieran; por lo que resulta inaceptable que
las feministas y los estudios de género no retomen el camino crítico que destaque la
existencia de estas relaciones que hacen, de la mujer actual, un ser en transición a ocupar
espacios sociales de un nuevo empoderamiento, por lo menos en ciertos sectores de las
clases medias blancas; esto es, abrir un campo de investigación no tocado por un eje central
de la teoría marxista de las ciencias sociales. Así como esta propuesta hay muchas otras en
donde la teoría de género ha abierto, después de una nueva constitución de la conciencia
femenina, pero observamos que hay un debilitamiento en la peculiaridad de la construcción
y movilidad de los elementos arquitectónicos de la subjetividad femenina; es decir, se
forman conceptos pero no una teoría general de la conciencia de la mujer. Los ejemplos que
proporcionan los estudios de género representan sólo modelos hechos a través de los
parámetros de la investigación, pero no se trasladan a un cuerpo teórico que determine qué
cosa es la mujer, como género, más allá de la generalización: “un constructo social”.
83
Las ciencias sociales tienen infinitos “objetos sociales” en qué ocuparse, pero es su
responsabilidad atender también la integración de las críticas por los “olvidos” que plantea
la perspectiva de género. La constructividad de la conciencia femenina no es solamente
desde el cuerpo (tampoco, sin él), sino de los constructos sociales mismos, implicaría
incorporar a la mujer en la historia; porque la invisibilidad implica la nulificación, no sólo
de los sujetos particulares, sino de la MUJER; dicho de otra manera, es a partir de la
construcción de la negación de la presencia de las mujeres y de una teoría negativa de la
construcción. De paso, el género trasladaría las apreciaciones de la diferencia hacia el
reconocimiento de la identidad con lo que, de una construcción social, se convierte en una
ontología de la mujer, que desarma los misterios que ha rodeado la conciencia femenina
(Kent,1947 y Benstock 1988).
Conclusiones
La crítica que hacen las mujeres a todo el sistema patriarcal, no está enfocada a des-
controlar la dinámica de los sistemas patriarcales, sino simplemente que esas dinámicas les
den un espacio de poder generar una identidad propia. Hay que enderezar una crítica a lo
que no trata de cambiarlas; a las circunstancias donde los estados y las organizaciones de
mercados, que no son capaces de absorber las disfunciones que generan los cambios de
tecnologías por mano de obra.
84
La crisis de las ciencias sociales como parte del sistema capitalista tiene que
modificar el paradigma hombre-mujer para poder desplazar los problemas pobreza-riqueza
y dar apertura a una ciencia social feminizada. Se entiende que la crítica que hacen los
estudios de género a las ciencias sociales en general, es destruir la relación hombre-mujer
como sistema de dominación y, desde hace cuarenta años, se ha establecido un espacio de
crítica permanente sobre los elementos que implican una relación paradigmática entre los
dos elementos básicos de la especie humana.
Referencias
Cixous, H. (1995). “La joven nacida”, La risa de la medusa. Ensayos sobre la escritura,
Barcelona, Anthropos. Edición original en francés de 1975.
De Lauretis, T. (1984). Alicia ya no, Madrid, Cátedra, 1992, trad. cast. Silvia Iglesias
Recuero (original en ingles de 1984).
Gayle, R. (1975). “The Traffic in Women: Notes on the ‘Political Economy’ of Sex”, en
Rayna Reiter, ed., Toward an Anthropology of Women, New York, Monthly Review
Press(1975). “El tráfico de mujeres: Notas sobre la “economía política” del sexo”, Nueva
antropología, Vol.VIII, Nº30, México 1986.
Kent, V. (1947).Cuatro años en París 1940-1944. Ed. Sur. Buenos Aires, Argentina.
Capítulo V
Presentación
Introducción
El campesino migra a la ciudad huyendo de la miseria del campo y por tener la posibilidad
de mejorar sus niveles de vida; sin embargo, al crecer las ciudades sin ninguna planeación,
se provocan cinturones de miseria enormes y complejos; de ahí que, para no cancelar un
futuro promisorio del hombre actual y de las mismas ciudades, se tomen medidas, aquí y
ahora, sobre cada uno de los aspectos de la vida posmoderna. El diseño del espacio y del
papel de la naturaleza al interior de los artificios constructivos,se espera coadyuven a una
integración de la personalidad al servicio del hombre mismo. Los gobiernos deben estar
conscientes de que la urbanización es un hecho inevitable y lo que se debe hacer es tomar
medidas pertinentes para hacer de esa circunstancia un evento positivo. Se debe planear con
anticipación todos los aspectos:
Repensar la ciudad es una necesidad de nuestro tiempo, para evitar lo caótico de las
tendencias del desarrollo actual; porque el hombre es producto de su vinculación con su
espacio y el espacio es una construcción de su imaginario.
En su libro Las ciudades del deseo, André Antolini e Yves-Henry Bonello (1994)
conciben a la ciudad como “el lugar de las prácticas rituales, de la tensión y del
muticulturalismo”, lo urbano como recinto de la ley y la transgresión, son presentados
como alternativa para que la ciudad siga vigente. Las ciudades de la posmodernidad son
ciudades de la fuga, ¿de la “evasión” de la realidad?
Las utopías generadas por la literatura de la ciencia ficción durante el siglo XX nos
señalaron los límites en que ciudades ultra racionalistas podrían conducir a la casi
exterminación del hombre como sujeto y nos advirtieron de los procesos extremos de las
tecnologías y el manejo de un poder político antihumanitas por lo que no podríamos
imaginar nuevos espacios sin considerar la alternativa de la destrucción del hombre, si
perdiéramos la distancia marcada por la razón. “El mundo de mi realización, de mis
expectativas, soy yo mismo”
Hoy vivir en sociedad implica vivir en la ciudad, pero ello no quiere decir que exista
una verdadera interpelación social; sin embargo, vivir en sociedad, "hacer sociedad" no
tiene el mismo sentido que en la modernidad. La posmodernidad ha conseguido que el
individuo, para sentirse seguro, no tenga que depender de las ataduras culturales; ha
liberado al hombre-mujer de su dependencia culturalpero, ¿lo ha hecho más libre?
¿solamente ha cambiado su centro de gravedad? Hoy el ciudadano tiene como referencia, o
modelo, para la interpelación de ente abstracto, la "democracia" los "derechos humanos" "la
seguridad social" el "trabajo", la "solidaridad" etc. En este sentido el urbanismo debe crear
las tendencias al nuevo diseño y fomentar la inversión en infraestructura, equipamiento y
comunicación que permita a la ciudad sustentar el nuevo funcionamiento y desarrollo de
una nueva ciudadanía.
Los ciudadanos, del límite de la modernidad, sienten que se han cancelado las
perspectivas delfuturo; que el fin de la historia y de sí mismos está próximo. Visión
apocalíptica que no podemos desconfigurarla de la noche a la mañana y ofrecer nuevos
horizontes. El urbanismo de la postmodernidad, por lo menos, debería de plantearnos cómo
romper estas ciudades multicelulares y, a lo mejor, por diseñar un nuevo Renacimiento.
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Referencias
Anduaga, Jaime (2002). Eurociudad e identidad afectada. (Texto preparado para las
Jornadas sobre la EurociudadBaiona-Donostia en Irun, Hondarribia y Endaia en mayo del
2002) disponible en http://www.sindominio.net/ahtez/?q=es/node/51
Antolini, André e Yves-Henry Bonello (1994). Las ciudades del deseo. En libro "La
modernidad superada. Arquitectura, arte y pensamiento del siglo XX". Ed. Gustavo Gili
S.A., Barcelona.
Montaner, Josep María. (1992).“Idea, imagen y símbolo de la ciudad”. Del libro "La
modernidad superada. Arquitectura, arte y pensamiento del siglo XX" (Ed. Gustavo Gili
S.A., Barcelona 1992)disponible enhttp://www.revistacontratiempo.com.ar/montaner.htm
Wenders, Wins& Hans Kollhoff (1992).Una ciutat. Una conversa. En libro "La
modernidad superada. Arquitectura, arte y pensamiento del siglo XX". Ed. Gustavo Gili
S.A., Barcelona.
94